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LIBRE DE ATADURAS!
¡Cómo hallar libertad
en Cristo!
DR. NEIL
ANDERSON
Agradecimientos
No hay nadie «hijo de sus obras». Sólo el «hijo de Dios» existe espiritualmente y da
fruto. Los verdaderos hijos de Dios nacen de arriba. Maduran en la medida en que sus
mentes se renuevan mediante la Palabra de Dios y por vencer la cruda realidad de un
mundo caído. Dios no nos salva de las pruebas y las tribulaciones en este mundo, sino de
una eternidad sin Él. Pasamos a esta vida eterna en el momento en que confiamos en Él.
Dios nos libra de nuestro pasado y obra por medio de las dificultades en la vida para
engendrar un carácter piadoso.
Este libro trata acerca del descubrimiento de nuestra libertad en Cristo y de nuestra
supervivencia en un mundo cuyo dios anda como león rugiente buscando a quien devorar.
Jesús dijo: «Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis
aflicción, pero confiad, yo he vencido al mundo» (Juan 16:33).
Quiero dar gracias a las personas cuyas historias aparecen en este libro. Han encontrado
su paz en Cristo y han vencido al mundo. Son muy amables al permitirme contar sus
historias. En el proceso de colaborar con nosotros se vieron obligadas a revivir el horror por
el cual pasaron. Para mí, son héroes de la fe. «Y ellos le han vencido [a Satanás] por medio
de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio de ellos» (Apocalipsis 12:11). Lo
único que los motiva a contar sus experiencias es ayudar a otros.
Quiero también reconocer a mis queridos amigos, Ron y Carole Wormser, que hicieron
posible este libro. Se responsabilizaron con gran parte de la redacción y edición, y
aconsejaron particularmente a algunas personas de este libro. Una pareja preciosa que ha
servido más de treinta años al Señor en la labor misionera.
Contenido
Introducción: Libertad para los cautivos
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Introducción
Este libro trata sobre la liberación de ese tipo de esclavitud. Aquí leerá relatos verídicos
de personas valientes que decidieron narrar sus historias desde su propia perspectiva. Antes
de nuestro encuentro eran cristianos evangélicos. Algunos ejercen el ministerio a tiempo
completo. Sólo que para proteger sus identidades hemos cambiado los nombres, oficios y
referencias geográficas. Le aseguro que lo que dicen es verdad y que no se trata únicamente
de unos cuantos casos aislados.
Tenemos cientos de relatos similares de sesiones de consejería personal y miles que se
contaron en congresos. Lo que está en juego no es mí reputación ni un ministerio
transitorio, sino la integridad de la iglesia y de los millones incontables de personas que
dependen de que la iglesia tome su lugar debido en el programa del reino de Dios de liberar
a los cautivos. Espero que al leer estas páginas, encuentre una gran ayuda personal pero
más que eso, es mi sincera oración que llegue a participar del creciente movimiento de Dios
para liberar a los cautivos, que empieza a desarrollarse en la Iglesia.
Todo el mundo pensaba que era tan fuerte por dentro como por
fuera.
Prácticamente me crié en la iglesia, y por eso, así como también por ser esposa de un
pastor durante veinticinco años, todo el mundo pensaba que era tan fuerte por dentro como
por fuera. Al contrario, sabía que interiormente no tenía infraestructura, y a menudo me
preguntaba cuándo se desplomaría mi vida bajo el peso de tratar de mantener mi fortaleza.
Parecía que lo único que me sostenía era la voluntad firme de seguir adelante.
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Era un día diáfano y maravilloso cuando salí de su oficina el jueves pasado; al ver las
montañas coronadas de nieve sentí que un velo se me había caído de los ojos. En la casetera
sonaba la melodía al piano del himno: «Alcancé salvación», cuyas palabras prácticamente
estallaban en mi mente ante la conciencia de que estoy bien con mi Dios … por primera vez
en muchos años.
Al día siguiente en el trabajo, mi respuesta inmediata a la pregunta: «¿Cómo estás
hoy?», fue: «¡Estoy maravillosamente bien! ¿Y tú, cómo andas?» Antes hubiera susurrado
algo así como que apenas estaba viva. El siguiente comentario que escuché fue: «Bueno,
algo te tiene que haber sucedido ayer».
Y en efecto, ¡cuán distinta! ¿Será que hay algo especial en Neil Anderson que hizo que
esta sesión de consejería fuera tan eficaz? ¿Será que tengo un don único de Dios o una
unción especial? No lo creo. Es más, hay gente en todo el mundo que utiliza con resultados
similares las mismas verdades que yo para ayudar a la gente a encontrar su libertad en
Cristo. Entonces, ¿cómo nos explicamos tales resultados?
creer que estas personas que escuchan voces están bajo ataque espiritual y no que son
enfermos mentales, ni que su mente se ha dividido de algún modo y una parte converse con
la otra. Después de oír sus relatos, he dicho a muchos que no se están volviendo locos, sino
que hay una batalla espiritual que se libra en sus mentes. No se puede imaginar el gran
alivio que esto da a las personas atribuladas.
Si están mentalmente trastornadas, no les puedo ofrecer un pronóstico muy positivo.
Pero si hay una batalla en sus mentes, podemos ganar la guerra. Sí creo, sin embargo, que
durante un trauma severo la mente se puede disociar como mecanismo de defensa para
sobrevivir. Discutiré ese fenómeno en el último capítulo.
puntos dignos de notarse: en las traducciones bíblicas del griego al castellano, la frase
«poseído por un demonio» se deriva de una sola palabra griega. Por lo tanto, prefiero usar
más bien la palabra «endemoniado». Además, la palabra que se traduce como «posesión
demoníaca» jamás vuelve a aparecer en las Escrituras después de la cruz, por lo que nos
deja sin ninguna precisión teológica respecto a lo que consiste estar endemoniado en la era
de la Iglesia.
Pese a ello, el que un cristiano pueda estar de un modo u otro bajo la influencia del
«dios de este mundo» es un hecho en el Nuevo Testamento. De no ser así, ¿por qué se nos
instruye que nos pongamos la armadura de Dios y estemos firmes (Efesios 6:10); que
cautivemos todo pensamiento a la obediencia de Cristo (2 Corintios 10:5), y que resistamos
al diablo (Santiago 4:7)? ¿Qué pasa si no nos ponemos la armadura de Dios, ni nos
mantenemos firmes, ni nos responsabilizamos por lo que pensamos? ¿Y qué si dejamos de
resistir al diablo? ¿Entonces qué? Somos presa fácil para el enemigo de nuestras almas.
Así que, ¿cómo nos damos cuenta si un problema es sicológico o espiritual? Creo que
esa pregunta es fundamentalmente falsa. Nuestros problemas nunca dejan de ser
sicológicos. No hay momento alguno en que las experiencias previas, las relaciones
personales y nuestra propia mente, voluntad y emociones no contribuyan a nuestros
problemas actuales, ni sean la clave para resolverlos. Pero, de igual modo, nuestros
problemas jamás dejan de ser espirituales. No hay momento en que Dios no esté presente,
ni momento en que se pueda dar el lujo de quitarse la armadura de Dios. La posibilidad de
ser tentado, acusado y engañado por el maligno es una realidad constante. Debemos tratar
con la totalidad de la persona, tomando en cuenta tanto lo espiritual como lo sicológico, o
una espiritualidad falsa suplantará a la auténtica, como sucede con la invasión de la
filosofía de la Nueva Era en los grupos de los doce pasos así como en otros de
autorrecuperación, de sicología secular y de educación.
les da la libertad. Este «proceder de la verdad» me exige que trabaje con la persona
integralmente, tratando con su cuerpo, su alma y su espíritu.
La medicina y la iglesia
Tratar a la persona en su totalidad incluye lo físico y lo interpersonal. Por supuesto,
existen problemas glandulares y desequilibrios químicos, y tanto la iglesia como el campo
médico deberían ansiar los aportes. La profesión médica se dispone a sanar el cuerpo, pero
sólo la iglesia está en condiciones de resolver los conflictos espirituales. Así que no nos
sentemos en juicio de las deficiencias del mundo secular si como iglesia no nos
responsabilizamos con las soluciones espirituales.
En estos últimos días veremos muchas falsedades espirituales. En mi libro, Walking
Through the Darkness [Caminando a través de las tinieblas], trato de identificar esos falsos
prodigios y establecer los parámetros de la dirección divina. Necesitamos ese tipo de
discernimiento espiritual para mantenernos firmes contra las filosofías de la Nueva Era y de
los falsos maestros que surgirán de entre nosotros (2 Pedro 2:1 ss). Los principales
promotores de la medicina integral son los de la Nueva Era, y son los que manejan la
mayoría de los negocios de alimentos para la salud. No hay nada malo en comprar las
pastillas en los estantes, pero no lea la literatura en los anaqueles.
Molly:
Libertad del ciclo de abusos
Me agrada empezar una conferencia preguntándole a la gente: «¿Me agradarían si en
verdad lograra conocerlos en el poco tiempo que estaré aquí? Quiero decir: ¿Si los llegara a
conocer verdaderamente?» Hice esa pregunta a mi clase en el seminario y antes de que
pudiera continuar uno de mis alumnos respondió: «¡Me tendría lástima!» Lo dijo en broma,
pero captó la perspectiva de muchos que experimentan una vida de desesperación
disimulada. Perdidos en su soledad y autocompasión, se aferran a un hilo de esperanza que,
de alguna manera, Dios irrumpirá entre la espesa neblina de la desesperación que rodea sus
vidas.
El sistema no los ha beneficiado. Los padres que se suponían iban a ofrecer el amor, el
cariño y la aceptación que necesitaban, eran más bien la causa de su condición. Tampoco la
iglesia de la que se habían aferrado en busca de esperanza parecía tener las respuestas.
Tal es el caso de la persona que nos presenta el primer relato. No conocía a Molly antes
de recibir su extensa carta, en la que me dio a conocer su recién lograda libertad en Cristo.
Meses más tarde, tuve el privilegio de encontrarme con ella cuando dictaba una serie de
conferencias. Esperaba ver a una criatura acabada y regordeta. Por el contrario, la persona
que almorzó con mi esposa y conmigo era una profesional inteligente y atractiva.
Conforme usted conoce, creará su imagen mental. Su relato es importante porque no la
aconsejé personalmente. Encontró su libertad viendo en la Escuela Dominical los videos de
nuestro congreso sobre «Cómo resolver los conflictos personales y espirituales». Su
historia representa a todos los que sufren debido a una familia disfuncional y a una iglesia
inepta. Creo que muchos de los que hoy viven en la esclavitud espiritual saldrían a la
libertad ahora mismo si supieran quiénes son en Cristo y cuál es la naturaleza de la batalla
espiritual que se libra en sus mentes. Jesucristo es el que libera, Él ha venido a darnos vida
en abundancia.
* * *
La historia de Molly
Nací de las dos personas más odiosas que jamás he conocido.
Toda mi vida ha cambiado desde que empecé a participar en la serie de videos sobre:
«Cómo resolver los conflictos personales y espirituales». Por primera vez en mi vida se me
aclaró cuál era la fuente de mis ataduras. Tengo cuarenta años y siento que sólo ahora he
encontrado «la tierra prometida».
Nací en una zona rural de Estados Unidos, hija de las dos personas más miserables que
jamás he conocido. Mi padre era un agricultor de muy poca educación que se casó con mi
madre cuando ella era muy joven. Él era uno de los quince hijos de una familia plagada de
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vida habría sido mucho major sin mí. Sentí que estaba resentida con nosotros y que le
éramos un estorbo.
En los dos años siguientes, mamá llegó a ser aún más cruel y malévola. Temí por mi
vida el resto de mis años junto a ella. Aunque no conocía mucho del mundo espiritual,
sentía, aun en ese entonces, que Satanís estaba involucrado en nuestra vida familiar.
Llegó el momento en que no comía a menos que ella lo hiciera antes, porque temía que
nos envenenara. Me es imposible describir el terror de ser una niña que siempre vivía
amenazada por el peligro de muerte. Aun cuando algunos de nuestros parientes temían por
nuestra seguridad, no nos ayudaron porque le temían más a ella.
Una vez, cuando tenía catorce años, mi madre creyó que le habia perdido algo y no me
quiso alender cuando traté de decirle que nunca habia tenido en mis manos aquello. Me
pegó y me estuvo maldiciendo desde las seis de la tarde hasta la una de la mañana,
obligándome a revisar la basura una y otra vez para encontrar ese objeto. Al fin se acostó.
Sin duda muerta del cansancio. ¡Lo que buscaba era la tapita del tubo de pasta de dientes!
Poco después llegó mi padre para su visita mensual. Tal vez nos hubiera visitado más a
menudo a no ser que su esposa alegaba y rabiaba todo el tiempo que estaban con nosotras,
tratándonos de la misma manera que lo hacía nuestra madre. De regreso a casa ese día, de
repente mi mente se quedó en blanco. No podía recordar quién era ni toda esa gente que
estaba en el auto. Se me hizo un enorme nudo en la garganta, estaba tan asustada que no
podía hablar. Luego, de manera igualmente repentina, me volvió la memoria como un
torrente apenas papá hizo que el auto doblara hacia la calle en que vivíamos. Cómo odiaba
el regreso al «infierno» de mi hogar, pero no tenía otro recurso.
En medio de todo, anhelaba desesperadamente el amor de mis padres. Todavía cuando
tenía treinta y tantos años llamaba a mi madre a diario, a pesar de que muy a menudo me
tiraba el teléfono. A esas alturas seguía tratando de obligarla a amarme.
De nuevo, a los nueve años de edad, un compañero de trabajo de mi madre abusó de mí.
Ella le permitía llevarnos a pasear en auto, a mi hermana y a mí, me besuqueaba y me metía
su lengua en la boca. Una vez estaba tan asustada de lo que me podría hacer que me subí a
la ventana trasera de su auto y le rogué que nos llevara a casa, después de lo cual jamás nos
volvió a sacar.
Me preguntó si me importaba y le dije que no. Con el tiempo me dejó por Linda.
Mis amigas me habían advertido que se estaba viendo con otras mujeres, pero no lo
creía. Simplemente decía: «Él no haría eso».
Traté así el asunto porque quería evitar el dolor de saber o enterarme que me estaba
siendo infiel.
Renuncié a Dios.
Cuando al fin mi esposo me abandonó y me dejó con dos bebés, renuncié a Dios,
culpándolo de todo mi dolor. En la iglesia había aprendido que el camino a la felicidad para
la soltera era casarse con un cristiano, cosa que había hecho. Ahora estaba enojada con
Dios y durante seis años lo eché a un lado.
Mi madre me instaba: «Haz algo. No te quedes allí sentada toda tu vida. Haz algo,
aunque sea malo».
Mis compañeros de trabajo querían que los acompañara al bar y, aunque jamás había
entrado en uno, fui con ellos y pronto quedé inmersa en ese estilo de vida. Jamás tuve la
intención de salir con hombres indecentes, pero esa clase baja de personas me hacía sentir
mejor. ¡Hasta terminé yendo a bares donde algunas de las personas ni siquiera tenían
dientes! Supongo que ese era el único lugar donde me sentía bien conmigo misma porque
ellos estaban peor que yo.
Todavía estaba atada por el legalismo y a veces trataba de ir a la iglesia, pero eso
demandaba un esfuerzo hercúleo. Los viernes en la noche iba al bar y, cuando mis hijos
regresaban el sábado de la visita a su padre, volvía a mi papel de buena madre. El domingo
trataba de llevarlos a la iglesia, pero cuando lo hacía, sentía como si me clavaran la frente.
Había padecido siempre de dolores de cabeza, pero este dolor era insoportable. A veces me
enfermaba y tenía que salir de la iglesia; una de ellas me vomité en el auto, por lo que
decidí no volver a la iglesia.
Tuve un encuentro con el cáncer que me asustó mucho y pensé que quizás era Dios que
me estaba golpeando fuerte. Así que renuncié a los bares y volví a la iglesia. Pero un año
después ya se me había pasado el susto y había vuelto a mi antiguo estilo de vida. Vivía una
mentira tal que era inevitable. Siempre había tenido una conciencia muy fuerte, pero en ese
momento me acuerdo que pensé: Ni siquiera me siento mal por esto.
Me sentía infeliz, miserable y pensé en el suicidio, pero era tan cobarde que no lo podía
hacer. Mi vida estaba tan descontrolada que cuando conocí en el bar a un hombre que se
quería casar conmigo, me lancé sin pensarlo. No le pregunté a Dios qué le parecía, porque
sabía la respuesta que me daría y no me importaba. El tipo todavía estaba casado cuando lo
conocí, era cliente del lugar donde trabajaba. Tenía muchísimo temor de que mencionara
que me había conocido en el bar, pues quería mantener esa parte de mi vida en secreto. Me
casé con él en mi desesperada búsqueda de felicidad, pero sólo estuvimos junto dos años.
Aun antes de este matrimonio había vuelto al ciclo legalista en que trataba de
controlarlo todo. Íbamos a la iglesia y me aseguraba de que mi esposo leyera todo lo que yo
quería que leyera. Pero estaba más enfermo que yo y muy débil, sin el menor sentido de su
identidad propia. Al principio pude controlarlo todo, pero cuando llegaron sus dos hijas a
vivir con nosotros, «se desataron los infiernos». La madre había estado en un hospital
siquiátrico y ahora tenía una relación lesbiana. Las niñas no tenían la menor disciplina y yo
había decidido que las iba a «salvar»; pero me salió el tiro por la culata.
Al fin le pedí a mi esposo que se fuera, pues ya sabía que lo estaba pensando y quise
adelantarme a los hechos. Pedí el divorcio, pero entonces no podía dormir en las noches y
paré el procedimiento. Sabía que lo que hacía era malo. Le dije que cuando quisiera, le
daría el divorcio, pero jamás supe nada más de él.
«Ellos no quieren hablar contigo. No les gustas». Nunca me di cuenta de que esas cosas
negativas que escuchaba en la cabeza las puso allí el mismo Satanás.
rechazar las mentiras de Satanás. Cuando esa noche salí del curso, me sentí flotando en las
nubes.
Se fue mi depresión … se fueron las voces … ¡desapareció ese enorme objeto parecido
a una araña que vi durante diez años en mi cuarto al despertar por las mañanas!
víctimas … martirizadas por el dios de este mundo, por padres abusadores, por una
sociedad cruel y por las iglesias legalistas o liberales.
¿Cómo paramos este ciclo de abuso? Los conducimos a Cristo y les ayudamos a
establecer su identidad como hijos de Dios. Les enseñamos la realidad del mundo espiritual
y los animamos a andar por la fe en el poder del Espíritu Santo. Nos importan lo suficiente
como para enfrentarnos a ellos en amor y apoyarlos cuando caen. Lo hacemos al
transformarnos en los pastores, padres y amigos que Dios quiere que seamos. Le hacemos
caso a las palabras de Cristo en Mateo 9:12, 13:
Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los que están enfermos. ld, pues, y
aprended qué significa: Misericordia quiero y no sacrificio. Porque yo no he venido para
llamar a justos, sino a pecadores.
Los «Pasos hacia la libertad» que ayudaron a Molly cuando vio las películas, están en el
apéndice. También se encuentran en el libro The Bondage Breaker [Rompiendo las
cadenas].
Anne:
Libertad a través de las etapas de desarrollo
Molly nos ha contado su vida, espero que haya tenido un gran impacto en usted. Los
siguientes capítulos relatan las historias de otras personas valientes que han permitido que
las publiquemos.
Sin embargo, este será distinto. Antes de proceder, me parece importante que veamos
cuál es el plan de Dios para los procesos de desarrollo y santificación; explicados
basándonos en las Escrituras e ilustrados con la vida de Anne, otra persona restaurada. Le
ayudará a comprender mejor el peregrinaje espiritual de las personas a quienes conocerá en
este libro, y a contribuir a sanar las heridas de aquellos que atraviesen su camino.
Muertos al nacer
San Pablo escribe: «En cuanto a vosotros, estabais muertos en vuestros delitos y
pecados, en los cuales anduvisteis en otro tiempo, conforme a la corriente de este mundo y
al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora actúa en los hijos de desobediencia»
(Efesios 2:1, 2). Desde Adán todos nacimos físicamente vivos, pero muertos
espiritualmente, o sea, separados de Dios. Durante nuestros primeros años de formación
aprendemos cómo vivir independientes de Dios. No teníamos ni la presencia de Él en
nuestras vidas ni el conocimiento de sus caminos.
Esta independencia de Dios, aprendida por nosotros, es característica de la carnalidad o
de la antigua naturaleza. Una de las maneras en que funciona la carne es desarrollar
mecanismos de defensa por medio de los cuales aprendemos a lidiar con la vida, a tener
éxito, a sobrevivir o a vencer sin tomar en cuenta a Dios.
Programados de nuevo
Desde el momento de nuestra conversión tenemos a nuestro alcance todos los recursos
de Dios. Desafortunadamente, nadie aprieta la tecla indicada para «borrar» lo programado
anteriormente en nuestra mente. Hasta que no empiece el proceso de transformación de
Dios en nuestras vidas, viviremos en un estado de conformidad a este mundo y
reglamentados por él. Por eso Pablo escribe: «No os conforméis a este mundo; más bien,
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Ser transformados
La verdad y la obediencia son la clave en un estilo de vida que dependa de Cristo. Pero
la verdad sólo se puede creer si se entiende, y los mandamientos se pueden obedecer
solamente cuando se conocen. Debemos responder con nuestra fe y nuestra obediencia en la
medida en que el Espíritu Santo nos conduce a toda verdad: «El que dice, “Yo le conozco”,
y no guarda sus mandamientos es mentiroso, y la verdad no está en él» (1 Juan 2:4). La
desobediencia le da campo abierto a Satanás para realizar su obra en nosotros. Según
Efesios 2:2, ese espíritu «ahora actúa en los hijos de desobediencia».
«La santificación» es el proceso por medio del cual nuestro ser se conforma a la imagen
y al carácter de Cristo. Dios actúa en este proceso paciente y cuidadosamente, nos hace
avanzar, porque renovar nuestra mente y desarrollar el carácter requiere tiempo. Pero hay
otro dios que también está activo, y sería un descuido desastroso pensar que este proceso se
realizara independiente del «príncipe del reino del aire» (el dios de este mundo, Satanás).
antes de tiempo, hasta que venga el Señor, quien a la vez sacará a la luz las cosas ocultas de
las tinieblas y hará evidentes las intenciones de los corazones. Entonces tendrá cada uno la
alabanza de parte de Dios (1 Corintios 4:3–5).
La búsqueda de Dios
¿Qué debemos hacer cuando sabemos que algo de nuestro pasado todavía nos está
afectando? Creo que debemos continuar en busca del conocimiento de Dios, aprender a
creer y a obedecer todo lo que es verdadero y comprometernos con el proceso santificador
de desarrollar nuestro carácter. Cuando hemos alcanzado suficiente seguridad y madurez en
Cristo, Él nos revela un poquito más sobre quiénes somos realmente. En la medida en que
Cristo se convierta en la única defensa que necesitemos, nos apartará gradualmente de
nuestras formas antiguas de defendernos.
