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Unidad V

PROSPECCIÓN DE RECURSOS MINERALES

1.- Concepto y origen de los yacimientos minerales

Introducción

Los elementos químicos que componen nuestro planeta están distribuidos de una
forma que a grandes rasgos es muy regular, ya que depende de dos grandes factores:

• Su abundancia en cada una de las capas que componen el planeta,


• La naturaleza y composición de las rocas presentes en cada sector concreto
que analicemos.

Sobre la base de los datos conocidos sobre la naturaleza y composición geoquímica,


mineralógica y petrológica de las diferentes capas en que está dividido nuestro
planeta, la composición es simple y homogénea en la zona más profunda (núcleo), e
intermedia en el manto, mientras que la capa más superficial (la corteza) presenta una
composición más compleja y heterogénea. Esto último se debe a su vez a dos
factores:

o El hecho de que la diferenciación planetaria haya producido un enriquecimiento


relativo de esta capa en los elementos más ligeros, que no tienen cabida en los
minerales que componen el manto, que son de composición relativamente
simple: fundamentalmente silicatos de Mg y Fe. Eso hace que con respecto al
manto, la corteza sólo esté empobrecida en elementos como Fe y Mg (en lo
que se refiere a elementos mayoritarios) y Ni, Cr, Pt, en lo que se refiere a
minoritarios o trazas.

o La mayor complejidad de los procesos geológicos que operan en la corteza


producen fenómenos muy variados de enriquecimiento o empobrecimiento de
carácter local, que afectan a la concentración de los distintos elementos
químicos de diferentes maneras.
De esta manera, podemos entender a la corteza como aquel segmento de nuestro
planeta en el que se rompe la homogeneidad de la distribución de los elementos que
encontramos en capas más profundas. Por ejemplo, a pesar de que existan algunas
variaciones composicionales en el manto, éstas son insignificantes con respecto a la
altísima variabilidad que observamos en la corteza. Así, en ésta podemos observar
rocas ígneas que independientemente de su lugar de origen (manto astenosférico,
manto litosférico, corteza) van desde composiciones peridotíticas hasta las graníticas.
Es en la corteza donde, además, encontraremos las rocas sedimentarias y
metamórficas.

Los procesos que llevan a la diferenciación de un magma, o a la formación de una


roca sedimentaria o metamórfica implican en ocasiones transformaciones profundas
químico-mineralógicas. Es durante el curso de esos procesos que algunos elementos o
minerales pueden concentrarse selectivamente, muy por encima de sus valores
"normales" para un tipo determinado de roca, dando origen concentraciones
"anómalas" que de aquí en adelante denominaremos "yacimientos minerales".

El carácter "anómalo" de estas concentraciones hace que los yacimientos constituyan


singularidades en la corteza terrestre.

Es muy importante considerar el aspecto geoquímico del concepto: todos los


elementos químicos están distribuidos en la corteza de forma muy amplia, aunque en
general su concentración en las rocas es demasiado baja como para permitir que su
extracción de las rocas resulte rentable. Como hemos explicado, su concentración para
dar lugar a un yacimiento mineral se produce como consecuencia de algún proceso
geológico (ígneo, sedimentario o metamórfico) que provoca la concentración del
elemento. Por ejemplo, el oro que se encuentra concentrado en los yacimientos
sedimentarios de tipo placer puede proceder del oro diseminado en áreas de gran
extensión regional. En esas áreas el oro estará presente en las rocas, pero en
concentraciones demasiado bajas como para poder ser extraído con una rentabilidad
económica. Sin embargo, el proceso sedimentario produce su concentración en los
aluviones o en playas, posibilitando en algunos casos su extracción económica.
En definitiva, para que un elemento sea explotable en un yacimiento mineral, su
concentración debe ser muy superior a su concentración media (clark) en la corteza
terrestre.

El otro factor importante a considerar es el económico: esas concentraciones podrán


ser o no de interés económico, lo que delimita el concepto de Yacimiento explotable o
no explotable, en función de factores muy variados, entre los que a primera vista
destacan algunos como el valor económico del mineral o minerales extraídos, su
concentración o ley, el volumen de las reservas, la mayor o menos proximidad de
puntos de consumo, la evolución previsible del mercado, etc., factores algunos
fácilmente identificables, mientras que otros son casi imposibles de conocer de
antemano.

Esta conjunción de factores geológicos y económicos hace que el estudio de los


yacimientos minerales sea una cuestión compleja y problemática, en la que hay que
conjugar la labor de especialistas de distintos campos, ya que incluye desde las
cuestiones que afectan a la prospección o búsqueda de estas concentraciones, su
evaluación, el diseño y seguimiento de su explotación minera, el estudio de la
viabilidad económica de la explotación, el análisis del mercado previsible para nuestro
producto, hasta factores políticos (estabilidad económica y social de un país) o
cuestiones medioambientales, como la recuperación de los espacios afectados por esta
actividad.

El término de yacimiento mineral se he venido utilizando tradicionalmente para


referirnos únicamente a los yacimientos de minerales metálicos, que se emplean para
obtener una mena, de la que se extrae un metal. Es el caso, por ejemplo, del
cinabrio, que se explota para la extracción del mercurio. No obstante, el auge de las
explotaciones de minerales y rocas industriales, y la similitud de los procesos que dan
origen a los yacimientos metálicos y de rocas y minerales industriales hacen que esta
precisión no tenga ya sentido. De esta forma, en este temario se va a abordar de
forma integral el estudio de ambos.

Conceptos básicos
Cuando hablamos de Yacimientos Minerales, hay una serie de conceptos que tienen
una gran importancia, ya sea en los aspectos geológicos-geoquímicos, o en los
económicos. Los más importantes son los siguientes:

Mena: Es el mineral cuya explotación presenta interés. En general, es un término que


se refiere a minerales metálicos y que designa al mineral del que se extrae el
elemento químico de interés (Cu de la calcopirita, Hg del cinabrio, Sn de la casiterita,
entre muchos ejemplos posibles). En este caso de los minerales metálicos, se requiere
un tratamiento de la mena, que en general comprende dos etapas: el tratamiento
mineralúrgico y el metalúrgico (ver más abajo).

Ganga: Comprende a los minerales que acompañan a la mena, pero que no


presentan interés minero en el momento de la explotación. Ejemplos frecuentes en
minería metálica son el cuarzo y la calcita. Conviene resaltar que minerales
considerados como ganga en determinados momentos se han transformado en menas
al conocerse alguna aplicación nueva para los mismos.

Reservas: Cantidad (masa o volumen) de mineral susceptible de ser explotado.


Depende de un gran número de factores: ley media, ley de corte (ver más abajo), y
de las condiciones técnicas, medioambientales y de mercado existentes en el
momento de llevar a cabo la explotación. Se complementa con el concepto
de Recurso, que es la cantidad total de mineral existente en la zona, incluyendo el
que no podrá ser explotado por su baja concentración o ley. Ver más detalles
pulsando aquí.

Ley media: Es la concentración que presenta el elemento químico de interés minero


en el yacimiento. Se expresa como tantos por ciento, o como gramos por tonelada
(g/t) (equivale a partes por millón, ppm) u onzas por tonelada (oz/t).

Ley de corte o cut-off: Es la concentración mínima que debe tener un elemento en


un yacimiento para ser explotable, es decir, la concentración que hace posible pagar
los costes de su extracción, tratamiento y comercialización. Es un factor que depende
a su vez de otros factores, que pueden no tener nada que ver con la naturaleza del
yacimiento, como por ejemplo pueden ser su proximidad o lejanía a vías de
transporte, avances tecnológicos en la extracción, etc.

Factor de concentración: Es el grado de enriquecimiento que tiene que presentar


un elemento con respecto a su concentración normal para que resulte explotable, es
decir:

Ley de corte
Clark

Así, por ejemplo, el oro se encuentra en las rocas de la corteza en una proporción
media o clark de 0.004 ppm, mientras que en los yacimientos de la cuenca de
Witwatersrand (RSA) su ley de corte es de 7 g/t (1.750 veces mayor). La figura
muestra los factores de concentración de una serie de elementos, y se aprecia como
para elementos escasos este valor es mucho más alto que para los elementos más
comunes, más abundantes en el conjunto de la corteza.
Todo uno: Mezcla de ganga y mena que extrae de la mina o cantera, con un
contenido o ley determinado, que hay que saber previamente (investigación de pre-
explotación) y confirmar tras la explotación.

Todo uno marginal: Aquel producto de la explotación que tiene contenidos


ligeramente por debajo de la ley de corte, y que no se suele acumular conjuntamente
con el estéril, o bien para procesar mediante tratamientos de bajo coste, o en
previsión de que los precios del producto suban y puedan aprovecharse como
reservas.

Estéril: Corresponde a las rocas que no contienen mineral o lo contienen en


cantidades muy por debajo de la ley de corte. No suele corresponder con la ganga,
que como se indica antes, son los minerales acompañantes de la mena.

Subproductos (o by-products): Suelen ser minerales de interés económico, pero que


no son el objeto principal de la explotación, si bien aumentan el valor económico
de la producción: por ejemplo, el Cd o el Hg contenido en yacimientos de sulfuros
con altos contenidos en esfalerita, o el manganeso contenido en los pórfidos
cupríferos.

Explotación minera: Es el proceso o conjunto de procesos por el cual o cuales


extraemos un material natural terrestre del que podemos obtener un beneficio
económico: puede ser desde agua, hasta diamantes, por ejemplo. Se lleva a cabo
mediante pozos (caso del agua o del petróleo, entre otros), en minas, subterráneas o
a cielo abierto, o en canteras.

