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Conferencia IX

“La obra de José Martí. Su lugar en la literatura hispánica. Poesía y


prosa. Su influencia en la literatura del siglo XX.”

El 28 de enero de 1853 nace en La Habana José Julián Martí y Pérez, uno de


los hombres de más alta significación histórica de nuestro continente y uno de
los creadores literarios de mayor envergadura en la lengua española.

Es singular que este hombre, muerto apenas en los inicios de su madurez y


entregado de lleno al quehacer político, pueda mantener una vigencia actual
tan trascendente como pensador, revolucionario y escritor. Es difícil encontrar
el caso de otro líder político y a la vez escritor talentoso en el que la dualidad
entre el político y el creador literario se encuentre resuelta como en Martí. En
su caso la calidad intrínseca del escritor de originalidad y plenitud nada
comunes aflora naturalmente. Hubiese podido darse la circunstancia de que
esta capacidad creadora disminuyera el poder de comunicación clara que
como político hubiera necesitado, sin embargo su pasión por el hombre y la
libertad hicieron sentir aquello que quizás no todos comprendían a cabalidad.

La ubicación de la obra literaria de Martí dentro del contexto de la época ha


dado origen a más de una polémica sobre si puede o no situarse dentro del
movimiento literario conocido como Modernismo. La discusión dependía del
concepto que se tuviera del Modernismo: si este significaba una posición
puramente estética, Martí sin dudas escapaba a dicho marco. La actitud
asocial, esteticista, amante de lo exótico, que adoptarían los modernistas en su
generalidad hubiera recibido de él la más viva repulsa. Si asumimos que los
aportes innovadores que en etapa tan temprana del movimiento modernista
realizara nuestro Héroe Nacional, siempre estuvieron en función de intereses
primordiales para él como su compromiso con las causas más nobles de la
humanidad y la independencia patria, entonces José Martí es más que un
modernista de su tiempo.

Los valores de José Martí son reconocidos universalmente, pues siendo de una
cubanía indudable, esa cubanía parte de una síntesis y de una superación; es
una prueba decisiva de que cada manera nacional posee fuerzas para lo más
alto, siempre que se nutra de aportes universales.

Uno de los aspectos en los que más ahondó Martí fue en el conocimiento de la
lengua castellana, en cuyas fuentes más ilustres fue a beber. Llegó a dominar
tan de adentro los resortes de nuestra lengua, que en él aparecen arcaísmos o
neologismos de una vitalidad y autenticidad irrebatibles. Martí es una
demostración de cómo las legítimas tradiciones culturales son la base más
sólida para las transformaciones superadoras de los pueblos, así como que
cada pueblo debe ir hacia la universalidad por los caminos propios de su
cultura. En sus amplias y firmes raíces cubanas e hispánicas es donde yacen la
fuerza y originalidad del estilo martiano.

Su originalidad, el sello que personaliza sus escritos, ha llevado a afirmar que


Martí en sí mismo es un estilo. Esto le viene del tono permanente e inigualable
que se descubre en la lectura de su prosa o su verso. Este tono está constituído
tanto por lo grandilocuente y lo fuerte, como por la delicadeza, los matices
sugerentes, por eso la unidad de un estilo formado por contrastes y variantes.

La llegada de Martí a Nueva York, en 1880, es punto de arrancada para la


segunda etapa del primer período de su vida que tendrá un viraje trascendental
entre julio de 1886 y noviembre de 1887. En esta ciudad publica un libro
dedicado al hijo ausente: Ismaelillo, con lo cual comienza ya sus versos “unos
y sinceros”, según su propia afirmación. Muchos críticos son los que
coinciden en que con él se inicia la renovación lírica en Hispanoamérica.
Ingenuo, sencillo, fresco, Ismaelillo une una honda ternura a imágenes de
elegante audacia, en versos transparentes, que sin revelar nuevas modalidades
métricas, sí presentan ritmos inusitados, al utilizar en forma originalísima
moldes ya conocidos.

