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LA COMPRENSIÓN DEL PECADO

EN EL HOMBRE POSTMODERNO

Johan Andrés Vergara Blandón


II Teología

¿Es posible hablar del pecado al hombre postmoderno? Parece que fuera
difícil, que es una idea ya superada dentro de los estándares actuales de la
vida humana. Pero nuestra misión como pastores, es hacer entender a los
hombres que hay una realidad, la del pecado, que rompe nuestra relación
con Dios y que por la ayuda de la Gracia que nos ofrece por medio de su
Hijo Jesucristo. Por eso a través de este trabajo de investigación veremos las
grandes problemáticas de la sociedad y del hombre actual que no permiten
establecer una conciencia clara del mal que necesita ser eliminado de la
misma humanidad para recuperar la unidad original que se rompió con el
pecado de los primeros hombres y que ha quedado como una herida que
debe ser sanada.

1. Un mundo sin Dios y sin Ley:


Una de las consecuencias que trajo la modernidad fue el
antropocentrismo, un sistema ideológico que pone como centro de todo
el hombre desechando toda idea de trascendencia y espiritualidad,
quitando del panorama humano la realidad de Dios que en boca de
muchos filósofos y antropólogos ha sido el medio opresor del hombre, el
oscurecimiento de la humanidad progresista. Las revoluciones
modernas, el avance en el pensamiento filosófico y la investigación
técnico-científica han llevado al hombre a descubrir nuevas cosas que
puede desarrollar, a creerse autosuficiente en el conocimiento buscando
implantar en el mundo una especie de “paraíso” que quite de las mentes
la idea del más allá, la idea de una vida divina.
La negación de la Ley es otro de los ideales de este humanismo
moderno, de un hombre que quiere vivir en la anarquía, hacer como dice
la frase vulgar “lo que se le da la gana”, quitando las estructuras que se
ven como medios de opresión, proclamando la liberación sexual en la que
no se es varón o mujer si no lo que se desea aparentar buscando una
falsa felicidad, el desarrollo libre de la personalidad, como justifican
algunas constituciones políticas.
Otro de los ideales humanos es la perfección, pero no desde el punto
de vista religioso, sino desde lo físico: cirugías estéticas, tratamientos
anti vejez, la búsqueda de la “eterna juventud” de un hombre que no
quiere aceptar la realidad de la muerte como algo inherente a su
naturaleza.
La mentalidad de jóvenes y adultos ha caído en una conciencia laxa
con la que se ha tratado el pecado, donde cualquier comportamiento no

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se califica por lo bueno o malo que se realizó sino por el grado de placer
que haya sentido el sujeto a la hora de ejecutarlo, esto es consecuencia
directa de la negación de Dios que para muchos se ha quedado en una
idea abstracta más que en una realidad que nos interpela.
Todas estas situaciones traen una crisis en el hombre que lo está
llevando a un “nihilismo” existencial, un ser humano que se llena de
todo, pero a la vez de nada, estamos ante un problema que necesita ser
guiado y acompañado pues ya la historia contemporánea nos ha
mostrado a un hombre que es capaz hasta de destruir lo que tiene a su
alrededor, incluso a sí mismo.

2. El subjetivismo de la moral y la “dictadura del relativismo”:


Varios de los grandes males en los que ha caído el comportamiento
humano es el relativismo y el subjetivismo moral en las cuales se da una
negación misma del pecado como una realidad que necesita ser sanada
en la naturaleza humana.
El papa Juan Pablo II en el año 1984 promulga la Exhortación
Apostólica Postsinodal Reconciliato et Paenitentia, un documento que
habla acerca de la Reconciliación y la Penitencia y la misión de la Iglesia
hoy. En uno de sus apartados toca el tema de como se ha caído en un
subjetivismo en el comportamiento moral: “Disminuye fácilmente el
sentido del pecado también a causa de una ética que deriva de un
determinado relativismo historicista. Puede ser la ética que relativiza la
norma moral, negando su valor absoluto e incondicional, y negando,
consiguientemente, que puedan existir actos intrínsecamente ilícitos,
independientemente de las circunstancias en que son realizados por el
sujeto” (Ibid. 18)
Así mismo, el entonces cardenal Joseph Ratzinger, durante la
Eucaristía “Pro Eligendo Pontifice” del año 2005, hizo una denuncia muy
clara acerca del relativismo que está carcomiendo la realidad humana y
social: “el relativismo, es decir, dejarse «llevar a la deriva por cualquier
viento de doctrina», parece ser la única actitud adecuada en los tiempos
actuales. Se va constituyendo una dictadura del relativismo que no
reconoce nada como definitivo y que deja como última medida sólo el propio
yo y sus antojos”.
Estas denuncias hechas por el mismo magisterio pontificio actual nos
llevan a mirar la situación actual del hombre que se quiere regir por el
“yo egocéntrico” que quita de lado la ayuda de la gracia que le ofrece Dios
para ser, como decía el sofista griego Protágoras, “la medida de todas las
cosas”.