Metalurgia extractiva: Es el proceso o conjunto de procesos, propios de la minería


metálica, que permiten obtener el elemento de interés a partir del todo-uno de mina o
cantera. Implica o puede implicar una serie de procesos:

– Lavado o concentración. Proceso o conjunto de procesos por el cual o


cuales se separan la mena y la ganga. Pueden ser de carácter físico: por
ejemplo, separación de la magnetita por medio de electroimanes; o de carácter
físico-químico: por ejemplo, flotación de los sulfuros.
– Metalurgia: Proceso o conjunto de procesos por el cual se extrae el metal
correspondiente de un mineral metálico. Puede ser por tostación (caso de los
sulfuros: HgS + calor + O2 -> Hg + SO2) denominándose entonces
pirometalurgia, o por vía húmeda (CuCO3 + H2SO4 -> CuSO4(soluble); a su vez
el CuSO4 se descompone electrolíticamente: CuSO4 + en.el. -> Cu + SOx); este
tipo se denomina hidrometalurgia; otra posibilidad es confiar este proceso a
la acción de bacterias, y se denomina entonces biometalurgia.

Otros procesos post-mineros: El producto minero, tal como sale de cantera o de la


planta de mineralurgia, si no es de carácter metálico, a menudo necesita otros
tratamientos antes de ser aprovechable: por ejemplo el petróleo necesita el refino; las
rocas industriales necesitan corte y tratamientos superficiales de la superficie de corte;
expansión térmica de perlita o vermiculita para obtener áridos ligeros, calcinación de
la caliza para obtener cal (CaCO3 + calor -> CaO + CO2), entre muchos otros.

Origen de los Yacimientos Minerales

El origen de los yacimientos minerales puede ser tan variado como lo son los procesos
geológicos, y prácticamente cualquier proceso geológico puede dar origen a
yacimientos minerales.

En un estudio más restrictivo, hay que considerar dos grandes grupos de yacimientos:

1. Los de minerales, ya sean metálicos o industriales, que suelen tener su origen


en fenómenos locales que afectan a una roca o conjunto de éstas,
2. Los de rocas industriales, que corresponden a áreas concretas de esa roca que
presentan características locales que favorecen su explotación minera.

A grandes rasgos, los procesos geológicos que dan origen a yacimientos minerales
serían los siguientes:

Procesos ígneos:
Plutonismo: produce rocas industriales (los granitos en sentido amplio), y
minerales metálicos e industriales (los denominado yacimientos
ortomagmáticos, producto de la acumulación de minerales en cámaras
magmáticas).

Volcanismo: produce rocas industriales (algunas variedades "graníticas",


áridos, puzolanas), y minerales metálicos (a menudo, en conjunción con
procesos sedimentarios: yacimientos de tipo "sedex" o volcano-sedimentarios).

Procesos pegmatíticos: pueden producir yacimientos de minerales metálicos


(p.e., casiterita) e industriales: micas, cuarzo...

Procesos neumatolíticos e hidrotermales: suelen dar origen a yacimientos


de minerales metálicos muy variados, y de algunos minerales de interés
industrial.

Procesos exógenos o superficiales:

La erosión es el proceso por el cual las rocas de la superficie de la Tierra, en


contacto con la atmósfera y la hidrosfera, se rompen en fragmentos y sufren
transformaciones físicas y químicas, que dan origen a fragmentos o clastos, y a
sales, fundamentalmente. Las trasformaciones que implica la erosión pueden
dar lugar a yacimientos, que reciben el nombre de yacimientos residuales.

El transporte de los clastos por las aguas y el viento, y de las sales por el
agua, modifica la composición química tanto del área que sufre la erosión como
del área a la que van a parar estos productos. Además, durante el propio
transporte se producen procesos de cambio físicos y químicos, nuevas
erosiones, depósito de parte de la carga transportada, etc.

La sedimentación detrítica da origen a rocas como las areniscas, y a


minerales que podemos encontrar concentrados en éstas, en los yacimientos
denominados de tipo placer: oro, casiterita, gemas...
La sedimentación química da origen a rocas de interés industrial, como las
calizas, y a minerales industriales, como el yeso o las sales, fundamentalmente.

La sedimentación orgánica origina las rocas y minerales energéticos:


carbón e hidrocarburos sólidos (bitúmenes, asfaltos), líquidos (petróleo) y
gaseosos (gas natural). También origina otras rocas y minerales de interés
industrial, como las fosforitas, o las diatomitas, entre otras.

Como ya se ha mencionado, la sedimentación asociada a los fenómenos


volcánicos produce yacimientos de minerales metálicos de gran importancia.

Procesos metamórficos:

El metamorfismo da origen a rocas industriales importantes, como los


mármoles, o las serpentinitas, así como a minerales con aplicación industrial,
como el granate. No suele dar origen a yacimientos metálicos, aunque en
algunos casos produce en éstos transformaciones muy importantes.

Así pues, y a modo de conclusión, en cada caso han de darse unas determinadas
condiciones que permitan que se origine el yacimiento, como algo diferenciado del
conjunto rocoso, en el que uno o varios procesos geológicos han actuado de forma
diferencial con respecto al resto del área, lo que ha permitido que se produzcan esas
condiciones especiales que suponen la génesis del yacimiento.

2.- Métodos de estudio de los yacimientos minerales

Los yacimientos minerales presentan, como ya hemos visto en el tema anterior, dos
aspectos complementarios de gran relevancia: los geológicos y los económicos. Cada
uno de estos aspectos merece ser estudiado de forma autónoma, aunque coordinada,
ya que se condicionan mútuamente.
Estudios de tipo geológico
La geología de los yacimientos minerales es fundamental para:

1. Conocer con el mayor detalle características del yacimiento que condicionan su


explotación minera
2. Determinar sus límites geográficos
3. Buscar yacimientos similares en áreas próximas o no

Estos estudios comprenden una serie de aspectos diferenciados, pero


complementarios, que nos deben llevar a conocer aquellos aspectos que en cada caso
sean relevantes: en unos casos será la naturaleza de las rocas asociadas, en otros, la
tectónica que los afecta, etc. Estos aspectos serían los siguientes:

• Mineralógicos y petrológicos: La mineralogía y la petrografía detallada de


los minerales y rocas que componen un yacimien to constituyen una
información básica a conocer sobre el mismo. Para ello disponemos de una
amplia variedad de técnicas:

o Microscopía petrográfica (luz transmitida). Nos permite identificar los


minerales no metálicos y las relaciones que es establacen entre ellos y
los metálicos que puedan existir en las muestras estudiadas.

o Microscopía metalográfica (luz reflejada). Sirve para identificar los


minerales metálicos y sus relaciones mútuas.
o Difracción de Rayos X. Nos permite identificar con mayor precisión la
naturaleza de los componentes minerales del yacimiento, sobre todo de
los que por su pequeño tamaño de grano no sean fácilmente
identificable con las técnicas anteriores.

o Microscopía electrónica/Microsonda electrónica: son técnicas específicas


para el estudio a gran detalle de los minerales que componen el
yacimiento, bien en el aspecto de relaciones entre ellos (Microscopía) o
bien en el de las variaciones menores de la composición de los
minerales o de caracterización detallada de las fases minoritarias, que
en determinados casos pueden ser las de mayor valor económico (caso
de oro o de los elementos del grupo del platino).

• La geoquímica del yacimiento, es decir, conocer con el mayor detalle la


distribución de los contenidos en los elementos químicos relacionados de forma
directa o indirecta con la mineralización, o afectados por los procesos que han
formado o modificado el yacimiento, tiene importancia directa en cuanto que
define las áreas de mayor interés minero, e indirecta, pues a menudo nos
permite definir guías de prospección dentro del propio yacimiento, o para otros
similares.

• Geométricos: los aspectos geométricos de un yacimiento son siempre


fundamentales: conocer cual es su orientación con respecto al norte (dirección
o rumbo) y su inclinación promedio (o buzamiento). A menudo estos datos no
son constantes, variando de forma más o menos acusada: la variabilidad es
máxima en los yacimientos estratoligados plegados, y mínima en algunos
yacimientos filonianos muy regulares. El espesor (o potencia) también se
puede considerar dentro de esta categoría. Para estudiar este aspecto
necesitamos datos de observación, ya sea directa o a través de sondeos
mecánicos.

• Complementario con el aspecto anterior tenemos la relación que se establece


entre la orientación del yacimiento y la de las rocas en las que se localiza:
cuando ambos son paralelos hablamos de yacimientos estratoligados,
estratoides, o incluso sedimentarios (o singenéticos), mientras que cuando no
son paralelos hablamos de yacimientos no concordantes o epigenéticos. Con
respecto a los términos indicados, estratoligado se refiere a una yacimiento
que se encuentra formando capas, pero no sabemos si tiene o no origen
sedimentario; estratoide se suele utilizar para designar yacimientos en capas
cuyo origen no parece ser sedimentario; el término singenético se refiere
exclusivamente a concentraciones que se originan por procesos sedimentarios,
a la vez que el resto de las rocas sedimentarias que forman la secuencia.

• En los yacimientos estratoligados hay otros factores que suelen ser de


importancia en su estudio y caracterización: los aspectos estratigráficos
(caracterización de la secuencia sedimentaria en la que se enclavan, del nivel
concreto en que se localizan, etc.); los aspectos sedimentológicos (medio
sedimentario en que se formó la secuencia, variaciones paleogeográficas que
puedan existir); los aspectos petrológicos (características de las rocas
implicadas); los aspectos tectónicos (pliegues y fallas que puedan afectar a las
formaciones o capas que forman el yacimiento).

