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Benevolencia

La Benevolencia es una cualidad del ser humano con la que demuestra en sociedad que es bueno
con los que convives. Según su etimología, Benevolencia se compone de los términos “Bene”
significa “Bueno” y “Voló” quiere decir “Querer”. Es decir que una persona que es Benevolente
quiere ser buena con los demás. Sus sentimientos, dictan que las acciones que tiene que tomar
deben beneficiar a los demás, incluso si su bienestar se ve comprometido. Filosóficamente, la
benevolencia es el valor que se le aporta a las acciones, este valor es positivo y es concebido para
que todas las acciones a partir de esta, estén constituidas para hacer el bien.

En sociedad, existe un código que conocemos como ética, la moral por su parte es aquel sentido
que nace a partir de la educación recibida en casa y en la educación. Cuando ambas son
impulsadas por una persona que demuestra tener buenas intenciones, representa a una figura que
es un ejemplo a seguir. Un ejemplo de Benevolencia es la que manifiesta con acciones el Papa
Francisco I, quien con gestos de humildad y una notoria transformación de la iglesia católica, ha
enviado un mensaje de paz, unión y comunidad entre las personas del mundo.

Las nuevas tendencias sociales que hay en la actualidad han concluido en diversas oportunidades
en conflictos gubernamentales y étnicos, incluso bélicos, lo que ha significado una disminución de
las personas benevolentes, en vista de que se ven obligados a cuidar el bienestar de sus intereses y
de sus personas más cercanas. Cuando una persona es benevolente, es excepcional, diferente y
destaca.

El sujeto benevolente tiende a hacer el bien. Esto quiere decir que realiza lo moralmente o
éticamente correcto, mostrando empatía con el prójimo. Al ser benevolente, la persona desarrolla
tareas solidarias, ayuda a quienes lo necesitan y se muestra afectuosa.

Además de todo lo expuesto, tenemos que subrayar que se considera que toda persona
benevolente se identifica por el hecho de que es capaz de ponerse en el lugar de otro para
entender por qué es de una manera, por qué actúa de determinado modo o por qué tiene unas
ideas y no otras.

De esta manera, al realizar dicha acción, el benevolente no intenta justificar al que tiene delante
sino que simplemente intenta comprenderlo y ver qué haría él en su misma situación. De ahí que
se puede decir, por tanto, que aquel también se identifica por ser alguien tolerante con el resto.

El hecho de contar con empatía, de tener un punto de mira abierto, de percibir la realidad que
existe desde diversos prismas o el poseer capacidad de comunicación e interrelación son algunas
de las características que hacen que, según la Psicología y la Religión, la persona benevolente
pueda ayudar notablemente a quienes tiene a su alrededor a la hora de avanzar y de lograr la
felicidad.

Lo opuesto al bien, por otra parte, es el mal. Ambos términos se definen a partir de su opuesto. Si
está bien ayudar a cruzar la calle a una anciana, es porque está mal dejarla desprotegida y sin
asistencia, lo que sitúa a la mujer en riesgo de sufrir un accidente.

Cabe destacar que benevolente también es aquello que no es todo lo malo, negativo o difícil que
pudiera ser: “El padre del acusado pidió al juez que sea benevolente y que tenga en cuenta la
juventud de su hijo”, “El tornado dejó un saldo benevolente, con apenas unos pocos daños en las
casas de la costa”.

Por último, subrayar que La Benevolente III es además una lanzadera espacial que se convertía en
uno de los medios de transportes más importantes de la saga cinematográfica “La Guerra de las
Galaxias”. En concreto era la que utilizaba la baronessa Omnino para desplazarse.

La palabra benevolencia es un sustantivo abstracto que procede en su etimología del latín


“benevolentia”. El término se integra con “bene” que se traduce como bien, y el verbo “volo” en el
sentido de “querer”. La benevolencia es una virtud que caracteriza a quien quiere bien, de modo
correcto, que dirige su voluntad hacia nobles acciones.

Quien tiene benevolencia actúa buscando el bien, siendo generoso con su prójimo y el resto de los
seres vivos, clemente y caritativo. Ejemplos: “El rey en un gesto de benevolencia perdonó al
súbdito que le había faltado el respeto”, “Debes ser más benevolente con los ancianos y ayudarlos,
ya que son menos ágiles que tú. Si los obligas a caminar a tu paso, pueden caerse” o “No eres muy
benevolente si golpeas a tu mascota cuando no te hace caso”.

