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Freddy Quezada: “La dictadura está fregada

por dentro y por fuera”


Daniel Ortega tiene a todo mundo en contra afuera de Nicaragua y adentro tiene una protesta social que va a 
reventar, analiza el sociólogo Freddy Quezada. 

Amalia del Cid​ 24/03/2019 

Managua, Nicaragua. Freddy Quezada, filosofo, sociologo y ex catedratico de la UNAN habla para Domingo sobre la 
situacion politica de Nicaragua gobernada por la dictadura de los ORMO. Oscar Navarrete/ LA PRENSA. 

Daniel Ortega ha sido una ficha necesaria para el Gobierno de Estados Unidos, pero en las circunstancias 

actuales ya no es un elemento útil, afirma el sociólogo Freddy Quezada, para quien el diálogo nacional es 

parecido a una mesa ubicada en un casino donde quienes controlan los juegos son los estadounidenses. 
Para Quezada, despedido el año pasado de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN-Managua) 

por cuestionar la represión del Gobierno, Ortega se encuentra en una situación “terrible” y la protesta ciudadana 

es una represa que va a reventar. 

En esta entrevista, el sociólogo analiza el comportamiento de Ortega y el actual mapa de fuerzas de lo que 

conocemos como diálogo nacional. 

¿Cuál es la apuesta de Daniel Ortega? ¿Por qué, estando donde está, sigue reprimiendo? 

No sé qué pasa por la cabeza del dictador. Hace cosas irracionales. Se envolvió en su propio veneno y lo que 

estamos viendo son como estertores. Golpes al azar, violentos, como cuando alguien está en el suelo en estado 

epiléptico y los que están alrededor pueden salir lastimados. No le importa ya guardar la racionalidad de sus 

actos. Ya rompió esa barrera. No le importa guardar ningún tipo de formalidad, de respetos, de derechos; a 

menos que sus consejeros estén trabajando para el enemigo y le estén aconsejando cosas que estén 

directamente en contra de él y en ese caso habría que ir a agradecerles a sus consejeros. 

Pero también se ha dicho que, para Ortega, reprimir podría ser el menor de los males. 

Ah, bueno. Como político vos entre dos males elegís el menor. Pero elegís el menor y después te enderezás para 

ir a negociar, porque sabés que estás entre un monstruo y otro. Si dejás que corra la movilización te vas afuera 

en una semana, porque esas movilizaciones no van a parar. Van a ser una hemorragia de todos los días. Si 

reprimís, te van a fregar porque se van a venir encima las sanciones internacionales. Es decir, la dictadura está 

fregada por dentro y por fuera. Pero por dentro es donde tiene su carta de garantía, porque todavía la gente no 

se moviliza y porque tiene a los presos políticos. Por fuera es donde Ortega, haga lo que haga, está frito. Lo que 

te aconseja el manual de la política es que si reprimiste, te vayas directo a la mesa a negociar y no que te 

pongás en plan de que tenés la sartén por el mango. Ortega hace lo contrario, reprime y todavía se pone en una 

posición de liberar a los presos en noventa días, cuando debería tenerlos a todos fuera la siguiente semana. 

¿Cómo ve usted el diálogo que se está realizando en el Incae? 

Es con los gringos con quien de verdad se está negociando, y no en esta mesita de notables y del Cosep. Ese 

diálogo es como un Magnavox, donde Ortega habla y se escucha al otro lado. Ortega es la entidad que está 
hablando pero para ser escuchada por quien de verdad está decidiendo, lo está vigilando, lo está controlando y 

le tiene aplicados el manómetro y el calendario, que son los gringos. Ese es el sentido que tiene eso. Después 

pueden hacer y decir lo que ellos quieran. (Carlos) Tünnermann, (Azahalea) Solís, (Max) J
​ erez​, los Cosep, 

pueden patear, llorar, ser atacados a tomatazos y huevos crudos. No le importa ni a los gringos ni a Ortega. 

Ortega se cree el George Clooney de La Gran Estafa, cuando los únicos trucos que sabe son los del “toro rabón” 

que debió haber aprendido en su niñez en Chontales y cree que con esos truquitos va a ir a engañar a los 

gringos. ¿Qué truquitos? Decir sí pero no, engañar, fregar, meterle letras menudas a los acuerdos. 

¿Y la Unión Europea? 

