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De la “solución electoral” a la “solución parlamentaria”.

La designación de Duhalde como


presidente de la nación en la crisis argentina de 2001

Julián Zícari

Resumen
El presente trabajo tiene como objetivo recorrer cómo se configuró la salida institucional a la
crisis argentina del año 2001. Para hacer esto, primero señalaremos cómo estaba conformada la
situación política al finalizar abruptamente el gobierno de la Alianza en diciembre de 2001. Allí
destacaremos que el principal partido político en pie, el peronismo, al estar lejos de lograr una
unidad interna, decidió que la solución a la crisis debería resolverse con una “salida electoral” a
realizarse en tres meses, donde debería elegirse un nuevo presidente gracias al voto directo de la
población. Sin embargo, dada la lucha interna del peronismo, esta opción naufragó en apenas un
semana, realizándose un nuevo intento de solucionar la crisis, esta vez gracias a un amplio
acuerdo parlamentario, que designó a Eduardo Duhalde y su programa como forma de atravesar
la crisis, estableciendo un profundo viraje a partir de entonces.

Abstract
This paper aims to explore how the institutional solution to the Argentinan crisis of 2001 was set.
To do this, first we'll point out how the political situation was to abruptly end the Alliance
government in December 2001. Highlight that there major political party standing, the Peronism,
being far from achieving an internal drive, decided that the solution to the crisis should be
resolved with an "electoral solution" to be held in three months, where a new president should be
elected by direct vote of the population. However, due to the infighting of Peronism, this option
sank in just a week, performing a new attempt to solve the crisis, this time thanks to a broad
parliamentary agreement, which appointed Eduardo Duhalde and his program as a way to get
through the crisis establishing a profound shift thereafter.

Introducción

La crisis argentina del año 2001 fue un verdadero punto de ruptura en su historia, tanto a
nivel político, económico como institucional. Ya que partir de ése momento se cerró el ciclo
histórico abierto 1976 y acentuado con las políticas de la década de 1990 para abrirse a otro, que
intentaría desde allí un nuevo renacimiento. Dadas estas premisas, este trabajo intentará
reconstruir las condiciones políticas que permitieron sentar las bases de la salida a la crisis de
2001. Las cuales, finalmente, terminaron por designar a Eduardo Duhalde como presidente de la
Nación para completar el mandato inconcluso dejado por De la Rúa luego del abrupto fin de su
mandato en diciembre. Se buscará así abordar cómo se realizaron los pasos entre el final del


Universidad de Buenos Aires/Conicet. Contacto: sanlofas@hotmail.com
gobierno de la Alianza y el interregno institucional que se abrió allí, hegemonizado éste por el
peronismo.
En este sentido, la caída de la Alianza no había dejado un horizonte ordenado ni fácil, sino
todo lo contrario. En él reinaba el principio de incertidumbre. Debiéndose resolver varios
dilemas, tanto económicos (devaluación, default, dolarización, pesificación, futuro del corralito,
etc.) como también políticos (ordenar la sucesión presidencial, sus tiempos, aliados, consensos,
programa a llevar a cabo, etc.). Lo que obligaba a los diversos actores a establecer algún tipo
acuerdo, aunque sea básico, para ordenar la situación y establecer un sendero capaz de
encaminarse a resolver la crisis.
Sin embargo, el principal partido político a cargo de la situación, el peronismo, no se
encontraba con un liderazgo unificado, sino bajo un proceso de fraccionamiento y disputa de sus
corrientes internas. Ante la falta de primacía clara de alguna por sobre las otras, la opción
inmediata fue establecer un acuerdo transitorio entre ellas. Así, se designaría a un presidente
interino por tres meses, capaz de organizar mínimamente la situación institucional del país, para
a partir de allí realizar una convocatoria abierta a elecciones nacionales, de las cuales debía salir
el nuevo presidente que condujera los rumbos futuros de la nación.
La persona designada por parte del peronismo como presidente provisorio del país fue
Adolfo Rodríguez Saá. Empero, las actitudes y ambiciones de éste comenzaron a sembrar
desconfianzas y recelos por parte de las otras facciones peronistas, acentuando las disputas
internas, las cuales terminaron por traducirse en maniobras desestabilizadoras como también el
retiro del apoyo brindado a menos de una semana de que aquél hubiera comenzado su
presidencia.
Como corolario de esto, el conflicto abierto dentro del peronismo le impidió a Rodríguez
Saá llevar a cabo sus planes debiendo abandonar la presidencia de forma abrupta, renunciando
éste, al igual que De la Rúa una semana antes. Ante una nueva crisis política, se optó por
designar a Eduardo Duhalde como nuevo presidente del país. No ya por un periodo de tres meses
(suspendiendo el llamado a elecciones de marzo), sino hasta completar el mandato trunco de De
la Rúa de dos años. Estableciendo un programa de mayor consenso para afrontar la crisis y con
apoyos partidarios orgánicos, tanto dentro como fuera del peronismo. Y así resolver los diversos
dilemas pendientes. Intentando construir, de este modo, una nueva arquitectura político-
institucional entre los diversos actores que pudiera lograr cierta estabilización y que permitiera, a
la vez, la reconstrucción del sistema de partidos.

La situación política tras el final del gobierno de la Alianza: entre la fragmentación política
del peronismo y la oportunidad del “Frente Federal”

La caída final del gobierno de la Alianza se produjo de forma abrupta dejando la


continuidad institucional en manos del Congreso y al peronismo como principal actor de la
escena. En efecto, los últimos meses de la presidencia de De la Rúa fueron acumulando
situaciones virtualmente calamitosas. Las cuales, combinadas, sembraron un clima
crecientemente explosivo. Tras sufrir una fuerte derrota electoral en octubre de 2001 con el “voto
bronca1”, pocas semanas después, a principios de diciembre, terminaría por decretar el corralito

1
Para un análisis de las elecciones de octubre y de las consecuencias que provocaron para el gobierno véase nuestro
trabajo ZÍCARI, Julián. “Las elecciones legislativas del 2001. Entre el ‘voto bronca’ y el final del gobierno de la
Alianza”. Revista Anuario, N° 26, 2014.
bancario (el cual le dio un golpe mortal a la economía, dejando –en los hechos- muerto al
sistema de convertibilidad y a la paridad cambiaria). Donde, al mismo tiempo, comenzaron a
producirse a partir de allí estallidos sociales (en concordancia con algunos saqueos y episodios
de violencia orquestados por el peronismo bonaerense) que pusieron fin al gobierno de la
Alianza. En este sentido, es necesario señalar que la crisis se produjo con una velocidad
vertiginosa, siendo una descomposición acelerada, en la que no existió ninguna previsión o
mecanismo por parte del poder ejecutivo que intentara amortiguar el colapso. A diferencia del
final del gobierno de Alfonsín en 1989 o lo que terminaría por ocurrir más tarde con Duhalde en
2003, que existió una salida a la crisis a cargo del poder ejecutivo, aplicándose una “solución del
tipo presidencial” (donde primeramente pudieran ordenar su sucesión, adelantar el calendario,
convocar a elecciones y luego –una vez consagrado un nuevo presidente- abandonar su cargo), la
crisis de fines del año 2001 debió recurrir al Congreso para que estipulara la forma de la salida.
Con lo cual, se creó así, por primera vez en la historia argentina, una “solución tipo
parlamentaria” en la que se decidiera cómo resolver el mandato inconcluso de De la Rúa2.
Bajo esta situación, la principal fuerza política que controlaba el Parlamento era el
peronismo (Partido Justicialista -PJ-). El cual tenía mayorías relativas en ambas cámaras. Ya que
con el colapso de la Alianza, sus dos principales socios constituyentes, el Frepaso y la Unión
Cívica Radical (UCR), estaban bajo estragos disolventes, apostando por una estrategia de
repliegue y supervivencia, que impidiera la disolución final de cada uno, dejando al justicialismo
como dueño de la escena. Donde éste, si bien había sido derrotado en las elecciones
presidenciales de 1999 y en las elecciones legislativas de octubre de 2001 fue uno de los
destinatarios del “voto bronca”, igualmente había resultado el partido más votado de todo el país;
como también contaba con catorce gobernaciones provinciales.
Ahora bien, el peronismo a pesar de su aparente poder institucional no era un bloque
homogéneo, sino que más bien se encontraba en un proceso de fragmentación y tensiones. El
partido todavía se debatía entre la vieja disputa entre menemismo y duhaldismo que había
hegemonizado la segunda mitad de la década de 1990. Donde ambas facciones conservaban
importantes espacios de poder. Por su parte, a principios del año 2000 se había conformado “El
Frente Federal y Solidario” de las once provincias peronistas `chicas´ del interior del país. Que
no sólo rehuían de quedar atrapadas bajo el liderazgo de Menem o Duhalde, sino que tampoco
deseaban que su partido fuera una mera plataforma electoral de las provincias “grandes”. Es
decir, no deseaban que Carlos Ruckauf (Buenos Aires), Juan Manuel De la Sota (Córdoba) o
Carlos Reutemann (Santa Fe) condujeran el partido monolíticamente sin ser tenidas en cuenta. El
Frente Federal utilizó así su organicidad interna para acumular espacios de poder, logrando
imponer al presidente del Senado, volviendo al misionero Ramón Puerta virtual (Vice)presidente
del país. Igualmente, no había logrado hacer lo mismo en Diputados, ya que aquí rige un criterio
proporcional de representación, correspondiendo la presidencia de la Cámara al duhaldista
Eduardo Camaño, de Buenos Aires. De esta forma, al renunciar De la Rúa, el peronismo tenía
ordenada toda la línea sucesoria detrás de éste, encontrándose listo para asumir una vez más.
Según la ley de acefalia vigente por ése entonces, Puerta una vez vuelto presidente
interino, debía convocar inmediatamente a una Asamblea Legislativa. La cual en un lapso de
cuarenta y ocho horas debía decidir por, o bien designar a un presidente provisorio que
gobernara por tres meses, realizando un llamado a elecciones del que surgiera su sucesor con

