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UNIVERSIDAD DE MENDOZA

SEDE RÍO CUARTO

FACULTAD DE CIENCIAS DE LA SALUD

LICENCIATURA EN PSICOLOGIA

LA MOTIVACION DELICTIVA DE LOS


ADOLESCENTES QUE TRASGREDEN LA LEY

Apellido y nombres: Mora Dahyana Soledad

Director: Escudero Rosana

2018
I. PLANTEO DEL PROBLEMA
El presente trabajo integrador propone indagar sobre la motivación delictiva de
sujetos en el periodo evolutivo de la adolescencia, que trasgreden la ley.
Entendiéndose esto último cuando una ley o una norma reglamentaria es
sistemáticamente violada y ello ocurre a la vista del público, hay una evidencia de
la incapacidad de la autoridad responsable para garantizar su cumplimiento; lo que
hace la aparición de la delincuencia que se refiere a un conjunto de actos en
contra de la ley, tipificados por la ley y merecedores de castigo por la sociedad, en
diferentes grados.

La unidad de análisis de este proyecto son los adolescentes que según la


Organización Mundial de la Salud, la adolescencia es el periodo comprendido
entre 10 y 19 años, es una etapa compleja de la vida, marca la transición de la
infancia al estado adulto, con ella se producen cambios físicos, psicológicos,
biológicos, intelectuales y sociales.

Relacionando los conceptos mencionados surge el concepto de delincuencia


juvenil se define como la denominación general que reciben aquellos delitos que
son perpetrados exclusivamente por individuos que no han alcanzado la mayoría
de edad, generalmente establecida en los 18 años. “Fue en Inglaterra, en 1815,
donde apareció el término delincuencia juvenil, después de la condena a muerte
de cinco niños en el año anterior; y en Estados Unidos aparece por la iniciativa de
educadores y filántropos, porque esta problemática se había convertido en un
fenómeno social de gran importancia” (Gonzáles, 1982).

A partir de lo expuesto en los párrafos anteriores surgieron los siguientes


cuestionamientos cuales son los factores socio-culturales y psicológicos que
caracterizan a estos sujetos que delinquen, como se busca solucionar este
problema social, como se reinsertan nuevamente en la sociedad después de
trasgredir la ley, y si ha aumentado esta actividad con el correr de los años. Se
buscará responder estas preguntas en este proyecto que derivará en el trabajo
integrador final, que dará respuestas más amplias a los cuestionamientos
planteados.
II. OBJETIVOS

Objetivo general

 Analizar los factores de riesgo socio – culturales y psicológicos en


adolescentes que trasgreden la ley dejándolo fuera del sistema social.

Objetivo específico

 Describir el proceso de reinserción social de sujetos adolescentes que


delinquen.
III. JUSTIFICACIÓN

El tema a tratar en este proyecto tiene una relevancia en la denominada


Psicología de la delincuencia, que aglutina conocimientos científicos en torno a
los fenómenos delictivos. Entre sus principales ámbitos de interés se
encuentran la explicación del comportamiento antisocial, en donde son
relevantes las teorías del aprendizaje, los análisis de las características y
rasgos individuales, las hipótesis tensión-agresión, los estudios sobre
vinculación social y delito, y los análisis sobre carreras delictivas. Este último
sector, también denominado ‘criminología del desarrollo’, investiga la relación
que guardan con el inicio y mantenimiento de la actividad criminal diversos
factores o predictores de riesgo (individuales y sociales, estáticos y dinámicos).
Sus resultados han tenido gran relevancia para la creación de programas de
prevención y tratamiento de la delincuencia.

Es un tema de interés social, como se evidencia en diferentes medios de


comunicación como noticias en diario La Nación (referencia) sobre graves
hechos delictivos cometidos por adolescentes han estremecido con frecuencia
a la opinión y promueven justificados temores en las familias y en la sociedad,
sobre todo porque se acentúa la amenaza de su reiteración, y habla de la falta
de prevención y los tratamientos adecuados.

