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fernando del paso

Linda67
Historia de un crimen

LETRAS MEXICANAS
LETRAS MEXICANAS

Linda 67
FERNANDO DEL PASO

Linda 67
HISTORIA DE UN CRIMEN

Prólogo
MARTÍN SOLARES

Epílogo
ROBERTO CORIA
Primera edición, 2017

Paso, Fernando del


Linda 67. Historia de un crimen / Fernando del Paso; pról. de Martín Solares ; epílogo
de Roberto Coria. — México : FCE, 2017
306 p. ; 23 × 17 cm — (Colec. Letras Mexicanas)
ISBN 978-607-16-4891-4

1. Novela mexicana 2. Literatura mexicana — Siglo XX I. Solares, Martín, prólogo.


II. Coria, Roberto, epílogo. III. Ser. IV. t.

LC PQ7297 Dewey M863 P536l

Distribución mundial

Diseño de portada: Ricardo Peláez

D. R. © 1995, Fernando del Paso

D. R. © 2017, Fondo de Cultura Económica


Carretera Picacho-Ajusco, 227; 14738 Ciudad de México
www.fondodeculturaeconomica.com
Comentarios: editorial@fondodeculturaeconomica.com
Tel. (55) 5227-4672

Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, sea cual fuere


el medio, sin la anuencia por escrito del titular de los derechos.

ISBN 978-607-16-4891-4
Impreso en México • Printed in Mexico
Para mi hermana Irene
y mi cuñado José Joaquín, de Costa Rica
ÍNDICE

Prólogo. Linda 67, la forma de una novela, por Martín Solares . . . 11

LINDA 67
Historia de un crimen

Primera parte

I. Amanecer en San Francisco . . . . . . . . . . . . . 25


II. Bajo el volcán . . . . . . . . . . . . . . . . . . 33
III. Down Mexico Way . . . . . . . . . . . . . . . . . 41
IV. La casa de Jones y Sacramento . . . . . . . . . . . . 50
V. Los dos mosqueteros . . . . . . . . . . . . . . . 58
VI. Lagrange deshereda a Linda . . . . . . . . . . . . . 65
VII. Linda ha desaparecido . . . . . . . . . . . . . . . 76
VIII. Fiesta en casa de los Harris . . . . . . . . . . . . . 84
IX. Las coincidencias . . . . . . . . . . . . . . . . . 96
X. ¿Qué tantos dólares son muchos dólares? . . . . . . . . 105
XI. La tarjeta dorada . . . . . . . . . . . . . . . . . 113
XII. Las seis maletas . . . . . . . . . . . . . . . . . 125
XIII. Camino a La Quebrada . . . . . . . . . . . . . . 136
XIV. En la profundidad de la noche . . . . . . . . . . . . 144

Segunda parte

XV. Sight-seeing tour . . . . . . . . . . . . . . . . . . 155


XVI. La visita del inspector Gálvez . . . . . . . . . . . . 166
9
XVII. Llamadas cruzadas . . . . . . . . . . . . . . . . 181
XVIII. Una forma distinta de morir . . . . . . . . . . . . . 195
XIX. “Escucha, pendejo… escucha” . . . . . . . . . . . . 206
XX. La gallina ciega . . . . . . . . . . . . . . . . . . 216
XXI. “Felicidades, abuelito…” . . . . . . . . . . . . . . 228
XXII. El Proyecto Andrómeda . . . . . . . . . . . . . . 242
XXIII. A pleno sol . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 254
XXIV. Una equivocación de tres ceros . . . . . . . . . . . . 265
XXV. Las puertas del infierno. . . . . . . . . . . . . . . 277
XXVI. Los bigotes de Benjamin Franklin . . . . . . . . . . . 283
XXVII. Linda 67 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 293

