Вы находитесь на странице: 1из 78

I

CAPÍTULO III
EFECTOS DE LAS OBLIGACIONES

1. CONCEPTO
Los efectos de las obligaciones son las consecuencias de ellas
mismas; surgen de la dinámica de la relación obligacional, pudiendo
proyectarse:
1) sobre el acreedor (art. 730 CCC), en una serie de mecanismos y
dispositivos que facultan al acreedor a emplear diversos medios
legales para lograr el cumplimiento y así ver satisfecho su interés; y
2) sobre el deudor (arts. 731 y 732 CCC), quien carga con el
derecho-deber de cumplir la prestación comprometida. Se trata de
un deber, ya que el deudor que no cumple voluntariamente puede
ser coaccionado al cumplimiento; pero, a la vez, se trata de un
derecho, ya que el deudor tiene el derecho de liberarse del yugo
obligacional‘.
Esta última faceta, ha llevado a muchos tribunales a imponer
sobre el acreedor un deber, derivado del principio general de la 1

1 En este sentido, se ha resuelto últimamente que el estado de mora no es


impeditivo para hacer una consignación válida, pues toda persona obligada tiene
derecho a liberarse del nexo contraído y, en consecuencia, el acreedor no puede
rehusarse a recibir el pago si éste coincide con el objeto de la prestación, con
más los daños irrogados (Cám. 4a Civ. Com., Minas, de Paz y Trib. Mendoza,
11/3/14, “Tagliaferro, Daniel Jorge c/desconocido s/consignación”, LLGran
Cuyo, 2014, junio, 525).
Y en un fallo en que intervinimos se dijo que la mora no cancela el deber y el
derecho del deudor de cumplir la prestación y liberarse (arts. 505, 508 del CC y
WAYAR, E. C., Tratado de la mora, Abaco, 1981, pp. 621-622, n° 108) (Cám. Apels.
Trelew, Sala A, 12/11/09, “Flores, Mónica Isabel c/ Municipalidad de Puerto
Madryn s/acción de amparo”, en sist. Eureka, voto Dr. Velázquez).
156 MARCELO LÓPEZ MESA

buena fe: el de coadyuvar al cumplimiento del deudor, favoreciendo


con su actuación la liberación de éste 2.
Las obligaciones pueden presentar efectos inmediatos o di-
feridos, según que ellos operen desde su propio nacimiento o desde
una fecha posterior.
Así, los efectos serán inmediatos si las virtualidades de la
obligación se devengan desde su propia constitución, al no estar
sometidas a modalidad alguna que demore sus efectos, tratándose
de una obligación pura y simple en tal caso.
También tendrá efectos inmediatos el supuesto de ineficacia
pendiente, en que una obligación inicialmente vigente se ve
sometida posteriormente a una condición resolutoria (art. 347, 2°
párr., CCC).
En cambio, los efectos serán diferidos en el supuesto de eficacia
pendiente, esto es cuando la obligación se encuentra en un estado
inicial de latencia, que requiere del acaecimiento de un hecho
condicionante de tipo suspensivo, que tiene por virtualidad
“despertar” a la obligación y conferirle plenos efectos (art. 347, 1 er
párr., CCC), pues hasta ese momento la exigibilidad de la obligación
se posterga.
Desde otro punto de vista, los efectos se pueden clasificar en
instantáneos y permanentes. Los primeros, también llamados de
ejecución única, se agotan con una prestación unitaria, en un solo y
mismo instante en que se produce el cumplimiento, como ocurre en
la compraventa de contado con la entrega de la cosa.
Son obligaciones instantáneas las que nacen y mueren en un
mismo acto, como la compraventa de contado, o el tráfico de
ventanillas, o la venta de un objeto por parte de una máquina.
En la otra punta de la clasificación están los efectos perma-
nentes, fluyentes o de larga duración, que son aquellos que se
prolongan en el tiempo.

