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EL NEGRO BONIFACIO [O negro Bonifacio]

¿Si era malevo el negro? ¡Cruz! ¡Era un condenado!... ¡pero era taura también!...
Cuando la carrera grande del picazo del mayor Teréncio y el tordillo de Nadico (hijo del gordo
Antunes, uno que era rengo), cuando fue la carrera, digo, ahí el negro mostró para lo que servía...; pero
fue un desgraciado1.
Oiga.
Tudinha era la chinita más mimada que había en aquellos pagos. Un cajetilla2 de la ciudad una vuelta
que la vio le hizo unos versos muy lindos -para el caso- y había uno que decía que ella era una

" ............................................................. chinita airosa,


lindaza como el sol, fresca como una rosa!... "

Y el sujeto quiso retozar, pero ella le negó el estribo, porque ya traía a más de cuatro del cabresto, que
eran de allí, de esa querencia, y el de los versos era forastero...
Alta y delgada, parecía así un yatay todavía nuevo, cuando balancea la copa verde empujada
suavemente por el vientito de la tarde. Tenía ios pies pequeños y las manos muy bien torneadas;
cabello ondulado, cejas finas, nariz recta.
Pero fascinantes, fascinantes., ¡eran los ojos!
Los ojos de Tudinha eran como los ojos del guazúvirá asustado: negros, grandes, con luz adentro,
tímidos y al mismo tiempo, ariscos... parecían ojos que estaban siempre oyendo... oyendo más que
viendo...
El rostro color durazno maduro; los dientes blancos y lustrosos como diente de cachorro; y los labios
de la morocha debían ser suaves como trebolar, dulces como la miel, frescos como la pulpa del
guabiyú...
Y aunque arisca, era alegre y envolvía a un cristiano sólo con la palabra, tan seductora...
Por lo demás, buenaza, sin arrogancia; y tenía de qué, porque se rumoreaba que era hija del capitán
Pereirinha, estanciero, que sólo allí, en los Guaras, tenía más de no sé cuantas leguas de campo de ley,
poblado. Lo cierto es que el puesto en que ella vivía con la madre, misia Firmina, era un primor; tenía
de todo: huerta, buena cachimba, un rodeíto manso; y Tudinha tenía un caballo criado a maíz, sólo
para su andar, y con alguna plata en los preparas3.
Parecido, eso sí tenía, y no poco, con la gente del capitán...
El viejo, a veces, iba por allá a sestear, a tomar un cimarrón...

Pues para esa carrera, había acudido una multitud inmensa.


Y ella fue, también, con la vieja. Vieja es un decir, porque misia Firmina todavía hacía buen papel...
Y se dio el caso que los cuatro pretendientes también fueron, y de ellos, el preferido era Nadico.
Y, vea usted, sin que nadie lo esperara, también apareció el negro Bonifacio.
Es así que el diablo las arma...
Oiga.

El negro no venía por ella, no; venía para farrear, jugar y beber: era perdidazo por la caña, por el truco
y la taba.

1
En el original: "mas foi caipora". Aurelio Buarque en su Novo dicionário.., cit. (Aurelio) define caipora. en su segunda
acepción: "Individuo que por su simple presencia provoca infelicidad, mala suerte"; y caiporismo "Mala suer te o infelicidad
constante en acontecimientos fortuitos o en todo lo que se intenta"
2
El "cajetilha" es el poeta Múcio Teixeira (1857-1926) y los versos son parte de una cuarteta de su poema "Gauchadas":
"Duma feita, eu já tinha atravessado o passo ' e estava relavando as bolas junto ao lago / cuando vi, a banhar-se, una
chinoca airosa. / lindaça como o sol, fresca como urna rosa".
3
Preparo: conjunto de piezas que integran el recado: cabezadas y riendas, bozal y cabresto, manea y pechera". (C. A de
Freitas, cit).
Y venía bien montado, en un bagual lobuno rabicano, de ranillas altas, pecho de paloma y orejas
finas, como tijeras; muy bien tusado a medio cogotillo, y de cola atada, en tres trenzas, bien arriba,
¡donde canta el gallo!...

