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Escuela Particular Bajo Pocoyan

“En la diversidad, todos aprendemos”


2018 PROFESORA : MARGARITA BOBADILLA
Título: Sexualidad, Género e Identidad Sexual

La sexualidad es el resultado de la interacción de múltiples factores, entre los cuales tienen un lugar destacado la
biología y la cultura. Ello implica que la sexualidad se va constituyendo como resultado de las propias prácticas de
las personas, en su tiempo, en su época, con sus costumbres, con sus creencias, con sus normas, con sus valores.
A esto se le denomina “construcción social de la sexualidad” y refiere al hecho de que si bien es cierto el sexo
tiene un fundamento biológico, la forma en que se vive y se significa la sexualidad es un hecho cultural, social e
histórico1.

Por ello, nuestra mirada a la sexualidad es también una mirada a las transformaciones ocurridas en la sociedad y a
los modos en que tales transformaciones involucran a la sexualidad de las personas.

Al observar las transformaciones en la sociedad y en la sexualidad, ponemos particular atención en un concepto


central: el concepto de cambio o de transformación. Observamos que el cambio en la sociedad presenta una
orientación general que puede ser enunciada como un movimiento desde una visión homogénea de la sociedad a
una visión heterogénea de la misma.

El sentido amplio del cambio puede ser comprendido utilizando los paradigmas de homogeneidad y
heterogeneidad en nuestra sociedad. El primer concepto, el de la homogeneidad, alude a una visión de la
sociedad en la cual opera una idea de que el movimiento de la sociedad tiende a hacerla cada vez más
homogénea, es decir, que tanto las estructuras y las instituciones sociales como las prácticas y la cultura tienden a
ser iguales para todas las personas y en todos los lugares; tras esta forma de comprender la sociedad yace una
idea de progreso, de desarrollo continuo en el tiempo. De este modo, se esperaba que la educación, que el
desarrollo económico y que el avance científico y tecnológico finalmente permitiera alcanzar una sociedad
desarrollada y homogénea para todos los individuos.

En esta visión, muchas de las orientaciones normativas son percibidas como universales e iguales para todas las
personas, en todos los lugares; por ejemplo, se piensa que la moral debe ser única e igual para todas las personas
y, con ello, que es posible declarar que muchas conductas, juicios y proposiciones son “inmorales” o desviantes.

El concepto de heterogeneidad apunta en el sentido opuesto: la sociedad muestra más bien una tendencia hacia
la diferenciación y la diversificación de las estructuras y las instituciones sociales, de las prácticas y de las
orientaciones culturales; no opera un modelo único de sociedad ni tampoco ésta tiende a ser homogénea sino
plural, diversa, variada. Del mismo modo, no opera una moral única y universal sino, más bien, actuaciones y
decisiones morales de los individuos, los cuales tienen que hacerse cargo de sus circunstancias, de las
situaciones concretas en que realizan sus vidas; las personas operan moralmente en situación, es decir, están
confrontadas a decidir haciéndose cargo de las consecuencias de sus decisiones.

¿Qué es el género?

El concepto de género da cuenta de un complejo de determinaciones económicas, jurídico-políticas, psicológicas,


es decir, culturales, que crean lo que en cada época, sociedad y cultura son los contenidos específicos de ser mujer
o ser hombre. Podemos decir también que el género es un conjunto de disposiciones por el que una sociedad
transforma la sexualidad biológica en productos humanos. El tránsito de la sexualidad biológica a la sexualidad
humana es el tránsito del sexo al género. El sexo lleva la marca de la biología y el género la marca de la cultura.

Como se muestra en el mapa conceptual 1, el género es un concepto relacional, es decir, no aparece de manera
aislada sino que implica relaciones entre los géneros: femenino y masculino. Al ser un constructo social que
refiere a diferencias entre lo femenino y lo masculino, lo hace también respecto de las relaciones que entre se dan
entre ellos. Dicho vínculo, entre otras cosas, incluye el poder, y por ende son relaciones marcadamente sensibles a
la dominación, es decir, a la imposición de lo masculino sobre lo femenino; estas relaciones de dominación se
establecen en el ámbito familiar y se aprenden en el proceso de socialización y de subjetivación tanto de hombres
como de mujeres.

