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2— UNIVERSIDAD AUTONOMA DE MADRID

5405142010

UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE MADRID

Facultad de Filosofía
Departamento de FILOSOFÍA

n1i82

LOS ORÍGENES DEL PSOE:


MERCANCÍA, POSITIVISMO Y SOCLDEMOCC
1879-1891

Tesis para obtener el grado de. doctor presentada por:

ENRIQUE P. MESA GARCÍA

Director:
Dr. PEDRO RIBAS

MADRID
1997
AGRADECIMIENTQ

Cuando en el curso de los acontecimientos uno se enf renta a


su primera y tal vez, por el bien de la humanidad, última tarea
filósofica, la ayuda de todos es bien acogida. Pero especialmente
resulta útil para la obra la de aquellos que con su comociluiento
pueden servir de guía y apoyo. Por ello, en primer lugar deseamos
citar aquí al Profesor Pedro Ribas, Director de esta Tesis, y
auténtico ejemplo de ayuda encaminada no a la imposición de las
propias ideas, sino al enriquecimiento intelectual a través del
debate. Sin él, el presente trabajo sería de otro modo, mucho más
pobre y mucho más subjetivo. Es él el que ha obligado, entre
otras cosas de valor, al doctorando a pulir su lenguaje,
convertido a veces en jerga particular, para resultar mínimainente
comprensible. Igualmente fue él la persona que encaminó nuestro
pasos hacia la filosofía española en general y el movimiento
obrero en particular1 por intereses concretos que a ambos nos
unen.

Pero sería injusto olvidar al departamento de pensamiento


Español de la universidad Autónoma de Madrid, los profesores
Diego Nuñez y José Luis Mora, que igualmente contribuyeron, Y
contribuyen, a ese interés por el pensamiento de nuestro país.
Tampoco queremos dejar al Profesor Manuel Benavides, ya fallecido
y con quien tanto discutimos, ni a esa enorme figura pedagógica
que es el Profesor Julio Bayón, ejemplo de maestro capaz de dar
vida a una clase creando un interés intelectual entre sus
alumnos.

Están presentes aquí también mis padres, personas en quienes


sólo he encontrado aliento y apoyo para continuar con mi tarea
elegida y a quienes va dedicada rio sólo ya esta investigación
sino también, y de antemano, cualquier otra que realice. Lo mismo
para mi familia, cuya promesa de lectura no hace sino engrandecer
su ya famosa temeridad.

3
Otro tanto ocurre con la script de mi cortometraje, que no
sólo me aguanta, sino que encima discute conmigo de filosofía
ayudando, inconmensurablemente, a la formación de aquellas ideas
que aparecen en el presente trabajo.

Y por último, una lista que no por aparecer en este lugar


resulta menos importante: Fernando Páramo, crítico y por ello
rara avis en el panorama intelectual lleno de autocoinplaciencia
y pose; Ricardo Royo—Villanova, que me despertó, como ya es
célebre, del sueño dogmático; José Francisco Gil y Javier García
Alonso, resentidos como uno mismo; Ama Bofaruli, que ayudó en la
infraestructura y la superestructura; el tcírcu1o de Quintana”,
Emilio, Moisés, Mayte, José César y el doctor Hernanz, con quien
tantas horas de discusión hemos disfrutado; y todos aquellos
otros que sin aparecer con nombres y apellidos han contribuido a
la presente investigación.

4
ÍNDICE

INTRODUCCIÓN .

PRIMERA PARTE: SALARIO Y CAPITALISMO53


Uno: capita1isitto-yTrabaJ0
Dos: La Ley Férrea de los Salarios85
Tres: Salario y Justicia
Cuatro: La Devolución del producto Íntegro del Trabajo. 123

SEGUNDA PARTE: ANTAGONISMO DE CLASE137


Uno: La sociedadde Clases141
Dos: Sólo dos clases: Burguesía y proletariado155
Tres: Clase BUrgUe5a173
Cuatro: ElPrOletariado195

TERCERA PARTE: REFORNA O REVOLUCIÓN. LA POLÍTICA DEL


PARTIDO OBRERO229
Uno: La idea de política235
Dos: La política del proletariado271
Tres: La palabra y la acción299

CUARTA PARTE: REVOLUCIÓN Y MERCADO313


Uno: La idea de Necesidad317
Dos: El Trascendente: el proceso de crisis
en el Capitalismo351

CONCLUSIONES

BIBLIOGRAFIA417
NOTA

Los textos empleados como bibliografía primaria en la


presente Tesis Doctoral responden a la siguiente nomenclatura:

i.- Informes y discursos ante la Comisión de Reformas


Sociales. Todas ellos citados según CASTILLO, Santiago, Reformas
Sociales. Información oral y escrita publicada de 1889 a 1893. 5
vois. Madrid, Ministerio de Trabajo y seguridad Social, 1985.
Para citanos se señala, si es un informe oral el día de la
sesión, el autor y el número de página en que aparece. Si es el
informe Vera, aparece su nombre, Vera, y el número de página. Si
es el de Iglesias para la Asociación del Arte de Imprimir,
aparece Iglesias, Informe de la Asociación... y el número de
página.

2.- ArtículoS de Pablo Iglesias sobre el programa socialis


ta. Aparecen citados según la versión recogida por Enrique Moral
Sandoval en su recopilación Escritos y discursos. Antología
crítica, Santiago de Compostela, Ediciones Sálvora, 1984. Reciben
su nombre, número de artículo y página según la-edición citada.

3.- Manifiestos y Programas políticOS. Bases de El Socialis


ta. Aparecen recogidos según CASTILLO, Santiago, Historia del
socialismo español (1870—1909). vol. 1, BarcelOna, Conjunto
Editorial SA, 1989. Se hace refencia al programa concreto y su
fecha. Página según la edición citada.

4.- La introducción realizada por José Mesa a su propia


traducción de 1891 de la obra de Marx La Miseria de la Filosofía,
Madrid, Gráfica Socialista, 1928. Aparece con el nombre Mesa y el
número de página.

Para más información sobre los textos, ver la presente


Introducción en las páginas 19—27.

7
INTRODUCCIÓN
“Sería por tanto imposible y erróneo presentar las

categorías económicas sucesiVa11eflte,


conforine al orden

en que ellas desempeñaron el papel dominante en la

historia. Al contrario, su orden o sucesión lo determi

na su relación mutua en la sociedad burguesa moderna,

y esta relación es directamente contraria a lo que

parece ser natural o corresponde al orden de sucesión

en el curso del desarrollo histórico. No se trata de la

posición que las relaciones económicas ocupan históri

camente en la sucesión de las diferentes formas de

sociedad. Se trata de su posición en el marco de la

sociedad burguesa moderna.”1

Existe una debatida cuestión sobre si la SocialdelfloCraCia

genera su reformismo último desde una coherencia interna a su

pensamiento fundacional o si bien es un proceso a posteriori

derivado de circunstancias históricas concretas e ideas y

corrientes ideológicas por completo ajenas a su origen. Precisa

mente es esta cuestión la que la presente Tesis Doctoral busca

dilucidar.

1 Karl Marx, Contribución a la Crítica de la economía


Política, Introducción, Moscú, Ed. Progreso, 1988, pág. 204.

11
La hipótesis principal de trabajo se inclina por la primera

de las apreciaciones: existe efectivamente una coherencia interna

entre el origen y lo que ha llegado a ser. Y precisamente es en

el nacimiento donde la investigación busca indagar las huellas

de, a través del aná1ists del discurso fundador, el surgimiento

de la actual Socialdemocracia y su pensamiento reformista. La

actualidad real del estudio radica, pues, en que, lejos de

complacerse en buscar meramente semejanzas y simetrías entre los

militantes socialistas primeros y los sectores más avanzados del

reformismo burgués del siglo XIX o bien la semejanza en la frase

o en la actuación política concreta, que pudiera deberse a

circunstancias históricas muy particulares, busca la crítica

radical de la semejanza: la crítica de la semejanza desde su

raíz.

EL MÉTODO

Parece cuando menos de obligado cumplimiento comenzar todo

trabajo escrito filosófico explicando cuáles han sido los motivos


que primero propusieron y luego han llevado a la realización de

dicha investigación. Igualmente, parece ya obligado, y hay que

hacerlo, plantear al comenzar una obra cuáles son los puntos

desde los que el objeto de estudio, en este caso el socialismo

español en sus orígenes como partido político, ha sido analizado.

Y esto sobre todo, como creemos es aquí el caso, cuando el tema

resulta investigado desde una perspectiva que, si bien no es

original, sí resulta novedosa, al menos que nosotros conozcamos,

12
para el tratamiento de este mismO tema dentro de la jstoriOgra

fía española publicada.

El hecho de que España haya sido un país donde la investiga

ción jgoriográfiCa sobre el movimiento obrero haya sido,

excepto singularidadesi de fecha muy reciente, por motivos de

todos conocidos y que no se limitaron sólo a impedir la labor

intelectual en esta tarea, da constancia de que aquélla se ha

realizado ya desde la perspectiva de lo que ha llegado a ser este


mismo movimiento. Creemos que es imposible olvidar esto: el

fracaso del movimiento obrero revolucionario delilnita la tarea

del que piensa sobre él.

Entendemos por fracaso el hecho de que ningún punto del

enunciado como programa máximo del partido socialista Obrero

Español -y de ningún otro grupo, partido políticoi movimiento

sindical o asociación de cualquier tipo relacionada con el

movimiento socialista revolucionario— se haya realizado O,

incluso, se siga manteniendo:

ttconsiderando que la necesidad, la razón y la justicia

exigen que. el antagonismo entre una y otra clase

desaparezca, reformando o destruyendo un estado social

que tiene sumidos en la miseria a los que emplean toda

su vida en producir la riqueza que poseen los que en

muy poco o en nada son útiles a la sociedad;

13
Que esto no se puede conseguir más que de un solo modo:

aboliendo las clases y con ellas los privilegios y las

injusticias que actualmente reinan y creando en su

lugar colectividades obreras unidas entre sí por la

reciprocidad y el interés común;

Que las transformaciones de la propiedad indivi

dual en propiedad social o de la sociedad entera es la

base firme y segura en que ha de descansar la emancipa

ción de los trabajadores.

Que la poderosa palanca con que éstos han de

remover y destruir los obstáculos que a dicha transfor

mación de la propiedad se opongan ha de ser el poder

político, del cual se vale la clase media para impedir

la reivindicación de nuestros derechos.

Por todas estas razones, el Partido Socialista

Obrero español declara que su aspiración es:

Abolición de clases, o sea, emancipación coxnpleta

de los trabajadores. Transformación de la propiedad

individual en propiedad social o de la sociedad entera.

Posesión del poder político por la clase trabajado

ra •

2 Programa del Partido Socialista Obrero Español. 20 de


julio de 1879. Pág. 319 y 320.
La idea de “reformando o destruyendo” será estudiada con
posterioridad y profusamente a lo largo de la presente investiga—

14
Es ingenuo, y por lo tanto ha llegado a ser falso,

pretender partir de una supuesta tabula rasa del filósofo que

ahora estudia el partido Socialista del siglo diecinueve. Su

conciencia conoce el resultado de la acción llevada a cabo por

dicho movimiento y sus, conscientes o inconscientes, consecuen

cias. Es así, pues, y al menos en un primer momento, como

comienza el presente a figurar en la imagen del pasado y en su

estudio y análisis.

Con ello nos encontramos que los estudios dedicados a tratar

este tema, el movimiento socialista originario, amparan, la gran

mayoría al menos, sus ideas en un proceso de reforlfliSluO


que

describe una línea recta desde los modelos calificados por ellos

mismos como intransigentes, revolucionarios, finiseculares hasta

los de la actual socialdeTftOCracia


caracterizada por eso que se ha

dado en llamar socialismo democrático.

“Por descontado, este abandono [de las formas de

lucha revolucionarias] debe verse como una muestra de

lucidez ante el proceso paralelo de fortalecimiento y

racionalización del aparato de Estado, tanto en sus

ramas asistenciales como en sus aspectos meramente

represivos.
(..)

ción, pero consideramos aquí que el ideal socialista, lo que les


anima como punto fundamental de su lucha, es de tipo revoluciona
rio.

15
Tenemos así esbozado un esquema bastante revisio

nista para la interpretación de la lucha de clases en

los últimos ciento cincuenta años. Según este esquema,

el reformismo es la forma superior de conciencia del

movimiento obrero (••)hT3

Igualmente, esta visión se halla implícita, sin citarla

textualmente, en gran número de obras sobre el movimiento obrero

o que lo tratan en alguno de sus desarrollos. Por ejemplo, en la

solapa de la obra de BENJANIN, Martin, Los problemas de la

modernización. Movimiento obrero e industrialización en España.

Madrid, Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, 1992, se puede

ver una auténtica loa al proceso de integración de los movimien

tos obreros en la sociedad actual. Igualmente, en el mismo

borrador para debate de enero de 1990 del Manifiesto del Programa

2000 se puede leer lo siguiente:

“ El socialismo nació como un movimiento de

emancipación de las clases trabajadoras ante la

PARANIO, Ludolfo: «Por una interpretación revisionis


ta de la historia del movimiento obrero », Pág. 144. En Teoría,
flQ 8-9, octubre 1981-marzo 1982.

Esta misma visión es defendida, por ejemplo, explícitamente


por Pérez Ledesma en su obra El obrero consciente. Madrid,
Alianza Editorial, 1987.

16
destrucción de sus formas tradicionales de vida y la

imposición por la industria capitalista de condiciones

de trabajo intolerables. De esta realidad brotaron

proyectos revolucionarios sobre la extinción del estado

y sobre la abolición de la propiedad privada de los

medios de producción, pero tanbién nacieron formas

organizativaS que defendían los intereses concretos de

los trabajadores y apuntaban a la transformación de esa

realidad injusta”4

Sin embargo, no es este modelo el único utilizado en el

estudio. Existe otro, menos extendido y fundamentalmente centrado

en la diferencias entre el PSOE clásico y el actual, que

pretende, por el contrario, mostrar un proceso de degeneración


del socialismo, basado muchas veces en teorías de corte conspira—

tono con personajes ejerciendo de maquiavelos carpetovetónicOS,

cuya prístino origen ha sido prostituido por la mala fe. Este

modelo anhela regresar a ese socialismo y volver así al suave

regazo de lo originario.

Manifiesto del Programa 2000, pág. 19, borrador para


debate de enero de 1990.

17
Ambos modelos5, sin embargo, parten de un supuesto erróneo.

En ellos, el sujeto parece llevar por cuenta aquello que la cosa

ha resultado ser y busca, tal vez sin pretenderlo conscientemente

en su investigación, que el pasado se adecúe a su juicio previo:

o bien, presentándolo como una realidad superada por el presente;

o bien, analizándolo como el ideal que se perdió, pero que se

debe recuperar y mantener siempre vivo. Así, el pensamiento

socialista originario es analizado, en realidad, como algo

muerto, que nada tiene que ver con el socialismo actual ni con el

tiempo presente. Sin embargo, la coherencia con ese pasado de

fundación se mantiene en el presente y el peso de los muertos se

carga sobre los vivos.

Nuestra investigación recoge esta última premisa. Considera

mos que lo que el movimiento obrero ha llegado a ser, y como tal

y sin entrar en más consideraciones lo situamos como un movimien

to reformista de tintes socialdemócratas, estaba ya implícito en

sus mismos orígenes. Mantenemos a lo largo de la presente

investigación, y es aquello que pretendemos probar, que el

Partido Socialista Obrero Español coherentemente ha llegado a ser

un movimiento reformista porque eso era algo ya presente en su

discurso originario, aún cuando explícitamente se considerara a


sí mismo como revolucionario y contrario al sistema capitalista.

Con ello, evidentemente, no queremos hacer ningún juicio de valor

Existiría, asimismo, un tercer modelo que correspondería


a estudios historiográficos donde el tema se circunscribe, lo
----cualno es desde luego una crítica, a la búsqueda de información
nueva o de muestra de una serie de datos básicos y fundamentales
para investigaciones sobre el tema.

18
en sí mismo, pero sí mostrar cómo la presencia de una serie de

elementos en el discurso de Pablo Iglesias, Jaime Vera, José Mesa

y García Quejido6, principalmente, pero también de otros socia

listas, y en general de todo el PSOE, llevarán a dar la idea de

una coherencia entre el pensamiento fundador y los ideales

esgrimidos con posterioridad. Y como dicha coherencia radicará en

la aceptación, en el primer caso implícita e inconsciente, si se

permite el término, en el segundo racional y apologética, de la

estructura del sistema capitalista.

EL VALOR DEL CONTEXTO

Toda investigación histórica sobre un pensamiento político

determinado que se precie debe tener en cuenta el contexto

histórico en el cual ese mismo pensamiento se gestó. Esto parece

evidente. El problema surge cuando, superado el contexto de sus

mismos orígenes, hay que definir cuál es el contexto histórico de

un pensamiento y si ese mismo contexto va más allá del mismo

instante de su génesis; Para nosotros esa respuesta es positiva.

Consideramos que no podemos tener en cuenta sólo el pasado

contemporáneo de su pensamiento en el estudio de los movimientos

políticos del siglo XIX que tanta repercusión han tenido, y aún

6 También es cierto que no necesariamente defenderán siempre


estas posturas aquí expuestas. Así, por ejemplo, el mismo García
Quejido mantendrá posturas divergentes a partir de comienzos del
presente siglo en la revista La Nueva Era y criticará en ella
elementos aquí citados. Sin embargo, esas revisiones escapan a
nuestro estudio aunque queden aquí expuestas.

19
siguen teniendo, en nuestros días. Esto, creemos, es especial

mente básico en lo que se refiere al movimiento obrero.

El presente es fruto, al menos en cierta medida, de ese

tiempo pretérito y el estudioso no puede pasar por alto lo que ya

sabe de la producción social que ese movimiento ha llevado

consigo. Estar ajeno a ello sería hacer una suerte de arqueolo

gía, pero no de filosofía: aquella busca dar sentido a los restos

inconexos del pasado; ésta, sin embargo, busca explicar el tiempo

presente. Con ello, por supuesto, no se quiere decir que el autor

ponga su interpretación libre ante el texto como si sólo este

mismo texto fuera su contexto. No, el contexto del texto es la

misma realidad, pero entendiendo ésta no sólo como aquello que

fue, sino también, y fundamentalmente, como aquello que ha

llegado a ser el objeto de estudio del que trata el pensamiento


analizado.

Pretender hacer una investigación filosófica del movimiento

obrero del S. XIX sin contar con la realidad en que dicho

movimiento ha concluido es tarea falsa. El objeto de estudio, la

visión socialista del capitalismo, atesora con él su propia

tradición, entendida como aquello que ha llegado a ser, y es

inseparable de ella. Pretender ceñirse para estudiar al objeto a

un contexto enmarcado de forma exclusiva a la realidad del siglo

pasado llevaría a la falacia de que el estudioso renunciaría a

aquello que de buena cuenta conoce y que ya forma parte de la


verdad de ese mismo objeto.

20
Pero, se podría argüir, que también resulta falso juzgar un

pensamiento por aquello que él mismo no pudo conocer y que es lo

que llegaría a ser. Quien esto crea parte de un criterio de

verdad que se representa en lo prístino y puro: la verdad se

ceñiría a la relación entre un sujeto puro y un objeto determina

do. Pero, la verdad de un pensamiento no radica sólo en lo que

dicen los textos ni su contexto se limita a su tiempo. Así, su

contexto no debe ser entendido en el estrecho margen de su

contemporaneidad, sino que su contexto es también conocer si

aquello de lo que hablaba el texto ha sido ya superado: si, en

este caso concreto, la esperanza en la superación de la escisión

que él mismo representó ha sido realizada. Si no fuera así, si lo

que representa como verdad no se ha cumplido, el texto, y con él

el pensamiento presente, sigue vivo porque aquello que representa

sigue sin llegar a cumplirse.

Es por esto mismo por lo que la esperanza, y en eso ha

quedado convertido todo su contenido de verdad, depositada en los

escritos de los socialistas españoles se mantiene porque todo

aquello que ellos plantearon como la crítica a la realidad y la

idea de un mundo que podría ser mejor sigue sin ser realizado,

aunque su contenido no fuera verdaderamente, y aun ellos mismos

desconociéndolo, sino la apoteosis de aquello que pretendían

destronar.

Es por este motivo, por lo que la investigación no se

aventura en demasía hacia los terrenos del contexto social

concreto de la España del siglo XIX. Creemos que es ésta una

21
tarea filosófica y no un estudio histórico donde sí cobraría

sentido, y sería necesario, la estrecha contextualización. El

segundo beberá sus aguas del pasado, aunque el presente esté

escrito en el mismo estudioso; el primero, de las aguas del

presente, aunque deba bucear en el pasado para recuperar sus

esperanzas.. Para nosotros el tiempo de esta investigación es el

presente en relación a la coherencia con el pasado: si lo que el

movimiento obrero ha llegado a ser, y como movimiento obrero

siempre entenderemos en la tesis el Partido Socialista Obrero

Español y el movimiento obrero de connotaciones socialistas y

“marxistas”7, guarda relación con el discurso definido durante

sus orígenes. Es a esa pregunta, a saber: ¿cuál es la relación

entre el Partido Socialista Obrero Español de los orígenes y su

actualidad como partido reformista?, a la que la investigación

pretenderá contestar.

IMPLÍCITO Y EXPLÍCITO

Para ello, investigaremos los textos de los orígenes del

Partido Socialista en el espacio histórico comprendido entre 1879

Esta será la única vez que aparezca en la Investigación la


palabra ttmarxistat referida a los seguidores de Marx. Desde
ahora, y salvo aclaración explícita en caso contrario, el
término “marxista” definirá exclusivamente el pensamiento del
propio Karl Marx. Esto es así por la dificultad inherente a la
definición del mismo término y, a través de él, el hecho de poder
calificar con verdad pensamientos “marxistas”, es decir:
relacionados con el pensamiento de Marx al tiempo que diferen—
ciándolos de otros que aunque así autocalificados nada tuvieran
que ver con aquél.

22
y 1891, es decir: los doce primeros años de existencia del

partido como tal. Pero el estudio de esos textos no será

únicamente en referencia a aquello que se dice de un modo más o

menos textual, sino también a lo que se quiere decir cuando se

dice algo e, incluso, a aquello que no se dice o investiga y cuál

es el motivo de ello. Y es ése un terreno resbaladizo.

Efectivamente, una objeción que surgirá inmediatamente es la

de si no se forzarán demasiado los textos para que éstos acaben

queriendo decir lo que previamente queremos que ellos nos digan.

Frente a esta objeción la única respuesta posible es la misma

investigación en su conjunto. Creemos que los textos estudiados

de forma filosófica deben ser leídos no sólo en relación a lo que

ellos mismos hablan sobre sí, sino también, y fundamentalmente,

a través de la relación que pretenden entablar con lo que la

realidad es y a la relación que realmente entablan. E igualmente,

consideramos que la realidad de un texto filosófico es su tradi

ción, es decir: tanto lo que el texto dice en sí mismo y en el

desarrollo de su historia, como el momento actual en que se

realiza la investigación.

Pero la dificultad ante el estudio de los textos socialistas

es grande. Éstos no se presentan, ni tuvieron nunca esa preten—

sión, como textos filosóficos donde prime el análisis pormenori

zado de los elementos. Frente a ello, debemos de vérnoslas con


textos que muchas veces buscarán más la descripción de situacio—

nes de injusticia latente que la explicación de esa misma

injusticia: textos más preocupados por convencer o por divulgar

23
que en investigar un fenómeno. Además, son textos que para ser

estudiados hay que fijarse no sólo en aquello que dicen explíci

tainente, sino también, y a veces de forma particular, en aquello

que no dicen, unas veces dándolo por supuesto y otras no entrando

en el tema.

Pero no entrar en el tema es también una forma de entrar en

él: no hablar de un tema o no fijarse excesivamente en él suele

ser síntoma de que dicho tema no interesa. Así, cuando los

socialistas españoles no analicen ciertos temas de corte marxista

clásico: el capitalismo como un sistema totalitario, la mercan

cía, la ideología, el trabajo alienado..., ello nos permitirá

preguntarnos cuál será la causa de esta ausencia y hacer, o

pretender comenzar a hacer como sería más correcto decir,

filosofía de ello. Si los temas que trata un autor permiten

determinar los intereses de ese autor, los asuntos que, estando

relacionados con esos mismos temas, no son tratados permiten

también ver el pensamiento del autor.

Nuestra investigación, pues, pretende analizar la visión

general de la sociedad capitalista que tienen los socialistas

españoles no sólo hablando desde lo que ellos mismos cuentan,

sino también explicando el motivo por el cual no se hablará de

otros temas. Por ello fijamos mucha atención en la coherencia

interna de un discurso. Y la coherencia no sólo entendida como la

unidad formal de relación de los elementos de un discurso, sino

también en dos acepciones más: primera, como una coherencia de

contenido que busca explicar tanto la existencia en el discurso

24
de determinados elementos ideológicos CONO la ausencia de otros

relacionándola con esa misma figura; y, segunda, como la

coherencia que pretende mantenerse entre el pasado del movimiento

obrero y su momento actual.

Pero puede parecer, sin embargo, que esta pretensión es

cuando menos injusta con el socialismo hispano. Efectivamente, el

partido socialista español no estaba formado evidentemente sobre

la base de una clase intelectual, excluyendo tal vez al mismo

Jaime Vera, que como todo el mundo sabe era médico, y bastante

tenían, y con sinceridad y cierto elogio lo decimos, los

dirigentes socialistas con mantener vivo al partido y, a partir

de 1886, publicar y defender la existencia del periódico.

Ciertamente en ese aspecto la presente Tesis es injusta. Pero

nuestra pretensión no es el juicio subjetivo a realizar sobre

determinados miembros dirigentes del partido socialista y ni tan

siquiera es pretender dar un juicio de valor sobre el mismo


partido socialista en sus orígenes.

Sabemos que si había políticos honrados en este país por

aquellas fechas, y los había, desde luego no estaban en la filas

de los partidarios de la restauración, ni en el primero ni en el

último de ellos, sino que se hallaban, con todas sus equivocaCiO

nes a cuestas, en las filas del movimiento obrero ya socialista


ya anarquista8. Frente a una clase política e intelectual que

Hasta este juicio peca de injusto, pues indudablemente


8

había figuras aisladas o agrupadas en movimientos de carácter


reformista, como podrían ser los herederos más o menos directos
del krausismo, de una honradez cristalina. Incluso los mismos

25
vivía en un mundo fabricado en las nubes de su propia satisfacto
ria vida, y cuyo derrumbe a tierra provocó su desengaño9, los

socialistas españoles tuvieron el mérito de intentar fijarse en

la realidad para cambiarla y convertir el inundo en un lugar

justo. Precisamente, fijarse a la realidad fue, al mismo tiempo,

su gran error.

No juzgamos, por consiguiente, aquí a los hombres que

formaron parte de aquel intento de formación obrera revoluciona

ria, sino que investigamos sus ideas y las consecuencias que

estas tuvieron para el posterior desarrollo de los movimientos

socialistas. Igualmente se podría advertir que la dificultad,

cono indicábamos más arriba, es aquí triple. Por un lado, los

escritos socialistas no son estudios teóricos escritos o pensados

para el desarrollo de una filosofía o con algún interés intelec


tual, salvo tal vez el Informe Vera. Por otro, los temas a tratar

son generalmente muy reducidos y son estudiados más de acuerdo a

una serie de consignas previamente admitidas que buscando en

ellos nuevos descubrimientos. Por último, aunque no lo menos

importante, está reconocido por todos que indudablemente el

socialistas no dudaban en dar encendidos elogios a la honradez de


Pi y Margall.

Creemos que no hay mejor retrato de ese tipo de intelec


tuales bienintencionados y reformistas, herederos directos o
indirectos de la jerga krausista, que hoy en día pretende ser
glorificada, que la obra de Galdós El amigo Manso. Efectivamente,
en ella se puede ver magistralmente representado ese mundo
fantasioso en el cual se habitaba, producto de la propia grandeur
de los arrebatos organicistas, hasta que el dolor les hizo
hombres.
26
pensamiento socialista español no es en absoluto original, sino

que procede de los socialistas franceses, especialmente, y de los

alemanes, en bastante menor medida. Por ello, la dificultad ante

la pretensión de un estudio ideológico de estas mismas teorías no

sólo parece difícil, sino asimismo inútil. Lo que los socialistas

españoles dijeron o pensaron no parece de suficiente importancia

para garantizar de eso mismo un estudio medianamente, y filosóf i

camente, productivo.

LOS ESCRITOS SOCIALISTAS

Sin embargo, consideramos no del todo acertadas estas

apreciaciones. Evidentemente, y en lo que refiere a la primera

objeción que habla de los escritos de los integrantes del PSOE,

es cierto que éstos no parecen escritos con una finalidad

filosófica, pero eso no les libra de la crítica filosófica. Los

escritos muestran lo que despertaba el interés de los socialistas

españoles e igualmente, por su ausencia, aquello que no les

interesaba en su análisis. Asimismo, y sin caer en ciertas

exageraciones habidas en la historiografía del movimiento obrero,

sobre todo en lo referente al escrito de Jaime Vera’°, los

‘° Hay que aceptar que existe, o sería más correcto decir que
existió, en la historiografía española un “mito Vera”. En él se
le suele presentar como un autor conocedor profundo del marxismo
y cuyo informe refleja, frente a la intransigencia y esquematismo
de Iglesias, una hondura intelectual difícil de igualar:

“La obra de Jaime Vera tiene, sin disputa, un


nivel y un alcance muy superior a todo lo expuesto.
Vera significa la aportación niarxianadirecta, la otra

27
escritos socialistas son, cuando menos, de tanta altura teórica

como aquellos elaborados por las otras fuerzas sociales, tanto

vertiente de la aportación vulgarizadora, que llega a


través de Mesa y los guesdistas.t’
TUÑON DE LARA, Manuel, Medio siglo de cultura española.
Madrid, Tecnos, 1973, p. 88.

Igualmente, Gómez Llorente compara su informe con, nada más


y nada menos, El manifiesto comunista, en las páginas 91-93 de su
libro Aproximación a la historia del socialismo español (hasta
1921). Madrid, Editorial Cuadernos para el Diálogo—Edicusa, 1972.

Por último, y tal vez como fundador de este mito, aparece la


figura de Morato, que en su libro sobre la historia del PSOE, al
hablar del Informe dice:

ticuando el Informe de este hombre bueno y sabio se


haya publicado en todos los idiomas cultos, se verá que
a este documento se le ha de colocar nada menos que al
lado del Manifiesto Comunista y de El Capital.

Es el único trabajo trascendental del Socialismo


español en que no predominan las vagas generalidades
internacionales y del que aparece desterrado el árido
y nada flexibe guesdismo. “

MORATO, Juan José, El partido socialista obrero, p. 97.


Madrid, Ed. Ayuso, 1976. Por cierto, en este mismo libro aparece
un amplio resumen del texto de Vera en el cual, extrañamente, ni
tan siquiera aparece una sóla vez la Ley Férrea de los Salarios,
básica en todo el análisis efectuado por Vera del sistema
capitalista.

Sólo a partir del artículo de Jiménez Araya, « La introduc


ción del marxismo en España: el informe a la Comisión de Reformas
Sociales de Jaime Vera », Anales de Economía, n2 15, julio—
septiembre 1972, las cosas parece que se situaron en las
coordenadas correctas.

28
socialistas europeas como del pensamiento burguéS’, y muchas

veces de mayor valor intelectual. Ello no quita, lógicamente, que

la ausencia de una formación mayor no haya limitado el esfuerzo

de los socialistas, pero así y todo podemos hablar de textos que

cuando menos despiertaflTelinterés. Incluso comparándolos con lo

que hoy en día se puede ver como artículos de opinión política o

social o lo que se puede leer en los programas electorales de los

diferentes partidos o en sus manifiestos, mantienen una reflexión

bastante mayor.

Pero la objeción aquí es válida en cuanto a la calidad

filosófica de los textos. Por ello, la presente investigación no

ha pretendido un estudio exhaustivo de toda a producción

socialista comprendida entre los años de estudio, 1879—1891, sino

que ha hecho una selección previa escogiendo aquellos escritos

que, creemos, pueden resultar más interesantes para el análisis

que pretendemos realizar. La selección ha sido realizada teniendo

en cuenta la categoría teórica de los escritos y su importancia

en la constitución del propio referente ideológico del partido

socialista.

La lista de los textos analizados es la siguiente:

“ Como tal entenderemos únicamente el pensamiento que


defendía al sistema capitalista, sin, por motivos xnetodológiCoS,
introducirnos en mayores disquisiciones o juicios de valor.

29
1.— Ante la Comisión de Reformas Sociales12: consideramos

que para su presencia en la Comisión de Reformas Sociales el

Partido Socialista Obrero Español prepara concienzudamente sus

intervenciones y tienen éstas la virtud, al considerar su

presencia allí por ellos mismos como labor fundamentalmente de

propaganda, de exponer con claridad los fundamentos básicos de su

programa político. Incluso, los mismos socialistas no dudan en

calificar lo allí expuesto como el referente para quien quiera

conocer sus opiniones, al afirmar:

“Las doctrinas contenidas en el Programa del

Partido Socialista Obrero, desarrolladas con más

extensión en la respuesta dada por éste al Cuestionario

de la Comisión de Reformas Sociales”3

Si bien esta referencia creemos que hace mención expresa al

Informe Vera, no por ello consideramos menos importante el resto

de las intervenciones de los socialistas por lo que trabajamos

sobre todas ellas:

a) Se han escogido tanto los Informes orales de los miembros

de la Asociación del Arte de Imprimir, considerando que es ésta

12 Todas estas intervenciones e informes aparecen recogidos,


y de ahí han sido sacados, en Reformas Sociales. Información oral
y escrita publicada de 1889 a 1893. 5 vols. Madrid, Ministerio de
Trabajo y Seguridad Social, 1985. Los informes orales aparecen en
el primer volumen mientras que los escritos en el segundo.

‘ Bases a que debe ajustarse la redacción de ElSocialista,


pág. 342.

30
una plataforma de destacados socialistas de la época, como los

propiamente presentados por los socialistas como integrantes del

Partido. Se presta especial atención, por creer que se trata de

los más importantes, a los discursos de García Quejido y de Pablo

Iglesias.

A continuación exponemos la reseña de los discursos e

intervenciones orales analizadas en la presente tesis. Los

números entre paréntesis corresponde a las páginas en que están

registradas:

1) García Quejido: sesiones del 26—X—l884 y del 25—1—1885.

(Pp. 23—29 y 253—260).

2) Emilio Cortés: sesión del 26—X—1884. (Pp. 29—31).

3) Francisco Alarcón:sesión del 26—X-1884. (Pp. 31—36).

4) Matías Gómez: sesiones del 26—X—1884 y del 25—1—1885.

(Pp. 36—48 y 260—267).

5) José Sedano: sesión del 2—XI—1884. (Pp.49—54)

6) Hipólito Pauly: sesión del 2—XI—l884. (Pp. 54—58)

7) Juan Gómez: sesión del 2-XI—1884. (Pp. 58—68)

8) Nafarrate: sesión del 7—XII—1884. (Pp. 69—78).

9) Diego Abascal: sesión del 7—XII—l884. (Pp. 78—84).

10) Juan Serna: sesión del 6—1—1885. (Pp. 159—164).

11) Perezagua: sesión del 6—1—1885. (Pp. 178—185).

12) Pablo Iglesias: sesión del 11—1—1885. (Pp. 199—217).

31
b) Igualmente, se trabajará sobre los textos escritos’4

enviados a la Comisión tanto por el propio Partido Socialista

Obrero Español, escrito por Jaime Vera, como el informe escrito

por Pablo Iglesias en nombre de la Asociación del Arte de

Imprimir’5.

2.— Los artículos publicados por Pablo Iglesias bajo el

epígrafe de El programa socialista. Comentarios.’6. Si bien es

‘ Los informes escritos, transcritos en el Volumen II, son:

1) Informe de la Asociación del Arte de Imprimir. Pp. 459-480.


(fechado el 6 de marzo de 1884). Está escrito por Pablo Iglesias.

2) El Partido socialista obrero ante la Comisión de informe


sobre el estado y necesidades de la clase trabajadora y las
relaciones entre el capital y el trabajo. Es el llamado Informe
Vera. Aparece en un apéndice del volumen II porque la Comisión,
no se sabe bien por qué, no lo incluyó en la publicación
original.

‘ Sabemos su origen, aunque, como es habitual, aparece sin


su nombre, porque a él se refiere García Morato:

tiLa Asociación General del Arte de Imprimir acudió


con un Informe escrito que Iglesias redactó en la
Cárcel Modelo, donde extinguía condena por la huelga
del 82. Nos es grato hacer constar que , para nuestro
gusto, es éste el mejor trabajo salido de la pluma del
que ya era hombre preeminente del Partido Socialista”

Morato, Juan José, El Partido Socialista Obrero, pág. 101.


Madrid, Editorial Ayuso, 1976.

16 Fueron publicados por primera en el periódico El Socialis


ta, entre el 12 de marzo y el 30 de abril de 1886. Nosotros los
recogemos de MORAL SANDOVAL, Enrique, Pablo Iglesias. Escritos y
Discursos. Antología Crítica. Santiago de Compostela, Ediciones
Sálvora, 1984.

32
conocido por todos que dichos artículos son herederos directos de

escritos de Guesde’7, ello no les resta ninguna importancia pues

esas doctrinas desgranadas en los diferentes artículos de la

serie, ocho en total, van a ser parte del ideario socialista

originario del partido y por lo tanto, por su aceptación plena,

las podemos catalogar como teorías íntegramente socialistas

españolas.

3.— Los Programas y manifiestos elaborados por el Partido

Socialista Obrero Español desde su fundación, el programa fechado

el 20 de julio de 1879, hasta el elaborado para el Primer

Congreso de Barcelona, en agosto de 1888, incluyendo los

Estatutos de la UGT’8.

17 Incluso así lo señala el mismo Morato al contar la


historia del partido:

“De tal modo el Partido Socialista español es como


una prolongación del guesdismo -y hablamos ahora de
esto porque en los días a que nos referimos ya leían en
España los organizadores del Partido L’Egalité más
folletos de los hombres citados-, que al publicarse El
Socialista la Redacción escribe una serie de artículos
—fueron obra de Iglesias y hoy están publicados en
folleto—, razonando el programa del partido, y estos
artículos no son sino una especie de paráfrasis del
libro de Guesde titulado Le progamme du Parti Ouvrier.”

MORATO, Juan José, Ídem, p. 78.

Todos ellos han sido tomados del libro: CASTILLO,


18

Santiago, Historia del socialismo español (1870—1909). vol. 1,


Barcelona, Conjunto Editorial SA, 1989. Las páginas son de la 319
a la 357.

33
En esta selección se incluye el fljfieStO—PrOgrama del

Partido Democrático Socialista Obrero Español, 1881, antes de su

unión con el mismo PSOE, un año después, si bien a nivel de citas

no aparece por considerar que sus ideas, o la gran mayoría de

ellas, no se ajustan exactamente al ideario característico del

partido socialista de Pablo Iglesias. Igualmente, se incluyen

aquí las llamadas Bases a que debe ajustarse la redacción de j

Socialista, de 1886, por considerarlas como un documento teórico,

y fundamental, del partido obrero.

Los manifiestos y programas son:

- Programa del Partido Socialista Obrero Español. Aprobado

por el Grupo Socialista Madrileño en la reunión del 20 de julio

de 1879.

- aflifiesto-PrOgrama del Partido Socialista Obrero Español.

Aprobado por el Grupo Socialista Madrileño en la reunión del 5 de

octubre de 1879.

- Manifiesto-Programa del partido Democrático Socialista

Obrero Español. Propuesto por el Grupo Socialista de Barcelona en

1881.

- Programa del Partido Democrático Socialista Español. 1882.

Elaborado conjuntamente por representantes de los grupos


socialistas de Madrid y Barcelona.

— Bases a que debe ajustarse la redacción de ElSocialista.

Aprobadas en la reunión de “accionistas” del 27 de enero de 1886.

34
— Manifiesto de los delegados del Primer Congreso del
Partido Socialista Obrero Español. Aprobado en el primer Congreso

del PSOE, en Barcelona en agosto de 1888.

- Estatutos de la Unión General de Trabajadores de España.

Aprobados en el Congreso fundacional de Barcelona, en agosto de

1888.

4.- La introducción realizada por José Mesa a su propia

traducción de 1891 de la obra de Marx Miseria de la Filosofja’9.

Dicha introducción, titulada Apuntes sobre las teorías, carácter

y obras de Carlos Marx, resulta de gran interés por tratarse del

estudio monográfico más importante que se realiza sobre la

persona y la obra de Marx en el periodo original del partido

socialista español.

Por supuesto, la selección de todos estos artículos y

escritos podría ser cuestionada, pero creemos que en ellos se

encuentra lo teóricamente fundamental de la primera etapa del

partido socialista. Además, ellos mismos son vistos por los

propios integrantes del partido como los textos básicos donde

están contenidas las teorías que se trata de defender y los

análisis más acertados del capitalismo.

Miseria de la filosofía, Madrid, Gráfica Socialista, 1928.


La primera edición se publicó en 1891, y se anuncia en el
periódico El Socialista el 4 de diciembre de 1891. La introduc
ción aparece fechada el 14 de mayo de ese mismo año 91, y va de
la página VII a la XLII.
35
TEMAS Y CONSIGNAS

Como ya hemos dicho, los textos socialistas20 no delatan de

ningún modo una profundidad filosófica de tratamiento de los

temas. Generalmente, y estos textos aunque seleccionados por su

interés tampoco son una excepción, son escritos donde los temas

se limitan a ser tratados de forma general, reduciéndose a dar

una serie más o menos amplias de diagnósticos sobre la sociedad

capitalista. Además, estas recetas aparecen enfundadas en

afirmaciones no demasiado desarrolladas, sino exclusivamente

dichas y admitidas sin crítica por los autores. Es por eso, por

lo que muchas veces resulta más interesante para el estudio

investigar no tanto lo que se dice sobre la cuestión como qué

consecuencias plantea aquello que se dice. Es decir: por qué se

defiende lo que se defiende y qué consecuencias se sacan de dicho

discurso.

De esta manera, y esa es una de las dificultades de la Tesis

que presentamos, las citas no pueden ser sacadas para la defensa


de una teoría que las esté explicando, pues ellas mismas, en

realidad, no suelen tener un contenido muy alto de información si

no es relacionándolas con el resto del discurso. Además, y por


eso hacíamos tanto hincapié más arriba de la presente introduc

ción, muchas veces lo más interesante de los propios textos no es

aquello que están diciendo de forma explícita, sino aquello que

20 Desde ahora, y salvo especificación en sentido contrario,


cuando nos refiramos a textos socialistas estaremos hablando de
los más arriba indicados.

36
implícitamente están asumiendo como ya conocido, aquello de lo

que no se habla o aquellas consecuencias que, en un análisis

donde se considere la coherencia como primordial, se deben

asumir.

En numerosas ocasiones, pues, las citas que pongamos de

referencia no parecerán apoyar directamente aquello que decimos

y el subrayado por parte del investigador de las mismas será una

opción obligada para resaltar aquel elemento que haya hecho

necesaria esa presencia. Pero esto tiene que ser así porque en

definitiva, como norma general, no se habla de una idea aislada

dentro de un marco determinado, susceptible de ser señalada en

una cita, sino de un espíritu que recorre todo el texto tanto en

su presencia material como en su forma implícita.

Estamos convencidos de que en realidad esto ocurre en toda

investigación filosófica, pero aquí se agrava debido a las

propias características del discurso que estamos analizando.

Efectivamente, en un texto característicamente filosófico el

autor se suele esmerar en poner en claro sus ideas y suele

colocar frases que resumen su pensamiento después de un razona

miento o las ideas dadas hasta ese preciso momento. Igualmente,

en los textos filosóficos los pasos intermedios aparecen, o al

menos deben aparecer, de forma explícita, existe un orden en el

desarrollo de las ideas, y son la base del juicio del lector.

Sin embargo, en este tipo de textos de contenido político,

y no lo olvidemos centrados, éstos en concreto, en la propaganda

37
a sectores de la población que generalmente carecían de criterios
culturales elevados, lo que interesa sobre todo es dar una serie

de ideas muy claras y esquemáticas, que buscan más la adhesión

que el desarrollo de un pensamiento. Es por ello por lo que los

elementos intermedios de razonamiento de esas mismas conclusiones

desaparecen, con lo cual se dificulta sobremanera la tarea del

investigador a la hora de seleccionar citas que digan exactamente

de lo que se habla en esos razonamientos intermedios e igualmente

surge la necesidad de plantearse no sólo lo dicho, sino también

lo no dicho.

SOCIALISMO Y SOCIALISMO EUROPEO

Hemos dejado como última cuestión el tema de la originalidad

o no del pensamiento socialista español y su relación con el

resto de los socialismos europeos. Parece evidente, y así lo

reconocen todos los estudios, que el socialismo español es,

fundamentalmente, una derivación del pensamiento socialista

francés, especialmente el de Guesde.

“ Mesa conoció en París — y bien pronto estuvo

unido a él por amistad fraterna- a Julio Guesde, que,

sin pretenderlo ni sospecharlo, habría de influir como

nadie en el criterio y hasta en la organización y la

conducta del Partido Socialista español, trasmitiéndo

le su carácter rígido y dogmático.

38
Guesde, Deville y Lafargue son leídos aquí en

francés y luego traducidos. Aquí se lee L’Egalité, de

Guesde, en que trabajan sus otros dos compañeros, y

luego Le Socialiste, y tan grande es el influjo de esta

noble pléyade de socialistas franceses que cuando en

España va a publicarse un periódico se escoge por

título El Socialista precisamente, y hasta se busca en

las fundiciones tipográficas titulares iguales a los

del homónimo de París. Para los socialistas españoles

la ortodoxia está en el partido dirigido por Guesde y

Lafargue y en la democracia socialista alemana.”21

Por ello, y siendo consecuentes, parecería que un estudio

del socialismo español debería derivar necesariamente en el

estudio del pensamiento de Guesde y del Partido Socialista

Francés o, al menos, darle una prioridad a ese mismo estudio

dentro de la investigación a realizar. Sin embargo, creemos que

este método no sería del todo correcto. En primer lugar, si bien

es cierto que el esquema que siguen los socialistas españoles

tiene una enorme influencia del guesdisinO,también lo es que, al

menos en la misma medida, guarda relación con las ideas desarro

lladas por la Primera Internacional en España.

“Los socialistas afrontarán sus primeros años de

actuación desde la interpretación traducida de las

teorías socialistas francesas —guesdismo— y desde las

21 MORATO, Juan José, ibidem.

39
propias reminiscencias que en su pensamiento ha ido

forjando su trayectoria propia anterior, sobre todo en

la AlT. Influencias ideológicas que, en su conjunto,


les llevarán a una peculiar visión del sindicalismo,

del estado, etc, que desemboca en una percepción

dicotómica de la sociedad -burguesía-proletariado - y

la creencia en la inminencia de la revolución.” 22

Pero eso no es todo. Admitamos, puesto que hay que hay que

hacerlo, que la influencia del pensamiento socialista francés es

trascendental dentro del partido socialista español. Lo que

habría que explicar ahora es por qué los socialistas españoles

admitieron los esquemas guesdistas, frente a otras ideas también

accesibles para ellos, como podría ser Proudhon, por ejemplo, y

qué conclusiones sacaron de ellas. No se trata pues de eliminar

de un plumazo el pensamiento originario sino ver qué causa hizo

que la aceptación de Guesde no sólo fuera realizada exclusivamen

te por un problema de desconocimiento de Marx, sino que también

fuera un asunto que se impusiera ideológicamente por la facili

dad, no en sentido peyorativo, sino entendiéndolo como sencillez

explicatoria de la teoría, con que esta teoría explicaba el

capitalismo. No admitimos como válida, pues, que la aceptación

del guesdisnio venga dada primordialmente por ser una teoría

simplista y carente de profundidad conceptual en su análisis del

objeto, sino que mantenemos la opinión de que será su esquematis—

22 Santiago Castillo, «Organización y acción política del


PSOE hasta 1900» en El socialismo en España. Madrid, Pablo
Iglesias, 1986, pp. 14—15.

40
mo de tintes positivistas el que la haga favorita del socialismo

español.

Aunque lo analizaremos con mayor profundidad a lo largo de

la presente investigac±ón, consideramos que el guesdisino es

admitido por los socialistas españoles, y llegan a hacerlo suyo,

por las siguientes causas23.

1.- Resulta ser, como ya hemos señalado, la explicación más

clara del capitalismo, en cuanto a que la sencillez de sus

elementos permite, sin embargo, una explicación global del

sistema. Además, como veremos, dicha explicación se basa

fundamentalmente en el problema del salario, lo que sitúa la

injusticia del capitalismo en unos términos tangibles para la

clase obrera, la escasez de la paga, con lo cual está de acuerdo,

en esta forma de ser tangible de los hechos, con el espíritu

positivo-científico de la época24.

23 Todas estas causas aquí señaladas serán ampliamente


estudiadas en la presente Investigación.

24 Sobre ese espíritu de la época, dice bien Diego Nuñez:

tMás que de influencias concretas, mejor sería


hablar de un difuso clima de tipo cientista, que
afectaba, a modo de supuesto compartido, a casi todos
los pensadores coetáneos.”

NUÑEZ RUIZ, Diego, Antología de textos sobre “El darwiniSlflO


en España”, Introducción, pág. 54. Madrid, Castalia, 1977.

41
2.— Además, como también analizaremos en la presente

investigación, el discurso clasista de Guesde permitía situar a

los protagonistas principales de la acción del capitalismo en un

esquema denotativo, es decir: podían ser señalados concretamente

y de manera socialmente existente, muy acorde con ese mismo

espíritu positivista.

3.- Dentro de este esquema clasista se hace especial

hincapié en la importancia de la organización obrera, de un

partido político de clase que rija la preparación de todo el

proletariado para el momento decisivo de la revolución socialis

ta. Así, obreros que se han curtido en las luchas contra la

patronal desde organizaciones militantes, siendo la fundamental

la Asociación del Arte de Imprimir de dónde salen la mayoría de

los dirigentes socialistas, ven en esta idea un punto básico de


aceptación.

4.- Por último, permite mantener la esperanza en que el

propio desarrollo del capitalismo, basándose en la anarquía de la

producción y un esquema fatalista de la historia, no exento de

elementos darwinistas, conducirá fatalmente a su propia destruc

ción y a la llegada del socialismo.

De este modo, la aceptación del guesdismo no es una actitud

ciega, sino la consecuencia lógica frente a una teoría que cubre

todos las expectativas del movimiento obrero y, lo cual también

es de importancia capital, del espíritu positivo que caracteriza

la época. Se trata, dentro del socialismo no solamente de España

42
sino también del resto del continente europeo, de juntar el

positivismo, y con él el darwinismo reconvertido en teoría

social, con las ideas revolucionarias. Ya no se pretende desde el

movimiento obrero una mera crítica moralizante del capitalismo,

sino una interpretación científica tanto de él como de la

revolución.

EL ESPÍRITU POSITIVO25

“Tampoco este hecho, la simbiosis de positivismo

y marxismo, es unfenómeno particular de España, sino

algo que ocurre, aproximadamente a igual escala, en

todos los países vecinos. Es más, pienso que la recep

ción de Marx en España tiene como uno de sus ingredien

tes o como una de sus mediaciones el marco positivista

en el que se recibe. En otras palabras, no se trata

sólo de que Marx sea positivizado en España, sino de

que viene positivizado de fuera.”26

Cuando se comienza a investigar el socialismo español en

sus orígenes, uno debe ser consciente de que está, igualmente,

Todo este tema será tratado con mayor profundidad en el


epílogo de la Investigación al presentar las conclusiones sobre
el estudio realizado.

26 Pedro Ribas, «El carácter de la recepción del marxismo


por el socialismo español hasta 1918», en El socialismo en
España. Madrid, Pablo Iglesias, 1986, pág. 38.

43
investigando con él, lo quiera o no, a toda la teoría fundadora

de los partidos socialdemócratas europeos. Efectivamente, los

elementos ideológicos que definen al movimiento socialista

español son muy semejantes, por no decir idénticos, a aquellos

que defienden los partidos socialistas del resto del continente

dentro del marco inmediatamente anterior y coetáneo de la Segunda

Internacional.

Así define las características del socialismo de la época

Eusebio Fernández:

“Cuá1es son las características del socialismo

marxista de la Segunda Internacional?

1. Ideología cientificista, influencia de modelos

positivistas y darwinistas, concepto de socialismo

científico, y la idea de socialismo como ciencia

social.

(...)

2. DeterminiSmo histórico, mecanicismo, fatalismo,

economiciSmO.

(...)

3. Olvido total del papel que, según la teoría

marxista, corresponde a la dialéctica.

(...)

4. Socialismo evolucionista.tt27

27 FERNÁNDEZ, Eusebio, Marxismo y Positivismo en el


socialismo español. Madrid, Centro de Estudios Constitucionales,
44
Efectivamente, todas estas características están igualmente,

como veremos en esta investigación, presentes en el socialismo

español.

“ La historia del pensamiento socialista, en torno

al Partido Socialista Obrero Español y durante el

último cuarto del siglo XIX y primeros del siglo XX,

puede resumirse en tres características principales:

conocimiento exiguo, parcial y minoritario de la obra

de Marx y Engels; preponderante influencia del guesdis

mo (aunque no deben ser olvidadas otras influencias:

socialdeinocracia alemana, socialismo italiano, Jaurés,

etc.); e ideología cientificista. A estos tres rasgos

podemos añadir los de una concepción evolucionista y

determinista de la historia (inevitabilidad del

socialismo por evolución natural de los hechos históri


cos, etc.) y el olvido total del análisis dialéctico

(dato que debemos, indudablemente, relacionar con la

casi inexistente influencia de filosofía hegeliana en

nuestro país).” 28

Que estas características resulten por influencia del modelo

francés o que sean conclusiones propias de los españoles, no

creemos que resulte importante para nuestra pretensión final:

1981, pp. 29—35.

28 tdem, pp. 104—105.

45
observar si existe o no una coherencia entre dicha realidad

primera y aquello que ha llegado a ser.

Pero es que además, la aceptación por parte de los socialis

tas españoles del Positivismo y del DarwinismO “Social”2° es

perfectamente consecuente tanto con sus análisis como con sus

objetivos. Por ello, uno de los puntos claves de la investigación

que aquí presentamos es buscar esa relación y huir de situar

todas la teorías positivistas y darwinistas españolas dentro de

un esquema que las explica por la ignorancia de los escritos y

las ideas de Marx.

Y es que generalmente, la obra de los socialistas es vista

como un modelo al cual le faltaría el conocimiento de la obra de

Marx, y los análisis políticos y sociales de aquellos son

explicados de acuerdo a esa ignorancia. Sin embargo, esta teoría

de explicación falla al no ser capaz ella misma de explicar cómo

es posible que una teoría que se construye desde la ignorancia y

cuya causa, y ese es el quid de la cuestión, es esa misma

ignorancia pueda ser, a su vez, tan consistente. No se duda,

evidentemente, de que existiera la ignorancia de los escritos de


Marx y sobre sus mismas ideas, sino de lo que se duda es de que

fuera esa la causa de que la teoría socialista fuera así y no de

Con este término no nos queremos referir, evidentemente,


29

a la teoría sociológica entendida como tal, sino a la interpreta


ción generalizada de los hechos sociales en claves evolutivas, de
selección natural y de adaptación al medio.

46
otra manera. Y de hecho, creemos que incluso el conocimiento más

profundo de la obra de Marx no hubiera cambiado un ápice las

conclusiones teóricas, pues el esquema interpretativo del que se

parte, positivismo y darwinismo, no hubieran asumido las teorías

de Marx sino que las hubieran adaptado, como de hecho así

ocurrió. Como muestra del error de esta teoría explicatoria que

aquí no mantenemos, se verifica que la socialdeinocraciaalemana,

tenida por todos los movimientos socialistas como la gran

maestra, sí conocía las obras de-Marx y sus ideas y, no obstante,

su pensamiento en nada o casi nada se diferencia del pensamiento

defendido por el propio PSOE.

Así, la cita más arriba indicada de Eusebio Fernández,

creemos que yerra al considerar que la ausencia de dialéctica en

el pensamiento socialista español es debida al escaso influjo de

la filosofía hegeliana, pues de hecho ningún socialismo, en

cuanto partido organizado, al menos, como él mismo así reconoce,

tiene un pensamiento construido sobre un modelo dialéctico. La

dialéctica no es empleada por motivos ideológicos, como analiza

remos especialmente en nuestro epílogo, y no sólo por causá de

desconocimiento. Lo que los socialistas de toda Europa desean es

una teoría compatible con el positivismo, o que ella misma sea


positivismo, y que, al igual que las ciencias físicas, sea capaz

no sólo de describir, sino también de predecir acontecimientos30.

° De hecho, este sentimiento es tan poderoso que el mismo


Engels buscará en sus famosas leyes de la dialéctica una suerte
de explicación física que dé sentido a todo lo real dando pie
posteriormente al Materialismo Dialéctico que tanto gustará a la
escolástica soviética.
47
Por ello, buscan situar al objeto de estudio, en este caso el

Capitalismo, dentro de esa descripción como si de un objeto

físico se tratara para que su comportamiento quede regido, en la

predicción, por la necesidad, fácilmente transformable una vez

estipulada teóricamente -en fatalidad revolucionaria.

En esta fatalidad es donde hará falta el darwinismo social.

A pesar de que esta teoría era muy difícil de transformar en algo

asimilable por parte del pensamiento socialista31, los partidos

31

“Conviene poner en claro los equívocos sobre los


que el darwinismo social descansa. Se trata fundamen
talmente de dos: una falacia ontológica y una impostura
ideológica. En primer lugar, estamos ante un patente
fraude metafísico de tipo reduccionista que asimila el
desarrollo humano al natural. Tras esta primera y
sustancial simplificación, ya no habrá dificultad para
poner en marcha la consiguiente extrapolación nietodoló—
gica extendiendo indebidamente las leyes naturales al
campo humano—histórico. El resultado final de todo este
montaje sociológico será convertir a la biología en el
aval científico de la ideología social dominante.
(...)

Se parte en definitiva de una ideología social


para buscar ideológicamente su confirmación científica.
es, pues, la ideología la que se proyecta afanosamente
sobre la teoría científica, en solicitud de buenos
agarraderos gnoseológicos (...) Se va de la economía
política a lo natural para retornar de nuevo al
sancionamiento de ese orden económico inicial.

En este aspecto conviene constatar que la denuncia


más nítida y decidida de esta trampa ontológica e
ideológica que encierra el darwinismo social procederá
en la época del pensamiento marxista.”

NUÑEZ RUIZ, Diego, Édem, Introducción, p. 48-49.

48
socialistas se empeñan en utilizarla, en aras de ese aprecio por

las ciencias positivas, en favor propio. Efectivamente, para ello

no dudarán en retocar, al igual que harán los ideólogos de la

burguesía, ciertos aspectos de la teoría darwiniSta. Si para la

burguesía lo importante de esta inisiua


teoría será la superviven

cia del más apto dentro de la lucha que los individuos que

componen la especie mantienen para sobrevivir, y que derivará en

la existencia de clases sociales y la pertenencia a una de ellas,

para los socialistas lo más importante es la continua transforma

ción que a través del tiempo garantiza la teoría: el capitalismo

no es eterno. Así, la razón, es decir: el movimiento natural

asegurado por el evolucionismo, garantizará el derrumbe del

sistema vigente y su sustitución por otro acorde con los nuevos

tiempos.

De esta manera, y ante la ausencia real de elementos

diferenciadores, resultará que tanto la burguesía con un discurso

legitimador como los socialistas con un discurso revolucionario

utilizan exactamente los mismos modelos de pensamiento sólo

diferenciados por leves matices. Va a ser ésta una de las causas

de que el socialismo, a pesar de su discurso explícito encendida

mente revolucionario, mantenga en el fondo una estructura de

pensamiento que con suma facilidad vaya desplazándose hacia

posiciones reformistas. Por un lado, por sus peticiones que

resultarán centradas en aspectos meramente coyunturales del

sistema de producción, especialmente la ley férrea de los

salarios; por otro, por su explicación y análisis del capitalis

mo, marcado primordialmente en el sueldo, el antagonismo de

49
clases y en la anarquía de la producción, hechos superados con el

desarrollo del capitalismo decimonónico al capitalismo de

mercado, el estado del bienestar, durante la segunda mitad del

siglo veinte.

MARX

Por eso mismo resulta de gran interés la comparación del

modelo socialista con el pensamiento de Marx. Pero dicha

comparación no se debe basar en la idea de ver qué le falta al

socialismo para ser como el pensamiento de Marx, sino en

enfrentar dos modelos de pensamiento con el objeto que ambos

estudian y con la pretensión que ambos manifiestan: la transfor

mación radical del sistema productivo capitalista como medio para

la liberación de la humanidad.

Además, los mismos socialistas se declaran a sí mismos

herederos del pensamiento de Marx, con lo que, en cierta medida

al menos, parecen estar pidiendo que se realice dicha compara

ción. E incluso, y resulta lo más interesante de la misma, en

ella podremos intentar ver como ambos modelos de pensamiento son

incompatibles entre sí y van creando unas diferencias específicas


que delimitarán sus posteriores derivaciones32.

