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UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES

Facultad de Psicología
Tesis de Licenciatura en Psicología

Efectos analíticos en un caso de


psicosis

Estudiante: Mazzeo Agustina

Nro. De L.U: 364128890

Tutora: Dra. Iuale María Lujan

DNI: 22927995

1
Índice
Agradecimientos..............................................................................3

Introducción....................................................................................4

Estado del
arte....................................................................................................6

Dispositivo La Cigarra y presentación del caso


“Harry”..............................................................................................8

Efectos analíticos en las


psicosis..........................................................................................11

Alojar el sinsentido- El dispositivo


clínico.............................................................................................13

Deseo del
analista...........................................................................................16

Efectos analíticos en el
caso.................................................................................................19

Conclusiones.................................................................................24

Bibliografía.....................................................................................26

2
Agradecimientos

A toda mi familia por acompañarme en el recorrido de esta carrera, por el


apoyo y la contención. Sin ellos no hubiera sido posible.

En especial a mi hermana Yanina, quien supo ser una gran compañera de ruta,
que con sus palabras y su presencia siempre motivó e impulsó mi deseo de
estudiar esta hermosa carrera.

A Rodrigo, por su hermosa forma de acompañar. Por su amor, paciencia y


confianza.

A mi abuelo, que lo llevo siempre conmigo.

A mis amigas de la facultad. En especial a Agos y Pame, quienes me


acompañaron muy cerca en el proceso de escritura de la presente tesis. Y que
siempre tuvieron palabras de aliento para conmigo. A Carolina, amiga
compinche de los primeros años de la carrera.

A mi tutora Lujan Iuale, quien acompañó el proceso de confección de tesis. Por


su colaboración, su gran compromiso y calidad humana.

A la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires, por ser mí casa


de estudios.

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Introducción:
La elaboración de la presente tesis de grado se desarrolla en el marco de la
carrera de Licenciatura en Psicología de la Universidad de Buenos Aires, a
partir de los conocimientos obtenidos durante su recorrido, más
específicamente de las materias de Psicoanálisis, Psicopatología, Clínica de
Adultos, Escuela francesa, Autismo y Psicosis en la infancia.
La práctica profesional “El tratamiento del padecimiento subjetivo en la
experiencia analítica”, a cargo de la Doctora María Lujan Iuale, me permitió
participar en un hospital de día, especializado en patologías graves. Tales
como el autismo y la psicosis, bajo la modalidad de taller. A partir de la
concurrencia conocí una nueva forma de abordaje en donde se hace foco en la
singularidad e invención de cada uno de los integrantes. En ese marco
realizamos nuestra práctica y a partir de lo acontecido allí construimos un caso.
Se trata de un joven con diagnóstico de psicosis a quien llamaremos “Harry”.
El trabajo se centrará especialmente en el caso mencionado ya que representa
uno de los primeros acercamientos a la puesta en práctica de las teorías
estudiadas durante los años académicos por parte de quien escribe, y permitirá
establecer un diálogo entre la teoría psicoanalítica y la práctica clínica.
El tema central de este escrito será desplegar los efectos analíticos producidos
en el caso. Consideramos que en el caso Harry al menos es posible delimitar 3
efectos analíticos: en primer lugar, el cambio de posición subjetiva a partir de la
nominación. En segundo lugar, la pacificación en el lazo con el otro y por,
último, la merma en los pasajes al acto.

Efectos del psicoanálisis


Resulta imprescindible precisar a continuación que se entiende por eficacia
analítica.
Lucia D´angelo (2005), ubica una diferencia entre la terapia breve y lo que es
un efecto analítico rápido: el primero, promueve la modificación o que
desaparezcan los síntomas como fin, mientras que el segundo, reduce el goce
que se encuentra implicado en el síntoma del sujeto que acude a nosotros,
realzando un nuevo ciclo en la dirección de la cura. Y sostiene que la
trasferencia es la condición necesaria de la puesta en forma de la focalización

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del síntoma. Es a partir de esta distinción que podemos acercarnos a lo que
Lacan, postula sobre la cura y la eficacia terapéutica.
Lacan (1955) en “Variantes de la cura- tipo” afirmo que “… El psicoanálisis no
es una terapéutica como las demás” (p, 312), frase que intenta designar que el
psicoanálisis sí es una terapéutica, pero es necesario destacar cuál es su
especifidad. Rubinstein (2012), al respecto nos dirá que poder dar cuenta de
esto último, ha generado múltiples controversias en el ámbito del psicoanálisis,
ya que durante un tiempo se sostuvo que el psicoanálisis no curaba. Es más, si
uno realiza un rastreo por ciertos textos de Lacan, puede ubicar que en varias
oportunidades intentó no reducir al psicoanálisis a una psicoterapia y sostuvo
que su “beneficio es por añadidura” (p, 312). Con esta frase el autor, intentaba
delimitar la cuestión de los riegos que pueden llevar al “furor curandis”.
Cuando en los años 50 Lacan formuló que la cura adviene por añadidura, se
generó cierto malestar porque se creía que el psicoanálisis no curaba. Pero si
vamos a hablar de cura, ¿a cuál nos referimos? Para responder a dicho
interrogante, debemos partir de que el psicoanálisis no cura el traumatismo
original, tampoco cura el desamparo y la falta de garantías al toparse con el
deseo del Otro. En todo caso, interviene sobre el padecimiento, buscando
provocar un cambio en la economía libidinal y que el sujeto pueda soportar de
otro modo la condición de parlêtre, de la que sabemos que no hay cura posible.
Durante el transcurso de la carrera, me ha tocado asistir a materias
obligatorias que ponen en duda la eficacia del psicoanálisis, es por ello que
este escrito intentará demostrar que el psicoanálisis como terapéutica sí
produce sus efectos, y que el encuentro con un analista suscitara efectos
analíticos que implican movimientos subjetivos, que comprenden un proceso
complejo que dependerá del interjuego entre la singularidad del caso y la
posición e intervenciones del analista en la delimitación de un campo
trasferencial. Para ello utilizaremos un caso clínico de psicosis al cual
denominaremos “Caso Harry”. Nuestro principal objetivo, será abordar los
efectos analíticos producidos en el caso con el cual trabajaremos. Tomaremos
como eje las intervenciones del analista y los efectos de la intervención.
A su vez, nos proponemos definir qué se entiende por efectos analíticos en la
psicosis, desarrollar las distintas intervenciones de la analista en el tratamiento
individual con Harry, ubicar el cambio de posición subjetiva que podemos