Despojarnos de los antiguos mecanismos de defensa y revelar las deficiencias en
nuestro carácter es como quitar las capas a una cebolla. Cuando se nos quita una capa nos
sentimos muy bien. No tenemos nada en contra de nosotros mismos y nos sentimos libres
de lo que piensen los demás de nosotros, pero todavía no hemos alcanzado la perfección.
En el momento justo, Él nos revela algo más para que podamos disfrutar su santidad.
Nuestro próximo relato tiene que ver con este proceso progresivo de santificación.
Anne redactó la siguiente carta y me la entregó en medio de una conferencia. Escuchó
quién era ella como hija de Dios, aprendió a caminar en fe y vio la naturaleza de la batalla
en su mente. Se emocionó tanto que se adelantó y cumplió por sí sola los pasos hacia la
libertad.
* * *
Estimado Neil:
¡Alabado sea Dios! Creo que esta es la respuesta que he buscado. ¡No estoy loca! No
tengo una imaginación demasiado activa, como me han dicho y he creído, por años.
Simplemente soy normal como todo el mundo.
* * *
Se desprendió una capa de la cebolla. Se le dio a conocer a Anne lo crucial de la
primera parte, de las Epístolas, que habla de nuestra identidad en Cristo. Ya ella no es
simplemente un producto de su pasado; es una nueva criatura en Cristo. Con ese
fundamento, pudo enfrentar y repudiar las mentiras que había creído por muchos años. Se
sintió rechazada cuando trató de expresar algunas de sus luchas en el pasado, posiblemente
porque los demás miembros del grupo luchaban con lo mismo sin poderlo resolver.
Cuánto anhelo el día en que nuestras iglesias ayuden a la gente a establecer firmemente
su identidad en Cristo, y ofrezcan un ambiente en que las personas como Anne puedan
manifestar la verdadera naturaleza de su lucha. Satanás hace todo en la oscuridad. Cuando
surgen asuntos como este, no debemos suspirar y cambiar de tema. Mantener todo a
escondidas es comprar la falsa estrategia de Satanás. Andemos en la luz y tengamos
comunión los unos con los otros para que la sangre de Jesucristo nos limpie de todo pecado
(1 Juan 1:7). Dios es luz y no hay oscuridad en Él (1 Juan 1:5). Dejemos de lado toda
falsedad y hablemos la verdad con amor, pues somos miembros uno del otro (Efesios 4:15,
25).
Ahora Anne sabe quién es y comprende la naturaleza de la batalla que se está librando
en su mente. ¿Debe ser ahora totalmente libre? ¡No, no es cierto! Quedó libre de lo que
analizó, pero Dios no había terminado con ella todavía. La cebolla no tiene una sola capa.
A las dos semanas de terminada la conferencia, escribió la segunda carta.
* * *
Estimado Neil:
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¡Cielos! ¿Dónde empiezo? Permitame decir que fui a su conferencia sólo por razones
académicas. Jamás pude haber vislumbrado lo que el Señor tenía en mente para mí. De
todos modos no lo hubiera creído. Pienso que debería empezar desde donde terminé con
usted hace unos días.
Le escribí una carta explicando que fui liberada de los pensamientos obsesivos. Hace
unos meses le había pedido al Señor que me ayudara a comprender este problema. Me
emocioné muchísimo cuando escuché la información en la conferencia, al principio de la
semana. Era exactamente lo que le había pedido al Señor. En mi casa oré siguiendo todas
las oraciones de los «Pasos hacia la libertad». Fue una lucha, pero dejaron de molestarme
las voces. Me sentí libre, por lo que pensé que ya todo se había acabado. ¡Qué engañada
estaba!
sido una semana intensa, y necesaria para que comprendiera las mentiras con que había
vivido. No tuve la menor idea de lo que había hecho.
* * *
Quitar tres capas de la cebolla en una sola semana es fantástico. Anne reconoció su
identidad en Cristo, pudo perdonar de corazón y aprendió a resistir a Satanás. Quizás tenga
más ventajas que la mayoría, pues tuvo una educación cristiana y tiene un marido amoroso
y comprensivo que la apoya en su hogar. Esto no significa que otros no puedan resolver los
mismos problemas, pero puede que sea un poco más lento el proceso.
El perdón libera
Cabe destacar aquí varios asuntos. Cada persona en este libro ha tenido que enfrentarse
con la obligación de perdonar. A los consejeros legítimos les afecta que los cristianos bien
intencionados sugieran que alguien que expresa sentimientos como la ira y la amargura no
debería «sentirse así». Desviar los sentimientos jamás permitirá que se resuelvan los
problemas. Si uno desea la sanidad, tiene que establecer un contacto con sus raíces
emocionales. Dios hará que salga a flote el dolor emocional para que se pueda tratar. Los
que no quieran encarar la realidad, tratarán de empujarla hacia adentro, cosa que producirá
únicamente mayor amargura.
El perdón es lo que nos libera de nuestro pasado. No lo hacemos por el bien de la otra
persona, sino por el nuestro. Debemos perdonar así como Cristo nos ha perdonado. No
existe libertad sin perdón. «Pero no sabes cuánto daño me hicieron», protesta la víctima. El
caso es que todavía le están haciendo daño y, así que, ¿cómo va a parar el dolor? Debe
perdonar de todo corazón, reconocer el dolor y el odio, y dejarlos ir. Cuando no se perdona
de corazón, se le da oportunidad a Satanás (Mateo 18:34, 35; 2 Corintios 2:10, 11).
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Otro error es ver el perdón como un proceso de larga duración. Muchos consejeros
dicen: «Tiene que experimentar el sentimiento a profundidad, para entonces perdonar».
Pero repasar el pasado y revivir todo el dolor sin perdonar, sólo lo refuerza. Mientras más
hable de eso, más fuerte será el dominio que tendrá sobre la persona. Se supone que
primero uno tiene que sanar para luego perdonar. ¡No es cierto! Primero hay que perdonar,
entonces empieza el proceso de sanidad.
No hay manera de leer las Escrituras y llegar a la conclusión de que el perdón es un
proceso a largo plazo. Puede que los sentimientos dolorosos lleven tiempo para sanar, pero
el perdón es una decisión. Una crisis de la voluntad cuyo premio es la libertad.
Resistir el pecado
Igual que Anne, muchos ven en su ira un medio para protegerse de más maltrato. Los
consejeros seculares creen que el perdón cristiano es una codependencia y argumentan:
«No dejes que esa persona te controle más. ¡Enójate!» Pero yo digo: «No dejes que esa
persona te siga controlando. ¡Perdónala!»
Luego resista el pecado. El perdón no es tolerar la manera en que otros pecan contra
uno. Dios perdona, pero no tolera el pecado. Me duele que algunos pastores se enteren de
maltratos y le digan a un hijo o a una esposa que simplemente vuelvan a casa y se sometan,
diciendo: «Confíe en que Dios te va a proteger». Quisiera decirle a ese pastor: «Anda tú a
esa casa en vez de esta persona, para ver si no te maltratan a ti también». Pero, ¿no dice la
Biblia que las esposas y los hijos deben someterse? Cierto, pero también dice que Dios ha
establecido el gobierno para proteger a los niños agredidos y a las mujeres golpeadas. Lea
Romanos 13:1–7 y entregue a los abusadores a la ley, como se exige en muchos estados.
Si un hombre de su iglesia abusara de una mujer de la misma congregación, ¿lo
toleraría usted? Si un hombre o una mujer en su iglesia maltratara al hijo de otro miembro,
¿lo toleraría? Entonces, ¿por qué entonces tolerar en su propio hogar lo que es claramente
un pecado intolerable en otros, simplemente por ser la esposa o el hijo?
Dios ha dado a los padres la responsabilidad de amar, proteger y suplir las necesidades
de su hogar. Jamás se les ha dado licencia para abusar, ni siquiera se debería tolerar esto.
Entréguelos a la autoridad, para el bien de todos. No se ayuda al abusador permitiendo que
continúe en su pecado.
Una noche, una madre de tres hijos me dijo llorando que sabía exactamente a quién
tenía que perdonar: a su madre. Pero que si la perdonaba esa noche, ¿qué haría al día
siguiente, domingo, cuando tenía que volver a su casa? «Simplemente me va a volver a
maltratar verbalmente como siempre». “Póngale fin a eso”, le dije. «Tal vez puede decirle
algo como: “Escucha mamá, has estado hablando pestes de mí toda la vida. Nada has
ganado con eso, y realmente a mí tampoco me ha hecho ningún bien. Ya no puedo seguir
con esto. Si tienes que tratarme así, me voy».
Ella dio una respuesta típica: Pero, ¿no dice la Biblia que debo honrar a mi madre?
Le expliqué que dejar que su madre la destruyera sistemáticamente tanto a ella como a
su familia, en verdad no sería honrarla. De cualquier manera la deshonraría».
«Honrar a su padre y a su madre» por lo general se entiende como tener responsabilidad
económica por ellos en su ancianidad. Ya no se aplica para esta mujer el que tuviera que
obedecer a sus padres, porque ya ha dejado a padre y madre para estar bajo la autoridad de
su marido.
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iniciado el proceso, se debe cumplir todo; no se deben separar en sesiones diferentes. Una
resolución parcial le dará a Satanás una oportunidad y un incentivo de hostigar con mayor
fuerza.
Sandy:
Libertad de la esclavitud de sectas y del
ocultismo
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Conocí a Sandy cuando huía llena de temor de una sesión en congreso. Es una mujer
linda de poco más de unos cuarenta años, normalmente tiene una personalidad llena de vida
y suficiente energía como para dos. Tiene un marido cristiano comprometido con el Señor,
varios hijos y vive en una hermosa comunidad en las afueras de la ciudad.
Durante toda su vida Sandy había ocultado muy bien la batalla que se libraba en su
mente. Pocos, tal vez ninguno, sospechaban la guerra que tenía por dentro hasta que
misteriosamente empezó a desaparecer de su mundo unos dieciocho meses antes de que nos
conociéramos. He aquí su historia:
* * *
La historia de Sandy
Casi siempre vivía dentro de un minúsculo rincón de mi mente.
Al fin puedo creer que soy hija de Dios. Ahora estoy segura de mi lugar en el corazón
de mi Padre. Él me ama. Mi espíritu da testimonio con su Espíritu de que esto es cierto y ya
no me siento fuera de la familia de Dios; ya no me siento huérfana.
La presencia malévola que tenía adentro desde el momento que pasamos juntos en el
congreso se fue, al igual que las muchas voces que me persiguieron durante treinta y cinco
años. Siento que toda mi mente luce limpia, amplia y bella.
Antes de encontrar mi libertad en Cristo vivía casi siempre en un minúsculo rincón de
mi mente. Aun así, jamás pude escapar de las voces que me ordenaban, de las expresiones
obscenas ni de la ira acusadora. Así que trataba de separarme de mi mente y llevar una vida
lejos de todo eso.
En 1979 me convertí a Cristo, y desde entonces fue una lucha constante poder creer que
Dios realmente me aceptaba, me quería y yo le importaba. Pero por fin, ya, se acabó esta
lucha de toda una vida. Nunca antes pude escuchar esa apacible y delicada voz de Dios en
mi mente sin recibir castigo de parte de las otras voces. Hoy sólo está allí la apacible y
delicada voz.
tenía una ventanita y pequeñas fichas adentro que daban quizás cien respuestas distintas. Le
hacía una pregunta a la bola, como «¿lloverá mañana?» y flotaba a la superficie una
respuesta como «probablemente».
Me encantaba esa bola y pasaba largo rato donde mi abuela jugando con ella y creyendo
que tenía poderes mágicos y respuestas para todo los aspectos de mi vida. Le comunicaba a
la bola los problemas de mis padres y de lo que estaba sucediendo en mi vida, usándola
como un medio de predecir mi destino. Después de un tiempo me fui dando cuenta que
muchas de las respuestas que me daba eran correctas confirmando mi creencia de que tenía
poder especiales.
Supongo que los adultos creían que era simplemente un juguete con el que podían jugar
los nietos. Sin embargo, cada vez que yo tenía problemas, los guardaba hasta llegar a casa
de mi abuela donde trataba de resolverlos con la bola mágica.
Cuando visitaba a mis abuelos paternos, me llevaban a su muy legalista iglesia, y
empecé a tenerle terror al infierno. Con temor a Dios y a la religión, me volqué hacia la
bola mágica para tratar de pronosticar hechos. De esa manera podría estar preparada por
adelantado a los desastres que Dios enviara a mi camino.
Sentí que debería por lo menos intentar el asunto de «iglesia» una vez más, creyendo
que todas eran iguales. Simplemente quería estar en una familia y sentirme segura; por lo
que al día siguiente asistimos a esa iglesia. No tenía la menor idea de que era una secta …
¡y por diez años participé en ella!
Al principio me sentí amada; era mi «familia». Se interesaron por mi vida, nadie me
había prestado antes tanta atención. Nadie se ocupó lo suficiente de mí como para decirme:
«Queremos que duermas nueve horas por las noches. Queremos que comas tres veces al
día. Queremos saber dónde estás». Me hicieron rendir cuentas de mi estilo de vida y yo
interpreté su interés por mí como amor y preocupación por mi bienestar. Hubiera dado mi
vida por ellos.
Acepté su filosofía de que todos somos dioses. Esto se ajustaba a la visión atea de mi
padre de que realmente no existe un Dios supremo y que la religión es un invento de
alguien para controlar a la gente. También me explicaron quién era Jesucristo, lo cual
parecía satisfacer la religión de mi madre. Dijeron que él era simplemente un buen maestro,
como Mahoma o Buda, pero que no era ni supremo ni Dios, porque de serlo no hubiera
tenido que morir en una cruz.
Cuando mi madre enfermó de cáncer, fui a visitarla en su lecho de muerte con la idea de
que un miembro de la secta pudiera convertirla y así cuidar de su espíritu en la próxima
vida. En esa próxima vida ella viviría en la secta y yo podría estar consciente de ella;
entonces tendría una mejor vida que la que tuvo con mi padre.
Mientras estaba con ella sentí un odio tremendo por sus amistades que visitaban su
cuarto, le hablaban de Jesús y oraban por su sanidad. Yo ridiculizaba sus intentos, pero
estaba asombrada de ver la fuerza de las convicciones de mi madre. Fue una batalla entre su
mente y la mía, pero una noche estaba con tanto dolor y tan agotada emocionalmente que
hizo conmigo una oración de compromiso para entregar su espíritu a la secta. Al día
siguiente regresé a casa sintiéndome satisfecha, y ella murió a los pocos días.
Recuerdo una tarde a las tres, mientras hacía crucigramas con una vecina, que de
repente sentí la presencia de mi madre en el cuarto. Le dije: «¿Qué haces aquí?
Supuestamente deberías estar en la sede de la secta».
Más tarde ese mismo día me llamó mi hermano y me dijo que mamá había muerto esa
tarde.
Mi amiga en la secta me contó que todo estaba muy bien, que habían recibido el espíritu
de mi madre. Con el tiempo me llamarían apenas naciera la bebé que iba a recibir el espíritu
de ella, para que yo la fuera a visitar.
Eso me enojó tanto, que robé una Biblia para resaltar todas las
mentiras.
Cerca de una semana más tarde, recibí carta de una de las amigas de mamá que había
estado con ella cuando murió. Dijo que mi madre se había ido a estar con Jesús, lo que me
enojó tanto que fui a una iglesia local y me robé una Biblia. Iba a subrayar todas las
mentiras en ella para luego enviarla a esta señora y mostrarle lo confundida que estaba, y
para convertirla a la secta.
Abrí la Biblia en la mitad y empecé a leer en el libro de Isaías. En vez de subrayar las
«mentiras» me vi subrayando palabras como «Venid, pues, dice el Señor, y razonemos
juntos[…] si volviereis a mí, yo me volveré hacia ti». Descubrí que el libro estaba lleno de
pasajes acerca de que uno no se debe involucrar con médiums ni con astrólogos. Cuando
terminé de leer estaba confundida respecto a cuál era la verdad.
Jamás había leído una Biblia, mucho menos había poseído una, por lo que fui al final
del libro para ver cómo terminaba todo. Cuando leí el libro de Apocalipsis me asusté,
porque la secta enseña ese libro al revés. Ellos dicen que las personas son realmente
«dioses» que regresan y toman el lugar que les corresponde en el cielo.
En los siguientes meses aumentó mi confusión conforme iba y venía entre mi lectura
bíblica y la de mis libros de la secta. Visité la iglesia donde había conocido a la pareja y
ellos iban a mi casa simplemente para leer las Escrituras conmigo. Los considero mi madre
y mi padre espirituales. Jamás me hicieron sentir mala; simplemente me amaron y me
aceptaron. Cada mes me recogían para llevarme a su desayuno cristiano y a otros servicios
de la iglesia.
que había entregado mi corazón al Señor, pero nadie me podía ofrecer la seguridad que
buscaba. Me sentí medio mala, medio buena y no me podía imaginar cómo iría al cielo sólo
la mitad de mí.
impedido sentarme a mirar el video, y fue entonces que recordé lo que sucedió cuando tenía
siete años de edad. Era como si se hubieran apartado las nubes: me pude ver como una
niñita aterrada por una presencia oscura y negra.
Jugaba con muñecas en el dormitorio al fondo de la casa. Era de día y no sucedía nada
que produjera temor, ni había nadie más en el cuarto. De repente sentí que me consumía el
terror. Recuerdo que dejé de jugar y me acosté boca arriba y dije: «¿Qué quieres?» a una
presencia gigantesca y negra que estaba sobre mí. La presencia me dijo:
—¿Puedo poseer tu cuerpo?
—Sí, si prometes no matarme—le respondí.
Literalmente sentí aquella presencia infiltrarse totalmente desde la cabeza hasta los pies.
Fue tan opresivo sentir que esa cosa invadiera todos los poros de mi cuerpo que recuerdo
que pensé: Me voy a morir. Tenía sólo siete años, pero recuerdo que fue tan sexual y sucio,
que sentí tener un gran secreto que debía ocultar y que jamás se lo podría contar a nadie.
Desde entonces me parecía que tenía más de una personalidad y creía natural que otros
seres invisibles tomaran mi cuerpo. A veces hacía cosas que luego no recordaba cuando la
gente hablaba de ellas. Entonces pensaba: Bueno, no fui yo; fue mi «amigo» invisible el que
lo hizo.
Jamás volví a jugar con la bola negra. Nada más tenía que hablar con mi amigo
invisible y este me sugería lo que debía hacer. Unas veces eran sugerencias malas, pero
otras eran buenas. Dada mi gran necesidad de compañerismo por los maltratos en mi
infancia, jamás se me ocurrió que esa voz fuera otra que la de una amistad.
nuestros adolescentes que profesan ser cristianos han experimentado en sus propios
dormitorios algo que los ha asustado. Más que cualquier otra cosa, eso fue lo que nos
impulsó a Steve Russo y a mí a escribir el libro The Seduction of Our Children [La
seducción de nuestros hijos]. Deseamos ayudar a los padres a saber cómo proteger a sus
hijos y a vencer la influencia de las tinieblas. Al final de ese libro he anotado algunos pasos
hacia la libertad de manera simplificada para los niños y los jóvenes al comienzo de la
adolescencia.
(Juan 14:6). Lo que se hace en el primero de los pasos hacia la libertad: Lo falsificado en
contraste con lo real».
Aceptar la responsabilidad
Las voces y pesadillas tienen una explicación espiritual en cuanto a su origen, y la
Iglesia tiene la responsabilidad de investigarla. Creo que todo pastor y consejero cristiano
debe ayudar a las personas que las padecen.
Usted no tiene nada que perder al tomar los pasos o guiar a otros hacia la libertad. Es
simplemente una limpieza de la casa al estilo antiguo, tomando en cuenta la realidad del
mundo espiritual. Lo único que pretendemos es ayudar a la gente a responsabilizarse de su
relación con Dios. Nadie está acusando a nadie de nada. Si no hay nada demoníaco
sucediendo en esa vida ¡lo peor que puede suceder es que ahora la persona esté realmente
lista para participar en la Santa Cena la próxima vez que se ofrezca!
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El relato de Sandy destaca muy bien las dos metas más codiciables en este tipo de
consejería Primero, que las personas sepan quiénes son como hijos de Dios y que forman
parte de esa familia para siempre. Segundo, que tengan paz y tranquilidad mental, la paz
que guarda nuestros corazones y nuestras mentes, la paz que sobrepasa todo entendimiento
(Filipenses 4:7).
Jennifer:
Libertad de los trastornos alimentarios
Recibí una llamada de Jennifer preguntándome si estaría dispuesto a darle un poco de
tiempo para venir en avión a verme. Aparté un lunes por la mañana y tuve el privilegio de
llevarla a través de los pasos hacia la libertad. Un mes más tarde recibí la siguiente carta:
Estimado Neil:
Le escribo porque quiero agradecerle el tiempo que pasó conmigo. Al parecer, en el
momento en que oramos no sentía nada y creía que quizás no era un problema demoníaco el
que tenía. Pero estaba equivocada. De verdad que algo sucedió y desde entonces no he
tenido ni un sólo pensamiento, acción o compulsión autodestructivos.
Creo que el proceso de liberación empezó mediante mis oraciones de arrepentimiento
en los meses siguientes a mi intento de suicidio. No lo comprendo del todo, pero sé que hay
algo verdaderamente diferente en mi vida y hoy en día me siento libre. No me he cortado en
un mes, lo cual es un verdadero milagro.
Tengo unas cuantas preguntas que me gustaría que contestara, si tiene tiempo. Se
relacionan con mis problemas sicológicos. Se me dijo que tengo un trastorno
maniacodepresivo, esquizoafectivo crónico y que me tienen con litio y con un medicamento
antisicótico. ¿Necesito estas drogas? ¿Es realmente crónico mi problema?
Durante mis ratos de hiperactividad, sobre los cuales basaron mi diagnóstico, siempre
sentí que no era yo, sino alguna tremenda fuerza externa que me obligaba a actuar de
manera autodestructiva y loca. Las últimas tres veces que dejé de tomar litio volví a tener
impulsos de suicidio y fui a parar al hospital. No quiero que vuelva a suceder, pero … ¿era
eso demoníaco? Además, con las pastillas tuve muchos cambios de temperamento, ¡pero
desde que le visité no he vuelto a tener ni uno! Esto me hace preguntar si ya estoy bien y no
necesito las pastillas.
Además, desde pequeñita jamás pude orar: siempre parecía haber una pared entre Dios
y yo. Nunca fui muy feliz y siempre tuve un sentido de temor y de inquietud, como que
algo andaba mal.
Jennifer
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La historia de Jennifer
Todo parecía un sueño y todo el mundo simplemente un personaje.
