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Por cuanto acabamos de ver, el estado mental también forma parte de la evaluación del estado de salud de
cualquier sujeto. Porque, sin duda, no se puede ostentar un nivel óptimo de salud y un deficitario estado
mental. Por tanto, el concepto de “salud mental” va implícito en el concepto de salud y además como
algo indisociable.
En cualquier caso, la salud y, por tanto, la salud mental, desde una perspectiva actual, se contempla como
un proceso dinámico, por el cual todas las personas -a lo largo de la vida- atravesamos por diferentes
períodos en los que el grado de salud varía dentro de ese proceso continuo: salud?enfermedad.
Mucha gente piensa en la “enfermedad” mental cuando escuchan la expresión “salud mental”. No obstante,
salud mental es mucho más que la ausencia de trastorno mental. La salud mental es un don que todos
queremos poseer, independientemente de si lo designamos o no con ese nombre. Cuando hablamos de
felicidad, tranquilidad, goce o satisfacción, casi siempre nos estamos refiriendo a la salud mental.
La salud mental tiene que ver con la vida diaria de todos. Se refiere a la manera como cada uno de nosotros
nos relacionamos con otros en el seno de la familia, en la escuela, en el trabajo, en las actividades
recreativas, en el contacto diario con nuestros iguales y, en general, en la comunidad. Comprende la manera
en que cada uno armoniza sus deseos, anhelos, habilidades, ideales, sentimientos y valores morales con los
requerimientos para hacer frente a las demandas de la vida.
Según la Federación Mundial para la Salud Mental (10), la salud mental tiene que ver con:
No existe una línea divisoria que separe con precisión a la persona mentalmente sana de la que no lo está.
En verdad, existe toda una gama de grados de salud mental y no hay una característica singular que pueda
tomarse aisladamente como evidencia de que se la posee. Por otra parte, tampoco la ausencia de uno de
esos atributos puede admitirse como prueba de “enfermedad” mental. Más aún, nadie mantiene durante
toda su vida las condiciones de una “buena” salud mental.
Entre las características de las personas mentalmente sanas se encuentran las siguientes:
No están abrumadas por sus propias emociones (rabia, temores, amor, celos, sentimientos de culpa
o preocupaciones).
Pueden aceptar sin alterarse las decepciones de la vida.
Tienen una actitud tolerante, despreocupada, respecto a la propia persona y a los demás y son
capaces de reírse de sí mismas.
Ni subestiman ni sobrevaloran sus habilidades.
Se respetan a sí mismas.
Se sienten capaces de enfrentar la mayoría de las situaciones.
Consiguen placer de las cosas simples de la vida cotidiana.
Sostiene Bárbara S. Jonson (11) que las sociedades definen los términos salud y enfermedad según sus
creencias y valores. Cuando una persona es capaz de llevar a cabo su rol en la sociedad y su conducta se
adapta al entorno, decimos que la persona está sana; cuando no se cumplen las responsabilidades de rol y la
conducta es de falta de adaptación, decimos que la persona está enferma.
La cultura tiene una gran influencia en estas determinaciones acerca de la salud y la enfermedad. Una
conducta que es aceptable en un grupo cultural puede no ser tolerada por otro grupo.
Menninger, citado por Johnson, definía la salud mental como “la adaptación de los seres humanos a
los demás y al mundo que les rodea con un máximo de eficacia y felicidad”.
Sin embargo, tenemos que insistir en que no existe una definición de salud mental aceptada a nivel general;
y a la vez que, varios autores sostienen, de modo general, que la salud mental se relaciona con la conducta
del individuo.