• En los yacimientos no concordantes o diagenéticos puede haber también una


gran variedad de factores a considerar. En general, el principal es conocer el
control geológico y geométrico de la mineralización: si está confinado en una
estructura discordante bien delimitada (dique o filón), si está confinado por un
conjunto estructural más amplio (bandas de deformación o de cizalla), si está
diseminado o concentrado en un conjunto rocoso sin que muestre ningún
patrón claro, si aparece en una situación concreta, como puede ser el contacto
entre dos tipos de rocas distintas... Otro factor suele ser el
mineralógico/petrológico, que busca establecer relaciones entre los minerales o
rocas que forman el yacimiento y los procesos que pueden afectarla:
cristalización, alteración hidrotermal, alteración superficial...

• En cuanto a la prospección o investigación de yacimientos, se pueden


considerar cuatros aspectos diferentes: los geológicos, geoquímicos, geofísicos
y las labores mineras, incluyendo los sondeos mecánicos

• Una vez conocidas las características generales de los yacimientos, de acuerdo


con lo hasta ahora expuesto, disponemos de los suficientes datos para conocer
los procesos que lo han formado y modificado. No obstante, en ocasiones esta
información no es suficiente, dado que puede haber procesos distintos que por
convergencia han podido ser los responsables de estas características más
comunes: si encontramos oro en una roca sedimentaria de tipo arenoso, puede
ser porque se depositó conjuntamente con ella, pero también puede ser que
halla sido introducido en la misma por un proceso hidrotermal, aprovechando
la porosidad y permeabilidad de la misma. En estos casos, existen estudios
más detallados que nos permiten conocer mejor el proceso o procesos
implicados en la formación del yacimiento:

o El estudio de las inclusiones fluidas atrapadas en minerales


(fundamentalmente de la ganga) suele aportar datos relevantes sobre
la composición y temperatura de los fluidos implicados en la formación
del yacimiento.
o El estudio de la geoquímica isotópica aporta datos en dos aspectos: la
edad de los minerales (a través de la geoquímica de isótopos
radiogénico o radioactivos, como C14, por ejemplo), y relaciones entre
los minerales del yacimiento y otros minerales o fluidos asociados (a
través de la geoquímica de isótopos estables, como S34, O18, etc.).

En definitiva, todos estos estudios nos llevan a este conocimiento básico del
yacimiento que nos debe permitir establecer sus características mineras, pero
que requieren un complemento: Su valorización en términos económicos, lo
que debe permitir establecer si la explotación es viable o no desde el punto de
vista económico.

Estudios de tipo económico-minero


Desde este punto de vista, son dos los estudios requeridos para obtener una idea clara
de si una concentración mineral se puede considerar o no un Yacimiento Mineral: la
cubicación de sus reservas, y el estudio de su viabilidad económica.

La cubicación de reservas de un yacimiento consiste en establecer de forma


numérica los principales parámetros de la explotación: tonelaje (o volumen) del
material explotable, ley media y ley de corte, así como el valor económico total de
estas reservas. Para ello, se parte de datos puntuales, que en general proceden de
sondeos mecánicos, que se extrapolan a datos areales, se multiplican por la potencia
para obtener volúmenes, que se multiplican a su vez por la densidad para obtener
tonelaje de todo uno, y por los contenidos (leyes) para obtener el tonelaje del mineral
o elemento de interés minero que vamos a obtener. En la valoración económica hay
que tener en cuenta este tonelaje, pero afectado por el rendimiento de la planta de
tratamiento (que nos define la proporción del elemento que queda inaprovechado
debido a pérdidas en el proceso de concentración), y en su caso, el precio que nos
pagarán en las plantas metalúrgicas por la tonelada del concentrado que podamos
conseguir en el lavadero. También hay que conocer los contenidos en elementos que
puedan añadir valor comercial a nuestra producción, o que puedan afectar
negativamente a éste.

Esta cubicación, además de por lo datos puramente geológicos, está afectada por
otros factores, como el geométrico (mayor o menor continuidad de la mineralización el
en yacimiento, que puede hacer que determinadas zonas queden inaccesibles a la
explotación), y por el tipo de minería que se pretende llevar a cabo: no es lo mismo la
explotación subterránea que la a cielo abierto, como diferencias más acusadas. En
cada caso, el planteamiento económico-minero puede ser diferente, puesto que, por
ejemplo, en la explotación a cielo abierto, a menudo el hecho de que la explotación de
una zona rica pueda obligar a desmontar una zona con mineralización pobre puede
hacer rentable la explotación de esta zona, que en otras condiciones sería
subeconómica.

Una cuestión siempre importante es el análisis de las perspectivas de futuro del valor
económico de la producción. Es un dato siempre interpretativo, no podemos "conocer
el futuro", saber qué oscilaciones van a poder tener los precios de los minerales,
metales o rocas a lo largo de la vida prevista para nuestra explotación minera, ni de
qué oscilaciones va a tener el dólar, principal divida en que se produce su cotización.
No obstante, es necesario tener alguna indicación en ese sentido: conocer las
perspectivas de mercado de nuestro producto, que no sean negativas de antemano,
pues ello afectará negativamente a este dato del valor económico de la producción.
El estudio de viabilidad tiene como dato de partida el valor económico de nuestra
producción, procedente la cubicación. Para que esta viabilidad sea cierta, ha de darse
que:
Producción = Costes de explotación + beneficio industrial

De esta forma, el estudio de viabilidad incluye fundamentalmente el análisis de los


costes de explotación, aunque a menudo también el de las expectativas de futuro del
valor de la producción.

Para este análisis, un dato primordial es el del plazo previsto para la explotación, que,
en términos generales, no debe ser inferior a 10 años, para obtener la amortización
completa de las inversiones. Para ello, normalmente se divide el tonelaje de las
reservas entre 10, y se obtiene un valor indicativo de la producción anual prevista, lo
que a su vez nos da el valor anual de la producción.

Otro dato importante corresponde a la técnica de explotación a emplear, dado que


cada una requiere unas inversiones determinadas, tanto en instalaciones como en
maquinaria.

El tratamiento que requiera la mena implica también unas inversiones, que en general
dependen también del volumen de la producción anual, e implican un coste adicional
fijo por tonelada.

Las distancias a medios de transporte, tanto de ámbito local/regional (carreteras o


ferrocarriles) como de mayor ámbito (puertos), añada un coste por tonelada variable
en función de esta distancia y de la distancia al punto de consumo final.

Los condicionantes medioambientales son en la actualidad muy estrictos, y pueden


llegar desde la prohibición total de realizar determinadas explotaciones mineras, a la
necesidad de llevar a cabo una restauración ambiental, cuyo coste se añade al propio
de la explotación en sí.

Por último, nos referiremos al coste de la explotación en sí, que incluye los costes del
personal, tanto implicado directamente en el proceso (los mineros), como los
necesarios para el funcionamiento administrativo de la empresa, y los costes de
explotación (consumibles, como energía eléctrica, combustible de maquinarias,
repuestos...).

Otro capítulo a considerar como coste es el de la investigación minera que se llevó a


cabo para descubrir el yacimiento, que ha de ser cubierto también por la explotación.
Incluso hay que incluir los costes de otras prospecciones llevadas a cabo son éxito
antes de encontrar este yacimiento, así como de las que se sigan llevando a cabo para
descubrir otros, mientras que no se produzca otro descubrimiento que pueda asumir
esos costes.

En definitiva, la viabilidad de un yacimiento depende de tantos factores, que además


pueden variar tanto a lo largo del periodo de actividad de la explotación, que a
menudo se dice que el estudio de su viabilidad solamente termina cuando el
yacimiento ya se ha agotado. Por ello, la minería tiene la justa consideración de
actividad económica de alto riesgo.

3.- Los yacimientos minerales: bases para una clasificación

Introducción

Un aspecto fundamental de cualquier estudio sistemático es la clasificación de los


objeto del estudio. El principal problema que se plantea en cualquier clasificación de
objetos naturales es fijar el o los criterios a seguir a la hora de efectuar esta
clasificación de forma que nos sea de utilidad práctica, y que permite un agrupamiento
de los objetos de tipo unívoco, es decir, que el mismo objeto no entre más que en uno
solo de los grupos que se establezcan.

De esta forma, una clasificación que es poco adecuada para los minerales, como es la
genética (el cuarzo, por ejemplo, se clasificaría en todos los grupos que se
establezcan, pues se forma en todos los ambientes geológicos posibles) sí es
adecuada para la clasificación de rocas y de yacimientos minerales, pues éstos tienden
a formarse por procesos concretos y únicos. No obstante, el problema a menudo es
identificar correctamente qué proceso es el que ha formado una roca o un yacimiento
mineral en concreto.

Una ventaja importante de la clasificación genética es que nos permite establecer un


criterio importante para la investigación de otros yacimientos similares: el
conocimiento preciso del modo de formación implica identificar las rocas con las que
se asocia, las relaciones que presenta la mena con la ganga, las relaciones espaciales
entre roca y yacimiento y a su vez éstas con su entorno estructural. Este cuadro nos
va a servir de guía en la búsqueda de nuevos yacimientos en áreas próximas, o en
otras regiones similares desde el punto de vista geológico.