En el séptimo grado empezó mi trastorno de alimentación: comía demasiado y luego me
obligaba a pasar hambre. Cuando iba a alguna casa a cuidar niños, me comía todo lo que
había en el refrigerador y luego pasaba tres o cuatro días sin comer nada. Toda mi atención
se concentraba en el peso; la necesidad de verme delgada me obsesionaba.
Alrededor de mí, todo parecía un sueño y todo el mundo simplemente un personaje.
Pensaba: Algún día me despertaré pero no conoceré a la soñadora. Nada me parecía real.
Vivía como en la luna, sin poder pensar. Cuando la gente hablaba, simplemente la miraba
perpleja porque estaba en contacto con mi mente.
Durante el día parecía ser normal y en la escuela actuaba bastante bien. Las noches eran
extrañas y llenas de pesadillas y terror. Lloraba muy a menudo debido a las voces en mi
cabeza y a las imágenes y pensamientos tontos que a menudo saturaban mi mente. Pero
jamás le conté nada a nadie. Sabía que la gente pensaría que estaba loca, y me aterraba la
posibilidad de que nadie me creyera.
Mis años universitarios fueron durísimos, repletos de mis rutinarios excesos en comer
para luego purgarme. Perdí treinta libras y empecé a desmayarme y a tener dolores en el
pecho. Como me encontraba patéticamente flaca debido a la anorexia, literalmente la piel
me colgaba de los huesos. Al fin estuve de acuerdo en que me hospitalizaran porque estaba
totalmente exhausta, tanto física como mental y espiritualmente.
Casi me muero. Cuando me internaron tenía un pulso de cuarenta y con dificultad me
encontraron la presión arterial. Mis padres me dieron mucho apoyo. El hospital era bueno y
tuve terapeutas cristianos, pero jamás tocaron conmigo el tema espiritual. Me cortaba con
navajas y cuchillos y todavía tengo cicatrices en las manos del daño que me hacía con las
uñas.
Una vez pasé varias horas hablando con algunas amistades preocupadas por mí. Una
sugirió:
—Jennifer, simplemente debes entrar a la sala del trono de Jesús.
—¡Eso es!—me dijeron las voces dentro de mí.
Para mí «entrar a la sala del trono» significaba morir. Me fui en auto a un hotel, tomé
una habitación y me tragué doscientas pastillas. Me acosté junto a una nota sencilla que
decía: Voy para mi casa a estar con Jesús. Ya no aguanto más.
Las voces hablaban tan alto que no podía escuchar una palabra
de lo que él decía.
Unos amigos de California me invitaron a visitarles y decidí aprovechar para conocer a
Neil Anderson. Fui a su oficina y hablamos cerca de dos horas. Abrió su Biblia y empezó a
repasar algunas Escrituras, pero las voces resonaban tan fuerte que no podía escuchar ni
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una palabra de lo que me decía. Era como si estuviera hablando en jerigonza: sus palabras
eran como de otro idioma. Siempre que la gente usaba la Biblia conmigo, me pasaba esto.
Realicé los pasos hacia la libertad, pero no sentí nada diferente cuando al salir. Me
preguntaba si las palabras habrían pasado directo de mis ojos a mi boca sin interiorizar lo
que leía. Pero entonces mejoraron dos aspectos de mi vida. Mejoró la lucha con la comida y
no me volví a cortar más. Las voces también se alejaron durante dos semanas, pero luego
volvieron. No recordaba qué debía hacer cuando volvieran las voces y los pensamientos
según las instrucciones de Neil, y jamás se me ocurrió que no tenía que escucharlos. No
sabía que tenía esa opción, por lo que me golpearon más fuerte que nunca.
Seis meses más tarde estaba de nuevo en el hospital, tanto por lo de suicida como por lo
de lo sicótico. Estaba descontrolada y hacía todo lo que me ordenaban las voces. Mis
amistades me animaron a que fuera a ver de nuevo a Neil, pero si eso no daba resultados,
sabía que iba a morir. Todo esto sucedió durante siete años terribles, los efectos secundarios
de los medicamentos eran tan horribles que lo único que hacía era trabajar cuatro horas,
para luego dormir o sentarme frente a la televisión. No podía seguir una conversación que
tuviera sentido ni tampoco me importaba nada. Me sentía desesperada, exhausta y
desanimada.
Asistí al congreso sobre Cómo resolver conflictos personales y espirituales. De nuevo
me reuní con Neil y en un momento dado me enfermé tanto que vomité. Me presentó una
señora con un pasado similar al mío, quien se sentó a mi lado y oró por mí. Así logré
escuchar y comprender lo que decía Neil.
Aprendí muchísimo sobre la batalla espiritual que se estaba librando en mi mente y lo
que debía hacer para mantenerme firme. Una vez que tuve en claro esa parte, quedé libre.
Sabía lo que tenía que hacer y cómo hacerlo. Antes no sabía cómo mantenerme en libertad
y andar en esta, aunque fui criada en un buen hogar cristiano. A pesar de que acepté a
Cristo cuando tenía cuatro años, nunca supe quién era en Cristo y no entendía la autoridad
de la que gozaba como hija de Dios.
Satanás y Dios, prefería descansar en la oscuridad. No me había dado cuenta de que era hija
de Dios y que estaba en Cristo, no pendiendo entre dos espíritus. Muchas veces sentía que
me controlaban y que estaba loca, perdiendo todo sentido de mi propia identidad y de la
realidad. Creo que de algún modo había aprendido a amar las tinieblas. Me sentía segura
allí, y me engañaban las mentira de que moriría si dejaba el mal y de que Dios no supliría
mis necesidades ni me cuidaría como yo deseaba.
Por eso no pude hablar con usted la primera vez. No quise que me quitara lo único que
tenía, y la simple idea me aterrorizó. Supongo que el maligno tuvo algo que ver con esos
pensamientos y temores, pues estaba muy engañada. Me esforzaba mucho para orar y leer
la Biblia, pero no tenía sentido. Una vez traté de leer el libro The Adversary [El adversario]
de Mark Bubeck, y literalmente no pude lograr que mi mano lo levantara. Sólo me quedé
mirándolo.
En un intento de mejorar las cosas, los siquiatras probaron muchos medicamentos y
dosis (incluyendo antisicóticos). Tomaba hasta quince pastillas diarias sólo para
mantenerme en control y un poco en acción. Estaba tan drogada que no podía pensar ni
sentir casi nada. ¡Era como un cadáver ambulante! Los terapeutas y los médicos estaban de
acuerdo en que padecía de una enfermedad mental crónica, y que lidiaría con ella el resto de
mi vida, ¡fue un pronóstico derrotante!
En el congreso pude ver el cuadro total. Sólo pocas semanas antes había tomado la
decisión de no entretener más las tinieblas, y que realmente deseaba estar sana, pero sin la
menor idea cómo dar ese paso. Bueno … aprendí, y de nuevo mi mente se tranquilizó.
Pararon las voces, se levantaron las dudas y la confusión; estaba libre. Ahora sé cómo
enfrentarlo.
Me siento como una niñita que ha pasado por una tormenta horrible y aterradora,
perdida en la confusión y la soledad. Sabía que mi Padre amante estaba al otro lado de la
puerta y que era mi única esperanza y alivio, pero no podía pasar por esa puerta tan pesada.
Entonces alguien me enseñó cómo darle vuelta a la cerradura y me dijo que tenía todo el
derecho y la autoridad para abrirla por ser hija de Dios. He levantado mis manos y he
abierto la puerta para correr hacia mi Padre y ahora descanso en sus brazos fuertes y
amorosos. Tengo toda la seguridad y la fe de que «ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni
principados, ni lo presente, ni lo porvenir, ni poderes, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna
otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús, Señor nuestro»
(Romanos 8:38).
poderosamente mis experiencias en mi vida, así como también en la de los demás. Las
cadenas han caído; me he decidido por la luz y la vida.
Debido a los cambios tan evidentes en mi rostro, la gente me ha estado buscando para
conocer la luz y la verdad. Son tantos los casetes suyos que he dado a otros que también se
encuentran en esclavitud y necesitados, que no puedo seguir la pista a todos.
Saco mis tarjetas y las leo en voz alta, hasta que la luz ahuyente
a la oscuridad.
Tengo gran cantidad de tarjeticas en las que he escrito versículos conteniendo la
verdad, y las llevo a todas partes. Ha habido momentos en que la oscura nube de la opresión
es tan arrolladora que saco mis tarjetas y las leo en voz alta, hasta que la luz ahuyente a la
oscuridad y logre volver a orar. Entonces descubro la mentira que había estado creyendo,
reclamo la verdad, anuncio mi posición en Cristo y renuncio al diablo. Ya el proceso se ha
vuelto tan automático que me encuentro reclamando y renunciando en voz baja, casi sin
tener que pensarlo.
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* * *
difiere de lo que hace un médico cuando pide primero un examen de sangre y de orina. La
iglesia debe responsabilizarse del diagnóstico espiritual y de la resolución.
Si se ve la liberación como algo que uno puede hacer por una persona, normalmente
habrá problemas. Quizás logre conseguir su libertad al echar un demonio, pero es muy
posible que este regrese y que el estado final sea peor todavía. Cuando Jennifer confesó,
renunció, perdonó, etcétera, aprendió cuál era la naturaleza del conflicto al experimentar
todo el proceso. En vez de desviarla, apelé a su mente, donde se estaba librando la
verdadera batalla, y la ayudé a asumir la responsabilidad de escoger la verdad.
Son muy apropiados los comentarios de Jennifer sobre los medicamentos recetados. El
uso de drogas para curar el cuerpo es recomendable, pero para curar el alma es deplorable.
Estaba tan dañada su capacidad para pensar que no podía elaborar nada a nivel mental. Veo
a menudo personas en esta condición y es sumamente frustrante, sin embargo, jamás
contradigo el consejo de un médico. Tengo muchísimo cuidado de advertirle a la gente que
no dejen sus medicamentos demasiado pronto, para evitar los graves efectos secundarios
que puedan resultar. Es cierto que Jennifer dejó de tomar sus medicamentos demasiado
pronto después de su primera entrevista, y eso quizás contribuyó a que tuviera una recaída.
Estimado Neil:
Acabo de leer The Seduction of Our Children [La seducción de nuestros hijos], que me
iluminó bastante en muchas áreas. En el capítulo 13 leía los pasos para los niños cuando
noté la sección aparte sobre los trastornos de alimentación. Conforme la leía, un dolor
agudo me atravesaba el corazón, pero también hubo un suspiro de alivio. Sus palabras
describían mi vida desde la escuela primaria.
Al principio de este año seguí los pasos hacia la libertad con un pastor y cambié
radicalmente. Pero no me parecía bien la lucha que seguía librando en cuanto a mi
apariencia física. Ese tema no había surgido en mi sesión de consejería.
A medida que leía su descripción de la persona típica que padece un trastorno en la
alimentación, me puse a llorar delante del Señor. Empecé cortándome, luego me volví
anoréxica, bulímica y finalmente una mezcla de los tres.
Repasé todas las renuncias y los anuncios que usted declaró y me puse de acuerdo con
una amiga en orar al respecto. Dios es muy bueno conmigo. No importa por qué se pasó por
alto en mis sesiones, el punto es que el enemigo quiso que fuera por mal, para mantenerme
esclavizada en una área que había controlado gran parte de mi vida. Dios usó el libro suyo
para agregarle a mi vida este paso de libertad. Muchísimas gracias.
El seguimiento
Los pensamientos de Jennifer respecto al seguimiento son selectos. No se puede
recalcar lo suficiente la importancia de tener una amistad con quien contar. Jamás fue la
intención de Dios de que viviéramos solos; nos necesitamos unos a otros. Y Jennifer
necesitaba seguir con una consejería que la ayudara a adaptarse a su nueva vida. En muchos
aspectos no se había desarrollado lo mismo que otros y ahora necesita madurar hasta lograr
la sanidad completa. En sí, la libertad no es madurez. Las personas como Jennifer están en
proceso de desarrollar nuevos patrones de pensamiento y necesitan tiempo para
reprogramar sus mentes.
Sus consejeros le proporcionaron el apoyo que necesitaba para sobrevivir, y son
personas buenas que hubieran hecho cualquier cosa por ayudarla. Nadie tiene todas las
respuestas. En primer lugar, y sobre todo, necesitamos al Señor, pero también nos
necesitamos unos a otros.
equipe a tratar con el reino de las tinieblas. Lo buscan personas desesperadas con
necesidades arrolladuras, sabiendo que su única esperanza es el Señor. A veces, la única
arma disponible al pastor es la oración, y así lo hace. Pero a menudo ve muy poca respuesta
a su oración de fe, lo que puede desanimarlo.
La mayoría de los cristianos están conscientes del pasaje en Santiago que instruye al
que está enfermo a llamar a los ancianos a que oren y los unjan con aceite. Creo que la
iglesia debería estar haciendo esto, sin embargo creo que hemos pasado por alto algunos
conceptos muy importantes, además del orden implícito en Santiago: «¿Está afligido alguno
entre vosotros? ¡Que ore!» (5:13). Quien más debe orar es quien está sufriendo. Las
personas con dolores que me veían cuando era pastor, me pedían oración. Por supuesto que
oraba por ellos, pero quien realmente tenía que orar era la persona que me pedía oración.
Fue tan notable el cambio en el rostro de una trabajadora social después de llevarla a
través de los pasos hacia la libertad que la insté a ir al cuarto de damas para que se mirara
en el espejo. Al regresar a mi oficina brillaba de la felicidad. Reflexionando en la
resolución de sus conflictos espirituales, me dijo: «Siempre pensé que otra persona tenía
que orar por mí. Este es un concepto equivocado muy común. En los pasos hacia la libertad
el aconsejado es quien hace casi toda la oración.
No podemos tener una relación de tipo secundario con Dios. Quizás necesitemos un
tercero para facilitar la reconciliación de dos personas, pero no la van a lograr por lo que
haga el mediador. Se reconciliarán sólo por las concesiones que hagan las partes
principales. En la resolución del conflicto espiritual Dios no hace concesiones para que nos
podamos reconciliar con él. Más bien, los «Pasos hacia la libertad» describen las
«concesiones» que debemos hacer nosotros para aceptar nuestra responsabilidad.
«¿Está enfermo alguno entre vosotros? Que llame a los ancianos de la iglesia» (5:14).
De nuevo vemos que la responsabilidad de sanarse siempre recae sobre el enfermo. Dudo
que jamás seamos eficaces en nuestros intentos de sanar a una humanidad doliente que no
quiera sanidad. Los pasos hacia la libertad funcionarán únicamente si la persona desea ser
sanada y acepta su propia responsabilidad.
Marcos registra el incidente en que Jesús envió por delante a sus discípulos en un barco.
El viento empezó a soplar fuerte y los discípulos se detuvieron en medio del mar y «se
fatigaban remando». Mientras caminaba sobre el mar Jesús, «quería pasarlos de largo»
(Marcos 6:48). Creo que el Señor quiere pasar de largo al autosuficiente. Cuando todo lo
queremos hacer nosotros mismos, Él nos lo permite. Cuando los discípulos le clamaron a
Jesús, Él fue donde ellos. Cuando el enfermo llama a los ancianos, ellos también deben
acudir.
Sigue diciendo Santiago: «Por tanto, confesaos unos a otros vuestros pecados, y orad
unos por otros de manera que seáis sanados. La ferviente oración del justo, obrando
eficazmente, puede mucho» (5:16). Creo que las oraciones de nuestros pastores serán
eficaces cuando la gente esté dispuesta a confesar sus pecados. Los pasos hacia la libertad
son un inventario moral feroz. He oído a la gente confesar atrocidades increíbles conforme
los van cumpliendo. Mi papel es darles la seguridad de que Dios contesta la oración y
perdona a sus hijos arrepentidos.
Siento mayor confianza en la oración después de conducir a la persona por los pasos
hacia la libertad. Juan escribe: «El que practica el pecado es del diablo, porque el diablo
peca desde el principio. Para esto fue manifestado el Hijo de Dios: para deshacer las obras
del diablo» (1 Juan 3:8). Creo que estamos dentro de la voluntad perfecta de Dios cuando le
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pedimos que restaure una vida dañada por Satanás, daño que puede ser físico, emocional o
espiritual.
La orden es: «Buscad primeramente el Reino de Dios» y luego todo lo demás nos será
añadido. Una joven se me acercó en una conferencia con un saludo muy alegre:
—¡Hola!
—¡Hola!—le respondí.
—No me reconoce, ¿verdad?—me dijo.
No la reconocía ni siquiera después que me recordó que la había aconsejado hacía un
año. Había cambiado mucho. Como Jennifer, su apariencia y su rostro se veían totalmente
distintos, una manifestación bellísima del cambio en la persona que «busca primeramente el
Reino de Dios». ¡Qué distinto es todo cuando Cristo nos da la libertad!
Nancy:
Libertad del abuso sexual femenino
El ciclo de pecar, confesar, pecar, confesar, pecar, «me doy por vencido» es más común
en las esclavitud. Supongamos que el perro del vecino se haya metido al patio porque usted
dejó abierto el portón. Ahora la mandíbula del perro se ha prendido de su pantorrilla. ¿Se
golpea usted o al perro?
Con todo el dolor del alma y conscientes de haber dejado una puerta abierta al pecado,
clamamos a Dios por su perdón. Adivine lo que hace Dios: ¡Nos perdona! Había dicho que
lo haría, pero el perro todavía está adentro. En vez de la rutina de pecar y confesar, la
perspectiva bíblica completa es pecar, confesar y resistir: «Someteos pues a Dios. Resistid
al diablo, y él huirá de vosotros» (Santiago 4:7).
En nuestro mundo occidental nos portamos como si los únicos actores en el drama
fuéramos nosotros y Dios, lo cual no es cierto. Si fueran sólo usted y Dios, entonces o usted
o Dios tendría que llevar encima la culpa de los espantosos estragos cometidos en este
mundo. Creo que Dios no es el autor de la confusión ni de la muerte, sino del orden y de la
vida. El arquitecto principal de la rebelión, del pecado, de la enfermedad y de la muerte es
el dios de este mundo: el padre de las mentiras (Juan 8:44).
Sin embargo, «el diablo me empujó» no forma parte de mi teología ni de mi práctica. Es
nuestra la responsabilidad de no dejar que el pecado reine en nuestros cuerpos mortales
(Romanos 6:12). Pero sería el colmo del juicio farisaico y del rechazo humano tratar como
culpables principales y a las personas atadas y echarlas por no lograr poner orden.
Si usted fuera testigo de una violación sexual de una niñita que dejó la puerta abierta y
los intrusos malévolos se aprovecharon de su descuido, ¿no haría caso a los abusadores y
confrontaría únicamente a la niña? De ser así, esa niñita llegaría a concluir que hay algo
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maligno en su ser, que es lo que han experimentado Nancy y muchas otras como ella.
Aprendamos por medio de su historia.
* * *
La historia de Nancy
Parecíamos una familia normal y feliz.
Mis padres eran jóvenes y no eran cristianos. Cuando yo nací tenían dos años de
casados, y su matrimonio estaba tambaleante. Luego se agregaron a la familia dos
hermanos y una hermana y las fotos de esa época muestran que parecíamos una familia
normal y feliz. Papá era guapo y mamá también era bonita. La mayoría de las fotos fueron
tomadas cuando la familia estaba lista para ir a la iglesia un domingo de resurrección, el
único día del año en que asistíamos a la iglesia.
Nos mudábamos a menudo, por lo que asistí a ocho escuelas distintas antes de entrar a
la secundaria, en dos colegios diferentes.
Una vez, cuando tenía cerca de cinco años, Papá llegó a casa y hubo el común destrozo
de muebles y cuadros; pero esta vez fue diferente. Era muy tarde en la noche y mamá y yo
estábamos levantadas pero estábamos empacando para irnos, como hacíamos a menudo.
Esta noche, en particular, estábamos agachadas en un rincón de su dormitorio. La casa
estaba totalmente destrozada, peor que nunca, y papá estaba de pie sobre nosotras con una
pistola apuntando a la cabeza de mi madre. Nos dijo:
«Ahora sí, voy a jalar el gatillo».
Mamá me abrazó fuertemente y le rogó que no la matara. Lloré y oí que el gatillo sonó,
pero no hubo explosión. Mamá había botado las balas, y la pistola que papá creía tener
cargada estaba vacía; aunque mamá no estaba segura si él habría conseguido o no más
balas.
Con eso, papá se enojó mucho más y levantó a mamá y la arrojó al otro lado del cuarto.
Mamá me dijo que me fuera corriendo donde los vecinos, cosa que hice. Vino la policía y
se llevó a papá, me quedé toda la noche en casa de los vecinos, durmiendo sola en una
cama extraña y llorando como jamás lo había hecho antes. Quería que mamá me abrazara,
pero no estaba allí. No sé a dónde fue pero cada vez que las cosas andaban mal me tenía
que quedar en otro lado sin mamá. Todavía no entiendo a dónde iba ni por qué no quería
llevarme con ella.
Amaba a mamá, pero nunca sentí que ella me amara. Sabía que
papá me amaba, sin embargo me asustaba.
Otra vez estaban peleando, papá tenía un cuchillo y mamá una botella quebrada.
Recuerdo el conflicto en mi mente en cuanto a quién quería que ganara. Amaba a mamá
pero nunca sentía que ella me amaba. Sabía que papá me amaba pero me asustaba mucho.
Esta vez papá logró cortar la garganta de mamá y darle una paliza, por cuanto una vecina la
tuvo que llevar al hospital donde permaneció varios días. Por supuesto, me quedé en casa
de una amiga … otra vez sola.
Pensaba que mis padres amaban más a los animales que a la gente. Una vez papá trajo
un perro a casa porque alguien lo había estado maltratando. Mis padres se compadecieron
de él, lo mimaron, le dieron comida extra y hablaron de lo terribles que habían sido sus
dueños anteriores. Recuerdo que me sentía celosa del perro, pues deseaba que mis padres
fueran buenos «dueños» de mí.
Cuando cumplí seis años de edad, ya papá había estado varias veces en la cárcel y mi
madre al fin lo dejó. Nos mudamos a vivir con mis abuelos por un par de años y luego nos
fuimos a otra casa en el mismo pueblo.
Constantemente hablaba sola, diciendo cuánto necesitaba masturbarme para sentirme
mejor. Soñaba con los niños de la clase en la escuela y simulaba que estábamos haciendo el
amor. Una vez, mientras me masturbaba viendo televisión mi madre entró al cuarto y me
estuvo mirando. Al principio no la vi, pero cuando lo hice, simplemente me sonrió y me
dijo que eso era normal.
Había momentos, mientras me bañaba, que viajaba fuera de mi cuerpo y soñaba con que
yo misma me ahogaba. Lo sentía agradable, pero a la vez me asustaba. Llenaba la bañera
hasta donde pudiera, me metía y me veía entre el agua, boca arriba y muerta.
