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INTRODUCCIÓN:
El proceso de morir lleva al ser humano a una profunda reflexión y una necesidad de
reencontrarse consigo mismo y con los demás. En esta etapa de la vida es necesario una visión
profesional que integre nuestra dimensión espiritual, así como actitudes, modelos,
herramientas que permitan acompañar en este proceso a la persona enferma y a su familia.
Las personas que sufren enfermedades incurables progresivas tienen necesidades físicas,
psicológicas, sociales y espirituales que deben ser atendidas para mejorar la calidad de vida,
evitar el sufrimiento y enfrentar los últimos días. Pese a que la medicina paliativa ha aportado
mucho en satisfacer estas necesidades, sin embargo el aspecto espiritual es el que ha sido más
relegado, por las dificultades en abordarlo y no saber qué respuesta dar.
Para las personas que cruzan la última etapa de la vida, la espiritualidad está relacionada con la
necesidad de perdón, reconciliación y afirmación de valores que le dan una mejor calidad de
vida. La espiritualidad es la parte que más demandan los pacientes en sus últimos días de su
vida.
CAPITULO 1
Lo más importante:
Lo que aprendí:
El concepto de persona ha sido discutido y analizado a lo largo de los tiempos y, pese a ello,
aún sigue siendo necesario seguir discutiendo el concepto de persona para no simplificar el
cuidado a las personas o tomar a la ligera el cuidado.
Hay que saber que la persona es un ser único, complejo, dinámico en relación. La persona
establece lazos, relaciones que van en tres ejes:
Consigo misma
Con los demás
Con el otro (Dios o el universo)
La persona tiene racionalidad, individualidad, libertad y Dios tiene una participación en la vida de la
persona.
Tratar mal a una persona sería darle un trato impersonal, indiferente, de deprecio a su condición.
Tratar mal a una persona no sólo infringirle un daño físico, sino también olvidar su condición única,
original y social.
Edad Moderna El rasgo esencial es que la persona piensa, tiene voluntad libre.
La persona tiene voluntad conciencia, gestiona conflictos, sabe lo que es correcto para ella y para cualquier
otra persona.
En la persona hay una razón práctica. La persona dispone de la libertad de un ser racional, es una
personalidad moral y establece leyes morales.
Esas reflexiones nos muestran la valía de la persona, lo importante que es cada ser humano y el
respeto y cuidado que debe dársela. Toda persona es digna. La dignidad puede ser reconocida
o desconsiderada, pero no se otorga ni se quita a nadie. El rasgo característico de toda persona
es la dignidad que le viene dada por su libertad. Lo esencial de la persona es la dignidad, es la
libertad o autonomía. Ejercer la autonomía es un deber que le corresponde a cada persona.
Toda persona es valiosa en sí misma.
Toda persona tiene valor, dignidad, que es un valor absoluto e intrínseco. Nadie puede quitarnos
u otorgarnos la dignidad. Simplemente ya somos dignos. La dignidad no tiene, precio solo las
cosas. Las personas no pueden perder su dignidad, no se las puede cosificar porque se la
denigra. Su dignidad es su esencia.
La persona necesita ser autónoma, ya que toda condición personal, tiene que ver con nuestra
constitución moral autónoma. Por eso debemos ser nosotros mismos actuar de forma libre. La
libertad es la esencia de la moralidad. La libertad es la esencia de toda moralidad. La obligación
moral de toda persona es constituirse como persona digna merecedora de la oportunidad de
realizar lo humano. Significa seguir las direcciones que uno se ha dado, tomando en cuenta lo
que es correcto, no lo que uno cree que es correcto. No es solo que la persona nace. Cada
persona debe forjarse de manera autónoma. Es la autonomía lo que los convierte en personas
en sentido estricto. La autonomía es el fundamento de la dignidad.
Toda persona tiene dignidad que es un valor absoluto e intrínseco, lo que la convierte en fuente
de respeto y de cuidado. Nadie puede quitarnos la dignidad, ni nadie nos la otorga, simplemente
ya somos dignos.
Toda persona tiene derecho a ser libre y el deber de auto determinarse realizando la humanidad.
La humanidad es un valor a desarrollar, mediante nuestras acciones en nuestra persona. Hay
que ejercer nuestra dignidad y en otros respetarla. No solo que la persona nace. La valía moral
está en forjarla autónomamente. Es la autonomía la que nos convierte en personas, en sentido
estricto. El valor moral radica en la autonomía.
El maltrato a nosotros mismos nos rebaja a nosotros mismos la dignidad. El hecho de carecer de
racionalidad o de un cierto grado de ella no supone poder ser tratado con desprecio. Nuestro
trato a los demás debe regirse siempre por el respeto que merece la humanidad. Tenemos los
ejemplos de los esclavos, los judíos que sufrieron exclusión y de diferencia. Ellos fueron privados
del respeto y la dignidad que merecen. Se les negó su condición de personas.
Mantener el respeto por la persona supone recuperar la capacidad de razón práctica, de buscar
una noción de sentido. Esto nos lleva a distinguir la calidad de la dignidad. La dignidad intrínseca
a toda persona exige tener presente la vulnerabilidad y la falibilidad personal.
