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José Luis Briones

Emprender, la Roja y el paro


Reflexiones para avanzar en la solución
Índice

la roja y el espíritu emprendedor 4

los paradigmas que crean el paro 13

microfranquicias 17

la nueva dimensión de emprender 21

más pasión y menos gestión 26

¡tecnología sí!... pero después 31


Emprender, la Roja y el paro

Lo que tiene ante usted es el compendio de dos series de artículos de tremendo éxito,
publicadas en su día en las revistas Ejecutivos y Extremadura Empresas; dos series que con
el título “La Roja y el espíritu emprendedor” y “La lucha contra el paro”, respectivamente,
recibieron hasta 20000 visitantes por artículo, y que tenían por objeto presentar reflexiones
sobre las posibles soluciones que en tiempos como los que vivimos, se hacen más
necesarias que nunca.

Es precisamente porque son necesarias por lo que consideramos oportuno refrescar la


memoria de nuestros lectores, ofreciéndoles el presente recopilatorio, insistiendo en que
no es la forma de cambiar las cosas la que produce el cambio, sino la actitud y el espíritu
los que originan dicho cambio, y más aún, los que lo convierten en una realidad, y ésto,
en una época en la que hablar de innovación es sinónimo de tecnología, es más que
conveniente recordarlo, pues la innovación no sólo es la cantidad de bits que soporta
una determinada circuitería, sino el ingenio que ha hecho dicha mejora posible.

En una época de máquinas, impulsos de luz y realidades cibernéticas, es más necesario


que nunca el recordar que todo ello es posible gracias a la mente, al espíritu de lucha
y superación, al contínuo desafío intelectual, económico y social que supone intentar
cambiar el mundo.

Es más necesario que nunca recordar, que toda nuestra civilización, está construída por
la valentía y la tenacidad de los emprendedores.

Gorka Fernández
Alquimia Emprendedora

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info@alquimiaemprendedora.es

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La roja y el espíritu emprendedor
Sin duda alguna es una oportunidad de oro, porque la reflexión no se refiere a algo,
o alguien, o a experiencia externa a nosotros, sino que nos afecta directamente, muy
directamente especialmente porque esta victoria de nuestra selección nacional nos llega
al corazón.
¿Qué podemos aprender directamente de este triunfo?, es más: ¿qué enseñanzas
podemos tener para salir de la situación de crisis que vivimos?

Comparto con ustedes algunas ideas, no desde la interpretación intelectual, sino desde el
análisis de las experiencias que he vivido, visto y sentido con motivo de este nuevo triunfo
de nuestro futbol nacional.

1) Sentido de pertenencia: el triunfo de la selección nacional no ha sido solamente “su


triunfo”, ha sido “nuestro triunfo”, y esto se ha manifestado de mil formas diferentes,
desde el lenguaje – “hemos ganado”, “hemos jugado”, “somos los mejores”, etc. – hasta
el comportamiento expresado en la exposición eufórica y pública de símbolos, sean
camisetas, banderas, y mil cosas mas.

Nos hemos sentido parte, hemos dejado de ser espectadores. El esfuerzo de los jugadores
era nuestro esfuerzo, sus errores los vivíamos como nuestros, sus triunfos también… bueno…
vale… quizás más, pero esto no cambia el mensaje.
´
Lo importante es que nos hemos sentidos tan orgullosos del triunfo, como los propios
miembros del equipo.

¿Qué pasaría si este sentimiento de orgullo por “pertenecer a…” se sintiese exactamente
igual si lo extrapolamos a nuestra empresa, a nuestro trabajo, a nuestro proyecto
emprendedor, ¿qué pasaría si al diseñar nuestros planes de empresa se considerase un
apartado en el que se estableciese como objetivo conseguir este nivel de involucración
en nuestro personal, en nuestros socios, en nuestros proveedores, en nuestros clientes?

¿Qué pasaría si cada triunfo de nuestros emprendedores fuese un triunfo de todos?

¿Utopía?, ¿por qué es posible en el juego del futbol y no en la vida corriente?, es más:
¿no afrontaríamos la actual crisis con más voluntad de triunfo si todos los españoles
convirtiésemos el salir de la misma como un desafío común y con el mismo entusiasmo y
compromiso que hemos sentido en relación al triunfo de la Roja?

El problema está en nuestras mentes. No solo es posible, es que ya es real en muchas


experiencias emprendedoras.

He vivido este entusiasmo y este compromiso en muchas de las empresas franquiciadoras


de micro emprendimientos, la mayoría integradas en el canal de distribución de la
venta directa (por ejemplo: Mary Kay, Action Care, o más recientemente en España la
distribuidora de cafés Organo Gold), para sorpresa de los observadores que solo pueden
explicar este compromiso “relacionado con el trabajo” desde la interpretación de “lavado
de cerebro”, o “son una secta”, simplemente porque los componentes de estas redes de
micro franquiciados defienden su color con la misma pasión que los españoles hemos
defendido el nuestro en esta Copa de Europa.

Pero es que no solo son estas empresas las que generan este comportamiento. Analice
el compromiso de los usuarios de Apple con su marca, o los trabajadores de Google con

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su empresa y empezará a comprender una de sus variables fundamentales para haber
alcanzado el posicionamiento que hoy tienen.

Están comprometidos porque se sienten parte de algo que les hace sentirse reconocidos,
porque están comprometidos con símbolos que representan valores con los que se sienten
identificados, porque en definitiva estas marcas – ya sea la Roja, o la empresa de turno
– les demuestran que es posible ganar, que es posible el triunfo, que es posible convertir
cada día de nuestras vidas en un desafío permanente.

Y por esto se sienten orgullosos de pertenecer. Cómo deberían sentirse nuestros


emprendedores si comprendiesen que su proyecto empresarial supera en mucho el
tradicional concepto economicista, que crear empresas hoy es mucho mas que crear
riqueza, que por encima de esto, una nueva empresa, es un nuevo desafío que como tal
contribuye a un mundo en el que vivir es convertir cada día en una nueva oportunidad.

Si nuestros emprendedores tomasen conciencia de cual es su papel dinamizador de la


sociedad, con seguridad no solo habría más, porque tendrían una razón fundamental
y motivante para emprender, sino que tendrían mas fuerza para superar los obstáculos
que todo nuevo proceso conlleva. Y este sentido es el que cohesiona, integra y aporta el
necesario, hoy mas que nunca, orgullo de pertenencia.

2) Calidad humana: me encantaba escuchar los comentarios de diferentes tertulianos


en relación a la calidad humana de los miembros del equipo de la selección nacional.
Destacaban estos, como nadie de sus miembros sobresalía sobre los demás, como
nadie se apropiaba de ningún triunfo, como todos en el campo del juego eran una piña
comprometida en un objetivo común: ganar la copa de Europa.

Considero fundamental reflexionar sobre este punto, especialmente si tenemos en cuenta


de que el triunfo de nuestro equipo no ha sido solo porque saben jugar (lo que es vital) sino
porque además son personas plenas, comprometidos con valores y coherentes con ellos.

Todavía vivimos el paradigma de la época industrial, todavía pese a que esté dando sus
últimos coletazos. Hasta ahora –y más cuando analizamos el juego de muchos futbolistas–
la técnica tiene un peso, un posicionamiento prioritario a la hora de definir las variables
que hacen ganar a los equipos… pero de pronto descubrimos que junto a la técnica hay
otro factor determinante: la calidad humana.

Tan determinante que posiblemente sea “el elemento”, utilizando la terminología del
autor Ken Robinson, aunque él lo enfoque mas en relación a la creatividad. En definitiva
la técnica no deja de ser solo la entrada al espectáculo, sin ella ni siquiera estás, lo que
significa que quien no la tenga no participa. Lo que nos hace ganar hoy es la calidad
humana, sumando – insisto para que no haya dudas – a la calidad técnica.

¿Qué pasa con nuestros emprendedores?, la respuesta puede usted tenerla si analiza los
programas de dinamización de la cultura emprendedora, si profundiza en los programas
de formación de emprendedores y si interpreta las subvenciones que se dan para fomentar
el I+D en nuestras empresas. Pura técnica, se llame como se llame.

Y debo insistir: la técnica es precisa, la calidad tecnológica es imprescindible, pero por si


sola no solo no nos va a sacar de la crisis, además de que no va a existir relación entre el
esfuerzo económico, el emocional, y los resultados.

Si no añadimos la calidad humana, el compromiso de los individuos con el máximo

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desarrollo de su potencial, el sentimiento de que las personas no solo tenemos necesidades
físicas, no solo tenemos coeficientes de inteligencia, no solo tenemos emociones, sino que
además tenemos un alma que intenta dar sentido a cada acción y compromiso que
tomamos, no existirá y en consecuencia no podremos ganar a quien haya sido capaz de
crear SINERGIAS entre sus capacidades innovadoras y su voluntad de dar lo mejor de si
mismo.

Suena fatal, lo sé… pero cada día estoy más convencido de que la calidad humana
es una de las principales ventajas competitivas que podemos fomentar entre nuestros
emprendedores y pymes. Sencillamente porque lo otro –la técnica– está al alcance de
todo el mundo, tarde o temprano, que sea mínimamente profesional.

3) Sentido: Y este es el factor que cohesiona este concepto…. la razón del porque nos
implicamos.

Comentaban los tertulianos como en el campo del juego se habían superado los diferentes
enfrentamientos que habían existido entre jugadores de la selección nacional, que
pertenecían a quipos altamente competitivos, como son el Real Madrid y el Barcelona.

¿Qué pasaba para que en el campo de juego todos estos enfrentamientos, todos los
rechazos anteriores no solo pareciesen olvidados, sino que la integración de todos los
componentes del equipo era evidente?

Sencillamente que tenían en común una misión superior: la de ganar la Copa de Europa.
Lo que nos lleva a la conclusión de que cuando existe un objetivo transcendente, que
todos asumen, las diferencias y barreras del corto plazo quedan superadas.

Es la gran batalla que como dinamizador de la cultura emprendedora llevo asumiendo


hace años. Batalla en la que he tenido que enfrentarme al escepticismo, e incluso rechazo
–a veces violento– no solo con emprendedores, sino con personas implicadas en el
desarrollo de la cultura emprendedora. Y aunque no sirva de consuelo, no solo en España.

Y es que con frecuencia confundimos “nuestras motivaciones personales” con las del
emprendedor. Nosotros que tenemos un trabajo fundamentalmente para que nos financie
nuestra “vida”, la que tenemos fuera del trabajo, nos resulta difícil entender que haya
personas para las que el trabajo es “su vida”.

Muchas veces me pregunto como habrían atendido muchos profesionales vinculados a


instituciones comprometidas con el desarrollo de la cultura emprendedora, o entidades
financieras, si hubiesen tenido la oportunidad de tener frente a ellos y en busca de su
asesoramiento a emprendedores de estas características:

I) Emprendedor: Quiero crear una empresa textil que integre todo el proceso, desde el
diseño a la distribución.

Técnico: ¿Tiene usted experiencia?


E: No.

T: ¿Tiene dinero?
E: No.

T: ¿Tiene un plan?
E: No

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II) T: ¿Cuál es su objetivo?
E: Competir con IBM.

T: ¿Qué edad tiene?


E: 17 años.

T: ¿Tiene dinero?
E: No.

III) E (son dos): Queremos crear una empresa que integre toda la cultura y datos de la
historia, que además sea diferente a lo que hay y que contribuya a cambiar el mundo.

T: Esta muy bien… ¿pero cómo van a ganar dinero?


E: No lo sabemos.

IV) E (esta vez es una mujer): Mi marido me ha abandonado, tengo dos hijas, he fracasado
hasta ahora en todos los negocios en que me he metido, no tengo dinero y lo que quiero
es hacer algo que contribuya a que el mundo sea mejor.

T: ¿Tiene un plan?
E: No.

V) E: Quiero crear una cadena de cafeterías a nivel mundial.

T: Estupendo… ¿Cuándo dinero precisa?


E: 250 millones de dólares.

T: ¿Tiene dinero?
E: No.

T: ¿Tiene avales?
E: No

El primer caso es nuestro Amancio Ortega, creador de ZARA, lo siguientes son sucesivamente:
Michael Dell, de DELL Computers, Sergey Brin y Larry Page de GOOGLE, Anita Roddick de
THE BODY SHOP y Howard Schultz de STARBUSCKS. Pero podría citar decenas de ejemplos
mas, la mayoría no tan significativos, pero de no menos importancia a nivel de compromiso.

¿Qué es lo que hacia que estos emprendedores siguiesen adelante cuando nadie creía
en ellos?, ¿qué es lo que les impulsaba?, ¿qué es lo que les daba fuerzas para superar la
incertidumbre e incluso el miedo?

Lo mismo, exactamente lo mismo que a lo integrantes de nuestro equipo La Roja: una


meta que era superior a los razonamientos, a la lógica imperante, a lo que “debe ser”. Una
misión que tiraba de ellos…. GANAR.

Pero ustedes me dirán que esta es la misión que tiene cada emprendedor, ¿qué sentido
tendría si no crear su empresa?, pero no es así exactamente. Estos emprendedores tienen
una forma diferente de entender lo que significa GANAR.