Actualmente, existe un fuerte debate acerca de la violencia de los jóvenes y


adolescentes, la necesidad de analizar la “baja de la imputabilidad”. Se tiene
un doble ámbito de intervención: la ley 26.061 Nacional y 13.298 en la
Provincia de Buenos Aires que reiteran los criterios básicos establecidos en la
Convención de los Derechos del Niño, diseñando la política de Promoción y
Protección de los Derechos del Niño, desplazando la atención asistencial a la
Administración; y la Ley 22.278 Nacional y 13.634 Provincial que regulan el
proceso penal de responsabilidad juvenil, derogándose el antiguo decreto ley
10.067 de la “doctrina de la situación irregular”, en el cual el Juez de Menores
estaba a cargo de la investigación, de la sentencia y de su ejecución, mientras
que el Asesor de Menores era quien ejercía la defensa técnica del imputado en
caso de no designarse abogado particular, siendo el menor de edad objeto de
disposición por parte del órgano jurisdiccional.

El tema a tratar en este proyecto es particularmente de gran interés


personal desde los comienzos de la carrera, y en la vida en sí; a lo que se le
suma que en el último año de la carrera se ha visto materia psicología jurídica
forense que ayudó a poder saber más sobre lo planteado desde una visión
más cercana por la profesión elegida.
IV. ESTADO ACTUAL

Lo tratado en el presente trabajo puntualiza la delincuencia juvenil, fue un


concepto acuñado en Inglaterra desde el año de 1815.

Los antecedentes históricos se pueden encontrar desde la existencia de un


Derecho Penal Precolombino, y a los pueblos prehispánicos en los que existía
una verdadera estructura social y jurídica, las leyes castigaban con la pena de
muerte a casi toda infracción al orden establecido. En el Código Mendocino se
describen los niños entre 7 y l0 años que infringían la ley, eran juzgados de la
misma forma que toda la población. En el llamado Derecho Colonial Americano
se implanta el Derecho de Indias que resulta una copia del Derecho Español
vigente, que establece irresponsabilidad penal total a los menores de nueve
años y medio de edad y semiinimputabilidad a los mayores de diez años y
menores de diecisiete, con excepciones para cada delito, y en ningún caso
podía aplicarse la pena de muerte al menor de diecisiete años. Es a principios
de este siglo en que se ubica la preocupación por la infancia, la primera
legislación específica que se conoce fue la Argentina, promulgada en 1919.
Durante este período y hasta los años 60, podemos afirmar que el derecho
penal de menores se desarrolló intensamente, las concepciones ideológicas
del positivismo y de la Escuela de Defensa Social, fueron incorporadas en
todas las legislaciones y sin duda influyeron en la codificación penal, estas
ideas encontraron su máxima expresión, fue en el derecho penal de menores,
sustituyendo el principio fundamental de culpabilidad, por el de peligrosidad.
Esto llevó a establecer reglas especiales en el derecho penal de menores,
tanto en el ámbito sustantivo como formal, como por ejemplo, la conducta
predelictiva, la situación irregular y la sentencia indeterminada. Principios que
han servido, y aún hoy se encuentran vigentes. Un hito en el desarrollo
histórico del derecho de menores lo marcó la promulgación de la Convención
General de los Derechos del Niño en 1989 y actualmente la promulgación de la
Convención Internacional de Derechos del Niño.
A partir de lo mencionado en los párrafos anteriores, se recalca la
relevancia del tema de interés, observándose investigaciones en un periodo de
5 años hasta la actualidad en diferentes lugares geográficos.

Navarro-Pérez y Pastor-Seller en España, en el año 2017. Realizaron una


investigación que tiene por objeto evaluar el riesgo de reincidencia, analizando
el impacto de los factores dinámicos en adolescentes en conflicto con la ley; se
combinaron técnicas cuantitativas —cuestionario ad hoc para el
establecimiento de los criterios de inclusión y SAVRY— y cualitativas —relatos
de vida, entrevistas y grupos de discusión—, integrando procesos empíricos de
triangulación múltiple. Se procedió a analizar la muestra de 157 ACL con perfil
de ajuste de entre 14 y 18 años internados durante el periodo 2008 a 2012,
sometidos a la justicia penal de menores con medida de internamiento. Los
resultados, indicaron que se observa el crecimiento de los perfiles de ajuste,
entre los que aparece el maltrato o violencia filioparental, también cómo el
perfil clásico de marginación, pobreza y exclusión es el más nutrido, a su
vez tendrían dificultades para resolver problemas adecuadamente y por sí
mismos. Los ACL con perfil de ajuste que hemos presentado gozan de
conexiones y apoyos, traduciéndose en bajas tasas de evaluación de riesgo y
reincidencia delictiva.