Quienes son benevolentes poseen empatía, o sea son capaces de sentir propio el sufrimiento
ajeno y por ello pueden resignar ciertas comodidades, tiempo o dinero para hacer obras caritativas
y piadosas.

El gran filósofo griego Aristóteles en su obra “Moral a Nicómaco” nos enseña que la benevolencia
si bien es similar al sentimiento que acompaña a la amistad, es mucho más amplio, pues se aplica
también a las relaciones con desconocidos. Sin embargo, si la benevolencia perdura en el tiempo
puede transformarse en amistad desinteresada. Tampoco se debe confundir con el amor, pues no
se trata de una pasión ni de un deseo. No necesariamente surge de un hábito sino que puede ser
ocasional. La benevolencia se caracteriza por no desear nada a cambio del acto generoso que se
realiza, o sea no se debe pretender obtener ninguna ventaja para uno mismo.

En el cristianismo, Jesús es símbolo de benevolencia al sacrificar su propia vida para salvar a la


humanidad. La madre Teresa de Calcuta que destinó su vida a la protección de los más necesitados
es un claro ejemplo de actitud venebolente.

Si bien la benevolencia es una cualidad humana, puede aplicarse como recurso en Literatura para
realizar personificaciones, por ejemplo: “El viento sopló en forma benevolente sin causar daños” o
“Este invierno fue benevolente ya que el frío no fue tan intenso”.

Si no es teologal, no por ello deja de ser virtud. La benevolencia, el hecho de dirigir a los demás
una mirada de bondad, capaz de expresarse en una acción que pretende la felicidad del otro, sea
cual sea su comportamiento, ¿no es un principio totalmente cristiano?

“Cuando hablamos de benevolencia, pensamos de inmediato en la palabra del Evangelio: “Amad a


vuestros enemigos, orad por los que os persiguen” (Mt 4; 44)”, afirma el dominico Jean-Marie
Gueullette. “No es un sentimiento, es una disposición que atañe a la ética”, indica este teólogo y
doctor en medicina. “No estamos en el orden de los sentimientos sino de la voluntad”, prosigue,
apoyándose sobre la etimología de la palabra: bene (“bien”) y volens (“queriendo”).
A imagen de Dios

Una voluntad que, desde un punto de vista teológico, se basa en dos fundamentos: la creencia en
una humanidad común y la fe en un origen común en Dios, siendo estos dos puntos
independientes de la acción de las personas. Pero, paradójicamente, esta disposición, que consiste
en cuidar de alguien con buenas intenciones, sin imponerle nada, de manera desinteresada,
también es el fruto de una gracia de Dios. Actuando de tal manera, lo hacemos a su imagen,
mediante la “voluntad benevolente” que estableció para cada hombre (Efesios 1; 9). Somos aquí lo
opuesto a Eros, que ve al otro como un objeto capaz de aportar una satisfacción personal.

“La benevolencia no es ingenuidad”

Sin embargo, precisa el dominico, “la benevolencia no es ingenuidad”. “El enemigo es, a pesar de
todo, muy concreto”, insiste Jean-Marie Gueullette. “Permanecemos lúcidos, pero el realismo
cristiano se sitúa en la preocupación por el bien del otro”. Considerar a una persona con bondad
siendo capaz de considerar moralmente sus actos, ese es el reto de la benevolencia cristiana.

“Siendo benevolentes” sugiere el padre Gueullette, “reconocemos, en cierta forma, que no


tenemos acceso al misterio del otro, a lo que le empuja a actuar de una u otra manera”.

Para el psicoterapeuta belga Thomas d’Asembourg, la benevolencia es “una mirada hacia el otro
llena de compresión del humano en sí mismo. Es un movimiento de expansión, de reconciliación”.
En Oser la bienveillance, la filósofa y teóloga protestante suiza Lytta Basset describe una
disposición del alma que debería también aplicarse a uno mismo.