Por tanto, la clasificación que hemos adoptado aquí para el estudio de los yacimientos
es en general, una clasificación genética, basada en la identificación del proceso
geológico que ha dado origen a esa concentración de minerales. Estos procesos
pueden ser englobados en dos grandes grupos:

1. Procesos exógenos, esto es, todos aquellos que tienen lugar por encima de
la superficie terrestre, como consecuencia de la interacción entre las rocas y la
atmósfera y la hidrosfera.

2. Procesos endógenos, o todos aquellos que tienen lugar por debajo de la


superficie terrestre, como consecuencia de los procesos de liberación del calor
interno del planeta, materializados en la Tectónica de Placas y procesos
asociados, tales como el magmatismo y el metamorfismo.
Procesos geológicos externos o exógenos

La exposición de las rocas a la acción de los agentes externos de nuestro planeta


(atmósfera, hidrosfera) produce una serie de efectos que en general conocemos bien:
alteraciones (por ejemplo, la oxidación de los metales, como el hierro), cambios
bruscos de temperatura, disolución de componentes. Fenómenos que se conocen con
el nombre de meteorización (química y física). Como resultado, los materiales duros y
compactos se disgregan y disuelven en parte, y los productos (fragmentos, sales), son
transportados hídrica o mecánicamente. La migración y posterior depósito de estos
productos serán consecuencia de las condiciones físicas y químicas del medio
(barreras físicas y químicas).

Estos procesos conducen a la formación de las rocas y yacimientos de origen


exógeno. A efectos de una clasificación más detallada, se pueden diferenciar dos
grandes subtipos: rocas o yacimientos residuales (originados como consecuencia de
los fenómenos de meteorización in situ, de la propia roca-madre), y rocas o
yacimientos sedimentarios, originados como consecuencia de los fenómenos de
depósito, en general a distancias más o menos grandes de las rocas-madre. Estos
yacimientos o rocas sedimentarias se clasifican en mayor detalle, en función del
proceso sedimentario:

• Rocas o yacimientos detríticos: el depósito se origina de forma física, como


consecuencia de la pérdida de poder de arrastre del agente de transporte, con
lo que las partículas transportadas caen al fondo de la cuenca. Se depositan así
los materiales sedimentarios (gravas, arenas) y minerales sedimentarios. Un
ejemplo de yacimientos de este tipo son los placeres de metales preciosos,
como el oro.

• Rocas o yacimientos químicos: el depósito se produce por precipitación de las


sales o compuestos químicos, como consecuencia de una saturación de las
aguas en estas sales o por la acción de barreras geoquímicas (Eh, pH,
presencia de electrolitos. Ejemplos de este tipo de yacimientos son las
evaporitas (sales, yeso) o las formaciones bandeadas de hierro (BIF).
• Rocas o yacimientos bioquímicos y orgánicos: la sedimentación es una
acumulación de restos de organismos (conchas, caparazones, esqueletos,
materia vegetal). Las fosforitas y el carbón son ejemplos de este tipo de
yacimientos.

Todas estas rocas o yacimientos de origen sedimentario presentan caracteres


generales comunes: suelen estar estructurados en capas, están afectados por la
deformación tectónica, y suelen presentar una gran extensión lateral, y en general,
una potencia (espesor) limitado.

Procesos geológicos internos o endógenos

Los procesos que tienen lugar por debajo de la superficie de nuestro planeta tienen su
origen en la liberación de su calor interno, y se manifiestan en una serie de
fenómenos, algunos de los cuales pueden observarse directamente en la superficie,
como es el caso del volcanismo.

Esta liberación del calor interno se produce de dos formas: por radiación (o
conducción) y por convección. La radiación es la liberación del calor transmitido
desde zonas calientes a zonas frías, de la misma forma que el extremo exterior de una
cuchara sumergida en un líquido caliente termina calentándose: no implica
movimiento de materia, solo transmisión del calor. En la convección el calor se
transmite en forma de movimiento de lo caliente hacia zonas frías. Ejemplos son la
convección de aire caliente que se produce desde los radiadores de las habitaciones, y
el movimiento que se produce del agua al calentarla en un recipiente.

De la misma manera, nuestro planeta, cuyo interior se encuentra a altas


temperaturas, libera su calor de estas dos formas. Por un lado, emite calor hacia el
espacio, con lo que la temperatura superficial es un compromiso entre el calor que el
propio planeta libera y el producido por la irradiación solar, y esta temperatura
aumenta con la profundidad (gradiente geotérmico). Por otra parte, la convección
produce un lentísimo movimiento de las rocas de zonas profundas hacia la superficie,
que fuerza el movimiento de las rígidas placas litosféricas, lo que conocemos con el
nombre de tectónica de placas.
La combinación de estos dos mecanismos (y las interacciones que se producen entre
las placas) es responsable de los fenómenos internos del planeta: fenómenos
sísmicos (terremotos), fenómenos magmáticos (volcanismo, como más conocido) y
fenómenos de transformación de las rocas al quedar sometidas a altas presiones y/o
temperaturas (metamorfismo). Los fenómenos sísmicos no dan origen a rocas ni a
yacimientos, pero los otros dos si.

El magmatismo incluye los procesos implicados en la génesis y evolución de los


magmas, es decir, de masas de roca fundida que se originan en regiones profundas
del planeta y ascienden, pudiendo llegar hasta la superficie. Estudiaremos con más
detalle este proceso en los temas correspondientes, pero hay una serie de apartados
que permiten una subdivisión más completa de las rocas y yacimientos originados en
relación con este proceso:

• El origen de los magmas. La formación del magma obedece a fenómenos


complejos, que tienen lugar en regiones profundas de la corteza, o el manto
superior. Por tanto, su estudio solo se puede abordar desde la experimentación
en laboratorios muy especializados, que permita reproducir las condiciones de
alta presión y temperatura responsables de estos procesos. Un aspecto muy
importante a considerar es que se originan por fusión incompleta de los
materiales correspondientes: no es una fusión total de éstas, sino parcial,
comenzando por los minerales de punto de fusión más bajo, y finalizando con
los más reactivos. Esto hace que, en función de cual sea el porcentaje de
fusión, se puedan obtener a partir de un mismo material madre magmas muy
diferentes.

• La evolución del magma: una vez formado, y hasta que se consolida


completamente por cristalización, el magma asciende a través de la corteza
terrestre, sufriendo algunos cambios mineralógicos y químicos. Entre estos
cambios, los más importantes son la cristalización fraccionada (posibilidad de
que algunos de los cristales que pueda contener el magma se separen de
éste), la asimilación (digestión parcial de rocas de la corteza por el magma
durante su ascenso) y la mezcla de magmas. Estos cambios, por tanto, pueden
modificar de forma muy importante la composición de un magma.
• La cristalización del magma: Al ascender en la corteza el magma se pone en
contacto con rocas más frías, y él mismo se enfría. Al alcanzase las
temperaturas de cristalización de minerales determinados, éstos se forman,
disminuyendo la capacidad del magma de ascender: aumenta su viscosidad.
Durante el proceso de enfriamiento se forman determinados minerales, en
función de la termodinámica del fundido, reteniendo determinados elementos
(los que pasan a formar parte de esos minerales) y produciendo un
enriquecimiento residual en los elementos que no tienen cabida en los
minerales formados. Así, esta etapa de cristalización principal da origen a las
rocas plutónicas, cuya mineralogía y textura estarán relacionadas con la
historia global del magma.

• Con posterioridad a la cristalización principal del magma, los fluidos residuales


se liberan y evolucionan entre la zona de cristalización y la superficie.
Cristalizan allí donde se encuentran con condiciones favorables para ello:
cuando el enfriamiento del fluido provoca la cristalización de determinados
minerales, o cuando cambian las condiciones de presión, o de Eh-pH. En
ocasiones, estos fluidos llegan a regiones superficiales, dando origen al
desarrollo de sistemas geotérmicos.

• Por otra parte, el magma puede alcanzar la superficie de la corteza, dando


origen a los procesos volcánicos. En estas condiciones se pueden dar dos
situaciones diferentes: que alcance la superficie continental, en un medio
subaéreo, o que la salida del magma, o erupción, se produzca bajo el agua del
mar, o de lagos... Cuando el enfriamiento es muy brusco, los componentes
mayoritarios del magma cristalizarán o se enfriarán formando un vidrio
(obsidiana o perlita) o un material escoriáceo (pómez), mientras que los
volátiles se liberarán a la atmósfera, y se dispersarán. En el segundo caso, los
volátiles podrán interaccionar con el agua y sus sales, formando compuestos
insolubles de esos elementos (Pb, Zn, Cu, Fe, Hg....) lo que dará origen a
yacimientos minerales.
De esta forma, los procesos magmáticos se pueden considerar como un conjunto de
procesos muy activos en la formación de yacimientos, tanto de rocas como de
minerales de interés minero.

Por contra, el metamorfismo es un proceso que no suele producir transformaciones


de interés minero. Algunas excepciones son la transformación de las calizas en
mármoles, de mayor compacidad y vistosidad que la de las rocas originales, la
formación de serpentinitas, roca también con posibilidades ornamentales, o la génesis
de minerales nuevos con aplicaciones industriales, como el granate, la andalucita...
Pero en general, el metamorfismo, al ir acompañado de deformación tectónica, y de
removilización de componentes volátiles, es un proceso que destruye los yacimientos,
más que generarlos.

Todo ello nos lleva a una clasificación en que prima el criterio genético, la relación
que se establece entre el proceso geológico responsable de la formación de la roca o
mineral correspondiente y su producto final.

