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Eduardo Ibarra

La Tercera Internacional y
Nuestro Tiempo
(Con motivo del centenario de la Tercera Internacional)

Editorial Creación Heroica


LA TECERA INTERNACIONAL Y NUESTRO TIEMPO

Derechos reservados por el autor

Eduardo Ibarra

Primera edición: marzo de 2019

Editorial Creación Heroica


E-mail: creaciónheroica@yahoo.com

Impresión: CYBERcontrol
Calle Capitán Ravelo Nº 2077, La Paz

Tiraje: 300 ejemplares

Impreso en Bolivia Printed in Bolivia

Prohibida la reproducción total o parcial de este texto por cualquier


medio o procedimiento sin permiso expreso del editor.
Prólogo

Este ensayo es una reflexión sobre el lugar de la Tercera


Internacional en el proceso histórico de la organización
internacional del proletariado, así como una puntualización, en
términos bastante generales, de sus principales méritos y errores.
Una mirada larga al mencionado proceso histórico da cuenta
de que el proletariado pasó de su unidad programática (Primera
Internacional) a su unidad doctrinaria (Segunda y Tercera
Internacionales).
Luego de la experiencia de la Tercera Internacional, las
condiciones objetivas y subjetivas determinan que el movimiento
comunista mundial requiere plasmar, sobre la base de la verdad
universal del marxismo-leninismo, la «organización de un
compañerismo basado en la igualdad», tipo de organización que
significa una nueva forma de relación entre los partidos
proletarios.
Esta nueva forma de relación tuvo sus primeras expresiones
importantes en las Conferencias de Moscú de 1957 y 1960.
Pero, como se recordará, ya entonces la acción del
revisionismo contemporáneo comenzó a erosionar el
compañerismo basado en la igualdad.
Luego, siguiendo su camino, en la primera mitad de la década
del sesenta el revisionismo consumó su rompimiento con el
movimiento comunista internacional.
El Partido Comunista de China y el Partido del Trabajo de
Albania, no obstante el prestigio que adquirieron debido al papel
de primer orden que cumplieron en la lucha contra el revisionismo
contemporáneo, no impulsaron la realización de conferencias de
los diversos partidos que se mantuvieron firmes en su adhesión al
marxismo-leninismo. Tampoco ningún otro partido tuvo una
iniciativa de esa naturaleza.
Por tanto, los partidos proletarios no pudieron establecer
entonces una relación estable entre sí, y, como consecuencia, la
«organización de un compañerismo basado en la igualdad» quedó
postergada.

3
Tiempo después, en 1984, se constituyó el Movimiento
Revolucionario Internacionalista (MRI), que, después de varias
décadas de actividad, dejó de existir hace algunos años.
Hoy, asimilando lo positivo y desechando lo negativo de las
mencionadas experiencias y de algunas otras, es necesario luchar
por la «organización de un compañerismo basado en la igualdad».
Esta lucha, sin embargo, como es previsible, llevará muchos años
hasta que puedan verse sus frutos.
Por otro lado, en el presente ensayo se analiza a grandes
rasgos el proceso histórico por el cual los conceptos de partido de
clase y frente unido se consagraron en el movimiento proletario;
asimismo, se precisa el punto de desarrollo pleno alcanzado por el
concepto de hegemonía, lo que permitió establecer los términos de
la relación entre el partido de clase y el frente unido, o, para
decirlo de otro modo, entre el proletariado y las otras clases que
forman el pueblo.
Como es claro, con este ensayo tenemos el propósito de
contribuir al debate sobre la unidad del movimiento comunista
internacional, debate que, si se desarrolla con la amplitud que
requiere, puede terminar haciendo realidad la «organización de un
compañerismo basado en la igualdad».

Marzo, 2019

El autor

4
La Tercera Internacional y Nuestro Tiempo

El próximo 6 de marzo del presente se cumple el Centenario de la


fundación de la Tercera Internacional, y, como es obvio,
este acontecimiento es una circunstancia propicia para plantear
algunas ideas.
Solo algunas ideas, pues, como se comprenderá, un análisis
detallado de los méritos y los errores de la aludida organización,
implicaría la escritura de todo un volumen.
Así pues, aquí nos referiremos únicamente a su significación
en el proceso histórico de la organización internacional del
proletariado, así como a las principales enseñanzas que arroja su
experiencia y a algo más que eso

La Asociación Internacional de Trabajadores o Primera


Internacional (1864-1872), fundada por Marx y Engels, fue una
organización cuya unidad no estuvo basada en el marxismo.
Engels se refirió a esta circunstancia en una carta del 27 de
enero 1887 a Florence Kelley Wischnewetski:

Cuando Marx fundó la Internacional, redactó el Reglamento de manera


que pudieran ingresar todos los obreros socialistas de esa época:
proudhonistas, lerouxistas e incluso el sector más avanzado de las
tradeunions inglesas; y fue sólo gracias a esta amplitud que la
Internacional llegó a ser lo que fue: el medio para disolver y absorber
gradualmente a todas estas sectas secundarias, con excepción de los
anarquistas, cuya repentina aparición en varios países no fue sino el
efecto de la violenta reacción burguesa que sucedió a la Comuna y que
por ello podíamos dejar que se marchitasen solos, como ocurrió. Si de
1864 a 1873 hubiéramos insistido en trabajar sólo con quienes
adoptaban ampliamente nuestra plataforma, ¿dónde estaríamos hoy?
Creo que toda nuestra experiencia ha mostrado que es posible trabajar
junto con el movimiento general de la clase obrera en cada una de sus
etapas sin ceder u ocultar nuestra propia posición e incluso nuestra
organización, y temo que si los alemanes norteamericanos eligen una
línea distinta cometerán un grave error. (Correspondencia Marx-Engels,
Editorial Cartago, Buenos Aires, 1973, p. 364).

5
De estos conceptos engelsianos, se desprenden las siguientes
conclusiones:
1. La unidad de la Primera Internacional fue de carácter
programático, y no doctrinario; sobre la base de la unidad
programática, Marx y Engels se propusieron absorber
doctrinariamente a las diversas corrientes no marxistas.
2. Determinada –y posibilitada– por la situación ideológica de
la clase obrera europea de la época, dicha unidad programática
hizo de la Primera Internacional un partido-frente.
3. La experiencia de la primera organización internacional del
proletariado mostró que es posible –y necesario– trabajar con «el
movimiento general de la clase obrera en cada una de sus etapas».
4. Este trabajo con el movimiento no tiene por qué significar
«ocultar nuestra propia posición e incluso nuestra organización».
En este marco general, Marx y Engels educaron a los
trabajadores en la conjugación de la lucha económica y la lucha
política, en el principio de que la conquista del poder político es el
gran deber de la clase obrera, en la idea rectora de que la
emancipación de la clase obrera debe ser obra de la propia clase
obrera y en el espíritu del internacionalismo proletario, al mismo
tiempo que desplegaron la lucha contra el proudhonismo, el
blanquismo, el lassallismo, el bakuninismo y el tradeunionismo,
preparando así el terreno para el triunfo del marxismo y, al mismo
tiempo, formando los cuadros que más tarde contribuyeron en la
fundación de partidos marxistas de masas en diversos países.
Así pues, el resultado de la lucha ideológica contra las
distintas corrientes del socialismo premarxista fue la base de la
ulterior unidad marxista del proletariado revolucionario.
Mariátegui escribió sobre la Primera Internacional:

La Primera Internacional fundada por Marx y Engels en Londres, no fue


sino un bosquejo, un germen, un programa. La realidad internacional no
estaba aún definida. El socialismo era una fuerza en formación. Marx
acababa de darle concreción histórica. Cumplida su función de trazar las
orientaciones de una acción internacional de los trabajadores, la Primera
Internacional se sumergió en la confusa nebulosa de la cual había
emergido. Pero la voluntad de articular internacionalmente el
movimiento socialista quedó formulada. Algunos años después, la
Internacional reapareció vigorosamente. El crecimiento de los partidos y

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sindicatos socialistas requería una coordinación y una articulación
internacionales. (La escena contemporánea, 1987, pp. 112-13).

La «confusa nebulosa» de la cual emergió y en la cual finalmente


se sumergió la Primera Internacional, fue, pues, su condición de
partido-frente, tipo de partido que, después de cumplir su misión,
caducó históricamente como consecuencia del desarrollo de la
lucha de clases, la bancarrota del socialismo premarxista y el
triunfo teórico del marxismo en el movimiento obrero.
Por eso Engels señaló:

Creo que la próxima Internacional –después que las obras de Marx


hayan ejercido influencia durante algunos años– será directamente
comunista, y proclamará abiertamente nuestros principios. (Carta a A.
Sorge del 12 (y 17) de setiembre de 1874, Correspondencia Marx-
Engels, pp. 271-72).

II

Y así fue, efectivamente: el crecimiento del movimiento obrero y


de sus partidos de clase, exigió la fundación de la Segunda
Internacional (1889-1914).
Entre otras cuestiones, la Segunda Internacional significó:
1. La diferenciación teórica del concepto de partido
doctrinariamente homogéneo del concepto de partido
doctrinariamente heterogéneo, y, sobre esta base, la existencia
diferenciada de sus respectivos correlatos organizativos.(1)
2. La constitución, en diversos países, del partido
doctrinariamente homogéneo, tipo de partido del cual el Partido
Obrero Socialdemócrata Alemán, fundado en 1869, fue su primera
expresión.
3. La plasmación de la más completa independencia
ideológica, política y orgánica del proletariado revolucionario.
4. El trazo de una política específica que hizo posible, en las
nuevas condiciones, el trabajo «junto con el movimiento general
de la clase obrera», aunque con la limitación de que entonces los
conceptos de frente unido y hegemonía se encontraban elaborados
solo a grandes rasgos.