En los ejemplos que he citado, y muchos otros – no son estos la excepción - su meta es sentir
que su proyecto aporta, contribuye a un mundo diferente, cada caso tiene su propia visión,

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pero en sus raíces existe un punto común: quiero sentir que contribuyo a un mundo mejor.
Para todos estos el beneficio, el justo y merecido – y además imprescindible – beneficio
económico es consecuencia del valor que aportan con su proyecto a la sociedad, es la
consecuencia… no el fin.

Esto no quiere decir que no valoren el beneficio económico, sino que no es este su
principal motivante. ¿Alguien se atrevería afirmar que los integrantes de nuestra Selección
no habrían salido a GANAR si no hubieran tenido una recompensa económica?, y si vale
para ellos ¿Por qué no vale para un emprendedor?

El que nosotros no lo haríamos, no significa que no existan personas que si lo hacen, y si no


observen cuantas personas hay a su alrededor que asumen compromisos, muchas veces
profesionales sin considerar los beneficios económicos. Es más: muchos de los proyectos
empresariales de los que nos estamos beneficiando existen sin que el tener ingresos fuese
el objetivo de sus creadores.

¿Quieren ejemplos?, hay miles. Me quedo solo con uno: Tim Berners-Lee, el creador de
la Web. Nunca ha percibido ningún ingreso por esa aportación tan importante a nuestro
desarrollo.

¿Estoy insinuando con esto que los emprendedores no deben percibir beneficios
económicos por sus creaciones?, en absoluto. Repito: en absoluto.

Lo que si estoy insinuando es que el que usted, o yo, no pensemos así, ni posiblemente
queramos hacerlo, no implica que no haya personas para las que el beneficio económico
es totalmente secundario.

Quiero aclarar, porque es de justicia, que conozco muchos técnicos – con los que he
tenido el privilegio de trabajar frecuentemente – de instituciones oficiales, que no solo son
en muchas ocasiones mas emprendedores que los que les piden consulta, sino que tienen
una idea clara de que los mejores proyectos innovadores son los disruptivos y que estos,
habitualmente son los que no se plantean las cuestiones que hacen del mismo algo lógico
y controlable. Por suerte para todos, la cultura emprendedora ya no es solo exclusiva de
los emprendedores.

Es más: existe una enorme paradoja. Sin duda puedo afirmar que no hay relación entre
los compromisos de estos profesionales y sus retribuciones. Tenemos aquí entonces un
testimonio de que no solo es el dinero lo que mueve al mundo.

La paradoja es que he podido comprobar que en muchas ocasiones estos mismos


profesionales no son conscientes de su compromiso y de su valor.

Pero volviendo al tema y para finalizar esta primera parte de la reflexión sobre la Roja,
lo que planteo es que cuando hay un objetivo que supera lo inmediato, cuando hay
una meta que nos transciende, cuando hay una misión con la que nos comprometemos
todos y cuando hay un “sentido” a lo que hacemos, entonces no solo damos lo mejor de
nosotros, sino que creamos en nuestro entorno un compromiso con valores comunes y, en
consecuencia, generamos la SINERGIA imprescindible para ganar en un mundo caótico,
sin rumbo y en plena crisis.

Resumiendo esta primera parte, ¿Qué podemos aprender de la Roja?

En primer lugar que debemos crear empresas que generen en todos sus integrantes

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(personal, proveedores y clientes) un profundo sentido de pertenencia. Se hace ya
imprescindible superar la reduccionista barrera de que lo que pesa en toda relación
comercial son los intereses de cada una de las partes. Sin reducir la importancia de estos,
debemos tomar conciencia de que está surgiendo un nuevo paradigma: que el factor
CONFIANZA es determinante a la hora de establecer una relación comercial y que para
esto es preciso que los justos intereses de cada parte se integren en una sincera filosofía
GANAR/GANAR.

Es entonces, cuando cada parte pueda comprobar que sus propios intereses tienen la
misma importancia para los intereses de la otra parte, cuando se puede crear una relación
de confianza, base fundamental para sentirme integrado en un proyecto común.

Que en el momento que vivimos centrar la estrategia en la calidad del producto, o en


la técnica, o en el servicio es firmar el certificado de defunción. Todo esto no es más que
la cuota de entrada para existir como empresa, porque cualquier competidor que sea
mínimamente profesional puede alcanzar nuestro mismo nivel de calidad… igual para
con la innovación.

La única ventaja competitiva sostenible es la calidad humana, porque lo único que no se


pude reproducir es a la persona.

Si queremos dar lo máximo de cada uno, tenemos que establecernos metas que nos
transciendan y tiren de nosotros. Si nuestro objetivo es sobrevivir, siempre estaremos
sobreviviendo. Si nuestro objetivo es una meta económica, nuestro esfuerzo se limitará al
volumen de la misma, pues hay una relación entre esfuerzo y objetivo.

Se hace imprescindible crear empresas que vayan mas allá de los balances de fin de mes,
que se establezcan metas que exijan lo mejor de cada persona y, especialmente, que
den sentido al esfuerzo, sacrificio y compromiso que les estamos pidiendo. Y ninguna meta
económica justifica nada de esto.

Anteriormente destacaba tres aportaciones claves que podemos extraer del triunfo de
nuestra selección nacional en la última Copa de Europa.

Éstas eran:
1. El haber conseguido que todos los españoles nos sintiésemos parte del triunfo. Este
espíritu de pertenencia, este sentimiento de formar parte de algo más grande que uno
mismo, sin dejar de ser este “uno mismo”, es una de las claves para el desarrollo del espíritu
emprendedor.

2. Haber demostrado que la calidad humana es el factor clave para ser competitivo. No
significa esto que la técnica no sea importante, significa que la técnica acompañada de
calidad humana crean un componente decisivo para el éxito.

3. Incorporar a las razones “más humanas”, como puede ser el prestigio, o el beneficio
económico, otras que den sentido a nuestro esfuerzo, que “tiren” de nosotros y que
justifiquen nuestra lucha, era el tercer factor que ha aportado este triunfo y que considero
vital para el desarrollo de nuestras capacidades competitivas.
Añado a estos factores otros tres que en conjunto crean un sistema que si fuésemos capaces
de incorporarlo a los programas de dinamización de emprendedores y su formación,
tengo la más absoluta seguridad de que esta sería una importante y clave aportación a
la actual crisis que estamos viviendo.
4. Espíritu competitivo: La diferencia entre el espíritu competitivo de nuestra Roja y el que

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solemos vivir en la sociedad, es que el primero es “a pesar de”, pero no “en contra de”. Es
decir: ciertamente hay un ganador y hay perdedores, y esto es parte de la propia vida,
la diferencia es que hasta los propios perdedores han crecido en la competición. Es más:
mucho de los integrantes de la selección competirán entre si cuando se incorporen a sus
propios equipos.

¿Qué nos han aportado este sentido?, que este espíritu competitivo es básico y fundamental
para hacer que cualquier proyecto salga adelante. Sin embargo ¿somos competitivos en
nuestra vida, llamémosla “normal”?

Creo sinceramente que en nuestro país hemos perdido este espíritu. Ciertamente “haberlos
haylos”, pero incluso cuando vemos a una persona altamente competitiva ni siquiera nos
genera simpatía. Ciertamente aceptamos este espíritu en La Roja, ciertamente lo sufrimos
en relación al poder financiero depredador, asumiendo que este ni siquiera tiene alma y
sin ser conscientes del daño que nos hacemos, extrapolamos esta misma visión a nuestra
vida cotidiana renunciando a serlo, lo que lleva como consecuencia una actitud pasiva
de observador.

¿Somos los españoles competitivos?, ¿somos conscientes de que este espíritu forma parte
del ADN del ser humano, que nacemos con él y que a lo largo de nuestro crecimiento
físico, vamos poco a poco si no anulándolo, si ocultándolo?

Necesitamos recuperar este espíritu, es preciso – ya imprescindible – sentir que no hay razón
alguna para conformarnos con lo que tenemos, que la ambición es sana, imprescindible
para exigirnos más a nosotros mismos, antes de empezar a exigírselo a los demás.

Ambición, deseos de ganar, soñar en grande…. para ser los campeones de Europa y
del Mundo, pero especialmente para hacer de nuestra vida un desafío permanente que
nos lleve a nuevos territorios. Competir no es destruir, incluso diría que competir es todo lo
contrario: construir, porque en un maravilloso proceso dialéctico, cada victoria nos exige
una nueva meta.

Y esta es clave: ¿somos conscientes de que la actual crisis, pese a no quererla, nos va a
aportar una enorme oportunidad puesto que va a dejar un vacío que hay que llenar?,
¿con que vamos a sustituir el modelo de producción basado en la construcción?, ¿somos
conscientes de que si no lo llenamos nosotros, lo harán otros?

¿A que esperamos?, ¿seguiremos culpando, maldiciendo, angustiándonos ante un


presente terrorífico?, ¿o saldremos a competir, llenos de ambición, porque cuando todo
se pierde, todo está por hacer?

Recuperemos nuestro espíritu competitivo. Todo está por hacer.

Ya no es suficiente con ser el más barato, el fabricante del mejor producto, o incluso el
único. Si no tenemos un espíritu competitivo que nos cuestione permanentemente adonde
hemos llegado y el porqué, alguien lo hará y nos ganará.

Igual nos pasa como nación. Podremos seguir toda la vida lamentando lo que podría
haber sido, podremos seguir maldiciendo a los que no supieron hacerlo, e incluso podremos
seguir dándonos latigazos por haber votado a los que no lo están haciendo tan bien como
creemos, pero si no espabilamos, sino sacamos de nosotros ese espíritu dormido y si no
somos capaces de visualizar un ambicioso horizonte, alguien llenará ese vacío que toda
crisis produce.

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Y ese “alguien” puede venir de cualquier sitio. De esos “chinitos” a los que nos encantaba
enseñar a fabricar zapatos y que hoy nos están desplazando, o de esos “negritos”, héroes
de nuestro tiempo, que llenos de ambición han cruzado andando desiertos para aprender
a vivir como veían en las televisiones de sus aldeas . Ellos si que son competitivos, entre
otras razones porque no tenían nada.
Las mismas razones que empezamos a tener nosotros para serlo.

5. No hay que jugar, para ganar: Todos hemos sido parte del triunfo, y todos – hasta el
más oculto de nuestros ciudadanos – hemos contribuido al triunfo de nuestra Roja. Por esto
es nuestro triunfo.

Dejemos ya de ser observadores de nuestra propia vida, todos, desde cualquier posición,
podemos contribuir a que nuestros emprendedores ganen, con nuestro aliento, con
nuestra solidaridad, con nuestro apoyo. Crear emprendedores no es solo una cuestión de
las instituciones oficiales, es una labor de todos.

Reconociendo públicamente sus triunfos, admirando su esfuerzo, valorando su aportación


a la sociedad. Tenemos que dejar de ser espectadores, tenemos que dejar de ver a los
emprendedores como “jóvenes inquietos y majos”, y tomar conciencia de que el futuro
de nuestro país está en sus manos. Así como suena.

Su futuro, el de Usted y el mío. Porque son los emprendedores quienes construyen los países.
Pero esto debe dejar de ser ya una expresión bonita que no nos implica en nada.

La Roja ganó, entre otras razones, porque sentían el apoyo de la sociedad, porque sentía
la implicación del ciudadano en sus compromisos, porque realmente estos eran comunes
a todos los implicados: GANAR.

Nadie se planteaba las motivaciones de los jugadores, nadie suponía oscuros objetivos,
nadie veía en cada miembro de la selección nacional un oscuro ambicioso dispuesto a
ganar sin considerar valores y principios. Igual deberíamos ver a nuestros emprendedores,
deberíamos incentivar la ambición, el deseo de superación. Deberíamos aceptar que
cada emprendedor es una persona y en consecuencia cada uno tiene sus propias
motivaciones, intereses y objetivos.

Todos validos, siempre que estén inspirados en valores y guiados por principios. Exactamente
igual que con los miembros del equipo de La Roja.

El ciudadano no puede seguir viviendo al margen del emprendedor, el ciudadano no puede


seguir siendo espectador de las políticas de dinamización de la cultura emprendedora,
el ciudadano debe ser parte de esta. Tenemos que tomar conciencia de la necesidad
de crear una sociedad emprendedora, un nuevo mundo en el que todos sus habitantes
recuperan sus raíces, las que nos llevan a crecer y crear.

Claro que no es preciso que todos creen empresas, pero si es necesario que todos formen
parte de esta nueva cultura. No hay que crear empresas para ser emprendedor, como no
hay que jugar al fútbol para sentir que eres una parte clave del proceso.

Sin duda alguna el estado del bienestar nos ha aportado mucho: tranquilidad, seguridad
y estabilidad. Pero junto a estos importantes valores, se ha producido un efecto no tan
positivo y que afecta directamente a nuestra capacidad emprendedora: nos hemos
convertido en espectadores de nuestra propia vida.