4.- La erosión y el transporte

Introducción
Dentro del ambiente exógeno, uno de los procesos más importantes que tienen lugar,
debido a la dinámica superficial del planeta, es la erosión, es decir, el desgaste físico y
químico que sufren las rocas bajo la acción de los agentes atmosféricos. Asociado a
este proceso está el de transporte de los productos de la erosión (fragmentos de
rocas, minerales, sales) por los mismos agentes que producen los fenómenos de
erosión: el agua, el viento.
Los procesos erosivos tienen lugar como consecuencia de tres grupos de fenómenos:
1. Los de carácter físico, ligados a cambios de temperatura, o de estado físico del
agua (cristalización de hielo en grietas),

2. Los de tipo químico (disolución de minerales, hidrólisis de éstos, cristalización


de sales)

3. Los de tipo biológico (acción de determinados microorganismos, como las


bacterias, líquenes, o de las raíces de plantas).

Como resultado, las rocas de la superficie terrestre, formadas en determinadas


condiciones de presión y temperatura, al quedar sometidas a otras muy diferentes
reaccionan con el entorno, lo que induce a un desequilibrio. Esto da lugar a su
fragmentación y a la salida de determinados componentes químicos, desde su casi
totalidad (si se produce su disolución), a la lixiviación o lavado de determinados
componentes, que deja un residuo insoluble enriquecido en determinados elementos o
compuestos.

Por su parte, el papel del transporte es también importante, ya que en algunos casos,
si su acción es mas lenta que la del proceso erosivo, se podrá producir la acumulación
in situ de los productos de la erosión. En otros casos el proceso erosivo puede suponer
el desmantelamiento continuo de estos productos. El transporte juega también un
papel muy importante en la clasificación de los productos de la erosión, ya que su
mayor o menor capacidad de arrastre y reactividad química condicionan el que los
productos de la erosión sigan o no siendo transportados.

Procesos erosivos

Como ya se ha indicado, la erosión tiene lugar mediante tres grupos de mecanismos:


físicos, químicos y biológicos, que en general se combinan, con mayor o menor
importancia de unos u otros en función de un factor primordial: el clima, que
condiciona a su vez la disponibilidad de agua, de vegetación, las temperaturas medias,
sus oscilaciones. Estos factores influyen en la degradación a la intemperie de cualquier
sólido. Por ello, hay climas que favorecen la preservación de las rocas, y climas bajo
los que se produce una muy intensa meteorización, así como la rápida descomposición
de cualquier resto orgánico.

Meteorización física
La meteorización física agrupa a aquellos procesos o mecanismos que provocan la
disgregación de las rocas, sin afectar a su composición química o mineralógica. Son de
naturaleza variada:

• La acción del cambio de temperatura nocturno/diurno, sobre todo en zonas


con fuerte insolación, provoca efectos de contracción/extensión térmica de los
minerales que producen su rotura. Esta oscilación térmica es especialmente
activa en los vértices y aristas de bloques de rocas, y es el principal
responsable de las forma de "bolos" de los bloques graníticos sometidos a la
acción de la intemperie.

• La acción abrasiva de los materiales arrastrados por el agua, el viento o el hielo


(glaciares), que golpean o se frotan contra las rocas, favoreciendo su
disgregación mecánica.

• La acción de helada/deshielo en climas húmedos hace que el agua que se


introduce como humedad en las grietas de las rocas (formadas por otros
procesos, como la oscilación térmica, p.ej.) al congelarse genere unas enormes
presiones internas, que tienden a acentuar esas fracturas.
• Del mismo modo, la introducción de aguas cargadas en sales en esas grietas
suele ir acompañada de la cristalización de las sales (sulfatos, carbonatos,
cloruros) con el mismo efecto de provocar un aumento de la presión en la
grieta, que produce su ampliación.

• Al irse aproximarse a la superficie de la Tierra, las rocas que han estado


sometidas a altas presiones de confinamiento sufren una pérdida de carga o
descompensación litostática, lo que se traduce en la aparición en las mismas
de fracturas por lo general paralelas a la superficie topográfica.

• La fracturación tectónica de las rocas, previa a los procesos erosivos, favorece


la meteorización de éstas.

Cada uno de estos procesos se da con mayor o menor importancia en unas regiones u
otras en función de su climatología, y lo normal es que en cada región se den varios
mecanismos, que pueden ser más o menos activos en cada caso dependiendo de la
época del año (variaciones estacionales).

Meteorización biológica
Los organismos provocan también la meteorización de las rocas, en dos vertientes:
una biofísica y otra bioquímica.

En el apartado biofísico tenemos fundamentalmente la acción de las raíces de


árboles y arbustos, que al introducirse en el subsuelo ensanchan las grietas que
puedan existir y colaboran en la fracturación de las rocas. También podemos señalar
el papel de algunos animales, sobre todo los que excavan madrigueras, o los
organismos costeros que viven sobre las rocas perforando pequeñas oquedades,
contribuyendo de forma muy marcada a la acción erosiva del oleaje. Papel aparte
merece la acción erosiva desarrollada por el hombre, que con sus obras,
construcciones, etc., provoca tantos y tan variados efectos erosivos.

En el apartado bioquímico, las propias raíces de árboles y plantas actúan


químicamente con las rocas, captando cationes y contribuyendo a la alteración de los
minerales. Los líquenes, famosos por su capacidad de colonizar las superficies de todo
tipo de rocas, segregan ácidos que permiten su fijación al sustrato rocoso. Por otra
parte, los productos metabólicos de los organismos que viven sobre las rocas incluyen
productos muy agresivos para éstas, que favorecen su descomposición.

Meteorización química
Las rocas, al estar formadas por minerales, son sensibles al ataque de los agentes
químicos existentes en la superficie de la Tierra. Por tanto, las posibilidades de la
meteorización química son tan variadas como puedan ser las relaciones que se
establezcan entre las propiedades del mineral y la naturaleza del medio ambiente en el
que se encuentre. Hay minerales solubles en agua, otros en ácidos débiles, otros en
ácidos fuertes, otros tienen tendencia a incorporar agua a su estructura, algunos se
ven afectados por la luz o por el calor solar, etc. Sin embargo, en lo que se refiere a
sus efectos, son en su mayor parte de tres tipos: disolución, hidrólisis y oxidación, sin
olvidar otros que pueden ser localmente importantes, como la descomposición
térmica.

La oxidación de minerales implica el cambio del estado de valencia de los metales


que contiene en presencia de oxígeno libre. El caso más conocido es el paso del hierro
de 2+ a 3+, que afecta a minerales como pirita, olivino, piroxeno, biotita. Esta
oxidación produce además un aumento de la carga positiva en el mineral, que tiende a
compensarse con la entrada de iones hidroxilo (OH-) Esto, unido al mayor tamaño
iónico del Fe3+, desestabiliza la red cristalina del mineral. La oxidación puede ir
acompañada de los procesos que veremos a continuación.

La hidratación implica la absorción de moléculas de agua y su incorporación a la


estructura cristalina de algunos minerales. Es un proceso que suele implicar un
aumento de volumen del mineral, y que en algunos casos puede ser reversible. El
mineral hidratado suele tener distinta estructura cristalina que el original, es decir, se
produce la formación de otro mineral. Es el caso, p.ej., de la anhidrita, que por
hidratación se transforma en yeso:

CaSO4 + 2 H2O -> CaSO4 · 2 H2O

Otro caso es el de algunos minerales de la arcilla (las denominadas arcillas


expandibles, del grupo de la bentonita), capaces de absorber grandes cantidades de
agua, lo que puede traducirse en un aumento de su volumen en hasta un 60%,
mientras que al perder agua por desecación se vuelven a contraer.

En algunos casos, la repetición cíclica de procesos de hidratación-deshidratación,


propios de climas estacionales, puede provocar la destrucción de la red cristalina del
mineral.

La hidrólisis consiste en la descomposición de los minerales debido a la acción de los


hidrogeniones de las aguas ácidas. El proceso implica tres pasos: 1) rotura de la
estructura del mineral. Debido a su pequeño tamaño y a su gran movilidad, los iones
H+ se introducen con facilidad en las redes cristalinas, lo que produce la pérdida de su
neutralidad eléctrica; para recuperarla, el cristal tiende a expulsar a los cationes, cuya
carga es también positiva. Como consecuencia, la estructura cristalina colapsa, y se
liberan también los aniones. 2) Lavado o lixiviado de una parte de los iones liberados,
que son transportados por las aguas fuera de la roca meteorizada. 3) Neoformación de
otros minerales, por la unión de los iones que dan como resultado compuestos
insolubles. La intensidad del proceso hidrolítico se traduce en el grado de lixiviación de
elementos químicos y en la formación de nuevos minerales. Veamos un ejemplo:

Un mineral frecuente en las rocas ígneas es la ortoclasa. Su hidrólisis produce la


pérdida de parte de su potasio y de su sílice:

3 KAlSi3O8 + H+ -> KAl2(Al,Si3)O10 (OH)2 + 6 SiO2 + 2 K+

Es decir, implica la formación de un filosilicato (illita), sílice (en forma de cuarzo o de


gel, que puede ser arrastrado por el agua), y iones potasio, que se lixivian con el
agua. Ahora bien, cuando el medio es muy rico en H+, se produce también la hidrólisis
de la illita:

KAl2(Al,Si3)O10 (OH)2 + 2 H+ -> 3 Al2Si2O5(OH)4 + 2 K+

Es decir, la formación de caolinita y la liberación total del potasio contenido en el


mineral original. En medios aún más ácidos, y a temperaturas más altas, se llega a
producir también la hidrólisis de la caolinita, con formación de hidróxido de aluminio,
gibbsita:
3 Al2Si2O5(OH)4 + H+ -> 2 Al(OH)3 + 2 SiO2

Otro caso de lixiviación es el que afecta a los carbonatos, en especial a la calcita:

CaCO3 + H2O -> Ca2+ + 2 HCO3-

La disolución implica que determinados componentes químicos de la roca pasan de


formar parte de ésta, en forma de un compuesto mineral, a formar iones en disolución
acuosa. Esto afecta sobre todo a los minerales que constituyen compuestos solubles,
como la halita (NaCl) o en menor medida, el yeso (CaSO4 · 2H2O).