Así, según ella, las palabras y gestos de Jesús, invitan a considerar el propio pecado con una mirada
basada en la certeza de una bendición incondicional con el fin de salir de una culpabilidad que
atrapa. Un estado que permite desbloquear situaciones. “Nadie evoluciona, crece o se
responsabiliza mientras se sospeche de él lo peor y no se espere nada bueno de él”, describe en su
obra.

Desde un punto de vista cristiano, la benevolencia no es una virtud gerencial, provechosa para la
coherencia del grupo y, en definitiva, para la productividad. Es gratuita y acepta encontrarse con la
incomprensión.
Generosidad

La generosidad es un valor o rasgo de la personalidad caracterizado por ayudar a los demás de un


modo honesto sin esperar obtener nada a cambio. Una persona que practica la generosidad se la
suele calificar como generosa.

La generosidad se asocia normalmente al altruismo, la solidaridad y la filantropía. Los conceptos


opuestos a la generosidad podrían ser la avaricia, la tacañería y el egoísmo.

La generosidad se entiende como un valor y una cualidad en las personas. No sólo hace referencia
a compartir u ofrecer bienes materiales, sino que también se entiende como estar disponible y
ofrecer ayuda. La generosidad en las relaciones sociales se suele apreciar bastante y se considera
como un rasgo de bondad entre las personas. Como muchos valores sociales, se relaciona con la
empatía y la acción de 'ponerse en el lugar del otro'.

Como muchos valores, la idea de generosidad puede variar en función de cada persona y está
influida en gran medida por el entorno cultural y social. Por ejemplo, lo que en ciertos lugares
puede considerarse un simple acto de cortesía o de educación, en otras culturas puede verse como
una manifestación de enorme generosidad.

Del mismo modo, la generosidad tiene unos límites que no están definidos. En algunas ocasiones,
un exceso de generosidad puede provocar situaciones de incomodidad. Igualmente, pueden darse
casos de injusticia cuando una persona puede tratar de aprovecharse de la generosidad de otra.

La generosidad, en este sentido, está unida al concepto de asertividad, ya que una persona puede
ejercer su libertad y renunciar a sus derechos en cierto modo sin dejar de ser asertiva.

La persona generosa piensa en repartir aquello que tiene con otros menos afortunados. Su
conducta se basa en reconocer las necesidades del prójimo y tratar de satisfacerlas en la medida
de sus posibilidades. Por ejemplo: una persona que cena en un restaurante tiene la posibilidad de
ser generosa y dejar una propina importante al camarero que lo atendió. En caso contrario, se
tratará de un sujeto egoísta o avaro que no tiene en cuenta la importancia de la propina para el
trabajador y, por lo tanto, no le interesa el bienestar del otro.

Importancia de la Generosidad

La generosidad es una virtud muy importante que con frecuencia, se asocia únicamente con el
plano económico como si solo fuese posible ser generoso dando dinero a otra persona, un error
muy propio de una sociedad materialista y consumista.

La generosidad remite no sólo al plano material sino también, al emocional. Es decir, una persona
puede ser generosa en cariño, en paciencia, en sonrisas y en palabras bonitas. Pero además, una
persona también puede ser generosa en tiempo al estar disponible para los demás.

La generosidad muestra el modo ser amable y cercano en el trato de una persona que no sólo
piensa en sí misma, sino que también, se interesa por el bienestar del otro. La generosidad es una
de las cualidades necesarias para tener una relación de pareja sana y también, para tener amigos
de verdad.
La generosidad está vinculada con el amor, es decir, aquel que ama a alguien de algún modo, desea
mostrar lo mejor de sí mismo ante esa persona. La generosidad refleja la apertura de corazón
necesaria para sentar las bases de la confianza entre dos personas. Las personas generosas tienen
pensamiento positivo, tienen fe en las personas, disfrutan del momento presente.

Las personas generosas tienen una buena autoestima, son conscientes de que ellas son
importantes, pero también saben que los demás, lo son. Son personas agradecidas que quieren
corresponder al cariño de los demás con iniciativas positivas y muestras de cariño. Las personas
generosas tienen suerte en la vida porque ellas mismas siembran su propia suerte gracias a su
actitud abierta y desinteresada.

Por el contrario, las personas avaras sufren porque tienen miedo de quedarse sin nada y terminan
todavía más vacías. Viven a la defensiva por lo que pierden muchas oportunidades por tener una
actitud errónea.