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Con “histórico” entendemos una dinámica propia de la sexualidad en constante cambio. Por ejemplo, el modo en que nuestros
abuelos viven su sexualidad se diferenciará en variados aspectos del modo en que la vivimos nosotros.

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“En la diversidad, todos aprendemos”
2018 PROFESORA : MARGARITA BOBADILLA

Como se muestra en el mapa conceptual 1, el género es un concepto relacional, es decir, no aparece de manera
aislada sino que implica relaciones entre los géneros: femenino y masculino. Al ser un constructo social que
refiere a diferencias entre lo femenino y lo masculino, lo hace también respecto de las relaciones que entre se dan
entre ellos. Dicho vínculo, entre otras cosas, incluye el poder, y por ende son relaciones marcadamente sensibles a
la dominación, es decir, a la imposición de lo masculino sobre lo femenino; estas relaciones de dominación se
establecen en el ámbito familiar y se aprenden en el proceso de socialización y de subjetivación tanto de hombres
como de mujeres.

El sistema género-sexo alude a que en el corazón de la sociedad existe un mecanismo que distribuye los recursos
(políticos, económicos, culturales o de autoridad, entre otros) en función del género. Y que ese mecanismo
sobrecarga de recursos a los varones y les priva a las mujeres de aquellos que les corresponden: «El género es un
principio de orden, revela la existencia y los efectos de una relación de poder, de una diferencia, de un encuentro
desigual… En el curso de la existencia, cada hombre experimenta una relación en la cual detenta el poder, aunque
sea una forma microscópica e ilusoria de poder… Aunque democrático, racional y sinceramente convencido de la
igual dignidad de las mujeres, cada hombre conserva en el inconsciente las huellas de una fantasía infantil que
alimenta la convicción de tener alguna cosa que las mujeres no poseen, o bien, una especie de derecho natural al
poder».2

Así, estas relaciones de género son también aprendizajes sociales que las personas hemos realizado a lo largo de
nuestra vida y que hemos internalizado en nuestra percepción del mundo y en nuestras relaciones y actuaciones y
que están fuertemente ancladas en la cultura, en las conversaciones, en las valoraciones. Hemos otorgado un rol a
la mujer y un rol al hombre (rol de género), un papel que debe desempeñar en la sociedad por el hecho de haber
nacido con un sexo determinado.

Cambios en los roles de género para mujeres y hombres

Proponemos que las relaciones de género se presentan como uno de los ámbitos de mayor cambio en la
sexualidad y en la sociedad contemporánea. Ello implica que tanto los hombres como las mujeres estamos en la
actualidad confrontadas a múltiples situaciones en las cuales tomamos conciencia del cambio a través del
encuentro o desencuentro con el otro o la otra. El cambio en las relaciones de género implica básicamente que
ahora estamos constantemente confrontados a construir nuevas formas de relación entre lo masculino y lo
femenino, que permitan la autonomía y la cooperación.

Podemos estar en acuerdo o en desacuerdo con el cambio, con su sentido, con sus efectos; no obstante, no
podemos evitar hacernos cargo de que el cambio ha ocurrido y continúa ocurriendo y que tenemos que orientarnos
lo mejor posible en él. (Mapa conceptual 2)

Como se muestra en el mapa conceptual 2, nos representamos el cambio como un movimiento de una situación en
que las relaciones de género se organizaban sobre la legitimación de la desigualdad (lado izquierdo del mapa), a
otra situación en que las relaciones de género de organizan sobre la legitimación de la igualdad (lado derecho del
mapa). En este sentido, el cambio en las relaciones de género puede formularse del siguiente modo: en la sociedad
tradicional las diferencias sexuales y las relaciones de poder aparecían consolidadas, en una situación en la cual
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CIRILLO, Lidia, «Virtualidades pedagógicas del feminismo», en Revista Internacional de Filosofía Política (UNED-Madrid/UAM-
México), nº 25, 2005.

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las relaciones entre hombre y mujer estaban caracterizadas por la desigualdad entre ambos y, con
ello, la situación de dependencia y subordinación de la mujer.