Y en la grupa, muy bien sentada, traía una chiruza, con aire de querendona..

¡Epa, negro bandido!


De sombrero de ala ancha, bien encajado y sujeto por un barbijo de borlas grandes, pasado por la
nariz;4 en el pescuezo un pañuelo colorado, con el nudo republicano5; en la cintura un culero6 de cuero
de nutria con los bordes forrados de tafetán azul y más lleno de monedas que manchas tiene un buey
salino7.
Y en la cintura, atravesado con orgullo, un facón de tres palmos, de seguro.
Como fanfarrón, no tenía par: cuando hablaba, lo hacía en voz alta y gruesa y sin mirar a nadie. ¡El
negro era un personaje!

Bueno; después de mostrarse un poco, el negro apeó a la chiruza y ya medio alegre empezó a pastorear
a Tudinha. e ignorando sus cuidados recostó su caballo al de ella y ahí nomás, sin un -¡Dios te salve!-
le sacudió un envite para una paradita en la carrera grande. La china le dirigió sus ojos de venado
asustado y no se dio por enterada; él repitió el convite de la apuesta y ella entonces -después lo
explicó- de puro miedo aceptó, debiendo ganar una libra de dulces, si el tordillo ganaba. El tordillo era
el de Nadico.
El trato quedó cerrado.
El negro -¡era jinetazo!- le aflojó la rienda al lobuno, que se enderezó en las dos patas y ya le clavó las
chilenas, grandes como un plato, y salió caracoleando, ¡medio ladeado!
Los cuatro blancos se miraron...; Nadico estaba verdoso, como difunto pasado...
Tudinha empezó enseguida a darle a la lengua, y la cosa fue pasando, como olvidada
¡Pero qué! ... el negro la tenía jurada ..

Oiga
Entraron en la cancha los parejeros, los dos pisando con la punta del casco, muy bien compuestos y
lindos, de lavarse con un buche de agua.
Hicieron las partidas, largaron, corrieron: ganó, por una cabeza, el de Nadico, el tordillo.
Después rompió un vocerío, la gente se desparramó, parecía un hormiguero deshecho; las sociedades
se juntaban, unos pagaban, otros protestaban...pero todo se fue arreglando en orden, porque nadie fue
capaz de acusar mal juego.
Y se tomó un vino que ofrecieron los dueños de la carrera, como gauchos de alma grande,
principalmente el mayor Teréncio, que era el perdedor.
Y allá fue Tudinha, en la gloria.
En medio del barullo de los saludos y las bromas, cuando todos se divertían, apareció aquel negro
infiel, para aguar la fiesta. Paró el caballo enfrente del boliche; traía en la mano un pañuelo con
rosquitas que extendió a Tudinha: había perdido, pagaba...
La morocha se detuvo en medio de sus risas y fijó en él unos ojos atravesados, extraños, ojos como
para alguien que ya los conociera... y como sintió que la cosa venía mal parada, para evitar un
desaguisado, dijo:

4
El barbijo (barbicacho) es un cordón o trenza de cuero, con las extremidades sujetas al sombrero, que pasa por debajo de la
mandíbula del que lo usa, para que no se le caiga. Según Z. y R. Cardoso Nunes, cit. p. 57, "en la parte inferior del barbijo se
acostumbra colocar una borla'. Los autores citan estos versos de Aureliano: "E a borla do barbicacho /-única flor sobre o
peitó" Usarlo por debajo de la nariz, como Bonifacio, era señal de presunción.
5
El "nudo republicano" del pañuelo evoca la época de los Farrapos.
16
En portugués, tirador. "Pieza de cuero curtido, con la forma de un delantal, que en las lides camperas protege el lado
izquierdo del enlazador del roce del lazo". (A. G. Schlee, cit.) "Aun cuando no esté en un trabajo en que utilice el lazo, el
hombre de la frontera usa, frecuentemente, como parte de su vestimenta, su tirador, [culero] que, a veces, es de lujo,
adornado con franjas, bolsillos y pistolera para revólver". (Cardoso Nunes, cit., p. 489).
17
Boi salino: de pelo salpicado con pintas de color
-Haga el favor de entregárselos a mamá, ¿sí?
El negro abrió los labios, mostrando los dientes, haciendo poco caso, y contestó:
-¡Epa, corazón8!...¡Yo soy tu negro, de collera!... pero no soy peón de la china vieja! ¡Toma!
Y extendió el brazo, ofreciendo el atado de dulces.
Ahí, Nadico manoteó y en un instante sopesó el envoltorio y se lo zampó en la cara al negro9. ¡Amigo!
¡Virgen santa!
¡En un pensamiento el negro boleó la pata, peló el facón y se vino!...
El lobuno se apartó, bufando.