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Sencillamente estamos esperando a que sea el Estado quien actúe, delegando en
las instituciones, y en sus profesionales, una misión que es nuestra: crear una sociedad
emprendedora. No tenemos el derecho de exigirles esto, si nosotros no nos implicamos.
6. ¿Y ahora que?: Hay más empresas que mueren de éxito, que las que llegan a tener
esta posibilidad.
Cuando se estudian los casos más importantes de innovaciones disruptivas no deja de ser
sorprendente descubrir que Google (antes de ser una empresa) fue rechazado por los dos
líderes del sector: AltaVista y Yahoo, a los que los fundadores se dirigieron ofreciéndoles la
posibilidad de desarrollar el buscador. Propuesta rechazada por ambos por no “considerarla
comercial”.
Igual de sorprendente es descubrir que Steve Jobs y su socio, ofrecieron la posibilidad de
participar en el capital de Apple a las dos empresas líderes en ese momento: HP y Atari,
y que ambas rechazaron también la opción, por considerar el primer ordenador de esta
marca “un instrumento para aficionados a la electrónica”.

¿Cómo puede cegar tanto el éxito? Sin duda alguna el principal competidor de nuestra
Roja está dentro de la propia selección nacional y se llama: soberbia.

El éxito ciega, anula el espíritu competitivo y hasta anula el instinto ganador. Lo que ayer
funcionó debe seguir funcionando. Y esto está pasando en estos momentos en nuestro
país cuando nos referimos a la cultura emprendedora.

Nosotros en España estamos cegados por el aparente éxito que hemos vivido en la última
década del siglo pasado. Tanto nos deslumbró que todavía no hemos recuperado la visión
de la realidad.

Unos nos dicen que el desarrollo de la cultura emprendedora es una cuestión de legislar,
de regular y cuando leo y escucho esto no puedo dejar de preguntarme: ¿pero estos seres
donde viven? ¿Cómo se puede regular el espíritu?, ¿Cómo se puede incentivar a través
de leyes el deseo de superación, de hacer de la vida un desafío permanente a nuestras
posibilidades?
No tienen ni idea de lo que significa emprender.

Pero no es mejor en otros que entienden que incentivar la innovación es una cuestión de
ayudas y subvenciones. Más de lo mismo: unos nos ofrecen leyes…otros subvenciones.

Nadie nos habla de crear el caldo de cultivo preciso para que crezca y florezca el deseo
de hacer de nuestras vidas una permanente invención. La innovación es consecuencia
de un clima, de un ambiente, de una forma de ser y de vivir.

Y este es el problema: que esta forma de ser y de vivir esta muy cerca, habitualmente,
de lo que se suele llamar “antisistema” o “contracultura” y entiendo que ambos términos
inquieten y hasta desestabilicen a nuestros gobernantes, defensores del control y de la
lógica. Es decir: del orden imperante.

Es verdad que no son todos, por ejemplo a Bill Gates nadie se atrevería a considerarle
“antisistema”, pero si analizamos la vida de los emprendedores que mas han contribuido al
cambio del mundo, tomamos conciencia de que la mayoría de ellos estaban integrados
– en su momento de máximo esplendor innovador - en lo que podemos entender por
“contracultura”.

Me refiero a Steve Jobs, Sergey Brin y Larry Page, Anita Rodddick, Richard Branson, los

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fabricantes de helados Ben & Jerry y hasta me atrevería a afirmar – pese a que su perfil
es aparentemente muy distinto a estos – a Howard Schultz. Todos, absolutamente todos
formaban parte de una forma de pensar y de vivir que no es precisamente la que
experimentamos en nuestra sociedad conservadora.

Pero ¿Qué tiene que ver la contracultura con el espíritu emprendedor?, sencillamente que
al ser parte de esta forma de pensar y vivir, por definición cuestionas todo, rebates todo,
te niegas a seguir las pautas imperantes y, especialmente, te niegas a ser “lógico”.
Elementos fundamentales y básicos para crear innovaciones disruptivas. Y esta es nuestra
ceguera, producida por los años de esplendor que hemos vivido.
Queremos innovar, y si es una innovación radical mucho mejor, desde el pasado, desde la
experiencia, desde lo que entendemos “debe ser”, y lo más grave: queremos innovación….
pero no cambio.
Si queremos innovar deberemos asumir el riesgo de que el proceso se nos vaya de las
manos, si queremos innovar deberemos crear y fomentar un espíritu de ruptura, un
comportamiento revolucionario, un sentimiento de que lo que hay no me vale.

No vamos a crear una sociedad innovadora desde la lógica y el control. No vamos a crear
empresas innovadoras desde la normalidad. Solo vamos a poder innovar y competir desde
un espíritu de cambio permanente, desde la desestabilización total y desde el sentimiento
de que para crear, hay que arriesgar… y doy al término arriesgar un contenido que va
mucho más allá del económico.

Tenemos que crear una nueva sociedad. El espíritu de La Roja nos marca las variables que
deben definirla, ahora nos toca a nosotros, conscientes de que deberemos elegir entre la
miseria del presente o el riesgo de que se nos vaya de las manos….del futuro.

Pero ¿acaso ya no se nos ha ido de las manos el presente?, ¿entonces? … ¿Por qué
tenemos tanto miedo al futuro?
Es nuestra decisión. Es la hora de que “todos” seamos emprendedores.

Los paradigmas que crean el paro


Inicio con ésta, una serie de reflexiones enfocadas a aportar, desde mi más humilde
posición, salidas a la situación del paro que vivimos, desde una innovadora visión del
emprendimiento.
Serán reflexiones desde la realidad que vivo cada día, pero cuyo único condicionante
para interpretarla, no serán las limitaciones del presente, sino la visión del futuro que,
entiendo, todos deseamos contribuir a crear.
Albert Einstein afirmaba que no es posible salir de los problemas del presente, aplicando a
los mismos soluciones del pasado, o lo que es lo mismo: aplicando un pensamiento que es
el que ha generado la situación de la que queremos salir.

No he encontrado a nadie que no esté conforme con esta afirmación, sin embargo han
sido muy pocas las personas que actúan de forma coherente con lo que esta frase de
Einstein significa.
En consecuencia la salida de la situación conduce inevitablemente a otra de iguales
características, una vez superada la primera.

Probablemente los científicos de la economía afirmen que esto son los ciclos inevitables.
Quizás el problema sea esta palabra “inevitables”, ¿no será más bien que esta espiral de
salir para volver a entrar es más consecuencia de nuestra incapacidad para interpretar la
realidad, perdón: la nueva realidad, que la imposición de una ley económica?
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¿No será que de forma inconsciente nos negamos a asumir las consecuencias de otra ley:
la realidad que vivimos es la consecuencia de la forma de pensar que la ha creado?, lo
que, de ser así, inevitablemente nos lleva a la conclusión de que si cambiamos nuestra
forma de pensar, la consecuencia directa será el cambio de la realidad que estamos
viviendo.

Pero ¿Qué significa esto de cambiar la forma de pensar, como paso previo al cambio de
la realidad?, en otras palabras y para entrar ya directamente en el tema de este primer
artículo: ¿es suficiente con aplicar eficaces medidas que nos saquen de la crisis?Afirmo
que no. Afirmo que si queremos crear un nuevo modelo económico o (como dijo en su día
el Sr. Sarkozy) si queremos reinventar el capitalismo, no será suficiente aplicar las medidas
dictadas por Bruselas - que si bien es cierto nos permitirán mejorar el presente, no evitarán
que volvamos a entrar en un nuevo periodo critico en un numero determinado de años -,
deberemos cambiar radicalmente los esquemas mentales, no con los que interpretamos
las grandes leyes, sino incluso los que venimos utilizando en relación a las cosas de la vida
cotidiana.

Por ejemplo: hablamos de nuevo modelo económico, pero ¿cuáles son las consecuencias
de este?, ¿podemos pensar que una nueva forma de interpretar la economía y las
relaciones económicas no van a repercutir en la forma como vemos a la empresa?Es más:
si una nueva economía genera inevitablemente un nuevo modelo de empresa - a definir
- ¿podemos ignorar que este nuevo modelo implica una nueva escala de valores en las
personas que se integran en ellas?

Hace apenas unas semanas, tuve el privilegio de ser invitado por el Foro Nueva Economía
a la conferencia/almuerzo con el Presidente de la Junta de Extremadura, Sr. Monago.
En la mesa coincidieron conmigo, entre otras personas, un profesor de una importante
universidad madrileña y una alta directiva de una empresa de comunicaciones. En la
animada charla y de forma espontanea surgió el tema de los empresarios post-materialistas,
cuando me preguntaron que entendía por tales, dada la situación tan poco académica
en la que no era posible profundizar, me limite a afirmar que estos empresarios entienden
que sus beneficios económicos - merecidos y ganados - son la consecuencia directa del
valor que aportan a la sociedad con su oferta.

Sinceramente siento que si hubieran estado sentados sobre un pincho no habrían saltado
de su asiento con igual fuerza. Sus comentarios, reforzados con una potente ironía, se
centraban en que una empresa debe tener beneficios, que un empresario debe ganar
dinero y que ningún emprendedor crea una empresa por solidaridad social.
Fíjense ustedes amigos lectores que yo jamás dije que un empresario post materialista no
deba ganar dinero, lo que dije - y sigo afirmando - es que un empresario con este perfil
entiende que su principal objetivo como tal es aportar valor a la sociedad, y que esta
le premia adquiriendo sus productos, o servicios. Pero el paradigma de que el principal
objetivo de una empresa es ganar dinero, sin más consideraciones, lo tenían tan metido
dentro de su ADN mental, que sencillamente ni siquiera escucharon esto.

Y estamos hablando de una ejecutiva de una importante empresa de telefonía y de


un profesor de una universidad. No era de extrañar que una vez reafirmados en sus
planteamientos y ante el evidente hecho de que ambos pensaban igual, sencillamente
me marginaran de su conversación.
¿Qué significa esto?, que probablemente junto a las medidas - soluciones urgentes a corto
plazo - que se tomen, deberíamos empezar a plantearnos como pensamos en relación a
la situación que estamos viviendo, aprovechando la crisis, no solo para hacer limpieza de
tanta incompetencia como producen todas las épocas de bonanza, como la que hemos

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pasado recientemente, sino para construir las bases de una nueva sociedad.

Y no hacer esto si que seria la perdida de una gran oportunidad.


¿Como es la empresa que debemos crear a partir de donde estamos?, ¿cuáles deberán
ser los valores medurales que inspiren a los nuevos emprendedores?, ¿la definición del
Siglo XIX en relación a cual es el principal objetivo de una empresa, nos vale para el Siglo
XXI?, ¿sigue siendo valido que los factores de producción sean el trabajo, la tierra y el
capital únicamente?

Estos criterios: el beneficio económico como principal objetivo de una empresa y los tres
tradicionales factores de producción ¿son las bases adecuadas para el pensamiento
sobre el que se deben inspirar las empresas de nuestro Siglo?
¿Es posible reinventar la empresa, si no cambiamos nuestra forma de interpretar sus
objetivos?

Con seguridad usted se esta diciendo a si mismo, o a si misma, a lo largo de la lectura de


esta reflexión, y además de forma permanente: si, pero la empresa debe ganar dinero, ¿me
equivoco? Y de nuevo vuelvo a insistir: ¿hay en este documento alguna frase que niegue
esto?, este simple ejercicio es la demostración de hasta que forma estamos determinados
por nuestros paradigmas.

Porque fíjese: no estoy diciendo que el empresario debe ser tan generoso que ponga su
compromiso social, por delante de sus objetivos económicos, ni siquiera estoy afirmando
que estos deban ser consecuencia de una estrategia de responsabilidad social, lo que
estoy diciendo es que en la nueva economía el beneficio debe ser algo mas que la pura
dimensión económica.

Usted y yo precisamos el oxigeno para vivir. No solo precisamos este, también deseamos
que sea de la mejor calidad posible.
Pero ni usted, ni yo, vivimos para respirar oxigeno. Este es un recurso imprescindible para
vivir y además con la menor contaminación.
Igual pasa con el beneficio económico de las empresas: es imprescindible para vivir
y mientras más sea, mejor que mejor. Pero afirmar que este es el principal objetivo, en
una época en la que la capacidad innovadora de los individuos es su principal ventaja
competitiva, significa un autentico suicidio, puesto que la innovación es consecuencia
directa de los valores que inspiren el proyecto empresarial.

Y con sinceridad le digo: personalmente preferiría tener competidores en los que “ganar
dinero” fuese su principal objetivo, que tener que enfrentarme a competidores en los que
innovar y hacer de su vida un desafío fuese lo cotidiano.
A los primeros es relativamente fácil superar... pero a los segundos... ¿Cómo se puede
competir con proyectos que despiertan la pasión y que esta exige a sus protagonistas lo
mejor de si mismos?
¿Qué no tiene nada que ver una cosa con la otra?, ¿está seguro?
Permítame que comparta con Usted un ejercicio.

Mi principal objetivo al escribir este documento es ganar todo el dinero posible, ciertamente
voy a procurar que tenga la mejor calidad con objeto de que el editor quede contento con
el índice de lecturas y me contrate mas, pero a la hora de escribirlo - en estos momentos -
lo que realmente me motiva es el dinero que me estoy ganando.