La generosidad es sinónimo de la solidaridad, un valor muy importante que en la sociedad actual,


cobra cada vez más fuerza en un contexto de crisis económica o también, en un mundo en el que
todavía existen muchas desigualdades sociales. La generosidad se puede poner en práctica con las
personas más cercanas o también, con los desconocidos. Por ejemplo, un gesto posible es el dar
una ayuda económica a una entidad de ayuda social.

La generosidad es una habilidad que se entrena a través de la práctica. Es decir, el generoso lo es


por sus hechos y no solo por sus palabras. La generosidad es una virtud que suma felicidad, paz
interior, ilusión y alegría a tu vida porque el amor que das vuelve a ti con más fuerza.

Creciendo en la generosidad

¿De qué forma vives la generosidad? ¿Qué relacionas con ella? Sin duda, en tu vida has
compartido con los demás algo de lo que tienes; o tal vez alguien te ha dado parte de lo que es
suyo. Ésa es la forma elemental de vivir el valor: renunciar al egoísmo y compartir un objeto. Sin
embargo, hay formas más variadas e interesantes de vivirlo. La idea general es aprender a dar lo
mejor que tenemos, sea o no un artículo. Puede tratarse de un consejo, de horas de compañía o de
ideas para que alguien resuelva un problema difícil. Se trata de dar con convencimiento y cariño sin
esperar nada a cambio. A veces estamos en el “otro lado” del valor y ser generoso es también
aprender a recibir con agradecimiento y amor. Si creces dando y recibiendo, enriqueces tu vida y la
de los demás; construyen, entre todos, un mundo en el que a nadie le faltará nada.

La generosidad de los niños y las niñas

La generosidad puede expresarse de muchas maneras. Hay quienes donan dinero para ayudar a los
más necesitados. Otros regalan ropa, medicamentos o comida en situaciones de desastre. Algunos
deciden heredar algunos de sus bienes (casas, autos o propiedades) a asociaciones dedicadas a
causas como la lucha contra el cáncer, la protección de los animales o la conservación de la
naturaleza. Sin embargo, la generosidad no se manifiesta sólo a través del dinero o los objetos.
También podemos ser generosos con nuestro tiempo, como cuando aceptamos hacerle compañía
a una persona anciana o a un enfermo, cuando somos serviciales o cuando compartimos
gratuitamente nuestros conocimientos o habilidades con los demás. Un buen ejemplo de lo
anterior es el de los alfabetizadores: hombres y mujeres de todas las edades que si bien no son
profesores, dedican su tiempo y conocimientos a enseñar a leer y a escribir a personas que no
pudieron ir a la escuela. Además, existen muchísimos maestros que no se conforman con
transmitir lo que saben a sus alumnos, sino que se esfuerzan por sembrar en ellos el amor al
conocimiento y el deseo de saber más.

La labor de los voluntarios

Una de las mayores expresiones de generosidad en el desarrollo de los Juegos Olímpicos es el


papel que desarrollan los voluntarios, las personas de la ciudad donde se llevan a cabo que, sin
recibir pago, realizan diversas tareas para contribuir a su exitosa celebración. Sus características
fundamentales son tres: compromiso voluntario, es decir que ellos decidan tomar parte; altruismo,
o sea, que no lo hagan motivados por intereses económicos; voluntad de contribuir a la sociedad,
en otras palabras, la convicción de hacer un beneficio a su comunidad.

Viviendo el valor

El valor de la generosidad consiste en dar a los demás más allá de lo que nos corresponde por
justicia u obligación. Implica la capacidad de salir de nosotros mismos y, por un acto de amor,
enfocar las necesidades de los otros. Se expresa en diferentes dimensiones de la acción humana.
En la dimensión material significa compartir nuestras pertenencias. En la dimensión espiritual
consiste en poner nuestras capacidades y atributos al servicio de quienes nos rodean mediante
una acción objetiva de ayuda.