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3. El hombre debe recuperar la conciencia del pecado y de pecador:
La ya citada Reconciliato et Paenitentia nos da muchas luces en este
tema ya que invita a volver nuestra mirada a Dios para alcanzar la
reconciliación y el perdón de los pecados.
Así esta Exhortación Apostólica, presenta el misterio del pecado, a la
desobediencia a Dios por la oposición frontal a un mandamiento suyo,
por un gesto de rivalidad hacia él, por la engañosa pretensión de ser como
él, a la exclusión de Dios en la propia vida. Reconocerse pecador es
imprescindible para volver a él.
También habla de la división entre los hermanos porque del pecado
personal lleva al pecado social y dice que “por ser el pecado una acción
de la persona, tiene sus primeras y más importantes consecuencias en el
pecador mismo, y en su espíritu, debilitando su voluntad y oscureciendo
su inteligencia” en cuanto a la sociedad dice que “en virtud de una
solidaridad humana tan misteriosa e imperceptible como real y concreta,
el pecado de cada uno repercute en cierta manera en los demás” y así es
como se convierte en social todo pecado que va contra el bien común.
Por lo mismo que el cristiano debe de responder ante esto, este será
su esfuerzo “la piedad de Dios hacia el cristiano debe corresponder la
piedad del cristiano hacia Dios”. “Así la Palabra de la Escritura, al
manifestarnos el misterio de la piedad, abre la inteligencia humana a la
conversión y reconciliación, entendidas no como meras abstracciones, sino
como valores cristianos concretos a conquistar en nuestra vida diaria”.
La misión connatural de la Iglesia es suscitar la conversión y la
penitencia, tiene que llevar esta reconciliación a todos los lugares del
mundo y tendrá que realizar las tareas para promocionarla. Cuenta con
dos medios la catequesis y los sacramentos basado en el método del
diálogo. El segundo medio son los sacramentos, porque cada uno de
ellos, además de su gracia propia, es signo también de penitencia y
reconciliación y, por tanto, en cada uno de ellos es posible revivir estas
dimensiones del espíritu; el sacramento de la penitencia es el sacramento
de la conversión y de la reconciliación.
Vemos pues, que la Iglesia debe de guiar a la humanidad a acoger el
designio salvífico de Dios que, como dice el apóstol Pablo, quiere “que
todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la Verdad” (I Tim
2,4).

4. Algunas orientaciones pastorales:


Hablar de pecado hoy pareciese que fuera una realidad compleja ante
la situación ya presentada. Lo primero que la Iglesia debe apuntar es al
testimonio de sus ministros, de una vivencia recta de su vida vocacional
para así recuperar la credibilidad de las personas que se han alejado de
la Iglesia por los desórdenes y malos ejemplos dentro de la vida
consagrada.

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La Iglesia debe ser acérrima defensora de la sana moral y las buenas
costumbres que ha predicado a lo largo de su misión en el mundo,
mostrando siempre una conducta ejemplar dentro de la sociedad que
interrogue la vida de las personas y los lleve a la auténtica conversión del
corazón.
Los sacerdotes deben ejercer la “pastoral de la misericordia”, a la que
tanto ha llamado el Papa Francisco, dentro de los confesionarios,
quitando la visión moralista del pecado y más bien comprendiendo la
situación del penitente que quiere cambiar su vida en orden a Dios, Padre
del perdón y la reconciliación.
Los jóvenes deben ser la máxima preocupación de la pastoral a la hora
de direccionarlos en esta temática, ellos están experimentando
situaciones límites que los están llevando a probar de todo y a lo último
al no encontrarle sentido a su existencia deshacerse de ella. Debemos
suscitar en ellos la conciencia del pecado personal y social que realmente
existe y debe ser erradicado de la vida humana y comunitaria.

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