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Primeraparte
LOS CAMINOS DE LA FENOMENOLOGÍA
I EL CAMINO CARTESIANO
Aludiendo a la pregunta por la esencia de la filosofía,
se ha dicho que el primer problema filosófico es el de la
filosofía misma. Es obvio que dicha pregunta supone una fi-
losofía ya existente, pues por lo que pregunta es por la esen-
cia de ese modo del saber ya constituido que recibe el
nombre de filosofía y por lo que la distingue de otros modos
del saber semejantes (ciencia, religión y arte). Pero este
no es el primer problema del filósofo, quien no necesita se-
mejante investigación para ponerse a filosofar. Lo que a él
f le interesa es saber cómo debe poner en marcha la filosofía,
lo cual exige una determinación previa del campo en que
va a moverse, pues, a diferencia de las ciencias particulares,
a las cuales les es dado de antemano su campo de trabajo,
* la filosofía tiene que descubrir el suyo por su propio esfuer-
zo. Mas para esto necesita primero un camino que la con-
duzca hasta dicho campo, camino que tampoco le es dado
por adelantado, y que no puede encontrar a la ventura, sino
que tiene que buscar expresamente. De manera que, en
último término, el primer problema de la filosofía es el
problema de su camino,
En forma tácita o expresa, este problema aparece una
y otra vez en la historia de la filosofía. Uno de los primeros
textos de la metafísica griega, el poema de Parmenides,
comienza con una búsqueda del “camino hacia la luz”, nom
bre que recibe allí el camino del pensar. En la cima de
dicha metafísica, Platón recoge esta metáfora parmenídea
en el libro VII de laRepública, para describirnos minucio-
sámente el camino que sigue el alma desde la oscuridad
de la vida cotidiana hasta la región luminosa de la filosofía.
Desde entonces el tema del camino(hodós)reaparece siem-
pre de nuevo en su pureza metafórica originaria o ya petri-
ficado como ingrediente del término técnicométodo. Bajo
este último nombre arrastra una lánguida existencia durante
el siglo xix. Pero en nuestros días Edmund Husserl lo ha
colocado de nuevo en el centro del interés filosófico, con-
virtiéndolo en el primer problema de la filosofía.
En casi todas sus obras Husserl se mueve primeramente
en tomo a la cuestión de la vía de acceso al dominio en
que ha de instalarse la filosofía. Pero no se trata siempre
del mismo camino. En cada nueva obra emprende uno nue-
vo, que se revela en la próxima como insuficiente. Unas
veces retorna a un camino abandonado antes; otras, en la
misma obra, se cruzan diversos caminos, viejos y nuevos.
Pero ni en los caminos singulares, ni en las encrucijadas
se declara satisfecho. Apenas al final de su vida parece
haber encontrado lo que buscaba. A fines de 1937, espe-
rando ya la muerte1, dijo en una conversación privada:
“Yo no sabía que fuese tan difícil m orir... Justamente
ahora, cuando he emprendido mi propio camino, justa-
mente ahora tengo que interrumpir mi trabajo y dejar mi
tarea inconclusa” 2
El caso de Husserl es insólito en la historia de la filo-
sofía. La mayoría de los pensadores suelen encontrar al
comienzo de la meditación el camino hacia su campo de
trabajo. Instalados en éste, pueden entonces dedicarse a
investigarlo y a construir los sistemas que recogen el resul-
tado de la investigación, sin volver a preocuparse por la
cuestión del camino. Husserl, en cambio, dedica toda su
vida de meditador a la búsqueda de su camino, y la termina buscándolo aún. Por ello, nunca puede
construir un siste- ma, ni llegar a resultados definitivos en ninguna cuestión. Sus conquistas son
siempre transitorias. Lo logrado siguien-
do una vía determinada, tiene que corregirlo o abando-
narlo poco tiempo después, al examinarlo a la luz de
experiencias hechas en un nuevo camino. Sus obras no son,
pues, partes integrantes de un todo sistemático, como ocurre,
por ejemplo, en Descartes, Kant o Hegel. Cada una con-
sidera los mismos problemas desde los distintos puntos de
vista que ofrecen las numerosas rutas seguidas, Y el sistema
aparece en la lejanía, pero como un desiderátum, al que ha
de conducir la vía buscada siempre en vano.
Esta exorbitacíón de un problema que, en la mayoría de
los casos, posee interés en los primeros pasos del filosofar,
es extraña y desconcertante. Con todo, es una consecuencia
necesaria de la idea que Husserl tiene de la filosofía y de
su historia, La filosofía debe ser, según él, una ciencia*
exenta de supuestos. Desde sus orígenes entre los griegos,
ella siempre ha perseguido este ideal; pero siempre ha fra-
casado en sus intentos de alcanzarlo. La historia de la
filosofía es, en buena parte, una historia de estos fracasos.
La causa de los fracasos ha sido la falta de radicalismo. La
mayoría de los pensadores ha intentado evitar o destruir
los supuestos ya sobre la marcha. Pero esto es imposi-
ble. JL& raíz de los supuestos está en el punto de par-.
tida. Casi siempre, al iniciar la marcha se arrastra ya una
̂serie de supuestos que no se dejan desterrar posteriormente,
pues son inherentes al camino elegido. El ideal de la falta
de supuestos hay que lograrlo aquí, en estos comienzos, en
estas raíces de todo filosofar. Esto es lo que pretende la
fenomenología. Ella aspira a realizar la esencia de la filo-
sofía, es decir, a constituirse como una ciencia sin supuestos.
