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La crónica es una noticia ampliada y comentada sobre un tema de actualidad que lleva la firma de

su autor.

Ampliación: Definiciones según diversos autores.

J. L Martínez Albertos lo considera un género híbrido, a mitad de camino entre el estilo


informativo y el editorializante. Es un producto literario predominantemente latino, prácticamente
desconocido en el periodismo anglosajón y que tiene sus matizaciones específicas según el país

Para G. Martín Vivaldi la crónica periodística es, en esencia, una información interpretativa y
valorativa de hechos noticiosos, actuales o actualizados, donde se narra algo al mismo tiempo que
se juzga lo narrado. También considera que es un género ambivalente, en el sentido que relata
hechos que son noticia e incluye el juicio del cronista.

Para J.L Cebrián es el reportaje escrito por un corresponsal o un enviado especial. En ella se
informa de los hechos, pero se completa con la interpretación y valoración de los mismos.

J.L Corzo Toral sostiene que es una mezcla de noticia y reportaje aderezado con el "enjuiciamiento
subjetivo del periodista".

El cronista es un informador especialmente cualificado al que se le solicita al mismo tiempo una


narración personalizada y un análisis de los hechos. El cronista sólo resaltará lo que considere de
verdadero interés, para lo que hará una selección personal entre todos los datos disponibles. Pero
además aporta sus propias impresiones y valoraciones de lo acontecido. Es decir, ofrece una
versión de los hechos rica y detallada, algo sólo percibido cuando se es testigo directo de los
hechos.
La crónica según Martín Caparrós

Publicado el marzo 10, 2009por Rafael Alonso Mayo


Por Martín Caparrós
Tomado de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano
Dentro de este género literario que solemos llamar periodismo y que está determinado, si
acaso, por el pacto de lectura –que asegura que lo que uno está contando de algún modo
sucedió– hay una serie de subgéneros. La crónica es uno de ellos. Me gusta la palabra
crónica. Defiendo la idea de crónica y supongo que la defiendo tanto más cuanto que la
crónica es un anacronismo. Me gusta ya para empezar que en la palabra crónica esté la
palabra cronos, es decir, tiempo. Obviamente todo lo que se escribe es sobre el tiempo, pero
en el caso de la crónica es esa especie de inútil intento de atrapar el tiempo en el que uno
vive, por supuesto está condenado al fracaso pero es absolutamente digno intentar una y
otra vez.

La crónica tuvo su momento y ese momento pasó. América se hizo a base de crónicas.
América se llenó de nombres y de conceptos y de ideas sobre ella a partir de esas crónicas,
que eran como un intento increíble de adaptación de lo que se sabía a lo que no se sabía. Hay
estos ejemplos notables en que un cronista de indias describe una fruta que no había visto
nunca y dice: es como las manzanas de Castilla, solo que es ovalada y adentro tiene carne
anaranjada. Obviamente no tenía nada que ver con la manzana de Castilla, pero tenía que
partir de algo, no podía empezar de la nada. Partía de lo conocido para llegar a lo
desconocido.

Así fue como se escribió América: en esas crónicas que partían de lo que esperaban encontrar
aquí y chocaban con lo que sí encontraban. Creo que nos pasa un poco todo el tiempo.
Cuando vamos a un lugar a tratar de contarlo o cuando nos enfrentamos a una situación y
tratamos de contarla, vamos con lo que creemos que vamos a ver y chocamos con lo que
vemos. Me parece que es en ese choque donde se producen cuestiones bastante ricas.

La crónica es un género altamente latinoamericano para el cual los latinoamericanos no


estamos del todo equipados. Me resultaba curioso, sobre todo cuando viajaba por ahí, pensar
que tenía una gran ventaja –al mismo tiempo gran desventaja– y es que yo como argentino
no tengo una mirada programada. Si fuera francés vería todo a través del racionalismo
cartesiano; si fuera inglés miraría con los ojos de un lord del imperio; si fuera
norteamericano miraría con los ojos del patrón. No perteneciendo a ninguna de estas
culturas fuertes, tenemos unos ojos que deben inventarse todo el tiempo a sí mismos. No
sabemos desde dónde estamos mirando y eso por un lado es una debilidad y por otro es
interesante porque nos obliga a crear el lugar desde el que estamos mirando.