2 En esta senda se ha decidido respecto de aquellas prestaciones en las que


para su cumplimiento se requiere la cooperación del acreedor, que el deudor no
incurre en mora si el acreedor no coopera para el cumplimiento (Cám. Civ. Com.
Morón, Sala II, 13/5/93, “Ríos, María M. c/Petrelli, Juan C. y otro”, LLO reg.
AR/JUR/3092/93).
Y en otro fallo se indicó que no puede configurarse la mora del deudor si el
acreedor no cumplió con su deber de colaboración que era tener abierto y
disponible el lugar que se fijó convencionalmente como lugar de pago. El
incumplimiento por el acreedor del deber de colaboración obsta a la posibilidad
que tenía el deudor de cumplir en tiempo y forma con su pago y a su vez
configura la mora accipiendi (Cám. Civ. Com. y Min. San Juan, Sala I, 22/6/00,
“Espinola, Gabriel L. c/Obral S.R.L.”, LLGran Cuyo 2001, p. 156).
EFECTOS DE LAS OBLIGACIONES 157

Esta última categoría admite, a su vez, una subclasificación:


a) Efectos continuados, supuesto en que no hay solución de
continuidad en la prestación; y
b) Efectos periódicos, fluyentes o de tracto sucesivo, en los que
existen episodios prefijados de ejecución, la que se distribuye y
reitera a lo largo del tiempo preestablecido o determinable, pero no
indefinido. Las obligaciones fluyentes son aquellas que generan
créditos de vencimiento periódico, que nacen cada cierto tiempo y
son susceptibles de renacer por largos períodos; suelen ser
obligaciones cualitativamente muy importantes y cuantitativamente
nada desdeñables. Tales obligaciones tienen una perdurabilidad en
el tiempo y su cumplimiento no se produce por un acto único, sino
por una sumatoria de cumplimientos o pagos cada cierto tiempo.
La excepción es que la obligación tenga efectos fluyentes o de
larga duración. La regla o paradigma obligacional del Código de Vélez
era el de la obligación instantánea. Ergo, sólo excepcionalmente se
estaba en presencia de obligaciones de tracto sucesivo o de efectos
continuados, por lo que tal característica de la obligación debe surgir
claramente de ella y no puede conjeturarse, siendo de interpretación
estricta3.
En el nuevo Código Civil y Comercial se ha dado mucha mayor
importancia que en el viejo ordenamiento a las obligaciones

3 En esta línea se ha resuelto que la relación contractual existente entre el


propietario de un camión que realizaba transportes para el demandado, no
puede ser calificada como de tracto sucesivo o de cumplimiento continuado o
“contrato de duración”, pues al no haberse establecido plazo para la vigencia del
vínculo contractual, éste quedaba cumplido con cada transporte y el pertinente
pago de su flete, sin que existiera, en principio, obligación de ninguna de las
partes para continuar sus prestaciones en el futuro (Cám. Civ. Com. y Lab.
Rafaela, 13/8/04, “Ghiotti, José c/Molfino Hnos. S.A.”, LLLitoral 2005, marzo,
203).
Y en otro caso se dijo en idéntico sentido que “el hecho de que entre un
supermercado y un proveedor de mercadería se hayan sucedido compraventas
reiteradas a lo largo de un período considerable de tiempo, por sí solo, carece de
entidad para generar derechos y obligaciones más allá de tales operaciones,
debiendo rechazarse la demanda por rescisión intempestiva dirigida contra el
primero, máxime si las ventas tenían una incidencia relativa en el monto global
de los negocios del actor, teniendo en cuenta el número de sus clientes, la
ausencia de despidos luego del cese de operaciones con el demandado y, en
definitiva, la falta de prueba de un perjuicio concreto” (CNCom., Sala C,
28/10/03, “Biondi, Roberto c/Disco S.A.”, LL, 2004-A-67).
158 MARCELO LOPEZ MESA

de larga duración, de lo que da testimonio la inclusión de normas


detalladas destinadas a regir diversos contratos de efectos dilatados
en el tiempo, como contratos asociativos, de convenios de
colaboración, de leasing, etc.
En el nuevo ordenamiento se encuentra dividida la matriz
obligacional, no dándose el rotundo predominio de las obligaciones
instantáneas, que el Código de Vélez mostraba. Ergo, en este nuevo
Código, cada obligación deberá ser analizada en su naturaleza para
apreciar si se trata de una obligación instantánea o de efectos
fluyentes. Como sea, la regla que vertimos supra puede conservar
algún valor subsidiario y, entonces, ante la duda, correspondería
considerar que una obligación es instantánea y no fluyente. Pero
sólo ante la duda y luego de evaluar debida y detalladamente su
naturaleza y efectos.
Mientras el deudor cumpla su obligación no habrá problema;
pero ante el incumplimiento, se entra en otra faceta de la obligación,
que es su carácter compulsivo o coactivo, que otorga al acreedor
herramientas o remedios para forzar el cumplimiento coercitivo y,
por ende, obtener satisfacción de su interés.
Para ello, el ordenamiento le asigna al acreedor una serie de
poderes y facultades, que son derivaciones o consecuencias de la
relación obligatoria de la cual es sujeto activo, enderezadas a lograr
la satisfacción de su interés, que integraba el plan pres- tacional de
la obligación.
Ante el incumplimiento del deudor de sus obligaciones, entra en
juego el art. 730 CCC, cuya fuente es el art. 505 CC, que establece
que la obligación da derecho al acreedor:
a) a emplear los medios legales para que el deudor le procure
aquello a que se ha obligado;
b) a hacérselo procurar por otro a costa del deudor;
c) a obtener del deudor las indemnizaciones correspondientes.
EFECTOS DE LAS OBLIGACIONES 159