Esta es una posible motivación para escribir este documento, totalmente valida, tanto
desde una dimensión ética, como profesional.

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Veamos ahora otra posibilidad.
Mi principal objetivo al escribir este documento es compartir con mis lectores una serie
de reflexiones que nos lleven a tomar medidas que no solo nos permitan salir de la actual
crisis, sino además y en paralelo crear las bases de un nuevo modelo de empresa en el
que las personas se sientan integradas, aportando lo mejor de ellas.

Entiendo que una medida para confirmar que este documento tiene valor es el número
de lectores que tenga y que debe existir una relación entre estos y el valor económico del
mismo. Es decir: mi retribución por escribirlo esta en relación directa al numero de lectores
que genere, y esto depende del significado de utilidad que estos den a su contenido.

Usted acaba de leer mis dos posibles motivaciones a la hora de justificar el tiempo que
estoy dedicando en compartir esta reflexión, ¿con cual se siente usted mejor?, ¿cuál le
acerca mas a mi?, ¿cuál refuerza mas el significado del contenido del documento?

Ciertamente aportación de valor y rentabilidad no son sinónimos opuestos, no solo no lo


son, es que crean sinergia. A mas valor, mas lectores y en consecuencia, mas rentabilidad.
Es decir: puedo hacer frente a mis compromisos económicos porque obtengo rentabilidad
a mi esfuerzo, pero mi motivación a la hora de escribirlo no era esta.

¿Qué pasaría si a la hora de formar a emprendedores y a la hora de diseñar su plan


de empresa, nos enfocásemos primero en preguntarnos si realmente la sociedad precisa
la oferta que estamos diseñando?, y siguiendo al gurú del marketing Robert Kawasaki
tuviésemos el coraje de preguntarnos ¿Qué pasaría si la empresa no existiese?
¿Nada?, ¿Qué sentido tiene crearla entonces?

Más todavía: ¿Realmente en pleno siglo XXI en el que innovar es clave, no ya solo para
crecer, sino para sobrevivir, podemos seguir pensando que los tres factores de producción
son el trabajo, la tierra y el capital?, ¿Dónde queda la conciencia? .... ¿podemos hacer
que estos tres factores se desarrollen sin innovación?, ¿es posible innovar sin conciencia,
sin vivir conscientemente?

¿Es posible innovar sin libertad?, ¿es posible detectar la oportunidad sin estar atentos a
nuestro entorno?, ¿podemos ser competitivos sin ser conscientes de como vivimos y el
mundo en el que queremos vivir?
Y ¿Qué relación tienen estas preguntas con la lucha contra el paro, titulo de esta serie
de artículos?, la simple pregunta define la realidad: estamos creando empresas con el
paradigma de la época industrial, estamos fomentando una cultura emprendedora para
el siglo XXI con los esquemas mentales del siglo XIX, y desde estos la conciencia, o el vivir
conscientemente, no tiene ninguna relación con la gestión de los recursos físicos, puesto
que esto de “la conciencia” es mas bien cosa de “místicos” que como todos sabemos
“están totalmente fuera de la realidad”, de aquí que la conciencia no sea un factor a
considerar y que cuando hablamos de inteligencia emocional, en lo mas profundo de
nuestras almas no estamos hablando de calidad humana, sino de manipulación.

Y con estos paradigmas no crearemos más empresas, y las que se crean no serán
competitivas, y en consecuencia cerraran. Más paro.
Por esto el primer paso para vencer al paro es que empecemos a fomentar la creación
de empresas enfocadas a lo más profundo de nuestras almas, empresas que nos inspiren,
que nos motiven, que nos impulsen a asumir nuestras vidas como un desafío permanente.

Se habla hoy mucho de la necesidad de fomentar el espíritu emprendedor, se habla


mucho de crear más empresas y que este es un paso previo para crear empleo. Pero a

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continuación de estas afirmaciones voluntaristas, lo que hacemos para que esto sea una
realidad es más de lo mismo: más subvenciones, nuevas leyes, más ayudas de cualquier
tipo.
Si, sin duda así crearemos más empresas. Pero no las que precisamos para crear una
sociedad solida enfocada al futuro, porque las empresas que crearemos serán iguales a
las que hoy ya existen.

Nos queda una esperanza: que en el proceso aparezca un Amancio Ortega, u otro Steve
Jobs. Pero esto es jugar a la lotería, y a base de lotería no se construye el futuro... se le
encuentra.

Microfranquicias
Uno de los temas recurrentes para todos los profesionales que estamos vinculados al
mundo del emprendimiento es que la principal barrera para crear una empresa es el
miedo al fracaso. Por otra parte cuando preguntamos a potenciales emprendedores por
qué no dan el paso a la creación de su idea de negocio, en una gran mayoría de casos
la razón fundamental -el miedo al fracaso está en su inconsciente, pero no es asumido
conscientemente por una gran mayoría- es la falta de dinero.

Es decir, las principales razones para frenar el desarrollo de la creación de empresas son
estas dos: el miedo al fracaso y la falta de recursos económicos.

Pues bien: la microfranquicia supera estas dos barreras, por lo que sin duda alguna su
desarrollo supone un paso de gigantes para la creación de empresas, y en consecuencia
la lucha contra el paro, en paralelo a otros beneficios muy importantes como explico en
esta reflexión.

La superación del miedo al fracaso se consigue al aplicar modelos de negocio y métodos


ya probados y contrastados. Además de contar con el apoyo de una empresa con
dimensiones mayores, y recursos.

Esto aporta al emprendedor la seguridad suficiente para superar esta barrera mental, pues
no se va a encontrar sólo en sus primeros pasos como empresario.

A este valor, un beneficio básico del sector de la franquicia, se añade otro ya propio de
las microfranquicias, que elimina la barrera del problema de la falta de capital. Me refiero
a la baja inversión precisa para poner en marcha el negocio.

Inversión que puede ser desde 0 euros, hasta no más de 30.000, dependiendo de las
características de la oferta y de las necesidades físicas que la distribución de esta exige.
Nos encontramos entonces con un modelo de eficacia demostrada para crear empresas,
contribuyendo en paralelo a forjar una cultura emprendedora, eliminando las barreras
tradicionales y que ya empieza a posicionarse fuertemente en España.

Basta para ello el ejemplo de ActionCare, una división de la empresa Alares, que surge en
el mercado con una inversión mínima, pero con el aval de una estructura experimentada,
de resultados demostrables y el apoyo de una importante infraestructura aportada por su
empresa matriz. Es decir: un negocio llave en mano, que puede perfectamente empezar
a dar resultados desde su primer día de funcionamiento.

Con un nacimiento en zonas de bajo desarrollo y como herramienta de lucha contra la


pobreza, surge con fuerza este nuevo modelo de negocio como alternativa a los parados
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que empiezan a perder la esperanza de que el futuro sea igual al pasado reciente que
han vivido.

Si bien ya antes de la actual crisis había mas que suficientes datos que nos indicaban que
el contrato de por vida seria a muy corto plazo una entelequia y que el auto empleo será
inevitablemente la principal salida laboral, ha sido la crisis con toda su crudeza la que ha
despertado en los poderes públicos la necesidad de fomentar el espíritu emprendedor y,
en consecuencia, el emprendimiento a través, fundamentalmente, del auto empleo.

Sin embargo y como ya adelantaba en mi anterior reflexión, dudo que veamos los resultados
de esta nueva actitud a corto plazo, fundamentalmente por la razón que exponía: si bien la
realidad ha cambiado, los paradigmas con los que la interpretamos no, en consecuencia
y hasta que sea todavía mas dramática, seguiremos aplicando a los problemas del siglo
XXI las soluciones que teníamos para los del pasado siglo.

Y no hay mas que escuchar las reclamaciones de los sindicatos, todavía centrados en
los modelos de contrato, en la continuidad del empleo, en reivindicaciones laborales,
ignorando que ya la realidad es que lo que el ciudadano quiere es el sentimiento de que
tiene el control de su vida (y si todavía este sentimiento no está en la superficie, lo estará
muy pronto), que, al igual que El Cordobés afirmaba que “era el dueño de su hambre”,
muchos miles de ciudadanos lo que hoy desean es sentirse “dueños de su fracaso ... o de
su éxito”.

Pero permanecen sordos a este clamor, como si ello no les fuese. Y es probable que sea
así.

También será suficiente con analizar las decisiones que toman nuestros políticos para
fomentar la cultura emprendedora, a base de legislar lo que no puede legislarse: el espíritu,
convencidos de que si se dan facilidades para ello, los ciudadanos tomaran la decisión
de convertir su vida en un desafío permanente, no importa que en paralelo se fomente en
nuestra sociedad el valor seguridad como prioritario, o que mientras se fomenta el espíritu
de iniciativa, se intente “comprar” -literalmente- este a base de subvenciones.

¿Hay mayor forma de ignorar lo que significa emprender?

Aunque tampoco tenemos que irnos muy lejos para ver hasta que punto no hay relación
entre los deseos -que no dudo son sinceros- de fomentar el emprendimiento, y lo que
se hace para ello. También basta para confirmar esto el analizar los programas -algunos
avalados por importantes escuelas de negocio- de formación de emprendedores que
existen.

Programas centrados más en crear gestores que empresarios, programas enfocados a


crear empresas desde la lógica lineal de las grandes corporaciones -la mayoría de sus
profesores vienen de la gran empresa- como si la experiencia en estas tuviesen alguna
relación con la que van a vivir sus alumnos, pequeños empresarios.

Y vuelvo a repetir: si en paralelo a las acciones a desarrollar, no hay un cambio de


mentalidad en relación a lo que significa emprender, probablemente crearemos mas
empresas, pero el índice de caídas en sus primeros años no bajará, además de que no
habrá relación entre el esfuerzo y el índice de empresas creadas. No es suficiente con subir
éste, es preciso preguntarnos si la relación entre la oportunidad, la necesidad y la inversión
es la adecuada.

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Pues bien, este mismo problema de paradigmas se repite cuando analizamos el concepto
de microfranquicia, empezando por ver este modelo como una herramienta propia de los
países subdesarrollados, y no como un instrumento, no solo para el desarrollo económico,
sino también -y quizás fundamentalmente- para la dinamización social.

Y este es el primer valor añadido que aporta la microfranquicia: su facilidad de creación


permite dar el paso, con el sentimiento de que el riesgo es mínimo. Y aunque solo fuese por
esto ya merecerían una atención especial, fundamentalmente por todas las instituciones
que están comprometidas con el fomento del emprendimiento en nuestro país.

En otras palabras: es una autentica escuela práctica, con un mínimo riesgo de fracaso.
Lo que significa que con mucho menos coste en relación a las políticas tradicionales, el
fomento de la microfranquicia será en paralelo una autentica incubadora de empresas y,
a la vez, escuela de negocios.

Pero reducir la microfranquicia a la baja inversión, limitar a esta su principal característica,


sería otro error, pues por si misma tiene una serie de consideraciones que no podemos obviar.

Menos desembolso implica, ciertamente, menos barreras de entrada. Pero también una
actitud diferente, una distinta -seguramente- formación, y es mas que probable, una visión
diferente de lo que significa emprender.

De aquí que cualquier programa de fomento de las microfranquicias, deba ir acompañado


de un sistema que tenga su inicio en lo que yo llamo “quitar las legañas”, y tenga su fin en
un seguimiento exhaustivo para evitar que el nuevo microempresario cometa los errores
típicos de aquel cuyo riesgo es reducido y que, en consecuencia, no tiene conciencia
exacta de los compromisos que está asumiendo.

Quiero decir que en primera medida debemos tener en cuenta que una baja inversión,
puede significar un oportunidad con un potencial similar a otros negocios que exigen
mayores inversiones, pero la actitud del emprendedor es diferente. Al menos es lo que me
dice la lógica -lo cuál no significa que tenga que ser así forzosamente- pues entiendo que
no es la misma actitud desembolsar 3.000 euros, que 100.000, por ejemplo.
Y una actitud diferente podría implicar un menor compromiso.
Las microfranquicias están siendo ya una realidad en países latinoamericanos, en toda
África y en la India, pero si bien y como ya he dicho, este modelo de negocio surge como
forma de combatir la pobreza, la verdad es que en nuestro país debería ser una magnifica
forma de combatir el paro.

Claro que para ello deberíamos superar otro de los paradigmas mas incrustados en
nuestro ADN: el creer que innovación es tecnología, desconociendo que las empresas de
mas crecimiento, a nivel mundial, pero también en España, son las que se mueven en el
sector de la distribución, y pongamos como ejemplo a Mercadona y Zara en España, o a
Starbucks, incluso Google en Estados Unidos (¿acaso Google lo que hace no es distribuir
información?).

Pero de esto hablaremos en otro punto de esta serie. Lo adelanto aquí porque quisiera
que de alguna forma esta reflexión fuese un motivo de reflexión para aquellos que
toman decisiones, haciéndoles tomar conciencia de la enorme oportunidad que tiene la
microfranquicia en nuestro país.
Como dinamizador, como escuela y como modelo de innovación.