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observar en su paso por “La Cigarra” y finalmente situar los efectos analíticos
que se encuentran íntimamente ligados a los efectos transferenciales.
Estado del arte
Partiendo de una revisión de la literatura disponible, el presente apartado tiene
como objetivo llevar adelante un breve recorrido por diversos conceptos que
nos ilustran, desde la perspectiva psicoanalítica, lo que se comprende por
efectos analíticos y psicosis.
En la actualidad podemos encontrar un debate abierto respecto a cómo
distinguir los efectos terapéuticos de los analíticos. De hecho, si uno realiza un
rastreo por algunos textos de Lacan puede precisar lo implicado que estaba en
intentar distinguir lo terapéutico de lo analítico.
Para definir lo terapéutico tomaremos a Fabián Shejtman que en el libro “La
terapéutica psicoanalítica” (Rubistein, 2012) sitúa que lo terapéutico significa
tratamiento y que desde el discurso común es posible ubicar sus efectos como
la mejoría del paciente, por ejemplo el incremento del bienestar, los logros
laborales, etc.
Los efectos analíticos, siguiendo a Rubistein (2012), se ubican como el
resultado que se traza a través de la palabra en un campo trasferencial, y que
produce efectos a nivel de la posición del sujeto, frente al encuentro con lo real,
reduciendo así el padecimiento. Sin embargo, Lacan (1962-63) no desconoce
la importancia de la vertiente terapéutica. En el Seminario sobre La Angustia
nos dirá que “Es bien cierto que nuestra justificación y nuestro deber son el de
mejorar la posición del sujeto.” (p. 67).
Por otra parte, el estatuto de síntoma para el psicoanálisis, permite, en diversos
autores, distinguir lo que estos nombran como efectos analíticos de los efectos
terapéuticos. Para Gabriel Lombardi en “Efectos terapéuticos y efectos
didácticos” (2003), el efecto analítico debe entenderse como una trasformación
de la posición del sujeto respecto del saber del síntoma. En la definición que
aporta acerca de los efectos analíticos como un cambio en la posición del
sujeto sitúa en simultaneo el acto analítico.
Delgado (2002) en su texto Efectos terapéuticos- efectos analíticos nos dirá
que serán aquellos en los que es posible verificar una modificación de un sujeto
con sus dichos y que implican un cambio en la posición del sujeto, en la medida

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en que haya una operación sobre el goce y una ganancia en el plano del
deseo.
Siguiendo lo desarrollado en el trabajo La eficacia de la clínica psicoanalítica en
el hospital público (Coronel, Et al., 2012) la perspectiva del psicoanálisis
aplicada a la terapéutica se localiza en el polo opuesto de buscar la adaptación
del paciente a su ambiente, o de responder frente a su padecimiento
identificándose a un ideal social de felicidad. Esto sucede por la precisa razón
de que a quien nos dirigimos es al sujeto, el texto principal que nos compete es
el del paciente. Y la lectura que se haga del mismo interesa, ya que enmarcará
las ulteriores intervenciones que el analista realice en función de cada
encuentro con quien reclame una solución. El analista se ofrece como soporte
de la palabra, descifrando coordenadas que se tejen en una trama significativa
y que llevará como correlato el deseo del analista y su forma peculiar de
intervenir, operando sobre la economía libidinal, lo que produce una
trasformación del goce.
Los efectos analíticos desde la perspectiva psicoanalítica se despliegan como
el efecto de un proceso que el analista ha introducido en el sujeto, pero cuya
dirección no puede ser calculada a priori, Freud (1913) en “Sobre la iniciación
del tratamiento”, sostiene que:
“Sin duda, el médico analista es capaz de mucho, pero
no puede determinar con exactitud lo que ha de
conseguir. El introduce un proceso, a saber, la
resolución de las represiones existentes; puede
supervisarlo, promoverlo, quitarle obstáculos del
camino, y también por cierto viciarlo en buena medida.
Pero, en líneas generales, ese proceso, una vez
iniciado, sigue su propio camino y no admite que se le
prescriban su dirección ni la secuencia de los puntos
que acometerá”. (p. 131).
A partir de lo desarrollado por Gurevicz y Mordoh en el libro “Singular,
particular, singular” (Lombardi, 2009), los autores nos dirán que los efectos
analíticos específicos del dispositivo clínico de Freud, se oponen a la sugestión
y se despliegan en el lugar en que la palabra que proviene del Otro deja de fijar
y determinar al sujeto. Entonces, ambos autores ubican que la especificad del

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efecto analítico tendrá que ver con convocar al sujeto a tomar una posición
activa respecto a los significantes inconscientes que lo coagulan y por los
cuales padece. Debemos destacar que en el caso clínico que utilizaremos para
el presente trabajo, no se trata de cualquier sujeto sino particularmente del
psicótico. Para poder definirlo, utilizaremos el Seminario 3 (1984) de Lacan
quien allí nos dirá que el psicótico es un “mártir del inconsciente”, frase que
intenta designar a aquello que retorna de lo real, producto de lo forcluido en lo
simbólico (El Nombre del Padre) se impone al sujeto para atormentarlo y
dejarlo perplejo. A su vez, plantea que la principal característica del psicótico es
la fijeza de su posición y la certeza que constituye lo central de la estructura.
Esta certeza es radical y se especifica por la seguridad que presenta el sujeto
acerca de que todo aquello que le sucede le concierne de forma directa y
dichos sucesos solo están dirigidos a él. El sujeto se exime de toda referencia
de la realidad, de hecho, Lacan nos dirá: “Lo que está en juego no es la
realidad (…) sabe bien que su realidad no está asegurada, incluso admite
hasta cierto punto su irrealidad... Esta certeza es radical, significa para él algo
inquebrantable “(p. 110). Para finalizar, siguiendo esta línea, Sotelo (2010) en
su libro “Psicopatología- psicoanálisis”, refiere que en la psicosis “El Otro toma
la iniciativa y arremete contra el sujeto, quien se vuelve extranjero en su propia
palabra y en su propio cuerpo. Modalidades de irrupción de goce que dejan al
sujeto en un estado de arrasamiento y sin contar con la posibilidad de
encerrarse en el mundo ilusoriamente privado del fantasma neurótico” (p. 139).