Pero, insisto, la crónica es un anacronismo. Era una forma de contar en una época en que no
había otras. Cuando empezó la fotografía, a finales del siglo XIX, comenzaron a aparecer
estas revistas ilustradas en que las crónicas ocupaban cada vez menos espacio y las fotos
cada vez más. Entonces lo que hacían era mostrar los lugares que antes describían. Antes de
eso había algún grabado, algún óleo, alguna acuarela, pero era muy difícil su reproducción,
casi imposible. La forma más fácil de reproducir una mirada sobre un lugar era la forma
escrita, prácticamente la única forma de contar el mundo era la escrita.
La fotografía empezó a disputarle ese lugar, luego el cine, luego la televisión. Y quedó claro
que la forma escrita es como la más pobre desde un punto para contar el mundo, la que da
menos sensación de inmediatez, la que da menos sensación de verosimilitud, la que deja más
en claro que uno está mirando a través de los ojos de otro. Esos que son en principio puntos
en contra también pueden ser una ventaja y es sobre lo que hay que trabajar: el hecho de que
hay una mirada que cuenta, que hay una capacidad de sugerencia de la palabra que la imagen
no tiene (la imagen no sugiere, muestra), que hay la oportunidad de entrar a una cantidad
de lugares que la cámara no tiene. Las posibilidades de registro de nuestro cerebro por suerte
son todavía mejores que las de una cámara. No tenemos que sacar la cabeza y encender la
luz roja: estamos en una situación que queremos contar y la recordamos y la contamos.
Podemos actuar al escribir.

La crónica se definiría, entre otras cosas, por ocuparse de lo que no es noticia, de lo que no
nos enseñaron a considerar noticia. La noticia en general tiene dos posibilidades: o habla de
los poderosos o de los que se cayeron por alguna razón (un tipo que cometió un delito, o la
víctima, o el accidentado). Pero la gente normal, con perdón de la expresión, no entra en el
concepto de noticia que en general manejamos. La información, curiosamente, supone
interesar a muchísima gente de lo que pasa con poquita, de los tejes y manejes de los pocos
señores del poder. Esa es una decisión política fuerte de la información. Postular que lo que
importa es lo que le pasa a ese pequeño sector está de manera tácita imponiendo un modelo
del mundo en el cual lo significativo es lo que les sucede a unos pocos y los demás lo que
deben hacer es consumir aquello que les sucede a esos pocos.

Me parece que la crónica se revela contra eso e intenta contar lo que le pasa a la gente más
parecida a aquellos que leerían esa noticia. La crónica es una forma de pararse ante esa
estructura de la información que habla de unos pocos y decir que vale la pena contar lo que
le pasa a todos los demás. A veces es más importante, más noticioso, más informativo para
mucha gente enterarse de lo que pasa con unas personas en una plaza cualquiera que leer
las declaraciones de un ministro. Puede hablar más de sobre su vida, su país y sus
circunstancias. Es una lástima que los medios no tomen la idea de que sería mejor contar
vidas cotidianas. El periodismo tendría que dedicarse a la vida de todos.

Frontera entre crónica y reportaje

La crónica y el reportaje son géneros distintos, pero cada uno es tan válido como el otro. En
general se piensa que en los reportajes hay más análisis que en la crónica. Eso no es
consustancial al género. Con la presencia del narrador se puede hacer mucho análisis, sin la
presencia del narrador se puede hacer ninguno.

Es confusa la frontera entre los dos. Si es necesario definir lo que diferencia la crónica del
reportaje pensaría en la primera persona o en un tono que remita a la primera persona –
aunque no se esté diciendo “yo” –, en un tono que de alguna manera incluya más
explícitamente la experiencia y la mirada del autor del trabajo. Muchas veces el tipo de
material que se consigue para uno y otro es parecido, lo que se cuenta es parecido, pero lo
que define la diferencia es eso: si se incluyen o no experiencias y miradas en un lugar visible
y preponderante. Aún en tercera persona, la crónica está más cerca de evocar una
experiencia personal.
Andrea Cabrera Martínez
CONCEPTO DE CRONICA.