Pero ¿Qué es la microfranquicia?, la autora del titulo “MICROFRANQUICIAS. CASOS

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PRÁCTICOS”, Naoko Felder-Kuzu, la define como:

Las microfranquicias son oportunidades de negocio fácilmente reproducibles que


permiten a los microempresarios de los países en vías de desarrollo iniciar sus negocios
mediante el uso de metodologías ya conocidas correspondientes al modelo tradicional
de las franquicias.

Tengo que decir que sin devaluar la aportación de esta autora, con un peso internacional
en esta área, siento que esta definición se queda pequeña por muchos motivos. Uno de
ellos es la expresión, a la que ya he hecho referencia en este artículo, “países en vías de
desarrollo”, no creo que tenga que ser así forzosamente, incluso al margen de la situación
que estamos viviendo en España.

Porque creo que fomentar experiencias de emprendimiento, con las mínimas barreras
posibles, es bueno para cualquier economía, sea cual sea su nivel de desarrollo.

Pero también siento que es incompleta porque se limita a afirmar que de lo que se trata es
el extrapolar experiencias y métodos de las franquicias tradicionales. Dudo que esto sea
así y ya he adelantado mis razones.

Menos inversión no sólo implica menos barreras económicas, también implica otras que en
negocios con más riesgo económico no existen: las actitudinales.

Y es básico que esto se tenga en cuenta a la hora de fomentar este microemprendimiento,


más si el colectivo al que nos estamos dirigiendo tiene como prioridad en su vida la
seguridad, la estabilidad y el control. Éstos jamás darán el paso, si previamente no se les
hace ver que ser emprendedor no es sólo una opción, sino que ya de hecho esta siendo
la única opción para tener un trabajo.

Pero es que además hay otro paso previo: romper el paradigma social de que “yo tengo
lo que tengo y no puedo tener más”, en otras palabras: no habrá microfranquicias si no
somos capaces de ayudar a superar la mentalidad de escasez que tienen muchos de
nuestros ciudadanos, y que la situación de paro refuerza.

Claro que usted amable lector, amable lectora, me dirá que realmente de lo que se trata
es de encontrar entre nuestros ciudadanos a los “Amancio Ortega” que hay, aunque ellos
no tengan conciencia de ello. Craso error.

Porque de lo que se trata no es de encontrar emprendedores, sino de despertar el espíritu


emprendedor en ciudadanos que no tienen conciencia de que lo tienen. Y esta es otra de
las características de la microfranquicia, que diferencia a ésta de la tradicional.

En la tradicional el esquema es “pocos muchos”, es decir: si hay suerte, saldrá un Amancio


Ortega, la clave es crear empresas solidas y seguras. No todo el mundo tiene que ser
empresario, nos decimos y entonces nos quedamos tan contentos si conseguimos que el
índice de creación de empresas es superior de un año para otro.

Pero en la microfranquicia el planteamiento es diferente, y este es otro de los paradigmas


que chocan con nuestros esquemas mentales. Aquí de los que se trata es de “muchos
pocos”, es decir: todo el mundo puede ser empresario... y debe serlo como medida de
desarrollo, e incluso de supervivencia.

Y esto es lo que la microfranquicia aporta, que cualquiera pueda crear su propio negocio,

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haciendo que desaparezcan las barreras, fundamentalmente económicas, para crear
una empresa. Y de aquí con seguridad no solo saldrá un Amancio Ortega -lo siento, pero
esta experiencia tan nuestra, me tiene obsesionado- sino que se crearan las bases para
que surjan muchos.

Claro que para ello hay que dar otro paso: el seguimiento. Fomentar la microfranquicia sin
tener previsto el seguimiento, o al menos el apoyo técnico/contable hasta que tenga la
suficiente solidez, es suicida, porque cerrarán y cerrarán porque en la mayoría de los casos
su nivel de compromiso no estará en función de la oportunidad, sino del riesgo asumido.

En definitiva: el fomento de la microfranquicia en España será una forma eficaz de luchar


contra el paro, si convertimos el modelo en un sistema cuyo primer paso sea el despertar
el espíritu y el último el llevar de la mano al micro empresario hasta que tenga la solidez
suficiente.

Y esto no es lo que se está haciendo. Aquí estamos hablando de entregar un negocio


en mano y de sustituir la búsqueda de la seguridad en la protección, por la seguridad en
uno mismo y en un sistema implicado hasta las últimas consecuencias en el buen fin del
proyecto.

Esto es realmente la microfranquicia.

El problema es que no se trata exclusivamente de voluntad de las instituciones públicas,


que la hay, sino también de mentalidad y que cuando nos referimos a las instituciones, éstas
no son precisamente muy emprendedoras, probablemente porque ni siquiera tengan que
serlo.

Pero así y solo así, no sólo crearemos más empresas, no sólo dinamizaremos la sociedad...
además haremos que están ganen y permanezcan.

Y esto sí que es luchar contra el paro. Además barato... mucho más que la subvención y
la protección del parado.

Sólo - lo sé: este “sólo” es muy fuerte - hay que hacer que quieran.

La nueva dimensión de emprender


Permítame que inicie este tercer capítulo de la serie LA LUCHA CONTRA EL PARO, invitándole
a un sencillo ejercicio.

Cierre usted los ojos, relájese y visualice un plato de jamón de york. Si, ha leído bien: jamón
de york. De una magnifica marca, es la mejor, también la mas cara del mercado... sus
lonchas están extendidas en el plato, formando el conjunto un atractivo abanico.
¿Lo está visualizando?, ¿Qué emociones le producen esta visión de un plato lleno de un
magnifico jamón de york?
Ninguna, con seguridad. A lo sumo el recuerdo entrañable -aquí sí que surgen las emociones,
pero por el recuerdo, no por la visualización del plato- de los bocadillos que su madre le
preparaba cuando iba al colegio.
Nada más.
Siga con los ojos cerrados -bueno, después de leer este párrafo lógicamente - y ahora
visualice un plato de jamón de pata negra, un magnifico jamón ibérico en pequeñas
lonchas, casi transparentes, con sus vetas, perfectamente cortado por el maestro... ¿Qué
le está pasando?, ¿siente la saliva en su boca?, ¿siente la emoción que le produce las
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posibilidades de saborear este magnífico producto de nuestra tierra?
Hasta es muy probable que en esta visión no este usted solo, o sola. Es más que probable
que esté compartiendo este delicioso manjar con sus amigos, con sus seres queridos...
incluso con sus compañeros de trabajo. ¿Me equivoco?
¿Por qué le pongo este ejercicio?, sencillamente porque es la mejor forma que se me
ha ocurrido para poder definir la diferencia que existe entre las empresas que estamos
creando y las que precisamos crear.

Estamos, llevamos años, creando empresas “jamón de york”, que generan las emociones
propias de este producto: ninguna, aunque eso sí, alimentan, lo que quiere decir que
muy probablemente crean empleo... ¿pero es esto SÓLO lo que queremos?, le estoy
viendo su pensamientos: en estos momentos sí... ¿y hace tres o cuatro años?, ¿no será
que la situación que estamos viviendo de crisis es producto, entre otras razones, de esta
visión lineal, racionalista y economicista, modelo “jamón de york” que tenemos de lo que
significa emprender?, al menos en parte.

Claro que en estos momentos lo prioritario es crear empleo, de esto es de lo que estamos
hablando, este es el título de la serie: LA LUCHA CONTRA EL PARO, y el primer paso
-imprescindible, créame- es que empecemos a crear empresas que generen las mismas
emociones que usted tenia cuando visualizaba el plato de “jamón pata negra”.

Una de las grandes paradojas que tiene el fenómeno del fomento de la cultura
emprendedora, en nuestro país y en muchos otros, es de que si bien aceptamos que a
nivel de la gran empresa se hace imprescindible conseguir el compromiso del personal
para poder competir, y especialmente innovar, cuando se trata de las pymes ya damos
por hecho que este compromiso existe en el emprendedor. No es así.

Por supuesto que un, una, joven profesional esta ilusionado con su idea, materialización en
la mayoría de los casos de un sueño. No me estoy refiriendo a esta clase de compromiso,
que suele ir desapareciendo a medida que las dificultades - especialmente en la primera
fase de desarrollo del proyecto - van creciendo.

Me refiero al compromiso que nos da fuerzas para superar estas dificultades, me refiero
a la visión que nos produce tanta adrenalina, que si bien puede generar el riesgo de
impedirnos ver la realidad que debemos transformar, nos impulsa a seguir caminando
cuando todo nos falla, cuando todos nos fallan y cuando las circunstancias nos superan.
El sicólogo austríaco Viktor Frankl afirmaba que si bien no podemos controlar las
circunstancias, siempre podemos controlar nuestra actitud ante éstas. Afirmaba que ésta
era la última libertad del ser humano.

Reduciendo ésto a una fórmula, podríamos definirla así:


CIRCUNSTANCIA + RESPUESTA = RESULTADOS

Durante años la respuesta a la circunstancia que es la crisis fue de ignorancia. Los resultados
que tenemos es la consecuencia de esta actitud.

Pero también éstos son el resultado de haber visto SÓLO al emprendedor como un
generador de riqueza, con una función puramente lineal, incluso muchos años antes de
que la actual crisis empezase. Los resultados es ser uno de los países más bajos en el índice
de innovación, de Europa.

Y es que hay dos formas de responder: como tal, respuesta, o como reacción. Y si bien
hasta hace unos meses no había nada, ni respuesta, ni reacción, me atrevo a afirmar que

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la actual política gubernamental es más de reacción que de respuesta.

¿Cuál es la diferencia?

Mientras que la reacción está enfocada a salir de la situación volviendo a una de normalidad,
la respuesta se enfoca en salir aprovechando a su vez la creación del futuro. La respuesta
no pretende volver a la normalidad, sino crear una situación que rompa con ésta. Lo que
estoy planteando es que vivimos no sólo una situación critica, sino que además podemos
correr el riesgo de no aprovecharla. Y sólo salir de ella no es aprovecharla, aunque hoy
nos parezca difícil.

Y tenemos en España un testimonio claro de lo que estoy diciendo: MERCADONA, de


nuevo un modelo de empresa del siglo XXI, enfocada en la distribución, como tantas
otras ya nombradas en artículos anteriores. ¿Será casualidad que las empresas de más
crecimiento en el mundo, que las empresas que afrontan con resultados positivos la crisis,
son del sector de la distribución?, seguiré mas adelante hablando de ésto.

Necesitamos crear empresas que generen las mismas emociones del “pata negra”,
necesitamos crear empresarios comprometidos con el futuro, no sólo con superar el
presente. Precisamos inspirar a emprendedores que entiendan que su papel va mucho
más allá de la simple creación de riqueza económica. Que entiendan que junto a ésta -
voy a volver a repetirlo: junto a ésta - el éxito lo define si en paralelo somos capaces de
generar riqueza humana y riqueza social.

Hay una leyenda urbana que cuenta que cuando el violinista Paganini terminó una
audición, una señora se le acerco afirmando que “daría la vida por tocar el violín como
usted”, a lo que el maestro contestó: “eso, señora, es lo que yo he hecho”.
Pues bien, ésto si que es “jamón pata negra”, empresas que merezcan dar la vida. Así de
simple, así de complicado.

Empresas que impulsen el entorno, emprendedores comprometidos con una causa que
vaya mas allá de ellos mismos, que les supere, exigiéndoles en consecuencia lo mejor.
¿Y cuál puede ser esta causa?, ¿llegar a fin de mes, pagar todas las deudas?... que por
supuesto es imprescindible, pero ¿suficiente?, ¿tener un buen nivel de vida, más que
aceptable?, por supuesto que es un derecho que el emprendedor tiene, y si se lo gana
más todavía, pero ¿es suficiente?

¿Qué es lo que impulsó a Amancio Ortega, un simple dependiente de una camisería, para
seguir cuando su primer emprendimiento, Spring, fracasó?, ¿Qué es lo que les impulso, a
él y a su hermano, a recorrer en un viejo coche todo el norte de España, para llegar a
Cataluña y pedir a crédito llenar el vehículo de tejidos a un fabricante que ni siquiera les
conocía? ¡Y lo consiguieron!

¿Qué es lo que impulsó a Steve Jobs a seguir cuando, siendo ya multimillonario, fue
despedido de la empresa que él creo?, ¿qué es lo que impulsó a los fundadores de Google
a seguir encabezonados con su idea, cuando los lideres del sector - Yahoo y AltaVista - les
dijeron que su proyecto no tenía futuro?

¿Qué es lo que impulsa a todos estos héroes modernos a seguir cuando el común de
los mortales ya habría abandonado?, ¿ganar dinero?, ¿tener un buen nivel de vida?,
¿comprarse el último modelo de coche deportivo?

En absoluto, y ésto es fácil de confirmar cuando se estudian las biografías de estos

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emprendedores. Se habían auto-impuesto una misión, una misión que les transcendía,
que les llevaba mas allá de su realidad, en algunos casos esta misión era asumida
conscientemente, en otros probablemente no, pero si ésta no estaba presente en su día
a día, con seguridad era sustituida por otra enfocada a negarse a vivir una vida vacía,
monótona, aburrida, en la que cada día es una prolongación del anterior, en la que sólo
la llegada del viernes produce ciertas sensaciones.