No hay que olvidar que este proceso implica la disolución de algunos de los
componentes de la roca, pero no de otros, es decir, arrastra (o lixivia) a unos
componentes, los más lábiles, y concentra relativamente a otros en el residuo. En
cada caso, dependiendo de la concentración del mineral que se disuelve, los cambios
serán más o menos importantes.

Los procesos de disolución e hidrólisis se ven favorecidos por factores climáticos y


ambientales, y en especial por las altas temperaturas de los climas cálidos, que
favorecen la dinámica de los procesos, y por tanto, la presencia de aniones en el agua
que la hacen más activa químicamente: caso de los aniones Cl-, SO42-, HCO3-. La
presencia en el área de compuestos "precursores" de estos aniones, como los
carbonatos o sulfuros, favorece aún más este hecho. Es el caso, p.ej., de la existencia
de yacimientos de sulfuros metálicos.

Es importante observar que frente a estos procesos de disolución y lixiviación hay


elementos que se movilizan con mayor facilidad que otros; hay elementos que entran
en disolución con gran facilidad, mientras que otros tienden a formar geles, menos
solubles, o forman rápidamente compuestos muy insolubles, quedando por tanto
retenidos en el residuo de la roca. Así, los elementos se lixivian por el siguiente orden
de mayor a menos facilidad:

Na2O>CaO>FeO>MgO>K2O>SiO2>Al2O3
mientras que los que tienden a concentrarse en la roca alterada son:

H2O>Fe2O3

Factores que influyen en la meteorización


Como hemos visto, son muchos los mecanismos que actúan de forma coordinada para
producir la meteorización. Cada uno precisa de unas condiciones más o menos
importantes para actuar, en forma de una serie de factores condicionantes: el clima, la
litología, la topografía, la actividad biológica, el tiempo de actuación y los procesos de
transporte.

El clima tiene, como ya se ha indicado anteriormente, una influencia fundamental, ya


que controla la mayor o menos abundancia de agua (principal agente de la
meteorización) y de vegetación. Otro factor asociado es la temperatura y sus
oscilaciones. Destaquemos, en lo que se refiere a la meteorización química, que cada
aumento de 10ºC de la temperatura duplica la velocidad a la que se producen la
mayoría de las reacciones químicas.

Así, el clima más favorable para los procesos de meteorización es el tropical, en el que
la abundancia de agua, unido a las altas temperaturas existentes, favorece la mayor
parte de los mecanismos erosivos analizados. En climas extremos siempre habrá un
agente muy predominante: en climas muy fríos serán los propios del arrastre por el
hielo (acción de los glaciares), en los muy secos y cálidos, la acción del sol, etc.

La litología tiene una influencia decisiva sobre determinados mecanismos. Hay rocas,
como las cuarcitas, que por su estabilidad química apenas son afectadas por los
procesos de meteorización química, y por su dureza, tampoco por los de tipo físico;
por eso, normalmente aparecen formando altos topográficos. Otras presentan distintas
características en función del clima. Los granitos se alteran con gran facilidad en
climas cálidos por la hidrólisis de sus feldespatos, mientras que en climas fríos y secos
resisten bien los efectos de la meteorización. De igual manera, las calizas necesitan
climas cálidos y húmedos para que se produzca su disolución. Una observación
importante es que en las rocas ígneas la estabilidad de los minerales que las forman
(Serie de Goldich) es contraria al orden en que se forman, definido por la denominada
Serie de Bowen.
Factores asociados al litológico son la porosidad y permeabilidad que pueda presentar
la roca, y su mayor o menos grado de fracturación tectónica, que favorecen la
infiltración de aguas superficiales, favoreciendo a su vez los procesos de meteorización
química y/o biológica.

La topografía, o las formas locales del relieve, pueden afectar a algunos de los
mecanismos activos de erosión: por ejemplo, las laderas de solana sufren procesos
distintos que los de las de umbría. En las primeras los veranos serán favorecedores de
los procesos que implican la insolación, mientras que en las segundas durante los
inviernos la acción del hielo podrá ser un agente erosivo importante. También el hecho
de que exista una pendiente favorece procesos distintos a los propios de las planicies;
en las primeras el agua discurre arrastrando los iones, mientras que en las segundas
se produce un contacto más continuado entre el agua cargada de sales y las rocas.
Así, por ejemplo la laterización requiere un relieve muy suave.

La actividad biológica afecta también a los mecanismos de meteorización activos.


En términos generales, la presencia de una cubierta vegetal continua favorece los
procesos de meteorización química, mientras que la ausencia de ésta favorece los de
tipo físico.

El tiempo favorece los procesos de meteorización, en general: todos estos procesos


son de carácter lento, con lo que cuanto más tiempo queden sometidas las rocas a la
acción de la intemperie, mayor facilidad tendrán los procesos erosivos para actuar.
Así, si las rocas que albergan un depósito mineral son rápidamente cubiertas por otras
(p.ej., sedimentarias o volcánicas), éste será preservado de los procesos erosivos. En
este sentido, la tectónica regional puede jugar un importante papel.

Procesos de transporte
Como hemos visto, la acción de los mecanismos erosivos, físicos y químicos, tiende a
dar origen a tres tipos de productos: fragmentos de minerales o rocas (que reciben el
nombre de clastos), geles e iones en disolución.
El transporte se lleva a cabo de tres formas: como iones en solución, como
suspensiones coloidales, o como carga en fondo.
Los iones viajan en solución, y para que se produzca su precipitación química han de
quedar sometidas a condiciones específicas producto de solubilidad (kps), o de
sobresaturación, como las que ocurren en las salinas. Otra posibilidad es que los
aniones y cationes sean fijados por organismos para construir sus caparazones, como
es el caso de muchos moluscos, algunas algas microscópicas (diatomeas), u otros
microorganismos, que fijan el carbonato cálcico de las aguas. También es posible que
la mezcla con otros fluidos produzca la precipitación de determinados compuestos. Por
ejemplo, en relación con las emisiones volcánicas submarinas se produce la salida de
abundantes metales pesados y formas químicas del azufre, provocando la
precipitación de sulfuros de esos metales.

En suspensión se transportan las partículas más pequeñas, y los geles, mientras que
como carga en fondo se transportan los clastos de mayor tamaño. A su vez, dentro
de esta última modalidad existen tres posibilidades: saltación, rodadura o arrastre. El
hecho de que las partículas físicas sean transportadas de una u otra forma depende
en primer lugar de la velocidad de la corriente (cuanto mayor sea ésta, mayor será el
tamaño medio de las partículas transportadas por cada modalidad). Otros factores que
influyen son el tamaño de las partículas, su densidad y su forma: a igualdad de
tamaño las más densas serán transportadas con mayor dificultad, mientras que la
forma influye sobre todo en el mecanismo de transporte activo: las más redondeadas
tenderán a rodar, y las menos, a ser arrastradas, o a saltar (ver figura).
El depósito de las partículas se produce cuando la corriente pierde energía, o lo que es
lo mismo, velocidad. Primero dejará de ser transportada la carga en fondo, y cuando
la energía sea muy baja, es decir, en aguas mansas o al cesar el viento, se depositará
también la carga en suspensión.

También en estas condiciones de baja energía de transporte, y sobre todo si se


producen cambios en la fisico-química de las aguas de transporte (como suele ocurrir
en la desembocadura en un mar o lago) se produce la floculación de los geles,
constituidos normalmente por partículas arcillosas.

5.- Productos de la meteorización

Hemos visto a lo largo del tema anterior como se produce la meteorización, y cuales
son sus principales productos: los clastos, geles e iones, que son transportados hacia
los medios de depósito. Pero hay minerales y rocas que son producto de estos
procesos, produciéndose una acumulación in situ característica. Los más extendidos
son los regolitos y suelos, las lateritas y bauxitas, y los gossans. También nos vamos a
referir dentro de esta tema a los procesos de degradación de la piedra natural, lo que
recibe el nombre genérico de "mal de la piedra".

Regolitos y suelos
La acción de los agentes atmosféricos sobre las rocas existentes en la superficie del
planeta produce unos cambios en su naturaleza cuyo alcance hemos visto en el tema
anterior. El resultado es la formación de un manto más o menos continuo de
materiales intensamente alterados, de espesor variable y caracteres que dependen en
el detalle de diversos factores, entre los que los más importantes son la naturaleza de
la roca original y el clima existente en la región.

Denominamos regolito al conjunto de materiales producto directo de la meteorización


de un sustrato. Se trata de un conjunto de materiales relativamente homogéneo,
formado por los fragmentos de la roca original, y de minerales neoformados durante el
proceso (arcillas, carbonatos).

Por su parte, recibe el nombre de suelo este mismo conjunto cuando aparece
estructurado, es decir, dividido en una serie de bandas u horizontes, que se originan
durante la evolución geológica y biológica del regolito.