Dispositivo La Cigarra y presentación del caso “Harry”


Este caso surge como resultado de mi experiencia en la práctica clínica: “El
tratamiento del padecimiento subjetivo en la experiencia analítica”. A través de
dicha práctica conocí el hospital de día infantil “La Cigarra”. Dicha institución se
dedica a la atención de patologías graves de la infancia, principalmente el
autismo y la psicosis. El dispositivo en cuestión, cuenta con espacios de terapia
individual y un dispositivo colectivo: los talleres. Estos últimos cumplen con una
serie de condiciones: participan los niños, practicantes del psicoanálisis y un
coordinador. El tiempo de duración está estipulado en media hora cada uno. En
cada uno de ellos se propone una tarea con una consigna inicial que se repite

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cada vez sin variación alguna. De esta manera se produce en cada taller una
especie de maquina simbólica, un genuino automaton. La tarea debe ser
realizada por todos los miembros, generalmente se intenta que sea por turno,
tanto los niños como los coordinadores y el coordinador. La función de los
talleres, es la de abrir y a la vez acotar, un término que alude al tiempo de
alojar, de hacer entrar a cada niño a las particularidades del dispositivo, que no
es rígido, sino flexible a la variabilidad de producciones que puedan surgir.
Los talleres son invenciones, producciones que nacen del deseo del analista en
la tentativa de tratar con lo real de esta clínica. Algunos de los que funcionan
actualmente en La Cigarra son los siguientes: el taller de idiomas, el taller de
sombras, el taller de magia, el taller del disparate, el taller del secreto y el taller
de la palabra.
La clínica – Harry: el mago.
Harry fue derivado cuando era un niño al dispositivo de hospital de día, debido
a expulsiones reiteradas de varias escuelas porque pegaba, se burlaba de
compañeros y golpeaba a los profesores. Estas situaciones generaron la
expulsión instantánea de todas las instituciones por las que circulaba. En el
hospital de día se le ofreció un lugar e iniciará un tratamiento individual con su
analista y simultáneamente comenzará a asistir a los talleres colectivos. Es en
los talleres donde sus pasajes al acto se potenciaban, especialmente con sus
pares. El Otro se hacía presente de una manera intrusiva.
Es a partir de estos pasajes al acto en el espacio de talleres, en los que se
producía una exacerbación incontrolable, cuando le proponen a él y a su madre
que por el momento no asista más a los talleres. Esta intervención apuntaba a
que no siguiera siendo expulsado de todos los lugares reiteradamente. En
paralelo, seguía con su terapia individual. Para Harry era muy problemático el
corte de sus sesiones: cuando se aproximaba el final, insistía en quedarse y
hasta impedía que su analista saliera del consultorio. Siempre le decía a su
analista: “Dame un tiempo más”. De esta forma se producía una modalidad de
infinitizar el tiempo: Harry no podía incorporar los límites temporales para
evitar, así, confrontar el momento de la separación. Un tiempo después... La
regulación temporal, finalmente, llegó de la mano de juegos y de escrituras en
la sesión. A la analista se le ocurrió dejar por escrito las historias de los juegos

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que realizaban, lo que generó que él pudiera irse y volver tranquilo a la sesión
siguiente.
Resulta significativo situar una sesión en donde Harry, durante uno de sus
juegos, le dijo a la analista: “Yo puedo hacer y decir cualquier cosa, soy como
Dios”. La analista tomará este dicho e intervendrá diciéndole: “Solamente si
fueses mago podrías hacer y decir cualquier cosa.” Producto de esta
intervención y la transferencia como guía en el tratamiento, algo nuevo se
producirá. Comenzará a escribir: “Harry, el mago” en su caja de juguetes. La
analista presenta la inquietud de poner a trabajar dicha escritura y sugerirá al
dispositivo de hospital de día realizar “algo” con la magia. Así fue que se
comenzó a pensar en la creación de un taller de magia para “Harry, el mago”.
Dicho nombre lo utilizará para presentarse en todos los espacios en los que
circula en la actualidad. Esta nueva forma de nombrarse le proporciona a
Harry un lugar diferente. A raíz de ello, consideramos que: “Harry, el mago”
oficia de nombre propio en tanto señala el lugar del sujeto.
Actualmente, Harry es un joven de 25 años de edad. Según lo observado,
Harry cuenta con una rutina de trucos que sabe implementar. Tiene una
asistente, que es una analista que participa en los talleres, y ella colabora con
los trucos. Sigue los pasos de manera organizada, puede flexibilizar los trucos
cuando es necesario y también puede variar de asistente sin que esto incida en
su espectáculo. Aparece la posibilidad de velar: no todo debe verse, solo se
muestran algunas cosas de la galera. Harry también puede ceder la varita; si
llega tarde a los talleres y otra persona da inicio al taller no se produce ningún
descontrol que lo conmueva. Al entrar al taller de magia que él coordina saluda
amablemente a cada persona que se encuentre en la sala. Luego se presenta
como “Harry, el mago” y da inicio al taller, espacio propicio en donde las cosas
desaparecen, y aparecen. Un escenario con mago, varita, donde la magia se
hace presente.

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Efectos analíticos en las psicosis
“A medida que el lenguaje se hace más funcional, se vuelve impropio para la
palabra, y de hacérsenos demasiado particular pierde su función de lenguaje”.
Jacques Lacan, p.237.
Para poder indagar acerca de los Efectos Analíticos en las psicosis, tomaremos
como referencia la charla de Eric Laurent llamada Límites en la psicosis
(Laurent, 1991). En primer lugar, allí ubicará que una de las peculiaridades del
sujeto psicótico es que busca mantener un nuevo orden de discurso. Lo hace
poniéndose él mismo en posición de poder garantizar este nuevo orden. En
segundo lugar, “Se observa también que el sujeto psicótico impone al analista
esta posición de testimonio, desde la cual ambos garantizarían un nuevo orden
del universo fuera de discurso”. (p.33). Siguiendo al autor, la posición del
analista será poder acompañar al sujeto psicótico en ese nuevo orden del
universo fuera de discurso. En esta misma línea, en “La psicosis: acto y
repetición” (Laurent, 1991), nos dirá que, a través del análisis, o por otras vías,
el sujeto psicótico puede llegar a hacer su propio lenguaje. Además, señala que
la literatura de Joyce no constituye una literatura del discurso, sino más bien un
lenguaje. A partir de estas coordenadas, podemos sostener que para el autor
un efecto analítico en la psicosis será acompañar al sujeto, para que consiga
construir un saber sobre un nuevo orden del universo, es decir, inventar un
lenguaje propio. En esta misma línea, Miller (2000) en “Psicoanálisis puro,
psicoanálisis aplicado y psicoterapia”, nos indicará que de lo que se trata un
análisis es de la “construcción de un saber” (p.33). Indica que, si en la clínica
de la psicosis hay un real, este resulta de una construcción y en base a esto
nos dirá: “Hay que darse cuenta en primer lugar, de qué es justamente porque
se define a lo real como excluido del sentido que se le puede dar sentido”
(p.39). Podemos cernir que el psicótico es sujeto que es llevado a inventar una
solución original, y que esa pequeña solución es un discurso, que tal como
menciona Miller (2007) en “La invención psicótica”, todo discurso es del orden
del semblante. Lo que habilita que el psicótico pueda mantener un diálogo con
su singularidad produciendo una forma de discurso, que podrá tener una cierta
solidez que le permita habilitar el lazo con el otro social. Podemos delimitar que
para ambos autores el efecto analítico en la psicosis implica poder lograr un