¡Qué pelea más linda!


Veinte fierros chispearon; era Nadico, eran los otros pretendientes de Tudinha y eran todos los que
tenían que arreglar cuentas con aquel tizón atrevido.
Cerca del negro Bonifacio, sentado sobre un barril, sin tener nada que ver en el lío, estaba un paisano
tocando la guitarra: el negro - ¡para hacer boca, el malvado!-, le largó un revés, tan bien dado, que
cortó los dedos del desgraciado y las cuerdas y hundió la tapa del estrumento10...

Empezó el baile.

Nadico mandó la daga y atravesó el pellejo del pescuezo del negro, rozando la yugular; el mayor le
tocó fuego, de pistola, yendo la bala, de refilón, a golpearle una pierna...el trompeta cuadraba el cuerpo
y devolvía los tajos y puntazos que le meneaban sin pena.
Y estaba callado; sólo se veía en la carota negra el blanco de los ojos, echando refucilos...

¡Ay!
Fue el grito enloquecido de Tudinha... y ya se vio a Nadico trastabillar y caer, con la barriga abierta,
con el triperio afuera, ¡vomitando sangre!...
En medio del silencio que se hizo, el negro todavía gritó: -¡Comete ahora mis sobras!. .
Después roncó como chancho acorralado... ¡y entonces fue una cosa bárbara!...
En cuatro arremetidas, desmuñecando a unos, cortando a otros, punteando a otros, en un abrir y cerrar
de ojos11, el piso quedó estibado de gente estropeada, que llenaba de sangre aquel sitio.
Es verdad que él también estaba todo agujereado: la cara, los brazos, la camisa, el delantal, las piernas,
tenían más tajos que la picana de un reyuno empacado: pero no le quebraban la arrogancia, al
corajudo!
Aquello seria por obra de alguna oración fuerte que tenía cosida al cuerpo.
Para ese entonces, era todo un alarido en el campamento; de todos lados llovía gente al lugar de la
pelea.
Tudinha, agarrada a Nadico, con la cabeza apoyada en su falda, le besaba los ojos opacos y la boca ya
moribunda, ahí, en aquella hora brava, a la vista de todos y de sus otros enamorados, que desfallecían
sin ningún consuelo ni de sus manos ni de sus lágrimas, Tudinha demostraba que su amor preferido
era ese, el primero al que insultara y cortara el negro, por su causa...

Entonces un gaucho melenudo, muy alto, zurdo, desprendió de la cintura las boleadoras y las hizo
roncar por encima de la cabeza.. y cuando las iba a soltar, zumbando, con fuerza como para reventar
las costillas de un buey manso, y el negro estaba bombeando el tiro, con el facón pronto para cortar las