La crónica es una obra literaria en la que se narran hechos del pasado pero renovados y en la que
su relato esta lleno de detalles; quien la escribe retoma, interpreta y recrea su propia historia de los
hechos según los vivió.

La interpretación de un hecho es lo que da sentido a la crónica, el periodista se involucra, recorta y


selecciona impresiones y le permite al lector sumergirse en el hecho que se relata y compartir las
emociones que le causaron de los hechos.

El periodista debe elegir los hechos que para el fueron relevantes uniéndolos con los testimonios y
cada uno de los detalles que considera que ayudaran al lector hacer parte del relato logrando que
se sienta parte de la historia al punto que termine por disfrutarla.

Cada crónica tiene un estilo diferente y único por quien la escribe, ninguna se parece a la otra, pero
su relato informativo y su subjetividad hacen que un relato se convierta en una crónica que por su
investigación exhaustiva y minuciosa llega hacer profunda y analítica.

La crónica periodística tiene características que hacen que se parezca al reportaje, pero existen
ciertas diferencias que radican en el énfasis particular y subjetivo que le da el periodista o el autor
a una crónica a los hechos que narra; vale la pena mencionar la crónica El Enfermo de los
Secuestrados por Alberto Salcedo Ramos que tiene todo lo necesario que requiere una crónica.

Salcedo logra enganchar a la lector con cada uno de los detalles y sucesos que tuvo que vivir William
Pérez Medina, secuestrado por las Farc y rescatado en la operación Jaque; a medida que avanza el
relato Salcedo nos adentra en la historia relatándonos como este hombre privado de su libertad
tuvo que aguantar las ganas de comer lo que a él más le gustaba y cambiarlo por comida que le
producía nauseas, pasaban los días y él se convertía en una persona inapetente, comía lo necesario
para no morir de hambre; William soñaba con su libertad y con el día en que se pudiera dar un gran
banquete, el día de su libertad llego pero el gran momento de poder comer lo que él más quería
tuvo que esperar, su estómago se había acomodado tanto a la realidad que le había tocado vivir en
la selva que solo pudo probar bocado de la gran cena que le tenían para festejar su regreso.

Salcedo cuenta cada una de las historias que vivió Pérez en la selva lejos de su familia y al adicionarle
los detalles de su encuentro con él hace que creemos parte de la historia en nuestro imaginario al
punto de no abandonar su relato llegando al final de cada uno de los sucesos que vivió Pérez y las
secuelas que ahora vive después de tantos años de secuestro.

Esta es una historia que logra cada uno de los objetivos del escritor para con nosotros los lectores,
una historia que vale la pena leer y que vale la pena recomendar, una historia que nos toca por la
realidad que vive hoy nuestro país, una historia que no te puedes perder.

Referencias
El Enfermo de los Secuestrados de Alberto Salcedo Ramos
http://historiadoresdelaprensa.com.mx/hdp/files/268.pdf
http://literafa.obolog.com/cronica-periodistica-86823
http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/ayudadetareas/periodismo/per36.htm
Cultura y pasado. El concepto de Historia de Johan Huizinga. Sergio Fernández Riquelme

Historiador. Universidad de Murcia (España)

