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Quizá hoy el problema no es


el ruido en el salón, nuestro
problema actualmente es el
peligroso silencio...
EL
 C E L U L A R
ES E L
CH U P O  
DEL
I G L O X X I
 S
...En nuestra era no se
necesita ser inteligente
para usar lo inteligente... CESAR HUERTAS. 
EL CELULAR EL CHUPO DEL SIGLO XXI

En varias ocasiones he querido postular una mirada diferente acerca del uso y el
empleo que se le viene dando ya desde hace varios años a los medios tecnológicos
en los escenarios escolares, no conforme con esta intención he querido también en
otros momentos realizar un ejercicio crítico en relación con la usanza de los
teléfonos inteligentes como medio controlador de los niños y las niñas. Entiendo que
esta idea tiene todo un antecedente teórico desde las ciencias sociales, los estudios
culturales y la educomunicación, no obstante, como parte de esta gran inquietud he
querido manifestar de manera empírica una postura bajo la visión de educador que
sin duda alguna traerá en un futuro un artículo académico que sustente las tesis
aquí planteadas, desde la teoría de los medios entre otras referencias.

Todo indica al parecer, que la idea Americana, que propone el Ministerio de


Educación y ahora el reconocido Ministerio de Tecnologías de la Información y las
Comunicaciones (TIC) parece haber triunfado, y es que se ha creído en gran parte
del gremio educativo que la salvación del país y de la educación misma está en el
uso e implementación de medios tecnológicos y plataformas virtuales. Nos
vendieron muy bien el discurso y con él los millones de tablets, smartphones,
smarttv, smartboards, smarttable. Las cifras de inversión en tecnología de nuestro
País son escandalosas cuando se contrastan con el crecimiento mínimo en las
pruebas que miden el crecimiento intelectual y cultural de las naciones, y son mucho
más escandalosas cuando se comprueba que los países desarrollados no hacen
uso de la tecnología en la educación, estas naciones usan la educación para
desarrollar las tecnologías.

Hasta aquí se descubre lo que en términos cotidianos denominaré la trampa del


mercado tecnológico, y es que no por tener más tecnología en la escuela o en los
hogares somos más académicos o inteligentes, por el contrario, el panorama indica
que entre más tecnología incorporamos a nuestras vidas menos se lee, menos se
estudia, menos se aprende y menos se enseña.

Es de gran sorpresa al menos para mí el termino Smart en todo este discurso. Smart
(inteligente) es un término en mi opinión mal empleado pues no son inteligentes los
medios tecnológicos, son inteligentes quienes los desarrollaron. En rigor tampoco

CESAR HUERTAS
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son inteligentes quienes los usan pues la complejidad de este sistema radica en que
todos puedan hacer uso de él, es decir, no se necesita estudiar, ni leer, ni escribir
para aprender a dominar estas tecnologías. Pocos tienen idea de cómo funciona un
sistema operativo como Android pero una gran parte del mundo hace uso de él. En
otras palabras, en nuestra era no se necesita ser inteligente para usar lo inteligente.
Los verdaderos intelectuales es este panorama son quienes desarrollan las
tecnologías, son tan inteligentes que logran hacer de la tecnología una necesidad y
por tanto un negocio multimillonario.

Con frecuencia observo y escucho como Docentes y familias se sorprenden


gratamente cuando un niño o una niña de dos años o tres logra abrir una aplicación
y hacer uso de ella, adjudican a esta generación de infantes en palabras textuales
tener “otro chip” o venir “programados” Es lamentable informar a las familias y a
estos Docentes que esto no es un gesto de inteligencia, o de gran experticia, son
procesos de asociación básicos que se logran fácilmente y con mayor rapidez pues
es mayor el tiempo que los niños y niñas pasan asimilando el funcionamiento del
celular. Quiero aclarar que de ninguna manera es intensión mía satanizar los medios
o soportes tecnológicos, por el contrario, considero importante modificar su uso en
relacion a la educación y la infancia.