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momento ni el lugar. El consejero dijo que tenía que «morir bajo la cruz» para poder hablar
en otro lengua. Mi amiga me dijo que después me caería para atrás, pero que no me
asustara.
Unas treinta personas a mi alrededor empezaron a orar, algunos en lenguas y otros no.
Hacía calor y yo simplemente quería regresar a casa, por lo que se me ocurrió hablar en
jerigonza y caerme, cosa que hice. Todo mundo se emocionó mucho porque ahora yo era
«cristiana». Sabía que los había burlado y estaba confundida, preguntándome si no sería
que los cristianos eran falsos.
Salí en auto a otro estado y me fui a vivir con un muchacho a quien había conocido
anteriormente. Las voces dentro de mí empezaron de nuevo, diciendo: «¡Ramera! ¿Y dices
ser cristiana?»
Después de un tiempo mi novio y yo rompimos y regresé a casa, pero mi padrastro no
quería que me quedara. Una noche asistí a una actividad deportiva en la universidad bíblica
local, pues en medio de todo lo ocurrido, anduve siempre con la fachada de ser cristiana y
de que Dios es muy grande.
Sin embargo, durante el partido sólo pude pensar en mi situación: me había fugado de la
casa, había vivido con un muchacho y ahora no tenía dónde vivir. En ese momento se
volvió hacia mí la muchacha sentada a mi lado y me preguntó si necesitaba donde vivir. Le
pregunté si podía leer la mente porque sí me hacía falta. Me mudé a vivir con ella y con
otras dos muchachas, me enteré que era lesbiana y que pensaba que yo era atractiva. Pero
esa fue una relación en la que jamás me metí.
Jim y yo nos empezamos a llevar mejor y las cosas llegaron a ser casi normales, aunque
todavía deseaba morir para que él pudiera encontrarse una mejor esposa y nuestros hijos
una madre buena que no se encogiera cuando le dijeran: «Mami, te amo». Entonces a Jim le
ofrecieron otro trabajo y nos mudamos, deseando desesperadamente que esta nueva
situación nos ayudara.
En el nuevo lugar, uno de nuestros hijos empezó a ver «cosas» y a tener pesadillas. No
podíamos dejarlo solo. Veía a un hombre rubio correr por su dormitorio y salir por la
puerta. Una noche, cuando tenía cuatro años de edad, nos dijo: «Necesito que el Señor viva
en mí».
Recibió a Cristo en su vida, y no sólo desaparecieron las apariciones y las pesadillas,
¡sino que también sanó inmediatamente de los graves ataques de asma que lo tenían con
medicamentos y con un respirador! Hoy en día, si le preguntan sobre el asunto, siempre
dice que: «Dios me sanó».
Después de ese breve período y estar casi normales, el nuevo empleo se volvió un
desastre. Empecé a masturbarme de nuevo, peleando y mintiendo. Despidieron a mi marido
y nos mudamos a otro lugar, donde Dios suplió milagrosamente una casa y otro empleo con
el personal de una iglesia. Contentos con esa nueva situación pasamos un tiempo muy bien,
pero de nuevo llegó la depresión. No podía desempeñar mis funciones y de nuevo quería
morir. No tenía amistades; ni en quien confiar. ¿Quién iba a comprender lo que eran voces,
fantasmas, depresiones tremendas y la obsesión por morir? Llevaba una doble vida, trataba
de ayudar en la iglesia, aun presentándole el Señor a unas personas, mientras que en casa
era histérica e iracunda. Tenía engañado a todo el mundo, menos a mi familia. Sentía que
me volvía loca.
Un médico me diagnosticó el problema como síndrome premenstrual y me contó que
había una pastilla nueva. Yo creía que un cristiano podía tener problemas físicos, pero en el
caso mío el problema era de la mente y sabía que de algún modo tendría que ponerle fin a
este tormento mental.
Sentía miedo … miedo de bañarme por temor a que la cortina de baño me envolviera y
me matara … temor de contestar el teléfono por no querer hablar con nadie … temor de ser
responsable, pues ya no era la persona a quien le encantaba planear, organizar y realizar
grandes actividades … temor a las caras en el espejo de mi cuarto … y temor a manejar el
auto de noche porque figuras y culebras aparecían en los focos.
ocultismo y a lo no cristiano. Sentía que me vomitaba, mi visión se iba y volvía, sentía que
me ahogaba y no podía respirar. Recuerdo que muy tranquilamente Neil le dijo a Satanás
que me liberara, afirmando que yo era hija de Dios. Me sentí calmada y continué con las
oraciones.
Cuando llegamos a la parte del perdón le dije a Neil que no tenía que perdonar a nadie,
que amaba a todo el mundo, excepto a él en ese preciso momento. Me dijo que orara y le
pidiera a Dios que me ayudara a recordar a quiénes debía perdonar. Vinieron a mi mente
nombres en los que no había pensado en muchos años. Cuando empecé a orar para
perdonarlos, lloré profundamente y esta vez salieron bien las lágrimas. Sentí que me
quitaban un enorme peso de encima.
Pasamos por las otras oraciones y me iba sintiendo cada vez mejor. Podía respirar y me
sentía amada. Cuando terminamos, Neil me sugirió que fuera al cuarto de damas y me
examinara bien en el espejo. Lo hice y, por primera vez en mi vida, ¡me gustó lo que vi!
Dije: «Me gustas, Nancy. Es más, te amo». Miré a mis ojos y estaba feliz porque sentí que
gracias a Jesús, allí se reflejaba una persona realmente buena. Fue la primera vez en mi vida
en que pude mirar el espejo sin sentir autorrepugnancia.
Esa noche tuve que manejar el auto durante tres horas para llegar a la graduación de uno
de mis hermanos. Jim no pudo ir conmigo debido a sus responsabilidades con el congreso.
Desde entonces nuestro hijo menor tuvo algunos temores y pesadillas. En vez de orar
con temor, hablamos de quién es él en Cristo. Nuestro hijo dijo: «¡Oye! Satanás me tiene
miedo. Mejor que me tengas mucho cuidado porque soy hijo de Dios».
¿Le odian?
Tal vez se esté preguntando por qué Nancy, Sandy y otros expresaban odio hacia mí.
Me alegra decir que no eran sus sentimientos reales, porque esos no eran ellos. A Satanás
no le gusta lo que digo ni que esté ayudando a la gente a recuperar terreno donde él tenía
una fortaleza. Si esto sucede cuando está ayudando a alguien, no le haga caso a esos
comentarios y siga adelante. Una vez terminados los pasos, cuando ya se sientan libres, a
menudo le expresarán un gran cariño. ¿Recuerda el comentario que hizo Anne en el
capítulo 2? Dijo: «Inmediatamente sentí amor en mi corazón para usted, Neil».
La transferencia demoníaca
Si se puede traspasar la influencia demoníaca de una persona a otra, más que en
cualquier otro momento, que yo sepa, sucederá durante el acto sexual ilícito. Cada persona
abusada sexualmente con quien he trabajado ha tenido graves dificultades espirituales. La
masturbación compulsiva desde la edad de tres años no es parte «normal» del desarrollo,
especialmente para las niñas. Pero es un bastión muy común en aquellas alas que se han
violado sexualmente. Estas mujeres casi siempre se encuentran en un estado de profunda
condenación, tanto por el enemigo como por sí mismas, y con gusto se despojan de la
masturbación al entender cómo renunciar su punto de entrada y hacerle frente a Satanás.
La fortaleza tiene más arraigo cuando el abusador sexual fue uno de los padres. Estos
son la autoridad del hogar, y se supone que deben proporcionar la protección espiritual que
todo niño necesita para desarrollarse espiritual, social, mental y físicamente. Los padres que
se encuentren esclavizados pasan su iniquidad a la generación siguiente. Cuando son
abusadores, abren directamente la puerta para que haya un asalto espiritual sobre su hijo.
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Doug:
Libertad del abuso sexual masculino
Los sentimientos de repugnancia surgen rápidamente en la mente de la mayoría de las
personas cuando se consideran imágenes de perversión sexual. Supongamos que esa fuera
la percepción de usted mismo y que además fuera ministro del evangelio a tiempo
completo. Para agravar el asunto añada el autoconcepto de ser un bastardo criado en un
hogar de raza mixta, con todo el rechazo social que desgraciadamente le acompaña.
¿Cómo se sentiría con respecto a su persona? ¿Aceptaría fácilmente el hecho de ser un
santo que peca, o se vería como un pecador desgraciado? ¿Andaría en la luz, tendría
comunión con otros creyentes y hablaría la verdad con amor? ¿O viviría una vida solitaria,
muerto del susto pensando que alguien se va a dar cuenta de lo que realmente le sucedería
por dentro? Tal es el caso de la siguiente historia.
* * *
La historia de Doug
Papá nunca me llamó «hijo».
Mi madre no estaba casada cuando nací, pero a los dos años se casó con un negro. Era
una persona decente, pero nunca me llamó «hijo» ni jamás me dijo que me amaba. Cada
vez que íba a algún lado con ambos padres era obvio que yo no era producto de su
matrimonio y a veces me llamaban «el chiquillo de Sambo».
Cuando tenía edad preescolar, una mujer que me Cuidaba me llevó a su apartamento e
hizo juegos sexuales conmigo. En los años siguientes realicé experimentación sexual con
otros niños, fui explotado sexualmente por muchachas y muchachos mayores y finalmente
fui violado por jóvenes.
Comprendía que mi identidad era «bastardo»: alguien que no había sido planeado ni
deseado, un accidente. Muy pronto percibí que mis ansias de amor y de aceptación
posiblemente se podrían satisfacer a través del sexo, y que al ofrecerle satisfacción a otros
por medio del sexo, podría mostrarles que mi amor no era egoísta. Por tanto, el sexo llegó a
ser una obsesión y con el tiempo me llevó a la perversión.
Traté muchísimo de lograr los aplausos y la aprobación también de parte del mundo
«correcto», y gané muchos premios y honores en la escuela. Pero mi autoimagen estaba en
cero y nadie ni nada parecía ayudarme. A los dieciséis años de edad me volví suicida.
Entonces un verano fui a un campamento y conocí personas que parecían quererme
genuinamente. Allí me enteré del amor de Jesús por mí. La promesa de obtener ese amor,
combinado con el enorme disgusto por mi persona, me condujo a recibirlo a Él como mi
Salvador. En esa época ya sabía que mi estilo de vida era malo y que debía abandonarlo,
pero lo había fijado durante años y me parecía que no tenía el poder para cambiar.
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Sin embargo, me propuse seguir a Cristo, orando que de alguna manera milagrosa me
transformara un día en la persona que ansiaba ser. Me preparé para el ministerio, me gradué
y luego me puse a trabajar con ahínco. Creo que parte de lo que me motivaba a trabajar en
el ministerio fue darme a otros con el fin de que a cambio, me amaran a mí.
Poco a poco hubo crecimiento. Dios me estaba ayudando a ver las cosas desde una
perspectiva distinta y ya mis pasiones no me controlaban tanto. Pero me seguía molestando
la realidad de que nuestra relación matrimonial no era todo lo que debía ser.
Ahora que reflexiono sobre la vez en que había planeado quitarme la vida pero que al
llegar a casa encontré a mis hijos en la entrada, me doy cuenta de que muchos de mis
recuerdos del pasado se habían bloqueados, misericordiosamente. Sin embargo, durante la
opresión demoníaca que vino después, hubo escenas retrospectivas de conducta depravada
y oleadas de pensamientos perversos. Luego habría un torrente de pensamientos
autodestructivos en los que el suicidio era de nuevo la salida más fácil para toda la presión
que experimentábamos.
Entraba y salía de la realidad sin poder controlarlo. Me dio miedo volverme loco. Me
despertaba a medianoche sudando por haber soñado con horrores increíbles como matar a
mis seres queridos y colocar sus cadáveres en bolsas transparentes.
Hablé de este ataque con mis hermanos en Cristo y hubo un apoyo masivo en oración.
Estaba muy débil y vulnerable, y necesitaba el apoyo de la oración por parte del pueblo de
Dios para quitarme de encima esa arremetida de depresión demoníaca. Finalmente se fue, y
de nuevo pude pensar con objetividad y espiritualidad sobre los asuntos.
esposo y esposa. Ha empezado la buena obra y la continuará hasta que estemos delante de
él, completos en Cristo.
* * *
En este capítulo quiero discutir el asunto del pecado sexual habitual en su relación con
el cuerpo físico. En el siguiente capítulo trataré el tema de la batalla por nuestra mente en
relación a las ataduras sexuales.
En Romanos 6:12 se nos amonesta que no dejemos que el pecado reine en nuestros
cuerpos mortales para obedecer sus malos deseos. Esa es nuestra responsabilidad: no dejar
que el pecado reine en nuestros miembros. Lo difícil es que la fuente de los conflictos son
«vuestras mismas pasiones que combaten en vuestros miembros» (Santiago 4:1).
Muertos al pecado
En Romanos 6:6, 7 encontrará el concepto básico que debemos entender para no dejar
que el pecado reine en nuestros cuerpos: «Y sabemos que nuestro viejo hombre fue
crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que ya
no seamos esclavos del pecado; porque el que ha muerto ha sido justificado del pecado». A
menudo pregunto en una conferencia: «¿Cuántos han muerto con Cristo?» Todo el mundo
levanta sus manos y luego pregunto: «¿Cuántos son libres del pecado?» Debería haber el
mismo número de manos, o si no, esta gente tiene un problema con las Escrituras.
Cuando fracasamos en nuestro andar cristiano es común razonar: «¿Qué experiencia
debo tener para vivir como si llevara la muerte de Cristo?» La única experiencia necesaria
fue la que Cristo tuvo en la cruz. Muchos tratan una y otra vez de hacer morir al viejo ser
(hombre) y no pueden. ¿Por qué no? ¡Porque el viejo ser ya murió! No se puede volver a
hacer lo que ya Cristo hizo por usted. La mayoría de los cristianos tratan desesperadamente
de convertirse en lo que ya son. Recibimos a Cristo por la fe … andamos por la fe … somos
justificados por la fe … y también somos santificados por la fe.
Sin embargo, en mi propia experiencia muchas veces no me siento muerto al pecado.
Muy a menudo me siento vivo al pecado y muerto a Cristo, aun cuando se nos amonesta
«vosotros, considerad que estáis muertos para el pecado, pero que estáis vivos para Dios en
Cristo Jesús» (Romanos 6:11). Es importante reconocer que tomar esto como cierto lo hace
cierto. Lo tomamos como cierto porque es cierto. Creer algo no lo convierte en la verdad.
Es verdad; por tanto, lo creo. Y cuando decidimos caminar por fe de acuerdo a lo que
afirman las Escrituras, termina siendo la verdad en nuestra experiencia. Así que, para
resumir: Usted no puede morir al pecado porque ya murió al pecado. Decida creer esa
verdad y andar en ella por la fe, entonces el resultado de estar muerto al pecado se va
desarrollando en su experiencia.
De manera similar, no sirvo al Señor para lograr su aprobación. Soy aprobado por Dios;
por tanto, le sirvo. No trato de vivir en rectitud con la esperanza de que algún día Él me
ame. Vivo con rectitud porque ya Él me ama. No trabajo en su viña tratando de ganarme su
aceptación. Soy aceptado en el Amado; por tanto, le sirvo con muchísimo gusto.
Vivamos libres
Cuando el pecado hace su llamado, yo digo: «No tengo que pecar porque ya he sido
librado de las tinieblas y ahora estoy vivo en Cristo. Satanás, tú no tienes ninguna relación
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Todo creyente está en Cristo y es miembro de su cuerpo. Unir mi cuerpo con una
prostituta sería usar mi cuerpo para pecar, en vez de usarlo como un miembro del cuerpo de
Cristo: la iglesia. «El cuerpo no es para la inmoralidad sexual, sino para el Señor, y el Señor
para el cuerpo» (1 Corintios 6:13). Si está unido al Señor en Cristo, ¿se imagina el
torbellino interno que resultaría si a la vez está unido físicamente con una prostituta? Esa
unión crea una atadura impía que se opone a la unión espiritual que tenemos en Cristo. La
esclavitud que viene como resultado de esa unión es tan tremenda que Pablo nos advierte:
«Huid de la inmoralidad sexual». ¡Salga corriendo!
Los pecados sexuales forman una categoría aparte, ya que todos los demás pecados
están fuera del cuerpo. Podemos ser creativos en la manera de arreglar, organizar o usar de
otra manera lo que Dios ha creado, pero no podemos crear algo espontáneamente de la nada
como sólo Dios puede hacer. La procreación es el único acto creativo en que el Creador
permite que el hombre participe, y Dios ofrece instrucción muy detallada de cómo debemos
vigilar el proceso de traer a este mundo otras vidas. Limita el sexo a un acto íntimo del
matrimonio, exige que el lazo matrimonial dure hasta que la muerte los separe y encarga a
los padres proporcionar un ambiente que fomente la crianza de los niños en el conocimiento
del Señor.
La perversión satánica
Cualquiera que haya ayudado a las víctimas a salir del abuso ritual satánico sabe cuan
profundamente Satanás viola las normas de Dios. Esos rituales son las orgías sexuales más
repugnantes que jamás su mente se atrevería a imaginar. No es el sexo como lo entendería
un humano normal. Por el contrario, es la explotación más desgarradora, obscena y violenta
de otro ser humano que usted pueda imaginar. Violan y torturan a los niñitos. El clímax
para un satanista es sacrificar a alguna víctima inocente en el momento del orgasmo. La
palabra «enfermizo» no puede describir con justicia el abuso. La «maldad absoluta» y la
«iniquidad total» describen mejor el increíble envilecimiento de Satanás y de sus legiones
de demonios. Si Satanás apareciera como es en nuestra presencia ¡creo que sería un noventa
por ciento de órgano sexual!
Los satanistas tienen ciertos reproductores escogidos para desarrollar una «super» raza
satánica que según ellos gobernará este mundo. A otros reproductores se les exige que
traigan sus crías o fetos abortados para sacrificarlos. Satanás hará todo lo que pueda para
establecer su reino, mientras que a la vez intenta pervertir la descendencia del pueblo de
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Dios. Con razón los pecados sexuales son tan repugnantes para Dios. Usar nuestros cuerpos
como instrumento de iniquidad permite que Satanás reine en nuestros cuerpos mortales.
Hemos sido comprados con un precio, hemos de glorificar a Dios en nuestros cuerpos. En
otras palabras, debemos manifestar la presencia de Dios en nuestras vidas conforme
producimos fruto para su gloria.
El comportamiento homosexual
Si bien la homosexualidad es una fortaleza que va en aumento en nuestra cultura, no
existe tal cosa como un homosexual. Considerarse homosexual es creer una mentira, porque
Dios nos creó varón y hembra. Sólo existe el comportamiento homosexual, y normalmente
esa conducta fue desarrollada en la primera infancia y fue reforzada por el padre de las
mentiras. Cada persona a quien he aconsejado y que lucha contra las tendencias
homosexuales ha tenido una fortaleza o atadura espiritual importante, algún aspecto de su
vida donde Satanás tiene pleno control.
Pero no creo en un demonio específico de homosexualidad. Esa mentalidad nos tendría
echando fuera ese demonio y entonces la persona estaría totalmente liberada de futuros
pensamientos y problemas. No conozco ningún caso así, aunque no podría presumir de
limitar a Dios de realizar semejante milagro. Sin embargo, he ayudado a muchísima gente
atada por la homosexualidad, a encontrar su libertad en Cristo y la he dirigido hacia una
nueva identidad en Él y a la comprensión de cómo resistir a Satanás en esta área.
Los que se ven cautivos por el comportamiento homosexual luchan contra toda una vida
de malas relaciones, de hogares desajustados y de confusión de papeles. Sus emociones han
sido atadas al pasado y se lleva tiempo establecer una nueva identidad en Cristo.
Típicamente pasan por un arduo proceso de renovación de mentes, pensamientos y
experiencias. En la medida en que lo hacen, sus emociones finalmente se conforman a la
verdad que ahora han llegado a creer.
Los gritos proferidos desde el púlpito diciendo que los homosexuales tienen el infierno
como su destino, sólo desespera más a los que luchan con ese problema. Los padres
autoritarios que no saben amar contribuyen a una mala orientación de su hijo y los
mensajes de condena refuerzan una autoimagen ya dañada.
No me malentienda. Las Escrituras condenan claramente la práctica de la
homosexualidad, así como de todas las demás formas de fornicación. Pero imagínese lo que
debe ser padecer sentimientos homosexuales que uno ni siquiera pidió, para luego saber que
Dios le condena por ello. Como resultado, muchos quieren creer que Dios los creó así,
mientras que los homosexuales militantes tratan de comprobar que su estilo de vida es una
alternativa legítima a la heterosexualidad, y se oponen violentamente a los cristianos
conservadores que dicen otra cosa.
A los que batallan contra las tendencias homosexuales, debemos ayudarlos a establecer
una nueva identidad en Cristo. Hasta los consejeros seculares saben que la identidad es un
asunto clave en la recuperación. ¡Cuánto mayor no será el potencial de los cristianos para
ayudar a esta gente, ya que tenemos un evangelio que nos libera de nuestro pasado y nos
establece en Cristo! Así que, como consejero pido a las personas atrapadas por la
homosexualidad que profesen su identidad en Cristo. También les pido que renuncien a la
mentira de que son homosexuales y que declaren la verdad de que son hombres y mujeres.
Algunos quizás no tengan una transformación inmediata, pero su declaración pública los
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Charles:
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El violador liberado
Un día recibí una llamada de un pastor que empezó así: «¿Le exige la ley que divulgue
declaraciones confidenciales?» En realidad, lo que quería decir era: «Si llegara a reunirme
con usted, ¿podría contarle que estoy abusando sexualmente de mi hija o de otros niños sin
que me entregue a las autoridades?» Le recordé que casi todos los estados todavía protegen
la confiabilidad del clero, pero que le exigen a los profesionales con licencia del estado y a
los oficiales públicos denunciar cualquier sospecha de abuso. Dije que aunque no me lo
exige la ley de nuestro estado, mi responsabilidad moral era proteger a otra persona que se
encontrara en peligro.
Se arriesgó y me narró su historia. Todo empezó dándole masajes a la espalda de su hija
para despertarla en la mañana, pero pronto esto lo llevó a darle caricias inadecuadas,
aunque no hubo intento de coito. «Neil», me dijo, «antes no tuve tanta lucha con la
tentación sexual, pero ahora apenas entro por la puerta de su cuarto es como si no tuviera
control. Cuando hablé con su hija comprendí por qué.
Lo que estaba sucediendo me recordaba la descripción de Homero en el siglo nueve
a.C. de las sirenas o ninfas marítimas, cuyos cantos seducían a los marineros a su muerte en
las costas rocosas. Todo barco que pasaba demasiado cerca sufría el mismo fin desastroso.