Epílogo. Obituario para Linda Lagrange, por Roberto Coria . . . . . 297

10 Epílogo
P RÓLOG O

L ind a 6 7 ,
la f o rm a d e u n a n o v e l a

MARTÍN SOLARES

Como Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes, Jorge Luis Borges o Umberto Eco,
Fernando del Paso aceptó el reto que constituye escribir una impecable tra-
ma criminal luego de una carrera dedicada a escribir libros reconocidos por
sus virtudes literarias. Fiel a su pasión por las más ambiciosas formas narra-
tivas, el autor de Noticias del Imperio, Palinuro de México y José Trigo eligió una
de las variantes más oscuras de la novela policiaca para llevarla a un rumbo
desconocido. Luego de desarrollar con recursos joycianos el español que se
habla en México, de contar rabelesianamente la vida de un joven que muere
en una represión de estudiantes, y el delirio trágico y surrealista que consti-
tuyó el imperio mexicano de los Habsburgo, don Fernando no podría elegir
el consabido esquema en que un detective hiperracional, de supuesta gran
capacidad analítica, afronta un crimen y lo resuelve a pesar del laberinto de
pistas falsas dispuestas por los delincuentes —aunque Linda 67 tiene algunas
pinceladas que vienen de esta tradición, cada vez que el narrador opta por
seguir al inspector Gálvez en sus elucubraciones—. No adoptó tampoco la
relación de una lucha entre dos grupos de criminales, al estilo de Cosecha
roja, aunque desde el principio su novela plantea una enorme tensión entre
Dave Sorensen y su suegro —un hombre que mató por pasión y un hombre
que desea matar por venganza—. Del Paso optó por una vía más estrecha y
exigente, que surgió a finales de los años treinta y acaso es una de las que
han dado mayores logros literarios: la confesión del hombre que comete un
crimen por pasión y lucha por escapar a la justicia, como se ve en El cartero
siempre llama dos veces, de James McCain, y más tarde, en las gloriosas no-
velas de Patricia Highsmith, por mencionar sólo dos de los casos más con-
tundentes.
Para la mayoría de los escritores policiacos convencionales, escribir una
novela negra equivale a preparar una hamburguesa en la que siempre deben
aparecer los mismos ingredientes: un detective sarcástico pero infalible, capaz
de hacer justicia aun en las circunstancias más adversas; una mujer fatal, que

13
traiciona todo menos su belleza; una ciudad que aloja alegremente la corrup-
ción más reprobable, y un enemigo poderoso, que establece un duelo a muer-
te con el protagonista. Pero Linda 67 poco tiene que ver con esta receta. Lejos
de la comida rápida por definición, Fernando del Paso prefirió ofrecernos una
exquisita langosta Thermidor construida con material siniestro, pero contada
con recursos que provienen de sus novelas anteriores.
Con Linda 67 Del Paso hizo evidente su capacidad para provocar explo-
siones de poesía dentro de una trama vertiginosa y demostró a la vez que un
narrador puede adaptar los rasgos de su estilo a un género conocido por sus
restricciones. Una de las peculiaridades más famosas de la prosa de José Trigo,
de las aventuras de Palinuro y los monólogos de Carlota es la enumeración de
elementos que comparten una intensa naturaleza poética. En Linda 67 no des-
aparece este recurso, sino que responde a las necesidades de la historia, a ve-
ces incluso de modo microscópico. Mientras el asesino planea la trampa mor-
tal que tenderá a su mujer, también enumera las tiernas fotografías que le
tomó a su amante, Olivia, a medida que ambos paseaban por San Francisco.
Y cuando el crimen ocurre y llegan los remordimientos, una serie de imáge-
nes poéticas, que condensan los temores de este personaje, pasan frente a
nuestros ojos a medida que el mundo acosa sin tregua al culpable. Sumergido
en las consecuencias pesadillescas de sus actos brutales, ¿qué mejor lugar que
el acuario de San Francisco para que Dave dé rienda suelta a su angustia e
imagine la cabeza de Linda Lagrange flotando en las profundidades? La famo-
sa erudición de Del Paso, presente en todo el libro, también ayuda a construir
y desarrollar la acción y los momentos placenteros, en ocasiones teñidos de
un tono tétrico: cuando el flamante asesino camina por las calles de la ciudad
y no encuentra sosiego en los lugares públicos de San Francisco.
A su vez, algunos hechos provenientes de la historia reciente pavimentan
la carretera por la cual se desliza este veloz relato de ficción. La realidad pe-
riodística es uno de ellos. Dos hechos reales fueron mencionados en este li-
bro: el polémico caso del deportista estadunidense O. J. Simpson, acusado y
luego exonerado de asesinar a su esposa y a un amigo de ésta, y el misterioso
atentado que destruyó un edificio federal en Oklahoma —mismo que no fue
resuelto hasta 1996, cuando fue detenido Ted Kaczynski, el terrorista conoci-
do como Unabomber—. Pero ninguna de estas dos menciones es empleada
aquí para sazonar a la novela de realidad y volverla contemporánea: la perse-
cución de O. J. Simpson coincide con el momento en que Dave comprende
que pronto el perseguido será él, mientras que la noticia de la caída del edifi-
cio ocurre cuando la confianza del asesino en sí mismo se resquebraja y va a