8
"-Ora, coração!” Esta es la versión que adopta A. García Schlee. En todas las ediciones anteriores, incluyendo a la primera,
de 1912, se lee: "-Ora, misturada!", que podría traducirse por "-Epa, pardita! (misturada: mezclada). García Schlee se basa
en el texto de la primera publicación del cuento, en la Revista de la Academia de Letras do Rio Grande do Sul, Porto Alegre,
No. 9, año 1, diciembre 1911/abril 1912, y justifica asi su elección: "Las ediciones criticas y subsiguientes repitieron la
forma de la primera edición de 1912, de mucho menos impacto y de menor significado para la comprensión de las relaciones
entre Tudinha y Bonifacio". (A.G.S., cit., tomo II, p.153).
19
En el original: "na cara do muçum". Muçum: anguila, pez oscuro y con forma de víbora.
10
Escrito así en el original.
11
Literalmente: "enquanto o diabo esfrega o olho".
sogas..., en ese mismo momento la vieja Firmina entró en la danza y, ligera como un gato, le vació a
Bonifacio una lata12 de agua hirviendo, que traía en la mano, del cimarrón que estaba chupando...
El negro bramó como un toro cuando lo capan...; al rumbo nomás, avanzó el brazo, clavó el cuchillo, y
suspendió y levantó a la vieja que se retorcía, atravesada en el facón hasta la ese...; al mismo tiempo,
impulsado por fuerza de hombre un bolazo le cantó en la tapa de los sesos y luego otro, en el costillar,
y el negro cayó, como buey desnucado, con la boca abierta, la lengua puntiaguda, moviendo en un
temblor una pierna, donde la roseta de la chilena tintineaba, bajito13...

Compañero, ¡oiga!
Vi entonces lo que es una mujer rabiosa...: no hay manea ni bozal que la asujete. ¡es peor que el
hombre!...
Tudinha ya no lloraba, no; entre Nadico, muerto, y la vieja Firmina expirando, la morocha más linda
que haya visto saltó encima de Bonifacio, le sacó de la mano floja el facón y le vació los ojos al negro,
le tajeó la cara, de punta y filo...y por fin, echando espuma y riéndose, desatinada -¡siempre bonita!-,
se arrodilló al lado del cuerpo y agarrando el facón como quien clava una estaca, tanteó al negro sobre
la vejiga, para abajo, un poco, ¿entiende?... y una, dos, diez, veinte, cincuenta veces clavó el fierro
afilado como quien despedaza una crucera en una cueva... como quien quiere despedazar una cosa re-
pugnante, como quien quiere reducir a andrajos una prenda que fue querida y ahora se odia!...

En círculo, el gauchaje miraba, ceñudo, pero quieto: nadie apadrinó al difunto.


En eso un sujeto que venía a media rienda sofrenó el caballo casi arriba de la gente, era el juez de paz.

Más tarde vine a saber que el negro Bonifacio fue el primero en... en amansar a Tudinha; y que
después había tenido nuevos amores con otra fulana, una chiruza de cara chata, trompuda; y que aquel
día, para hacerse ver, trajo en la grupa a la nueva, a las carreras, sólo para molestar, para chumbar,
para torear a Tudinha, que bien lo vio y que, a pesar de las arrastradas de ala de esos muchachos y
sobre todo de Nadico, que ya la había invitado a acollararse con él, se sintió picada, mortificada por la
ofensa que sólo ella y el negro entendían bien...; por eso ella quedó como víbora que perdió el veneno
..
Oiga.
Hasta hoy me intriga esto: ¿Cómo una morocha tan linda se entregó a un negro tan feo?...
¿Seria por miedo, porque él era malo?... ¿Sería por bobería de inocente?... ¿Porque él era forzudo y
ella delicada?... Seria por...
Que de cualquier manera ella se vengó, se vengó...; ¿pero y lo otro que hizo con el cuerpo del negro?
¿Fue como un perdón pedido a Nanico o una venganza contra la otra, la chiruza trompuda?...
¡Ah, mujeres!
Estancieras o peonas, son todas lo mismo.. todas bicho cabortero...; la más santita tiene más malicia
que un zorro viejo!

22
.En el original: Chocolateira, lo mismo que cambona especie de caldera rústica hecha con una lata con asa de alambre,
usada habitualmente por carreteros y troperos. (Cardoso Nunes, cits., p. 82 y 116).
23
Flávio Wolf de Aguiar estima, con buenas razones, que varias imágenes y situaciones de este episodio magistral se inspiran
directamente en el Martin Fierro. 1, Vs. 1211, 1231-34; 1235-36; 1173-74, etc. Véase F. W. de A. Cultura de contrabando
Estudo sobre os contos de S.LN. Revista Vozes-Cultura, S. Paulo: Vozes, año 86, Vol LXXXXIX, No. 6, Nov./Dic. 1992

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