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LECCIÓN 1 (a)

w80 1/11 pág. 12 párrs. 5-6 Sembrando con miras al reino de Dios ***
5
Una regla que oímos repetida con frecuencia es que sacamos de una cosa
determinada lo que dedicamos a ella. Jesús indicó el beneficio que obtendríamos de
prestar la atención merecida a lo que él decía. Lo indicó por medio de añadir las
siguientes palabras a su amonestación sobre la atención: “Con la medida con que
ustedes miden, se les medirá a ustedes, sí, aun se les añadirá. Porque al que tiene
se le dará más; pero al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado.”—Mar. 4:24,
25.
6
Por consiguiente, si le medimos a Jesús poco interés y atención, no podemos
esperar que hayamos de recibir mucho de él, por lo menos de lo que está diciendo
para nuestra guía, para nuestro beneficio. Pero si mostramos que realmente le
tenemos aprecio como Maestro nuestro y le damos nuestra mayor medida de
atención, entonces él responderá por medio de darnos una cantidad comparable de
información e iluminación. Sin embargo, a este respecto, a él no le interesa
simplemente igualar las cosas y equilibrar las cuentas. Más bien, por su
generosidad, y en conformidad con su capacidad, nos favorece con más de lo que
esperamos. Así se nos enriquece y estamos en mejor posición para compartir con
otros nuestra abundancia, impartiéndoles el entendimiento de las cosas.
LECCIÓN 1 (B)
*** it-2 págs. 353-354 Meditación ***
MEDITACIÓN

Acción de aplicar con intensidad el pensamiento y la reflexión al conocimiento y


consideración de una cosa, bien experiencias del pasado, asuntos del presente o
posibles acontecimientos futuros.
A fin de meditar debidamente, es necesario estar libre de distracciones, estar a
solas con los pensamientos. Por ejemplo, al caer la tarde, Isaac salió a pasear solo
con el fin de meditar, posiblemente sobre su inminente matrimonio con Rebeca. (Gé
24:63.) Durante la soledad de las vigilias nocturnas, el salmista meditó sobre la
grandeza de su magnífico Creador. (Sl 63:6.) La meditación del corazón debe
dirigirse hacia cosas beneficiosas, como el esplendor y las obras de Jehová y las
cosas que le agradan a Él (Sl 19:14; 49:3; 77:12; 143:5; Flp 4:8), no hacia los
ardides de los inicuos. (Pr 24:1, 2.)
La meditación provechosa evita las respuestas necias. Supone pensar
seriamente en los asuntos de importancia para dar respuestas desde el corazón que
no haya que lamentar más tarde. (Pr 15:28.)
Cuando a Josué se le puso al frente de la nación de Israel, se le mandó que
hiciese una copia de la ley de Jehová, y se le dijo (como leen muchas traducciones
de la Biblia) que meditara en ella día y noche. (Jos 1:8; BJ, CI, DK, Val.) El término
hebreo para “meditar” en este texto es ha·gháh. Significa básicamente “emitir
sonidos inarticulados”, y se traduce ‘aullar’, ‘gruñir’, ‘chirriar’ y ‘hablar entre dientes’.
(Isa 16:7; 31:4; 38:14; 59:3.) Ha·gháh también significa ‘proferir en voz baja’ y
‘meditar’. (Sl 35:28; Pr 15:28.) Por ello la Traducción del Nuevo Mundo traduce el
término hebreo ha·gháh de Josué 1:8 ‘leer en voz baja’. (Véase también Sl 1:2.) La
lectura en voz baja grabaría en la mente de manera más indeleble el objeto de la
meditación. La obra Gesenius’s Hebrew and Chaldee Lexicon (traducción al inglés
de S. Tregelles, 1901, pág. 215) dice sobre ha·gháh: “Estrictamente, hablar con uno
mismo, susurrando en voz baja, como suelen hacer los que meditan”. (Compárese
con Sl 35:28; 37:30; 71:24; Isa 8:19; 33:18.)
El apóstol Pablo le dijo a Timoteo que debería reflexionar o meditar en su
conducta, ministerio y enseñanza. Como superintendente, debería asegurarse de
que enseñaba la doctrina sana y de que su modo de vivir era ejemplar. (1Ti 4:15.)
Meditación incorrecta. Después que el capitán del templo detuvo a los
apóstoles Pedro y Juan, y los gobernantes judíos los amenazaron y les ordenaron
que no hablasen más sobre la base del nombre de Jesús, los apóstoles regresaron a
donde se hallaban los otros discípulos. Allí oraron a Dios, aludiendo a las palabras
proféticas de David: “‘¿Por qué se pusieron tumultuosas las naciones, y los pueblos
meditaron cosas vacías?’ [...] De veras, pues, tanto Herodes como Poncio Pilato con
hombres de naciones y con pueblos de Israel realmente fueron reunidos en esta
ciudad contra tu santo siervo Jesús, a quien tú ungiste, a fin de hacer cuantas cosas
tu mano y consejo habían predeterminado que sucedieran”. (Hch 4:1-3, 18, 21, 23-
28.)
El contexto muestra que las “cosas vacías” de las que se habla en este pasaje
no son las que buscan las personas habitualmente en la vida, sino aquellas
desprovistas de toda bondad, como pensamientos, habla y acciones en contra de
Jehová y de sus siervos, empeños completamente vanos. (Hch 4:25.)
El rey David dijo de los que le odiaban e intentaban matarle: “Siguen hablando
engaños entre dientes [una forma de ha·gháh] todo el día”. (Sl 38:12.) Estas
meditaciones no eran simples pensamientos pasajeros. Estaban profundamente
arraigadas en el corazón y orientadas hacia iniciativas inicuas. El escritor de
Proverbios dice en cuanto a tales hombres: “Despojo violento es lo que su corazón
sigue meditando, y gravoso afán es lo que sus propios labios siguen hablando”. (Pr
24:2.)
Jesús dijo a aquellos que le odiaban: “¿Por qué razonan estas cosas en sus
corazones?”. (Mr 2:8.) De todos los que “suprimen la verdad de un modo injusto”, el
apóstol Pablo dice: “Se hicieron casquivanos en sus razonamientos, y se les
oscureció su fatuo corazón”. (Ro 1:18, 21.)

*** w13 15/10 págs. 27-28 párr. 7 Actuemos en armonía con la conmovedora
oración de Jesús ***
7
De acuerdo con algunos estudiosos del idioma griego, la expresión que se
traduce “que estén adquiriendo conocimiento” también se puede traducir “que sigan
conociendo”. Estas dos ideas tienen un significado parecido y son necesarias para
llegar al fin deseado. En la Biblia con referencias, la nota al pie de página para Juan
17:3 ofrece esta opción: “[que] te conozcan”. Por tanto, la expresión “que estén
adquiriendo conocimiento” se refiere a un proceso continuo que nos lleva a conocer
a Dios. Pero conocer al Ser más grandioso del universo implica mucho más que
entender su voluntad y sus cualidades. Implica tener una relación cercana con él y
con nuestros hermanos en la fe, una relación basada en el amor. Bien dice la Biblia:
“El que no ama no ha llegado a conocer a Dios” (1 Juan 4:8). Conocerlo también
significa obedecerlo (lea 1 Juan 2:3-5). ¡Qué honor es estar entre quienes conocen
a Jehová! Ahora bien, esa hermosa relación se puede perder, como lo demuestra el
caso de Judas Iscariote. Esforcémonos por conservarla. Así, cuando llegue el
momento, podremos recibir el don inmerecido de la vida eterna (Mat. 24:13).