Sí, sí, obviamente. Pero los que a él le interesan son los gringos. Toda señal que él da es para que la vean los 

gringos o para que se magnifique con ese Magnavox. 

¿Reprimir la protesta pacífica e irse a sentar a la mesa de diálogo es una estrategia? 

Esto lo hacen todos los políticos del mundo, no creás que solo Ortega. Lo que pasa es que él es, quizás, el que lo 

hace con menos teatralidad o menos dramaturgia, porque este es un vulgar que llega con un mamporro, un 

policía en una esquina que te agarra y te golpea por puro gusto, por una mala mirada. En política vos hacés eso, 

vos golpeás y negociás. Estados Unidos, en las negociaciones que hizo con Vietnam, hizo lo mismo. Poco antes 

de firmar los acuerdos, Richard Nixon dejó caer las bombas de napalm famosas, hizo destrozos en el 

ecosistema vietnamita, sabiendo que ya estaban sentados y a punto de firmar un acuerdo. 

¿Qué mensaje manda eso? 

Desmoralizarte. Hacerte retroceder, atemorizarte. Hacer que la gente te presione para que firmés ya lo que se te 

presente sobre la mesa. Esas son técnicas que no solo las usa Ortega, sino todo político en crisis, que está 

acorralado o que está negociando. Pero este lo hace sin glamour y termina siendo una especie de circo 

sangriento. 

¿Cómo podríamos definir a los actores de este diálogo? 

Los actores visibles del diálogo son: por un lado el Gobierno y, por otro, una Alianza donde hay dominio de los 

empresarios. Se retiraron los campesinos, incluso el representante estudiantil suspendió su apoyo por algún 
momento. Además, hoy tenemos dos actores más: la OEA y el Vaticano. Esa es la parte visible. ¿Cuáles son los 

invisibles? El gran juez que está detrás de toda esa mesa: Estados Unidos, Trump, Pompeo y Pence; esos son 

los tipos cuidadores del casino, que están vigilando todos los juegos. No se miran, pero se sienten. El otro actor 

son los organismos internacionales: la ONU y dos potencias que dieron el voto negativo a lo que se está 

haciendo pero que ya no se quieren meter: China y Rusia. Y del lado del Gobierno hay otro actor invisible, que 

tampoco se mira pero se siente: el Ejército. Ahora, dentro del Vaticano, tenemos una división de papeles. 

Tenemos a un representante del Vaticano muy activo que a veces da la impresión de estar del lado del Gobierno 

y a una Conferencia Episcopal desprendida y sustraída ya de ese mundo de los laicos, pero que se ha 

radicalizado, ambos respondiendo a las órdenes verticales del Vaticano. ¿Qué está pasando ahí? Solo la Iglesia 

sabe ¿Quién más no está muy visible por el lado de la Alianza? La Articulación de Movimientos Sociales y la 

Unidad Nacional Azul y Blanco. Como en los juegos de beisbol, son los bateadores emergentes; si falla la 

Alianza, están en el círculo de espera. Los tres grupos representan a los autoconvocados, que son un montón. 

Después hay dos países jugando, pero que están como telón de fondo: Cuba y Venezuela. Ese es el tablero de 

fuerzas. Pero es una fotografía, no una película. Todo ese mapa se puede descomponer si vos le aplicás 

movimiento. Cada detallito te puede recomponer y reconfigurar todo el mapa. Mirá ese silletazo, del 16 de 

marzo, le levantó la moral a esta población. A todos los rehenes que estamos con la pistola en la cabeza y 

tenemos los pies atados. Nadie conoce el eslabón más débil, por donde se va a reventar la cadena, es un efecto 

mariposa. 

¿Cómo ve el papel de la Alianza en medio de todo esto? 

En un primer momento fue compuesta por notables y representantes de estudiantes, campesinos y de mujeres, 

después la fue copando y desplazando al suave el Cosep. Y todo el mundo lo sabe. Por eso cuando se retiran 

los campesinos y los estudiantes suspenden su participación los empresarios se ven descubiertos en que lo que 

están haciendo es una especie de pacto con el Gobierno, retroceder la película, como que no ha pasado nada 

desde el 18 de abril. 

¿Pero qué capacidad de decisión tendría el Cosep para hacer pactos con el Gobierno, si como usted dijo el 

verdadero diálogo es con los estadounidenses? 