14 Prólogo
derrumbarse también. Así, toda la personalidad de Dave Sorensen queda defi-
nida por dos palabras: persecución y caída.
Uno de los mayores logros de este relato es la construcción de los perso-
najes. En el caso de Dave Sorensen, un ser “con el cuerpo limpio y la concien-
cia sucia”, como diría Palinuro, Del Paso consiguió un asesino tan humano
que no parece advertir la gravedad de sus actos hasta que “la bruma que había
ofuscado no su pensamiento, sino su conciencia durante toda la noche y par-
te del día anterior, comenzaba a desaparecer. Vio entonces, comprendió con
una claridad alucinante, el horror de lo que había hecho y el horror de todo
lo que aún tenía que hacer”. Pero si en la primera parte de esta novela el autor
despierta nuestro aprecio hacia el culpable con un vertiginoso flashback hacia
su pasado, la segunda mitad de la novela es una carrera a muerte hacia el fu-
turo. Primero presenciamos los pasos que le permiten a Sorensen matar a su
esposa y encubrir su culpa; después, cómo las fuerzas del destino se encargan
de atacar su cuidadosa urdimbre. Una de las grandes sorpresas novelescas de
esta historia ocurre cuando Sorensen recibe un anónimo y debe leerlo a hur-
tadillas durante la junta a la que fue convocado en la agencia publicitaria. En
ese capítulo es francamente envidiable la manera como Del Paso interrumpe
la lectura del anónimo cada vez que está a punto de revelarnos la información.
Todas las voces son verosímiles en esta novela, pero la breve aparición del
chantajista es flamígera. Del Paso hace gala de un humor y un suspenso infa-
libles a medida que emerge, en medio de la junta entre publicistas, la voz de
este último, una especie de taimado Big Lebowski, sin duda la voz más diver-
tida de la novela, la cual le infunde a Linda 67 una dosis extra de vitalidad.
En cambio, al construir a sus personajes femeninos, Del Paso invoca una
de las tradiciones más eficaces de la narrativa criminal, que consiste en crear
al mismo tiempo el desierto y el oasis, como sucede en El cartero siempre lla-
ma dos veces y en Mar de fondo: a la bellísima y poderosa esposa del protago-
nista, que a lo largo del tiempo se vuelve tan frígida como caprichosa, y enga-
ña al marido con uno de sus conocidos, el autor contrapone a la amante
comprensiva y enamorada, dispuesta a todo por su nueva pareja, incluso a la
complicidad.
En Linda 67 la descripción de la belleza de las mujeres siempre es espec-
tacular, en el mejor sentido de la palabra. Pero esta novela cuenta también
con un personaje invisible que aparece página a página y controla el fino
mecanismo de la trama: la cruel maquinaria del destino, que lo mismo pare-
ce reír a carcajadas al empujar la historia en una dirección sorpresiva que
ocultarse cuando el protagonista más necesita su ayuda. A veces las nubes

La forma de una novela 15


parecen correr más aprisa que otros días y a veces se espera un milagro con
desesperación.
La elección de San Francisco como personaje y escenario de la historia no
es una extravagancia: allí tuvieron lugar algunos de los más emblemáticos filmes
noirs hollywoodenses: El halcón maltés, Dark Passage, The Lady from Shanghai,
Death on Arrival y Vértigo. El largo túnel de horror que recorrerá Dave Soren-
sen parece emparentado con el viaje de dimensiones existenciales cada vez
más estrechas que sufre el protagonista de Death on Arrival. Y si en Dark Pas-
sage la cámara adopta exclusivamente el punto de vista del héroe durante los
primeros cuarenta minutos, en la primera mitad de Linda 67 también percibi-
mos la acción desde los ojos y la piel de Dave Sorensen. Otras referencias y
guiños son constantes: Linda y Dave viven en la calle Sacramento, la misma
en la que el protagonista de Death on Arrival visita a su doctor. Las inclinadas
calles de esta ciudad asedian sin tregua al protagonista de Linda 67, quien,
aquejado por la ansiedad, con frecuencia pierde el aliento y se las ve negras
para regresar a su casa, como le ocurrió al exánime Humphrey Bogart en Dark
Passage. Pero Del Paso no invoca estos escenarios porque haya sucumbido a la
pulsión de incluir en su novela los sitios más emblemáticos que esta ciudad
ofrece a los turistas, y ni siquiera por cumplir con una deuda hacia sus ances-
tros cinematográficos, sino para expresar mejor la altura del drama que viven
los personajes. Si las empinadas calles de Lisboa ayudan a expresar el desaso-
siego de los héroes de Antonio Tabucchi, las pendientes de San Francisco
ayudan a Del Paso a ilustrar la angustia de Dave Sorensen. Además, adoptar a
la perla de California como escenario implica un reto adicional: luchar y ven-
cer a ese lector que busca contradicciones o errores en las referencias locales,
saber más que él y mostrar a San Francisco bajo un punto de vista sin igual.