*** w13 15/10 págs. 27-28 párr. 7 Actuemos en armonía con la conmovedora
oración de Jesús ***
7
De acuerdo con algunos estudiosos del idioma griego, la expresión que se
traduce “que estén adquiriendo conocimiento” también se puede traducir “que sigan
conociendo”. Estas dos ideas tienen un significado parecido y son necesarias para
llegar al fin deseado. En la Biblia con referencias, la nota al pie de página para Juan
17:3 ofrece esta opción: “[que] te conozcan”. Por tanto, la expresión “que estén
adquiriendo conocimiento” se refiere a un proceso continuo que nos lleva a conocer
a Dios. Pero conocer al Ser más grandioso del universo implica mucho más que
entender su voluntad y sus cualidades. Implica tener una relación cercana con él y
con nuestros hermanos en la fe, una relación basada en el amor. Bien dice la Biblia:
“El que no ama no ha llegado a conocer a Dios” (1 Juan 4:8). Conocerlo también
significa obedecerlo (lea 1 Juan 2:3-5). ¡Qué honor es estar entre quienes conocen
a Jehová! Ahora bien, esa hermosa relación se puede perder, como lo demuestra el
caso de Judas Iscariote. Esforcémonos por conservarla. Así, cuando llegue el
momento, podremos recibir el don inmerecido de la vida eterna (Mat. 24:13).
*** w10 1/10 págs. 14-18 “Continuó creciendo con Jehová” ***
Ejemplos de fe
“Continuó creciendo con Jehová”
ERA el mes de mayo o junio —según el calendario moderno—, y los dorados
campos de trigo estaban listos para la siega. Había comenzado la temporada seca.
Samuel, un hombre fiel que llevaba décadas sirviendo como profeta y juez, había
convocado a la nación de Israel en la ciudad de Guilgal. Observando los rostros de
la muchedumbre, que ya se había aquietado, se preguntaba cómo lograría
sensibilizar sus corazones.
El pueblo no se daba cuenta de la gravedad de su situación. Se empeñaban en
tener un rey humano. No entendían que esta petición suponía una descarada falta
de respeto a su Dios, Jehová, y al profeta que él les había enviado. Estaban
rechazando a Jehová como su rey. ¿Podría Samuel convencerlos de que se
arrepintieran?
Al dirigirse a la multitud, el profeta dijo: “He envejecido y encanecido”. Su cabello
blanco sin duda infundía respeto y daba peso a sus palabras. A continuación añadió:
“Yo he andado delante de ustedes desde mi juventud hasta este día” (1 Samuel
11:14, 15; 12:2). Aunque habían pasado muchos años, sus días de juventud estaban
frescos en su memoria. Gracias a las decisiones que tomó mientras todavía era un
muchacho, llegó a ser un hombre de fe, un fiel siervo de Dios.
Samuel tuvo que fortalecer y proteger su fe constantemente, pues vivía rodeado
de personas impías y desleales. Puesto que nosotros vivimos en un mundo de gente
infiel y corrupta, también nos resulta difícil cultivar la fe. Veamos lo que podemos
aprender del ejemplo de Samuel, comenzando por su infancia.
“Ministrando delante de Jehová, como muchacho”
Samuel tuvo una infancia fuera de lo común. Poco después de ser destetado,
como a los cuatro años de edad, comenzó a servir en el tabernáculo de Jehová, en
Siló, a más de 30 kilómetros (20 millas) de Ramá, su ciudad natal. Los padres de
Samuel, Ana y Elqaná, lo habían apartado para un servicio especial a Jehová: sería
nazareo de por vida. ¿Por qué lo hicieron? ¿Acaso no lo querían?
En lo absoluto. Ellos sabían que su hijo estaría bien atendido en Siló. Elí, el sumo
sacerdote, sin duda supervisó su cuidado, pues Samuel trabajaba con él. Y en el
tabernáculo contaban con la colaboración de algunas mujeres que servían allí de
forma organizada (Éxodo 38:8).
Lo que es más, Ana y Elqaná nunca se olvidaron de su querido hijo, el primero
que les había nacido. Él fue la respuesta a una oración en la que Ana le pidió a Dios
un hijo varón y le prometió entregárselo para el servicio sagrado. Todos los años,
cuando lo visitaban, Ana le llevaba una vestidura sin mangas que ella misma había
confeccionado para que la usara en el tabernáculo. De seguro el muchacho
esperaba con anhelo las visitas de sus padres, quienes le daban consejos y ánimo,
a la vez que lo ayudaban a valorar el gran privilegio que tenía de servir a Jehová en
aquel lugar tan especial.
He aquí una lección para quienes tienen hijos. Muchos padres suelen
preocuparse más por las necesidades materiales de sus hijos que por su salud
espiritual. No obstante, Ana y Elqaná dieron prioridad a las necesidades espirituales
de Samuel, lo cual determinó en buena medida la clase de persona que llegó a ser
(Proverbios 22:6).
Es muy probable que, mientras iba creciendo, el pequeño Samuel explorara las
colinas aledañas a Siló. Desde lo alto podía divisar el pueblo y el valle que más
abajo se extendía, y sin duda se llenaba de orgullo y satisfacción cada vez que fijaba
la vista en el tabernáculo de Jehová. Este sagrado lugar, que había sido construido
unos cuatrocientos años antes bajo la dirección del propio Moisés, era el único
centro de adoración a Jehová en todo el mundo.
El joven Samuel llegó a amar su servicio en el tabernáculo. En el relato que
escribió luego dice que “estaba ministrando delante de Jehová, como muchacho, y
tenía ceñido un efod de lino” (1 Samuel 2:18). El hecho de que Samuel llevara un
efod —una prenda de vestir simple y sin mangas— indica que ayudaba a los
sacerdotes. Aunque no pertenecía a la clase sacerdotal, estaba a cargo de ciertas
tareas, entre ellas, abrir las puertas del patio por las mañanas y asistir al envejecido
Elí. Samuel disfrutaba mucho de sus privilegios, pero algo malo que estaba pasando
en la casa de Jehová comenzó a perturbar el buen corazón de este muchacho.
Conserva la pureza en un ambiente inmoral
Desde muy joven, Samuel tuvo que presenciar terribles actos de maldad y
corrupción. En el libro de Samuel leemos que los dos hijos de Elí —Hofní y
Finehás— “eran hombres que no servían para nada; [que] no reconocían a Jehová”
(1 Samuel 2:12). Estas dos ideas van de la mano. Hofní y Finehás eran “hombres
que no servían para nada” (literalmente, “hijos de la inutilidad”) porque “no
reconocían”, o respetaban, a Jehová. Su desprecio por las justas normas de Dios los
llevó a cometer graves pecados.
La Ley de Dios regulaba las tareas de los sacerdotes y la manera en que debían
ofrecerse los sacrificios. Y con razón: aquellos sacrificios representaban los medios
que Dios dispuso para perdonar los pecados de las personas a fin de que estuvieran
limpias ante él y pudieran recibir su guía y bendición. El mal ejemplo de Hofní y
Finehás hizo que otros sacerdotes trataran con falta de respeto las ofrendas del
pueblo.
Imaginemos lo conmocionado que debió de sentirse el joven Samuel al ver que
en el tabernáculo ocurrían tales abusos sin que nadie hiciera nada. ¡A cuántas
personas habrá visto salir de allí desmoralizadas y humilladas! Entre ellas se
contaba gente pobre, humilde y oprimida que había ido en busca de alivio y fortaleza
espiritual. Y para colmo, más tarde se enteró de que Hofní y Finehás se burlaban de
las leyes divinas sobre la moralidad sexual teniendo relaciones con las mujeres que
servían a la entrada del tabernáculo (1 Samuel 2:22). ¿Cómo cree que se sintió
entonces? Tal vez esperaba que Elí hiciera algo al respecto.
De hecho, Elí era la persona indicada para atender este problema, que iba de mal
en peor. Como sumo sacerdote, era responsable por lo que sucedía en el
tabernáculo. Y como padre, tenía la obligación de corregir a sus hijos. Después de
todo, no solo se estaban perjudicando a sí mismos, sino también a un sinnúmero de
habitantes del país. Pero Elí fracasó como sumo sacerdote y como padre, pues se
limitó a darles una leve reprimenda a sus hijos (1 Samuel 2:23-25). Ellos necesitaban
una disciplina mucho más severa. Por sus pecados, se merecían la muerte.
Tanto se agravó la situación que Jehová envió a “un hombre de Dios”, un profeta
cuyo nombre no se menciona, para transmitir a Elí una fuerte condena. Primero,
Jehová le dijo a Elí: “Sigues honrando a tus hijos más que a mí”. Luego le informó
que sus perversos hijos morirían en un mismo día y que su familia sufriría
intensamente y hasta perdería su privilegiada posición en la clase sacerdotal. ¿Tuvo
algún efecto este contundente aviso? El relato muestra que no (1 Samuel 2:27–3:1).
Y Samuel, ¿se dejaría corromper? De ninguna manera. En esta sombría historia
nos encontramos de vez en cuando con alegres destellos de luz: comentarios
positivos sobre el desarrollo de Samuel. Recordemos que, en medio de todo esto, él
siguió “ministrando delante de Jehová, como muchacho” (1 Samuel 2:18). Desde
muy pequeño se concentró en su servicio a Jehová. Más adelante, el relato nos dice
algo todavía mejor: “El muchacho Samuel continuó creciendo con Jehová” (1 Samuel
2:21). En efecto, el paso de los años no hizo más que estrechar su relación con
Dios. ¡Y qué mejor antídoto puede haber contra la corrupción moral que una
estrecha amistad con Jehová!
Para Samuel habría sido muy fácil pensar: “Si hasta el sumo sacerdote y sus
hijos pecan contra Jehová, yo puedo hacer lo que se me antoje”. Pero los errores
ajenos, aun los de personas con autoridad, no nos dan permiso para pecar.
Actualmente, muchos jóvenes cristianos imitan a Samuel y continúan “creciendo con
Jehová” a pesar de que haya gente a su alrededor que les dé un mal ejemplo.
¿Y qué recompensa obtuvo Samuel? La Biblia dice: “Mientras tanto, el muchacho
Samuel iba creciendo y haciéndose más agradable, tanto desde el punto de vista de
Jehová como del de los hombres” (1 Samuel 2:26). Así que este joven fiel se labró
una buena reputación, al menos a los ojos de quienes realmente importaba.
De hecho, Jehová mismo llegó a tenerle cariño. Y Samuel albergaba la esperanza
de que Dios eliminaría la maldad de Siló. Ahora bien, tal vez se preguntaba cuándo
lo haría.
“Habla, porque tu siervo está escuchando”
Cierta noche se disiparon sus dudas. Era de madrugada y todavía estaba oscuro.
La temblorosa llama de la lámpara del tabernáculo aún seguía encendida. En el
silencio, Samuel escuchó una voz que lo llamaba y pensó que Elí, quien ya era muy
viejo y se había quedado prácticamente ciego, precisaba ayuda. Samuel se levantó
y “fue corriendo” donde él. Imaginemos al muchachito descalzo yendo a toda prisa
hasta donde dormía su amo. ¡Qué escena tan bonita! Samuel trataba a Elí con
mucha consideración y respeto. Después de todo, Elí seguía siendo el sumo
sacerdote de Jehová (1 Samuel 3:2-5).
Samuel despertó a Elí con estas palabras: “Aquí estoy, pues me llamaste”. Elí le
contestó que él no lo había llamado y lo mandó a dormir. Esto sucedió dos veces
más. Pero a la tercera, Elí se dio cuenta de lo que estaba pasando. En aquel tiempo,
Jehová no solía comunicarse con su pueblo por visiones o mensajes proféticos, y las
razones eran obvias. No obstante, Elí comprendió que Jehová deseaba hacerse oír
mediante este muchachito. Por tanto, le ordenó que regresara a su cama y le indicó
lo que debía responder. Pronto la voz se volvió a escuchar: “¡Samuel, Samuel!”. Y él,
siguiendo las instrucciones de Elí, respondió: “Habla, porque tu siervo está
escuchando” (1 Samuel 3:1, 5-10).
Por fin había alguien en Siló que le prestara atención a Dios. A partir de ese
momento, Jehová le hablaba a Samuel, y este siempre lo escuchaba. ¿Lo hacemos
nosotros? Para escuchar a Jehová, no hace falta que una voz sobrenatural nos
hable durante la noche. Él siempre nos habla mediante su Palabra escrita, la Biblia.
Mientras más escuchemos a Dios y lo obedezcamos, mayor será nuestra fe. Eso fue
precisamente lo que le sucedió a Samuel.
Aquella noche le cambió la vida a Samuel. Desde entonces llegó a conocer a
Jehová de una manera especial, pues se convirtió en su profeta y vocero. Ahora le
tocaba transmitir a Elí un aviso final: el cumplimiento de la profecía contra su familia
era inminente. Al principio, Samuel se retrajo, pero luego se armó de valor. Cuando
por fin habló, Elí se resignó humildemente a la voluntad divina. Con el tiempo se
cumplió todo lo que Jehová predijo. Los israelitas emprendieron una guerra contra
los filisteos, y en un mismo día cayeron Hofní y Finehás. El propio Elí murió tras
enterarse de que el arca de Jehová había sido tomada (1 Samuel 3:10-18; 4:1-18).
Mientras tanto, la fama de Samuel como profeta fiel fue consolidándose. La Biblia
dice que “Jehová mismo resultó estar con él” y nunca dejó que fallaran sus
predicciones (1 Samuel 3:19).
“Samuel clamó a Jehová”
¿Quiere decir entonces que Israel siguió la dirección de Samuel y se convirtió en
un pueblo fiel y espiritual? Para nada. Llegó el momento en el que la nación no se
conformó con que un simple profeta los dirigiera. Querían un rey como las demás
naciones. Samuel accedió a su solicitud por mandato divino. Sin embargo, tenía que
advertirles de la gravedad de aquel pecado. No estaban rechazando a un simple
hombre, sino a Jehová mismo. Así que convocó al pueblo en Guilgal.
Allí se respiraba un ambiente tenso. El envejecido Samuel repasó su historial de
fe e integridad con el pueblo. Entonces “clamó a Jehová” y le pidió que enviara una
tormenta (1 Samuel 12:17, 18).
¿Una tormenta en la temporada seca? ¡Aquello era algo inconcebible! Pero
cualquier indicio de incredulidad o ánimo de burla pronto desaparecería. De repente,
oscuras nubes cubrieron el cielo y un fuerte viento doblegó el trigo de los campos.
Retumbaron truenos ensordecedores y finalmente comenzó a llover. ¿Cómo
reaccionó el pueblo? “Tuvo gran temor de Jehová y de Samuel.” Por fin se daban
cuenta de la gravedad de su pecado (1 Samuel 12:18, 19).
Fue Jehová, no Samuel, quien logró sensibilizar el corazón de aquel pueblo
rebelde. Desde la infancia hasta la vejez, Samuel ejerció fe en su Dios y fue
bendecido por ello. Jehová no ha cambiado: podemos estar seguros de que si
cultivamos una fe como la de Samuel, contaremos con su apoyo.
[Notas]
El voto de nazareato incluía, entre otras cosas, no tomar ninguna bebida
embriagante ni cortarse el cabello. Por lo general, se hacía por un tiempo
limitado, pero Samuel, al igual que Sansón y Juan el Bautista, fue nazareo de por
vida.
En esencia, el santuario era una amplia tienda rectangular con estructura de
madera. Sin embargo, estaba hecho con materiales de la más alta calidad: pieles
de foca, hermosas telas bordadas y maderas nobles laminadas con oro y plata.
Se encontraba en un patio rectangular en el que también había un precioso altar
para los sacrificios. Todo parece indicar que con el tiempo se erigieron cámaras
para uso de los sacerdotes, seguramente a los lados del tabernáculo.
Es probable que Samuel durmiera en una de esas cámaras.
El relato nos proporciona dos ejemplos. Por un lado, la Ley dejaba claro cuáles eran
las porciones del sacrificio que le correspondían al sacerdote (Deuteronomio
18:3). Pero los sacerdotes corruptos instituyeron una práctica muy diferente:
hacían que sus servidores metieran un tenedor grande en la olla hirviendo y
tomaran cualquier porción de carne que saliera. Por otro lado, cuando la gente
llevaba sus ofrendas, los servidores —siguiendo las órdenes de los sacerdotes—
exigían que se les entregara la carne cruda, incluso antes de que la grasa se
ofreciera a Jehová sobre el altar (Levítico 3:3-5; 1 Samuel 2:13-17).
[Ilustración de la página 17]
Samuel se armó de valor para transmitir con fe el juicio divino contra Elí
[Ilustración de la página 18]
Samuel pidió con fe que Jehová enviara una tormenta, y su oración obtuvo
respuesta
*** w10 1/10 págs. 14-18 “Continuó creciendo con Jehová” ***
Ejemplos de fe
“Continuó creciendo con Jehová”