32 Se establecería aquí el problema sobre de dónde surge el


pensamiento comunista, el leninismo: si de la tradición marxista
o de la socialdemocracia. Como no es éste objeto de ésta tesis,
no podemos entrar en dicha cuestión, pero sí que queremos
resaltar que es un problema muy interesante.

50
Así pues, cuando aquí se haga referencia a Marx no debe ser

entendido esto como que se critica a los socialistas españoles

por no ser ortodoxos, crítica que resulta siempre ridícula, sino

que lo que se plantea es que por la propia constitución de sus

orígenes el socialismo español, y siempre con él toda la

socialdemocracia, estaba abocado a resultar reformista. Esto no

quiere decir, por supuesto, que fuera en términos fatales, sino

en concepto de coherencia.

EL ESTUDIO DE LA TOTALIDAD

Pero una nueva dificultad se presenta en la Investigación.

Ésta es la imposibilidad de tratar el tema intentando parcelar el

propio objeto de estudio. Es decir: aunque nuestra investigación

se presente dividida en partes y éstas a su vez en subpartes es

este sólo un recurso, en cierta medida tramposo, por la imposibi—

lidad, indudablemente debida a la poca habilidad del autor, de

presentarla como un todo. Ciertamente, el objeto de estudio de la

presente tesis - que no es sólo el análisis socialista del

capitalismo, sino que, para juzgar si éste es correcto o

incorrecto, debe ser también ese mismo objeto al cual los


socialistas pretendían analizar: el capitalismo— es una totalidad

y como tal debe ser estudiado.

Esta es la causa de que muchas veces la lectura haga


referencias a partes ya analizadas con anterioridad, cite partes

posteriores que completan esas mismas conclusiones o tenga que

51
adelantar ideas aún no estudiadas. Los métodos clásicos de

estudio no son válidos en este tema: toda división rígida, que no

se correspondiera con motivos inetodológicos sino que hiciera

relación a propiedades reales del mismo objeto, no haría sino

potenciar la misma falsedad de éste. La investigación es así, en

múltiples ocasiones, un ejercicio recordatorio. Si lo que

buscamos es la coherencia de un pensamiento en el cual se puedan

imbricar todas y cada una de sus partes, nuestra propia exposi

ción de ese mismo pensamiento no puede dejar de mostrar esa

relación entre dichas partes.

Y eso también tiene que ver a nivel de citas. El lector se

extrañará, tal vez, de ver que una misma cita es empleada en dos

apartados distintos, pero debe tener en cuenta que la relación

establecida entre los elementos de la ideología del PSOE hace

posible dicha relación.

52
PRIMERAPARTE

SALARIOYCAPITALISMO
“Considerando que la necesidad, la razón y la

justicia exigen que el antagonismo entre una y otra

clase desaparezca, reformando o destruyendo un estado

social que tiene sumidos en la miseria a los que

emplean toda su vida en producir la riqueza que poseen

los que en muy poco, o en nada, son útiles a la

sociedad.” 1

El Partido Socialista Obrero Español es un partido que se

presenta a sí mismo como revolucionario frente al orden consti—

túido por la burguesía. Enfrentado al sistema social vigente, el

Capitalismo como sistema de producción, los socialistas españoles

pretenden desarrollar una teoría explicatoria del mismo,

analizando al propio sistema y buscando, a través de este

análisis, las posibilidades reales, y necesarias, de su supera

ción. Por ello, una parte importante de toda la teoría elaborada

por los socialistas españoles, y con ellos por los demás partidos

obreros socialistas de Europa, será la dedicada a la explicación


de qué sea eso del capitalismo y cuales son sus características

fundamentales.

Programa del Partido Socialista Obrero Español. 20 de


julio de 1879. Pág. 319.
55
En esta explicación vamos a poder encontrar dos frentes de

actuación. Por un lado, atenderemos a la explicación de la propia

dinámica del sistema capitalista según el análisis socialista;

por otro, y buscando ser coherentes con el primero, examinaremos

por qué motivo los socialistas calificarán al sistema capitalista

de injusto.

Así, analizaremos la visión socialista del Capitalismo para

ver qué significado preciso tiene que este sistema vaya en contra

de la propia Razón y, por ello, nos veremos obligados a analizar

toda la idea de salario que gira en torno, definiéndole, al

propio sistema.

56
UNO:

CAPITALISMO Y TRABAJO
Lo primero que observamos en el estudio general del propio

capitalismo como sistema productivo característico de la época

burguesa es el hecho de que aparezca siempre como una relación

individualizada, reducida, entre dos sectores de la producción,

proletarios y capitalistas, dentro del modo de producción vigen

te.

ttCada proletario es expropiado diariamente de una

parte del producto de su trabajo por el capitalista.

(...) La propiedad del producto es exclusivamente del

poseedor de los medios de producción, del capitalista.

El obrero pierde toda parte de propiedad en el producto

del trabajo, recibiendo en cambio el salario que se

reputa el valor de su trabajo.” 2

2 Jaime Vera, pág. VI y VII.

A lo largo del presente capítulo nos fijaremos sobre todo en


el análisis del Informe Vera presentado a la Comisión por ser el
lugar donde más se detalla el análisis del sistema capitalista.

Para ver un excelente análisis de dicho informe y su


relación o no con el análisis original de Marx del Capitalismo
ver la introducción de Jiménez Araya en Notas a una edición
crítica del Informe de Jaime Vera , en Elorza, Antonio e
Iglesias, M Carmen, Burgueses y proletarios. Clase obrera y
reforma social en la Restauración , pp. 45— 71. Barcelona, Laja,
1973.
59
Ya sea en la relación estrictamente individual entre un

empresario, o burgués, y un obrero; ya sea en la transacción

comercial de compra—venta de trabajo que como generalidad se

efectúa entre la clase burguesa, dueña de los medios de produc

ción, y la clase proletaria, que sin poseer ningún otro bien para

vivir debe vender su fuerza de trabajo, el Capitalismo es una

realidad que aparece siempre dentro de la esfera del trabajo como

algo particular e individualizado: un negocio personal de

individuos, o conformaciones de clase, concretos.

“Este es el negocio del capitalista; perfectamente

conforme con las leyes generales del cambio, compra la

fuerza de trabajo en su valor, en lo que cuesta su

producción (sustento del obrero, salario); pero al

consumir, al emplear el capitalista esta mercancía que

ha comprado, y cuyo uso le pertenece, no sólo encuentra

reproducido el valor de ella, sino que recoge más valor

(plusvalía).

La suma de estos valores gratuitamente obtenidos

por el capitalista constituye el capital, que puede

definirse, por tanto: trabajo no pagado.”

Ibídem.

60
De esta forma, se destaca como especialmente importante la

relación que se establece en términos laborales entre el

comprador de la fuerza de trabajo, encarnado socialmente por la

burguesía, y aquel que la vende a un precio necesariamente muy

bajo, para producir plusvalía, el beneficio capitalista,

representado por el proletariado industrial. Pero esta relación

no se va a presentar tanto como una abstracción mental que la

determine a ella misma como la consecuencia del capitalismo, es

decir: no será tomada como algo más que los meros casos indivi

duales que la forman, sino como la base individual, a saber: ella

será la causa del propio sistema capitalista al cual se debe.

Así, el estudio del sistema capitalista se centrará sobre todo en

la compra-venta de trabajo como, en su generalización, la causa

de su existencia, pero nunca situando a esta misma compra—venta

concreta como consecuencia de algo ajeno y que se sitúe por

encima de la mera acción individual.

Lo que importa aquí, pues, es esa pluralidad de casos de

compra—venta de trabajo donde uno o más obreros trabajan para un

empresario y que acabará dando la razón al planteamiento inicial

en cuanto a ser eso en definitiva el sistema capitalista tanto en

su origen como en su fin. Así, la generalización de los casos de

compra—venta dan sentido a la afirmación de que es ésa y no otra

la esencia misma del capitalismo, es decir: la acumulación


aritmética de una explotación tras otra al proletariado que

produce beneficio económico para la burguesía.

61
Pero debe quedar claro que dicha esencia se prescribe como

un a posteriori. No se trata de que el capitalismo como estructu

ra social previa se realice a través de la compra—venta, sino que

a través de la compra—venta se realiza el capitalismo, pero sin

viceversa. Y esto, viene a significar que es éste, el sistema

productivo, la consecuencia material de aquélla, la compra—venta

del trabajo: el capitalismo viene determinado por la compra—venta

de trabajo entre la burguesía y el proletariado y él mismo es eso

y únicamente eso.

Para Marx, sin embargo, el Capitalismo es una totalidad, en

cuanto a que su contradicción nace de sí frente a su condición de

intento de dominación, real y efectivo, de todos los órdenes de


la vida humana, o, más exactamente, una pretensión de totalidad

y, si se quiere y siendo también exactos, de totalitarismo. Es

decir, se observa en Marx ya una visión muy alejada de lo que

podríamos denominar afán economicista. Lo importante no es la

explotación inmisericorde de tipo exclusivamente económico en el

campo limitado de la compra-venta del trabajo humano, sino la

explotación real, total, de todos y cada uno de los aspectos de

la vida humana.

“Es sólo en la elaboración del mundo objetivo en

donde el hombre se afirma realmente como un ser

genérico. Esta producción es su vida genérica activa.

Mediante ella aparece la naturaleza como su obra y su

realidad. El objeto de trabajo es por eso la objetivi

zación de la vida genérica del hombre, pues éste se

62
desdobla no sólo intelectualmente, como en la concien

cia, sino activa y realmente, y se conteiripla


a sí mismo

en un mundo creado por él. Por esto el trabajo enajena


do, al arrancar al hombre el objeto de su producción,

le arranca su vida genérica, su real objetividad

genérica, y transforma su ventaja respecto del animal

en desventaja.’”

En el capitalismo nos encontramos, para los fundadores del

P.S.O.E., con una explotación cierta y evidente del obrero por

parte del capitalista cuya misma realidad de explotación

económica define al sistema. Es importante señalar como apenas

aparece la idea de producción de capital en un sentido general,

de reproducción del sistema y acrecentamiento del mismo, sino que

siempre se trata de una relación de explotación particularizada,

es decir: los dos protagonistas de la historia son el obrero, que

vende su fuerza de trabajo en el mercado, y el empresario, que se

la compra al mínimo precio posible.

Karl Marx, Manuscritos,


‘ pp. 112—113. Madrid, Alianza
Editorial, 1985.

Conviene recordar esto para mantener las diferencias con el


análisis de los fundadores y primeros miembros del Partido
Socialista Obrero Español. Y conviene tenerlo en cuenta, como ya
advertíamos en la Introducción, no para observar si son o no son
“marxistas” (denominación que es de muy difícil, si no imposible,
definición) o para poner a prueba su ortodoxia, sino para ver
cuáles son los límites de su proyecto teórico frente al objeto
que se les presenta.

63
Las dos clases sociales que por antonomasia pertenecen al

capitalismo, aparecen, de forma aparentemente lógica, como las

clases que a través de su actividad de compra—venta del trabajo

en el mercado forman el mismo sistema5 (y creemos que esta

diferencia no es yana). El capitalismo es la suma de burguesía,

como explotadora, y proletariado como explotado.

“Para librarse, pues, los trabajadores de la

miseria social, el envilecimiento intelectual y la

dependencia política, precisan de todo punto destruir

lacausaqueengendraestosmales,yqueessencilla

menteladominacióneconómicaquelaclaseburguesa

elercesobreellos. Mas para que este dominio desapa

rezca, y la esclavitud humana termine por completo, es

necesario arrebatar de manos de la burguesía los

instrumentos de producción que hoy monopoliza.”

Conviene, así, pararse a pensar qué significa eso de que en

ninguna ocasión, al menos tal y como Marx, que no olvidemos que

es el ejemplo que ellos mismos se ponen como paradigma, lo

trataría, se anteceda la existencia de un sistema previo, que

sería reforzado por la explotación y, al tiempo, reforzaría a

Aunque este punto lo analizaremos con más detalle en la


segunda parte, conviene recordar como el elemento que definirá al
socialismo español será el antagonismo de clase.

6 Pablo Iglesias, Comentarios. El programa socialista. Art.


III, pág. 138. El subrayado es nuestro.

64
ésta, a la explotación, individualizada en un empresario, del

obrero.

Se puede considerar, como primera causa, que es debido a la

idea que subyace bajoel epígrafe que encabeza uno de los

manifiestos, el del 5 de octubre de 1879, que aparecen a lo largo

de los orígenes del socialismo español. En él se afirma el

trabajo como la fuente de la riqueza de las naciones. Con ello,

y analizando ideológicamente dicha idea, se pueden sacar a luz

algunos puntos básicos de la propia ideología del movimiento

obrero.

“El trabajo es la fuente de vida de las naciones.

El capital es el fruto del trabajo. La propiedad del

fruto del trabajo es, en general, el móvil de todas las

acciones humanas. De la forma que revista la propiedad,

del modo como se verifique la producción y el reparto

de la misma dependen la paz y la felicidad de las

sociedades. Por no presidir la razón y la justicia en

la constitución de la propiedad, las sociedades pasadas

y presentes se han dividido en clases enemigas, que han

convertido la Tierra en campo de batalla, atormentándo—

se sin descanso ni piedad.”7

Manifiesto Programa del Partido Socialista Obrero Español,


5 de octubre de 1879. Pág. 322.

Aunque explícitamente esta idea no vuelva a citarse, creemos


que es algo que no deja de acompañar al movimiento socialista.
Efectivamente, siempre que se quiera señalar la diferencia
esencial entre la burguesía y el proletariado se hará hablando

65
Por un lado, se observa como al situar el trabajo como

fuente de toda riqueza, lo socialistas españoles están asumiendo

que es únicamente aquél en su actualidad el que crea una

propiedad tangible. Es decir, admitirían que el trabajo actual

crea riqueza en cuanto a su elaboración concreta y presente pero

no como forjador de algo que permanezca después del propio acto

de trabajar y haga de este acto no algo que libere (cree riqueza)

sino algo que esclavice al trabajador. A partir de ahí, comenzará

el problema, pues del mismo modo- que se admite que es sólo el

trabajo concreto el forjador de la riqueza, no se puede admitir

que haya una realidad ajena a él, aunque estuviera formada de

alguna manera por él mismo, y que siendo previa cree las

condiciones de explotación en las cuales se desarrolla la vida

del proletariado.

Esta descripción del trabajo como única fuente de riqueza

fue, como es bien sabido, criticada por Marx en el programa de

Gotha. En dicha crítica decía:

El trabajo no es la fuente de toda riqueza (...)

Esta frase sólo es cierta si se sobrentiende que el

trabajo se efectúa con los correspondientes objetos e

instrumentos. Pero un programa socialista no debe

permitir que tales tópicos burgueses silencien aquellas


condiciones sin las cuales no tienen ningún sentido.

(...) Los burgueses tienen razones muy fundadas para

del segundo como la clase que crea la riqueza y de la primera


como la clase parásita.

66
atribuir al trabajo una fuerza creadora sobrenatural;

pues precisamente del hecho de que el trabajo está

condicionado por la naturaleza se deduce que el hombre

que no dispone de más propiedad que su fuerza de

trabajo, tiene que ser, necesariamente, en todo estado

social y de civilización, esclavo de otros hombres” 8

Sin embargo, por esa misma aceptación por parte de los

socialistas del trabajo como fuente de la riqueza surge la

dificultad a la hora de enjuiciar el capitalismo como algo que

vaya más allá del propio resultado laboral y de la relación que

se establece en el mismo. El hecho de que se pueda afirmar que

existe una realidad que es previa a esa riqueza producida por el

trabajo actual, es decir una riqueza acumulada anterior, que no

importa si ha surgido exactamente del trabajo, y que además de

ser anterior a él y su causa es, al tiempo, su consecuencia, no

cuadra dentro del esquema socialista. O mejor dicho, y siendo más

precisos en los términos, para ellos es posible que dicha

estructura se forme a través del trabajo desarrollado por los

proletarios, y que una vez formada se perpetúe en una forma

determinada de relación social, pero siempre subyugada bajo el

dominio de lo previo: la relación laboral constituida como

auténtica forjadora y esencia del capitalismo como sistema

social.

Karl Marx, Crítica del Programa de Gotha. Moscú, Ed.


Progreso, 1977, pág. 10.

67
Así, se tiene siempre claro qué es lo primero y fundamental

frente a aquello que carece de importancia tanto a nivel del

análisis teórico como para tenerlo en cuenta a la hora de la

anhelada revolución. La relación social de un comprador y un

vendedor es previa y necesaria al producto final de su compra,

que no resulta ser otro sino el propio capitalismo. Esta idea

mantiene pues cierta reciprocidad entre las partes, la compra

venta y el capitalismo, pues de manera más o menos indudable

existe una relación en la que, como factores o como sumandos,

aparecen ambas realidades y tanto una como otra guardan cierta

relación entre sí conforme a ser o forjador o forjado.

Así, resulta evidente esa reciprocidad pero, a su vez,

también resulta de ahí la ausencia de una dialéctica pues en


dicha relación, tanto la establecida por las clases sociales como

la de la compra-venta con el capitalismo, ninguna de las partes

actúa como negatividad ante el resultado final, sino como meros

componentes sumatorios de una realidad que viene conformada por

el número de sus elementos.

Además de esto, conviven con este pensamiento ciertas ideas

burguesas acerca del trabajo que calificarían a éste como aquella

actividad que produciría una riqueza económica eminente e


inmediata, dejando de lado cualquier otro punto de vista que

sobre la realidad del trabajo se pudiera hacer. La identificación

entre trabajo y trabajo asalariado viene así dada en cuanto a la

cuestión de la creación de riqueza, pero la propia riqueza


solamente es admitida en cuanto ésta es tomada como referencia de

68
producción material de algo y ese algo es tomado como un aspecto

neutral. Y, además, como hecho capitalista de una realidad que

produce un beneficio económico al transformar algo sin valor en

algo que ahora adquiere valor y, como consecuencia de ello,

adquiere riqueza.

“Considerando, en efecto, en todo producto del

trabajo un substratum material y un elemento dinámico,

que es el trabajo humano condensado en el producto,

sólo el elemento dinámico es productivo para el

capitalista, porque la fuerza de trabajo es la única

mercancía que cuesta menos que los valores que crea.

(...)

La productividad del trabajo, engrandecida por la

acción colectiva y por la perfección de los elementos

auxiliares, es infinitamente mayor que la necesaria a


la reproducción de la fuerza de trabajo gastada, esto

es, que la necesaria para el sustento de los trabajado

res. O, lo que es lo mismo; los valores creados por la

fuerza de trabajo son infinitamente mayores que el


valor y coste de esa fuerza.”9

El problema, por consiguiente, aquí no radica en que sea la

fuente de trabajo humana la que cree el valor, sino que ésta es

también aquella que crea la riqueza. Y, a través de esta

identificación como símbolo de igualdad, igualar el valor

producido con la riqueza que de él remite en la sociedad

Jaime Vera, pág. VI-VII.

69
capitalista como beneficio del burgués. Lo falso no es pues

únicamente el error, que podríamos calificar de técnico, de no

comprender que el valor en cuanto tal no es un atributo abstracto

y autosuficiente, sino que necesita de una realidad previa para

realizarse sobre el objeto, sino un error de profundidad

ideológica mucho mayor.

Efectivamente, la unión efectuada entre la creación de

riqueza y el valor humano es de tintes similares a la que se

podría realizar desde la conciencia burguesa entre el trabajo

pagado con un salario y la praxis. Los socialistas españoles unen

así aquello que es propio del capitalismo y del sistema asalaria

do a él vinculado, como sería en este caso la riqueza, con lo que

sería propio de los seres humanos, su capacidad de crear valor,

de praxis. La riqueza no es ya pues el resultado económico del

sistema de explotación vigente, de aplicar el valor a condiciones

de explotación capitalista, sino que resulta de la mera, y

abstracta, aplicación del valor, dejando a un lado las condi

ciones misma de dicha aplicación. La riqueza, la mayor producti

vidad y el mismo trabajo asalariado, comenzarán a tomar un valor

positivo por crear riqueza.’0

10 A ello se unirá, como veremos en la parte dedicada al


análisis de la revolución, que dicha riqueza creada generará una
cada vez mayor cantidad de productos que, a su vez y de forma
proporcional, aumentarán las mercancías sin salida, debido a la
baja retribución de los obreros, en el mercado. Con ello
sobrevendrá la crisis que, según el esquema socialista, permitirá
la revolución.

70
Todo esto, en su versión socialdemócrata alemana, le hará
decir, con razón, a Walter Benjamin, en su tesis undécima:

“Ya el Programa de Gotha lleva consigo huellas de

este embrollo. Define el trabajo como “La fuente de

toda riqueza y cultura”. Barruntando algo malo,

objetaba Marx que el hombre que no posee otra propiedad

que su fuerza de trabajo “tiene que ser esclavo de

otros hombres que se han convertido en propietarios”.

No obstante sigue extendiéndose la confusión (...) Este


concepto marxista vulgarizado de lo que es el trabajo

no se pregunta con la calma necesaria por el efecto que

su propio producto hace a los trabajadores en tanto no


puedan disponer de él. Reconoce únicamente los progre

sos del dominio de la naturaleza, pero no quiere

reconocer los retrocesos de la sociedad. Ostenta ya los

rasgos tecnocráticos que encontraremos en el fascis

mo.

La riqueza como resultado social de una forma concreta de

sistema productivo, es decir, la forma productiva capitalista,

produce con sus beneficios capital que para los socialistas

españoles puede ser considerado como riqueza y por ello como

valor, sin hacer ningún tipo de distingo entre lo que verdadera

mente es riqueza social y aquello otro que no sólo no lo es,

Walter Benjamin, Tesis de Filosofía de la Historia,


tesis 11. En Discursos Interrumpidos 1, Madrid, Ed. Taurus, 1989.

71
quedando reducido a beneficio burgués, sino que incluso es

social, y humanamente, improductivo.

“Y Rcuál ha sido el factor positivo aportado al

progreso histórico-por el sistema capitalista? Este

factor positivo, innegable e indestructible es la

producción colectiva, la organización colectiva del

trabajo, la concentración, el desenvolvimiento y

perfección de los medios productivos, merced a lo cual

el poder del hombre sobre la Naturaleza se multiplica

hasta el infinito y se hacen fáciles las gigantescas

empresas que caracterizan nuestra edad; en tanto que el

término antinómico, inconciliable, el término negati

vo,como resulta de los sumarios razonamientos preceden

tes, es la apropiación individual por lo capitalistas

de los frutos de la producción colectiva.” 12

La idea de que la aceptación social del término riqueza

puede ser equiparada a valor proviene de la imposibilidad de

precisar un pensamiento dialéctico. La reciprocidad establecida

entre el propio valor, en cuanto mero productor de riqueza, y

esta misma queda, para los socialistas, en que aquél precede a

12 Jaime Vera, pág. XXVIII.

Esta cita, así en abstracto, podría resultar cercana a los


planteamientos marxistas, en concreto a los esgrimidos en el
Manifiesto Comunista, pero existe la diferencia del contexto
filosófico en que se aplican. Para Vera, lo negativo del
Capitalismo es el bajo precio del salario, para Marx la conver
sión de la praxis en trabajo asalariado.

72
ésta en su realización: la suma de valores hace la riqueza -y es

así en circunstancias universales de abstracción, sin tener en

cuenta ninguna característica social concreta: pero esa es su

falsedad ideológica-. La negatividad que pudiera encarnarSe en

esta misma relación entre el valor y el beneficio económico

capitalista, en cuanto a que el segundo no es sino la violación

constante de la praxis humana que debería tener como finalidad

auténtica convertir el reino de la necesidad en el reino de la

libertad, no aparece en esa reciprocidad que los socialistas

establecen por la que una, la riqueza, es meramente el resultado

de la otra, el valor.

Precisamente, para los socialistas la praxis se transforma

en trabajo productivo cuando ayuda a la creación de esa misma

riqueza’3. La tasa de plusvalía, clave en la idea de salario de

los propios socialistas españoles, queda así reducida a cuánto

faltaría en la nómina del asalariado para igualarla con esa parte

del valor, y con ello de la riqueza social, que el propio

proletario ha depositado en el objeto durante su trabajo y que de

serle dada implicaría una retribución justa’4.

Como veremos con más detalle en la segunda parte de esta


tesis, una de las causas del interés de mantener el término


“obrero” dentro del partido y la desconfianza hacia los elementos
intelectuales se relaciona con esto.

Este entramado ideológico de unir valor y riqueza produci


rá, como veremos, la necesidad de relacionar la Ley Férrea de los


Salarios con la devolución del Producto tn.tegro del Trabajo en
aras de superar la injusticia del Capitalismo.
73
En esta idea de trabajo cohabita, pues, un aspecto de la

utilidad del trabajo como abstracción, la praxis es útil en

cuanto convertida en objeto que crea riqueza social, con otro que

convierte al propio trabajo asalariado en representante, o al

menos una forma de representación, de la praxis y no en traición

de la misma.

El trabajo producido en el capitalismo es pues un trabajo

neutral, una representación de la praxis sin ideología determina

da en cuanto a su realización y que únicamente se ve roto en su

reciprocidad a través de la paga injusta que por él se realiza.

Lo que el capitalismo devuelve al obrero como retribución por ese

esfuerzo es lo que marca la justicia o la injusticia de la

relación, ya que ésta ha sido tomada como una reciprocidad y como

tal debe mantener cierta redistribución entre lo que uno, el

proletario con su fuerza de trabajo, da y el otro, el burgués con

la paga de su salario, ofrece a cambio de esa donación. No hay ni

negatividad ni potencialidad no desarrollada en el proceso, ahora

inexistente, de humanización del mundo, a pesar de que su

desarrollo fuera a la vez posible y necesario, ni nada que tenga

que ver, por activa o por pasiva, explícita o implícitamente, con

cualquier hecho que haga una mínima mención a algo ajeno al

discurso positivamente economicista.

Resulta ejemplificante, y creemos que muy sintomático, que


la relación mercantil de compra, por una de las partes contratan

tes, de la fuerza de trabajo del otro, quien se ve obligado a

venderse por su necesidad, sea el rasgo básico que determine al

74
sistema capitalista sin ningún otro elemento añadido.De esta

manera, la presentación del capitalismo como un mero desarrollo

injusto de compra—venta de la fuerza de trabajo, la presencia de

un obrero (o de toda la clase obrera, en cuanto a su generalidad

social) que tiene que venderse en beneficio de un empresario (o

de toda la clase burguesa o capitalista, también en cuanto a su

categoría social) para poder sobrevivir, con tener un incuestio

nable, y evidente, bien es cierto, contenido de verdad, no es

toda la verdad sobre el objeto. Este, el mismo Capitalismo, queda

presentado como una parcialidad de la totalidad de la vida

humana, como una realidad que aparece sólo vinculada a la produc

ción económica concreta y cuyo máximo representante es el

salario’5. Queda así reducido lo injusto del salario, o lo que

será con el transcurrir del tiempo la paga justa del mismo, a lo

injusto del capitalismo.

A propósito de esta misma conclusión en la economía


Política burguesa decía Marx:

Se comprende fácilmente que en la economía


Política el proletario, es decir, aquel que, desprovis
to de capital y de rentas de la tierra, vive sólo de su
trabajo, de un trabajo unilateral y abstracto, es
considerado únicamente como obrero. Por esto puede la
Economía asentar la tesis de que aquel, como un caballo
cualquiera, debe ganar lo suficiente para poder
trabajar. No lo considéra en sus momentos de descanso
como hombre, sino que deja este cuidado a la justicia,
a los médicos, a la religión, a los cuadros estadísti
cos, a la policía y al alguacil de los pobres.”

Karl Marx, Manuscritos. Madrid, Alianza Editorial, 1985,


pág. 59.
75
Así, el proceso de trabajo queda plasmado en la importancia

concedida al salario y el olvido procurado a aquello que

precisamente es la consecuencia de ese mismo trabajo que no

procura felicidad sino desgracia’6. Es efectivamente curioso

comprobar como precisamente el objeto concreto resultante del

proceso de trabajo en el capitalismo, la mercancía, desaparece

del análisis efectuado por los socialistas españoles. De esta

manera, la forma mercancía no se investiga nunca en cuanto tal,

como el resultado social, sino que el objeto producto del trabajo

aparece siempre relacionado con la individualidad que lo ha

llevado a cabo, con el trabajador concreto y su sueldo como

paradigma de dicho objeto, y no con la realidad social que lo

conf orma.

E igualmente ocurre con la idea del Capitalismo como un

sistema que integre la vida total de los individuos. La concre


ción que exige el método científico al estudiar el sistema

capitalista se consigue así a base de eliminar del análisis

cualquier hecho que pudiera alcanzar mayor repercusión social de

la inera relación laboral. Y esto se produce debido al afán


positivista que en el propio método científico previamente han

volcado los socialistas. La realidad del salario aparece en


relación con la del objeto producido en la esfera de trabajo y

desaparece así cualquier otra relación que el Sistema económico

pudiera mantener con algo que no sea ya esa misma relación. La

positivización del análisis “científico” del Capitalismo se

16 Karl Marx, El Capital. México, Fondo de Cultura Económica,


1986. V.I ,Pág. 426.

76
elabora a partir de fijarse en el beneficio económico que se

procura el capitalista y en su diferencia con lo pagado al

obrero.

El capitalista (categoría no natural, no lógica,

sino puramente histórica) se presenta por lo tanto, en

un tiempo del desarrollo de la humanidad interpuesto

entre la fuerza de trabajo y los medios de producción.

(...)

Si el valor producido por la fuerza de trabajo

fuera igual al producido por su consumo, por su

función, por su aplicación al elemento pasivo o

substratum material que transforma, el capitalista

quedaría reducido a proporcionar gratuitamente sus


medios de producción a los hombres de trabajo; no

conseguiría su propósito, que es aumentar los valores

que posee, conservar su riqueza y aumentarla, consu

miendo incesantemente de ella. Quedaría destruida la

base del sistema capitalista. No sólo no sería posible

el incremento y concentración de los medios producti

vos, que representan la coagulación de la fuerza de

trabajo, el trabajo acumulado, sino que irían reducién

dose, aminorándose por el consumo de la clase capita

lista. I17

Las relaciones sociales de producción no parecen tener

ninguna capacidad transformadora, para bien o para mal, de ese

17 Jaime Vera, pág. XIV.


77
mismo capitalismo fosilizado. Lo previo del sistema económico, su

a priori que consiste en que las relaciones sociales tengan que

ser, necesariamente y sin cambiar un ápice, como están siendo, es


lo único que reproduce el entramado social y con él a sí mismas.

Y lo es porque, precisamente, el capitalismo es sólo eso:

relaciones sociales determinadas en un modo productivo concreto.

Pero, a su vez y como consecuencia de lo anteriormente expuesto,


dicho modo productivo no es más que el resultado de la adición

realizada tomando como sumandos las relaciones sociales previa

mente establecidas.

Queda así claro que lo primigenio son las relaciones

sociales, pero ellas mismas son también, a la vez, el producto

final y último, puesto que lo constituyen realmente, del capita

lismo. Se puede, consecuentemente, hacer la identificación entre

el capitalismo con las relaciones sociales que en él se forman:

y con nada más. Y lo que verdaderamente interesa, y lo verdadera

mente importante, es cómo sean esa relaciones sociales de

producción, cómo se produzca la explotación en concreto de la

relación laboral.

Lo que el socialismo español asume, y con él se podría

incluir a toda la socialdemocracia, es un capitalismo de talante


meramente economicista y no, como en Marx, la propia existencia

humana, su limitación absoluta en la estructura totalitaria

característica del Capitalismo. Por ningún lado aparece el

Capitalismo como algo diferente del mero beneficio económico del


capitalista logrado en el proceso de producción de trabajo. Es

78
decir, el Capitalismo, lejos de tener una realidad propia que se

impone, incluso, sobre la clase burguesa’8, aparece como un

producto costreñido a las forma social de relación que él mismo

se ha puesto. Juega sobre sus propias reglas para garantizar la

corrección del análisis previamente realizado.

“Lo que es aumento de explotación para el obrero

es aumento de apropiación para el burgués.

(...)

Pero si estudiadas la relaciones entre trabajado

res y burgueses en un momento dado de la producción es

innegable el antagonismo de burgueses,¿cabeesperar,

comoloseconomistaspagadossuponen.queelmismo

desenvolvimientodelsistemacapitalistahadeponeren

juegolosmecanismoscompensadoresque lleven a punto

de concordia a los dueños de los medios productivos y

a los que sólo poseen su fuerza de trabajo?

Nada más absurdo. Unos y otros viven de la

producción, yalo hemos dicho. Verdad también que

‘ Hay que hacer notar aquí que los socialistas sí que


admitirán en cierta medida un capitalismo que se impone sobre la
burguesía a través de la idea de crisis económica debida a la
anarquía de la producción. El fatalismo revolucionario, la
necesidad histórica ineludible que garantiza el fracaso capita
lista y el triunfo socialista, es algo que se impondría sobre la
voluntad de los burgueses. Sin embargo, el sistema en cuanto tal,
en su funcionamiento económico corriente, no aparece como
totalitario sobre la conciencia humana ni sobre su vida.
Únicamente es la necesidad de producir, lo que llevará a la
crisis, donde el capitalista se ve abocado a la fatalidad.
79
permaneciendo inalterables todas las demás circunstan

cias, a mayor producción, mayores ventajas para ambos;

pero esto no impide que una clase se desarrolle a

expensas de la otra ni que persista el antagonismo de

intereses respecto al salario, a la duración de la

jornada, a la productividad e intensidad del trabajo,

como en los períodos de contracción productiVa.” 19

Pero en esta misma positivización de la realidad capitalista

se comete el error comentado por nosotros de considerarlo como

visión general y concreta del mismo. Efectivamente, el capitalis

mo para los socialistas españoles, una vez descubierta que su

célula fundamental es la relación social de la compra—venta

injusta de trabajo, pasará a ser un organismo multicelular a

costa de generalizar dicho proceso. ¿Qué queremos decir con esto?

Pues, que el capitalismo no pasará de ser sino un número más o

menos considerable de burgueses que en la compra de trabajo roban

una parte, producen capital, del sueldo de los obreros que tienen

bajo su mando.

“ La historia de la Humanidad es la historia de la

lucha de clases, y que esta lucha, mantenida constante


mente, ha dejado algunas de aquéllas, dejando en pie a

la fecha dos clases nada más.

De las distintas clases sociales que en épocas

anteriores existieron, sólo quedan la burguesa y la

19 Jaime Vera, pp. XIX—XX.El subrayado es nuestro.

80
obrera: constituyen propiamente la primera los indivi

duos que, disponiendo de los medios de producción, se

apropian una parte del trabajo de los que están

desposeídos de ellos; pertenecen a la segunda los

obreros que siendo propietarios de los instrumentos de

trabajo, los ponen ellos mismos en función e igualmente

todos los proletarios que carecen de dichos instrunlen

tos y para poder vivir o, mejor aún, vegetar, vense

forzosamente obligados a vender su fuerza de trabajo,

sus brazos, por una cantidad muy inferior a los

valores que producen.

Desde el momento que hay una clase —la burguesa—

que vive a expensas de otra clase -la proletaria— , la

diferencia, el antagonismo, el odio entre una y otra

tienen forzosamente que existir.”2°

El Capitalismo como modo de producción aparece limitado al

propio campo de la compra—venta del trabajo, en el terreno del

contrato y del salario, que el empresario, o la clase burguesa en


su totalidad, por medio de la fuerza basada en su privilegiada

situación social, impone a la clase trabajadora. Trata así a los


trabajadores como si únicamente fueran mercancías, lo cual

resulta ser, por cierto, una queja constante del socialismo

español en sus orígenes finiseculares. Pero dicha crítica es

referida exclusivamente a los obreros en cuanto tales obreros, es

20 Pablo Iglesias, Comentarios. El Programa Socialista. Art.


1, pp. 129—130.
81
decir, en la parcelación de sus vidas que haría referencia a la

necesidad de venderse para poder sobrevivir y no a la totalidad

de sus vidas.

Todo el análisis de los socialistas se refiere exclusiva

mente, en su dimensión económica, al salario como forma injusta

de retribución. Sitúan el capitalismo como una cuestión meramente

económica, pero económica tal y como la propia economía capita

lista, a la cual pretenden combatir, al menos esa es su voluntad

de intención, presenta la economía. Se transforma así la economía

en un cálculo de beneficios y deudas, de salarios justos y de

retribuciones injustas. Se entra en la parcelación de la

realidad, en el juego que el propio sistema tiende desde su

realidad.

Así, al quedar todo supeditado a la relaciónestablecida de

compra—venta de trabajo, la clave del capitalismo queda reducido

a la relación entre el que compra y el que vende. Y por tanto, y

como veremos a continuación, la medida de la justicia para dicha

relación queda supeditada a esa idea de comprar y vender de forma

tal que la relación comercial sea equitativa por su proporciona—

lidad.

“Estas relaciones pueden expresarse en una fórmula

sencilla: cadaproletarioesexpropiadodiariamentede
unapartedelproductodesutrabaloporelcapitalis

ta:queconlasumadeestosdespolosolatrocinios

82
parcialesaumentaelcapitalyconélelinstrumentode

expoliacióndelproletariado.

La propiedad del producto es exclusivamente del

poseedor de los medios de producción, del capitalista.

Pues bien: sólodemostraréisqueelobreronoes

expoliadoorelcapitalistacuandodemostréisqueel

salarioquerecibeesigual.comocantidad.alaparte

quelecorrespondeenelproductodesutrabaio.”2’

Ciertamente, parece que la importancia es puesta de manera

casi exclusiva y absoluta en la actualidad del trabajo no pagado,

y con ella, de lo que se podría llamar el trabajo concreto, es

decir: el trabajo producido por un trabajador o el resultado

aritmético de la suma de todos los trabajadores. Es una importan

cia concedida al trabajo que cada día resulta del esfuerzo del

obrero, pero que no tiene en cuenta nada más, y ahí precisamente

comienza a caer en la trampa ideológica ya que se hace referencia

al trabajo realizado en cuanto a trabajo remunerado, y no como


traición de algo que es la Praxis.

Los socialistas españoles hablan del trabajo del obrero


desde el punto de vista del mismo capitalismo, y por eso deben

acabar concluyendo que lo más importante de todo esto es el pago


que se da a dicho trabajo obrero. Sin pretender la noción de la

praxis traicionada, es decir, sin entrar en esa noción clave de

21 Jaime Vera, pág. VI. El subrayado es nuestro.

83
la dialéctica marxista que es la existencia de una contradicción

que niega lo actual, eliminada por los propios socialistas de un

plumazo, la única fuente para juzgar el trabajo realizado se

convierte en el salario. Pero, y esto es lo paradójico, el

salario es al tiempo lo *njusto en sí mismo y aquello que decide

cuándo hay justicia en la relación establecida entre un vendedor

y un comprador.

Así, el juicio de valor relacionado con el dinero se compone

de forma especial. Lo que importa es, ahora, ver cómo puede ser

recompensada la entrega de la fuerza de trabajo y ver que la

única recompensa posible sería devolver aquello que se ha dado,

aunque sería más justo decir que se ha tomado. Si se consiguiera

que eso fuera así, resultaría que la relación de compra—venta

sería justa cuando se diera una remuneración también justa por el

trabajo recibido. Cuando el capitalismo fuera de algún modo capaz

de realizar dicha función de compra justa entonces el sistema se

volvería justo.

De esta forma, y de acuerdo al análisis previamente

apuntado, el salario cobra una importancia capital a la hora de

analizar el propio sistema capitalista. Y la cobra, no tanto, y

como sería de esperar, por la producción de plusvalía y la

conversión de la praxis en trabajo asalariado, sino por dos

fenómenos característicos del socialismo español, y, también en

sus orígenes de los demás partidos socialistas europeos: la Ley

Férrea de los Salarios y la Devolución al trabajador del Producto

íntegro de su trabajo.

84
DOS:

LA LEY FÉRREA DE LOS SALARIOS


“El proletariado, por el contrario, va siempre en

aumento. El proletario no tiene más propiedad que su

fuerza vital, que tiene que vender por un miserable

salario. Este salario está sujeto a una ley económica,

por la cual no puede subir más de lo estrictamente

necesario para malvivir.” 22

la Ley Férrea de los Salarios va ser motivo de capital

importancia dentro del análisis del capitalismo por parte de los

socialistas españoles. La defensa de la afirmación contenida en

la teoría de la Ley Férrea de los Salarios, a saber: que el

salario otorgado a los trabajadores sólo puede mantenerse dentro

de un estricto marco de supervivencia para el obrero y su prole


y que nunca podrá elevarse sobre dicho margen de un modo

significativo, es una idea básica en el pensamiento socialista

español.

“El equilibrio entre la of erta y la demanda de

fuerza humana no está solamente asegurado, sino roto,

en perjuicio del obrero, por los progresos del capita

lismo; el salario será, necesariamente, la expresión

del valor de la fuerza de trabajo o inferior a él; la

22 Manifiesto-Programa del Partido Socialista Obrero Español.


5 de octubre de 1879. Pág. 323.

87
ley de los salarios (que es un caso particular de la

ley de los precios), en cuya virtud la retribución del

obrero se limita al valor de las subsistencias estric

tamente necesarias para él y para su prole, será

cuiiiplidacon inexorable exactitud, aunque se convierta

en sentencia de muerte para la masa obrera que queda

inactiva en la crisis de producción.

Y no se repita neciamente que esta ley de los

salarios es invención anticientífica de agitadores

ignorantes, una afirmación sin pruebas de Lassalle. La

observación directa la demuestra. La autoridad de los

maestros de la economía clásica la consagra.”23

Tradicionalmente, en la gran mayoría de las investigaciones


se ejercita la idea de que la defensa de la Ley Férrea, y a su

vez la entrega al proletario del producto íntegro del trabajo,

como veremos posteriormente, tiene una estrecha relación, cuando

no resulta ser esta su causa principal y directa, con la

ignorancia que había de los escritos de Marx. Efectivamente, es

cierto, y es de todos conocidos, que la obra de Marx no era

conocida en toda su extensión por ningún socialista español.

Incluso, y de esto también hay pruebas irrefutables, los pocos

que conocían alguna de sus obras, entre quienes sí estaban Vera,

Iglesias, Mesa y, seguramente en esta primera etapa también,

García Quejido, usaban más los resúmenes franceses que las

propias obras del filósofo alemán.

23 Jaime Vera, pág. XIV.

88
Pero ello no implica necesariamente que la aceptación de

determinadas teorías ajenas, e incluso contrarias, a los

planteamientos de Marx, sabiendo ellos mismos o no dicho

alejamiento, se deba a motivos de ignorancia de determinadas

obras o pasajes, sino -que consideramos que es debido, fundamen


talmente, a un componente ideológico en el interior del discurso

socialista que, implícitamente al menos, permite incorporar estas

teorías al ideario revolucionario sin ningún tipo de problemas de

incongruencia. Y aún es más, estas teorías ajenas al pensamiento

de Marx se defenderán como parte fundamental y parte que

fundamenta el ideario del PSOE.

No es aquí, consideramos, importante ver qué relación guarda

la ignorancia de la obra de Marx con la defensa tanto de la Ley

Férrea de los Salarios como de la Devolución íntegra del Producto

del Trabajo. Y no lo es porque el objetivo de estudio de la

presente investigación no es comparar la obra de Marx con la de

los autores que dieron comienzo a la historia del PSOE, sino que

consiste en confrontar las ideas de ese mismo partido socialista

con sus propias teorías. El hecho de desconocer, al menos dando

por válida la tesis de la ignorancia más o menos completa de la

obra de Marx, que parece fiable y demostrada, por otra parte, la

mayoría de la obra del filósofo alemán, no exime que el socialis

mo español muestre una coherencia en su discurso. De lo que se

trata es, por consiguiente, de ver y analizar dicha coherencia,

dejando a un lado, al menos en este sentido, lo que podría haber

sido si hubieran conocido la obra del propio Marx.

89
Por otra parte, es evidente que la izquierda alemana, y con

ella por supuesto el SPD (Partido Socialdemócrata Alemán), sí

conocía la teoría de Karl Marx, y mantenía contacto con el mismo

Engels, y, sin embargo, sus elaboraciones programáticas y las

conclusiones a las que llegarán, continuando en la reivindicación

de la coherencia del socialismo español, son muy similares,

aunque mejor sería decirlo al revés por aquello de la originali

dad, a las del partido socialista de los españoles. Incluso es de

todos sabidos que ya en propia vida


- de Marx se producirá la

aceptación de ciertas teorías que provocará la reacción airada

del mismo pensador alemán que no dudará en establecer la crítica

ya al mismo Congreso fundacional del nuevo partido obrero social

demócrata en Gotha24.

Lo cierto es que la Ley Férrea de los Salarios se convierte

en una necesidad dentro del esquema socialista, ya que es el

elemento necesario para marcar la justicia (en este caso en un

juicio desfavorable que reinarcasu ausencia) sobre el capitalis

mo. Si el origen de su aceptación viene dado por su escaso

conocimiento de Marx o bien por alguna otra causa es algo que

aquí no resulta importante. Lo que, al contrario, sí resulta

importante, y de una importancia radical a la hora de explicar la

24

“Sabido es que el mero hecho de la unificación


satisface de por sí a los obreros, pero se equivoca
quien piense que este éxito efíinero no ha costado
demasiado caro.”

Karl Marx, Carta a W. Bracke. Cfr. Crítica al Programa de


Gotha, pág. 8.

90
ideología fundadora de la socialdemocracia, es ver si la

aceptación de la Ley Férrea d.e los salarios es una necesidad de

la coherencia en el discurso o bien es, como vulgarmente se suele

decir, un pegote producto del desconocimiento.

A este respecto, la presencia de estas dos ideas extrainar—

xistas, la Ley Férrea de los Salarios y la Devolución del

Producto íntegro del Trabajo, en el famoso informe de Jaime Vera,

el más preparado de los socialistas españoles junto a José Mesa,

ponen sobre aviso acerca de que no se trata de un mero problema

de ignorancia. Efectivamente, y como él mismo aseguró, Vera fue

un lector de El Capital y, por lo tanto, es improbable que no

conociera, cuando menos, que la Ley de los Salarios era una

elaboración extramarxista. Incluso, bien podría conocer que el

mismo Marx había polemizado, y de forma bastante rotunda como era

habitual en él, ya con Lassalle al respecto25.

Incluso en su mismo informe, presentado como un documento

teórico, el más importante con toda certeza del primer socialismo

español, Vera colocaa Lassalle como fundador de dicha teoría26.

25 Por poner sólo un ejemplo, nada más comenzar El Capital,


en el mismo Prólogo, Marx ya critica en una nota a pie de página
a Lassalle. Igualmente, en todo el libro no aparece que Marx
defienda, ni por asomo, la teoría de la Ley de Bronce (o Férrea,
como la llaman los socialistas españoles). Por último, aparecen
numerosos párrafos en la obra que garantizan que al obrero se le
puede subir el sueldo mucho más allá del mero límite de la
subsistencia.

26 Ver la cita en la página 86. En realidad, el fundador de


dicha teoría es Rodbertus. Sin embargo, se suele presentar a
91
Es decir, no existe un interés de presentar, de escudarse en él

sería más apropiado decir, a Marx como fundador de todo el

pensamiento socialista, sino que se acogen las teorías de acuerdo

a la coherencia con el esquema previo que sobre el Capitalismo

tienen los socialistas. Y también es muy curioso que sea Vera, el

intelectual reconocido del partido, quien con más ahínco defienda

dicha ley, sin querer esto decir, por supuesto, que el propio

partido no la reconociera como una realidad científica dentro del

modo de producción capitalista, como se demuestra en que aparece

citada explícitamente en su programa27.

Lassalle como autor por haberla popularizado dentro de los


círculos del movimiento obrero internacional.

Por cierto, es curioso comprobar como hasta el mismo


Lassalle, en relación a esta idea de la coherencia, es criticado
por José Mesa en su introducción a la obra de Marx la Miseria de
la Filosofía.

“Sin la poderosa influencia y la resuelta actitud


de Marx y Engels, la fracción lassalliana hubiera
triunfado, imprimiendo al nuevo partido su carácter
burgués y nacionalista.”

José Mesa, pág. XXXVIII.

27 Se cita a través de una explicación de sus característi


cas, sin llamarla a través de su nombre conocido, en el programa
del PSOE fechado el 5 de octubre de 1879 (ver cita al comienzo
del presente apartado). Igualmente, durante la década de los
ochenta es citado repetidas veces tanto en los discursos y
escritos socialistas a la Comisión de Reformas Sociales, en el
informe Vera y también el de la Asociación del Arte de Imprimir,
escrito por Iglesias, como por el mismo Iglesias en sus artículos
donde comenta el programa socialista.

92
La Ley Férrea de los Salarios se presenta como la realidad

social imprescindible del proceso económico del capitalismo. La

riqueza creada por el obrero, a través de la venta diaria del

trabajo, no puede regresar a él más que en forma de salario de

subsistencia para que su fuerza se mantenga viva y la reproduzca

en su familia, ya que si la retribución subiera por encima de ese

mínimo resultaría una destrucción del capitalismo (que a la larga

es sólo beneficio empresarial). La realidad social y económica

determina así una clase obrera con escasísimos recursos económi

cos que ve cómo lo que pone en el trabajo no le es devuelto por

el capitalismo. La Ley Férrea se inserta dentro del sistema de

producción como una parte más, y muy importante e imprescindible,

de la propia relación capitalista: está integrada en ella misma

y su desaparición es imposible por su implicación directa con el

beneficio capitalista.

“La disminución personal de la burguesía y el

aumento de su poder y su riqueza está en razón directa

del aumento del proletariado y de la disminución de sus

medios de existencia” 28

Además, la Ley Férrea de los Salarios no sólo se presenta

como la descripción de una realidad social, un hecho que se está

produciendo de forma más o menos generalizada, sino como una ley


de inexorable valor científico que, como tal, es necesario que se

cumpla dentro del organismo capitalista, pues es una de las

28Manifiesto-Programa del Partido Socialista Obrero Español.


5 de octubre de 1879. Pág. 323.
93
características que le definen. Evidentemente, parece claro para

los socialistas españoles, y para cualquier observador imparcial,

que el sueldo de los obreros de la época no sube por encima del

mínimo de subsistencia. Pero la Ley Férrea de los Salarios no

sólo explica que no se den en la actualidad sueldos por encima de

la inera subsistencia del obrero y su prole, sino también que es

imposible que esto se produzca. Viene a cumplir el papel de una

ley de valor científico, capaz de predecir, y no sólo de

describir, la imposibilidad de que ocurra un fenómeno determina

do.

ttAsí como hay medidas para apreciar la presión

atmosférica, la temperatura que nos rodea y otra

multitud de fenómenos físicos que afectan a nuestra

salud y a nuestro bienestar, hay también manera de

apreciar con exactitud la situación material de la

clase que trabaja. Este descubrimiento lo hizo ha

tiempo la ciencia económica, y lleva por nombre ley de

los salarios.

Con arreglo a esta ley, la fuerza de trabajo

(única propiedad del asalariado) vale en el mercado en

periodos normales (es decir, cuando la oferta de

trabajo es igual a la demanda) el salario preciso para

cubrir las más apremiantes necesidades.

(...)

Mas volviendo al punto a que contestamos, haremos

observar a la Comisión que la ley de los salarios está

94
sujeta a algunas oscilaciones: cuando hay mucho trabajo

y menos obreros de los que éste necesita, el salario

rebasa su nivel ordinario, y cuando hay poco trabajo y

muchos obreros que lo solicitan, el salario desciende

de aquel nivel.”29

La interpretación es pues la de un capitalismo sujeto a una

realidad previamente definida y que no puede cambiar de forma de

ser. Al unísono con la Ciencia positiva, que busca leyes de

explicación necesarias que expliquen los fenómenos con la idea de

su predicción (y, con ella, de su dominación), el positivismo


arraigado en el pensamiento socialista presenta a los organismos

sociales al modo de los objetos físicos de la naturaleza, que

pueden ser reducidos a una serie de variantes cuantificables y

sacar con ello unas leyes de obligado cumplimiento para esa misma

realidad a la que a su vez definen.

Es una suerte de fijisinoevolucionista. Es un fijismo porque

los seres vivos, en este caso el capitalismo, nacen prefijados

como especies inalterables y sujetos a una serie de característi

cas que no pueden transformar y que les afectan. Pero, al tiempo,


es un evolucionismo pues esos mismos seres, en este caso

concreto, el capitalismo, están llamados en su enfrentamiento con


la realidad hostil a dar paso a una nueva especie, el socialismo,

en su derivación. Lo que destaca es precisamente ese punto de

imposibilidad de que se produzca un fenómeno que haga renovarse

29 Pablo Iglesias, Informe escrito de la Asociación del Arte


de Imprimir, pág. 466.
95
o transformarse al ser en cuestión sin que eso iniplique su

desaparición, pues entonces estaría en jaque la propia selección

natural30.

Como deducción de este esquema, la crítica se debe referir

precisamente a aquellos puntos que se consideran esenciales en la

formación de capitalismo y cuya existencia definan a éste. Y aquí

la palabra esencia revela un contenido filosófico y a la vez

científico. Por un lado, y esa sería su significación filosófica,

es aquello que hace que las cosas sean como son, lo invariable

° Este esquema del fijismo evolucionismo es también


aplicable a la ideología burguesa, pero al revés. Para ella lo
fijo e inmutable sería la propia naturaleza en la cual se
desarrollan los seres, el sistema capitalista, marco donde ocurre
la vida e inalterable ya, mientras que los individuos de la
especia cambiarían adaptándose a esa situación o no, y por
consiguiente llegando a ser o proletarios, inadaptados, o bien
pertenecientes a la clase burguesa, en la selección de los más
aptos.

“Las producciones teóricas socialistas durante la


II Internacional aparecerán teñidas de los mismos tonos
de mecanicismo y determinismo imperantes en la esfera
científico—natural (...). La aberración gnoseológica
es, en definitiva, la misma que en el caso liberal. Lo
que aquí varía es sólo el tipo de lectura social que se
suele hacer de la teoría darwinista: frente a la
interpretación individualista y competitiva del
darwinismo social, se practica otra de carácter
solidarista, convergiendo en este punto con la lectura
cooperativista y reformista antes aludida.”

NUÑEZ RUIZ, Diego, Antología de textos sobre “El darwinismo


en España”. Madrid, Castalia, 1977. Introducción p. 54.

Trataremos más este esquema darwinista en nuestras conclu


siones.

96
del objeto que puede cambiar en todos sus accidentes menos

precisamente en aquello que lo define so pena de dejar de ser ese

mismo objeto. Por otro, y ahí se inscribe su marco cientificista,

debe ser algo realmente existente, es decir: positivamente

perceptible por los sentidos, tangible, y que se dé en grado de

actualidad, sin tapujos. Así, la esencia del capitalismo debe ser

positiva, algo que pueda aprehenderse por su validez material,

entendiendo ésta del modo más elemental. Una vez fijada dicha

validez, se puede presentar como esencia aquello que previamente

ha sido definido como inmutable.

Ya hemos analizado que la Ley de los Salarios aparece como

un punto obligado de la propia estructura capitalista, sin la

cual esta no sería como es. Como algo que, cuando menos, es de

obligado cumplimiento para toda la realidad del sistema. Pero,

incluso, algo se nos olvidaría, y algo fundamental, si no

viéramos las consecuencias nefastas que, según Vera, tiene la

inexorable ley. Consecuencias nefastas no sólo para el trabaja

dor, que la sufre en sus propias carnes, sino que también, y

primordialmente, para el propio sistema que la produce. Precisa

mente, la clave, al menos la principal, de la defensa por parte

socialista de la.Ley Férrea de los salarios vendrá dada por la

sencillez con que ella misma asegura la quiebra, tanto a nivel

teórico, como criterio de injusticia, como práctico, en cuanto a

la condición para la revolución, del capitalismo. La Ley Férrea

de los salarios asegura la evolución del capitalismo al socialis

mo de forma fatal. Estas consecuencias serán estudiadas a

continuación.

97
TRES:

SALARIO Y JUSTICIA
La Ley Férrea de los Salarios asegura la imposibilidad del

alza del precio de venta del trabajo por encima de lo necesario

para la subsistencia del proletario y su familia. Sin embargo,

más arriba hemos insinuado que la aceptación por parte de los

socialistas españoles de dicha ley, e igualmente de la petición

de la devolución íntegra del producto del trabajo, guarda no sólo

el interés descriptivo de la mente científica sobre el objeto de

estudio, sino también el juicio moral del revolucionario. Los

socialistas buscan algo que no sólo explique el modo de proceder

del sistema, sino que también le haga vulnerable tanto en el

juicio moral, presentando de forma clara y palpable su injusti

cia, como en el hecho práctico, asegurando el desmoronamiento

fatal del objeto.

Se trata de que la formulación de una idea cobra sentido

dentro de un marco determinado como, creemos, es aquí el caso. La


presencia de la Ley Férrea de los Salarios tiene importancia

porque pone el acento de la injusticia dentro de lo que previa

mente se ha identificado como capitalismo, la compra-venta del

trabajo, y, por consiguiente, se argumentará que habiendo

injusticia manifiesta en la relación que forma de manera

primordial el hecho, debe también de haberla, como consecuencia

derivada de la primera, en el propio hecho.

101
La injusticia no parte, pues, del principio —no es que en sí
mismo el capitalismo, el sistema asalariado para los socialistas,

fuera injusto— sino que, la injusticia final que resulta del

mismo es el resultado de algo injusto en una parte del proceso,

la escasa retribución del trabajo, mas no del mismo proceso como

un todo.

Esta injusticia existente en el capitalismo no es la propia

relación de compra—venta de trabajo sin más, es decir: no es la

crítica al trabajo asalariado como tal, sino que es esta relación

pero añadiéndole una característica, necesaria de cumplimiento a

su vez, como es a imposibilidad de pagar más allá del salario

para la subsistencia de la propia mano de obra encarnada por el

proletariado.

“Pero si el salario tiene un límite superior que

no puede exceder, ni aun alcanzar sin quebrantar los

fundamentos del estado económico presente, tiene

también un límite inferior. La producción exige que la

fuerza de trabajo se conserve. Este límite inferior


está determinado, de consiguiente, por el mínimo de

subsistencias necesarias para que el obrero conserve su

fuerza de trabajo y la reproduzca en sus hijos.”’

La Ley Férrea de los Salarios, la imposibilidad del alza del

mismo por encima del salario de subsistencia, implica un criterio

de injusticia restringido, una crítica muy estricta y limitada a

31 Jaime Vera, pág. XIII.

102
la relación que guarda el capitalismo con los seres humanos y, en

concreto, con la producción y los productores. Aparece la

injusticia en la propia relación mercantil una vez ésta ya ha

sido establecida entre un comprador y un vendedor, y no sobre la

misma relación en sí. Es decir, la crítica se realiza en ese

lugar en el que se establece la abstracción, tan querida por la

economía política liberal, de dos personas iguales que acuden al

libre mercado para cada uno vender sus mercancías. Aquí, sin

embargo, la abstracción pasa a pretender ser concreta, ateñirse

a los hechos que ocurren, en cuanto se sitúa el mercado laboral

como realidad última del capitalismo y su constituyente, dándole

una relación con el mismo sistema que crea las diferencias

sociales a través de las clases.

“El obrero, por el contrario, por su condición de

individuo desprovisto de todo género de medios, se ve

obligado a vender para comprar, es decir, la operación

inversa. Esto es lo que divide a los individuos de las

dos únicas clases que tienen asiento en la sociedad; es

decir, que mientras el obrero tiene que prestarse a

vender su fuerza de trabajo por una cantidad, el

individuo que compra vuelve a venderla con un sobrepre

cio, que es lo que se guarda, porque no está atento más


que a realizar esa operación para acrecentar su

capital, y únicamente puede conseguirlo aprovechando el

trabajo personal de una infinidad de proletarios

103
expoliados, por encontrarse en una condición inversa de

la en que aquel individuo se encontraba.”32

Por supuesto, no es exactamente igual que en la fantasía

liberal en la que ambos protagonistas intervienen en el mercado

bajo una igualdad falsa, ya que para los socialistas españoles

está claro que entre el burgués y el proletario no hay una

relación simétrica entre dos entidades sociales con un poder de

decisión idéntico, pues mientras que al obrero le acucia el

hambre, el industrial puede escoger entre ese mismo trabajador o

cualquier otro que forme parte, todos ellos en cierta manera y en

algún momento, del ejército industrial de reserva (con lo que

ciertamente no es tanta la abstracción).

“No llamamos parias a los trabajadores, pero sin

metáfora alguna afirmamos que el obrero está supeditado

económica y políticamente a la clase poseedora; que la

libertad no se ha conquistado para él; que aún existe

la estratificación de las clases, y que la trabajadora

está debajo sufriendo la tiránica pesadumbre de la

clase poseyente; que si ha cambiado la forma de las

relaciones entre la clase poseedora y la clase que

viene desnuda de todas las armas a la lucha por la

existencia, subsisten el fondo y la esencia de esas

relaciones, por cuya virtud, o, mejor, por cuyo vicio,

una parte de la humanidad se alza con el dominio del

trabajo ajeno.

32 García Quejido, sesión del 25 de enero de 1885. Pág. 255.

104
Supeditado económica y políticamente se hallaba el

siervo; supeditado económica y políticainentese halla

el trabajador. Los obreros de hoy —y ellos lo saben, y

los que no lo saben lo sienten— son esclavos, son

siervos, a quienes se envuelve hipócritamente en una

ilusión de libertad.