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Pues bien, al tener los partidos de la Segunda Internacional
que desenvolver, dadas las condiciones de desarrollo pacífico del
capitalismo, la lucha legal como su actividad principal, más o
menos tempranamente experimentaron el surgimiento en su seno
de tendencias oportunistas, y esto ocurrió sobre todo en el Partido
Obrero Socialdemócrata Alemán.
Entonces Engels mismo empeñó la lucha contra, por ejemplo,
la omisión de la dictadura del proletariado en el proyecto del
programa de Erfurt de la socialdemocracia alemana y algunas
otras posiciones oportunistas contenidas en el mismo, así como
contra el cretinismo parlamentario de diversos partidos.
Poco después del fallecimiento de Engels, entre 1896 y 1897
Eduard Bernstein publicó algunos artículos en la revista Die Neue
Zeit, en los que revisaba a Marx al reemplazar la lucha
revolucionaria del proletariado por la idea utópica de la persuasión
y la educación como camino al socialismo, etcétera. De esta forma
hizo su aparición el revisionismo que, corriendo ya el siglo XX,
cobró un notorio crecimiento.
Lenin escribió al respecto:

El socialismo premarxista ha sido derrotado. Ya no continúa la lucha en


su propio terreno, sino en el terreno general del marxismo, a título de
revisionismo. (Marx-Engels-Lenin-Marxismo, recopilación, Editorial
Progreso, Moscú, s/f, p. 57).

Es decir, las diversas tendencias oportunistas se transformaron en


revisionismo, el cual, no obstante renegar los principios del
marxismo, hace uso de un lenguaje aparentemente marxista; así
pues, es claro que el revisionismo es antimarxismo disfrazado de
marxismo.
Recapitulando la actuación de la Segunda Internacional,
Stalin sostuvo en abril de 1924:

Fue ése un período de desarrollo relativamente pacífico del capitalismo…


en que las formas legales de lucha se ponían y se creía “matar” al
capitalismo con la legalidad; en una palabra, un período en el que los
partidos de la II Internacional iban echando grasa y no querían pensar
seriamente en la revolución, en la dictadura del proletariado, en la
educación revolucionaria de las masas.

8
En vez de una política revolucionaria coherente, tesis teóricas
contradictorias y fragmentos de teorías divorciados de la lucha
revolucionaria viva de las masas y convertidos en dogmas caducos.
Naturalmente, para guardar las formas se invocaba la teoría de Marx,
pero con el fin de despojarla de su espíritu revolucionario vivo.
(Cuestiones del leninismo, recopilación, Ediciones en Lenguas
Extranjeras, Pekín, 1977, p. 12)

Algunos meses después, en noviembre, Mariátegui escribió sobre


el mismo tema:

La función de la Segunda Internacional fue casi únicamente una función


organizadora. Los partidos socialistas de esa época efectuaban una
labor de reclutamiento. Sentían que la fecha de la revolución social se
hallaba lejana. Se propusieron, por consiguiente, la conquista de
algunas reformas interinas. El movimiento obrero adquirió así un ánima
y una mentalidad reformistas. El pensamiento de la social-
democracialassalliana dirigió a la Segunda Internacional. A consecuencia
de este orientamiento, el socialismo resultó insertado en la democracia.
(…) La guerra fracturó y disolvió la Segunda Internacional. Unicamente
algunas minorías se reunieron en los congresos de Khiental y
Zimmerwald, donde se bosquejaron las bases de una nueva
organización internacional. La revolución rusa impulsó este movimiento.
(La escena contemporánea, p. 113).