ERA el mes de mayo o junio —según el calendario moderno—, y los dorados


campos de trigo estaban listos para la siega. Había comenzado la temporada seca.
Samuel, un hombre fiel que llevaba décadas sirviendo como profeta y juez, había
convocado a la nación de Israel en la ciudad de Guilgal. Observando los rostros de
la muchedumbre, que ya se había aquietado, se preguntaba cómo lograría
sensibilizar sus corazones.
El pueblo no se daba cuenta de la gravedad de su situación. Se empeñaban en
tener un rey humano. No entendían que esta petición suponía una descarada falta
de respeto a su Dios, Jehová, y al profeta que él les había enviado. Estaban
rechazando a Jehová como su rey. ¿Podría Samuel convencerlos de que se
arrepintieran?
Al dirigirse a la multitud, el profeta dijo: “He envejecido y encanecido”. Su cabello
blanco sin duda infundía respeto y daba peso a sus palabras. A continuación añadió:
“Yo he andado delante de ustedes desde mi juventud hasta este día” (1 Samuel
11:14, 15; 12:2). Aunque habían pasado muchos años, sus días de juventud estaban
frescos en su memoria. Gracias a las decisiones que tomó mientras todavía era un
muchacho, llegó a ser un hombre de fe, un fiel siervo de Dios.
Samuel tuvo que fortalecer y proteger su fe constantemente, pues vivía rodeado
de personas impías y desleales. Puesto que nosotros vivimos en un mundo de gente
infiel y corrupta, también nos resulta difícil cultivar la fe. Veamos lo que podemos
aprender del ejemplo de Samuel, comenzando por su infancia.
“Ministrando delante de Jehová, como muchacho”
Samuel tuvo una infancia fuera de lo común. Poco después de ser destetado,
como a los cuatro años de edad, comenzó a servir en el tabernáculo de Jehová, en
Siló, a más de 30 kilómetros (20 millas) de Ramá, su ciudad natal. Los padres de
Samuel, Ana y Elqaná, lo habían apartado para un servicio especial a Jehová: sería
nazareo de por vida. ¿Por qué lo hicieron? ¿Acaso no lo querían?
En lo absoluto. Ellos sabían que su hijo estaría bien atendido en Siló. Elí, el sumo
sacerdote, sin duda supervisó su cuidado, pues Samuel trabajaba con él. Y en el
tabernáculo contaban con la colaboración de algunas mujeres que servían allí de
forma organizada (Éxodo 38:8).
Lo que es más, Ana y Elqaná nunca se olvidaron de su querido hijo, el primero
que les había nacido. Él fue la respuesta a una oración en la que Ana le pidió a Dios
un hijo varón y le prometió entregárselo para el servicio sagrado. Todos los años,
cuando lo visitaban, Ana le llevaba una vestidura sin mangas que ella misma había
confeccionado para que la usara en el tabernáculo. De seguro el muchacho
esperaba con anhelo las visitas de sus padres, quienes le daban consejos y ánimo,
a la vez que lo ayudaban a valorar el gran privilegio que tenía de servir a Jehová en
aquel lugar tan especial.
He aquí una lección para quienes tienen hijos. Muchos padres suelen
preocuparse más por las necesidades materiales de sus hijos que por su salud
espiritual. No obstante, Ana y Elqaná dieron prioridad a las necesidades espirituales
de Samuel, lo cual determinó en buena medida la clase de persona que llegó a ser
(Proverbios 22:6).
Es muy probable que, mientras iba creciendo, el pequeño Samuel explorara las
colinas aledañas a Siló. Desde lo alto podía divisar el pueblo y el valle que más
abajo se extendía, y sin duda se llenaba de orgullo y satisfacción cada vez que fijaba
la vista en el tabernáculo de Jehová. Este sagrado lugar, que había sido construido
unos cuatrocientos años antes bajo la dirección del propio Moisés, era el único
centro de adoración a Jehová en todo el mundo.
El joven Samuel llegó a amar su servicio en el tabernáculo. En el relato que
escribió luego dice que “estaba ministrando delante de Jehová, como muchacho, y
tenía ceñido un efod de lino” (1 Samuel 2:18). El hecho de que Samuel llevara un
efod —una prenda de vestir simple y sin mangas— indica que ayudaba a los
sacerdotes. Aunque no pertenecía a la clase sacerdotal, estaba a cargo de ciertas
tareas, entre ellas, abrir las puertas del patio por las mañanas y asistir al envejecido
Elí. Samuel disfrutaba mucho de sus privilegios, pero algo malo que estaba pasando
en la casa de Jehová comenzó a perturbar el buen corazón de este muchacho.
Conserva la pureza en un ambiente inmoral
Desde muy joven, Samuel tuvo que presenciar terribles actos de maldad y
corrupción. En el libro de Samuel leemos que los dos hijos de Elí —Hofní y
Finehás— “eran hombres que no servían para nada; [que] no reconocían a Jehová”
(1 Samuel 2:12). Estas dos ideas van de la mano. Hofní y Finehás eran “hombres
que no servían para nada” (literalmente, “hijos de la inutilidad”) porque “no
reconocían”, o respetaban, a Jehová. Su desprecio por las justas normas de Dios los
llevó a cometer graves pecados.
La Ley de Dios regulaba las tareas de los sacerdotes y la manera en que debían
ofrecerse los sacrificios. Y con razón: aquellos sacrificios representaban los medios
que Dios dispuso para perdonar los pecados de las personas a fin de que estuvieran
limpias ante él y pudieran recibir su guía y bendición. El mal ejemplo de Hofní y
Finehás hizo que otros sacerdotes trataran con falta de respeto las ofrendas del
pueblo.
Imaginemos lo conmocionado que debió de sentirse el joven Samuel al ver que
en el tabernáculo ocurrían tales abusos sin que nadie hiciera nada. ¡A cuántas
personas habrá visto salir de allí desmoralizadas y humilladas! Entre ellas se
contaba gente pobre, humilde y oprimida que había ido en busca de alivio y fortaleza
espiritual. Y para colmo, más tarde se enteró de que Hofní y Finehás se burlaban de
las leyes divinas sobre la moralidad sexual teniendo relaciones con las mujeres que
servían a la entrada del tabernáculo (1 Samuel 2:22). ¿Cómo cree que se sintió
entonces? Tal vez esperaba que Elí hiciera algo al respecto.
De hecho, Elí era la persona indicada para atender este problema, que iba de mal
en peor. Como sumo sacerdote, era responsable por lo que sucedía en el
tabernáculo. Y como padre, tenía la obligación de corregir a sus hijos. Después de
todo, no solo se estaban perjudicando a sí mismos, sino también a un sinnúmero de
habitantes del país. Pero Elí fracasó como sumo sacerdote y como padre, pues se
limitó a darles una leve reprimenda a sus hijos (1 Samuel 2:23-25). Ellos necesitaban
una disciplina mucho más severa. Por sus pecados, se merecían la muerte.
Tanto se agravó la situación que Jehová envió a “un hombre de Dios”, un profeta
cuyo nombre no se menciona, para transmitir a Elí una fuerte condena. Primero,
Jehová le dijo a Elí: “Sigues honrando a tus hijos más que a mí”. Luego le informó
que sus perversos hijos morirían en un mismo día y que su familia sufriría
intensamente y hasta perdería su privilegiada posición en la clase sacerdotal. ¿Tuvo
algún efecto este contundente aviso? El relato muestra que no (1 Samuel 2:27–3:1).
Y Samuel, ¿se dejaría corromper? De ninguna manera. En esta sombría historia
nos encontramos de vez en cuando con alegres destellos de luz: comentarios
positivos sobre el desarrollo de Samuel. Recordemos que, en medio de todo esto, él
siguió “ministrando delante de Jehová, como muchacho” (1 Samuel 2:18). Desde
muy pequeño se concentró en su servicio a Jehová. Más adelante, el relato nos dice
algo todavía mejor: “El muchacho Samuel continuó creciendo con Jehová” (1 Samuel
2:21). En efecto, el paso de los años no hizo más que estrechar su relación con
Dios. ¡Y qué mejor antídoto puede haber contra la corrupción moral que una
estrecha amistad con Jehová!
Para Samuel habría sido muy fácil pensar: “Si hasta el sumo sacerdote y sus
hijos pecan contra Jehová, yo puedo hacer lo que se me antoje”. Pero los errores
ajenos, aun los de personas con autoridad, no nos dan permiso para pecar.
Actualmente, muchos jóvenes cristianos imitan a Samuel y continúan “creciendo con
Jehová” a pesar de que haya gente a su alrededor que les dé un mal ejemplo.
¿Y qué recompensa obtuvo Samuel? La Biblia dice: “Mientras tanto, el muchacho
Samuel iba creciendo y haciéndose más agradable, tanto desde el punto de vista de
Jehová como del de los hombres” (1 Samuel 2:26). Así que este joven fiel se labró
una buena reputación, al menos a los ojos de quienes realmente importaba.
De hecho, Jehová mismo llegó a tenerle cariño. Y Samuel albergaba la esperanza
de que Dios eliminaría la maldad de Siló. Ahora bien, tal vez se preguntaba cuándo
lo haría.
“Habla, porque tu siervo está escuchando”
Cierta noche se disiparon sus dudas. Era de madrugada y todavía estaba oscuro.
La temblorosa llama de la lámpara del tabernáculo aún seguía encendida. En el
silencio, Samuel escuchó una voz que lo llamaba y pensó que Elí, quien ya era muy
viejo y se había quedado prácticamente ciego, precisaba ayuda. Samuel se levantó
y “fue corriendo” donde él. Imaginemos al muchachito descalzo yendo a toda prisa
hasta donde dormía su amo. ¡Qué escena tan bonita! Samuel trataba a Elí con
mucha consideración y respeto. Después de todo, Elí seguía siendo el sumo
sacerdote de Jehová (1 Samuel 3:2-5).
Samuel despertó a Elí con estas palabras: “Aquí estoy, pues me llamaste”. Elí le
contestó que él no lo había llamado y lo mandó a dormir. Esto sucedió dos veces
más. Pero a la tercera, Elí se dio cuenta de lo que estaba pasando. En aquel tiempo,
Jehová no solía comunicarse con su pueblo por visiones o mensajes proféticos, y las
razones eran obvias. No obstante, Elí comprendió que Jehová deseaba hacerse oír
mediante este muchachito. Por tanto, le ordenó que regresara a su cama y le indicó
lo que debía responder. Pronto la voz se volvió a escuchar: “¡Samuel, Samuel!”. Y él,
siguiendo las instrucciones de Elí, respondió: “Habla, porque tu siervo está
escuchando” (1 Samuel 3:1, 5-10).
Por fin había alguien en Siló que le prestara atención a Dios. A partir de ese
momento, Jehová le hablaba a Samuel, y este siempre lo escuchaba. ¿Lo hacemos
nosotros? Para escuchar a Jehová, no hace falta que una voz sobrenatural nos
hable durante la noche. Él siempre nos habla mediante su Palabra escrita, la Biblia.
Mientras más escuchemos a Dios y lo obedezcamos, mayor será nuestra fe. Eso fue
precisamente lo que le sucedió a Samuel.
Aquella noche le cambió la vida a Samuel. Desde entonces llegó a conocer a
Jehová de una manera especial, pues se convirtió en su profeta y vocero. Ahora le
tocaba transmitir a Elí un aviso final: el cumplimiento de la profecía contra su familia
era inminente. Al principio, Samuel se retrajo, pero luego se armó de valor. Cuando
por fin habló, Elí se resignó humildemente a la voluntad divina. Con el tiempo se
cumplió todo lo que Jehová predijo. Los israelitas emprendieron una guerra contra
los filisteos, y en un mismo día cayeron Hofní y Finehás. El propio Elí murió tras
enterarse de que el arca de Jehová había sido tomada (1 Samuel 3:10-18; 4:1-18).
Mientras tanto, la fama de Samuel como profeta fiel fue consolidándose. La Biblia
dice que “Jehová mismo resultó estar con él” y nunca dejó que fallaran sus
predicciones (1 Samuel 3:19).
“Samuel clamó a Jehová”
¿Quiere decir entonces que Israel siguió la dirección de Samuel y se convirtió en
un pueblo fiel y espiritual? Para nada. Llegó el momento en el que la nación no se
conformó con que un simple profeta los dirigiera. Querían un rey como las demás
naciones. Samuel accedió a su solicitud por mandato divino. Sin embargo, tenía que
advertirles de la gravedad de aquel pecado. No estaban rechazando a un simple
hombre, sino a Jehová mismo. Así que convocó al pueblo en Guilgal.
Allí se respiraba un ambiente tenso. El envejecido Samuel repasó su historial de
fe e integridad con el pueblo. Entonces “clamó a Jehová” y le pidió que enviara una
tormenta (1 Samuel 12:17, 18).
¿Una tormenta en la temporada seca? ¡Aquello era algo inconcebible! Pero
cualquier indicio de incredulidad o ánimo de burla pronto desaparecería. De repente,
oscuras nubes cubrieron el cielo y un fuerte viento doblegó el trigo de los campos.
Retumbaron truenos ensordecedores y finalmente comenzó a llover. ¿Cómo
reaccionó el pueblo? “Tuvo gran temor de Jehová y de Samuel.” Por fin se daban
cuenta de la gravedad de su pecado (1 Samuel 12:18, 19).
Fue Jehová, no Samuel, quien logró sensibilizar el corazón de aquel pueblo
rebelde. Desde la infancia hasta la vejez, Samuel ejerció fe en su Dios y fue
bendecido por ello. Jehová no ha cambiado: podemos estar seguros de que si
cultivamos una fe como la de Samuel, contaremos con su apoyo.
[Notas]
El voto de nazareato incluía, entre otras cosas, no tomar ninguna bebida
embriagante ni cortarse el cabello. Por lo general, se hacía por un tiempo
limitado, pero Samuel, al igual que Sansón y Juan el Bautista, fue nazareo de por
vida.
En esencia, el santuario era una amplia tienda rectangular con estructura de
madera. Sin embargo, estaba hecho con materiales de la más alta calidad: pieles
de foca, hermosas telas bordadas y maderas nobles laminadas con oro y plata.
Se encontraba en un patio rectangular en el que también había un precioso altar
para los sacrificios. Todo parece indicar que con el tiempo se erigieron cámaras
para uso de los sacerdotes, seguramente a los lados del tabernáculo.
Es probable que Samuel durmiera en una de esas cámaras.
El relato nos proporciona dos ejemplos. Por un lado, la Ley dejaba claro cuáles eran
las porciones del sacrificio que le correspondían al sacerdote (Deuteronomio
18:3). Pero los sacerdotes corruptos instituyeron una práctica muy diferente:
hacían que sus servidores metieran un tenedor grande en la olla hirviendo y
tomaran cualquier porción de carne que saliera. Por otro lado, cuando la gente
llevaba sus ofrendas, los servidores —siguiendo las órdenes de los sacerdotes—
exigían que se les entregara la carne cruda, incluso antes de que la grasa se
ofreciera a Jehová sobre el altar (Levítico 3:3-5; 1 Samuel 2:13-17).
*** w13 15/7 págs. 15-19 Jesús alimenta a muchos por medio de unos pocos ***
Jesús alimenta a muchos por medio de unos pocos

“Después de partir los panes, [Jesús] los distribuyó a los discípulos, y


los discípulos a su vez a las muchedumbres.” (MAT. 14:19)