Si el esclavo era una propiedad, si el siervo era

un usufructo, el obrero actual no tiene más representa

ción social que la de una mercancía que sólo puede

subsistir vendiéndose a diario hasta la muerte.”

Sin embargo, es cierto que sí consideran esa relación como

la primordial del sistema económico y la cantidad del salario,su

cantidad más o menos holgada, como el contenido básico desde el

cual juzgar la justicia sobre el capitalismo y dar su veredicto

de culpabilidad. Y es ahí donde precisamente surge la abstracción

y con ella la falsedad. Al pretender concretar tanto dentro de la

realidad del mismo sistema capitalista, caen en el error de

situar la verdad en un momento del mismo, la retribución del

trabajo, cosificando al propio sistema en una realidad concreta

y abstrayendo dicho momento de la realidad hasta convertirlo en

absoluto.

Así, lo que no sería sino una parte mediatizada por el todo

queda convertido en algo real por sí mismo, abstraído de ese

mismo todo sin el cual carece en absoluto de sentido, y se le

Jaime Vera, pág. II.

105
acabará pudiendo dar sentido en cuanto se le convertirá a él

mismo en el máximo donador de sentido: el capitalismo se convier

te en esa acción social de la retribución.

La justicia o la injusticia quedan reducidas al valor de ese

mismo complemento material que es el salario, cuya mayor o menor

holgura le convierten en el Procusto cruel, pero en el fondo

cómplice, del propio capitalismo. Así, lo que el pensamiento

socialista acaba teniendo de abstracto es precisamente negarse a

admitir el todo como realidad real y, con ello, descubrir y poder

analizar el capitalismo como una realidad que se forma como

abstracción concreta34.

La justicia, o, en este caso concreto, la injusticia, se

produce en un momento concreto del proceso productivo sin tener

en cuenta dicha realidad de producción como un todo. La dif eren—

El capitalismo debe entenderse como una abstracción


concreta porque él mismo no existe en cuanto realidad material
sino como el conjunto de las relaciones sociales establecidas en
un momento determinado. Pero al tiempo, resulta ser él quien
señala las condiciones no sólo bajo las cuales dichas relaciones
se desarrollan sino incluso de aquellas que marcan la vida de los
seres humanos.

Igualmente, y como célula básica de ese mismo sistema, lo es


ya que en él aquel elemento que resulta como consecuencia de la
realización final del propio sistema de producción, la mercancía,
es a un tiempo lo abstracto del mismo, pues no tiene valor en
cuanto propio objeto sino exclusivamente por algo que se ha
depositado en él, y, sin embargo, es al mismo tiempo lo más
concreto, pues ella misma resulta ser lo cotidiano del sistema y
lo que se presenta como valorado por una realidad que parece
surgir de sí misma (y de ahí su fetichización y, por ende, su
falsedad).

106
cia con la tasa de plusvalía marxista, cuya importancia reside en

el problema de una racionalidad, creatividad, traicionada en

cuanto únicamente sirve para reproducir el sistema de dominación

vigente que, a su vez, es elmismo responsable de dicha negación

del libre desarrollo humano, es pues fundamental. La idea de un

sistema económico que carece, por un lado, de capacidad para

aumentar el precio de compra de la fuerza de trabajo, de aumentar

la paga salarial por encima del límite de subsistencia, y, por

otro, de generar un bienestar economicista, es pues ajena a Marx.

Pero no lo es ni a Vera ni, por supuesto y junto a él, al primer

socialismo español y sus dirigentes.

Efectivamente para Marx el proceso de trabajo asalariado no

tiene que ver con una relación injusta de reintegración de lo

donado sino con algo más profundo y que, por mucho que fuera lo

devuelto al obrero, imposibilita al Sistema capitalista a lograr

bajo ninguna circunstancia una relación justa. El trabajo del

obrero, defiende Marx, no sirve en la actual estructura de

producción para humanizar el mundo (es decir, no es una praxis

que pueda realizarse verdaderamente), sino que únicamente produce

más beneficio y, con ello, más capital. Resulta pues ajena a su


tesis la idea de que una mayor retribución económica de los

trabajadores fuera a resultar garante de la eliminación de la

explotación.

“Así como el hecho de que algunos esclavos

anduviesen mejor vestidos y mejor alimentados, de que

disfrutasen de un trato mejor y un peculio más abundan—

107
te, no destruía el régimen de esclavitud ni hacía

desaparecer la explotación del esclavo, el que algunos

obreros, individualmente, vivan mejor, no suprime

tampoco la explotación del obrero asalariado. El hecho

de que el trabajosuba de precio por efecto de la


acumulación del capital sólo quiere decir que el

volumen y el peso de las cadenas de oro que el obrero

asalariado se ha forjado ya para sí mismo, pueden

tenerle sujeto sin mantenerse tan tirantes.(...) Es

decir, que por muy favorables que sean para el obrero

las condiciones en que vende su fuerza de trabajo,

estas condiciones llevan consigo la necesidad de volver

a venderla constantemente y la reproducción constante

ampliada de la riqueza como capital.

Y forzosamente tiene que ser así, a un régimen de

producción en que el obrero existe para las necesidades


de los valores ya creados, en vez de existir la riqueza

material para las necesidades del desarrollo del

obrero. Así como en las religiones vemos al hombre

esclavizado por las criaturas de su propio cerebro, en

la producción capitalista le vemos esclavizado por los

productos de su propio brazo.t3S

Karl Marx, El Capital, y. 1, pp. 521—522 y 524.

Esta misma idea ya aparece en los Manuscritos:

“Un alza forzada de los salarios, prescindiendo de


todas las demás dificultades,( prescindiendo de que por
tratarse de una anomalía, sólo mediante la fuerza
108
Pero, al contrario de lo que ocurre en el pensamiento de

Marx, para los socialistas el capitalismo queda perfectamente

definido bajo la forma de la retribución del salario. Esto debe

hacerse así para huir de “metafísicas” y seguir el esquema

positivo: un criterio que adecúa su pensamiento al objeto ya

presente, como debe hacerlo un pensamiento positivo, al situar

dicho objeto como algo ya concluido y que lleva a que el

pensamiento, si quiere conocer su verdad, tenga que adecuarse a

él. Pero este criterio de verdad utilizado por los socialistas en

su crítica muestra su falacia, y por ello mismo su inadecuación,

frente a la realidad capitalista al situarse dentro del ámbito de

la realidad falsamente verdadera que el propio objeto se ha

formado por y para sí mismo.

En realidad, el sujeto que cree ser capaz de definir un


objeto que se le presenta como algo aparentemente ajeno en su

proceso de investigación, se muestra incapaz de comprender que

dicho objeto viene a ser conformado por él mismo y que su propia

subjetividad forma parte del objeto, eliminando de esta manera la

independencia entre los dos factores. Así, el criterio que

podría ser mantenida), no sería, por tanto, más que una


mejor remuneración de los esclavos, y no conquistaría,
ni para el trabajador, ni para el trabajo su vocación
y su dignidad humanas.

Incluso la igualdad de salarios, como pide


Prouhdon, no hace más que transformar la relación del
trabajador actual con su trabajo en la relación de
todos los hombres con el trabajo. La sociedad es
comprendida entonces como capitalista abstracto.”

Manuscritos, pág. 117.

109
pretende presentarse como científico amparándose para ello en la

propia independencia del método frente al objeto de estudio,

lejos de poseer la verdad no sería sino la máxima expresión de la

ideologización producida por el mecanismo del propio objeto a

través de su propia fetichización, al tiempo que lejos de

resultar el objeto dominado por el propio pensamiento del sujeto,

domina aquél sobre todos y cada uno de los sujetos e igualmente

sobre las representaciones de la propia realidad que el investi

gador socialista cree descubrir.

Así, lo falso de la visión socialista del capitalismo es el

esquema conceptual desde el cual arranca su investigación y, por

lógica en el seguimiento de dicho esquema, el resultado último:

son falsos porque son coherentes. Piensan los socialistas de

acuerdo a su esquema positivo que si lo presente, lo actual, debe

ser injusto, como resulta de rigor para poder ejercer la crítica

sobre ello, dicha injusticia debe ser cuantificable matemática

mente y relacionada en el máximo grado posible con lo que

previamente se ha identificado como la esencia del mismo

capitalismo. La cuantificación, que por otro lado sólo puede

corresponderse con las matemáticas, que han demostrado su éxito

en el mundo físico, y ser el resultado de una operación en la

cual funcionan la adición y la sustracción (ésta en un doble

sentido), lleva a la conclusión de fijar la justicia del sistema

en aquello susceptible de ser numerado y propiamente cuantifica

do: el salario, la parte económica más positiva en cuanto a su


facilidad propia de reducción a números, cuentas, haberes y

saldos.

110
“Efectivamente, el salario que es la retribución

de la fuerza de trabajo, por crecido que sea, por mucho

que se eleve, ordinariamente no llega a pasar ni a

igualar siquiera en valor a los productos que crea el

obrero que lo percibe. (...)

Así, pues, si el salario no es más que una parte

del valor que produce el obrero al cabo del día, la

otra parte, que va al bolsillo del capitalista,

contribuye a que éste sea cada vez más poderoso, cuente

con más medios de dominio e imponga su voluntad con más

fuerza a los obreros que de él dependan. Y lo que

ocurre a un gran patrono o capitalista acontece a los

demás, sin que los claros que la competencia causa en

sus filas perjudiquen lo más mínimo a su poder; antes

al contrario, con la concentración del capital, la

fuerza y la acción de aquél hácense superiores a las

que antes tenía.”36

Sin embargo, también se podría argüir en demérito de esta

misma teoría que presentamos, que en ningún documento socialista

se señala que la retribución alta pudiera solventar el problema

de la explotación. Y efectivamente, si bien es cierto que

explícitamente no se articula esa hipótesis ocurre, sin embargo,

que el eje del discurso enunciado gira sobre la base de dos

teorías que demuestran que el sistema capitalista descansa sobre

36 Pablo Iglesias, Comentarios. El programa socialista. Art.


II, pág. 133—134.
111
la base de la imposibilidad real de conceder al trabajador el

producto íntegro del trabajo, que como luego veremos se reconoce

rá como la retribución justa, por la existencia de la Ley Férrea

de los Salarios.

Con esto, se podría llegar .a la conclusión de que si

efectivamente el sistema capitalista se modificara y pudiera

dotar a los trabajadores de un salario alto, igual o que se

aproximara bastante al producto de su trabajo y con ello elevara

su nivel de vida por encima de la subsistencia, el proceso de

compra—venta de trabajo pasaría a convertirse en justo y con él,

inmediatamente, el propio sistema, pues, como ya hemos visto,

sólo consiste en eso. Con una leve mejora reformista del sistema,

que se considera, recordemoslo, imposible para los socialistas,

el mundo sería mejor.

Lo hasta aquí visto será, como ya hemos señalado anterior

mente, una de las claves de la imposición de una paulatina

política reformista. Efectivamente, al fijarse exclusivamente en

las relaciones comerciales de compra—venta, lo que quedará como

criterio de justicia o injusticia del sistema será la elevación

o no del salario sobre lo que se considera un nivel mínimo de

subsistencia. Al considerar dicha subida imposible,se impone la

revolución. Pero debe quedar claro que es únicamente como

consecuencia de la imposibilidad de realizar dicha elevación por

encima del nivel de subsistencia, debido a la Ley Férrea de los

Salarios, y la vida miserable que ello acarrea por lo que se debe


realizar el cambio de sistema. Es así una protesta sobre unas

112
determinadas condiciones de vida y no sobre la vida tal y como

ésta se manifiesta y se produce. Sobre una parcialidad del

sistema por más que se quiera presentar a ella misma como el

propio sistema.

De esta manera, todo el entramado ideológico acerca de la

injusticia del sistema queda costreñido a la justa o injusta

retribución de la energía que el obrero despliega en el propio

proceso productivo en el que, y de manera directa, participa. En

una palabra, la mayor o menor, y será siempre la segunda como

estamos viendo, holgura del salario recibido como paga por el

trabajo realizado es el criterio de justicia. No resulta, de este

modo, vano que cuando Jaime Vera explique en su Informe las


consecuencias, a su juicio nefastas, de la Ley Férrea de los

Salarios ponga especial hincapié de forma explícita a la imposi

bilidad de una suerte de emancipación reformista que consistiría

en que, de forma improbable dentro del propio capitalismo, los

obreros consiguieran adueñarse, ya de manera individual ya siendo

de manera colectiva, de uno o más medios de producción a través

de cooperativas.

“Y ¿cuáles son las consecuencias de esta ley,

corolario obligado del.capitalismo? Helas aquí: ellas

demuestran que la ley de los salarios es la ley de la

eterna dependencia y de la eterna miseria de los

hombres de trabajo dentro del sistema capitalista:

113
l El grado de la apropiación obrera es indepen

diente del grado de la riqueza llamada social. (...)

pero los hombres de trabajo sólo pueden aspirar, dentro

del capitalismo, a vivir para trabajar y a trabajar

para vivir, entendiéndose siempre por vida del obrero

no la libre expresión de sus facultades y la satisfac

ción plena de sus necesidades legítimas de todo orden,

sino su sostenimiento y el de su prole en los términos

más estrechos.

2 El divorcio entre los medios productivos y los

hombres productivos es permanente. Limitado el obrero,

dentro del capitalismo, a los medios de subsistencia

más económica, tiene que renunciar a la adquisición de

los medios productivos para trabajar en provecho

propio. La emancipación individual de los trabajadores,


como hecho general, es imposible.

32 deriva también de la ley de los salarios la

imposibilidad general del ahorro, que, suponiendo una


disminución en la subsistencia diaria, resultaría

suicida para el trabajador, y resulta también la

ineficacia de la cooperación en cuanto, al reunirse los

obreros, sólo pueden aportar cada uno el contingente de

su miseria. La emancipación colectiva de los trabajado

res no puede ser sino es revolucionaria.

114
De esta suerte reduce la ley de los salarios a

mera palabrería todas las peroraciones de los economis

tas burgueses (...). ¡ Oh, ilusión lastimosa o burla

desvergonzada Seguramente, de una administración

discreta y económica de los salarios, del ahorro

posible y de la cooperación posible pueden resultar

beneficios, aunque limitados, para reducido número de

obreros; la emancipación del proletariado, ni indivi

dual ni colectiva, jamás; ni aun siquiera hacer

tolerable la existencia o garantizar la vida media del

obrero. Ahí está la ley de los salarios para impedir

lo.”37

Pero, ¿por qué tanta atención en negar esa posibilidad?

Claramente, por un lado es para derrotar los argumentos de la

burguesía acerca de las cooperativas obreras como la panacea de

los males del proletariado. Pero, al negar dicha posibilidad no

como algo que dejaría intacto el capitalismo y por lo tanto el


problema, sino argumentando su imposibilidad actual, y por ello,

se concluye, su falsedad, se deja abierta la puerta a que si

fuera posible su existencia se admitiría como la solución: el

reformismo está servido.

La posibilidad de emancipación de la clase obrera del


capitalismo quedaría admitida, pues, sin necesidad de transformar

radicalmente el sistema, a poco que el sueldo permitiera acceder

libremente a la cooperación como forma de posesión de los medios

Jaime Vera, pp. XV-XVI.

115
de producción. Por ello, Vera, en los puntos segundo y tercero,

discute dicha solución no porque no solucionara nada (el sistema

seguiría gobérnando sobre la producción y esclavizando a los

seres humanos, tal y como vimos en la cita de Marx) sino por su

imposibilidad de realizarse debido a la existencia de la Ley

Férrea.

Pero, no es únicamente Vera el que desdeña este horizonte

reformista por la imposibilidad de su implantación y no cómo algo

que no solucionaría nada. El mismo Iglesias, cuando acude a la

Comisión como representante del Partido Socialista, dice lo

siguiente:

Y con esto contesto al número del Cuestionario

que pregunta si los obreros llegan a ser patronos.

¿Cómo lo han de ser, si cada vez las fábricas son de


más valor? Si antes se podía instalar una fábrica con

100.000 duros, hoy hacen falta 200.000. ¿Con qué medios

podrá hacerse fabricante e obrero que no cuenta ni con

lo necesario para su sustento?

En cuanto a las sociedades cooperativas, sucede lo

mismo, porque ninguna de vuestras soluciones puede dar


resultado. Las sociedades cooperativas no resuelven

nada; las de producción no pueden luchar, porque se

encuentran en este caso: tienen que limitarse a obreros


que ganan buenos jornales. El Sr. Moret, que se cuida

mucho de la propaganda de estas doctrinas, que reco—

116
inienda la cooperación a las clases trabajadoras, ¿por

qué no se dirige a esas masas que gann ínfimos

jornales de seis u ocho reales, como, por ejemplo, los

peones de albañil? ¿Cómo había de decirles a esos que

no ganan para comer, que dejen todas las semanas dos o

cuatro reales para la sociedad? No; hay que dirigirse

a aquellos obreros que tienen un oficio donde la

concurrencia no ha llegado a nivelarlos (que ya los

nivelará también), y por esta circunstancia cobran,

cuando trabajan, un jornal mediano, del cual puede

separar dos, o tres, o cuatro reales semanales.”38

Esta esperanza en que la libertad obrera pudiera venir de su

propia asociación en cooperativas aparece así como un horizonte

reformista de emancipación real que, únicamente, como ya

conocemos, es roto por la imposibilidad del ahorro ante las

condiciones que impone la Ley Férrea de los Salarios. Si los

obreros que construyeron el Canal de Suez (es un ejemplo que el

propio Vera se aventura a usar) hubieran podido comprar las

acciones del mismo, se hubieran emancipado. No pudieron, sin

embargo, por la escasez, necesaria y debida, de su miserable

salario.

“Creyérase, escuchando a los que consideran el

ahorro y la cooperación como una mina de oro para los

proletarios, que si las acciones del canal de Suez no


son propiedad de los obreros que lo construyeron es

38 Pablo Iglesias, sesión del 11 de enero de 1885. Pág. 211.

117
sólo por razón de su desidia... ¡Oh, ilusión lastimosa

o burla desvergonzada! Seguramente, de una administra

ción discreta y económica de los salarios, del ahorro

posible y de la cooperación posible pueden resultar

beneficios, aunque limitados, para reducido número de

obreros; la emancipación del proletariado, ni indivi

dual ni colectiva, jamás; ni aun siquiera hacer

tolerable la existencia o garantizar la vida media del

obrero. Ahí está la ley de los salarios para impedirlo.

Así se explica que vosotros lo neguéis con tanto

empeño y la consideréis como afirmación arbitraria de

los socialistas, cuando no ellos, sino los grandes

maestros de la economía tradicional la formularon. Pero

nosotros sabemos que esa ley es incontrastable, que la

avaricia burguesa vela cuidadosamente porque no se

infrinja, y que sólo podremos quebrantarla haciendo

saltar en pedazos el molde económico capitalista, que

es el potro de la Humanidad que trabaja.”39

Tal es así, que la emancipación de los obreros no resulta

posible porque no poseen, no pueden poseer, sus propios medios de

producción. Esta idea, la posesión de los medios de producción a

través de las cooperativas, que se situaba como panacea por parte


de los representantes de la burguesía tanto en el Congreso

Sociológico de Valencia como en la propia Comisión, demuestra

bien a las claras hasta que punto el problema del capitalismo

Jaime Vera, pág. XVI.

118
para el partido socialista español es económico y estrechamente

económico.

La emancipación de la clase obrera, estructurada de acuerdo

a un criterio economicista de la realidad del sistema capitalis

ta, convierte al propio sistema en una especie de patrón limitado

a un estrecho campo de la realidad social. El Capitalismo

sólamente aparece en tanto en cuanto existe una relación

económica de por medio, es un mero sistema productivo exclusiva

mente, y de forma excesiva, limitado a una realidad únicamente

económica. La emancipación obrera aquí planteada es algo de un

contenido puramente económico, algo que sólo hace referencia a

unas condiciones sociales parciales en cuanto a su aceptación del

sistema económico vigente. La clase obrera logrará su emancipa

ción cuando tenga dinero, se viene a asegurar.

“Dentro de una particular y reiterada oscuridad

[de los socialistas], la plusvalía vendría a consistir

no en trabajo no pagado, sino en fuerza de trabajo

despreciada coactivamente en un mercado situado bajo el

control de los industriales. Su extracción se produci

ría en el momento de su compra, antes y no durante su

puesta en valor en la producción. Por lo cual, y

volviendo la oración por pasiva, cabría incluso deducir

que el aumento de salario pondría fin a la plusvalía y

119
al antagonismo social asentado en una injusta distribu

ción.

La pauperación es la conclusión lógica, y afortunada para

los socialistas pues ene11a es el fundamento de su crítica, del

propio estado social del capitalismo. La pobreza a la que condena

el sistema capitalista no es una consecuencia motivada por una

situación transitoria y que vaya a ser solucionada por algún tipo

de medida reformista dentro de la política, sino una necesidad

del propio capitalismo para su supervivencia. El pago de una

mínima parte del producto realizado en la jornada de trabajo

tiene como última finalidad la obtención de un beneficio que es,

en última instancia y como ya conocemos, el capital.

La pobreza de una parte de la población, y de la parte más

extensa, es pues una necesidad a medida que avanza el propio

sistema capitalista y, con él, el mayor beneficio económico

sacado, precisamente, de la producción de los obreros en relación

al pago efectuado a ellos mismos. Por eso, precisamente, surge la

idea de que la restitución de la injusticia generada en el propio

capitalismo sólo puede llevarse a cabo a partir de la plena

devolución del esfuerzo realizado en la fabricación de los

objetos. Y que la imposibilidad de que dicha devolución sea

realizada dentro de una compra—venta de trabajo con las caracte—

40 ARRANZ, Luis: « El guesdismo de Pablo Iglesias en los


informes a la Comisión de Reformas Sociales », p. 214,
Estudios de Historia Social, n2 8-9, enero-julio 1979.

120
rísticas de la capitalista, demuestra bien a las claras la

injusticia de la realidad de este.

“La baratura en el mercado es la condición de la

victoria; luego la depreciación de la fuerza de trabajo

es la condición de la fuerza de trabajo es la condición

de existencia de cada capitalista en particular. El que

afloja en esta tiranía sucumbe sin remedio. El apego a

la vida ha de vencer toda consideración humanitaria.

(...) Los capitalistas, que no rigen el mercado, sino

que son dominados por él, a despique de toda caridad,

han de ver mayor desgracia en el deterioro de una

máquina o la mutilación de una bestia que en la muerte

violenta o en el desfallecimiento gradual de los

proletarios que los enriquecen.”4

41 Jaime Vera, pág. XXV.

121
CUATRO:

LA DEVOLUCIÓN DEL PRODUCTO ÍNTEGRO DEL TRABAJO.


Como consecuencia de todo lo hasta aquí analizado, los

socialistas españoles manifiestan como necesaria la exigencia de

la Devolución del Producto Íntegro del Trabajo para restablecer

la justicia que la situación social de necesidad del vendedor y


el egoísmo del comprador han escatimado en la compra—venta del

trabajo.

“Pues bien: sólo demostraréis que el obrero no es

expoliado por el capitalista cuando demostréis que el

salario que recibe es igual, como cantidad, a la parte

de propiedad que le corresponde en el producto de su

trabajo”42

Éste, el producto íntegro, según los socialistas garantiza

ría la distribución equitativa dentro de la propia relación

social de compra—venta: se retribuiría de forma exacta lo que se

da. Vendría a paliar, de manera definitiva, esa realidad injusta

de dos individuos relacionados de forma no proporcional en un

sistema productivo concreto.

Como es bien sabido, el error económico de la Devolución

Íntegra del Producto del Trabajo consiste en la imposibilidad de

42 Jaime Vera, pág. VI.

125
mantener, teórica y prácticamente, que se debe devolver el valor

íntegro del trabajo y al tiempo conservar la infraestructura de

la propia fábrica y, por ende, de la sociedad, que de algún modo

habría de mantenerse económicamente con el trabajo de sus

integrantes. Sumado a este argumento, que también trata, señala

Marx, en su Crítica al programa de Gotha43, la idea de que de

llevarse a cabo esta acción sería de todo punto imposible

mantener una serie de servicios básicos que, precisamente,

sacarían su existencia del producto producido por la propia parte

de valor no pagado al obrero. Una vez más hay aquí, aparte de lo

meramente técnico en la imposibilidad económica de la misma

propuesta, una diferencia esencial en cuanto a la idea de lo que

significa la propia justicia en un sistema de superación del

capitalismo.

Mientras que los socialistas defienden una justicia de

índole personal que supera al capitalismo a través de la

apropiación justa de un salario sin necesidad de la superación


del propio concepto de trabajo (entendido como la mera realiza

ción de una actividad cuya finalidad última sería satisfacer las

necesidades individuales y de ahí la importancia capital de la

devolución íntegra del salario), Marx plantea la necesidad de una

superación de ese mismo concepto a través de un trabajo cuyo


beneficio no es económico ni individual, sino social, de

Crítica al programa de Gotha, pp. 13-19.

Marx no sólo ataca a los socialistas alemanes por estos dos


temas, sino que también les hace la crítica de pensar a través de
categorías burguesas.

126
humanización del mundo. En cierto sentido, los socialistas

españoles mantendrían que la praxis puede ser pagada, justamente

retribuida, a través de un incremento económico del salario,

atestiguando con ello cierta idea de la praxis en cuanto a

capacidad económica que no forma parte de la propia esencia de la

vida, de la humanidad, del ser humano.

Una vez más, pues, con la idea de que la devolución del

producto aseguraría la justicia de la relación aparece esa

individualización de las relaciones sociales, esa aparente

conexión que, en realidad y como ya hemos visto, no es más que

una abstracción de las propias relaciones vinculadas al capita

lismo. De esta manera, la caída en el absurdo de estos dos

criterios, por un lado, la Ley Férrea de los Salarios, y, por

otro, la Devolución del Producto tntegro del Trabajo, como bien

demuestra Marx en su Crítica al programa de Gotha, no es nada

comparable con el elemento ideológico que aquí se esconde. En

cierta medida, cabría decir que la crítica de Marx a estos puntos

en el programa de Gotha, si bien no está carente de valor en

cuanto que muestra la relación necesaria que debería haber entre

un pensamiento que pretende cambiar la realidad y esa misma

realidad, no llega a las últimas consecuencias en cuanto a la

crítica a realizar.

La necesidad de la medida concreta y particular de la


restitución del producto íntegro del trabajo, como medida de

justicia evidente ante lo anteriormente expuesto, no es únicamen


te un tema, pues, que caiga en el error económico y por eso haya

127
que despreciarlo sino que detrás suyo esconde una determinada

ideología. Los socialistas españoles se ven obligados a defender

lo por ese análisis previo del cual parten como criterio real de

justicia frente a la realidad injusta del capitalismo.

Ciertamente, si el capitalismo es la relación de compra

venta del trabajo, si es injusto porque en él no se paga el

salario por su valor (que sería igual al valor del propio

producto) y el capitalismo es incapaz de poder llegar a ofrecer,

no ya sólo a realizar, dicha posibilidad debido al necesario

cumplimiento de la ley ferrea de los salarios, entonces el


desarrollo de la justicia sería llegar a pagar por el trabajo su

auténtico valor: devolver íntegro su producto. Incluso, cuando

comprendan el error económico al cual se ven abocados si

mantienen su pretensión, hecho que señalaran de forma explícita

en al menos uno de sus manifiestos44, en el siguiente programa

lo volverán a olvidar.

44

(...) garantice a cada trabajador el producto


total de su trabajo deducidoslosgastosgenerales”

Programa del Partido Democrático Socialista Español. 1882.


Pág. 339. El subrayado es nuestro.

Sin embargo, en el programa de 1888, se puede leer:

“garantizando a todos sus miembros el producto


total de su trabajo”.

Pág. 346.

128
Aquí, de nuevo, vemos como el capitalismo es únicamente un

sistema económico, y nada más que eso. De ahí que resulte

necesario que la justicia sea economicista ella misma y ponga

ante los ojos claramente, a través de su ausencia y su imposibi

lidad, la explotación, sólo económica a su vez, en cuanto a las

relaciones entre las dos clases antagónicas. La Ley Férrea de los

Salarios, y con ella su acompañante privilegiado en aras de la

justicia futura como sería la posibilidad de recibir el producto

íntegro del trabajo, es imposible de cumplir en el sistema

Capitalista y por esa imposibilidad el sistema deriva en injusto.

Como contrapartida, esa misma devolución es la medida prometida

en el futuro socialismo y por ello este sistema resulta justo: da

tangiblemente lo que quita.

“El estado obrero no puede ser otra cosa que una

Delegación para la administración de los intereses

sociales, sin facultades arbitrarias (...) El trabajo


debe organizarse de modo que, siendo los instrumentos

propiedad común de la sociedad entera, sean usufructa—

dos por las colectividades obreras que los hagan

directamente producir; y esto, mediante un triple

contrato que garantice a la sociedad el uso científico

de dichos instrumentos y su renovación impida el

monopolio y garantice a cada trabajador el producto

íntegro de su trabajo”45

Manifiesto-Programa del Partido Socialista Obrero Español.


5 de octubre de 1879. Pág. 328.

129
Estos planteamientos teóricos socialistas representan la

idea de un sistema cerrado en sus propios y estrechos líniitesde

juego económico. Y por ello, de una injusticia que se liniita,

puramente, a lo explícito dentro de dichos márgenes. Así, la Ley

Férrea de los Salarios no es algo que se añada de forma gratuita

al esquema que sobre el capitalismo han diseñado los socialistas

españoles, sino una necesidad imperiosa dentro de ese mismo

esquema y que marca bien a las claras tanto los límites en cuanto

a las posibilidades en la retribución económica del capitalismo

como los propios límites de la realidad que imposibilitan la

entrega de la justa retribución representada en el producto

íntegro del trabajo.

La moral de la relación, la maldad que existe en la compra

del trabajo por un precio mínimo al proletariado, se calibra de


acuerdo a un criterio que la misma ideología de larelación crea,

a úna idea acerca del nivel de vida. En cierto sentido, esta

ética forma parte precisamente del análisis previo que se ha

enmarcado como objetivo el socialismo. Imposibilitado de


encontrar cualquier sentido moral a la relación, sólo el criterio

económico de que no existe un fiel y aritmético intercambio sirve

para establecer la idea de la injusticia: es decir, el referente

moral es la propia idea capitalista del intercambio justo de

mercancías. Y unido a ella se tiene que añadir la idea de que lo


injusto radica, a su vez, en la imposibilidad que tiene el

proletariado de llevar adelante una vida como la que realiza la

burguesía en cuanto a su nivel de vida, debido a que su escaso

nivel económico se lo impide. Así, se concluye, la causa de que

130
la relación de compra—venta del trabajo sea injusta es porque no

cumple estrictamente las leyes del comercio propias del capita

lisino, convirtiéndose en una estafa mercantil perpetrada sobre la

clase proletaria por la clase burguesa.

El pensamiento socialista, con su esquema positivo,

únicamente puede presentar lo que ya está constituido como

criterio real de explotación, es decir: el ideal del nivel de

vida está representado por la forma de vida de la propia burgue

sía. El salario debe pagar lo suficiente para alcanzar ese nivel

que es el que conceden al mundo los objetos fabricados por los

propios obreros: por ello la justicia sería la devolución del

producto del trabajo. Así, si el mundo burgués es aquel producido

por los proletarios a través de su trabajo sería justo que siendo

ellos mismos los productores pudieran disfrutarlo, por lo que la

justicia es, obviamente, la devolución del producto íntegro del

trabajo. O diciéndolo en pasiva: en el mundo de la explotación

del hombre por el hombre, y así definen al mundo capitalista los

propios integrantes del partido obrero, existiría la posibilidad

de que un mero cambio en el interior de la contabilidad económica

permitiera el disfrute de la vida y la dignidad, pues éstas

acaban perteneciendo al intercambio de lo que se puede comprar y

vender. No se está en contra del sistema asalariado, ni tampoco

del capitalismo, sino de una consecuencia nefasta del mismo.

Pero, el ideal sigue siendo la misma sociedad que se trata de

criticar.

131
Podría situarse esto, alguien así podría hacerlo, en una
formulación marxista de que la justicia viene dada por el propio

desarrollo de los medios productivos, es decir, que a mayor

desarrollo, las condiciones para la justicia son más abiertas y

por tanto su no cumplimiento acarrearía la injusticia máxima. Los

socialistas, según este esquema, en su búsqueda de un análisis

inmanente no harían sino fijar la justicia en ese desarrollo

productivo representado en el nivel de vida de quienes lo

disfrutan: la burguesía. Frente a palabras remitiendo a ideales

que pudieran ser tachados de tlmetafísicostl,


de forma peyorativa

por su lejanía con respecto a la realidad material, se buscaría,

a través de esta formulación, concretar qué se quiere decir

cuando se habla de justicia y, al tiempo, presentarla como

posible.

Sin embargo, convendría destacar aquí que no es una idea

semejante la manejada por los socialistas españoles, al menos en

su formulación inicial de la relación entre desarrollo de los

medios de producción y la justicia, ni tampoco por la socialdemo—

cracia, pues la medida de la justicia no viene dada por la

potencialidad de los medios productivos sino por la actualidad de

estos mismos y, por ello, poniendo como ideal su empleo aquí y


ahora, es decir, identificando ideal de vida con modo de vida

burguesa. Si la clase que representa el nivel de vida justo lo


alcanza por llevarse la parte más sustancial del producto del

trabajo de la clase obrera, para que ésta pueda vivir de forma

digna es lógico pedir que lo producido en su trabajo deba ser

devuelto al productor.

132
El criterio por el cual se califica la situación de

injusticia, analizada desde las declamaciones relativas a la

Necesidad, la Justicia y la Razón46, se quiere presentar como

ajeno al capitalismo cuando, sin embargo, es éste el que decide

qué es lo justo o lo injusto de acuerdo a su propia constitución

de la vida: la burguesía con su alto nivel de vida en el disfrute

de los objetos no realizados por ella. El capitalismo hace que al

no ser él mismo otra cosa que una compra—venta de trabajo, la

injusticia o justicia de la misma quede reducida al salario, pero

no al sistema asalariado en sí mismo, pues un producto de éste es

el ideal.

“Es evidente que una sociedad donde los elementos

productores, los que crean cuanto es necesario a la

vida y al desarrollo de la especie humana, carecen de

todo, sufren mil tormentos y están completamente

subyugados, mientras los holgazanes, los parásitos, los

que no aportan al acervo común casi ningún esfuerzo

útil, nadan en la abundancia, gozan de todo y tienen


reducidos a horrible cautiverio a los que todo lo

producen, es evidente, decimos, que una sociedad donde

esto pasa está condenada por la justicia.

Protesta además la razón contra un medio social

que, según se desarrolla y llega a sus últimos límites,

46 Los programas del Partido Socialista siempre sitúan este


llamamiento a la Razón, la Justicia y la Necesidad en sus
considerandos.

133
hace del ser inteligente, útil y moral, un esclavo, y

convierte en señor, casi en dios, al que está despro

visto de aquellas cualidades y se halla dominado

solamente por el afán de enriquecerse (•••)t47

Así, el salario y todo aquello que lo rodea cobra de hecho

doble importancia para los socialistas españoles. En primer

lugar, a través de él se define el capitalismo como sistema cuyo

rasgo fundamental es la compra—venta de trabajo entre una clase

que posee los medios de producción y otra que únicamente tiene

para vender su fuerza de trabajo, — con ello irá la importancia

concedida al antagonismo de clase—. En esta primera etapa, el

salario es lo que caracteriza al capitalismo y lo que define su

esencia. Pero, y esto es lo segundo, también el salario es

aquello con lo cual se puede medir la justicia del propio sistema

productivo. Al ser aquello que se recibe en la relación de

compra-venta que define al mismo capitalismo, su proporcionalidad

mayor o menor con respecto a lo ofrecido a través del valor del

objeto marcará la misma justicia del sistema.

Conociendo ya la existencia de una Ley Férrea de los

Salarios que sitúa a el pago del mismo dentro de una retribución

Pablo Iglesias, Comentarios.E1 programa socialista. Art.


y, pág. 141.

Obsérvese que se pretende que al protestar sobre las


condiciones de vida miserable se protesta contra el sistema. Pero
el problema surge cuando al protestar contra ciertos síntomas,
además no necesarios, y no contra la causa, el cambio en aquellos
hará bueno a ésta.

134
de mera subsistencia para la mano de obra, es lógica suponer la

imposibilidad de que el capitalismo llegue, ni ahora ni nunca

como corresponde a una ley científica, a dar la devolución

íntegra del producto de trabajo pues en eso se basa su beneficio.

El capitalismo es injusto porque el salario lo es: o, dicho de

otro modo, la injusticia del capitalismo se halla en su bajo

nivel de vida, que debe seguir necesariamente, para toda la clase

del proletariado.

Lo que importa, ideológicamente hablando, es que aquí

también aparece la mercancía como un fetiche que si bien

realmente representa el trabajo personal del obrero, superará su

propio explotación a través de la devolución de la misma. Es

decir, lo que para los socialistas españoles explota al obrerono

es el proceso en el cual convierte su praxis en mero trabajo

asalariado, sino que la pertenencia de la propia mercancía ya

constituida dentro del sistema no sea pertenencia suya. Se acepta

en definitiva el sistema de las mercancías, pues se discute no

tanto por su proceso de elaboración y el para qué de dicho

proceso como por su pertenencia y propiedad una vez constituido

el trabajo en mercancía.

Ésta no se duda que se mantiene como real y neutral, como


únicamente el producto del trabajo. Así, la presunta concreción

del capitalismo, que tendría su máximo exponente en la idea de la

devolución íntegra del producto del trabajo como forma de

superación del propio capitalismo, deviene en falsa en cuanto que

al tomar únicamente como referencia el trabajo individualizado

135
acata la ideologización del propio sistema al presentar a la

mercancía como sólo un trabajo realizado por un sujeto concreto,

que vería recompensado su esfuerzo si se le devolviera el objeto

realizado. El objeto, tal y como existe, se convierte pues en la

clave de la propia realización del sujeto. Cesa de ser la

encarnación de una realidad esencialmente explotada para ser

únicamente una accidentalmente explotada y que podría superarse

si el obrero recibiera un salario justo por el objeto en el que

depositó su fuerza. Este salario justo es, consecuentemente, el

producto íntegro del trabajo.

“El partido socialista declara que tiene como

aspiración:

(...)

32 La organización de la sociedad sobre la base de

la federación económica, el usufructo de los instrumen

tos de trabajo por las colectividades obreras, garanti

zando a todos sus miembros el producto total de su

trabajo.

(...)

En suma, el ideal del Partido Socialista Obrero es


la completa emancipación de la clase trabajadora; es

decir, la abolición de todas las clases sociales y su

conversión en una sola de trabajadores, dueños del

fruto de su trabajo, libres, iguales, honrados e

inteligentes. I48

Manifiesto de los delegados del Primer Congreso del


Partido Socialista de Barcelona. 1888, pág. 347.

136
SEGUNDA PARTE

ANTAGONISMO DE CLASE
Acabamos de analizar la visión socialista del Capitalismo y

cómo su estudio nos ha obligado a centrarnos especialmente en su

factor fundamental como era el salario. Recordemos que, según

nuestra investigación, el sistema de producción vigente, el

Capitalismo, consistía esencialmente en una relación injusta de

compra—venta del trabajo obrero por parte de la burguesía a un

precio necesariamente inferior, por la Ley Férrea del Salario, al

de su valor auténtico y sólo válido para la mera subsistencia.

Igualmente, analizábamos como este proceso condenaba al proleta

riado a una situación de pauperación creciente que no hacía sino

aumentar la enconada lucha y los odios que ya de por sí desperta

ba la férrea aplicación de la ley de la of erta y la demanda en el

mercado de trabajo.

Así, los socialistas españoles, siguiendo coherentemente

estas premisas, van a dar prioridad en su análisis del sistema

capitalista a la existencia de esas dos clases que son las

protagonistas principales de las relaciones sociales de produc

ción. La mirada fija en la clase burguesa, que posee los medios

de producción y por ello compra la fuerza de trabajo, y la clase

proletaria, que vende su trabajo a la clase poseedora para poder

subsistir, va a resultar ser la característica básica de todo el

139
esquema social dentro del pensamiento socialista. Ellas van a ser

el epicentro del propio sistema.

Por este motivo, nos corresponde ahora analizar a estas

mismas clases sociales, cuál es su papel dentro del capitalismo,

cómo se relaciona una con la otra y cuáles van a ser las

consecuencias de dicha relación.

140
UNO:

LA SOCIEDAD DE CLASES
A la esquematizaCión que supone reducir el sistema económico

a su relación social en la productividad, prestando especial

atención al pago de dicha relación, sigue, consecuentemente, que

la mayor relevancia social la van a disfrutar las dos clases que

protagonizan la lucha en el mismo mercado de trabajo. Así si

dicha relación se correspondía, exactamente, con dos agentes

principales, e incluso, como veremos en este mismo punto, únicos:

proletariado, o clase obrera, y capitalista, o clase burguesa; la

lucha por la emancipación social, por un lado, y por evitar dicha

emancipación, por parte de los otros protagonistas, va a

corresponder en su protagonismo igualmente a esas dos clases

sociales.

“Ante todo, desharemos un error que unos de buena

fe y otros interesadamente sostienen todavía: el que

existe clase aristocrática y clase teocrática (...)

[estas clases] se confunden hoy con la burguesía, a la

cual prestan sus servicios.

De las distintas clases sociales que en épocas

anteriores existieron, sólo quedan la burguesa y la

obrera: constituyen propiamente la primera los indivi


duos que, disponiendo de los medios de producción, se

143
apropian una parte del trabajo de los que están

desposeídos de ellos; pertenecen a la segunda los

obreros que siendo propietarios de los instrumentos de

trabajo, los ponen ellos mismos en función e igualmente

todos los proletarios que carecen de dichos instrumen

tos y para poder vivir o, mejor aún, vegetar, vense

forzosamente obligados a vender su fuerza de trabajo,

sus brazos, por una cantidad muy inferior a los

valores que producen.

(...)

Desde el momento que hay una clase -la burguesa-

que vive a expensas de otra clase —la proletaria—, la

diferencia, el antagonismo, el odio entre una y otra

tienen forzosamente que existir. Mientras el desarrollo

industrial, agrícola y comercial ha estado mantenido

dentro de ciertos límites, esas diferencias, antagonis

mos y odios han permanecidos encubiertos algún tanto

por las relaciones aparentemente armónicas y amigables

que existían entre obrero y maestro o patrono. En esa

época, los choques y conflictos entre uno y otro apenas

existían. Pero inmediatamente que a la pequeña indus

tria, al cultivo en pequeño y al comercio en reducida

escala, sucedieron los grandes talleres, la división

del trabajo y los inventos mecánicos, las costumbres

semipatriarcales se borraron por completo, apareciendo

en su lugar un antagonismo abierto, abierto, franco,

144
declarado, que de día en día adquiere mayores propor

ciones.”’

Efectivamente, Si la base sobre la que se sostenía de forma

prioritaria todo el edificio capitalista era la cuestión de la

compra-venta de trabajo, con la idea de la injusticia del

salario, es lógico pensar que una parte fundamental del análisis

socialista se refiera a aquellas clases que actúan en dicha

realidad de compra—venta. Una, la burguesía, como la compradora

del trabajo ajeno; y, otra, la clase obrera o proletariado, como

la clase que debe vender su fuerza de trabajo para garantizar su

propia subsistencia.

Asimismo, vimos como la relación establecida en dicha

compra, no era igualitaria. Las condiciones sociales del propio

sistema, y no sólo la avaricia característica de la clase

poseedora, aunque jugará también un papel, impedían un pago justo

de la fuerza de trabajo. El salario no podía elevarse por encima

del miserable límite de subsistencia. Así las cosas, que las dos

clases que guardan relación directa con este proceso se vean

impelidas a perpetuar una lucha sin cuartel y a muerte, parece

claro e incuestionable.

Por ello, y según el esquema socialista, desde el momento en

que lo social dominado por el capitalismo se ejercita exclusiva

mente en el campo de las relaciones socioeconóiflicaS


de la compra—

Pablo
‘ Iglesias, El Programa Socialista. Comentarios.
Art.I. Pp. 129—130.

145
venta de trabajo, debe surgir un discurso de contenido clasista

que ejemplifique bien a las claras, y sin dejar lugar a ninguna

duda que acaso pudiera surgir, a saber: primero, que el capita

lismo es un conflicto entre clases (burgueses y proletarios);

segundo, que tiene su origen en las clases sociales (por ser una

la poseedora y otra totalmente desposeída); tercero, desarrollo

y auge única y exclusivamente en las clases ( en cuanto una,

merced al proceso de pauperación creciente, va menguado en sus

efectivos y otra aumenta, al tiempo que aumenta el conflicto); y,

por último, finalización, necesaria y fatalista por el propio

desarrollo al cual está condenado el sistema, ya veremos cómo y

por qué, en la lucha final entre las dos clases sociales con el

triunfo definitivo, garantizado previamente, de la clase proleta

ria y su revolución.

El antagonismo de clases cobra así una gran trascendencia en


el esquema de los socialistas españoles. La existencia de un

sistema económico limitado y personificado en cada una de las dos

clases sociales en conflagración lleva a la consecuencia,

evidente si se sigue de forma fiel el esquema presentado a

priori, de que el desarrollo del Capitalismo, e incluso es más,

el Capitalismo ya existente en la misma realidad nacional

española, reduce lo social a sólo dos clases enfrentadas e,

incluso, a la existencia real exclusivamente de dichas dos clases

sociales en permanente antagonismo.

“ Ya veremos cómo deriva de la ley de la evolución

capitalista esta división de la humanidad en dos

146
clases, una de las cuales es la continuación histórica

de los opresores de todos los tiempos, en tanto que la

otra representa los explotados y oprimidos; ya veremos

también cómo se acentúa progresivamente la división en

estas dos clases por la rápida desaparición de los

elementos sociales intermedios.

Cuando en su análisis previo del Capitalismo los miembros

fundadores del PSOE han definido a éste como algo concretado en

la compra-venta injusta de la fuerza de trabajo, en una palabra,

y vimos que eso era lo implícito al discurso, en lo injusto del

salario pagado y no en la injusticia del propio sistema asalaria

do contemplado por el capitalismo, han llevado la reflexión a un

punto en el cual el problema capitalista ha sido aparentemente,

en cuanto que es únicamente una apariencia, concretizado. El

siguiente punto de dicha concretización será, y de forma y manera

necesaria, la personificación en los elementos sociales existen

tes, al menos en alguno o algunos de ellos, de esos elementos

concretos, y tan sólo aparentemente concretos, que por su propio

proceso deberá crear el Capitalismo.

Este proceso de concretizar los elementos formadores del


propio sistema corresponde precisamente con el afán positivista

de los primeros socialistas, pero, y al tiempo y como, paradóji

camente, consecuencia de dicho esmero positivista falsean la

cuestión. Si ya hemos analizado lo falso que deparaba la idea del

salario injusto como epicentro del Sistema capitalista, analiza—

2 Jaime Vera, p. VI.

147
remos ahora como de dicha falsedad se deriva la necesidad de dar

forma tangible, al menos positivamente tangible, a dicha relación

de compra—venta para que no se pueda ser acusado de abstracto, de

metafísico.

Toda sutileza que no pueda ser representada de acuerdo al

esquema denotativo de que estos son unos y participan efectiva

mente de esta manera y que estos son los otros y participan de

tal forma que resultan un perjuicio para los primeros debe ser

eliminada del discurso. La compra viene dada por la clase

burguesa, cuyo interés, evidentemente, será efectuar dicha compra

a través de un salario lo más bajo posible; y, la venta de

trabajo se representa por el proletariado, cuyo interés, al

contrario lógicamente que el anterior, será comerciar con su

mercancía al alza. Cada uno de los miembros en litigio forman un


bloque cerrado y enemistado frente al otro. Y cada uno posee sus

razones para defender o el privilegio social que le caracteriza

o para intentar acabar con el sistema económico que le mantiene

prisionero.

Así, el mundo objetivo del capitalismo se reduce a la

peculiaridad de los sujetos que lo forman. Sus características se

pretenden que, al igual que en el pensamiento de la utopía

liberal donde el conglomerado de las particularidades de los

individuos libremente asociados forma la sociedad, acaben siendo

las características del propio capitalismo, que no conoce otra

cosa sino ser el mero suinatoriode estos dos elementos sociales


que lo forman cono realidad social determinada.

148
Así es como presenta el propio socialismo a sus dramatis

persOflae.

“La razón es bien sencilla: el burgués, el

comprador de la fuerza de trabajo, adquiere ésta por un


valor inferior al que luego, puesta en acción, ha de

producir esa misma fuerza. (...) No tiene dinero el

capitalista para cambiarla solamente, y menos todavía

para darle una cosa que no valga lo que él ha dado”3

“Por su parte, el obrero, en lo que permite su

situación inferior respecto al patrono, el corto

conocimiento de su estado y los escasos medios de que

puede disponer, se cuida y preocupa únicamente de

conseguir que su trabajo disminUYa, que su retribución

sea mejor que la que viene percibiendo y de gozar

dentro del taller la mayor consideración. Si la

conquista de estos beneficios pone en apuros al burgués

de quien los reclama, por no poder competir éste con

sus rivales en producción, al trabajador nada le

importa.”4

Es así como lo importante se personifica en las dos clases


que se relacionan en esa esencia capitalista que forma el propio

Pablo Iglesias, El programa Socialista. Comentarios , Art.


1. P. 133.

tdem, p. 131.

149
sistema y se positiviza a éste a través de un hecho concreto que

tiene que existir en la sociedad tal y como ésta se halla ya

constituida. Y en dicha positivación se reduce el discurso a lo

que ya hay y se subjetiviza de forma falsa en un enfrentamiento

entre dos sujetos, realizados socialinente como clases sociales,

sin ningún componente objetivo ajeno a ellos mismos. De ahí

también que se tenga que echar mano de un trascendental tanto a

la hora de explicar la futura caída del sistema capitalista como

para expresar el juicio político y moral que merece el propio

sistema5.

La reducción del sistema económico a dos clases sociales no

sólo reduce a éste a una relación social más bien pobre, sino que

además, al situar la verdad del capitalismo en las propias clases

que lo forman, no puede, y de hecho no lo logrará hacer nunca, so

pena de caer en un voluntarismo revolucionario de corte anarquis

ta que le alelaría de su propia visión cientificista, mantener la

tesis de que algo falla en dicha relación. Es decir, a un nivel

estrictamente científico, tal y como a los socialistas les

gustaría hablar en sus coqueteos positivistas, dicha relación es

absolutamente neutral, pues los términos justo e injusto no

Veremos como dicho trascendental toma, asimismo, dos


contenidos diferentes: primero, será tenido como una conciencia
orgánico—darwinista en cuanto a considerar a la razón y la
justicia como contrarias al sistema; segundo, tendrá un tinte
“científico” económico, al pretender situar en un mercado ajeno
al capitalismo, una naturaleza darwiniana, la caída necesaria del
sistema social imperante.

150
pueden ser aplicados a dos miembros de una relación que concluye

en sí misma y cuyo referente acaba siendo ella misma6.

Así, la lucha de clases será presentada como una cuestión de

intereses, pero únicamente como un interés limitado a dos clases,

no de algo superior a ellas: cada una defiende lo que es suyo:

aquello que con posterioridad, y en las ideologías legitimadoras,

se llamará sus legítimos intereses.

“El interés capitalista es la conservación del

salariado, porque la existencia de una clase a expensas

del trabajo ajeno supone otra clase aportadora del

trabajo y expropiada de sus beneficios.

El interés obrero es, al contrario, la abolición

del salariado, régimen incompatible con la apropiación

integral de los productos del trabajo por la clase

únicamente productora.

6 Ello no quiere decir, por supuesto, que la crítica no deba


ser inmanente, sino que dicha inmanencia no puede ser entendida
en el sentido de una realidad positiva que se cancela en sí
misma, sino en una inmanencia de potencialidad que es capaz de
ver la realidad como algo más de lo está siendo.

Para decirlo con palabras de Adorno: “La mirada que


seculariZa la metafísica es la que al interpretar el fenómeno
descubre lo que es, gracias a que percibe en él más de lo que
meramente es” Dialéctica negativa, p. 36. Madrid, Ed. Taurus,
1990.

151
Dentro ya del régimen de salariado, el interés

capitalista es aumentar los rendimientos de la fuerza

de trabajo (...)

El interés obrero, diametralmente opuesto,

consiste en aproximar cuanto sea posible el valor que

se apropia al valor del producto del trabajo, ya que no

pueda lograrlo totalmente.

— Por eso el capitalista se esfuerza en:

Depreciar la fuerza de trabajo (disminución

del salario).

Prolongar la jornada.

Hacer más intenso el trabajo.

Aumentar su productividad.

- Por el interés opuesto, procura el traba

jador:

Encarecer la fuerza de trabajo (aumento de

salario).
Disminuir la jornada.

Contrarrestar los efectos de la inevitable

intensificación del trabajo en cuanto le

perjudican.

Contrarrestar, con igual sentido, los incrementos,


también inevitables, de la productividad del traba

jo.

Jaime Vera, pp. XI-XII.

152
Una vez más, podemos analizar como el capitalismo en cuanto

a estructura objetiva ajena al interés de una clase concreta,

desaparece de la idea del primer socialismo español. Y en su

lugar toma carácter de fuerza la realidad de un interés de clase

capitalista que se empeña en defender un sistema que es suyo, que

es su realización y su forma de ver la vida. Así, la clase

burguesa se presenta obcecada en la defensa “inmoral”8 de su

régimen de producción porque con ello defiende su interés

económico y sus privilegios. Ellos, ese interés económico

partidista del cual deviene el privilegio social, son la parte

negativa y mala del capitalismo, ellos son los que lo hacen malo

ya que ellos mismos son, para los socialistas españoles, el

capitalismo (cuando en realidad el Capitalismo se impone a la

clase dominante como producción de su propia realidad).

De aquí se generará un nuevo conflicto para los socialis


tas y que es la definición de lo inmoral y, sobre todo, de la
Justicia y la Razón, términos tan profusamente utilizados en sus
manifiestos. Ya hemos visto como al final estos términos se
deberán definir de acuerdo a la propia estructura de la concien
cia burguesa: el pago del trabajo.
153
DOS:

SÓLO DOS CLASES: BURGUESÍAY PROLETARIADO


La reducción de la sociedad a dos clases realmente existen

tes, burguesía y proletariado, procede precisamente de ese afán

de positiViZaciófl de factualiZación, de buscar hechos que

amparen las ideas acerca de la esencia ya enunciada del Capita—

lismo. La necesidad de encontrar un principio que se dé realmente

en la sociedad ha llevado a los socialistas españoles a fijarse

en el salario como parte fundamental y fundante del capitalismo

y de éste se deriva a su vez el hecho que obliga a tomar la idea

de las clases sociales como decisiva flO tanto de las condiciones

de derrocamiento del capitalismo, de sus contradicciones

internas, de su negatividad, sino como factor positivo de la

fundación del mismo sistema: ellas, en cuanto a partes que

representan denotatiValflente
el salario y su injusticia, conforman

el capitalismo9.

“Iglesias descarta todo planteamiento histórico


para analizar las formas de propiedad y su evolución.
Insiste en la imagen de una estructura social dicotómi
ca cuyos rasgos son conocidos.(...) Por encima del
proceso económico capitalista, para él sigue siendo el
antagonismo de clase lo que determina la miseria
obrera.”

ARRANZ, Luis: « El guesdismO de Pablo Iglesias en los


informes a la Comisión de Reformas Sociales »en Estudios de
Historia Social, n2 8-9, enero—julio 1979, pág. 214.

157
Lo que los socialistas están buscando es explicar esa

estructura interna del sistema capitalista, dar una explicación

sociológica del mismo. Y al no comprender precisamente dicho

sistema deben buscar actores de carne y hueso, y no es ninguna

metáfora, para poder explicar al sistema. Es decir, sin poder

explicar el propio sistema desde la totalidad, o al menos la

apariencia de totalidad y su tendencia clara de totalitarismo,

los socialistas españoles necesitan recurrir a agentes concretos,

en realidad abstractos en cuanto a como son presentados, que

realicen la función previamente enmarcada por el análisis para el

capitalismo. Es, pues,la presencia de las clases sociales en el

análisis capitalista una demostración de las propias carencias de

dicho análisis.

tAfirma ,pues, en primer término nuestra ignoran

cia obrera que la clase trabajadora está dominada

económica y políticamente por la clase poseyente. (...)

Pues bien, de esa doble supeditación, que nadie de


buena fe puede negar, ni aun aquellos que de ella se

benefician; de la condición social de la clase trabaja

dora, durante esta etapa de opresión que se llama

salario, dependen todos sus males colectivos y la mayor

parte de sus males individuales; de este estado nacen,

no ya las esperanzas y amenazas de conflicto, sino el

insalvable antagonismo entre trabajadores y burgueses;

de ese estado dependen, por tanto, los temerosos

158
peligros del capital que pretendéis conjurar con

vuestra intención” ‘°

¿ A qué se debe esta división estricta de la sociedad en

únicamente dos clases ? Los socialistas españoles necesitan

situar en su análisis agentes que realicen las condiciones de

existencia del sistema capitalista. Al mantener la tesis del

capitalismo como el resultado del capital expropiado por la

burguesía, en la compra del trabajo al proletario, necesitan ese

conjunto de personajes que intervienen en esa relación, como si

dijéramos que necesitan los factores para poder llegar al

producto, para poder demostrar de forma eficaz y positiva que el

Capitalismo es eso. Y dicho sumatorio, de un lado los capitalis

tas dueños de los medios de producción, y, del otro, los

proletarios desposeídos de toda la riqueza que no sea su fuerza

de trabajo, da como resultado final las relaciones de compra

venta de trabajo, o lo que es lo mismo: el capitalismo.

La positivización resulta, a su vez, congruente con el

planteamiento previo. La búsqueda de los factores deriva en la

definición del producto, y la realidad de dicho producto marca la


verdad de los propios valores que previamente lo han conformado.

En la circularidad del argumento se alimenta la idea, sin embargo

y de forma harto paradójica, de que esa relación sería la única

forma posible de derrotar la propia circularidad. Es decir: sólo

si la relación de compra—venta de trabajo con sus dos factores


presentes (burguesía y proletariado) resulta como suma final y

‘° Jaime Vera, p. IV.

159
factor básico del capitalismo, entonces se podrá derrotar a este

resultado último a través de la derrota de una parte de esa misma

adición.

Se cree que la ausencia de uno de estos dos factores, o su

transformación, significarían la propia ausencia del resultado

final que de los dos factores resulta. Así, amparados por una fe

más liberal que propiamente socialista, la defensa de la sociedad

como el resultado de los propios individuos que la forman, los

socialistas necesitan buscar algo que vaya a transformar a uno de

los miembros de la igualdad para, de este modo y como resultado

de la adición, transformar la misma igualdad. El discurso

eminentemente clasista, que se verá reflejado en la disputa al

fijar las bases del periódico El Socialista, se engarza con este

proceso ideológico.

Volvemos a ver aquí una vieja visión más cercana a la

economía política liberal que al propio Marx. Resulta que la

sociedad tal y como está constituida no es el fruto de la

existencia de un proceso productivo que se impone sobre los

mismos hombres, que produce su vida, sino que es el resultado de

las relaciones que los hombres ya formados establecen entre sí:

como un comprador y un vendedor en un mercado. De este modo, la

creencia, implícita por el papel asumido de los medios aunque

nunca expuesta explícitamente, e incluso si se hubiera expuesto

nunca hubiera sido asumida como tal, es que al ser el capitalismo

el resultado de la compra—venta del trabajo, de los capitales,

está formado por la clase burguesa y la clase proletaria, los que

160
participan, y por nada más. Es decir, de forma única y exclusiva

las clases que conforman el sistema asalariado del capitalismo.

La suma de dichas partes, pues, forma la compra—venta, y ésta el

propio capitalismo, pero no existe una relación a la inversa. El

capitalismo como objetividad no existe como algo por encima de

las relaciones sociales entre los grupos, sino que viene

conformado exclusivamente por dichas relaciones. El Capitalismo

es el resultado de la suma de las relaciones sociales entre la

clase burguesa y la clase proletaria.

ttconsiderafldo que la sociedad actual tiene tan

sólo por fundamento el antagonismo de clases.

Que éste ha alcanzado en nuestros días su mayor

grado de desarrollo, como bien claro lo revela el cada

vez más reducido número de los inmensamente ricos y el

siempre creciente de los inmensamente pobres;

Que la explotación que ejercen aquéllos sobre

éstos es debida únicamente a la posesión •de los

primeros de la tierra, máquinas y demás instrumentos de

trabajo ““

De ahí proviene la importancia, enorme importancia por otra

parte, que cobra la existencia de la lucha de clases en el

socialismo hispano: pertenece a la propia esencia del capitalis

‘ Programa del Partido Socialista Obrero Español: 20 de


julio de 1879. P. 319.

161
mo, su realidad se produce merced a la compra venta de trabajo,

pero al tiempo, y luego veremos en el capítulo dedicado al tema

de la reforma y la revolución, es una realidad que paradójicanten—

te, aunque de forma absolutamente coherente por otra parte, va a

ser incapaz de poder llevar adelante cualquier tipo de acción

revolucionaria.