Los efectos enumerados en los diversos incisos de la norma


transcripta persiguen obtener que el acreedor satisfaga su interés in
natura, esto es, en primer término obteniendo exactamente el objeto
debido de la manera comprometida; de no ser ello factible, la norma
busca el cumplimiento por equivalente, es decir, que el deudor reciba
a cambio de lo originalmente previsto una cosa o una prestación de
valor equivalente a ella. A estos dos efectos se los llama principales.
También existen efectos complementarios o auxiliares, ya que
coadyuvan o apoyan la virtualidad de los efectos principales y
tienden a proteger o asegurar la integridad del patrimonio del
deudor, dado que su insolvencia tornaría ilusorio al cumplimiento
que se persigue forzar o sustituir por un equivalente.
Estos efectos auxiliares se evidencian en las medidas precau-
torias o cautelares y en las acciones de preservación o reconstitución
de solvencia patrimonial, como las acciones de simulación, pauliana
o revocatoria y oblicua o subrogatoria.
La enunciación de los efectos de las obligaciones del art. 730 CCC
4-y su fuente, art. 505 CC- tiene un orden que, en modo algu-

4 El art. 730 CCC tiene claramente dos partes bien distintas:


a) La primera de ellas contempla los derechos que tiene el acreedor ante el
incumplimiento de la prestación a que tenía derecho. En tres incisos la norma fija
un orden que debiera seguirse, pues los tres derechos que tiene el acreedor están
colocados en un orden no casual sino trascendente, en el que la reparación de los
daños y perjuicios derivados del incumplimiento es, claramente, ultima ratio.
b) La última parte de la norma, agregada en su momento por ley 24.432 en
la década de 1990 al art. 505 CC, fuente del actual art. 730 CCC, es un resabio de
la búsqueda de flexibilización y de competitividad, que por entonces se prohijaba
como panacea de la economía. Se trata de un segmento injertado en esta norma,
que no se corresponde con el resto de ella y que no amalgama bien con otras
disposiciones del Código Civil y que choca con varias de las leyes arancelarias
para abogados provinciales. Ella traza una línea demarcartoria de hasta dónde
puede llegar el cobro de honorarios respecto del capital de condena.
Más allá de la ubicación de la norma, se trata de una limitación sensata la
que traza la norma en el veinticinco por ciento del monto de la sentencia, laudo,
transacción o instrumento que ponga fin al diferendo. Pareciera razonable que
los honorarios o estipendios curiales no insuman más que ese porcentaje.pues,
de otro modo, constituirían un lastre económico imposible de cargar para las
partes del litigo o diferendo.
Dada la jerarquía de esta norma, inserta en una ley de fondo del Congreso,
las reglas arancelarias provinciales no pueden serle opuestas con éxito, con lo
que el porcentual del 25% de máximo costo arancelario es-
160 MARCELO LÓPEZ MESA

