Sumario: Texto: Luis Aguilar Tags: cine, litaratura, guionismo Sección: Acentos / Can Cerbero
En más de una ocasión he escuchado que la literatura es mejor que el
cine, quizá la relación está al momento de escribir un guion; más allá de eso, no existe parentesco. Son lenguajes diferentes y resulta estúpido querer compararlos; en todo caso, si se pusieran a competir y existiera un ganador, ¿de qué serviría? Una gran cantidad de guiones cinematográficos están basados o inspirados en ciertas novelas o cuentos y quizá sea eso lo que tanto irrita a los puristas de la literatura. Eliminan detalles o emociones cuando son llevados al cine; efectivamente, resulta imposible no hacerlo por la misma necesidad de responder al lenguaje para el cual fueron creados. Dentro del equipo de individuos que hacen una película, el más menospreciado y que es reconocido, normalmente, sólo por los quisquillosos del cine, es el guionista. No en vano en Ave Cesar [Joel and Ethan Coen, 2016], los guionistas del Hollywood, son caricaturizados, se les muestra como gente recluida, con ideas que a nadie le interesa filmar, y sumados a un movimiento socialista que no les presta atención, al menos no la que ellos buscan. En Siete Psicópatas [Martin McDonagh, 2012], se refleja la vida de un guionista alcohólico, cruzando por un pantano de ideas, quien es presionado para entregar a tiempo el guion que prometió a una casa productora que pondrá a competir su trabajo contra cientos de guiones más. Este par de ejemplos nos da la idea de que los guionistas son los primeros personajes que la productora borra del mapa, entre menos relación tenga con éstos, mejor. El guionista es una figura poco reconocida, pero su trabajo ha sido tan positivo que la literatura les debe el mérito de los diálogos cortos y puntuales, y hay que reconocer el trabajo que muchos han hecho al adaptar obras literarias. Hablemos de algunos ejemplos. En Apocalipsis ahora [Francis Ford Coppola, 1979], filme basado en El corazón de las tinieblas de Joseph Conrad, el guionista John Milius [Conan el bárbaro, 1982], adapta el viaje del comerciante Charlie Marlow por un río de África en busca del traficante de marfil, el señor Kurtz, individuo que sólo conoce por los relatos de otros marineros. Mientras que en la novela corta o relato, la trama se desarrolla durante el saqueo belga al Congo, el filme se desenvuelve en la Guerra de Vietnam; Marlow es sustituido por el capitán Willard, quien recibe órdenes de adentrarse en la jungla y matar al coronel Kurtz, un oficial condecorado que ha enloquecido y dirige sus tropas como un semidiós. El mismo Coppola, reconocido como uno de los grandes genios de Hollywood, decide comprar los derechos de Drácula [Bram Stoker] a la familia del autor. Previamente Friedrich Wilhem Murnau [Amanecer, 1927] y Werner Herzog [Aguirre, la ira de Dios, 1972] sintieron una obsesión por el personaje y filmaron, el primero Nosferatu: Una sinfonía del horror [1922], mientras Herzog hizo Nosferatu, Vampiro de la noche [1979], ambas basadas en el Drácula de Stoker. Tuvieron que modificar el nombre del vampiro al no conseguir los derechos de la novela por parte de la familia. Ya sea la pobreza o el miedo a no perder la fama, la familia de Bram Stoker vende los derechos a Coppola, quien encarga al guionista James V. Hart [Hook, el retorno del capitán Garfio, 1991] adaptarla. La novela se ha vuelto un clásico obligatorio de terror donde Drácula nunca tiene voz propia y se ciñe a una estructura epistolar; por su cuenta, el filme homónimo usa una estructura típica [inicio, desarrollo y desenlace], además de dar voz y vida propia a Drácula quien libra una batalla de océanos de tiempo por encontrarse con su amada Mina Harker a quien él conoce como Elizabeth. La espera de siglos tiene un final romántico rayando en la felicidad, distante a la novela, donde Mina rehúye del monstruo, quien desconoce la existencia de ésta y el amor. En Lo recordaremos por usted perfectamente cuento de ciencia ficción escrito por Phillip K. Dick, Douglas Quail es un hombre monótono y menospreciado por su esposa. Mediante el implante de recuerdos descubre tener en su mente la salvación de la humanidad. El director holandés Paul Verhoeven [Robocop, 1987] pone en manos de los guionistas Ronald Shusett [King Kong 2, 1986] y Dan O´Bannon [El trueno azul, 1983] la encomienda de adaptar el cuento, resultando en El vengador del futuro [1990]. Filme de cine negro futurista donde Douglas quiere viajar a Marte y descubre ser un agente secreto del gobierno que se pasa del lado de la resistencia. Años antes, los guionistas Hampton Fancher y David Peoples [Los