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saber sobre lo real en juego, pudiendo alcanzar así, un nuevo orden del
discurso para el sujeto psicótico.
Para poder establecer de qué forma se podrían producir efectos analíticos en la
psicosis es imprescindible ubicar la posición del analista, quien consideramos
es garante para que dichos efectos se produzcan. El uso de la trasferencia en
el caso de la psicosis dependerá de localizar la modalidad de retorno del goce.
Lacan en diversos textos precisa que para el tratamiento de la psicosis es
necesario que el analista no ocupe el lugar del supuesto saber, ya que como
mencionamos, el sujeto psicótico es quien sabe. Él sabe, es un saber enlazado
al goce, de una certeza substancial de saber que el Otro lo goza. Por lo tanto,
habrá que sustraerse a la trasferencia erotomanía, admitiendo otro tipo de
relación, tomando en consideración las verdades del sujeto. Siguiendo esta
línea, Eric Laurent (1989) en “Estabilizaciones en las psicosis”, nos dirá que, el
analista es aquel que descompone los dichos de aquel que viene a nosotros y
producto de ello extrae una lógica. Para el autor el analista deberá ubicarse
como destinario activo de las producciones del psicótico y acompañar al sujeto
a hallar la lógica que le permita contrarrestar el goce que lo ataca.
A partir de lo expuesto podemos establecer que en el caso Harry sucede, en un
cierto momento del tratamiento, la irrupción de cierto significante
desencadenado, del orden del delirio y como lo muestra el caso, aparece en el
discurso del paciente sin velar, dotado de un sentido coagulado: “Yo puedo
hacer y decir cualquier cosa, soy como Dios”. Ante eso, la analista prestará su
presencia como destinatario activo, buscando equivocar aquel sentido
coagulado, prestando a la escena otro significante, que haga pareja con ese S1
que había irrumpido: “Solamente si fueras mago, podrías hacer y decir
cualquier cosa”. Esta intervención producirá efectos analíticos inmediatos, tanto
en el ordenamiento del tiempo, como en los espacios. Aparece cierto sentido
que le permite cierta orientación, que no deja de ser del orden del delirio, pero
ahora es una forma distinta de habitar el mundo, menos violenta. Surge un
apaciguamiento del cuerpo y un poder estar de otra manera con los otros sin
recurrir a los pasajes al acto. La solución original y singular que tuvo el caso de
Harry, es una solución de discurso. Él es el mago, quien porta un saber hacer
con lo real en juego, lo cual puede alcanzar el estatuto de un nuevo orden del
discurso.

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Alojar el sinsentido- El dispositivo clínico.
La Cigarra es un dispositivo en donde se practica el psicoanálisis: este último
apunta a la singularidad del sujeto, a la posición de cada uno, a aquello que le
es propio y a sabiendas de que la solución de uno no es igual para todos. Hay
que ver cuál es la solución para cada niño de acuerdo a sus posibilidades y de
qué manera construye el mundo (Tendlarz, 2016).
El tratamiento analítico en La Cigarra tiene como punto de partida construir un
lazo con aquel niño psicótico y autista dentro del dispositivo. Se busca el
contacto con el niño sin esperar de antemano una respuesta determinada, para
poder dar lugar a la contingencia del encuentro que consideramos, que implica
de alguna manera un consentimiento. El dispositivo clínico intenta escuchar al
sujeto y acompañarlo en el armado de una invención que sea singular y propia,
a través de la cual pueda encontrar una salida que le pertenezca.
Slatopolsky (2014) en “Dispositivos clínicos: autismo y psicosis” ubica que “Lo
cotidiano queda enchufado a una máquina de localizar goce creado a partir del
deseo de algún analista y a eso lo denominan taller” (p.96). La construcción de
un recurso para cada niño es provocada por el artefacto creado a partir de ese
deseo, que en primer lugar aspira al goce deslocalizado para ubicar algún tipo
de tramitación, en el marco de una propuesta grupal. La Cigarra, como
dispositivo tiene como fin alojar lo más singular del sujeto, aunque esto sea
apostar al sinsentido.
Los talleres colectivos que se plantean en La Cigarra, se basan en la
modalidad de lo que Jacques Miller denominó “Práctica entre varios”. El punto
de partida de dicha forma de abordaje no parte de la institución o del lado del
equipo, sobre la llamada “cura”, sino buscar del lado del paciente respondiendo
a una exigencia clínica que parte del sujeto. Esto implica que se reserve un
vacío sobre el saber para que la teoría del analista no quede fijada, y pueda ser
confrontada con lo único de cada niño. Por ello, tal como nos indica Maleval
(2009) en “El autista y su voz”, las invenciones del sujeto son acogidas sin
someterlas a un supuesto conocimiento de las etapas del desarrollo.
En relación a la práctica entre varios, que Carbonell y Ruiz (2014) desarrollan
en “No todo sobre autismo”, se observa cómo el deseo de cada analista que
participa del taller se sostiene sobre el espíritu de esta práctica, en donde se