“Una buena definición debe ser concisa, es decir, exponer el concepto que se trata de definir con toda
precisión y de un modo completo, en el menor número de palabras”. Estas palabras del historiador holandés
Johan Huizinga [1872-1945] resumen una de las tareas siempre pendientes de la ciencia histórica, “ciencia
singular” sometida a una perenne revisión epistemológica de sus postulados teóricos fundamentales: su
conceptualización teórica. Y a esta empresa, Huizinga aportó su propia visión, centrada en “describir el
significado de un determinado fenómeno”, en este caso la Historia (con mayúscula), pero siempre “incluido
el fenómeno en su totalidad”; es decir, buscaba integrar las partes esenciales del mismo, pero no
necesariamente entrando en detalles. Ya en su obra más conocida, El otoño de la Edad Media (1919),
Huizinga planteaba el "estudio del pasado" (en este caso, tomando como ejemplo el esplendor y decadencia
del Ducado de Borgoña) desde un paradigma eminentemente cultural: los hechos históricos nacían como
“creaciones del espíritu”, y se materializaban a través de “mentalidades culturales” en el espacio y en
tiempo. Así para Huizinga toda Historia era, en el fondo, "una historia de la cultura", que nos hablaba incluso
de un tipo humano más allá de consideraciones materialistas, creador y consumidor de cultura como juego y
socialización, como forma de ser y estar consigo mismo y los demás: el Homo ludens.

