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UNIVERSIDAD CENTRAL

FACULTAD DE CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN


FUNDAMENTOS FILOSÓFICOS Y SOCIOANTROPOLÓGICOS DE LA EDUCACIÓN
GUIA DE APOYO
Estrategias de Redacción:
Filosofía del Lenguaje para la Vida
Prof. Javier C. Simonpietri

Las ideas son los bloques básicos del pensamiento. Con decirlo así, casi pareciera trivial. ¿Pero qué es
una idea? Intenta contestar y verás que no es fácil definirlo. Ni siquiera la Real Academia Española (RAE) puede
hacerlo. En su lugar, proveen 11 definiciones significativamente distintas las unas de las otras, cada una
empleando términos filosóficos densos y altamente
disputados como “racional”, “entendimiento”, e incluso Idea
se atreven a usar “conocimiento puro”. ¿Qué demonios
es un conocimiento puro? ¡Estoy más confundido que (Del lat. y del gr. ἰδέα, forma, apariencia).
idĕa,

cuando empecé! 1. Primero y más obvio de los actos del


Hay que repetirlo nuevamente, idea tiene 11 entendimiento, que se limita al simple

definiciones; eso fue lo mejor que las mentes ilustradas conocimiento de algo.
de la RAE pudieron hacer para simplificar el término. O
2. Imagen o representación que del objeto
sea, “cadáver” registra una sola definición, cuerpo
percibido queda en la mente.
muerto. ¿Por qué “idea” no puede ser como “cadáver”? Su idea no se

Alguien podría objetar que hay muchísimas borra jamás de mi mente.

palabras que registran tantas connotaciones como “idea”. 3. Conocimiento puro, racional, debido a las
La RAE registra 16 sentidos distintos para “brazo”, casi un naturales condiciones de nuestro

50% más; no sólo eso, también registra 38 locuciones entendimiento. La justicia es idea innata.

distintas donde la palabra “brazo” se combina con otras


4. Plan y disposición que se ordena en la
palabras para significar algo totalmente distinto como,
fantasía para la formación de una obra.
por ejemplo, ocurre con “brazo gitano” que refiere a un La idea

delicioso pan dulce con pasta de guayaba en un espiral de un sermón. La idea de un palacio.

(ver Cuadro 1). Ahora bien, esta objeción pierde fuerza si 5. Intención de hacer algo. Tener, llevar idea de

se observa que “brazo” y otras palabras polisémicas, casarse, de huir.

como “cuerpo” (21 sentidos) o “vista” (22 sentidos), 6. Concepto, opinión o juicio formado de
deben su elasticidad a su participación en metáforas
alguien o algo. Tengo buena idea de Antonio.
conceptuales, es decir, que las empleamos
metafóricamente para denotar cosas que son distintas al He formado idea del asunto.

significado original. Así, “vista” no sólo refiere a un 7. Ingenio para disponer, inventar y trazar una
sentido corporal, la visión, sino que también se proyecta cosa. Es hombre de idea. Tiene idea para estos

metafóricamente para denotar categorías tan distintas trabajos.

como una ventana y una cita ante tribunal. En contraste, 8. ocurrencia


ocurrenci a (idea inesperada). Tengo una idea

todas las definiciones de “idea” refieren al mismo objeto;


para solucionarlo.
y, si miramos la lista de la RAE desde la historia de la
Filosofía de la Mente, ésta se revela como una especie de 9. coloq. manía (extravagancia). Lo perseguía

concurso de popularidad, y los empiristas al parecer una idea.

