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Éxo. 21:22, 23: "Si algunos riñeren, e hirieren a mujer embarazada, y ésta
abortare, pero sin haber muerte, serán penados conforme a lo que les
impusiere el marido de la mujer y juzgaren los jueces. Mas si hubiere muerte,
entonces pagarás vida por vida".
En este caso, tanto la madre como el feto son tratados con igual estatus moral,
de tal forma que el producir la muerte de uno de los dos era considerado un
asesinato. Algunas versiones de la Biblia transmiten la idea de que la pena
capital se aplicaba solo en caso de muerte de la madre y no del feto. Sin
embargo, un análisis del texto hebreo demuestra que era administrada en
ambos casos. Aun así, la calidad de la vida no se determina por la aplicación
de un castigo o no, pues Éxodo 21:20 no impone la pena capital a quien mata
a un esclavo, pero no por eso el esclavo deja de ser humano.
En el Antiguo Testamento, fornicación deriva del verbo hebreo zanah, que significa
"prostituirse, deshonrarse". En el Nuevo Testamento, deriva del griego porneia, que
significa "inmoralidad sexual".
Aunque los términos indican relaciones sexuales fuera del matrimonio, el griego porneia es
más amplio, y expresa toda clase de inmoralidad sexual, incluyendo la homosexualidad
(Jud. 7). Todo lo que implique el uso inadecuado y pervertido de los órganos sexuales y el
cuerpo como: el adulterio, el abuso sexual contra el cónyuge o contra niños, el incesto, el
homosexualismo, el lesbianismo, el bestialismo y la pornografía (pornografía proviene del
griego porneia) pueden ser catalogados como inmoralidad sexual, o fornicación.
1 Cor. 6:11: "Y esto erais algunos; mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados,
ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios".
La frase "y esto erais algunos" indica que varios de los que ahora eran cristianos habían
practicado las aberraciones sexuales descritas, pero en Cristo habían sido perdonados
(justificados) y santificados (apartados de esa conducta pecaminosa). Dios aún obra estos
milagros en aquellos que se arrepienten de corazón.
Todo hombre tendrá una tendencia que vencer, sea esta genética o no. La Escritura nos
enseña que, no importa cuán arraigada sea una conducta, quien desee en verdad agradar a
Dios puede, por el Espíritu Santo y las Escrituras, recibir capacidad de "templanza, o
dominio propio" para vencer y subyugar esas tendencias pecaminosas que lo alejan del
ideal divino (ver Gál. 5:19-25; 2 Tim 1:7; Sal.119:9-11). Aun quienes posean tendencias
homosexuales arraigadas pueden abandonar su proceder homosexual, y reconocer el plan
divino para ellos. Aunque al comienzo la lucha contra los hábitos sea recia, deben creer que
la victoria en Cristo Jesús está garantizada (1Cor. 15:57), pues él ofrece abundante ayuda,
justificación y poder para .vivir una vida limpia y agradable delante de Dios (2 Cor. 5:17;
Efe. 4:22-24).