Johnson dice que la salud mental supone un dominio de las áreas de la vida relacionadas con el amor, el
trabajo, el juego e incluso con la felicidad. Entre los componentes de la salud mental se encuentran los
siguientes:
Muchos aspectos de la vida de la personas, según Johnson, son signos indicativos de salud mental. Algunos
de ellos son:
un trabajo importante,
disfrutar de la vida,
el humor,
la capacidad para beneficiarse del descanso y del sueño,
el optimismo,
la espontaneidad,
la satisfacción en las relaciones con los demás,
la capacidad para trabajar bien solo y con otros,
la capacidad para realizar juicios y tomar decisiones razonables,
la aceptación de la responsabilidad por sus acciones,
la capacidad para dar y recibir,
la demostración de conductas que generalmente son aceptadas por el grupo,
y la capacidad para expresar emociones, incluyendo sentimientos intensos.
El humor puede ser un mecanismo de afrontamiento y un indicador de salud mental, ya que sugiere la
capacidad para reírse de los propios problemas y equivocaciones.
Existen estudios sobre esta Flexibilidad Psicosocial, acerca del por qué algunas personas sucumben al estrés
y a la adversidad, mientras que otras escapan al daño producido por ellos.
Los investigadores proponen que los “procesos protectores” reducen el efecto de las situaciones de riesgo
(como un acontecimiento amenazante), reducen las reacciones negativas provocadas por el encuentro con
la propia situación de riesgo, favorecen la autoestima y la autoeficacia a través de relaciones seguras y de
apoyo. La protección reside en las formas en que los individuos perciben y se enfrentan a los cambios de la
vida y afrontan las circunstancias vitales estresantes.
2) Libertades. Según Satir y otros autores, las personas mentalmente sanas muestran ciertas
“libertades” en su conducta:
La libertad para ver y oír lo que está ocurriendo, en lugar de lo que fue, lo que sería o lo que debería
ser.
La libertad para pensar, sentir y expresar lo que realmente se piensa y se siente, y no lo que se
debería pensar o sentir.
La libertad de preguntar lo que se quiere, sin tener que esperar a que nos den permiso para ello.
La libertad para correr riesgos en lugar de elegir la seguridad para no “perder el equilibrio”.
3) Ánimo. Éste es una circunstancia de la personalidad que se ha identificado en individuos sanos. Se ha
propuesto que el ánimo permite a las personas sometidas a grandes niveles de estrés permanecer sanas y
resistir a las enfermedades y trastornos. Los tres componentes del ánimo son:
4) Equilibrio en la vida. Las personas mentalmente sanas luchan por conseguir el equilibrio en sus
vidas. Para establecer el equilibrio entre los aspectos físicos, espirituales, emocionales y sociales de la vida,
se debe prestar atención a las necesidades y objetivos y tener determinación para llevarlas a cabo. A
menudo un aspecto de la vida de la persona domina los demás en detrimento de su propia salud. Por
ejemplo, los adultos con muchas ocupaciones se encuentran a menudo tan enfrascados en la lucha diaria del
trabajo y del cuidado de sus hijos y de la casa que olvidan atender sus propias necesidades de ejercicio, ocio
o renovación espiritual.
Por otra parte, retomando las aportaciones de la Federación Mundial para la Salud Mental (FMSM), en su
primera andadura (1947), definió la salud mental como sigue:
“La salud mental es el estado que permite el desarrollo óptimo de cada individuo en el
orden físico, intelectual y afectivo, en la medida en que es compatible con el desarrollo de
otros individuos”
“Es deber de la sociedad permitir a sus miembros ese desarrollo, asegurando a la vez el
desarrollo de la sociedad misma, dentro de la tolerancia debida a las demás sociedades”.
Destacando la importancia del equilibrio entre el Yo con el medio ambiente y fundamentalmente con la
sociedad, Fromm (12) distingue un aspecto individual de la salud mental que sería una vivencia de felicidad,
de bienestar de la persona, y otro aspecto de consideración social en relación con el estatus y rol de la
persona.