Las quince composiciones, escritas en versos de arte menor, poseen gran


frescura y espontaneidad. Martí dedica epítetos graciosos, llenos de amor al
niño: “reyecito”, “príncipe enano”, “jinetuelo”, “caballeruelo”, etc. Llaman la
atención las palabras relacionadas con lo caballeresco y el aire popular de
estos poemas breves, que siguen la huella de los antiguos cancioneros
populares españoles.
Los Versos Libres Martí los había comenzado a escribir desde sus veinticinco
años, pero no fue hasta 1882 cuando compone el mayor núcleo de ellos, recién
terminado Ismaelillo.

En la introducción que les hace Martí anticipa el carácter personal de estos


poemas. La colección está formada por poemas en versos sin rima, versos
libres, blancos o sueltos. De novedad, reto y riesgo fueron calificados estos
endecasílabos. Revelan una poesía insólita, bravía, rebelde, llena de energía y
movimiento. Hay en ellos símbolos universales: el yugo, la estrella, el águila,
el hierro.

Los temas son muy variados, pero siempre muy cercanos al autor. Está lo
erótico, el recuerdo de la patria esclavizada, la vocación libertaria y la
voluntad de sacrificio. Otros expresan su concepto de la poesía y el rechazo a
la realidad que lo circunda.

Los Versos sencillos fueron escritos en el período de madurez del autor, que
suele situarse a partir de 1887, y constituyen la culminación de la obra lírica
de Martí, en la cual llega a la difícil depuración de la sencillez. Son sus versos
más populares, los más asediados por la crítica.

Desde el punto de vista temático hay un predominio del carácter


autobiográfico, mediante el apresamiento, en ocasiones fugaz, de momentos
determinados de su vida, remontándose hasta su niñez, y que incluyen las más
diversas motivaciones. Resultan a veces restallantes de claridad, y otras
envueltos en misteriosas sugerencias. Si en Ismaelillo, se le había revelado su
propia manera de utilizar el verso, con los Versos Sencillos la culmina.
Predominan los cuartetos octosílabos aconsonantados, pero la variedad de
efectos rítmicos y recursos estilísticos dotan al libro de una difícil variedad
dentro de la predominante unidad.

Son precisamente estos versos martianos los que hoy recorren el mundo
musicalizados por autores de diferentes nacionalidades. Estos poemas
sencillos, sin título, identificados por su primer verso, permiten la más rápida
comunicación con ese Martí complejo y único. Está presente el amor a las
cosas pequeñas, a los símbolos humildes y concretos, la intuición y el
sentimiento ocupan el primer plano. Patria, amor, poesía, humanidad,
misterio… mucho nos revelan estas breves síntesis poéticas: “Yo soy un
hombre sincero”, “Si ves un monte de espumas”, “Cultivo una rosa blanca.”
La prosa de la obra literaria de José Martí ocupa el mayor espacio, y por su
aliento renovador y su mantenida calidad constituye quizás el testimonio
primordial de su grandeza literaria.

La natural calidad de creador literario que existe en Martí se manifiesta en


cuanto texto escribe. En su prosa es dado encontrar versos tan bellos como los
mejores de sus poemas, y ello es posible por su permanente condición lírica y
su sustancial sentido del ritmo de la lengua.

En su prosa pueden verificarse claramente las transformaciones que va


sufriendo su pensamiento, que adquiere una notable radicalización hacia 1880,
con su llegada a Estados Unidos, y que alcanzará su viraje trascendental entre
julio de 1886 y noviembre de 1887. Es a partir de 1881 cuando comienza a
colaborar en más de una veintena de periódicos del Continente,
particularmente con sus “Escenas norteamericanas”. Y a partir de 1887 se
producen sus textos de mayor trascendencia política y social; también es la
época en que edita las dos publicaciones a las que más dedicó su esfuerzo
personal: La Edad de Oro (1889) y Patria (1892-1895).

Existe en él cierto aparente desdén por los géneros de ficción en prosa. Su


mayor esfuerzo lo va a dedicar al periodismo. Si el artículo y le ensayo
periodístico constituyen la expresión más frecuente de Martí, también en ellos
el escritor encontró más tempranamente su plenitud.

