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Apuntes
sobre las
películas
taurinas
Gustavo Arturo de Alba
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La Fiesta Brava ha servido como tema o telón de fondo en más de un
centenar de cintas, repartidas principalmente entre las cinematografías
mexicana, española y norteamericana. Aunque también la francesa y la
alemana han puesto su granito de arena. Italia con una coproducción con
España tiene un lugar destacado en el renglón de calidad con la obra “El
Momento de la Verdad” realizada por Francesco Rossi en 1965, llevando
a la cabeza del reparto al diestro Miguel Mateo “Miguelin”.
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en México fueron los señores Enrique Maulinie y Churrich, quienes
iniciaron la producción de películas mexicanas en la ciudad de Puebla,
como lo señala Paco Ignacio Taibo, en su libro “Los Toros en el cine
mexicano”, los cuales en agosto de 1897 proyectaron un filme titulado
“Corrida entera de toros por la cuadrilla de Ponciano Díaz”.
Hace ya muchos años que Blasco Ibáñez, permanece en el olvido del baúl
literario, a pesar de que en su época logró cierto renombre debido a su
compromiso social y el conocimiento de las costumbres de los campesinos
valencianos que tuvo a bien volcar, en la que quizás sea la más rescatable
de sus obras: “La Barraca”, aunque quizás sus “Cuatro Jinetes del
Apocalipsis, merezcan una revisión y “Sangre y arena” hay que leerla y
no quedarse con la versión hollywodesca de la misma.
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pero es indudable que el obsesionado y enfermo personaje de Almodóvar
en “Matador” nos ofrece un desusado acercamiento sobre el erotismo en
los toros, el cual indudablemente, por lo menos en forma latente se
percibe en el ruedo. Y en cuanto a esto del simbolismo del entrar a matar,
podemos apuntar que algo de esto pretendió de manera fallida matizar
Juan Ibáñez en su cinta documental sobre Manolo Martínez: “Los
caprichos de la agonía”, en una larga secuencia de los frustrantes
intentos de lograr una estocada el torero, que como todos sabemos era el
punto flaco de esa cumbre del toreo nacional, por ello cuando después de
un sinfín de tropiezos, al lograr una perfecta estocada, se nos presenta un
close-up del rostro de Martínez, en una actitud de satisfacción, mientras
que en off escuchamos su equiparación de la estocada, con la culminación
de una eyaculación. Igualmente en 1989 el español Javier Elorrieta realizó
una nueva versión de “Sangre y Arena” con Sharon Stone en el rol de
Doña Sol, en la cual, lo único novedoso es que las escenas de amor son
harto explícitas y rayanas en lo pornográfico, las cuales fueron
primordiales para que los productores de “Instinto básico” le dieran el
rol que encumbró a la Stone en el firmamento cinematográfico. Pero lo
cierto es que con todo y lo chabacano que pueda resultar el tratamiento
de lo sexual en las versiones de 1924 y 1941, son superiores a la versión
de Elorrieta, con todo y su
destrampado Juan Gallardo, en
que al ubicar la trama en los
años ochenta, el torero, ahora
no solo sucumbe a las redes del
amor y del alcohol, sino que
también le entra a la coca, cosa
que no estaba de moda en 1908,
conforme a la obra original.
Ahora bien en eso del humor involuntario y para que no se diga que sólo
le cargamos la mano a las cintas nacionales voy a referirme a “Fiesta
Brava” y para ello les voy a leer un fragmento del libro de Emilio García
Riera “México visto por el cine extranjero”, tomo 3, 1941-1969:
“Fiesta Brava (Fiesta), realizada ya en la posguerra, en 1947, fue
producida por la MGM con lujos de coreografía, de música (uno de sus
personajes -Ricardo Montalbán- componía según la trama la célebre suite
de Aaron Copland “Salón México”), de escenografía (Cedric Gibbons
aportó en ella su conocimiento de lo mexicano) y de reparto: lo
encabezaron Esther Williams, célebre “estrella” nadadora, el mexicano
Montalbán, debutante en Hollywood, y la excelente bailarina Cyd Charisse,
entre otros. Produjo la película Jack Cummings y la dirigió el hábil y
ecléctico Richard Thorpe, exrealizador de westerns de clase B”.