¿QUÉ RESPONDERÍA?
¿Qué patrón siguió Jesús al alimentar a las multitudes?
¿Cómo se valió Jesús de los apóstoles y los ancianos de Jerusalén?
¿Cuándo llegó el momento de que Cristo nombrara un conducto
organizado para proveer alimento espiritual?
IMAGINE la escena (lea Mateo 14:14-21). Justo antes de la Pascua del año 32,
una muchedumbre de unos cinco mil hombres, además de mujeres y niños, ha
seguido a Jesús y sus discípulos a un lugar solitario cerca de Betsaida, población
situada en la orilla norte del mar de Galilea.
2
Al ver a todas aquellas personas, Jesús se compadece de ellas, así que les
enseña muchas cosas sobre el Reino de Dios y cura a las que están enfermas.
Cuando se hace tarde, los discípulos le dicen que despida a la gente para que
pueda ir a los pueblos vecinos y comprarse algo de comida. Pero él les responde:
“Ustedes denles de comer”. Seguramente, estas palabras los confunden, pues las
provisiones que tienen a mano son insignificantes: tan solo cinco panes y dos
pescados pequeños.
3
La compasión que Jesús siente lo impulsa a realizar un milagro, el único del que
dejaron constancia los cuatro evangelistas (Mar. 6:35-44; Luc. 9:10-17; Juan 6:1-13).
Tras ordenar a los discípulos que les pidan a todos que se recuesten en la hierba en
grupos de 50 y 100, eleva una oración a Dios y empieza a partir el pan y los peces
en trozos. Luego, en vez de darles la comida él mismo, se la distribuye “a los
discípulos, y los discípulos a su vez a las muchedumbres”. Milagrosamente, todos
tienen más que suficiente para comer. Fíjese en este hecho: Jesús ha alimentado a
miles por medio de sus discípulos, que solo son unos pocos.
4
Pero lo que más le preocupaba a Jesús era proporcionar a sus seguidores
alimento espiritual. Sabía que alimentarse espiritualmente, es decir, con las
verdades de la Palabra de Dios, lleva a la vida eterna (Juan 6:26, 27; 17:3).
Impulsado por la misma compasión que lo motivó a saciar a la multitud con el pan y
los peces, pasó muchas horas enseñándoles a sus discípulos (Mar. 6:34). Ahora
bien, él sabía que iba a estar poco tiempo en la Tierra y que tendría que regresar al
cielo (Mat. 16:21; Juan 14:12). Una vez allí, ¿cómo los mantendría bien nutridos
espiritualmente? Seguiría un patrón similar: alimentaría a muchos por medio de unos
pocos. ¿Quiénes serían esos pocos? Examinemos cómo empleó a unos pocos para
alimentar a los numerosos cristianos ungidos del siglo primero. Después, en el
artículo siguiente, analizaremos una pregunta de vital importancia para todos
nosotros: ¿cómo podemos identificar a los pocos que Cristo utiliza para alimentarnos
hoy en día?
JESÚS SELECCIONA A LOS POCOS
5
Todo buen cabeza de familia se encarga de que los suyos no pasen necesidad
si él fallece. De igual modo, Jesús, quien llegaría a ser Cabeza de la congregación
cristiana, se encargó de que sus seguidores estuvieran bien alimentados
espiritualmente cuando él ya no estuviera en la Tierra (Efes. 1:22). Por ejemplo,
unos dos años antes de morir, tomó una decisión importante. Seleccionó a los
primeros de aquellos pocos mediante los cuales alimentaría más tarde a los muchos.
Veamos lo que ocurrió.
6
Después de orar toda la noche, reunió a sus discípulos y eligió 12 apóstoles de
entre ellos (Luc. 6:12-16). Por los siguientes dos años se apegó de un modo
especial a los apóstoles, enseñándoles con sus palabras y su ejemplo. Sabía que
tenían mucho que aprender; de hecho, se les siguió llamando “discípulos” (Mat. 11:1;
20:17). Les dio valiosos consejos y una buena preparación para el ministerio (Mat.
10:1-42; 20:20-23; Luc. 8:1; 9:52-55). Obviamente, los estaba capacitando para
desempeñar un papel clave cuando él muriera y regresara al cielo.
7
¿Qué papel cumplirían los apóstoles? A medida que se acercaba el
Pentecostés del año 33, se hizo evidente que ocuparían un “puesto de
superintendencia” (Hech. 1:20). Sin embargo, ¿cuál sería su principal interés? Jesús,
ya resucitado, lo dio a entender en una conversación con el apóstol Pedro (lea Juan
21:1, 2, 15-17). En presencia de otros apóstoles le dijo: “Apacienta mis ovejitas”. Así
indicó que sus apóstoles estarían entre los pocos mediante quienes él alimentaría
espiritualmente a los muchos. ¡Qué prueba tan conmovedora del cariño que siente
Jesús por sus “ovejitas”!
SE ALIMENTA A LOS MUCHOS DESDE EL PENTECOSTÉS EN ADELANTE
8
A partir del Pentecostés del año 33, Cristo resucitado utilizó a sus apóstoles
como conducto para alimentar al resto de sus discípulos ungidos (lea Hechos
2:41, 42). Los judíos y prosélitos que ese día llegaron a ser cristianos ungidos por
espíritu reconocieron ese conducto con total claridad. Plenamente convencidos,
“continuaron dedicándose a la enseñanza de los apóstoles”. Según cierto erudito, el
verbo griego que se traduce “continuaron dedicándose” denota “una permanencia
persistente y absoluta, una adhesión total de un grupo orientado hacia un fin
común”. Los nuevos creyentes tenían hambre de alimento espiritual y sabían
exactamente dónde obtenerlo. Con completa lealtad, escuchaban a los apóstoles
mientras estos explicaban lo que Jesús había dicho y hecho y esclarecían el
significado de pasajes de las Escrituras relacionados con él (Hech. 2:22-36).
9
Los apóstoles tuvieron siempre muy presente su responsabilidad de alimentar a
las ovejas de Jesús. Observe, por ejemplo, cómo se encargaron de un incidente que
podría haber causado divisiones en la recién formada congregación. Curiosamente,
el problema tenía que ver con alimento, en este caso alimento físico. A diferencia de
las viudas de habla hebrea, las de habla griega no eran tenidas en cuenta al repartir
diariamente la comida. ¿Cómo resolvieron los apóstoles esta delicada cuestión?
“Los doce” nombraron a siete hombres capacitados para supervisar aquel “asunto
necesario”, la distribución de la comida. Los apóstoles —la mayoría de los cuales sin
duda participaron en repartir la comida a las multitudes a las que Cristo alimentó—
vieron que era más importante concentrarse en alimentar a los hermanos
espiritualmente. Por ese motivo, se dedicaron “al ministerio de la palabra” (Hech.
6:1-6).
10
Ya para el año 49, otros ancianos capacitados se habían unido a los apóstoles
que quedaban (lea Hechos 15:1, 2). “Los apóstoles y ancianos en Jerusalén”
formaban una junta directiva, o cuerpo que gobernaba la congregación cristiana.
Como Cabeza de la congregación, Cristo se valió de este pequeño grupo de
hombres para aclarar cuestiones doctrinales, así como para supervisar y dirigir la
tarea de predicar y enseñar las buenas nuevas del Reino (Hech. 15:6-29; 21:17-19;
Col. 1:18).
11
¿Bendijo Jehová el sistema que su Hijo empleó para alimentar a las
congregaciones del siglo primero? No cabe la menor duda. El libro de Hechos
informa: “A medida que [el apóstol Pablo y sus acompañantes] iban viajando por las
ciudades entregaban a los de allí, para que los observaran, los decretos sobre los
cuales habían tomado decisión los apóstoles y ancianos que estaban en Jerusalén.
Por lo tanto, en realidad, las congregaciones continuaron haciéndose firmes en la fe
y aumentando en número de día en día” (Hech. 16:4, 5). Note que aquellas
congregaciones florecieron por cooperar lealmente con el pequeño grupo de
hombres que dirigía la obra desde Jerusalén. ¿Acaso no prueba eso que Jehová
bendijo el conducto mediante el que su Hijo alimentaba a las congregaciones? Claro
que sí, pues la prosperidad espiritual solo es posible con la bendición divina (Prov.
10:22; 1 Cor. 3:6, 7).
12
Hasta ahora hemos visto que Jesús siguió un patrón al alimentar a sus
seguidores: alimentó a muchos por medio de unos pocos. El conducto que empleó
para nutrir espiritualmente a sus discípulos era fácil de reconocer. Al fin y al cabo, los
apóstoles —que fueron los primeros miembros de aquella junta directiva de
Jerusalén— podían aportar pruebas visibles de que contaban con el apoyo de Dios.
Hechos 5:12 señala: “Mediante las manos de los apóstoles continuaron
efectuándose muchas señales y portentos presagiosos entre el pueblo”. Por
consiguiente, no había ninguna razón para que quienes se hicieran cristianos se
preguntaran: “¿A través de quiénes alimenta Cristo a sus ovejas?”. Pero a finales del
siglo primero, la situación cambió.
MUCHA MALA HIERBA Y POCO TRIGO
13
Jesús predijo que la congregación cristiana sería blanco de ataques. Recuerde
que, en una ilustración profética, advirtió que en un campo recién sembrado de trigo
(los cristianos ungidos) se sembraría después mala hierba (los cristianos falsos).
Entonces indicó que se dejaría que ambos grupos crecieran juntos hasta la siega, la
cual vendría en “una conclusión de un sistema de cosas” (Mat. 13:24-30, 36-43).
No tuvo que pasar mucho tiempo para que sus palabras se cumplieran.
14
En el siglo primero hubo algunos brotes de apostasía, pero los fieles apóstoles
de Jesús actuaron de “restricción” y mantuvieron a raya la contaminación e influencia
de las doctrinas falsas (2 Tes. 2:3, 6, 7). Sin embargo, cuando murió el último de los
apóstoles la apostasía echó raíces y se propagó durante un período de crecimiento
que abarcó muchos siglos. En ese tiempo, la mala hierba se hizo mucha pero el trigo
fue escaso. No existía ningún conducto organizado que proporcionara alimento
espiritual de manera constante. Llegaría el momento en que eso cambiaría. Pero
¿cuándo?
¿QUIÉN ALIMENTARÍA A LAS OVEJAS DURANTE LA ÉPOCA DE LA SIEGA?
15
Según se acercaba el fin de la temporada de crecimiento, surgieron vigorosos
brotes de interés por la verdad bíblica. En la década de 1870, un pequeño grupo de
personas que buscaban la verdad formaron clases de estudio de la Biblia separadas
de la mala hierba, esto es, de los cristianos falsos afiliados a las iglesias y sectas de
la cristiandad. Con un corazón humilde y una mente abierta, los Estudiantes de la
Biblia —como a sí mismos se llamaban— examinaron las Escrituras con devoción y
esmero (Mat. 11:25).
16
Su estudio concienzudo produjo mucho fruto. Aquellas personas sinceras
pusieron al descubierto doctrinas falsas y difundieron verdades espirituales editando
y distribuyendo ampliamente publicaciones bíblicas. Su labor iluminó el corazón y la
mente de muchos que tenían hambre y sed de la verdad. Por eso surge esta
interesante pregunta: ¿fueron los leales Estudiantes de la Biblia de aquellas décadas
anteriores a 1914 el conducto nombrado por Cristo para alimentar a sus ovejas?
La respuesta es no. Todavía se hallaban en la temporada de crecimiento, y el
sistema que iba a utilizarse para proporcionar alimento espiritual aún estaba
cobrando forma. No había llegado el momento de que los cristianos falsos
semejantes a mala hierba fueran separados de los verdaderos, representados por el
trigo.
17
Como aprendimos en el artículo anterior, la época de la cosecha empezó
en 1914. Ese año marcó el inicio de una serie de sucesos importantes. Jesús fue
coronado Rey y comenzaron los últimos días (Rev. 11:15). Desde 1914 hasta
principios de 1919, Cristo acompañó a su Padre al templo espiritual para realizar una
obra muy necesaria de inspección y limpieza (Mal. 3:1-4). A continuación, a partir
de 1919, se empezaría a recoger el trigo. ¿Había llegado por fin el momento de que
Cristo nombrara un conducto organizado para proveer alimento espiritual? ¡Ahora sí!
18
En su profecía sobre el tiempo del fin, Jesús predijo que nombraría un
conducto para dar “alimento al tiempo apropiado” (Mat. 24:45-47). ¿Qué conducto
sería ese? Siguiendo el patrón que él mismo estableció en el siglo primero, volvería
a alimentar a muchos por medio de unos pocos. Por eso, apenas comenzaron los
últimos días, la pregunta clave era quiénes serían esos pocos. En el siguiente
artículo veremos la respuesta a esta y otras cuestiones relacionadas con la profecía
de Jesús.