13
desmonta lo educativo, lo generalizable para todos. Se crea un funcionamiento
que no depende de un ideal de normalidad. La meta del dispositivo no es
normalizar a los pacientes, para que se adapten a los distintos ámbitos sociales
donde transitan, sino que la lógica que se desprende del dispositivo es abrir un
espacio en donde cada sujeto pueda realizar alguna operación sobre el goce
que lo invade.
En las jornadas realizadas en La Cigarra, los profesionales cuentan que en los
talleres se busca causar el encuentro con un hacer que habilite la posibilidad
de una localización del goce desregulado y que le permita de esta manera al
sujeto restar algo de la posición de objeto al que lo arroja la posición en la
estructura. De esta manera, lo que intentan crear es la constitución de un Otro
a la medida de lo soportable para cada quien, donde hay una repetición fija que
disputa el goce cerrado al lazo permitiendo la inclusión de dicho goce. Laurent
(2013) en “La batalla del autismo”, nos dirá que en las patologías graves de la
subjetivación la presencia de Otro es necesariamente requerida, así como el
cuerpo del Otro es importante para lograr cierta estabilización. Lo que está en
juego es poder inventar un procedimiento particular, que se adapte a cada
caso, de manera tal que la presencia del Otro le resulte soportable al sujeto.
Tal como plantea Slatopolsky, la lógica que persigue los talleres de La Cigarra
será en primer lugar: “Una suerte de maquina discursiva que sea capaz de
alojar el fuera de discurso” (p. 76).
Como en el título del presente apartado hacemos referencia al sinsentido,
pensamos que lo más propio de La Cigarra es alojar esto último en
trasferencia, lo cual implica albergar las producciones del sujeto, más allá de la
lógica de las significaciones compartidas. Se trata de jugar con aquellas
producciones que trae el sujeto psicótico, las cuales están por fuera de lo
simbólico. Tanto los talleres como la posición del analista en la terapia
individual dan cuenta de cómo desde ambos espacios se promueve la
instauración de un lugar en donde cada niño pueda depositar lo más singular
de sí, encontrando nuevas herramientas para arreglárselas con su difícil
anudamiento. En el caso Harry es posible ver cómo el paciente está provisto de
ciertos recursos que comenzaron a surgir en su terapia individual cuando era
un niño, a partir de ciertas intervenciones con su analista. Pensamos que el
lugar del dispositivo en el caso es esencial, ya que se alojó la invención más

14
singular de él, que es la magia y se abrió un taller para que él pudiera
coordinarlo, teniendo en cuenta lo importante que es para Harry tomar la
iniciativa.
Podemos localizar que los movimientos que se van produciendo en el caso
desde que era un niño a la actualidad, dan cuenta de un trayecto en donde su
posición subjetiva fue virando desde un rechazo al Otro, de allí los pasajes al
acto, a una nueva posición en donde se enlaza con sus pares, busca la mirada
del Otro y se dispone a hablar con naturalidad con quien se encuentre en la
sala del taller. Harry puede ceder la varita para que pueda circular por los otros,
sin que esto último lo conmueva. La Cigarra parece operar como un lugar
donde poco a poco la violencia desmedida se va pacificando, la organización
del tiempo y el espacio también, permitiendo a Harry hacer un nuevo
tratamiento del goce e instaurando otro pacificador opuesto al que traía en sus
comienzos, Otro que ya no precisa expulsar de sí. Tal como dice Élida
Fernández (1999) en “Las psicosis y sus exilios”, la función del dispositivo es
tratar de “Marcar un lugar de terceridad posible, establecer un especio donde
los otros no son solo enemigos; dar existencia a los otros como conjunto
referente” (p. 53).
En los talleres se propone que algo del goce pueda ser cedido, pudiendo así
devenir en otros actos, como en el caso de la magia. Que el sujeto pueda
implicarse en este saber hacer. La propuesta está orientada a que el paciente
tenga una posición activa en su arreglo con el goce desregulado que lo invade
y lo deja perplejo.
La estabilización en el caso Harry es sin sentido, consistencia que permite al
sujeto psicótico sostenerse fuera del discurso, pero dentro del lenguaje. La
magia podemos pensarla como un tratamiento de lo real por lo simbólico que
lleva el estatuto de la invención, esto último es esencial en la clínica de la
psicosis, ya que al no contar con el significante Nombre del Padre que ordena
el conjunto de las significaciones, ni como una solución fija como cuentan los
neuróticos el sujeto se ve obligado a inventar sus propias soluciones.
Para finalizar, podemos ubicar que esta nueva forma de nombrarse “Harry, el
mago” le permite sostenerse en la estructura.

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Deseo del analista
En su última enseñanza Lacan producirá un vuelco en su teoría. En los años 70
el autor explorará sobre la función de los nudos, matemas que le sirven para
presentar de manera inédita la articulación entre Simbólico, Imaginario y Real.
Tal como nos menciona Lujan Iuale (Rubistein, 2012) en estos años se dará la
“Caída de la preeminencia de lo simbólico sobre los otros registros, lo
imaginario y real dejarán de ser súbditos de la hegemonía significante. Cada
uno de los registros necesitará de los otros dos” (p. 248).
Lacan nos indicará que lo que propicia el anudamiento de Real, Simbólico e
Imaginario es el Nombre del Padre, como cuarto elemento que anuda la
estructura. El Nombre del Padre anuda y su función es nombrar. Es el
semblante por excelencia, que al tiempo que nombra hace agujero, es decir, le
proporciona nombre a la pérdida de goce. Lacan (1974) en el Seminario 22
nos dirá “Si de algo estamos seguros es que la nominación es lo que hace
agujero”. (p. 112).
En la clínica con niños muchas veces nos encontramos sujetos que presentan
ciertos tropiezos en el trabajo de anudamiento, cuando no se cuenta con
aquello que hace las veces de Nombre del Padre se presentará para el sujeto
el desafío de encontrar el modo singular de hacer suplencia, mediante su
propio trabajo subjetivo. A través de su deseo el analista, podrá como
“conveniente rétor” (Lacan., 1975) disponer en el parlêtre, la invención.
Siguiendo esta línea, Mariana Martínez Liss (2010) en su trabajo “El deseo del
analista en la clínica con niños”, ubica que la posición del analista, en tanto
deseo no anónimo, posibilita el anudamiento de los tres registros. Posición, que
se encuentra regida por una dimensión ética, a la oposición de que el cuerpo
del niño responda al objeto del fantasma materno. La dirección de la cura
desde esta perspectiva es pensada desde una posición ética que sostiene el
trabajo analítico apuntando de esta manera a lograr un mayor grado de
subjetividad de aquel niño que viene a nosotros. Lacan (1969) en “Dos notas
sobre el niño” plantea que la constitución subjetiva está íntimamente ligada a la
función de la familia, a lo irreductible de una transmisión y nos dirá que esto
implica la relación a un “Deseo no anónimo” (p. 56) deseo que implica la oferta
de un lugar. Siguiendo a Martinez Liss, el deseo del analista hará jugar la falta,