imperdonables, 1992], adaptaron la novela Sueñan los androides con ovejas eléctricas de K. Dick. El filme, bajo la dirección de Ridley Scott [Alien, 1979], se convirtió en un clásico del cine de ciencia ficción. Mientras que en la novela Deckard vive empeñado en comprar una oveja eléctrica, en la película, el mismo personaje, es un detective que tiene como encomienda acabar con los últimos cuatro androides que quedan sobre la ciudad de Los Ángeles. Ya sea la novela o el filme, la consciencia de los androides y su necesidad por vivir, es clara. Demasiados escritores rehúyen de trabajar como guionistas por tenerse la creencia de ser un oficio mal pagado y considerar que su prestigio iría en picada, además de que nada asegura que su trabajo sea filmado. Supongo que el ajustarse a ciertas estructuras no es algo que terminé por agradarles, además pensemos en lo ingrato que es para un guionista ver su trabajo modificado por directores que cambian secuencias a su antojo; incluso los actores, a quienes se les aplaude la improvisación de ciertas escenas, tergiversan de algún modo el guion. Es una realidad que a los directores o guionistas, al adaptar o filmar un cuento o novela, no les basta con modificar, sino que gustan de quitar elementos que el escritor considera indispensables. Uno de tantos ejemplos es Stanley Kubrick [Naranja Mecánica, 1964], quien en El resplandor [1980] omite mencionar el detalle de que el protagonista, Jack Torrance, es alcohólico. El coraje llevó a Stephen King, autor de la novela homónima, a odiar a Kubrick y nunca dirigirle la palabra. Vale decir que las novelas también son llevadas al cine como muestras de agradecimiento o admiración. Por mencionar alguno, Alfred Hitchcock [Vértigo, 1958], quien sintiendo un profundo respeto por Patricia Highsmith, le pide personalmente los derechos para adaptar una de sus novelas y llevarla al cine. El resultado Extraños en un tren [1951]. Asimismo, el cine nos ha dado autores que, previo al filme, son desconocidos y, posterior al mismo, más de una casa editorial se pelea por publicarlos. David Fincher [Seven, 1995] llevó al cine la adaptación de El club de la pelea [Jim Uhls, Jumper, 2008]. La fama que dio al escritor Chuck Palahniuk ha sido tanta que incluso escribió El club de la pelea 2 bajo la modalidad de novela gráfica. Algo similar sucede con los hermanos Coen [El gran Lebowski, 1999], quienes presentaron a enormes masas de humanidad a Corman McCarthy [La carretera, Premio Pulitzer 2007] y la crudeza de su literatura fronteriza previo a la moda de la narcocultura. Los hermanos Coen tomaron Sin lugar para los débiles, la llevaron al cine en el 2008 y ese mismo, mientras ellos ganaron el Oscar a mejor película, McCarthy, por más que deteste los reflectores y sea un ermitaño, se volvió un escritor de culto. O está el caso del erudito y ex actor de cine porno, Paul Thomas Anderson [Magnolia, 1999], quien tomó la novela del complicado escritor Thomas Pynchon, Vicio Propio, y la adaptó al cine en el 2014, respetando el título original. Thomas Anderson, al escribir el guion, notó que la novela cuenta con una estructura tan compleja que tuvo que crear un personaje de Sortilége, una voz en off presente a lo largo del filme que funciona de guía al protagonista Doc Sportello con el fin de facilitar la comprensión de la película. La lista de novelas o cuentos llevadas al cine, es larga. Faltó mencionar los Best Sellers o sagas como El señor de los anillos [Peter Jackson] que actualmente han tomado tal fuerza que el éxito es casi inmediato. No en vano al año se estrenan, por lo menos cuatro películas basadas en ese tipo de libros. No por adaptar una novela o cuento, los guionistas carecen de genialidad creativa. La mayoría de las veces modifican la idea principal ya que responden a necesidades distintas. Entre escritores el ego es enorme; no es sencillo tomar el trabajo de alguien más y reescribirlo para darle gusto a un director cuya visión modifica el trabajo de ambos [escritor y guionista], y termina llevándose las palmas. A pesar de la diferencia de lenguaje, el cine y la literatura se necesitan, es un hecho que pueden llevarse a la fama o desatrozarse; sin embargo, una de las últimas figuras en disfrutar reconocimiento, es el guionista. Su trabajo es complicado porque ponen las bases para que el director nos llevé a través de un filme de acuerdo a su visión, y si resulta un éxito, éste se lleva las palmas. Cuando el resultado es un fracaso, el guionista es el primer culpable arrastrando en su descenso a la derrota al escritor que, la mayoría de las veces, ni siquiera es llamado para colaborar en la película.