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LOS LÍMITES DEL CONOCIMIENTO EN KANT

Kant establece una diferencia fundamental que es decisiva para la justa compresión de su
pensamiento. Es la diferencia entre conocer y pensar. Dicho breve y sencillamente: no todo lo real es
susceptible de ser conocido, pues conocer significa, en vigor, conocimiento científico. No todo lo
pensable es susceptible de ser conocido científicamente, pero no por ello el pensar carece de sentido
Dicho esto nos interesa analizar la naturaleza conocer y sus límites; es decir, responder a la pregunta:
¿cómo es posible el conocimiento?; ¿cuál es su alcance y su límite? A ello está dedicada la primera parte
de la Crítica de la razón pura: la «Doctrina trascendental de los elementos».
Los «elementos» del conocimiento son lo sensible y lo lógico-racional. De ahí que esta primera parte
se divida en «Estética trascendental», pues estudia la sensibilidad (aisthesis, en griego), y en «Lógica
trascendental», pues estudia el «logos», bien sea en su forma de «entendimiento» (con sus conceptos
puros o categorías), que Kant denomina «Analítica trascendental», bien sea en cuanto «razón» (con sus
«conceptos de razón» o ideas) que Kant denomina «Dialéctica trascendental».
En primer lugar Kant se plantea la naturaleza del conocimiento, de dónde procede, sus fuentes o
facultades que son: la sensibilidad y el entendimiento, que tienen características distintas y opuestas
entre sí:
1) La sensibilidad es pasiva, se limita a recibir impresiones.
2) Por el contrario, el entendimiento es activo. Tal actividad (a la que Kant llama «espontaneidad»)
consiste en que el entendimiento produce de forma espontánea ciertos conceptos sin derivarlos de la
experiencia.