Alonso Y Uceda-Maza, en Valencia, España en el 2017. Este estudio tiene


por objeto identificar la relación existente entre las trayectorias delictivas y los
factores de vulnerabilidad y exclusión social en adolescentes en conflicto con la
ley. Para ello se analizan 281 expedientes de adolescentes en conflicto con la
ley, los instrumento fueron de recogida de datos, una vez consultados los
expedientes se elaboró una ficha ad hoc que permitiera homogeneizar los
datos, la técnica de análisis de contenido y SPSS ® v. 19. Las conclusiones
que se obtuvieron fue que la relación de la trayectoria delictiva con la
vulnerabilidad y la exclusión social ha quedado explicitada de forma que a
mayor vulnerabilidad y exclusión social, mayor probabilidad de transitar a la
delincuencia juvenil y de profundizar en la trayectoria delictiva, a su vez a lo
largo del análisis empírico ha surgido con fuerza la importancia de la
vinculación social del ACL a su familia, grupo de iguales, escuela, barrio,
comunidad; en definitiva, al espacio de las interacciones sociales, del
escenario social donde se construye la vida cotidiana, y cómo
la desvinculación de ellas coadyuva a realizar el tránsito y la profundización a
la delincuencia.

En la investigación de Ventura Ninatanta Castillo, R. En Lima, Perú en el


año 2016 tuvo como objetivo establecer como la familia logra tener un rol
importante en el adolescente infractor mayor de 16 y menor de 18 años y
determinar la importancia del control social informal en el adolescente infractor
mayor de 16 y menor de 18 años. La población con la que trabajaron fueron
adolescentes mayores de 16 y menores de 18 años de edad y en un grupo de
60 personas entre abogados y trabajadores públicos podemos ver que
sostienen que adolescentes de familias disfuncionales, que la situación
económica lo convierte en infractor penal y sostiene que el control social
informal influye en la conducta de la mayoría de los adolescentes, también por
trastornos psicológicos y el otro que la conducta del adolescente infractor penal
se da de manera hereditaria. Las técnicas que se utilizaron fueron encuestas,
fichaje de información doctrinaria, fuentes de recolección de datos y SPSS.

Bobbio, A., Lorenzino, L. y Arbach, K. En Córdoba, Argentina en el año


2016. Consumaron una investigación conformada por 158 jóvenes varones de
13 a 18 años de edad, de ellos, 88 son infractores residentes al momento de la
evaluación y los restantes 70 son adolescentes sin antecedentes delictivos. El
objetivo era comparar la distribución de variables familiares y sociales entre
adolescentes en conflicto con la ley penal y adolescentes escolarizados. Los
datos se recogieron con preguntas diseñadas ad hoc, con cuestionarios y se
utilizaron encuestas de autoinforme y SPSS. Los resultados indican que, en
comparación con los estudiantes, los adolescentes infractores han estado
expuestos a menos prácticas parentales positivas de apoyo y de control, y
núcleos de convivencia caracterizados en su mayoría por hogares
monoparentales, con predominancia de la presencia de la madre, también
poseen más cantidad de amigos y que en sus barrios hay mayor presencia de
vandalismo, casas abandonadas, robos y agresiones entre vecinos.

En el año 2013, en España y Portugal, Vilariño, M., Amado, B.G. y Alves C,


tuvieron como objetivo conocer si existen diferencias entre una muestra de
menores infractores y otra de menores con comportamiento normativo en
autoconcepto, socialización, estrategias de afrontamiento e inteligencia
emocional. En el estudio participaron 84 adolescentes del sexo masculino con
edades comprendidas entre los 14 y los 19 años, de los que 42 estaban
cumpliendo medidas de internamiento por comportamientos delictivos y la otra
mitad pertenecía a población escolarizada normal. Los instrumentos utilizados
fueron cuestionario AFA, BAS-3, ACS y TMMS-48 y los resultados arrojaron
diferencias entre menores infractores y no infractores en varias de las
estrategias de afrontamiento, la mayor parte de las estrategias de la muestra
infractora, muestran problemas de socialización, tienden a recurrir a estrategias
de afrontamiento improductivas y evidencian limitaciones en inteligencia
emocional y se identifica estas variables como factores de riesgo del
comportamiento antisocial.
V. MARCO TEORICO