NOTAS FINALES: (Deben leerse como notas a pie de página en los


párrafos correspondientes.)
[Notas]
Párrafo 3: En una ocasión posterior en la que Jesús alimentó milagrosamente a
cuatro mil hombres, además de mujeres y niños, también distribuyó la comida “a
los discípulos, y los discípulos a su vez a las muchedumbres” (Mat. 15:32-38).
Párrafo 7: Durante la vida de Pedro, todas las “ovejitas” que debían ser alimentadas
abrigaban la esperanza celestial.
Párrafo 8: El hecho de que los nuevos creyentes “continuaron dedicándose a la
enseñanza de los apóstoles” implica que los apóstoles les enseñaban con
regularidad. Algunas de sus enseñanzas quedaron registradas en los libros
inspirados que ahora forman parte de las Escrituras Griegas.
Párrafo 12: Aunque aparte de los apóstoles hubo otros discípulos que recibieron
dones milagrosos del espíritu, parece que en la mayoría de los casos tales dones
se transmitían en presencia de alguno de los apóstoles o directamente mediante
ellos (Hech. 8:14-18; 10:44, 45).
Párrafo 13: Las palabras del apóstol Pablo que se hallan en Hechos 20:29, 30
muestran que la congregación sería atacada desde dos ángulos. En primer lugar,
cristianos falsos (“mala hierba”) “entrar[ían]” entre los verdaderos. Y en segundo
lugar, algunos “de entre” los cristianos verdaderos se harían apóstatas y
hablarían “cosas aviesas”, o torcidas.
Párrafo 17: Vea el artículo “Estoy con ustedes todos los días” en esta misma revista,
página 11, párrafo 6.
[Preguntas del estudio]
1-3. ¿Cómo alimentó Jesús a una gran multitud cerca de Betsaida? (Vea la
ilustración del principio.)
4. a) ¿Qué tipo de alimento le preocupaba más a Jesús, y por qué? b) ¿Qué
veremos en este artículo y en el siguiente?
5, 6. a) ¿Qué importante decisión tomó Jesús a fin de que sus seguidores estuvieran
bien alimentados espiritualmente cuando él muriera? b) ¿Cómo capacitó
Jesús a los apóstoles para desempeñar un papel clave cuando él muriera?
7. ¿Cómo dio a entender Jesús cuál sería el principal interés de sus apóstoles?
8. ¿Cómo mostraron quienes se hicieron creyentes en el Pentecostés que
reconocían claramente el conducto que Cristo estaba utilizando?
9. ¿Cómo demostraron los apóstoles que tenían muy presente su responsabilidad
de alimentar a las ovejas de Jesús?
10. ¿Cómo se valió Cristo de los apóstoles y los ancianos de Jerusalén?
11, 12. a) ¿Qué prueba tenemos de que Jehová bendijo el sistema que su Hijo
empleó para alimentar a las congregaciones del siglo primero? b) ¿Por qué
era fácil reconocer el conducto mediante el que Cristo alimentaba
espiritualmente a sus discípulos?
13, 14. a) ¿De qué ataque advirtió Jesús, y cuándo se cumplieron sus palabras?
b) ¿Desde qué dos ángulos vendría el ataque? (Vea la nota final.)
15, 16. ¿Qué fruto produjo el estudio concienzudo de los Estudiantes de la Biblia, y
qué pregunta surge?
17. ¿Qué serie de sucesos importantes comenzó en 1914?
18. ¿Qué nombramiento predijo Jesús que efectuaría, y cuál era la pregunta clave al
comenzar los últimos días?
[Ilustración de la página 15]
[Ilustración de la página 17]
Se alimentó a miles por medio de unos pocos (Vea el párrafo 4)
[Ilustración de la página 19]
En el siglo primero se veía claramente a quiénes empleaba Jesús para alimentar
a la congregación (Vea el párrafo 12)

*** w13 15/7 págs. 15-19 Jesús alimenta a muchos por medio de unos pocos ***
Jesús alimenta a muchos por medio de unos pocos

“Después de partir los panes, [Jesús] los distribuyó a los discípulos, y


los discípulos a su vez a las muchedumbres.” (MAT. 14:19)

¿QUÉ RESPONDERÍA?
¿Qué patrón siguió Jesús al alimentar a las multitudes?
¿Cómo se valió Jesús de los apóstoles y los ancianos de Jerusalén?
¿Cuándo llegó el momento de que Cristo nombrara un conducto
organizado para proveer alimento espiritual?
IMAGINE la escena (lea Mateo 14:14-21). Justo antes de la Pascua del año 32,
una muchedumbre de unos cinco mil hombres, además de mujeres y niños, ha
seguido a Jesús y sus discípulos a un lugar solitario cerca de Betsaida, población
situada en la orilla norte del mar de Galilea.
2
Al ver a todas aquellas personas, Jesús se compadece de ellas, así que les
enseña muchas cosas sobre el Reino de Dios y cura a las que están enfermas.
Cuando se hace tarde, los discípulos le dicen que despida a la gente para que
pueda ir a los pueblos vecinos y comprarse algo de comida. Pero él les responde:
“Ustedes denles de comer”. Seguramente, estas palabras los confunden, pues las
provisiones que tienen a mano son insignificantes: tan solo cinco panes y dos
pescados pequeños.
3
La compasión que Jesús siente lo impulsa a realizar un milagro, el único del que
dejaron constancia los cuatro evangelistas (Mar. 6:35-44; Luc. 9:10-17; Juan 6:1-13).
Tras ordenar a los discípulos que les pidan a todos que se recuesten en la hierba en
grupos de 50 y 100, eleva una oración a Dios y empieza a partir el pan y los peces
en trozos. Luego, en vez de darles la comida él mismo, se la distribuye “a los
discípulos, y los discípulos a su vez a las muchedumbres”. Milagrosamente, todos
tienen más que suficiente para comer. Fíjese en este hecho: Jesús ha alimentado a
miles por medio de sus discípulos, que solo son unos pocos.
4
Pero lo que más le preocupaba a Jesús era proporcionar a sus seguidores
alimento espiritual. Sabía que alimentarse espiritualmente, es decir, con las
verdades de la Palabra de Dios, lleva a la vida eterna (Juan 6:26, 27; 17:3).
Impulsado por la misma compasión que lo motivó a saciar a la multitud con el pan y
los peces, pasó muchas horas enseñándoles a sus discípulos (Mar. 6:34). Ahora
bien, él sabía que iba a estar poco tiempo en la Tierra y que tendría que regresar al
cielo (Mat. 16:21; Juan 14:12). Una vez allí, ¿cómo los mantendría bien nutridos
espiritualmente? Seguiría un patrón similar: alimentaría a muchos por medio de unos
pocos. ¿Quiénes serían esos pocos? Examinemos cómo empleó a unos pocos para
alimentar a los numerosos cristianos ungidos del siglo primero. Después, en el
artículo siguiente, analizaremos una pregunta de vital importancia para todos
nosotros: ¿cómo podemos identificar a los pocos que Cristo utiliza para alimentarnos
hoy en día?
JESÚS SELECCIONA A LOS POCOS
5
Todo buen cabeza de familia se encarga de que los suyos no pasen necesidad
si él fallece. De igual modo, Jesús, quien llegaría a ser Cabeza de la congregación
cristiana, se encargó de que sus seguidores estuvieran bien alimentados
espiritualmente cuando él ya no estuviera en la Tierra (Efes. 1:22). Por ejemplo,
unos dos años antes de morir, tomó una decisión importante. Seleccionó a los
primeros de aquellos pocos mediante los cuales alimentaría más tarde a los muchos.
Veamos lo que ocurrió.
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Después de orar toda la noche, reunió a sus discípulos y eligió 12 apóstoles de
entre ellos (Luc. 6:12-16). Por los siguientes dos años se apegó de un modo
especial a los apóstoles, enseñándoles con sus palabras y su ejemplo. Sabía que
tenían mucho que aprender; de hecho, se les siguió llamando “discípulos” (Mat. 11:1;
20:17). Les dio valiosos consejos y una buena preparación para el ministerio (Mat.
10:1-42; 20:20-23; Luc. 8:1; 9:52-55). Obviamente, los estaba capacitando para
desempeñar un papel clave cuando él muriera y regresara al cielo.
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¿Qué papel cumplirían los apóstoles? A medida que se acercaba el
Pentecostés del año 33, se hizo evidente que ocuparían un “puesto de
superintendencia” (Hech. 1:20). Sin embargo, ¿cuál sería su principal interés? Jesús,
ya resucitado, lo dio a entender en una conversación con el apóstol Pedro (lea Juan
21:1, 2, 15-17). En presencia de otros apóstoles le dijo: “Apacienta mis ovejitas”. Así
indicó que sus apóstoles estarían entre los pocos mediante quienes él alimentaría
espiritualmente a los muchos. ¡Qué prueba tan conmovedora del cariño que siente
Jesús por sus “ovejitas”!
SE ALIMENTA A LOS MUCHOS DESDE EL PENTECOSTÉS EN ADELANTE
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A partir del Pentecostés del año 33, Cristo resucitado utilizó a sus apóstoles
como conducto para alimentar al resto de sus discípulos ungidos (lea Hechos
2:41, 42). Los judíos y prosélitos que ese día llegaron a ser cristianos ungidos por
espíritu reconocieron ese conducto con total claridad. Plenamente convencidos,
“continuaron dedicándose a la enseñanza de los apóstoles”. Según cierto erudito, el
verbo griego que se traduce “continuaron dedicándose” denota “una permanencia
persistente y absoluta, una adhesión total de un grupo orientado hacia un fin
común”. Los nuevos creyentes tenían hambre de alimento espiritual y sabían
exactamente dónde obtenerlo. Con completa lealtad, escuchaban a los apóstoles
mientras estos explicaban lo que Jesús había dicho y hecho y esclarecían el
significado de pasajes de las Escrituras relacionados con él (Hech. 2:22-36).
9
Los apóstoles tuvieron siempre muy presente su responsabilidad de alimentar a
las ovejas de Jesús. Observe, por ejemplo, cómo se encargaron de un incidente que
podría haber causado divisiones en la recién formada congregación. Curiosamente,
el problema tenía que ver con alimento, en este caso alimento físico. A diferencia de
las viudas de habla hebrea, las de habla griega no eran tenidas en cuenta al repartir
diariamente la comida. ¿Cómo resolvieron los apóstoles esta delicada cuestión?
“Los doce” nombraron a siete hombres capacitados para supervisar aquel “asunto
necesario”, la distribución de la comida. Los apóstoles —la mayoría de los cuales sin
duda participaron en repartir la comida a las multitudes a las que Cristo alimentó—
vieron que era más importante concentrarse en alimentar a los hermanos
espiritualmente. Por ese motivo, se dedicaron “al ministerio de la palabra” (Hech.
6:1-6).
10
Ya para el año 49, otros ancianos capacitados se habían unido a los apóstoles
que quedaban (lea Hechos 15:1, 2). “Los apóstoles y ancianos en Jerusalén”
formaban una junta directiva, o cuerpo que gobernaba la congregación cristiana.
Como Cabeza de la congregación, Cristo se valió de este pequeño grupo de
hombres para aclarar cuestiones doctrinales, así como para supervisar y dirigir la
tarea de predicar y enseñar las buenas nuevas del Reino (Hech. 15:6-29; 21:17-19;
Col. 1:18).
11
¿Bendijo Jehová el sistema que su Hijo empleó para alimentar a las
congregaciones del siglo primero? No cabe la menor duda. El libro de Hechos
informa: “A medida que [el apóstol Pablo y sus acompañantes] iban viajando por las
ciudades entregaban a los de allí, para que los observaran, los decretos sobre los
cuales habían tomado decisión los apóstoles y ancianos que estaban en Jerusalén.
Por lo tanto, en realidad, las congregaciones continuaron haciéndose firmes en la fe
y aumentando en número de día en día” (Hech. 16:4, 5). Note que aquellas
congregaciones florecieron por cooperar lealmente con el pequeño grupo de
hombres que dirigía la obra desde Jerusalén. ¿Acaso no prueba eso que Jehová
bendijo el conducto mediante el que su Hijo alimentaba a las congregaciones? Claro
que sí, pues la prosperidad espiritual solo es posible con la bendición divina (Prov.
10:22; 1 Cor. 3:6, 7).
12
Hasta ahora hemos visto que Jesús siguió un patrón al alimentar a sus
seguidores: alimentó a muchos por medio de unos pocos. El conducto que empleó
para nutrir espiritualmente a sus discípulos era fácil de reconocer. Al fin y al cabo, los
apóstoles —que fueron los primeros miembros de aquella junta directiva de
Jerusalén— podían aportar pruebas visibles de que contaban con el apoyo de Dios.
Hechos 5:12 señala: “Mediante las manos de los apóstoles continuaron
efectuándose muchas señales y portentos presagiosos entre el pueblo”. Por
consiguiente, no había ninguna razón para que quienes se hicieran cristianos se
preguntaran: “¿A través de quiénes alimenta Cristo a sus ovejas?”. Pero a finales del
siglo primero, la situación cambió.
MUCHA MALA HIERBA Y POCO TRIGO
13
Jesús predijo que la congregación cristiana sería blanco de ataques. Recuerde
que, en una ilustración profética, advirtió que en un campo recién sembrado de trigo
(los cristianos ungidos) se sembraría después mala hierba (los cristianos falsos).
Entonces indicó que se dejaría que ambos grupos crecieran juntos hasta la siega, la
cual vendría en “una conclusión de un sistema de cosas” (Mat. 13:24-30, 36-43).
No tuvo que pasar mucho tiempo para que sus palabras se cumplieran.
14
En el siglo primero hubo algunos brotes de apostasía, pero los fieles apóstoles
de Jesús actuaron de “restricción” y mantuvieron a raya la contaminación e influencia
de las doctrinas falsas (2 Tes. 2:3, 6, 7). Sin embargo, cuando murió el último de los
apóstoles la apostasía echó raíces y se propagó durante un período de crecimiento
que abarcó muchos siglos. En ese tiempo, la mala hierba se hizo mucha pero el trigo
fue escaso. No existía ningún conducto organizado que proporcionara alimento
espiritual de manera constante. Llegaría el momento en que eso cambiaría. Pero
¿cuándo?
¿QUIÉN ALIMENTARÍA A LAS OVEJAS DURANTE LA ÉPOCA DE LA SIEGA?
15
Según se acercaba el fin de la temporada de crecimiento, surgieron vigorosos
brotes de interés por la verdad bíblica. En la década de 1870, un pequeño grupo de
personas que buscaban la verdad formaron clases de estudio de la Biblia separadas
de la mala hierba, esto es, de los cristianos falsos afiliados a las iglesias y sectas de
la cristiandad. Con un corazón humilde y una mente abierta, los Estudiantes de la
Biblia —como a sí mismos se llamaban— examinaron las Escrituras con devoción y
esmero (Mat. 11:25).
16
Su estudio concienzudo produjo mucho fruto. Aquellas personas sinceras
pusieron al descubierto doctrinas falsas y difundieron verdades espirituales editando
y distribuyendo ampliamente publicaciones bíblicas. Su labor iluminó el corazón y la
mente de muchos que tenían hambre y sed de la verdad. Por eso surge esta
interesante pregunta: ¿fueron los leales Estudiantes de la Biblia de aquellas décadas
anteriores a 1914 el conducto nombrado por Cristo para alimentar a sus ovejas?
La respuesta es no. Todavía se hallaban en la temporada de crecimiento, y el
sistema que iba a utilizarse para proporcionar alimento espiritual aún estaba
cobrando forma. No había llegado el momento de que los cristianos falsos
semejantes a mala hierba fueran separados de los verdaderos, representados por el
trigo.
17
Como aprendimos en el artículo anterior, la época de la cosecha empezó
en 1914. Ese año marcó el inicio de una serie de sucesos importantes. Jesús fue
coronado Rey y comenzaron los últimos días (Rev. 11:15). Desde 1914 hasta
principios de 1919, Cristo acompañó a su Padre al templo espiritual para realizar una
obra muy necesaria de inspección y limpieza (Mal. 3:1-4). A continuación, a partir
de 1919, se empezaría a recoger el trigo. ¿Había llegado por fin el momento de que
Cristo nombrara un conducto organizado para proveer alimento espiritual? ¡Ahora sí!
18
En su profecía sobre el tiempo del fin, Jesús predijo que nombraría un
conducto para dar “alimento al tiempo apropiado” (Mat. 24:45-47). ¿Qué
conducto sería ese? Siguiendo el patrón que él mismo estableció en el siglo
primero, volvería a alimentar a muchos por medio de unos pocos. Por eso,
apenas comenzaron los últimos días, la pregunta clave era quiénes serían esos
pocos. En el siguiente artículo veremos la respuesta a esta y otras cuestiones
relacionadas con la profecía de Jesús.

