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TEMA 5

EL SEÑORÍO DE CRISTO

OBJETIVO:

Reconocer y proclamar a Jesús como Señor de todas las áreas de nuestra vida.

“El Bienaventurado y único Soberano, Rey de reyes y Señor de señores"

1 Tim 6, 14-15
JESÚS, REY Y SEÑOR DEL UNIVERSO
Cuando escuchas la palabra rey, seguramente tienes la idea de alguien muy poderoso que
conduce un pueblo o nación. Pero... si escuchas hablar de un Rey de reyes
¿Qué imaginas? El libro del Apocalipsis se refiere a Jesús de esa manera: "Rey de reyes
y Señor de Señores" (Ap. 19,16).
Si Jesús recibe el título de Rey y Señor, esto significa que:
1. Ha vencido al pecado, a la muerte y al maligno: "Él nos arrancó del poder de las
tinieblas y nos trasladó al Reino de su Hijo amado" (Col 1, 13).
2. Ha resucitado, tiene poder en el cielo y en la tierra: Cristo está "por encima de todo
Poder, Autoridad, Dominio y de toda Fuerza o Gobierno, más arriba de todo lo que
cuenta en este mundo y en el otro" (Ef. 1, 21).
3. Reina por encima de toda criatura: "Cristo Jesús, el testigo fiel, el primer nacido de
entre los muertos, el rey de los reyes de la tierra" (Ap. 1, 5).
4. El destino de la historia humana se encuentra en Cristo: "El Espíritu asegura a
nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Siendo hijos son también herederos; la herencia
de Dios será nuestra y la compartiremos con Cristo. Y si hemos sufrido con Él, estaremos
con Él también en la Gloria" (Rom 8, 16-17).
Jesús, mi Rey y mi Señor él tiene el dominio sobre todo el universo. Este dominio debe
extenderse sobre todos nosotros. Si es EL SEÑOR debe llegar a ser efectivamente TU
SEÑOR, TU REY; debe gobernar toda tu existencia y guiar las decisiones de tu vida, las
grandes y las pequeñas.
Dios ha hecho a Jesús Señor, lo ha constituido en su heredero majestuoso y le ha
transmitido todo su poder en cielos y tierra. San Pablo lo comunica así a la gente de Israel
"Dios ha hecho Señor y Cristo a este Jesús a quienes ustedes crucificaron" (Hch 2, 36).
Este reconocimiento de su señorío no se realiza por un esfuerzo mental o por una decisión
voluntaria, sino por gracia recibida de lo alto, por una iluminación del Espíritu Santo (Cf.
1 Co 12, 3).

En resumen, el mismo honor y gloria de Dios Padre, le corresponde a Jesucristo. Dios,


por amor a su Hijo, ha puesto todas las cosas en sus manos. Dice el mismo
Jesús: "Me ha sido dada toda autoridad en el cielo y en la tierra" (Mt 28, 18).

La potestad que se le ha otorgado está por encima de todo lo que domina este mundo: la
arrogancia del dinero, la soberbia del poder, la rebeldía de la razón, la mentira del placer,
todos estos poderes son puestos por Dios Padre a los pies de Jesús. Conociendo esta
verdad ¿cómo no llamar a Jesús: Mi Rey y Mi Señor? arrogancia del dinero, la soberbia
del poder, la rebeldía de la razón, la mentira del placer, todos estos poderes son puestos
por Dios Padre a los pies de Jesús. Conociendo esta verdad ¿cómo no llamar a Jesús: Mi
Rey y Mi Señor?
Ante el Señorío de Jesús ¿qué hacer?

Si aceptas el Señorío de Jesús en tu vida, este debe ser total, al cien por ciento. A él no le
agradan las decisiones tibias. Se hace indispensable abrir todos los rincones de tu
existencia y decirle: ¡Entra Jesús y lléname con tu luz!

Sin embargo el mismo Jesús afirma: "No bastará con decirme ¡Señor!, ¡Señor! Para
entrar en el Reino de los Cielos; más bien entrará el que cumple la voluntad de mi Padre
del cielo" (Mt 7, 21). Tenemos que alabarlo con la vida y no de labios para afuera; al
menos, esa será nuestra lucha diaria.

Jesús es el único camino hacia el Reino y la única verdad que nos hace libres. Reconocerlo
como Señor es hacerlo dueño de nuestras vidas. Entregarle nuestro presente, pasado y
futuro; nuestra familia, trabajo, estudios; nuestras preocupaciones, temores, cansancio...
Nada debe quedar sin entregar. Además, esta entrega debe ser auténtica y sincera.
Auténtica porque caminaremos en la verdad y sincera porque no habrá nada más limpio,
genuino y natural en tu corazón que la correspondencia al amor de Dios.