ADOLESCENCIA

La adolescencia constituye un período especial del desarrollo, del


crecimiento y en la vida de cada individuo. Es una fase de transición entre un
estadio, el infantil, para culminar en el adulto. Se trata de una etapa de elaboración
de la identidad definitiva de cada sujeto que se plasmará en su individuación
adulta. Todo ello supone un trabajo mental gradual, lento y lleno de dificultades
que hacen a la llamada Crisis de la Adolescencia.

La OMS define la adolescencia como el período de crecimiento y desarrollo


humano que se produce después de la niñez y antes de la edad adulta, entre los
10 y los 19 años. Se trata de una de las etapas de transición más importantes del
ser humano, que se caracteriza por un ritmo acelerado de crecimiento y de
cambios. El comienzo de la pubertad marca el pasaje de la niñez a la
adolescencia.

El concepto de adolescencia es muy abarcativo e incluye todos los ámbitos:


el psicológico, el biológico, el sociológico, el antropológico y el judicial, porque se
trata de un proceso de cambio que incluye la mente, el cuerpo y todo el complejo
entramado de relaciones con su medio social y en su calidad de ciudadano de la
comunidad donde vive.

Fernández Moujan (1974) manifiesta que para comprender este periodo de


la vida, limitado social, biológica y psicológicamente, es necesario conocer la gran
cantidad de elementos somáticos, psíquicos y sociales que intervienen en su
configuración.

Aberastury (1971) revela que “entrar en el mundo de los adultos –deseado y


temido- significa para el adolescente la pérdida definitiva de su condición de niño.
Es momento crucial en la vida del hombre y constituye la etapa decisiva de un
proceso de desprendimiento que comenzó con el nacimiento”.
Moujan (1974) explica que los adolescentes luchan, sufren, se esfuerzan,
no sólo a causa de los objetos externos que tienen que ser abandonados y
adquiridos, sino también debido a las identificaciones infantiles que tienen que
dejar y a la adquisición de las nuevas, que configurarán la identidad adulta.

Moujan (1974) define que “el duelo es uno de los fenómenos más comunes
en la vida de todo individuo. Su importancia radica en la redefinición que aporta a
los procesos de desarrollo: aparece ante cualquier pérdida y provoca una
reconfiguración objetal. Su elaboración (reconstrucción) se basa en las
posibilidades del individuo ante el cambio, y este cambio sólo tiene lugar si el
sujeto está decidido internamente a renunciar a la estructura que hasta ese
momento le dio una relación más o menos estable”.

Y lo que indica que en esta etapa de la vida el adolescente debe transitar


una serie de duelos para convertirse en adulto; como es el duelo por el cuerpo
infantil, es decir, siente el cuerpo ajeno a él y debe renunciar a su condición de
niño. Aberastury (1971) revela que “la pérdida que debe aceptar el adolescente al
hacer el duelo por el cuerpo es doble: la de su cuerpo de niño cuando los
caracteres sexuales secundarios los pone ante la evidencia de su nuevo status y
la aparición de la menstruación de la niña y el semen en el varón, que les imponen
el testimonio de la definición sexual y del rol que tendrán que asumir, no sólo en la
unión con la pareja sino en la procreación”.

El adolescente necesita tiempo para poder conformarse con su cuerpo y


poder sentirse conforme con él mismo y solo llegaría a esto mediante este proceso
de duelo.

Otra perdida que lleva a otro duelo es por los padres infantiles, que implica
renunciar a su protección; a sus figuras idealizadas. Como Aberastury (1971)
plantea “el adolescente defiende sus valores y desprecia los que quiere imponerle
el adulto, más aún los siente como una trampa de la que necesita escapar”.