En la historia, Ulises se amarra al mástil del barco y ordena a su tripulación que se pongan
tacos en las orejas y que no hagan caso a ninguna solicitud suya. El tormento mental de
tratar de resistir el canto de las sirenas era inaguantable.
No deseo excusar a este pastor, pero hay una línea delgada en la tentación, que cuando
se traspasa da como resultado la pérdida del control racional. Este pastor la cruzaba cada
vez que entraba por la puerta de la habitación de su hija. Según me enteré más tarde, la hija
tenía graves problemas espirituales como resultado del abuso de un pastor de jóvenes en un
ministerio anterior, abuso que nunca se resolvió a nivel espiritual. No era la hija la que
estaba realmente atrayendo sexualmente a su padre; sino la fortaleza demoníaca en su vida.
Las «sirenas» encantaban al padre para que hiciera lo indecible. Cuando me reuní con la
hija, ni siquiera pudo leer toda una oración de compromiso para enfrentarse con Satanás y
sus ataques, lo cual es una señal de la opresión del enemigo. El padre luchó con su esposa y
juntos buscaron la ayuda que necesitaban y trabajaron para resolver la situación.
La siguiente historia difiere de esta en por lo menos un aspecto: La hija de Charles
jamás había sido abusada, ni era seductora y no parecía haber fortaleza demoníaca alguna
en su vida. Sin embargo, en algún momento de su búsqueda de gratificación sexual, Charles
cruzó una línea después de la cual perdió el control. Su vida fue dominada por una fuerza
que lo conducía a la habitación de su hija, y que fue la causa de la desintegración de su
mundo. Finalmente casi pierde la vida.
Charles es un profesional próspero que padeció abuso como niño y luego se convirtió
en abusador. Gracias a Dios su historia no termina allí, pues después del naufragio hubo
una recuperación.
* * *
La historia de Charles
Dios moldea a sus escogidos.
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«¿Recuerda que le conté que me sentía deprimido porque mi hija estuvo internada en un
salón de siquiatría todo el mes pasado?», empecé. «Estaba bajo observación después que se
fugó de casa e intentó suicidarse. Bueno, esta noche le conté a mi esposa por qué mi hija
estaba deprimida: había abusado sexualmente de ella. Mientras mi esposa todavía
tambaleaba ante esa revelación, entró nuestro hijo adulto. Se volvió loco, golpeando las
paredes, llamándome monstruo, después de lo cual se fue a buscar su pistola. Tuve que
correr para salvar la vida. Cuando salí, mi esposa luchaba con él para que no me disparara.
No sé qué sucedió después». Terminé mi confesión y luego me eché a llorar amargamente.
«Busque un lugar donde vivir por unos días mientras tratamos este asunto», dijo mi
consejero. «Es obvio que no puede regresar en estos momentos. Llámeme cuando se instale
para conversar.
y siempre teníamos todo lo que materialmente necesitábamos. En sus últimos años mis
padres vivían muy bien y nos daban muchos lujos. Me sentí amado y cuidado, según mi
juicio, pero realmente no sabía nada de la vida familiar de otros niños, por lo que no tenía
punto de comparación. Una de las características de nuestra familia era que no se hablaba
de cómo nos llevábamos, de cómo andaba la familia ni de nuestra reacción emocional a
nada. No hablábamos de nuestra vida personal entre mis hermanos y yo, mucho menos con
el mundo exterior.
Uno de mis recuerdos más tempranos fue recibir una nalgada por haber tenido un
accidente en el piso del baño cuando estaba aprendiendo a usar el inodoro. Algo que yo
había considerado un pasatiempos infantil, se transformó de repente en humillación, regaño
y dolor intenso. No sabía lo que había hecho para merecer tal ira; a esa edad tan tierna sólo
estaba consciente de la vergüenza que sentía por haberle fallado a mi madre.
madre tenía sus propios problemas emocionales con mi padre y no podía comunicarle sus
emociones a nadie, mucho menos a sus hijos. Así que vivíamos independientes, aguantando
cada uno como pudiera la ira y el rechazo de papá.
Cuando tenía cerca de once años un compañero de escuela me introdujo a la
masturbación. Confundido y fascinado, me di cuenta de que así podía sentirme mejor y
obtener placer, aunque sólo fuera por unos pocos momentos cada vez. Como no tenía gozo
en mis relaciones personales, me vi atraído cada vez más por la autogratificación como una
manera de lograr solaz y consuelo cuando estaba solo, asustado o sintiéndome rechazado o
inútil.
El aislamiento producido por mi práctica solitaria habría sido malo en sí, pero de algún
modo descubrí el poder de la fantasía para mejorar la experiencia y aumentar el estímulo.
Empezando con las ilustraciones de ropa interior femenina en el catálogo de Sears que tenía
mi abuela, rápidamente me enteré de la pornografía por medio de una copia de la revista
Playboy que mi abuela me compró (creyendo, supongo, que tenía algo que ver con sugerir a
los jovencitos actividades de juego). Más tarde, cuando ella vio el contenido, rápidamente
la recuperó pero sin que antes mi mente impresionable hubiera permitido tuviera un
impacto indeleble en mi mente.
otros pasajes bíblicos, mientras yo no dije nada religioso cuando tuve que hablar y cité
fuentes seculares o místicas. Es notable que no hice voto de fidelidad, honra o protección a
mi esposa. En ese momento estaba muy «enamorado» pero no tenía la menor idea del
compromiso que mi novia hacía, de amarme en el amor de Cristo.
Al principio mi esposa, por sus fuertes deseos de complacer a su nuevo marido,
satisfizo mi lujuria. Aun en la cama matrimonial yo la consideraba simplemente otro objeto
colocado allí para mi placer, para hacerme sentir adecuado y amado. No procuré mucho
aumentar el placer en ella, aparte de pedir una copia de un tratado hindú sobre el sexo, que
incluía centenares de actividades acrobáticas que para mi decepción no podíamos ejecutar
por no ser atletas. Todavía estaba buscando el máximo placer sexual prometido pero jamás
entregado por la pornografía. Me costaba entender nociones tales como compromiso,
cuidado, protección, comunicación y fidelidad.
Después de nacer nuestro primer hijo hubo muchas discusiones amargas respecto a la
crianza religiosa de nuestros hijos. Insistía en que no tendría ninguna. Con lágrimas mi
esposa me confesó que temía que fueran condenados al infierno si no conocían a Jesús
como su Señor. Quería que conocieran a Jesús desde muy pequeños. Mi empecinamiento
era que a nuestros hijos no se les «lavara el cerebro», sino que de alguna manera
aprendieran algo de religión una vez que ya fueran adultos. Aunque tomé un curso sobre la
vida de Cristo y me saqué una nota alta, todavía rechazaba el evangelio. Era abusivo, hostil
y blasfemaba al Dios vivo en mi petulancia e ira. Mientras tanto, mi vida era un desorden,
aunque yo era el último en darme cuenta.
Después de eso no hubo más «buenas noches», ya no quería que la abrazara, ni siquiera
que la tocara, aduciendo que le dolían los músculos por sus ejercicios. Se abrió una brecha
entre los dos, pero en mi estado de engaño no quise aceptar que su rechazo tuviera nada que
ver con el abuso de nuestra relación, con la violación de sus límites como persona, ni con la
transgresión de la ley de Dios. Atribuí su frialdad a los «dolores de crecimiento», sin poder
reconocer que la había herido y asustado, y había pervertido nuestra relación.
donde pudieran y para ofrecerles su ayuda. Uno de ellos se llevó las armas de nuestra casa.
Mi esposa se comunicó al día siguiente con la agencia de protección de la niñez, porque por
ley hay que denunciar cuando se descubre un abuso.
Me mudé a un motel económico por un par de semanas mientras mi esposa decidía qué
hacer. No podía llamar a casa porque mi hijo estaba allí. Pasé mis días con mucho dolor,
fustigándome, llorando mi pérdida. Encontré una Biblia y empecé a leer versículos acerca
de los que estamos en Cristo y del amor de Dios por nosotros. Lloré muchísimo. Leía una y
otra vez el Salmo 51, la confesión de pecado del rey David con Betsabé. Oré en voz alta a
Dios; le grité a mi almohada y la bañé en lágrimas. Lloré amargamente por lo que quedaba
de una vida desperdiciada, de relaciones quebrantadas. Empecé muy lentamente a darme
cuenta de cómo mis pecados produjeron consecuencias imborrables en las vidas de otros.
Desde mi habitación en el motel hablé con nuestros amigos de la iglesia, vertiendo sobre
ellos mi angustia. Estaba pasmado de que no me hubieran tirado el teléfono. No aprobaban
mi conducta, pero seguían hablándome.
atender, pero nuestras herramientas son las mejores. Estamos construyendo un registro de
éxitos en la resolución de nuestros conflictos pasados y presentes.
preocupaciones porque estos conferenciantes buscan suplir las necesidades de las personas
lastimadas de nuestra sociedad, lo que también es el ministerio de la iglesia.
Una constante preocupación que escucho de los cristianos, que trabajan en las agencias
paraeclesiásticas y seculares, con las personas vejadas, es su frustración con la iglesia.
Dicen que esta vive en el rechazo y que más bien alcahuetea a los que agreden a sus
esposas, a los que abusan de niños y a los alcohólicos. Aducen que es más común que la
iglesia no defienda a la víctima sino que ofrezca un santuario al abusador, bajo el disfraz de
no querer ningún escándalo. Por lo consiguiente, ni el abusador ni el abusado reciben
ayuda, y sus vidas siguen cada vez más y más desviadas, como en el caso de Charles.
1. Enfrente su condición actual delante de Dios. Con Dios no hay secretos. Él conoce
los pensamientos y las intenciones de su corazón (Hebreos 4:11–13), y jamás debe temer el
rechazo por ser honesto con Él y por confesar su pecado y su necesidad. La confesión
simplemente es hablar la verdad con Dios y vivir constantemente de acuerdo con Él. Lo
opuesto de la confesión no es el silencio, sino más bien la racionalización y la
autojustificación, que intentan excusar o negar su problema. Esto jamás le conducirá a la
libertad. Su camino de salida de la esclavitud debe incluir a Dios de manera honesta e
íntima.
2. Comprométase con una visión bíblica del sexo. Dios creó toda expresión sexual con
el fin de asociarla con el amor y la confianza, que son imprescindibles para un buen
funcionamiento sexual. Según estudios recientes, hay pruebas de que la confianza quizás
sea uno de los factores más importantes en la capacidad de las mujeres para lograr el
orgasmo. Asegurar la confianza significa que no tendremos jamás el derecho de violar la
conciencia del otro: lo que es malo para su cónyuge, es malo para usted.
Demasiadas esposas me han preguntado con lágrimas en los ojos si deben someterse a
toda solicitud que sus maridos les hagan. Normalmente los maridos piden alguna expresión
desviada con la esperanza de satisfacer su lujuria. Algunos hasta se amparan en Hebreos
13:4 diciendo que es «pura la relación conyugal», aduciendo que la Biblia permite todo tipo
de expresión sexual dentro del matrimonio. No hay cuatro palabras que más se saquen del
contexto que esas. Termine de leer el versículo: «Pero Dios juzgará a los fornicarios y a los
adúlteros». La idea es mantener pura la relación sexual sin adulterio ni fornicación. La
esposa puede cumplir con las necesidades sexuales de su marido, pero jamás podrá
satisfacer su lujuria.
Una visión bíblica del sexo siempre será personal, pues es la expresión íntima de dos
personas enamoradas. La gente esclavizada por el sexo o aburrida de él lo han
despersonalizado. Se vuelven obsesionados con pensamientos sexuales para lograr mayor
excitación; y como el sexo obsesivo siempre despersonaliza, aumenta el aburrimiento y los
pensamientos obsesivos se hacen más fuertes. ¡Un hombre me dijo que su práctica de
masturbación no es pecaminosa porque en sus fantasías las mujeres no tienen cabeza! Le
dije que precisamente eso es lo malo de lo que hace. Tener fantasías de otra persona como
objeto sexual, sin verla como persona creada a la imagen de Dios es precisamente el
problema. Aun la reina de la pornografía es la hija de alguna madre y no simplemente un
pedazo de carne.
La visión bíblica del sexo también se asocia con la seguridad y la protección. Fuera del
plan de Dios, el temor y el peligro también pueden causar despertar sexual. Por ejemplo,
meterse a una tienda pornográfica causará la excitación sexual mucho antes de que se
presente un estímulo sexual real. Y la costumbre de mirar objetos sexuales es muy
resistente al tratamiento porque la excitación no viene simplemente por la vista, el acto
viola una norma cultural prohibida. El clímax emocional se intensifica con la presencia del
temor y del peligro.
Un hombre dijo que estaba metido en sexo estimulante. Alquilaba una habitación en un
motel y cometía adulterio en la piscina donde la posibilidad de que los vieran intensificaba
el clímax. Esa gente tiene que separar el temor y el peligro de su estímulo sexual. Una
visión bíblica del sexo incluye los conceptos de seguridad y protección para que el
cumplimiento máximo venga a raíz de una entrega total del uno al otro, en confianza y
amor. Alguna gente se deja engañar con el cuento de que la fruta prohibida es la más dulce,
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negando la importancia crucial de una relación entre el hombre y la mujer para encontrar el
placer y la satisfacción en el sexo.
También abogo por abstenerse del uso de los órganos sexuales para cualquier otra cosa
que para lo que los hizo el Creador. Dios no me hizo patas para arriba, ni se supone que
deba caminar sobre las manos. Hay partes de mi cuerpo que fueron creadas para disponer
de los fluidos y las sustancias de desecho. No creo que el sexo oral refleje el propósito del
Creador para el uso apropiado de las partes del cuerpo. Hasta la higiene personal sugiere
que esta expresión no se ajusta a los objetivos de Dios.
¿Por qué será que constantemente buscamos la máxima experiencia sexual? ¿Por qué no
buscamos la máxima experiencia personal con Dios y uno con el otro, para que el sexo en
el matrimonio sea una expresión de la misma forma? La buena relación sexual no hace un
buen matrimonio, pero un buen matrimonio tendrá una buena relación sexual.
3. Busque el perdón de todos los que haya ofendido sexualmente. Insto a todo hombre a
pedirle perdón a su esposa por cualquier violación de su confianza. Nuestras esposas
sienten cuando algo anda mal; no permitamos que tengan que adivinarlo. En realidad ellas
forman parte imprescindible de lo que nos permite vivir sexualmente libres en Cristo. Los
hombres somos increíblemente vulnerables en el área sexual, y necesitamos el apoyo
cariñoso y el discernimiento que ofrece una esposa amorosa. Tanto Douglas, en el capítulo
anterior, como Charles finalmente confesaron todo a sus esposas. ¿Habrá sido humillante?
Sí, pero ese es el camino hacia la libertad.
Charles también tuvo que pedir el perdón de sus hijos. En algunos casos se llevará años.
Tristemente, algunos nunca logran llegar al punto de perdonar al que abusó de ellos, y
entonces el ciclo de abuso continúa. Los hijos a los que se ha maltratado normalmente se
vuelven abusadores también y sus hijos sufren la consecuencia de otro padre esclavizado.
Si la víctima decide no perdonar al abusador, vive esclavizado por la amargura. Sin
embargo, para el abusador restaurado que vive bajo condenación porque su víctima no lo ha
perdonado se está negando la obra que Cristo completó. Cristo murió por los pecados del
mundo una vez por todas. Tenemos que creerlo, vivirlo y enseñarlo para poder parar el
ciclo de abusos.
4. Renueve su mente. El sexo anormal es producto de los pensamientos obsesivos.
Dichos pensamientos se vuelven duraderos a causa del refuerzo físico y mental que reciben
con la repetición de cada acto y de cada percepción mental. La mente sólo puede
reflexionar sobre lo que se ve, se guarda en la memoria o se imagina intensamente; somos
responsables de lo que pensemos y de nuestra propia pureza mental.
Recuerdo cuando recién me convertí a Cristo y me comprometí a limpiar mi mente.
Como se imaginará, el problema empeoró en vez de mejorar. Cuando cede a los
pensamientos sexuales, la tentación no parece tan fuerte, pero cuando decide no pecar, la
tentación se vuelve más fuerte. Recuerdo que yo cantaba simplemente para distraer la
mente. Mi vida y mis experiencias serían bastante inocentes en comparación con las de la
mayoría de las personas con que he hablado, pero aun así, duré años en el proceso de
renovar mi mente debido a las imágenes que le había programado.
Imagine a su mente como el café en una cafetera. El líquido es oscuro y maloliente
debido a la broza del café viejo (el material pornográfico y las experiencias sexuales) que
tiene y que ha quedado allí. No hay forma de librarlo de ese sabor amargo y ese color tan
feo que ahora lo impregnan; no hay forma de sacarlo con filtro. Tiene que botar la «broza»,
y lo debe hacer. ¡Debe botar a la basura el material pornográfico!
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Una familia:
Libertad de los falsos maestros
Las personas más inseguras que podrá conocer son los manipuladores. Son
independientes, no le importan los demás; son superficiales, no profundizan.
Subconscientemente insisten demasiado en la falsa creencia de que su valor depende de la
capacidad de controlar o manipular el mundo que los rodea. Tome en cuenta a los Hitler y
los Hussein del mundo, cuyas inseguridades llegaron a tal extremo que millones perdieron
sus vidas. Los manipuladores de este tipo simplemente eliminan a los que se oponen y se
rodean de marionetas que los reafirmen externamente.
De manera similar y más siniestra, se han metido en la iglesia falsos profetas y
maestros, como nos advierten claramente las Escrituras: «Porque se levantarán falsos
cristos y falsos profetas, y darán grandes señales y maravillas de tal manera que engañarán,
de ser posible, aun a los escogidos» (Mateo 24:24). Todavía me sorprende que los
seguidores de líderes de sectas provengan de hogares de alto nivel de educación, de clase
media, y usualmente religiosos. ¿Seremos tan susceptibles al engaño? ¡Pues sí lo somos!
En 2 Pedro 2 vemos que el capítulo entero se dedica a advertirnos de los falsos profetas
y maestros que se levantarán, aparentando ser cristianos. Tome nota de los primeros dos
versículos:
Pero hubo falsos profetas entre el pueblo, como también entre vosotros habrá falsos
maestros que introducirán encubiertamente herejías destructivas, llegando aun hasta negar
al soberano Señor que los compró, acarreando sobre sí mismos una súbita destrucción. Y
muchos seguirán tras la sensualidad de ellos, y por causa de ellos será difamado el camino
de la verdad.
El legalismo sofocante
En Cuando andamos en la luz examino la naturaleza y consejería fraudulenta de los
falsos profetas y maestros. Nadie es más repugnante ante Dios que quienes pretendan
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desviar a sus hijos. Los falsos maestros tienen un espíritu independiente y no rinden cuentas
a nadie. Exigen lealtad absoluta para con ellos y si no la reciben, lo acusan a uno de no
someterse. En vez de liberar a las personas en Cristo, ejercen controles rígidos, a menudo
disfrazándolos como normas del discipulado. Insisten en que ellos siempre tienen la razón y
que los demás están equivocados, y sus peones no pueden hacer nada sin su aprobación
previa. El fruto de su espíritu es el dominio como líder, que termina en legalismo sofocante.
El fruto del Espíritu Santo es el dominio propio, que da como resultado la libertad.
Dios es santo y debemos vivir en santidad, pero el legalismo no es el medio por el cual
lo podamos lograr. Los controles externos no pueden cumplir lo que solamente puede
lograr el Espíritu Santo que vive dentro de la persona. Los legalistas son personas
compulsivas que se obligan a vivir de acuerdo a alguna norma, pero que jamás lo logran.
Hasta exigen que los demás traten de cumplirla, y paradójicamente los rechazan cuando no
logran cumplirla. Viven bajo la maldición de la condenación: «Porque todos los que se
basan en las obras de la ley están bajo maldición» (Gálatas 3:10).
Los legalistas tratan de establecer su suficiencia en ellos mismos y no en Cristo:
No que seamos suficientes en nosotros mismos, como para pensar que algo proviene de
nosotros, sino que nuestra suficiencia proviene de Dios. El mismo nos capacitó como
ministros del nuevo pacto, no de la letra, sino del Espíritu. Porque la letra mata, pero el
Espíritu vivifica (2 Corintios 3:5, 6).
Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad (2
Corintios 3:17).
La historia de Joe
Mi madre hizo lo imposible por mantener unida a la familia.
Mis padres se divorciaron cuando yo era muy pequeño. Después de eso recuerdo que
sentí nuevos trauma con la muerte y separación de otros seres queridos. Mi madre hizo lo
imposible por mantener unida a la familia, pero su propia inseguridad se manifestó en la
necesidad de controlarnos.
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Mamá y yo siempre fuimos muy unidos, pero ahora que reflexiono sobre el pasado veo
que me presionaba en mi toma de decisiones y me moldeaba como una persona que
necesitaba a otra para guiarme. Esto ha tenido un efecto tremendamente negativo en mi
vida y todavía paso a menudo por un «infierno» de indecisión a la hora de tratar de escoger
un plan de acción. Y una vez que tomo la decisión, me encuentro evaluándola y
reevaluándola una y otra vez.
Me fue bien en el colegio y especialmente en la universidad, sacando el segundo lugar
en mi campo principal de estudio cuando me gradué. Formé también parte de la selección
deportiva de universitarios en la costa este de los Estados Unidos.
De veras pensé que la iglesia necesitaba orden y disciplina, y que Dios había establecido
esta obra para cumplir con dicha meta.
Me dieron algunas responsabilidades grandes en el movimiento, tanto a nivel legal
como administrativo. Vendimos nuestra casa para trasladarnos más cerca de la iglesia y
donamos el patrimonio para el avance de la visión.
Una barrera grande creció cada vez más entre Cynthia y yo.
Pasé los cinco años siguientes agonizando ante Dios, tratando de responder ante lo que
se me decía que eran mis «problemas». Mientras tanto, una barrera grande creció cada vez
más entre Cynthia y yo. Sentí que mucho de lo que Dios me había llamado a hacer se había
bloqueado porque ella siempre se oponía a mí, a los líderes y a Dios. El líder fomentaba
esta actitud de maneras tan sutiles que no me daba cuenta de lo que sucedía.
Poco a poco se me hacía cada vez más difícil responder a la enseñanza y a los retos del
liderazgo, pero se nos enseñaba que deberíamos seguir respondiendo a Dios en sumisión a
la autoridad de ellos. Fue una época dolorosa y confusa para mí, y no percibí las muchas
señales que me advertían que las cosas no andaban bien.
Me regocijé muchísimo cuando Cynthia tuvo la idea de ir a una escuela de preparación,
una experiencia de discipulado en un internado para la familia entera. Lo vi como un
cambio en Cynthia y estuvimos de acuerdo en asistir.