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ofertando un lugar mientras apunta a rescatar la subjetividad allí en juego,
permitiendo la instauración de un lugar. Presencia del analista que ayuda a
construir una trama que logra tejer un real soportable, abriendo de esta forma
la posibilidad de que el niño llegue a dar una respuesta que será efecto del
encuentro con ese analista. El analista intentará leer de otro modo, haciendo
jugar la falta en sus intervenciones, participando en la escritura de la estructura.
Carreiro (2011) en “Algunas especificidades de la trasferencia en la clínica con
niños: el lugar de los padres, la puesta en juego de la trasferencia”, plantea que
es posible pensar la intervención del analista en la infancia como el momento
en que puede operar modificando modos de subjetivación en tiempos
instituyentes. A partir de sus intervenciones, el analista vehiculiza la operatoria
de ciertas funciones necesarias para que el niño pueda constituirse como
sujeto; al respecto nos dirá que “El analista puede tomar como parte de su
función aquellas funciones del Otro que quedan en los márgenes de lo que ese
Otro puede sostener, por los motivos que sea”. (p.163). La puesta en juego de
la trasferencia y el deseo del analista puede pensarse mediante aquellas
funciones del Otro que el analista encarne y asuma, abriendo de esta forma la
construcción de una ficción, en donde se pongan en juego significantes que el
niño traiga que están íntimamente ligados a su historia, a cómo fue hablado por
los Otros que lo anteceden, y a que en su análisis logren obtener un valor
actual, producto de la trasferencia como guía y por el hecho de que el niño
pueda ser alojado por Otro, que encarna el analista. Siguiendo esta línea,
Lacan (1975) en la Conferencia en Ginebra sobre el síntoma, plantea:
“Bien sabemos en el análisis la importancia que tuvo
para un sujeto, vale decir, aquello que en ese entonces
no era absolutamente nada, la manera en que ha sido
deseado (…) La manera en que ha sido instilado un
modo de hablar no puede sino llevar la marca del
modo bajo el cual lo aceptaron los padres.. Un niño no
deseado, en nombre de un no sé qué surge de sus
primeros bullicios, puede ser mejor acogido más tarde.
Esto no impide que algo conserve la marca del hecho
que el deseo no exista antes de cierta fecha”. (p. 75).

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El “más tarde” que localiza Lacan podemos ubicarlo como en relación al
encuentro con un analista, que lee y aloja de otro modo. La admisión puede
hacer que aquel que venía boyando de institución en institución por una
violencia desmedida, como en el caso Harry, encuentre un anclaje en un Otro
encarnado en la persona del analista.
Lutereau (2015) en “Fin de análisis y posición del analista en la clínica con
niños”, esboza que la posición del analista que privilegia la clínica con niños es
la del interlocutor:
“El análisis con un niño no se desarrolla a través del
desciframiento de formaciones del inconsciente, como
podría darse en el caso con un adulto; por lo tanto, el
analista no es un intérprete ubicado en el lugar del
ideal para el que se sueña, frente al que se tropieza
con un lapsus, etc. Asimismo, tampoco es un objeto
como lo demuestra la resistencia en el amor de
trasferencia con un analizante adulto, al punto de que
esa pasión puede llegar a poner en peligro la
continuidad del tratamiento”. (p.420).
A pesar de ello localizará que su posición va a resultar de una combinación de
ambos aspectos, ya que por un lado el analista está en el lugar de responder
simbólicamente al padecimiento del niño a través de la intervención en el juego;
por otro lado, será llamado a ocupar un lugar cuyo semblante está siempre a
un paso de trastabillar. El interlocutor, que sería el analista, no es un semejante
recíproco, sino una especie de buen entendedor. La posición del analista será
la de restituir el saber del lado del niño y de esta forma dejarse enseñar por
este último, antes que pedirle al niño que se deje educar. El psicoanalista va en
busca del sujeto, de la singularidad del caso, abordándolo a partir de lo
inesperado de la sorpresa, del detalle que surja del caso por caso.
Para finalizar, debemos ubicar que el interés que reviste el caso clínico
utilizado es que se trata de una psicosis que se desarrolla tempranamente, y
será a partir de las intervenciones de la analista como conveniente rétor que se
pone un límite a la locura para que en un tiempo posterior pueda advenir pura y
simplemente una psicosis estabilizada, la analista aquí, participando en la
escritura de la estructura. En el caso Harry vemos que a partir del deseo del

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analista que oferta un lugar el sujeto puede emerger como tal, el lugar que
toma el analista en el caso está dado por los elementos con los que el sujeto
cuenta, los que pone en juego. Los efectos que precisamos en la actualidad
como: la constitución del tiempo, los espacios, el apaciguamiento del cuerpo, el
surgimiento del nombre propio, el cambio de posición subjetiva y la merma en
los pasajes al acto, son efectos del encuentro que se produjo en el trabajo
analítico y que estuvo encauzado por el deseo del analista. El nombrarse de
otro modo permite el reanuda miento de lo Imaginario, Real y Simbólico: “Harry:
el mago”.
En los espacios de talleres puede ceder la varita a los otros, esto último, da
cuenta de cómo en la actualidad hay un entramado imaginario simbólico que
hace que lo real no irrumpa desarmando la escena.

Efectos analíticos en el caso


“El verdadero viaje de descubrimiento no consiste en encontrar nuevas tierras,
sino en encontrar nuevos recursos”
M. Proust.
A partir de todo el desarrollo que hemos realizado, ubicaremos que los efectos
analíticos serán aquellos en los cuales es posible constatar en el sujeto un
cambio de posición subjetiva respecto a su padecimiento. Un efecto analítico
no se calcula a priori, de allí que lleva el estatuto de lo contingente, cuyas
consecuencias se podrán verificar en el lugar frente a las determinaciones del
Otro queden modificadas.
A continuación, realizaremos el despliegue de los efectos analíticos producidos
en el caso. Consideramos que en el caso Harry al menos es posible delimitar 3
efectos analíticos. Comenzaremos en primer lugar, por abordar el primero de
ellos que será: el cambio de posición subjetiva a partir de la nominación. En
segundo lugar, la pacificación en el lazo con el otro, y por último, la merma en
los pasajes al acto. Para abordar el primer efecto analítico, debemos partir de
qué entendemos por posición subjetiva, esta última es entendida desde el
psicoanálisis como el modo singular que tendrá un sujeto de responder al
encuentro con lo traumático, con lo real del goce y con la castración. Existen
diversos modos de satisfacer la pulsión, múltiples modos de defensa y