Como se muestra en el mapa conceptual 2, nos representamos el cambio como un movimiento de una situación en
que las relaciones de género se organizaban sobre la legitimación de la desigualdad (lado izquierdo del mapa), a
otra situación en que las relaciones de género de organizan sobre la legitimación de la igualdad (lado derecho del
mapa). En este sentido, el cambio en las relaciones de género puede formularse del siguiente modo: en la sociedad
tradicional las diferencias sexuales y las relaciones de poder aparecían consolidadas, en una situación en la cual
las relaciones entre hombre y mujer estaban caracterizadas por la desigualdad entre ambos y, con ello, la situación
de dependencia y subordinación de la mujer.

Las relaciones de género tradicionales

Hablamos de relaciones de género tradicionales para indicar una situación previa a la situación actual; no obstante,
tenemos que reconocer que la situación actual es también una situación en construcción y que, por tanto, persisten
hoy en día muchas prácticas de la situación tradicional.

En la situación tradicional, las relaciones de género se organizaban sobre la legitimación de la desigualdad, es


decir, las diferencias sexuales se expresaban también como diferencias en las relaciones de poder. Estas
diferencias suponían un polo ‘fuerte’ (lo masculino) y un polo ‘débil’ (lo femenino). De este modo, lo masculino
representaba la fortaleza, la protección, la provisión, el liderazgo, el mando, el control, la solución, la decisión, etc. A
su vez, lo femenino representaba la debilidad, la necesidad de protección, la dependencia, la subordinación, la
sumisión, el acatamiento, el problema, la indecisión.

De este modo, tanto lo masculino como lo femenino se constituyen como patrones internalizados, de un modo tal
que operan como marcos de referencia de lo que ‘es’ masculino y lo ‘es’ femenino.

Tanto hombres como mujeres internalizamos ambas categorías, es decir, aprendemos a percibir, a pensar, a sentir y
a actuar conforme a lo que consideramos masculino y femenino. Por ejemplo, si para el hombre no es mal visto ser
“promiscuo”, porque pertenece a una de las categorías que lo definen, en las mujeres tal cosa no se permite,
porque su rol responde a la categoría de “recatada”.
Las relaciones de género en la sociedad contemporánea

En la sociedad contemporánea las relaciones de género tienden a fundarse en una legitimación de ‘igualdad’, es
decir, de equivalencia directa entre los intercambios: se intercambia protección por protección, afecto por afecto,
libertad por libertad, autonomía por autonomía. En otras palabras, tanto hombres como mujeres demandan para sí
lo mismo que ofrecen a su contraparte. Dos conceptos son fundamentales para comprender y operar la igualdad
entre los géneros: autonomía de cada una de las partes y cooperación entre ellas.

La noción de autonomía indica el hecho de que cada una de las partes está en condiciones de tomar decisiones y
hacerse responsable de sus resultados. La noción de cooperación indica el hecho de que es a partir del
reconocimiento de la autonomía de cada parte que es posible construir relaciones de confianza, compromisos de
acciones y proyectos comunes entre ellas, sobre la base de la libertad y la voluntad individual.

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Tomemos, por ejemplo, la tradicional referencia a lo masculino como ‘promiscuo’ y lo femenino como ‘recatado’. Ello
expresa una desigualdad profunda entre hombres y mujeres, tanto en términos de lo que se puede esperar de cada
uno como en términos de lo que es exigible de cada uno. En este sentido, se puede esperar legítimamente que un
hombre sea promiscuo, sin pedirle cuentas por ello, al mismo tiempo que se puede esperar legítimamente que la
mujer sea recatada y pedirle cuentas si no lo es.

En el ejemplo mencionado, no se trata de que ambos sean promiscuos o recatados sino, más bien, de que no
puede demandarse del otro algo que no se está dispuesto a demandarse a sí mismo. A ello alude la noción de
‘igualdad que hemos señalado antes. Se trata, también, de que a partir de nuestras propias experiencias previas,
de nuestras trayectorias biográficas y sexuales y de nuestros propios proyectos de vida estamos llamados a la
cooperación entre hombre y mujer.

LOS PRINCIPIOS DE LA TEORÍA PSICOANALÍTICA

Freud define el psicoanálisis como “un método para la investigación de procesos anímicos prácticamente
inaccesibles de otro modo, un método terapéutico de perturbaciones neuróticas basado en tal investigación y una
serie de conocimientos psicológicos así adquiridos, que van constituyendo paulatinamente una nueva disciplina
científica”.