llevan la delantera (1-2), con los racionalistas pronto 10. En el platonismo, ejemplar eterno e
después (3-4), seguido por el sentido común y su uso inmutable que de cada cosa criada existe en la
coloquial (5-9), y relegadas a último lugar encontramos a mente divina.
la perspectiva platónica y la visión moralista que
11. Convicciones, creencias, opiniones.
dominaron el pensamiento occidental hasta verse
sepultadas en tiempos modernos (10-11). Persona de ideas avanzadas.
Cuadro 1: El brazo gitano
Aunque el brazo gitano es sumamente común en la inmensa mayoría del mundo hispano, no es atípico
que un chileno no sepa qué es. Les explico. Es igual a un brazo de reina; idéntico, excepto que en Chile se usa
dulce de leche en lugar de pasta de guayaba debido a un asunto económico de disponibilidad y costo. En otros
tiempos, llegaron españoles a América y los que conocían de panadería trajeron sus recetas consigo y las
acoplaron a lo que había disponible. Como tantas otras peculiaridades de la existencia chilena, aquí tenemos
un caso en el que la carencia quedó cementada como una tradición, una costumbre—la práctica de hornear un
buen brazo de reina. ¿Dirías tú que la locución “brazo de reina” es igual de real que “brazo gitano”? Pues la
Real Academia Española no la registra como locución válida del español. Registra, sin embargo, “brazo del
reino”, un arcaísmo monárquico que al parecer significa “cada una de las distintas clases que representaban al
reino junto en Cortes.” ¡Qué! ¿En serio?
¿Tú alguna vez habías escuchado la expresión “brazo del reino”? Personalmente, si tuviese que
apostar, apostaría a que la expresión ya ni se usa. Pensándolo bien, debo admitir que probablemente perdería
esa apuesta puesto que, al no tener información alguna, mi intuición surge casi exclusivamente de mis propios
prejuicios americanistas. Al igual que cualquiera, mis prejuicios guían mi pensamiento.
Sin darnos cuenta, todos preferimos nuestros prejuicios, aunque algunos optan por llamarles mejor
sesgos, presuposiciones, creencias o convicciones. Podemos solicitarle a un lector que suspenda sus supuestos
momentáneamente, pero resulta injusto e inefectivo pedir que renuncie a estos definitivamente. Hasta la Real
Academia Española tienen sus prejuicios. ¿Por qué debo yo renunciar a los míos? Al fin y al cabo, todo el
mundo sabe que lo que es igual no es ventaja. O sea, si buscas “brazo de reina”, te encuentras a “brazo del
reino” justo después de “brazo de nobleza” que significa más o menos lo mismo. Puede que “brazo de reina”
no se use en muchos países, puede que sólo se utilice en Chile y que incluso aquí se ocupe la expresión sólo
escasamente, aun así la expresión se ocupa, está viva, es válida, y no es jerga. Incluso si se admite que no se
usa a menudo, es dudoso que en la realidad del uso internacional del castellano se enuncien actualmente
muchas oraciones del tipo “¡Te dije que ésas son las órdenes del brazo de nobleza!” o “Ha llegado un mensaje
del brazo del reino.” Seguramente, la expresión “Un brazo de reina, por favor” ha sido dicha muchísimas más
veces que cualquier oración que incluya las locuciones monárquicas mencionadas.
¿Si aquellas locuciones rarísimas son oficialmente parte de nuestro idioma, con qué cara podrías decir
que “brazo de reina” no merece ser oficialmente reconocida como parte de nuestro idioma? ¿Puedes oler el
prejuicio?

Que ésta sea la primera lección—todos los argumentos se construyen sobre un río de prejuicios. No
puede ser de otra manera. Ninguna mente puede considerar todos los contraejemplos que podrían formularse
en oposición a cualquier argumento puesto que las posibilidades siempre son infinitas.
Las ideas que escuchas en tu cabeza vienen preseleccionadas para ti por tu cerebro, por procesos que tú
no escuchas pero que fugazmente puedes percibir cuando, con dificultad, logras enfocar tu atención en los
saltos impredecibles de tu propia mente, procesos que no son en realidad otra cosa que millones de descargas
electroquímicas que codifican información en representaciones distribuidas y eligen cursos de acción mediante
operaciones probabilísticas. ¿En qué se basan esos cálculos? Una manera bonita de responder es decir que son
abstracciones hechas a partir de la experiencia. Pero si somos más sensatos y tenemos la mente abierta ante la
posibilidad de conocernos a nosotros mismos incluso cuando sabemos que lo que se percibirá no será, por así
decirlo, demasiado agradable, entonces en última instancia tendremos que admitir que estas abstracciones no
son más que sesgos, sesgos que sirven para guiar el procesamiento. ¿Pero si somos todavía más sensatos, no es
cierto que cuando tildamos a alguien de sesgado lo único que hemos hecho es buscar una manera amable de
decir que ese alguien es un prejuiciado? Escarba en tu propia mente; sólo verás hábitos, patrones y prejuicios.
Cuadro 2: Los prejuicios y el pensamiento

Nadie quiere admitir que sus prejuicios conducen su pensamiento. Este hecho nos resulta repugnante,
incluso deprimente. Pero esta aversión se debe a una carga moral que la cultura occidental ha atado al concepto
prejuicio al vincularlo firmemente al racismo, la xenofobia y el elitismo. Estos fenómenos nefastos, sin embargo,
son sólo una parte diminuta de los prejuicios que ejercemos día a día.
Es importante que se reconozca que el concepto de prejuicio es primeramente amoral, es decir, que los
prejuicios no son intrínsecamente buenos ni malos, son sólo juicios preliminares, juicios antes de otros juicios.
Por ejemplo, considera lo que ocurre en tu mente si te presento la siguiente secuencia de números.