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diferentes posiciones subjetivas, estas últimas serían la neurosis, la perversión
y la psicosis. Siguiendo a Rubinstein (2009) la eficacia de un análisis tendrá
que ver con poder producir un cambio en la posición subjetiva, de modo que el
padecimiento de quien acude a nosotros sea de una forma menos sufriente. La
posición subjetiva en la psicosis es la de responder a un Otro que no está
barrado. Se tratará más bien de un Otro completo que goza, de una voluntad
de goce que deja al sujeto en posición de objeto. El sujeto psicótico queda así
preso del imperativo del Otro, sin ningún mecanismo de defensa y, por ello, la
dirección de la cura perseguirá apuntar a la constitución de una suplencia, a
habilitar en el sujeto la invención, para que a partir de esto último construya un
artificio que le permita poner límite al goce del Otro y de esta forma poder
instaurar una nueva forma de padecer, en donde la vida se vuelva un tanto más
soportable. En el caso Harry podemos verificar de qué manera en el sujeto se
produce un viraje en su posición subjetiva, a partir de la nominación, nombre
propio que le permite un saber hacer con lo real en juego. Tomaremos como
referencia la lectura que hace Carolina Zaffore (2015) acerca de la nominación.
La autora siguiendo a Lacan propone que la nominación es lo que permite en la
clínica de la psicosis habilitar el anudamiento entre los tres registros: Simbólico,
Imaginario y Real. De producirse el anudamiento, la estructura se repara,
anudándose, permitiendo que lo Imaginario no se suelte, Real y Simbólico
permanezcan impenetrables. Siguiendo esta línea, Laurent (2002) en Síntoma
y nominación nos dirá que Lacan le da un estatuto especial al nombre propio,
ya que no se traduce, se repite. La función de la nominación será suturar el
agujero causado por el traumatismo originario, pero sin aportar ninguna
significación ya que marcha por la vía del sinsentido. La nominación repercutirá
en la economía del goce de un sujeto ya que habilitará un orden en el resto de
los significantes y delimitará cierta orientación. La función de nominación no
modifica la estructura, pero sí establece repercusiones en la economía de goce
de un sujeto. Los efectos producidos no son del orden de lo simbólico. Tal
como nos dice Laurent, los nombres revelan su naturaleza de identidad ficticia
en el sentido de Lacan. Sirven para gozar o para defenderse del goce. En tanto
que los nombres fijan al sujeto, permitiéndole colmar el agujero de la fuga de
sentido. Este nombre “Harry: el mago” que el sujeto se construye producto del
trabajo analítico es un significante que ordena el resto de los significantes y

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permite cierta orientación, ya que consideramos que es un significante que
representa al sujeto. Este nuevo nombre le permite situarse respecto al mundo
y al otro.
Para localizar, el segundo efecto analítico, podría pensarse una definición de
lazo con el otro haciéndolo corresponder al concepto de discurso. Lacan (1992)
en el Seminario 17, señalará que el discurso es lo que permite y habilita el lazo
con el otro. El autor plantea cuatro discursos: amo, histérico, universitario y del
analista. Lacan estableció que el psicótico está por fuera del discurso lo cual no
implica que, tratamiento analítico mediante, el sujeto no pueda encontrar el
recurso que le permita operar en la desregulación del goce y a modo singular
inventar una forma de vínculo social con los otros, el psicótico es un sujeto que
realiza constantes intentos de hacer lazos sociales. Colette Soler (1999) en “El
inconsciente a cielo abierto en la psicosis” nos dice que, “Por más que estén
fuera de la trasferencia, como fuera de discurso, estos sujetos no dejan de
establecer una eventual relación de confianza con sus semejantes” (p. 117).
Desde la perspectiva del último Lacan, se desprende cierta lógica del trabajo
con el sujeto psicótico, en miras de que este pueda ser llevado a una solución.
El término Suplencia, en la clínica de los nudos, permite ir un paso más allá del
desencadenamiento en la psicosis y pensarlo en términos de enganches y
desenganches. En el caso Harry, lo que cernimos es que el sujeto está provisto
de ciertos recursos a través del trabajo con su analista y en el paso por el
dispositivo La Cigarra, que le permiten hacerle frente a lo real. Sostenerse en la
estructura. El ser mago, contar con un saber hacer, solución que permite un
poder estar con los otros de distinta manera, sin que la presencia del otro en el
espacio de talleres se le vuelva intrusivo.
Para finalizar, situaremos el tercer efecto analítico producido en Harry, este es,
la merma en los pasajes al acto. Nos parece imprescindible situar qué se
entiende por dicho concepto. Según lo que conceptualiza Lacan (1962-63) en
el Seminario 10, el pasaje al acto es el momento en el cual el Otro se
desvanece. De esta manera, se pasa de la escena del Otro a la escena del
mundo, en la que el sujeto queda aplastado por la barra ya que se reduce a no
ser más que un objeto. El sujeto en el pasaje al acto queda identificado como
objeto resto, caído del campo del Otro. En este seminario, Lacan se referirá al
pasaje al acto como una respuesta posible del sujeto ante la angustia. El autor,

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nos señalará que la angustia es un afecto que no engaña, debido a que es el
correlato de lo real. De este modo, la angustia queda emparentada con la
presencia del objeto a. Es decir ese objeto a que es extraído de cuerpo,
dejando como resultado un sujeto barrado, aparece en el campo del Otro y la
angustia emerge ante la presencia de dicho objeto en el campo del sujeto. Por
ello ubica que frente a la presencia del objeto a, la angustia podrá
transformarse en un pasaje al acto o un acting out, ambas, respuestas
sintomáticas ante la presencia angustiante del a. Siguiendo esta línea, Pablo
Muñoz (2008) en su trabajo “La locura del pasaje al acto”, nos dirá que lo que
caracteriza al pasaje al acto es la ruptura, el quiebre de una escena: la del
fantasma. El pasaje al acto para el autor es entendido como un estrépito al
Otro, es una negación proferida al Otro bajo la forma de derrumbe de la
escena. Muñoz, basándose en el recurso de la teoría de los nudos de Lacan,
leerá el pasaje al acto como un desnudamiento de los tres registros. Nos dirá,
que la posición del analista en estos casos deberá estar puesta según el autor
en dirigir la cura a un eventual reanuda miento, localizando intervenciones que
apuesten a algún tipo de anudamiento, ya sea por lo real, lo simbólico o lo
imaginario. A partir de lo expuesto, pensamos que los pasajes al acto que se
reiteraban cuando Harry era un niño en su terapia individual como en el
espacio de talleres dan cuenta de cómo el tratamiento que Harry hacía del Otro
que lo gozaba, era de hacerlo desaparecer de la escena. Allí intentaba hacer
algo frente a la coyuntura dramática que se le presentaba, frente al goce
excesivo. El sujeto psicótico ante lo intolerable que le resulta el goce infinitizado
intenta realizar un corte. En estos momentos iniciales de su tratamiento,
cuando era un niño, estaban dadas las coordenadas para la aparición reiterada
de los pasajes al acto como única salida posible a aquello insoportable que se
le presentaba. Se producía un encuentro con lo real, que solo encontraba
salida a partir del tratamiento de lo real, que son los golpes a los otros. Colette
Soler (1991) en “Estudios sobre la psicosis” nos dirá al respecto, “En la misma
línea de tratamiento de lo real por lo real, tenemos los pasajes al acto (…)
realiza en acto, a título casi de suplencia, el efecto capital de lo simbólico, esto
es su efecto de negativización del ser viviente.”(p.18)
El tratamiento de lo real por lo real resuelve en estos primeros momentos, la
coyuntura dramática en la cual el sujeto se encontraba, por la vía de la

