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Cuatro pasos para enseñar a los hijos a ser obedientes

El presente artículo indica cuatro sugerencias sobre cómo enseñar la importancia


de la obediencia a los hijos para que puedan tomar decisiones correctas y ser
buenos agentes de su propia vida.

Cindy Peterson

Vivimos en un mundo donde los valores morales están desapareciendo; donde es


muy fácil para los hijos ser engañados por la tendencia de que desobedecer a los
padres “está de moda”. Muchos padres se preguntan cómo pueden enseñar a los
hijos las ventajas de la obediencia, así como el reconocer que la desobediencia
siempre traerá desventajas. Por regla general se sabe que la obediencia trae
como consecuencia la felicidad y la paz absolutas, mientras que la desobediencia
acarrea dudas, temor y falta de confianza en las personas. Cuanto antes podamos
enseñar este principio a los hijos, mayores serán las recompensas que ellos
lograrán en sus vidas. A continuación se detallan cuatro principios morales que en
calidad de padres necesitamos enseñar a nuestros hijos, a fin de que ellos puedan
decidir prudentemente cuál es el mejor camino a escoger:

Evitar tomar atajos

la mayoría de las personas desobedientes siempre llegan antes porque toman los
atajos, conocen mil rutas alternas, no aceptan reglas o simplemente las ignoran y
al final se presentan con cara de triunfo: se creen mejores porque lo reciben todo
sin esfuerzo alguno; porque realizan cosas que de alguna manera los hace
superiores, populares, les da éxito y van adelante. Tenemos que enseñarles a
nuestros hijos a ver un patrón en esos casos: por lo general lo que fácil viene, fácil
se va. No es tan complicado el buscar ejemplos a nuestro alrededor en donde
alguien es obediente y, a diferencia de los anteriores, está dispuesto a aceptar los
desafíos, es enseñable y entiende que todo requiere paciencia antes de rendir
resultados. Hay que enseñar a nuestros hijos a esforzarse por seguir la vía que les
llevará a lograr las cosas honestamente y con sinceridad.

Buscar la sabiduría
para las personas obedientes no hay salteo de reglas, un solo camino se avista de
lejos y el camino recto los mantiene firmes. Además, respetan la experiencia de
aquellos que fueron antes que ellos y obedecieron y hubo consecuencias y
privilegios. Se complacen, además, en seguir los buenos ejemplos.

Tomar decisiones propias

la mayoría de las personas populares corren donde están las multitudes, y por
ellas miden sus decisiones. Hacen lo que todos hacen, pero con el tiempo se dan
cuenta cuántas equivocaciones, desilusiones y extravío fueron las consecuencias
de haber hilvanado la desobediencia a lo largo de sus vidas, pero lo que más les
pesa es que otros decidieron por ellos cuando les seguían. Las personas
obedientes, en cambio, toman decisiones propias aunque sean los únicos que
están haciendo lo que es correcto y sean objeto de burla o de criticismo.

Hacer lo correcto especialmente cuando nadie está mirando

el camino del obediente siempre está más claro, siempre despejado, dando más
ensanchamiento a pasos prudentes y seguros. En este camino casi no anda
nadie, la vía está firme, allí amanece, brilla el mediodía y cuando el atardecer
refleja su luz para que marchemos, y demos paso a la noche calma y un nuevo
amanecer con esperanza. El hacer lo que es recto también incluye hacer el bien
aún cuando nadie está viendo nuestras acciones.

Cuando los hijos entienden que no hay dos caminos, sino sólo uno que les
conduzca a lo bueno y al verdadero éxito, y que el otro no es sino un espejismo,
los padres tienen mayor oportunidad de guiarles para que puedan elegir las
decisiones que les conduce a una vida completa. Una vida en donde siempre se
da más de lo que se recibe, pero lo que se recibe siempre llega a ser suficiente.

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