La de los negocios. El problema con el Cosep es que ellos son los que nos metieron, junto con el Gobierno, en 

esto y ahora son ellos los que nos quieren redimir. Están locos. Eso no es posible. Ellos son parte del problema, 

nunca de la solución. No solo parte del problema, son cómplices de esos responsables. ¿Dónde está esa 

complicidad? No solamente en el silencio y la complacencia ante todas las actividades delincuenciales de este 

gobierno, sino en los negocios. Es difícil separar al Cosep del Gobierno en términos de negocios. Están 

mezclados en todos lados. 

¿Pueden hacer acuerdos el Cosep y el Gobierno al margen de los estadounidenses? 

A eso tiene miedo el ala radical de los rebeldes, que estén pactando debajo de la mesa, porque los negocios 

pueden pesar más que las diferencias políticas. Alguien me preguntó la vez pasada: “Profesor, ¿qué les pasa a 

los gringos? ¿Por qué no dejan caer un golpe como con Noriega?”. Es una pregunta que yo también me hacía. 

Tal vez no golpearlo a lo Noriega, pero sí pegarles sus sustitos. Un apagón en El Carmen, por ejemplo. ¿Por qué 

no lo hacen? La única respuesta que hay ante eso es que Daniel Ortega siempre ha sido ficha de ellos, igual que 

Somoza. Hay que decir que Ortega es un bastardo, pero es un bastardo de ellos. Una cosa es que seas hijo 

legítimo como era Somoza, hijo legítimo de los estadounidenses y en ese sentido se sentía orgullo, aunque los 

gringos dijeran que era “su hijo de puta”. Pero estos no pueden decir eso. Jamás lo han considerado un hijo de 

casa, pero lo han usado y se han servido de él. 

¿De qué manera? 

Con los acuerdos que hay, no solo con la Iglesia y el Cosep, que es ese modelito auspiciado, bendecido y 

apoyado por los gringos, sino por toda la seguridad que Ortega les ofreció a los estadounidenses en términos de 

narcotráfico, migraciones y en términos de cuido de las aguas internacionales y el espacio aéreo contra los 

narcotraficantes. Nadie lo ha hecho mejor en Centroamérica que Ortega. En el fondo, le sirvió muy bien a 

Estados Unidos. Te estoy hablando del periodo después del pacto con Arnoldo Alemán para acá. La ficha sin 

remedio de los gringos ha sido Ortega, porque no han hallado otro palo en que ahorcarse. 

¿Y qué habría cambiado ahora en esa relación con los estadounidenses? 

La ruptura del pacto. Daniel ya no les sirve. Así operan las potencias. Como al propio Daniel Ortega en política, 

igual ya no le van a servir los sapos en algún momento y se va a deshacer de ellos. Los gringos ven a Ortega 
como Ortega ve a los sapos. I-gua-li-to. Porque son las reglas de la política. Este hombre ya no les sirve a los 

intereses de Estados Unidos, ya no puede cuidar bien las vías usadas por el narcotráfico, ya no puede detener a 

los migrantes, ya se quebró su modelito de los empresarios y la Iglesia, es un asesino y a nivel internacional ha 

sido condenado. Estados Unidos no se puede quemar con él. 

¿Usted no considera que a Estados Unidos podría interesarle la democracia de Nicaragua? 

Para nada. Estados Unidos es amigo de intereses, no de modelos ni de redenciones sociales. Estados Unidos lo 

que quiere es un orteguismo sin Ortega, igual que Carter siempre quiso un somocismo sin Somoza. 

Lea: ​Carlos Tünnermann: “Ortega está poniendo una lápida a la negociación” 

Hoy por hoy, ¿cuál es la situación de Ortega? 

¡Terrible! Ya no halla qué hacer. ¿De qué es dueño? De la Policía y de un grupito cada vez más pequeño de fieles 

y leales. Eso es todo. No tiene nada más. Antes había un empate, decía yo, en términos de poder. Porque afuera 

tiene a todo el mundo en contra, pero adentro nos tiene a nosotros de rehenes. Ese es el empate que había. Pero 
desde la movilización del 16 de marzo esos rehenes se desamarraron los pies, las manos. Están sueltos ya. Hay 

otros que siguen amarrados, pero ya están con ganas de hacer algo. Eso se siente. 

¿Ahora mismo lo peor que le puede pasar a Ortega es volver a perder las calles? 