Aberastury (1971) el adolescente “de este modo crea para sí una


plataforma de lanzamiento desde la cual podrá iniciar conexiones con nuevos
objetos del mundo externo y preparar la acción. Su hostilidad frente a los padres y
al mundo en general se expresa en su desconfianza, en la idea de no ser
comprendido, en su rechazo de la realidad, situaciones que pueden ser ratificadas
o no por la realidad misma. Sufre crisis de susceptibilidad y de celos, exige y
necesita vigilancia y dependencia, pero sin la transición surge en él un rechazo al
contacto con los padres y la necesidad de independencia y huir de ellos”.

A su vez los padres van a realizar el duelos por los hijos perdidos, por los
hijos infantiles. Como dice Moujan (1974) “el adolescente no sólo es sujeto de
duelo sino también es objeto de duelo para los padres, que pierden a su hijo
pequeño. Esto crea un campo de elaboración del duelo que excede el ámbito
individual y ubica el proceso “adolescencia” como un fenómeno familiar y social”.

Y por último Aberastury (1971) resalta el duelo por el rol y la identidad


infantil que sería renunciar a la dependencia y aceptar responsabilidades. La
pérdida de la identidad infantil debe reemplazarse por una identidad adulta y en
ese transcurso surgirá la angustia que supone la falta de una identidad clara.
Como Aberastury (1971) da a conocer que “su nuevo plan de vida le exige
plantearse el problema de los valores éticos, intelectuales y afectivos; implica el
nacimiento de nuevos ideales y la adquisición de la capacidad de lucha para
conseguirlos. Pero, al mismo tiempo, le impone un desprendimiento: abandonar la
solución del “como sí” del juego y del aprendizaje, para enfrentar el “si” y el “no” de
la realidad activa que tiene en sus manos. Esto le impone un distanciamiento del
presente y, con ello, la fantasía de proyectar en el futuro y ser, independizándose
del ser con y como los padres. Por lo tanto, debe formarse un sistema de teorías,
de ideas, un programa al cual aferrarse y también la necesidad de algo en lo que
pueda descargar el monto de ansiedad y los conflictos que surgen de su
ambivalencia entre el impulso al desprendimiento y la tendencia a permanecer
ligado”.

Aberastury (1971) “este periodo de vida, que es la adolescencia es una


etapa de contradicciones, confuso, ambivalente, doloroso caracterizado por
fricciones con el medio familiar y social”.
Aberastury (1971) expresa que los cambios en los que pierde su identidad
de niño, implican la búsqueda de una nueva identidad que se va construyendo en
un plano consciente e inconsciente.

Luego de pasar por este largo tiempo y proceso de duelo, es decir, llegar a
resolver las crisis se obtiene como ganancia una identidad. Moujan (1974) explica
que con el duelo las dos tareas fundamentales del adolescente: la lucha por la
reconstrucción de su realidad psíquica (mundo interno) y la lucha por la
reconstrucción de sus vínculos con el mundo externo, ambas supeditadas a una
tercera, básica, que es la lucha por la identidad (reconstruir sin perder de vista el
fin fundamental: ser uno mismo en el tiempo y el espacio en relación con los
demás y con el propio cuerpo).

Moujan (1974) marca la desesperación que provocaría la falta de identidad


lleva a los adolescentes a una lucha por la identidad, fundamental para el futuro de
su desarrollo. Se libra en tres campos simultáneos: lucha por construir el nuevo
esquema corporal, lucha por construir su nuevo mundo interno y lucha por
construir su nueva sociedad.

Moujan (1974) habla de los elementos que componen la identidad en torno


a tres sentimientos básicos: unidad, mismidad y continuidad. Cada uno se
manifiestan en todas las áreas de experiencia: mente, cuerpo y mundo externo.

El primer sentimiento básico mencionado por Moujan (1974) es la unidad


de la identidad está basada en la necesidad del Yo de integrarse y diferenciarse
en el espacio, como una unidad que interactúa. Correspondería al cuerpo, al
esquema corporal a la recepción y transmisión de estímulos con cierta
organización. Ante la crisis de identidad se rompe esta unidad por el cambio físico
y el cambio de la imagen interna del propio cuerpo. Luego, el segundo es la
continuidad surge de la necesidad del Yo de integrarse en el tiempo: “ser uno
mismo a través del tiempo”. Con la adolescencia se produce una ruptura en la
continuidad, por la emergencia de una nueva forma de pensar, en la que lo posible
incluye lo real permitiendo una proyección hacia lo desconocido y distante. El
poder pensar a partir de ideas y no sólo sobre objetos concretos, permite el
transporte en el tiempo y en el espacio. Y por último, la mismidad es el aspecto
más cuidado de los tres, si bien es un sentimiento que parte de la necesidad de
reconocerse a uno mismo en el tiempo (área mente) y en el espacio (área cuerpo),
se extiende a otra necesidad: la de ser reconocido por los demás.