Así, si el capitalismo es un sistema de compra—venta de

trabajo, y sólo eso, y encima domina sobre la realidad social, es

lógico pensar que sólo existen esas dos clases que realizan dicha

realidad. Todas las demás clases no es que no intervengan en

dicha relación, sino que ni tan siquiera son capaces de sobrevi

vir al propio desarrollo de la realidad capitalista, es decir: de

poseedores y desposeídos, que conforman la realidad social

vigente.

“Una de las preguntas a que puedo contestar, por

más que sea inmodestia, de una manera competente, es la

referente a las relaciones entre las diversas clases:

diversas clases que no existen, a pesar de que la

Comisión lo haya dado por supuesto en el Cuestionario

repartido.

He dicho anteriormente que no existen más que dos

clases: las otras son clases auxiliares en general de

la que posee los medios de producción”2

i2 García Quejido, sesión del 25—1—1885. P. 256.

162
Desde el momento en el cual el capitalismo es reconocido

como una relación recíproca, se analiza de acuerdo a un edificio

cuyos cimientos sociales descansan, a su vez, en las propias

clases que cumplen de manera positiva dicha relación. El discurso

socialista se reduce así a la necesidad imperiosa de la existen

cia real de estas dos únicas clases, que, por otro lado,

representan la esencia del propio sistema de producción capita

lista: burgueses y proletarios. Si acaso esta dos clases dejaran

de existir, o cambiaran de forma sustancial su manera de ser y la

relación de la una con la otra, el capitalismo cambiaría

igualmente con ellas (y no es este un motivo baladí para el

posterior reformismo y la aún más tardíamente posterior apoteosis

del propio capitalismo).

Las clases sociales tienden a reducirse a dos porque,


precisamente, esa es la esencia, previa y a priori, del capita—

lisino. Todas las clases sociales que no cumplan el requisito de

pertenecer de una forma clara y precisa a dicha relación

comercial, están condenadas a llegar a hacerlo más tarde o más

temprano a costa, incluso y realmente como única manera de

realizarse, de su propia desaparición. Es decir, a nivelarse por

arriba o por abajo, ya sea aburguesándose o ya sea proletarizán—

dose, convirtiéndose en las clases sociales características del

capitalismo.

“Por no presidir la razón y la justicia en la

constitución de la propiedad, las sociedades pasadas y


presentes se han dividido en clases enemigas, que han

163
convertido la Tierra en campo de batalla, atormentándO

se sin descanso ni piedad.

La historia de todas las sociedades pasadas fue

siempre una serie de luchas entre sus diferentes

clases. Hombres libres y esclavos, patricios y plebe

yos, nobles y siervos, gremiales y compañeros; en una

palabra, opresores y oprimidos estuvieron siempre en

constante oposición. La lucha, ora sorda, ora declara

da, fue continua. Batalla incesante de intereses

contrarios, no terminaba sino por la destrucción de las

clases hostiles, o por una transformación revoluciona

ria de la sociedad.

Lo que distingue a la época presente de todas las

anteriores es que la lucha de clases se va reduciendo

a su más simple forma.(...)

La burguesía se compone de un número cada vez más

reducido de individuos, dueños, de los instrumentos de

trabajo, dueños del poder político (...). El proleta

riado, por el contrario, va siempre en aumento. (...)

La disminución personal de la burguesía y el aumento de

su poder y su riqueza está en razón directa del aumento


del proletariado y de la disminución de sus medios de

ii”13

Manifiesto-Programa del Partido Socialista Obrero Español.


5 de octubre de 1879. P. 322-323.

164
Se consigue así que el sistema social concreto que

representa al Capitalismo sea el sumatorio de la sociedad.

Efectivamente, conseguir un resultado positivo es básico, es lo

primordial del análisis. Si el capitalismo no es nada más que la

relación establecida de la compra-venta de trabajo, entonces,

para que exista el propio Capitalismo, deben existir los

elementos que le conforman. Es esa visión estática del capitalis

mo la que da como uno de sus resultados, después veremos otros,

la idea de la necesidad de la exclusiva existencia de dos clases

sociales que lo formen: capitalista y obrera. Todas las demás

clases lo único que harían sería negar la propia existencia del

capitalismo, tal y como lo plantean los integrantes del partido

obrero español, y por lo tanto o bien no existen o bien están a

punto de extinguirse.

Pero incluso aquí, se puede hacer notar cómo el análisis

positivista asimilado por los españoles, de acuerdo a su mismo

esquema positivo, es falso: la definición marcha por delante de

los hechos, necesariamente, para que el análisis no resulte

incorrecto, y marca las características del propio objeto a

analizar. Las clases sociales media y campesina, por ejemplo,

tienden a caer al grado de proletarización, pero únicamente de

manera teórica, necesario para poder formar parte de esa misma

relación comercial que constituye la propia definición del

Capitalismo. Si el análisis necesita dos clases, deberán existir

sólo dos clases.

165
Pero, cabría preguntarse aquí, ¿cómo es posible que los

socialistas españoles ante una realidad como la española, de

contenido, como es bien sabido, eminentemente agrario, mantengan

una tesis que de forma clara, en algo que salta a primera vista,

resulta cuando menos incorrecta?

Lo primero que cabría decir es que, realmente, lo socialis

tas españoles reconocen el atraso español con respecto a otros

países ya desarrollados’4. Por ello, tampoco sería justo acusar—

les de que olvidan absolutamente la realidad nacional de la que

verdaderamente parten. Pero, es evidente que también ellos tienen

únicamente presente el mundo industrial como paradigma del

capitalismo, aún cuando dicho paradigma está muy lejos de ser

alcanzado por la España de aquella época. La repuesta debe

centrase, creemos, en la propia concepción del capitalismo arriba

examinada.

La historia de la Humanidad es la historia de la

lucha de clases, y que esta lucha, mantenida constante—

Respecto a este punto hay que aclarar que tanto García


Quejido como Pablo Iglesias, en el informe remitido en nombre de
la Asociación del Arte de Imprimir, reconocen este atraso español
y sitúan una realidad auténticamente capitalista sólo en
Cataluña.

Puede, por tanto, creerse que esta fatalidad


“.

económica persigue solamente a la insignificante


España, a esta nación donde todavía el desarrollo
industrial no ha llegado a adquirir importancia,
exceptuando, si acaso, el Principado de Cataluña?”

García Quejido, sesión del 26 de octubre de 1884, pág. 27.

166
mente, ha dejado algunas de aquéllas, dejando en pie a

la fecha dos clases nada más. Sólo nos concretaremos a

poner de relieve la existencia de éstas y los intereses

distintos y opuestos que tiene cada una respecto de la

otra.” 15

El análisis del capitalismo corresponde, como ya sabemos, a

un presunto razonamiento inductivo que, sin embargo, busca

adecuarse a la verdad a través de la deducción: obligando a ésta

a cumplir con los principios generales previamente enunciados’6.

La existencia de otras clases distintas a aquellas dos que

reafirman la esencia previa es, por consiguiente, una anomalía

que debe ser subsanada de alguna forma. Y la única manera

concebible de hacerlo, la única posibilidad que correspondería

con el análisis previsto, es la de su desaparición, ya realizada,

por el desarrollo natural del Capitalismo.

Y ya realizado es aquí una faceta que no conviene olvidar.

Al haber negado cualquier tipo de cambio en el Capitalismo, de

acuerdo a esa estructura previa y definitoria de la relación

15 Pablo Iglesias. El Partido Socialista. Comentarios. Art.


1. Pág. 129.

16 La mescolanza entre un principio que se adecúa con lo


empírico y una idea prefijada que se impone sobre la realidad, no
es en absoluto contradictoria y un mero problema episteinológicO
de los socialistas, sino el propio reflejo ideológico de una
estructura social dominante que, por un lado, pretende mantenerse
en la idea de una individualidad total en la acciones que la
conforman, y, por otro, mantiene una estructura dominante que es
previa a las acciones que a sí misma la hacen.

167
social de compraventa, y aquel deber extenderse universalmente de

acuerdo a su propia lógica, las clases sociales que no formen

parte participando de dicha relación comercial deben desaparecer,


pues, si acaso no llegara a ser de semejante manera, se daría la

paradoja de que la propta definición del Capitalismo se produci

ría efectivamente en una parte de la población, la formada por

burgueses y proletarios y, en cambio, en otra parte, y además

mayoritaria, no.

De ser esto así, la teoría acabaría teniendo que aceptar que

en una misma sociedad podrían convivir uno o varios sistemas

económicos, tal y como los socialistas han definido el Capitalis

mo, pudiendo ser incluso dichos sistemas antagónicos entre sí. La

existencia de clases sociales ajenas al desarrollo capitalista y

a la propia estructura del capitalismo, compra—venta del trabajo

y nada más, implicaría otros sistemas sociales realmente

existentes que convivirían con el propio capitalismo. Incluso, en


el caso concreto de España, sería aceptar, por pasiva, al menos,

que el capitalismo sería el sistema económico minoritario dentro

de la realidad social española decimonónica, pues sus componentes

forman una clara, y reconocida por los propios socialistas,

minoría.

Por eso, como se ha aceptado una relación entre agentes

sociales muy concretos como esencia del capitalismo, dicha

relación debe acabar ocupando, ya sea en un papel o en otro, a

los propios miembros de la sociedad en su totalidad. Sin embargo,

si existen clases sociales distintas a las eminentemente

168
capitalistas, es decir, mayor o menor número de individuos que

gozando de unas características concretas no participan en

absoluto de la conocida relación comercial genuinamente capita

lista, se establecería el problema de que existen condiciones

sociales, y muy amplias en el caso de la España de la cual

hablamos, no lo olvidemos, que no están sometidas por la economía

capitalista. Y rápidamente surgiría la idea de que los proleta

rios se hallan dominados por dicha realidad debido a su incapaci

dad, pues en verdad existen lugares dentro del desarrollo social

donde podrían ejercer otras funciones que no implicaran la

explotación capitalista.

Incluso se daría otro problema, y este dentro de la propia

coherencia socialista. Y es que ellos al defender la idea del

Capitalismo como un sistema que se ha adueñado de toda la

producción social, que ha acabado con los restos del feudalismo,

defienden el hecho de una expansión capitalista. Si es posible


que sigan existiendo clases sociales que en nada tienen que ver

con la compra—venta del trabajo, el capitalismo se expande de

forma tal que garantiza la existencia de otras realidades ajenas

a él mismo. Pero, y debido a su propia expansión dentro del campo

de lo social, todo sería Capitalismo. Para que esto no se

produzca de tan singular manera, para no caer en esta contradic


ción, para que no sea así: se expanda, pero no llegue a ser

dominante, y el Capitalismo, tal y como está previamente

previsto, se desenvuelva dentro de los límites, estrechos bien es

cierto, que le han sido indicados, las clases sociales que

incumplen dicha relación deben desaparecer. Y dicha desaparición

169
debe además obedecer, por consiguiente, a los propios principioS

que dan forma al modelo capitalista: por un lado, que dichos

grupos entren dentro de la realidad de la compra—venta del

trabajo; y, por otro, que lo hagan ya sea perteneciendo a la

clase dominante, evidentemente, la burguesía o clase capitalista,

o bien a la clase subyugada, la clase obrera o el proletariado.

“ La historia de la humanidad, hasta el presente,

no es más que la historia de la lucha de clase , lucha

de intereses contra intereses; sólo que en vez de dos

clases, como solamente hay hoy, ha habido antiguamente

varias.

(...)

Yo no he de recordar aquí, y menos a la Comisión,

la lucha de la teocracia, la lucha del feudalismo, la

lucha de todos los elementos que anteriormente a la

revolución francesa y mucho más remotamente hañ luchado


por sus intereses particulares. Pero a partir de esa

fecha en Francia, y del constitucionalismo en España y

Portugal, y de revoluciones idénticas en los demás

países, la cuestión social se ha simplificado, y ha


quedado reducida la lucha de dos clases. Hay todavía,

y la Comisión parece que lo entiende así al preguntar


qué relaciones existen entre las clases trabajadoras

con la demás, quién cree que hay más clases; pero no es

así: lo que quedan son restos del clero y de la

170
aristocracia, que no tienen importancia alguna ante la

clase inedia.”17

‘ Pablo Iglesias, sesión del 11—1—1885. P. 201—202.

171
TRES:

LA CLASE BURGUESA
Hasta aquí hemos visto como el sistema capitalista se define

en cuanto a la relación establecida de la compra-venta del

trabajo. Asimismo, hemos analizado las afirmaciones mantenidas

por los socialistas con respecto al capitalismo. Veíamos a éste


como un organismo expansivo, que va dividiendo a las clases

sociales en sólo dos, antagónicas y enemigas en sí mismas, y que

son el proletariado o clase obrera, desposeída y cada vez en

mayor aumento, y la burguesía o la clase capitalista, poseedora

y cada vez más reducida.

Analizaremos ahora cuáles son las características propias de

esta segunda clase, cómo se genera en el entramado social, cuáles

son sus intereses ideológicos y económicos, y cuál ha de ser su

futuro, de obligado y fatal cumplimiento, en el enfrentamiento

encarnizado que mantiene con la clase proletaria según el

pensamiento del primer socialismo español.

La burguesía se define dentro del campo de los socialistas

españoles por poseer los medios productivos característicos del

capitalismo, y por contratar para producir en ellos, y en aras de

su propio beneficio, a los integrantes de la otra clase en

conflicto. Se dan así las dos características más sobresalientes

175
de la clase social burguesa, y que significan que la burguesía es

la clase dominante dentro de la estructura del capitalismo.

“La clase burguesa es clase dominante por hallarse

en posesión de los instrumentos de trabajo —tierra,

minas, ferrocarriles, buques, fábricas, capital—moneda,

etc. • 18

De esta manera, y motivado por ese mismo deseo de sacar el

máximo beneficio, así como auspiciado por la propiedad de los

medios de producción, el empresario realiza una serie de

operaciones con la intención de lograr una ganancia cuanto mayor

sea posible. Y para conseguirla, no duda en dejar de lado

cualquier escrúpulo social o moral que pudiera llegar a tener a

la hora de explotar despiadadamente a los obreros. Para los


socialistas españoles, la burguesía se caracteriza ideológicamen

te, aunque está claro que ellos no emplean dicho término, por no

ver en sus trabajadores a seres humanos, sino simplemente a meras

fuentes de riqueza que, a través del trabajo no pagado, van

enriqueciendo las arcas de la clase poseedora con la plusvalía

que generan.

“Las costumbres semipatriarcales se borraron por

completo, apareciendo en su lugar un antagonismo


abierto, abierto, franco, declarado, que de día en día

adquiere mayores proporciones. ¿Qué vemos actualmente

Pablo Iglesias, El programa Socialista. Comentarios.-Art.


1, p. 132.

176
dentro del taller? ¿Cuáles son en el terreno económicO

las relaciones entre asalariado y patrono?. Para el

burgués, cualquiera que sea su categoría, no hay más

mira, más objetivo ni más interés que arrancar al

obrero la mayor cantidad de trabajo por el más corto

salario. Que éste no alcance a cubrir las necesidades

del que lo percibe; que la salud del asalariado se

resienta por el excesivo trabajo que se le obliga a

realizar, que por lo mismo su vida corra peligro de

extinguirse en edad temprana, nada de esto, en tanto

sea sufrido y tolerado por el que lo padece, interesa

al burgués. Este, atento sólo a su negocio, no piensa

más que explotar cuanto puede a los que no considera

sino como fuente de beneficios y riqueza.”’9

Pero dicha visión capitalista de la clase trabajadora no se

corresponde a nada más que a una inmoralidad particular de la

primera clase, es decir, es un proceso subjetivo dentro de los

propios empresarios. Se trata así de la maldad personal de los

individuos concretos, no de la objetividad de un sistema que ha

reducido a sus integrantes a meras mercancías laborales. La

diferencia entre una y otra cosa es muy importante, y da una vez

más idea de las limitaciones características del primer socialis


mo español. Efectivamente, la maldad es analizada por los

fundadores del PSOE desde un punto de vista estrechamente moral,

es decir: situando la moralidad de la acción no en la objetividad

del sistema, sino en la mala fe del actor de la misma. Así, si se

Ídem, p. 130.
177
ha caracterizado el capitalismo como una exclusiva relación de

compra—venta de trabajo, tomando como causas del mismo a la

burguesía y al proletariado, es lógico pensar que la maldad del

sistema proviene de uno de esos dos actores. Descartado lógica

mente el proletario, únicamente queda el burgués. Y, por

consiguiente, se puede decir así que el capitalismo es malo

porque el burgués explota ininisericordementeal obrero.

Se podría argumentar que existe verdad en esa idea, que las

cosas son así en cierta medida, al menos, por la condición de los

actores que participan en el hecho. Y no sería falso. Pero lo que

aquí nos interesa es el esquema que sigue dicho pensamiento, lo

que subyace al mismo. Y lo que subyace es que el capitalismo

permanece por la clase capitalista concreta, por la explotación

máxima y sin remordimientos que el empresario realiza del


trabajador: ese es su espíritu y su esencia. Y, como ya sabemos,

qué dicha relación, unida a la irremediable ley férrea de los

salarios, imposibilita al sistema capitalista a cambiar un ápice

sus características. Todo lo que el burgués hace es seguir esa

ley férrea, pero la sigue de mala fe. Es un discurso moral que


sitúa a la inmoralidad del capitalismo, su explotación, en la

pobreza del proletariado, como si el hecho de que dicha pobreza

pudiera llegar a desaparecer significara que la explotación se

había ido con ella. Como si porque la burguesía estableciera una

bondad en su acción, el capitalismo dejara de ser un sistema de

explotación.

178
“ En este sentido no cree el partido socialista

que represento que la Comisión podrá hacer nada

positivo por sí propia, pues aunque haya en ella

individuos que no crean representar los intereses de la

clase dominante, en el fondo es así, y de otro modo

dejarían de ser lo que son, porque, después de todo, no

son ellos los directores de la clase dominante, sino

los dirigidos. La clase dominante tiene unas ideas y

unos intereses, y con arreglo a ellos hay que proceder;

pues sabido es que si sus representantes intentasen

algo en favor de la clase trabajadora, ese día sería el

último de su influencia y el último en que ejerciesen

un cargo importante dentro de su clase.” 20

Así pues, la burguesía ha tenido como primera característica

la visión del proletariado como un mero sujeto de explotación,

como una máquina más dentro del engranaje industrial. Y es

curioso, que además de la primera característica sea la única

unánimemente compartida por todos los burgueses. Pues en el resto

de los hechos que se pueden calificar como ideológicos, la más

absoluta disparidad reina en las filas capitalistas. Existe una

inmensa multitud de llamadas “escuelas” (opciones económicas ante

la mejor postura para el desarrollo capitalista) que en su mayor

parte mantienen posturas contradictorias.

“Así como los intereses de la clase obrera son

perfectamente armónicos, los de la clase contraria no

20 Pablo Iglesias, sesión del 11 de enero de 1885. P. 200.

179
lo son, como lo prueba la lucha entre el proteccionismo

y el librecambismo, entre la propiedad urbana y la

territorial, y la existencia de los distintos partidos

que, representando a la clase burguesa, defienden, sin

embargo, cada uno uninterés particular. Esto no existe

en la clase obrera, y de aquellas disensiones tendrán

que aprovecharse los trabajadores para su campaña.”2’

De esta manera, la burguesía, en contradicción con los

intereses del proletariado, se encuentra políticamente dividida.

Ideológicamente no se encuentra una burguesía que pueda tener una

característica común en cuanto a pensamiento. Lo único que parece

tener claro es la idea del interés de clase en la necesidad de la

pervivencia del estado actual de cosas, del status quo capitalis

ta que permite mantener su privilegio social. Su único interés

común, y esto lo presentan los socialista como una demostración

de su idea de la lucha de clases como una realidad social que va

siendo cada vez más poderosa, es el beneficio económico más

rentable posible a través de la explotación.

Es precisamente su búsqueda del beneficio económico lo que

hace que distintas facciones de la burguesía apoyen diversas

escuelas o partidos políticos. En una especie de ley de la

supervivencia del más apto, los burgueses luchan entre sí

disputándose la forma más ininisericordede explotar al proleta

riado. Es precisamente esa actuación abusiva sobre el proletaria

do, como agente que produce el beneficio capitalista, lo único

21 tdem, p. 201

180
que mantiene unida a la burguesía entre sí. Pero dicha unión no

se realiza a través de un pensamiento determinado o de una teoría

peculiar, sino de los meros hechos de explotación diaria. Lo

único que precisa como forma común de explotación es poseer, o

que el poder político le cree, unas condiciones favorable para su

propia ganancia económica.

Por ello, la burguesía detenta el poder político en

beneficio propio. Nada que se realice desde él, teniendo los

burgueses en su mano el control definitivo, se sobrentiende,


puede mejorar las condiciones de vida del proletariado y, por

consiguiente y como deducción lógica de lo anterior, las

pretensiones de reforma política no conducen a ningún lado. La

burguesía mantiene el poder para el propio beneficio. Incluso la

propia Comisión, acusan los socialistas no cansándose de

recordarlo en todas las intervenciones ante sus propios miembros,

nada podrá hacer frente a las condiciones capitalistas para

lograr su máximo beneficio22.

Señores de la Comisión; trabajadores: podría

parecer extraño, dada la representación que yo tengo

(que es la del partido socialista obrero), que una

colectividad que aspira a mejorar la condición de los

trabajadores y a realizar su emancipación por sí

propia, viniera a informar aquí, creyendo que iba a

22 De hecho, y viendo como fue el caso, la perspicacia


práctica de los obreros aquí sí que se vio recompensada, paradoja
ésta, con el acierto.

181
obtener algo de una Comisión que por su significación,

por los intereses que representa, pertenece a la clase

dominante”23.

Pero toda esta crítica no hace sino reflejar la idea de que,

en el fondo, la burguesía sólo cumple el papel que de forma

previa le ha tocado ejercer en suerte. Y que además lo cumple

ainparándose en el poder, pero no creando a su vez una estructura

independiente que con una connotación política clara pueda

permitirnos hablar de un pensamiento ideológico concreto. Todo el

pensamiento burgués se originará en torno a ese mismo afán de

lucro que ha caracterizado su relación social con el mismo

proletariado. Por lo tanto, y como veremos a continuación, no

será necesario realizar ningún análisis sobre la ideología, pues

ésta no tendrá importancia alguna dentro del entramado social.

Así, el socialismo español carecerá de cualquier tipo de

reflexión de tipo ideológico pues se considerará a ésta como algo

superfluo en la estructura social.

Una vez más nos encontramos con el problema clave de la

visión limitada del capitalismo a un problema de compra—venta de

trabajo y de salario injusto. Efectivamente, los socialistas

españoles han limitado tanto la realidad del capitalismo que este

se puede considerar como inalterable. Recordemos aquí que, como

ya hemos analizado, la propia estructura económica capitalista

impediría la creación de medidas reformistas que mejoraran las

condiciones de vida del proletariado. La pauperación progresiva

23 Ídein, p. 199.

182
de éste, necesaria y mantenida por la ya conocida Ley Férrea, no

lo permitiría.

Y del mismo modo a la existencia de la idea de que el

capitalismo mantiene una tendencia necesaria y fatal que impide

la concesión y, mucho más todavía, la realización efectiva de

reformas sustanciales en beneficio de la clase obrera, hay otro

pensamiento igualmente defendido por los socialistas y es la

conclusión de que la burguesía tiende a irse agrupando en una

sola clase, perdiéndose la diferencia entre pequeña burguesía,

clase media y alta burguesía o clase capitalista propiamente

dicha. En este proceso de reunificación, y bajo un esquema muy

similar, por no decir idéntico, al ya analizado en cuanto a la

reducción de la sociedad toda en sólo dos clase antagónicas, la

clase burguesa va convergiendo exclusivamente en gran burguesía,

proletarizándose aquellos elementos que no pueden llegar a dicha

situación social. De esta forma, afirman los socialistas, la

pequeña burguesía tiende a disiparse de la esfera social,

desapareciendo con ella la pequeña industria, el taller que era

el sustento de dicha clase inedia. Es este un desenvolvimiento

lógico y necesario del desarrollo del capitalismo, que ya hemos

analizado aquí, y por el cual el antagonismo entre clases tiende

a simplificarse, reduciéndose a dos enconadainenteenfrentadas, a

medida que va desarrollándose el sistema económico.

tpero la misma clase media manifiesta distintas

fases, empieza por el pequeño industrial, que tiene uno

o dos oficiales y varios aprendices, y concluye en el

183
verdadero capitalista o fabricante, que tiene una inina

o una fábrica donde trabajan quizás millares de

obreros. Hay que advertir que al desenvolverse la clase

media desaparece lo que llantamosla pequeña burguesía

y viene a quedar todo reducido a la clase capitalis

ta •

Resumiendo todo lo dicho anteriormente, vemos como en la

mentalidad del socialismo finisecular español, la burguesía

aparece como la clase dirigente, que hace todo lo posible, en su

enfrentamiento como clase con la clase obrera y sin percatarse de

que se trata de una misión imposible, por retardar la revolución

necesaria que se avecina. Sin embargo, y aun dejando claro su

carácter estrictamente negativo en la época actual del Capitalis

mo, los socialistas españoles señalan como, en tiempos pasados,

la burguesía ha cumplido un papel social positivo de primera

magnitud.

Esta idea, seguramente recogida de la primera parte del

Manifiesto Comunista, que los miembros del partido obrero ya

habían leído, olvida sin embargo, y no creemos que se trate sólo

de un olvido, una parte fundamental de dicha tarea positiva

llevada a cabo por la clase burguesa en su lucha revolucionaria

contra el Antiguo Régimen.

Efectivamente, en el Manifiesto del Partido Comunista


escrito por Marx y Engels en 1847, la burguesía no sólo ha

24 fdem, p. 202.

184
realizado una revolución en el campo de la producción, y con ella

grandes obras materiales, por llamarlas de algún modo, como pueda

ser la introducción de la maquinaria o la producción a gran

escala, sino que también, y con este cambio, ha efectuado un

cambio drástico en la—mentalidad, en el pensamiento humano.

Ciertamente, Marx y Engels destacan la idea de que la burguesía

ha sentado las bases de una nueva sociedad, pero no exclusivamen

te en el terreno económico, tal y como lo ven de forma limitada

los socialistas españoles, en el sentido estrecho de una realidad

productiva, sino en un sentido también de desarrollo del

pensamiento que acompaña, y no olvidemos que en el análisis de

Marx también moviliza, a la propia nueva realidad productiva.

tiLa burguesía ha desempeñado en la historia un

papel altamente revolucionario.

(...)

Ha sido ella la primera en demostrar lo que puede

realizar la actividad humana.

(...)

La burguesía no puede existir sino a condición de

revolucionar incesantemente los medios de producción y,

por consiguiente, las relaciones de producción, y con

ello todas las relaciones sociales. (...) Una revolu

ción continua en la producción, una incesante conmoción

de todas las condiciones sociales, una inquietud y un

movimiento constante distingue la época burguesa de

todas las anteriores. Todas las relaciones estancadas

y enmohecidas, con su cortejo de creencias y de ideas

185
veneradas durante siglos, quedan rotas, las nuevas se

hacen añejas antes de llegar a osificarse. Todo lo

estamental y estancado se esfuma; todo lo sagrado es

profanado, y los hombres, al fin, se ven forzados a

considerar serenamente sus condiciones de existencia y

sus relaciones recíprocas”25

Sin embargo, ese punto está ausente de la reflexión de los

integrantes del primer Partido Socialista Obrero constituido en

España. Éstos, sólo cuestionan el avance que representó la

entrada en la historia de la burguesía como clase dominante en el

campo limitado de la producción económica, omitiendo cualquier

otra realización burguesa. La pregunta, la cuestión que se

plantea inmediatamente es saber cuál es la causa de dicha

omisión.

“Nosotros reconocemos que hay un lado bueno en

todo lo que ha hecho la clase media, y contra eso no

protestamos, no lo queremos combatir; ese lado bueno es

el haber concentrado el trabajo, el haberlo organizado

de mejor modo que antes y el haber creado instrumentos

de trabajo que valen mucho; pero no por haber sido

compatibles esos adelantos que se han verificado

durante el dominio de la clase media con los intereses

de la clase proletaria, ha nacido otro lado malo, que

es el polo negativo. El polo positivo está en los

25 Marx y Engels, Manifiesto del partido comunista. Moscú,


Editorial Progreso, 1985. Pp. 39-40.

186
grandes instrumentos de trabajo que ha creado y

perfeccionado esa clase; pero el polo negativo, que es

la miseria de los obreros y su mayor explotación, hay

necesidad de destruirlo, y esto es lo que nosotros nos

proponemos. t126

Para responder a dicha cuestión, una vez más debemos dirigir

nuestra reflexión hacia la teorización que hemos visto realizan

los socialistas del capitalismo, su explicación de dicho sistema

como una realidad exclusivamente económica. El hecho de que en el

análisis realizado la burguesía carezca de una serie de caracte

rísticas comunes en cuanto a su ideología, se hace mucho esmero

en declarar la división política que reina entre los miembros de

la burguesía, y que su contribución al desarrollo histórico de la

humanidad quede reducido a su relación con la revolución técnica

de los medios de producción y de las relaciones de producción

nuevas que ha procurado, señalan la idea de entender a la

burguesía como una clase social que carece de una ideología

propia. Y lo que de cierto pueda tener esta tesis defendida por

los socialistas españoles, no nos debe llevar a engaño. Efectiva

mente, se puede argumentar, y creemos que con argumentos muy

poderosos, que para Marx la clase burguesa también carecería de

ideología propia y característica. Incluso, se puede analizar

históricamente y observar como es verdad, lo cual es mucho más

importante de lo que dijera Marx, que la burguesía carecía de un

pensamiento organizado en cuanto a clase social. Si bien esto es

cierto, no podemos olvidar que Marx señala al propio sistema de

26 Pablo Iglesias, sesión del 11 de enero de 1885. P. 213.

187
producción capitalista como ideológico, basándose en su estudio,

realizado en El Capital, del fetichismo de la mercancía.

“El carácter misterioso de la forma mercancía

estriba, por tanto, pura y simplemente, en que

proyecta a los hombres el carácter social del trabajo

de éstos como si fuese un carácter material de los

propios productos de su trabajo, un don natural social

de estos objetos y como si, por tanto, la relación

social que media entre los productores y el trabajo

colectivo de la sociedad fuese una relación social

establecida entre los mismos objetos, al margen de sus

productores.

[En cambio], la forma mercancía y la relación de

valor de los productos del trabajo en que esa forma

cobra cuerpo, no tiene absolutamente nada que ver con

su carácter físico ni con las relaciones materiales que

de este carácter se derivan. Lo que aquí reviste, a los

ojos de los hombres, la forma fantasmagórica de una

relación entre objetos materiales no es más que una

relación social concreta establecida entre los mismos

hombres’t27.

27 Karl Marx, El Capital. Vol. 1 . México, Fondo de Cultura


Económica, 1987. Pp. 37-38.

Igualmente, hay que destacar que Marx presta gran atención


a las ideologías en muchas de sus obras, cosa que no hacen los
socialistas españoles.

188
Sin embargo, esto no es así en los socialistas, para quienes

el Capitalismo es una relación económica de compra—venta sin

ninguna interioridad ideológica en ella misma. Fuera del interés

económico, los socialistas piensan que la burguesía carece de

ningún planteamiento en común, y no porque dicho planteamiento

ideológico ya esté dado en las relaciones productivas, sino

porque únicamente se participa en la realidad capitalista como un

conglomerado de medios y actores. La clase burguesa no es más que

la unión de los empresarios capitalistas, del mismo modo que en

su esquema, el capitalismo es únicamente la suma de burgueses y

proletarios en su relación de compra—venta de trabajo en el

mercado capitalista.

“El individuo que posee un dinero, y no hemos de

examinar la manera de cómo ha venido a su bolsillo,

pues por lo general viene del mismo modo que después se

verifica la evolución, sin embargo de que pudiera citar

muchas fortunas debidas a manejos ilícitos, ese

individuo transforma en capital su dinero por medio de


una operación sencillísiina, inversa a la que hace el

trabajador que sólo dispone de su fuerza; si ha de

acrecentarlo, tiene necesidad de comprar para vender,

y en esta operación hay un sobreprecio, que es lo que

guarda en su bolsillo, o sea el interés del capi

tal. 1128

28 García Quejido, sesión del 25 de enero de 1885. Pp. 254—


255.

189
Así, la clase burguesa pierde su capacidad de actuar de

acuerdo a unos criterios propios, carece de una personalidad, de


una idiosincrasia característica, limitándose a cumplir estricta

mente los términos fatales hacia los que la conduce el propio

desarrollo del Capitalismo. Es una clase que lo único que hará en

cuanto a su relación con el proceso económico que se está

desarrollando es confirmar de forma exacta su propio acontecer,

previsto ya por los socialistas españoles. Del mismo modo que el

capitalismo carecía de cualquier capacidad de desarrollo frente

a lo que ya estaba planteado como tal capitalismo, sujeto dentro

de los estrechos límites que le marcaba la compra—venta del

trabajo ajeno, la burguesía se debe limitar a cumplir, al menos

en el análisis propuesto aquí estudiado, su exclusivo papel de

compradora del trabajo ajeno, una de las dos relaciones del

propio capitalismo: la otra sería la venta, y, por ese mismo

motivo que la enmarca dentro de todas las limitaciones que el

sistema pueda tener, aceptar las fatales consecuencias que el

propio Capitalismo lleva implícito.

“La clase capitalista desposeída de sus medios de

producción, que inonopoliza, nada es, nada vale, nada

representa, para nada sirve, no encarna ninguna idea,

ni religiosa, ni filosófica, ni científica. Su único

lema es vivir de la explotación del prójimo.

(...)

Revolucionaria mientras luchó contra el privilegio

antiguo, se convierte hoy en conservadora del suyo, cayendo

en el doctrinarismo y la reacción. Su defensa es la de los

190
organismos condenados por el progreso social, la resisten

cia. Su único argumento, la fuerza. Irá cediendo el terreno

palmo a palmo; nunca abandonará su baluarte SflO bajo la

presión de un poder mayor.” 29

Se entra aquí dentro de otra paradoja del socialismo

español. Los individuos que forman parte de la clase burguesa


pueden ser condenados moralmente por dicha pertenencia ya que son

ellos los causantes de la pobreza en que vive la mayor parte de

la población, a través de su afán desmesurado e inmoral de lucro,

pero, al tiempo, la clase burguesa participa del desarrollo fatal

del propio capitalismo, y como tal clase es inocente ya que

cumple, como si dijéramos, su destino inexorable.

La solución a la paradoja arriba expuesta proviene una vez

más del empeño positivo de la forma de análisis socialista. El

deseo de desterrar la moral del análisis social lleva a los

socialistas a incluirla en el estudio personal de cada uno de los

miembros de la clase, pero, igualmente, a pasarla por alto cuando

se habla de la clase enmarcada dentro del desarrollo capitalista.

Efectivamente, la burguesía es el conglomerado de sus miembros,


y como tal es una clase dominada por el egoísmo y la codicia,

pero al tiempo este egoísmo y esta codicia tendrán el punto

positivo de crear unas condiciones irresolubles para el sistema


a través de la anarquía de la producción.

29 Jaime Vera, p. XXXIII.

191
Más que ante una cuestión dialéctica de contradicciones, nos

hallamos ante lo que los propios socialistas califican como error

de cálculo30.Y la calificación no es yana. Si fuera una cuestión

de contradicciones propias del sistema, al estilo de Marx donde

la contradicción se daentre la potencialidad y la realidad

actual, el cálculo no entraría en la cuestión, sino que sería un

tema alejado de la esfera economicista (de la niera riqueza

individual de cada uno de los individuos). Sin embargo, al situar

los socialistas todo el problema ahí, hacen a la clase burguesa

como responsable de su propia caída al concederle un grado de

estupidez, de inconsciencia ante el problema, que coloca a la

burguesía como una clase cuya evolución no sólo es incierta, sino

imposible en cuanto a esa especie de selección natural darwiniana

que rige el capitalismo y su mercado de mercancías. Así, de

manera similar a como Darwin ha enseñado que los organismos

incapaces de adaptarse a las condiciones nuevas van a desaparecer

víctima de las leyes evolutivas que rigen en el mundo natural, la

burguesía, llevada por su propio afán usurero, camina convertida

en un organismo imposible de adaptarse a la futura hecatombe

revolucionaria que acabará con el capitalismo.

Cfr.
30 Pablo Iglesias, sesión del 11 de enero de 1885. PP.
209—210.

Es una idea referida a la producción desmesurada de


mercancías con el fin de la ganancia, sin antes haber estudiado
su salida al mercado. Debido a lo reducido de éste, los obreros
no participan por la Ley Férrea, surge la crisis y con ella la
revolución. Es, pues, una contradicción como consecuencia de un
error de cálculo.

192
“Pero, ¿y la clase capitalista? Terminada su

misión histórica, que era llevar hasta cierto grado la

acumulación y concentración de los medios productivos,

está decretada su aparición. La permanencia de su

privilegio, en pugna con el derecho común, es imposi

ble”3

Idem, p. XXXI.

193
CUATRO:

EL PROLETARIADO
Una vez analizada una parte de la sociedad, aquella que

constituye la sección que compra la fuerza de trabajo, correspon

de ahora analizar la otra parte de la división, a la que

corresponde la gran mayoría social y a la que en un porvenir

relativamente muy cercano, según la predicción socialista,

pertenecerán todos aquellos individuos excepto aquellos pocos que


sean propietarios de los grandes medios de producción: el

proletariado.

La clase obrera o proletariado, al contrario de la burguesa,

es la clase constituida por los individuos que careciendo de

cualquier medio para poder producir ellos mismos su riqueza,

estando desposeídos de cualquier medio productivo, deben vender

lo único que poseen : su trabajo o, más exactamente, su fuerza de

trabajo. Es la clase desposeída que no tiene más remedio que

acudir a la relación establecida dentro del capitalismo, compra

venta de trabajo, para vender su producto y con ello poder

subsistir.

“ Desde el momento en que los obreros carecen de

las materias y de los útiles necesarios para crear por


sí mismo valores o productos con cuya venta puedan

adquirir recursos con que atender a sus necesidades, ¿a

197
qué se ven obligados? A una de dos cosas: a morirse de

hambre o a alquilar diariamente sus brazos, su fuerza

de trabajo a los monopolizadores de los medios de

producción.”32

Así, la única riqueza que caracteriza al proletariado como

clase social es su propia fuerza de trabajo. Pero, al tiempo y

como hemos visto, es ésta verdaderamente la máxima riqueza

social, ya que la capacidad productiva, el trabajo, es la fuente

de riqueza. Se sitúa así, desde el principio, al proletariado

como la clase que atesora en sí misma la riqueza de la produc

ción, el valor, enfrentado de este modo al capitalista que no

hace sino constituir una traba al libre desarrollo de la propia

riqueza económica. El proletariado no se define, pues, desde la

negatividad de la potencialidad traicionada, sino desde la fuerza

de lo positivo. Es la clase obrera no la negación de lo que de

humano puede haber en ella, sino precisamente la clase positiva

por excelencia. Así, lejos de la visión de Marx de una serie de

hombres constituidos en clase deshumanizada en favor de la

producción irracional del Capitalismo33, nos encontramos con la

clase que en sí misma ya atesora, y en forma presente, todo lo

que de positivo hay dentro del mismo capitalismo.

32 Pablo Iglesias, El programa Socialista. Comentarios. Art.


1. P. 133.

Para una magnífica explicación de la idea de proletariado


en Marx, y de Marx en general, ver: Marcuse, Herbert, Razón y
Revoluciófl. Madrid, Alianza Editorial, 1986. Pp. 268—314 (las
explicaciones sobre la idea de proletariado en Marx, en las
páginas 285—286).

198
“Parecería natural, señores, que a una situación

económica tan miserable como la que pueda traslucirse

por lo anteriormente dicho, debiera corresponder un

estado sumamente inmoral. Sin embargo, no se da ese

caso. La clase obrera, no obstante sus privaciones, a

pesar de su falta de educación, es más moral, más


honrada que la clase que la explota. Sus costumbres,

sus actos están ahí para demostrarlo. En su desnudez,

en su pobreza, más ricos mil veces que los ricos en

generosidad y desprendimiento, los obreros comparten

con sus compañeros sin trabajo el jornal que ellos

necesitan para su sustento, consuelanlos en sus

aflicciones y buscan con solícito afán y denodado

empeño el modo de librarlos de un grave apuro. Cuántas

veces la capa del obrero, el pañuelo de su mujer, el

vestido de su hija van a la casa de empeño solamente

por librar de una angustiosa situación a un compañero

suyol ¡Cuántas veces familias obreras, llenas de hijos

y faltas de recursos, acogen en su hogar, para darles

calor y vida, a esas tiernas criaturas que, no mujeres

viciosas y corrompidas, sino una sociedad hipócrita y

una moral falsa arrojan en medio del arroyo! Jamás se

ha dado el caso de que un obrero, empujado por la

estrechez de su miseria a demandar el auxilio de sus


compañeros, haya vuelto a su casa con las manos vacías.

A montones, señores, se cuentan los rasgos de desinte

rés, de generosidad, de abnegación que a todas horas

realiza esa tan maltratada clase obrera.

199
(...)

Mírese por donde se mire, la clase obrera es

superior, muy superior, en condiciones morales a la

clase que subyuga. Y es, señores de la Comisión, que

una clase que vive a expensas de otra, que gasta y

derrocha lo que no es fruto suyo, podrá tener más

fuerza, más inteligencia, más astucia; lo que no tendrá

nunca será más moralidad que la clase oprimida.”34

Si el burgués es ocioso, la clase trabajadora es laboriosa.

Si la clase capitalista es un freno a la producción de la

riqueza, la clase obrera es la misma realidad que la produce. Si

el industrial es ladrón que vive a costa de sustraer aquello que

no es suyo, el obrero es la víctima de dicha sustracción35. Si,

Pablo Iglesias, Informe de la Asociación del Arte de


Imprimir. PP. 467-468.

Lo interesante de esta idea no es tanto la defensa de la


moralidad de la clase proletaria, que seguramente podría ser
cierta, sino el empeño con que se defiende y el interés puesto,
extremado, en definirla de acuerdo a esa misma moralidad.

35

“Igual concordancia existe entre capitalistas y


obreros que entre el salteador y el viandante, sin más
diferencia que el viandante encuentra a su expoliador
por acaso y sin pensarlo, mientras que el asalariado va
a sabiendas a la faena donde creará un valor incompara
blemente mayor que el que recibe, con el sentimiento,
ya que no con la conciencia clara, de que es explotado;
sabiendo, más o menos razonadamente, que sólo a
condición de ser robado asegura su subsistencia.”

Jaime Vera, p. XI.

200
en definitiva, el dueño de los medios de producción es una

especie condenada en el propio desarrollo histórico, el futuro

del progreso corresponde al trabajador.

“De igual suerte que la burguesía, nacida de las

necesidades mismas de la sociedad feudal, obró como

elemento destructor de ella, unas veces con apariencias

tranquilas, otras impulsadas por el furor revoluciona

rio, así las necesidades del capitalismo, que represen

ta el estado triunfante de la burguesía, engendran la

fuerza social que ha de operar la transformación

colectivista. Esta fuerza revolucionaria es la clase

obrera, la clase que sufre ‘lasdolorosas consecuencias

de la contradicción que el sistema capitalista lleva en

sus entrañas. Ha nacido en el seno de la sociedad

burguesa, ha crecido a sus expensas, y por el juego y

evolución de esa misma sociedad ha aprendido de ella la

virtud del principio colectivo, que si es fecundo para

la explotación capitalista, no lo será menos para la

emancipación obrera; el mismo desarrollo de la sociedad

burguesa la constituye en clase aparte, con sus

intereses contrarios al interés privilegiado,; se ha

disciplinado bajo la ferrea presión del régimen de


fábrica y de maquinismo; y, en fin, la misma sociedad

que ha de caer bajo sus golpes le proporciona el

elemento inteligente que ha de darle conciencia cada

201
vez más clara de sus intereses, noción cada vez más

exacta de lo que representa la evolución humana.”36

La definición que se da de la clase obrera se corresponde no

con la negación de las potencialidades actuales, sino con la

afirmación de unos valores que aparecen hipostasiados en el

futuro porque se dan ya en el presente. Esta visión, que sitúa la

verdad última en la propia clase obrera, demuestra una vez más

hasta que punto la idea de adecuación se encuentra introducida en

el proceso mental de los socialistas españoles y como existe la

imposibilidad de plantear una dialéctica desde la cual se pudiera

sostener que el proletariado no es la verdad oculta del capita

lismo sino su auténtica falta de verdad siendo así, y por esto,

la demostración de que el capitalismo podrá ser real pero no es

verdadero.

Pero la admisión de esto último, el carácter verdaderamente

dialéctico por parte del movimiento obrero, implicaría renunciar

a la idea de un enfrentamiento dual37 entre unos y otros y, con

ello, o mejor dicho, anterior a ello, verse en la obligación de

renovar su idea del capitalismo como algo más que una mera

relación comercial entre dos términos que acaban produciendo, por

su adición, un tercero que al resultar ser su producto los

engloba. Efectivamente, para que se produzca dicha suma deben de

ser términos positivos los que se añadan. Y la verdad o falsedad

36 Jaime Vera, p. XXXIV.

Dual es entendido aquí como contrario a lo dialéctico.

202
de los mismos debe estar en consonancia con aquellos que realizan

un papel de bueno o de malo (de creador de la riqueza social o de

usurpador de la misma) dentro de la relación descrita como

capitalismo. Y por ello, la clase que cumple el papel de buena

debe ya de tener lo bueno realizado en sí misma pues si acaso no

fuera así, esto debería salir de algo extraño y ajeno a ella que

no estaría en ninguna forma representado previamente y al cual no

se le podría señalar de forma positiva.

La potencia aristotélica parece admitida, pero no así la

idea propia de la dialéctica de una contradicción que no sea ella

misma ya la verdad, es decir: que en su negatividad no sea ella

misma una futura verdad. Por eso, surge la idealización del

proletariado como forma de superar esa negatividad y convertirla

en una relación de acto—potencia.

Este hecho, por ejemplo, se ve representado perfectamente en

la propaganda, que tanta importancia adquirirá para el movimiento


obrero. Los carteles siempre presentan obreros ideales e

idealizados, de acuerdo al canon clásico, que muestran un

presente ya real de realización humana plena. Incluso, movimien

tos como el comunismo soviético a través de su cine presentarán

una estética de apoteosis, de reconciliación, pero nunca de

negatividad38. Anclados en la adecuación, el proletariado ya es

38 De hecho, es curioso observar como la estética del


Fascismo guarda estrecha relación con la estética del movimiento
obrero. Y como estas dos son asimiladas, e incluso superadas en
su barbarie, por los propios anuncios emitidos a diario por la
televisión en la actualidad.

203
lo que el futuro debe ser: no hacen sino situar lo que ya son en

el futuro de la propia humanidad. Se convierten en un ideal a

seguir, algo que ya está dado ahí y únicamente precisa aumentar

su poder, darse cuenta de lo que son y librarse de las cadenas

que le atenazan para desplegarSe.

“ Pero si afirmamos que la evolución histórica no

ha destruido hasta aquí lo que en el fondo de las

relaciones sociales hay de injusto y de opresor, y que

supedita la inmensa mayoría de la familia humana a los

egoísmos individuales de una minoría privilegiada, no

se crea por esto que renegamos del progreso. La forma

económica presente tiene para nosotros, obreros, sobre

las pasadas la ventaja inmensa de presentar a la clase

dominante reducida cada vez más estrictamente a su

función explotadora, pasandoaserpatrimoniodelos

hombresdetrabajo.delosasalariados,lasfunciones

socialesqueenelmundoantiguoyenlasociedad

feudalaparecíancomorazóndelosprivilegios.Se ve,

se palpa, la inutilidad de la función capitalista; se

palpa el antagonismo entre capitalistas y trabajadores;

el progreso ha planteado en sus últimos términos el


problema social, problema planteado es problema

•139

¿Pero, quienes forman parte de la clase proletaria dentro de

la sociedad burguesa? Se suele admitir como idea general dentro

Jaime Vera, p. IX. El subrayado es nuestro.

204
de los estudiosos del tema, que existe cierta tendencia entre los

dirigentes del PSOE a admitir como proletarios únicamente a

aquellos elementos que provenían del trabajo industrial y de los

sectores más desfavorecidos, económicamente hablando, de la

sociedad. Sin embargo, los discursos pronunciados y los escritos

originales señalan otra cosa bien distinta. Aparece explícitamen

te como proletario todo aquel que vende algo de su trabajo, ya

sea su fuerza de trabajo manual ya su capacidad intelectual, a la

clase poseedora de los medios de producción. Los socialistas

españoles no se cansan de repetir que los que trabajan dentro de

la esfera intelectual son también, al igual que los otros,

obreros.

“ La clase productora [es], lo mismo al obrero de

la Universidad que al de taller, al que se emplea en el

trabajo más fino y delicado que al que desempeña las

más rudas faenas.” 40

“Hombre de trabajo: el que despliega cualquier

forma de trabajo; corresponde exactamente al término

obrero, comprendiendo tanto al obrero manual como al

obrero intelectual.” 41

° Pablo Iglesias, Comentarios. El programa Socialista. Art.


y, p. 144.

Jaime Vera, nota a pie de página en la p. VI.

205
Sin embargo, se produce un distingo entre unos y otros en

cuanto a la producción de su trabajo. Así, mientras que todo el

proletariado industrial tiene cabida dentro del partido socialis

ta, produzca lo que produzca y sean cuales fueran sus condiciones

de trabajo, los “obreros intelectuales” deben, sin embargo,

proceder siempre en su producción de acuerdo a la verdad


científica, que garantiza el triunfo socialista al descubrir el

desarrollo necesario de la realidad, sin prostituirse ni ellos ni

su conocimiento en beneficio de la clase dominante dispuesta a

comprársela.

“ Sí; entendemos por obrero al individuo que en la

esfera intelectual o en el trabajo material venden su

persona como otros venden el producto de su trabajo. La

definición, que es clarísima, no significa que nosotros

entendamos por obreros los individuos que, cultivando

cualquier ramo de la ciencia, entregan ésta, cómo moza

de partido, a merced del señor que paga. No queremos la

ciencia prostituida; no podemos calificar de obreros a

los individuos que ocultan la verdad científica, a los

que no tienen honradez científica, y que, por lo tanto,

sabén agradar a la clase que paga, velándole la verdad


para poder continuar la dominación en que nos hallamos.

Esos son galeotes que se interponen entre los que saben

y los que no sabemos, porque nuestro cerebro, atrofiado

por el incesante movimiento muscular, no nos ha

206
permitido alcanzar de una manera perfecta el conoci

miento de lo que debemos ser.”42

Cabría preguntarse aquí el porqué de este distingo. Y la

respuesta no se puede hallar en que los socialistas den gran

importancia a la producción intelectual de la burguesía, cosa que

hemos visto en este mismo capítulo que ni tocan. Tampoco han

hablado los socialistas, al menos explícitamente, de ideología

como forma de dominación social. El hecho de que los proletarios

industriales puedan trabajar en cualquier actividad, frente a los

intelectuales, tiene que ver con esa idea de fatalismo económico

según la cual el Capitalismo necesariamente va a dejar paso a la

propiedad común de los medios de producción por su propio

desarrollo. Con este prejuicio, lo que importa es que el

capitalismo se desenvuelva cuanto antes, se cree la máxima

riqueza posible. Aquí es lo mismo el medio como se desarrolle el

capitalismo, qué industria va itásadelantada o cuál utiliza mayor

número de mano de obra, sino que lo importante es la creación de

la máxima riqueza posible. Y por eso mismo no se tiene en cuenta

en qué trabaja el proletario industrial, pues trabaje en lo que

trabaje lleva adelante el incremento del Sistema y, con su máxima

prosperidad, su caída. La idea básica de los socialistas

españoles, y con la cual trabajan todo el tiempo, es la de la

neutralidad del sistema económico en sí mismo.

Vistas así las cosas, nada que refiera a ese lado del

problema debe de seguirse con una actitud vigilante en cuanto a

42 García Quejido, sesión del 25 de enero de 1885. P. 254.

207
problemas sobre la ideología que encierre. La producción de la

máxima riqueza posible, es decir, la labor ejercida por los

proletarios industriales, no produce nada ideológico, ni siquiera

la mercancía. Así, y por este motivo, el trabajo industrial,

separado de su realidad capitalista, es positivo porque en sí

mismo conduce al sistema a su propia quiebra43.

Sin embargo, el obrero intelectual no puede trabajar en pos

de crear esas condiciones materiales que apenas conocen signo

político sino que son neutrales de por sí. Además, y ahí está el

problema, el trabajo intelectual sí tiene un contenido ideológi


co, aunque ellos no usen esta expresión, concreto en cuanto a las

ideas dadas a la sociedad. Y, por lo tanto, es susceptible de

investigar cuál es dicho contenido concreto. Lo falso, pues, de

este planteamiento no se encuentra en lo que se dice sobre la

labor ideológica de los intelectuales dentro de la sociedad

burguesa, sino en querer presentar dicha realidad ideológica como

la única existente dentro del propio capitalismo.

Una vez más nos encontramos aquí con una nueva diferencia
con respecto a Marx. Éste ya había analizado la realidad
productiva como el máximo exponente ideológico del capitalismo,
aquello que iba integrando el sistema totalitario en su presunta
abstracción de precisamente cualquier proceso productiva
concreto, lo que atomizaba la realidad de forma ideal, cuando en
realidad dicha realidad era de un estilo totalitario. Ello no
quiere decir, por supuesto, que Marx no diera importancia a la
propia producción, sino que para él, esta misma producción
capitalista llevaba en sí una contradicción no sencilla de
resolver.

208
Es por este motivo, a nuestro juicio, por el que a los
intelectuales se les exige, como condición previa al ingreso a

las filas obreras, la renuncia a defender los intereses burgueses

usando como medio para ello la propia ciencia. Como consecuencia

de esto deben precisamente esforzarse por buscar la Verdad, es

decir: los argumentos que descubren como la situación favorece

totalmente a los revolucionarios.

“Bien que los poseedores del capital, cuyo es el

imperio del mundo, mirando las cosas a través de sus

intereses, sustenten aquel error, incompatible con el

saber actual; pero vosotros, hombres de ciencia que no

seáis capitalistas, no sólo vais contra la verdad

científica; vais también contra vuestros intereses

fundamentales.” 44

De esta manera, ese componente intelectual del partido

pervive, explícitamente y en una realidad que va a durar décadas,

bajo la eterna sospecha de la traición de clase. Y el pensamiento

es visto desde un punto de vista ideólogico mientras que la

propia producción capitalista de mercancías es vista como la

garantía que permite afirmar el propio triunfo final.

“El Partido Socialista Obrero, como su nombre


indica, es un partido de clase; dividida la sociedad

actual en explotadores y explotados, el interés de

Jaime Vera, p. y.

209
éstos se halla en hacer resaltar el antagonismo

existente entre unos y otros para que, una vez despeja

das las sombras con que aquellos pretenden ocultar a la

vista del proletariado este deslinde del campo social,

los trabajadores todos acudan con su esfuerzo decidido

a pelear en su terreno propio.

No significa esto, no puede significar en modo

alguno que el Partido Socialista se cimente en el

exclusivismo. Aquellos elementos que ejerciendo

funciones científicas o intelectuales prestan servicios

verdaderamente útiles a la sociedad, y que no obstante

no hallarse comprendidos en la aceptación general y

gráfica del término obrero, son, sin embargo, trabaja

dores más o menos asalariados que desean prestar su

concurso a la obra de una mejor organización social;

los que procediendo del campo burgués sean una excep

ción honrosa por su ejemplar conducta con los obreros;

en fin, cuantos acepten con lealtad nuestro Programa,


tienen un puesto en las filas del partido, sin más

limitaciones que las que fatalmente les crea su propia

procedencia, fáciles de borrar con hechos que acrisolen

la sinceridad de sus opiniones.’”5

Se da así la paradoja de que mientras la producción

capitalista es implícitamente aceptada como aquello que necesa—

Bases a que debe ajustarse la redacción de El Socialista,


27 de enero de 1886. P. 341
210
riamente va a traer algo positivo a la revolución, sin embargo el

pensamiento no tiene más misión que la de la propaganda, la de

hacer conocido por todo el mundo el mensaje del partido socialis—

ta. No nos hallamos ante una crítica de la ideología sino ante

una sospecha frente al pensamiento, al menos implícita, que se

coiaplementa con una apuesta total y efectiva hacia el desarrollo

de los medios productivos como elemento fundamental de la revolu

ción. La mecanización del esquema revolucionario cobra así gran

importancia. Todo el proceso histórico se mueve no ya a golpes de

ideas más o menos elevadas, sino de hechos por encima de los

mismos individuos que en su fatalismo colocan necesariamente la

revolución como culmen de un proceso temporal.

“ El elemento inteligente que ha de contribuir

poderosamente a la difusión de la doctrina redentora

del Socialismo entre la clase obrera está representado

en gran parte por los hombres que se consagran al

trabajo intelectual. La ilusión mentida de que los

hombres científicos tienen intereses ariaónicoscon los

del capital no puede durar. En la gran lucha de clases,

su puesto está en las filas de los trabajadores. (...).

La burguesía ha tolerado la investigación libre de las

ciencias físico—químicas porque el progreso de estas

ciencias era la condición del perfeccionamiento de los

medios técnicos, o, lo que es lo mismo, del auge de su

dominación; pero respecto a aquellas otras ciencias no

menos positivas que las llamadas naturales, las

ciencias sociológicas, la economía, el derecho, la

211
fisiología mental o psicología, la clase capitalista

tiene sus dogmas, tiene su ciencia oficial, ni más ni

menos que los signos de dogmatismo, y la investigación

de la verdad de que puede salir la crítica y condena

ción del poder burgués, es tan poco libre como ella

puede conseguirSe que sea.

(...)

Mas lo que no pueda para la generalidad el

espíritu de independencia lo conseguirá la misma

fatalidad de aquellas resoluciones económicas. la

producción científica sigue, aunque de lejos, una

marcha paralela a las demás formas de producción; cada

vez excede en mayor grado a las necesidades de la clase

capitalista; el número de los obreros intelectuales

aumenta sin cesar; la posibilidad de trabajo se hace

cada vez más infrecuente; la incontrastable ley de la

necesidad ha de arrojar, por lo tanto, la masa de

hombres de trabajo intelectual al campo revolucionario


en busca de una producción científica más amplia,

segura y siempre creciente en el régimen colectivis

ta.

La idea de que las ideas o las teorías políticas pueden


tomar parte fundamental en la revolución es un error que a ojos

de los socialistas españoles esconde, cuando menos, cierta

prepotencia del lado de los intelectuales. Si tomamos como punto

de referencia la distinción entre clase en sí y para sí que Marx

46 Jaime Vera, p. XXXV.

212
introduce en Miseria de la Filosofía (y que en cierta medida es

la misma que introduce en La Ideología alemana al situar las dos

condiciones básicas de una revolución en las económicas y las

ideológicas47), observamos como nada de eso hay en todo el

análisis que sobre la clase obrera realiza el partido Socialista.

Dicho estudio responde más a un criterio economicista que social

47

“En principio, las condiciones económicas habían


transformado la masa del país en trabajadores. La
dominación del capital ha creado en esta masa una
situación común, intereses comunes. Así, esta masa
viene a ser ya una clase frente al capital, pero no
todavía para sí misma.”

Karl Marx, Miseria de la filosofía. Madrid, Ed. Sarpe, 1984.


Pp. 173—174.

“Y si no se dan estos elementos materiales de una


conmoción total, o sea, de una parte, las fuerzas
productivas existentes y, de otra, la formación de una
masa revolucionaria que se levante, no sólo en contra
de ciertas condiciones de la sociedad anterior, sino en
contra de la misma “producción de la vida” vigente
hasta ahora, contra la “actividad de conjunto” vigente
hasta ahora.”

Marx y Engels, la Ideología Alemana. Barcelona, L’Eina


Editorial, 1988. P. 38.

Decimos que es un esquema muy similar, si acaso no idéntico,


porque en las dos se hace mención explícita al hecho de que la
revolución proletaria precisa tanto unas condiciones económicas
de desarrollo como una condición de pensamiento que se rebela no
sólo ante ciertas condiciones de la vida (reformismo) sino ante
la misma vida. Así, en Marx parece claro que se juega con un
concepto de revolución no sólo movido por consideraciones
economicistas, sino también referidas al propio pensamiento
filosófico. Igualmente, se ve en Contribución a la crítica de la
filosofía del Derecho de Hegel. Introducción y en las Tesis.sobre
Feuerbach la relación entre filosofía y revolución.

213
de esa misma clase. En él se da importancia al proletariado en

cuanto a ser la clase que imprime una de las dos funciones

básicas del capitalismo (produce la riqueza de toda la sociedad

a través de la venta de su fuerza de trabajo) pero en realidad

por nada más. Ni, también cabría aquí añadir, por nada menos. La

clase en sí agota en su seno a la para sí que queda reducida

exclusivamente a una estrategia para, llegado el momento, asaltar

el poder. La conciencia de clase se transforma en una obediencia

a las directrices de un puñado de dirigentes, y en esta época

todavía no cabría hablar en términos despectivos, que consideran

unido por sí mismo el ser con el deber ser: el proletariado es lo

que tiene que ser pues su función es el desarrollo de la

revolución a costa del desarrollo del mismo capitalismo producti

vo. En toda su faceta revolucionaria su papel se agota en la

propia tarea que en la sociedad actual ya le es encomendada.