A su juicio, la mayoría de las obras de su época concernientes a la “teoría del conocimiento histórico” se
abstenían de definir expresamente el concepto de Historia; presuponían al mismo como una “magnitud
dada y conocida”. Mientras, los manuales y tratados del método histórico que sí abordaban esta definición,
lo hacían simplemente desde posiciones positivistas; así por ejemplo, E. Bernheim (1889) definía la Historia
como “la ciencia de la evolución del hombre considerado como ser social”, o W. Bauer (1921) como la
“ciencia que intenta describir y explicar, volviendo a vivirlos, los fenómenos de la vida en aquello que se
trata de los cambios de las relaciones de los hombres con las diversas colectividades sociales”. En relación a
estos autores, Huizinga señalaba que sus definiciones sociales y científicas sólo expresaban hechos y
magnitudes propias de la edad contemporánea, así como elementos puramente materiales ajenos a toda
esencia espiritual. La Sociedad y la Ciencia se configuraban, bajo estas interpretaciones al uso, como
fenómenos modernos que negaban a la Historia un “significado general” y trascendente. Y frente a esas
teorías estandarizadas, deudoras de un materialismo deshumanizado, Huizinga reaccionó de manera
decidida. Así apuntaba que “la palabra Historia, entendida prima facie, no designaba en modo alguno una
ciencia en sentido moderno”. Indicaba, al contrario, “1. algo que ha acaecido, 2. el relato de algo que
acaeció, 3. la ciencia que se esfuerza en relatar lo acaecido”. De estos “usos” en el lenguaje general la
palabra historia suele emplearse generalmente en el segundo nivel, como Relato; pero respecto al nivel de
Ciencia, la mayoría de las obras de los grandes historiadores del pasado apenas si cumplían los requisitos de
una definición formal de la Historia como ciencia: Heródoto, Joinville, Michelet, Bauer, Tucidides, etc;
además, para mantener esta consideración, debería mantenerse una “imposible separación entre la
modalidad de describir Historia, la de investigarla y la de considerarla”[8]. Se establecía una distinción
errónea entre los historiadores científicos del presente (eminentemente positivistas), y los meros cronistas
del pasado, considerados como meros transcriptores de leyendas y mitos. Pero esta distinción
pretendidamente científica conllevaba una clara confusión conceptual inserta, a juicio de Huizinga, en la
misma definición formal de ciencia; una definición asentada sobre el rechazo a afrontar “el afán espiritual
que empuja a la Humanidad a la Historia”. Un afán esencial en la cultura humana que explicaba de manera
más real y más clara qué es lo que se relata y por qué, tanto en la edad antigua como en la moderna.
Huizinga, ante las conexiones positivistas entre hechos históricos (propias de la “ciencia moderna”),
defendía una definición concreta y un “concepto claro” sobre la Historia que supere la división entre ciencia
histórica e historiografía, reconociendo lo valioso de otras etapas pretéritas. La “historia como fenómeno
cultural” se principiaba en el esquema del profesor holandés como el auténtico paradigma de todo estudio
sobre el pasado. Para comprender la forma y función de la Historia, Huizinga ponía, pues, el acento en la
dimensión cultural del ser humano. “Lo único que nos ofrece la Historia es una cierta idea de un cierto
pasado, una imagen inteligible de un fragmento del pasado”. Huizinga negaba así las pretensiones del
“realismo histórico” de crear del “relato histórico” el único sistema de explicar el pasado. Ante ello señalaba
que “el pasado no era nunca la reconstrucción o reproducción de un pasado dado”, ya que este “pasado no
es dado nunca”. Lo único que era dado aparecía en la Tradición, pero ésta no era siempre Historia. De esta
manera, “la imagen histórica surgía, exclusivamente, cuando se indagaban determinas conexiones, cuya
naturaleza se determina por el valor que se les atribuye a las mismas”; con ello, la Historia aparece como
“una manera darle forma al pasado”, o mejor dicho, “la captación e interpretación de un sentido que se
busca en el pasado”. Así, se llegaba a una definición de la Historia capaz de integrar los métodos científicos
del presente, y los métodos historiográficos del pasado.Huizinga fundamentaba de esta manera su
concepción de la Historia como ”actividad del espíritu consistente en dar forma al pasado”. Una forma
espiritual que permitía comprender el mundo dentro de la misma proyectándose sobre el pasado
(proyección que distingue a la Historia de otras “actividades del espíritu, como la filosofía o el Derecho”) y,
desde la seriedad intelectual, el mundo en el pasado y a través de él. Constituía, pues, un esfuerzo espiritual
para comprender “el sentido de lo acaecido anteriormente”, y alcanzar un conocimiento auténtico y seguro.
Para Huizinga, este esfuerzo respondía a que “el hombre siente necesidad absoluta de llegar al
conocimiento auténtico de lo que verdaderamente acaeció, aunque tenga conciencia de la pobreza de los
medios de que para ello dispone”[10]. De este modo, era posible reunir en unas bases comunes a todos los
que han escrito y escriben sobre la Historia, desde “el más remoto cronista local y del que levanta sobre el
papel el gran edificio histórico de la Historia universal”.El modo en el que la Historia se sitúa ante el pasado
podría designarse, de esta manera, como “una rendición de cuentas hecha ante uno mismo”; una rendición,
eso sí, planteada siempre bajo las “rúbricas que son siempre decisivas”. Es decir, para Huizinga “cada cual
rinde cuentas del pasado con arreglo a las pautas que le señalan su cultura y su concepción del mundo”. Por
ello, se puede afirmar que “cada cultura crea y tiene necesariamente que crear su propia forma de Historia”;
el tipo de cultura presente determina, así, lo que es para ella la Historia y como debe formularse. Ahora
bien, este “interés histórico” viene determinado por la finalidad esencial de su cultura de origen; como
señalaba Huizinga, “la cultura no tiene sentido sino como algo proyectado hacia una meta”, y por ello la
Historia responde siempre a sus fines teleológicos. “El pasado sin determinación alguna no es más que el
caos”, sentenciaba Huizinga. En cuanto a la “materia de la Historia”, a su objeto, éste venía determinado por
“la clase de sujeto que se esfuerza en comprenderlo”. Cada cultura tiene su pasado, en el sentido de que el
pasado sólo puede convertirse en Historia para él en la medida en que llegue a comprenderlo. Integramos
en nuestro acervo cultural aquello que podemos comprender de nuestro pasado, aquello sobre lo que
comprendemos el sentido de su existencia y el significado de sus actos. Así, en el siglo XX Huizinga
contemplaba como “el pasado de nuestra cultura es, por primera vez, la del mundo”, y “nuestra Historia es,
por primera vez, una Historia universal”. Una Historia, eso sí, capaz de integrar las exigencias científicas del
mundo moderno, y las creaciones espirituales de toda época y toda región. “Historia es la forma espiritual
en que una cultura rinde cuentas de su pasado”. Ésta fue la definición clara y concisa que Huizinga aportó al
conocimiento histórico. Era simple y evidente; así lo reconoció. Pero en su debe aportaba las siguientes
razones: permitía superar la distinción arbitraria entre investigación e interpretación, entre ciencia e
historiografía, mediante la fórmula “forma espiritual”; señalaba un sujeto histórico general, común a todas
las etapas de la historia, pero diverso en sus manifestaciones concretas: “la cultura”; “rendirse cuentas”
hacía referencia a todas las formas y métodos de narrar la Historia, subrayando la necesaria seriedad del
estudio histórico. Las razones apuntadas justificaban la propuesta de Huizinga; una definición que situaba a
la materia de la Historia en “el pasado de la cultura que es exponente de ella”, y que centraba “el
conocimiento de la verdad histórica en la capacidad de asimilación que surge a su vez, de la consideración
misma de la Historia”. Por ello Huizinga concluía de la siguiente manera:

“La historia misma y la conciencia histórica se convierten en parte integrante de la cultura; sujeto y objeto se
reconocen aquí en su mutua condicionalidad”
La Historia segun Marc Bloch

Posted: 8 de May de 2012 in Sin categoría

“La historia segun Marc Bloch”

¿Cómo aborda M. Bloch el tema de “para qué sirve la historia”?

El autor nos plantea algo muy común con respecto a una pregunta clave para el desarrollo de la misma, la
cual seria: “¿Para que sirve la historia?” dicha pregunta da vuelcos por aquí y por haya, donde encontramos
una respuesta pero a la vez no. Es algo sumamente irrelevante lo que esta pregunta puede llegar a causar en
la sociedad, nos causa distracción y placer, esta atracción puede simplemente hacernos mas y mas
preguntas sobre nuestro pasado y es que para ello tenemos que tener cierta atracción a ello, la cual
requiere una cierta justificación y legitimar aquello en lo cual creamos.

Ahora bien la historia como lo dije anteriormente requiere de cierta legitimidad y la utilidad de la misma. La
utilidad no es mas que la forma independiente de cada persona tenga de ella, todo el mundo puede darle la
utilidad que ella quiera, pero también es deber de la gente buscar en la historia aquello que no solo se
pueda considerar particular, sino compartirlo con la sociedad ignórate de su propia historia, dice Bloch que
el valor de la investigación no se mide, algo muy cierto, el valor de una investigación es solo el valor que la
gente le quiera dar sin importar si pueda servir a la acción o si esta bien o esta mal. Y sin importar lo que se
diga o piense para mi la historia es legitima, siempre estuvo ahí y siempre lo estará, se legitima más allá de
su utilidad, por ello es que es y será una disciplina no científica donde podremos conocer algún vestigio de
nuestro pasado.

¿A qué se refiere el autor cuando plantea que en las últimas décadas del siglo XIX y los primeros años del
siglo XX las generaciones “han vivido como alucinadas por una imagen demasiado rígida” refiriéndose a las
ciencias? ¿Qué tendencias opuestas se desarrollaron a partir de estas opiniones?

Pues mas que nada Marc Bloch se refiere mucho al positivismo como la madre de todos los pollitos, y que en
ella podemos encontrar la respuesta a todo y pues bien el positivismo es algo que si es muy util, pero ifiero,
ya que exiten muchas otras maneras de llegar a un fin y encontrar una respuesta satisfactoria a lo que se
busque.

El historiador tiende a buscar el porque, el desarrollo y el fin de las cosas, todo conforme a su propia
manera, puede ser positivista y hacer su investigación conforme al método científico y obtener los
resultados deseados, pero a veces el historiador no obtiene lo deseado, por ello es cuando el historiador
regresa a la investigación tradicional, donde se basa en escritos, documentos, testimonios, etc. Y es ahí
donde el historiador encuentra y no lo que busca. es por ello que estas dos maneras que el historiador
utiliza se conectan de cierta forma y así dar con una respuesta.

¿Es la historia la ciencia del pasado? ¿Por qué? ¿Cuál es el objeto de la historia para Marc Bloch?

Pues todo depende de cómo uno lo vea, pero decir que la historia es la ciencia del pasado, es algo que es
difícil de decir, ya que la historia en si no es una ciencia, ya que no hay una forma concreta o un
procedimiento lógico en el cual se pudieran estudiar todas las cosas pasadas, la historia si estudia el pasado
mas no es considerado ciencia. Dice Marc Bloch que la historia estudia la obra de los hombres; es la ciencia
de los hombres en el tiempo, esto quiere decir que pues la historia estudia todo lo que acontece al hombre;
su logros, sus derrotas, sus investigaciones, sus guerras, su cultura, etc. Porque técnicamente la historia
estudia al hombre y no el hombre a la historia.
¿Cómo explica el autor el tiempo histórico?