La historia de Cynthia
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Llegué al punto de no volver más a la iglesia. No quería ser como esa gente: decaída,
infeliz y sin gozo. El pastor incluso nos dijo que si uno era cristiano y enseñaba en una
escuela pública, era como los paganos. Una enfermera que trabajaba los domingos también
estaba condenada.
Sin embargo, una vez escuché a un misionero visitante que reía mucho y cantaba. Jamás
antes había visto un cristiano tan alegre. Todo lo que yo había intentado anteriormente, ya
sea unirme a la iglesia o asistir a grupos de estudio bíblico, había producido en mí un gran
vacío, pero ese misionero llegó a ser mi amigo y empezamos a reunirnos con él para
estudiar la Biblia. Una noche la luz vino sobre mí y vi a un Salvador amante dándome la
bienvenida y perdonando mis pecados. Lo recibí en mi vida y lloré a lágrima viva,
diciendo: «¡Ya entiendo! ¡Ya entiendo!»
jerarquía apoyaba esta actitud, supuestamente para ayudarnos a madurar. Un día mi esposo
me dijo tranquilamente que yo tenía un espíritu de Jezabel. Como no sabía qué era eso, le
pedí que me lo explicara. Dijo que yo era una usurpadora, que su pastor había llegado a esa
conclusión después de conocer mis preocupaciones. A Joe le dijeron que yo trataba de
manejar la familia y pasaba por encima de él.
Durante diez años, todo lo que se decía o hacia en nuestro hogar se juzgaba de acuerdo
a esa perspectiva. Joe sentía que no era hombre si no podía dirigir a su esposa, y la iglesia
constantemente reforzaba esa creencia. Le dijeron que no podía avanzar dentro de la iglesia
hasta que no tuviera en orden su casa, o sea, a mí.
Cuando tuvimos ese primer conflicto grande, pedí un «derecho de apelación». Nos
dieron una cita con el líder y este pastor me dijo que lo que yo quería era un «perrito
faldero» como esposo, alguien que me siguiera a mí por todos lados. También me dijo que
hay muchos niveles de madurez en la fe cristiana y que yo estaba apenas en el jardín de
infancia.
Salí de la entrevista sintiendo que esta había sido injusta y que no habían escuchado mi
punto de vista. El líder trató de debilitar mi voluntad y aplastar mi espíritu. En realidad, lo
único que logró fue que yo cuestionara más y sintiera mayor preocupación por toda la
situación.
Desafortunadamente, mientras más desconfiaba yo, Joe se encantaba más de la
enseñanza fuerte y aun del mismo líder, enviándole largas cartas con su compromiso de
servirle como siervo. Cuando descubrí esto me enfurecí; no sólo se estaba vendiendo a otro
hombre, sino que lo hacía a costa mía.
de iglesia y habían llegado a odiarlos, pero este era distinto. Este hombre era auténtico;
hasta era divertido y lo que decía tenía sentido. Al final de la semana ambas muchachas
experimentaron el mismo proceso de liberación que yo había tenido la semana anterior.
Los cambios en la vida de nuestras hijas han sido profundos. A la mayor se le restauró
la ternura, y su corazón está muy abierto al Señor. La menor soltó cargas de dolor y de falta
de perdón, ahora todos estamos libres.
Joe y yo todavía tenemos mucho que hacer. A diario surgen situaciones en las que
debemos lidiar con viejos patrones de conducta. Pero ya no siento que sea demasiado.
Sabemos que llevará tiempo salir del viejo estilo de pensar, pero estamos en el camino a la
sanidad. ¡Tenemos esperanza!
* * *
Judy, la hija mayor adolescente de Joe y Cynthia, es un ejemplo del efecto que puede
suceder cuando los padres se arrepienten, volviéndose real y sincera la comunicación entre
ellos y sus hijos. He aquí el relato de la búsqueda de Judy por la verdad y su lucha con su
propia ira y rebelión.
La historia de Judy
Me preguntaba cómo se podrían equivocar jamás los adultos.
Cuando era pequeña pensaba que mamá y papá eran felices, pero cuando tenía unos
diez años empecé a sentir mucha tensión interior. Pero todavía pensaba que mis padres eran
perfectos, y me preguntaba cómo se podrían equivocar los adultos.
Mamá lloraba mucho, ella y papá discutían a puerta cerrada, a veces por horas y horas.
De noche, acostada en mi cama los escuchaba sin saber qué hacer. Me asustaba muchisimo.
Luego papá subía a darnos las buenas noches pero no decía nada más.
Me convertí a Cristo siendo muy pequeña. Cuando era adolescente nos fuimos a otro
estado, y fue espantoso. La gente allí, especialmente los muchachos de mi edad, eran muy
caprichosos. Por fuera eran amables, pero me parecía que sus intenciones ocultas eran
dañarnos y hacernos deprimir. No estaba acostumbrada a eso y duré mucho para
sobreponerme. Llegaba a casa en un mar de lágrimas porque no podía manejar el hecho de
que la gente chismeara de mí sin ninguna razón aparente.
los oídos, y lo que decían no tenía sentido. Todo era teología y mucha palabrería que no
ayudaba en nada.
Teníamos que asistir a reuniones de la juventud; no teníamos alternativa. Si no íbamos
nos despreciaban como rebeldes y ovejas negras. Lo bueno era que podía ver a mis
amistades, y esa era una de las pocas veces en que nos veíamos.
Discutíamos constantemente.
Cuando cumplí catorce años y mis padres estaban en la escuela de preparación, había
reglas muy estrictas. Papá estaba a favor de todas, por lo que las seguía hasta el último
detalle. Me sentía constantemente presionada y con el tiempo me rebelé. Peleaba mucho
con él y discutíamos constantemente. Llegué al punto de odiarlo con todo mi ser durante el
último año que pasamos fuera de casa. A todo lo que él defendiera yo me oponía. Sabía que
no debería ser así, pero ni siquiera me sentía mal.
Mi madre me hablaba de algunas de las dificultades que experimentaba y yo le contaba
lo que estaba sintiendo, más que nada la presión de parte de papá. No importaba lo que yo
dijera, él lo tomaba como una crítica; pensaba siempre que yo lo estaba humillando, aun
cuando hiciera solamente un pequeño comentario.
No confiaba en mi padre. Una vez le dije algo y se fue directo a ver a mi maestra y se lo
contó. Luego ella vino y me lo dijo. No lo podía creer. Había dicho algo muy importante
para mí y ahora lo usaban en mi contra.
A veces mi madre me decía: «Hay esperanza; hay esperanza. Está cambiando; él está
cambiando». Pero respondía: «Pues yo no lo veo así».
embargo, mamá, mi hermana y yo no quisimos ir, mientras papá asistía y nos contaba lo
bueno que era el seminario. Pensé: Bueno, vamos a ver algunos cambios grandes por acá,
pero no sucedió nada visible. Entonces mamá y papá asistieron juntos a una sesión de
consejería.
La historia de Joan
Me asusté muchísimo porque nuestros padres peleaban cada vez más.
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Antes de mudarnos de nuestra casa había momentos en que yo sentía que mamá no era
cristiana. No la había visto orar y no participaba en todo lo que hacía papá.
Me encantaba colaborar con papá y le creía todo lo que decía. Pero me asusté
muchísimo cuando mi hermana y yo empezamos a observar que nuestros padres peleaban
cada vez más. A veces se me ocurría que tal vez se iban a separar.
Me deprimí y en realidad no sabía qué creer, por lo que me aislaba y eludía a la gente.
Si escuchaba pasos, me escondía de inmediato para que nadie me viera. Y me metí de lleno
a leer. Si alguien quería conversar conmigo, lo evitaba sumergiéndome en mis libros y
dramatizando las historias que había en mi mente. Lo que sucedía en mi familia me tenía
muy asustada y este era mi escape.
La Iglesia:
Conduce a la gente hacia la libertad
En diciembre de 1989 participé en un «Simposio de evangelización de poder», al que
estaban invitados únicamente profesores de seminarios que daban cursos sobre temas
relacionados con la guerra espiritual. Los trabajos presentados en ese congreso formal se
publicaron en forma de libro titulado Wrestling With Dark Angels [La lucha contra los
ángeles de las tinieblas]. Todos los participantes eran bíblicamente conservadores, pero
representaban una amplia perspectiva teológica. Mi trabajo fue el último presentado.
Antes de empezar a leer, dije: «No veo la batalla como un enfrentamiento de potencias,
sino más bien como un encuentro con la verdad. Creo que la verdad nos libera. En segundo
lugar, temo que en el pasado hemos adoptado un método extraído de los evangelios en vez
de las epístolas.
No hay instrucción en las epístolas para echar fuera un demonio, pero hay muchísima
instrucción a los individuos para que tomen responsabilidad propia por lograr y mantener la
libertad.
Antes de la cruz, el pueblo de Dios no estaba redimido y Satanás no estaba vencido, por
lo que se requería un agente con autoridad, especialmente dotado para echar fuera un
demonio, como en el caso de Cristo o de los apóstoles (Lucas 9:1). Después de la cruz ya
Satanás está vencido y todo hijo de Dios tiene autoridad para resistir al diablo, pues
estamos en Cristo y sentados con Él en los lugares celestiales. La responsabilidad se
traspasó del agente externo al individuo. Tenemos en 2 Timoteo 2:24–26 un pasaje muy
determinante:
Pues el siervo del Señor no debe ser contencioso, sino amable para con todos, apto para
enseñar y sufrido; corrigiendo con mansedumbre a los que se oponen, por si quizás Dios les
conceda que se arrepientan para comprender la verdad, y se escapen de la trampa del diablo,
quien los tiene cautivos a su voluntad.
Un ministerio transferible
Un pastor asistió a una clase que yo impartía para el doctorado en el ministerio; junto
con su asociado había conducido por los pasos hacia la libertad a más de cien personas en
su iglesia evangélica, en más o menos un año. Hablé en su iglesia y me sentí transportado
por el espíritu de adoración y la «vitalidad» que había allí. Muchas de esas personas se me
acercaron y me expresaron su gratitud para con Dios. Hablaron de lo agradecidos que
estaban de tener pastores que les podían ayudar a resolver sus problemas. El personal
pastoral actualmente está en proceso de capacitar a otros en la iglesia para conducir a la
gente a la libertad en Cristo.
En este capítulo va a conocer a John Simms, un santo pastor pentecostal que reconoció
su necesidad de liberación pero que se cansó de las sesiones maratónicas del
enfrentamiento de poderes. También estaba frustrado por la falta de «herramientas» para
ayudar a una pareja de su iglesia que estaba sumamente necesitada. Luego tendrá el relato
de la pareja, que fueron referidos a un pastor que había sido alumno mío, y quien se ofreció
a guiarlos a través del proceso.
Hago saber sus historias para transmitir que lo que estamos realizando es transferible.
Los pastores pueden y deben involucrarse en la ayuda a las personas como esta pareja. Creo
que lo que llevamos a cabo no es un asunto evangélico carismático, teológico
dispensacional o pactista. Ni siquiera es un asunto protestante o católico. Es un asunto
cristiano centrado en la verdad de la Palabra de Dios, parte íntegra del propósito eterno de
Dios.
* * *
gente y que estaba dispuesto a escucharla y a orar con ella. Nos pusimos de acuerdo para
reunirnos.
Pat vino a nuestra casa y empezó a contarnos a mi esposa y a mí la historia de su vida.
Generalmente trato de limitar las citas a una hora, pero ella a menudo lloraba tan
profundamente que las citas se alargaban fácilmente a un par de horas o más. Trabajaba con
ella una o dos veces cada quince días, tratando desesperadamente de ayudarla a liberarse de
sus luchas contra toda una vida de rechazo, depresión y dolor.
Su memoria estaba bloqueada por sus heridas y falta de perdón. Traté de lograr que se
centrara en Jesús y en la Palabra de Dios, y le dije que era como un atleta que tenía por
delante muchas vallas que saltar. A veces golpearía algunas de las vallas, brincaba saltaría
otras y algunas le parecerían demasiado altas para saltar: pero Jesús estaba al final de la
carrera. Eso empezó un largo viaje en un período de por lo menos año y medio, reuniéndose
conmigo un promedio de cada quince días.
meses sin ver ningún resultado? Pero sabía que Dios había usado todo lo anterior para
llevar a Pat hasta este punto.
Sin embargo, mi esposa era un poco más escéptica. Supongo que había presenciado
demasiadas sesiones largas y tediosas de consejería con Pat, como para creer que pudiera
venir una sanidad tan rápidamente, después de que habían fallado muchos meses de nuestro
esfuerzo por aconsejarla. Ese escepticismo duró muy poco. Las mujeres de nuestra iglesia
asistieron a un retiro al que también asistió Pat. Después de ese fin de semana llegó mi
esposa diciendo: «No puedo creerlo. Esa Pat es un milagro total».
Es realmente la mejor manera de describir lo que sucedió en su vida.
Pat empezó a alabar al Señor en nuestros cultos y a aplaudir durante la alabanza. Fue
liberada y se mantiene libre. Por supuesto, como para cualquiera, hay momentos de un poco
de desánimo y de derrota, pero Satanás ya no tiene ese asidero en su mente; se liberó de esa
opresión.
Su esposo George también encontró libertad sobre espíritus sexuales al tomar los pasos
con ese mismo pastor.
Los padres de Frank esperaban que también sería la solución al problema de él.
Desafortunadamente Frank ahora no tiene el control suficiente como para recorrer este
camino y saber lo que hace. Pero sus padres se liberaron de algunas cosas en sus vidas, y
seguimos orando por Frank.
Dios me ha traído una nueva comprensión del proceso de liberación. Veo que es un
cuadro mucho más amplio. A veces somos tan estrechos de mente que no nos damos cuenta
de que no es sólo liberación lo que nos falta: sino tener la consciencia de quiénes somos en
Cristo, cuál es nuestra autoridad y cuáles nuestros recursos para enfrentarnos con fuerza
ante el enemigo. Dentro de eso está la necesidad de perdonar. Creo que la falta de
disposición a perdonarnos a nosotros mismos y a los demás es el asunto más grave que
mantiene atados a muchos.
* * *
Hemos dado un vistazo a las vidas de Pat y George, y el resultado de los esfuerzos de
un pastor fiel por ayudar a un miembro de su iglesia en necesidad. Veamos ahora la historia
de Pat a mayor profundidad.
La historia de Pat
Nuestra familia jamás expresaba sus sentimientos.
Recuerdo anécdotas de la escuela durante mi niñez, pero no recuerdo mucho de mi vida
familiar, excepto algunas escenas retrospectivas que tuve durante mi consejería. Nuestra
familia jamás expresaba sus sentimientos y a nadie le importaba lo que sucedía en la vida
de los demás.
Entre los cuatro y los seis años de edad, papá abusaba de mí sexualmente. Al fin le dije
a mi mamá: «Tengo miedo de papi. Me duele lo que me hace». Esa noche los oí discutir y
luego mamá dejó de hablarme. Estaba enojada conmigo y me cortó mi pelo largo para que
pareciera un niño. Aprendí a nunca más contar mis problemas ni a mamá ni a papá.
El muchacho vecino me violó cuando tenía ocho años. Me sentí confundida, deprimida
y enojada por mucho tiempo, y temía mucho el rechazo. Nunca tuve muchas amistades y no
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me gustaba la vida. En la escuela primaria me corté las manos con vidrio creyendo que era
una persona horrible que necesitaba castigo.
Si pensaba que mi vida de niña fue dura, esta empeoró todavía más durante la escuela
secundaria. Me sentí como si hubiera llegado al final de todo. No podía beber lo suficiente
como parar mitigar el dolor que sentía y las voces que escuchaba, pero lo intenté. Tomaba
alcohol antes de ir a la escuela, durante las clases y en los fines de semana con el fin de
poder sobrevivir a esos días. Cuando al fin me dieron un cuarto para mí sola, lo hice mi
refugio y pasaba mucho tiempo encerrada en él. Era el lugar donde escapaba de mi abuela,
que vivía con nosotros y que nunca me quiso.
Cuando tenía quince años tomé un puñado de pastillas para el dolor que tenía mamá.
Pensar y planear el suicidio me dio el rato de más paz que jamás hubiera experimentado en
mi vida de incredulidad. Esperé que todo el mundo fuera a dormir y me las tomé, pero no
tomé las suficientes y sólo dormí todo el día siguiente. Mamá no dijo nada al respecto y me
volvió a enviar a la escuela al otro día. Lloraba en todas mis clases hasta que finalmente la
profesora llamó a mamá y le pidió que me recogiera. Me llevó al médico que nos puso en
contacto con un siquiatra que me dio antidepresivos y empezó a aconsejarme con
regularidad.
Un día cuando papá me recogió después de una cita con el siquiatra, me dio una
impresión muy rara, como si fuera otra persona. Vi en sus ojos una expresión malévola
como cuando acostumbraba abusar de mí. Creo que estaba temeroso de que lo
desenmascarara ante el doctor. Después de eso traté dos veces más de tomar una
sobredosis.
Alguien nos ofreció un empleo de tiempo parcial y nos dio dinero para regresar al
pueblo donde habíamos vivido anteriormente. Esto enojó al pastor que nos había invitado a
mudarnos con él. Se separó de nosotros también.
Seguía viviendo en tormento, oyendo voces, hostigada por pesadillas terribles y
bebiendo. Era anoréxica, luchaba con el suicidio y era masoquista: me cortaba como lo
había hecho en la escuela primaria.
esperanza increíble, hasta el último día en que se nos pidió que hiciéramos las oraciones en
los pasos hacia la libertad. Ese día sentí náuseas y parecía que la cabeza me iba a estallar.
Me fui a la parte trasera del auditorio y finalmente salí, pues ya no aguantaba más.
Después de un rato me obligué a regresar; fue el momento en que todo el mundo hacía las
oraciones de perdón. Las voces dentro lazaban alaridos. Sentí que no había nadie con quien
estuviera enojada, nadie que tuviera que perdonar, todo el mundo era perfecto; el único
problema era yo.
Con sólo pensar en mis problemas, las lágrimas corrían por mis
mejillas.
Unos quince días después llamé al pastor Simms y le dije que en un ambiente de grupo
no podía hacer mi lista de personas a quienes perdonar. Además, cuando estaba sentada en
la parte trasera del auditorio no había nadie llorando cerca de mí. Parecía que nadie luchaba
contra nada, mientras que con sólo pensar en mis problemas, las lágrimas corrían por mis
mejillas y no quería pasar vergüenza.
El pastor Simms me dijo que se había enterado de otro pastor que me podría conducir
por las oraciones, me concertaría una cita y hasta iría conmigo, si así lo deseara. El día de la
cita nos encontramos allá. Me sentía muy nerviosa, pero de inmediato me sentí segura
cuando el pastor Simms y yo nos sentamos en la oficina del pastor Jones. Nunca había visto
antes a este hombre pero cuando miraba su cara sentía paz, sabía que era sincero y que yo
le importaba. Empezó diciendo que le advirtiera inmediatamente en caso de que las voces o
las náuseas aparecieran, para que nos detuviéramos a orar y hacerlas ir.
Desde la infancia había tenido incesantes dolores de cabeza a diario, los que habían
aumentado su intensidad, desde que asistí al primer grupo de apoyo hacía tres años. Ahora
me empezaba a martillar la cabeza. Cuando llegamos al paso del perdón, me dieron náuseas
como el día que estuve en el seminario. Me temblaban las manos. Las voces eran tan
fuertes que me volvían loca, y recuerdo haber preguntado: «¿No oyen esto?» Con cada una
de estas distracciones, el pastor Jones oraba o me pedía que orara: «En el nombre de Jesús,
te ordeno Satanás que te vayas de mi presencia» y se calmaba la molestia. Quizás de lo más
difícil que jamás haya hecho en mi vida entera fue seguir esos pasos, pero lo logré con la
ayuda del pastor Jones.
* * *
George, el esposo de Pat, se sintió tan animado y contento de que ella fuera liberada de
tanto tormento, que quiso también buscar ayuda.
La historia de George
Nada en mi vida había obrado para liberarme.
Me emocioné mucho cuando revisé los libros que Pat trajo del seminario a casa y
pensé: Esto sí va a resultar. No hay palabras para describir lo desesperadamente que
necesitaba la ayuda prometida en ellos, porque en mi vida nada había obrado para librarme
de la fortaleza sexual de Satanás que estaba destruyendo a nuestro matrimonio y a mí.
Me crió un padre perfeccionista, la clase de papá al que nada le era suficiente por más
que yo tratara de hacer lo mejor. Cuando bateaba jonrón me decía: «Lo hiciste bien, pero
déjame mostrarte otra manera mejor».
Mis padres se divorciaron cuando yo tenía unos cinco años y a pesar de mi poca edad
mi madre empezó a depender de mí. Se volvió a casar y mi padrastro era un alcohólico
verbalmente ofensivo. En mi etapa de crecimiento trabajaba con él, quien a su vez me decía
cuánto me necesitaba. Creo que fue por eso que desarrollé la actitud de tener que
esforzarme por conseguir aceptación y aprobación, lo que intentaba hacer con ahínco.
Sabía que necesitaba romper con mis relaciones poco sanas, así que volví al estado
donde vivía mi madre. Ese verano conocí a una lesbiana quien me invitó a su casa con otros
muchachos. Me invitaron a un bar donde empecé a tomar y terminé besando a un tipo que
estaba allí. Me arrolló un poderoso sentimiento de lujuria, mucho más potente que lo que
jamás había sentido con una muchacha y me dio un tremendo susto. Era un deseo ardiente,
agresivo que saltó de la nada y me di cuenta de que me estaba abriendo al homosexualismo.
Eso me asustó tanto que lo dejé allí mismo.
En esa época leí un libro extraño de Roy Masters que describía a Jesús de manera
desviada. Lo había comprado en una librería en el centro comercial, donde daban un
seminario de la Nueva Era. Empecé a meditar dentro de mi ropero, colocando mi mano ante
la frente y trayéndola hacia mí para darme la sensación de que la mano me atravesaba la
cabeza. Estaba en una búsqueda y el hecho de que esta enseñanza tuviera un sabor a
«Jesús» me hizo receptivo a la misma.
Lo más probable es que me hubiera metido más en la Nueva Era de no haber sido por la
copia del libro The Late Great Planet Earth [El finado gran planeta tierra], que alguien le
dejó a mi hermana. Leí el libro en su totalidad y cuando terminé, salí a pedir a Jesús que
fuera mi Salvador, pero no estaba muy seguro de que realmente lo fuera.
* * *
lo perdonara. Esta atadura sexual puede ser muy enfermiza y malévola. Algunas personas
me han contado que sienten la compulsión de atar algo alrededor de su cuello mientras se
masturban, hay quienes han muerto así por la asfixia autoerótica.
10
¿Qué era eso? ¿Un demonio? ¿Otra personalidad? Su educación teológica y su visión
bíblica del mundo van a influir mucho en la respuesta que dé. En vista de que la sicología
secular no acepta la realidad del mundo espiritual, existe un solo diagnóstico posible: el
TPM (trastorno de personalidad múltiple). En contraste, algunos ministerios de liberación
ven sólo demonios en situaciones como esta. ¿Cuál interpretación es correcta? ¿Cómo
podemos saberlo? ¿Hay otras explicaciones posibles?