“…0…2…4…6…8…¿¿??...”

Lo quieras o no, al contemplar la secuencia tu mente sigue sus prejuicios y te hace esperar “10…12…14…” como
los próximos números en la secuencia. Esta predicción no es producto de la razón o la lógica, sólo del hábito. La
realidad es que, por lógica, la secuencia igualmente pudo haber continuado con el siguiente patrón y ser válida.

“…0…2…4…6…8…0…2…4…6…8…0”

Nada en la primera secuencia de números impide la posibilidad de la segunda secuencia; no obstante, tu cerebro
no esperó ver un “0”, sólo anticipó ver un “10”, porque ése es el prejuicio que le ha enseñado el mundo. Otros
ejemplos claros de prejuicios amorales se pueden observar en el procesamiento lingüístico. Cuando hablamos
con otra persona, inconscientemente siempre intentamos predecir cuáles serán las próximas palabras que saldrán
de su boca, proceso que de hecho facilita enormemente la compresión. Así, continuamente se tiene un prejuicio
que es suplantado por un juicio al finalmente escuchar lo que el otro dice, pero tan pronto el juicio suplanta al
prejuicio, ya otro prejuicio ha tomado su lugar.
Juzgar no es malévolo. A lo largo de nuestra formación, se nos repite con frecuencia—“¡No juzgues!” Es
entendible que tengamos una actitud negativa sobre juzgar, incluso que sintamos culpa al llevar a cabo esta
acción cognitiva que resulta tan fundamental como enteramente inevitable. Juzgar no es más que una forma de
categorizar; análogamente, pensar no es más que una forma de juzgar o, incluso podría decirse, de prejuzgar para
juzgar para prejuzgar.
Si no juzgaras, no pensarías. ¿Acaso andamos incentivando a los niños a que no piensen? Yo no puedo
responder esa pregunta por ti; sólo puedo advertirte que, si posteriormente te planteas la pregunta en tu vida, no
te sorprendas demasiado si terminas concluyendo que eso es precisamente lo que se está pidiendo de ellos.

Seguro te convencí que la mente opera con prejuicios. Ahora, has una pausa, respira profundo, e
intenta responder la siguiente pregunta. ¿De qué estábamos hablando? ¿A raíz de qué surgió todo esto?
No te sientas mal si no recuerdas o si tuviste que mirar las páginas anteriores para llegar a la respuesta.
Ahora bien, quizás sientas orgullo porque pudiste recordar sin dificultad que estábamos hablando de la
definición de “idea”. Sin embargo, ya ese tema era una tangente que se desprendía de lo afirmado en la
primera oración de esta guía—que las ideas son los bloques básicos del pensamiento. Este ejercicio ejemplifica
nuestra segunda lección para una buena redacción: la memoria es limitada, la atención escasa, y la mente es
débil y agradece ser conducida. Es por esto que la repetición siempre ha funcionado para convencer a las
masas. Por lo mismo, al escribir un ensayo, es importante regresar en más de una ocasión a la idea que se
quiere comunicar.
En su forma más básica, una idea es una forma que se vincula arbitrariamente a una función, es decir,
que se predica algo sobre algo. En lógica, este elemento básico se expresa como F(x). Así, la oración “Yo soy
Javier” expresa que existe un cuerpo que se llama Javier, teniendo la estructura lógica JAVIER(humano). En
lingüística, esta unidad fundamental toma la forma de la estructura SUJETO PREDICADO, que es la estructura
constituyente de una oración. Sin sujeto o predicado, no existe oración.
Un ensayo es un intento de convencer al lector de una idea, cualquiera que quieras que ésta sea. Por lo
mismo, el requisito mínimo para escribir es que tengas algo que decir, y a esa idea se le llama tesis. Tu escrito,
entonces, debe proveer argumentos a favor de esa idea y en contra de su negación. ¿Qué es un argumento? La
estructura esencial de un argumento son dos premisas que llevan a una conclusión, consistiendo de una idea
cada una. En la práctica, sin embargo, es posible omitir una premisa al redactar un argumento porque
usualmente la mente del lector añadirá la premisa para realizar la inferencia (el tránsito de la mente desde las
premisas a la conclusión), pero esto es un recurso retórico—de estilo—que debe ser usado con mucha
precaución y sólo ocuparse escasamente, es decir, que debe evitarse.
Un párrafo es un argumento; por lo mismo, un párrafo debe contener en lo mínimo dos ideas. Así,
aunque en los periódicos muchas veces encontramos párrafos constituidos por una sola oración, esta práctica es
casi siempre un error, puesto que necesitas dos oraciones para expresar dos ideas. La única manera de expresar
dos ideas en una sola oración es con el punto y coma, cuya única función es unir dos oraciones completas en
una sola oración (p.ej. “Un párrafo es un argumento; por lo mismo, un párrafo debe contener en lo mínimo dos
ideas.”).
La idea de que un ensayo debe contener una introducción, un cuerpo y una conclusión es una
simplificación errada que se ha difundido para quienes no saben escribir. La realidad es que muchos de los
mejores ensayos no respetan esa estructura. Lo que sí necesita contener un ensayo necesariamente es una
tesis y una serie de argumentos a favor de dicha tesis. No necesitas una conclusión realmente, especialmente si
tus argumentos son tan buenos que demuestran obviamente tu tesis, pero sí necesitas terminar tu ensayo
dejando al lector con una idea poderosa o provocativa. La mente privilegia los finales (por un sesgo que surge
de nuestra segunda lección) para recordar el tono de un escrito, de la misma manera que muchas veces el final
de una película puede arruinarlos lo que hasta entonces había sido una buena historia. No obstante, lo más
importante para un buen ensayo es la calidad de los argumentos delineados.