no, resulta caprichoso o libremente modificable. Las obligaciones se


constituyen para ser cumplidas, sea voluntariamente o por los
medios que la ley proporciona para compeler a su cumplimiento.
Por lo tanto, el primero de los efectos de las obligaciones es
conferir medios al acreedor para obtener el cumplimiento forzado o
compulsivo de la obligación. Es dable aclarar que este cumplimiento
forzado de la obligación no consiste en ejercer violencia sobre la
persona del deudor, sino en coaccionar su voluntad por medios
jurídicos para vencer su resistencia y obligarlo a cumplir.
Si la obligación fuese de transferir el dominio de un inmueble y el
deudor se negara, obvio es que no podría llevársele la mano al
momento de firmar. Ello, ya que las medidas de coacción admitidas
por el ordenamiento son jurídicas y no físicas.
Si no fuera posible vencer la resistencia del deudor, o fuese
necesario ejercer violencia sobre él (lo que no puede admitirse), en
caso de que la índole de la obligación lo admitiera, se pasa a un
segundo estadio, que es facultar al acreedor a hacerse procurar por
otro la prestación, a costa del deudor.
Cuando decimos “si la índole de la obligación lo admitiera”,
tenemos presente la posibilidad de que la obligación fuera de
cumplimiento esencial por el propio deudor, no admitiendo su
sustitución en el cumplimiento (por ejemplo, la obligación del
deudor de pintar un retrato del acreedor, tratándose el obligado de
un pintor famoso, como Pettorutti, Soldi o Dalí).
En este caso, es obvio que no cabe la posibilidad de la sus-
titución del deudor en el cumplimiento pues, aun pagando una
fortuna, difícilmente se encontrarían dos pintores de estilo equi-
parable y calidad similar.
En cambio, en otras ocasiones, tratándose de obligaciones en
que la persona del deudor no ha sido especialmente tenida en
cuenta al momento de contratar (la pintura de la habitación de
tablecido debe hacerse valer por los jueces, cualquiera sean las normas curiales
provinciales; salvo que, en algún caso, se configure un supuesto de
inconstitucionalidad del art. 730 CCC, por alguna situación puntual y concreta,
que deberá ser perfectamente definida y descripta en la sentencia que declarara
esa inconstitucionalidad.
Pero no resultan de aplicación los aranceles mínimos establecidos por las
leyes arancelarias locales, cuando tal aplicación arrojaría un resultado
regulatorio desproporcionado e irrazonable respecto del capital de condena y
perturbador de la economía del proceso (C. Apels. Trelew, Sala A, 14/10/11,
“Davis, Andrea L. c/Fiorasi Hnos.”, en sist. Eureka, votos Dres. López Mesa y
Velázquez).
EFECTOS DE LAS OBLIGACIONES 161

una casa), perfectamente puede el acreedor hacerse procurar por


otro la prestación, a costa del deudor.
Finalmente, en último caso, cuando tampoco esto fuera posible,
el ordenamiento otorga al acreedor el último recurso: resolver la
obligación, mutándóse la obligación original en una obligación
resarcitoria: el deudor debe al acreedor la indemnización de los
daños causados por su incumplimiento.
Cuando fracasa el cumplimiento específico de la obligación,
previa constitución en mora del deudor, con o sin interpelación del
acreedor, procede la satisfacción de la expectativa de éste por vía de
sucedáneo, mediante la reparación de los daños y perjuicios
causados por la inejecución5.
En definitiva, como bien dice Saleilles, todos los efectos de las
obligaciones se resumen en una sola palabra: cumplimiento.

1.1. Efectos entre las partes


La relatividad de las obligaciones es un principio fundamental
del ordenamiento argentino, ya que ellas sólo surten sus efectos
entre las partes que lo celebran y sus herederos, salvo, en cuanto a
éstos, si se trata de derechos y obligaciones no transmisibles. Ello,
pese a que el nuevo Código Civil y Comercial no contiene una norma
como el art. 503 del CC, ya que tal relatividad surge sin esfuerzo de
la conjugación de los arts. 724, 730, 732, 732 y cc. CCC.
Sí, en cambio, el nuevo ordenamiento contiene normas que
sientan este principio en materia de contratos: a) art. 1021 CCC:
“Regla general. El contrato sólo tiene efecto entre las partes con-
tratantes; no lo tiene con respecto a terceros, excepto en los casos
previstos por la ley”; y
b) art. 1022 CCC: “Situación de los terceros. El contrato no hace
surgir obligaciones a cargo de terceros, ni los terceros tienen derecho
a invocarlo para hacer recaer sobre las partes obligaciones que éstas
no han convenido, excepto disposición legal”.
El principio general es que ninguna obligación o convención
produce efectos frente a terceros, si éstos no lo han aceptado de
algún modo. Si el tercero acepta solamente las obligaciones o las
obligaciones y los derechos, se convierte en sujeto obligacional o en
parte contratante (por ejemplo, en el contrato de estipulación a favor
de tercero, art. 1027 CCC); si acepta solamente los