2
MUSTAPIC, Ana. “Inestabilidad sin colapso. La renuncia de los presidentes: Argentina en el año 2001”.
Desarrollo Económico, 2005, vol. 45, N°178, p. 274.
pleno derecho, o bien elegir a una persona que completase el mandato inconcluso de De la Rúa
hasta fines de 2003.
La posición inicial de Puerta fue intentar ser elegido para gobernar por dos años,
aduciendo que sólo él había sido el único peronista que podría generar consenso interno en el
partido. Donde hacer otra cosa podría despertar fuertes disputas internas. Sin embargo, lo mismo
que era su principal argumento, era la réplica obtenida por el resto: con la dispersión peronista,
cualquiera de sus facciones estaba en condiciones de acceder a la presidencia en elecciones.
Donde sólo un candidato revalidado por el voto popular podría gobernar con el suficiente
consenso para sortear momentos tan turbulentos, preponderando el consenso interno en hacer
una pronta convocatoria a elecciones. Los tres gobernadores de las provincias grandes (Ruckauf,
De la Sota y Reutemann) encabezaban todas las encuestas. Eduardo Duhalde, sólo dos meses
atrás, había sido el candidato más votado de todo el país. Mientras que los hombres del Frente
Federal, podrían aportar algún candidato, la plataforma y/o los votos vitales para consolidar
alguna fórmula presidencial y que fuera la que termine por imponerse. Donde la única facción
peronista que se quedaba así con las manos vacías, sin consuelos a la vista, era la de Menem.
Dada su imposibilidad legal para poder presentarse en marzo, éste debió resignarse a quedar
como un mero espectador tras la firma de la “pax peronista” lograda.
Dejada atrás la opción de que Puerta sea ratificado por tres meses como presidente, el
consenso partidario determinó al gobernador de San Luis, Adolfo Rodríguez Saá, para que lo
haga. Según el mismo, Rodríguez Saá sólo debía comprometerse a dos cosas. La primera se
debía que a no podría competir en los comicios que se realizarían en el mes de marzo. Sólo
pudiendo utilizar su presidencia transitoria como una inmensa vidriera nacional en la cual
mostrar sus dotes de líder. La segunda condición fue comprometerse a realizar “el trabajo
sucio”. Esto es, debería declarar el default de la deuda pública y establecer la devaluación,
poniendo el fin formal de la convertibilidad. Ya que en ése contexto el país no estaba en
condiciones de seguir sosteniendo ninguno de esos compromisos.
Por su parte, además de la designación de Rodríguez Saá, el peronismo logró imponer una
cláusula más en la Asamblea Legislativa. En este caso, se trató de instaurar que las elecciones
presidenciales de marzo se debieran realizar bajo la ley de lemas; permitiendo que varias
formulas de un mismo partido pudieran competir en los comicios, sumando luego a la formula
más votada de éste la totalidad de los votos. Con lo cual, desde el PJ pasaron a conquistar un
importante punto. Ya que así el peronismo terminaba por asegurarse el triunfo electoral de
marzo, puesto que ningún otro partido podría sacar tantos votos como todos aquellos que sumara
entre todos sus candidatos y formulas. Por otra parte, gracias a la ley de lemas, se obtenía otra
importante ventaja: sería posible nacionalizar el proceso interno de disputas y competencias que
atravesaban los hombres del PJ. Con lo cual, no sería necesario realizar elecciones internas ni
tampoco el desgastante proceso de peleas para imponer un candidato de unidad. La elección
presidencial de marzo se volvería así “la interna nacional” del peronismo y la vía más
transparente y fácil para todas sus facciones. De este modo, la “la salida electoral” se convertía
en el camino para resolver la crisis.
Resueltos así todos los dilemas internos, los distintos hombres del PJ comenzaron a
diagramar sus estrategias. El recurso más usual dentro del peronismo fue intentar articular una
fórmula o pacto que permitiera integrar un candidato de Buenos Aires con otro del interior,
buscando lograr una suerte de equilibrio político-regional. Así, el primer candidato en mostrar su
juego fue el cordobés Juan Manuel De la Sota, quién inmediatamente después de anunciarse la
presidencia provisional de Rodríguez Saá, anunció su compañero de fórmula, escogiendo al
intendente de La Plata, Julio Alak3. Néstor Kirchner, gobernador santacruceño, optó por un
esquema similar, optando por el intendente del distrito más populoso del conurbano bonaerense,
Alberto Balestrini, de La Matanza4. También Adolfo Rodríguez Saá quiso esbozar una clave
similar en caso de lograr poder presentar su candidatura en marzo. Su virtual elección fue una
verdadera sorpresa para todos. Rodríguez Saá ambicionaba que el vice gobernador de Buenos
Aires, Felipe Solá, lo acompañara en la competencia presidencial 5. Por otro lado, los hombres
del Frente Federal podrían aportar el compañero de fórmula para cualquiera de los “grandes”.
Ruckauf, en varias declaraciones públicas había considerado a Ramón Puerta un excelente co-
equiper que podría garantizarle el apoyo de los gobernadores del interior del país y ser ésta la
carta que hiciera la diferencia contra el resto de los competidores. Es más, los gobernadores del
Frente Federal se empezaron a ilusionar con una excelente gestión de 60 días de Rodríguez Saá
como presidente y que pudiera despertar un verdadero “operativo clamor” y lograra así triunfar
un gobernador “chico” en marzo. Por otro lado, las ansias de Kirchner (Santa Cruz), Romero
(Salta) o Puerta (Misiones) tampoco eran posibles de subestimar 6. Alguno de ellos podría ofrecer
una interesante perspectiva electoral convirtiéndose en una gran sorpresa o ser la posibilidad de
realizar una alianza política de suma relevancia para sumar los votos suficientes y sacar así la
diferencia necesaria para definir qué formula del justicialismo triunfara.
A su vez, no sólo los hombres del PJ optaron por apresurarse a anunciar sus ambiciones
presidenciales. Miembros de otros partidos políticos también hicieron lo propio. Elisa Carrió, por
el ARI, fue rápidamente una de las primeras en declarar sus ansias de competir en los comicios
de marzo7, dispuesta a conformar un amplio polo opositor al PJ 8. El radicalismo, a pesar de
oponerse férreamente al llamado eleccionario tras temer hacer la peor elección de su historia,
comenzó a considerar candidatos al tener que resignarse a aceptar esa idea. Los candidatos
radicales que se sumaron a las ambiciones presidenciales fueron el presidente de la UCR, Ángel
Rozas9, Leopoldo Moreau y Rodolfo Terragno (virtualmente aliado a Elisa Carrió o al intendente
porteño, el frepasista Aníbal Ibarra)10. También los partidos denominados de izquierda dejaron
entrever posibles alianzas y candidaturas para la elección de marzo. Si la situación social se
radicalizaba, una alianza entre Carrió, Luis Zamora, Izquierda Unida y el Polo Social sumados al
apoyo de la Central de Trabajadores Argentinos podrían asomar con fuerza 11. En poco tiempo
habría elecciones y la mayoría de los actores políticos se estaba preparando para actuar. Sin
embargo, no todo resultaría según lo planeado. Ocurriendo sucesos imprevistos.

3
“De la Sota confirmó su candidatura a la Presidencia” La Nación (23/12/2001).
4
“Unidos contra la elección de marzo” Clarín (26/12/2001).
5
“Armó el gabinete con intensión de seguir” La Nación (24/12/2001).
6
“Puerta y Romero, posibles candidatos” La Nación (23/12/2001).
7
“Voy a ser candidata a presidente de la Nación” Página 12 (22/12/2001), “Carrió confirmó su candidatura
presidencial” La Nación (22/12/2001), “Carrió ya lanzó su candidatura y propone no pagar la deuda” Clarín
(23/12/2001).
8
“Carrió aglutina opositores al PJ” Clarín (24/12/2001).
9
“Rozas confirmó su deseo de competir por la Presidencia” La Nación (24/12/2001), “Ibarra pide que haya
elecciones en breve” Clarín (21/12/2001).
10
“La UCR no quiere elección, pero habla de candidatos” Clarín (23/12/2001),
11
“Rumores de unidad con Zamora” Página 12 (23/12/2001), “Las dudas van desde Carrió hasta Kirchner y
Terragno” Página 12 (27/12/2001), “Izquierda Unidad impulsa una coalición con Zamora” Página 12 (28/12/2001).
¿Hacia una salida electoral? La presidencia de Rodríguez Saá, una apuesta unipersonal
vertiginosa12

Cada peronista lleva en su mochila el bastón de mariscal


Juan Domingo Perón

La designación de Rodríguez Saá como presidente interino respondió a un acuerdo interno