“Si nos dirigiésemos a un público exclusivamente

burgués, poco nos importarían estos inconvenientes,

puesto que estamos persuadidos de que el burgués, como

tal, sabio o ignorante, es incapaz de comprender el

Socialismo científico, por la sencilla razón que una

clase no podrá comprender jamás una teoría que, como la

de Marx, es la negación de su existencia. Pero escribi

mos para el Proletariado, el cual, según ha dicho con

mucha razón Engels, “ es el corazón del movimiento

socialista moderno “, y el proletariado carece hoy de

tiempo material para entregarse a profundas lecturas,

y de medios pecuniarios para adquirir libros costosos.

214
El obrero se sabe únicamente algunos fragmentos de las

obras de Marx ; loquenoimpidequeviva,pordecirlo

así,pararealizarladoctrinaqueMarxhaestablecido,

yqueamedidaqueadelantaenlaevolucióneconómica,

reconozcaysientalosfenómenosqueMarxhabía

previsto con la lucidez del genio.” 48

Una vez más, la teoría de la verdad como adecuación a la

cosa, al objeto, conlieva la necesaria aceptación de aquello que

ya es como lo verdadero. El proletariado reúne todas las

condiciones que de positivo pudiera tener el capitalismo,

mientras que el industrial, el burgués, como ya sabemos es lo

negativo. Así, si la parte negativa ya es burguesa, la positiva

ya es proletaria con lo cual sobra absolutamente cualquier

consideración sobre la necesidad o no de que el proletariado

adquiera conciencia. Incluso es más, la única conciencia que

adquirir debe el proletariado es la de la idea de su fuerza y su


necesaria unión para estar preparado, es decir, para saber

adecuarse de forma positiva al tiempo que llega, pero que en

absoluto el sujeto será capaz de construir como una condición

dentro de su relación con el objeto.

“(...) nosotros no hablamos del derecho de

insurrección; antes al contrario, nosotros, al dirigir

nos a la clase trabajadora, al dirigirnos a nuestros

48 José Mesa, p. XXI. El subrayado es nuestro.

En la cita, se ve la creencia de que, aún sin conciencia, el


proletariado cumple su función histórica.

215
hermanos, les decimos que su sangre vale mucho, que no
viertan una sola gota mientras no estén todos unidos y

compactos, con plena conciencia de sus derechos, a fin

que cuando llegue la ocasión de derramarla sea con

provechoso fruto; pero que no la estén derramando todos

los días para que algunos vampiros vivan con ella.

Por eso entre nosotros, aquellos que tienen más

influencia recomiendan la calina, y dicen: “hay mucho

que hacer todavía, hay mucho que organizarse antes de

ir a esa lucha: luchafatal.inevitable;perocuyo

momentonolodeterminaremosnosotros.sinoquelo

determinaránloshechoseconómicosopolíticos.el

desequilibrioentrelasociedadqueexplotayla

sociedadqueesexplotada;poresoloquehacefaltaes

prepararnosparaquecuandolleguelaocasión, cada

cual esté dispuesto a cumplir con su deber.”

El objeto al cual adaptarse está ahí, ya dispuesto para ser

dominado por un sujeto que pasivamente le domina a través,

precisamente, del derrumbe del propio objeto por sí mismo. Con lo


cual, el sujeto que triunfa es el que mejor se adapta al medio,

tal y como realizan las especies en la evolución darwiniana, pero

no el que lo transforma. Nada pues más lejos de la praxis que se


debería enraizar en la conciencia de clase marxista. Aparece

además, la apariencia de que lo importante es la práctica,

Pablo Iglesias, sesión del 11 de enero de 1885. P. 209.


El subrayado es nuestro.

216
entendida ésta como reivindicación diaria, dejando de lado

aquello que debiera guiar a la propia práctica.

“ Desde este antagonismo, los trabajadores, y aquí

contesto a un punto concreto del interrogatorio, acuden

a la resistencia, no como medio de emanciparse por

completo ni de impedir la explotación, que esto no lo

pueden conseguir, sino como medio de atajar sus

efectos. Y no es que los obreros tengan perfecta

conciencia de esto, porque cuanto más tiranizados

están, más reducida es su inteligencia: es que el mismo

desarrollo industrial lo ha traído consigo” 50

La desvinculación se da así definitiva entre la teoría, que

para los socialistas es negativa pues ella misma no parece

producir nada y niega así la esencia de la revolución frente al

capitalismo, y la práctica, que por el mero hecho de producir

algo resulta positiva. La supresión de cualquier elemento

ideológico dentro de la práctica no sirve por ella misma, sino

porque ayuda en la creación del fatalismo necesario que es

previo, curiosamente, a esa práctica que únicamente puede

confirmarlo. Así, la práctica podrá variar dependiendo de la

estrategia que se fije para alcanzar un fin, pero la ideología

carecerá de importancia ante la ininediatez de los hechos. La

urgencia histórica es la inmediata creación de riqueza material

para ahogar al capitalismo por la propia pobreza de las masas que

la hará lanzarse a ésta a una revolución acuciada por el hambre.

tdeni, p. 206.

217
“Pudiera daros a conocer también, refiriéndOme

exclusivamente a los tipógrafos , lo que significó la

huelga sostenida en el 82; pero prefiero demostraroS

que estas luchas no son locales, ni nacionales, sino

que revisten un carácter nacional y van en pos,

digáinoslO así, de una fatalidad económica que persigue

a los obreros, dependientes de la clase capitalista. En

las diversas nacionalidades en que el mundo está

dividido, la cuestión va tomando un carácter de mayor

gravedad, conforme el desarrollo de la industria es

mayor, conforme la defensa de los obreros va siendo más

fuerte, conforme se va circunscribiendo a un círculo

más estrecho, y va haciéndose, por tanto, su vida más

pesada y más difícil de soportar.” 51

De ahí, y producido por el propio desarrollo del sistema,

surgé ese otro punto fundamental dentro de la existencia del

proletariado en el seno de la sociedad capitalista como es el

proceso de pobreza creciente, el efecto de la pauperación, que,

a juicio de los socialistas, va generándose entre las capas

obreras a medida que el capitalismo va extendiéndose.

El antagonismo de intereses entre obreros y


capitalistas se agrava por la concurrencia entre los

distintos capitales.

‘ García Quejido, sesión del 26 de octubre de 1884. Pág. 26.

218
En primer término, el estado de guerra entre
capitalista y capitalista los coloca en la imposibili

dad de transigir en lo más mínimo con el interés

obrero. Todo beneficio para el obrero que no sea

productivo para el capitalista es encarecimiento de la

fuerza de trabajo y, por tanto, encarecimiento de la

producción. La baratura en el mercado es la condición

de la victoria; luego la depreciación de la fuerza de

trabajo es la condición de la fuerza de trabajo es la

condición de existencia de cada capitalista en particu

lar. El que af loja en esta tiranía sucumbe sin remedio.

El apego a la vida ha de vencer toda consideración

humanitaria. (...) Los capitalistas, que no rigen el

mercado, sino que son dominados por él, a despique de

toda caridad, han de ver mayor desgracia en el deterio

ro de una máquina o la mutilación de una bestia que en

la muerte violenta o en el desfallecimiento gradual de

los proletarios que los enriquecen.

Acentúase, además, ese antagonismo, porque aumenta

la cantidad de fuerza de trabajo disponible: en primer

lugar, por el hecho de la acumulación y concentración

de los medios productivos y por su perfeccionamiento

técnico, que multiplican la productividad del trabajo;

en segundo lugar, porque los productores por su cuenta

y los capitalistas débiles, derrotados en la guerra

civil de los capitales, vienen a engrosar las filas del

ejército proletario. Además, la destrucción continua de

219
centros de producción parcial ocasiOfla un estado de

crisis permanente, funesto para la clase obrera, dando

lugar a frecuentes paros y a un trasiego no interrumpi

do de obreros, restableciéndose el equilibrio más o

menos tarde pero siempre de una manera incompleta”52

Este proceso comienza con el desmantelamiento producido por

el capitalismo de las pequeñas industrias y talleres, que eran

los lugares donde no se podía llevar a cabo hasta sus últimas

consecuencias los efectos de la ya conocida ley férrea de los

salarios. Inexorablemente, con el trascurso del tiempo y el

desarrollo capitalista, estas pequeñas empresas van desaparecien

do y con ellas se van disipando las últimas garantías que podían

tener los proletarios de adquirir una buena posición económica

personal.

“Pues bien: el obrero, desde el momento en que se

verifica esa transformación, pierde en categoría y pierde en

todos sentidos; porque mientras en la pequeña industria no

puede existir la ley del salario, en la grande industria, en

el gran desarrollo industrial, basado en el perfeccionamien

to de las máquinas, en la división del trabajo, etc., el

obrero es cada vez más despreciado, hasta quedar reducido a

la condición de un esclavo.”53

52 Jaime Vera, p. XXV.

Pablo Iglesias, op. cit., p. 202.

220
La desaparición de los talleres marca así otro punto

importante de inflexión para los socialistas. De acuerdo a ello,

y como ya hemos analizado en la Primera Parte, el obrero que

hubiera podido ahorrar un dinero con su esfuerzo podría haber

montado un pequeño tal1er y con eso dejar de ser explotado por el

capital personificado en el burgués, aunque él mismo se convir

tiera en explotador, como no se cansan de recordar a la Comisión

los miembros, socialistas, de la Asociación de Tipógrafos.

Incluso, se presume de que con esta acción (que vendría a ser la

de pasar de empleado a patrón) salvaría su capacidad y dejaría de

ser objeto del robo de su fuerza de trabajo. La salida económica


implica, pues, la superación de la condición de explotación con

lo cual se debe sobrentender que la explotación es en sí misma

una inera condición económica, una situación social y laboral

concreta que se complica sólo por el hecho de que el capitalismo

es incapaz de solucionarla. Pero aparece claro que si la

condición social y laboral del proletariado cainbiara en un

sentido favorable para ellos en su nivel de vida, su miseria y

larga jornada de trabajo desaparecieran, entonces la explotación

se consumiría con ello mismo.

Es una vez más la unión ineludible que el socialismo

español, y con él podríamos unir a toda la socialdemocracia,

concibe entre las condiciones económicas y la propuesta ideológi

ca: es la primera la que guía a la segunda y marca su trayecto

ria. Ella decide de forma exclusiva cuando una estrategia (pues


a eso ha quedado reducida la ideología y la propia política) es

apta para el momento o cuando no lo es. La clase en sí domina, de

221
esta forma, sobre la para sí, controla su movimiento ideológico.

Son las condiciones económicas, es decir: la pobreza del

proletariado y el desarrollo productivo, las que marcan la

revolución. La conciencia de clase es acuciada, incluso más aún,

viene formada a través de la pobreza material que aguza el

intelecto.

La injusticia que obliga al proletariado a levantarse se

concreta en la carencia de alimentos y bienes materiales (y aquí

la idea de ese materialismo se puede describir como el de una

grosería absoluta: lo material responde exclusivamente a aquello

perceptible por los sentidos, en especial, parece ser, el del

gusto). Es precisamente esto la falsa idea de la pauperación: la

reducción de la materialidad del hombre a un mero ejercicio de

acción gastronómica y resto de funciones vitales y necesidades

primarias. Lo falso no es sólo que la pobreza no sea lo que hace

la conciencia de clase, sino el pensamiento que subyace a la idea

de que la materialidad se reduce a funciones fisiológicas y que

el resto de las funciones de un organismo humano no guardan

relación con dicha materialidad y, por consiguiente, deben ser

dejadas de lado. Y todo esto deviene en falso porque se tendrá

que acabar admitiendo una separación, entre lo estrictamente

material y aquello que aparece cómo libre frente a la esfera de

lo dominado por la materialidad. Así, si el trabajo pertenece a

la materialidad más evidente, pues es la formación de la

satisfacción ante las necesidades, la cultura, sin embargo, no

entra a formar parte de esa materialidad. Esa es, como ya hemos

analizado anteriormente, una de las razones que hacen que la

222
clase intelectual sea vista como algo ajeno a la propia clase

obrera y es, igualmente, la razón que se esconde detrás de la

idea que señala la supremacía del en sí sobre el para sí.

Efectivamente, si el sistema al cual hay que derrotar es

solamente material y afecta únicamente a la relación de la

producción, lo prioritario será, asimismo, esa materialidad. Y

con lo prioritario vendrá lo verdadero. La pobreza del próleta—

nado, garantizada por la pauperación que es lo positivamente

evidente, es lo que marca la diferencia entre ser o no ser

revolucionario.

De esta manera, la pauperación como característica definito

ria de la sociedad burguesa adquiere una gran importancia en el

análisis de clase que realizan los socialistas españoles.

Efectivamente, una de las causas que más va a azuzar el fuego de

la lucha de clases va a ser precisamente la pobreza de una de las

pártes contendientes. De la pobreza va a depender que la lucha de

clases sea intensa o no. La pobreza intensa que existe dentro del

proletariado, provoca el odio entre las dos clases que, recordé—

inoslo, únicamente forman la sociedad. Y dicho aborrecimiento se

ve reflejado en el desinterés que tanto una como otra sienten

hacia su antagonista.

“ Y así como al patrono no le afectan las cuitas

y dolores de los obreros, éstos permanecen impasibles

ante las contrariedades o desdichas que puedan ocurrir

a los burgueses. De la fuerza se valen los patronos

para imponer sus condiciones a los obreros; de la

223
fuerza de su unión se valen éstos para arrancar a sus

explotadores una retribución mayor o una jornada más

corta.

Y como en esta lucha de intereses y en esta

desigualdad de condiciones, el obrero desempeña siempre

el papel de víctima y el burgués el de verdugo, la

indiferencia con que éste ve la muerte de un obrero, es

pagada por los asalariados con la alegría que experi

mentan al saber la muerte de un burgués, su enemi

go. “

“ Paso a examinar ahora la división del trabajo.

En esto hay un interés de clase, y he de anticipar una


idea general. Así como los industriales no se cuidan de

si el obrero se muere, porque lo reemplazan por otro a

quien dan el mismo jornal, bien corto por cierto, a

nosotros nos importa un bledo que se arruine un

industrial, porque nuestros intereses son contrarios a

los suyos y antagónicos; así es que cuando el indus

trial en cualquier ramo introduce una división en el

trabajo que le da al cabo del día mayor suma de

productos a precios más bajos, no tiene en cuenta para

Pablo Iglesias, Comentarios. El programa Socialista. -Art.


1, p. 131.

224
nada el beneficio que pudiera reportar al obrero, sino

su ganancia.t’55

Pero hemos de ver que dicho desinterés, dicho odio, adquiere

matices individuales, es un odio subjetivo. No se trata exciusi—

vamente de que las dos clases entren en conflicto debido a la

forma definida de la estructura capitalista, sino que hay un

componente subjetivo en todo esto: el odio de una clase frente a

la otra. Y para los socialistas, el propio antagonismo de clases

es debido a la miseria en la que una condena a la otra. De esta

manera, una vez más, lo que de cierto pudiera tener la idea es

rápidamente desvirtuado ya que parece como que si dicha condición

de miseria progresiva desapareciera, la lucha de clases tuviera

que disiparse junto a ella.

“La miseria del proletariado, el pauperismo, no ha

sido ocasionado por los malos hábitos y costumbres de

los trabajadores; antes al contrario, unos y otras

deben su existencia y su desarrollo a la esclavitud

económica que han padecido y padecen.

(...)

Las víctimas del régimen burgués son arrastradas

a ella [la miseria], no por sus defectos o sus vicios,

sino por la forma en que se distribuye la riqueza,


yendo a parar la parte principal a la minoría parásita,

y una parte, cada vez más exigua, a la inmensa masa

laboriosa. En ese sencillo hecho económico está la

Pablo Iglesias, sesión del 11 de enero de 1885. P. 205.

225
causa de la desigualdad social, y su consecuencia

inevitable, la miseria de los que trabajan.

Y no solamente no depende la pobreza del obrero de

su falta de moralidad y honradez, sino que cuanto más

honrado sea, cuanto mayor grado alcance su nivel moral,

su situación económica será más aflictiva y desespera

da. La demostración es sencilla. Un obrero que se halle

adornado de las cualidades antedichas no puede ser

lacayo de los explotadores ni sufrir resignado las mil

humillaciones que se cometen en el taller, siendo esto

bastante para dificultar, y más en el tiempo que

corremos, el que encuentre sitio donde ocupar sus

brazos. 1t56

De nuevo debemos acudir a la idea socialista sobre qué sea

el Capitalismo para explicar de manera correcta cuál es el fondo

de esa idea relativa al odio subjetivo que azuza la lucha de

clases. Si el sistema capitalista ha sido caracterizado exclusi

vamente como la compra—venta de trabajo que la clase burguesa

realiza de la clase proletaria, el subjetivismo de los dos


protagonistas ha sido ya garantizado en el propio proceso y lo

que ya ha desaparecido, previamente a cualquier otro análisis, ha

sido precisamente la objetividad de algo ajeno a estos dos

protagonistas. Así las cosas, si desaparece por un lado, el lado


de la clase burguesa, la explotación inmisericorde de los

56 Pablo Iglesias, Comentarios. El Programa Socialista. Art.


III, pp. 136—137.

226
proletarios en la compra diaria de su trabajo, y, por otro y

motivado precisamente por el primero, el sentimiento de explota

ción y con él el de odio de la clase obrera hacia los capitalis

tas ¿Qué quedaría de negativo en el propio capitalismo? Todavía

más, ¿qué queda del Capitalismo analizado por los socialistas

españoles?

227
TERCERA PARTE

REFORMA O REVOLUCIÓN:

LA POLÍTICA DEL PARTIDOOBRERO


Las consecuencias resultantes de los dos análisis anterior—

mente expuestos, sobre los teniasde la idea del salario (capita—

lismo) y del antagonismO de clases, nos permiten adentramos a

continuación en el comienzo del estudio de las ideas defendidas

por los socialistas españoles en torno al tema de la política

revolucionaria.

Para ello, en primer lugar analizaremos el modo en que el

proletariado agrupado en torno al partido obrero debe llevar

adelante su lucha, calificada como de masas, para conseguir la

añorada revolución. Creemos que este tema puede resultar de vital

importancia pues si por algo socialistas y anarquistas disputan

entre sí, al menos en España y creemos que también en el resto de

Europa, es precisamente por el grado de implicación del movimien

to obrero dentro de las estructuras políticas de la llamada, por

ellos mismos, sociedad burguesa. Incluso, se sitúa en este punto


toda la cuestión establecida, o la más importante, cuando se

produce la escisión entre los socialistas del núcleo madrileño y

la propia Federación Madrileña en junio de 1872. Nos encontramos,

por consiguiente, ante un punto que debería considerarse como

básico por los propios socialistas para diferenciarse de los

miembros partidarios de los grupos anarquistas.

231
Sin embargo, conviene destacar desde el principio que la

idea de un partido obrero diferente a los ya instituidos, que

para los socialistas españoles persiguen el interés de la clase

dominante, no es de por sí una razón para adelantar que la lucha

política cobre gran relevancia dentro del esquema socialista,

sino que, como ya veremos, la importancia concedida al elemento


político es utilizada por los socialistas más como un hecho

propagandístico y de aprovechamiento de la tribuna pública para

divulgar sus ideas que relacionado con una auténtica creencia en

el papel que las formaciones políticas puedan llevar a cabo en la

propia realización de las convulsiones necesarias para hacer la

revolución obrera.

Asimismo, consideramos en la presente investigación que el

análisis efectuado por los socialistas españoles en torno a las

distinciones políticas y sociales de los partidos burgueses y el

eminentemente obrero es una buena piedra de apoyo para intentar

efectuar, a través de él, cuál es el sentido que los dirigentes

del PSOE dan a la ideología como forma falsa de expresión social,

de acuerdo al. esquema marxista que dicen mantener. Esto es

posible, creemos, porque en el análisis que el mismo Partido

socialista presenta de la actuación burguesa en la política prima

sobre todo el hecho de presentar a aquélla como una forma de

privilegio burgués, como un utensilio que la burguesía emplea en

las instituciones creadas para su provecho propio y su domina

ción. Podemos analizar así, y amparándonos en este mismo estudio

socialista del papel de la política en la sociedad burguesa, la

232
crítica que el PSOE realiza de la función de la ideología dentro

de la sociedad capitalista.

233
UNO:

LA IDEA DE POLÍTICA
Lo primero que nos llama la atención en el estudio del

problema de la política es, precisamente, el desprecio que hacia

todo aquello que sea político se encuentra inmerso en el discurso

socialista. Lo más llamativo es la absoluta falta de fe en

cualquier tipo de causa—efecto, o al menos en cierta conexión que

pudiera haber entre la propia actuación política, sea del signo

que sea, aunque con posterioridad veremos que precisamente uno de

los rasgos definitorios de la actuación política es su carácter

de burguesa, y la realización de reformas o mejoras en las

condiciones de vida del proletariado.

Efectivamente, la política es vista como un modelo de juego

burgués, un privilegio de la clase dominante, un adorno más o

menos florido con el que el sistema de explotación capitalista

pretender amansar a los obreros que son menos conscientes de su

miserable condición. La actuación política que se da dentro del

círculo burgués tiene como objetivo más claro ofrecer una serie

de promesas, luego siempre incumplidas, a los obreros para que

éstos no mantengan una actitud beligerante ante la explotación

burguesa.

“Vamos a ver si efectivamente los partidos

políticos todos, y con esto contesto a la pregunta 63,

237
se conducen de ese modo. Hasta hace algún tiempo, los

trabajadores han ido a remolque de los partidos

burgueses; han creído sus palabras de bienestar,

libertad, igualdad, fraternidad; se han batido por

ellos, y han sidocarne de cañón para que otros

vinieran a ocupar elevados puestos; pero han ido pasado

todos esos partidos por el poder (...) Y, ¿qué han

hecho todos ellos? El que no los ha pegado, ha tenido

el palo levantado para hacerlo. (...) En estos tiempos,

los mismos Señores de la Comisión están haciendo a cada

instante cuartos de conversión, pero la masa del pueblo

ya no se va con ellos, porque comprende que nada

importan a sus intereses.

Hay en esos partidos avanzados programas que en

ciertos puntos parece que coinciden con el que tiene el

partido obrero que represento yo aquí. (...) Pero,

¿debemos nosotros dar fe a esas reformas que estampan

en su bandera? De ningún modo; si las estampan es por

su propia conveniencia, por triunfar en la lucha que

tienen con otros elementos tan burgueses como ellos, no

porque se propongan hacer nunca nada en favor de la

clase trabajadora.

Ahora bien, ¿dónde milita el grueso de las fuerzas

de ésta? En dos campos: en el de la política demoledora

y en el partido socialista obrero. Además, hay una

fracción que está todavía como dolorida y atolondrada

238
de los golpes que ha recibido de la clase burguesa;

pero esta misma fracción llegará día en que coiuprenda

que no sirve la resignación y el abatimiento, sino que

es preciso tener energía y buscar cada uno su puesto

para el momento del combate; y cuando llegue ese día no

irá seguramente a forinaren las listas burguesas, sino

en las nuestras.”

De esta manera, mantienen los socialistas que el único

sentido que tiene la política burguesa es la defensa de los

privilegios sociales, pero carece de todo sentido si desde el

proletariado se trata, ya que aquí tendría que cumplir una

función que por sí misma le es imposible: la realización de la

revolución tan esperada. En el frente proletario, la organización

política es únicamente un medio para arrancar reformas, las pocas

que se pueden, a la burguesía.

“Si nosotros queremos que vayan a aquellos sitios


diputados O concejales socialistas, es porque allí,

merced a sus proposiciones o a sus proyectos de ley,


además de poder arrancar alguna mejora para los

trabajadores, harán que se manifieste el antagonismo de

clase” 2

Pablo Iglesias, sesión del 11 de enero de 1885. Pág. 208.

2 Pablo Iglesias, comentarioS.El programa Socialista. Art.


VII, p. 148.
ObsérVese como aquí se juntan, por un lado, la idea de un
reformismo social y, por otro, la utilización de las institUCiO

239
Ciertamente, esta corriente de opinión bien puede tener su

origen más directo en la vena anarquista que el movimiento

socialista lleva en sí desde su orígenes, que se remontan a la

escisión del semanario La Emancipación3. Igualmente, cabría

estudiarla desde la perspectiva de que la política española, ya,

al menos en lo referente al movimiento obrero organizado, desde

la discusión en las Cortes sobre el tema de la Internacional y su

posterior prohibición, no parece especialmente atraída por buscar

vías de aproximación hacia los socialistas4. O incluso, en el

nes políticas como propaganda.

La escisión producida entre los socialistas y los anar


quistas no es óbice para que, en lo referente a la línea de
actuación política concreta a seguir, ambos rivales estén más
unidos que separados. Esto se observa muy bien, como ejemplo
sintomático, ante la proclamación de la Primera República en
España y el escaso apoyo que encontrará en las páginas del
semanario que se suponía defendía las ideas socialistas como era
La Emancipación.

Cfr. Antonio Elorza y Michell Ralle, op. cit. Asimismo, en


mi Memoria de Licenciatura José Mesa y Leompart: una monografía,
en las páginas 79—95.

Se podría objetar a esto que sí existe interés por parte


de la clase intelectual española en un acercamiento a los
círculos obreros y, especialmente, por parte de los krausistas y
sus posteriores herederos. Sin embargo, también es cierto que
esta apertura se realizará bajo el signo de una tutoría que los
intelectuales de la clase burguesa se invisten sobre los hijos
descarriados que deben volver al redil del organismo social (ni
que decir tiene que imperante):

“La Información oral y escrita organizada por la


Comisión de Reformas Sociales representa una manifestación
más de la autoproclamación de la burguesía progresista como
tutora de la clase obrera, a la que negaba autosuficiencia

240
extraño suceso de que la Comisión de Reformas Sociales — que al

contrario que otras instituciones sociales de la época en España

puede considerarse como un intento de acercamiento tolerante,

tolerancia desde la dominación, para abrir una vía de diálogo

entre los sectores obreros, en los que se incluirían expresamente

los socialistas, y la burguesía— olvida, digámoslo así, publicar

en su obra el informe escrito que le manda el socialismo español

emancipadora, no tanto por la incapacidad de la propia clase


obrera para acceder al poder político y social, sino por las
terribles consecuencias para la burguesía que de este hecho
se podían desprender.”

Juan Antonio Crespo Cabornero. Tesis Doctoral: Teoría


Económica, estructura legal y educación popular para la
reforma social en Adolfo A. Buylla. Madrid, 1994. Inédita.

“La invocacion [del Congreso de Valencia] a las


reformas sociales era más bien un artificio empleado
como cebo para atraer al movimiento obrero a terrenos
en que sus reivindicaciones acabasen por esterilizarse.
Actitud que no se hallaba muy distante de la que estará
en la base de la Comisión que, esta vez desde el
gobierno, pondrá en marcha Segismundo Moret.”

Santiago Castillo. Introducción a Reformas Sociales.


Información oral y escrita publicada de 1889 a 1893. Madrid,
Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, 1985. Pág. LXIX, vol 1.

tLos miembros de la Comisión de Reformas Sociales


se acercaron a los probLemas obreros con una actitud
paternal, que de igual forma que representaba el fondo
humano de las actitudes reformistas, lo era también de
una mentalidad más antigua, aristocrática e ilustrada”

MONTOYA TAMAYO, María Ángeles (ed.), La condición obrera


hace un siglo: los trabajadores madrileños y la Comisión de
Reformas Sociales. Madrid, ed. de la UAN, 1991. Pág. 11.

241
y que procede de la pluma del doctor Jaime Vera5. Asimismo, y

como última razón de este desinterés, se podía ver reforzada por

el hecho de que las leyes, mínimas en número, de defensa de los

trabajadores que existían no se cumplían.

“Nosotros consideramos totalmente ilusoria la

labor de esta Comisión; y como en buena lid no debe

afirinarse una cosa que no pueda ser probada, voy a

exponer algunas de las razones que tenemos para creer

que esta Comisión no adelantará un paso en su trabajo.

La comisión sabe perfectamente que en la información

escrita que la Asociación del Arte de Imprimir le ha

dirigido, se dice, aludiendo a los intereses que ahora

estamos discutiendo, que en el pleito social que se

ventila está imposibilitada de aconsejar a su cliente

reformas que favorezcan los intereses de la clase

trabajadora. Y esto es tan cierto, que en el cuestiona

rio se consigna que la ley de 1873, que en algún modo

podía favorecer los intereses de la clase trabajadora,

Por supuesto, no es este un juicio de intenciones de matiz


casi psicoanalítico sobre las causas del lapsus memorístico, o el
acto fallido, de la no inclusión del textos en las actas
recogidas. Evidentemente no se trató en absoluto de un acto de
censura pues de ser así tampoco habrían aparecido los discursos
del resto de los socialistas presentes, pero sí que resulta
extraño que el único momento en el que los socialistas españoles
son invitados a participar de igual a igual en una institución
política, su documento base, considerado además por ellos mismos
como el compendio de sus teorías, sea olvidado en la publicación
de las actas de las reuniones cuando se publican todos los demás
informes escritos enviados.

242
ha quedado sin cumplir por los gobiernos que se han

sucedido en el poder.”6

Existen pues motivos suficientes concretos, y podríamos

seguir enumerando muchísimos más, para que se diera esa descon

fianza natural hacia la política y hacia las instituciones que se

proyecta desde los círculos obreros más radicalizados. Pero dicha

desconfianza no es sólo por estos hecho concretos, que indudable

mente cuentan, sino que se produce a su vez, y es el núcleo

principal de ella y creemos que lo primordial, por un pensamiento

propio y previo, coherente siempre con los puntos que va

analizando. Así, si estos fenómenos de desprecio de la clase

dirigente a la clase trabajadora, basados en hechos concretos y

de sobra conocidos, son una coartada, y muchas veces se usarán

como ejemplo de la corrupción política dominante en España, no se

tratan sin embargo de la base teórica sobre la cual se construye

el desprecio a la teoría política.

Efectivamente se puede afirmar que se da a partir de estos

hechos una coartada ideológica para el desprecio que se siente

hacia la política burguesa. Pero dicha coartada funciona más como

el experimento que demuestra la hipótesis previa que como

hipótesis mismamente. La idea clave que gira en torno al

6 García Quejido, sesión del 26 de noviembre de 1884. P. 25.

Se refiere a la llamada Ley Benot (1873) regulando el


trabajo de las mujeres y los niños, cuyo cumplimiento era a todo
punto inexistente.

243
desprecio inmediato hacia la acción política va a ser el

pensamiento que cataloga a todo el proceso político vigente en la

sociedad capitalista como una forma más o menos solapada de

administración de los negocios de la burguesía. Y toda la crítica

socialista girará precisamente sobre este punto y se basará en

intentar demostrar como las formas de gobierno, en este aspecto

da lo mismo cuál sea, aunque no sea así en cuanto a las posibili

dades para el desarrollo del movimiento obrero que puedan

encerrar7, son sólo medios de los que se vale la burguesía para

conseguir sus propósitos de una mayor explotación de la clase

trabajadora, aumentando con ello el beneficio burgués.

Y a este punto, hasta aquí elemental y realmente ejemplifi

cado en las acciones de dichos gobiernos, generalmente contra

rias, por no decir siempre, a los intereses de la clase obrera,

se le añade un elemento nuevo que, creemos, tiene gran importan

cia. Se trata de la tesis defendida por Jaime Vera en su informe,

pero coherente con el resto de la literatura socialista de la

época, según la cual el gobierno es el interés dominante no de

una facción de la burguesía, por amplia que dicha facción pudiera

ser, sino de toda la clase burguesa en cuanto tal.

Es este un cambio entre las ideas del núcleo originario de


La Emancipación y el PSOE. Mientras que el primero desprecia el
nombramiento de la Primera República diciendo que nada tiene que
ver con el proletariado (La Emancipación, n2 89, 18—111—1873), el
partido socialista reconocerá preferirla en sus bases redactadas
para el diario El Socialista.

244
“Y en cuanto al gobierno, señores, ¿qué es lo que

representa? Legalmente el gobierno es el encargado de

velar por los intereses de todos y de facilitar su

desarrollo; de hecho no es otra cosa que la representa

ción de los intereses de la clase poseedora: a ella

atiende, de ella se cuida, y todo su celo y actividad

están consagrados a la misma.

(...)

Y es forzoso que así ocurra. ¿Componen el Gobierno

los trabajadores? ¿Lo eligen ellos acaso? ¿Eligen

siquiera a los que le eligen a él? En manera alguna.

Luego es una quimera pensar que quien no nos representa

genuinamente, quien no sale de nuestras filas, quien no

está identificado con nuestros intereses, trate de

protegerlos y vigorizarlos.’t8

El gobierno es visto como la representación del interés de

la burguesía en cuanto clase social y, por ello mismo, el interés

general del capitalismo en la explotación máxima posible del

proletariado. Desde este punto de vista, cualquier propuesta de

reforma que se pueda llevar ante él, o las reformas que él mismo

realice, será sólo atendida si de una forma u otra interesa a la

propia burguesía en su búsqueda de beneficio. Las reformas son

así entendidas como medios ideológicos cuya máxima pretensión no


es la mejora de las condiciones de vida de la clase obrera de una

forma filantrópica, sino como el resultado de buscar solución a

Pablo Iglesias, Informe de la Asociación del Arte de


Imprimir. Pp. 460-461.

245
un doble problema. Por un lado, acallar a la clase obrera y sus

reivindicaciones evitando disturbios del orden social concediendo

una mísera porción de sus reivindicaciones.; y, por otro, evitar

la crisis que se produciría de no mediar entre los intereses

individuales y egoístas de los burgueses, enfrentados unos contra

otros en los términos marcados por la competencia del mercado, el

interés general de la propia clase burguesa, encarnada por la

clase política y sus instituciones, para preservar el sistema

capitalista de una destrucción llevada a cabo por los propios

egoísmos particulares.

“Todos los gobiernos cuyo dogma económico sea el

status quo del sistema actual son, pues, gobiernos de

clase, representación de los intereses fraccionarios y

contradictorios de las distintas banderías burguesas.

Cualesquiera que sean, por lo tanto, sus diferentes

tendencias filosóficas y políticas y sus pareceres en

cuestiones económicas subalternas, todos, desde el más

avanzado hasta el más retrógrado, están unidos por un

lazo común; todos tienen por función fundamental

mantener el privilegio capitalista, que es el nervio de

la sociedad presente, la sumisión de los proletarios y,

en general, de los hombres de trabajo a los poseedores

de los medios de producción.

La clase trabajadora debe ver, pues, en todos los

gobiernos dentro del régimen capitalista, los Coinites

Centrales de la burguesía, las Agencias administrativas

246
de sus intereses colectivos, y en todo el mecanismo

gubernamental, un sistema complejo y más o menos

perfectP de defensa del privilegio capitalista. Las

bases del edificio social, los intereses permanentes de

la sociedad, el sagrado principio de autoridad,

representado por el jefe de Estado, el Ministerio, las

Cortes (hechura del Ministerio) y el Poder Judicial

(hechura del Ministerio, también), todo esto no es otra

cosa que el interés capitalista. Tal es el fondo de las

cosas; lo demás es accesorio o apariencia pura, puras

ficciones políticas o jurídicas.”

Igualmente, aparece el parlamento, y con él los organismos

oficiales de la política, como una institución al servicio de los

intereses de la burguesía, compuesta exclusivamente por indivi

duos pertenecientes a dicha clase y, por eso mismo entre otros

factores, dirigida a preservar y mantener el interés dominante de

esa misma clase.

“Y no sólo ya que los legisladores sean en su

mayoría burgueses y los principales ejecutores de ellas

también, sino que las distintas fuerzas que sirven de

sostén a los privilegios patronales tienen a su frente

burgueses o hijos de burgueses.

Jaime Vera, p. XXXIII.

247
Véase el ejército, y salvo algunas excepciones, el

estado Mayor, los directores de esa fuerza, pertenecen

a la clase dominante.
Obsérvese la magistratura, y se comprobará lo

mismo.

Échese una mirada a los demás soportes del régimen

patronal, y a la cabeza de todos veremos elementos de


esa clase.

Así es, que el mismo Parlamento, que hace las

leyes, que su representante el Gobierno, que da las

disposiciones, para que se cumplan; que los encargados

por éste de ponerlas en práctica,todoS, absolutamente


todos, son burgueses.

El poder político, pues, de que estos disponen se

mueve siempre en pro de los privilegios de su clase, y

en contra, por consiguiente, de los intereses de la

clase trabajadora.

Por eso es condición precisa para que los proleta

rios puedan llegar a la realización de sus deseos, a su

emancipación económica, que se apoderen de dicho Poder,

arrebatándoselo a las clases que le tiene en sus

10 Pablo Iglesias, Comentarios. El programa Socialista. Art.


IV, p. 141.
248
Se podría objetar ante esto, y de hecho es una objeción ante

la que los mismos socialistas responden, que la existencia de un

sufragio universal eliminaría de raíz dicho problema, al permitir

el voto a la clase obrera. Pero, precisamente, el sufragio

universal, por un 1adopor no tener adquirida absolutamente su

conciencia el proletariado, y, por otro, por la propia dinámica

anteriormente descrita, del carácter burgués tanto del gobierno

como del parlamento, es inútil. La presencia en las urnas del

voto obrero no serviría sino para legitimar la explotación

llevada a cabo por la clase dominante. Un partido obrero aún no

preparado y una clase proletaria dividida y sin haber alcanzado

plena madurez en su conciencia de antagonismo frente a la

burguesía, no debe tener mayor anhelo en que se le conceda el

derecho al voto. A ojos de los primeros socialistas españoles, el

sufragio universal sólo tiene valor como un medio de propaganda

eficaz que el propio PSOE está dispuesto a utilizar, pero en

ningún caso se trata, ni debe ser utilizado, como un medio real

para alcanzar metas revolucionarias.

“Y quienes eligen el Parlamento? ¿Quienes le

forman? La elección, ya sea por medio de un sistema

restrictivo, ya por otro más amplio o por el sufragio

universal, la verifican siempre los privilegiados.

(...)

Nosotros defendemos el sufragio universal por ser

un excelente medio de agitación y propaganda para

249
nuestras ideas, pero le negamos la virtud de poder por

si mismo emancipar a la clase proletaria.”11

El mismo sufragio universal, ese sufragio

universal de que hipócritamente piensa valerse la

burguesía para dar un barniz de legitimidad a su poder,

será en nuestras manos un arma revolucionaria el día

que se establezca. Con él no intentaremos, cual

malévola o equivocadamente suponen algunos, llevar

mayoría obrera al parlamento y a los Municipios,

llegando así a la posesión del poder político; pero si

podremos hacer que el antagonismo de clases se ahonde

y extienda, que el divorcio entre los partidos burgue

ses y la clase asalariada sea completo, y que la

propaganda socialista tome asombroso y rápido vue

lo. t112

Comenzamos a vislumbrar aquí la importancia social que va

adquiriendo la ideología como realidad dentro del análisis

sociológico de los socialistas españoles. Pero, y al mismo

tiempo, observamos sus limitaciones en cuanto al propio análisis

del sistema capitalista y su relación con el mismo. Hasta aquí

hemos ido observando como los socialistas españoles van mante

niendo una relación estrecha entre el propio interés económico de

una clase y sus actuaciones políticas. Pero no se trata de una

11 Idem, p. 139.

12 Idem, art. VIII, p. 151.

250
unión entre las condiciones productivas concretas, el sistema

productivo, y una conciencia determinada. Efectivamente, al igual

que el capitalismo se ha personalizado en las propias figuras

sociales, burguesía y proletariado y su relación de compra—venta,

lejos de plantearse su existencia como algo superior a dichas


personalidades, la ideología va a ser reducida a una razón

personalizada y meramente ideal, a una serie de pensamientos que,

o bien por mala fe o bien por ignorancia no exenta de cierta

culpabilidad, sostienen los burgueses. Es justo reconocer que no

siempre se reconoce explícitamente dicha maldad, más o menos

matizada, entre los burgueses dentro de la cuestión ideológica.

Pero también es reconocible que cuando los socialistas españoles

se refieren a los pensamientos defendidos por la clase burguesa

se les califica con gran número de palabras que adjetivan de

forma subjetiva a los propios discursos y pensamientos objeto de

análisis: “mala fe”, “hipocresía”, “falsedad”, “ignorancia”13...,

y que nos permiten identificar dicho lenguaje con un pensamiento

determinado acerca de las ideas que los propios socialistas

mantienen sobre la causa de la defensa de dichas teorías entre

los burgueses.

Para comprobar dicha afirmación remitimos al capítulo


segundo de la presente investigación cuando tratábamos el tema de
los intelectuales dentro del partido obrero. Allí, hacíamos
especial hincapié en como los textos hacían distinción entre una
ciencia tratada con el sano deseo de conocer la Verdad, que
llevaba a confirmar las tesis socialistas, y la llevada a cabo
por los “lacayos de la Burguesía”, ciencia prostituida, que no
era sino una falsedad evidente.

251
Así, el análisis básico que sobre la ideología se pudiera

realizar por parte de los socialistas implica sobre todo la

existencia de ésta como un conjunto de ideas, más o menos unidas

por una trabazón entre sí, que para sostenerse en el poder

mantienen los políticos, y con ellos la clase burguesa a la que

pertenecen. La ideología no se enraiza en el sistema como parte

integrante del mismo, sino que consiste en un aditamento externo

que se introduce en aquél de modo consciente por parte de la

clase burguesa, y en especial los hombres de ciencia vendidos,

para lograr preservarlo.

“ Señores de la Comisión; trabajadores: podría

parecer extraño, dada la representación que yo tengo

(que es la del partido socialista obrero), que una

colectividad que aspira a mejorar la condición de los

trabajadores y a realizar su emancipación por sí

propia, viniera a informar aquí, creyendo que iba a

obtener algo de una Comisión que por su significación,

por los intereses que representa, pertenece a la clase

dominante. Como esto exige que explique el encontrarme

en este sitio, voy a hacerlo en breves palabras.

Si el partido socialista obrero ha aceptado la

atenta invitación de la Comisión, ha sido porque ha

tenido en cuenta que sus ideas deben difundirse,

exponerse en todas partes y darse a conocer para que,

tanto los amigos como los adversarios, las tengan

presente; pero no porque espere de ningún modo que de

252
los datos que exponga habrá de resultar ventaja real y

positiva para la clase trabajadora. Y he de explicarme

más, para que la Comisión y cuantos me escuchan

entiendan lo que esto quiere decir. No es que nosotros

reneguemos que los individuos de la Comisión, ya como

Diputados, que los son algunos, ya como Ministros, que

pueden llegar a serlo, tengan un día que hacer reformas

beneficiosas para la clase obrera; no es que dudemos

que las hagan; lo que sostenemos es que, así como yo,

trabajador asalariado, voy a trabajar, no por mi gusto,

sino obligado por las circunstancias, porque no tengo

otro medio de vivir, así también la Comisión, si hace

algunas reformas, será porque la clase trabajadora,

porque los que sufren, le obliguen a hacerlas, no

porque salga de ella espontáneamente. En este sentido

no cree el partido socialista que represento que la

Comisión podrá hacer nada positivo por sí propia, pues

aunque haya en ella individuos que no crean representar

los interese de la clase dominante, en el fondo es así,

y de otro modo dejarían de ser lo que son, porque,

después de todo, no son ellos los directores de la

clase dominante, sino los dirigidos. La clase dominante

tiene unas ideas y unos intereses, y con arreglo a

ellos hay que proceder; pues sabido es que si sus

representantes intentasen algo en favor de la clase

trabajadora, ese día sería el último de su influencia

253
y el último en que ejerciesen un cargo importante

dentro de su clase.” 14

Nos encontramos pues ante una idea que explica la ideología

desde unos planteamientos más cercanos a los maquiavélicos que a

los marxistas’5. La idea clave estaría en la tesis de la “Astucia

y la Fuerza”16 como las formas de poder que tiene el príncipe,

y en este caso el gobierno burgués, para mantenerse en el poder.

Existen elementos coercitivos violentos que en ningún caso se va

14 Pablo Iglesias, sesión del 11 de enero de 1885. Pp. 199—


200.

‘ No se trata aquí de oponer de modo frontal a Maquiavelo


y a Marx, pues los dos partirían de la idea común de que hay un
interés en el poder político, pero sí es importante precisar que
mientras que para el primero este interés es una acción volunta
ria y consciente de un sujeto, el príncipe, para el segundo no
ocurre así.

16

“Desde que un príncipe se ve en la precisión de


obrar completamente conforme a la índole de los brutos,
los que ha de imitar son el león y la zorra, según los
casos en que se encuentre. El ejemplo del león no
basta, porque este animal no se preserva de los lazos,
y la zorra sola no es suficiente, porque no puede
librarse de los lobos. Es necesario, por consiguiente,
ser zorra, para conocer los lazos, y león, para
espantar a los lobos.”

Maquiavelo, El Príncipe. Barcelona, Ed. Teorema, 1983.Cap.


XVIII, pp. 134—135

254
a dudar en utilizar contra el proletariado’7, y los propios

socialistas lo sentirán en sus carnes más de una vez, pero los

que más interés van a tener para el análisis socialista son

aquellos que guardan relación con la astucia.

“Allí donde los trabajadores aparecen dormidos

para el movimiento político, los Gobiernos, representa

ción de la clase burguesa, ni prestan atención a sus

males, ni menos se preocupan de buscarles algún

remedio; por el contrario, aprovechando el estado

letárgico de los proletarios, muévense con afán de

extender el campo de la explotación obrera, barriendo

los obstáculos que se oponen al desarrollo de la clase

expoliadora. Si en vez de estar adormecidas las masas

proletarias, pelean en el campo político por disminuir

su explotación y aliviar su malestar, entonces los

gobiernos, atentos siempre al interés de la clase que

representan, nieganse a satisfacer las reclamaciones de

aquellos, persiguiéndolos con rabia por haberlas

‘7

“Los poderes vigentes ahorrando palabras, les


harán comprender por medio de la fuerza pública que el
obrero vive mientras es mercancía necesaria, y que
cuando sobra, el papel que le corresponde en la escena
del mundo es perecer”

Jaime Vera, p. III.

Asimismo, y para no negar verosimilitud a esta teoría


socialista, es preciso recordar que Pablo Iglesias acababa de
salir de la cárcel donde cumplía condena por la huelga de
tipógrafos.

255
formulado, y sólo ceden cuando los obreros, como en la

lucha económica, les hacen sentir su fuerza.”8

Lo que destaca en esta interpretación de la ideología como

astucia y fuerza, que también se podría unir a la idea del

llamado “fraude sacerdotal” presente en el pensamiento ilustrado,

es la, por un lado, presencia de la falsedad consciente en dicha

defensa de la sociedad capitalista por parte de los burgueses, y,

por otro, la ausencia total, excepto en cuanto a ser el objeto a

defender, del sistema económico vigente como productor, o al

menos coproductor, del pensamiento ideológico de la sociedad

dada. Lo que se mantiene como ideología es una coraza protectora

del sistema capitalista a través de una serie de ideas más o

menos elaboradas cuya finalidad última es el interés de la

pervivencia del beneficio capitalista, pero que en ningún momento


guarda otro tipo de correspondencia con esa realidad económica

que se quiere preservar.

“Quizá no falte quien objete a los que nosotros

decimos que los ingenieros, médicos, escritores y otros

individuos que ejercen profesiones intelectuales no son

burgueses, sino trabajadores, y trabajadores de

superior calidad. Pero esta objeción carece de valor

real. En efecto; el médico, el ingeniero, el escritor,

18 Pablo Iglesias, Comentarios. El programa Socialista. Art.


1, p. 131—132.

Aquí se darían los dos elementos que permiten el poder del


“Príncipe”.

256
etcétera, etc., son obreros, y obreros muy apreciables,

a quienes veríamos con gusto a nuestro lado defendiendo

su propia causa; mas cuando esos obreros se consagran

a defender la clase explotadora, a ser su mejor escudo

y los mantenedores de sus monopolios, no sólo merecen

el calificativo de burgueses, sino que para nosotros lo

son más que los propiamente tales. En este caso se

encuentran la mayoría de los hombres de carrera que

componen hoy los Parlamentos.”19

Así, la falsedad encerrada en los pensamientos políticos y

filosóficos de la burguesía no guarda relación con la propia

realidad de la cual se habla y es motivo de que no tenga que ver

con ellos más que como una interpretación del mundo que busca su

preservación. Esto desvela una vez más la idea que sobre el

capitalismo domina en la socialdeinocraciaespañol.

No es así, sin embargo, para Marx. En este pensador la

ideología no es meramente, de manera exclusiva, una opinión falsa

sobre la realidad, sino también la demostración de las contradic

ciones existentes en dicha realidad que se trasfieren al

pensamiento de los hombres. Es muy interesante, a este respecto,

ver, por ejemplo, como Marx analiza la religión no sólo como una

quimera, sino también como el resultado de la no verdad de la

misma realidad en la que y por la que dicho pensamiento se

produce. Es importante, por tanto, el empleo ideológico como

ocultación de la realidad del mundo, pero, en su desenmascara—

-9tdein, art. IV, p. 139.

257
miento, también es importante mostrar su contradicción con ese

mismo mundo al que consuela.

“La miseria religiosa es a un tiempo expresión de

la miseria real y protesta contra la miseria real. La

religión es la queja de la criatura en pena, el


sentimiento de un mundo sin corazón y el espíritu de un

estado de cosas embrutecido. Es el opio del pueblo.

(...)

Es la realización fantástica del ser humano,

puesto que el ser humano carece de verdadera reali

dad. 2O

No se trata, por consiguiente, de una inera búsqueda de la

mala fe del autor para conservar su poder, sino de demostrar que

la verdad de la ideología es la falsedad de la misma realidad que

oculta. Igualmente, se puede encontrar en Marx la idea de la

propio ideología que el mismo sistema económico lleva en sí,

tanto en los términos de la alienación coo en el fetichismo de la

mercancía.

20 K. Marx Crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel.


Introducción.En Lacuestiónludíayotrosescritos. Barcelona,
Planeta-De Agostini, 1992. Pág. 68.

Igualmente, esto se puede ver en su crítica al análisis de


la religión que realiza Feuerbach y de la crítica a la filosofía
en sus Tesis sobre Feuerbach.

Para un ejemplo actual de crítica ideológica como a la que


nos referimos, ver la crítica de Adorno a Heidegger en la obra
del primero Dialéctica negativa.

258
Sin embargo, el sistema, de carácter estrictamente ideológi

co para Marx, carece para los socialistas españoles de cualquier

realidad que no pertenezca a dicha esfera económica de producción

y compra venta de trabajo. El capitalismo es única y exclusiva

mente un hecho producido entre un vendedor y un comprador, puros

ambos en cuanto a dicho ejercicio, y que nunca aparecen como

elementos sociales completos.

De esta forma, que la ideología vaya por un lado y la

realidad económica y productiva por otro tiene como consecuencia

el hecho de que los fundadores del partido socialista no sean

capaces de situar correctamente el análisis social, colocando una

serie de compartimientos estanco que muy a su pesar niegan las

características reales de dicho sistema productivo. Surge así,

como explicación a la ideas defendidas por la clase burguesa, una

especie de teoría conspiratoria en la cual el pensamiento de una

clase responde a un interés conocido por dicha clase, que lo que

hace es mentir, ya sea de manera consciente o inconscientemente

en sus individuos, para mantener su privilegio. Para ello, puede

contar perfectamente con los hombres de ciencia que no son

amantes de la verdad, es decir, de la misma ciencia, con aquellos

dispuestos a venderse, por su maldad, al mejor postor que en este

caso es claro que es la burguesía.

“Y esto es lo que no acertamos a comprender como

se oculta a vuestro talento y a vuestra cultura [se

refiere a los hombres de ciencia]; pues si acaso

prescindierais a sabiendas de esta verdad, si la

259
tendencia natural del desarrollo económico apareciera

a vuestra vista con la claridad y evidencia que a la

nuestra, no habría crimen tan abominable como el de

esforzaros en retardar una evolución salvadora,

poniendo vuestro empeño en prolongar un estado social

que la ciencia y la justicia condenan al mismo tiempo.

Bien que los poseedores del capital, cuyo es el

imperio del Inundo, mirando las cosas a través de sus

intereses, sustenten aquel error, incompatible con el

saber actual; pero vosotros, hombres de ciencia que no

seáis capitalistas, no sólo vais contra la verdad

científica; vais también contra vuestros intereses

fundamentales; por una paga siempre mezquina, por un

dominio ilusorio y efímero, vendéis los derechos

sagrados del trabaja. (...) ¡ Y qué ilusión si os


juzgáis los directores del mundo, y no los servidores

pagados de la burguesía.”21

La burguesía coloca una protección teórica contra los

posibles embates que pueda sufrir el sistema aun sabiendo que

dicha protección teórica es falsa: conspira para mantenerse en el


poder. Precisamente, y a través de dicha teoría conspiratoria en

la cual se presta más atención al elemento subjetivo que al

elemento objetivo presente en el sistema, el capitalismo como

proceso productivo se convierte en un elemento negativo para el

desarrollo de los seres humanos, en cuanto que lleva en sí la

explotación del hombre, pero, y no es una paradoja, ideológica—

21 Jaime Vera, pág. V

260
mente neutral. El capitalismo carece de presencia ideológica, de

cualquier relación con lo social que no esté directamente

engarzado dentro del proceso productivo concreto. ,La ideología de

la sociedad no se constituye por el Capitalismo, ni tan siquiera

tiene éste una importancia radical en la propia estructura social

si exceptuamos la división en clases, sino que es el influjo del

mayor deseo de riqueza por parte de un grupo determinado, algo


que no es exacta ni necesariamente el capitalismo, y el defender

el privilegio burgués lo que lleva a la ideologización. La

burguesía se sitúa por delante del capitalismo, quedando éste

reducido a una niera realidad económica, y solamente a eso, que

guarda con el pensamiento social una relación, si acaso, de

elementos próximos y correlacionados pero en ningún caso como

hechos inseparables.

Se produce así la subjetivizaciófl22de un problema como el

de la ideología que en principio debía de ser tratado objetiva

mente. Para los socialistas españoles, es la clase burguesa, en

cuanto a conjunto de individuos, la forjadora del pensamiento

ideológico y no el capitalismo como sistema. La ideología es un

22 Lo llamamos así por hacer referencia a un estado indivi


dual y psicológico, aunque sea de la clase burguesa en su
conjunto, más que a un estado social, pues no guarda relación con
el sistema productivo.

Se trata, sin embargo, de una falsa subjetiViZaCiófl. En


realidad el sujeto no aparece en cuanto tal sino más bien el
individuo burgués. Aquel queda disminuido en sus funciones de
relación con la realidad en favor de éste que lo que realiza es
una interpretación de la misma, errónea, bajo un interés
económico determinado.

261
proceso guiado por la “astucia y la fuerza”, pero no algo

desarrollado desde dentro del sistema sino incorporado a él desde

fuera. Y además, se increinentael resultado de este análisis al

situar dicha realidad, en un caso, en el interés de clase que la

burguesía guarda, es decir, por la misma maldad de dicha clase

social en la búsqueda de ideas y creencias que le permitan

mantener el orden vigente; y, por otro, en cuanto que al colocar

el problema en las personas concretas y además en una falsa

convicción, una mala fe, de las mismas, se le da a la realidad el

título de ya verdadera, de ser, a pesar de las críticas que

podrían hacérsele, lo que verdaderamente tiene que ser.

Efectivamente, sólo una realidad ya constituida como

realidad total, como lugar donde el ser de las cosas coincide con

su deber ser aceptaría la libre interpretación de los individuos

que forman parte de ella. Así, el hecho de mantener que la

ideología emanada del capitalismo es exclusivamente una adición

realizada desde una posición posible ante el propio sistema, la

posición de la clase dominante, implica tener que mantener, al

tiempo, que también es posible una posición verdadera ante el

mismo. Y que dicha posición verdadera no se basa en la potencia


lidad de lo real, en la negatividad que ese mismo sistema lleva

en sí, sino sólo en su mera descripción. Carece así de valor

hablar de verdad o falsedad del sistema en cuanto tal, sino que

lo único que puede ser verdadero o falso es la interpretación del

mismo en cuanto que éste, como objeto de adecuación, se coloca

por encima de la propia verdad o mentira, entendidas ambas sólo

como criterios de relación del pensamiento con la cosa. El

262
sistema queda así evitado de poder ser juzgado: ante él sólo

cabrá el criterio de eficacia pero no el de falsedad23. No en

vano, los científicos, y con ellos aquellos que saben ver

verdaderamente, merced al método positivo, en las cosas que ya

están ahí, que ya son, no deben caer en ese falso pensamiento, y

los que caen, como ya sabemos, es por ser comprados, por

convertirse individualmente, y traicionando esa fe científica, en

lacayos voluntarios de la burguesía.

Y una vez más se ve esa reciprocidad del pensamiento en

cuanto que lo que pretende el sujeto es una adecuación a una

realidad que ya está ahí o que ella misma ha de venir, un

pensamiento que está, indudablemente, influido por el objeto,

pero que no influye en el mismo más que desde la posición de

verlo de otro modo. La verdad la marca el objeto y lo que debe

hacer el sujeto es relacionarse correctamente con él. Al ser esto

así, la realidad no puede ser en sí misma ideológica, es algo que

ni se plantean, pues el criterio de verdad entonces sería

exclusivamente el de la propia falsedad de la realidad, es decir:

la adecuación con la realidad debería ser la mentira, por ser la

propia realidad falsa24. De esta manera, la realidad es como

23 Como veremos en el capítulo final dedicado a las conclu


siones, será este punto una de las claves para que, conforme
transcurra el tiempo, los criterios socialistas se vayan
conduciendo hacia posiciones reformistas, y su posterior
conversión en tecnocracia, dentro del mismo capitalismo.

24 Ocurre al contrario que con una dialéctica negativa. Ésta


parte de la falsedad de la realidad para deseninascarla,pero al
tiempo no se reconoce a sí misma como verdadera sino como
Ontología de esa misma falsedad: única capaz de desenmascararla.

263
1

aparece en su sentido de neutral, ni verdadera ni falsa, y el

desprecio hacia la acción humana es una consecuencia lógica de

este criterio de verdad25.

Los socialistas españoles traen así a colación un criterio

de verdad que es absolutamente ajeno a Marx. El mero reflejo de

las condiciones sociales como criterio de verdad sitúa a ésta en

un terreno aparentemente científico, neutral en cuanto a su

contenido moral (y este es otro punto clave de los socialistas

españoles: lo científico, lo verdadero, es moralmente neutral26).

Y es precisamente éste un problema que arrastrará el socialismo

a la hora de situar los elementos que hacen posible y necesaria

una revolución. Efectivamente, y como ya veremos, ésta sólo puede

realizarse echando mano de un trascendente, de algo que se sitúe


fuera y por encima del propio capitalismo, pues la realidad del

sistema capitalista, ajena a la moralidad impuesta por un sujeto

qué no guarda relación con ella misma, no indica ninguna causa,

25 La praxis de Marx, el conocimiento de la realidad, se


funda, al contrario, en que las cosas no son aún verdaderas y se
trataría de realizar dicha verdad.

“pero esos millones de proletarios o comunistas


razonan de manera muy distinta y lo probarán cuando
llegue la hora, cuando de modo práctico, mediante la
revolución, pongan su “ser” en correspondencia con su
tteseflciat

Marx y Engels, La ideología alemana. Pág. 42.

26 Aunque todo su discurso se caracterice curiosamente por


un alto contenido moral tanto en la críticas como en las
soluciones presentadas, como se puede ver en los distintos
Considerandos de los programas socialistas.

264
ninguna contradicción en ella que lleve a la necesidad humana de

su derrocamiento.

La vieja disputa filosófica entre la relación del ser y el

deber ser se resuelve entre los socialistas españoles a través de

la aceptación del ser como única realidad, como lo positivo y

verdadero, siendo tachado todo lo demás de quimérico y utópico:

para ser exactos, de no científico.

“Mas si esta discusión abstracta del derecho de

propiedad individual de los medios de producción

demostraría fácilmente que tal derecho no debe subsis

tir, no nos conduciría a nuestro objeto, que es

demostrar que no puede subsistir. En las discusiones de

clase y clase, nada tan estéril como la persecución de

lo que debe ser.”2’

Pero al unir, precisamente, el Ser, lo que hay, a la verdad


final, se encuentran con la imposibilidad de hallar algún

argumento favorable para cambiar lo quehay, como no sea tomado

por tal precisamente lo que de forma positiva ya hay. Es decir,

al no mostrar ninguna diferencia entre lo que existe positivainen—

te y la negatividad, eliminada de cualquier sentido, los

socialistas españoles se sienten en la necesidad de tener que

introducir en la realidad una especie de distinción entre la que

es verdaderamente real y la que es falsa. Y así, el capitalismo

es verdaderamente real, como no podía ser de otra forma, pero

27 Jaime Vera, p. IX.

265
únicamente en cuanto a su carácter disgregador, de antagonismo de

clase. Mientras, esa otra realidad que poco a poco se va

imponiendo con su carácter integrador, entre otros la propia

ideología, se presenta o bien como no existente, o bien como

existente pero distinta del capitalismo y además, como en el caso

del mercado, garantía externa de su fracaso, o bien, y en una

tercera opción, como distinta y a efectos revolucionarios

insignificante.