Para Kant, todo conocimiento comienza en la sensibilidad de la experiencia pero no surge todo él de la
experiencia. Por ello partiendo de esta tesis sobre el conocimiento, Kant distingue entre:
1) Lo «a posteriori»: es aquello que en el conocimiento procede de la experiencia a través de la
sensación. Es lo empírico en el conocimiento. Por darse en la sensación, o intuición empírica, que es
singular y fáctica, lo empírico y a posteriori en el conocimiento es, asimismo, singular y contingente.
2) Lo «a priori»: es aquello que en el conocimiento no procede ni se deriva de la experiencia, sino
que la antecede de alguna manera y surge independientemente de la experiencia. Al no derivarse ni
proceder de la experiencia empírica, lo a priori en el conocimiento es universal y necesario en y para el
conocimiento.
Ambos (intuiciones y conceptos) son, o bien puros o bien empíricos:
1) Empíricos, cuando una sensación (que presupone la presencia efectiva del objeto) está allí
contenida.
2) Puros, cuando a la representación no se le mezcla ninguna sensación. Por eso, la intuición pura
contiene solamente la forma en la cual algo es intuido, y el concepto puro contiene solamente la forma del
pensar un objeto en general. Únicamente las intuiciones puras o los conceptos puros son posibles a priori;
los empíricos, solo a posteriori.
Los elementos a priori pertenecen a la estructura del sujeto cognoscente y hacen posible el
conocimiento y la experiencia misma en cuanto experiencia con validez universal. El conocimiento que
muestra esta posibilitación es denominado por Kant «trascendental».
Ahora bien, todo conocimiento se expresa en juicios, y toda ciencia es un conjunto de juicios o
proposiciones. De modo que preguntar qué es el conocimiento equivale a preguntar qué es el juicio y
en qué clase de juicio consiste el conocimiento científico.
Los caracteres del conocimiento científico orientan a Kant en la búsqueda de la estructura y la
posibilidad del juicio propio de la ciencia. Tales caracteres son:
1. la universalidad,
2. la necesidad y
3. el incremento en el saber.
Pues bien, la cuestión es: ¿qué clase de juicios son los propios del conocimiento científico y
cómo son posibles? La respuesta de Kant es: los juicios sintéticos a priori.
¿En qué consisten dichos juicios que Kant cree haber descubierto?
Pues bien, el juicio se piensa la relación de un sujeto y un predicado. Y según la modalidad de esta
relación, el juicio podrá ser juicio analítico o juicio sintético:
1) Un juicio es analítico, cuando el predicado está comprendido en el sujeto (al menos,
implícitamente) y, por tanto, basta con analizar el sujeto para comprender que el predicado le conviene
necesariamente.
«El todo es mayor que sus partes» es un juicio analítico, porque basta con analizar el concepto de «todo»
para hallar la verdad del predicado. Estos juicios no nos dan información alguna o, como dice Kant, no son
extensivos, no amplían nuestro conocimiento: como es obvio, a quien sepa lo que es un todo, este
juicio no le enseña nada que no supiera antes de formularlo.
El juicio analítico es, pues, un juicio a priori. Juicios a priori son aquellos cuya verdad puede ser
conocida independientemente de la experiencia, ya que su fundamento no se halla en esta. «Un todo es
mayor que sus partes» es, de acuerdo con este criterio, un juicio a priori: conocemos su verdad sin
necesidad de andar comprobando y midiendo «todos» y «partes».
2) Un juicio es sintético, por el contrario, cuando el predicado no está contenido en la noción del
sujeto.
«Todos los nativos del pueblo X miden más de 1,90 m» es un juicio sintético, ya que en la idea del sujeto
no está incluido el predicado: el concepto del sujeto incluye únicamente el dato de «haber nacido en el
pueblo X», pero no comprende ningún dato acerca del tamaño o la estatura.
Estos juicios sí dan información o, como dice Kant, son extensivos, amplían nuestro conocimiento. A
quien sabe o entiende lo que significa «nacer en el pueblo X» este juicio le enseña, además, que tales
individuos son altos.
El juicio sintético, entendido en el modo como lo hemos hecho, es un juicio a posteriori. Juicios a
posteriori son aquellos cuya verdad es conocida a partir de los datos de la experiencia.
De acuerdo con esta clasificación, «Todos los nativos del pueblo X miden más de 1,90 m» es a posteriori:
no tenemos otro recurso que observar a tales individuos si queremos tener certeza de la verdad de este
juicio.
Así:
- Los juicios analíticos y a priori son universales y necesarios, pero no amplían nuestro
conocimiento.
- Los juicios sintéticos y a posteriori no son universales ni necesarios, pero en cambio amplían
nuestro conocimiento.
En este punto hay que preguntarse: ¿qué clase de juicio será aquel en que se dan los tres
caracteres fundamentales del conocimiento en sentido estricto, es decir, el conocimiento
científico? Tales caracteres o propiedades son, recordémoslo, la universalidad, la necesidad y el
incremento o ampliación en el saber.
Solo una modalidad de juicio reúne tales propiedades: el juicio sintético a priori. En efecto, por ser a
priori, tal juicio es universal y necesario; por ser sintético, es extensivo, aumenta nuestro conocimiento.
Pero ¿hay de verdad tales juicios? Kant piensa que estos juicios son los propios de las matemáticas y de
la física, o ciencias de la naturaleza. ¿Cómo son posibles tales juicios? ¿Cuáles son sus condiciones de
posibilidad, o condiciones trascendentales? ¿Hay tales juicios en el pretendido «conocimiento»
metafísico?