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exclusión de él mismo de la escena, de los otros y de su analista. Se trata de
un cuerpo que queda como resto de la escena, huella de un exceso, de su
aniquilación como sujeto.
La angustia, como correlato de lo real, es un afecto que no puede ser
interpretable, sin embargo, a partir de la posición del analista es posible
delimitar las coordenadas lógicas de la misma. Ante modalidades de pasajes al
acto, el analista sostiene su lugar a pesar de lo complicado de la situación.
Abre un tiempo para comprender, conduciéndose con cautela para intervenir.
Podemos ubicar la posición del analista alojando a Harry en estos momentos
de violencia desmedida, lo que posibilita que el padecimiento tenga lugar en el
Otro. Dicha violencia lo dejaba al paciente desalojado del otro, sin lazos en los
cuales apoyarse y por fuera de todo vínculo posible.
Ubicamos que, en el caso, el analista interviene apostando a alojar el
sufrimiento y apuesta a alojar lo más singular de Harry que es la magia y como
consecuencia emerge el sujeto. El analista abre la vía de la invención, esta
última, permitió un pasaje que localizamos del desenganche abrupto de los
otros, a un dirigirse activamente a los otros, en donde se va construyendo un
otro pacificador opuesto al que traía en sus comienzos, otro que no precisa
expulsar de sí. Pudimos observar que en la actualidad articula la mirada al otro
de manera sostenida, realiza comentarios de la vida cotidiana a quienes se
encuentren en la sala; con esto último podemos dar cuenta de cómo hay una
asunción de la palabra, en donde hay una disposición del lenguaje como lazo al
otro.
En conclusión consideramos que la violencia de los pasajes al acto y el delirio
de ser como “Dios”, expresa manifestaciones de un sujeto que trataba de
trasladar un real que no era posible de tramitar de otro modo. Es a partir de la
nominación que se produce un cambio de posición subjetiva verificándose en la
actualidad los efectos que esto último conllevó. El trabajo analítico en el caso
da cuenta de cómo se dio lugar a modificaciones subjetivas que permitieron un
reposicionamiento del sujeto frente a su padecimiento.

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Conclusiones

Retomaremos, para cerrar nuestro trabajo, lo que sostiene Lacan en 1955 que
“El psicoanálisis no es una terapéutica como las demás” (p.312).
Consideramos que en el recorrido que hemos atravesado en la presente tesis
intento dar cuenta de dicha afirmación, ya que, a diferencia de otras
psicoterapias, en donde se apunta en su gran mayoría a la supresión de los
síntomas o al fortalecimiento de yo, para el psicoanálisis los efectos analíticos
se desprenderán del trabajo del análisis, que no serán posibles de calcular a
priori y no son efectos de la sugestión ni de la educación. El psicoanálisis como
terapia no busca hacer el “bien” al paciente, sino que sus efectos se verifican
en tanto que aspiran a lograr una modificación en el cambio de posición
subjetiva del sujeto respecto a su padecimiento.

En el presente trabajo nos hemos servido de un caso clínico de psicosis para


demostrar que el psicoanálisis sí produce sus efectos. En el caso Harry
pudimos verificar que se produjeron al menos 3 efectos analíticos: el cambio de
posición subjetiva a partir de la nominación, la pacificación en el lazo con el
otro y por último la merma en los pasajes al acto. Dichos efectos son posibles,
en primer lugar, a partir del encuentro con la analista, que con su deseo apostó
a rescatar lo más singular del sujeto, que es la magia. Consideramos que en el
caso se produce un cambio de posición subjetiva, a partir de ciertas
intervenciones en las que el analista no impuso sus propias referencias e
ideales, sino que la apuesta se vio fundamentada por una ética de escuchar
nada más ni nada menos que lo que el sujeto tenia para decir cuando era un
niño. La clínica psicoanalítica apunta a la singularidad del caso. Tal como nos
dice Ansermet (2017) “Se trata de saber trabajar independientemente de lo que
se cree saber”. (p.280), dando lugar, de esta forma, a la invención que
funcionará como motor. Se trata de ir a buscar la respuesta del sujeto. Las
intervenciones del analista en el caso nos demuestran que se abrió la vía a la
invención del sujeto, en donde se pusieron en cuestión las respuestas del
sujeto, abriéndose el campo para un nuevo posicionamiento en relación al goce
del Otro. El analista apoya y sostiene desde el principio la original iniciativa de
“ser un mago”.

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Por otro lado, el lugar del dispositivo La Cigarra es fundamental ya que es
quien ofrece un espacio propio para que Harry pueda poner en funcionamiento
su saber hacer con lo real, apelando a la magia, cuestión que favorece el lazo
con sus pares y le permite habitar de otra manera el mundo. La Cigarra le
brinda al sujeto la posibilidad de reordenar su mundo simbólico- imaginario y
poder crear lazos donde en un tiempo anterior solo había ruptura. El dispositivo
opera como un Otro amable que aloja el sufrimiento e intenta, mediante la
creación de un taller específico para el sujeto, llevarlo hacia otro camino
proponiendo acompañarlo en el encuentro con lo real y en la respuesta e
intervención que esté dispuesto a darle, como es el caso de la magia. Solución
sin sentido que el dispositivo como soporte, aloja. Ser mago le permitió una
nueva forma de hacer vínculo con el otro, que le asegura un lugar de iniciativa
y de respeto. El nombre “Harry: el mago” introduce un orden y enmarca al
conjunto de significantes, producto del trabajo analítico el sujeto ha inventado
una solución que funciona como hilván que amarra lo imaginario a lo simbólico
y a lo real.

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