El análisis se pretende realizar como científico, sólo

atento a los hechos que se están dando y nada más que a ellos,

pero precisamente al estar atentos a los hechos que se dan

positivamente, y a nada más, no pasa de ser una descripción falsa

que el propio capitalismo hace de sí mismo a través de su propia,

y por esto mismo ideológica, representación social. Sin darse

cuenta de ello, los socialista acabarán aceptando el presupuesto

de que el capitalismo es exclusivamente aquello que se aparece

socialinente, negando, de forma implícita, pues en ningún momento

se cita, la posibilidad de un fetichismo que oculte una realidad

sobre el mismo capital. Es captar, como consecuencia lógica de

todo el proceso seguido, el fetichismo como realidad positiva, es

decir: verdadera, y deslindar así los dos campos, el social, por

un lado, y el económico, productivo, por otro, de forma tan clara

que, al final, el social apenas tiene que ver con el económico,

y éste acaba siendo solamente la relación establecida en el


propio proceso de trabajo asalariado.

266
Se podría pensar que a esta tesis se le puede objetar el

hecho de que al indicar la imposibilidad de reformas fundamenta

les dentro del capitalismo, en cierta medida al menos, se está

realizando un tipo de análisis socioeconóxnicoen el que se mezcla

la realidad política y social con la económica. Sin embargo, y


siempre dentro de la dinámica socialista, esto es al revés. Lo

que ellos destacan no es tanto la relación que de forma plausible

pudiera haber entre la pretensión de reforma social, como

elemento ideológico para apaciguar ánimos exaltados, y la

realidad económica del capitalismo, sino que, precisamente, dicha


relación entre la realidad económica y el intento ideológico—

reformista es imposible de ser cumplida: cualquier reforma está

condenada a, aunque se proclame, no darse o sólo darse por la

fuerza del proletariado, pero nunca como surgida propiamente del

sistema.

tiHe demostrado que no hay en nosotros vocinglería

ni propósitos de declamar en balde; al contrario, lo

que estamos haciendo es prepararnos, organizarnos y

asociarnos para realizar nuestra campaña.

Las reformas que yo he puesto aquí, y algunas

otras que se me hayan podido pasar, no las propondrá

la Comisión, ni habrá gobierno alguno que las acepte

hoy; pero, y esto lo digo dirigiéndome a mis compañe

ros, esas reformas, todas las demás que las circunstan

cias exijan y la emancipación, que es nuestro deseo

principal y que constituye una aspiración de los

267
trabajadores que piensan y discurren, todo eso lo

alcanzaremos apercibiéndofloSpara las dos luchas que se

preparan, para la lucha económica y para la lucha

política” 28

Y esto es debido, e implícitamente está presente, a que por

un lado existe una primacía de lo económico sobre lo social y,

por otro, a que la producción nada tiene que ver con el componen
te ideológico característico de la sociedad. Los hombres tienen

indudablemente ideología, pero el sistema económico en cuanto tal

carece de ella.

De aquí se saca, precisamente, la escasa importancia que los

socialistas conceden en su pensamiento a la política como forma

de lucha. Para ellos la verdadera cuestión se labra entre

sistemas económicos: uno, el Socialismo, cargado de esperanzas

para toda la humanidad; y, el otro, el Capitalismo, llevado por

su propia fatalidad a perecer. Teniendo esto en cuenta, la

política, entendida exclusivamente y de forma a priori limitada

como la forma de gobierno, tiene un nulo o escaso interés, sólo

relativo a la propaganda. En realidad, se trata de la creencia de


que el sujeto no interfiere en nada ante el objeto, y así dicha

creencia les lleva a ese desprecio efectivo por la política, como

lucha social, y por cualquier otra forma de intento propio, no

28 Pablo Iglesias, sesión del 11 de enero de 1885. P. 217.

En cuanto a la idea de lucha política, se trata, como ya


hemos analizado, de una referencia a la propaganda de las ideas
socialistas.

268
guiado por la fuerza de los hechos, de cambiar la estructura

capitalista.

Y va ser este afán de oponerse a las reformas, o siendo más

exactos en la descripción de las intenciones, de intentar

demostrar que las reformas fundamentales no pueden darse en el

interior de la estructura capitalista, porque así lo demuestran

los hechos (que no se ha dado ninguna relevante y las consegui

das, siempre poco importantes, apenas se han cumplido)29, lo que

al final, y con una coherencia admirable, haga al PSOE convertir—

29 Es importante hacer aquí hincapié en la escasa implanta


ción de las reformas y medidas a favor de la clase obrera en
España. De hecho, esta situación era algo reconocido tanto por
el movimiento obrero español como por las propias facciones
burguesas. Y aquellas pocas que hablan sido promulgadas, no se
cumplían en ninguno de sus contenidos.

“Entre los elementos que necesitamos hoy para


nuestro desenvolvimiento figuran las libertades
políticas, que las reclama nuestro partido.(...) Están
escritas en el nuestro porque el trabajador no pude
desenvolverse ni puede acudir a la asociación si le
faltan esos derechos. Sobre este punto hará el partido
socialista una enérgica campaña en el momento en que
tenga fuerza para ello; hoy las reclama sin cesar. Si
algún gobierno los concede, no será motu propio, sino
porque alguna de las fracciones de la clase media, a
quien le interesa tener esos derechos para luchar por
las otras, se los haya arrancado; y de todas maneras si
se nos concede será porque hayamos tenido bastante
fuerza para imponernos.”

Pablo Iglesias, Ibidem.

269
se en un movimiento reformista, aunque algo de eso hay ya en sus

orígenes, al advertir que, frente a su pensamiento, los hechos

demuestran las reformas que el propio capitalismo ha ido

realizando y al creer ellos en una realidad cuyo único defecto

era su falta de eficacia para abastecer a la población, y no una

falsedad de ella misma, el criterio revolucionario perderá

sentido.

270
DOS:

LA POLÍTICA DEL PROLETARIADO


Como ya hemos estado analizando aquí, la desconfianza hacia

la política como elemento emancipador por parte del socialismo

español es una constante en su discurso. Para el primer PSOE, la

política, y con ella la actividad que le es propia, no es más que

un trabajo característico de la clase dirigente que es usada como

coartada para perpetuarse en el poder y obtener, a través de él,

sus beneficios. Ahora bien, si esto resulta así, se establece una

situación que cuando menos puede resultar intrigante: si,

efectivamente, el único interés real de la política es el de

perpetuarSe en el poder, ese sentido maquiavélico del cual ya

hemos hablado, ¿cóTmo, por qué y para qué se funda un partido

obrero? ¿Cuál es el sentido de la lucha política que entonces

mantiene el PSOE?

Al unificarse el grupo socialista de Madrid, el Partido

Socialista Obrero Español, con el de Barcelona, de carácter

reformista, Partido Democrático Socialista Español, en 1882,

comienzan así su manifiesto:

“Varios grupos de trabajadores de diferentes

localidades de España, conformes todos en la acción

política del proletariado como partido distinto de

todos los partidos burgueses; estando conformes con los

273
principios fundamentales del socialismo obrero y

diferenciándose sólo en ligeros detalles que, sin

atacar la pureza de dichos principios retrasan, sin

embargo, la acción política del proletariado, han

acordado deponer sus diferencias formulando sus

aspiraciones comunes •

Observamos aquí que el partido obrero va a tener al menos

dos frentes de actuación. Uno de ellos, y al que podríamos

denominar negativo, sirve para disgregar y separar al proletaria

do de cualquier otro elemento que no sea él mismo, su organiza

ción política como clase proletaria, y evitar el engaño de servir

con sus fuerzas los intereses de alguna de las facciones que

componen la burguesía.

“Por dondequiera, pues, que tendamos la vista, el


antagonismo entre la clase obrera y la clase burguesa

inanifiéstase abiertamente. Podría decirse que se halla

en el aire que respiramos.

El antagonismo social existente, como los antago

nismos anteriores, no le han inventado los socialistas,

como dicen muchos de sus enemigos, ni tampoco los que

no tienen sus ideas: dicho antagonismo es una conse

cuencia natural, precisa, de la forma de producción

burguesa. Lo que los socialistas han hecho ha sido

30Programa del Partido Democrático Socialista Español. 1882.


P. 338.

274
descubrirle, conocer su origen, señalarle a la clase

trabajadora para que abandone engañosos ideales y entre

en el terreno de la lucha de clases.

Y en efecto, desde que ese antagonismo fue

descubierto, los proletarios, desechando las falsas

ideas que acerca de las relaciones sociales tenían, han

comprendido que para mejorar su estado y para lograr su

emancipación, el primer paso que deben dar es organi—

zarse como clase, separándose de los partidos burgue

ses.” 31

Otro, al que calificaremos como positivo en cuanto que busca

una acción determinada, es utilizado como elemento de cohesión

del propio proletariado consigo mismo, como aglutinador de la

clase revolucionaria en torno a su conciencia. -

“Conseguirá lo primero32 el Partido Socialista

dando conciencia a los proletarios de las causas de su

mal y de la manera que han de reinediarlo arrancando de

las filas de los partidos burgueses a los trabajadores

que en ellos militan; poniéndose al lado de los

asalariados en cuantas luchas mantengan con los

patronos o con los representantes políticos de éstos,

31 Pablo Iglesias, Comentarios. El programa Socialista. Pág.


132.

32 Se refiere a algo dicho en el punto anterior: “Organizar


con solidez las fuerzas proletarias”.

275
y llevando a su ánimo la convicción de que los obreros

todos, por sufrir iguales vejámenes y tener intereses

comunes, no deben inirarse jamás como enemigos y sí como

compañeros, como hermanos, como soldados de una misma

causa”33

“Pero a estos movimientos de la clase proletaria

de todos los países se agrega otro de capital importan

cia y de altísima significación. Perfectamente, no sólo

de la situación actual, sino de la tendencia y del fin

histórico de la evolución económica, es un argumento

que llegará a ser contundente contra los sueños de los

ilusos y contra las ficciones hipócritas de los

pensadores pagados. Los obreros no se limitan ya a

resistir ala avidez ansiosa del capitalista; no sólo

se desligan del movimiento político burgués, negándose

a ser sostén de sus propios enemigos y de los intereses

contrarios: seasociancomoclasecontralaclaseque

losdominaycontralosGobiernosquesonlosinstru

mentosactivosdesuopresión. De esta suerte el

antagonismo que late en el sistema social presente toma

ya en realidad la forma de lucha política de clase

contra clase.”

Manifiesto de los delegados del Primer Congreso del


Partido Socialista Obrero Español. 1888. Pág. 348.

Jaime Vera, p. XXXVII. El subrayado es del propio autor.


276
El punto negativo, que consiste en la idea de la separación

del partido obrero de cualquier otro partido que no sea de clase

proletaria, toma especial importancia dentro del discurso

socialista español. Se trata de una teoría que busca presentar,

dentro de la lógica de la división antagónica de la sociedad en

dos clases sociales, ya analizada aquí, a todos los demás

partidos como representantes de la burguesía y sus intereses.

Para ello, los socialistas se apoyan tanto en la historia de las

relaciones políticas de dichos partidos, entre ellos mismos como

con la misma clase obrera, como en el origen, convertido

prácticamente en estigma camita, de los miembros que se integran

en sus filas.

“Respecto a la actitud del partido socialista

obrero con los partidos burgueses, el Congreso ha

aprobado, como no podía por menos estando compuesto de

representantes que defienden el principio de la lucha

de clases, que no caben conciliaciones ni benevolencias

entre el partido que se propone realizar la emancipa

ción económica de los trabajadores y los partidos que,

por mantener los privilegios y monopolios de la

burguesía, se oponen abiertamente a ella; debiendo, por

consiguiente, el Partido socialista Obrero luchar

contra dichos partidos cuanto sus fuerzas le permi

tan.

Manifiesto de los delegados del Primer Congreso del


Partido Socialista Obrero Español. 1888. Pág. 345.

277
A este respecto, tiene especial interés la continua crítica

que se realiza al partido Republicano—Federal, visto siempre como

el gran enemigo a batir ya que su discurso podría llevar a

confundir a los obreros todavías no formados y llevarles hasta

sus filas.

ItEn la controversia de las doctrinas, claro es que

ha de ser más acentuada con los llamados avanzados por

una razón sencillísima: los partidos monárquicos no

pretenden ya, y si alguno lo pretende lo hace sin

resultado, nutrir sus filas con elementos trabajadores;

sus doctrinas están ya juzgadas por éstos y no hay

peligro de que les presten como clase concurso de sus

garantías; no sucede así con los partidos republicanos,

los cuales tienen gran interés en hacer su recluta

entre los obreros para disponer de masa con que

lanzarse a la conquista del poder, y reteniéndolos bajo

sus banderas con mentidas promesas, imposibles de

realizar sin atacar en su raíz el origen del mal, la

manera de ser de la propiedad, arca santa a que ninguno

osa tocar. Sin embargo, el planteamiento de los


derechos individuales ha de obtener mayores garantías

al desarrollo de la propaganda socialista, y en este

sentido, establecido el dilema de República o Monar

quía, el Partido Obrero optará sin vacilar por la

primera.

En su consecuencia, he aquí la

278
Base 46: Combatir a todos los partidos burgueses

y especialmente las doctrinas de los avanzados, si bien

haciendo constar que entre las formas de gobierno

republicana y monárquica, El Socialista prefiere

siempre la primera’t36

De hecho, la lucha contra esta organización política viene

de lejos. Ya en el semanario madrileño La Emancipación aparecen

continuos ataques a este partido político y el mismo José Mesa37,

que tan importante papel tendrá tanto en la formación del PSOE

como en su influencia francesa, y que procedía de las filas del

movimiento republicanofederal, no escatiina reproches ante la

actitud de este partido. Recordemos que ya en lo que se puede

considerar como el origen primigenio del partido socialista, el

semanario madrileño internacionalista La Emancipación, José Mesa

en un artículo famoso pretendía separar la política de la

Internacional Obrera de la de los seguidores de Pi y Margall.

Efectivamente, en el artículo titulado A los representantes del

36 Bases a que debe ajustarse la redacción de El Socialista.


1886. Pág. 343.

Precisamente, sería esta base la que acarrearía la disputa


entre Iglesias y Vera y el posterior apartamiento voluntario de
la labores del partido del segundo.

Para una monografía sobre este destacado forjador del PSOE


ver mi Memoria de Licenciatura: José Mesa y Leompart. Una
monografía. Presentada en la Universidad Autónoma de Madrid,
1990.

279
Partido Republicano 38 se analizan las medidas que adoptaría el

partido republicano—federal una vez hubiera conseguido el poder

y las grandes diferencias que éstas tendrían con las posibles del

movimiento, por entonces, internacionalista. Incluso un artículo

retador sobre cuánto estarían dispuestos a acercarse los

republicanos en su petición de responsabilidades al gobierno

conservador39 provocó la crisis, o fue puesto como excusa de la

misma como sería mucho más correcto decir, y posterior división

entre los anarquistas y los socialistas. Sin embargo, y como

hecho curioso merece ser mencionado en este punto, el mismo Mesa

no duda en rendir sincero elogio a Pi y Margall al calificarlo

como “el único político honrado” que existe.4°

Los socialistas españoles consideran, pues, muy importante

la idea de la creación de un partido obrero que sea de clase,


alejado de los intereses de los partidos burgueses y, por ello,

creen los socialistas, defienda sinceramente los intereses de esa

38 La Emancipación, n9 38, 3—111—1872.

Nos referimos a Información revolucionaria, que pedía que


los hombres políticos al comenzar su cargo hicieran público su
patrimonio para, una vez dejada la vida política, volvieran a
realizarlo pudiendo coniprobarse la diferencia.

40

ttFrancisco Pi y Margall, uno de los pocos hombres


políticos básicamente honestos y sinceros que posee
España”
Cartas de España, para L’Egalité, fechada el 12 de marzo de
--l88O. ( Cf r. S. y J.J. Castillo. « José Mesa y leompart (1831—
1904) y el socialismo español », Revista de Estudios Sociales,
n9 14, mayo-diciembre de 1975, p. 98.)

280
misma clase. Y en esta tarea no sólo está metido el PSOE, sino

que es ya una vieja aspiración del propio movimiento obrero

español. Así, frente a la idea de estos partidos que unicamente

defienden la sociedad burguesa, durmiendo a los obreros y

ocultándoles su posibilidad revolucionaria, se hallaría el PSOE,

que busca definir su espacio político como el legítimo represen

tante de la clase obrera. Queda éste así convertido en un

referente para el proletariado, pero referente por exclusión:

ningún otro partido reúne la legitimidad necesaria para garanti

zar la representación proletaria41. Y como, de acuerdo a un

trasfondo de ideología liberal encubierta recuperado a través del

positivismo, todo debe ser cuantificable en unidades, lógicamente

el partido obrero se cuantifica no en cuanto, o al menos no

exclusivamente, sus ideas, su posición de clase, sino a través

del origen de cada uno de sus integrantes: los burgueses son

incapaces de comprender los principios de Marx por su mismo

origen, mientras que los proletarios, por su situación de

postergación dentro de la propia sociedad capitalista, viven esos

mismos principios.

41

“Las consecuencias más evidentes de tal postura


[temor a la contaminación burguesa] llevan a concebir
la organización de clase más como un refugio que no
como un medio, a oponerse a cualquier tipo de alianza
con las fuerzas políticas no obreras y, en particular,
con las más avanzadas.”

Michell Ralle «La cultura política del primer socialismo


español», en El socialismo en España. Madrid, Pablo Iglesias,
1986, p. 64.

281
“Si nos dirigiésemos a un público exclusivamente
burgués, poco nos importarían estos inconvenientes,

puesto que estamos persuadidos de que el burgués, como

tal, sabio o ignorante, es incapaz de comprender el

Socialismo científico, por la sencilla razón que una

clase no podrá comprender jamás una teoría que, como la


de Marx, es la negación de su existencia. Pero escribi

mos para el Proletariado, el cual, según ha dicho con

mucha razón Engels, es el corazón del movimiento

socialista moderno “, y el proletariado carece hoy de

tiempo material para entregarse a profundas lecturas,

y de medios pecuniarios para adquirir libros costosos.

El obrero se sabe únicamente algunos fragmentos de las

obras de Marx ; lo que no impide que viva, por decirlo

así, para realizar la doctrina que Marx ha establecido,


y que a medida que adelanta en la evolución económica,

reconozca y sienta los fenómenos que Marx había

previsto con la lucidez del genio.” 42

Precisamente, al situarse la ideología como un producto


personal, tal y como ya hemos analizado, cabría pensar o presumir

que cada uno libremente puede pensar de un modo u otro, y que lo


importante es precisamente dicho pensamiento y no las raíces

sociales. Sin embargo, y frente a esa lógica aparentemente

consecuente, esto no es así, sino que la adscripción social a una

clase u otra marca, en ese sentido de estigma ya señalado, a los

integrantes de la misma. Se podría recurrir aquí, como de hecho

42 José Mesa, p. XXI.

282
se hace en más ocasiones de las debidas, a explicaciones de

carácter psicologista, refiriéndOSe a la tradición judeo

cristiana y a la figura del pecado original como origen mental de

esta realidad: los burgueses estarían marcados por su origen, o

al menos esa sería la mentalidad socialista, por una proyección

del concepto cristiano de pecado original. Sin embargo, creemos

que la explicación a este principio radica algo mejor en la

propia explicación que sobre la misma ideología y sobre el

Capitalismo tiene el socialismo español y en la cual nos estamos

moviendo.

Ya hemos visto que el Capitalismo era, para los socialistas,

la globalización de una relación personalizada de cada uno de los

compradores de la fuerza de trabajo en relación con cada uno de

los vendedores que acudían al mercado. Igualmente, anotábamos más

arriba, la ideología asumía más que un elemento social y objetivo

una realidad también individual, asociada al maquiavelismo de la

fuerza y la astucia para mantenerse en el poder ligada con la

mala fe en el engaño. Se va conformando así la idea de que el

capitalismo, tanto en su aspecto económico (ya sabemos que el

conjunto de beneficios empresariales es el capitalismo) como en


su aspecto social (la sociedad y su pensamiento característico no

son sino la suma de individuos Y sus ideas falsas) es una

realidad forjada por la suma de individualidades y que una parte

de éstas, precisamente aquellas que pertenecen a la clase

dominante, actúan, aprovechando las circunstancias favorables a

sus intereses, de mala fe. De aquí se saca la idea, lógica y

coherente con este esquema, de que los sujetos pertenecientes a

283
la clase social dominante, es decir, a la clase burguesa, son
culpables, a al menos sospechosos y presuntos culpables, mientras

no se demuestre, a través de su propio comportamiento, lo

contrario. Es decir, deben demostrar su inocencia.

“Esta información no puede producir resultado

alguno, porque los señores que forman la Comisión no

representan los intereses de la clase trabajador, sino

los intereses de la clase explotadora, y ésta procurará

siempre que los partidos dejen sin resolver estas

cuestiones, porque su solución ha de redundar en

perjuicio suyo, y la clase acomodada no consiente que

ningún Gobierno toque a lo que ella cree sus derechos

y son en realidad sus privilegios.”43

No se trata, por consiguiente, de una demostración de

religiosidad oculta en el ancestro del socialismo, aunque es

justo décir que posteriormente tomaría formulaciones casi

religiosas44, sino de una consecuencia más de la incorporación

del propio método positivista que, al concluir que la sociedad es

la suma de voluntades, impone el concepto de ideología como una

perspectiva individual. Y así, si, y como se ha venido repetida

mente comprobando en su relación histórica con el proletariado,

García Quejido, sesión del 26 de octubre de 1884. P. 25

“ Sin embargo, no conviene confundir, al menos en este caso


concreto, la formulación que toma un pensamiento, sobre todo en
vistas a su propaganda, con lo que se quiere decir en ese mismo
pensamiento.
284
la burguesía actúa con mala voluntad entonces los miembros de esa

misma clase, cuya mala voluntad general no es sino la suma de las

malas voluntades individuales, deben demostrar su inocencia a

través de los actos políticos. Y no ocurre lo mismo con el

proletariado, no es necesaria la demostración de su inocencia,

porque, como ya sabemos, se trata de la clase explotada y por

consiguiente su anhelo, aun inconsciente en cada uno de los

individuos no formados, es la superación de dicha explotación y

el triunfo definitivo de la revolución emancipadora que supere

para siempre y en todos los órdenes su condición de miserables

esclavos.

ttúnicamente parece que, como los antiguos cristia

nos, vemos un destello de emancipación, unas ideas que

nos han de salvar, tarde o pronto, y a las cuales

prestamos un religioso culto. Hacer desaparecer la

clase que domina, es hoy, consciente o inconscientemen


te, el ideal de la inmensa mayoría de la clase trabaja

dora: lo que hay es que no se ha sabido definirlo y

hacerlo comprensible al resto de los individuos que

trabajan; pero es indudable que se ha de conse

guir.

Es así como se da la distinción entre ideología y sociedad,

calificando a la primera como mala fe y engaño y a la segunda

como verdadera en y por su neutralidad. En verdad, para el


pensamiento socialista lo único falso de la realidad, si es que

García Quejido, sesión del 25 de enero de 1885. Pág. 258.

285
cabe hablar así, es la estructura social dividida en dos clases,

sin tener en cuenta que dicha realidad no sería sino el producto

de la misma estructura económica al tiempo que ésta seria,

igualmente, producto de la primera. La teoría socialista se

desliga así de la realidad como totalidad, se distancia de ella

y al hacerlo así se escamotea la verdad que no sea sólo positi

va46. La teorización sobre los hechos positivos, y consiguiente

mente la práctica política derivada de ella, ocupa así el lugar,

a costa de reducir los problemas a sus manifestaciones sociales,

que debería tener el pensamiento en su enfrentamiento con el

capitalismo en cuanto totalitario (y no sólo como si fuera una

realidad meramente económica).

Al dar escasa importancia al elemento político entramos en

el segundo aspecto de la política del partido obrero: su aspecto

positivo o activo, pues es evidente que la lucha política le

interesa al PSOE ya que, por ejemplo, se presenta a las eleccio—

46 De hecho, la clave del reformismo al que irá girando


gradualmente todo el movimiento obrero, o la mayoría no marginal,
guarda estrecha relación con este proceso de atomización social
que se irá realizando en el estudio del capitalismo. Efectivamen
te, al ser este analizado no como una totalidad, tal y como lo
era para Marx, sino como un conjunto de factores cuya suma dan
paso a esa totalidad conocida como capitalismo, es posible que la
reforma en uno u otro de dichos factores permita la superación de
las condiciones de injusticia y el sistema pueda seguir funcio
nando sin necesidad de una revolución, es decir, de un cambio
cualitativo de ese mismo sistema. Es lo que con posterioridad
triunfará en los congresos de los partidos obreros y que se
llamará “huir de posiciones maximalistas”.

286
nes, al contrario que el movimiento anarquista47. Cabría pregun

tar, por consiguiente, para qué dicha presencia, para qué existe,

incluso, un partido obrero, una vez que ha quedado claro su

conciencia de que lo social, fuera de lo meramente económico o de

aquello que de forma directa le atañe, no tiene gran importancia

política.

Si bien parece claro que podría ser su aspecto negativo el

más importante, los socialistas españoles no descuidan, sin

embargo, su rasgo positivo, la existencia definitiva de una

organización obrera que sirva de cohesión para todo el proleta

riado. Dicha cohesión, dicha existencia de un partido de clase

revolucionario, tiene dos motivos fundamentales: por un lado, la


cohesión del proletariado en un sola fuerza funciona en su

aspecto de propaganda para las ideas socialistas y, merced a


ello, poder dar así sentido a una conciencia proletaria enfrenta

da a la burguesa que viene representada por todos los demás

partidos; por otro lado, existe la idea de la conspiración, del

estar ya preparado para asumir el poder, que no de conquistar el

poder, cuando el hecho fatal, por necesario, se produzca, de

forma irremediable y definitiva, y el Capitalismo caiga derrumba

do por su última crisis que dé paso al poder socialista y a la

revolución liberadora.

La importancia que este hecho tiene se ve, como ya hemos


dicho, claramente reflejada en la escisión producida entre
autoritarios y antiautoritariOS dentro del semanario La Emancipa
ción. Aunque es cierto que los socialistas no ven como real un
movimiento político revolucionario, la importancia que le
conceden excede con mucho la que los anarquistas estarían
dispuestos a admitir.

287
La primera de las realidades, la cohesión del proletariado

en una sola fuerza correspondiente a un partido de clase, aparece

claramente expuesta en las ideas descritas por los invitados

socialistas a la Comisión e igualmente en los comentarios de

Pablo Iglesias al programa socialista. El partido socialista se

presenta como un medio de propagación de ideas y un aparato,

aunque todavía sin usar esa denominación, de educación y

concienciación de la clase proletaria. Se trata, como último

resultado de todo el proceso propagandístico, de juntar a todos

los miembros de la clase trabajadora en una sola finalidad y en

un único esfuerzo revolucionarios, y no meramente en la búsqueda

de reformas que palien la situación, frente al poder de la clase

dominante.

“El Partido Obrero debe prestar todo su apoyo a la

lucha de resistencia de los trabajadores contra los

capitalistas no ya sólo por la consideración de hacer

menos precaria la existencia del asalariado al recabar

alguna mejora, sino también porque en estas contiendas

el obrero se dispone a abarcar en su conjunto todo el

campo de combate en que debe conquistar su completa

emancipación, fortalecido ya con la práctica de la

solidaridad.”

La información se canaliza para la formación de esa

conciencia obrera de forma tal que establezca bien a las claras

Bases a que debe ajustarse la redacción de El Socialista.


1886. Pág. 342.

288
los objetivos de la lucha del partido, que son los de la misma

clase. Toda la presencia de los integrantes del partido obrero,

ya sea en el Parlamento, los ayuntamientos, actos públicos o

incluso en la misma Comisión de Reformas Sociales, tiene como

objetivo final usar dichos espacios como foros para la propaganda

de las ideas socialistas. Nada de lo que desde allí se haga puede

servir en caso alguno para acelerar el proceso de la inevitable

caída del capitalismo ni tampoco, por parte burguesa, para

frenarlo. El único sentido que tiene la presencia de candidatos

del partido socialista a las elecciones, tomando este punto como

el paradigma de una participación en política, es ese deseo de

propagar y difundir las ideas socialistas y formar así la

conciencia obrera.

“No es menos fácil entender que si acudimos a


vuestra cita ante la Comisión, no es con el propósito

ni con la esperanza de cambiar el invariable curso de


vuestras ideas, ni de influir en vuestras ulteriores

determinaciones, sino para mostraros que no todos los

hombres que se pliegan dócilmente a vuestras miras

personales, de partido o de clase, y para aprovechar

esta fugaz ocasión de propaganda; que hoy como siempre,

nos es favorable vuestra torpeza, ya que no vuestra

intención”49

Jaime Vera, Pág. II.

Igualmente aparece esa apreciación, como algunas ya hemos


visto, en casi todas las presencias socialistas a esa, misma
Comisión.

289
Las instituciones políticas no ocupan así dentro del
discurso socialista más que un lugar adecuado para la información

de los obreros y la propagación del socialismo. En absoluto es

tomada la institución como una realidad desde la cual sería

posible no ya sólo el anhelado momento revolucionario, sino ni


tan siquiera meros avances reformistas en beneficio de la clase

obrera. Como acaba el propio informe Vera, esa educada y cortés

invitación a la forma bajo la cual debe darse la resolución del

problema social, y sólo a su forma pues su solución ya esta

clara, es como debe entenderse el interés, evidente por otra

parte del socialismo español, en ser representado en los órganos

políticos: como un lugar para debatir con tranquilidad de lo

inevitable, más preciso sería: como el lugar para explicar

académicamente su proceso, el futuro necesario del devenir

social.

“La lucha de clases es inevitable, puesto que

existe. De vosotros depende que sea regida por la

razón, una lucha civilizada, una contienda entre

hombres del siglo XIX, o que sea envenenada por el odio

y por instintos destructores.”5°

La segunda idea, más importante que la primera y de mayor

importancia a la hora de enjuiciar el reformismo posterior en el

cual caerá el partido socialista, es la de la relación que se

establece entre el fatalismo revolucionario que alienta el

movimiento socialista, la idea de que la revolución socialista es

Jaime Vera, Pág. L.

290
una necesidad histórica que se dará debido al desarrollo de la

propia estructura capitalista con el transcurrir de los años, y

la propia constitución de un partido obrero. El partido nunca

aparece como sujeto activo de dicha revolución, sino como un

elemento conspirador que aprovecha los hechos necesariamente

acaecidos en torno a la crisis del sistema vigente para tomar el

poder e instaurar el socialismo.

“Resulta, sin embargo, un hecho notable que puede

servir para tranquilizar a los burgueses, y que a

nosotros nos es conveniente por ahora; es, a saber: que

nosotros no hablamos del derecho de insurrecciófl antes

al contrario, nosotros, al dirigirnos a la clase

trabajadora, al dirigirnos a nuestros hermanos, les

decimos que su sangre vale mucho, que no viertan una

sola gota mientras no estén todos unidos y compactos,

con plena conciencia de sus derechos, a fin que cuando

llegue la ocasión de derrainarla sea con provechoso

fruto; pero que no la estén derramando todos los días

para que algunos vampiros vivan con ella.

Por eso entre nosotros, aquellos que tienen más

influencia recomiendan la calma, y dicen: “hay mucho

que hacer todavía, hay mucho que organizarse antes de

ir a esa lucha: lucha fatal, inevitable; pero cuyo

momento no lo determinaremos nosotros, sino que lo

determinarán los hechos económicos o políticos, el

desequilibrio entre la sociedad que explota y la

291
sociedad que es explotada; por eso lo que hace falta es

prepararnos para que cuando llegue la ocasión, cada

cual esté dispuesto a cumplir con su deber.” 51

“Queremos la posesión del poder político por la

clase trabajadora, para realizar desde allí la trans

formación económica de la sociedad con los menos

trastornos posibles. La clase trabajadora tiene derecho

a la posesión del poder político, porque representa la

razón y la fuerza y ante estos argumentos no hay

resistencia posible. Esta posesión es sólo cuestión de

tiempo, y el Partido socialista sabrá aprovechar las

circunstancias para que sea un hecho en el más breve

plazo posible.” 52

De nuevo, nos encontramos con el tema de la conspiración

como elemento clave del movimiento político. Se trata de un

derivado de la teoría maquiavélica de la ideología, que no de la

marxista, e, igualmente, de la idea mantenida perpetuamente

acerca del sistema capitalista como un hecho estrictamente

‘ Pablo Iglesias, sesión del 11 de enero de 1885. Pág. 209.

Precisamente, en esa idea de “la ocasión” consideramos que


se debe enmarcar la educación política del proletariado llevada
a cabo por el socialismo. Se le educa, como ahora veremos, para
estar preparados ante el momento concreto en el cual se pueda
hacer la revolución. Pero es un momento que no se construye, sino
que adviene.

52 Manifiesto-Programa del Partido Socialista Obrero Español.


5 de octubre de 1879. Pág. 327.

292
económiCO. Efectivamente, si hay que estar preparado es porque la

economía capitalista va a entrar de forma necesaria, y arrastrada

por su propio proceso, en crisis y no porque la propia presión

del proletariado vaya a realizar esa misma crisis. No se trata de

un movimiento político revolucionario en su sentido de masas

activas que llevan a cabo una transformación social, sino de un

movimiento político conspirador que pretende mantener una

estructura de masas para aprovechar el momento del caos y tomar

el poder53.

“Lo tercero, o sea, la decapitación de la burgue

sía, el acabamiento de la explotación del hombre por el

hombre, la obtendrá el Partido Socialista obrero en el

momento que, ayudado de uno de tantos conflictos como

el régimen capitalista provoca, sus fuerzas sean

bastantes para arrojar del poder a la clase dominante.

Dueño el proletariado del poder político, valdrase de

él, no para tiranizar a una parte de la familia obrera,

como equivocadamente y sin fijarse bien en lo que dicen

Aunque no sea aquí el momento para analizar este tema, el


esquema, aunque no necesariamente su desarrollo ni su contenido,
que presentan los socialistas en este aspecto es similar al que
posteriormente presentarán los movimientos leninistas en Rusia y
fascistas en Italia. En los tres casos, socialistas, leninistas
y fascistas, se trata de partidos férreamente estructurados cuya
finalidad última es, a partir de un movimiento de masas,
conquistar el poder a través dé saber aprovechar el momento
decisivo de la crisis. Y dichos momentos de crisis no son creados
por ninguno de los tres movimientos políticos, sino que se
conspira una vez iniciados debido a la preparación previa y el
aprendizaje adquirido.

293
sostienen ciertos elementos revolucionarios, sino para

arrancar a la burguesía todos sus privilegios y

monopolios y reducir a sus individuos a la categoría de

simples productores.”54

Se niega así esa dialéctica de lo real presente en Marx55

y se ve un conocimiento que va a remolque de la realidad, una vez

Manifiesto de los delegados del Primer Congreso del


Partido Socialista Obrero Español. 1888. Pág.349.

55

“En cada una de sus fases se encuentra un resulta


do material, una actitud creada por los hombres hacia
la naturaleza y de los unos hacia los otros, que cada
generación transfiere a la que le sigue, una masa de
fuerzas productivas, capitales y circunstancias, que,
aunque de una parte sean modificados por la nueva
generación, dictan a ésta, de otra parte, sus propias
condiciones de vida y le imprimen un determinado
desarrollo, un carácter especial; de que, por tanto,
las circunstancias hacen al hombre en la misma medida
en que éste hace a las circunstancias”

Marx y Engels, La ideología alemana. Pág. 38.

Para decirlo con palabras de Marcuse:

tj las relaciones sociales determinan la concien


cia, también determinarán la conciencia del proletaria
do; y si las relaciones sociales son relaciones de
clase, también introducirán una discrepancia entre la
forma en que la realidad se muestra a los hombres y la
“esencia” de la realidad. La discrepancia entre esencia
y fenómeno constituyen una piedra angular del método
marxista.”

H. Marcuse, El marxismo soviético. Madrid, Alianza Edito


rial, 1984. Pág. 29.

294
ésta, merced a su propia constitución, ya se ha establecido como

fetichizada y por eso mismo falsa. Es decir, que no se pretende

la construcción de la realidad, y con ella de la verdad, sino que

existe la conformidad con la mera descripción científica de lo

que hay, como luego hará la sociología, y con convertirse, consi—

guienteniente, en un punto de vista sobre el objeto a tratar como

si ese mismo objeto permitiera realmente el punto de vista.

Los socialistas consideran ser ellos los que mejor entienden

el objeto y dicho entendimiento no consiste sino en la idea de

permitir su desarrollo pues con él va implícita su misma

destrucción. La capacidad del objeto, el Capitalismo, de saltar

esa misma relación causa—efecto en que se basará la esperanza de

la revolución futura, esperanza científica que se elaborará

posteriormente de forma pseudofiiosófiCa en el propio materia

lismo dialéctico a partir de leyes que garantizan el necesario

triunfo de la revolución, no es tenida en cuenta al participar de

la idea de objeto como elementos que carecen de cualquier

autonomía y siguen fielmente aquello que deben seguir, esto es:

las condiciones de necesidad expresadas en los propios objetos de

estudio de la física. La experiencia empobrecida a través de esta

idea que la marca ya como falsa hace que el conocimiento sea,

para ser verdadero, reflejo fiel de esa condición de cómo se

presentan los propios objetos y no de lo que verdaderamente son.

La simplificación del proceso social hasta reducirlo a un número

tan bajo de variables que haga a este proceso perfectamente

predecible no hace sino faisif icario y, a su vez, dar sentido al

295
pensamiento que lleva adelante dicha falsificación al permitirle

mantener viva la esperanza en la pronta crisis.

“Desde el momento en que el desarrollo industrial

toma las exageradas proporciones que he indicada, un

gran número de industriales pasan a nuestras filas, no

con las categorías de industriales, sino con la de

obreros asalariados. Lo único que traen es el recuerdo

de haber paladeado los manjares con que se regalan esas

clases privilegiadas; pero, por otra parte, como ellos

suelen tener una instrucción y una inteligencia que no

poseen los trabajadores, traen a nuestras filas


elementos intelectuales que escaseaban antes, y que se

han de convertir en fuerzas auxiliares para arremeter

a la clase contraria.

(...)

Ese es otro de los resultados de la crisis, y no

hay manera de evitarlo, porque después de una crisis

viene otra (...) Agregad a esto que la clase media es

la única que puede contar con esos grandes elementos de

trabajo, y que no produce de una manera científica y

proporcionada, sino con toda la anarquía que es propia

de las doctrinas individualistas.” 56

56 Pablo Iglesias, sesión del 11 de enero de 1885. Pp. 209—


210.

Del tema concreto del derrumbe del capitalismo por una


crisis hablaremos ampliamente en la siguiente parte.

296
Frente a una realidad que se impone surge la conspiración de

adueñarSe del poder como auténtica tarea obrera, pero para ello

es previo, y necesariamente anterior, la propia debacle del

sistema. Si este acontecimiento no se realiza por sí solo, y es

aquí de extraordinaria i—mportaflCia


la idea de la exclusividad, el

movimiento, por más que pretenda, no puede llevar a cabo dicha

circunstancia. Es por ello por lo que se puede decir que las

circunstancias de la realidad crean al movimiento obrero, pero

éste es incapaz de crear las condiciones de su liberación en el

terreno político y social.

El positivismo se ve así reflejado en la creencia de que el

capitalismo en cuanto tal, como mero hecho positivo, carece de

ideología en sí mismo. Su caída es inexorable y de lo que se

trata es de que para cuando se produzca, y no tardará mucho, el

grupo más preparado para la lucha, y hay aquí un resabio

evolucionista basado en la adaptación del más fuerte a las

catástrofes naturales, esté en condiciones de tomar definitiva

mente el Poder y llevar a cabo la revolución proletaria.

El partido queda limitado a una labor, más o menos bien

desarrollada, de propaganda y formación de sus integrantes para

el gran momento, cercana a esa consigna de los primeros cristia

nos sobre el estar preparados tanto para reconocer al anticristo

como para cuando venga de nuevo el mesías. La diferencia

estribaría precisamente en la aceptación explícita por parte del

cristianismo de un trascendente que es el que marcaría el momento

de la Parusía, mientras que en el caso de los socialistas se

297
trata, al menos en cuanto a lo explícito, de un positivismo

rabioso, una negación de todo aquello que de hecho no se da. Y

así, del mismo modo que el científico positivista espera

pacientemente en su laboratorio la confirmación a través de lo


empírico de su teoría sin-pretender intervenir en ella para nada,

el socialista aguarda, pacientemente, que los hechos sociales se

desencadenen por sí solos. La política no tiene pues mayor

importancia, ya que el curso natural de los acontecimientos no

admite variación a través de la intervención humana.

298
TRES:

LA PALABRA Y LA ACCIÓN
Es dentro de todo este contexto ideológico sobre el

capitalismo y la actividad revolucionaria del partido obrero

donde cobra sentido la disociación que existe en el socialismo

entre el discurso, incendiariamente revolucionario, y la acción,

siempre más proclive a la realización de reformas dentro de la

sociedad capitalista y admitida posteriormente como finalidad

última del movimiento político.

Efectivamente, la teoría socialista está llena de consignas

revolucionarias, pero al tiempo también se halla en ella una

tendencia hacia la idea de una suave reforma del sistema

capitalista, entendida al final como la humanización de este

sistema, que mejore el nivel de vida de los trabajadores

paradójicamente a través de la objetivización máxima que

representa el alza de los salarios para poder proveerse de

mercancías, en el interior del Capitalismo.

“ El ideal debe ser fijo e invariable. Debe ser el

norte que guíe nuestros pasos en la lucha por la

emancipación, y por nada ni por nadie puede oscurecerse

este ideal, sin que el partido Socialista deje de ser

inmediatamente la verdadera representación del proleta

riado. La transformación de la propiedad individual o

301
corporativa de los instrumentos del trabajo en propie

dad común de la sociedad entera, cuya consecuencia será

la abolición de las clases sociales y su conversión en

una sola clase trabajadora, será siempre la aspiración

fija e invariable del Partido Socialista Obrero.

El segundo punto, correspondiente a los medios

para realizar la aspiración del partido, tampoco puede

sufrir alteraciones esenciales sin menoscabo de la

pureza de los principios socialistas. Sin embargo, hay

que distinguir lo esencial de lo accidental, lo

permanente de lo pasajero; aquello que constituye los

principios de lo que forma la línea de conducta de toda

agrupación, y en este concepto, el Partido Socialista


sabrá adaptar su conducta a las circunstancias, sin que

sufra en lo más mínimo la pureza de sus principios.

Estos medios se reducen a la proclamación de los

derechos individuales, base de todo partido democráti

co, y a la petición de una serie de reformas adminis

trativas y económicas que amparen los intereses del

proletariado hasta que llegue la hora ansiada de su

ii.”57

Igualmente, tdos estos elementos se ven a la perfección en

cómo empiezan la mayoría de los Programas socialistas:

Manifiesto-Programa del Partido Socialista Obrero Español.


5 de octubre de 1879. Pág. 327.

302
“Considerando que la necesidad, la razón y la

justicia exigen que el antagonismo entre una y otra

clase desaparezca, reformandoodestruyendo un estado

social que tiene suntidosen la más espantosa miseria a

los que emplean toda su vida en producir la riqueza que

poseen los que en muy poco, o nada, son útiles a la

sociedad”58

Lo primero que cabe observar es como la correspondencia

entre el discurso y la acción tiene cierta relación, a nivel

teórico y de coherencia interna, con lo que hemos ido viendo en

lo referente a la ideología. Si allí ya hacíamos ver como la

ideología era tomada como algo ajeno a la propia estructura

social y que únicamente guardaba relación con ésta en cuanto a la

idea de que eran las mismas personas las que dominaban el

contexto económico y las que pretendían imponer su pensamiento

interesado sobre la realidad, ahora nos vamos a centrar en cómo

la relación entre la teoría y la práctica política y social cobra

especial importancia en la organización del PSOE y, de manera

especial, en la relación que guarda el propio partido con su

58 Programa del Partido Socialista Obrero Español. 20 de


julio de 1879. Pág. 319. El subrayado es nuestro.

Exactamente la misma aseveración, o muy similar, aparece en


el Programa de octubre de 1879; en el del Partido Democrático
Socialista Obrero Español barcelonés (1881)- que habla de “móvil
reformador”-; en el del Partido Democrático Socialista Español,
-— fusión del núcleo barcelonés y el PSOE madrileño, de 1882; e
igualmente, en el del Primer Congreso del PSOE, de agosto de
1888.

303
recién constituido, en 1888, sindicato: la Unión General de

Trabajadores.

Efectivamente, observamos como el partido apenas si tarda

escasamente siete años en formar un sindicato asociado aparte de

él para ocuparse de las labores que afectan directamente a las

condiciones de trabajo y las posibles enmiendas y reformas que a

dichas condiciones se podrían proponer tanto en el terreno social

como en el económico. Prácticamente, al tiempo que en los

discursos y documentos del partido se está negando implícita e

incluso explícitamente la posibilidad de reformas importantes

dentro del capitalismo, se organiza una asociación obrera

auspiciada por el mismo PSOE que tiene como único fin la

realización de tales reformas analizadas previamente como

imposibles59.

Así, en el Congreso del PSOE celebrado en Barcelona en

agosto de 1888 (mismo congreso en que se aprobarán las bases

59

“La estrategia sindical insistiría a partir de


ahora en tres condiciones básicas para alcanzar el
éxito en las luchas obreras: el fortalecimiento de la
organización y de la unión de la clase trabajadora, la
combinación de la lucha económica y la actividad
política, y el abndono de toda “aventura revoluciona
ria” como las defendidas por los anarquistas del
momento”.

Pérez Ledesma, Manuel, El obrero consciente. Madrid, Alianza


Editorial, 1987, p. 208.

304
fundacionales de la UGT), tras enumerar las medidas revoluciona

rias que tomará el PSOE en el poder, se dice:

“Son, pues, las soluciones que defiende el Partido

Socialista Obrero las únicas que pueden aliviar hoy los

males que aquejan a la clase trabajadora y curarlos

radicalmente mañana. Fuera de ellas no hay para los

asalariados ni probabilidad de mejorar su suerte ni

esperanza alguna de salvación”60

¿Se trataría aquí de una marcada incongruencia entre el

partido socialista, que ya defendía esa imposibilidad ante la


propia Comisión de Reformas Sociales, y su propio sindicato

recién constituido?

En nuestra opinión este hecho no sólo no marca una incon

gruencia con el ideario expresado repetidas veces por los

dirigentes socialistas, sino que cabe señalar la coherencia entre

el mismo y la actuación que implica dicha división entre un

partido y un sindicato. Si volvemos a repasar los conceptos hasta

aquí estudiados referidos al capitalismo y a la imposibilidad o

no de reformas,. analizábamos como el sistema era una realidad

exclusivamente económica, referida al tema del salario, y uno de

60 Manifiesto de los delegados del Primer Congreso del


Partido Socialista Obrero Español. 1888. Pág. 349.

No es sólo, pues, que no haya partidos revolucionarios que


no sean el socialista, sino que incluso las reformas sociales
“probabilidad de mejorar su suerte” no parecen admitirse fuera
del mismo.

305
cuyos puntos fundamentales, y básico, como veremos con posterio

ridad, para derribar al propio sistema, era la Ley Ferrea de los

Salarios.

Sin embargo, también analizábamos como las sucesivas crisis

del Capitalismo deberían ir minando a éste hasta conducir a su

definitivo hundimiento. Precisamente, la función del sindicato

sería la de estar alerta para aprovechar esos momentos de

debilidad y, amparándose en ellos, lograr mejoras para la vida de

los obreros.

Se trata, pues, de admitir las reformas, pero nunca como un

fin en sí mismas, o al menos así pensaban entonces, sino como un


medio para lograr una mayor cohesión del proletariado, una

especie de preparación previa, con contenido casi militar, que

permitirá un proletariado entrenado para la lucha y con ello la

consecución de los objetivos revolucionarios cuando la crisis

capitalista sea una realidad sin salida.

“Mucha mayor convergencia se da en el tratamiento

del poder político, sobre el que ejercen plenamente sus

efctos el determinismo y el econonhiciSmO, lo que

excluye todo planteamiento activo en este orden apoyado

en una estrategia capaz de tener en cuenta el contexto

histórico concreto. Tanto en Guesde—LafargUe como en

Iglesias, esta degradación del poder político conduce

a una concepción militar del acto revolucionario. Los

socialistas franceses hablan del partido como “sargento

306
instructor” de la clase obrera, mientras Iglesias

describe la preparación del acto revolucionario como la

formación de un ejército a la espera de una crisis


económica o diplomática, que sirva de pretexto al

“asalto” del estado burgués.”6’

Esta preparación de carácter casi militar se ve muy bien

representada en la idea del para qué de las huelgas. La finalidad

última de éstas no es la mejora de determinadas condiciones de


trabajo o la mejora del sueldo, aunque sin desdeñar estas

consecuencias, sino, fundamentalmente, la preparación por la

práctica de la clase obrera para el momento definitivo. Funcionan

como una especie de ensayo general de la gran revolución que se

originará una vez, y esta situación temporal de la revolución

proletaria como posterior es básica, el capitalismo haya entrado

en crisis.

“ Recomendando a todos los obreros que se fijen en

los hechos por que atraviesan las Sociedades de

resistencia y se preparen ordenadamente para la lucha,


sin hacer mal uso de la resistencia, porque las huelgas

son una espada de dos filos, que hiere a los dos lados

si no se inanejabien, y que antes de lanzarse al campo

cuenten con el dinero y con los hombres necesarios y


con la simpatía de todos los de su ramo, por lo menos

61 Arranz, Luis: « El guesdismo de Pablo Iglesias en los


informes a la Comisión de Reformas Sociales », p. 214,
Estudios de Historia Social, n2 8—9, enero-julio 1979.

307
de la localidad, y a ser posible de la patria entera.

El sistema de resistencia será el que convenga; pero es

preciso prepararse, prescindiendo del entusiasmo de

momento en los talleres, para buscar el fin es decir,

para resolver todos los asuntos que conciernen a la

clase trabajadora en todos los sentidos, por medio de

la fuerza.”62

La huelga es la única arma que poseen [los trabajado

res], por el momento, no sólo para defender su pan y su

independencia de la rapacidad y la tiranía de los patronos,

sino para estrechar más cada día, merced a estas luchas

económicas, los lazos que los unen, y que, ensanchando y


fortaleciendo las Asociaciones y federándolas entre sí,

hacen cada día más inminente la “ batalla futura “ de que

nos habla Marx. Por eso la clase obrera de todos los países

reivindica enérgicamente la libertad de coaligarse, y los


Gobiernos se han visto obligados a ceder, o van cediendo, a

la presión del hecho económico, que en casi todos los

pueblos es ya, a estas horas, un hecho legal.”63

El sindicato es algo así como un centro de reclutamiento que

lo que busca, dentro de su intento de cumplimiento del programa

mínimo marcado por el propio partido, es separar las tendencia

económica, en su sentido socialista, como lo propio del capita

62 Diego Abascal, sesión del 7 de diciembre de 1884. Pág. 82.

63 José Mesa, p. XXVI.

308
lismo e impregnada de política y análisis teóricos sobre su

contenido y futuro derrumbe - su, digamos, esencia - de la

social, que es la que representa el sindicato. Es así paradójico

ver como el sindicato de la UGT carece prácticamente de ideolo

gía, siendo tan sólo un núcleo de reformas y soluciones tempora

les.

Es esta una muestra más de cómo los socialistas españoles

mantienen su influencia social directa, aquello que estaría más

cerca de los trabajadores, lejos de los ámbitos ideológicos y

teóricos propios del partido. Así, siguiendo con el esquema

anteriormente expuesto, lo social no tiene ocupación real dentro

de lo ideológico y tampoco necesita, ya sea en clave de reforma

o en clave revolucionaria, de análisis alguno o reflexión

ideológica concreta.

“El partido Obrero comprende que hay necesidad de

adquirir la posesión del poder político para lograr

eso; y sabe también la clase obrera que para destruir,


no los medios de producción sino la antigua forma en

que se producía, a fin de conseguir que los intereses

contrarios se sometan, es necesario también que el

poder vaya a manos de los trabajadores; que ese poder

les sirva para destruir los obstáculos que se opongan

al establecimiento de una nueva sociedad más perfecta


que la ya existente.

309
Pero mientras esto se consigue, mientras no

llegamos a la completa emancipación de los trabajado

res, como, es preciso vivir al día, el partido socia

lista obrero se ocupa actualmente de mejorar en lo

posible la condiciórrdel trabajador. (...) y respecto

de este particular voy a indicar lo que puede hacer la

Comisión y lo que puede hacer la clase burguesa,

obligada siempre por las fuerzas obreras, cuando se

presentan crisis de trabajo como las que nos aque

ja. 1164

La acción social, la acción directa del proletariado, no

tiene así ninguna importancia política ni ideológica, no se le

concede ninguna trascendencia política al hecho de intervenir

dentro del entramado social. La actividad sindical, entendida

dentro de la relación de compra—venta de trabajo para la mejora

de las condiciones en que se realiza la misma, es así vista como

una acción política, es decir, reformista y, por consiguiente,

sin resultados dentro de las posibilidades revolucionarias. Pero


al tiempo, y en esa línea que progresivamente va a ir caracteri

zando al movimiento obrero, se va a ir convirtiendo en lo más

importante del mismo, al ir conquistando mejoras tanto en las

condiciones de trabajo de la clase obrera como en sus propia

condiciones de vida. Y el hecho de que esa mejora vaya siendo

cada vez más importante y que carezca de cualquier tipo de

explicación, análisis o crítica ideológica producirá que se

64 Pablo Iglesias, sesión del 11 de enero de 1885. Pág. 214.

310
aplique por sí misma y, siendo eso así, que ella misma se

constituya como su propia ideología ausente.

Es decir, en el marco aparente de la no ideologización de la

reforma de las condiciones de trabajo se acabará dando la

paradoja de que dicha reforma acabará ocupando todo el espacio

ideológico de los socialistas, y no sólo de los españoles, hasta

llegar a constituir la ideología básica de la propia socialdemo—

cracia actual.

“Apostamos por una nueva sociedad española. En

ella, el poder estará más repartido, y el Estado más

abierto a los nuevos valores y demandas sociales. La

iniciativa pública y la privada no serán mutuamente

excluyentes, sino que se complementarán para materiali

zar el enorme potencial de prosperidad que-hoy late en

la economía. En la nueva sociedad las instituciones

públicas, apoyadas por las organizaciones sociales

representativas, encauzarán el desarrollo económico

hacia el empleo para todos, organizarán la integración

de todos los grupos y colectivos que corren peligro de

marginación y harán posible un avance sin precedentes

en la calidad de vida para todos.”65

65 ManifiestO del Programa 2000, pág. 49-50. Borrador para


debate. madrid, El Socialista, 1990.

311
CUARTAPARTE:

REVOLUCIÓN YMERCADO
“La concurrencia es el disolvente más activo de la

sociedad burguesa y el arma más poderosa de la revolu

ción social. La sociedad burguesa está en crisis. La

cuestión social se presenta cada vez más amenazadora,

y es inútil andar con paliativos. Es necesario abordar

la cuestión y resolverla, radical y francamente.”1

Una vez analizadas las causas por las cuales el partido

obrero muestra su característico desprecio hacia la política, que

como bien vimos se fundamentaba en la idea que mantenía sobre el

capitalismo, vendría de forma inmediata la cuestión de cómo es

posible entonces, y después de esta negativa a dar importancia a

la actividad política como transformadora de la realidad, que los

socialistas españoles intenten ejercitar, y mantengan igualmente

en su propaganda y en su mismo programa de partido, una opción

que indudablemente se inclina por la acción revolucionaria. Si

ésta, como parece probado, no puede surgir de una acción de masas

que actúe de modo consciente, con una revolución de tinte

popular, ¿cómo aparece y qué es lo que se defiende cuando se

habla de revolución?

Manifiesto-Programa del Partido-Socialista Obrero Español,


5 de octubre de 1879. Pág. 324.

315
Si en el capítulo dedicado a la política del partido obrero

nos hemos vistos obligados, para una correcta interpretación del

caso, a analizar la teoría, implícita, sobre la ideología que

subyace al discurso socialista, un detenido estudio sobre la idea

de la revolución nos va a obligar a: por un lado, tener que

estudiar la idea de la necesidad, ya que la imposibilidad de

cubrir las necesidades denominadas básicas, fisiológicas, por

parte del sistema será la impulsora de los grandes cambios

sociales;- y, por otro, nos hará plantearnos el tema de la

necesaria introducción, con vistas a garantizar el triunfo final

de la revolución, de algo que no sea capitalismo, en un sentido

estricto, pero que esté en contacto con él y gracias al cual el

mismo capitalismo llegue a una crisis que permita el superarlo.

Y este álgo, como ya veremos, deberá ser necesariamente ajeno, y

por encima, de la mera voluntad humana y su posible acción,

eliminada ya en el discurso político.

Igualmente, y por último, deberemos hablar sobre el


fatalismo revolucionario que garantiza que la caída del capita

lismo es una necesidad histórica involucrada en el propio sistema

de producción.

316
UNO:

LA IDEA DE NECESIDAD
Lo primero que llama la atención al tratar el tema de la

revolución es el carácter fatalista que la misma adquiere dentro

del esquema socialista español (con justicia habría que añadir

que igualmente ocurre en los otros socialismos coetáneos2) y cómo

son las mismas condiciones económicas, sustanciales al sistema de

producción, y esto es de importancia extraordinaria y nunca debe

ser olvidado, las que marcan dicha fatalidad.

Lógicamente, frente al desprecio más o menos explícito que

sobre la política han dispuesto los miembros del partido obrero,

yendo con él inmerso la imposibilidad revolucionaria de una

acción de masas consciente, y al verse en la tesitura de situar

en algún punto tangible la necesidad de la clase obrera en hacer

la revolución y, a la vez, garantizar el triunfo de la misma,

deben recurrir en su análisis, precisamente, a un elemento de

matiz económico, es decir: cuantificable.

2 Como ya hemos dicho en la introducción, la mayoría de las


ideas defendidas por los socialistas españoles en sus discursos
y manifiestos lo son igualmente, de hecho es de ahí de donde las
recogen los españoles, por el resto de los partidos socialistas
del continente europeo. Esto es especialmente significativo en lo
referente a la fatalidad de la crisis del captalismo y el triunfo
necesario de la revolución.

319
Este motivo que obligará a los proletarios de todos los

países a lanzarse a la revolución, debe ser algo que a todos

ataña por igual y de forma directa. Surge así la formulación

ideológica de la importancia de la insatisfacción de las

necesidades como palanca futura de una sublevación, solventada

con éxito, del proletariado. Las necesidades fundamentales, y

como tal entendemos, de acuerdo con los socialistas, aquellas que

deben ser cubiertas para poder seguir manteniendo la vida

biológica, resultan, generalmente, satisfechas por la propia

estructura económica capitalista y su Ley Férrea de los Salarios:

a través de dicha ley se garantiza la subsistencia del proleta

riado y de su familia. Sin embargo, en los momentos de crisis del

capitalismo esta satisfacción de las necesidades relativas a la

supervivencia no puede resultar cumplida y se convierte, de esta

forma, en el elemento clave y fundamental de la insurrección

obrera, ya que los proletarios, una vez organizados, se levantan

contra el sistema que los mata de hambre cuando existe, en

realidad, producción suficiente, realizada por ellos mismos, para

que esto no tuviera que ser así.

“Toda clase social necesita, en primer término,

para dominar a otro o a otras clases, garantizarlas,

por lo menos, susubsistenciamaterial en cierto grado:

cuando esto no es posible, su caída es inevitable. Y en

esta situación se encuentra actualmente la burgue

sía. “

Pablo Iglesias, Comentarios. El programa Socialista. Art.


y, Pág. 142. El subrayado es nuestro.

320
Es así la necesidad insatisfecha la que parece garantizar

que la presencia del proletariado en el proceso social se

realizará como un elemento revolucionario. Ahora bien, ¿cómo

queda insatisfecha esta necesidad? ¿Cuál es la causa de la

imposibilidad del sistema capitalista para ser capaz de satisf a

cena?

La respuesta a estas preguntas se halla en la teoría sobre

las crisis. El capitalismo está abocado, de forma necesaria y por

su propia estructura económica, a una serie de crisis cada una de

las cuales tiene peores consecuencias para él mismo que la

ocurrida anteriormente. El esquema que presentan los dirigentes

obreros de la crisis capitalista es el siguiente. Para los

socialistas españoles el capitalismo va a desembocar necesaria

mente en una serie de crisis debido a su propia dinámica

económica: efectivamente, la cada vez mayor producción como

consecuencia, por un lado, de los constantes progresos técnicos

que repercuten en la mecanización de las fábricas, y, por otro,

del cada día mayor contingente de mano de obra que, consiguiente

mente, realiza un mayor número de productos manufacturados y, con

ellos, de mercancías es una constante y una necesidad del propio

sistema de producción. Dicho número de productos, cada día más


numeroso, no encuentran salida, sin embargo, en el mercado debido

a que el trabajador con su miserable sueldo, el jornal de

subsistencia que garantiza la Ley Férrea de los Salarios, es


incapaz de comprar mercancías que no sean de primerísima

necesidad, las estrictamente necesarias para sobrevivir. Es más,

incluso éstas encuentran cada día mayor dificultad de salida en

321
el mercado debido al alza constante de los precios de dichos

productos que en ningún caso va acompañado de un aumento similar

en el precio que el burgués paga por la fuerza de trabajo y que

el proletario reinvierte en cubrir sus necesidades mínimas. Así

las cosas, esas mercanctas producidas no tienen salida en el

mercado, sino que se van acumulando como un “stock” sin

producir, por tanto, beneficio capitalista al burgués. A su vez,

el aumento de estos mismos “stocks” produce una crisis inevitable

que lleva al propio capitalismo, que recordemos que no es más que

el beneficio económico que se produce en la diferencia de cuánto

paga el capitalista o burgués por la fuerza de trabajo del obrero

y por cuánto consigue vender los productos de dicha fuerza en el

lugar de concurrencia de las mercancías, a la bancarrota. Como el

cumplimiento estricto de la Ley Férrea de lbs Salarios es

inevitable para el capitalismo, como ya analizamos, al no poder

el salario de subsistencia mantener el consumo de forma propor

cional a la inmensa creación de mercancías todo el sistema

económico tiene sus días contados.