NOTAS FINALES: (Deben leerse como notas a pie de página en los


párrafos correspondientes.)
[Notas]
Párrafo 3: En una ocasión posterior en la que Jesús alimentó milagrosamente a
cuatro mil hombres, además de mujeres y niños, también distribuyó la comida “a
los discípulos, y los discípulos a su vez a las muchedumbres” (Mat. 15:32-38).
Párrafo 7: Durante la vida de Pedro, todas las “ovejitas” que debían ser alimentadas
abrigaban la esperanza celestial.
Párrafo 8: El hecho de que los nuevos creyentes “continuaron dedicándose a la
enseñanza de los apóstoles” implica que los apóstoles les enseñaban con
regularidad. Algunas de sus enseñanzas quedaron registradas en los libros
inspirados que ahora forman parte de las Escrituras Griegas.
Párrafo 12: Aunque aparte de los apóstoles hubo otros discípulos que recibieron
dones milagrosos del espíritu, parece que en la mayoría de los casos tales dones
se transmitían en presencia de alguno de los apóstoles o directamente mediante
ellos (Hech. 8:14-18; 10:44, 45).
Párrafo 13: Las palabras del apóstol Pablo que se hallan en Hechos 20:29, 30
muestran que la congregación sería atacada desde dos ángulos. En primer lugar,
cristianos falsos (“mala hierba”) “entrar[ían]” entre los verdaderos. Y en segundo
lugar, algunos “de entre” los cristianos verdaderos se harían apóstatas y
hablarían “cosas aviesas”, o torcidas.
Párrafo 17: Vea el artículo “Estoy con ustedes todos los días” en esta misma revista,
página 11, párrafo 6.
[Preguntas del estudio]
1-3. ¿Cómo alimentó Jesús a una gran multitud cerca de Betsaida? (Vea la
ilustración del principio.)
4. a) ¿Qué tipo de alimento le preocupaba más a Jesús, y por qué? b) ¿Qué
veremos en este artículo y en el siguiente?
5, 6. a) ¿Qué importante decisión tomó Jesús a fin de que sus seguidores estuvieran
bien alimentados espiritualmente cuando él muriera? b) ¿Cómo capacitó
Jesús a los apóstoles para desempeñar un papel clave cuando él muriera?
7. ¿Cómo dio a entender Jesús cuál sería el principal interés de sus apóstoles?
8. ¿Cómo mostraron quienes se hicieron creyentes en el Pentecostés que
reconocían claramente el conducto que Cristo estaba utilizando?
9. ¿Cómo demostraron los apóstoles que tenían muy presente su responsabilidad
de alimentar a las ovejas de Jesús?
10. ¿Cómo se valió Cristo de los apóstoles y los ancianos de Jerusalén?
11, 12. a) ¿Qué prueba tenemos de que Jehová bendijo el sistema que su Hijo
empleó para alimentar a las congregaciones del siglo primero? b) ¿Por qué
era fácil reconocer el conducto mediante el que Cristo alimentaba
espiritualmente a sus discípulos?
13, 14. a) ¿De qué ataque advirtió Jesús, y cuándo se cumplieron sus palabras?
b) ¿Desde qué dos ángulos vendría el ataque? (Vea la nota final.)
15, 16. ¿Qué fruto produjo el estudio concienzudo de los Estudiantes de la Biblia, y
qué pregunta surge?
17. ¿Qué serie de sucesos importantes comenzó en 1914?
18. ¿Qué nombramiento predijo Jesús que efectuaría, y cuál era la pregunta clave al
comenzar los últimos días?

*** w13 1/8 pág. 11 “Las cualidades invisibles de él se ven claramente” ***
ACÉRQUESE A DIOS
“Las cualidades invisibles de él se ven claramente”

¿Cree usted que Dios existe? Si así es, ¿podría demostrarlo? A nuestro
alrededor hay infinidad de pruebas de que existe un Creador sabio, poderoso y lleno
de amor. ¿A qué pruebas nos referimos? ¿Son confiables? Para encontrar la
respuesta, analicemos lo que el apóstol Pablo escribió a los cristianos de Roma.
Él dijo: “Las cualidades invisibles de [Dios] se ven claramente desde la creación
del mundo en adelante, porque se perciben por las cosas hechas, hasta su poder
[eterno] y Divinidad, de modo que ellos son inexcusables” (Romanos 1:20). Tal como
señala Pablo, la creación lleva la firma de su Creador. Analicemos un poco más
estas palabras.
Pablo escribió que las cualidades de Dios pueden verse “desde la creación del
mundo”. En este caso, la palabra griega que se traduce “mundo” se refiere a la
humanidad, no al planeta Tierra. Lo que Pablo estaba diciendo es que desde el
momento en que fue creada, la humanidad ha podido percibir las cualidades de Dios
en la creación.
Las pruebas no están ocultas; “se ven claramente” a nuestro alrededor. Las
creaciones —desde la más grande hasta la más pequeña— revelan la existencia de
un Creador que posee cualidades maravillosas. Pensemos, por ejemplo, en el
inteligente diseño de la naturaleza. ¿Acaso no demuestra lo sabio que es Dios?
¿Y los cielos estrellados? ¿Y las fuertes olas del mar? ¿No dan prueba de su poder?
¿Qué hay de la variedad de sabores que deleitan nuestro paladar, o de la belleza de
los amaneceres y las puestas de sol? ¿Verdad que dejan ver el amor que Dios
siente por la humanidad? (Salmo 104:24; Isaías 40:26.)
Son tan claras las pruebas que quienes no las ven y se niegan a creer en Dios
“son inexcusables”. Un erudito lo explica de la siguiente manera. Imagine que un
conductor ve una señal de tránsito que dice: “Desvío. Gire a la izquierda”, pero no le
hace caso. Cuando un policía lo detiene para darle una multa, el conductor le dice
que no vio la señal. La excusa no convence al policía porque la señal está a plena
vista y el conductor no tiene problemas de visión. Además, este tiene la
responsabilidad de fijarse en todas las señales y obedecerlas. Del mismo modo, las
pruebas de la existencia de Dios que hay en la naturaleza están a plena vista.
Y nosotros, que somos seres racionales, podemos verlas. No tenemos motivos para
ignorarlas.
En efecto, la creación revela mucho acerca de nuestro Creador. Pero hay un libro
que revela aún más sobre él, la Biblia. En sus páginas se responde esta importante
pregunta: ¿cuál es el propósito de Dios para la Tierra y la humanidad? Saber la
respuesta nos ayudará a tener una buena relación con Dios, cuyas “cualidades
invisibles [...] se ven claramente” en el mundo que nos rodea.

Lectura bíblica recomendada para este mes


Romanos 1 a 16
[Nota]
La Biblia también dice que el “mundo” es culpable de pecado y que necesita un
salvador, lo cual demuestra que, en estos casos, el término se refiere a la
humanidad y no a la Tierra (Juan 1:29; 4:42; 12:47).
[Comentario de la página 11]
La creación lleva la firma de su Creador

*** cf cap. 13 págs. 133-134 párrs. 14-15 “Yo amo al Padre” ***
14
Otra forma en que Jesús mantuvo fuerte su amor a Jehová fue orando de
continuo. Aunque era un hombre amigable y disfrutaba de estar con otras personas,
es interesante notar lo mucho que valoraba la soledad. Por ejemplo, Lucas 5:16 dice
que “continuaba en retiro en los desiertos áridos [...] orando”. Asimismo, Mateo 14:23
relata: “Por fin, habiendo despedido a las muchedumbres, subió solo a la montaña a
orar. Aunque se hizo tarde, estaba allí solo”. Jesús buscó la soledad en estas y en
otras ocasiones, no porque fuera un ermitaño ni porque rehuyera la compañía de los
demás, sino porque deseaba estar a solas con su Padre y hablar libremente con él
mediante la oración.
15
En sus oraciones, Jesús empleó a veces la expresión “Abba, Padre” (Marcos
14:36). En aquel entonces, Abba era una palabra cariñosa para “padre”, muy común
en el uso familiar; figuraba entre las primeras palabras que aprendían los niños.
Al mismo tiempo, era un término respetuoso. Si bien revelaba la intimidad del Hijo
que habla a su Padre amado, también indicaba profundo respeto por la autoridad
paterna de Jehová. Tal combinación de intimidad y respeto se percibe en todas las
oraciones de Jesús registradas en la Biblia. Por ejemplo, en el capítulo 17 de Juan,
el apóstol puso por escrito la larga y sincera oración que Jesús hizo la última noche
de su vida humana. Cuando la estudiamos, nos sentimos profundamente
conmovidos. Pero es fundamental que hagamos algo más: que imitemos dicha
oración. ¿Cómo podemos hacerlo? No repitiéndola, por supuesto, sino buscando la
forma de hablar desde el corazón con nuestro Padre celestial cuantas veces sea
posible. Al hacerlo, mantendremos vivo y fuerte nuestro amor por él.
*** cf cap. 13 págs. 133-134 párrs. 14-15 “Yo amo al Padre” ***
14
Otra forma en que Jesús mantuvo fuerte su amor a Jehová fue orando de
continuo. Aunque era un hombre amigable y disfrutaba de estar con otras personas,
es interesante notar lo mucho que valoraba la soledad. Por ejemplo, Lucas 5:16 dice
que “continuaba en retiro en los desiertos áridos [...] orando”. Asimismo, Mateo 14:23
relata: “Por fin, habiendo despedido a las muchedumbres, subió solo a la montaña a
orar. Aunque se hizo tarde, estaba allí solo”. Jesús buscó la soledad en estas y en
otras ocasiones, no porque fuera un ermitaño ni porque rehuyera la compañía de los
demás, sino porque deseaba estar a solas con su Padre y hablar libremente con él
mediante la oración.
15
En sus oraciones, Jesús empleó a veces la expresión “Abba, Padre” (Marcos
14:36). En aquel entonces, Abba era una palabra cariñosa para “padre”, muy común
en el uso familiar; figuraba entre las primeras palabras que aprendían los niños.
Al mismo tiempo, era un término respetuoso. Si bien revelaba la intimidad del Hijo
que habla a su Padre amado, también indicaba profundo respeto por la autoridad
paterna de Jehová. Tal combinación de intimidad y respeto se percibe en todas las
oraciones de Jesús registradas en la Biblia. Por ejemplo, en el capítulo 17 de Juan,
el apóstol puso por escrito la larga y sincera oración que Jesús hizo la última noche
de su vida humana. Cuando la estudiamos, nos sentimos profundamente
conmovidos. Pero es fundamental que hagamos algo más: que imitemos dicha
oración. ¿Cómo podemos hacerlo? No repitiéndola, por supuesto, sino buscando la
forma de hablar desde el corazón con nuestro Padre celestial cuantas veces sea
posible. Al hacerlo, mantendremos vivo y fuerte nuestro amor por él.

*** w14 15/2 pág. 25 Jehová, nuestro mejor Amigo ***


LOS AMIGOS SE COMUNICAN
18
La amistad se hace más profunda cuando hay una buena comunicación.
En esta era de Internet y tecnología, las redes sociales y los mensajes de texto se
han vuelto muy populares. Pero ¿qué lugar ocupa en nuestra vida la comunicación
personal con Jehová, nuestro mejor Amigo? Sabemos que él es el “Oidor de la
oración” (Sal. 65:2). ¿Con cuánta frecuencia tomamos la iniciativa y le hablamos?
19
A algunos siervos de Dios les cuesta abrir su corazón y expresar sus
sentimientos más profundos. Sin embargo, eso es precisamente lo que Jehová
quiere que hagamos al orar (Sal. 119:145; Lam. 3:41). Y si no encontramos palabras
para describir lo que sentimos, la Biblia nos ayuda. Pablo escribió a los cristianos de
Roma: “El problema de lo que debemos pedir en oración como necesitamos hacerlo
no lo sabemos, pero el espíritu mismo aboga por nosotros con gemidos
no expresados. Sin embargo, el que escudriña los corazones sabe cuál es la
intención del espíritu, porque este aboga en conformidad con Dios por los santos”
(Rom. 8:26, 27). Meditar en las palabras contenidas en libros bíblicos como Job,
Salmos y Proverbios nos ayudará a expresarle a Jehová nuestros sentimientos más
íntimos.
20
Cuando afrontemos situaciones penosas, sigamos el consejo que Pablo
escribió por inspiración divina a los cristianos filipenses: “No se inquieten por cosa
alguna, sino que en todo, por oración y ruego junto con acción de gracias, dense a
conocer sus peticiones a Dios”. Esa comunicación sin trabas con nuestro mejor
Amigo nos dará fuerzas y consuelo, pues Pablo añadió: “Y la paz de Dios que
supera a todo pensamiento guardará sus corazones y sus facultades mentales
mediante Cristo Jesús” (Filip. 4:6, 7). Atesoremos siempre la incomparable “paz de
Dios” que verdaderamente protege nuestra mente y nuestro corazón.
21
La oración nos permite estrechar la amistad con Jehová. Por lo tanto, “ore[mos]
incesantemente” (1 Tes. 5:17). Que este artículo fortalezca la valiosa relación que
tenemos con Dios y nuestra determinación de cumplir sus justos requisitos.
Y pensemos en cuánto nos beneficia que Jehová sea nuestro Padre, nuestro Dios y
nuestro Amigo.