resuelto por los miembros del PJ. Sin embargo, desde el momento en que éste asumió
comenzaron las suspicacias, dentro y fuera del peronismo, sobre cuáles eran verdaderamente sus
planes. Dado que desde el inicio existieron piezas que no encajaron del todo bien. Comenzando
por su discurso de asunción. En él, el nuevo presidente, lejos de hacer una modesta ceremonia,
digna de un breve interinato, realizó una grandilocuente puesta en escena (en la cual habló de
refundar la republica, crear un millón de puestos de trabajo, vender el parque automotor estatal,
los bienes de lujo y hasta el avión presidencial). Realizando también, de manera espectacular, la
declaración de la cesación de pagos del país a modo de hazaña libertadora.
Por su parte, Rodríguez Saá se encargó de dejar en claro, ya en su discurso de asunción, que
no sería el responsable de abandonar la convertibilidad, sino al contrario. Ratificó que la
sostendría apoyándose en la creación de una tercera moneda entre el peso y el dólar: el
Argentino. La cual permitiría lubricar la economía y revertir el ciclo recesivo, posibilitando que
el Estado aumentara sus niveles de gasto y darle fluidez, según el nuevo Presidente, “al consumo
popular”. Donde la convertibilidad, al contrario de lo pactado, permanecería en vigencia13.
Del mismo modo, el día en que asumió, Rodríguez Saá no buscó tampoco conformar un
gabinete que representara ecuánimemente al peronismo. Siquiera intentando acuerdos con los
gobernadores del Frente Federal, quienes habían sido su apoyo fundamental para llegar a la
presidencia. Sino que todos los puestos del gabinete quedaron exclusivamente a su cargo. Sin
realizar consultas ni llamados telefónicos, aunque existiendo sólo dos excepciones a ésto. Por un
lado, el poder bonaerense (Duhalde y Ruckauf) quedó representado por Juan José Álvarez, quién
era Secretario de Seguridad en la provincia y estuvo a cargo el `control´ de la policía bonaerense
durante las jornadas de los saqueos, pasando a ser Secretario de Seguridad de la Nación
(dependiendo ahora de él el control de la Policía Federal). Mientras que la otra excepción la
marcó Daniel Scioli, quién fue designado Secretario de Turismo y Deportes. Éste, se supondría
que representaría al menemismo en el Gabinete.
Así, los mandatarios provinciales sintieron de golpe que el hombre que ellos habían
convertido en presidente les daba la espalda y no los tenía en cuenta. Por su parte, otro hecho
más generaría desconfianza sobre las ambiciones de Rodríguez Saá. Ya que si ningún gobernador
se sintió representado en el gabinete nacional, fue inconcebible para éstos que se ofreciera un
cargo a un periodista (Horacio Verbitsky, el cual denegó la oferta) sólo con el afán de que el
12
Un análisis pormenorizado de este apartado fue publicado en ZÍCARI, Julián. “Gobernar con una sonrisa. La
semana de Adolfo Rodríguez Saá como Presidente de la nación”. Realidad Económica, N° 272, 2012.
13
Alfonsín dijo sorprendido tras los anuncios: “Pero si esto no lo hemos hablado. Nosotros habíamos elegido a un
Guido”. Haciendo alusión al presidente radical José María Guido que fue una bisagra entre las presidencias de
Frondizi e Illia en la década de 1960. El senador Eduardo Menem, por su parte, fue más lejos aún: “Éste no es un
discurso para [gobernar por] noventa días; es un discurso para dos años”. Su vecina de banca, la senadora Cristina
Kirchner, le retrocó entre carcajadas: “Se equivoca Senador, es un discurso para diez años”. BONASSO, Miguel. El
palacio y la calle. Crónicas de insurgentes y conspiradores. Buenos Aires: Planeta, 2002, pp. 250 - 251. Por su
parte, otra “señal de sospecha” del nuevo presidente fue que, para asumir la presidencia, no pidió licencia en su
cargo de gobernador, sino que directamente renunció a él.
puntano pudiera ganar mayor notoriedad pública. Era evidente que Rodríguez Saá buscaba más
que apoyo del peronismo, repercusión mediática. Complementándose esto con el ritmo acelerado
e hiperkinético que empezó a mostrar Rodríguez Saá en sus gestiones diarias. Donde parecía
alguien que buscaba generar una imagen de claro contraste con el `estilo de gestión´ de De la
Rúa, habitualmente asociado a ser dubitativo y lento.
Rodríguez Saá en pocos segundo comenzó a vivir su gestión con el pie en el acelerador,
buscando apoyos por todo el arco político y a fortalecer sus ambiciones, actuando como si
estuviera en una campaña electoral. Así, de manera rápida contó con el apoyo explicito de Carlos
Menem. Éste, al bregar más que nadie por evitar comicios pronto, no dudó en respaldar los
planes de aquél. A ambos les convenía suspender las elecciones de marzo14. Un escenario similar
al que encontró el mandatario puntano en los hombres del radicalismo. Ya que también para la
UCR no había nada mejor que el hecho de postergar las elecciones presidenciables el mayor
tiempo posible. El horrendo recuerdo del gobierno de De la Rúa apabullaría a todos sus votantes,
dejando al centenario partido frente a la peor elección de toda su historia 15. Así, desde Alfonsín
hasta Ángel Rozas –presidente del partido-, todos los radicales dieron su respaldo a la
permanencia de Rodríguez Saá hasta 200316. El gobierno español, tras obtener la garantía de
Rodríguez Saá que no devaluaría y garantizaría los contratos con las empresas privatizadas, dio
también su apoyo al nuevo Gobierno. Donde los emisarios españoles se comprometieron a
gestionar préstamos en el exterior para que la convertibilidad pudiera continuar17.
Poco después, el nuevo Presidente logró el apoyo de los líderes de la Central General de
Trabajadores (CGT), hasta ése momento dividida. Aquí, en un acto en la sede central en la calle
Azopardo, colmado de punta a punta, realizó un sin fin de anuncios a gusto de los gremialistas
(prometió derogar la sospechada ley de reforma laboral que derivó en al renuncia de Chacho
Álvarez, duplicar el salario mínimo, vital y móvil, crear un millón de puestos de trabajo,
convocar al Consejo Nacional del Salario, anular los recortes salariales del Déficit Cero, crear un
programa masivo de seguros de desempleos, entre otras cosas). Donde los sindicalistas
parecieron dejar de lado sus diferencias y sus propias disputas internas, encargándose de dejar en
claro su total respaldo al nuevo Gobierno. Para Moyano era vital “rodear y defender al
Presidente” de todas las presiones que podría recibir 18. Mientras que Luis Barrionuevo señaló
que a partir de esos anuncios, el sindicalismo respaldaría a Rodríguez Saá “a muerte 19”. Así,
Rodríguez Saá cerró el acto tras el grito de “Vivan los trabajadores, viva la CGT20”
Por su parte, el Gobierno no se detuvo en su tren para sumar nuevos aliados y comenzó a repartir
miles de planes sociales en distintas provincias. Con los cuales esperaba ganar el apoyo de los

14
“Menem, a favor de que Rodríguez Saá gobierne hasta el 2003” La Nación (27/12/2001), “Se ha formado una
pareja por conveniencia” Página 12 (28/12/2001), “Hay un compromiso que puede ser cumplido o no” Clarín
(28/12/2001).
15
Ver “El temor de salir cuartos aviva el ingenio radical” Página 12 (26/12/2001), “Desde el radicalismo, proponen
que Rodríguez Saá complete el mandato de De la Rúa” La Nación (28/12/2001), “Rozas también tuvo su rato con el
Presidente” Clarín (28/12/2001), “La UCR no quiere comicio y hasta puede abstenerse” Página 12 (29/12/2001).
16
“Unidos contra la elección de marzo” Clarín (26/12/2001), “Correligionarios compañeros” Página 12
(28/12/2001).
17
“España gestiona ante el FMI ayuda para la Argentina” Clarín (27/12/2001), “Las empresas españolas seguirán en
el país si no cambian las reglas” La Nación (27/12/2001), “Respaldo con un ojo en las tarifas” Página 12
(28/12/2001), “Presión del gobierno español para evitar cualquier devaluación” Clarín (28/12/2001).
18
Ib.
19
Ib.
20
“Rodríguez Saá fue a la CGT y anuló el recorte a jubilados” Clarín (27/12/2001).
gobernadores y referentes políticos regionales tras el reparto de la siempre bien rentable ayuda
social21. De esta manera, Jorge Sobich, gobernador neuquino, fue el primero en dar el apoyo a la
continuidad del Gobierno hasta 2003 luego de recibir los primeros desembolsos para crear
20.000 puestos de trabajo en su provincia22. Como también, Rodríguez Saá apeló a buscar
apoyos en el sector rural tras ratificar varias
veces que no se implementaría retenciones
agrícolas23. Comenzando a contestar ante las
consultas permanentes por parte del periodismo
sobre cuáles eran los verdaderos planes
(permanecer o no en la presidencia hasta 2003),
la respuesta oficial terminaba por ser siempre la
misma: “El Gobierno recién largó, no hablemos
de cuándo termina24”.
Con los apoyos meteóricos apoyos logrados en
apenas un par de días, Rodríguez Saá no temió
dejar al descubierto su juego de permanecer por
dos años en la presidencia, algo que ya para
todos era algo inocultable. Primero, dejó
trascender sus posibles estrategias legales para
impedir la convocatoria a elecciones en marzo.
Las cuales abarcaban desde buscar una
rectificatoria de la Asamblea Legislativa que
extendiera su mandato, hasta la posibilidad de
convocar a un plebiscito nacional que respaldara
su gestión25, pasando por la posibilidad de
realizar comicios en marzo sin la vigencia de la
ley de lemas, lo cual restaría apoyos al acto
Tapa de la revista La Primera
eleccionario –incluso desde el peronismo26.
Luego, hizo circular rumores sobre que los comicios deberían suspenderse por ‘falta de
presupuesto’27. Para por fin, sobre el final de la semana, presentar directamente recursos de
amparo en la justicia contra la convocatoria a elecciones en marzo28. Donde sus deseos eran ya
claramente oficiales: Adolfo Rodríguez Saá buscaba permanecer en la Presidencia hasta 2003 a
cualquier costo.

21
“El Gobierno ve en los planes de empleo la única salida” Clarín (26/12/2001), “Asignaron 120 mil planes de
empleo” La Nación (26/12/2001), “Dan 116 mil subsidios para empezar a aliviar la crisis” Clarín (27/12/2001), “De
procesión por la Rosada” Página 12 (28/12/2001).
22
“Sobich, con el Adolfo” Página 12 (29/12/2001).
23
“No habrá retenciones al campo” Clarín (28/12/2001), “El secretario de Agricultura negó que vuelvan las
retenciones” La Nación (28/12/2001).
24
Ver por ejemplo “El Gobierno recién largó; no hablemos cuándo termina” Clarín (27/12/2001).
25
“Las tres tácticas que analiza el Gobierno para durar hasta 2003” Página 12 (27/12/2001), “Rodríguez Saá avanza
contra el pacto” La Nación (27/12/2001).
26
“Tres obstáculos judiciales complican la ley de lemas” Clarín (27/12/2001), “Que decida la justicia” Página 12
(27/12/2001).
27
“Una rebelión que llegó a la Casa Rosada” Página 12 (29/12/2001), ARISÓ, Guillermo y JACOBO, Gabriel. El
Golpe SA. La guerra de intereses que estalló en 2001. Buenos Aires: Norma, 2002, p. 224.
28
“Primer pedido para que Rodríguez Saá gobierne hasta 2003” La Nación (28/12/2001).
El nuevo Gobierno sabía que para lograr su objetivo debía moverse rápido. No podía dejar que
un pronto clima electoral se adueñase de la situación. Si la campaña presidencial con vistas a
marzo, junto con los competidores, plazos legales y diversos apoyos se instalaban en la sociedad,
sería cada vez más difícil dar de baja las elecciones. Con los comicios ya instalados en la agenda
política, no se podrían anular. Hacerlo haría ver tal acto como un grosero gesto antidemocrático.
Rodríguez Saá pasaría a la historia como un Presidente sin votos y con ánimos golpistas contra
las instituciones. Todo su sueño político se desvanecería para siempre. Por lo cual, los apoyos y
acciones para imponer su proyecto debían sucederse de inmediato.
Igualmente los vertiginosos pasos trazados, Rodríguez Saá también debió comenzar a buscar
alguna forma de detener las fuertes presiones que estaban llevando contra su persona los
miembros de su propio partido. Dado que en el peronismo las aguas estaban claramente muy
agitadas. Como vimos, Menem se hallaba resuelto a dar su apoyo al nuevo presidente en su
ambicioso proyecto. La mayoría de los gobernadores del Frente Federal también lo había hecho.
Mientras que Néstor Kirchner era un firme partidario por parte de las provincias chicas de no
apoyar el sueño puntano29. A su vez, el binomio bonaerense Duhalde-Ruckauf era inconmovible
al respecto. Para ellos las elecciones debían realizarse en marzo a cualquier precio 30. Por último,
el principal opositor al proyecto de continuidad adolfista fue el gobernador cordobés, quién era
imperturbable en ese punto. Según De la Sota, la posibilidad de suspender las elecciones no era
una prenda de negociación31. Por lo cual, la propia interna peronista comenzó a mostrarse como
su principal punto débil, siendo la misma un hueso de roer mucho más duro de lo primeramente
esperado.