Por ello emprende Husserl cada nuevo camino con el ojo
atento a los supuestos. Y cuando descubre el menor de
ellos, interrumpe la marcha y vuelve a comenzar de nuevo, esto es, emprende otro camino. Husserl
ensaya, pues, numerosos caminos. Mirados en conjunto, forman un oscuro y complicado laberinto.
La descripción de todos ellos es casi imposible. Nosotros pre-
ferimos saltar fuera del laberinto, abandonándolo violen-
tamente, y entresacar de allí los hilos que marcan tres
caminos, que tienen la ventaja de aparecer muy claros y
de ser, por decirlo así, los caminos reales, desde los cuales
se pueden contemplar los restantes. Empleando expresiones
de Husserl los denominamos así;
1. El camino cartesiano.
2. El camino histórico*
3. El camino del sicólogo,
El camino cartesiano lo describe Husserl en el primer
tomo de lasIdeas para una fenomenología pura y una filo-
sofía fenomenològica, aparecido en 1913. En una interpre-
tación libre de los pasajes pertinentes3, intentaremos en-
seguida fijar los pasos principales en dicho camino y des-
cribir la experiencia que se h^ce en su recorrido.
Se busca un camino que conduzca al dominio de la filo-
sofía. Se supone, pues, que no se sabe nada de esta. El
punto de partida es, por tanto, la situación del hombre
antes del aparecimiento de cualquier interés filosófico. Esta
situación prefilosófica se caracteriza por lo que Husserl
llama la “actitud naturar, que es la de la vida cotidiana,
en que el hombre está en relación con su mundo circun-
dante representando, juzgando, sintiendo, valorando y que-
riendo "ingenuamente”. En esta relación, en la relación 4 yo
y mi mundo circundante”, el yo es un centro de actos que
apuntan al mundo, En un primer paso, Husserl acompaña a la vida natural en este movimiento y
describe lo que ocurre allí.
Pues bien, en la actitud natural el yo se mueve directa-! mente hacia el mundo, alejándose de sí
mismo. Este ale-' jamiento equivale a una enajenación: el yo se pierde en
el mundo, olvidándose de sí, Determinado por este olvido, el
yo se interesa solo por el mundo, Este interés determina
el contenido de su saber; el cual no es más que un saber
mundano. Además, lo sabido en este saber, lo mundano,
adquiere el rango de lo que es en verdad. El mundo se
convierte así en el modelo de todo ser, Por ello, cuando
en esta actitud se avista de algún modo al yo, se lo concibe
como una cosa, como algo perteneciente al mundo, De
manera que su modo de ser propio queda oculto, ya sea
porque la atención no se dirige a él o porque una inter-
pretación mundana lo deforma.
En la actitud natural yo soy, pues, consciente exclusiva-
mente del mundo. Pero el yo natural no se detiene aquí.
Aun cuando no tenga ninguna base segura para ello, cree
ingenuamente en la existencia del mundo. Este acto de
creencia ya no es un mero saber, un ser consciente de algo,
sino un acto de posición, en el cual se pone el mundo
como existente. Esto es lo que Husserl llama la “tesis ge
neral de la actitud natural”. De manera que la descripción
de la actitud natural nos revela al yo como consciente y
ponente.
Est& último carácter del yo nos lo descubre como volun-
tad, pues la posición es un acto volitivo. Por tanto, el yo
consiste en saber, querer y no querer; y en cuanto puede
querer o no querer es libre. Esta libertad hace posible
el segundo paso de Husserl. Frente a lo puesto por mí
—la existencia del mundo— puedo tomar posición. Es decir,
puedo afirmarlo o negarlo. La afirmación no sería más que
una ratificación expresa de la tesis de la conciencia natural.
natural» Lo que es en verdad no es ahora lo mundano, sino lo subjetivo. Lo mundano posee un ser
relativo al sujeto, pues no se puede hablar de nada que no sea objeto de un acto subjetivo. Los
objetos trascendentes son primera* mente objetos percibidos, juzgados, recordados, valorados,
etc. Lo que ellos son para nosotros depende de la actividad
de los actos respectivos. De modo que su ser es un ser
constituido subjetivamente. Lo subjetivo, en cambio, tiene ·
un ser absoluto. Los fenómenos subjetivos son también 1
para un sujeto, pero, en cuanto este no es diferente de ellos,
su ser no es un ser relativo, un ser para otro, sino un ser
para sí. Es decir, su ser no es reducible a otra cosa —como
ocurre en lo trascendente mundano—, pues más allá de lo
subjetivo no se puede retroceder. La subjetividad reposa
en sí misma y es el fundamento de todo lo demás. Por
ello, refiriéndose al resultado del regreso a ella, dice Husserl:
“Así se invierte el sentido vulgar de la expresiónser·
El ser que era para nosotros lo primero, es en sí lo secun-
dario, es decir, es lo que es solo en r̂elación* con lo pri-
mero ., < La realidad, tanto la realidad de la cosa tomada
singularmente como la realidad del mundo en total, carece
por esencia (en sentido estricto) de independencia. No es
en sí algo absoluto que se ate secundariamente a otra cosa,
sino que en sentido absoluto no es nada; no tiene una esen-
cia absoluta'; posee la esencia de lo que, por principio, es
solo algo intencional, algo sabido por una conciencia o
representable por el la, , . ” 5
Para distinguirlo del yo empírico, Husserl le da a dicho
sujeto absoluto los nombres de sujeto puro y sujeto trascen-
dental. Esto nos obliga a hacer una aclaración.
Por medio de la reflexión que pone en marcha laepojé
se nos da primeramente una subjetividad empírica, a la
cual reducimos todas las cosas. Pero esta es una mera re-
5 Op. cit, p. 118.