Es por ello que tenemos como deber respetar cada condición personal y acompañarla para
aumentarla en los que no la tienen todavía ,como es el caso de los niños; hay que mantenerla
en el caso de aquellos enfermos que la tienen dañada y no rebajarla bajo mínimo en los que la
han perdido del todo.
Lo que me impactó:
El maltrato a nosotros mismos nos rebaja a nosotros mismos la dignidad. El hecho de carecer de
racionalidad o de un cierto grado de ella no supone poder ser tratado con desprecio.
Nuestro trato a los demás debe regirse siempre por el respeto que merece la humanidad.
Tenemos los ejemplos de los esclavos, los judíos que sufrieron exclusión y de diferencia. Ellos
fueron privados del respeto y la dignidad que merecen. Se les negó su condición de personas.
Conclusiones:
El rasgo más característico de la persona es su dignidad que le viene dada por su autonomía o
libertad. Toda persona debe ejercer su autonomía. La autonomía es el fundamento de la
dignidad. Es la autonomía la que nos convierte en personas, en sentido estricto. El valor moral
radica en la autonomía.
La dignidad intrínseca a toda persona exige tener presente la vulnerabilidad y la falibilidad
personal.
CAPÌTULO 2
Lo más importante:
Lo que aprendí:
Si la persona es vulnerable, es difícil saber cómo ayudarla frente a la muerte, más hay varias
actitudes constructivas para enfrentar el dolor.
La no identificación cuando nos resistimos forzosamente llegamos a creer que somos aquello que
nos está ocurriendo
Frase:
“No nos ocurre a nosotros, sino La no identificación en tanto implica que cuando nos resistimos forzosamente
dentro de nosotros” llegamos a creer que somos aquello que nos está ocurriendo. Cuando eso se
da, perdemos la capacidad de ver la realidad.
La identificación con el dolor nos anula, nos deja inermes, sin defensas, ni
física ni moral. Por eso es necesario la no-identificación.
Como es nuestro compañero de viaje, debemos aprender a afrontarlo, debemos aceptar nuestra
realidad, rendirnos a lo que es. La rendición nos conecta con la verdad. La rendición no tiene
nada que ver con la indiferencia, la resignación o claudicación, sino con reconocer lo que hay en
ese momento. Mientras más ubicada este la persona, surgirá en ella la acción adecuada al
momento.
El dolor y sufrimiento van de la mano. Primero surge el dolor y si ponemos resistencia, negamos
el dolor, añadimos alguna historia mental en torno a lo ocurrido, surge el sufrimiento tóxico que
reduce y envenena a la persona.
Cuando resistimos o añadimos un pensamiento al hecho doloroso, esto quiere decir que nos
hemos identificado con él. El pensamiento que surge siempre será: “Si yo soy mi cuerpo y si mi
cuerpo es afectado, yo estoy en peligro; si yo soy mi imagen, y mi imagen es dañada por una
calumnia, sentiré que me desvanezco”.
Solo una consciencia de nuestra verdadera identidad nos mantendrá a salvo de esos
comportamientos reactivos. Hay que evitar resistir o identificarse. Debemos decir:
Solo esta actitud nos libera de la trampa que convierte el dolor en sufrimiento. Esta actitud nos
hace ser conscientes del dolor. Notamos el dolor, la pena, le permitimos que duela, pero
aprendemos mirar el dolor como un objeto y asimilamos que no somos nosotros. Vivimos en
conexión constante con quienes somos en realidad y le ponemos amor y cuidado.
Hay que recordar que el dolor es inevitable, pero el sufrimiento es opcional, el mismo que es
provocado por nuestra mente. Si retiramos la resistencia y cualquier historia mental, el
sufrimiento desaparece.
Por un lado, nos humaniza, al reconciliarnos con nuestra fragilidad y vulnerabilidad, nos
ablanda y genera sentimientos de bondad, compasión hacia nosotros mismos y hacia
los demás. Solo dejamos ver nuestro corazón.
En un nivel más profundo, permite una oportunidad para la transformación de nuestra
consciencia. Nos transforma en aquello que siempre habíamos sido. Gracias a al dolor
podemos nacer y vivir nuestra verdadera identidad.
Finalmente podemos decir, que al aceptar el dolor creamos un espacio a su alrededor que nos
permite observarlo en la distancia y empezamos a percibir que no somos nosotros, percibimos
que tenemos una sensación dolorosa, pero no somos esa sensación dolorosa en sí.
Lo que me impactó:
El dolor y sufrimiento van de la mano. Primero surge el dolor, y si ponemos resistencia, negamos
el dolor, añadimos alguna historia mental en torno a lo ocurrido, surge el sufrimiento tóxico que
reduce y envenena a la persona.
Conclusión:
El dolor y sufrimiento van de la mano. Primero surge el dolor y si ponemos resistencia, negamos
el dolor, añadimos alguna historia mental en torno a lo ocurrido, surge el sufrimiento tóxico que
reduce y envenena a la persona.
Hay que recordar que el dolor es inevitable, pero el sufrimiento es opcional, el mismo que es
provocado por nuestra mente. Si retiramos la resistencia y cualquier historia mental, el
sufrimiento desaparece.