Entre los pactos incumplidos y la presión bonaerense: la desestabilización y el vacío


político
Ahora los que queremos guerra somos nosotros, pero guerra a
nuestro modo, no al de ellos. Vamos a ver si podrán gobernar
cuando el pueblo llegue a la resistencia sistemática. Veremos
también quien será el que pierda con la ruina general
Juan Domingo Perón

Rodríguez Saá con su llegada a la presidencia había provocando un importante cimbronazo


político, el cual en muy poco tiempo había logrado articular a distintos actores y grupos detrás de
su figura. Convirtiéndose, aparentemente, en el dueño de la situación. Sin embargo, la paz no
duraría mucho. Cinco días después de haber asumido, el viernes 28 de diciembre, tuvo que
enfrentar su primer ‘cacerolazo’ y señales de protesta contra su gobierno. El principal motivo de
las movilizaciones fue la designación de Carlos Grosso como asesor presidencial. Por su parte,
las provocativas declaraciones de éste (“El presidente me eligió por mi intelecto, no por mi
prontuario”) en un clima social muy caldeado, terminaron por desatar el ciclo de marchas y
movilizaciones que tan sólo una semana atrás habían depuesto al gobierno de De la Rúa. Los
ciudadanos de la Capital Federal todavía recordaban al intendente designado por Menem a
principios de los 90´s, el cual había tenido que renunciar a su cargo tras varios escándalos de
corrupción. Así, varios barrios porteños retomaron las protestas y agitaciones, concentrándose al
anochecer en los sitios tradicionales de la escena política, la Plaza de Mayo y el Congreso.
29
“El Frente Federal encomendó a Ramón Puerta apaciguar a Kirchner” Página 12 (28/12/2001).
30
“Kirchner, Ruckauf y Duhalde exigen que se cumpla con los comicios de marzo” La Nación (28/12/2001).
31
“De la Sota salió a reclamar que haya elección en marzo” Clarín (28/12/2001).
Sin embargo, las protestas de esa noche no quedarán registradas por la masividad de sus
participantes, sino por la existencia de sucesos inauditos en la historia argentina. Dado que
mientras se realizaban las manifestaciones, en forma casi simultánea en ambos sitios, la policía
se retiró de allí. Poco después arribaron algunos grupos dispuestos a irrumpir tanto en el
Congreso como en la Casa Rosada, logrando entrar en el primero y prendiendo fuego todo a su
paso. Mientras los canales de televisión se dieron el lujo de trasmitir en directos los hechos. Así,
habiendo pasado entre quince y cuarenta minutos –y una vez que los responsables se retiraron-
recién arribó la policía para “restablecer el orden”.
El “operativo apriete”, como se lo llamó, indica fuertemente a un principal responsable
político: Eduardo Duhalde32. Varios indicios vinculan a Duhalde como responsable de los
sucesos de esa noche. En primer lugar, la persona a cargo del ‘control’ de la Policía Federal, Juan
José Álvarez, era (resonantemente) el único representante bonaerense en el gobierno nacional
como se señaló. Por su parte, los grupos que actuaron en el Congreso pudieron ingresar a él
porque se les abrió la puerta desde adentro. Donde el apoyo interno provino de la presidencia de
la Cámara de Diputados a cargo del duhaldista Eduardo Camaño33. Además, quienes ingresaron,
no sólo contaron con apoyo interno, sino que Rodríguez Saá en un expediente judicial los
identificó como grupos operativos y bandas de choque bonaerenses utilizadas por el
duhaldismo34. Sin que luego, posteriormente, se registraran detenidos o sospechosos, a pesar de
que quiénes los realizaron actuaron a la vista de cientos de testigos y de las cámaras de
televisión.
Pero sin dudas, el indicio más fuerte sobre la autoría de Duhalde fue el efecto político que
conllevó. Ya que las consecuencias políticas que produjeron los incidentes de la noche del
viernes 28 fueron inmediatas: todo el gabinete de Rodríguez Saá renunció instantáneamente. El
presidente puntano debió sucumbir ante la soledad en la cual había quedado luego de tratar de
romper los pactos. Los gobernadores del PJ, a quiénes días atrás les había dado las espalda y
había intentado birlar, reclamaron que fueran escuchados.
Ante las amenazas latentes de saqueos masivos (como los operados diez días atrás y que
terminaron con De la Rúa) o de nuevas operaciones de inteligencia, Rodríguez Saá intentó
recomponer de golpe todas sus medidas. Las declaraciones de Duhalde del día después de los
incidentes que finalizaron con el incendio del Congreso, alertando sobre la posibilidad de
situaciones de “anarquía y caos” y hasta la virtualidad de la instauración de “una especie de
guerra civil” (sic) si el gobierno de Rodríguez Saá se seguía equivocando y no rectificaba sus
políticas, fue el sutil mensaje enviado por Duhalde para éste como para el resto de los líderes
peronistas35.

32
Ver los comentarios de Rodríguez Saá acerca del “complot” contra él en FONTEVECCHIA, Jorge. Reportajes.
Buenos Aires Planeta, 2007, pp. 326-333.
33
Rodríguez Saá acusa directamente a Duhalde y Camaño por la entrada de personas al Congreso.
FONTEVECCHIA, Jorge. Reportajes. Buenos Aires Planeta, 2007, p. 327 y BONASSO, Miguel. El palacio y la
calle. Crónicas de insurgentes y conspiradores. Buenos Aires: Planeta, 2002, pp. 298 y 299.
34
BONASSO, Miguel. El palacio y la calle. Crónicas de insurgentes y conspiradores. Buenos Aires: Planeta, 2002,
p. 301.
35
Dijo Duhalde: “Yo vengo sosteniendo desde hace mucho tiempo que la última estación después de la recesión y la
depresión era la anarquía y el caos. Yo temo a hechos muy violentos, a una especie de guerra civil en la Argentina.
Yo fui criticado porque desde hace tiempo vengo diciendo que de la depresión es fácil saber cómo se sale, de la
recesión es mucho más fácil, pero del caos ya no sabemos cómo se sale. Es imperioso hacer que los espíritus se
vayan cambiando, que los gobiernos no se equivoquen, no se puede hacer cualquier cosa. Creo que el Presidente
[Adolfo Rodríguez Saá] va a escuchar y estoy convencido de que va a rectificar políticas”. “Duhalde teme que se
De esta manera, Rodríguez Saá, desesperado por salvar los restos de su gobierno, el cual
comenzaba a escurrírsele entre los dedos, debió capitular ante los gobernadores peronistas. Para
eso pidió la renuncia a todos sus ministros y funcionarios. Estaba dispuesto, ahora sí, a hacer el
“trabajo sucio” que anteriormente se había negado a realizar: principalmente devaluar, pero
también detener la impresión de la nueva moneda (el Argentino) 36, convocar a elecciones en
marzo y a rearmar todo su gabinete con los hombres que los gobernadores dispusiesen.
Rodríguez Saá ahora sólo pedía a cambio el apoyo suficiente para continuar como Presidente.
Para esto hizo varios llamados durante la tarde del sábado 30, recibiendo respuestas dubitativas
por parte de algunos, el apoyo de otros y la falta de respaldo de otro tanto. Por lo cual, para
forzar las definiciones y dejar en evidencia quiénes estaban dispuestos a apoyar su continuidad y
quiénes no, decidió convocar a una cumbre para el día domingo en el chalet presidencial de
Chapadmalal. A ella deberían concurrir quiénes estuvieran decididos a darle su firme respaldo
para continuar gobernando. Las ausencias, en cambio, marcarían de manera pública quiénes le
habían soltado la mano y lo querían ver caer37.
Como medida de seguridad frente a la posible aparición de manifestantes se decidió que la
reunión no fuera ni en la Casa de Gobierno, ni en la Quinta Presidencial de Olivos, sino en el
complejo vacacional presidencial de Chapadmalal (provincia de Bs. As.). Como estaría se
suponía que estarían las principales cabezas institucionales del país, se decidió a no correr
riesgos. Sin embargo, tras arribar Rodríguez Saá al chalet presidencial de Chapadmalal se
encontró que la luz del complejo había sido cortada (la cual no se reestableció durante toda la
noche) y los partes policiales de los servicios de inteligencia se habían interrumpido durante
varias horas38.
Pasado el mediodía del domingo comenzaron a arribar los primeros gobernadores peronistas
dispuestos a apoyar la continuidad del puntano. Para desgracia de Rodríguez Saá sólo asistieron
3 de los 14 mandatarios provinciales del PJ para darle un apoyo genuino (Ángel Mazza –de La
Rioja-, Carlos Rovira –Misiones- y Gildo Insfrán –Formosa-). Los otros dos que concurrieron no
podían otorgar un certero respaldo político para Rodríguez Saá, dado que uno de ellos era Alicia
Lemme (recién asumida) proveniente de San Luis (la propia provincia de Rodríguez Saá),
mientras que el otro fue Carlos Ruckauf, quién asistió sólo para evitar suspicacias (era evidente
para todos que éste no prestaba su verdadero apoyo al puntano, ya que los peronistas bonaerense
querían a Rodríguez Saá fuera de la presidencia). Existió además un sexto respaldo provincial,
aunque también espurio. Se trató de Sergio Acevedo, representante del gobernador de Santa
Cruz, Néstor Kirchner. Aún en el mejor de los casos, Rodríguez Saá sólo lograba el respaldo de 6
de los 14 gobernadores peronistas39. Por su parte, como era de esperar, tampoco asistieron
gobernadores radicales. Lo que volvió a su cumbre un evidente fracaso y la muestra más clara de
su debilidad política.
La ausencia inocultable de las mayores figuras del PJ hizo patente el abandono y aislamiento
con los cuales contó Rodríguez Saá. Ni Reutemann, Menem, De la Sota, Puerta, Romero,
Duhalde, Kirchner o Rubén Marín habían asistido al encuentro40.

produzca una guerra civil” La Nación (29/12/2001) edición online, “Otras voces” Página 12 (30/12/2001).
36
Clarín (29/12/2001).
37
Clarín (30/12/2001), La Nación (30/12/2001), Página 12 (30/12/2001).
38
BONASSO, Miguel. El palacio y la calle. Crónicas de insurgentes y conspiradores. Buenos Aires: Planeta, 2002,
p. 305. Ver también la copia del expediente judicial en la cual declaró Rodríguez Saá en la pág. 334.
39
“En vez de catorce, sólo vinieron seis. Así yo no sigo, renuncio” Clarín (31/12/2001).
Tras comprender su soledad y falta de respaldo para proseguir como Presidente, Rodríguez
Saá decidió renunciar y regresar a San Luis –el único lugar donde verdaderamente se sentía
seguro- a trasmitir su decisión por televisión. Sin un apoyo fuerte del peronismo, Rodríguez Saá
debió ponerle fin a su proyecto de perdurar hasta 2003 o –si quiera- hasta marzo de 2002. Con su
regreso a San Luis dio por terminados sus días como presidente. Produciéndose un nuevo vacío
político en el país.