Una idea no es sólo F(x) (leído “F de X”). Ése es el elemento mínimo, pero pueden complicarse. Una
idea puede tener condiciones, y ser “Si F(x), entonces F(x)” o “F(x) puesto que F(x)”. Pero esta estructura sigue
siendo relativamente simple. Una idea puede ser un plan, una imagen, una escena, incluso una visión de
mundo. El sonido de las olas es una idea; el sentimiento de furia al sufrir injusticia también lo es. Son infinitas y
de distintos tipos. Lo mismo ocurre con los argumentos. Un argumento puede ser una deducción, en la que se
pasa de lo general a lo específico. Puede ser una inducción y pedir al lector que infiera una generalización a
partir de casos específicos. Puede ser una abducción e intentar que el lector infiera la causa a partir de una
consecuencia de una regla. A veces, sin embargo, un argumento no tiene una estructura aristotélica,
consistiendo en su lugar de una serie de justificaciones o datos de investigaciones que apoyan la tesis que se
quiere apoyar. Pero un argumento puede ser menos expositivo, más poético. Uno puede argumentar por
medio de una metáfora o una analogía (e.g. “La mente privilegia los finales para recordar el tono de un escrito,
de la misma manera que muchas veces el final de una película puede arruinarlos lo que hasta entonces había
sido una buena historia.”). Quizás más común, y más efectivo, es que se argumente por medio de escenas o
ejemplificaciones. Cándido o el Optimismo de Voltaire es un ejemplo perfecto de argumentación por
ejemplificación, contando una historia que contradice la tesis de Leibniz de que vivimos en el mejor de los
mundos posibles. Pero el cuento filosófico es una forma radical del recurso retórico mencionado; lo más común
es que se ocupe un sólo párrafo para describir un caso que ilustre la tesis.
Cuando una premisa no conduce a su conclusión o cuando un argumento no apoya la tesis, el lector lo
nota. Un lector inexperto quizás no se percate conscientemente, pero las inferencias erradas igual despiertan
sospecha en algún rincón de su ser y lo hace menos propenso a ser convencido, en un proceso psicológico que
no es muy distinto al que se gatilla cuando argumentas en contra de los prejuicios del lector. Debido a esto, es
sumamente importante que uno sea cuidadoso en la construcción de sus argumentos y que se anticipe a
objeciones o contraejemplos que puedan aparecer en la mente del lector. Las falacias argumentativas (véase
Apéndice) causan un efecto relacionado. En un receptor inexperto, las falacias a veces despiertan sospechas
que no son entendidas por el sujeto, pero buena parte de las veces resultan sumamente convincentes, razón
por la cual se utilizan con frecuencia. En un lector experto, las falacias resultan insultantes, causando vergüenza
ajena, y llevan a la descalificación instantánea de la persona que escribe. Considerando lo anterior, el riesgo de
emplear falacias simplemente no vale la pena.
Ya sabes que una idea mínimamente predica algo sobre algo, que es en su forma más básica un vínculo
entre una forma y una categoría o función, por lo que actualmente se les llaman mapeos forma-función.
También sabes que un argumento necesita contener mínimamente tres ideas—dos premisas y una conclusión—
pero que en la práctica se puede omitir una premisa y construir un argumento con dos ideas solamente, sin
mencionar el hecho obvio de que puedes tener más de una premisa para llegar a una conclusión. Asimismo,
espero que te haya quedado claro que un ensayo es un escrito a favor de una tesis donde se presentan
argumentos para convencer al lector de la validez de la tesis. Pero falta un último paso para asegurar una