Pero ¿cuál era, cuál es todavía en muchos de los emprendedores que inician su camino,
esta misión?, sencillamente cambiar el mundo, sencillamente sentir que con su esfuerzo,
con su compromiso, con su trabajo, se puede contribuir a un mundo diferente, un mundo
en el que ellos se han negado a ser espectadores, convirtiéndose en protagonistas del
cambio.

El problema, uno de ellos -ya no se cuál es el más importante, he perdido la cuenta-


es que estamos viendo a los emprendedores con nuestra visión lineal/lógica/racionalista
de escuela de negocios, y en consecuencia generamos lo que vemos, o peor todavía:
generamos lo que creemos.No hay más que ver las políticas de fomento de la cultura
emprendedora para comprender esta afirmación, ninguna va a generar empresas
“jamón pata negra”, porque todas son racionalistas, lógicas y conservadoras... pese a que
presuman de estar enfocadas a fomentar la innovación. ¿Cómo se puede innovar desde
la racionalidad?

Precisamos emprendedores locos, rompedores de paradigmas, emprendedores que


fomenten en ellos sueños que sean irrealizables para todos nosotros, sueños de grandeza.
Precisamos fomentar la creación de empresas que conviertan su día a día en un desafío a
sus posibilidades, empresas que nos obliguen a romper nuestra costra conservadora, esa
que nos dice que hay que tener los pies en el suelo, esa costra que nos impide vivir, soñar
y reír ante la locura de lo imposible.

Claro que para esto lo primero que hay que hacer es cambiar nuestro enfoque oficial
de apoyo al emprendedor. Una política proteccionista, cuya existencia se justifica
fundamentalmente por las ayudas oficiales, por definición, no puede subvencionar la
locura. Hablaremos más adelante, en esta misma serie, de cuál es el papel del Estado en
el fomento de la cultura emprendedora, quedémonos ahora aquí. De lo que se trata es de
que el emprendedor se desborde a sí mismo. No es una cuestión de entusiasmo, veo con
cariño muchos videos de emprendedores en los que éste es evidente, de lo que se trata es
de compromiso, de compromiso con una visión, con una forma de vivir, con unos valores
y con una forma de entender lo que significa emprender.

Si intentamos entender este significado desde los esquemas racionalistas lo que estaremos
haciendo es frustrar la cultura “realmente” emprendedora, podrá ser que creemos
empresas, pero no estamos creando las empresas que tanto precisamos. Empresas en las
que la innovación sea una forma de vida, en las que cuestionar todo sea lo natural, en las
que soñar con transformar la realidad, y no organizarla, sea su razón de ser.

¿Cómo?, de entrada cambiando nuestros propios esquemas. La función del emprendedor


va mucho mas allá de la creación de riqueza, reducir su vida a esta función no sólo es
desvalorizarle, es quitarle la principal razón para que convierta su sueño en un proyecto de
una vida que merece la pena ser vivida.

Segundo: dejando de protegerle. El emprendedor debe aprender a triunfar y a fracasar,


debe asumir la responsabilidad de su propia vida. En tercer lugar, y sobre todo, dando
al fenómeno emprendedor la dimensión que realmente tiene: dinamizar la sociedad,

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cambiar el mundo, dar la oportunidad a que las personas emprendedoras den lo mejor
de si mismas.

Nadie daría su vida por un nivel económico, pero sí la damos por nuestras creencias,
por nuestras dimensiones vitales. Con frecuencia escucho que no tenemos suficientes
emprendedores, pese a que la cifra aumente, y siempre respondo con la misma pregunta:
¿por qué va a haber mas emprendedores?, ¿qué razones hay para que un joven decida
hacer de su vida un desafío permanente?, ¿ganar mas dinero?, ¿un sueño?, ¿qué sueño?,
los únicos sueños que merecen una vida son aquellos que nos transcienden, que van mas
allá de nosotros mismos.

Esta visión, esta dimensión transcendental de la vida sí que justifica el esfuerzo, la renuncia,
el sacrificio.

Decía en el primer artículo de esta serie que uno de los paradigmas que hay que cambiar
es que el principal objetivo de una empresa es ganar dinero. Lo sigo afirmando.

Afirmo que el primer objetivo de un emprendedor es ser feliz, es tener una vida plena.
Claro que para ello hace falta tener dinero, pero no sólo. No es suficiente.

La felicidad va a ser la consecuencia directa de que consigamos materializar una visión de


la vida en la que nos sentimos protagonistas, una visión del mundo que queremos construir,
o al menos ayudar a ello, y que nos hace sentirnos orgullosos de nuestra contribución. Una
contribución que sea motivo de orgullo para nuestros seres queridos, una contribución que
nos haga sentir que nuestra vida ha valido la pena vivirla.

¿Todo muy bonito?, ya. Ya lo se. La realidad, querido José Luis, es otra... siento sus palabras.
Usted en este momento esta pensando que esto seria lo ideal, pero que es difícil tener
una visión transcendente cuando apenas puedes pagar los gastos de la empresa, que es
complicado tener sueños cuando todo en tu entorno te dice que hay que ser realista y tener
los pies en el suelo (por cierto... ¿conoce usted alguna obra humana que haya sido creada
por personas “realistas” y que haya permanecido en el tiempo...? es una simple pregunta)

Lo entiendo. Entiendo que usted que muy probablemente centra su vida profesional en
ayudar a emprendedores, desconfíe de mis palabras, puesto que en definitiva ninguno de
los que se acercan a usted a solicitar su asesoramiento, piensan así.

Lo entiendo. Pero el que no se acerquen a usted no quiere decir que no existan, sencillamente
-es mas que probable- no se acercan a solicitar su buen consejo porque saben que este
va a consistir básicamente en que desarrolle un proyecto lógico... por esto nadie, ningún
emprendedor, que desee crear un proyecto innovador va a solicitar su consejo.
Y la presión del día a día, la presión de llegar a fin de mes, es mas que probable que no
permita muchas alegrías. Es lógico.

Como lo es asumir la probabilidad de que la situación que esta viviendo esta pequeña
empresa sea posiblemente consecuencia de su incapacidad para dar sentido a su
esfuerzo. Como muy bien dice Covey, cuando nos centramos en nuestro día a día -circulo
de preocupación- no sólo nunca salimos de él, sino que esta situación se agranda.
Cambie usted, créame que se lo recomiendo, su visión de jamón de york, vea en cada
emprendedor un buen plato de jamón ibérico, mejor si es pata negra, asuma que no
se trata solo de crear más empresas, sino de crear empresas diferentes, rompedoras,
revolucionarias.

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Y ahora vámonos a tomar una caña, que nos espera un buen aperitivo: nada más y nada
menos que un plato de jamón pata negra.

Más pasión y menos gestión


Inicio este nueva reflexión con una contradicción: el titulo no es correcto. Es decir: es tan
importante la gestión, como la pasión, por una simple razón - y créame que he vivido
esta experiencia dolorosa - usted podrá ser una persona apasionada por su proyecto,
incluso podrá apasionar a su entorno, pero si no sabe gestionar sus recursos, esta pasión
no solo no le servirá para nada, sino que además se volverá en su contra si llegado el
caso su empresa entra en aguas peligrosas. Si llegase a ocurrir esto tenga la seguridad de
que sus colaboradores, y ya no digamos proveedores, no verán en usted solo un soñador
fracasado, sino además un irresponsable.

Y este es el problema. Conscientes de este riesgo queremos, deseamos, dar la seguridad


de ser “ejecutivos” con la cabeza sobre los hombros, capaces de controlar nuestras
emociones, convencidos de que la imagen de gestor es la mejor forma de generar
confianza. Entonces se produce una enorme paradoja: efectivamente damos confianza y
seguridad... pero no conseguimos arrastrar, implicar, comprometer a las personas, porque
nadie se apasiona - como ya he dicho en mi anterior artículo de esta serie - ante la imagen
de “100 gramos de jamón de york”.

Realmente - de aquí la contradicción del titulo - tan fundamental es la capacidad de


despertar pasiones, como de gestionar ... aunque la mayoría de las veces es difícil encontrar
ambas cualidades en la misma persona, de aquí la importancia de que el emprendedor
sea capaz - y es un problema de humildad, de nuevo hablo desde mi experiencia - de
“escuchar”, no “oír”, sino “escuchar” las opiniones de quienes le rodean, poniendo énfasis
especial en rodearse de asesores y colaboradores que tengan la suficiente frialdad para
ver detrás de su pasión y que, en paralelo, sean mas corcho, que plomo (una expresión
que escuché a la esposa del emprendedor español Juan Lladró y que realmente me hizo
pensar)

Lo cuál también es difícil, pues por definición el asesor - especialmente si es del área
financiera - se siente con la obligación de tener los pies en el suelo, convirtiéndose mas
en un “bombero” atento siempre a dirigir su manguera de agua sobre nuestras ilusiones,
que a reforzarlas pese a su pragmatismo, o a recomendar líneas de trabajo que tiendan
a poder materializar estas. En otras palabras, no nos ayudan a estar a flote, sino que de
forma inconsciente - y sin duda pese a su buena voluntad - se convierten en el lastre que
nos hunde.

Es complicado, siempre he afirmado que el mayor privilegio que tiene un emprendedor


es encontrar un gestor que estando a su lado y sin dejar de comprenderle, no deje nunca
de decir lo que siente desde su perspectiva pragmática, sin critica y sin juicio de valores.
Hay muchas demostraciones de que cuando este equipo se crea, los resultados son
espectaculares.

Tenemos como ejemplo a Amancio Ortega, junto a, en su día, José María Castellanos, a
los fundadores de Google con Eric E. Schmidt, Bill Gates con Paul Allen, etc. Incluso hay
ejemplos que son la excepción que confirma la regla como Steve Jobs con John Secully,
que se convirtió en bombero, aunque a la larga la Historia, con H mayúscula, ha dado la
razón a Steve.

Y sin embargo y pese a su contradicción, defiendo el titulo por una simple razón: si bien es
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cierto que es imprescindible poner en el mismo nivel la pasión, con la gestión, la realidad
es que lo que menos se despierta hoy es pasión, poniéndose la totalidad de énfasis en la
gestión, tanto que esta se convierte en una catalizadora de sueños frustrados, pues lo que
menos alienta son estos.

Y esta es la justificación de un titulo tan contradictorio: es cierto... la gestión y la pasión


deben ser paralelas, pero hoy esto no es así, el énfasis se pone principalmente en la gestión,
dejando que la segunda cualidad del éxito sea un producto de la propia naturaleza del
emprendedor.

Basta para comprobarlo estudiar la totalidad de los programas de formación de


emprendedores que existen: la mayoría forman a gestores, ni siquiera a empresarios y
mucho menos a emprendedores.

¿Cuál es la diferencia?
No es una cuestión de niveles, sino de un proceso secuencial de crecimiento que crea tres
roles interdependientes. El primero es el de emprendedor, en el que lo que debe sobresalir
no es su capacidad de gestionar, sino su actitud de superación ante la vida, su visión de lo
que quiere crear, su valentía de superar las barreras mentales que impiden visualizar este
sueño y, especialmente, su capacidad innovadora.

El desarrollo de estas cualidades va a ser la consecuencia de una formación centrada


en el descubrimiento de su propio potencial, en asumir la responsabilidad de ser libre, lo
que implica el compromiso de hacer de su vida un desafío, y especialmente de sentirse
inspirado en valores que impliquen un comportamiento ético y moral ante la vida.

Me sorprende no encontrar en ningún programa de formación de emprendedores nada


que este relacionado con estos temas, cuando en definitiva son los que le definen como tal.

Claro que podemos decir que como en el ejército, la valentía se supone. Pero no es así,
es cierto que por definición todo ser humano tiene un potencial que desarrollar, que por
definición toda persona tiene la libertad de poder, al menos, decidir que actitud tener
ante las circunstancias de la vida ( Viktor Frankl dixit), pero también es cierto que la
propia sociedad nos ha educado para ser empleados y que en consecuencia cualquier
formación enfocada a potenciar el espíritu emprendedor debe iniciarse en superar esta
barrera mental, que en definitiva lo que ha creado es una mentalidad de escasez que si
no se supera, las empresas que se crean están al nivel de pequeñez del nivel mental de su
creador.

Y esto es algo que olvidamos, quizás porque se da la paradoja de que la mayoría, por
no decir la totalidad, de programas de formación son una continuación de la filosofía
que inspira las pautas de la educación en España: nos educan para ser empleados, no
empresarios.
Y si no recuerde usted mismo, usted misma, los consejos de sus padres cuando iba al
Instituto, o a la Universidad. ¿A algunos de ustedes sus maravillosos padres les dijeron alguna
vez: estudia para ser un buen empresario?, en absoluto... al menos si sus padres eran como
lo míos, lo normal era este consejo: estudia para encontrar un buen trabajo.

Claro que habrá excepciones, pero la realidad - que en este caso también la excepción
confirma - es que hemos sido educados para ser empleados.

Y por esto nos entusiasman tanto los programas de formación que nos “forman” como
ejecutivos, porque estos encajan en nuestra propia visión: hay que aprender a hacer, a

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controlar, a organizar, a dirigir.... Pero ¿y a crear?