Dar y recibir

El reparto de los bienes en el mundo no es uniforme. Unos tienen más y otros menos. Cada
persona, además, cuenta con características diferentes y particulares. La generosidad nos permite
buscar el equilibrio entre las pertenencias y las características para construir grupos humanos
basados en un sentimiento de cariño. Si nosotros no tenemos la fuerza suficiente para cargar un
mueble, una persona generosa puede ayudarnos a hacerlo. Si dos niños que pasan por la calle no
tienen ropa ni comida, nosotros podemos buscar algo en casa y, simplemente, dárselos. Si un
amigo o miembro de nuestra familia se encuentra triste o enfermo podemos ofrecerle nuestro
consuelo. Si no entendemos una clase, nuestro compañero de banca puede explicarnos. La lista no
se acaba nunca. Ser generoso no es dar lo que nos sobra, sino dar lo mejor que tenemos, y
también saber recibir lo mejor que tienen las otras personas.
Optimismo

Los investigadores han invertido mucho tiempo estudiando a las personas que tienen una actitud
positiva. Y descubrieron que tener una actitud positiva ayuda a la gente a ser feliz, tener más éxito
y ser más sana. El optimismo puede proteger a las personas de la depresión, aún a aquellas que
corren un riesgo mayor de sufrirla. Una actitud optimista permite que las personas puedan resistir
más el estrés. El optimismo puede hasta hacer que la gente viva más años.

El optimismo proviene en parte de nuestra naturaleza: Algunas personas nacen con un


temperamento optimista. Pero el optimismo también lo determinan nuestras vivencias a medida
que crecemos. Aprendemos a ser optimistas observando a las personas que tenemos como
modelos a nuestro alrededor, adoptando nuevas maneras de pensar, y practicando nuevos hábitos.

El optimismo, además, es objeto de estudio de la psicología. De esta manera, puede definirse


como un rasgo disposicional de la personalidad que oscila entre los acontecimientos externos y la
interpretación personal de los mismos. Así, el optimismo se caracteriza por una tendencia a confiar
en que el futuro sea favorable, por lo que contribuye a afrontar las dificultades con buen ánimo y
perseverancia. Una persona optimista logra identificar y valorar lo positivo de cada circunstancia e
individuo.

Es muy frecuente que al mencionar la palabra optimismo aparezca rápidamente su opuesta:


pesimismo. En este caso, la diferencia es clara entre ambos términos. Así, mientras que ante
cualquier situación la persona optimista intenta encontrar soluciones, posibilidades o ventajas,
quien es pesimista por naturaleza lo que hace es desanimarse, ver todo como un cúmulo de
desventajas y perjuicios, así como de inconvenientes.

Es muy frecuente que al mencionar la palabra optimismo aparezca rápidamente su opuesta:


pesimismo. En este caso, la diferencia es clara entre ambos términos. Así, mientras que ante
cualquier situación la persona optimista intenta encontrar soluciones, posibilidades o ventajas,
quien es pesimista por naturaleza lo que hace es desanimarse, ver todo como un cúmulo de
desventajas y perjuicios así como de inconvenientes.

Lo bueno es que se puede aprender a ser optimista, aún si tu actitud tiende a ser más pesimista.

En este sentido, existen diferentes tipos de optimismo, como:

 Optimismo pedagógico, observa a la educación como motor de cambio en lo individual y


social.

 Optimismo antropológico, manifestado en el Renacimiento, en oposición a las tesis


agustinianas, indica que el individuo se encuentra en la misma distancia del bien y el mal, y
es por ello que posee la libertad de escoger entre uno o el otro.

 Optimismo inteligente, vinculado con la proactividad ya que este consiste en trabajar por
lo que no va bien, y mantener lo que si va bien.

 Optimismo ilusorio, se vincula con el razonamiento que realiza el individuo sobre


acontecimientos a futuros. La mayoría de las personas creen que sus pares tienen menos
probabilidades de que le sucedan acontecimientos negativos, pero si un aumento de
probabilidades en referencia a hechos positivos.

En filosofía, el optimismo es visto como un sistema filosófico que consiste en atribuir al universo la
mayor perfección posible, como obra de un ser infinitamente perfecto.

Por otro lado, el término optimista apunta a todo aquel ser humano que tiende a ver las cosas o
personas en sus aspectos más positivos y agradables.

Optimismo en psicología

En el área de psicología, el optimismo es la actitud del individuo que ayuda a enfrentar las
dificultades con buen ánimo y perseverancia, descubriendo lo positivo de las personas y las
circunstancias.

Optimismo como valor

El optimismo es una actitud positiva que el ser humano escoge ante una problemática o difícil
situación por la cual atraviesa en un momento determinado de su vida.