buena redacción.
Un texto no puede ser un conjunto de argumentos aislados a favor de una tesis. El lector se pierde o se
confunde cuando cada párrafo en un texto dice algo completamente nuevo y sin relación alguna con lo dicho en
el párrafo inmediatamente anterior. Es importante, por lo mismo, conducir la mente del lector de un
argumento hacia el próximo, y esto se hace mediante estrategias de cohesión y velando por la coherencia entre
los argumentos.
La primera y más obvia estrategia de cohesión es usar correctamente los numerosos conectores
lingüísticos disponibles en nuestro complejo idioma (véase Guía de Apoyo: Conectores Lingüísticos). No sólo
es importante cerciorarse de no abusar de un conector (p.ej. “ya que”), constreñimiento sobre la redacción que
se extiende a todos los otros tipos de palabras, impulsando al escritor experto a buscar constantemente
sinónimos para las palabras que más necesita utilizar, también es imperativo usar el tipo correcto de conector,
es decir, aquél que expresa de manera exacta la relación entre ideas que se quiere expresar.
La repetición ayuda bastante con la cohesión, pero es un recurso del que tampoco debe abusarse.
Nadie quiere leer lo mismo siete veces. Seas quien seas, tu tiempo es valioso y, por lo mismo, la repetición
puede resultar denigrante. Y esto nos conduce directamente a la tercera lección de esta guía, que puede
expresarse como una máxima: escribe textos que tú quisieras leer. ¿Si a ti no te gustaría leerlo, por qué me
gustaría a mí? Combinado con la primera lección, que la mente opera sobre prejuicios, esta lección tiene como
corolario que nunca debes olvidar a tu lector. Siempre debes considerar quién leerá, qué podría pensar, qué le
gustaría leer.
Si no tienes nada que decir, es mejor quedarse callado. Equivalentemente, si no puedes decir lo que
quieres de un modo interesante, es mejor que no sometas al lector a una experiencia que le será tortura.
Para tener una voz, el requisito mínimo es tener algo que decir. Para tener algo que decir, el requisito
mínimo es pensar. Un ensayo es un intento de que tu lector piense lo que tú piensas, que vea lo que tú ves. No
basta con que le digas qué es lo que tienes en mente. Necesitas conducir su mente para que lo vea. Por lo
mismo, la cuarta y última lección de esta guía es la siguiente—el requisito mínimo de un ensayo es que se
entienda. Un texto no se entiende si no satisface aspectos formales básicos de ortografía y gramática, eso es, si
no está bien escrito.
Es fácil pensar que escribir es como hablar. No lo es. La mayoría de las expresiones que salen de
nuestras bocas no son oraciones completas. En el lenguaje hablado, gran parte de las instrucciones que le da la
gramática a la mente las obtiene el receptor de la entonación del emisor o bien del contexto en que se emitió la
expresión. En el lenguaje escrito, el lector no tiene el beneficio de un contexto compartido o de conocer cuál es
el tono del emisor o dónde éste pone énfasis, y esta carga se traslada a la gramática. Los errores gramaticales
producen ambigüedades y abren la puerta a que una oración sea interpretada como teniendo distintos
significados. Si tú quieres que tu lector piense lo que tú piensas, es importante que tus oraciones comuniquen
un sólo significado. Afortunadamente, existen algunos pasos que tú puedes tomar para facilitar el
entendimiento. Es apropiado, por lo mismo, terminar esta guía con una lista de algunos de los pasos que
puedes tomar para producir textos efectivos y de calidad.
Paso 1: Prefiere oraciones cortas.