En la dialéctica trascendental Kant, a la luz de los resultados obtenidos, analizará esta cuestión,
estudiando las características de la razón que, en su actividad pura, es la que pretende alcanzar tal
conocimiento.
El entendimiento es la capacidad de juzgar, es decir, de atribuir un predicado a un sujeto mediante la
formulación de un juicio. Tomando como referencia las formas del juicio Kant dedujo las doce categorías o
formas trascendentales a priori del entendimiento. La razón es la capacidad suprema de pensar y como tal
elabora razonamientos, es decir, inferencias o silogismos relacionando juicios. El razonamiento consiste,
pues, en enlazar juicios mediante la formulación de silogismos. Con estos silogismos la razón busca la
construcción de juicios cada vez más generales, en busca de principios o leyes que abarquen el
mayor número posible de fenómenos. Esta búsqueda de los principios últimos bajo los cuales se pueda
comprender toda la realidad es llamada por Kant la búsqueda de lo incondicionado, ya que se supone
que ese principio último es la condición de todos los fenómenos y, a su vez, no depende de ninguna otra
causa, es decir, de ninguna otra condición. A estos conceptos puros a priori de la razón, les llamará Kant
ideas trascendentales.
Analizando, pues, las formas de los silogismos, concluye que hay tres ideas trascendentales: alma,
mundo y Dios.
Mediante la idea de alma, dice Kant, unificamos todos los fenómenos del psiquismo; es la condición
incondicionada de todos los fenómenos psíquicos (es decir, todos los fenómenos que tienen lugar en mi
psiquismo han de ser remitidos a un yo). Mediante la idea de mundo unificamos todos los fenómenos de
la experiencia; la idea de mundo es la condición incondicionada de todos los fenómenos de la experiencia
(es decir, todos los fenómenos de experiencia tienen lugar en el mundo). Mediante la idea de Dios
unificamos la totalidad de los fenómenos psíquicos y de la experiencia en una única causa de la que
dependen y por la que son explicados (Dios es la condición incondicionada de la existencia del alma y el
mundo, su causa última).
Pero si bien las ideas trascendentales nos ayudan a unificar en el pensamiento la totalidad de los
fenómenos, sean psíquicos o de la experiencia externa, sin embargo, al no poseer intuición ninguna de
las realidades a las que refiere la unidad de los fenómenos (Dios, alma, mundo) esas ideas
trascendentales no nos ofrecerán ningún conocimiento. Son conceptos puros, sin ningún contenido,
que sólo sirven para unificar los conocimientos del entendimiento, pero que nos proporcionan ellos mismos
conocimiento alguno.
La metafísica, pues, aunque posible como disposición natural es imposible como ciencia: para
que haya conocimiento un contenido empírico tiene que ser subsumido bajo una categoría; pero de los
objetos de la metafísica (Dios, mundo, y alma) no poseemos ningún contenido empírico. Son conceptos
puros de la razón, ideas trascendentales.
Como resultado de la Estética Trascendental y de la Analítica Trascendental se sigue la distinción de
todos los objetos en fenómenos y noúmenos.
Por fenómeno entiende Kant el objeto tal como es percibido por nosotros una vez que los contenidos de
la sensación han sido sometidos a las formas trascendentales del espacio y el tiempo, por lo que respecta
a la sensibilidad, y a las categorías por lo que respecta al entendimiento. La única forma posible de
conocimiento, para nosotros, es el conocimiento de la realidad como fenómeno. Lo que sea esa realidad
considerada "en sí misma", en cuanto noúmeno, es decir, independientemente de nuestro modo de
conocerla, es algo que está fuera de nuestro alcance. Las categorías del entendimiento sólo se pueden
aplicar a contenidos procedentes de la intuición sensible, (ya que no hay ningún tipo posible de intuición
intelectual), sólo se pueden aplicar a objetos de una experiencia posible.
¿Qué ocurre, pues, con esas supuestas realidades que están más allá de la experiencia posible?
¿Qué ocurre con Dios, con el alma, con el mundo como totalidad, realidades sobre las que la metafísica ha
pretendido siempre tener un conocimiento cierto y seguro?
Los conceptos de la razón pura, en la medida en que no pueden ser aplicados a ninguna intuición
empírica, son vacíos. Contienen solamente la función unificadora que es propia de los conceptos de la
razón, pero no pueden ofrecernos ningún conocimiento. Ocurre con ellos lo mismo que ocurría con las
categorías: en la medida en que pretenden prescindir de toda experiencia posible, pues, son incapaces de
ofrecernos conocimiento alguno, ya que todas sus elaboraciones tienen lugar en el vacío. Por lo tanto, no
tienen valor cognoscitivo. ¿Qué quiere decir con ello?
Las ideas trascendentales no nos ofrecen ningún conocimiento. Pero ello no significa que Kant no les
conceda valor. No tienen un uso cognoscitivo, pero sí tienen un uso regulativo: unifican los conocimientos
del entendimiento. En su uso regulativo, las ideas trascendentales señalan, negativamente, los límites que
el conocimiento no puede traspasar. Y positivamente impulsan al ser humano a seguir investigando,
tratando de encontrar una mayor unificación y coherencia entre todos sus conocimientos.

Fuentes:
La naturaleza del conocimiento en Kant
http://www.filosofia.net/materiales/sofiafilia/hf/soff_9_1b.html
Navarro Cordón, Juan Manuel y Pardo, José Luis. Historia de la Filosofía, Madrid, Anaya, 2009

Crítica de la metafísica
https://www.webdianoia.com/moderna/kant/kant_fil_metaf.htm

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