El ser optimista permite observar en las cosas o situaciones malas, oportunidades y desafíos para
crecer como ser humano, aprender de los errores, y adquirir impulso para continuar en la lucha de
su objetivo.

La persona optimista está llena de seguridad, capacidad, convicción, y transmite tranquilidad ya


que siempre observa el lado positivo de la cosas, y se moviliza por buscar solución al problema.

El optimismo va acompañado de la esperanza que posee cada individuo en cada uno de sus
acciones para enfrentar lo malo de la vida, en forma positiva, poniendo todo el esfuerzo, y energía
para superar las adversidades u obstáculos que se presenta en el camino para alcanzar su fin.

Optimista y pesimista

Lo antagónico del optimista es el pesimista, pero ambas son dos tipos de actitudes que escoge el
individuo ante la vida.

El pesimista se caracteriza por observar el lado negativo de la situación, y con la fuerte convicción
de que empeorará, sin buscar una posible solución para salir adelante del mal momento. Como tal,
el pesimismo no permite ver el lado positivo de las cosas, actitud que no permite al individuo
intentar y esforzarse por solucionar los problemas.

Asimismo, el pesimista es visto como un ser humano que complica la vida de las demás personas,
no sólo por su actitud de ver un único lado de las cosas, y que su destino es el fracaso, sino porque
no permite consejos o u apoyo de su entorno, ya que es más fácil pasar todo el día lamentándose,
llorando y quejándose por lo sucedido.

Cómo ser más optimista

Si tiendes a tener pensamientos pesimistas, es posible mejorar y concentrarte en lo que es bueno.


A continuación, encontrarás una lista de lo que puedes hacer:
 Nota las cosas buenas a medida que suceden. Al final del día, toma unos 10 minutos para
recordar lo que sucedió en el transcurso del día y piensa en las cosas de las cuales estás
agradecido. Escríbelas en un diario o utiliza una aplicación en tu celular o tableta.

 Entrena a tu mente para que crea que tú puedes generar cosas buenas en tu vida. Toma
el hábito de decirte a ti mismo cosas en las que puedes tener éxito. Por ejemplo: 'Si
estudio, puedo obtener una mejor calificación". "Si practico, me irá muy bien en la
audición". "Si voy a ese viaje de voluntarios, haré nuevos amigos".

 No te culpes cuando algo salga mal. ¿Qué es lo que te dice la voz interior cuando las cosas
no salen de la manera que planeabas? En vez de pensar "No pasé el examen de
matemática porque soy terrible en matemática", debes decir: "No pasé el examen porque
no estudié lo suficiente. "¡No dejaré que me pase lo mismo la próxima vez!" En vez de
decir "Grace me dejó porque no valgo mucho", piensa: "Ahora sé por qué la gente que se
separa sufre tanto, pero pasar tiempo con mis amigos me ayudará a sentirme mejor
nuevamente".

 Cuando algo bueno sucede, date el crédito que mereces. Piensa en lo que hiciste para
que eso haya sido posible. ¿Te preparaste para el examen? ¿Practicaste con dedicación?
Piensa en las aptitudes que utilizaste y cómo te ayudaron a lograr el éxito.

 Recuérdate continuamente que los reveces son temporales. En cuanto algo salga mal,
recuerda que ya pasará y genera un plan para solucionarlo. Por ejemplo: "Mis resultados
del SAT no son los que esperaba, pero puedo estudiar más y dar el examen nuevamente".

 Nota la manera en la que otra gente habla de sí mismos. ¿Son tus amigos y familiares
pesimistas u optimistas? Por ejemplo, ¿tu padre dice "Se me quemaron los perros
calientes. ¿Soy terrible cocinando” o dice “Se me quemaron los perros calientes porque
me distraje mirando el perro que corría a la ardilla en el jardín”?

El optimismo es un estilo de pensamiento que se puede aprender, lo cual significa que ¡el
pesimismo se puede eliminar! Puede tomar un tiempo, por lo tanto, no te frustres. Tomar
conciencia de esos dos estilos puede hacer que gradualmente comiences a notar más maneras de
ser optimista. Simplemente sigue diciéndote a ti mismo, "¡Puedo ser más optimista y voy a seguir
practicando!"

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