Pero el psicoanálisis es más que un método terapéutico; representa, al mismo tiempo, un sistema de conocimientos
acerca de la naturaleza del ser humano, es decir, una psicología general que aspira a ser extrapolable a otros
fenómenos culturales. La ética, la vida social, la creación artística, la cultura en definitiva, son productos que
encuentran su sentido en los contenidos psíquicos inconscientes. El psiconanálisis es, por tanto, una teoría de la
cultura cuya tarea es la de develar los orígenes inconscientes de estas formaciones humanas.

Estructura psíquica de la personalidad

Freud entendió la estructura psíquica como la interacción dinámica de tres niveles: el inconsciente, el preconsciente
y el consciente, una estructura a la que se le agregan tres estratos, a los que llama ello, yo y superyo. El ello
constituye el elemento instintivo y aporta la energía básica que denominó libido. Sus contenidos son los deseos, las
fantasías, los miedos, instintos y pulsiones primitivos de la naturaleza humana. El principio que rige al ello es el
principio de placer, que significa que la tendencia propia del organismo es la de reducir el sufrimiento y el dolor.
Aunque el ello no es accesible al nivel consciente, sí puede ser adivinado e interpretado mediante símbolos tales
como los sueños, síntomas neuróticos, e incluso los chistes. La exigencia de inmediata satisfacción, su a-moralidad
y su irracionalidad son sus principales características.

Lo que impide que el ello se manifieste en la conciencia es el super-yo, formado por un conjunto de normas, leyes y
prohibiciones que el sujeto ha ido incorporando a lo largo de la vida a través del proceso de socialización. El super
yo actúa sobre el yo, ejerciendo su dominio hasta castigarlo con sentimientos de culpabilidad cuando intenta salir de
las normas interiorizadas. También viene a representar una especie de juez sensor que impide el acceso del ello a
la conciencia. Se forma a imagen y semejanza del superyo de los padres, a quienes considera representantes de la
tradición cultural; aunque a veces, por reacción, puede ser la imagen invertida de los padres. Esto permite distinguir
en él una doble dimensión: por un lado, es una instancia crítica o “conciencia moral” que juzaga aprobando o
desaprobando la conducta e incorpora a la personalidad las prohibiciones que los padres transmiten a través, por
ejemplo, del sistema de castigos y premios; por otro un referente que imita aquellos aspectos que los padres
aprueban, un “ideal de yo”.

El yo actúa según el principio de realidad y mantiene una relación de dependencia respecto a los deseos del ello,
los mandatos del superyo y las exigencias de la realidad. Cuando el ello tiene deseos que no se corresponden con
una imagen realista del objeto deseado, se produce una cierta frustración. La misión fundamental del yo es la de
hacer viables los deseos e impulsos del ello a través de un proyecto realista. Por eso el encargado de encontrar el
equilibrio y dar satisfacción a todos los intereses de la persona, es decir, “aspira a sustituir el principio de placer, que
reina sin restricciones en el ello, por el principio de realidad. El yo representa lo que pudiéramos llamar la razón o
reflexión, opuestamente al ello, que contiene las pasiones”.

Estas tres instancias de la personalidad luchan continuamente entre sí, mientras el ello puja por satisfacer sus
instintos, el yo pelea por seleccionar vías adecuadas para la satisfacción del ello y hacer cumplir los ideales del yo.

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“El yo es una cosa pobre, que padece una triple servidumbre y en consecuencia sufre bajo la
amenaza de un peligro triple: el mundo exterior, la líbido del ello y la severidad del super yo”

Actividad:

1) Nombra tres ventajas y tres desventajas que veas en ambos paradigmas en relación al trato
que se le da al tema de la sexualidad en nuestra sociedad
2) Describe cómo sería la opinión de una persona que piensa según el paradigma heterogéneo y
otra según el paradigma homogéneo respecto a los siguientes temas (NO ESCRIBAS EN ESTE
RECUADRO, ES SOLO UN EJEMPLO):

TEMA HOMOGÉNEO HETEROGÉNEO


Matrimonio

Homosexualidad

“Buena” y “mala” relación


de pareja

“PELARSE”

Familia

Métodos anticonceptivos

Explica los siguientes conceptos y da un ejemplo que podamos encontrar en nuestra sociedad
chilena:

a) Sexualidad

b) Género

c) Diferencia sexual

d) Autonomía

e) Sociedad heterogénea.

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