Así pues, el revisionismo, que había logrado corromper al Partido


Obrero Socialdemócrata Alemán (así como a los demás partidos de
la Segunda Internacional, con excepción del partido bolchevique y
del grupo Espartaco de Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo, entre
algunas otras organizaciones), se convirtió en nuestra época en un
fenómeno engendrado cada vez por las condiciones económicas y
sociales propias del imperialismo, fenómeno que, como está
comprobado, corrompe los partidos de la clase obrera, desvía a las
masas al camino del reformismo y traiciona la revolución. Esto
ocurre en nuestra época como desarrollo de aquellas condiciones
inglesas del siglo XIX que dieron lugar al surgimiento de una
aristocracia obrera y, al mismo tiempo, como continuación del
oportunismo que Marx y Engels combatieron en su época.
En estas condiciones de desborde del revisionismo, Kautsky,
expresando su centrismo, planteó la convivencia de marxistas y
revisionistas en un mismo partido. Esto significaba volver atrás,

9
pero con una nota particular: mientras que, dadas las condiciones
históricas entre 1864 y 1872, estuvo plenamente justificado el
partido doctrinariamente heterogéneo como fue la Primera
Internacional, ahora, en nuestra época, cuando el socialismo no
marxista ha puesto en evidencia en todas partes su metamorfosis
en revisionismo y ha mostrado, en diferentes planos y distintas
formas, su servicio a la burguesía, la propuesta centrista de
Kautsky significaba promover la convivencia de los marxistas y los
agentes ideológicos de la burguesía en el seno de los partidos
obreros.
Lenin, por el contrario, expresando su marxismo, planteó
entonces la expulsión de los revisionistas de los partidos obreros,
la construcción de partidos doctrinariamente homogéneos, de
partidos capaces de organizar la revolución proletaria e instaurar la
dictadura del proletariado.
Concretamente, el jefe de la revolución rusa esclareció:

La época imperialista no tolera la coexistencia en un mismo partido de


los elementos de vanguardia del proletariado revolucionario y la
aristocracia semipequeñoburguesa de la clase obrera… La vieja teoría de
que el oportunismo es un ‘matiz legítimo’ dentro de un partido único y
ajeno a los ‘extremismos’ se ha convertido hoy día en el engaño más
grande de la clase obrera, en el mayor obstáculo para el movimiento
obrero. El oportunismo franco, que provoca la repulsa inmediata de la
clase obrera, no es tan peligroso ni perjudicial como esta teoría del justo
medio, que exculpa con palabras marxistas la práctica del oportunismo,
que trata de demostrar con una serie de sofismas la inoportunidad de
las acciones revolucionarias, etc. Kautsky, el representante más
destacado de esta teoría y al mismo tiempo el prestigio más autorizado
de la II Internacional, se ha revelado como un hipócrita de primer orden
y como un virtuoso en el arte de prostituir el marxismo (La bancarrota
de la II Internacional, en Contra el revisionismo, p. 275; elipsis
nuestra).

III

Precisamente en estas condiciones de lucha contra el revisionismo


–y contra el centrismo, forma más o menos sutil de revisionismo–,
surgió la Tercera Internacional o Internacional Comunista (1919-
1943), partido doctrinariamente homogéneo, partido de clase,
partido opuesto a la Segunda Internacional.
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Pues bien, entre la Primera y la Segunda Internacionales, por
una parte, y la Tercera Internacional, por la otra, existen varias
diferencias. Anotemos las principales.
1. Mientras las dos primeras Internacionales surgieron en la
época del capitalismo competitivo y de la preparación de las
fuerzas del proletariado para la revolución, la Tercera Internacional
surgió en la época del imperialismo y de la revolución proletaria.
2. Mientras las dos primeras Internacionales fueron fundadas
por partidos que no se encontraban en el poder, la Tercera
Internacional fue fundada por un partido que había dirigido la
primera revolución proletaria triunfante y que, por tanto, dirigía la
dictadura del proletariado.
3. Mientras la Primera Internacional surgió cuando el
marxismo coexistía con otras corrientes socialistas en el
movimiento obrero y la Segunda cuando el marxismo había
alcanzado un triunfo teórico completo en ese mismo movimiento,
la Tercera surgió cuando el marxismo había alcanzado un nuevo
desarrollo de valor universal (el leninismo) y la lucha por la
revolución proletaria está a la orden del día, y cuando, además, el
revisionismo se presenta como el peligro principal en el
movimiento comunista internacional.
4. Mientras la Primera Internacional fue una organización
limitada a los partidos de Europa y Estados Unidos de
Norteamérica y la Segunda apenas pudo incorporar a su agenda la
cuestión colonial, la Tercera fue ya una organización a escala
mundial.
Acerca de la diferencia específica entre la Segunda y la
Tercera Internacionales, Mariátegui señaló lo siguiente:

Este conflicto entre dos mentalidades, entre dos épocas y entre dos
métodos del socialismo, tiene en Zinoviev una de sus dramatis
personae. (…) La guerra, según Zinoviev, ha anticipado, ha precipitado
mejor dicho, la era socialista. Existen las premisas económicas de la
revolución proletaria. Pero falta el orientamiento espiritual de la clase
trabajadora. Este orientamiento no puede darlo la Segunda
Internacional, cuyos líderes continúan creyendo, como hace veinte años,
en la posibilidad de una dulce transición del capitalismo al socialismo.
Por eso, se ha formado la Tercera Internacional. (La escena
contemporánea, pp. 115; elipsis nuestra).