Esta diferencia explica el que al "suelo" de otros planetas, como el de nuestro satélite,
la Luna, no se le denomine así, sino regolito: se trata de una acumulación no
estructurada de polvo cósmico y de materiales procedentes de la trituración de rocas
de la superficie planetaria como resultado del impacto de meteoritos.

Los regolitos y suelos están formados por componentes sólidos, líquidos y gaseosos,
además de un importante componente orgánico. Los componentes sólidos son los
fragmentos de rocas y minerales procedentes de la meteorización. Los líquidos, el
agua de infiltración, más o menos cargada de sales en disolución. Los gaseosos
corresponden a aire atrapado en los poros del componente sólido, más o menos
oxigenado cuanto mejor sea la porosidad del material. La materia orgánica
corresponde a restos de la descomposición de organismos (vegetales y animales), más
o menos transformada en ácidos húmicos, pero también materia viva: raíces de
plantes, y microflora bacteriana saprofítica.

El suelo se utiliza con fines agrícolas, ganaderos y como reserva forestal; son muy
importantes las modificaciones debidas al uso urbano de éste. Las actividades
industriales, urbanas, agrícolas y ganaderas implican la existencia de residuos tóxicos
o desechos peligrosos para los suelos y el agua. Los responsables de las explotaciones
industriales, ganaderas y agrarias deben asegurar un tratamiento de desechos en los
lugares adecuados a fin de degradar en el menor grado posible su valor ecológico y
permitir su utilización posterior.

Perfil del suelo


Como ya hemos referido, cuando un regolito aparece estructurado recibe el nombre
de suelo. Salvo en situaciones muy concretas, o en regolitos muy recientes,
normalmente esta estructuración aparece desarrollada al menos en sus términos
básicos. Es decir, que cuando observamos este manto de alteración existente bajo la
superficie de cualquier punto de nuestro planeta, podemos ver que está formado por
una serie de capas u horizontes, distribuidos de forma aproximadamente paralela a la
superficie topográfica. Se pueden diferenciar tres horizontes principales, que se
designan como A, B y C.

El horizonte A es el más superficial, y se caracteriza por su color oscuro, debido a la


presencia en el mismo de abundante materia orgánica. Además, es el más
intensamente afectado por los procesos de disolución, que arrastran sus iones hacia
horizontes más profundos, por lo que se le conoce también como horizonte de
lixiviación o de lavado.

El horizonte B recibe también el nombre de horizonte de acumulación, porque en él se


produce el depósito de iones procedentes del lavado del A. Se caracteriza por la
abundancia de componentes minerales, que pueden ser tanto arcillas, producto de la
meteorización de la roca, como sales precipitadas: carbonato cálcico e hidróxidos de
hierro son los más comunes.

El horizonte C es el formado directamente sobre la roca, por lo que está constituido


mayoritariamente por fragmentos más o menos alterados y estructurados de ésta.

El proceso de formación del suelo recibe el nombre de edafogénesis. El proceso


comienza con la formación de un regolito, sobre el que se implanta la vegetación y se
produce la vida y muerte de animales y plantas. La acumulación de esta materia
orgánica, y los procesos de lavado superficial producen la diferenciación de un suelo
AC. Con el tiempo se llegan a desarrollar los procesos de transporte y meteorización
avanzada que dan origen al horizonte de acumulación (B), formándose el
característico suelo completo ABC (ver figura).

Clasificación de los suelos


La naturaleza de un suelo depende de gran número de factores, que se conjugan para
dar origen a distintos tipos, que pueden clasificarse de maneras muy diversas. Una
clasificación básica es la que divide los suelos en dos grandes grupos: zonales y
azonales.

Los suelos zonales son suelos maduros, en cuya evolución juega un papel
primordial el clima, con el que se encuentran en equilibrio. Es por ello que su
distribución geográfica suele presentar un carácter regional, en respuesta a la
distribución de la vegetación y las regiones climáticas. Pertenecen a esta categoría,
entre otros:

• Suelos en zonas polares. Las bajas temperaturas reinantes en estas zonas


hacen que la meteorización química sea poco activa. La mayor parte del suelo
se encuentra permanentemente helado (permafrost) y sólo la parte superficial
del mismo (mollisuelo) llega a deshelarse durante el verano. En este último, los
hielos y deshielos provocan deslizamientos de partículas, que unido a la
existencia del permafrost a partir de los dos o tres metros de profundidad,
impiden la formación de los diferentes horizontes edáficos. Además, en
determinadas zonas el permafrost presenta hidratos de gas (los denominados
clatratos), que constituyen un posible recurso geológico para la obtención de
metano.

• Suelos de latitudes medias cálidas. Son propios de regiones de clima


mediterráneo, y pueden ser de varios subtipos: suelos pardos mediterráneos,
con un horizonte A decolorado y horizonte B rico en arcilla y de color pardo
rojizo; suelos rojos mediterráneos, típicos de condiciones más áridas, y con un
horizonte B de color rojizo; costras calcáreas o caliches, propios de regiones
áridas o semiáridas, sin horizonte A y con un horizonte B formado por una
costra o escudo de carbonato cálcico.

• Suelos de latitudes medias frías. En estas regiones se forman los suelos de


tipo podsol, con un horizonte B que incluye un nivel oscuro de acumulación de
humus y óxidos de hierro. En regiones algo menos frías se forman las tierras
pardas, con un característico horizonte B de color pardo.

• Suelos de latitudes bajas. En climas tropicales muy húmedos, con gran


intensidad y larga duración de la meteorización química, se forman suelos con
un horizonte B de gran espesor, muy compactos y resistentes, y enriquecidos
en óxidos de hierro y aluminio: las lateritas y bauxitas que veremos a
continuación.

Los suelos azonales son suelos cuya génesis está condicionada principalmente por
un factor particular distinto al climático, y que puede ser el litológico o el topográfico.
Entre los condicionados por la litología de la roca subyacente se encuentran la
rendzina, un suelo oscuro que se desarrolla sobre calizas; el ranker, similar al anterior
pero formado sobre rocas silicatadas, como el granito o la pizarra, o el chernozem,
formado sobre el loess, y caracterizado por un horizonte A de gran espesor.

Entre los condicionados por la topografía se encuentran los suelos hidromorfos o


gleys, propios de zonas encharcadas, o los suelos aluviales, que se forman sobre los
sedimentos de las llanuras de inundación de los ríos.

Paleosuelos
Son suelos formados en un pasado geológico, que se han preservado de la acción
erosiva por parte de los agentes externos y han quedado fosilizados dentro de una
secuencia sedimentaria. Al tratarse de la parte más superficial y alterada del sustrato
rocoso, los suelos son susceptibles de ser erosionados, lo que dificulta su presencia en
el registro geológico. Los suelos que con más facilidad pueden conservarse, son
aquellos que presentan un perfil con niveles resistentes (lateritas, costras calcáreas,
etc.); aunque en ciertas condiciones suelos poco resistentes pueden también llegar a
conservarse.
Debido al condicionamiento climático que presentan los suelos, el estudio de las
características de los paleosuelos permite conocer las condiciones climáticas que
reinaron en el pasado, durante su formación.

Lateritas y bauxitas
Como acabamos de ver, las lateritas y bauxitas corresponden en realidad a un tipo
particular de suelo, desarrollado en condiciones específicas: en climas tropicales, con
temperaturas medias altas, y con alta pluviosidad. Un carácter también necesario para
el desarrollo de estos suelos peculiares es la topografía plana, por favorecer la
permanencia del agua en el suelo, y retardar los procesos erosivos sobre el mismo.
Por su interés minero, los estudiamos de forma específica.

Las lateritas se pueden definir como horizontes edáficos fuertemente enriquecidos


en óxidos e hidróxidos de hierro, como consecuencia de la acumulación de estos
componentes en respuesta a la meteorización química avanzada de una roca que ya
previamente mostraba un cierto enriquecimiento en este componente.

Están formadas mayoritariamente por hidróxidos y óxidos de hierro (goethita,


lepidocrocita, hematites), a menudo acompañado de sílice o cuarzo, y de hidróxidos de
aluminio y manganeso. En general estos minerales se disponen en agregados terrosos
o crustiformes, formando capas de espesor muy variable, que puede llegar a la decena
de metros.

Se forman en zonas de relieve horizontal sobre rocas ricas en hierro,


fundamentalmente sobre rocas ígneas básicas o ultrabásicas, ricas en minerales
ferromagnesianos como el olivino o el piroxeno. La hidrólisis de estos minerales, a
través de serpentina y clorita fundamentalmente, produce como productos finales
óxidos/hidróxidos de hierro, sílice, y sales solubles de Mg y Ca (procedente de
clinopiroxeno). Algunos de los componentes minoritarios de estos minerales (Ni, Cr,
Co) pueden también concentrarse en la laterita, aumentando sus posibilidades
mineras.

De las lateritas se extrae fundamentalmente hierro, a menudo enriquecido, como


hemos mencionado, en elementos metálicos refractarios. Algunos de los yacimientos
de hierro más importantes del mundo son de este tipo, como los del estado de Minas
Gerais, en Brasil.

Las bauxitas son muy similares a las lateritas, pero enriquecidas preferencialmente
en hidróxidos de aluminio, debido a que se forman sobre rocas previamente
enriquecidas en este elemento.