La construcción de un nuevo acuerdo: la designación de Duhalde como presidente


Un pacto es la única forma de dar los incentivos suficientes
para terminar con el estado de naturaleza y salir de la
guerra de todos contra todos
Thomas Hobbes

Con la renuncia de Rodríguez Saá a la Presidencia de la nación, el Frente Federal pasó a


desmoronarse como polo de poder al interior del peronismo. Éste había jugado su chance con
Rodríguez Saá y terminó en un claro desbarranco. Así, como un efecto domino, detrás de la
renuncia de Rodríguez Saá se produjo de modo inmediato la claudicación de Ramón Puerta.
Éste, que había sido un gran articulador dentro del Frente y quién había logrado que las
provincias chicas lograran imponer sus designios (y, sobre todo, los hombres) sobre los cuales
debía transitar el sendero político-institucional del país no tuvo más márgenes de negociación en
medio de una crisis que comenzaba a espiralarse. Quedándose ya para ésa altura sin más armas
en la mano para imponer sus condiciones o candidatos. Según el relato del propio Puerta:

En la segunda crisis vi que no teníamos los números del Frente Federal para
nuevamente imponer otro presidente. Yo fui presidente del Senado por el Frente
Federal, Adolfo [Rodríguez Saá] fue presidente de la República impulsado por ese
Frente Federal, núcleo mayoritario del peronismo. Después de la crisis de Chapadmalal
quedamos divididos. Kirchner no vino, habíamos perdido la conducción interna del
peronismo y yo ya no tenía ninguna posibilidad de poner a otro miembro del Frente
Federal de presidente, ni siquiera yo41.

Apenas pasados diez días de la renuncia de De la Rúa, la presidencia del país volvía a quedar
en suspenso. La crisis continuaba profundizándose sin lograr haber avanzado en nada. No se
había podido lograr ningún tipo de pacificación, sino al contrario. Todo parecía agravado porque
se había derruido un polo de poder de considerable envergadura, estando todavía más lejos de
una solución. El peronismo había quebrado su precario equilibrio interno y su lucha partidaria
podría volverse una salvaje guerra sin cuartel.
Ante una crisis desbordante, pareció sembrarse un fuerte dilema que atravesó a toda la
clase política: cómo salir del sartén hirviendo sin saltar directamente al fuego. Es decir, ante un
caos que amenazaba radicalizarse, surgía el dilema sobre cómo reconstruir los equilibrios
políticos e institucionales de modo legítimo y transparente, algo que sólo un nuevo respaldo
40
“Una rebelión que llegó a la Casa Rosada” Página 12 (29/12/2001), “La reunión con los gobernadores precipitó el
fin” La Nación (30/12/2001), “Se termina el sueño imperial” Página 12 (30/12/2001), “De la Sota rechazó tener
responsabilidad en la renuncia del Presidente” La Nación (30/12/2001), “La fractura que hizo caer al Presidente” La
Nación (31/12/2001), “Sin respaldo, renunció Rodríguez Saá” La Nación (31/12/2001).
41
En la entrevista a Puerta. Ver FONTEVECCHIA, Jorge. Reportajes. Buenos Aires Planeta, 2007, p. 276.
electoral en marzo podría otorgar, pero sin entrar en un proceso de enfrentamientos que pudiera
generar mayor inestabilidad, tanto por la dinámica que conllevaría entre sus actores como por
sus resultados, ambos virtualmente imprevisibles.
Era indispensable lograr cierta estabilidad política y consenso para poder buscar
reconstruir los equilibrios económicos, institucionales y políticos. Ya que la crisis podría devorar
a todo la clase política en su conjunto. El sistema económico de la convertibilidad estaba
prácticamente muerto. Una devaluación parecía presentarse como inminente, dado que el Estado
estaba quebrado, la cual podría traer aparejado un calvario todavía peor42. Los recuerdos de la
hiperinflación alfonsinista de 1989 empezaron a sonar en el ambiente junto a mayores amenazas
de saqueos, descontrol social y caos. Sin el apoyo del sindicalismo peronista, los conflictos
sociales, motorizados por la puja distributiva y algunos desbordes, podrían estallar en cualquier
momento. Con el corralito en vigencia y el desempleo en niveles sumamente elevados, el campo
social parecía un terreno fértil para estallar. El movimiento piquetero y las asambleas barriales –
que en ése momento comenzaban a emerger para multiplicarse- eran una amenaza para el grueso
de la clase política, los cuales podrían agudizar sus demandas y reclamos. Donde el principal
blanco de odio de la población eran “los políticos” en su conjunto, proyectándose sobre las
instituciones y funciones sobre las cuales actuaban; estando todavía frescos los sonidos de las
cacerolas y los recuerdos del comportamiento electoral anti-sistema del “voto bronca” ocurrido
en octubre, condensado en el grito de guerra “que se vayan todos” que ya despuntaba.
Bajo este panorama la solución debía pasar necesariamente por el peronismo, ya que ningún
otro partido estaba en condiciones de ofrecer una garantía o respaldo suficiente, siendo éste el
partido con mayor peso institucional y con el control relativo del Parlamento. Sin embargo, tras
el desbarranco del Frente Federal se empujó a la dispersión a las provincias controladas por el
PJ, presagiando mayor incertidumbre. Mientras que el menemismo estaba invalidado y aislado
para asumir el cargo presidencial, siendo una opción bloqueada, volviendo al margen de
posibilidades sumamente estrecho. Donde la fragmentación interna parecía corroer a todo el
partido, sin poder encontrar tampoco una solución fácil allí. Porque sus propios desacuerdos y
disputas impedían algún tipo de organicidad para dar una respuesta. Con el Frente Federal
derrotado y el menemismo bloqueado legalmente, sólo la facción duhaldista pareció resguardar
algo de su poder y consistencia, comenzando a atisbarse como la única opción viable en el
horizonte.
Por su parte, debemos tener presente tres datos no menores y que todos los protagonistas de
la situación tenían en su cabeza. La figura de Duhalde no sólo asomaba con fuerza dada la
inviabilidad de otras alternativas en juego o del caudal de votos que por sí mismo pudiera
proyectar de cara a una virtual competencia electoral bajo ‘ley de lemas’, pudiendo triunfar casi
por sí mismo en una elección presidencial bajo ésas reglas 43. Sino que además, contaba con
aliados que cubrían un amplio espectro económico, político y social (desde los grupos
empresarios que conformaban el Grupo Productivo y los que eran parte del Movimiento
Productivo Argentino que Duhalde presidía hasta sectores de la CGT y de la Iglesia Católica,
como fuertes afinidades con sectores del radicalismo alfonsinista) como un programa económico
42
Para un mayor detalle de esto y de la crisis económica del 2001 ver nuestro trabajo ZÍCARI, Julián. “El réquiem
del uno a uno. Tres corridas bancarias y la instauración del ‘corralito’ en el final de la convertibilidad”. Realidad
Económica, N° 281, 2014.
43
Recordemos que Duhalde en octubre tuvo la lista más votada del país. En tal circunstancia, de repetir una
performance similar, esto se revelaba como suficiente para imponerse ante otras listas del PJ y así acceder a la
presidencia por medio del voto popular con la ley de lemas.
constituido previamente y que había circulado como una opción de peso para salir,
eventualmente, de la convertibilidad (plan no muy distinto al que propuso en 1999 con su
postulación presidencial contra un modelo que consideraba ya por entonces “agotado”). Por otra
parte, y más importante aún, a ninguno de sus rivales políticos se le escapaba que Duhalde
podría poner nuevamente en marcha medidas políticamente desestabilizantes, como saqueos o
nuevos incendios al Congreso que tan efectivamente funcionaron para poner fin a las
presidencias de De la Rúa y Rodríguez Saá, contando así con un poder de veto inobviable para
cualquier alternativa que no tuviera su apoyo. Así, éste ofrecía un peligroso efecto de tenaza
nada despreciable en un momento de fuerte crisis: disponía de una coalición para llevar a cabo
un programa, como también una fuerte capacidad de coacción para impedir cualquier otro
sendero que se alejase de esto.
De esta manera, ante la fragilidad de la situación y lo desesperado de ella, se comenzó a
optar por buscar realizar algún cambio fuerte de estrategia, retrocediendo un paso para avanzar
dos. La cual impidiera el colapso absoluto que empezaba a sobrevolar como una posibilidad cada
vez más cierta. Así, la opción de convocar a elecciones para marzo empezó a perder
aceleradamente apoyos, dándose como un hecho que debía suspenderse, intentando diagramar
otra salida político-institucional.
Ya sobre el tramo final del gobierno de De la Rúa habían comenzado a hacerse oír los
pedidos para la conformación de un Gobierno de unidad nacional, aunque ahora se repetían de
manera mucho más intensa. Las consignas “Coalición partidaria”, “Co-Gobierno”, “Amplio
acuerdo hasta 2003”, “Salvación nacional” o “Concertación Patriótica” eran las frases más
escuchadas en la dirigencia política44. Muchos ya señalaban que luego del fracaso que representó
Rodríguez Saá era “hora de gobernar y no de votar” 45. Porque la crisis estaba carcomiendo los
últimos resortes de institucionalidad, volviéndose a cada paso más subversiva y potencialmente
más libre. En muy poco tiempo varias de las principales figuras de la política argentina habían
quedado de lado, sin poder estabilizar un conflicto crecientemente intenso. Desde la asunción de
la Alianza en diciembre de 1999 hasta el estallido de diciembre de 2001 las figuras de Graciela
Fernández Meijide, Chacho Álvarez, Domingo Cavallo, Fernando De la Rúa, Ramón Puerta y –
ahora- Rodríguez Saá y el Frente Federal debieron sucumbir frente al vendaval de
acontecimientos que los habían desbordado, mientras la crisis continuaba su curso. Sin lograr
estabilizarla o conseguir un consenso interno, quedando sin mayores reservas o capital político al
cual apelar. Según el relato de Puerta:

Empiezo a contar y veo que no llegaba a la mitad más uno del total de los miembros. La
Ley de Acefalía exige la mitad más uno del total de los miembros. Con Adolfo [Rodríguez
Saá], vale recordar, tuvimos la mitad más cuatro, sobraban sólo tres. Al no tener a Kirchner
[y sus nueve legisladores] ya faltaban cinco votos. Y había otras deserciones. Eso hacía
suponer que podíamos entrar a la Asamblea Legislativa y terminarla sin presidente elegido.
Había que ir a una nueva Asamblea Legislativa y la Argentina no resistía eso […] El Frente
Federal no podía ser, entonces me dije: tenemos que ir a las provincias grandes […] Ahí se
44
Por ejemplo, “Hace falta un nuevo equipo” Página 12 (30/12/2001), “Moreau bregó por un gobierno de salvación
nacional” La Nación (31/12/2001), “Ruckauf convocó a un gobierno de salvación nacional” La Nación
(31/12/2001), “De la Rúa exhortó a la unidad nacional” Clarín (31/12/2001), “El radicalismo y el Frepaso quieren
un gobierno de coalición” La Nación (31/12/2001).
45
“Ruckauf: Es hora de gobernar y no de votar” Clarín (30/12/2001), “La UCR no quiere elecciones, sino un
gobierno de salvación” Clarín (31/12/2001).
me iluminó. Dije, pero si Duhalde fue el último candidato [del partido]a presidente que
tuvimos [en 1999], [fue gobernador de] Buenos Aires [que] es la provincia más grande,
sacó 42% de los votos, no estaba De la Rúa, no estaba Chacho [Álvarez], quedaba algo de
poder genuino de dos años atrás, y venía de ganar su provincia como senador [en octubre].