¿Es suficiente un programa de seis días para aprender a innovar?, ¿se cambia así la actitud
pasiva ante los desafíos?, ¿se cambia así nuestra mentalidad de escasez?, ¿asumimos con
un programa sobre “como ser creativo y tener ideas innovadoras” la vida como un reto a
nuestras posibilidades?
Si, es cierto: la pasión es tan importante como la gestión... pero las dos cosas. Hoy solo hay
una: gestionar.

Pero es que incluso antes de este rol de gestor, y después del de ser emprendedor, está el
de ser empresario. ¿Qué es un empresario?
Creo sinceramente que la respuesta a esta pregunta nos la da Peter Senge con sus “cinco
disciplinas”.

Un empresario, un buen empresario, viene definido por cinco cualidades que este autor
denomina “disciplinas”:

La primera es la del pensamiento sistémico.


¿Qué es el pensamiento sistémico?

Es la capacidad del ser humano de percibir el mundo en su totalidad, y no en partes como


lo visualiza un científico, o un gestor. El empresario debe ser capaz de visualizar el todo y
a su vez de integrar este todo en un “sistema”, siendo incluso capaz de hacer que formen
parte del mismo las contradicciones, con lo que se consigue integrar en un proyecto común
diferentes variables, aparentemente opuestas, creando en consecuencia sinergias y, a su
vez, aprovechando oportunidades que solo desde el pensamiento sistémico se detectan.

Scott Fitzgerald afirmaba que la mayor prueba de inteligencia es ser capaz de trabajar con
dos planteamientos opuestos y sin embargo ser eficaz. Creo que es, aunque consciente
de su simplicidad excesiva, la mejor definición de pensamiento sistémico que he podido
encontrar para esta reflexión.
Dadas las limitaciones de este espacio, me limito a exponer esquemáticamente las cuatro
siguientes disciplinas que establece este autor y que considero claves para definir lo que
es un empresario:

• Dominio personal, o la capacidad de establecerse una visión, un objetivo y trabajar,


con toda la dureza que ello conlleve, por su consecución.
• Modelos mentales, o la capacidad de cuestionar nuestras “verdades”, detectar la
oportunidad allí donde otros solo ven continuidad, para lo que es preciso comprender el
mundo en el que vivimos, como paso previo a asumir la realidad y su transformación.
• Construcción de una visión y capacidad de compartirla. No un recetario de normas
y reglas, sino una visión de hacia donde queremos ir, donde queremos estar, implicando
en ello a todos los que nos rodean, sean empleados, proveedores, incluso clientes. ¿Acaso
no es esto lo que consiguió Steve Jobs?
• Aprendizaje en equipo. No solo crear un equipo, sino la capacidad de crecer juntos,
de construir juntos, de visualizar juntos. Para ello es imprescindible dialogar, o lo que es
lo mismo: tener la suficiente humildad para escuchar y ceder, no como un proceso de
negociación, sino de integración en objetivos comunes.

Estas son, desde mi punto e vista, las cinco características que definen a un empresario,
fase posterior a la de ser emprendedor, y anterior a la de gestor. Ahora le invito a que
encuentre un programa de formación de emprendedores - insisto: de emprendedores
- que integren estas disciplinas en su contenido. Es curioso: las escuelas de negocios se

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sienten muy orgullosas de tener en sus plantillas de profesores a ejecutivos de importantes
empresas, pero si analizamos las aportaciones de estos profesionales lo que descubrimos
es que lo que menos hacen es trasladar al emprendedor, o a la pyme, herramientas que ya
han demostrado su funcionamiento en las grandes empresas, aunque eso si: nos aportan
su visión y experiencia de multinacional.

Es una actitud paternalista, por encima de todo el emprendedor debe saber hacer un
plan de empresa, esto es lo prioritario, según estas escuelas. Pero saber responder a una
simple pregunta: ¿para qué?, es algo totalmente inútil.
¿Cuánta pasión despierta la imagen del mejor plan de empresa?, ¿convierte este plan al
emprendedor en empresario?
¿Es una cuestión de profesionalidad?, en absoluto. Es una cuestión de paradigmas.

Las empresas, y especialmente las grandes, están estructuradas como un reloj, se intenta
que funcionen como un reloj y su cultura es totalmente mecanicista/lineal. Las escuelas de
negocios son un reflejo de estas estructuras, en definitiva sus ejecutivos/profesores lo que
hacen es enfocar su enseñanza desde un paradigma: el del reloj.
Y este paradigma nos aporta seguridad, porque sentimos que lo controlamos. No hay
emociones, no hay cosas que no podamos medir, tocar, contar. De aquí que los programas
de formación de emprendedores inspirados en el paradigma del reloj, no solo no fomentan
la cultura emprendedora, el amor al riesgo, el ver el fracaso como una oportunidad, sino
que la cercenan, porque en definitiva lo que “nos venden” es seguridad, a través del
control.

He vivido en este sentido una interesante experiencia que quiero compartir con ustedes.

En el año 2009 y por encargo de una escuela de negocios vinculada a una importante
universidad privada española, diseñe el primer programa de emprendedores post-
materialistas que, desde mis conocimientos, existe en el mundo. Lamentablemente una
serie de cambios en la dirección de dicha escuela de negocios hicieron inviable su puesta
en práctica.

Pero después de analizar los datos (que incluyo en el dossier y que usted puede utilizar
como crea conveniente, siéntase libre para ello) me resultaba difícil aparcar la idea, así
que tome la decisión de ofrecérselo a otras escuelas de negocio. En resumen: en los dos
últimos años habré enviado este documento que usted mismo, o misma, puede descargar
aquí: http://bit.ly/escueladeemprendedores a más de cincuenta escuelas de negocio,
tanto de España, como de Latinoamérica.
¿Resultados...? NI UNA SOLA RESPUESTA.

No es que se haya rechazado por no ser novedoso, no es que se haya rechazado porque
los datos que aportan consistencia no sean fiables, no es que se haya rechazado por su
baja calidad, es que ni siquiera sé porque se ha rechazado, porque no he tenido NI UNA
SOLA RESPUESTA.

Por lo que intuyo que sencillamente no se ha comprendido.

Desde mi criterio las empresas que precisamos no deben ser entendidas con esta visión
mecanicista entre otras razones porque si la innovación es la principal ventaja competitiva
que estas pueden tener, el paradigma del reloj no es el mas adecuado. Yo tengo en
cuenta otro modelo, el de la “empresa espagueti”. No voy ahora a cansarle explicándole
las variables que definen este modelo, será suficiente conque visite este enlace: http://
www.ejecutivos.es/noticia.asp?ref=14872 , en el que lo desarrollo con más amplitud.

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Hasta donde sé no conozco ningún programa de formación de emprendedores que haya
integrado las V Disciplinas de Peter Senge en su contenido, este es uno de los desafíos que
nos hemos impuesto para este año en Alquimia Emprendedora dentro de nuestra oferta
de formación, pues entendemos que mas importante que saber contabilidad - si, ha leído
bien, no se escandalice - es que el emprendedor domine estas disciplinas. Es decir: que
antes de ser gestor, sea empresario.

Y ahora si, ahora viene lo de gestionar. No se me ha olvidado, solo que considero que este
rol es posterior a los dos anteriores.
Robert Kiyosaki define cinco áreas de trabajo en este: financiera, publicidad, organización,
legalidad y producción, afirmando que si bien no es imprescindible que el ya empresario
(recordemos que antes de llegar a este rol ha pasado por la de “emprendedor” y
“empresario”) sea experto en todas, al menos si debe serlo en una de ellas, debiendo
saber rodearse en paralelo de expertos en las otras cuatro.

Coincido con el totalmente y esta es una diferencia fundamental en relación a la fase de


empresario en la que si es de vital importancia que se sea experto en las cinco disciplinas.
Fíjense bien amigos y amigas lectores, la gran contradicción que vivimos: no solo no se
toca ninguna disciplina en la formación de emprendedores, para crear empresarios, y
en relación a la fase emprendedora se da por hecho las características propias del perfil
emprendedor, sino que cuando se llega a la fase de gestor se bombardea al emprendedor
con contenidos que afectan a todas las materias, dándolas igual importancia.

Y es a esta contradicción a la que me refería en relación al titulo: gestionar si... pero por
favor pongamos estas materias al mismo nivel de las que nos forjan como emprendedores
y nos construyen como empresarios.

Esta serie de reflexiones, provenientes de la serie de artículos del mismo nombre, tiene el
titulo LA LUCHA CONTRA EL PARO, en consecuencia su objetivo central es aportar ideas
desde mi humilde posición, para crear empleo a partir del emprendimiento.
Es mas que probable que muchos lectores, lectoras, estén buscando en estas líneas
soluciones magistrales, formulas matemáticas o ideas de aplicación inmediata. Entendería
que fuese así por dos motivos.

El primero porque las circunstancias que estamos viviendo en España, y en muchas partes
del mundo, no es motivo de mucha alegría, y mucho menos de filosofía. Pragmáticos como
somos, de lo que se trata no es de ponernos a “cantar las excelencias del ser humano”,
sino de buscar soluciones concretas y rápidas... ya habrá ocasión para los cantos cuando
hayamos salido de donde estamos.

El segundo porque si hay algo integrado en nuestro ADN mental es el concepto racionalista/
lineal/economicista de lo que es una empresa. De aquí que conceptos como “sueños”,
“pasión”, “solidaridad”, etc., nos parezcan más bien “cantos de sirena” que nos apartan
de lo que debe ser el objetivo central de toda empresa: ganar dinero y todo lo posible.
Así que si usted se encuentra en este grupo de lectores, permítame que le diga que le
entiendo perfectamente. Y en paralelo le de un consejo: o usted cambia de mentalidad,
o estará “muerto” muy pronto, como profesional...y mas si es empresario.

Porque no hay nada que valga la pena en nuestro entorno -nada: catedrales, sinfonías,
obras maestras, e incluso (¿sorpresa?) empresas, que no las haya creado un soñador,
apasionado por las metas que se había impuesto en su vida. Y ahora permítame que le
pregunte, y es una pregunta dura, soy consciente de ello: ¿No será su actitud consecuencia
de su incapacidad para soñar, o tener pasión por algo en su vida profesional?

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Me aburre escuchar muchas opiniones de profesionales “doctorados en la lógica de la
gestión” cuando se refieren a ciertas experiencias desarrolladas por emprendedores: esto
es una secta... dicen... y se quedan tan tranquilos. Santo Tomas decía que “si no lo veo,
no lo creo”, algo similar ocurre con estas personas que piensan que “si no lo creo, es que
no existe”.
No saldremos de la situación actual señores y señoras si no somos capaces de, en paralelo
a la lucha por salir de este presente, visualizar un futuro que genere pasión. No seremos
capaces de avanzar si más que tener un presente que “nos empuje”, no creamos una
visión que “tire de nosotros”.
Y por supuesto no seremos capaces de reducir el paro creando empresas, sino somos
capaces de generar en los emprendedores que asumen esta responsabilidad una
autentica pasión por vivir, por crear, por materializar sus sueños. Y conseguir esto si que es
luchar contra el paro.
No estoy hablando en estos artículos de cosas ideales, de fantasías utópicas, de
planteamientos irreales, estoy hablando de algo muy concreto: reducir el paro. Punto.

Y si usted cree que SOLO legislando, poniendo normas y dando subvenciones, vamos a
conseguirlo. Allá usted. No conozco ningún caso en la Historia (con H mayúscula) que lo
haya conseguido.
No conozco ningún caso que se haya construido el futuro centrándose en el presente, que
se haya proyectado una empresa, no ignorando su realidad actual, sino haciendo que el
presente sea un paso hacia una meta que realmente merezca la pena hacer el esfuerzo
preciso para superarlo.
Y si esta capacidad de apasionarse es imprescindible en épocas de bonanza, no digamos
en la que vivimos. Deje usted que los pragmáticos de la vida le, la, digan que hay que
tener los pies en el suelo, tienen razón.
Este no es su desafío, lo es el ser capaz de tener los pies, efectivamente, en el suelo... pero
el corazón en el cielo. Como acostumbro afirmar en mis seminarios:

La clave del éxito es ser capaz de volar como las águilas y en paralelo, caminar como los
elefantes. Suerte.

¡Tecnología sí! pero después


¿Cuántos cientos, o quizás miles, de personas vieron la portada de la revista POPULAR
MECHANICS en enero de 1975?, y sin embargo solo dos fueron capaces de intuir lo que
había detrás de la foto del ordenador ALTAIR que figuraba en ella.
Estos fueron los fundadores de APPLE: Jobs y Wozniak, ambos de nombre Steve (aunque y
según mis noticias también Bill Gates supo ver algo más que una “maquina curiosa”)

¿Hubiera sido posible Inditex/Zara sin la tecnología?, sin duda alguna no, pero dudo que
cuando Amancio Ortega intuyo las posibilidades de sus sueños se hubiera sentado antes
delante de un ordenador.

Más todavía: Hablemos de Intel.