Las ideas breves son más efectivas. Recuerda que la atención humana es limitada. Considera la
siguiente oración:

“Como la pregunta dice ¿se puede conocer por experiencia? mi respuesta es si, el día a día
cada minuto de vida es un ir y venir de situaciones, experiencias y conocimiento nuevo que va
quedando en nuestra memoria para recuperarla en el momento mas indicado para generar
nuevos aprendizajes y herramientas para ir construyendo así nuestro conocimiento.”

Si dejamos de lado un segundo los errores ortográficos que Word no corrige, es posible observar que las
razones que hacen de la oración anterior una gramaticalmente incorrecta podrían ser fácilmente
resueltas si quien escribía hubiese preferido oraciones cortas. De hacerlo, el párrafo habría leído así:

“¿Se puede conocer por experiencia? Mi respuesta es sí. El día a día, cada minuto de vida, es un
ir y venir de situaciones, experiencias y conocimiento nuevo. Éstas van quedando en nuestra
memoria. Reaparecen en los momentos más indicados para generar nuevos aprendizajes y
herramientas; así se va construyendo nuestro conocimiento.”

Paso 2: Usa sólo las palabras necesarias.

Escribir es fácil. Editar es difícil y doloroso. Nadie quiere borrar lo que ya ha escrito. Sin embargo, como
regla general, si puedes decir lo mismo en menos palabras, podrías expresarlo mejor. Considera la siguiente
oración:

“El pensar en la pregunta planteado ¿Se puede conocer por experiencia?, se me hace difícil
responder, debido a que uno nunca termina de conocer a totalidad a alguien o algo, y es
imposible no tener experiencia en algo, ya que cada segundo que pasa tendremos una nueva
experiencia en lo que sea y así nos estamos llenando de un nuevo conocimiento en nuestra vida.”
Cantidad de Palabras: 64

Observa cómo se transforma:

“¿Podemos conocer por experiencia? Es difícil responder. Nunca se conoce la totalidad de algo,
pero es imposible no tener experiencias. Cada segundo que pasa tenemos nuevas experiencias; la
vida nos llena de nuevo conocimiento.” Cantidad de Palabras: 34

Ambos párrafos dicen exactamente lo mismo.

Paso 3: Elimina todas las ideas superfluas.

A veces al escribir, una idea nos lleva a la próxima y ésa a la próxima, y así sucesivamente. El resultado
típico de este proceso es que se termina con algunas ideas que no son esenciales, ni representan un mayor
aporte, para lo que se quiere demostrar. Lo mejor en esos casos es tragarnos el orgullo y eliminarlas. Recuerda
que la atención es limitada; no debes llenarla de información innecesaria.
Paso 4: No abuses de las palabras y reconoce tus muletillas.

Aquí “ya que” es el ejemplo paradigmático. Todos tenemos muletillas, por lo que es importante estar
atento a cuáles son las nuestras. Ahora bien, incluso aquellos que se enorgullecen de no tener muletillas en su
redacción deben tener cuidado. Cuando escribimos una palabra, la representación neuronal correspondiente se
activa y permanece activa durante un tiempo, haciéndonos propensos naturalmente a volver a escribir la misma
palabra. Es por esto que a veces ocurre que no usas una expresión en todo un texto y de repente la usas tres
veces de seguido en un mismo párrafo.

Paso 5: Asegura combinar correctamente las relaciones en una idea y entre ideas.

Además de emplear los conectores apropiados (véase Guía de Apoyo: Conectores Lingüísticos), existen
algunos recursos gramaticales puntuales cuyo uso adecuado aporta muchísimo a la cohesión de un texto. Por
simplicidad, identifiquemos estos mediante el siguiente ejemplo.

“Por otra parte, las ideas están conectadas entre si, por ejemplo en una conversación, hay una
sucesión de lo que se esta hablando, no es que yo pregunte una cosa y me respondan otra y
luego cambie el tema, sin embargo, mientras establecemos una conversación, se nos vienen a la
mente otros pensamientos que nos generan otras ideas, pero que tienen relación con lo que
estábamos hablando.” Cantidad de Palabras = 67 Caracteres = 389

“Por otra parte, las ideas están conectadas entre sí. Por ejemplo, en una conversación hay una
progresión semántica, es decir, no es que uno diga algo, otro conteste y cambie el tema.
Conversando, las mentes idean nuevos pensamientos; sin embargo, estos emergen de lo hablado
pues, pese a generar significados distintos, todos deambulamos de una representación mental a
la próxima por asociación.” Cantidad de Palabras = 62 Caracteres = 397

La siguiente lista identifica las mejoras realizadas y las razones por las que fueron hechas.

I. “Sí” se escribe con acento cuando es una afirmación y sin acento cuando actúa de conector
lingüístico, como en “Si X, entonces Y.”

