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a. La tarea inmediata a que se ve enfrentado el analista que trata más de un enfermo por día le
parecerá la más difícil. Consiste en guardar en la memoria los innumerables nombres, fechas,
detalles del recuerdo, ocurrencias y producciones patológicas que se presentan durante la cura.
La técnica es muy simple: desautoriza todo recurso auxiliar, aun el tomar apuntes, y consiste
meramente en no querer fijarse en nada en particular y en prestar a todo cuanto uno escucha
la misma “atención parejamente flotante”. Tan pronto como uno tensa adrede su atención
hasta cierto nivel, empieza también a escoger entre el material ofrecido. Si en la selección uno
sigue sus expectativas, corre el riesgo de no hallar nunca más de lo que ya sabe. Más de las veces
uno tiene que escuchar cosas cuyo significado solo con posterioridad (nachträglich) discernirá.
b. Mientras uno toma apuntes o traza signos taquigráficos, forzosamente practica una dañina
selección en el material. Sin embargo, no cabe objetar que se hagan algunas excepciones a esta
regla para fechas, textos de sueños o ciertos resultados dignos de nota que puedan
desprenderse con facilidad del contexto y se presenten para utilizarlos como ejemplos
autónomos.
c. Tomar notas durante la sesión con el paciente se podría justificar por el designio de convertir
al caso tratado en tema de una publicación científica.
Para el analista, la conducta correcta consistirá en pasar de una actitud psíquica a la otra al
compás de sus necesidades; en no especular ni cavilar mientras analiza, y en someter el material
adquirido al trabajo sintético del pensar sólo después de concluido el análisis.
e. En el tratamiento psicoanalítico tomen por modelo al cirujano que deja de lado todos sus
afectos y aun su compasión humana, y concentra sus fuerzas espirituales en una meta única:
realizar una operación lo más acorde posible a las reglas del arte. Para el psicoanalista, en las
circunstancias hoy reinantes, hay una tendencia afectiva peligrosísima: la ambición de obtener,
con su nuevo y tan atacado instrumento, un logro convincente para los demás.
f. Así como este debe comunicar todo cuanto atrape en su observación de sí atajando las
objeciones lógicas y afectivas que querrían moverlo a seleccionar, de igual modo el médico debe
ponerse en estado de valorizar para los fines de la interpretación, del discernimiento de lo
inconsciente escondido, todo cuanto se le comunique, sin sustituir por una censura propia la
selección que el enfermo resignó. Debe volver hacia el inconsciente emisor del enfermo su
propio inconsciente como órgano receptor, acomodarse al analizado como el auricular del
teléfono se acomoda al micrófono.
Quien sepa apreciar el elevado valor del conocimiento de sí adquirido con tal análisis proseguirá
después como autoanálisis la exploración analítica de la persona propia y tendrá la modestia de
esperar siempre nuevos hallazgos tanto dentro como fuera de él mismo. Y quien como analista
haya desdeñado la precaución del análisis propio, no sólo se verá castigado por su incapacidad
para aprender de sus enfermos más allá de cierto límite, sino que también correrá un riesgo más
serio, que puede llegar a convertirse en un peligro para otros. Con facilidad caerá en la tentación
de proyectar sobre la ciencia, como teoría de validez universal, lo que en una sorda percepción
de sí mismo discierna sobre las propiedades de su persona propia.
g. Es por cieno tentador para el psicoanalista joven y entusiasta poner en juego mucho de su
propia individualidad para arrebatar al paciente y hacerlo elevarse sobre los límites de su
personalidad estrecha.
La solución de la trasferencia, una de las principales tareas de la cura. El médico no debe ser
trasparente para el analizado, sino, como la luna de un espejo, mostrar sólo lo que le es
mostrado. En la práctica es inobjetable que un psicoterapeuta contamine un tramo de análisis
con una porción de influjo sugestivo a fin de alcanzar resultados visibles en tiempo más breve
pero corresponde exigirle que tenga bien en claro lo que emprende, y que sepa que su método
no es el psicoanálisis correcto.
h. Otra tentación surge de la actividad pedagógica que al médico le cabe en el tratamiento
psicoanalítico. A raíz de la solución de inhibiciones del desarrollo, bien se comprende que el
médico quede habilitado para indicar nuevas metas a las aspiraciones liberadas.
No todos los neuróticos poseen un gran talento para la sublimación; de muchos se puede
suponer que en modo alguno habrían enfermado si poseyeran el arte de sublimar sus
pulsiones.
Como médico, es preciso ser sobre todo tolerante con las debilidades del enfermo, darse por
contento si, aun no siendo él del todo valioso, ha recuperado un poco de la capacidad de
producir y de gozar. La ambición pedagógica es tan inadecuada como la terapéutica. Además,
considérese que muchas personas han enfermado justamente a raíz del intento de sublimar sus
pulsiones rebasando la medida que su organización les consentía.