*** w02 15/10 págs. 17-18 párr. 16 Jehová se interesa por nosotros ***
16
¿Está usted convencido de que Jehová tiene poder para salvarnos? ¿Siente su
protección angélica? ¿Ha gustado y visto personalmente que Jehová es bueno?
¿Cuándo fue la última vez que percibió que Jehová había sido bueno con usted?
Haga memoria. ¿Fue en aquel último hogar que visitó en el ministerio, justo cuando
creía que no podía más? Quizá en ese momento tuvo una magnífica conversación
con el amo de casa. ¿Se acordó de darle gracias a Jehová por haberle
proporcionado las fuerzas que necesitaba y por bendecirlo de esa forma?
(2 Corintios 4:7.) Por otra parte, es posible que le resulte difícil recordar algún acto
bondadoso que Jehová haya efectuado por usted. Tal vez tenga que retroceder en el
tiempo una semana, un mes, un año o incluso más. En ese caso, ¿por qué no se
esfuerza por acercarse más a Jehová y ver cómo él lo guía y dirige? El apóstol
Pedro aconsejó a los cristianos: “Humíllense [...] bajo la poderosa mano de Dios, [...]
a la vez que echan sobre él toda su inquietud, porque él se interesa por ustedes”
(1 Pedro 5:6, 7). Le asombrará ver cuánto se interesa él por usted (Salmo 73:28).
*** w12 15/2 pág. 7 párrs. 16-17 Imitemos la actitud vigilante de Jesús ***
16
Cuando Jesús afrontó situaciones difíciles, se negó rotundamente a confiar en
su propio entendimiento. ¡Imagínese! El hombre más sabio que ha pisado la Tierra
no se fió de su propia sabiduría. Por citar un caso, cuando Satanás lo tentó, usó
varias veces la frase: “Está escrito” (Mat. 4:4, 7, 10). Más bien, se apoyó en la
sabiduría de su Padre para resistir la tentación, mostrando así la humildad que
Satanás tanto desprecia y de la que carece totalmente. ¿Actuamos nosotros igual
que Jesús? El cabeza de familia que imita su actitud vigilante se guía por la Palabra
de Dios, en particular cuando pasa por dificultades. Y eso es precisamente lo que
están haciendo miles de cristianos por todo el mundo. Con fidelidad, buscan primero
el Reino de Dios y la adoración pura, anteponiendo estas cosas a los intereses
materiales. De este modo, brindan el mejor cuidado a sus familias. Jehová, por su
parte, bendice los esfuerzos que realizan para sostener a los suyos, tal como
promete Su Palabra (Mat. 6:33).
17
No cabe duda: Jesús nos dio el mejor ejemplo posible de vigilancia, un ejemplo
que es provechoso y que puede hasta salvarnos la vida. Recordemos que Satanás
quiere dormirnos espiritualmente, pues en ese estado tendremos una fe débil,
nuestro deseo de adorar a Jehová irá languideciendo y nuestra lealtad a él se verá
comprometida (1 Tes. 5:6). No le demos ese gusto. Mantengámonos vigilantes como
Jesús: vigilantes en la oración, en el ministerio y en la adversidad. Así disfrutaremos
de una vida rica, plena y feliz aun en las horas agonizantes de este mundo.
Tendremos asimismo la seguridad de que cuando el Amo venga a destruir este
sistema de cosas, nos encontrará alerta y activos, efectuando la voluntad de su
Padre. ¡Qué contento se pondrá Jehová cuando nos premie por nuestra fidelidad!
(Rev. 16:15.)
*** w12 15/2 pág. 7 párrs. 16-17 Imitemos la actitud vigilante de Jesús ***
16
Cuando Jesús afrontó situaciones difíciles, se negó rotundamente a confiar en
su propio entendimiento. ¡Imagínese! El hombre más sabio que ha pisado la Tierra
no se fió de su propia sabiduría. Por citar un caso, cuando Satanás lo tentó, usó
varias veces la frase: “Está escrito” (Mat. 4:4, 7, 10). Más bien, se apoyó en la
sabiduría de su Padre para resistir la tentación, mostrando así la humildad que
Satanás tanto desprecia y de la que carece totalmente. ¿Actuamos nosotros igual
que Jesús? El cabeza de familia que imita su actitud vigilante se guía por la Palabra
de Dios, en particular cuando pasa por dificultades. Y eso es precisamente lo que
están haciendo miles de cristianos por todo el mundo. Con fidelidad, buscan primero
el Reino de Dios y la adoración pura, anteponiendo estas cosas a los intereses
materiales. De este modo, brindan el mejor cuidado a sus familias. Jehová, por su
parte, bendice los esfuerzos que realizan para sostener a los suyos, tal como
promete Su Palabra (Mat. 6:33).
17
No cabe duda: Jesús nos dio el mejor ejemplo posible de vigilancia, un ejemplo
que es provechoso y que puede hasta salvarnos la vida. Recordemos que Satanás
quiere dormirnos espiritualmente, pues en ese estado tendremos una fe débil,
nuestro deseo de adorar a Jehová irá languideciendo y nuestra lealtad a él se verá
comprometida (1 Tes. 5:6). No le demos ese gusto. Mantengámonos vigilantes como
Jesús: vigilantes en la oración, en el ministerio y en la adversidad. Así disfrutaremos
de una vida rica, plena y feliz aun en las horas agonizantes de este mundo.
Tendremos asimismo la seguridad de que cuando el Amo venga a destruir este
sistema de cosas, nos encontrará alerta y activos, efectuando la voluntad de su
Padre. ¡Qué contento se pondrá Jehová cuando nos premie por nuestra fidelidad!
(Rev. 16:15.)

*** cf cap. 7 pág. 72 párrs. 15-16 “Consideren con sumo cuidado [...] al que ha
aguantado” ***
15
Aunque Jesús era el Hijo perfecto de Dios, no confió en sus propias fuerzas
para aguantar, sino que acudió a su Padre celestial por ayuda. El apóstol Pablo
escribió: “Cristo ofreció ruegos y también peticiones a Aquel que podía salvarlo de la
muerte, con fuertes clamores y lágrimas” (Hebreos 5:7). Observe que Jesús “ofreció”
no solo peticiones, sino también ruegos. El término ruego se refiere a una súplica
especialmente sincera e intensa; significa implorar ayuda. La palabra “ruegos”, en
plural, indica que Jesús le imploró a Jehová en más de una ocasión. De hecho, en el
jardín de Getsemaní, él oró con fervor una y otra vez (Mateo 26:36-44).
16
Jesús tenía plena confianza en que Jehová escucharía sus ruegos, pues sabía
que su Padre es el “Oidor de la oración” (Salmo 65:2). Durante su existencia
prehumana, el Hijo primogénito había visto al Padre contestar las oraciones de sus
siervos fieles. Él estaba en los cielos cuando Jehová envió a un ángel para
responder a la oración sincera del profeta Daniel, incluso antes de que terminara de
orar (Daniel 9:20, 21). ¿Cómo, entonces, no iba a contestar el Padre a su Hijo
unigénito cuando este le abriera su corazón “con fuertes clamores y lágrimas”?
Jehová respondió a las súplicas de su Hijo y mandó a un ángel para que lo
fortaleciera y así pudiera resistir la prueba (Lucas 22:43).
*** cf cap. 7 pág. 72 párrs. 15-16 “Consideren con sumo cuidado [...] al que ha
aguantado” ***
15
Aunque Jesús era el Hijo perfecto de Dios, no confió en sus propias fuerzas
para aguantar, sino que acudió a su Padre celestial por ayuda. El apóstol Pablo
escribió: “Cristo ofreció ruegos y también peticiones a Aquel que podía salvarlo de la
muerte, con fuertes clamores y lágrimas” (Hebreos 5:7). Observe que Jesús “ofreció”
no solo peticiones, sino también ruegos. El término ruego se refiere a una súplica
especialmente sincera e intensa; significa implorar ayuda. La palabra “ruegos”, en
plural, indica que Jesús le imploró a Jehová en más de una ocasión. De hecho, en el
jardín de Getsemaní, él oró con fervor una y otra vez (Mateo 26:36-44).
16
Jesús tenía plena confianza en que Jehová escucharía sus ruegos, pues sabía
que su Padre es el “Oidor de la oración” (Salmo 65:2). Durante su existencia
prehumana, el Hijo primogénito había visto al Padre contestar las oraciones de sus
siervos fieles. Él estaba en los cielos cuando Jehová envió a un ángel para
responder a la oración sincera del profeta Daniel, incluso antes de que terminara de
orar (Daniel 9:20, 21). ¿Cómo, entonces, no iba a contestar el Padre a su Hijo
unigénito cuando este le abriera su corazón “con fuertes clamores y lágrimas”?
Jehová respondió a las súplicas de su Hijo y mandó a un ángel para que lo
fortaleciera y así pudiera resistir la prueba (Lucas 22:43).

Lección dos
19
A algunos siervos de Dios les cuesta abrir su corazón y expresar sus
sentimientos más profundos. Sin embargo, eso es precisamente lo que Jehová
quiere que hagamos al orar (Sal. 119:145; Lam. 3:41). Y si no encontramos palabras
para describir lo que sentimos, la Biblia nos ayuda. Pablo escribió a los cristianos de
Roma: “El problema de lo que debemos pedir en oración como necesitamos hacerlo
no lo sabemos, pero el espíritu mismo aboga por nosotros con gemidos
no expresados. Sin embargo, el que escudriña los corazones sabe cuál es la
intención del espíritu, porque este aboga en conformidad con Dios por los santos”
(Rom. 8:26, 27). Meditar en las palabras contenidas en libros bíblicos como Job,
Salmos y Proverbios nos ayudará a expresarle a Jehová nuestros sentimientos más
íntimos.
20
Cuando afrontemos situaciones penosas, sigamos el consejo que Pablo
escribió por inspiración divina a los cristianos filipenses: “No se inquieten por cosa
alguna, sino que en todo, por oración y ruego junto con acción de gracias, dense a
conocer sus peticiones a Dios”. Esa comunicación sin trabas con nuestro mejor
Amigo nos dará fuerzas y consuelo, pues Pablo añadió: “Y la paz de Dios que
supera a todo pensamiento guardará sus corazones y sus facultades mentales
mediante Cristo Jesús” (Filip. 4:6, 7). Atesoremos siempre la incomparable “paz de
Dios” que verdaderamente protege nuestra mente y nuestro corazón.
Está usted convencido de que Jehová tiene poder para salvarnos? ¿Siente su
protección angélica? ¿Ha gustado y visto personalmente que Jehová es bueno?
¿Cuándo fue la última vez que percibió que Jehová había sido bueno con usted?
Haga memoria. ¿Fue en aquel último hogar que visitó en el ministerio, justo cuando
creía que no podía más? Quizá en ese momento tuvo una magnífica conversación
con el amo de casa. ¿Se acordó de darle gracias a Jehová por haberle
proporcionado las fuerzas que necesitaba y por bendecirlo de esa forma?
(2 Corintios 4:7.) Por otra parte, es posible que le resulte difícil recordar algún acto
bondadoso que Jehová haya efectuado por usted. Tal vez tenga que retroceder en el
tiempo una semana, un mes, un año o incluso más. En ese caso, ¿por qué no se
esfuerza por acercarse más a Jehová y ver cómo él lo guía y dirige? El apóstol
Pedro aconsejó a los cristianos: “Humíllense [...] bajo la poderosa mano de Dios, [...]
a la vez que echan sobre él toda su inquietud, porque él se interesa por ustedes”
(1 Pedro 5:6, 7). Le asombrará ver cuánto se interesa él por usted (Salmo 73:28).
A principios de octubre de 1946 Nathan H. Knorr, entonces presidente de la
Sociedad Watch Tower, propuso por vez primera que la Sociedad produjera una
nueva versión de las Escrituras Griegas Cristianas. La traducción misma empezó el
2 de diciembre de 1947. El texto finalizado fue sometido a cuidadosa revisión por
todo el comité de traductores, formado íntegramente por cristianos ungidos con
espíritu. El 3 de septiembre de 1949 el hermano Knorr convocó una reunión de las
juntas directivas de las corporaciones de Nueva York y Pensilvania de la Sociedad.
Les anunció que el Comité de Traducción de la Biblia del Nuevo Mundo había
finalizado una versión en idioma moderno de las Escrituras Griegas Cristianas y la
había entregado a la Sociedad para que esta la publicara. Era una versión
totalmente nueva traducida del griego original.
¿Hacía falta realmente otra traducción? La Biblia entera ya estaba publicada en
190 lenguas, y por lo menos había partes de ella traducidas a otros 928 idiomas y
dialectos. En diferentes ocasiones los testigos de Jehová han usado muchas de
esas traducciones. No obstante, la realidad es que la mayor parte de ellas son obra
de clérigos y misioneros de las sectas de la cristiandad, y en mayor o menor grado
manifiestan la influencia de las filosofías paganas y tradiciones antibíblicas que sus
sistemas religiosos heredaron del pasado, así como del prejuicio de la alta crítica.
Además, estaban apareciendo manuscritos bíblicos más antiguos y fiables. Los
hallazgos arqueológicos contribuían a que se comprendiera mejor el griego del
siglo I. También, los idiomas de las versiones han sufrido cambios con el paso de los
añosCómo escoger una buena traducción de la Biblia

