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Sistema inmune
Los mecanismos defensivos del cuerpo nos protegen frente a diferentes agentes patógenos, como: virus, bacterias, hongos,
protozoos, células tisulares extrañas introducidas desde el exterior (por ejemplo en los transplantes) y células propias
transformadas en malignas o cancerosas.
El conjunto de estructuras biológicas (células, tejidos y órganos) que posibilitan la defensa específica frente a dichos agentes
forman parte del sistema inmune, y el conjunto de mecanismos que permiten dicha defensa constituyen la inmunidad. La
ciencia que estudia el sistema inmune se denomina inmunología.
La inmunología es la ciencia que estudia los procesos moleculares y celulares implicados en la defensa de la integridad
biológica de un organismo, a través de la identificación de las sustancias propias, y de la detección y destrucción de las
extrañas.
Linfocitos son un tipo de glóbulo blanco que combate infecciones y son vitales para el funcionamiento de un sistema
inmunológico eficaz.
Los linfocitos tras un proceso de formación, continuaran su maduración en la medula ósea convirtiéndose en linfocitos B.
Otros terminaran su proceso de maduración el timo y se transformaran en linfocitos T
Los linfocitos T son los mediadores de la inmunidad celular: reconocen y destruyen células que contienen en su superficie
proteínas ajenas al organismo, y ayudan a los linfocitos B a producir anticuerpos. Existen tres tipos de linfocitos T y son:
TCD8 o citotóxicos Matan células cancerosas o que contienen patógenos intracelulares. Inducen la apoptosis (muerte celular
programada)
TCD4 TH1 o inflamatorios Activan o destruyen células infectadas.
TCD4 TH2 o asistentes Estimulan a los linfocitos B para producir la liberación de anticuerpos
Linfocitos B Producen anticuerpos como
resultado del reconocimiento de un antígeno
determinado. Los anticuerpos son proteínas
que reconocen al agente extraño, lo inactivan
y facilitan su destrucción. Existen cinco tipos
de anticuerpos o inmunoglobulinas (ver Figura
), que se diferencian en su estructura, en el
momento de la infección en que aparecen, en
su actividad y en el lugar donde se
encuentran (sangre, leche, saliva, etc.).
Tipos de inmunidad
Este tipo de inmunidad está presente en el organismo de forma natural y corresponde a un conjunto de mecanismos que
tienden a evitar la invasión de los agentes patógenos, ya sea impidiendo su entrada o combatiéndolos una vez que han
penetrado. Su nombre se debe a que las células que la ejecutan están activas en el organismo antes de la aparición de un
agente invasor.
Los principales componentes de la inmunidad natural o innata son: a) las barreras naturales, tanto físicas como químicas; b)
las células fagocitarias, y c) ciertas proteínas plasmáticas, capaces de destruir agentes invasores.
Barreras físicas o mecánicas. La piel constituye una gruesa barrera física que impide, o dificulta, el ingreso de los
patógenos. Además, su permanente “renovación” (descamación de la piel) permite la eliminación de aquellos microorganismos
que se encuentren en su superficie. Es muy poco probable que las bacterias ingresen por la piel intacta, en cambio, cuando se
rompe por algún corte o quemadura, es el foco de ingreso para una infección.
También actúan como barreras las membranas mucosas que revisten las cavidades del cuerpo que se comunican con el
exterior (el tubo digestivo y las vías respiratorias). Las células de la mucosa producen mucus, que lubrica y atrapa los
microbios. En el epitelio de la nariz y la tráquea, existen células ciliadas que “barren” los gérmenes contenidos en el mucus
hasta la faringe, y luego pasan al estómago donde son destruidos por el ácido clorhídrico.
Barreras químicas. Corresponden a ciertas secreciones que afectan el desarrollo de los microbios o producen su muerte,
en forma directa o indirecta. Algunos ejemplos de estas barreras son las lágrimas, la saliva, las secreciones mucosas de los
epitelios de los aparatos digestivo y respiratorio. Se incluyen también las secreciones de las glándulas sebáceas y sudoríparas.
Las lágrimas y la saliva poseen una enzima llamada lisozima, que destruye la pared celular de las bacterias y con ello
ocasiona su muerte. El sebo, producido por las glándulas sebáceas, contiene ácidos grasos que determinan el pH ácido de la
piel, lo que inhibe el crecimiento bacteriano. Además, su consistencia oleosa actúa como una barrera en sí. El sudor,
producido por las glándulas sudoríparas, aporta lisozima y “arrastra” a los patógenos fuera del cuerpo.
Células fagocitarias Si los patógenos atraviesan las barreras naturales, entran en acción los fagocitos: Entre ellas
encontramos los macrófagos, los neutrófilos y las células NK o asesinas naturales. Estos atrapan a los microorganismos, los
ingieren y luego los destruyen. Para esto utilizan sistemas de reconocimiento primitivos, no específicos, que les permiten
capturar diversos microbios. Los macrófagos son leucocitos (glóbulos blancos) derivados de los monocitos. Los neutrófilos
son un tipo de glóbulos blancos que fagocitan restos de células muertas y contienen enzimas y sustancias antibacterianas. Las
NK corresponden a una variante de linfocitos (glóbulos blancos) que pueden fagocitar células infectadas por virus y células
tumorales, entre otras funciones.
Proteínas plasmáticas. La última barrera que participa en los procesos de inmunidad natural la constituyen las proteínas
específicas, llamadas citoquinas, interleuquinas o linfoquinas. Estas proteínas participan en la inducción de la respuesta
inflamatoria y en la regulación de la producción de glóbulos blancos, entre otras funciones.
Otras proteínas presentes en la sangre, que intervienen en la defensa innata del organismo, están representadas por los
interferones y las proteínas del sistema del complemento. Los interferones son proteínas liberadas por las células del
organismo que han sido infectadas por virus. También son liberadas por los macrófagos y otros tipos celulares.
Los interferones son captados por células específicas, que poseen receptores para ello, y responden secretando péptidos que
inhiben o interfieren la replicación viral. De esta forma, el organismo posee un mecanismo de defensa contra algunos virus.
Además, los interferones estimulan la actividad de células fagocíticas, como los neutrófilos y las células asesinas naturales,
aumentando así su potencial destructivo contra los microbios.
El sistema del complemento consta también de proteínas implicadas en potenciar la respuesta inflamatoria Los
síntomas de la inflamación son: enrojecimiento, por el aumento del flujo sanguíneo en la zona debido a la liberación de
sustancias como la histamina por las células dañadas; hinchazón, ya que al aumentar el Žflujo sanguíneo se incrementa el
volumen en la zona dañada; Fiebre local, debido a la liberación de sustancias piretógenas como la histamina, lo que activa el
metabolismo de los macrófagos e inhibe la división bacteriana, y dolor, ya que la hinchazón provoca presión sobre las
terminaciones nerviosas.
Determinadas proteínas del complemento pueden unirse a proteínas de la superficie bacteriana e inducir con ello la unión
de otras moléculas del complemento y atraer a los fagocitos que digerirán los microorganismos recubiertos por el
complemento.