Antes de apresurarse a contestar, permítame contarle otra historia. Después de una
conferencia que di en una iglesia, varias personas me atiborraron de preguntas, entre las
cuales estaba una mujer atractiva de unos treinta años. Al describirme el abuso del que fue
víctima en su infancia, se le empezaron a poner vidriosos los ojos. Podía ver que algo en su
mente la distraía y no quise apenarla en esos momentos. Entonces le pedí que me esperara
hasta que terminara de atender a los demás, y concerté una cita para la siguiente semana.
Elaine era una mujer inteligentísima con una carrera profesional bien establecida. Sin
embargo, su vida interior apenas se podía mantener a flote, a pesar de ir a ver un consejero
secular y a un grupo de recuperación de doce pasos. Mientras me contaba su historia,
proclamó de repente que uno de sus múltiples no se quería ir. Le pregunté si se le había
diagnosticado TPM. Lo afirmó; su consejero le había informado que tenía doce
personalidades alternas.
Pedí permiso para dirigirme sólo a ella y después de pasar por los pasos hacia la
libertad, no hubo rastro de los múltiples. En su caso, creo que las voces eran claramente
demoníacas. En otros casos extremos, creo que hay una combinación de fortaleza espiritual
y mente fragmentada debido a un trauma severo.
La mente fragmentada
¿Qué es una mente fragmentada? Es una mente dividida como resultado de haber
decidido desprenderse de las circunstancias inmediatas que rodean al individuo. En un
sentido limitado, todo el mundo decide hacerlo. Recuerdo que cuando mis hijos eran
pequeños optaba por desconectarme de mi entorno. Podían estar discutiendo y vociferando
en la habitación vecina, y yo los «apagaba» como quien baja el volumen. Me concentraba
tanto en lo que hacía, como estudiar o ver mi deporte favorito en el televisor, que
consciente o inconscientemente decidía no ocuparme de ellos porque no quería enfrentar
algo desagradable, o porque no quería que me distrajeran de lo que estuviera haciendo.
Mentalmente me encontraba «en el jardín», como decía mi esposa. «Tierra llamando a
Neil», era su forma de lograr que me sintonizara de nuevo con lo que me rodeaba.
No, no soy raro; de vez en cuando todos hacemos lo mismo. La gente que vive cerca de
la línea del tren o de los aeropuertos aprenden a hacerle caso omiso al ruido. Una amistad
puede estar en su casa cuando pasa el tren y pregunta: «¿Cómo aguanta esto?» Usted
responde: «¿Aguantar qué? Ah, ¡el tren!» Al principio me molestó casi tres semanas y
ahora ni siquiera me doy cuenta cuando pasa». Decidimos pensar en lo que es verdadero,
bello, puro, etcétera (Filipenses 4:8). Podemos decidir no tratar con algo desagradable,
disociarnos y pensar en otra cosa. Pero a lo mejor es malsano si nos desprendemos de la
realidad como una manera de aguantar. También se puede transformar en un patrón de
negar la realidad.
Multiplique por mil lo desagradable que es oír a niños pelear y a los trenes que pasan, y
tal vez logre sentir un poco de lo que soportan quienes sufren de trastorno disociativo: Es
un mecanismo de defensa, causado por trauma severo, mediante el cual la persona se
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disocia para sobrevivir. Desafortunadamente, las atrocidades de las que han sido víctimas
están grabadas en su banco de memoria. Físicamente sus ojos siguen viendo, sus oídos
oyendo y sus cuerpos sintiendo, pero la mente decide hacer caso omiso de todos esos
horrores que rondan y crea un imaginario mundo «seguro», dentro del cual vivir.
No creo que esta sea la percepción correcta. Prefiero pensar que sólo hay una persona y
que tiene una mente fragmentada. El cuadro entonces se vería de la siguiente manera:
Porciones fragmentadas de la mente escondidas de la memoria
En casos severos, la personalidad fragmentada quizás aun sea leal a la secta que causó la
fragmentación. Han surgido numerosos casos en que un cristiano comprometido se haya
escapado de noche y literalmente haya participado con los satanistas.
Por lo general, explico a las personalidades anfitrionas que su mente es como una casa,
en la que ellas ocupan el espacio más dominante. Conforme ayudo a limpiar el espacio y las
establezco en Cristo, puede ser que estén conscientes de que hay otros cuartos en la casa.
Estos no se han limpiado ni están conscientes de que fueron establecidos en Cristo. Hay que
reconocerlos, vencerlos y liberarlos de su pasado. Con el tiempo, deben estar de acuerdo en
ser uno en Cristo. Los siguientes versículos ofrecen esperanza y dan dirección para
conducir el tratamiento.
Porque los que son de Cristo Jesús han crucificado la carne con sus pasiones y
deseos (Gálatas 5:24).
Porque si bien en otro tiempo erais tinieblas, ahora sois luz en el Señor. ¡Andad
como hijos de luz! (Efesios 5:8)
Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago:
olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante,
prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús
(Filipenses 3:13, 14, RVR)
No mintáis los unos a los otros, habiéndoos despojado del viejo hombre con sus
hechos, y revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va
renovando hasta el conocimiento pleno (Colosenses 3:9, 10, RVR)
Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño;
pero cuando llegué a ser hombre, dejé lo que era de niño (1 Corintios 13:11)
«sacará a la luz las cosas ocultas de las tinieblas y hará evidentes las intenciones de los
corazones. Entonces tendrá cada uno la alabanza» (1 Corintios 4:5). La única razón por la
que es necesario traer el pasado a la superficie es para recordar experiencias con el fin de
que se resuelvan. Si no hay nada escondido en la oscuridad, no se preocupe. Si lo hay, será
revelado en el debido momento.
En todo caso, recomiendo muchísimo que pase primero por los pasos hacia la libertad
con la personalidad anfitriona, antes de empezar a sondear en su mente. El proceso de
tomar los pasos resolverá los asuntos para la personalidad anfitriona y tal vez eliminará
cualquier fortaleza demoníaca. He tenido a personas que cambian de personalidad a medida
que van por los pasos. Si colabora, simplemente continúo. A menudo existe la necesidad de
que una personalidad perdone a la otra. Un grupo cristiano conduce a todas las
personalidades por los pasos. No creo que sea necesario, pero cada parte debe resolver sus
propios asuntos. Hago un sondeo sólo después de seguir los pasos cuando siento que no ha
habido una solución completa o cuando así lo ve el afectado.
Cuando se han resuelto los asuntos, jamás he tenido que volver con ellos a esas mismas
experiencias. Las causas de la fragmentación y de las fortalezas demoníacas se resuelven
simultáneamente. La persona seguirá recordando experiencias, pero ya el pasado no tiene
ningún poder sobre ella. Su mente empieza a verse de la siguiente manera:
Lo viejo ha pasado
Parcialmente integrada Plenamente integrada
ejercer. Otras habrá que quitar un poco la presión y dejar que el proceso siga con más
lentitud.
La segunda razón por la que quizás no digan lo que les sucede por dentro es que los
están intimidando. Por lo general, es la amenaza de que al llegar a casa van a recibir una
paliza o que si quedan libres otros sufrirán daños. A menudo los espíritus malos amenazan
a los padres con atacar a sus hijos. Tuve la sensación de que una persona no me estaba
comunicando todo, por lo que le pregunté: «¿Están amenazándola de que si divulga lo que
sucede en su interior la van a castigar al regresar a casa? Contestó afirmativamente.
Entonces le dije: «Esto no tiene nada que ver con su casa ni con el momento de llegar allá,
es cuestión únicamente de su libertad. Si lo resuelve aquí, también estará resuelto en su
casa porque el problema no está allá, sino en su mente».
De inmediato me dijo: «Cuánto desearía que me lo comprobara».
Lo que mantiene el control es exponer a la luz el problema. Dios todo lo hace a la luz
porque Él es la luz del mundo. El poder de Satanás está en la mentira, pero ese poder se
rompe si desenmascara la mentira. El poder del cristiano está en la verdad, por eso debemos
hablar la verdad en amor porque somos miembros unos de otros.
Hay un concepto sicológico popular en esta era, el del «niño interior del pasado». He
oído decir a los promotores de este concepto: «Estoy aconsejando a dos personas: un adulto
y un niño pequeño en su interior». No estoy de acuerdo con eso porque en términos
bíblicos, ¿cuál es el niño interior de nuestro pasado? ¿Será parte de nuestra nueva identidad
en Cristo o de nuestra vieja naturaleza? Las Escrituras nos aseguran que no somos
primordialmente productos de nuestro pasado, sino que somos nuevas criaturas en Cristo.
«De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí
todas son hechas nuevas» (2 Corintios 5:17).
No me malinterprete; he visto personas acurrucándose en posiciones fetales cuando
están recordando sus experiencias infantiles. He visto la regresión espontánea en edad de
una personalidad cuando recuerda atrocidades. Sé que muchos se han estancado en su
desarrollo emocional debido a las experiencias traumáticas, pero sólo una persona está
sentada delante de mí, no dos. Por el bien de ella, no quiero que se disocie mientras
experimenta un recuerdo muy doloroso. Quiero que aprenda una nueva manera de
comportarse con el pasado, una manera fundamentada en la verdad.
Con respecto a vuestra antigua manera de vivir, despojaos del viejo hombre que está
viciado por los deseos engañosos; pero renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos
del nuevo hombre que ha sido creado a semejanza de Dios en justicia y santidad de verdad
(Efesios 4:22–24).
Tenemos que reconocer el dolor emocional de nuestro pasado, buscar la sanidad que
viene por medio del perdón y establecer en Cristo nuestra nueva identidad. No podemos
arreglar nuestro pasado, pero podemos liberarnos de él. Para ser libres, debemos tener una
manera bíblica de lograr acceso a los recuerdos reprimidos.
posición actual en Cristo, tenemos la seguridad de que ya hay victoria en Él. Estamos
restablecidos en el hombre interior y perfeccionados en Cristo.
Supongamos que el consejero secular más dotado del mundo pueda reconstruir a la
perfección el pasado de alguien, de tal manera que explique con exactitud lo que hace hoy
en día y por qué siente lo que siente. Entonces, ¿qué? El alcohólico diría: «Tienes razón;
precisamente es por eso que tomo. ¿Quieres tomarte un traguito conmigo?» La
reconstrucción del pasado tiene su valor, pero en sí no ofrece ninguna solución. Debe haber
un conocimiento de quiénes somos en Cristo para lidiar adecuadamente con los problemas
del pasado. No queremos ponerle una venda a un síntoma; queremos sanar la enfermedad,
que es la separación de Dios.
Los consejeros legítimos saben que deben escuchar la historia de la persona para lograr
resolver su conflicto. La mayoría de los programas de formación de consejeros se centran
en técnicas de consejería como confianza, cariño, congruencia, empatía exacta, concreción,
urgencia, transparencia, etc. Estas son imprescindibles cuando la persona tiene buena
memoria y sólo requiere de una relación de confianza para ser franca. Pero cuando la
memoria está bloqueada, sólo Dios puede revelar las cosas ocultas en las tinieblas y
exponer los motivos de nuestro corazón (1 Corintios 4:1–5).
Lo común es que los perpetradores no aceptan lo que Dios revela. La mayoría de los
abusadores no admitirán jamás su pecado; los satanistas no lo hacen porque están bajo pena
de muerte si revelan alguna vez sus acciones. Sus hechos son malos, y odian la luz y rara
vez van hacia ella.
No le pido a la persona que trate de recordar lo que pasó, sino más bien le insto a
pedirle a su Padre celestial que le revele la verdad. «Si vosotros permanecéis en mi palabra,
seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres»
(Juan 8:31, 32). Hacerle frente a la verdad puede ser una experiencia espantosa para
muchos. Algunos prefieren no encararla, pero la libertad sólo viene cuando se conoce toda
la verdad, la verdad de la Palabra de Dios y la verdad sobre nosotros mismos. David clama
en el Salmo 51:6: «He aquí, tú quieres la verdad en lo íntimo».
La gran obra del Espíritu Santo es divulgar esta verdad dentro del hombre interior.
Jesús dijo: «Yo rogaré al Padre y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para
siempre. Este es el Espíritu de verdad» (Juan 14:16, 17). «Y cuando venga el Espíritu de
verdad, Él os guiará a toda la verdad» (Juan 16:13). No tenemos ningún poder para revelar
la verdad del hombre interior, ni hay una técnica que se pueda aprender para cumplir esta
tarea. Nuestra parte consiste en colaborar con Dios, como lo dice 2 Timoteo 2:24–26:
Pues el siervo del Señor no debe ser contencioso, sino amable para con todos, apto para
enseñar y sufrido; corrigiendo con mansedumbre a los que se oponen, por si quizás Dios les
conceda que se arrepientan para comprender la verdad, y se escapen de la trampa del diablo,
quien los tiene cautivos a su voluntad.
El diario de la oración
Una recuperación de la memoria guiada por el Espíritu Santo se puede dividir en cuatro
categorías: primero, hacer un diario de oración. A veces animo a las personas entre cita y
cita a que personalmente pidan a Dios que les revele la verdad en sus casas y que luego
mantengan un diario de lo que el Espíritu Santo les traiga a la memoria. Algunos tienen un
compañero o una compañera de oración en quien confían para pedir ayuda. Cuando nos
reunimos de nuevo, les ayudo a procesar lo que recordaron. Es muy común que traigan dos
o tres páginas de detalles vergonzosos.
Si tratan de hacerlo por su propia cuenta, les indico que le pidan protección a Dios.
Sugiero que escriban exactamente lo que les revele el Espíritu Santo, sin cuestionarlo, sólo
registrando hasta el más mínimo detalle. Muchos se preguntarán si estarán inventándolo
todo. Una señora visitó la casa donde se crió para ver si los detalles de su vecindario eran
los que pensaba que el Espíritu Santo le permitió recordar. Para su sorpresa, el vecindario
era exactamente como se lo había revelado el Espíritu Santo, a pesar de que no había
pasado por allí en veinticinco años. Los recuerdos de mi primera infancia son muy vagos,
así que, ¿cómo va a recordar esta gente con tanta claridad las primeras experiencias de su
infancia? No las recuerdan: Dios se las revela.
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dentro de este paso. Pero la lista no es completa, pues hay miles de fraudes, a veces la gente
los agrega a la lista. Si siento que van pasando demasiado rápido por este paso, les pido que
oren de nuevo para que Dios les recuerde todas las participaciones que hayan tenido en esta
área. En el capítulo dos de este libro se cuenta la historia de la mujer que había olvidado
por completo que siendo niña había buscado activamente lo oculto. Fue sólo después que
perdonó a otros cuando el Espíritu Santo le reveló sus pasatiempos infantiles.
Cuando llegamos al paso del perdón, la persona le pide a Dios que le revele los
nombres de las personas que deben perdonar. En la mayoría de los casos emergen algunos
nombres que había enterrado conscientemente. Cuando pasa por el proceso del perdón,
muchas veces Dios le trae recuerdos sumidos en el pasado, sea consciente o
inconscientemente.
Cuando ha habido abuso sexual, conduzco a la persona que pida al Señor que le revele
toda ofensa sexual, para que renuncie a cada una diciendo: «Renuncio a esa (violación
específica) de mi cuerpo». Cuando termina la dirijo en una declaración general basada en
Romanos 6:1, 2, 13 y 12, 1, 2: «Renuncio a todo uso de mi cuerpo como instrumento de
iniquidad y presento mi cuerpo ante Dios como instrumento de justicia, un sacrificio vivo y
santo y agradable a Dios». Si la persona es casada, le pido que agregue: «Reservo el uso
sexual de mi cuerpo únicamente para mi cónyuge».
Estas personas no sólo recuerdan una experiencia, la reviven. Hacerlas sumirse en el
pasado es mantenerlas en la esclavitud y fortalecer la atadura por lo cual jamás debemos
reforzar lo sucedido. Cuando Dios concede el arrepentimiento que lleva a la verdad,
debemos participar bajo su dirección, ayudando a la persona a lograr un arrepentimiento
pleno. El arrepentimiento significa literalmente un «cambio de mentalidad». La idea es:
«Antes creía eso; pero ahora creo esto». No obstante, el concepto es mucho más amplio que
la aceptación mental. El arrepentimiento pleno significa «antes caminaba por aquí, y ahora
he dado una vuelta completa y camino de acuerdo al camino, la verdad y la vida. Renuncio
a la mentira y a todas las experiencias satánicas que he tenido, anuncio la verdad y toda la
realidad de la salvación que es mía como una nueva criatura en Cristo».
Renuncio a todos y cada uno de los Declaro que soy partícipe del nuevo
dirección.
Renuncio a toda espíritu guía que se Declaro que acepto sólo la dirección
Cena.
Renuncio a todos y cada uno de los Declaro que Dios es mi Padre y que el
medio del cual Satanás podría Él. He sido comprado por la sangre del
Para las víctimas del abuso ritual satánico las renuncias anteriores son una extensión de
la confesión que se hacía en la iglesia primitiva: «Renuncio a ti, Satanás, a todas tus obras y
todos tus caminos». Sin embargo, aun las renuncias anteriores son de aplicación general
porque cada víctima del abuso ritual satánico se ha entregado, de una manera u otra, a los
ritos mencionados y a otros más. Además, conforme el Espíritu Santo revele las cosas
específicas que se ocultan en las tinieblas, hay que renunciar a ellas específicamente.
derramaremos nuestra sangre por nosotros mismos. Hay que renunciar a todo pacto de
sangre, hasta los «inocentes» que hicimos con nuestros «hermanos de sangre».
El sacrificio satánico
El sacrificio es un intento de establecer propiedad. Fuimos redimidos «con la sangre
preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación» (1 Pedro 1:19).
En el abuso ritual satánico a menudo se obliga a los niños a matar en sacrificio por dos
motivos: primero, eso los prepara para una participación futura en el rito. Con frecuencia,
las drogas son medios para obligarlos a acceder en el espantoso abuso sexual y en los ritos
del sacrificio. O quizás obedezcan por las amenazas de hacer daño a otros, como en el caso
de una niña a quien le dijeron que si no participaba le harían daño a su hermano. ¿Por qué
realizan estas matanzas de víctimas inocentes como bebés, fetos y animales? Dicen: «Tu
Dios sacrificó a su único Hijo, quien era perfectamente inocente». Para ellos, mientras
mayor sea el sacrificio, más grande es el poder; y los satanistas van tras el poder.
En segundo lugar, a los niños se les obliga a matar porque los sujeta a mantener el
secreto: quien mató a un niño inocente o a un animal jamás va a contarlo a los del mundo
exterior. Sus recuerdos se pueden bloquear, pero cuando años más tarde recuerde las
atrocidades, todavía no podrá hablar de ellas porque siente responsabilidad por haberlas
cometido. Tiene que tomar en cuenta las drogas u otros medios que se usaron para obligarle
a acceder. Esta gente teme por su vidas, en ese entonces y ahora, porque saben que
sacrificar una vida no es nada para un satanista. Si rehúsan matar durante el rito, los
matarán a ellos, o al menos temen esa posibilidad. El temor les impide divulgar las cosas
hechas en lo oculto, y se sienten abrumados por la culpabilidad y el dolor presentes.
voluntad de Dios para su vida (el tema de mi libro, Cuando andamos en la luz, es cómo
buscar la dirección de Dios en una era de falsedades). Esto se debe hacer específica y
verbalmente conforme los recuerdos lleguen a la mente.
Apéndice
reales que la presencia de Dios, pero eso es parte del engaño de Satanás. Él es un enemigo
derrotado y nosotros estamos en Cristo. Un verdadero conocimiento de Dios y de nuestra
identidad en Cristo es la clave de nuestra salud mental. Un concepto falso de Dios, un
entendimiento distorsionado de quiénes somos como hijos de Dios y la deificación
equivocada de Satanás (asignarle a Satanás los atributos de Dios) son los factores más
importantes que contribuyen a la enfermedad mental.
Al prepararse para dar los pasos hacia la libertad, debe recordar que el único poder que
tiene Satanás es el de la mentira. En cuanto la expongamos, se rompe el poder. La batalla es
en su mente, pues esta es el centro de control. Si Satanás logra que le crea una mentira,
controlará su vida, pero usted no tiene que permitírselo. Los pensamientos conflictivos que
quizás experimente sólo le controlarán si los cree. Y si va a dar los pasos solo, no atienda al
engaño, por ejemplo, a las mentiras y a la intimidación en su mente. Los pensamientos
como: «Esto no va a resultar», «Dios no me ama», etc., pueden interferir sólo si cree esas
mentiras. Si realiza los pasos con un pastor o un consejero profesional o un laico de
confianza (lo cual recomendamos mucho si hay trauma severo en su vida), exprese todos
los pensamientos que tenga en oposición a lo que intenta hacer. En cuanto exponga la
mentira, se rompe el poder de Satanás. Tiene que colaborar con la persona que intenta
ayudarle, explicándole lo que está sucediendo en su mente.
Conociendo la naturaleza de la batalla por nuestras mentes, podemos orar con autoridad
para impedir cualquier interferencia. Los pasos empiezan con una oración sugerida y una
declaración. Si está dando los pasos por su cuenta, deberá cambiar algunos de los
pronombres personales; como por ejemplo, cambiar «nosotros» a «yo», con sus
correspondientes verbos, y si es mujer, tendrá que cambiar los pronombres, adjetivos, etc.,
al género femenino.
Declaración
En el nombre y por la autoridad del Señor Jesucristo, le ordenamos a Satanás
y a todos los espíritus malignos a soltar a (nombre) de manera que (nombre)
quede libre para conocer la voluntad de Dios y decidirse por esta. Como hijos
de Dios sentados con Cristo en los lugares celestiales, nos ponemos de acuerdo
que cada enemigo del Señor Jesucristo sea atado y enmudecido. Le decimos a
Satanás y a todos sus obreros malignos que no pueden causar dolor ni de
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Preparación
Antes de realizar los pasos hacia la libertad, repase los acontecimientos de su vida para
discernir las áreas específicas que quizás tenga que enfrentar.