PUESTO que la Biblia fue escrita originalmente en hebreo, arameo y griego, la


mayoría de las personas que desean leerla dependen de una traducción.
La Biblia es hoy por hoy el libro más traducido de la historia, pues puede leerse
entera o en parte en más de dos mil cuatrocientos idiomas. Y en algunos de estos
no hay una sola traducción, sino muchas. Si en su idioma usted tiene la posibilidad
de elegir, sin lugar a dudas querrá emplear la mejor traducción existente.
A fin de tomar una buena decisión, primero debe dar respuesta a las siguientes
preguntas: ¿Qué tipos de traducciones existen? ¿Qué ventajas e inconvenientes
presentan? Y ¿por qué debemos tener cautela al leer algunas traducciones bíblicas?
De un extremo al otro
Aunque las traducciones de la Biblia abarcan una amplia variedad de estilos,
todas pertenecen a una de tres categorías básicas. En un extremo de la escala se
hallan las versiones interlineales, que contienen el texto en la lengua original junto
con una traducción palabra por palabra a la lengua de destino.
En el otro extremo están las paráfrasis. Los traductores de estas versiones
frasean libremente el mensaje bíblico tal como lo entienden, y lo presentan de un
modo que, en su opinión, será más atrayente a los lectores.
Por último, en la tercera categoría están las traducciones que se esfuerzan por
hallar un equilibrio entre estos dos extremos. Tales versiones bíblicas intentan
transmitir el sabor y el significado de las expresiones del idioma original, pero, al
mismo tiempo, procuran que el texto sea fácil de leer.
¿Son mejores las traducciones palabra por palabra?
Traducir estrictamente una palabra por otra no suele ser la mejor manera de
expresar el significado de un pasaje bíblico. ¿Por qué no? Aunque hay varias
razones, analicemos dos de ellas:
1. No hay dos idiomas que tengan exactamente la misma gramática,
vocabulario y forma de expresar las ideas. El profesor de hebreo
S. R. Driver señala que las lenguas “no solo difieren en su gramática y
vocabulario, sino también [...] en la manera de construir las frases para
expresar las ideas”. Las personas que hablan un idioma no piensan igual que
las que hablan otro. “Por consiguiente —añade el profesor Driver—, las
formas que adoptan las frases no son las mismas.”
Puesto que ningún idioma refleja exactamente el vocabulario y la gramática del
hebreo y el griego bíblicos, una traducción palabra por palabra sería poco clara y
hasta podría transmitir un significado erróneo. Veámoslo en los siguientes ejemplos.
En su carta a los Efesios, el apóstol Pablo utilizó una expresión que literalmente
se traduce “en el juego de dados de los hombres” (Efesios 4:14, Jünemann, nota).
Esta expresión alude a la práctica de hacer trampas en los dados. Sin embargo, en
la mayoría de los idiomas, una traducción literal no tendría ningún sentido. Por lo
tanto, una manera más clara de transmitir el significado de esta expresión es
traduciéndola “las tretas de los hombres”.
Al escribir a los romanos, Pablo empleó una expresión griega que significa
literalmente “en el espíritu, hirvientes” (Romanos 12:11, Bover-Cantera). ¿Le suena
a usted natural esta expresión? En realidad, la frase original transmite la idea de
estar radiantes, o fulgurantes, con el espíritu.
Observe este otro ejemplo. En uno de sus más famosos discursos, Jesús empleó
una expresión que a menudo se traduce así: “Bienaventurados los pobres de
espíritu” (Mateo 5:3). En numerosos idiomas, una traducción literal como esta
oscurecería el significado original. De hecho, en algunos casos incluso implicaría
que “los pobres de espíritu” son personas que sufren un desequilibrio mental o que
carecen de vitalidad y determinación. Sin embargo, Jesús usó esa expresión para
enseñar a la gente que su felicidad no dependía de satisfacer sus necesidades
físicas, sino de reconocer que necesitaban la guía divina (Lucas 6:20). De modo que
traducciones como “los que tienen conciencia de su necesidad espiritual” o “los que
reconocen su necesidad espiritual” comunican con mayor exactitud el verdadero
significado (Mateo 5:3; Versión Popular, también conocida como Dios habla hoy).
2. El significado de una palabra o expresión puede variar dependiendo del
contexto en que se use. Tomemos por caso la expresión hebrea que
normalmente alude a la mano. Tal expresión puede adoptar una amplia
variedad de significados, dependiendo del contexto. Puede, por ejemplo,
traducirse por “control”, “a mano abierta” o “poder” (2 Samuel 8:3; 1 Reyes
10:13; Proverbios 18:21). De hecho, este término en particular se vierte de
más de cuarenta maneras distintas en la Traducción del Nuevo Mundo de las
Santas Escrituras en inglés.
Puesto que el contexto puede influir en el significado de una palabra, la
Traducción del Nuevo Mundo en inglés emplea cerca de 16.000 expresiones para
traducir unos 5.500 vocablos griegos, así como más de 27.000 expresiones para
traducir unas 8.500 palabras hebreas. ¿A qué se debe esa variedad en la traducción
de las palabras? El comité de traducción consideró que transmitir su sentido más
exacto de acuerdo con el contexto era más importante que producir una versión
estrictamente literal. Aun así, la Traducción del Nuevo Mundo en inglés emplea,
siempre que es posible, las mismas palabras al traducir los términos hebreos y
griegos.
Pero está claro que no basta con traducir de la misma manera un término del
idioma bíblico original cada vez que aparezca. Por eso, los traductores deben
seleccionar con buen criterio las palabras que comuniquen las ideas con exactitud y
claridad. Además, han de combinar las palabras y frases según las reglas
gramaticales del idioma al que traducen.
¿Qué hay de las traducciones libres?
Los traductores de las comúnmente llamadas paráfrasis de la Biblia se toman la
libertad de alterar en alguna medida lo que dicen los textos originales. ¿De qué
manera? O bien insertando expresiones que reflejan su opinión sobre el posible
significado del texto original, o bien omitiendo alguna información. Las paráfrasis
pueden resultar atractivas porque son fáciles de leer. Sin embargo, a veces, su estilo
libre oscurece o cambia el significado del texto original.
Veamos, por ejemplo, la forma en que una traducción libre vierte la famosa
oración modelo de Jesús: “Padre nuestro que estás en el cielo: Que todos
reconozcan que tú eres el verdadero Dios” (Mateo 6:9, Traducción en lenguaje
actual [TLA], también conocida como Biblia en Lenguaje Sencillo). Pero una
traducción más exacta sería esta: “Padre nuestro que estás en los cielos, santificado
sea tu nombre”. Observemos también de qué manera se vierte Juan 17:26 en
algunas Biblias. Según la traducción libre ya citada, Jesús dirigió estas palabras a su
Padre la noche que fue arrestado: “Les he dicho quién eres” (TLA). Sin embargo,
una traducción más fiel es la siguiente: “Les he dado a conocer tu nombre”. ¿Se da
usted cuenta de cómo algunos traductores en realidad ocultan el hecho de que Dios
tiene un nombre que debemos usar y honrar?
¿Por qué hay que tener cautela?
Algunas traducciones libres oscurecen las normas morales expresadas en el
texto original. Por ejemplo, cierta versión dice en 1 Corintios 6:9, 10:
“¿No comprenden que esa no es forma de vivir? Los injustos que no se preocupan
por Dios no tendrán parte en su reino. Quienes son culpables de uso y abuso del
prójimo, uso y abuso del sexo, uso y abuso de la tierra y de todo lo que hay en ella,
no pueden ser ciudadanos en el reino de Dios” (The Message: The Bible in
Contemporary Language).
Compare esas palabras con la versión más exacta que presenta la Traducción
del Nuevo Mundo: “¿No saben que los injustos no heredarán el reino de Dios? No se
extravíen. Ni fornicadores, ni idólatras, ni adúlteros, ni hombres que se tienen para
propósitos contranaturales, ni hombres que se acuestan con hombres, ni ladrones,
ni personas dominadas por la avidez, ni borrachos, ni injuriadores, ni los que
practican extorsión heredarán el reino de Dios”. Note que la traducción libre
ni siquiera menciona las conductas específicas que Pablo nos dice que debemos
evitar.
Las convicciones doctrinales del traductor también pueden condicionar su labor.
Por ejemplo, según la Versión Nueva Vida, Jesús dijo a sus discípulos: “Entren por la
puerta angosta, porque la puerta y el camino que llevan al infierno son anchos y
grandes; mucha gente pasa por esa puerta” (Mateo 7:13). Los traductores insertaron
el término “infierno” a pesar de que el relato de Mateo dice claramente “destrucción”.
¿Por qué lo hicieron? Probablemente porque querían promover la idea de que los
malvados serán atormentados eternamente, no destruidos.
Cómo hallar la mejor traducción
La Biblia fue escrita en el lenguaje cotidiano de personas comunes y corrientes,
como agricultores, pastores y pescadores (Nehemías 8:8, 12; Hechos 4:13). Por lo
tanto, una buena traducción de la Biblia es la que pone su mensaje al alcance de
personas sinceras de todo nivel social. He aquí otros requisitos:
◗ Transmitir con exactitud el mensaje original que fue inspirado por Dios (2 Timoteo
3:16).
◗ Traducir literalmente el significado de las palabras siempre y cuando la redacción y
la estructura del texto original se puedan reproducir en la lengua a la que se traduce.
◗ Comunicar el sentido correcto de una palabra o frase cuando una traducción literal
distorsionaría u oscurecería el significado.
◗ Emplear un lenguaje sencillo que invite a la lectura.
¿Existe una traducción que cumpla con todos estos requisitos? Millones de
lectores de esta revista prefieren la Traducción del Nuevo Mundo. ¿Por qué? Porque
comparten los puntos de vista de su comité de traducción, expresados en el prólogo
de la primera edición en inglés: “No ofrecemos una paráfrasis de las Escrituras.
Desde el principio hasta el fin nos hemos esforzado por recurrir a la traducción más
literal posible, siempre que lo permita el modismo moderno inglés y que la traducción
literal no oculte las ideas”.
La Traducción del Nuevo Mundo se ha impreso entera o en parte en más de 60
idiomas, con una tirada total que supera los 145 millones. Si está disponible en su
idioma, ¿por qué no les pide un ejemplar a los testigos de Jehová y comprueba por
sí mismo las ventajas de esta traducción exacta?
Los estudiantes sinceros de la Biblia desean comprender el mensaje que Dios
inspiró y obrar en consecuencia con él. Si usted es una de tales personas, necesita
una traducción de la Biblia que sea exacta. En realidad, no debería conformarse con
menos.
[Notas]
Este tipo de lecturas es habitual en las versiones interlineales, que presentan una
traducción literal de cada palabra junto con el texto en el idioma original.
Cabe mencionar que algunas traducciones bíblicas en inglés emplean una cantidad
mucho mayor de equivalentes que la Traducción del Nuevo Mundo, por lo que su
uniformidad y coherencia es menor.
La Biblia enseña que el alma muere y que, al morir, regresamos al polvo y dejamos
de pensar y sentir (Génesis 3:19; Eclesiastés 9:5, 6; Ezequiel 18:4). En ninguna
parte se dice que las almas de los malvados sufren un tormento eterno en el
infierno.
[Comentario de la página 21]
Las paráfrasis pueden resultar atractivas porque son fáciles de leer. Sin embargo, a
veces, su estilo libre oscurece o cambia el significado del texto original
[Comentario de la página 22]
La Traducción del Nuevo Mundo de las Santas Escrituras se ha impreso entera o en
parte en más de 60 idiomas, con una tirada total que supera los 145 millones
[Ilustración y recuadro de la página 20]
UNA ANTIGUA PARÁFRASIS
Las paráfrasis, o traducciones libres, de la Biblia no son nuevas. En la antigüedad,
el pueblo judío compiló lo que hoy se conoce como los tárgumes arameos, que son
una paráfrasis de las Escrituras. Aunque no constituyen traducciones exactas, sí
revelan cómo entendían los judíos algunos textos y ayudan a los traductores a
determinar el significado de ciertos pasajes difíciles. Por ejemplo, explican que la
expresión “hijos de Dios” que se halla en Job 38:7 significa “catervas [o grupos] de
ángeles”. Los tárgumes también indican que la preposición hebrea con que se
describe a Nemrod en Génesis 10:9 conlleva el significado hostil de “contra” o “en
oposición a”, más bien que un simple y neutro “delante de”. Estas paráfrasis
acompañan al texto bíblico, pero nunca con la intención de sustituir a la propia Biblia.
[Ilustración]
SECCIÓN DE LA POLÍGLOTA DE LONDRES (CONCLUIDA EN 1657), JOB 38:1-15
Texto bíblico hebreo (con su traducción interlineal al latín)
Texto correspondiente del Tárgum arameo
[Ilustración de la página 19]
SECCIÓN DE THE KINGDOM INTERLINEAR TRANSLATION OF THE GREEK
SCRIPTURES, EFESIOS 4:14
Columna izquierda: traducción palabra por palabra; columna derecha: traducción
basada en el significado
[Reconocimiento de la página 18]
Fondo: Shrine of the Book, Museo de Israel (Jerusalén)

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