A su vez Moujan (1974), plantea que hay tres Yo, que configuran la
identidad del adolescentes, que necesita, por la fase de la vida que atraviesa,
formarse sin más retardos y poder expandirse como persona capaz de intimidades
ya no grupales sino personales, en la pareja, en la tarea social y en su soledad. .
Primero, una configuración interna, formada por las identificaciones infantiles
(identidad infantil) que dan continuidad a las nuevas adultas; este “encuentro”
sufre las vicisitudes de todo duelo se expresa mediante sentimientos de unidad,
mismidad y continuidad que unidos, dan un nuevo sentimiento en el tiempo, en el
espacio y durante las crisis, el de identidad del Yo psicológico.

En segundo lugar, Moujan (1974) menciona la forma de reconciliación entre


el concepto de sí y el reconocimiento que la continuidad hace de él, configuración
que también se expresa a través de sentimientos de unidad, mismidad y
continuidad, crean juntos el nuevo sentimiento: el de identidad del Yo social.

Y la tercera configuración a la que hace referencia Moujan (1974), la da la


nueva gestalt que se forma en el tiempo, el espacio y durante la crisis, de los
sucesivos esquemas corporales y las vicisitudes de la libido a través del desarrollo
físico. Se expresa con los mismos sentimientos que unidos forman: la identidad
del Yo corporal.

Esta integración según Moujan (1974) se va dando en el curso de toda la


adolescencia, teniendo para cada período disociaciones básicas, discriminadoras,
que permiten la unión paulatina mediante la experiencia. Las tres disociaciones
básicas instrumentales son: a) disociación mente-cuerpo; b) disociación
pensamiento-acción y c) disociación individuo-sociedad.
La opción a) indica Moujan (1974) que durante el período puberal el cambio
real recae sobre el Yo personal, que vive al cuerpo como extraño y peligroso. En
la mediana adolescencia (15 años) las crisis de la identidad recaen más sobre el
Yo psicológico. Es decir, que la opción b) habla de la disociación pensamiento-
acción es verdaderamente instrumental, discrimina entre un pensamiento que
busca orientarse hacia un futuro desconocido y una acción que necesita concretar
las necesidades más perentorias ligadas a la identidad sexual y la independencia
familiar. La continuidad se logra por medio del pensamiento reflexivo que permite
un cierto dominio y conocimiento de las ideologías imperantes en la cultura. El
sentimiento de continuidad queda preservado. Y por último, la mismidad tiende a
buscar reconocerse al ser reconocido primero entre pares (deporte, pareja, amigo
íntimo de otro sexo, actividades grupales) y luego ante los adultos, mediante las
formas de vestir, pensar y vivir propias de la generación o grupos de pertenencia.
La identidad grupal, que adquiere mucha importancia. Durante la última etapa de
la adolescencia la crisis de la identidad recae sobre el Yo social, es decir, opción
c) (disociación individuo-sociedad) apoyándose en las identidades adquiridas (Yo
corporal-psicológico). La unidad y continuidad básicamente adquiridas permiten
instrumentar la disociación individuo-sociedad con la finalidad de dar el toque final
a la mismidad de identidad, que es la tarea básica de esta edad. Se podría decir
que a los 18 años se ha adquirido la individualidad, pero falta desarrollarse aún la
integración con la sociedad.

Puede concluir con lo mencionado en los párrafos anteriores en que el


esquema corporal incluye espacio – cuerpo – unidad como sentimiento básico,
junto al Yo corporal y la disociación mente-cuerpo; el mundo interno abarcaría el
tiempo, mente y sentimiento básico la continuidad, sumándole el Yo psicológico y
la disociación pensamiento- acción y concluye con el nuevo rol sexual, que
engloba sociedad, social y mismidad como sentimiento básico, con el Yo social y
disociación individuo-sociedad. ESTO ES ARMADO POR MÍ.