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orquestada por Johnny Green; mientras la componía, Montalbán probaba
sus habilidades de bailarín en pareja con Charisse: ambos danzaban La
Bamba y una cosa algo andaluza, Flamnig Flamingo (acompañados por un
conjunto cantante vasco, Los bocheros), para probar una vez más la
confusión hollywoodense entre lo mexicano y lo español”.
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tardes brillantes pero a
Procuna le tocó un mal toro
de Tecatetén y dio una
demostración tan mala, que
tuvo que ser multado con
cinco mil pesos por „La
Autoridad‟. Con el ruedo
lleno de almohadillas y el
aire cargado de insultos,
Procuna pidió el favor de
regalar un toro. A la arena
salió un toro alto, negro,
bravo y que a la primera
embestida contra los
burladeros, saltó la barrera y
se co1ó en el callejón. Era
Polvorito, un toro señalado
por la inmortalidad: sería
famoso, Procuna tendió el
capote y esperó la
acometida. Polvorito cargó
y el torero ejecutó unos
faroles casi perfectos. En la
suerte de varas, Polvorito
mató a uno de los caballos y
derribó al otro picador
Cuando empezó la faena con
la muleta, y Polvorito y
Procuna se habían ganado al
público que los miraba fascinado por aquel juego de la muerte. Al final con
una estocada limpia y segura, Procuna coronó la tarde (ya le habían
tocado tres dianas) con orejas y rabo. Mientras el toro moría lentamente
su muerte solitaria, Procuna era llevado en hombros hasta su casa, había
regresado, toreando y triunfando. Ahora podía empezar “TORERO”.
Pero para entender un poco esto vayamos al libro “Norman Foster y los
otros directores norteamericanos en México” del pintor y gran
aficionado al cine, el yucateco Gabriel Ramírez, quien nos dice: “…En 1941
Orson Welles se embarcó en la aventura de realizar una cinta titulada „It‟s
all true‟, el ambicioso proyecto panamericano de Rockefeller y la RKO, que
en su forma definitiva constaría de cuatro episodios, dos de los cuales se
rodarían en Brasil: el carnaval de Rio (The story of Samba/ The Samba
story/ Carnival) y Jangadeiros.
“La tercera parte que se filmaría en México, sería dirigida por Foster. El
documental se completaría con The story of Jazz, basado en la vida de
Louis Armnstrong y del que apenas existió un esbozo (de Elliot Paul y
David Stuart) y algunas tomas de prueba Foster se había adelantado a
Welles y trasladado a México a fines de 1941 a iniciar el rodaje de My
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Friend Bonito (Mi amigo Bonito), sobre un argumento del mismo Foster
y John Fante. La fotografía estuvo a cargo, en un principio, de Alfred
Gilks, quién pronto fue reemplazado por Floyd Crosby al ser llamado aquél
al servicio militar. My Friend Bonito, un cuento acerca de la amistad de un
niño manso y un toro tranquilo, sería llevada a la pantalla quince años
después como The Brave One, por Irving Rapper, y su historia le haría
ganar una estatuilla dorada a su autor inexistente y un quebradero de
cabeza a sus productores, los hermanos King, quienes no pudieron
responder satisfactoriamente a las investigaciones iniciadas por la
Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood. Fred
Zinnemann acudió, en abril de 1957, a la Academia e informó que la
historia de The Brave One era „casi idéntica, en sus principales líneas
dramáticas, a una que Bob Flaherty me contó alrededor de 1931‟. Por una
visita a Frances Hubbard Flaherty, viuda del gran documentalista , se supo
que éste había escrito en 1928, en Santa Fe, una historia llamada Benito
(sic) and the bull, y que „Orson Welles se la compró en 12 mil dólares y
fue parcialmente filmada en México por la RKO con fotografía de Floyd
Crosby‟. La esposa de Flaherty, en su libro Elephant Dance (1937), habla
de este proyecto que se pensó filmar en España: „(…) El primer argumento
