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Introducción
En esta línea que entiende pobreza como carencia es a la que se vinculan las
nociones de vulnerabilidad y de exclusión y la posibilidad de pensar si pueden ser
herramientas analíticas que permitan una aproximación más dinámica tanto a la
diversidad de situaciones a las que se enfrentan los que de una u otra manera son
partícipes de algún tipo de privación como para indagar en el proceso por el cual
amplios sectores de la sociedad perdieron la participación en una o varias formas
de relación social.
Atkinson (1998) marca tres componentes que aparecen regularmente en los debates
para definir la exclusión: sobre su carácter relativo, acerca de los mecanismos y el
elemento dinámico que la caracteriza. En primer lugar implica tiempo y espacio,
una sociedad en un territorio y un período determinado; toda definición de
exclusión debe considerar el funcionamiento de toda la sociedad no sólo la
trayectoria individual ya que las causas por las que algunos grupos tienen esta
condición generalmente se encuentra en otro sector de la sociedad. En segundo
término implica una acción donde están involucrados otros actores. El tercer
componente, el carácter dinámico de la exclusión, concierne a las perspectivas
futuras, a la transmisión por generaciones de las condiciones de riesgo.
Consideraciones metodológicas
Como se trata de un concepto que puede ser ambiguo, polisémico, que ha invadido
el discurso mediático, con el que se alude a fenómenos diversos y situaciones
disímiles, aquí se parte, en términos operativos, de una definición de vulnerabilidad
social, entendida como una condición social de riesgo, de dificultad, que inhabilita e
invalida, de manera inmediata o en el futuro, a los grupos afectados, en la
satisfacción de su bienestar -en tanto subsistencia y calidad de vida- en contextos
sociohistóricos y culturalmente determinados.
Las distintas formas específicas del tipo de vulnerabilidad de los hogares deberían
ser tomadas en cuenta al decidir maneras de intervención. Cuando la misma está
asociada fundamentalmente a la escasez de los ingresos y a la situación de
desempleo de uno o varios miembros, las políticas sociales implementadas deberían
tender a cubrir esta situación a partir del diseño de políticas de empleo focalizadas
tanto para jefes de hogar como para mujeres o jóvenes. Asimismo contemplar las
necesidades de las madres a través del funcionamiento de guarderías en distintos
centros barriales, con personal capacitado que atiendan a los niños cuando aquéllas
deban participar del mercado laboral. Dicho personal podría ser seleccionado en
los mismos ámbitos de pertenencia brindándole formación a las jóvenes para que
puedan cumplir con las tareas. Cuando la situación es de riesgo futuro y se vincula
básicamente con el déficit educativo las políticas tendrían que tender hacia una
capacitación polivalente que les permita insertarse en un mercado cada vez más
exigente respecto de los conocimientos y las habilidades