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Dos épocas: la del capitalismo competitivo y la preparación de las
fuerzas proletarias para la revolución, y la del imperialismo y de la
revolución proletaria. Dos mentalidades: la del revisionismo, de un
lado, y la del marxismo, del otro. Dos métodos: el método
reformista (revisionista), por una parte, y el método revolucionario
(marxista-leninista), por la otra.
En nuestra época existen, en efecto, las premisas económicas
de la revolución proletaria mundial; pero, como señaló Mariátegui,
para que la revolución tenga curso, hace falta el orientamiento
espiritual de las clases trabajadoras; esta orientación no puede
darla el revisionismo, como también señaló Mariátegui; esta
orientación solo puede darla el marxismo-leninismo.
Precisamente la Tercera Internacional desarrolló dicha
orientación, es decir, puso en práctica la preparación de los
partidos proletarios y de las masas trabajadoras a efecto de
instaurar la dictadura del proletariado, razón por la cual Lenin
señaló:

La importancia histórica universal de la Tercera Internacional, de la


Internacional Comunista, reside en que ha comenzado a poner en
práctica la consigna más importante de Marx, la consigna que resume el
desarrollo del socialismo y del movimiento obrero a lo largo de un siglo,
la consigna expresada en este concepto: dictadura del proletariado.
(Obras escogidas en doce tomos, Ediciones Progreso, Moscú, 1977, t.
IX, p. 405).

Teniendo en cuenta esta realidad, Mariátegui definió


magistralmente la condición de la Tercera Internacional:

Si la Segunda Internacional no se obstinara en sobrevivir, la juventud


revolucionaria se complacería en venerar su memoria. Constataría,
honradamente, que la Segunda Internacional fue una máquina de
organización y que la Tercera Internacional es una máquina de
combate. (La escena contemporánea, p. 115).

Efectivamente, eso fue la Tercera Internacional: una máquina de


combate.
Por eso las Condiciones de ingreso en la Internacional
Comunista, aprobadas por su Segundo Congreso (19 de julio-7 de
agosto de 1920), expresan su objetivo de desarrollar y fortalecer
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los partidos comunistas, desplegar la propaganda revolucionaria
entre las masas trabajadoras, preparar las fuerzas de la
revolución, instaurar la dictadura del proletariado.
Estas Condiciones de ingreso estuvieron vigentes desde su
aprobación hasta el momento de la disolución de la Tercera
Internacional veintitrés años después.
En el numeral 17 de las Condiciones, puede leerse lo que
sigue:

La Internacional Comunista, que actúa en medio de la más enconada


guerra civil, debe estar estructurada de una manera mucho más
centralizada que la II Internacional. Por supuesto, la Internacional
Comunista y su Comité Ejecutivo deberán tener en cuenta en toda su
labor la diversidad de condiciones en que se ven obligados a luchar y
actuar los distintos partidos, y adoptar decisiones obligatorias para
todos sólo en los problemas en que sean posibles tales decisiones.
(Lenin, Obras escogidas en doce tomos, t. X, p. 163).

Esto quiere decir que la acción de los distintos partidos miembros


de la Tercera Internacional se desarrolló entre dos coordenadas:
1) la centralización; 2) la necesidad de desarrollar en cada país el
camino propio de la revolución.(2)
Precisamente la no observancia de la relación correcta entre
las mencionadas coordenadas explica no pocos de los problemas
que experimentaron muchos de tales partidos.
Igual que la Primera y la Segunda Internacionales, la Tercera
afrontó la tarea de «trabajar junto con el movimiento general de la
clase obrera». Pero, a diferencia de la situación en el siglo XIX, ya
en las primeras décadas del siglo XX los marxistas habían
terminado por definir cabalmente los conceptos de frente unido y
hegemonía, enriqueciendo así el aparato conceptual del
marxismo.(3)
Desde antes de la revolución de 1917 Lenin había
desarrollado ideas de carácter frenteunitario y, así, el partido
bolchevique puso en práctica la táctica del frente unido, táctica
que, en las condiciones de la Internacional, tuvo su primera
expresión literaria en la Carta abierta (enero 1921), de la dirección
del Partido Comunista de Alemania (KPD) a los partidos obreros
(SPD, USPD y KAPD) y a los sindicatos, a fin de concertar acciones
conjuntas con vistas a alcanzar las reivindicaciones económicas de
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los trabajadores, el desarme y la disolución de las formaciones
militares burguesas y la constitución de organizaciones proletarias
de defensa. Luego, bajo la consigna general «hacia las masas», el
Tercer Congreso de la Internacional Comunista (22 de junio-12 de
julio de 1921) acordó la táctica del frente unido de la clase obrera.
De esta forma, pues, con la Tercera Internacional el partido
proletario encontró la solución al problema de «trabajar junto con
el movimiento general de la clase obrera».
Esto quiere decir que, preservando su independencia, el
partido marxista inauguró una nueva forma organizativa de
relaciones internas en el seno del pueblo.
Es decir, con la Tercera Internacional se concretó el concepto
de frente unido como algo diferente del concepto de partido de
clase, y, en consecuencia, los correlatos organizativos de ambos
conceptos aparecieron separados, aunque estrechamente ligados
entre sí: desde entonces la doctrina marxista es al partido de
clase, así como el programa común es al frente unido del pueblo;
de esta forma, por primera vez en la historia, el partido y el frente
unido aparecieron como dos instrumentos fundamentales en la
lucha por la toma del poder y el ejercicio del poder.
Por otro lado, Stalin señaló en punto al concepto de
hegemonía:

Lo nuevo que Lenin aportó en este problema es que desarrolló y amplió


el bosquejo hecho por Marx y Engels, creando una teoría armónica de la
hegemonía del proletariado, una teoría armónica de la dirección de las
masas trabajadoras de la ciudad y del campo por el proletariado, no
sólo para derrocar el zarismo y el capitalismo, sino también para edificar
el socialismo bajo la dictadura del proletariado. (Entrevista con la
primera delegación de obreros norteamericanos, en Lenin, recopilación,
Ediciones en Lenguas Extranjeras, Pekín, 1976, p. 41).

Pues bien, en los tiempos de la Tercera Internacional, el centrismo


kautskiano todavía hacía estragos en algunas tendencis que
querían ser parte suya. Un caso de estos fue el de la «fracción
unitaria» del Partido Socialista Italiano. El numeral 7 de las
Condiciones de ingreso citadas arriba, establecía lo que sigue:

Los partidos que deseen pertenecer a la Internacional Comunista están


obligados a reconocer la necesidad de un rompimiento total y absoluto
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con el reformismo y con la política del “centro” y a propagar esta
ruptura en los medios más amplios del partido. Sin esto es imposible
una política comunista consecuente.» (Lenin, Obras escogidas en doce
tomos, t. XI, p. 161).

Pero la Conferencia de la fracción «unitaria» del mencionado


partido (realizada los días 20 y 21 de noviembre de 1920, o sea
cuatro meses después de aprobadas las Condiciones de ingreso) se
pronunció contra el rompimiento con los reformistas.
Así, la «fracción unitaria» del PSI se mostró muy unitaria con
respecto al reformismo, pero contraria a la Internacional
Comunista.(4)
Es claro que los méritos de la Tercera Internacional, pero
también sus errores, no pueden ser analizados ni explicados sino
precisamente sobre el terreno de la lucha por la toma del poder y
la instauración de la dictadura del proletariado, sobre el terreno de
la lucha por la revolución antiimperialista y antifeudal en los países
coloniales, sobre el terreno de la lucha por lo que Lenin llamó «la
República Soviética universal.»
En cuanto a los errores, en las presentes líneas solo es
posible señalar que, salvo en vida de Lenin en un alto grado, en
sus etapas ulteriores la Tercera Internacional presentó problemas
de dogmatismo (por ejemplo en relación al PCCH y a determinadas
posiciones del naciente PSP dirigido por Mariátegui), de sectarismo
(expresado, por ejemplo, de manera concentrada en la consigna
«clase contra clase» acordada por el VI Congreso), y, en los
últimos años de su existencia, de oportunismo (que despuntaba en
algunos partidos).
En cuanto a sus méritos, puede decirse, en general, que su
contribución al desarrollo de los partidos comunistas, de la
conciencia socialista del movimiento obrero internacional y de la
revolución proletaria mundial, fue incuestionablemente importante
y, por esto, su memoria se mantiene viva en la conciencia del
movimiento comunista internacional.

IV

Plantear ahora el partido-frente es volver atrás; las condiciones


históricas que dieron lugar y justificaron plenamente el carácter de
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partido-frente de la Primera Internacional, no existen más; por
tanto, después de 1872 no tuvo ninguna justificación la idea
kautskiana de la unidad de marxistas y revisionistas en un mismo
partido, ni la tiene ahora.
Aunque en condiciones de una dispersión extrema y de una
debilidad evidente, el movimiento comunista de cada país tiene
ante sí la tarea de constituir, reconstituir o desarrollar su partido
de clase y, sobre la base de un programa de acción, construir el
frente unido del pueblo.
Solo así el partido proletario puede convertirse en el partido
de masas que exige la lucha por la toma del poder y el ejercicio del
poder.