A) Corolario: En “Si X, entonces Y”, “Si X” actúa como una cláusula subordinada y, por lo
mismo, siempre se pone una coma al finalizar la cláusula, es decir, justo antes del
“entonces Y” y el sujeto real de la oración. Ten precaución, sin embargo, porque
tanto el “entonces” como el sujeto de la oración pueden omitirse y en dicho caso la
coma se sitúa justo antes del verbo o del adverbio que modifica al verbo de la
oración, como ocurre en “Si los niños no reflexionan, tendrán problemas
entendiendo su propia conducta” donde tendrán es el verbo, o en “Si leen,
seguramente aprenderán aunque sientan que no entienden” donde seguramente es
un adverbio que modifica al verbo aprenderán. Por otro lado, aunque la estructura
“Si X, entonces Y” exige un acento entre la cláusula subordinada y la cláusula
independiente, cuando se invierte la estructura a “Y si X”, el 95% de las veces es
mejor no poner una coma antes del “si X”, eso es, entre la cláusula independiente y
la subordinada. Esta regla regula también el uso de buena parte de los otros
conectores lingüísticos pero menos rígidamente (es decir, en un menor porcentaje de
las veces; recuerda que una regla gramatical no es una ley, sino una condición que
puede romperse pero aun así resulta necesaria u óptima la inmensa mayoría de las
veces). Algunas de las estructuras relevantes son las siguientes (pongan atención a
las comas):

i. “Cuando CLÁUSULA SUBORDINADA, CLÁUSULA INDEPENDIENTE” se


transforma en “CLAUSULA INDEPENDIENTE cuando CLÁUSULA
DEPENDIENTE”. Por ejemplo, “Cuando fui ayer al supermercado, vi a mi
hermanito comprando cigarrillos” se transforma en “Vi a mi hermanito
comprando cigarrillos cuando fui ayer al supermercado.”

ii. “Porque sólo leen a veces y, cuando leen, usualmente no terminan, estoy
seguro que los alumnos en promedio comprenden menos de la mitad de las
oraciones que emiten los profesores, y cuanto más conocimientos maneja el
académico, menor es el porcentaje de aseveraciones entendidas.” Sin que
importe que esta oración es bastante compleja, la transformación descrita
anteriormente es la misma, que en este caso puede llevarse a cabo dos
veces—“Estoy seguro que los alumnos en promedio comprenden menos de
la mitad de las oraciones que emiten los profesores porque sólo leen a veces
y, cuando leen, usualmente no terminan, y es menor el porcentaje
aseveraciones entendidas cuanto más conocimientos maneja el académico.”

iii. Los conectores más frecuentes (y, o, pero, pues…) son los más flexibles en
cuanto al uso de comas, pero la regla mencionada igual es aplicable.

II. “Por ejemplo” casi siempre requiere usar comas. Si “por ejemplo” aparece al inicio de la
oración, lleva una coma inmediatamente después (como en el párrafo transformado arriba).
En cambio, si aparece dentro de la oración, casi siempre es apropiado poner una coma antes
y después del mismo (e.g., “En una conversación, por ejemplo, hay una progresión
semántica…”).

III. “Es decir” fue añadido porque cumple un rol bien específico, el de repetir lo dicho de otra
forma. Para no abusar de “es decir”, se suele alternar con “eso es”, locución que cumple la
misma función y obedece las mismas reglas. Estas expresiones jamás deben iniciar una
oración y siempre llevan una coma antes y otra coma justo después.

IV. Agregué un punto y coma seguido de un “sin embargo”. La única función del punto y coma
es unir dos oraciones completas en una sola, eso es, que tanto lo escrito antes como lo
escrito después tiene que ser una oración con su propio sujeto y predicado. Por otro lado, es
importante destacar que “sin embargo” es un tipo especial de conector que sigue reglas
distintas al “pero” o al “y”, reglas compartidas por otros conectores como “no obstante”,
“por lo mismo”, “asimismo”, “por ende” y “por lo tanto”, conectores que habitualmente se
usan inmediatamente después de un punto y coma o bien al inicio de una oración para
marcar su relación con la idea anterior. En contraste con “pero” o “y” que si aparecen al
inicio de una oración no llevan coma inmediatamente después, a los conectores como “sin
embargo” siempre debe seguirles una coma. Cuando, sin embargo, estos conectores se
colocan entre palabras, corresponde una coma antes y otra después del conector para
separarlo de la cláusula a la que no pertenece, como ocurre al inicio de esta misma oración.
Paso 6: Busca diferenciar las cláusulas independientes de las subordinadas.