que escribimos era sobre un niño español y estaba basado en un hecho
real: la absolución por deseo del público de un toro de lidia en una plaza
española. Nuestro argumento, siguiendo las aventuras de los dos juntos,
desarrollaba el afecto del niño por el toro hasta su ensalzamiento y agonía
en la última escena a vida o muerte(…)‟ Charles Higham (en The Films of
Orson Welles, 1970), corroboraba lo anterior al afirmar que la historia se
remontaba hasta fines de los veinte, a raíz de una excursión mexicana de
Flaherty y los camarógrafos Leon Shamory y Floyd Crosby, para hacer el
documental Acoma, the Sky City; suspendido durante su rodaje. Años
después, Flaherty planearía con Alexander Korda llevar al cine Bonito and
the bull, que terminó convirtiéndose en Elephant boy (o Sabu, bautizada
en México El niño y el elefante), cambiando al antipático toro por un
atrayente elefante, aunque éste llevaría constantemente al lomo al
eternamente desagradable Sabú. Esta película de 1937 fue dirigida por
Zoltan Korda y Flaherty.
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Esta larga cita sobre “My Friend Bonito”
tiene el objeto de resaltar, como ustedes
ya comprendieron, la noticia de que un
aguascalentense hubiera trabajado,
aunque fuera en una cinta inconclusa de
ese genio de la cinematografía mundial
que fuera Orson Welles.
Desafortunadamente a pesar de haber
preguntado a algunos de los memoriosos
del “pueblo”, no he podido corroborar la
existencia del “indito” Jesús Vázquez, pero
si es verídico el dato de que el equipo de
Welles hubiera estado en la ganadería de
La Punta, de los ya mencionados señores
Madrazo, filmando en esa época
fragmentos de My Friend Bonito. Quede
asentado el punto y esperemos que algún
otro investigador de la región tenga mayor
suerte que nosotros en cuanto a la
participación de nuestro paisano.
A partir de allí se inicia una serie de “flash backs” en que vemos cuales
han sido los momentos decisivos de la vida del torero, para llegar a ser lo
que es. En dónde Velo logra fundir lo documental con la ficción o mejor
dicho lo novelesco, de forma indisoluble, para lograr captar el sentido
oculto del hecho que estamos viendo, de tal forma que se pierde la
ficción, para encontrar la vida misma, en este caso el drama interno del
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torero, ante lo que le espera frente a la
puerta de “chiqueros” en el ruedo de la
plaza.
En esos mismos años, para ser precisos en 1955, Lazdlo Vadja dirige en
España la cinta “Tarde de Toros”, especie de documental con ciertos
ribetes de ficción, bastante apreciable, aunque no tanto como lo señala
Fernando Méndez Leitte en su libro Historia del Cine Español en donde
nos dice: “En “Tarde de Toros”, de Vajda, ofrece el lienzo de plata por
vez primera con toda realidad y en deslumbrante tecnicolor toda una
corrida, espectáculo multitudinario que desde tiempos inmemoriales ha
sido fiel reflejo de valentía, emoción, belleza y policromía. El estudioso
animador ha sabido dar vida al leve argumento trazado por Tamayo, Coll
y Santugini, sacando el máximo rendimiento posible del espectáculo más
fotogénico concebible que en el cine adquiere su mejor lucimiento con el
aditamento del color. Surge así, a la vez, un auténtico documental de la
fiesta brava, trazado con generosidad y sin tergiversaciones, dentro de los
aspectos que este ambiente acostumbra a retener. Se han superado los
escollos que podrían haber en la interpretación de tan españolismo
asunto, en el que unas veces predomina la nota alegre y, en otras, la
trágica. Empezando por los protagonistas -Domingo Ortega, Antonio
Bienvenida y Enrique Vera, toreros de verdad y no actores profesionales-
y terminando por las figuras de menor relieve, se mueven con naturalidad
como solo en contados casos se consigue en una obra de verdadera
categoría artística.”