La isla policiaca, o cómo la técnica crea la emoción novelesca

Si la primera parte de esta novela es un siniestro flashback que paso a paso


construye la escalera hacia el asesinato, la segunda es una lección de técnica
narrativa: a diferencia de la prosa predecible de una novela policiaca tradicio-
nal, el relato de Linda 67 lo mismo se ramifica y sigue tres conversaciones si-
multáneas que alterna una discusión entre publicistas con la exposición de la
ya mencionada carta anónima. El capítulo XIX, que presenta tres largas digre-
siones del extorsionador, recuerda los mejores monólogos de Noticias del Im-
perio. Aunque parezca imposible, también aquí hay numerosos instantes en

16 Prólogo
los que incluso el más procaz de los personajes se permite un poco de veloz y
prosaica poesía. Asimismo, la costumbre del asesino de dialogar mentalmen-
te con un interlocutor imaginario a quien le cuenta todos sus planes consti-
tuye un detalle exquisito. Y en lugar de presentarnos una fría recapitulación,
como es habitual, el capítulo final cuenta, desde la oscura imaginación del
asesino, una escena que corona el rompecabezas de la trama con macabra
elegancia.
En cuanto a la estructura se refiere, don Fernando
se propuso explorar nuevas vías y recursos, como hizo en
cada uno de sus libros anteriores. Quien intente dibu-
jar cada una de sus novelas advertirá su extrema origi-
nalidad. La forma de Palinuro de México recuerda a la de
una extraña flor vertical, nutrida con la fuerza de la poe-
sía: una flor con un lado masculino (dedicado a narrar
las aventuras de Palinuro, Molkas, Fabrizio y los tíos) y
uno femenino (consagrado a contar los andares de Este-
fanía y las tías). El resultado es una estructura de geo-
metría singular que sorprende al lector con la inclusión
de la obra de teatro “Palinuro en la escalera” en el pe-
núltimo capítulo (encerrado en un círculo en el dibujo
de al lado), y porque luego de morir a manos de agen-
tes del gobierno el protagonista no fallece de modo de-
finitivo, sino que renace en el desenlace de la historia.
Por su parte, Noticias del Imperio alterna los deli-
rantes monólogos de Carlota con series de tres capí-
tulos que abrevan a fondo en la historia de la guerra
franco-mexicana y narran diversos episodios de la
misma, contados con extrema concisión y creando en
cada uno de ellos a un narrador de rasgos únicos, ca-
paz de dotar a su relato de un sentido eminentemen-
te literario.
Exceptuando los recursos técnicos que provienen de estas dos narraciones
y reaparecen discretamente en Linda 67, poco parece tener en común la nove-
la policial de don Fernando con semejantes logros narrativos. En cambio, Lin-
da 67 guarda cierta similitud estructural con José Trigo, al grado de que po-
dríamos aventurar que la estructura de la primera novela de don Fernando
predice hasta cierto punto la forma de la más reciente. La lectura de José Trigo,
como Del Paso lo ha dicho en algunas entrevistas, equivale a subir y bajar por