Por lo cual, ante éste profundo clima de incertidumbre, se intentó dejar atrás las disputas y
apostar por un amplio programa de consenso. El cual permitiera llevar a cabo una transición
viable y que fuera capaz de reorganizar la situación. Desde el radicalismo sólo se hablaba de que
quién asumiese nuevamente por designación de la Asamblea Legislativa tendría que hacerlo, esta
vez, de manera clara hasta fines de 200346. El Frepaso también daba su pleno apoyo para eso 47.
El peronismo no tenía candidatos propios de peso para imponerse por sí solo, debiendo recurrir a
un profundo acuerdo, que superara incluso su propia crisis interna 48. Para los protagonistas, la
situación no podía admitir mayor incertidumbre, ya que no contaban con márgenes para nuevos
errores. La opción de convocar a elecciones y realizar una aguda competencia entre facciones y
grupos políticos sólo podría empeorar los conflictos y rivalidades. Agregando un mayor desgaste
ante la falta de resolución de medidas que debían resolverse de manera urgente. Según Duhalde:

[E]ra un error de apreciación de la realidad creer que se podía convocar a elecciones en


medio del derrumbe y con un cuerpo social tan alterado. Si yo me hubiese sumado al coro
que pedía elecciones ya, podría haberme beneficiado con la candidatura de mi partido.
Pero es que simplemente no se podía convocar a elecciones en ése momento49.

Resultaba indispensable rearmar la situación y marchar hacia un nuevo acuerdo, donde no


existieran condiciones o incentivos para que algún actor quisiera crear inestabilidad. La
resolución de la crisis no debería ser ya por imposición o sólo por la fuerza del número. Sino que
ésta tendría que ser por consenso, cortando transversalmente a todo el arco político e invirtiendo
el esquema previo: pasar a dejar atrás la competencia y rivalidad, para pasar a un juego
colaborativo que comprometiera a todos los actores intervinientes y que lograra así constreñir las
apuestas desestabilizantes. Con el colapso de la Alianza, el naufragio abrupto de Rodríguez Saá y
una creciente furia ciudadana (alimentada con condiciones económicas deplorables), no era
improbable que un pronto llamado a elecciones repitiera un fenómeno como el “voto bronca”
como el sucedido apenas dos meses atrás –salvo que ahora, se trataría de una elección
presidencial-, dejando a las instituciones al borde del abismo y la anarquía.
Bajo este panorama, luego de la dimisión de Puerta, la Presidencia de la Nación recayó
sobre quién era el siguiente nivel en la línea sucesora, el Presidente de la Cámara de Diputados,
Eduardo Camaño, un duhaldista acérrimo 50. Donde, ante el peligro de mayor radicalidad de la
situación, las provincias chicas del peronismo, ahora sí –a diferencia de sus posturas de tan sólo

46
“Gil Lavedra: La Asamblea Legislativa debe designar un presidente hasta 2003” La Nación (30/12/2001).
47
“El radicalismo y el Frepaso quieren un gobierno de coalición” La Nación (31/12/2001), “Ibarra pide acuerdo
hasta el 2003” Clarín (31/12/2001).
48
“Duhalde, el candidato de mayor consenso” La Nación (31/12/2001).
49
DUHALDE, Eduardo. Memorias del incendio. Los primeros 120 días de mi presidencia. Buenos Aires: Editorial
Sudamericana, 2007, p. 115.
50
“Puerta renunció a la Presidencia Provisional del Senado” La Nación (31/12/2001), “Puerta se negó a volver a la
Casa Rosada” La Nación (31/12/2001).
una semana atrás-, estaban dispuestas a tolerar que un bonaerense fuera presidente 51. Incluso el
menemismo presentó su conformidad para apoyar un interinato, aunque fuese de Duhalde, hasta
2003 para que –según dijo Menem- pudiera “salvar a la nación” 52. El resto del arco político
también se decidió a acompañar esta posición, que devino de pronto unánime en el peronismo,
formando parte de un programa común, con algunos lineamientos básicos y estructurales. Por lo
cual,

Un nuevo gobierno para un profundo viraje. El acuerdo de base parlamentaria de Duhalde

Finalmente es fácil darse cuenta que siempre para un


peronista viene primero la patria, después el
movimiento y por último los hombres
Juan Domingo Perón

El apoyo de la Asamblea Legislativa al programa duhaldista fue más que contundente.


Cuando Rodríguez Saá fue designado presidente, obtuvo 169 votos, mientras que Duhalde
asumió con el apoyo de 262 de los 301 votos (87%) de los que contaba la Asamblea 53. Casi cien
votos más. Para la mayoría del espectro político ya no existían más márgenes para innovaciones
políticas o arriesgar aventuras trasnochadas. La furia ciudadana, los estallidos sociales, la crisis
económica y los serios cuestionamientos a las legitimidades imperantes amenazaban con corroer
los últimos bastiones de orden e institucionalidad. Duhalde debería ser la última carta para
detener los incesantes conflictos sociales y estructurar nuevos acuerdos económicos, políticos,
sociales, institucionales y culturales54.
Las condiciones sobre las cuales asumiría Duhalde serían así una plataforma de acuerdos
básicos, estructurales y de mediano plazo. En primer lugar, su presidencia se presentaría como
un suceso temporalmente acotado. Simplemente se remitiría a completar el mandato trunco de
De la Rúa. Por lo cual, gobernaría sólo por dos años, quedando suspendido el llamado a
elecciones de marzo en forma inmediata; debiendo esperar las urnas hasta fines de 2003 para
hacerse oír.
En segundo lugar, el apoyo del PJ se sustentaría en una cláusula fundamental: Duhalde se
comprometería públicamente a no intentar una posible reelección presidencial una vez finalizado
su mandato en el año 2003. Ésta tendría que ser su ofrenda de paz y la garantía necesaria para

51
El mismo Ramón Puerta debió renunciar a su cargo en el Senado, explicando de manera clara lo que había
sucedido: “[Con la designación de Rodríguez Saá] no acertamos con la persona adecuada [desde el Frente Federal]
[…] Fueron pasando los días y hubo designaciones poco felices, se cortó el diálogo con el Frente Federal y el
Senado. No se hablaba de votar el 3 de marzo, sino de cosas que eran para diez años de gobierno […] Obviamente
se paga un costo político por la renuncia de Rodríguez Saá […] Aunque las provincias grandes se impusieron a las
chicas, no le podemos echar la culpa. Tuvimos una serie de desaciertos y se nos fue la mano”. La Nación
(04/01/2002). Edición online.
52
Menem, en una carta pública señaló: “Con responsabilidad y con sabiduría nuestro movimiento se ha alineado
detrás de nuestro compañero Eduardo Duhalde para hacerse cargo de la tarea de salvar a la Nación de todos los
padecimientos que la han sumido en esta crisis. El Consejo Nacional del Partido Justicialista expresa su apoyo al
gobierno que encabeza Eduardo Duhalde y reafirma una vez más los principios fundamentales de nuestra doctrina:
primero la Patria”. “Para Menem, es un compañero” Página 12 (03/01/2002). Ver también “Menem dio su respaldo”
Clarín (03/01/2002).
53
“Duhalde fue designado por una abrumadora mayoría legislativa” La Nación (02/01/2002).
54
“La Legislativa puso en juego la última carta” Página 12 (02/01/2002), “Cómo negoció el nuevo presidente su
llegada a la Rosada” La Nación (02/01/2002).
detener los conflictos al interior del peronismo, suspendiendo su lucha interna hasta el próximo
llamado a elecciones, dentro de dos años.
En tercer lugar, el Gobierno que conduciría Duhalde estaría conformado por integrantes de
todas las fuerzas políticas y sociales posibles, buscando enmarcarlo en una clave de
concertación patriótica al estilo del Pacto de Mocloa español como se mencionaba entonces,
tratando de estabilizar la situación político institucional, bajo un sendero ordenado. Se buscaba
así recomponer el mando presidencial y al poder ejecutivo, paradójicamente, bajo una coalición
de apoyo parlamentario.
Por último, el programa económico que se instauraría buscaría llevar adelante un serio
cambio de alianzas entre los distintos sectores económicos y el Estado. Se pasaría de una
“comunidad financiera” a una nueva “comunidad productiva”55. Los nuevos esquemas
supondrían un tinte productivista para las principales metas en la economía. Es por eso que el
programa económico básico sería la propuesta presentada por el Grupo Productivo 56 que
comandaba la Unión Industrial Argentina. El fin inmediato de ésta sería poner fin a la alianza de
tinte neoliberal celebrada entre el poder político y las finanzas, para pasar a ocupar los sectores
productivos el lugar central y privilegiado57. Donde se debía pasar a apostar por un modelo
económico neodesarrolista.
En su discurso, Duhalde se refirió de manera explicita a cuales serían sus principales
objetivos de gobierno:

“Esta gestión que hoy mismo comienza su tarea se propone lograr pocos objetivos
básicos: primero, reconstruir la autoridad política e institucional de la Argentina;
segundo, garantizar la paz en la Argentina; tercero, sentar las bases para el cambio de
modelo económico y social […] Mi compromiso a partir de hoy es terminar con un
modelo agotado que ha sumido en la desesperación a la enorme mayoría de nuestro
pueblo para sentar las bases de un nuevo modelo capaz de recuperar la producción, el
trabajo de los argentinos, su mercado interno y promover una más justa distribución de
la riqueza […] Sentar las bases de un modelo nuevo económico, social, cultural58”