A este panorama quiero agregar una conducta muy habitual hoy por hoy. Ya son
varios los momentos en los que he visto en distintos contextos, cómo el celular o el
televisor se han convertido en la solución didáctica que permite el silencio, la
quietud, la disciplina. Muchas familias agradecen a la industria tecnológica el haber
desarrollado los teléfonos inteligentes, a ellos le deben poder tener a los niños y
niñas distraídos y quietos en visitas familiares, almuerzos, cenas o simplemente
agradecen poder desarrollar sus actividades diarias. Muchos han denominado al
celular como al mejor amigo del hombre. De ahí que en términos de conductismo
aplicado la manipulación del celular suele ser una buena razón para conseguir una
conducta de los niños y las niñas. Los niños lo hacen todo por jugar en el celular.
En algunos Colegios o escuelas suele suceder lo mismo con el televisor y un par de
películas de Disney, las maestras suelen sentirse muy tranquilas y agradecidas ya

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que el televisor logra lo que la pedagogía y la didáctica no. ¿Es celular entonces el
chupo del siglo XXI? ¿Estamos dejando en lo audiovisual la responsabilidad del
docente? Estas preguntas no solo suponen unas respuestas en defensa del gremio,
también proponen una idea de mayor complejidad, y es que sin importar las razones
y los usos de las tecnologías, por un lado es evidente cada vez mas la ausencia de
experiencias significativas planeadas en las aulas de educación inicial y por otro el
deseo absurdo de las familias al querer que los niños y niñas no se comporten
como tal.

Las respuestas primarias a estas inquietudes no requieren mayor rigor, hablaré en


esta ocasión de reflexiones superficiales y dejaré la profundidad del tema para un
escenario mejor argumentado. Esta claro que el uso de los medios tecnológicos
solo ha desvinculado a los niños y las niñas de la familia, del entorno, y de la infancia
misma. Se expresa un afán y una necesidad constante por lo virtual, se propicia y
se acolita entonces la idea que estar sentados observando una pantalla es lo
adecuado y con eso basta para solucionar el tema de la educación. En apariencia
niños y niñas disciplinados, ordenados, tranquilos, concentrados. En mi opinión la
disciplina no tiene que ver nada con la quietud, el orden no tiene que ver nada con
la calma, la tranquilidad no depende del silencio y el silencio no implica
concentración. Al contrario, de manera empírica podría asegurar que el resultado
de esta practica entorpece los procesos de enseñanza y aprendizaje. En el pasado
la lucha de los profesores de primaria y de bachillerato en la mayoría de Colegios
consistía en desintegrar los “grupitos” de la clase. Tanto que en algunas ocasiones
y luego de muchos intentos fallidos la solución definitiva era separar a los
habladores cambiándoles de lugar. Quizá hoy el problema no es el ruido en el salón,
nuestro problema actualmente es el peligroso silencio. Ya no es necesario separar
a nadie pues nadie se junta con nadie en clase. Basta ahora con nombrar que el
reto más común se trata de lograr que los estudiantes se quiten los audiófonos
mientras el docente habla. Por otro lado, la pantalla, la imagen y el internet
prometieron hacer de nuestros estudiantes más lectores y por tanto más
académicos, en procura de no caer en imprecisiones solo diré que cada vez se lee
menos, se estudia menos y como resultado de este auge patrocinado por

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educadores y familias hemos alejado a la infancia y la adolescencia de los libros y


la escritura. La pregunta y el afán por resolver cuál es la incidencia de la tecnología
en la educación aplaza tristemente la verdadera inquietud de nuestro tiempo y es
preguntarnos cuál es la incidencia de la educación en la tecnología.

Una postura crítica personal invita a alejar este tipo de recursos si se usan como
mecanismos de control. El país no necesita una generación silenciada, atrapada en
la red, aislada del mundo, quieta. No se necesita una generación mezquina,
indiferente, individual. No se requiere una generación que se entretenga sola,
necesitamos una generación que se quiera educar junta, solidaria, que se piense
en comunidad, que no dependa de la tecnología, que la pueda desarrollar, que lea
para comprender la ciencia y no que la ciencia resuelva sus debilidades para
comprender el mundo.

No deje en la tecnología la responsabilidad que tiene como padre o madre, o como


educador. Para los adultos es mas amable permanecer en la red pues en la
virtualidad todo es mas fácil, allí podemos ser incluso quienes soñamos ser, quizá
por que el mundo real es duro y sincero. Intentemos que los que ahora crecen
construyan juntos una realidad amable, donde la red y la virtualidad no sean lo
deseado. Apostemos finalmente por una Nación educada y no entretenida.

CESAR HUERTAS

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