Teniendo en cuenta lo que habla Moujan (1974) es comprensible que ante


la crisis de identidad que soporta el adolescente, en la cual se siente desorientado
por los numerosos cambios que padece, trate de identificarse con algunos rasgos
de personas en el mundo externo que le llamen la atención por distintos motivos, y
exprese en la conducta una burda imitación de ellos. En esta línea, también
retendrá rasgos que tienen que ver con progenitores, o aspectos de su infancia
que le permitirán cierta seguridad y continuidad. Esta adquision superficial y
pasajera de rasgos de carácter puede adquirir importancia y estructurar
verdaderas seudoidentidades que lo orientan y le permiten ir elaborando su propia
identidad sin desorientarse y desesperarse.

Una familia capaz de tener una actitud abierta comprometida respecto de la


cultura necesita un permanente estado de descubrimiento en la tarea social y de
amor fecundo entre sí. Para Moujan (1974) este enriquecimiento permanente la
fortalece en sus instrumentos básicos de adaptación, compromiso social e
identidad grupal. De no ser así, su identidad se transformaría en seudoidentidad
familiar, su contacto con la realidad se haría con poca objetivación y, lo que es
peor, el pensamiento se convertiría en instrumento defensivo ante la realidad
(racionalización); dejará de descubrir y terminar sometiéndose a una cultura
desarraigada, reliquia del pasado, que teme al presente y es ciega al futuro.

Durante la adolescencia la familia necesita ser un “continente”, o sea, un


lugar donde se pueden depositar deseos, inquietudes, temores, rabias, dudas y
toda clase de ansiedades, pensamientos y conductas que son indicio de la crisis
de identidad que está padeciendo, a su vez un adolescente tiene otros medios
para calmarse y continentes extrafamiliares (colegio, pandillas, etc.).

Podemos encontrar una patología familiar muy vasta, donde lo que prima es
la rigidez de las normas, el miedo al cambio y al desarraigo social. Esto provoca
un exceso de tendencias sometedoras, una desconfianza a lo nuevo y a sí mismo
(donde se perciben cosas nuevas) y además una desadecuación respecto del
ambiente porque éste desorienta. En casos de delincuencia y desadaptación
juveniles, por ejemplo, vemos estos mecanismos de identificación con los más
persecutorio y negado del grupo familiar, sea porque siempre fue drásticamente
en la experiencia directa, aunque negados a nivel verbal.
Un mecanismo utilizado en esta etapa de la vida, que es la adolescencia se
hace presente lo que Laplanche (2012), va a definir la represión como operación
por medio de la cual el sujeto intenta rechazar o mantener en el inconsciente
representaciones (pensamientos, imágenes, recuerdos) ligados a una pulsión. La
represión se produce en aquellos casos en que la satisfacción de una pulsión
(susceptible de procurar por sí misma placer) ofrecería el peligro de provocar
displacer en virtud de otras exigencias.

Al no funcionar de la manera correcta se hace visible lo que es llamado


acting out. Que Laplanche (2012), lo define como término utilizado en psicoanálisis
para designar acciones que presentan casi siempre un carácter impulsivo
relativamente aislable en el curso de sus actividades, en contraste relativo con los
sistemas de motivación habituales del individuo, y que adoptan a menudo una
forma auto- o heteroagresiva. En el surgimiento del acting out el psicoanalista ve
la señal de la emergencia de lo reprimido. Cuando aparece en el curso de un
análisis (ya sea durante la sesión o fuera de ella), el acting out debe
comprenderse en su conexión con la transferencia y, a menudo, como una
tentativa de desconocer radicalmente ésta.

El término «paso al acto», para Laplanche (2012) en el diccionario de


psicoanálisis es el equivalente más a menudo conservado, tiene, entre otros, el
inconveniente de haber entrado ya en la clínica psiquiátrica, donde se tiende a
reservarlo en forma exclusiva para designar actos impulsivos violentos, agresivos,
delictivos (crimen, suicidio, atentado sexual, etc.); el sujeto pasa de una
representación, de una tendencia, al acto propiamente dicho. Por otra parte, en su
utilización clínica, este término no hace referencia a una situación transferencial.
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