En su labor periodística resaltan sus crónicas, comentarios sobre sucesos de


actualidad, a los cuales imprimió un sello personalísimo. En sus “Escenas
norteamericanas”, aparte de lo valiosas que resultan para comprender su
maduración ideológica, sus dotes de creador adquieren relieve inusitado. Con
los datos que le proporcionaban los periódicos de la época, recrea los hechos
que narra de una manera impresionante, como si hubiera estado presente allí
mismo.

Cuando Martí aborda la crítica, sobre todo la de literatura y artes plásticas,


más que reseñas o artículos logra verdaderos ensayos, donde la sagacidad y
profundidad de sus juicios lo hacen penetrar en el campo de la teoría y la
estética.

La prosa de Martí muestra una flexibilidad asombrosa. Encontramos la sobria


belleza de la prosa ancilar puesta al servicio de un documento o un
comunicado, en donde el desenvolvimiento de las ideas, el orden arquitectural
con que se presentan las cosas, alcanzan singular relieve estético, debido
precisamente a la ceñida expresión.

En su quehacer revolucionario las condiciones que para la oratoria poseía


Martí le ayudaron en gran medida. Dotado de gran poder de síntesis, lograba
presentar grandes cuadros para concluir sus oraciones de modo convincente,
aleccionador. Su elocuencia y ardor inigualables están en la base misma de
toda su creación literaria.

Voz, presencia y ademán acompañaban a la palabra impetuosa, hecha a todos


los tonos y matices, pero siempre entrañable en la sinceridad de su mensaje.

Uno de los grandes momentos de la prosa martiana ocurre cuando redacta La


Edad de Oro, considerada la mejor revista para niños y jóvenes escrita en
lengua española. En esta publicación, sin dejar de ser reconocible su tono
característico, supo adaptar la prosa brillante tanto al cuento, propio o
adaptado, que cautiva por su frescura, como al artículo informativo. El
contenido ideológico está a la altura del mejor Martí, con énfasis en destacar
las ideas de libertad y dignidad, específicamente en tres aspectos: la del ser
humano, la de los pueblos y la del pensamiento.

Sin lugar a dudas, si hay un género que unifica al Martí poeta, pensador y
revolucionario este es su epistolario. Aquí con una prosa libre, flexible, capaz
de comunicar y emocionar se entremezclan todas las urgencias del hombre,
desde el detalle cotidiano hasta la reflexión profunda.

La significación de la obra literaria de José Martí traspasa los límites de


nuestras letras, y tanto en poesía como en prosa su personalidad hace que se le
considere una de las figuras principales de la literatura en lengua española del
siglo XIX.

Su obra poética realiza una renovación total, en la forma y en el contenido. Su


obra lírica forjada al unísono con su esencial tarea por la independencia crea
una poesía distinta a la común de su época. Es un renovador que abre caminos
a la poesía futura. No encamina su verso hacia la pura belleza que se goza en
sí misma, sino que lo estima vehículo ideológico y sentimental que le sirve
para volcar lo mejor de sí, sin olvidar los requerimientos y necesidades de la
colectividad en que vive.
La prosa martiana realiza, igualmente una labor renovadora en las letras
hispánicas desde dos aspectos fundamentales: una revolución en los medios
expresivos y un enriquecimiento del léxico y de las formas de construcción.

Orientación de lecturas.

Lectura de los poemas incluidos en Ismaelillo , de José Martí.

Actividad.

Ejemplifique con fragmentos de los poemas leídos por qué se considera este
cuaderno de versos iniciador del Modernismo.

Bibliografía.

Bueno, Salvador. Historia de la literatura cubana. Editorial Nacional de Cuba.


La Habana. 1963.

López Lemus, Virgilio. Doscientos años de poesía cubana. Editora Abril. La


Habana. 1999.

Martí, José. Obras Completas. (Tomo XVI). Editorial Nacional de Cuba. La


Habana. 1964.

Perfil histórico de las letras cubanas. Editorial Letras Cubanas. La Habana.


1983.

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