La forma de una novela 17


una relato en forma de pirámide, donde cada capí-
tulo incita al lector a realizar un juego verbal fuera
de lo común, que consiste en desaparecer las pala-
bras que usamos en la vida cotidiana y sustituirlo
por un lenguaje novedoso, y una vez establecidos
en el centro del libro, el autor nos obliga a viajar de
la cima a la sima, y regresar al inicio con un méto-
do vertiginoso, que consiste en despojar al relato de las invenciones verbales
previamente establecidas, de modo que terminamos por reencontrarnos ante
la misteriosa imagen inicial de un anciano que carga un ataúd infantil y atra-
viesa las vías del tren que parte de la estación de Nonoalco-Tlatelolco.
Linda 67, por su parte, cuenta un viaje tenebroso
por un sendero inestable. La primera parte de la nove-
la construye escalón por escalón tanto la personalidad
y las coartadas de Dave Sorensen como su descenso a
la oscuridad, para, una vez realizado el crimen, mos-
trar cómo las fuerzas del destino se dedican a atacar y
desmontar sus planes. Mitad caída libre, mitad duelo a
muerte con un rival que quiere ir en sentido contrario,
la forma de la novela policiaca de Fernando del Paso
recuerda una pirámide invertida.
En 1995 un joven reportero entrevistó a don Fernando sobre esta novela
suya, luego de haber leído con enorme admiración las tres anteriores. Don
Fernando le dijo en broma: Cuando escriba sobre mi libro, no vaya a contar el
final a nadie —como si el valor de esta novela sobrecogedora residiera en la
solución de un acertijo, y no tuviese el mérito de crear a un personaje tan en-
trañable como el Ripley de Highsmith, una prosa tan apta para la acción como
para la poesía, y una historia tan angustiante como las de James McCain—.
Lamento decepcionarlo, don Fernando: el valor de su novela policiaca no
radica en el final. Linda 67 supera, y por mucho, el estrecho esquema de esas
novelas de detectives en las que el lector sigue leyendo sólo por el afán de
descubrir quién es el culpable. Podríamos argumentar que con su habilidad
para multiplicar la emoción de sus lectores, Linda 67 se disfruta porque es
una novela de aventuras que permite entender la complejidad y la riqueza de
la mente y el corazón humanos, un relato que sube y baja por las calles de San
Francisco gracias a sus inesperados giros novelescos; la historia de una mujer
que cae por un precipicio pero reaparece viva o muerta cuando menos se la
espera; el caso de dos enemigos que luchan a muerte contra el destino y una

18 Prólogo
narración que no se olvida nunca, acaso porque todo está meticulosamente
planeado, desde esa primera frase que constituye el título del libro a las últi-
mas, brillantes líneas del remate, donde el héroe imagina las placas que tenía
un automóvil y que quedaron grabadas en su piel. Podríamos concluir que el
final es tan preciso como el de El halcón maltés y tan delirante como el de
Death on Arrival. Podríamos decir que es una novela sobre el momento en que
el amor y la muerte se toman de la mano para jugar a las vencidas, pero eso
requeriría otro dibujo.

La forma de una novela 19


Publicada por primera vez en 1995, Linda 67. Historia de un crimen
marca el debut de Fernando del Paso en la novela policiaca y abre
a los lectores nuevos horizontes del universo narrativo del ganador
del Premio Cervantes. Fiel a la afirmación de su autor: “el perso-
naje principal de una novela policiaca debe ser el ingenio”, en sus
páginas el misterio y la intriga son las piezas principales.
De una extrema agilidad y construida por medio de la analep-
sis, pues desde el inicio se sabe quién es el asesino, en esta primera
incursión de Del Paso a las novelas de crímenes, el paisaje urbano
de San Francisco y el pensamiento del protagonista, David Soren-
sen, son los elementos de tensión. Más allá de averiguar quién es el
culpable, en Linda 67, como todo buen thriller, conforme avanza la
narración, el celaje persiste gracias a la magistral indagación que
Del Paso hace sobre la fatalidad humana. El verdadero crimen es
en realidad que Sorensen, un hombre que mató a su esposa adine-
rada para fugarse con su amante mexicana, no escape a su propio
destino y sea víctima de sí mismo.
La novela más breve de Del Paso hasta ahora es una de las
puertas de entrada a la obra de uno de los autores mexicanos vivos
más relevantes. A partir de ella el ávido lector, sin capacidad de
huir a su propio —y en este caso dichoso— destino, logrará aden-
trarse a otros títulos pasianos como Noticias del Imperio, Palinuro
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de México y José Trigo.

ISBN 978-607-16-0000-0

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