De ésta manera, se comenzaron a patentizar los acuerdos asumidos. Así, la primera meta
del nuevo Gobierno buscó conformar un gabinete nacional el cual contuviera representantes de
las principales fuerzas políticas del país. El radicalismo contó con los Ministerios de Justicia
55
Duhalde, en el prologo de su libro de sus memorias como Presidente señala: “Cuarenta y ocho horas después [de
asumir], en [mi] programa [de radio] `Conversando con el Presidente´ que se emitía por Radio Nacional, un oyente
me preguntó acerca del objetivo de nuestro plan. `Es poner en marcha a la Argentina productiva´, le respondí. Lo
había anticipado con énfasis en mi mensaje de asunción. Lo reiteré permanentemente. Ése era el norte del que no
nos apartamos nunca. De modo que no fue tan sólo el programa económico de un gobierno frágil y de emergencia.
Fue un cambio total de rumbo. Un viraje tan profundo como necesario de la Argentina financiera, especulativo y
usurera, a al Argentina productiva”. DUHALDE, Eduardo. Memorias del incendio. Los primeros 120 días de mi
presidencia. Buenos Aires: Editorial Sudamericana, 2007, p. 16.
56
El Grupo Productivo era la alianza establecida por grupos industriales (representados por la Unión Industrial
Argentina –UIA-), sectores de la construcción (Cámara Argentina de la Construcción –CAC-) y ruralistas
(Confederaciones Rurales Argentinas -CRA-).
57
Duhalde, en el salón de Conferencias de la Quinta presidencial, señaló: “Vengo a decirles que debemos terminar
con la alianza que perjudicó al país, que es la alianza del poder político con el poder financiero […] Argentina
decide construir una nueva alianza, la alianza de la comunidad productiva [algo que] requiere un cambio cultural
muy importante”. “Gobernará la comunidad productiva” Página 12 (05/01/2002).
58
Discursos Presidenciales. Presidencia de la Nación Argentina.
(Jorge Vanossi) y de Defensa (Horacio Jaunarena). Por el Frepaso estaría Juan Pablo Cafiero
(vice Jefe de Gabinete)59. Como hombre de consenso de todos los gobernadores del PJ, Rodolfo
Gabrielli se encargaría de articular las relaciones entre el poder central y los gobiernos
provinciales a través del Ministerio del Interior. Carlos Reutemann también prestó su apoyo al
nuevo gobierno. En representación de éste, Oscar Lamberto, ocupó la Secretaría de Hacienda. El
menemismo contó con un solo representante, quién además era el que mejor imagen poseía:
Daniel Scioli continuó como Secretario de Turismo y Deportes. Otro funcionario que conservó
su cargo clave fue nada menos que Juan José Álvarez como Secretario de Seguridad, ratificando
con esto su excelente performance en el área de seguridad y como recompensa por las tareas
llevadas a cabo durante los saqueos, el incendio del Congreso y el intento de ingreso a la Casa
Rosada.
Para coronar su pacto con los sectores productivistas, se creó especialmente el Ministerio
de la Producción, el cuál quedó en manos de la principal espada mediática de la “comunidad
productiva”, José Ignacio De Mendiguren; quién pudo ser reconocido por sus arduos trabajos en
nombre de la instauración del nuevo modelo “productivista 60”. A su vez, la cartera económica
contó con otro legendario personaje proveniente del mundo productivo, Jorge Remes Lenicov.
Quién había sido el más claro exponente económico del abandono de la convertibilidad.
El esquema político que se encargaría de sostener el gobierno de Duhalde tampoco se
privaría de dejar al descubierto a otro de sus más importantes promotores: Raúl Alfonsín. Éste
siempre acompañó los avatares de la UIA, el Grupo Productivo, el Núcleo Nacional y del
Movimiento Productivo Argentino (MPA) que Duhalde había conformado a mediados del año
2001. Alfonsín pronto devendría en el principal socio político de Duhalde y en el más férreo
defensor del Ministerio que De Mendiguren conduciría. La producción debería consolidarse en
el poder bajo todos los medios posibles, siendo la alianza bonaerense Duhalde-Alfonsín su
principal plasmación.
Sin embargo, el gobierno Duhalde no logró aplacar a todas las voces políticas. El
gobernador santacruceño Néstor Kirchner se negó a formar parte del nuevo gabinete –a pesar de
que le fue ofrecida la jefatura de Gabinete- como símbolo de reclamo para la realización pronta
de elecciones. La actitud de De la Sota fue similar. Éste también rechazó los ofrecimientos
recibidos para integrar el nuevo gobierno. Sin embargo, de manera pronta cambió de postura y
presto ayudas y servicios. Aceptando y legitimando los postulados duhaldistas. A cambio de esto
un hombre del delasotismo se convertiría en el virtual vicepresidente de Duhalde, ocupando Juan
Carlos Maqueda la Presidencia del Senado61.
Por su parte, tras los reiterados fracasos en convocar a gobernadores o más hombres del
interior del país (como se intentó con Ramón Puerta) para obtener mayor legitimidad, Duhalde
optó por una chance casi obligada: rescatar a su delfín político, Carlos Ruckauf, de los desastres
que lo asechaban (una provincia ingobernable, el odio de los principales intendentes del
conurbano, una fuerte baja de aceptación en las encuestas, etc. 62). De esta manera, Ruckauf se

59
“Alivio en la UCR y disposición para incorporarse al gabinete” Página 12 (02/01/2002), “El radicalismo dio luz
verde para la integración al Gobierno”, “La UCR y el Frente: el difícil juego de estar y no estar en el Gobierno”
Clarín (06/01/2002).
60
Ver al respecto GAGGERO, Alejando y WAINER, Alejandro. “Crisis de la convertibilidad: el rol de la UIA y su
estrategia para el (tipo de) cambio”. Realidad Económica, N° 204, 2004.
61
“De la Sota va hoy a Brasil en gestión pedida por Duhalde” Clarín (03/01/2002), “Un hombre de De la Sota es
virtual vice de Duhalde” Clarín (05/01/2002).
62
Ver “La conjura de los intendentes” Página 12 (07/01/2001).
convirtió en el único gobernador que Duhalde logró integrar a su gabinete, deviniendo en el
nuevo Canciller de la Nación63.
Otros partidos políticos de relevancia (como el ARI) desistieron de prestarle apoyo al
nuevo gobierno duhaldista64.
Por último, el naciente interinato contó con un fuerte y decidido respaldo de la Iglesia
Católica Argentina. Los miedos de ésta al ‘caos’, la ‘guerra civil’ y a la ‘desintegración nacional’
la convirtieron en una pieza clave de la legitimidad de la presidencia de Duhalde. Sus
exposiciones publicas con el nuevo Presidente, sus mensajes de “paz” y de llamado a la “unidad
nacional” fueron una de las vías que utilizó la Iglesia para tratar de sostener al naciente
interinato. Por otra parte, su principal organización civil (Caritas) fue utilizada como la base de
auxilio y distribución de la nueva ayuda social que el gobierno repartiría entre los más
necesitados65. Ayuda social que estaría a cargo también de la mujer del nuevo presidente, Hilda
“Chiche” Duhalde, que pasó a desempañarse como secretaria de acción social.
Así, una vez conformada de manera clara las alianzas políticas y económicas con las cuales
contaría el nuevo gobierno, éste estaba listo para llevar a cabo su programa y a enfrentar a los
actores que se verían directamente perjudicados por los cambios que introduciría y sus
consecuencias.
Las principales medidas económicas que se tomaron fueron las que mayores rupturas
implicaron. La primera de ellas fue el abandono inmediato de la convertibilidad como régimen
cambiario, aplicándose una devaluación de un 30% en la moneda nacional. Poniendo fin a toda
una era económica, la cual se mantuvo por más de diez años.
En segundo lugar, se pesificaron todos los contratos y las tarifas de servicios públicos de
las empresas privatizadas.
En tercer lugar, se buscó darle una respuesta a la feroz crisis financiera en curso con tres
medidas claves: 1) las deudas, primeramente hasta cien mil dólares, aunque luego se extendería a
todas las deudas, se pasarían a pesificar en forma automática (ajustándose luego por un índice de
evolución salarial); 2) los depósitos atrapados en el corralito, superiores a los cinco mil dólares,
se confiscarían y quedarían presa de una futura reestructuración (lo que popularmente se conoció
como el pasaje del “corralito” al “corralón”) y 3) los depósitos en dólares confiscados serían
posteriormente devueltos a una cotización de $ 1,40 por dólar más la aplicación de un nuevo
índice oficial –el Coeficiente de Estabilización de Referencia (CER)- que se encargaría de medir
la inflación desde la fecha de confiscación hasta su devolución. A su vez, durante el plazo en que
los depósitos no fueran devueltos, los depositantes recibirían el pago de un interés 66. Es decir, se
aplicaría una pesificación en la economía (sobre todo en las finanzas) de forma asimétrica. Los
prestamos en dólares pasarían a valer casi a la par en pesos (sólo aumentarían en el mismo nivel
en que los salarios lo hicieran). Mientras que los depósitos en dólares serían devueltos según
variara la divisa norteamericana y la inflación, sumándose además una tasa de interés
compensatoria. La diferencia que existiría entre ambas variables la dispondría el Estado,
pagando los descalces a los bancos bajo la forma de títulos públicos.

63
“Ruckauf saltó a la Cancillería sin nostalgias por la provincia” Clarín (03/01/2002).
64
“Seremos control y oposición” Página 12 (02/01/2002).
65
Ver “Misiva de Duhalde a la Iglesia” Página 12 (05/01/2002), “Para la Iglesia es auspicioso el cambio de la
política económica” Clarín (07/01/2002).
66
Para mayor profundidad ver COBE, Lorena. La salida de la convertibilidad. Los bancos y la pesificación. Buenos
Aires: Capital Intelectual, 2009.
En cuarto lugar, se dispondría la duplicación de los costos de los despidos laborales. Así,
con el fin de detener la estrepitosa recesión y evitar que se carcomieran un mayor número de
empleos, con la sanción de la ley de emergencia económica, los despidos sin causa deberían
pagar una indemnización doble67.
En quinto lugar, se aplicaría un programa de retenciones a los principales productos
exportables de renta extraordinaria. De este modo, se grabaría la exportación de petróleo (20%
de alícuota) y sus derivados (5%); algunos bienes manufacturados de origen agro-industrial (5%)
y a los principales bienes agrícolas (carnes, cereales -soja, maíz y trigo- y aceites) (10%). Los
motivos que se especularon con esta medida fueron diversos (ellos iban desde evitar que
productos esenciales –como por ejemplo aquellos que componían la base de la canasta de
alimentos- subieran de precios más que el dólar, hasta los temores de un estallido
hiperinflacionario). Sin embargo, el motivo oficial fue capital: utilizar los fondos recaudados
para crear un inmenso programa de ayuda económica para los Jefes y Jefas de hogares de bajos
recursos. Tras las paupérrimas situaciones que deberían enfrentar millones de argentinos,
sumadas a la ya terrible situación que estaban enfrentando otros tantos millones más, este
gigantesco programa de ayuda social se esperaba que fuera una red de contención lo
suficientemente poderosa como para evitar nuevos desbordes sociales. Es por eso que el control
y manejo de la ayuda social quedaría en las preciadas manos de la esposa del nuevo presidente,
Hilda “Chiche” Duhalde; logrando este programa ir incrementándose hasta contar
paulatinamente con dos millones y medio de beneficiarios. Igualmente, con la instauración del
programa de retenciones hubo otra importante consecuencia: quebrar la unidad del Grupo
Productivo. Ya que con las aplicación de las retenciones, los sectores rurales, a través de la CRA
(Confederaciones Rurales Argentinas), rompieron su alianza con la UIA. A su vez, las compañías
petroleras se volverían también así uno de los más enquistados grupos enemigos del nuevo
gobierno.
La sexta medida de relevancia tomada fue respetar la cesación de pagos general de la
deuda pública decretada por Rodríguez Saá. Sin embargo, se utilizaría una estrategia muy
precisa con vistas a buscar facilidades políticas y económicas para el futuro. El gobierno
duhaldista, exoneraría a los organismos financieros internacionales (FMI, Banco Mundial y BID)
del default, considerándolos acreedores privilegiados del Estado argentino. De ésta forma, se
intentaría no romper los vínculos formales con la comunidad crediticia mundial y sus principales
agentes rectores; evitando el deterioro del vínculo con los países centrales, los cuales eran
capaces de disponer con mayor peso que nadie para el beneplácito de nuevos créditos y la ayuda
externa.
En séptimo lugar, y muy relacionado con lo anterior, el nuevo gobierno tendría que buscar
el modo de evitar quedar aislado en sus relaciones con otros gobiernos, intentando contar con el
respaldo y legitimidad que éstos pudieran otorgar en los duros tiempos que tendría que enfrentar
la nueva administración. Sin duda, la intención de continuar con los pagos de deuda con los
organismos financieros internacionales era una actitud que podría repercutir de manera positiva
en esto. Sin embargo, no eran menores los perjuicios que el gobierno duhaldista causaba en los
países que esperaba que fueran sus sostenes y socios, como tampoco podría descuidar el
negativo contexto exterior en el cual le tocó instalarse.
Por un lado, la cesación de pagos, la pesificación de las tarifas de servicios públicos y de
deudas, la devaluación y la violenta modificación de las reglas de juego vigentes eran poderos