“Los capitalistas lejos de dominar el movimiento

productivo, son arrastrados por su fatalidad. Los

capitales (...) son verdaderos organismos cuya condi


ción de existencia, como la de todo organismo, es el

movimiento. (...) Y como el movimiento de los organis


mos capitalistas es la producción, so pena de ruina han

de producir, y producir siempre, y producir cada vez

más. La concurrencia espolea a los organismos producto

res haciéndoles marchar siempre al galope. Pero la

322
ampliación de los mercados no sigue esta ampliación

creciente con igual velocidad, y cuando los valores

lanzados por los centros de producción no retornan a

manos del capitalista aumentados y convertidos en

dinero para continuar la producción en progresivo

incremento, entonces sobreviene la crisis.”4

Una vez que esta crisis ha sobrevenido, la máxima pobreza

comienza a cundir entre la población. Lógicamente, los más

desfavorecidos son los integrantes de la clase que menos tiene de

por sí, los proletarios, que nunca han tenido suficiente dinero

para ahorrar. Éstos, llevados por su “instinto de conservación”,

es decir: la necesidad de cubrir su subsistencia y la de sus

familias, se levantarán contra el capitalismo, la revolución es

esntonces un hecho.

“El instinto de conservación de los condenados sin

recursos por el capitalismo a la opresión y a la muerte

se encarga de concluir la demostración de que los

necesarios desarrollos de la realidad no caben dentro

del sistema capitalista.”5

Así pues, debemos observar como lo que cobra importancia

básica en el esquema revolucionario de los socialistas españoles

es la imposibilidad por parte del capitalismo de satisfacer las

Jaime Vera, Pp. XXV-XXVI.

Jaime Vera, pág. XXVII.

323
necesidades primarias de la población: la pobreza, y con ella la

consecuencia de la muerte por inanición, son la palanca que mueve

y determina la revolución socialista. Este hecho, relacionado con

la propia insatisfacción de las necesidades primarias que

acontece en el proletariado, nos lleva, sin embargo, a observar

como en ningún momento se cuenta o analiza nada sobre las mal

llamadas “necesidades superiores”: aquellas que no hacen

referencia a la vida biológica, la subsistencia material en

palabras socialistas. Por ello, se puede decir que resultan de

aquí dos características, al menos, que son fundamentales para

nosotros en el estudio que realizamos.

Por un lado, se acepta, implícitamente al menos pues de

nuevo nos encontramos ante la ausencia de un análisis filosófico,

o si se prefiere más profundo de la cuestión, cierta división de

las necesidades, ya que se admite la existencia de unas que por

su importancia marcan los designios de la historia frente a otras

de las que ni tan siquiera se habla; por otro, y es algo no menos

importante que el punto anterior, se sitúa la clave de la futura

revolución proletaria en el hecho de la absoluta incapacidad

capitalista, y esencial al propio sistema, para superar el mínimo

de subsistencia necesario.

Se produce de esta manera, muy a pesar de ese espíritu

positivo característico del socialismo, una ontologización del

sistema económico concreto e histórico, ya que se sitúa en una

escala similar, un esquema histórico que se repite de forma

incansable a lo largo del desarrollo de la propia historia, al de

324
todos los cambios y sistemas habidos, fuera cual fuera su

estructura económica y sus condiciones sociales.

“Lo que ha demolido, lo que siempre ha deshecho y

sepultado los organismos sociales caducos, facilitando

la aparición y el desarrollo de otros organismos, ha

sido la necesidad, esa poderosa fuerza que no conoce

dique alguno capaz de contenerla.

Ella fue la que redujo a la nada la esclavitud;

ella la que puso término a la servidumbre; ella es la

que hoy ordena, la que exige imperiosamente que el

asalariado, última forma de la sumisión de unos seres


a otros, deje de existir, desaparezca.”6

La primera de todas las relaciones a estudiar aquí es la de

esa idea de una necesidad aceptada en el análisis como primaria


y fundamental frente a otras necesidades de corte secundario, u

otras necesidades, con un juego de palabras que en absoluto

frivoliza la cuestión, no tan necesarias. Precisamente, y como

era fácil de prever, esta jerarquía de las necesidades pasa por

situar en primer lugar aquellas que guardan relación con un

carácter estrictamente relacionado con la supervivencia a nivel

fisiológico, entendiendo a su vez que dichas necesidades,

abstraídas de cualquier relación de tipo social, existen por sí

6 Pablo Iglesias, Comentarios. El programa Socialista. Art.


y, Pág. 142.

325
mismas, son por sí mismas, y no como producto de dichas relacio

nes sociales previas.

“ La guerra no puede desaparecer todavía y no

desaparecerá hasta el momento en que desaparezca la

clase burguesa, hasta el día en que no haya más que una

clase. ¿Es posible que esto ocurra? Los datos que se

nos presentan lo confirman, pues encontramos a la clase

dominante cada vez con una capacidad inferior y con

menos elementos para salvar los obstáculos que le crea

la clase dominada. Los que dominan pueden existir en

tanto satisfacen lasprimerasnecesidadesdelos

dominados: cuando no pueden hacer esto, tienen forzosa

mente que sucumbir”7

Así, esa incapacidad de la clase burguesa de satisfacer las

necesidades mínimas conducirá al estado social necesario y previo


para lograr una conmoción social que derribe al régimen de

producción capitalista. Creemos que no hace falta mucha perspica

cia, por consiguiente, para relacionar dicha idea con el

desprecio real, en el sentido de no tenerlo ni en cuenta, que se

siente entre las filas socialistas por todo aquello que tenga que

ver, ya sea directa o indirectamente, con la ideología y el


pensamiento necesario para ayudar a dicha revolución. Ésta

adquiere así, pero por una necesidad de la teoría que la trae

como consecuencia, la característica de un automatismo, el

Pablo Iglesias, sesión del 11 de enero de 1885. Pág. 213.


El subrayado es nuestro.

326
llamado fatalismo revolucionario, que hace innecesaria la

conciencia de clase.

Efectivamente, las ideas sociales, los pensamientos, el

espíritu o, diciéndolo de modo preciso, la conciencia de clase,

no tienen prácticamente ninguna importancia enfrentadas ante el

proceso “real” de absoluta depauperación al cual se ve sometido

necesariamente el proletariado. Las necesidades apremiantes de lo

que presuntamente es estrictamente material8, aunque aquí

analizaremos que dicha realidad acabará produciendo su máxima

abstracción, aparece eclipsando a cualquier realidad ajena a esta

pretendida inmediatez. La jerarquización de las necesidades,

atendiendo a su grado de proximidad con lo “vital” y situando por

ello en primer término todas aquellas que tengan que ver con la

satisfacción fisiológica, es en el fondo, y es ese su contenido

ideológico, una teorización que tiene su origen en la relación

8 Por supuesto, no se trata aquí de negar la materialidad ni


de las denominadas necesidades primarias ni de las secundarias.
De lo que se trata, y opinamos que es ahí donde se halla la
cuestión de fondo, es de señalar cómo la negativa a socializar
las propias necesidades primarias, es decir a sacarlas de la inera
abstracción de la fisiología y llevarlas al terreno de lo
concreto, va a producir una ontologización de esas mismas
necesidades caracterizándolas como aquello que marcará, con el
discurso socialdemócrata posterior, eso que se ha dado en llamar
el Estado del Bienestar. Efectivamente, es en este tipo de
sociedad administrada donde se observa claramente como el
discurso socialista acabará defendiendo la idea de que la
satisfacción de una serie de necesidades básicas, incluyendo ya
aquí el dominio de la satisfacción de las necesidades superiores,
por parte de un estado garantiza la legitimidad del mismo y de la
sociedad que lo lleva a cabo: la respuesta ante la verdad o
falsedad de la situación, la libertad de los hombres realizada o
no, se acabará convirtiendo en un ejercicio de cuentas.

327
que previamente se ha establecido por parte de los mismos
socialistas entre la propia estructura capitalista y los seres

humanos.

Efectivamente, recordemos, permitiéndonos fatigar al lector

y si aún hace falta, que el sistema capitalista es asimilado como

la relación que se establece en la compra—venta de trabajo, es

decir, la relación económica es la producción de la vida, o dicho

de otro modo, la producción de la vida es de forma exclusiva la

relación económica. Está claro, por consiguiente, que el

principio fundamental de la satisfacción de la necesidad no sólo

de cada uno de los seres humanos individualizados sino también

del sistema social de producción en el que se desarrollan es el

hecho económico. Consiguientemente a esto, lo que los socialistas

acaban así aceptando, aún a su pesar en esta época, es que la

División Social del Trabajo implica al propio hombre en cuanto a


su totalidad como ser humano, permitiendo diferenciar entre la

parte productora para la satisfacción de las necesidades y la

ociosa, aunque todavía sin usar ese lenguaje, en la que se

debería disfrutar el beneficio que esa parte productora deja en

forma de salario9. Todavía es más, implican esa parte productora

dentro del más puro esquema capitalista, al negarle cualquier

elemento que pudiera aparecer alejado de la mera reproducción de

las condiciones materiales del mismo capitalismo y convirtiéndo—

lo, como analizaremos inmediatamente, en gasto fijo constante y

De hecho, esta aceptación implícita de la división vital


-----realizada
por el capitalismo avanzado, trabajo y ocio, cuenta de
forma primordial en la actualidad para todos los partidos
políticos del espectro de la llamada izquierda.
328
su plusvalía en mero ejercicio económico de beneficio empresa

rial.

Con esto, los socialistas españoles se sitúan al nivel

ideológico de la distinción falsa entre lo realmente importante

(las necesidades fisiológicas) y lo accesorio (todo lo demás)’°.

Incluso sitúan tanto las necesidades como la producción de sus

propias satisfacciones dentro de un esquema ajeno a la sociedad

y su pensamiento. Y es aquí donde se produce la abstracción

básica de las necesidades sociales ya que se sitúa a éstas en un

plano individual perteneciente y limitado a la existencia

concreta de un obrero en lugar de relacionarlo con un contexto

social determinado.

Todas las necesidades fisiológicas son tomadas como

auténticas en sí mismas”, ontologizando el momento actual y

situándolo fuera de toda realidad histórica concreta. No se trata

de que nosotros mantegamos que la necesidad fisiológica sea falsa

o tenga un menor rango que la llamada espiritual sino que, según

Este hecho sí será cambiado en el discurso posterior. Al


estar garantizado por el propio sistema la subsistencia material,
de nuevo lo empleamos aquí en términos socialistas, lo fundamen
tal pasará a ser la parte del ocio, estableciendo distinciones
con la “derecha” sobre las formas a adoptar por la barbarie: si
Julio Iglesias o Ramoncín.

“ Este hecho, llevado a su máximo extremo, se encuentra


desarrollado en la sociedad administrada. Efectivamente, en ella
se encuentra la verdad de cualquier necesidad de acuerdo a un
discurso tecnocrático que oculta que la demanda ha sido previa
mente producida.

329
el esquema que estamos criticando, la necesidad fisiológica

carece de historia, de elementos que la hagan distinta entre una

época y otra. De esta manera, al tiempo que se ontologiza la

propia época histórica al ponerla en igualdad de condiciones con

cualquier otra ya acaecida, se realiza una universalización de la

incapacidad del sistema productivo concreto para satisfacer la

necesidad propia: todos los sistemas sociales, y todas las

revoluciones que dieron al traste con ellos, se produjeron por un

idéntico motivo.

Con estos antecedentes, resulta fácil de entender que todo

el esquema revolucionario quede, de forma no histórica, reducido

a un pueblo hambriento o a un segmento de la población que,

siendo numeroso, es incapaz de alimentarse y cubrir sus necesida

des básicas y que por ello se vea impelido a la realización de

una acción revolucionaria: es un esquema histórico que se ha

repetido, y siempre con éxito, hasta ahora y parece condenado a

volver a repetirse de nuevo, también con éxito.

Pero no se crea que la teoría revolucionaria aparece ad hoc.

La idea socialista de diferenciar las necesidades básicas de

aquellas otras que no son fundamentales repite el esquema que

hasta ahora hemos visto en su relación entre el sistema producti

vo y la propia sociedad: el primero, el sistema de producción, es

una estructura puramente económica, carente de cualquier hecho

ajeno a la propia economía; la otra, la sociedad en que dicho

sistema se desarrolla, es una realidad situada en segundo plano,


ajena a toda relación directa con lo económico (excepto siempre

330
en el papel de clases sociales), desde la cual resulta imposible

toda influencia que pudiera ejercerse hacia la estructura

económica. Paralelamente a esto, y siendo fieles a sí mismos, las

necesidades relacionadas con lo fisiológico, que es asimilado

como lo auténticamente económico, cobran una especial, y

trascendental, importancia frente a aquellas otras que carecerían

de dicho valor.

Para presentarlo con un esquema concluyente, que creemos

reproduce fielmente el pensamiento socialista, podríamos decir

que el Capitalismo, hecho puramente económico, tiene su corres

pondencia social, como cualquier otro sistema económico, con el

hecho de la necesidad de cubrir ciertas carencias (ropa,

vivienda, comida, ...) implícitas en el ser humano. Estas

carencias, continúan analizando los socialistas, y es ahí donde

se equivocan, son abstractas en tanto en cuanto su necesidad es


siempre la misma, sin tener en cuenta que no es la misma

necesidad la de una choza que la que se cubre con un piso (o para

decirlo con Marx, no es el mismo hambre el que se satisface con

las manos que con cuchillo y tenedor).

“El objeto no es un objeto en general, sino un objeto

determinado, que se debe consumir de un modo determinado,

tal como indica previamente la producción. El hambre es

hambre, pero el hambre que se satisface con la carne cocida

y comida con cuchillo y tenedor es distinta a la que traga

carne cruda sirviéndose de manos, uñas y dientes. Así pues,

la producción produce no sólo el objeto de consumo, sino

331
también el modo de consumir, y no sólo de una manera

objetiva sino también subjetiva. De suerte que la producción

crea al consumidor.

3) la producción no sólo proporciona el material para

satisfacer una necesidad, sino también proporciona una

necesidad al material. Cuando el consumo se desembaraza de

su grosería natural primitiva y pierde su carácter inmedia


to— y el hecho de permanecer largamente en aquel estado

sería por sí solo el resultado de una producción inmoviliza

da en la fase de la grosería natural —, él mismo está

mediatizado en tanto que instinto por el objeto. La necesi

dad que experimenta de un objeto ha sido creada por la

percepción de este último. El objeto de arte —como cualquier

otro producto— crea a un público apto para comprender el

arte y admirar la belleza. La producción no produce, pues,

solamente un objeto para el sujeto, sino también un sujeto

para el objeto.”2

Para los socialistas, sin embargo, esto no es así. Las

necesidades se convierten en realidades ontológicas, ajenas al

hecho histórico. La imposibilidad de cubrir estas necesidades

siempre presentes, ya que ellas mismas y su no cumplimiento son

algo implícito en el capitalismo, garantiza la existencia de la

revolución proletaria.

12 Karl Marx, Contribución a la crítica de la economía


política. Introducción. Ed. Progreso, Moscú, 1989. Pág. 187-188.

332
¿Pero, de dónde surge esa imposibilidad del capitalismo para

lograr superar los estrechos límites sociales y económicos en los

que habita el proletariado y ser imposible que desde él la clase

obrera satisfaga sus necesidades? Uno de ellos, y el más

importante a nivel de-cada uno de los individuos, es, como ya

conocemos, la Ley Férrea de los Salarios. Efectivamente, el hecho

de que el Capitalismo sólo pueda llegar a pagar el mínimo

imprescindible para la supervivencia de la fuerza de trabajo y su

reproducción, implica que el proletariado apenas consigue

únicamente lo indispensable para vivir. Y todo esto únicamente en

el caso poco probable de que mantenga su trabajo durante el

periodo de tiempo suficiente. Incluso aún siendo así, es decir:

no pasando a engrosar la ya de por sí cargada lista del ejército

industrial de reserva, el proletariado cada día tiene mayor

dificultad en mantener su exiguo nivel de vida, es decir: en


mantenerse dentro de los estrechos márgenes de la subsistencia.

La pauperación cada vez más creciente entre la clase industrial

va proyectando siempre, según el esquema socialista, su sombra

por un cada día más numeroso contingente de obreros que se ven

desprovistos de sustento.

“ El salario falta con harta frecuencia, y de

aquí que el proletario se encuentre siempre a las

puertas de la miseria! La disminución personal de la

burguesía y el aumento de su poder y su riqueza está en

333
razón directa del aumento del proletariado y de la

disminución de sus medios de existencia.”3

La integrantes de la clase obrera pierden con la ausencia de

un salario todo lo que tenían, incluso la ineray simple capacidad

de subsistencia propia y de sus familias, y se encuentran, de

pronto y sólo por este hecho, y sin tener una conciencia para

ello, con una capacidad revolucionaria, y con un deseo equivalen

te a una conciencia de llevarla a cabo, amparada por la pobreza

hasta entonces desconocida. Aparecen, bajo estas circunstancias

extremas, por fin dispuestos y concienciados a realizar una

revolución.

“Prefiero demostraros que estas luchas no son

locales ni nacionales, sino que revisten un carácter

general y van en pos, digámoslo así, de una fatalidad

económica que persigue a los obreros, dependientes de

las clases capitalistas. En las diversas nacionalidades

en que el mundo está dividido, la cuestión va tomando

un carácter de mayor gravedad, conforme el desarrollo

de la industria es mayor, conforme la defensa de los

obreros va siendo más fuerte, conforme se va circuns

cribiendo a un círculo más estrecho,yvanhaciéndose.

‘3 Manifiesto-Programa del Partido Socialista Obrero Español.


5 de octubre de 1879, pág. 323.
334
portanto,suvidamáspesadaymásdifícildesopor

tar. “‘4

Se da así, como enlazando con esa misma idea, la circunstan

cia de que incluso el en sí y el para sí de la clase proletaria,

de su conciencia obrera, se produce merced a un proceso absoluta

mente limitado a la realidad económica y alejado, de acuerdo a la

dicotomía socialista, de los elementos ideológicos que, precisa

mente, deberían estimular dicho proceso.

“Es decir, que a más de que los medios que se

recomiendan a los trabajadores no les sirven para

mejorar el estado social en que se hallan, resulta

perfectamente probado que la anarquía de la producción,

en la cual ellos no tienen parte, engendra un antago


nismo cada vez mayor, una miseria más grande para los

trabajadores.

14García Quejido, sesión del 20 de octubre de 1884. fág. 26.


El subrayado es nuestro.

‘ Pablo Iglesias, sesión del 11 de enero de 1885. Pág. 212.

Al hablar de anarquía de la producción se refiere a la


creación de mercancías que no tienen salida al mercado debido a
la escasez del consumo y generarán una crisis. Es también de
señalar como en este texto se une la idea de un antagonismo de
clase cada vez más acentuado, y por ello cada vez con más
posibilidades de pasar a la conciencia, con la idea de la
pauperación obrera.
335
Se limita de esta forma el esquema hacia lo estricta y

falsamente económico. La revolución proletaria se da porque de

hecho en la ontologización de la realidad entra que efectivamente

se dé de forma fatal, siguiendo el esquema de todas las revolu

ciones precedentes. Un esquema histórico, mejor sería decir

ontológico, de la revolución que paradójicamente es previo a la

propia historia y a las características concretas de un tiempo

determinado y que se repite infatigable y siempre igual a lo

largo del tiempo.

Surge, de esta manera y por todo lo anterior, la ontologiza—

ción del proceso revolucionario, que se perfila de acuerdo a un

esquema que, aparentemente, se ha ido repitiendo a lo largo de la

historia. Del mismo modo que, como ya hemos analizado, se

ontologizaba la figura del proletariado industrial al situarlo en

una línea de continuidad no sólo moral, sino histórica con todas

las clases explotadas con anterioridad, se sitúa ahora el modelo

revolucionario como falsilla sobre la cual escribir el esquema de

lo que debe ocurrir. Es una ontología de la historia la que se

produce que en realidad esconde la creencia cierta en una especie

de historia ya escrita y cíclica, un destino manifiesto, que se

repite incansable a lo largo del tiempo.

“La despreocupación por el materialismo histórico

como medio de conocimiento de la formación social


española se ve compensada por una confianza en la

validez de las leyes históricas que aquel proclama

{sic], reducidas en último término a la inexorabilidad

336
de la victoria del proletariado revolucionario y la

supresión consiguiente de la sociedad burguesa. Es una

legalidad de tipo ideal que determina el desarrollo de

las sociedades y que en último término costriñe el

papel de la lucha de clases a una manifestación,

inevitable pero externa, de su despliegue en el tiempo.

Incluso puede decirse que la toma de conciencia y las

posiciones concretas de las clases resultan irrelevan

tes de cara a su destino prefijado. De ahí que, de

acuerdo con la alternativa adecuación/inadecuación al

curso de la historia, las situaciones respectivas de

burguesía y proletariado respondan a unos criterios

filosóficos, no históricos, de error y verdad respecti

vamente. En la misma medida que la clase obrera

revolucionaria —incorporada por el partido obrero

sólidamente organizado— acierta en su estrategia de

lucha, incluso en sus aspectos formalmente más conser

vadores, todo acto de la burguesía conduce a su propia

pérdida. La posición de la clase dominante se halla

predeterminada y la imposibilidad de comprender el

antagonismo de intereses en que se apoya su poder y su

inevitable fin la hacen adoptar continuamente posturas


incoherentes, represivas; en una palabra, erróneas. la

buena conciencia obrera posee ya un sólido fundamento:


éxitos y reveses no son sino manifestaciones de sus

avance hacia la emancipación conciencia de justicia y

conciencia de verdad obreras que se oponen a la


“ceguera” que aún en sus momentos de aparente afirma—

337
ción caracteriza a una burguesía incapaz de asumir su

irremediable desaparición” •16

Toda la teoría socialista en cuanto a la particularidad

capitalista de la lucha de clases se desmorona así como realidad

histórica, como el análisis concreto de una situación, pues lo

que acaba siendo verdaderamente importante es que la sociedad se

adapte al modelo de progreso establecido como tal desde instan

cias superiores a dicha realidad.

“Los capitalistas lejos de dominar el movimiento

productivo son arrastrados por su fatalidad.

El instinto de conservación de los condenados sin

recursos por el capitalismo a la opresión y a la muerte

se encarga de concluir la demostración de que los

necesarios desarrollos de la realidad no caben dentro

del sistema capitalista, que no es un estado natural de

relaciones sociales, sino una utopía triunfante, pero

que pasará como pasaron otras concepciones sociales,

religiosas y políticas que se creyeron perdurables.”7

Pero es que, y está aquí precisamente lo más grave de todo

este problema, dicho esquema no hace sino reproducir fielmente el

16 ELORZA, Antonio; RALLE, Michel, La formación del P.S.O.E..


Pág. 324.

Jaime Vera, pág. XXVII-XXVIII.

338
esquema práctico del propio Capitalismo que, esa es su preten

sión, pretender destronar.

Efectivamente, la reducción que el sistema productivo

realiza de los proletarios convirtiéndolos en meros instrumentos

de trabajo y apéndices de las máquinas, tiene su correspondencia

en la idea socialista de unos obreros sólo sujetos al gasto de lo

que podríamos denominar como Capital Constante.

teEl hombre se servía del útil; hoy sirve a la

máquina. Los hombres productivos formaban otros tantos

miembros de un mecanismo viviente; en la fábrica son

agregados de un mecanismo muerto que existe con

independencia de ellos. El trabajo muerto reemplaza,

domina y absorbe el trabajo vivo. La función social de

la producción, de función casi orgánica del hombre,

tiende a convertirse cada vez más en función puramente

automática.

(...)

De aquí la agravación notable de la lucha entre

capitalistas y obreros desde la revolución industrial

por el maquinismo; de aquí la guerra eterna y tremenda

del trabajador contra la máquina (...) que le reemplaza

en la obra de la producción, desvalorando su fuerza de

trabajo y convirtiéndola en un elemento social inú

til.

18 Jaime Vera, pág. XXI-XXII.

339
Ciertamente, la permanencia en la ideología socialista de

las ideas relativas a la necesidad como motivo de revolución, se

aplican a la categoría humana del proletariado como realidad fija

económica, vinculada al hecho del cumplimiento estricto y fatal

de la Ley Férrea de los Salarios, que viene marcada por la propia

carestía media de la supervivencia. Manteniendo estrictamente el

esquema revolucionario de los propios socialistas, el proletaria—

A este respecto es también interesante observar como este


sentimiento de odio hacia la mecanización de la industria,
patente también en el aprecio hacia el taller en detrimento de la
fábrica, no se halla, sin embargo, presente en Marx. Escribe
éste:

Es un hecho indudable de que la maquinaria en sí


no es responsable de que a los obreros se les ttseparell
de sus medios de vida.(...) Los antagonismos y las
contradicciones inseparables del empleo capitalista no
brotan de la maquinaria misma, sino de su empleo
capitalista. Y puesto que la maquinaria, de por sí,
acorta el tiempo de trabajo, mientras que empleada por
el capitalista la alarga; puesto que de suyo facilita
el trabajo, mientras que aplicada al servicio del
capitalista refuerza más todavía su intensidad; puesto
que de por sí representa un triunfo del hombre sobre
las fuerzas de la naturaleza, pero, al ser empleada por
el capitalista hace que el hombre sea sojuzgado por las
fuerzas naturales; puesto que por sí incrementa la
riqueza del productor, pero dado su empleo capitalista,
lo empobrece, etc, etc.”

Karl Marx, El Capital . Pp. 366-367.

En Marx, la maquinaria es un medio de ayuda en la produc


ción, pero no es hoinologableal trabajo humano. Sin embargo, y en
esto son otra vez muy similares a los movimientos obreros del
resto de Europa, los socialistas españoles protestan por la
pérdida de la condiciones de trabajo preindustriales, a dif eren
--cia de Marx, lo cual les lleva a criticar la mecanización en
abstracto y añorar la época en que el trabajo manual, identifica
do con un abstracto trabajo humano, era el fundamental.

340
do seguirá siendo una fuerza no revolucionaria si se le puede

garantizar un fijo con el que debe contar ya el empresario en su

lista de gastos para al final llegar al beneficio’9.

Si el proletariado para el esquema marxista es capital

variable porque produce valor, y de esa capacidad de generar más

que la mera reproducción de sus fuerza de trabajo partirá la

praxis revolucionaria, para los socialistas puede degenerar en un

gasto constante, en el sentido no de que deje de producir valor,

sino que carezca de praxis revolucionaria, si es posible pagar

una parte fija que les permita acudir al mercado como comprado

res. Para Marx la praxis no tiene precio, y por eso resulta la

injusticia del sistema asalariado; para los socialistas españoles

no puede pagarse su precio justo por problemas estructurales del

Capitalismo. Para el PSOE aparecerá entonces como evidente,

debido a la imposibilidad de realizar este proceso de convertir

el gasto del proletariado en fijo y garantizar, a través de él,

un poder adquisitivo alto, que las sucesivas crisis que van

arremetiendo al capitalismo acabarán en una de consumo, de

imposibilidad de satisfacer por parte empresarial ese mismo

capital necesario para garantizar tanto la supervivencia de la

mano de obra necesaria a nivel productivo como la propia paz

social.

En realidad, y como ya sabemos, la revolución se producirá


precisamente, porque el beneficio capitalista debe salir de pagar
exclusivamente a los obreros un salario de subsistencia, cada día
más menguado, y de la imposibilidad de aumentarlo. Con ello, el
capitalismo castiga su propio beneficio al no permitir la salida
de nuevas mercancías al mercado.

341
La Ley Férrea de los Salarios y la imposibilidad que ella

misma implica de llevar a cabo una reforma o su misma supresión

podrían ser presentados como los elementos capitalistas que, en

su contradicción con el propio sistema que precisa de salida para

las mercancías, marcaría el elemento dialéctico del capitalismo:

pero en realidad no pasa de ser una contradicción meramente

teórica. Se podría argumentar que las nefastas condiciones para

la economía personal son condición indispensable para la

revolución20, pero la reducción de toda acción humana a la misma

no hace sino presentar dicha realidad revolucionaria como una

tarea si acaso del destino, pero nunca de los hombres. La

actividad transformadora de los seres humanos, reducida teórica

mente ya a capital no sólo en la fábrica sino también en el

20 En cierto sentido, no creemos que esté excesivamente clara


la relación que existe en Marx entre condiciones de vida y
actividad revolucionaria. En unas ocasiones parece que se asimila
que si no existieran pésimas condiciones de vida, la conciencia
revolucionaria no se llevaría a cabo. En otras, al contrario,
parece que esto no tiene que ver con la propia conciencia.Sin
embargo, y esto consideramos que sí queda claro, nos parece
evidente que Marx no mantiene que el Capitalismo sea injusto
porque cree malas condiciones de vida o pague bajos sueldos, sino
porque sitúa la actividad humana en un orden irracional.

“El propio obrero produce constantemente la


riqueza objetiva como capital, como una potencia
extraña a él, que le domina y le explota, y el capita
lista produce, no menos constantemente, la fuerza de
trabajo como fuente subjetiva de riqueza, separada de
sus mismos medios de realización y materialización,
como fuente abstracta que radica en la mera corporeidad
del obrero, para decirlo brevemente, el obrero como
obrero asalariado”.

Karl Marx, El Capital. Volumen 1 .Pág. 480.

342
propio pensamiento socialista, queda así aniquilada a nivel

revolucionario.

La pretensión capitalista de anular la praxis y convertirla

en mero beneficio económico a través del trabajo asalariado,

cobra sentido teórico al situar los socialistas un precio justo

para la misma que al no darse desencadenará todo el proceso de

revolución social. Aquello que, en la teoría marxista, no puede

ser pagado por el hecho mismo de que produce valor se transforma

en aquello que debería ser mejor pagado: la objetivización del

trabajo humano. Los obreros pasan así a formar parte de la

infraestructura de la fábrica, no ya sólo a nivel fáctico, en

cuanto a que eso son en la estructura capitalista, sino incluso

a nivel teórico que, además, pretende ser revolucionario21. La

plusvalía y la injusticia de la misma viene dada por el pago que

de ella se realiza y no por el hecho en sí de que su finalidad no

sea la de humanizar un mundo inhumano. Si un capital constante se

identifica por ser asuinible en el coste, y justo pues sólo

reproduce, el trabajo proletario acabará siéndolo en el propio

reformismo que el Partido Socialista defenderá con el trascurrir

del tiempo y la mejora de las condiciones de vida en el sistema

capitalista.

21 De hecho, esa y no otra es la lectura que debe hacerse de


la separación efectuada por la sociedad industrial avanzada entre
la vida laboral y la del ocio, situando en esta última ideológi
camente la verdad de la existencia y su sentido. No hace sino
demostrar el triunfo teórico implícito de la conversión del
trabajo humano en una especie de capital constante y por tanto
reducible a ser justamente reintegrado el importe efectuado en su
gasto, dejando el resto de las actividades humanas como lo
auténtico de la personalidad.
343
Toda pretensión de que la acción revolucionaria alcance
categoría objetiva, es decir: que pueda ser capaz de transformar

el objeto, hacer Praxis, es abandonada en aras de la propia

objetividad constituida definitivamente por los objetos ya

presentes y exclusivamente por ellos. De ahí, como consecuencia,

que sea el objeto, en cuanto a su ausencia, eso sí, el que marque

la revolución. Lo importante aquí es cómo los objetos se sitúan

por encima de lo humano, gobernando su destino. Incluso, se puede

percibir cómo en aquellas realidades que puedan tener que ver o

ser calificadas como necesidades Itobjetivasfl,


por ser necesidades

cuya satisfacción se basa en objetos concretos, se da el curioso

elemento de la asimilación de los caracteres más totalitarios del

propio sistema: la conversión de los seres humanos en máquinas al

convertir en necesidad básica aquella que garantiza el abasteci

miento del productor, el combustible para continuar produciendo.

El positivismo que corresponde con esta teoría, enlazado con la

idea del ser y no del deber ser, como muy bien dice incansable

Vera, viene dado precisamente por la negativa a admitir la

dialéctica: la idea de que la realidad del mundo es la propia


escisión del mismo, su contradicción y su falsa verdad. Frente a

esto, que los objetos son sólo lo que son no implica sino una

apoteosis de la realidad en cuanto a que la realidad es sólo, y

nada más y nada menos que eso, ya ser.

Las necesidades personales son así asimilables, en su nivel


de gastos, aunque no en su nivel productivo, a un capital

constante en el sentido de que se convierten en necesidades

determinadas con gastos perfectamente deducibles y, por todo

344
ello, absolutamente predecibles por el sistema. Lo revolucionario

queda supeditado a lo descontable por el sistema de su propio

beneficio capitalista: si la suma del gasto necesario para

comprar el trabajo, como se puede hacer con las máquinas pero no

con los seres humanos según Marx22, es asimilable en una ejerci—

22 El concepto de plusvalía en Marx haría referencia no tanto


al dinero que no se paga al trabajador como al hecho de que su
mismo trabajo no refiere a la humanización del mundo sino a la
reproducción dada del objeto que precisamente impide que la
praxis se libere: el propio capitalismo.

“La producción capitalista no es ya producción de


mercancías, sino que es, sustancialmente, producción de
plusvalía. El obrero no produce para sí mismo, sino para el
capital. Por eso, ahora, no basta con que produzca en
términos generales, sino que ha de producir concretamente
plusvalía. Dentro del capitalismo, sólo es productivo el
obrero que produce plusvalía para el capitalista o que
trabaja por hacer rentable el capital. Si se nos permite
poner un ejemplo ajeno a la órbita de la producción mate
rial, diremos que un maestro de escuela es óbrero productivo
si, además de moldear las cabezas de los niños, moldea su
propio trabajo para enriquecer al patrono. El hecho de que
éste invierta su capital en una fábrica de enseñanza en vez
de invertirlo en una fábrica de salchichas, no altera en lo
más mínimo los términos del problema. Por tanto, el concepto
de trabajo productivo no entraña simplemente una relación
entre la actividad y el efecto útil de ésta, entre el obrero
y el producto de su trabajo, sino que lleva además implícita
una relación específicamente social e históricamente dada de
producción, que convierte al obrero en instrumento directo
de valorización del capital. Por eso el ser obrero producti
vo no es precisamente una dicha, sino una desgracia.”

Karl Marx, El Capital. Volumen 1, págs. 425—426.

[Para Marx) la cualidad de preservar valor a


través de la creación de un nuevo valor es, por decirlo
así “un don natural” de la fuerza de trabajo, “que no
cuesta nada al trabajador pero que resulta muy ventajo
so para el capitalista” Esta propiedad que posee el
345
cio de cuentas, la revolución carece absolutamente de sentido y

necesidad.

La cantidad reseñable, es decir la necesaria para cumplir,

incluso con creces tal y como ocurrirá con el capitalismo de

mercado posterior, con las necesidades “primarias”, no pasa pues

de algo a descontar a principio del ejercicio económico, pero que

en ningún caso consigue llegar a más. No es distinto a este mismo

ejercicio, sino sólo un gasto del mismo.

Sin embargo, los socialistas españoles creen ver en este

punto, y de ahí su importancia, una pretensión revolucionaria, a

saber: que la necesaria incapacidad del sistema en proveer de

víveres a las muchedumbres garantizará la indignación popular y

con ello el levantamiento de la clase obrera. Pero esta preten

Sión no procede de una contradicción al sistema sino que viene

dada por el propio mecanicismo qúe se aplica en el pensamiento

positivista. Es un esquema tan simple, tan sumamente inflexible

que, si acaso fuera cierto, el fatal desenlace revolucionario, en

las acepciones posibles del término, estaría plenamente garanti

zado.

trabajo abstracto universal y que se oculta tras sus


formas concretas, pese a constituir la única fuente de
valor nuevo, no tiene en sí misma un valor propio. Por
consiguiente, el contrato de trabajo implica necesaria
mente una explotación.”

Herbert Narcuse, Razón y Revolución. Pág. 301.

346
La esquematización de la estructura capitalista permite

prever sin margen de error que la situación económica del sistema

garantizará la pauperación creciente del proletariado y con ella,

como un producto añadido, fatal y desencadenante del gran

cataclismo, surgirá la imposibilidad de llevar adelante por parte

del sector más débil de la sociedad, el proletariado, la

satisfacción de las necesidades más elementales obligando al

cambio de ese mismo sistema inútil por otro más eficaz a través

de la revolución.

Algo he indicado ya de esto. El industrial y

toda la clase media productora no responden a un fin

social: no vienen a producir con arreglo y con sujeción

a las necesidades de la sociedad, sino que cada

industrial se preocupa únicamente de su exclusivo

interés. De lo que cada uno trata es de llegar el

primero al mercado, no de producir de una manera

científica y razonada (...) ¿ qué resulta? Que no

habiendo cálculo en la producción ni en la oferta, el

mercado se obstruye, la producción no tiene salida,

porque hay un exceso de producción relativo. Digo

relativo, porque este exceso de producción no resulta

comparado con las necesidades naturales de los obreros,

sino con las que únicamente les permite hoy satisfacer


la sociedad burguesa, que tiene en su poder el capital

social. Ese exceso de producción llena el mercado, y

estando el mercado lleno de productos, se mueren los

obreros por falta de trabajo y por falta de recursos.

347
Pero aquí no sufren solamente los trabajadores, sino la

misma clase dominante.

(...)

Esta es la consecuencia de la crisis respecto de

los trabajadores y respecto de la clase que domina; y

aquí tenéis otro hecho que prueba que los intereses de

ambas clases no son armónicos, sino contrarios

Ese es otro de los resultados de la crisis, y no

hay manera de evitarlo, porque después de una crisis

viene otra (...) Agregad a esto que la clase media es

la única que puede contar con esos grandes elementos de

trabajo, y que no produce de una manera científica y

proporcionada, sino con toda la anarquía que es propia

de las doctrinas individualistas.”23

Sin embargo, esto solo, estas masas encrespadas, no son sino

el acompañamiento de los positivo y real, de lo verdaderamente

objetivo: el derrumbe económico del propio objeto capitalista por


su misma constitución. Éste firma su condena en realidad por sí

mismo y no a través de la acción de las masas, ya que éstas

actúan de un modo inmediato y automático ante la crisis última

del propio sistema. Así, en su proceso todopoderoso, el capita—

lismo ha logrado la misma cosificación del proletariado convir—


tiéndole en un objeto que responde, como en la mecánica clásica,

ciegamente a la relación de causa— efecto que le obliga su

Pablo Iglesias, sesión del 11 de enero de 1885. Pp. 209—


210.

348
entorno y las leyes del mismo. Ante la situación de caos que

presumniblemente se desencadenará en el capitalismo, el proleta—

nado, ya organizado y disciplinado en el partido, atacará.

349
DOS:

EL TRASCENDENTE: EL PROCESO DE CRISIS EN EL CAPITALISMO


Hasta ahora siempre hemos estado tratando el tema de los

socialistas españoles y su análisis de la realidad como una

inmanencia, falsa, que buscaba explícitamente la negación de

cualquier deber ser de la realidad. Igualmente, hemos hecho

especial hincapié en el espíritu positivista que impregna todo el

pensamiento originario del Partido Sosialista Obrero Español.

Esta adscripción a dicha escuela, ellos mismos no se cansan de

repetir su espíritu positivo, les impedía, como hemos señalado

repetidas veces, señalar un punto de vista moral desde el cual

condenar el capitalismo: lo que más importaba no era si la

sociedad capitalista debía ser así o no, sino si podía ser del

modo en que estaba siendo y permanecer así durante un periodo de

tiempo largo o necesariamente entraría en conflicto por su propia

constitución. Efectivamente, la aceptación de la sociedad, tal y

como ésta pretende ser o presentarse, como norma de criterio para

criticar esa misma sociedad impide a los socialistas señalar una

injusticia radical del capitalismo que vaya más allá de lo

meramente accidental representado en el valor de cambio por el

trabajo.

La presunta objetividad de la crítica efectuada desde la

base económica no tiene además pretensión moral alguna, sino que


la desprecia situándose, o pretendiendo situarse falsamente, por

353
encima de ella. Si se admite que es lo social establecido, desde

una postura de positivismo, la vara desde la cual se debe medir

la justicia de la situación dada, los elementos presentes acaban

tomando el título de verdaderos al menos por ausencia de

cualquier otra realidad que les juzgue. Es importante señalar

aquí de nuevo que lo falso del análisis del capitalismo efectuado

por los socialistas españoles no es la inmanencia, así en

abstracto, sino la idea que ellos manejan en cuanto a qué sea un

análisis inmanente.

Recordemos que ya hemos visto como la inmanencia socialista

es en realidad una reducción a lo que hay como lo verdadero y,

además, presentando este ya hay, lo único real, como lo que

socialmente se presenta como tal. Es, pues, una inmanencia que en

realidad tiene poco de inmanencia, pues en vez de estudiar las

cosas mismas analiza a estas cosas tal y como las presenta el

proceso social, pero sin tener en cuenta dicho proceso, es decir:

como si lo mediato social fuera lo inmediato positivo. Nada

aparece bajo aquello que ya existe que pueda ser comparado con

algo distinto a ello mismo.

Es ésta la causa de que los socialistas españoles, para

condenar moralmente al capitalismo, necesiten un trascendente

moral24, que ellos si fueran consciente de tal cosa inmediatamen—

24 Les ocurre un fenómeno parecido al de la Ilustración. Al


igual que ésta, aunque por causas diferentes, tienen una
imposibilidad filosófica en buscar un marco inmanente desde el
cual criticar la sociedad establecida. Y por tanto, deberán
recurrir a abstracciones como la Razón o la Justicia para poder

354
te articularían con la religión y rechazarían de modo cierto, que

les permita comparar lo existente con el ideal. Así, y por el

motivo anteriormente citado de lo cerca que se hallaría dicho

trascendente de una causa cuasirreligiosa, y esto es lo más

cierto de la teoría, e-l-juicio de moralidad no parece interesar

en gran manera a los primeros miembros del socialismo español que

creen que la idea de justicia e injusticia, aunque existentes, no

se corresponden con los términos a emplear al realizar un

análisis con un método de investigación estrictamente científ i

co25.

Es, por consiguiente, la consideración por parte de los

socialistas españoles hacia la moral y las ideas morales lo que

iinposibilita, en parte, la unión entre el juicio político y el

ético, ya que, mantendrían, sería la vuelta a etapas de desarro

llo precientífico que no favorecerían en absoluto la emancipación

criticar la realidad. Esta idea se escenifica claramente en el


postulado de Dios de la razón práctica kantiana: Kant debe sacar
fuera de la realidad la necesaria unión entre el bien moral y la
felicidad.

25 Esto no será óbice para que Razón y Justicia aparezcan


permanentemente en los manifiestos socialistas, pero reconociendo
su insuficiencia en la lucha:

“La justicia y la razón exigen, pues, que un


estado tal de cosas desaparezca; pero ni la una ni la
otra, ni ambas juntas, bastan para hacerle desaparecer

Pablo Iglesias, Comentarios. El Programa Socialista. Art. V.


pág. 142.

355
obrera. Todo juicio moral queda así eliminado de la teoría26, se

le juzga como un elemento subjetivo, tal y como este tipo de


juicios son entendidos por los propios fundadores del Partido

socialista, es decir: el juicio interesado de un sujeto sobre un

desarrollo de la realidad que se organiza de forma absolutamente

independiente al susodicho sujeto, que debe ser desechado.

Además, se considera que dicho juicio no haría sino entorpecer la

labor de análisis objetivo, aquí tomando al objeto como verdade

ro, que corresponde a los análisis puramente económicos.

Se trata, una vez más, de una característica del discurso,

pretendidaniente, objetivo (en realidad cabría llamarlo mejor

objetual: es decir, se trata de un discurso donde la garantía de

verdad se centra de forma exclusiva en la adecuación exacta del

pensamiento con el objeto presente, considerando a éste mismo

como garantía de verdad), una idea de conocimiento en la que la

realidad ya constituida se establece a sí misma como criterio y

garantía de conocimiento de la verdad. Precisamente, esto

acarreará el problema para los socialistas de tener que encontrar

algo en la estructura capitalista que garantice el cumplimiento

de las expectativas revolucionarias, que deben cumplirse

necesariamente, depositadas en el mismo proceso económico. Pero,

debido a la reciprocidad de la compra—venta de trabajo que

previamente han marcado como estructura dominante del capitalis


mo, se encuentran con el problema de que realmente nada hay en lo

26 Y con él, evidentemente, toda reflexión filosófica que se


pudiera hacer sobre esa misma realidad.

356
propiamente económico que parezca permitir esperar una crisis y

con ella, y por ella, la tan ansiada revolución.

Efectivamente, de acuerdo al análisis efectuado por los

miembros del partido socialista, la relación establecida entre el

comprador de la fuerza de trabajo y el vendedor de esa misma

fuerza es un círculo cerrado que no parece romperse por ningún

lado, que en su forma de correspondencia biunívoca no sólo no

permite abrigar esperanzas subjetivas sobre lo que pudiera ser

una revolución, sino que, incluso, da pie para suponer que la

relación de compra—venta puede mantenerse incólume durante un

periodo de tiempo indefinido.

Igualmente, se ha liquidado absolutamente cualquier elemento

político revolucionario en el proletariado, se le ha hecho falto

de voluntad para dirigir una situación y se le ha sustituido por

un partido pendiente de la toma del poder dentro de las institu

ciones y que debe estar preparado para aprovechar el momento

oportuno en el cual estalle la crisis. Se limita, de esta manera,

la acción revolucionaria y con ello se priva de una capacidad

crítica al proletariado que, como ya sabemos, es llevado como un

mero sujeto pasivo de los aconteceres históricos que en su propia

dinámica se producen de manera fatal.

Parece pues, que ningún elemento propio de lo que los


socialistas han definido como capitalismo es capaz de derrocar a

éste: ni lo que propiamente es la estructura económica del

sistema (la compra—venta del trabajo), ni tampoco el antagonismo

357
de clase que se expresa como consecuencia de lo anterior en la

misma sociedad. Y es esto muy natural y encierra la coherencia

del propio discurso del partido obrero socialista. Si el análisis

de la sociedad capitalista se ha definido precisamente por su

afán positivista, sería ilógico que ahora saliera una negatividad

de ese mismo capitalismo que tendiera a destruirlo o, cuando

menos, a contradecirlo. La positividad de los hechos sólo puede

referir a elementos socialmente ya existentes y no a potenciali

dades, y mucho menos a negatividades expresas, aún cuando dichas


potencialidades sean igualmente existentes en verdad.

El sistema capitalista, analiza el PSOE, es única y

exclusivamente un ordenamiento económico de la realidad, sólo una

especie de estructura económica y productiva que liinitael cauce

normal de expansión del propio desarrollo económico. Lo que


importa señalar aquí es esa misma idea de desarrollo económico

que se sitúa en cuanto tal como mayor producción de mercancías.

Efectivamente, en el esquema socialista lo económico toma una vez

más ese carácter de neutralidad que permite situar la mayor

producción como algo positivo sin más. Ciertamente, el adelanto

en los medios de producción y de la misma producción en general

permitirían producir más, y conviene subrayar aquí ese “más” pues

es la clave de un criterio meramente cuantitativo, y lo único que

lo impide es el pago miserable que recibe el obrero y, como


consecuencia, la imposibilidad de la compra de todos los

productos que se fabrican o que se podrían fabricar. Esto impide

que esa producción se acreciente como debiera, pues de ser así la

crisis estaría dada: un número excesivo de mercancías para una

358
exigua cantidad de consumidores, pues el grueso de la población

está fuera del círculo del consumo.

“Pero entiéndase que este exceso de producción a

que periódicamente aboca el capitalismo es sólo

relativo. Es exceso en cuanto que supera a la masa de

productos que pueden circular mediante el cambio; mas

no alcanza, ni con mucho, los límites naturales de la

producción.

Las limitaciones de la producción no son, pues,

limitaciones naturales: es que el mismo sistema

artificioso de producción y de cambio forja las trabas

que impiden su expansión hasta donde naturalmente puede

y debe alcanzar. El molde de la producción capitalista

es, pues, pequeño; no responde al objeto social que se

propone realizar, puesto que él mismo constituye una

barrera artificial para la producción y, por tanto,

para la plenitud de la vida social. (...) Sin embargo,

elmismocapitalismo,querecordemosencuantotalno

essinolaformaconcretadelacompraventade

trabalo.noagotaloselementoseconómicosqueconf or—

manlasociedadsinoquehaymásquelomeramente

capitalista. t127

27 Jaime Vera, pág. XXVI-XXVII. El subrayado es nuestro.

359
De nuevo encontramos aquí una idea muy interesante sobre el

desarrollo del Capitalismo en el pensamiento socialista. La

necesidad de recurrir a un elemento económico, que será el

mercado, que conformando la sociedad no es, sin embargo,

capitalismo, se trataría de un trascendente28, para comenzar la

propia condena del sistema nos lleva a la idea de la incapacidad

dialéctica del pensamiento del PSOE. En la cita anterior,

efectivamente, es interesante observar como para defender la idea

del mercado como campo de batalla donde el capitalismo va a

perder su fuerza y donde surgirán las crisis intermedias y la

definitiva, Vera debe exponer que “elmismocapitalismo, que

recordemos en cuanto tal no es sino la forma concreta de la

compra venta de trabajo, noagotaloselementoseconómicosque

conformanlasociedadsinoquehaymásquelomeramentecapita

lista”. Es decir, incapacitado de situar una negatividad al

capitalismo que le niegue en su desarrollo, este elemento debe

ser situado fuera del mismo. Una vez más, observamos que esto no

es dialéctica sino meras relaciones recíprocas entre elementos

positivamente formados y que, por su influjo mutuo, dan paso a

una crisis que crea algo nuevo.

Ciertamente, si el capitalismo sólo es una relación laboral

encuadrada en el estrecho margen que la Ley Férrea de los

28 Lo situamos teóricamente como trascendente porque de


seguir estrictamente el esquema socialista es algo ajeno al mismo
capitalismo, en sentido estricto, que nada tiene que ver con él,
aunque se relaciona con el mismo, y cuyo poder radica en ser
-capaz de superar el límite capitalista. Además, como inmediata
mente veremos, el capitalismo debe ir a él, pues se halla por
encima del propio sistema.

360
Salarios le permite no parece que de ahí se pueda sacar nada y,

no obstante, los socialistas aseguran que no puede evolucionar

hacia nada que no sea su propia destrucción. Pero, al mismo

tiempo, no puede generar él mismo su destrucción sino que ésta

debe venir de algo ajeno y extraño a él. Cobra así gran importan

cia una diferencia establecida entre la realidad del capitalismo

y la realidad ajena al mismo. Esa tierra extraña, la idea de que

la producción capitalista no cubre los “necesarios desarrollos de

la realidad”29 y la distinción entre los límites naturales de la

producción y el molde social, que no se sabe muy bien donde se

halla, pero que en algún momento y gracias a la ayuda de un

sistema cerrado, sin salida, van a finiquitar al capital. Luego,


veremos que esta tierra de nadie, este espacio ajeno al capita

lismo, no resulta sino ser el propio mercado, saturado de

mercancías por el bajo nivel de consumo de la mayoría de la

población.

Funciona así el esquema natural del darwinismo. Se traslada


el esquema darwinista porque hay una selección natural que

consiste en la imposibilidad capitalista de adaptarse al medio

natural propio, presentando la ley del más fuerte y la selección

natural como motor de la historia. Pero, a la vez son organicis—

29 Ver la cita de la página 336 en el presente capítulo:

“Los necesarios desarrollos de la realidad no


caben dentro del sistema capitalista, que no es un
estado natural de relaciones sociales, sino una utopía
triunfante, pero que pasará como pasaron otras concep
ciones sociales, religiosas y políticas que se creyeron
perdurables.”

361
tas, y en cierta medida lainarquistas,porque la selección natural

lo que garantiza es el triunfo final de la sociedad como

organismo completo que, a través del socialismo, se adapta al

medio por su propia necesidad, asegurando una evolución con final

feliz. El Capitalismo desaparece como totalitario, nunca lo fue

en realidad para los socialistas, y aparece como dominador, pero

únicamente en un parcelaniiento del propio sistema económico

reducido al campo de la producción en el que el Mercado se le

escapa.

tiLa causa de este fenómeno es tan sencilla como

fatal. Tiene su origen en la competencia. Produce la

vida de la burguesía, y, al propio tiempo, crea las

condiciones necesarias para su muerte. Las consecuen

cias que ella produce no hay ley, por sabia que sea,

que pueda evitarlas.

El mercado es el campo de batalla donde esgrimen

sus armas los capitalistas. La ley de mercado es la

competencia, principio fundamental de la economía

política burguesa.”3°

La parcelación del capitalismo como proceso productivo


limitado, es decir, solamente como proceso productivo es, pues,

el elemento clave. Tanto el capitalista como el proletario se


encuentran en un marco social tan restringido que parece evidente

30 Manifiesto-Programa del Partido Socialista Obrero Español,


5 de octubre de 1879. Pág. 323.

362
que no puede seguir existiendo por mucho tiempo si se puede
encontrar algo que se le enfrente. Todo el peso del análisis se

carga sobre las relaciones sociales dadas, sin que éstas

aparezcan como reproductoras de nada más que de sí mismas. Es un

esquema de pensamiento perfectamente lineal, de relaciones

recíprocas entre los elementos. La sociedad constituida sobre sí

misma no es capaz de generar nada ajeno a sí misma, nada que se

sitúe como algo diferente a la mera reproducción de lo que ya

hay.

Las relaciones establecidas entre las clases aparecen como

la clave de todo el movimiento que se da en el interior del

Capitalismo. Los socialistas saben bien a las claras que

realmente el sistema vigente es un sistema capaz de reproducirSe,

es activo y atribuyen dicha actividad a las relaciones entre

clases. Pero, paradójicamente, esa actividad no generará en

ningún momento un cambio cualitativo en el orden social, sino si

acaso malestar y disturbios políticos relacionados con el orden

público. La necesidad de recurrir al mercado como el necesario,

y fatal, disolvente de la sociedad burguesa lleva precisamente la

contradicción, aparente, de que por un lado se presenta al

capitalismo como un sistema de relaciones sociales de compra

venta de trabajo, de forma exclusiva, y por otro se coloca el

proceso revolucionario en algo radicalmente ajeno a dicha

relación social que anteriormente se ha desarrollado como

fundamental y en algo, además, que no es propiamente capitalismo:

el mercado.

363
Entre una clase y su relación con otra se concluye lo que

económicamente se denomina capitalismo y nada más se saca de ahí.

Esto no es dialéctica, sino relaciones recíprocas: dos principios

ajenos uno a otro se enfrentan. La linealidad progresiva del

desarrollo capitalista basada en duras condiciones de trabajo,

bajo sueldo y nada más implica necesariamente que su fracaso se

dé en un enfrentamiento, tal vez cabría hablar mejor aquí de

encontronazo, con un trascendente ajeno a sí mismo y al que se ve

obligado a acudir.

En la búsqueda de ese trascendente, de ese elemento que

siendo positivo pueda enfrentarse al capitalismo y destruirlo, el

Mercado aparece dentro de la construcción teórica del primer

socialismo de una forma significativamente importante. El Mercado

es el lugar donde el Capitalismo se juega su futuro, su propia

posibilidad real de existencia. El lugar de la libre concurrencia

de mercancías donde el desarrollo y expansión capitalista se

enf renta a un muro infranqueable ante el que solamente caben dos

opciones: saltar o sucumbir ante él. El Mercado es un lugar que


el Capitalismo no controla, es un producto que aparece como ajeno

a él y al que, sin embargo, el modo de producción capitalista no

tiene más remedio que acudir para conseguir su beneficio

económico.

No se trata, por supuesto, de que los socialistas españoles

no relacionen el Mercado con el Capitalismo, no es que uno sea

absolutamente independiente con respecto al otro y viceversa,

sino, precisamente, de la forma de relación económica que se

364
establece entre ambos. Y de esa forma de relación surgirá,

irremediablemente, un antagonismo inmenso, desmesurado que

destruirá en sucesivas crisis, y en especial con una última de

terribles consecuencias, al propio sistema de producción vigente

hasta ese momento.

“.Cómo el mercado podrá seguir la creciente

ampliación que exige el capitalismo, si la inmensa masa

humana está reducida forzosamente por el mismo sistema

capitalista a un limitadísimo consumo?”31

De manera evidente surge el esquema: la producción capita

lista, asimilada exclusivamente a la relación productiva entre

burgueses y proletarios que conileva la fabricación de un número

ingente de mercancías, debe llevar adelante un proceso de salida

de dichas mercancías. Se trata, por supuesto, de venderlas en

busca del beneficio económico que asegure la permanencia de la

burguesía como clase dominante y, al tiempo, del propio capita—

lismo. Unido a esto está el ya conocido aumento constante de la

producción y, simultáneamente, un aumento proporcionalmente

inmenso de las mercancías producidas. Si el Capitalismo no quiere

agotar sus días en una crisis de innumerables consecuencias, y


con una principal que pronto habría de venir y que significaría

su propia destrucción, la salida de las mercancías a través de su

canalización en el mercado produciendo un beneficio debe ser

posible. Es decir, el consumo debe crecer también de forma

proporcionalmente inmensa al igual que lo hace la producción.

31 Jaime Vera, pág. XXVI.

365
Luego el capitalismo, si quiere sobrevivir a su propia dinámica,

debe poder poner las condiciones para que dicho consumo se

realice. Pero, ¿esto ocurre?

Ciertamente, y al menos de forma implícita, conocemos ya la

respuesta a dicha pregunta. El consumo de las mercancías está

condenado a ser algo más bien escaso, reservado a las clases

privilegiadas que tienen el suficiente capital como para poder

gastarlo en la adquisición de mercancías que no se limiten a lo

estrictamente necesario para sobrevivir. La Ley Férrea de los

Salarios impide a la clase trabajadora comprar productos por


encima del límite de subsistencia, con Lo cual su presencia en el

mercado, aún cuando potencialmente se podría admitir que sería

importante como compradores por su número, es poco o nada

importante. De esta forma, continúa el análisis, el exceso de

producción tiene necesariamente que ir en aumento, pues la

producción capitalsita no puede detenerse, aún cuando ya sea

conocido que no tiene ningún tipo de salida.

La consecuencia de todo esto es que, necesariamente, la


crisis potencial, provocada por dicho proceso, debe cumplirse más

tarde o más temprano y cada vez con una violencia mayor. El

capitalismo cava su propia fosa. El esquema presentado, la

respuesta a esa pregunta que Vera se realizaba y contestaba al

principio de su informe, es, por consiguiente, de una simpleza

avasalladora.

366
“Conviene, pues, demostrar que el sistema económi

co presente, caracterizado por la producción colectiva

y la apropiación individual, no es sostenible como

realidad social; que sudesapariciónvaenvueltaenla

mismaleyevolutivadelsistemacapitalista;quelleva

ensímismosuiropianegación;querealizadasu

funciónhistórica, que no es otra que hacer social o

colectiva la producción, mediante el acumulo y concen

tración de los instrumentos de trabajo, será reemplaza

do por otro modo económico que dé fin con las antino

mias que no pueden resolverse dentro del mismo sistema

que las engendra.”32

Unicainente, como ya hemos visto, lo que se denomina una

“produccióncientífica”33, aquella que produzca de acuerdo a las

Jaime Vera, pág. IX. El subrayado es nuestro.

La producción científica sería aquella proporcional a las


necesidades.

Algo he indicado ya de esto. El industrial y


toda la clase media productora no responden a un fin
social: no vienen a producir con arreglo y con sujeción
a las necesidades de la sociedad, sino que cada
industrial se preocupa únicamente de su exclusivo
interés. De lo que cada uno trata es de llegar el
primero al mercado, no de producir de una manera
científica y razonada (...) ¿ qué resulta? Que no
habiendo cálculo en la producción ni en la oferta, el
mercado se obstruye, la producción no tiene salida,
porque hay un exceso de producción relativo, digo
relativo, porque este exceso de producción no resulta
comparado con las necesidades naturales de los obreros,
sino con las que únicamente les permite hoy satisfacer

367
necesidades sociales y no para lograr un mayor beneficio

capitalista, podría evitar ese estrangulamiento que el Mercado

impone a la producción.

“Pero no es el antagonismo de clase el único

germen de disolución que lleva en su esencia el régimen

capitalista; lo es también la anarquía en la produc


ción, influyendo mutuamente, combinándose y mnultipli

cando sus esfuerzos fusnetos, ambos resultados de la

posesión individual de los medios productivos.

La condición necesaria para este retorno del

capital aumentado a poder del capitalista es la venta


de sus mercancías. El mercado es el campo de batalla

donde los distintos capitales contienden sin tregua

para vender. En el impera en absoluto el principio

darwiniano de la lucha por la existencia.