En el año 2000 esta empresa tomo conciencia de una nueva necesidad de los
microprocesadores: facilitar la movilidad. Es decir, cada vez seria mayor la demanda de
dispositivos - ordenadores, teléfonos móviles, etc.- que pudiesen ser portátiles al máximo.
Para ello era preciso considerar junto a la velocidad y tamaño, la potencia.

¿Cuál es el problema?, sencillamente que a más potencia, ésta producía más calor, cuya
única solución - aparente - era un ventilador, lo que impedía la producción de aparatos
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realmente portátiles. O se reducía la potencia, o se aumentaba el tamaño de éstos.

¿Cómo se podría solucionar esta contradicción? La respuesta a esta pregunta es el punto


central de reflexión que hoy propongo en este artículo.

La central de Intel está en Santa Clara, Estados Unidos, pero el equipo que asumió el
desafío de solucionar esta contradicción era el de Intel en Israel.

Lo que planteo este era - a partir del ejemplo de cómo funcionan las marchas de un coche
- reducir la velocidad, adaptando ésta - como el cambio de marchas - a la demanda
de potencia del “motor del ordenador” (los transistores del microprocesador) lo que era
totalmente opuesto al paradigma del equipo de investigadores de Intel en EE.UU que por
nada del mundo aceptaba “tocar” el concepto de velocidad.

Brevemente, pese a su interés no es el tema de esta reflexión exponer ampliamente un caso


práctico, la cuestión se centraba en “adaptar la velocidad a la necesidad de potencia”,
lo que era un autentico anatema para los científicos americanos.

Fue la persistencia y constancia de los investigadores israelíes lo que al final venció, para
satisfacción de todos. Es seguro de que si hoy disponemos de nuestros teléfonos móviles y
ordenadores portátiles fue gracias a esto. Una batalla dura, fundamentalmente porque,
pese a la lógica de las demostraciones, había que superar la creencia sagrada de que en
relación a la velocidad de los microprocesadores este tema nunca debería tocarse.

Nos encontramos entonces con la misma empresa: Intel. Con dos equipos con un alto
dominio de la tecnología y un mismo objetivo: superar una barrera técnica.

Sin embargo uno de ellos se negaba a cambiar - Estados Unidos - y otro insistió hasta ganar.

¿Por qué?, ¿por qué Steve Jobs y Wozniak vieron lo que otros miles de lectores no vieron?,
¿Qué había en la mente de Amancio Ortega antes de tomar conciencia de lo que la
tecnología podría ayudarle?, ¿qué fue antes en Mercadona?, ¿la apuesta por el concepto
de inter proveedor, o la tecnología que hacia posible que este fuese una realidad?

Uno de los mantras de nuestro siglo es la tecnología. Bien, lo acepto. Seguramente también
lo fue para los nómadas del actual Irán cuando construyeron el primer carro con ruedas
radiales y domesticaron a sus caballos, creando con ello una magnifica maquina de
guerra.

Y muy probablemente también la tecnología desbordó a los dorios, unos griegos marginados
del norte, cuando consiguieron producir armas de hierro, venciendo a sus oponentes que
sólo podían usar el endeble bronce.

Pero dudo mucho de que en ambos casos la situación sea la que es hoy: la tecnología
como un fin en sí misma.

No hace mucho tuve la oportunidad de acudir a un seminario en el que se pretendía dar


una formación a emprendedores. Me aluciné cuando mi anterior ponente afirmó que la
tecnología va a permitir que surjan en España nuevos Steve Jobs, poniendo a continuación
como modelos de emprendedores a los fundadores de Google.

Claro que lo son, pero no por la razón pueril que este conferenciante dio: consiguieron lo
que consiguieron porque dominaban la tecnología (de nuevo el reduccionismo: todo se

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limita a una formula matemática)

¿Es que Yahoo y AltaVista no la dominaban?, no digo si tenían el “algoritmo” que ha


hecho posible Google. Lo que pregunto es si no tenían suficientes conocimientos técnicos
para detectar la oportunidad que se les presentó y que rechazaron, cuando Brin y Page
se la ofrecieron.

En definitiva la tecnología se ha convertido, la estamos convirtiendo en un placebo que


nos deja la conciencia tranquila.

Dominemos la tecnología y seremos innovadores, formemos en nuevas tecnologías y


surgirán emprendedores como los ya citados. ¿Por qué no ponemos como ejemplo a
emprendedores mucho mas cercanos y que sin duda han demostrado serlo, como son
Juan Roig de Mercadona, Amancio Ortega de Zara, o Isak Andic de Mango?

¿Qué pasa... es que no son tan brillantes, tan bonitos, tan innovadores?

Por supuesto que estoy conforme en la necesidad de dominar la tecnología, por supuesto
que no tengo la más mínima duda de que para innovar hay que superar al menos los
miedos a esta, pero creer que la solución a la innovación, a la competitividad, al
crecimiento es el conocimiento tecnológico es un profundo error. Claro que ninguno de
Ustedes va a decirme lo contrario, ¿estoy exagerando?, les invito a bajar al detalle, les
invito a que analicen los programas de formación de emprendedores, a que estudien las
notas de prensa relacionadas con los premios al emprendedor, incluso les invito a que
Ustedes mismos se analicen y se pregunten en lo mas profundo de su alma que perfil de
emprendedor les cae mejor: si el del tendero tipo Juan Roig (antes de llegar adonde ahora
esta lógicamente) o el de Steve Jobs (al que por cierto tengo una profunda admiración)

Tanto el ejemplo de Israel, como los otros, nos dice que la tecnología es imprescindible
para desarrollar una idea, un sueño, un objetivo, una visión. En otras palabras: antes de la
tecnología está la visión.

La visión y el compromiso con ella.

Por mil circunstancias los científicos israelíes la tenían. Desde muy pequeños saben que
tienen que sobresalir, demostrar, vencer. Nacen y en sus propios biberones ya toman el
deseo de ser reconocidos, de demostrar que no son un pueblo marginado. Su fuerza sale
de este sentimiento, han visualizado un país y luchan por que esta visión sea real.

Y esto les da un carácter que les impulsa a llegar mas allá que los demás, a no abandonar
cuando los demás lo hacen, a cuestionarse todo, porque incluso desde su nacimiento
están acostumbrados a sentir como se cuestiona hasta su propia existencia.

Para los fundadores de Google, Apel, Zara, Mango, Mercadona y tantos otros, su visión se
centraba en cuestionar, en preguntarse sistemáticamente si lo que había era todo, si las
verdades absolutas de su sector de actividad eran eternas. Su merito ha sido mantener sus
sueños a pesar de todos, tener la valentía de apostar por ellos, cuando nadie lo hacia, ver
donde otros solo veían una “idea curiosa”, sino una irresponsable locura.

¿Se puede crear esta visión?, no solo afirmo que si, sino que en paralelo me reafirmo que la forma
clave para salir de la situación actual de crisis que vivimos es nuestra capacidad de visualizar un
futuro en cuya construcción nos sintamos protagonistas. Mal favor nos hacen nuestros políticos
llevándonos a ser simples espectadores, con un único derecho a serlo cada cuatro años.

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Mal favor a la salida de la crisis nos hacen los profesionales que nos ofrecen el placebo
de la tecnología, haciéndonos sentir que al dominarla, dominamos el futuro. Este no está
fuera de nosotros, este futuro no está en la forma en como hagamos las cosas, por muy
moderna que sea esta, el futuro empieza en nuestra decisión de hacer con nuestra vida
algo especial, algo diferente, algo único.

Y lamento que estemos perdiendo la magnifica oportunidad para hacer que nuestras
vidas sean así. Mientras sigamos siendo observadores, mientras sigamos esperando a que
sean otros los que decidan sobre estas, seguiremos donde estamos...o quizás peor.

Pero ¿qué podemos hacer?, de entrada negarnos a ser espectadores de nuestra propia
vida. Dejemos que los profesionales comprometidos con sus programas sigan su camino.
Bastante duro lo tienen, pero esto nunca/jamás puede/debe ser pretexto para nuestra
pasividad.

¿Qué podemos hacer como emprendedores?, visualicemos un nuevo modelo de empresa,


sintámonos comprometidos con su creación, hágannos que este sueño sea una realidad.

Debería estar excéptico, tengo mis razones para ello. Llevo arrastrando este mensaje
durante muchos años, demasiados. Me subleva que se me diga que en España no se
quiere emprender, siempre doy la misma respuesta: ¿Por qué van a querer emprender?

Y solo encuentro silencio. Como los científicos israelíes tenemos la magnifica oportunidad
de crear nuevos modelos de empresa, que solo la tecnología los hará posible, pero que
antes hay que diseñar, creer y amar. Modelos que saquen de nosotros lo mejor, modelos
que justifiquen dar la vida por ellos, como aquel violinista - ya lo he contado en esta seria
de artículos - que cuando una señora le dijo que daría la vida por tocar el violín como él,
su respuesta fue: eso es lo que yo he hecho señora.

Tenemos la magnifica oportunidad de crear empresas de la nada, porque casi nada


tenemos. Tenemos la oportunidad de crear empresas que saquen lo mejor de nosotros,
que nos impulsen a crear, a innovar, a arriesgar, a vivir en definitiva.

Y no tenemos que inventarlas, ya existen. Me estoy refiriendo - y es solo un modelo, lo


expongo aquí porque quizás es con el que estoy mas comprometido - al llamado “triple
botton line”, o “triple resultados”.

En pleno siglo XXI estamos creando empresas con los esquemas mentales del siglo XIX,
reduciendo todo el esfuerzo, las emociones y los compromisos a los resultados económicos.
Estamos con ello no solo reduciendo las razones para emprender, sino reduciendo nuestros
objetivos a lo que solo somos capaces de calcular.

Claro que muchos de Ustedes me dirán que “no está el horno para bollos”, que no está la
situación para mucho idealismo. No estoy de acuerdo.

Si algo nos demuestra el ejemplo de Intel en Israel es que es precisamente cuando hay
una visión que tira más de nosotros que las circunstancias, es cuando luchamos hasta el
final. Igual podría decir de los dos ejemplos de la antigüedad nombrados.

Las aurigas fueron creadas - a partir de la rueda y de la domesticación del caballo - por
nómadas de las estepas del actual Irán. El hierro como principal componente de las armas
de guerra, por los dorios, considerados unos semi bárbaros por el mundo civilizado griego.

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No son las circunstancias las que determinan nuestra visión, sino la actitud ante la vida. Y
especialmente: superar nuestra mentalidad de escasez.

Con mucha frecuencia en mis seminarios me encuentro al escéptico que afirma que este
modelo de empresa es solo un ideal. De nada vale demostrar que ya hay cientos de ellas
en el mundo creadas con estos valores.

Y lo entiendo. Creer que es posible nos llevaría cuestionar nuestro presente. Es curioso, y
doloroso, comprobar como en muchas ocasiones las personas mas comprometidas con
el fomento del emprendimiento, son las menos emprendedoras.

Podría citar cientos, vaya como ejemplo Body&Shop (al menos en sus principios), al fabricante
de helados Ben&Jerrys, al primer distribuidor a nivel mundial de productos de alimentación
ecológicos Whole Foods, a la cadena de hoteles Joie de Vivre Hospitality y así cientos de casos.

¿Y en España?, pues afirmo que podríamos meter en este concepto sin duda alguna a
Irizar, Mercadona y muchos otros. No, no son las circunstancias las que determinan el
modelo, sino nuestra visión, actitud, mentalidad de abundancia y compromiso.

Planteo este modelo porque considero que precisamos objetivos que sean más fuertes
que nuestras actuales duras circunstancias, modelos que tiren e nosotros con más fuerza
que el empuje que la propia realidad nos da. Modelos que supongan una razón de vivir,
y no solo de sobrevivir.

¿Es una utopía?, sí... pero le invito a que mire a su alrededor. Prácticamente todo lo que le
rodea fue un día una utopía.

Crear empresas que pongan al mismo nivel el beneficio económico, con la aportación
de valor a la sociedad, y el crecimiento humano de sus colaboradores no es una utopía,
ni siquiera es una opción, es una exigencia que nuestra realidad nos impone. Precisamos
crear nuevas estrategias competitivas, no podemos salir de esta situación con los modelos
mentales que la crearon.

Precisamos aprovechar este momento creando aquellas empresas que nadie se atreve a
crear. Por esto son competitivas, por esto son innovadoras, por esto son ganadoras.

Tenemos que volver a soñar con lo imposible, porque solo desde lo imposible seremos
capaces de crear un nuevo mundo.

¡Es que yo lo que quiero es ganar, no crear un nuevo mundo...! ¡ingenuo!, ¿cree de verdad
que va a salir de la actual situación haciendo lo mismo que nos ha llevado a ella?

Y además, ¿es que podemos permanecer al margen?, ¿podemos vivir al margen del dolor,
de la quiebra, de la miseria humana?

Pero fíjense bien, hemos llegado a un punto en que la necesidad de cambiar no es un


gesto de buena voluntad, sino un exigencia. Para confirmarlo es suficiente con quitarnos
la cera de los oídos.

Con tecnología sí... pero para crear y ganar.

Pero antes hay que saber que queremos crear y como queremos ganar. ¿Lo sabemos?

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