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Piaget hizo varias clasificaciones distintas de los periodos y estadios del desarrollo de la
inteligencia. Una de esas clasificaciones figura en el presente texto, y es la siguiente:
El periodo que va del nacimiento a los dos años (adquisición del lenguaje) es una
conquista, a través de percepciones y movimientos, de todo el universo práctico que rodea
al niño pequeño. Al principio el niño se centra en sí mísmo y su acción, pero al final de este
periodo ya puede situarse como un objeto más dentro del universo que fue construyendo.
Esta "revolución copernicana" ocurre en la esfera intelectual y en la afectiva. Desde el
primer punto de vista, el desarrollo de la inteligencia en este primer periodo comprende
tres estadios:
2. Organización de percepción y hábitos (1-8 meses).- Poco a poco los reflejos van
transformándose en hábitos: dejan de ser automáticos y se tornan flexibles. Así, un niño
puede chupar objetos diversos, y no sólo el pecho materno. Esto lo logra por ejercitación y
por asimilación. El niño empieza también a poder reproducir una conducta que realizó
fortuitamente, una y otra vez (reacciones circulares).
C. La intuición.- Hasta alrededor de los siete años, el niño sigue siendo prelógico y suple la
lógica por la intuición, simple interiorización de las percepciones y los movimientos en
forma de imágenes representativas y de "experiencias mentales", que por tanto prolongan
los esquemas senso-motrices sin coordinación propiamente racional.
La intuición se basa más en lo perceptible que en la lógica: por ejemplo, para un niño de
este periodo una hilera de 10 fichas rojas y una hilera de 12 fichas azules, ambas de la
misma longitud, tienen para el niño la misma cantidad de fichas, porque atiende al efecto
óptico global, no a las distancias de las fichas entre sí.
Cronológicamente primero aparece la intuición primaria, luego la intuición articulada (y
finalmente la operación, pero esto es después de los siete años). La intuición primaria es
simplemente una acción senso-motriz convertida en pensamiento, es rígida e irreversible.
La intuición articulada sigue siendo irreversible, pero tiene la ventaja que el niño puede
prever consecuencias y reconstruir estados anteriores.
D. La vida afectiva.- Los actos intelectuales no existen en estado puro: siempre implican un
aspecto afectivo. Y a la inversa, todo acto afectivo supone un acto intelectual (el amor
implica una comprensión intelectual).
Entre los dos y los siete años aparecen tres novedades en la vida afectiva: 1) desarrollo de
los sentimientos interindividuales como afectos, simpatías, antipatías, ligados a la
socialización de la acción, 2) aparición de sentimientos morales intuitivos surgidos de la
relación con los adultos, y 3) regulaciones de intereses y valores, relacionadas con el
pensamiento intuitivo en general.
El INTERES es la prolongación de las necesidades: el niño muestra interés por algo
porque lo necesita. El interés es por un lado un regulador de energías: el niño pone
energía en lo que le interesa. Por el otro lado implica un sistema de valores: los intereses
forman entre sí un sistema donde unos valen más y otros menos, en cada momento.
En relación con los intereses están también las AUTO-VALORACIONES, que son los
sentimientos de inferioridad o superioridad, derivables de si obtuvo fracasos o éxitos
(reales o imaginarios) en su acción. En relación con ellos están también los VALORES
INTERINDIVIDUALES ESPONTANEOS. Así como el pensamiento intuitivo, gracias al
lenguaje, permite al niño intercambios intelectuales con los demás, así también los
sentimientos espontáneos nacen de un intercambio cada vez más rico de valores
(simpatías, antipatías, etc). Por lo general, habrá simpatía hacia las personas que
respondan a los intereses del niño y que lo valoren. A partir de aquí surgirán los primeros
VALORES MORALES, nacidos de sentimientos morales: aparece la idea de lo obligatorio
y del deber: estas no nacen de simples simpatías o antipatías, sino del respeto de reglas
propiamente dichas. No obstante, todavía en este periodo el niño tiene una moral
heterónoma, que depende de reglas y voluntades ajenas, no propias, lo cual es un logro
posterior. El niño de este periodo de 2-7 años dice dos tipos de mentira: una que usa para
ocultar una mala acción frente al adulto, y otra que usa para exagerar (un perro de 3
metros). El niño juzga como más "fea" a la segunda mentira.