La Tercera Internacional quedó disuelta el 15 de mayo de 1943.


Entonces, con toda razón, Stalin señaló que en adelante había que
promover la «organización de un compañerismo basado en la
igualdad».
Hoy, la necesidad de una organización de este carácter, es
una necesidad absoluta que puede concretarse mediante
conferencias.
Sin embargo, existen partidos y tendencias que promueven
organizar una nueva Internacional.
Como se sabe, el Movimiento Revolucionario Internacionalista
(MRI), que durante varias décadas agrupó a algunos partidos y
algunas organizaciones, se propuso impulsar la organización de
«una Internacional de nuevo tipo basada en el marxismo-
leninismo-maoísmo» y, con este fin, propuso «establecer un comité
provisional, o sea un grupo embrionario, para dirigir el proceso
general de impulsar la unidad ideológica, política y organizativa de
los comunistas.» (Declaración del Movimiento Revolucionario
Internacionalista y ¡Viva el marxismo-leninismo-maoísmo!, pp. 53
y 54).
No obstante, como es de conocimiento común, el mismo MRI
no existe ya desde hace algunos años y, por tanto, su proyecto de
establecer el aludido «comité provisional» quedó en la nada, lo que
debe hacer pensar a más de uno.
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Lo que sucedió entonces y sucede ahora es que, en las
condiciones imperantes desde hace décadas, no es procedente
organizar una nueva Internacional, aunque se la pretenda «de
nuevo tipo», concepto éste que, por lo demás, nadie ha sido capaz
de explicar.
Por otro lado, los hechos dan al traste con cierto prejuicio que
hay con respecto a la idea de no constituir un centro orgánico
como fueron las Internacionales: la inmensa mayoría de
revoluciones socialistas triunfaron después que la Tercera
Internacional había dejado de existir, lo que, por supuesto, en
modo alguno significa que esta Internacional fuera un obstáculo
para tales triunfos, como alguien podría pensar superficialmente.
A propósito de la experiencia organizativa del proletariado
mundial, en uno de nuestros libros escribimos lo siguiente:

La Primera Internacional tuvo como objetivo la unidad programática del


proletariado europeo y estadounidense en la lucha contra el capitalismo.
La Segunda Internacional tuvo como objetivo la adhesión de este
proletariado a la verdad universal del marxismo y la construcción de
partidos marxistas de masas. La Tercera Internacional tuvo como
objetivo la defensa de la verdad universal y la bolchevización de los
partidos del proletariado de todos los países. Esta realidad histórica
significa que: 1) de la Primera a la Tercera Internacional, el proletariado
se elevó de lo programático a lo ideológico y de una escala continental a
una escala mundial en su acción política; 2) la Segunda y la Tercera
Internacionales tuvieron como órbita la verdad universal. (El pez fuera
del agua. Crítica al ultraizquierdismo gonzaliano, editor Jaime Lastra,
Lima, 2010, p. 181).

Es un hecho que las Internacionales cumplieron su papel histórico,


pero, la forma de centro orgánico bajo la cual existieron agotó
hace tiempo sus posibilidades; ahora, el proletariado de todos los
países tiene ante sí la alta tarea de organizar «un compañerismo
basado en la igualdad».
En efecto, desde la disolución de la Tercera Internacional, las
condiciones mismas no aconsejan la constitución de un centro
orgánico en el movimiento comunista internacional, sino la
organización de un centro ideológico-político.

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El contenido de este centro, es la centralización ideológica, la
coordinación política, la independencia teórica y la autonomía
orgánica.
Así pues, la organización de un «compañerismo basado en la
igualdad» es la tarea central en el plano del internacionalismo
proletario, y, como se entenderá, su cumplimiento impulsaría la
lucha de todos y cada uno de los partidos de clase por tomar como
órbita de su acción el desarrollo de la verdad particular como
expresión viva de la verdad universal del proletariado, o sea, por
desarrollar el camino propio de la revolución como expresión
concreta del universal camino de la revolución socialista.(4)
De esta forma el proletariado internacional tendría como su
base de unidad ideológica la verdad universal del marxismo-
leninismo, a lo que el proletariado de cada país tendría que
agregar la base teórica de su verdad particular. Estas bases
permitirían acordar y aplicar una correcta línea política que haría
posible «trabajar junto con el movimiento general de la clase
obrera» y, en general, con todas las clases y todas capas sociales
que en cada etapa del desarrollo social conforman el pueblo.
En el Centenario de la Tercera Internacional, la mejor manera
de honrar su memoria y continuar sus tradiciones positivas, es que
cada partido marxista-leninista contribuya a la organización de un
«compañerismo basado en la igualdad» como el nuevo tipo de
relación interna necesaria en el movimiento comunista
internacional.