Las cláusulas independientes son siempre oraciones completas. Una cláusula subordinada nunca puede
aparecer sola en una oración. Una cláusula independiente siempre tiene sujeto y verbo. Una cláusula
subordinada puede tener verbos y sustantivos, pero estos aparecen en frases precedidas por alguna conjunción
o preposición y, por lo mismo, son partes de frases y no actúan como sujeto o verbo de la oración.
Las categorías sintácticas mencionadas son en el castellano (y en el inglés) quizás las más importantes
no sólo porque quien las maneja puede argumentar mejor al saber cómo agregar óptimamente condiciones o
relaciones en sus ideas, sino además porque casi todas las comas en una redacción sirven para separar
explícitamente las cláusulas subordinadas de las independientes, puesto que la primera modifica a la segunda y
no separarlas lleva fácilmente a ambigüedades y confusiones en torno a la relación que se quiere expresar.
Compara con atención las siguientes oraciones:

“Cándido no podría haber sentido el júbilo de estar en el país de El Dorado, donde gracias a los
tesoros recolectados en aquel lugar pudo soportar situaciones tormentosas y llegar hasta
Cunegunda.”

“Cándido no podría haber sentido el júbilo de estar en el país de El Dorado donde, gracias a los
tesoros recolectados en aquel lugar, pudo soportar situaciones tormentosas y llegar hasta
Cunegunda.”

Si observan, cambié la coma de antes de “donde” a después de “donde”. El autor supuso que la sintaxis de la
oración era “CLÁUSULA INDEPENDIETE coma CLAUSULA SUBORDINADA“. Ahora bien, la sintaxis real es más
compleja porque la cláusula subordinada anterior está a su vez compuesta por una cláusula independiente
(“pudo soportar situaciones tormentosas y llegar hasta Cunegunda”) y una subordinada (“gracias a los tesoros
recolectados en aquel lugar”) y, por lo mismo, se requiere diferenciarlas.1 Ahora bien, al agregar las dos comas
necesarias para hacer la distinción, se produce la situación poco elegante de tener una coma antes y después de
“donde”, situación que ocurre con bastante frecuencia, tal que “… El Dorado, donde, gracias…”. ¿Cómo
arreglarías tú esta oración que, aun cuando es gramaticalmente correcta en teoría, resulta estéticamente
desagradable? Si has venido leyendo con atención, deberías saber que la primera coma no es necesaria y puede
eliminarse, como fue explicado antes en el Paso 5, apartado 1.A.

Paso 7: Se creativo con tu redacción, entretén al lector, pero aboga por tu idea con fuerza.

No siempre conviene ser serio; sin embargo, no debes confundir adoptar un tono ligero con el ser ligero
con las ideas. Son cosas muy distintas; mientras que el primer recurso retórico eleva los ánimos, así
favoreciendo la retención de lo leído, el aligerar tus propias ideas baja el perfil de lo dicho y lo vuelve
insignificante, creando en el lector la sensación de que está perdiendo su tiempo.
Sea cual sea el tono o estilo que hayas elegido, comunica tus ideas con convicción. ¿Si parece que no
crees lo que dices o que no estás seguro, cómo pretendes convencer a alguien? Y recuerda, si tú no quisieras
leer lo que escribiste, es probable que nadie más quiera hacerlo.

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Para evitar confusión, cabe aclarar que sólo porque una cláusula subordinada contenga una independiente no significa
que sea menos subordinada, por lo que sigue siendo cierto que únicamente puedes tener una sola verdadera cláusula
independiente en cada oración, a menos que ocupes un punto y coma para unir dos oraciones completas en una oración.
Dicen que los ensayos deben escribirse en 3ra persona. Esto es falso. Es otra de las reglas que se han
creado para enseñarle a escribir a quienes no saben hacerlo. Uno puede escribir en 3ra persona o en 1ra
persona, incluso se puede escribir en 2da persona (i.e., “tú”) pero es bastante más difícil.
Fíjate en cómo está escrita esta guía. La oración que acabas de leer está en 2da persona. En esta guía
hay además ideas articuladas desde la perspectiva de la 1ra y la 3ra persona. Esta mezcla es tan válida como el
escribir exclusivamente en 3ra persona.
La razón por la que es costumbre decirle a quienes no saben que escriban en 3ra persona es porque
tienden a incluirse demasiado cuando escriben en 1ra persona. Escribir desde la primera persona no es
sinónimo de repetir “yo creo que…” o “a mi parecer” mil veces. Cada vez que repites expresiones como éstas le
quitas valor a tus ideas y el lector automáticamente (e inconscientemente) comienza a dudar de tus
convicciones y del valor de tus ideas. Este escepticismo que nace en el lector es análogo a la duda que se
despierta cuando alguien te cuenta una historia y agrega “no estoy mintiendo” o “no exagero” y, tan pronto lo
dice, sabes que está mintiendo o exagerando.

Se firme con tus ideas y no te disculpes por ejercer tu voz. Nadie confía en alguien que no confía a sí
mismo.

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