67
“Encarecen el despido sin causa” Clarín (06/01/2002).
elementos para causar un profundo malestar en numerosos (y poderosos) grupos extranjeros.
Países como Alemania, Italia o Japón contaban con varios miles de ciudadanos con títulos de
deuda argentinos. Los cuales, en muchos casos, resultaban los seguros de retiro y los fondos
jubilatorios para estos.
A su vez, si el perjuicio asumido por las nuevas medidas económicas repercutía de modo
negativo en los acreedores de deuda extranjeros, también es fundamental no perder de vista que
no eran los únicos. Los compradores de varias de las principales empresas privatizadas también
deberían comenzar a sufrir muy fuertes pérdidas en sus activos tras haber logrado extraordinarios
beneficios durante años. La pesificación de sus tarifas, la suba de impuestos, costos y la
devaluación, les implicaba un duro golpe en sus patrimonios. En este sentido, si la inversión
extranjera había florecido en los años 90´s en la Argentina, encontrando condiciones de suma
ventaja, donde ahora, con las perspectivas que se comenzaban a abrirse con el gobierno
duhaldista, se mostraba una profunda inversión de esto. Poderosos grupos extranjeros buscarían
evitar –a través de sus embajadas y gobiernos- que los costos y consecuencias de la crisis
argentina pudieran recaer sobre ellos.
Por otro lado, no debemos perder de vista otro hecho clave: el decidido cambio de actitud
del gobierno estadounidense. En efecto, tras la devaluación y default argentino, el gobierno de
Bush encontraría la mejor oportunidad para mostrar al mundo (de la manera más clara posible)
la instauración de su nueva doctrina internacional. La cual ya se había comenzado a insinuar
durante la vigencia del Gobierno de la Alianza. Primero lo había hecho de manera tímida, para
luego ir comenzando a endurecerse cada vez más en su postura hasta llegar a un punto cercano a
la ruptura y la confrontación absoluta 68. De esta manera, con la llegada del nuevo Gobierno a la
Argentina, desde los EE.UU. y el FMI ya no se tendrían más contemplaciones a la hora de
instaurar su nueva visión global para castigar y dejar caer a algunos países. Así, la Argentina
podría usarse como `conejillo de indias´ para esto69.
Con lo cual, también el apoyo de los países centrales que durante los años 90´s había sido
fundamental para sostener, legitimar y consolidar la hegemonía neoliberal debería comenzar a
verse modificado. Lo cual dejó al Gobierno argentino frente a otra posibilidad de quebrar su
historia, contando con respaldo exterior de un modo muy distinto a los anteriormente ensayados:
el apoyo de sus vecinos regionales. En efecto, las fuertes turbulencias políticas, económicas,
sociales e institucionales que implicaba la asunción de Duhalde les ofreció a los países
latinoamericanos –por primera vez en su historia- funcionar en base a un sistema de apoyos y
mutuas solidaridades para garantizar la frágil estabilidad que los asechaba. Los acuerdos del
MERCOSUR, los pactos de garantía entre gobiernos democráticos junto a nuevos vientos
internacionales, le irían permitiendo al Gobierno de Duhalde poco a poco reconstruir una
estrategia y un lugar en el mundo para la Argentina. Los gobiernos de Brasil, Venezuela y demás
socios del MERCOSUR comenzarían así a verse como los principales núcleos de sostén a nivel
internacional.

Conclusión. Un nuevo punto de partida

68
Ver al respecto NEMIÑA, Pablo. “Del blindaje a la intransigencia: Comportamiento del FMI durante la crisis
económica argentina (2000-2001)”. Ciclos en la historia, la economía y la sociedad, 2012, vol.20, N° 40.
69
Ver especialmente el artículo publicado por esos días en The New York Times titulado “Por qué Bush dejó caer a la
Argentina”. Reproducido en La Nación (06/01/2002). Ver también “EE.UU aconsejó al Gobierno que no se apure en
pedir ayuda” Clarín (07/01/2002).
La letra sin la espada no significa nada
Thomas Hobbes

En este trabajo hemos intentado recorrer las circunstancias que debió afrontar la Argentina
sobre fines del año 2001, cuando se hallaba presa de una inédita crisis. En este caso, la debilidad
final de De la Rúa sumada a la impronta de la crisis implicó una vorágine en sus tiempos que
dificultó una salida atada a los recursos aportados desde el poder Ejecutivo. Debiendo apostar
por una solución “tipo parlamentaria”, en la cual fuera el Congreso quién estipulara la forma de
la salida. Así, señalamos que el fin del gobierno de la Alianza había encontrado al peronismo
como principal actor político en el Congreso para enfrentar la coyuntura. Igualmente esto, según
vimos, éste se hallaba sumergido en una fragmentación interna que le impedía surcar la situación
bajo una jefatura consolidada. Donde los destinos del país debieron quedar sujetos a cómo se
resolvieran las disputas allí, siendo pautado finalmente un principio de acuerdo a través de la
salida electoral pronta, en la cual cobró fuerza el “Frente Federal” como grupo interno. Así,
frente a las posiciones que preferían designar a un Presidente por dos años para completar el
mandado inacabado de De la Rúa (Puerta, Menem, el radicalismo, etc.), terminó por imponerse
el criterio de escoger a alguien sólo por 90 días, concordando en realizar un llamado a elecciones
para marzo. Donde, la figura elegida para esto, Adolfo Rodríguez Saá, debía llevar a cabo la
salida de la convertibilidad y declarar la cesación de pagos del país. Como también descartar su
presentación como candidato en ésos comicios.
Ahora bien, bajo este precario esquema y una vez asumido Rodríguez Saá, éste intentó
descartar los pactos y buscar acrecentar sus márgenes de autonomía, buscando incorporar aliados
para imponer la propuesta de continuar hasta fines de 2003; dejando de lado también la salida de
la convertibilidad.
Empero, y a pesar de la brevedad de su transito como presidente, Rodríguez Saá logró
rápidamente sumar a varios grupos de apoyo. Los cuales incluyeron a actores fuera y dentro del
peronismo para sostener su proyecto (ambas CGT, asociaciones agrarias, el radicalismo, Menem,
integrantes del Frente Federal, etc.). No obstante esto, y aún con los maratónicos apoyos
conseguidos en apenas una semana, no pudo quebrar el fuerte frente de opositores a sus planes.
Que si bien incluyeron una amplia gama de actores (De la Sota, el Grupo Productivo, los bancos,
Kirchner, etc.), fue finalmente la presión y el poder desestabilizante del peronismo bonaerense el
que terminó por bloquear sus objetivos.
Tras los incidentes del Congreso y el intento de copar la Casa Rosada, la estrategia principal
del puntano quedó fuertemente desarticulada, debiendo realizar un giro a sus propósitos para
volver sobre sus pasos. En este caso, buscó salvar los restos de su gobierno convocando un
conclave en Chapadmalal, el cual –lejos de ratificarle su apoyo- terminó por confirmar el
aislamiento político en que había quedado, sepultando cualquier otra alternativa para él. Este
golpe, según vimos, fue el que también marcaría el fin del Frente Federal como opción de poder
al interior del peronismo. Con lo cual, quedó allanado el camino del duhaldismo hacia la
presidencia. Su preciso uso del recurso de crear caos político e inestabilidad fue un poder lo
suficientemente fuerte como para constreñir otras alternativas en juego.
En este sentido, la totalidad del arco político, lejos de buscar asumir nuevos riesgos o intentar
otra salida aventurera, se plegó mayoritariamente por la opción duhaldista, dejando en suspenso
la interna peronista y el llamado a elecciones de marzo. De este modo, Duhalde señaló, como
ofrenda de paz frente al armisticio interno del peronismo, no presentarse como candidato
presidencial una vez completado el mandato de De la Rúa.
Ante el riesgo de aumentar los márgenes de incertidumbre y generar “cataratas de creencias”
cada vez más incondicionadas, los principales actores políticos negociaron la reconstrucción de
equilibrios bajo el programa y liderazgo duhaldista como salida a la crisis. Buscando apaciguar
los ánimos sociales en riesgo de radicalizarse. Al intentar a través de Duhalde cierta pacificación
social, ordenamiento institucional y recomposición de la figura presidencial, así como también
aplicar un programa de emergencia económica para salir de la convertibilidad. Ya que, para ésa
altura, la clase política en su conjunto debía evitar un camino condenado a la incertidumbre.
Así pasó a conformarse un juego colaborativo entre los principales actores políticos,
estableciendo ciertas pautas de consenso y un nuevo programa de gobierno de transición que
pudiera estabilizar el caos político. Plasmando esto en un nuevo gobierno de Unidad, que contó
con integrantes de varios partidos y tendencias. Apostando a guardar una base parlamentaria
como respaldo, dado que al trazar un cambio de rumbo y poner fin a la convertibilidad, se
producirían cataratas sucesivas de creencias con una fuerte incertidumbre (propagándose la
posibilidad de caer bajo una situación hiperinflacionaria como la que azotó al país en 1989).
Su programa, entonces, consistió en contar con un apoyo de base parlamentaria y en tomar
riegos, llevando a cabo una serie de medidas de efectos impredecibles: devaluar, pesificar las
deudas bancarias, establecer retenciones –petroleras y agrícolas-, mantener el default declarado
por Rodríguez Saá, buscar una solución al “corralito”, desplegar un programa de contención
social, buscar la contención de las agrupaciones piqueteras y asambleas populares, etc.
Así, finalmente, con los apoyos recibidos y bajo un gobierno de coalición, Duhalde logró
sobreponerse ante varias coyunturas críticas, produciendo a su vez fuertes rupturas con respecto
a la matriz política y económica vigentes hasta ese momento y que rigieron los 10 años previos.
Realizó con esto un realineamiento político, económico e ideológico, redistribuyendo las bases
de sustento del gobierno; convirtiéndose a partir de entonces en el nuevo arquitecto de la
ingeniería político institucional, gracias a recomponer el sistema de partidos bajo una nueva
base, más atomizada y móvil. De esta forma, marcaría la apertura de un nuevo ciclo histórico, el
cual quedaría hegemonizado por el peronismo de cara al futuro.

Bibliografía

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Diarios

Clarín, La Nación, Página 12

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