Para Soddy (12), la salud mental es lo siguiente: “sujeto sano que reacciona sin esfuerzo doloroso
a la vida. Sus ambiciones quedan en el cuadro de las realizaciones posibles. Hay una
noción justa de su capacidad y su realidad. Es capaz de ayudar y aceptar ayuda”. En esta
definición, además de la idea de la felicidad y equilibrio, hay una concepción más dinámica, que incluye el
sentido de apreciación de la realidad, muy importante al analizar el criterio de salud mental.
Así pues, sostienen Megías y Serrano que la salud mental “se manifiesta por un equilibrio dinámico
de la personalidad, la integración, siempre renovada a tendencias contradictorias que
permiten establecer relaciones significativas entre el individuo y el mundo, que a la vez
preserva la identidad del Yo y favorece la adaptación al medio”. Y por otra lado, dicen: “La
salud mental, lejos de ser la ausencia de enfermedades y problemas mentales y psíquicos,
es por el contrario la percepción y conciencia de ellos y la posibilidad personal y/o colectiva
de tratar de solucionarlos, de modificarlos, de intervenir sobre ellos”. (13)
Por su parte Vasco dice que “la salud mental aporta nuevos elementos para la reflexión en la
medida que introduce las variables de las posibilidades al nivel individual y/o social”. (14)
Por otra parte, desde la perspectiva holística, según Ugalde y Lluch (15), una persona está sana cuando:
Si entendemos la salud como “equilibrio”, entre el hombre y su medio, está claro que no es una cuestión
estática, permanente, ni definitiva, sino que tiene que ir adecuándose continuamente a las condiciones del
medio tanto como a las condiciones internas de las personas, ya que ambas (condiciones externas e
internas) son cambiantes permanentemente.
No olvidemos, en este sentido, que cada uno de nosotros somos seres únicos, somos individualidades
sumergidas, subsumidas en un conjunto, único, por un lado, y común, por otro, de circunstancias vitales.
Cada uno de nosotros tenemos una “filosofía de la vida” y tenemos una “forma de ser o estar” en el medio
que nos ha tocado vivir.
El “proceso de vivir” del ser humano es muy complejo, es el resultado de múltiples interacciones, de
múltiples relaciones consigo mismo y con el mundo circundante; y, por tanto, cualquier intento de
definición resulta, necesariamente, simplista. Describir y delimitar los componentes que intervienen en la
vida humana no es tarea sencilla, dado que los procesos vivenciales de los actores sociales son
tremendamente complejos.
Sostiene Serrallonga (16), que cada cultura posee un conjunto de características antropológicas merced a
las cuales decide quién está “cuerdo” y quién está “loco”. Se usarán criterios médicos, sociológicos,
estadísticos, etc., pero ninguno de ellos por sí solo dará la auténtica dimensión de la salud. Si a esta situación
añadimos el polimorfismo etiopatogénico de los trastornos mentales podemos concluir, sin temor a errar,
que es difícil hallar una correcta definición de lo que es la salud mental.
Finalmente, podemos decir que la salud se concibe como un concepto biopsicosocial, ya que hace referencia
a una visión total que conlleva la unidad de cuerpo, mente y espíritu y las relaciones que la persona
establece con los demás y con el medio ambiente.
López, González y García sostienen que “la salud en el terreno mental implica que los
sentimientos, intereses, motivaciones, actitudes y valores de la persona maduran y
cambian durante un período de vida en el que se relaciona con otras personas y con el
medio ambiente; que manifiesta flexibilidad y estabilidad en habilidades de adaptación,
desarrolla tareas apropiadas a su tiempo y edad y cumple sus roles con el máximo de
efectividad y satisfacción”. (17)
Enfermedad mental
Diagnósticos
Trastorno Bipolar y grupo de los trastornos afectivos mayores: Se caracteriza por las
fases de alteración severas del estado de ánimo y el nivel de la actividad de la persona que
lo padece (episodios maníaco-depresivos). T
Rompe barreras
Una persona con enfermedad mental no puede alcanzar las metas profesionales que se plan
Las personas con enfermedad mental pueden tener largos períodos de estabilidad.