Notas
[1] Esta consideración es correcta solo en el sentido de que la diferenciación
teórica y organizativa aludida cobró con la Segunda Internacional una
trascendencia decisiva en el movimiento obrero internacional, pues de hecho
tal diferenciación venía ya, en el plano organizativo, de la Liga de los
Comunistas (1847-1852), organización doctrinariamente homogénea, y, en el
plano teórico, de la temprana idea de Marx y Engels que, el segundo de los
nombrados, recordó en una carta a Trier del 9 de agosto de 1890, en los
términos siguientes: «[Para que el proletariado] sea lo bastante fuerte como
para triunfar en el día decisivo, [debe] formar un partido independiente,
distinto de todos los demás y opuesto a ellos, un partido clasista y
consciente… eso es lo que Marx y yo hemos propugnado desde 1847» (citado
por Jhonstone en Teoría marxista del partido político, autores varios,
Ediciones Pasado y Presente, Córdova, p. 133; elipsis nuestra). Es decir que,

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para consagrarse como justo y correcto en el movimiento obrero
internacional, el concepto de partido independiente, distinto de todos los
demás y opuesto a ellos, de partido clasista y consciente, de partido
doctrinariamente homogéneo, de partido marxista, hubo de pasar por la
prueba de la lucha ideológica que, como bien se sabe, fue una larga lucha de
cuarentaidós años que tuvo su punto culminante en la fundación de la
Segunda Internacional.
[2] Lenin subrayó al respecto: «…los principios revolucionarios fundamentales
deben ser adaptados a las peculiaridades de los distintos países.» (Discursos
pronunciados en los congresos de la Internacional Comunista, recopilación,
Editorial Progreso, Moscú, s/f, p. 94).
[3] Posteriormente Mao y Dimitrov contribuyeron señaladamente a desarrollar
el concepto de frente unido, así como el propio Mao y Gramsci contribuyeron
importantemente a desarrollar el concepto de hegemonía.
[4] Cualquier marxista puede percatarse fácilmente de las consecuencias que
puede acarrear la amalgama de marxistas y revisionistas en un mismo
partido. Pero, de todos modos, pongamos un ejemplo. El Congreso de París
de 1905 selló la fusión de los socialistas revolucionarios del Partido Obrero de
Guesde y Lafargue y los socialistas reformistas, pero, como esclareció
Mariátegui, «… la política del partido unificado no siguió… un rumbo
revolucionario. La unificación fue el resultado de un compromiso entre las dos
corrientes del socialismo francés. La corriente colaboracionista renunció a una
eventual intervención directa en el gobierno de la Tercera República; pero no
se dejó absorber por la corriente clasista. Por el contrario, consiguió suavizar
su antigua intransigencia.» (La escena contemporánea, p. 124). Por eso Lenin
señaló: «La primera condición del verdadero comunismo es romper con el
oportunismo.» (Discursos pronunciados en los congresos de la Internacional
Comunista, p. 93).
[5] Esta tarea exige una acotación. Después de la segunda guerra mundial, el
movimiento comunista internacional reconoció al revisionismo como el
enemigo principal en su seno (véanse las Declaraciones de Moscú de 1957 y
1960). A pesar del tiempo transcurrido, este reconocimiento se mantiene
vigente, pero la necesidad de integrar la verdad universal del marxismo-
leninismo con la práctica concreta de la propia revolución, puede, en algunos
casos, presentarse de tal forma, que el dogmatismo aparezca como el
enemigo principal en el seno del partido, aunque, a escala mundial, el
revisionismo siga siendo el enemigo principal. Cada partido debe pues
discernir esta cuestión.

24.02.2019.

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Obras del Autor:

El Pez Fuera del Agua. Crítica al Ultraizquierdismo Gonzaliano


(2010)

El Desarrollo de la Teoría del Proletariado y el Problema de su


Denominación (2012)

Mao y Mariátegui (2013)

El Partido de Masas y de Ideas de José Carlos Mariátegui (2016)

Mariátegui y la Realidad Peruana (2018)

Comunismo y Humanismo (2018)

Nota al Libro «Memoria desde Némesis» por Abimael Guzmán


(2018)

Contribución a la Teoría de las Generaciones del Socialismo


Peruano (2018)

El Partido de Mariátegui Hoy: Constitución, Nombre, Reconstitución


(2019)

Próximas Publicaciones:

La Revista «Nuestra Época» y el Socialismo Peruano

Nuestro Mayor Problema Histórico Hoy

El Socialismo y la Comunidad Campesina en el Perú

El Método de Mariátegui

La Creación Heroica de Mariátegui y el Socialismo Peruano.


Planteamiento de la Cuestión
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