Marc Bloch explica el tiempo histórico como una “realidad concreta y viva abandonada a su impulso
inevitable”. Esto según Bloch es la derivación de ciertas atribuciones que tiene el tiempo histórico, como es
la continuidad y la ruptura: esto es lo clásico que un echo histórico tiene en su estructura, ya que cuando se
investiga algún echo histórico relevante y de importancia mundial por así decirlo, llega un momento en que
la cronología del echo se llega a romper y se pierde continuidad, lo que ocasiona una falsa información y a
veces hasta interpretar mal las cosas, mas sin embargo pese a la continuidad de los hechos, también esta
sujeto a distintos cambios, cambios que tendrán lugar hoy y en el futuro

¿Cómo analiza Bloch el tema de orígenes – principios – causas en el desarrollo del pensamiento histórico?

Marc Bloch nos dice que los orígenes son pues técnicamente el comienzo de todas las cosas, el origen es la
razón por la cual existe el mundo y todo lo que conocemos, porque nada puede existir sin dicho concepto. El
origen nos explica los comienzos cronológicos en donde principalmente, los orígenes se centran en el
nacimiento de algo, desde un personaje muy célebre hasta el nacimiento de un imperio. También nos
explican las causas que constituyen una razón explicativa, esto es que te explica el porqué del origen que a
veces llega a ser solo casual.

¿Es el historiador un anticuario? ¿Por qué? ¿Cómo analiza el autor la problemática de comprender el
presente por el pasado y comprender el pasado por el presente?

El historiador no es un anticuario, ya que no se limita solo al estudio del pasado, sino también estudia el
presente para poder así comprender el pasado.

La comprensiones presente por el pasado es uno de los dilemas que más se suscitan en el hombre, pero
básicamente es sencilla la explicación ya que el presente depende forzosamente del pasado. La
problemática se suscita en que el hombre vagamente busca el porque de las cosas, por ello cuando quiere
una respuesta, es muy común que se niegue primero a comprender el presente para poder entender el
pasado con mayor facilidad, como por ejemplo uno no podría explicar lo que somos ahora sin antes analizar
concretamente lo que vivimos actualmente y así indagar en lo ocurrido anteriormente. Técnicamente esto
esta ligado a lo de la comprensión del pasado por el presente, esto es casi igual, para ello, es necesario
comprender lo ocurrido en el pasado para entender lo que somos ahora, así como muchos de los
acontecimientos históricos que han pasado a lo largo de la historia del mundo; el nacimiento del imperio
romano, la caída del mismo, que ocurrió en realidad en el primer viaje a la luna, que impidió a los hunos
conquistar roma, que hubiese pasado si Hitler hubiese ganado la segunda guerra mundial, etc. Son cosas
que marcaron y que pudieron marcar el curso del presente, por ello el entendimiento del pasado por el
presente es importante para el saber humano.

¿Qué quiere decir M. Bloch cuando plantea que el investigador del presente no goza de mayores privilegios
que el historiador del pasado? ¿Es para el autor la observación del pasado totalmente “indirecta”? ¿Por
qué?

Que el historiador del pasado tiene un cierto conocimiento indirecto porque encuentra imposible de
comprobar por si mismo los hechos que estudia y por ello debe recurrir a otros medios para obtener lo que
busca; como son los testimonios, los manuscritos que dejaron, las pinturas, esculturas, etc.

Para Bloch observar el pasado no es totalmente indirecto, porque ese termino se limita a que este de por
medio un factor externo y hay casos que se encuentra una fuente confiable en la cual se puede uno basar
para crear un hecho histórico y es que tomando en cuenta las nuevas tecnologías, uno puede saber con
mayor certeza que fue lo que en verdad ocurrió con respecto a lo que se este investigando.

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