Nuestra vida no podrá estar en orden mientras haya cosas que escapan al dominio de
Cristo. Puede parecer extraño escuchar: "Jesús es el Señor de mi trabajo, pero no de mi
dinero; de mi familia, pero no de mis amistades; de mis afectos, pero no de mi
sexualidad". ¿Realmente crees esto raro? Pues no lo es tanto cuando entregamos parte de
nuestra vida a otros "dioses" que ocupan el lugar que le corresponde de Cristo. ¿A qué
cosas damos preferencia? ¿A qué personas? ¿Quizás a nosotros mismos? Todo lo que
ocupa el lugar de Dios es un ídolo.

Jesús nos dice a los que actuamos de esta manera:

"Conozco tus obras: no eres ni frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente!' (Ap. 3, 15).
No podemos vivir en la tibieza y agradar a Dios, no podemos ocultarle parte de nuestra
vida y llamarlo Señor.
Jesús es Señor, es Dios, adórale

Reconocer que Jesús es Señor significa:

• Reconocer que Jesús, mi Salvador, es el centro de mi vida, el primero en todo.

• Invitarlo expresamente a que conduzca mi vida, entregándole las llaves de mi corazón.

• Consagrarle y rendirle cada área de mi persona y de mi existencia a su Señorío.

San Juan nos cuenta que el apóstol Tomás, cuando se encuentra con Jesús resucitado, toca
las llagas de sus manos y la herida de su costado, se sobrecoge maravillado y exclama:
"Señor mío y Dios mío" (Jn 20, 28 Biblia de Jerusalén). Ante este singular encuentro, no
le queda otra actitud que la adoración.

Adorara Jesús significa rendirse a Él como único soberano y Señor, es rendirle culto por
ser Dios, por tener la excelencia absoluta e infinita. Adorar nos lleva a una entrega
incondicional, a aceptar sus palabras; nos lleva a obedecerle, servirle y seguirle fielmente.

ORACIÓN

Me has comprado, Jesús, y soy tuyo. Me has rescatado no con oro y plata, sino con tu
sangre preciosa. Por eso soy tuyo, te pertenezco, y todo lo mío te pertenece también. No
quiero servir a otros señores, ni al dios de la plata, ni al dios del sexo, ni al dios del placer
ni al dios del poder. Son señores que me esclavizan, mientras que tú eres el Señor que me
hace verdaderamente libre.

Tú eres el único Señor de mi vida y de cuanto poseo. Te declaro hoy Señor de mi cuerpo
y de mi alma, de mi sexualidad, de mi familia, de mi trabajo, mi dinero, mis proyectos,
mis amigos... Yo no soy el dueño de nada, sino solo el administrador.

Por eso te prometo que antes de tomar ninguna decisión importante en mi vida, lo
consultaré siempre contigo para saber qué es lo que más te agrada, porque estoy seguro
de que eso será también lo que más me conviene.

Te digo con María, nuestra madre: "Aquí está la (el) sierva (o) del Señor, hágase en mí
según tu palabra". Te digo con San Pablo: "¿Qué quieres que haga?". Te digo con Santa
Teresa: "Tuyo soy, para ti nací, ¿qué mandas hacer de mí?".

Te digo con San Ignacio: "Toma, Señor, y recibe toda mi voluntad, mi memoria, mi
entendimiento y toda mi voluntad. Tú me los distes, a ti, Señor, lo torno. Todo es tuyo.
Dispón a toda tu voluntad. Dame tu amor y gracia que esta me basta".
ACTIVIDADES PROPUESTAS

 Comparte:

1. ¿Cómo explicarías con tus propias palabras que Jesús es Rey de reyes?

2. ¿Qué significa hacer de Jesús mi Señor?

3. ¿Cómo podemos adorar a Dios con nuestra vida?

Atiende a estas palabras:

"¡Oh, qué felicidad podríamos gozar si los individuos, las familias y las sociedades se
dejaran gobernar por Cristo!

Entonces verdaderamente... se podrán curar tantas heridas, todo derecho recobrará su


vigor antiguo, volverán los bienes de la paz, caerán de las manos las espadas y las armas,
cuando todos acepten de buena voluntad el imperio de Cristo".

Papa Pío XI, QUAS PRIMAS, 19

Graba en tu corazón:

"Den gracias al Señor de los señores, porque su amor es para siempre. Al único que ha
hecho maravillas, porque su amor perdura para siempre".

Sal 136, 3-4

Escucha y medita:

"Jesús es mi rey" Eddy Pérez


Completa la siguiente historieta con la respuesta que Jesús le da a Pilato
(Jn 18, 37).

Entonces, ¿Eres Rey?

Escribe tu compromiso:
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Cuestionario:
1. ¿Qué debemos hacer para salvarnos? (Rom 10, 9)
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2. ¿Qué actitud debemos tener ante Jesús si creemos que él es Señor? (Fil 2, 9-11)
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3. Pero... ¿basta confesar la fe en Jesús? (Stgo 1, 14-17)


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4. ¿Qué títulos da el apóstol Juan a Jesús? (Ap. 19, 16)
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5. ¿Cuándo llegará el Reino? ¿Cuánto durará? (Lc 17, 21 y Lc 1, 33)


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