Historia familiar
_________ Historia religiosa de los padres y abuelos
_________ Vida hogareña desde la niñez hasta la adolescencia
_________ Historia de enfermedad física o emocional en la familia
_________ Adopción, tutores temporales o permanente
Historia personal
_________ Hábitos alimentarios (bulimia o anorexia, comer compulsivamente o
hartarse de comida para después purgarse)
_________ Cualquier adicción (drogas o alcohol)
_________ Medicamentos de receta médica (¿para qué son?)
_________ Hábitos de sueño y pesadillas
_________ Violación o cualquier maltrato sexual, físico o emocional
_________ Pensamientos (obsesivos, blasfemos, condenatorios, distracción, falta de
concentración, fantasía)
_________ Interferencia mental en la iglesia al orar o al estudiar la Biblia
_________ Vida emocional (enojo, ansiedad, depresión, amargura, temores)
_________ Peregrinaje espiritual (salvación: cuándo, cómo y qué seguridad tiene)
Ahora puede empezar. Los siguientes son siete pasos específicos que debe desarrollar
para experimentar libertad de su pasado. Se enfrentará con las áreas donde Satanás más se
aprovecha de nosotros y donde se han edificado fortalezas. Al derramar su sangre, Cristo
compró en la cruz la victoria para usted. A medida que decida creer, confesar, perdonar,
renunciar y abandonar, logrará como resultado su libertad. Eso es algo que nadie puede
hacer por usted. La batalla que se libra en su mente se ganará únicamente cuando escoja la
verdad.
Al dar estos pasos hacia la libertad, recuerde que Satanás sólo será derrotado cuando lo
confronte verbalmente. Él no puede leer su mente ni tiene obligación de obedecer sus
pensamientos. Sólo Dios tiene conocimiento pleno de su mente. Conforme desarrolle cada
paso, es importante que se someta a Dios interiormente y resista al diablo, al leer cada
oración en voz alta, y verbalmente renunciar, perdonar, confesar, etc.
Usted está haciendo un inventario moral serio y un compromiso total con la verdad. Si
sus problemas provienen de otra fuente que no se mencione en estos pasos, no tiene nada
que perder al seguirlos. Si es sincero, ¡lo único que le puede suceder es que termine
arreglando sus cuentas con Dios!
fuente que no sea la autoridad absoluta de la Palabra de Dios escrita, ni que exija
iniciaciones, ceremonias ni pactos secretos.
Para poderle ayudar a evaluar sus experiencias espirituales, comience pidiéndole a Dios
que le revele cada dirección falsa y todas las experiencias religiosas fraudulentas.
Querido Padre celestial: Te pido que guardes mi corazón y mi mente, y me
reveles todas y cada una de mis participaciones en prácticas ocultas, en sectas,
en religiones falsas y con falsos maestros, a sabiendas o sin saber. En el nombre
de Jesús te lo pido. Amén.
Con base en el «Inventario de experiencias espirituales no cristianas» que se encuentra
a continuación, marque cualquier cosa en la que estuvo involucrado. Esta lista no es
completa, pero le guiará a identificar las experiencias no cristianas. Agregue cualquier otra
participación que haya tenido. Aunque haya participado «inocentemente» o lo haya
observado de esa manera, debe escribirlo en su lista a renunciar, por si acaso sin saberlo le
haya dado un asidero a Satanás.
Inventario de experiencias espirituales no cristianas
(Marque las que se ajusten)
Autohipnosis
Fetichismo (adoración de
objetos)
Otros _________
Renuncio a todos y cada uno de los Declaro que soy partícipe del nuevo
dirección.
Renuncio a todo espíritu guía que se Declaro que acepto sólo la dirección
Cena.
Renuncio a todos y cada uno de los Declaro que Dios es mi Padre y que el
mío mediante el cual Satanás podría tiene poder sobre mí. Le pertenezco a
reclamarme como propiedad suya. Él. He sido comprado por la sangre del
Cordero.
Quizás quiera tomar unos momentos para considerar las artimañas engañosas de
Satanás. Además de los falsos maestros y profetas, y de los espíritus engañadores, usted se
puede autoengañar. Ahora que está vivo en Cristo y que ha sido perdonado, ya no tiene que
vivir más una mentira ni defenderse. Cristo es su defensa. ¿Cómo se ha engañado o
intentado defender de acuerdo a la siguiente información?
El autoengaño
_________ Si somos oidores y no hacedores de la Palabra (Santiago 1:22; 4:17)
_________ Si decimos que no tenemos pecado (1 Juan 1:8)
_________ Si pensamos que somos algo que no somos (Gálatas 6:3)
_________ Si pensamos que somos sabios en esta época (1 Corintios 3:18, 19)
_________ Si pensamos que no segaremos lo que sembramos (Gálatas 6:7)
_________ Si pensamos que los injustos heredarán el reino (1 Corintios 6:9)
_________ Si pensamos que podemos asociarnos con malos compañeros y no
corrompernos (1 Corintios 15:33)
La autodefensa (defendernos en vez de confiar en Cristo)
_________ La negación (consciente o inconsciente)
_________ Las fantasías (escapar del mundo real)
_________ El aislamiento emocional (retraerse para evitar el rechazo)
_________ La regresión (regresar a un tiempo menos amenazante)
_________ El desplazamiento (desquitar sus frustraciones en los demás)
_________ La proyección (culpar a los demás)
_________ La racionalización (defenderse mediante pretextos verbales)
Ore en voz alta respecto a las cosas que han caracterizado su vida:
Señor, estoy de acuerdo que me han engañado en el área de _________.
Gracias por perdonarme. Me comprometo a conocer tu verdad y a seguirla.
Amén.
Quizás sea difícil escoger la verdad cuando ha vivido en la mentira o lo han engañado
durante muchos años. Tal vez deba buscar ayuda profesional para entresacar todos los
mecanismos de defensa en los que ha confiado para sobrevivir. El cristiano necesita sólo
una defensa: Jesús. Lo que lo libera para enfrentar la realidad y declarar su dependencia de
Él es la seguridad de que es perdonado y aceptado como hijo de Dios.
La fe es la respuesta bíblica a la verdad, y creerla es una decisión que se toma. Cuando
alguien dice: «Quiero creer en Dios, pero no puedo», se engaña a sí mismo. Por supuesto
que puede creer en Dios. La fe es algo que decide hacer, no algo que siente deseos de hacer.
Creer la verdad no hace que sea cierta. Es verdad y por lo tanto la creemos. El movimiento
de la Nueva Era distorsiona la verdad diciendo que creamos la realidad a través de lo que
creemos. No podemos crear la realidad con nuestras mentes; podemos enfrentarnos a ella.
Lo que cuenta es qué y en quién es que creemos. Todos creemos en algo y andamos por fe
de acuerdo a lo que creemos. Pero si lo que usted cree no es verdad, entonces la manera en
que viva (andando por la fe) no será correcta.
Históricamente, la iglesia ha encontrado gran valor en la declaración pública de sus
creencias. El credo de los apóstoles y el credo Niceno se han recitado por siglos. Lea en voz
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alta la siguiente afirmación de su fe, y hágalo cuantas veces sean necesarias para renovar su
mente. Léala a diario durante varias semanas.
Afirmación doctrinal
Reconozco que hay un solo Dios vivo y verdadero (Éxodo 20:2, 3) que existe
como Padre, Hijo y Espíritu Santo; y Él es digno de todo honor, alabanza y
gloria como Creador, Sustentador, Principio y Fin de todas las cosas
(Apocalipsis 4:1; 5:9; Isaías 43:1, 7, 21).
Reconozco a Jesucristo como el Mesías, el Verbo que se hizo carne y habitó
entre nosotros (Juan 1:1, 14). Creo que Él vino a destruir las obras de Satanás
(1 Juan 3:8), que despojó a los principados y a las potestades, exhibiéndolos
públicamente, habiendo triunfado sobre ellos (Colosenses 2:15).
Creo que Dios ha mostrado su amor por mí porque cuando aún era pecador,
Cristo murió por mí (Romanos 5:8). Creo que me salvó del dominio de las
tinieblas y me trasladó a su reino, y en Él tengo redención, el perdón de
pecados (Colosenses 1:13, 14).
Creo que ahora soy hijo de Dios (1 Juan 3:1–3) y que estoy sentado con Cristo
en los lugares celestiales (Efesios 2:6). Creo que fui salvo por la gracia de Dios
por medio de la fe, y que fue un regalo y no el resultado de cualquier obra mía
(Efesios 2:8).
Decido ser fuerte en el Señor y en el poder de su fuerza (Efesios 6:10). No tengo
confianza alguna en la carne (Filipenses 3:3), porque las armas de mi lucha no
son carnales (2 Corintios 10:4). Me visto con toda la armadura de Dios (Efesios
6:10–20), y estoy decidido a estar firme en mi fe y a resistir al maligno.
Creo que aparte de Cristo nada puedo hacer (Juan 15:5), por lo que declaro mi
dependencia de él. Decido permanecer en Cristo para llevar mucho fruto y
glorificar al Señor (Juan 15:8). Le anuncio a Satanás que Jesús es mi Señor (1
Corintios 12:3), y rechazo cualquier don u obra falsificada por Satanás en mi
vida.
Creo que la verdad me hará libre (Juan 8:32), y que el único camino de
comunión es andar en la luz (1 Juan 1:7). Por lo tanto, estoy firme en contra
del engaño de Satanás al llevar cada pensamiento cautivo a la obediencia de
Cristo (2 Corintios 10:5). Declaro que la Biblia es la única regla autorizada (2
Timoteo 3:15–16). Decido hablar la verdad en amor (Efesios 4:15).
Decido presentar mi cuerpo como instrumento de justicia, en sacrificio vivo y
santo, y renuevo mi mente por medio de la Palabra viva de Dios, para poder
comprobar que la voluntad de Dios es buena, agradable y perfecta (Romanos
6:13; 12:1, 2). Me quito el viejo hombre con sus prácticas malignas y me pongo
el nuevo hombre (Colosenses 3:9, 10), y declaro ser una nueva criatura en
Cristo (2 Corintios 5:17).
Le pido a mi Padre celestial que me llene con su Santo Espíritu (Efesios 5:18),
que me conduzca a toda verdad (Juan 16:13), y que me dé el poder para vivir
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Perdonar es una decisión, una crisis de la voluntad. Como Dios nos manda que
perdonemos, es algo que sí podemos hacer. Pero perdonar es difícil pues va en contra de
nuestro concepto de justicia. Queremos venganza por las ofensas sufridas. Pero jamás se
nos permite vengarnos (Romanos 12:19). Usted dice: «¿Por qué he de dejarlos libres?» He
ahí el problema: sigue atado a los que lo han ofendido, sigue atado a su pasado. Usted los
liberará, pero Dios no lo hará nunca. Será justo con ellos, que es algo que nosotros no
podremos ser.
Usted dirá: «¡Pero no entiende cuánto me ha herido esa persona!» ¡Pero no ve que
todavía lo hiere! ¿Cómo parar el dolor? Usted no perdona otros para el bien de ellos; lo
hace por su propio bien, para quedar libre. La necesidad de perdonar no es un asunto
entre usted y el que lo ofendió; es entre usted y Dios.
Perdonar es estar de acuerdo en vivir con las consecuencias del pecado de otra
persona. El perdón es costoso: Usted paga el precio del mal que perdona. Va a tener
que vivir con esas consecuencias, quiéralo o no; su única opción es hacerlo en
amargura si no perdona, o vivir en libertad por el perdón. Jesús llevó sobre sí las
consecuencias del pecado de usted. Perdonar de verdad es tomar el lugar de otro, porque
nadie perdona realmente sin llevar consigo las consecuencias del pecado de otra persona.
Dios el Padre «al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros
fuésemos hechos justicia de Dios en Él» (2 Corintios 5:21). ¿Dónde está la justicia? La cruz
hace que el perdón sea legal y moralmente correcto: «Porque en cuanto murió, al pecado
murió una vez por todas» (Romanos 6:10).
¿Cómo se perdona de corazón? Se tiene que reconocer el dolor y el odio. Si el
perdón no toca la profundidad de sus emociones, será incompleto. Muchos sienten el dolor
de las ofensas interpersonales, pero no quieren reconocerlo o no saben cómo. Permita que
Dios traiga su dolor a la superficie para que Él lo enfrente. Es allí donde puede haber
sanidad.
Decida llevar la carga de las ofensas recibidas al no usar en el futuro esa
información en contra de los que le han ofendido. Eso no significa que deba tolerar el
pecado; siempre tendrá que estar firme en contra del pecado.
No espere perdonar hasta que sienta deseos de hacerlo; nunca los tendrá. Los
sentimientos necesitan tiempo para sanar después que se toma la decisión de perdonar y que
Satanás haya perdido su lugar (Efesios 4:26, 27). Lo que se obtiene es la libertad, no un
sentimiento.
A medida que ora, Dios puede ayudarle a recordar las personas y experiencias ofensivas
que había olvidado por completo. Permita que lo haga, aunque sea doloroso. Recuerde que
lo hace por su propio bien. Dios desea que usted sea libre. No justifique ni explique la
conducta del ofensor. Perdonar significar enfrentar su propio dolor y dejar a la otra persona
en manos de Dios. Con el tiempo se desarrollarán los sentimientos positivos; pero librarse
del pasado es el asunto crucial en este momento.
No diga: «Señor, por favor, ayúdame a perdonar», porque ya le está ayudando. No diga:
«Señor, quiero perdonar», porque estaría pasando por alto la decisión difícil de perdonar,
que es su responsabilidad. Quédese con cada individuo hasta que esté seguro de haber
enfrentado todo el dolor recordado: lo que hizo, cómo le hirió, lo que le hizo sentir
(rechazo, falta de amor, indignidad, suciedad, etc.).
Ahora está listo para perdonar a las personas de su lista y quedar libre en Cristo sin que
esas personas controlen más su vida. Por cada persona en su lista, ore en voz alta:
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Señor, perdono a (nombre) por (identifique específicamente todas las ofensas y los
recuerdos o sentimientos dolorosos).
Examine cada área y pídale perdón a Dios por las veces que no ha sido sumiso, y ore de
la siguiente manera:
Señor, sé que he sido rebelde hacia _________. Por favor, perdóname por esta
rebelión. Decido ser sumiso y obediente a tu Palabra. En el nombre de Jesús.
Amén.
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Declaración
Por este medio y en este momento rechazo y desecho todos los pecados de mis
antepasados. Como uno que ha sido librado del poder de las tinieblas y
trasladado al Reino del amado Hijo de Dios, cancelo toda obra demoníaca que
me hayan traspasado mis antepasados. Como uno que ha sido crucificado y
levantado con Jesucristo y se sienta con Él en los lugares celestiales, renuncio a
toda asignación satánica dirigida hacia mí y hacia mi ministerio, y cancelo toda
maldición que me hayan puesto Satanás y sus obreros. Le anuncio a Satanás y
a todas sus fuerzas que Cristo se hizo maldición por mí (Gálatas 3:13) cuando
en la cruz murió por mis pecados. Rechazo todas y cada una de las formas en
que Satanás pueda reclamarme como propiedad. Me declaro estar eterna y
completamente comprometido con el Señor Jesucristo y entregado a Él. Por la
autoridad que tengo en Jesucristo, ahora le ordeno a todo espíritu familiar y a
cada enemigo del Señor Jesucristo que esté dentro o alrededor mío que se vaya
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Oración
Amado Padre celestial: Vengo como tu hijo, comprado por la sangre del Señor
Jesucristo. Tú eres el Señor del universo y de mi vida. Te entrego mi cuerpo
como instrumento de justicia, un sacrificio vivo, para que te glorifiques en él.
Ahora te pido que me llenes de tu Espíritu Santo. Me comprometo a renovar
mi mente para poder comprobar que tu voluntad es buena, perfecta y
agradable para mí. Esto lo hago todo en el nombre y con la autoridad del
Señor Jesucristo. Amén.
Una vez asegurada su libertad al seguir estos siete pasos, puede ser que las influencias
demoníacas intenten regresar días o meses después. Alguien me contó que, después de
haber recibido su libertad, oyó a un espíritu decir a su mente: «Ya volví». A lo cual
proclamó en voz alta: «¡De ninguna manera!» El ataque se acabó al instante. Una victoria
no constituye una guerra ganada, pues hay que mantener la libertad. Después de completar
estos pasos, una señora muy feliz me preguntó: «¿Estaré siempre así?» Le dije que
permanecería libre entretanto permaneciera en una buena relación con Dios. «Y aunque
resbale y caiga», la animé, «usted sabe cómo ponerse otra vez a bien con Dios».
Una víctima de atrocidades increíbles me contó este ejemplo:
«Es como si me hubieran obligado a participar en un juego con un tipo extraño y
desagradable dentro de mi hogar. Iba perdiendo y ya no quería jugar, pero el tipo extraño
no me dejaba. Al fin llamé a la policía (una autoridad superior) que vino y lo sacó de mi
hogar. Más tarde tocó a la puerta con deseos de entrar de nuevo, pero esta vez reconocí su
voz y no lo dejé entrar».
Qué hermoso ejemplo de cómo obtener la libertad en Cristo. Le pedimos ayuda a Jesús,
la máxima autoridad, y Él saca al enemigo de nuestra vida. Conozca la verdad, manténgase
firme y resista al maligno. Busque buen compañerismo cristiano y comprométase a una
costumbre de estudiar con regularidad la Biblia y de orar. Dios le ama y nunca le dejará ni
le desamparará.
Conservación de resultados
La libertad se tiene que mantener. Usted ha ganado una batalla importante en una
guerra continua. Suya es la libertad mientras siga decidiéndose por la verdad y esté firme en
la fuerza del Señor. Si llegaran a la superficie algunos recuerdos nuevos, o si se diera
cuenta de las «mentiras» que ha creído o de otras experiencias no cristianas que haya
tenido, renuncie a ellos y decídase por la verdad. Algunos han encontrado que es
beneficioso volver a realizar los pasos. Al hacerlo, lea con cuidado las instrucciones.
Para mantener los resultados de la libertad sugerimos lo siguiente:
1. Busque el compañerismo cristiano legítimo, donde puede andar en la luz y hablar la
verdad en amor.
2. Estudie su Biblia a diario. Memorice los versículos clave. Quizás quiera expresar la
afirmación doctrinal diariamente y buscar las referencias en esta.
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Oración diaria
Amado Padre celestial: Te honro como mi Señor soberano. Reconozco que
siempre estás conmigo. Eres el único todopoderoso y sabio Dios. Eres
bondadoso y amoroso en todos tus caminos. Te amo y te agradezco estar unido
con Cristo y en Él estar espiritualmente vivo. Decido no amar al mundo y
crucifico la carne con todas sus pasiones.
Te agradezco la vida que ya tengo en Cristo y te pido que me llenes con tu
Espíritu Santo para vivir libre del pecado. Declaro mi dependencia de ti y tomo
mi posición en contra de Satanás y todos sus caminos mentirosos. Decido creer
la verdad y no me dejo desanimar. Tú eres el Dios de toda esperanza, confío
plenamente en que vas a suplir mis necesidades a medida que procuro vivir de
acuerdo a tu Palabra. Expreso con confianza que puedo vivir con
responsabilidad mediante Cristo que me fortalece.
Ahora tomo mi lugar en contra de Satanás y ordeno a él y a todos sus espíritus
malignos que se aparten de mí. Me pongo toda la armadura de Dios. Entrego
mi cuerpo en sacrificio vivo y renuevo mi mente por la Palabra viva de Dios
para poder comprobar que la voluntad de Dios es buena, agradable y perfecta.
Estas cosas las pido en el nombre precioso de mi Señor y Salvador Jesucristo.
Amén.
Oración nocturna
Gracias, Señor, que me has recibido en tu familia y me has ensalzado con toda
bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo. Gracias por darme este
tiempo de renovación a través del sueño. Lo acepto como parte de tu plan
perfecto para tus hijos, y confío en ti para cuidar mi mente y mi cuerpo
mientras duermo. Así como he meditado en ti y en tu verdad durante este día,
así escojo dejar que estos pensamientos continúen en mi mente mientras
duermo. Me entrego a ti para que me protejas de cada intento que hagan
Satanás y sus emisarios en atacarme durante mi sueño. Me entrego a ti como
mi roca, mi fortaleza y mi descanso. Te lo pido en el poderoso nombre del
Señor Jesucristo. Amén.
Después de quitar todo artículo de falsa adoración de su casa o apartamento, ore en voz
alta en cada habitación si es necesario.
Padre celestial: Reconocemos que tú eres Señor del cielo y de la tierra. Por tu
poder y amor soberanos nos has dado todas las cosas para que las disfrutemos
en abundancia. Gracias por este lugar donde vivimos. Reclamamos esta casa
para nuestra familia como un lugar de seguridad espiritual y de protección de
todos los ataques del enemigo. Como hijos de Dios sentados con Cristo en el
lugar celestial, ordenamos a todo espíritu maligno que esté reclamando su
lugar en las estructuras y en el mobiliario de este lugar debido a las actividades
de los que antes la ocupaban, que se vaya para nunca más regresar.
Renunciamos a toda maldición y encantamiento utilizado en contra de este
lugar. Te pedimos, Padre celestial, que pongas ángeles guardianes alrededor de
esta casa (apartamento, cuarto, etc.) para guardarlo de los intentos que haga el
enemigo de entrar y de perturbar tus propósitos para nuestras vidas. Te damos
gracias, Señor, por hacer esto y oramos en el nombre del Señor Jesucristo.
Amén.
EN CRISTO
SOY ACEPTADO
Juan 11:2 Soy hijo de Dios (Gálatas 3:26–28).
Juan 15:15 Soy amigo de Cristo.
Romanos 5:1 He sido justificado.
1 Corintios 6:17 He sido unido al Señor y soy uno en espíritu con Él.
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ESTOY SEGURO
Romanos 8:1, 2 Estoy libre de condenación para siempre.
Romanos 8:28 Todas las cosas ayudan a mi bien.
Romanos 8:31ss Estoy libre de todo cargo de condenación en mi contra.
Romanos 8:35ss Nada me separará del amor de Dios.
2 Corintios 1:21, 22 He sido confirmado, ungido y sellado por Dios.
Colosenses 3:3 Estoy escondido con Cristo en Dios.
Filipenses 1:6 Confío en que la buena obra que Dios comenzó en mí sera
perfeccionada.
Filipenses 3:20 Soy ciudadano del cielo.
2 Timoteo 1:7 No he recibido un espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de
dominio propio.
Hebreos 4:16 Puedo encontrar gracia y misericordia en tiempo de necesidad.
1 Juan 5:18 Soy nacido de Dios y el maligno no me puede tocar.
SOY IMPORTANTE
Mateo 5:13, 14 Soy la sal de la tierra y la luz del mundo.
Juan 15:1, 5 Soy una rama de la vid verdadera, un canal de su vida.
Juan 15:16 He sido elegido y nombrado para llevar fruto.
Hechos 1:8 Soy un testigo personal de Cristo.
1 Corintios 3:16 Soy templo de Dios.
2 Corintios 5:17ss Soy ministro de reconciliación para Dios.
2 Corintios 6:1 Soy colaborador de Dios (1 Corintios 3:9).
Efesios 2:6 Estoy sentado con Cristo en los lugares celestiales.
Efesios 2:10 Soy hechura de Dios.
Efesios 3:12 Puedo acercarme a Dios con libertad y confianza.
Filipenses 4:13 Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.1
1
Anderson, N. T. (1995). Libre de ataduras (1–271). Nashville, Tenn.: T. Nelson.