Los minerales que forman las bauxitas son bohemita, diasporo y gibsita, a menudo
acompañados de hidróxidos de hierro, óxidos de hierro y titanio (hematites, rutilo), y
minerales arcillosos, fundamentalmente caolinita. Al igual que en las lateritas, estos
minerales se asocian en agregados terrosos y crustiformes, así como bandeados,
brechoides, pisolíticos. Suelen presentar coloraciones claras, a menudo con
tonalidades rojizas, debidas a la presencia de hidróxidos de hierro.

Su composición química es variable en el detalle, y nos define su calidad industrial. En


especial su relación Al2O3/SiO2 y su contenido en Fe2O3 permiten su clasificación
detallada y comercial. Especial interés tiene el parámetro ALFA, cuya fórmula es la
siguiente:
ALFA = [0.85 · (%SiO2 – (%Al2O3)]/%Al2O3

Este parámetro define aproximadamente el exceso o déficit de alúmina de un material


respecto a una caolinita, afectado por un signo negativo, y permite clasificar los
materiales bauxíticos en las siguientes categorías:

• Bauxitas: ALFA entre –1 y –0.75


• Bauxitas arcillosas: ALFA entre –0,75 y –0.50
• Arcillas bauxíticas: ALFA entre –0,50 y –0.25
• Arcillas poco bauxíticas: ALFA entre –0,25 y 0.00
• Materiales arcillosos: ALFA entre 0.00 y 0.25
• Materiales detríticos: ALFA 0.25
S
e forman sobre rocas ricas en minerales alumínicos, y en concreto, sobre rocas ígneas
ácidas, ricas en feldespatos (granitos, sienitas), o sobre rocas sedimentarias arcillosas
(lutitas) o sobre rocas metamórficas ricas en moscovita (esquistos, micasquistos).
También pueden formarse sobre calizas, como consecuencia de la disolución de estas,
que deja un residuo arcilloso (terra rossa) cuya meteorización a su vez puede dar
lugar a la bauxita.

Las bauxitas se explotan para la extracción metalúrgica del aluminio, del que son la
única mena. Los principales yacimientos de bauxitas se localizan en Australia, Brasil,
Guayana, Surinam.

Gossans
Con este nombre de gossan se conocen también las monteras de alteración de
algunos yacimientos de sulfuros: cuando éstos quedan sometidos a la acción de la
intemperie, sufren una serie de procesos supergénicos con zonación vertical, de la
forma indicada en la figura adjunta, que muestra un esquema típico de un gossan, en
el que se pueden diferenciar tres grandes zonas, de abajo arriba:

• Zona primaria, que corresponde a los sulfuros inalterados.


• Zona de cementación, que es la situada por debajo del nivel freático, en la
que se producen enriquecimientos en sulfuros de cobre de tipo calcosina –
covellina.
• Zona de oxidación, comprendida entre el nivel freático y la superficie, y
caracterizada por un muy importante enriquecimiento en óxidos e hidróxidos
de hierro. Se puede considerar subdividida en dos subzonas: la situada por
debajo de la superficie, en la que aún podemos tener otros compuestos
metálicos oxidados, como sultatos, cloruros..., y la zona superficial o de gossan
propiamente dicho, formada por una acumulación masiva de hidróxidos de
hierro. En conjunto, por tanto, se caracteriza por un importante
enriquecimiento en hidróxidos de hierro tipo goethita, lavado de Zn y Cu
fundamentalmente, y concentración diferencial del oro y la plata, que, además,
pasan de estar como impurezas en las redes cristalinas de los sulfuros, a estar
como elementos nativos, lo que favorece su explotabilidad.

a formación de un gossan implica la alteración de los sulfuros, lo que a su vez implica


que el azufre de éstos pasa a forma de sulfatos solubles, que se liberan en el medio
ambiente produciendo fenómenos de acidificación de aguas, similares a los que se
producen cuando se liberan en la superficie del terreno sulfuros, durante la minería.
De hecho, algunas escombreras romanas de la Faja Pirítica Ibérica son auténticos
gossans, ya que en ellas se han producido los mismos fenómenos que en los gossans
naturales, incluyendo la liberación y concentración de oro.

Otra cuestión a considerar es que este proceso de alteración implica la liberación de


aniones sulfato al medio ambiente, que producen una importante acidificación de las
aguas procedentes de áreas en las que existen este tipo de yacimientos. Además, a
menudo esta agua contienen proporciones variables de metales pesados, que pueden
quedar dispersos también en el medio, produciendo algunos de ellos efectos tóxicos
para los seres vivos. La minería favorece aún más este proceso, exponiendo a la
intemperie una mayor proporción de sulfuros inalterados.

Otros yacimientos residuales


La destrucción de las rocas es siempre un proceso diferencial: determinados minerales
de las rocas se descomponen o solubilizan con facilidad, mientras que otros pueden
permanecer inalterados durante periodos mucho más largos. Ello condiciona que el
proceso de meteorización pueda dar origen a yacimientos minerales caracterizados por
la facilidad con la que es posible separar el mineral o minerales de interés económico,
que no se da cuando la roca está sana. Para que se produzca se ha de dar una
conjunción de factores litológicos y climáticos que favorezcan la degradación de los
minerales sin interés, pero que no afecte al mineral o minerales explotables.

Algunos ejemplos de este tipo son los yacimientos de granate de la zona del Hoyazo
de Níjar, en Almería, en la que la alteración generalizada de la roca que los contiene
permite la explotación de este mineral, o algunos yacimientos de feldespato sobre
rocas ígneas fuertemente alteradas, en las que el clima favorece la destrucción del
resto de los minerales de éstas, pero no del feldespato, o los yacimientos de caolín
que se originan sobre este mismo tipo de rocas cuando la destrucción de los
feldespatos es el fenómeno predominante.

En general los yacimientos de este tipo suelen presentar morfologías planares y


paralelas a la superficie del terreno, similar a la de los suelos, debido precisamente a
su similar proceso genético.

Alteración de los monumentos


La mayor parte de los monumentos construidos por el hombre están construidos con
piedra natural o la incluyen como elemento auxiliar. Entre las rocas más utilizadas
para ello se encuentran rocas de alta resistencia a la meteorización, como el granito,
pero también otras como la arenisca, o la caliza, que son rápidamente afectadas por
los fenómenos de intemperie. Además, otros productos de origen natural también se
emplean, más o menos transformados, para ello: es el caso de los morteros,
argamasas, o incluso los ladrillos, tejas, etc. La degradación que sufren estos
componentes de las edificaciones se conocen con el nombre genérico de mal de la
piedra, y es un problema que cada vez se hace mayor, sobre todo debido a que la
atmósfera urbana cada vez está más degradada por la presencia de mayores
concentraciones de contaminantes, cuyo efecto sobre estos materiales es devastador.

Al igual que en todos los casos que hemos visto hasta ahora, el grado de evolución del
proceso tiene un triple control: el litológico (el tipo de roca, que favorece o no la
meteorización que la afecta) el climático (los climas más templados y húmedos son los
que más favorecen este tipo de procesos), y el tiempo (los monumentos más antiguos
están más degradados que los más recientes, a igualdad de los demás factores). A
este se une, como ya hemos referido, el factor implicado en la contaminación urbana,
que favorece especialmente los fenómenos químicos (disolución, hidrólisis...).

Los principales procesos que se reconocen en relación con este fenómeno de la


alteración de los monumentos son:
• Formación de pátinas: son costras superficiales, que a su vez pueden ser de
suciedad, cromáticas o biogénicas.
• Formación de depósitos superficiales. También pueden tener diversos orígenes,
desde eflorescencias salinas, pasando por acumulaciones de suciedad, hasta
origen biológico.
• Alveolización: Consiste en la formación de una red bastante continua de
huecos u alveolos, característico de ciertos materiales, sobre todo si son
porosos.
• Excavaciones y cavernas. A diferencia del anterior, son de carácter individual,
desarrollándose puntualmente o bien por erosión local de la roca, o bien por la
presencia previa en la roca de huecos.
• Erosiones superficiales. Son consecuencia de una desagregación de los granos
de rocas como la arenisca o el granito.
• Disgregación. Similar al anterior, pero sobre rocas de tipo químico, en la que
los granos no se individualizan con facilidad (caso de las calizas).
• Fragmentación. Es la formación de fracturas, bien nuevas, porque la pieza esté
sometida a grandes tensiones en su colocación, bien porque presentaba
fracturas previas que se reabren o reactivan.
• Separación en placas. A menudo algunas rocas se descaman en placas, como
consecuencia de su naturaleza laminada y la desagregación de estas láminas.
• Humectación: acumulación de suciedad y humedad ligada a rocas muy porosas
en climas muy húmedos.
• Acción antrópica: es muy variada, desde las acciones físicas (colocación de
letreros, etc.) hasta la química (pintadas, y posterior uso de disolventes para
eliminarlas).
• Pérdidas de material. A menudo, como consecuencia de la suma de procesos,
llegan a desaparecer completamente algunos elementos; ladrillos, morteros,
bloques de piedra...
En definitiva, todos estos fenómenos hacen que la conservación de los monumentos
sea un campo en el que el conocimiento de la roca y de sus características, así como
de los procesos de meteorización activos en cada zona concreta tenga una gran
importancia, suponiendo una necesidad a cubrir por técnicos en mineralogía y
petrografía.

La figura adjunta muestra un ejemplo de cartografía de procesos de alteración que


afectan a una iglesia de Almagro (Ciudad Real), según el Estudio Fin de Carrera
realizado por un alumno de la Escuela Universitaria Politécnica de Almadén (Antonio
Avila San José).

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