Sí. Eso es ya para darle el puntillazo. Y eso es precisamente lo que él no quiere, por eso ha pagado los costos 

del mal menor. Prefiere reprimir que dejar movilizar. Pero cada vez va a ser menos posible, porque el gran juez 

de abajo (Estados Unidos) le va a estar midiendo las costillas. 

¿En qué situación se encuentra la protesta social en Nicaragua? 

En una situación de represa. Aguas tumultuosas que vos has agarrado y encerrado. Pero es una represa que 

está ejerciendo presión sobre unas paredes muy delgadas. Ese represamiento de agua, que es el equivalente a 

tener secuestrado y paralizado a todo el país, ya ha mostrado grietas. La del 16 de marzo fue grande y ya está 

filtrando agua. Cayeron ciento y pico de presos, pero se agrietó la represa y todo mundo está viendo la 

quebradura y buscando como tomar sus providencias porque esa represa se va a reventar. Es una situación de 

alta tensión, estirás la mano y sentís la electricidad. Sabés que hay baba de rabia de la gente por salir a 

protestar. A la primera que salgan, no se paran. Eso lo sabe todo el mundo. A la movilización la golpearon, pero 

no la aplastaron. La paralizaron, la aterrorizaron y le pusieron una pistola en la cabeza, pero la gente está 

marchando sobre un ladrillo, lista para salir. Ves señales en los rostros. Esa movilización va a ser un monstruo 

del lago Ness, solo va a enseñar el lomo y ese coletazo se lo va a descargar a todo el Gobierno, ahí van a salir en 

desbandada todos ellos. Ya están con miedo. 

Usted ha dicho que no podemos alegar inocencia respecto al “monstruo” que es Ortega, que todos los 

nicaragüenses lo creamos. ¿De qué manera? 

Creyendo que nos iba a salvar. Y no solo él. Nueve jodidos que estaban junto con él y creímos que iban a ser los 

grandes salvadores de la situación de Nicaragua. Desde entonces. Las sociedades son infiernos de salvadores, 

todos te quieren salvar de algo o de alguien. Y ese el comportamiento típico de un revolucionario. No solo se 

debe a su propia conciencia, sino que tiene la obligación de ir a convencer a los demás de que lo suyo es lo 

cierto. 

¿El propio Ortega podría creerse a sí mismo el salvador de Nicaragua? 


Sigue creyéndose nuestro salvador. Salvador de un montón de golpistas, de insurrectos, de desobedientes, de 

contrarrevolucionarios, de vándalos, etcétera, de todo lo que piensan él y su mujer. Él mantiene ese principio 

redentor de que va a salvarnos y de que si es necesario sacrificarse él, lo hará. Pero obviamente no lo va a hacer, 

porque anda buscando lo contrario, salvarse él. Pero para su discurso, para el espejo de él, se sigue viendo 

como un redentor, un emancipador que nos va a salvar de nosotros mismos. Esas figuras se llaman de mil 

modos: caudillos, mesías, como vos querás. ¿Cuál es el remedio para ese tipo de enfermedades? Es un remedio 

a medias: las democracias. Como decía Churchill, el menos malo de todos los regímenes. Ahí por lo menos 

tenés la oportunidad de controlar a monstruos como esos, con los mecanismos propios de la democracia. 

¿Es natural esta desconfianza que está mostrando la gente en Nicaragua, cuestionándolo todo? 

Es sanísima. Debe ser la primera regla de todo luchador, desconfiar de sus propios dirigentes. 

Plano personal
Freddy Quezada dice que está “más soltero que cuando nació”, tiene dos hijas, un nieto y una nieta. El día de 

esta entrevista, Día de la Poesía, estaba cumpliendo 61 años. Le gusta leer poemas, pero no se atrevería a 

escribirlos. 

Su serie favorita es Black Mirror y sus pasatiempos, bromea, no son publicables. 

Ha dado clases en la UNAN, la UCA, la Upoli, la UAM y la Unica, donde ha sido profesor investigador y a menudo 

ha impartido la clase de Metodología de la Investigación. “La asignatura más detestada por los estudiantes en el 

planeta”, ríe. 

De joven fue dirigente estudiantil, pero dejó de ser sandinista en 1979, asegura. Durante los ochenta sufrió 

persecución por criticar los abusos del régimen sandinista. 

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