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las muestras de películas taurinas realizadas en México, en especial la
multicitada TORERO, que presentada fuera de concurso, en 1957, en el
Festival de Cannes y dentro del Festival de Venecia, llamó la atención de
los críticos cinematográficos, no parando mientes en sus elogios, como fue
el caso del francés Jacques Doniol-Valcroze en “Cahiers du Cinéma”, no 77
(París, diciembre de 1957), quien señala: “Ese film, en efecto, reunía las
dos cualidades: ser perfectamente válido y auténtico en el plan taurino y
constituir una obra cinematográfica de una gran calidad y de una
fascinante originalidad”.
En todo caso cabe recordar que durante un buen tiempo, en dos o tres
ocasiones al año, era posible disfrutar, en alguno de los cines de la ciudad
y en particular recuerdo haberlo visto en el Plaza y el Alameda unas seis
veces, el magnifico programa triple integrado por “TORERO”; “TARDE
DE TOROS” y “EL NIÑO DE LAS MONJAS”, con Enrique Vera en el
papel protagónico, aunque esta última llegaba a ser sustituida por la
versión interpretada por Jorge Mistral de “Currito de la Cruz”. Y puede
decirse que a pesar de llenarse hasta el tope la sala, era posible, como en
los tendidos de una plaza de toros, distinguir a los espectadores
habituales de este banquete de películas de toros, al grado de que una
vez que se exhibió una maltrecha y mutilada copia de TORERO, las
protestas del respetable fueron atendidas por “El Chino” del Valle, gerente
del “Plaza” y a los tres meses que regresó el gustado programa triple,
anunció con gran bombo y estruendo que le habían asegurado de la
distribuidora de México, que venían copias nuevas…y claro estuvimos allí
todos para corroborarlo.
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la fiesta, que nadie sabe lo que anuncian: victoria o muerte, gloria o
fracaso”.
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ahondando en lo que de denuncia social tenía la historia, protagonizada
por Fernando Casanova, el cual aportó la idea original sobre la que trabajo
el guionista, claro que a un público como ustedes resulta un tanto ocioso
recordarles que Fernando Casanova, originario de Los Altos de Jalisco, en
sus años mozos, cuando vivió aquí hacía “sombra” al lado de Bernabé
Esparza, Javier Maceira y otros ilustres aspirantes a matadores de toros,
al igual que él, a mediados de los
años cuarenta, por lo que puede
reflejar, precisamente “El Toro
Negro”, parte de las experiencias
personales de Casanova, en sus
afanes por convertirse en figura del
toreo, Lo cierto es que “El Toro
Negro” por su característica de ser
una obra fallida, nos deja con la
inquietud y sensación de que en
manos de un cineasta menos torpe
que Alazraki, podría haber sido otra
de las grandes cintas taurinas…
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asomarse al universo de la relación apoderado-torero,
pero con poca fortuna.
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Anexo 1
Hace algunos años, en una sesión del Centro Taurino México España,
alguno de los asistentes a la tertulia afirmó que el llamado Séptimo Arte,
era el que más daño le había hecho a la fiesta de los toros, principalmente
por no haber sabido representar en su exacta medida los valores
intrínsecos de ella y por redundar en lo externo, en lo que solo es
apariencia, sin penetrar a la sustancia misma del toreo.
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Como se aprecia de los anteriores ejemplos, todas esas películas se
refieren principalmente a enredos sentimentales entre toreros y bellas
damas, pero al aficionado le resulta evidente que ni se penetra al fondo de
las cosas de la fiesta, ni se intenta siquiera desentrañar su verdadero
sentido.
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Es decir, la realización de Velo (co – argumentista junto con Hugo Butler),
penetra mas bien en la realidad humana del torero, dejando de lado el
oropel que en ocasiones envuelve a la fiesta y a su ambiente.
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