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CORRIENTES Y DESAHOGOS

ARTE Y TURISMO

Hace algunas décadas, tuvimos un profesor de Historia del Arte que explicaba el
surgimiento del arte abstracto partiendo de la aviación. Nada de teorías sobre el alma
del artista, lo importante era el motor.
Como en tantos cambios de la historia, el motor, en sentido lato, sería el responsable
de los avances y retrocesos en la evolución de nuestra especie. En este caso, el
motor-avión introducía en la existencia un inédito punto de vista. Si antes de su
invención, el pintor trabajaba desde una mirada horizontal, con el avión disponía,
además, de una inédita perspectiva vertical. ¿Y qué es lo que veía? No árboles ni
sembrados definidos sino manchas de diferentes colores y formas sobre el suelo.
Gracias a esta óptica los viajeros artistas contaron con la opción de seguir siendo
paisajistas formales haciendo, sin querer, informalismo. No se trataba, en suma, de
ningún profundo cambio interior. Sencillamente el pintor tenía ante sí otra cara del
mismo paisaje.
El motor es el emblema del progreso técnico pero también de la historia del arte. En
los futuristas fue más que evidente pero, en general, el ver a otra velocidad el mundo y
desde un ángulo nuevo condicionó el resultado locomotivo del arte. No sé esta idea se
halla en el número Arte y Turismo que acaba de publicar Revista de Occidente y no he
leído aún, pero basta su enunciado para ver claro.
La ecuación sería ésta: ¿Puede concebirse un viaje de turismo sin visitar las obras o
patrimonios artísticos? ¿Un Londres sin la National Gallery? ¿Un París sin el Louvre?
¿Una Viena sin Klimt? El turismo ha hecho tanto en el discurrir del arte como al revés.
Porque de la misma manera que, supuestamente, el avión promovió el arte abstracto,
el turismo ha potenciado su fugacidad. Arte de recreo y no de creencias, arte de pasar
el rato y no una eternidad, arte a golpe de vista para cumplir aceleradamente el
apretado programa del tour.
Por efecto del turismo, la obra de arte se inserta en la esencia común de las visitas.
Debe hallarse preparado para recibir y siempre listo para deslizarse sobre la retina del
turista. Los turistas no se detienen, circulan deprisa para aprovechar el tiempo
contratado y en su memoria se confunde fácilmente una experiencia con otra, un
artista con su antagonista y este museo con el otro. El turismo pasa de aquí para allá
puesto que su idea de pasatiempo es crucial, “crucero”.
Su talante será siempre un pasar contemporáneo del tiempo real y en su irrealidad
temporal pasan tanto los monumentos como los fiordos. Todo es turismo y todo
turismo es, a su vez, un arte: una singular manera de creación artística. De hecho,
puede que no seamos aún plenamente conscientes, pero el hecho turístico viene
también a explicar por qué hoy en el arte “vale todo” con tal de ofrecer distracción.
La Feria de Arco, por ejemplo, como las demás ferias similares, sería no una estática
muestra de arte sino una manifestación del arte en movimiento continuo. El turismo
artístico se concentra estos días en la Feria. Pero al revés: no es el turista quien se
mueve para ver el arte sino que es el arte quien viene viajando e inspirado por el
turismo para dejarse ver.
Como es patente en las ferias más vanguardistas como la Frieze de Londres cualquier
cosa puede ser o expresar arte. Pero también, como es patente en los viajes turísticos
de masa, cualquier cosa, tanto sagrada como insignificante, puede formar parte del
programa sin dejar nunca de ser turística.

¿Puede concebirse un Londres sin la National Gallery? ¿París sin el Louvre?


¿Viena sin Klimt?

Vicente Verdú

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