(...)

la sociedad burguesa, que tiene en su poder el capital


social. Ese exceso de producción llena el mercado, y
estando el mercado lleno de productos, se mueren los
obreros por falta de trabajo y por falta de recursos.
Pero aquí no sufren solamente los trabajadores, sino la
misma clase dominante.

Esta es la consecuencia de la crisis respecto de


los trabajadores y respecto de la clase que domina; y
aquí tenéis otro hecho que prueba que los intereses de
ambas clases no son armónicos, sino contrarios •It

Pablo Iglesias, pág. 209 (esta misma cita ya aparece en la


página 346 del presente capítulo).
368
Así como en la naturaleza la lucha por la existen

cia determina el progreso orgánico, esa misma lucha en

el terreno económico, donde toma el suave nombre de

concurrencia, da por resultado el progreso técnico en

la producción, la acumulación y concentración capita

lista, en una palabra, el desarrollo del capitalismo.

Pero con este adelanto evolutivo del capitalismo

debe coincidir, según lo expuesto, una acentuación

mayor de su carácter antinómico, y así ocurre, en

efecto:

1 Porque ocasionando la concurrencia la expropia

ción de los más débiles por los más fuertes, niega en

la práctica el derecho de propiedad individual, que es

indiscutiblemente su fundamento doctrinal.

2 Porque el antagonismo de intereses entre

obreros y capitalistas se agrava por la concurrencia

entre los distintos capitales.”34

Es interesante observar aquí como el darwinisinOtoma visos

de ser más propiamente la teoría de Lainarck. Efectivamente, y


como hemos indicado más arriba, este darwinisinosocialista tiene

un matiz organicista del que carecerá el darwinismO social

Jaime Vera, pág. XXIV y XXV.

369
burgués. Para garantizar dicho matiz, ciertas teorías del mismo

Darwin, que éste se cuidó mucho, por cierto, de no extrapolar a

la sociedad, deben ser suavizadas pasándolas por el tamiz del

espíritu evolucionista, pero organicista al tiempo de Lamarck: en

la naturaleza la lucha por la existencia determina el progreso

orgánico es una idea más cercana “a la necesidad crea el órgano”

que a la selección natural darwinista, donde la naturaleza actúa

de forma ciega y sin finalidad, sin una teleología cierta, dentro

de cada especie. Siguiendo este esquema, y de forma casi

paradójica, el Capital, por su misma evolución, se presenta como

incapaz de satisfacer las necesidades básicas de la gran mayoría

de la población. Precisamente, por esos grados de pobreza a los

cuales la población está condenada, la revolución social,

realizada y acuciada por el hambre, está servida. Lá necesidad,

que dirige en el esquema el desarrollo evolutivo, que no puede

ser satisfecha, crea, como en Lamarck, el socialismo, el órgano,

que garantiza la satisfacción por encima de la anterior criatura

generando una nueva.

Ahora bien, ¿por qué motivo el Mercado aparece como un

elemento clave de la revolución social? Tenemos para poder

responder a esta pregunta, que volver a repasar aquellas ideas

que hemos dado sobre la visión del capitalismo como sistema

económico.

Habíamos señalado ya, y con profusión en el presente texto,

que la idea del Capitalismo para los socialistas españoles se

relacionaba, en una forma de reduccionisino economicista, -a un

370
mero proceso económico de compra-venta del trabajo que revestía,

particularmente, unas características injustas. La auténtica

realidad capitalista, su presencia absoluta en cuanto tal, se

producía en la propia y exclusiva realización de objetos. Esos

objetos eran mercancías cuando se presentaban al mercado,

produciéndose así un curioso fetichismo mercantil negativo. En

vez de analizar la mercancía como el producto de un proceso

social determinado por las relaciones de producción capitalistas,

en el cual se incluiría dicho proceso de fetichización y la

propia mercancía, los socialistas españoles pretenden diferenciar

entre la producción del objeto y su conversión en dicha mercancía

a través de su salida al mercado. La fetichización también existe

pero en sentido contrario, aunque no por ello diferente, a la

capitalista. Si para ésta, la mercancía es mercancía desde un

primer momento, por sí misma y ajena a todo proceso social de

producción, para los dirigentes obreros la mercancía es sólo

mercancía por su presencia en el mercado35. Pero, y en eso son

similares, los dos son legitimadores de lo que hay: para ambos la

mercancía es algo neutral, un punto sin aparente conexión con el

proceso productivo del cual resulta.

La creciente separación elaborada por la propia sociedad


administrada moderna entre la vida de trabajo y la de ocio,
situando en esta última la vida auténtica, marca bien a las
claras hasta qué punto la idea socialista ha impregnado la
ideología dominante. El fetichismo negativo, el distinguir entre
la producción del objeto y tildar a ésta de malvada y la salida
al mercado de ese mismo objeto vista como positiva, no es sino la
idea que emana de la diferenciación entre el capitalismo y el
mercado y que en la vida particular de los individuos refiere al
trabajo y el ocio.

371
Incluso, se observa cierto idealismo en la concepción
socialista. Empeñados en negar las teorías ideológicas, aunque

sin llamarlas así, de sus enemigos burgueses, no comprenden que

el componente ideológico del capitalismo no es sólo ideal, sino

a su vez, real y que guarda relación con la misma estructura

económica y productiva. Lejos de mantener que lo más sorprendente

del Capitalismo es su capacidad de realizarse como un sistema

económico ideológico, es decir, donde el componente ideológico no

se encarna exclusivamente en las teorías al uso, sino en el

propio proceso productivo, sitúan dicho proceso como algo

negativo porque precisamente no permite la proliferación de

mercancías como objetos de compra en el mercado por la ausencia

de compradores. Es decir, encuentran el error del capitalismo en

su incapacidad transitoria de llegar a ser un totalitarismo.

Achacan al capitalismo no poder pagar aquello que precisamente de

ningún modo podría ser pagado: la praxis. Le acusan, aun sin

saberlo, de no ser, todavía, suficientemente capitalista y, por

tanto, ser imperfecto en su dominación.

Pero esta ideologización de la realidad no es sólo algo

ideal, irterafantasmagoría, sino algo real, encardinado en el

propio proceso productivo. Los socialistas españoles, al igual


que los economistas clásicos de los cuales hablaba Marx, ven

neutral todo el proceso económico del capitalismo, y con él la

forma mercancía, porque no conciben al capitalismo como un

proceso totalizador, sino como la mera relación biunívoca

establecida entre la burguesía y el proletariado en la compra

venta de tabajo ya presentada y exclusivamente limitada al

372
proceso de producción. Su reducción del mismo capitalismo sitúa

a éste como posible de ser reformado ya que su característica

definitoria es sólo estar situado en el proceso de producción

bajo un sueldo injusto. Así, el mercado, el proceso económico que


no es estrictamente de producción, no aparece como sistema

capitalista.

Pero, claro está, esto no les lleva a negar la relación del

mercado con el capitalismo, sino que éste aparece como inmerso en

aquél. Se debe observar que el Capitalismo aparece con el


mercado, pero no es el Mercado ni el Mercado puede ser confundido

con el Capitalismo. El Mercado es el lugar de libre concurrencia

de las mercancías, es la zona donde la competencia disuelve

precisamente al Capitalismo. La limitación del Capitalismo está

en su enfrentamiento con una estructura que escapa a su control

y dominio.

Una de las características del conflicto al cual están

abocados los propios socialistas por su misma teoría es tener que

recurrir a algo ajeno a dicha relación definitoria de capitalismo

(compra—venta de trabajo a precio injusto) para garantizar cierta

posibilidad, en realidad la posibilidad enmascarada de fatalismo,

revolucionaria. Los límites naturales de la producción, que

dentro del capitalismo se ven como una realidad de gigantesca


capacidad, tienen su propia y definitiva limitación en los

límites a los que el mercado les impone, en los límites relati

vos.

373
La limitación que el propio capitalismo ha impuesto

previamente a toda aquella parte de la población que conforma el

proletariado, señala, y manifiesta de forma infranqueable, el

límite del propio mercado del consumo de mercancías. Y este

límite, denominado por Vera como relativo pues no coincide con lo

que se podría producir, es en cuanto tal límite absoluto como

salida para las mercancías. Existe así una desproporción entre la

producción y la salida posible para dicha producción, reducidísi

ma. La crisis va en aumento.

Es una, otra, ley inexorable que anuncia, sin ningún género

de dudas, la necesaria caída del sistema de producción capitalis

ta. La reducción del capitalismo juega, pues, aquí un papel

fundamental a la hora de estudiar el Mercado. El capitalismo es

injusto en su relación de compra—venta de trabajo. A su vez, él

mismo es esa relación de compra—venta personificada, de acuerdo

al esquema general que se pretende corresponder fielmente con la

propia realidad del modelo de la producción capitalista. El

capitalismo sólo aparece en el mercado pero en su propia

limitación es incapaz de constituirlo, de darle forma. El

capitalismo no presenta, ni tan siquiera, una pretensión de


totalidad. Exclusivamente busca un beneficio económico inmediato

que se encuentra personificado en la propia clase burguesa.

Precisamente su egoísmo de clase es el egoísmo propio del

capitalismo. El capitalismo, por ello, carece de cualquier poder

sobre la estructura del mercado al cual no tiene más remedio que


acudir para conseguir, paradójicamente, la savia del beneficio

que le hace seguir viviendo. Sin embargo, va a morir necesaria—

374
mente arrastrado por su exceso productivo en comparación a la

limitación que él mismo, necesariamente por la Ley Férrea, ha

impuesto al mercado.

Esto [la necesidad de una cada vez mayor

depauperación por la Ley Férrea de los Salarios:1no se

correspondía, al menos en el texto principal que recoge

el pensamiento de Marx, en el primer volumen de El

Capital con el análisis que Marx hacía de la evolución

de los salarios. El análisis de Marx se basa no en ese

techo natural porque,COTflO


bien dice en el capítulo que

trata el salario, el trabajo no es una mercancía

ordinaria, SflO que es una mercancía sui géneriS. No se

regula como las otras por el juego de la oferta y la

demanda, dado que una de las partes de ese juego, la

of erta, es decir, la fuerza de trabajo, no es autónoma,

sino que depende del propio proceso de acumulación

capitalista a través de la creación del ejército

industrial de reserva. En ese sentido, lo que regula el

nivel de los salarios no es ese costo de producción de

la fuerza de trabajo, como señalan los guesdistas y los

lassallistas, sino el proceso de acumulación capitalis


ta. (...). LojportanteesqueesadesviacióndeVera

respectoalpensamientodirectodeMarxlellevaaotra

desviaciónposteriorenelanálisisquehacedela

crisiscapitalista.Veraseñala.yenestoesperfecta

mentecoherenteconsuteoríadelossalarios, que la

crisis capitalista se produce fundamentalmente por un

375
proceso de subconsumo relativo, determinado por ese

techo a la subida de los salarios. Aquí otra vez vuelve

a estar en contradicción con Marx, en la medida en que

el criterio de Marx en el libro primero de El Capital

no hace descansar el origen de la crisis en la realiza

ción de la plusvalía, es decir, en la falta de salida

de la producción, sino al revés, en el proceso de

acumulación capitalista y en la evolución de la tasa de

beneficio. Es la evolución de la tasa de beneficios lo

que marca, de alguna manera, el proceso de la evolución

capitalista. Y la relación relativa entre plusvalía y

salario la que marcaría el proceso de producción.”36

De esta manera, se concluye, la zona de libre concurrencia


de mercancías no es libre por la pobreza de la población, y no

porque se halle dominado por el Capitalismo y porque ella misma

sea Capitalismo. Esa necesidad de un lugar que se presente por

encima del capitalismo, pero a la vez limitado por el capitalis

mo, es una constante de las teorías socialistas. El trascendental

económico del mercado, que pronto pasa a ser el referente de

cualquier esperanza revolucionaria, lugar de libre concurrencia

de las mercancías ajeno a la estructura totalitaria del proceso

de producción vigente, cobra importancia de primera magnitud.

36 JIMÉNEZ ARAYA, Tomás, Jaime Vera y su contribución al


marxismo, en “ El marxismo en España”, Madrid,. Fundación de
Investigaciones Marxistas, 1984. Pág. 194.

376
El mercado, aún sin pretenderlo, acabará siendo la clave del

esquema einancipatoriOsocialista. Y es un esquema revolucionario

que se gesta desde fuera, en ningún momento desde el núcleo de la

propia entidad capitalista del trabajo. La distinción entre

formas de trabajo capitalistas, donde el proceso productivo de

explotación parece surgir con gran fuerza, y formas de distribu

ción y comercialización de las mercancías, que aparentemente es

libre de cualquier condición de sumisión al sistema, será uno de

los puntos primordiales para entender el reformismo defendido

posteriormente. Dicha distinción llevará necesariamente a la

paradoja de tener que defender el mercado como fórmula revolucio

naria, pero por la propia limitación del capitalismo como

realidad no totalitaria. El capitalismo va a morir, necesa

riamente y arrastrado por su exceso productivo en comparación a

la limitación que él mismo, necesariamente, ha impuesto al

consumo y al mercado, en la zona de libre concurrencia de las

mercancías.

Un capitalismo, se podría deducir, que lograra calibrar

proporcionalmente ambos elementos económicos, no tendría nada que

temer. Si los proletarios fueran capaces de cubrir sus necesida

des y el mercado permitiera la libre expansión industrial porque

a su vez él mismo se expandiera a zonas de la población que antes

estaban limitadas a no consumir, aumentando con ello eso que se

llama nivel de vida, el capitalismo podría perpetuarse como

modelo económico y social de desarrollo justo y duradero.

De hecho, se perpetúa.

377
CONCLUSIONES
“La tierra será un paraíso”

La Internacional

¿Por qué fracasó el movimiento obrero? ¿Cuál fue la causa

que hizo que aquella organización que una vez pretendió transfor

mar el mundo de forma radical no hiciera sino transigir con él y

acabar integrándose en su realidad?

Consideramos que hasta este punto hemos intentado explicar

cómo las tesis mantenidas por el partido socialista obrero no

eran en sí mismo revolucionarias, e igualmente que fueron la

causa de su progresiva transformación, y de forma coherente, en

el movimiento reformista que acabaría siendo con el triunfo

definitivo de la socialdemocracia en todo el continente europeo.

Pero algo nos faltaría por analizar si no fuéramos capaces de

intentar, a su vez, dar cuenta de cómo todos estos elementos se


fundieron para terminar siendo las características dominantes del

discurso político y social de los movimientos socialistas y sus

herederos en el presente siglo.

381
Primero, hemos analizado los elementos que se fueron

vertiendo en el crisol alquimista de la indiferenciación

socialista frente a cualquier otra teoría legitimadora del status

quo. Ahora, toca, siquiera brevemente, analizar al propio crisol

como el recipiente que sirvió para encontrar la piedra filosofal

de la mágica transformación del amor al plomo revolucionario en

la apología del oro becerril.

ORÍGENES DEL PROBLEMA

Nada nuevo diremos si analizamos el siglo diecinueve como el

siglo de la ciencia, o mejor aún: del cientificisino,tanto por su

estricto papel en el terreno de la investigación del mundo

natural, como, y esto es para nosotros lo más importante, su

influencia en todo el proceso intelectual de la sociedad burguesa


de ese tiempo. Durante su transcurso, aquélla, la ciencia,

adquiere una enorme relevancia pasando a ser el pensamiento

social dominante. A partir del nacimiento del Positivismo como

teoría, además, toma tintes de filosofía total: una explicación

global no ya sólo de la realidad abarcada meramente por el mundo

físico-natural, sino también de toda la realidad en cuanto

resultaba por fin posible la conversión de ésta en un conjunto de

hechos.

Esta conversión en hechos garantizaba al menos dos cosas

para los positivistas: por un lado, la realidad así tratada

resultaba simplificada en su conflictividad de estudio, el

382
criterio metodológico de la simplicidad de las teorías explicato

rias de la ciencia, pues sólo sería tomado en cuenta aquello que

se manifestara como fáctico — y de ahí procedería el criterio

tecnocrático posterior característico de las ideologías políticas

del siglo XX —; por otro, y en estrecha relación con ese primer

punto, el anhelo de dominio de toda la realidad, ahora ya

incluida también la social, tomaba sentido en su comparación con

el paradigma de las ciencias: al igual que éstas dominaban el

mundo natural a través de la tecnología aplicada en la industria,

la nueva ciencia, la Sociología, presentada como la heredera

lista de la filosofía, dominaría la sociedad dejando a un lado,

a través de la integración en el todo de cada una de las partes,

los conflictos hasta ahora existentes.

“He ahí, por tanto, los dos pilares básicos que

alumbrarán la génesis del moderno saber Sociológico; la

consolidación del método positivo gracias a los grandes

avances e indudable prestigio de la Ciencia de la

naturaleza durante los tres primeros siglos de la

Modernidad, y el surgimiento de un nuevo Orden Social

tras la revolución burguesa en Francia.”’

De esta manera, la apoteosis positivista guarda estrecha

relación, tan estrecha que sin él carecería de sentido, con ese


afán de la burguesía de dominar el proceso social que lleno de

NUÑEZ RUIZ, Diego, La mentalidad positiva en España.


Desarrollo y crisis. Madrid, Ediciones de la Universidad
Autónoma, 1987. Pág. 137.

383
complicaciones se aparece ante ellos a partir, por un lado, de la

revolución política, y, por otro, de la Revolución Industrial que

implanta definitivamente el capitalismo. Ciertamente, aquello que

la burguesía decimonónica, no tanto en cuanto conjunto de

individuos sino, especialmente, como representación ideológica

del régimen de producción capitalista, nunca pudo aceptar,

aquello que aterraba su propia visión del mundo era el desorden:

la impresión de que el mundo no parecía cumplir las expectativas

de un cosmos armónico, basado en la regularidad de los aconteci

mientos, su predicción y su propia autorregulación, que ellos

mismos se habían creado. Pero, el caos temido no era exclusiva

mente el desorden callejero de las turbas que amenazaba la

propiedad que ellos consideraban legítima, sino también, y

fundamentalmente, aquel desorden que se hallaba dentro del propio

Orden que consideraban como suyo: aquello surgido del mismo orden

constituido -la sociedad burguesa y el proceso de producción


capitalista— y que parecía que se enfrentaba a esto mismo como

una negación del ideal de vida que la propia clase dominante se

había planteado como objetivo.

Ya Auguste Comte, fundador del Positivismo, había advertido


sobre esto con suma perspicacia y colocado a su propia teoría

como la única capaz de solucionar el problema que comenzaba a

surgir con cada vez mayor fuerza:

“Para que esta sistematización final de las

concepciones humanas quede hoy bastante caracterizada,

no basta definir, como acabamos de hacerlo, su destino

384
teórico; hay que considerar también aquí, de una manera

distinta aunque suinaria, su necesaria aptitud para

constituir la única solución intelectual que puede

realmente tener la inmensa crisis social que se ha

operado desde hace medio siglo en el occidente euro

peo.

Comenzaba a comprenderse que el método de dominio y explota

ción de la naturaleza, que era la base de la civilización

industrial del capitalismo del siglo diecinueve, resultaba al

mismo tiempo la negación de la pretendidainente necesaria

eternidad de una sociedad cuya base económica industrial estaba

asentada sobre la repetición incansable del ciclo de destruc

ción/transformación de la realidad. El mundo devenía de cerrado -

la creación de Dios y los designios de su Providencia— en abierto

-el proceso de la transformación industrial—. La sociedad

anterior había sido derruida durante el siglo y recreada de nuevo

lejos de la visión consoladora de la Ciudad de Dios, cuyos

designios habían sido escritos de antemano. El cambio que se

estaba dando, paulatino pero constante, y ya perfectamente

reconocible en el continente europeo, y por lo tanto también en

España, concluía en que el mundo ya no era, o al menos comenzaba

a no ser, el espejo delicioso en el cual pudiera encontrar la

burguesía el ideal de su vida reflejado.

2 COMTE, Auguste, Discurso sobre el Espíritu Positivo.


Barcelona, Ed. Orbis, 1984, pág. 143.

385
La Historia, y qué historia, venía a sustituir a la
Providencia y a la Tradición. Frente a todo esto que amenazaba

con acabar con el todavía ingenuo orden burgués había llegado el

momento de adquirir la promesa hecha en el pacto de Fausto: “el

instante más bello”: sólo se trataba de acabar con un Mefistófe

les que ya comenzaba a resultar cómplice ¿Cómo? Integrando y

asumiendo su propio ser —“el espíritu que siempre niega”— en una

apuesta con un final feliz que garantizara la pervivencia del

inundo tal y como estaba constituido.

Es pues interesante observar como la ideología positivista

va a surgir directamente de los intereses de una clase en la

dominación, pero aún más interesante, y ahora nos embarcamos en

ello, es analizar, siquiera brevemente y con el fin de comprender

mejor el socialismo finisecular, de qué manera el positivismo no

es más que una formulación concreta de aquello, el fetichismo de

la mercancía, que el propio sistema lleva en sí como elemento de

ideologización: la conversión de aquellos elementos mediados por


la totalidad, que sin embargo, y ese será su elemento básicamente

falso, son presentados ante el sujeto como hechos constituidos

por sí mismos y en sí mismos, en fragmentos de realidad cuya

unión forma a la misma totalidad. El positivismo, como escuela


filosófica, recoge precisamente este fetichismo de la mercancía

y lo caracteriza ideológicamente cada vez de un modo más

estricto, sobre todo a partir de las filosofías analíticas del

siglo presente.

386
Lo que aquí nos interesa, pues, es ver que ese pathos del

espíritu de dominación burgués, esa cosificación del mundo, está

también presente en otro múltiple número de pensamientos que, sin

necesidad de pertenecer estrictamente a la escuela positivista,

no hacen, grosso modo al menos, sino meditar a partir de estas

mismas premisas. Por eso, cuando analicemos a partir de ahora el

socialismo como teoría positiva no tendremos por qué hacer caso

o referencia explícita a la teoría iniciada por Cointe,sino a ese

espíritu de cosificación ya citado y que tan característico

resulta del pensamiento para la dominación.

COSIFICACIÓN Y POSITIVISMO COMO IDEOLOGÍA

En un sentido general se puede afirmar que la época de las

convulsiones sociales en las que la burguesía como clase

gobernante ve peligrar su dominio ya instituido es la época del

Positivismo como ideología para la dominación.

“Se trata esencialmente de racionalizar y organi

zar el nuevo Orden social surgido de la revolución

Francesa, de ahí que la principal tarea que su fundador

enconmiende a la Sociología sea la de controlar

científicamente tanto la conservación como la dinámica,

con sus inevitables tensiones y fisuras, del Orden

social recién instaurado.

387
El nuevo saber sociológico se inserta, pues, en

una etapa históricamente afirmativa del pensamiento

burgués. fl3

Así, atendemos a una primera característica del positivismo

y es su carácter, nunca excesivamente oculto ni por ellos mismos

ni por sus detractores, de clase: es un pensamiento surgido, y

esto no es por ahora una crítica, desde el propio espíritu de

utilidad e interés de la clase burguesa decimonónica. Los

contenidos del positivismo mostrarán así cierta relación

tautológica con la realidad que se pretende explicar científica

mente desde él mismo. Como modelo de pensamiento estará estructu

rado para la dominación de la realidad social, a través del

surgimiento de la Sociología, de acuerdo a tal y como ésta es


entendida, y busca ser controlada, por la propia burguesía. Es

decir, la explicación teórica de la realidad es posterior a lo

que podríamos denominar como su propia “explicación, o realiza

ción, práctica”: se explica como objeto de conocimiento,

presentando como un descubrimiento de algo ajeno al sujeto,

aquello que como realidad ya ha sido conformado, pues es la misma

sociedad, de acuerdo a la propia conciencia burguesa y que, a su

vez y no menos importante, ha conformado a ésta.

Una segunda característica del modelo positivista, y con él


de la propia cosificación de la realidad, es la idea de la

acomodación subjetiva al mundo. Efectivamente, al igual que su

modelo en las ciencias físicas cuyo triunfo radicará en la

Diego Núñez, op. cit. pág. 12.

388
tecnología, el pensamiento positivista no hace cuestiones

radicales sobre la realidad, no busca preguntar el por qué de los

hechos acaecidos, sino que únicamente busca adaptarse a ella a


través de la explicación de su funcionamiento. Así, la idea que

aparenta ser objetiva en el pensar positivista, buscar la verdad

de los hechos tal y como estos son sin pretender añadir nada del

mismo sujeto, se convierte en buscar su veracidad tal y como

aparece ante sujetos conformados por ella misma. Y es precisa

mente ahí, en su “aparecer”, donde comienza el problema metodoló—

gico. El sujeto mediado toma como lo absolutamente real no la

propia relación con lo otro, ya sea para juzgar a ésta como

verdadera ya sea para emitir sobre ella su veredicto de falsedad,

sino únicamente aquello que se le aparece tal y como se le

aparece: su propia ideología, conformada por el objeto, como

reflejo de un modelo de construcción racional. Sin pretender ir

más allá de ello, en el fondo el burgués busca con el positivismo

observar y legitimar racionalxnenteaquello que ya ha puesto allí

a través de su propio modelo social y que resulta previo a su

propio método. De nuevo está la idea del círculo vicioso como

realidad ideológica de un presunto pensamiento objetivo. Y se da

por supuesto, como el marco nunca estudiado pues está formado por

la suma de los hechos, el modelo histórico bajo el cual se da la

misma falsa cosificación.

Lo que logra el positivismo, por tanto, a través de estas


dos características enumeradas —su carácter eminentemente de

clase y su búsqueda de una acomodación subjetiva del mundo— es,


mediante un progresivo derrotismo de la razón, eliminar del

389
análisis la propia totalidad, reduciendo el estudio de ésta a sus

propios elementos, a los que se presenta como forjadores cuando

en realidad aparecen forjados por esa misma totalidad. Su afán

falsamente descriptivo resulta concluir de esta manera en

apologética de lo que hay.

Pero estas dos características no concluyen el análisis del

positivismo ni de la cosificación. Existe una tercera que merece

la pena estudiar para poder entender los problemas que la

aceptación de su esquema derivará en el planteamiento socialista:

la estrecha relación de aquél con el propio proceso productivo

capitalista. Efectivamente, del mismo modo que el elemento

ideológico de la teoría analizada sitúa la verdad en el hecho

positivo, atomizado de la relación con el todo, el modelo de

producción capitalista comienza a desarrollar un fetichismo

mercantil, entre otros elementos ideológicos del mismo proceso

productivo, que comienza a ocultar la relación propia entre los


elementos que lo conforman, presentando a las mercancías como

objetos que se relacionan entre sí por un valor inherente a sí

mismas. La cosificación no remitirá únicamente pues a un estado

subjetivo de la conciencia, sino a un estado del mismo proceso

productivo y de la realidad. El esquema mental no hace así sino

repetir lo que el propio sistema, aún de forma incipiente, está

consiguiendo en su unión de lo ideológico y lo productivo.

Efectivamente, el fetichismo de la figura mercancía no hace sino


presentar el mundo como un lugar compuesto de objetos que, a su

vez, y en su unión y suma de parcialidades, forman la realidad

del sistema. Precisamente, lo ideológico se realiza en el olvido

390
que se advierte sobre las condiciones reales, la totalidad

previa, en las cuales se forinan y aparecen socialmente esos

objetos: siendo el todo lo falso, sin embargo el fetichismo lo

presenta como inexistente o, si acaso, como el mero agregado de

las partes. El asunto se traslada a los objetos, substantivados,

y con él cobra importancia la propia visión que sobre ellos se

tenga. Si ya Hegel había concluido, de una forma sin embargo

valiosa, que todo lo racional es lo real, el movimiento positi

vista llevará todavía más lejos la identificación: el hecho

actual es lo real y es lo racional. ¿Qué es lo positivo? Aquello

que existe, que es reducible al simple enunciado de un hecho. ¿Y

lo negativo? Lo negativo no existe, no puede tener ningún sentido

real e inteligible. El positivismo, como síntoma de una época,

simbolizará la cosificación llevada a cabo por la misma realidad

productiva del capitalismo.

El hecho, presentado las más de las veces como exclusivamen

te un recurso metodológico, acaba así tomando características

ontológicas, precisamente aquello que el positivismo pretendió

eliminar, por ausencia: únicamente, una vez superada la etapa

metafísica de las esencias, el hecho será lo existente, pero a su

vez este mismo existente se presentará como incontestable. Se

acaba convirtiendo así en el fetiche que integra todo aquello que

puede negar el estado actual de cosas a costa o bien de su

supresión como no existente o de su conversión en una parte de

esa misma realidad falsa.

391
El hecho se constituye, de esta manera, en autosuficiente y

asimilador, a su vez, de la realidad: ésta se circunscribe a ser

exclusivamente un conjunto de hechos positivos. Cada hecho

presenta su valor como propiamente ese hecho, y sólo de él mismo,

y halla su justificación, y, siendo esto lo esencial para

entender la postura reformista posterior, su disputa, en sí mismo

como realidad sin hacer mención a la totalidad. Efectivamente,

eliminada cualquier posible referencia a la totalidad como tal,

toda intención analítica quedará reducida al estudio de una serie

determinada de elementos estructurados en sí mismos y sin poder

hacer relación alguna con la realidad como totalidad.

Además, al ser presentada la realidad como el sumatorio del

conjunto de hechos, se niega por pasiva la existencia de una

totalidad social previa que pudiera implicar una contradicción

con los propios sujetos tomados como individuos aislados. Se

présenta el mundo como hecho a imagen de los individuos y


conformado por ellos, dando, de esta manera, a priori su acuerdo

con esa misma realidad y eliminando cualquier contradicción que

pudiera repercutir en una escisión insuperable para el sistema.


Es realmente un acomodo subjetivo al mundo que, de manera harto

paradójica, acabará siendo la supresión del mismo sujeto.

“El nominalismo empedernido, que relega el

concepto a mera apariencia o a abreviatura y que

presenta los hechos como algo conceptual e indetermina—

392
do en el entendimiento enfático, acaba siendo por ello

necesariamente abstracto”4

El preconizado carácter científico del saber lleva a esa

definitiva reducción de la realidad a un conjunto de hechos a sus

máximas consecuencias gracias a su carácter de investigación

aparentemente neutral y desinteresada. Lo neutral viene a ser

aquí el lema de “Orden y Progreso”: nada debe haber y nada debe

existir que niegue la sociedad tal y como ya está constituida. El

elemento extraño y negativo al propio proceso social debe ser

asumido como propio e integrado dentro del desarrollo del, ya

realizado, proyecto de una sociedad perfectamente integrada y

superlativamente integradora. Lo neutral se acaba confirmado como

lo actual.

La naturaleza física, donde el estudio científico se realiza

a partir de que los objetos individuales pierden su contenido

Adorno, T. (editor): La disputa del positivismo en la


sociología alemana. Barcelona, Grijalbo, 1972. Introducción, pág.
50.
Añade a esto, en la página siguiente, otro dato que no
queremos pasar por alto:

“En el supuesto de que fuera lícito reprochar al


método dialéctico un carácter demasiado abstracto
frente a la descripción sociográfica de datos partici
lares, por ejemplo, éste vendría impuesto por el
objeto, por la constante igualdad de una sociedad que
no tolera en verdad nada cualitativamente distinto y
que de manera irremediable vuelve siempre al detalle.”

393
concreto en favor de las relaciones que establecen entre sí5, se

plantea como ejemplo de realidad y se investiga de forma

científica para, a continuación, presentar ese estudio como

paradigma de toda objetividad. Ésta es aquello reducible a una

formulación matemática: el dominio de la realidad se transforma

en su conocimiento. De esta manera, se degenera la objetividad

del conocimiento en el dominio: pero el dominio tramposo del

sujeto burgués que previamente se ha adaptado a los hechos que

acaecen.

SOCIALISMO Y POSITIVISMO: LA EXPLICACIÓN DEL CAPITALISMO.

Todo lo presentado más arriba es, creemos, el marco en el


cual comienza a desarrollarse el socialismo que derivará con

posterioridad en socialdemocracia. Durante toda la investigación

hemos estudiado porinenorizadamentecómo cada uno de los elementos

que iban conformando el pensamiento socialista podían degenerar

de forma absolutamente coherente en un discurso de corte

reformista y dejamos para el final ver, una vez que habíamos

diseccionado el discurso, qué relación guardaba todo ese conjunto

de teorías con el marco conceptual en el cual se hallaban

Aunque parezca a primera vista una extrapolación exagera


da, como se dice vulgarmente, no queremos dejar la ocasión de
señalar, aunque sólo sea apuntándolo, la curiosa similitud que se
establece entre ese mismo carácter relacional de las teorías
explicatorias de la naturaleza y el carácter igualmente relacio—
nal del sistema productivo capitalista, sin pretender con ello,
obviamente y sin haber estudiado el caso con mayor profundidad,
dar ninguna hipótesis acerca de este tema.

394
impresas. Es, por lo tanto, ésta a la tarea a la que ahora nos

encomendamos.

Pero, antes conviene recordar la precisión más arriba ya

indicada acerca de qué entendemos por positivismo. Cuando

hablamos de positivismo no nos queremos ceñir a la escuela

filosófica que recibe ese nombre en exclusiva, sino, de manera

fundamental, a ese pensamiento, lo que antaño se llamó cosinovi—

sión, característico de la época burguesa. Este pensamiento

tiene como características principales por un lado, la tesis de

la cosificación, de la eliminación de la temporalidad en el

concepto, y con él en la realidad, y, por otro, la eliminación de

la mediación: la realidad pasa a ser considerada como la unión de

un conjunto de hechos que apenas guardan relación entre sí sino

es, acaso, en su asociación6.

Con estas características se podría definir el marco

conceptual positivista dentro del cual comienza su andadura el

socialismo. El positivismo, derivado sin embargo de la aceptación

implícita de la realidad ideológica inmersa dentro del mismo

marco de producción capitalista, el hecho del fetichismo de la


mercancía como el proceso que niega la totalidad a través de la

6 Se podría argumentar aquí que hay teorías filosóficas no


dialécticas que, sin embargo, no parece que cumplan estas
condiciones como podría ser, por ejemplo, la misma ontología
fundamental. Sin embargo, es interesante destacar cómo estas
teorías deben recurrir a elementos ajenos a los propios objetos
del mundo para poder hablar de esa realidad y cómo, igualmente,
esa realidad filosófica es asumida sin más con la verdad pues se
trataría del “hecho” verdadero.
395
cosificación de sus partes, se intentará emplear por los

socialistas españoles, toda la socialdemocracia en realidad, para

atacar a la propia realidad burguesa. Es decir: un producto

ideológico, en cuanto falsa interpretación de la realidad, será

empleado para atacar a esa misma realidad por la cual ha sido

engendrado. El esfuerzo realizado por los socialistas para

intentar reconciliar esto resultará vano. Todo su discurso,

encarcelado dentro del corsé del positivismo, no podrá liberarse


de ese mismo ropaje que le aprieta.

Para mejor comprender como este método positivista liinitaa

la realidad y al discurso que sobre ella misma los socialistas

establecen, creemos pertinente resumir brevemente lo dicho en la


tesis.

Iniciábamos nuestro estudio observando como en el capitalis

mo nos encontramos, para los fundadores del P.S.O.E., con una

explotación del obrero por parte del capitalista. Apenas aparece

la idea de producción de capital en un sentido general, de

reproducción del sistema y acrecentamiento del mismo, sino que

siempre se trata de una relación de explotación particularizada,

es decir: los dos protagonistas son el obrero, que vende su

fuerza de trabajo en el mercado, y el empresario, que se la

compra al mínimo precio posible.

Por ningún lado aparece el Capitalismo como algo diferente

del mero beneficio económico del capitalista. El Capitalismo,

lejos de tener una realidad propia que se impone, incluso, sobre

396
la clase burguesa, aparece como un producto costreñido a su forma

social. Efectivamente, el capitalismo, una vez descubierta que su

célula fundamental es la relación de la compra—venta injusta de

trabajo, pasará a ser un organismo multicelular a costa de

generalizar dicho proceso. Así, el capitalismo será un número más

o menos considerable de burgueses que en la compra de trabajo

producen capital a través del sueldo de los obreros.

Es una importancia concedida al proceso de trabajo en cuanto

trabajo remunerado, y no como traición de algo que es la praxis.

Los socialistas españoles hablan del trabajo del obrero desde el

punto de vista del mismo capitalismo, y por eso deben acabar

concluyendo que lo más importante de todo esto es el pago que se

dé a dicho trabajo. Sin pretender la noción de la praxis

traicionada, la única fuente para juzgar el trabajo realizado se

convierte en el salario. Sitúan así el capitalismo como una

cuestión meramente económica, pero económica tal y como la propia

economía capitalista, a la cual pretenden combatir, presenta lo

económico. Se transforma la economía en un cálculo de beneficios

y deudas, de salarios justos y de retribuciones injustas,

entrando en la parcelación de la realidad.

La individualización de las relaciones sociales, y con ella,

la reducción del capitalismo a un mero marco de relaciones

laborales injustas, lleva necesariamente a admitir que la

justicia o injusticia de la relación socio—comercial efectuada

entre un comprador y un vendedor es la base de toda el conglome

rado social y de la propia crítica a dicha sociedad. Parece así

397
como que si realmente hubiera una justicia en la retribución del

precio pagado por la fuerza de trabajo, el Capitalismo no sería

injusto. Es más, el mismo Capitalismo queda presentado como una

parcialidad de la misma vida, como una realidad que aparece sólo

vinculada a la producción económica concreta y cuyo máximo

representante es el salario. Al quedar todo supeditado a la

relación establecida de compra—venta de trabajo, la clave del

capitalismo queda reducida a la relación entre el que compra y el

que vende. Y por tanto, y como veremos a continuación, la medida

de la justicia para dicha relación queda supeditada a esa idea de

comprar y vender de forma que la relación comercial sea equitati

va a través de una recompensa justa.

De acuerdo con este análisis, el salario cobra una importan

cia capital a la hora de analizar el propio sistema capitalista.

Y lo cobra por dos fenómenos característicos de los orígenes de

la socialdeinocracia: la Ley Férrea de los Salarios y la Devolu

ción al trabajador del Producto tntegro de su trabajo.

La Ley Férrea de los Salarios no sólo se presenta como una

realidad social, sino como una ley de inexorable valor científ i—

co. Evidentemente, parece claro para los socialistas que el

sueldo de los obreros no puede crecer por encima del mínimo de

subsistencia. Pero la Ley Férrea de los Salarios no sólo explica

que no se den en la actualidad sueldos por encima de la mera

subsistencia del obrero y su prole, sino también que es imposible

que esto se produzca. La Ley Férrea, el salario de subsistencia,

implica pues un criterio de injusticia, una crítica muy estricta

398
y limitada. Aparece la injusticia en la propia relación mercantil

establecida entre un comprador y un vendedor.

La relación que así se presenta no es, en ningún momento,

generadora de contradicciones reales, no crea nada que haga

realmente imposible la existencia humana, como tal, en el

interior del sistema capitalista, sino, si acaso, la necesidad de

una reforma en una parcela exclusiva de la producción social.

Será esta una de las claves de la imposición de un paulatino

reformismo político. Efectivamente, al fijarse exclusivamente en

las relaciones comerciales de compra—venta, lo que quedará como

criterio de justicia o injusticia del sistema será la elevación

o no del salario sobre lo que se considera un nivel de subsisten

cia. Al considerar dicha subida imposible, se impone la revolu

ción. Pero debe quedar claro que es únicamente como consecuencia

de la imposibilidad de dicha elevación, debido a la Ley Férrea,

por lo que se debe realizar el cambio de sistema. Es así una

protesta sobre unas condiciones de vida y no sobre la vida tal y

como ésta se manifiesta y se produce.

De esto surge la necesidad de la medida concreta y particu

lar de la restitución del producto íntegro del trabajo, como

forma de justicia evidente ante lo anteriormente expuesto, que no

es únicamente un tema, pues, que caiga en el error económico y

por eso haya que despreciarlo, sino que detrás de él esconde una

determinada ideología. Los socialistas españoles se ven obligados

a defenderlo por ese análisis previo del cual parten como

399
criterio real de justicia frente a la realidad injusta del

capitalismo.

De esta manera, la teoría socialista de la clase obrera,

estructurada de acuerdo a un criterio economicista de la realidad

del sistema capitalista, convierte al propio sistema en una

especie de patrón limitado a un estrecho campo de la realidad

social. El Capitalismo solamente aparece en tanto en cuanto

existe una relación económica de por medio, es un mero sistema

productivo exclusivamente, y de forma excesiva, limitado a una

realidad únicamente económica. La emancipación obrera así

planteada será algo, consecuentemente, de un contenido puramente

económico.

Surge así el tema de la división antagónica de la sociedad

en sólo dos clases. Efectivamente, si la base de todo el edificio

capitalista era la cuestión de la compra—venta de trabajo, es

lógico pensar que una parte fundamental del análisis socialista

se refiera a aquellas clases que actúan en dicha realidad de

compra—venta. Una, como la compradora del trabajo ajeno; y, otra,

como la clase que debe vender su fuerza de trabajo para garanti

zar su propia subsistencia.

El antagonismo de clases cobra así una trascendencia en el


esquema de los socialistas. La reducción de la sociedad a dos

clases realmente existentes procede precisamente de ese afán de

positivización, de factualización, de buscar hechos que amparen

las ideas acerca de la esencia ya enunciada del Capitalismo. La

400
necesidad de encontrar un principio que se dé realmente,

entendiendo por real sólo lo positivo, en la sociedad ha llevado

a los socialistas españoles a fijarse en el salario y éste, a su

vez, obliga a tomar el hecho de las clases sociales como

decisivo. Y al no comprender verazmente el Capitalismo, al no

situar lo concreto del mismo en su abstracción más aparente, la

mercancía en cuanto su trabajo apropiado sin racionalidad, por

algo ajeno a lo humano, los socialistas deben buscar actores de

carne y hueso, y no es ninguna metáfora, para poder explicar el

sistema. Los socialistas necesitan, pues, situar en su análisis

a gentes, agentes, que realicen las condiciones de existencia del

sistema capitalista. Al mantener la tesis del capitalismo como el

resultado del capital expropiado por la burguesía en la compra

del trabajo al obrero, necesitan ese conjunto de personajes que

intervienen en esa relación, como si dijéramos que necesitan los


factores para poder llegar al producto, para poder demostrar de

forma eficaz y positiva que el Capitalismo es eso. Y dicho

sumatorio, de un lado los capitalistas dueños de los medios de

producción, y, del otro, los proletarios desposeídos de toda la


riqueza que no sea su fuerza de trabajo, da como resultado final

las relaciones de compra—venta de trabajo, o lo que es lo mismo:

el capitalismo.

Volvemos a ver aquí una vieja visión más cercana a la

economía política liberal que al propio Marx. Resulta que la

sociedad tal y como está constituida no es el fruto de la

existencia de un proceso productivo que se impone sobre los


mismos hombres, que produce su vida, sino que es el resultado de

401
las relaciones que los hombres ya formados entablan entre sí:

como un comprador y un vendedor en un mercado. Así, la creencia

es que al ser el capitalismo el resultado de la compra—venta del

trabajo, de los capitales, está formado por la clase burguesa y

la clase proletaria, los que participan, y por nada más. Es

decir, las clases que forman el sistema asalariado del capitalis

mo. La suma de dichas partes, pues, forma la compra—venta, y ésta


el propio capitalismo, pero no existe la inversa. El capitalismo

como objetividad no existe como algo por encima de las relaciones

sociales entre los grupos, sino que viene conformado por dichas

relaciones. El Capitalismo es la relación social entre la

burguesía y el proletariado.

Se consigue así que el sumatorio de la sociedad sea el

sistema social concreto que representa al Capitalismo. Efectiva

mente, conseguir un resultado positivo es básico, es lo primor

dial, del análisis. Si el capitalismo no es nada más que la

relación establecida de la compra—venta de trabajo, entonces,

para que exista el propio Capitalismo, deben existir los

elementos que le conforman. Es esa visión estática la que da como

uno de sus resultados la idea de la necesidad de la exclusiva

existencia de dos clases sociales: capitalista y obrera.

Las consecuencias resultantes de los dos análisis anterior


mente expuestos, sobre los temas de la idea del salario (capita

lismo) y del antagonismo de clases, señalan bien a las claras que

la intervención política en forma de partido que participa en

las instituciones va a unirse a los otros elementos analizados.

402
Lo primero que nos llama la atención en el estudio del

problema de la política es, precisamente, el desprecio que hacia

todo aquello que sea político se encuentra inmerso en el discurso

socialista. Observamos como los socialistas españoles mantienen

una relación estrecha entre el propio interés económico de una

clase y sus actuaciones políticas. Pero, no se trata de una unión

entre las condiciones productivas concretas, el sistema producti

vo, y una conciencia determinada. Efectivamente, al igual que el

capitalismo se ha personalizado en las propias figuras sociales,

lejos de plantearse su existencia como algo superior a dichas

personalidades, la ideología va a ser reducida a una razón


personalizada y meramente ideal, a una serie de pensamientos que

sostienen los burgueses. La ideología no se enraiza en el sistema

como parte integrante del mismo, sino que consiste en un

aditamento externo que se introduce en aquel para lograr

preservarlo. Esta idea de la ideología, más cercana a los

planteamientos maquiavélicos que a los marxistas, desvelauna vez

más la idea que sobre el capitalismo domina en la socialde—

inocracia española.

El sistema, de carácter estrictamente económico, carece de


cualquier realidad que no pertenezca a dicha esfera, se trata

única y exclusivamente de un hecho producido entre un vendedor y

un comprador, puros ambos en cuanto a dicho ejercicio y que nunca

aparecen como elementos sociales completos. De esta forma, que la

ideología vaya por un lado y la realidad económica y productiva

por otro, tiene como consecuencia el hecho de que los fundadores


del partido socialista no sean capaces de situar correctamente el

403
análisis social, colocando una serie de compartimientos estanco

que muy a su pesar niegan las características ‘reales, su

totalidad, de dicho sistema productivo. El capitalismo se

convierte en un elemento negativo para el desarrollo de los seres

humanos, en cuanto que lleva en sí la explotación del hombre,

pero, y no es una paradoja, el Capitalismo es ideológicamente

neutral.

Se produce así la subjetivización de un problema como el de

la ideología que en principio debía ser tratado objetivamente. La

ideología es un proceso guiado por la “astucia y l,a fuerza”, en

concreto de la clase burguesa, pero no algo desarrollado desde el

sistema, sino desde fuera. Al colocar el problema ideológico en

la distorsión de la comprensión del mundo en las personas

concretas, y además en su mala fe, se le da a la realidad, por

pasiva, el título de verdadera, de ser lo que verdaderamente

tiéne que ser. Y una vez más se ve ese pensamiento en cuanto que

lo que pretende el sujeto es una adecuación a.una realidad que ya

está ahí o que ha de venir, un pensamiento que está, indudable

mente, influido por el -objeto, pero que no influye en el mismo

más que desde la posición de verlo de otro modo. La verdad la

marca el objeto, y lo que debe hacer el sujeto es relacionarse

correctamente con él. Al ser esto así, la realidad no puede ser

en sí misma ideológica, es algo que ni se plantea, pues el

criterio de verdad entonces sería exclusivamente el de la propia

falsedad de la realidad, es decir: la adecuación con la realidad

debería, pues no se aceptaría la dialéctica, sino una especie de

adaequatio, ser la mentira si la propia realidad fuera falsa.

404
De esta manera, la realidad es neutral, ni verdadera ni

falsa, y el desprecio hacia la acción humana es una consecuencia

lógica de este criterio de verdad. El mero reflejo de las

condiciones sociales como criterio de verdad sitúa ésta en un

terreno aparentemente científico, sin contenido moral.

La vieja disputa filosófica entre la relación del ser y el

deber ser se resuelve entre los socialistas españoles a través de

la aceptación del ser como única realidad, como lo positivo y

verdadero, siendo tachado todo lo demás de quimérico. Pero al

unir, precisamente, el Ser, lo que hay, a la verdad final, se

encuentran con la imposibilidad de hallar algún argumento

favorable para cambiar lo que hay, como no sea precisamente lo

que de forma positiva ya hay. El análisis se pretende realizar

como científico, sólo atento a los hechos que se están dando y

nada más que a ellos, pero precisamente al estar atentos a los

héchos que se dan positivamente, y a nada más, no pasa de ser una

descripción falsa que el propio capitalismo hace de si mismo a

través de su propia, y por esto mismo ideológica, representación

social. Es captar, como consecuencia lógica de todo el proceso

seguido, el fetichismo como realidad positiva, es decir:

verdadera, y deslindar así los dos campos, el social por un lado

y el económico, el capital, por otro, de forma tan clara que al

final el social apenas tiene que ver con el económico, y éste es

sólamente la relación establecida en el propio proceso de trabajo

asalariado.

405
Y es precisamente éste un problema que arrastrará el

socialismo a la hora de situar los elementos que hacen necesaria

una revolución. Efectivamente, ésta sólo puede realizarse echando

mano de un trascendente, pues la realidad no indica ninguna

causa, ninguna contradicción que lleve a la necesidad del

derrocamiento. Como este trascendente aparece el Mercado, el

lugar, darwiniano, de la libre concurrencia de mercancías donde


el desarrollo y expansión capitalista se enfrenta a un muro

infranqueable. El Mercado es un lugar que el Capitalismo no

controla, es un producto que aparece como ajeno a él y al que,

sin embargo, el modo de producción capitalista no tiene más

remedios que acudir para conseguir un beneficio. Unido a esto,

está el ya conocido aumento constante de la producción y, como

consecuencia, un aumento proporcionalmente inmenso de las

mercancías producidas.

Si el Capitalismo no quiere agotar sus días en una crisis de

innumerables consecuencias el consumo debe crecer también de

forma proporcionalmente inmensa. Luego, el capitalismo, si quiere

sobrevivir, debe poder poner las condiciones para que dicho

consumo se realice. Pero, el consumo de las mercancías está

condenado a ser algo más bien escaso, reservado a las clases

privilegiadas. La Ley Férrea de los Salarios impide a la clase


trabajadora comprar productos por encima del límite de subsisten

cia. De esta forma, continúa el análisis, el exceso de producción

tiene necesariamente que ir en aumento aún cuando ya sea conocido

que no tiene ningún tipo de salida.

406
La consecuencia de todo esto es que, necesariamente, la

crisis potencial, provocada por dicho proceso, debe cumplirse más

tarde o más temprano y cada vez con más violencia. El capitalismo

cava su propia fosa. Con esto, y de forma casi paradójica, el

Capital se presenta como incapaz de satisfacer las necesidades

básicas de la gran mayoría de la población. Precisamente, por

esos grados de pobreza a los cuales la población está condenada,

la revolución social, realizada y acuciada por el hambre, está

servida.

Es una, otra, ley inexorable que anuncia, sin ningún género

de dudas, la necesaria caída del sistema de producción capitalis

ta. La reducción del capitalismo juega, pues, aquí un papel

fundamental a la hora de estudiar el Mercado. El Capitalismo es

injusto en su relación de compra-venta de trabajo. A su vez, él

mismo es esa relación de compra—venta personificada, de acuerdo

al esquema general que se pretende corresponder fielmente con la

propia realidad del modelo de la producción capitalista. Pero, el

Capitalismo sólo aparece en el mercado, es incapaz de constituir

lo, de darle forma. El Capitalismo no presenta, ni tan siquiera,

una pretensión de totalidad. Exclusivamente busca un beneficio

económico inmediato que se encuentra personificado en la propia

clase burguesa. Va a morir necesariamente arrastrado por su

exceso productivo en comparación a la limitación que él mismo,

necesariamente, ha impuesto al mercado. La zona de libre

concurrencia de mercancías no es libre por la pobreza de la

población, y no porque esté dominada por el Capitalismo. Esa

necesidad de un lugar que se presente por encima del capitalismo,

407
pero a la vez limitado por el capitalismo es el trascendente de

las teorías socialistas.

El mercado, aún sin pretenderlo, cobra una importancia de

primera magnitud dentro del esquema revolucionario socialista. Y

es un esquema revolucionario que se gesta desde fuera, en ningún

momento desde el núcleo de la propia entidad capitalista del

trabajo. La distinción entre formas de trabajo capitalistas,

donde el proceso productivo de explotación parece surgir con gran

fuerza, y formas de distribución y comercialización de las

mercancías, que aparentemente es libre de cualquier condición de

sumisión al sistema, será la clave, al menos una de las principa

les, para entender el reformismo defendido posteriormente. Dicha

distinción llevará necesariamente a la paradoja de tener que

defender el mercado como fórmula revolucionaria, pero que lo es

por la propia limitación del capitalismo como realidad no

totalitaria. El capitalismo va a morir, fatalmente, arrastrado

por su exceso productivo en comparación a la limitación que él,

necesariamente, ha impuesto al mercado. Un estado social capaz de

garantizar el consumo y de producir científicamente sería así

justo. El reformismo, como defensa del capitalismo de mercado,

está servido.

POSITIVISMO Y SOCIALDEMOCRACIA

Así es como se presenta dentro de los orígenes del movimien

to socialista sus principales componentes ideológicos. A través

408
de esto podemos ver que la idea principal que mantendrán los

partidos socialistas no será, por tanto y exclusivamente, la

celebérrima de que el cumplimiento de la revolución sea algo

fatal y absolutamente necesario, idea evidentemente primordial

también en el ideario, sino otra de la cual esta primera acabará

siendo subsidiaria, a saber: que la escisión producida en el

sujeto se puede ver restituida por el objeto. Es decir, que la

redistribución ordenada de las mercancías superaría la escisión.

O dicho-de otro modo, que el criterio de verdad predominante en

Marx, que lo que importa de la mercancía no es que ésta tal cual

se restituya o no, sino que es trabajo humano explotado, es

sustituido por un criterio objetivado, que contiene ya en sí

cierta idea de la futura tecnocracia de gestión: lo que importa

es el cómo del proceso de circulación, la repartición de las

mercancías.

El sujeto queda así reducido a su presencia alienada en el

objeto, pudiéndose de esta manera realizar el tránsito desde una


unión indisoluble de teoría y praxis, en un criterio de verdad

fuerte, a otro criterio tecnocrático, ese predominio de la

aparente praxis que acabará en el posibilisino socialdemócrata,

que impregnará a partir de entonces todo el proceso futuro del

socialismo.

Es pues ésta la primera consecuencia que tendrá la presencia


del positivismo en el esquema ideológico del socialismo español:

impregnarle de un espíritu tecnocrático debido a la idea de la


posibilidad de la devolución de lo escindido a través de un

409
recurso propio del mismo capitalismo como es el salario y su, en

este caso, aumento. Así, y huyendo de entidades catalogadas como

metafísicas y asumiendo esa querencia política por los hechos y

las realidades, la repetidas veces alabada idea de la eficacia,

el socialismo irá poco a poco admitiendo un carácter gestor de la

realidad, siempre con la mejor intención, que le acabará

encerrado en ella misma.

Otro aspecto que será importante en la posterior evolución

del socialismo español será la importancia progresiva que se irá

otorgando a los hechos en detrimento de la propia totalidad.

Debido al pensamiento establecido en torno a qué sea el capita

lismo, que hemos visto resuelven con la idea de compra—venta del

trabajo y sin referencia a una totalidad que no sea mero producto

de esa misma compra—venta, los miembros del socialismo español

comenzarán a aplicarse sobre todos a los fragmentos de esa

totalidad, pero sin tocar ésta, en especial en la cuestión de las

condiciones de vida.

PARCIALIDAD Y REFORMISMO

Ciertamente, las condiciones de vida son de una importancia

capital y no se trata ahora de pretender criticar la postura

obrera que tanta preocupación presentó sobre ella, pues aquí sí


que hay que tener en cuenta la concreción histórica en la cual

nos movemos, sino que lo que pretendemos destacar en esta crítica

ideológica es la postura que se adopta en sus reivindicaciones.

410
El movimiento obrero que comienza negando cualquier

posibilidad de reformas favorables al proletariado dentro del

sistema capitalista acabará admitiendo como su fin fundamental la

defensa de esas mismas reformas. Costreñidos por la visión

parcial de la realidad que encierra el positivismo, la agregación

de elementos forma lo constituido, creerán que, como ya hemos

indicado, si se puede cambiar el contenido concreto de esos

elementos con ello se cambiará a su vez el resultado. Pero esto

también se verá reflejado en la propia metodología empleada para

explicar la sociedad, que irá de abajo a arriba, en un esquema

inductivo, y que acabará en una doctrina en que predominará la

praxis política por encima incluso de su verdad o no. La eficacia

como forma de lucha y finalidad acabará resultando un fin en sí

mismo, incluso por encima de esa misma verdad de lo eficaz.

Todo pensamiento que ya no se presente como una gestión de

recursos será analizado como una falsa política. La falsedad del

posibilismo adecuará paulatinamente, de manera maravillosa, eso

sí, las reivindicaciones parciales obreras con las propias

necesidades socioeconómicas del sistema productivo. Lo que de

cierto pudiera tener la lucha por reformas, la idea de una

necesidad social de mejoras inmediatas y de la creación de

condiciones para cumplir el discurso de emancipación, acabará

deviniendo en la máxima ideología a través de la conversión del

medio en el propio fin. El movimiento obrero pasará a ser, de

esta manera, un movimiento reformista llevado por su propia

coherencia con el modelo de pensamiento elegido en su principio.


Cada vez más alejado de sus primera ideas sobre la formación de

411
un inundo justo, donde las personas pudieran llevar una vida

digna, aquello que no se refleja en la nómina, los partidos

herederos de ese estallido social del proletariado se irán


convirtiendo en valedores de un status quo directamente relacio

nado con la sociedad totalitaria.

“Cuando en el ensalzado binario teoría—praxis

perdió la teoría, la praxis se convirtió en irracional

y en parte de esa teoría que quería superar; es decir,

quedó a merced del poder. La liquidación de la teoría

a base de dogmatizar y prohibir el pensamiento contri

buyó a la mala praxis. La misma praxis está interesada

en que la teoría recupere su independencia. La relación

entre ambos factores no está decidida de una vez para

siempre, sino que cambia históricamente. Hoy, que la

actividad omnipotente paraliza y difama la teoría,

ésta, con toda su impotencia, atestigua contra ella el

mero hecho de existir. Por eso es tan legítima como

odiada; sin ella la praxis, que quiere cambiarlo todo,

no podría cambiar. Acusar a la teoría de anacronismo es

una forma de obedecer al lugar común que elimina como


anticuado lo que sigue doliendo como fracaso.”7

Recapitulando, vemos pues que lo más importante del

Positivismo y de la Socialdemocracia es su conciencia fetichiza—

da. Conciencia y proceso que no puede desligarse de la figura

mercancía. Unir hecho y realidad es celebrar apriorísticamente el

Adorno, Theodor, Dialéctica negativa, pág. 147.

412
estado actual de cosas. Que esta unión como ocultación y

asimilación de la realidad sea todavía imperfecta, no oculta el

hecho de que se halle aquí la semilla de aquello que confiere a

la época actual su carácter de mercado totalitario. Que el

capitalismo decimonónico no pueda ocultar su propia negación, no

es debido tanto a la fuerza consciente de ésta (la esperanza de

Marx en la constitución del proletariado en una clase para sí)

como a la propia dinámica autodestructiva inherente a este primer

capitalismo por la anarquía de la producción, y en esto tienen

razón los socialistas, todavía sin reconducir. Pero, al contrario

de la creencia inscrita en su teoría donde el mercado será el fin

del modelo capitalista, la creación de una estructura que se

sitúe como límite de esta autodestrucción será lo que conforme el

mercado: lugar de expansión de la mercancía y al tiempo realidad

única, proceso máximo de fetichización, donde todo es ya

mercancía.

FINAL

El resto de la historia es conocido. La totalidad se acabará

reproduciendo en sus criaturas. La gestión de esos mismos

recursos, creyendo en ello ver la posibilidad de un cambio en la

propia realidad totalitaria, sustituirá al discurso filosófico

calificado ya, peyorativamente, de maximalista. La política se


transformará, tal y como ya vaticinó con cínica verdad González

413
de la Moras, en una cuestión de técnicos. La realidad, ideológi

camente, acabará siendo el marco de la foto tomada con una cámara

cómplice y aquel que se mueva, como ya es conocido, no saldrá en

ella más.

—Voy a explicaros el porqué no debéis tapizar

las paredes de un cuarto con dibujos de caballos...!J1a—

béis visto alguna vez en la vida, en la realidad, que

los caballos se suban por las paredes de un cuarto? ¿Lo

habéis visto?

— ¡SÍ, señor!— gritó media clase.

- ¡No, señor!- gritó la otra mitad.

El caballero dirigió una mirada de enojo a la

mitad equivocada, y dijo:

— ¡Claro que no! Pues bien: lo que se ve en la

vida real, no debéis verlo en ninguna parte; no debéis

consentir en ninguna parte lo que no se os da en la


vida real. El buen gusto no es sino un nombre más de lo

real.

(...)

— ¡Lo real, lo real, lo real!— voceó el caballero.

— ¡Lo real, lo real, lo real!— repitió Tomás


Gradgrind.

— Guíate en todas las circunstancias y gobiérnate

por lo real. No está lejano el día en que tengamos un

8 FERNÁNDEZ DE LA MORA, Gonzalo, El crepúsculo de las


ideologías. Madrid, Ed. Rialp, 1965.

414
cuerpo de gobernantes imbuidos de realismo, y ese

gobierno estará integrado por jefes de negociado,

realistas, que obligarán a las gentes a vivir de

acuerdo con la realidad y descartando cuanto no sea

realidad.” 9

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A LA PESENT TE-SIS
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