° CNCiv. y Com. Fed., Sala 1“, 21/8/97, “Ibarra c/Estado Nacional”, AP


Online.
162 MARCELO LOPEZ MESA

derechos, se está frente al contrato en favor de tercero. No puede


haber obligación o contrato a cargo de terceros, sólo puede existir
contrato en favor de terceros.
El nuevo Código Civil y Comercial contiene dos normas que
reglan la intervención de terceros en contratos ajenos: 1) el art. 1025
CCC indica: “Contratación a nombre de tercero. Quien contrata a
nombre de un tercero sólo lo obliga si ejerce su representación. A
falta de representación suficiente el contrato es ineficaz. La
ratificación expresa o tácita del tercero suple la falta de
representación; la ejecución implica ratificación tácita”; y
2) el art. 1026 CCC establece: “Promesa del hecho de tercero.
Quien promete el hecho de un tercero queda obligado a hacer lo
razonablemente necesario para que el tercero acepte la promesa. Si
ha garantizado que la promesa sea aceptada, queda obligado a
obtenerla y responde personalmente en caso de negativa”.
Pero puede ocurrir que ciertos terceros excepcionalmente in-
voquen los efectos de una obligación, como ocurre en el supuesto
contemplado por los arts. 739 a 742 CCC, que regula la llamada
acción subrogatoria, la que autoriza a los acreedores para ejercer
“derechos y acciones de su deudor”, mediante la cual, ciertos
terceros pueden prevalerse de una relación obligacional vinculante
de su deudor con otro deudor de éste 5.
También en la estipulación en favor de tercero, el beneficiario
puede reclamar la ventaja que para él se estipulara, sobre la base de
lo dispuesto por el art. 1027 CCC.
El nuevo Código Civil y Comercial tiene otras dos normas que
establecen distintos supuestos de intervención de terceros en el
seno de un contrato:
a) Art. 1029 CCC: “Contrato para persona a designar.
Cualquier parte puede reservarse la facultad de designar
ulteriormente a un tercero para que asuma su posición
contractual, excepto si el contrato no puede ser celebrado
por medio de representante, o la determinación de los sujetos
es indispensable.
La asunción de la posición contractual se produce con
efectos retroactivos a la fecha del contrato, cuando el tercero

5 A mayor abundamiento, LÓPEZ MESA, M., “La vía subrogatoria u obli-


cua”, LL, 2012-D-937, y, para analizar los serios defectos de la regulación de la
acción subrogatoria en el nuevo CCC, LÓPEZ MESA, M., “La ‘acción’ subrogatoria
u oblicua y el Proyecto de reformas al Código Civil”, en eldial. com, clave
DC1988.
EFECTOS DE LAS OBLIGACIONES 163

acepta la nominación y su aceptación es comunicada a la


parte que no
164 MARCELO LÓPEZ MESA

hizo la reserva. Esta comunicación debe revestir la misma forma que el


contrato, y ser efectuada dentro del plazo estipulado o, en su defecto,
dentro de los quince días desde su celebración. Mientras no haya una
aceptación del tercero, el contrato produce efectos entre las partes”.
b) Art. 1030 CCC: “Contrato por cuenta de quien corresponda.
El contrato celebrado por cuenta de quien corresponda queda sujeto a
las reglas de la condición suspensiva. El tercero asume la posición
contractual cuando se produce el hecho que lo determina como
beneficiario del contrato”.
Salvo estas excepciones, las obligaciones están regidas por un
principio equivalente al de los contratos, el de relatividad 6.
Con respecto al deudor, la obligación le impone el deber de
cumplir con esa prestación de la manera estipulada o en la forma
que la ley impone.
El nuevo Código Civil y Comercial se ocupa de los efectos de las
obligaciones con relación al deudor en los arts. 731 y 732 CCC, que
disponen lo siguiente:
1) Art. 731 CCC: “El cumplimiento exacto de la obligación confiere al
deudor el derecho a obtener la liberación y el de rechazar las acciones del
acreedor”.
2) Art. 732 CCC: “Actuación de auxiliares. Principio de equi-
paración. El incumplimiento de las personas de las que el deudor se
sirve para la ejecución de la obligación se equipara al derivado del propio
hecho del obligado”.
Aunque el nuevo Código no lo diga en este segmento, las obli-
gaciones también alcanzan a los sucesores de los sujetos obli-
gacionales.
Sí se establece el principio respecto de los contratos en el art.
1024 CCC, que dispone: “Sucesores universales. Los efectos del
contrato se extienden, activa y pasivamente, a los sucesores

6 Bien ha dicho Valpuesta Fernández que “el fundamento de la relatividad


contractual está en la misma esencia del contrato, de la misma manera que es
una manifestación de la autonomía de la voluntad, sólo compete a quienes
libremente lo concertaron, inteligir lo contrario supondría que una persona
quedase obligada por decisión de otra, sin que previamente le haya autorizado,
otorgándole representación o ratificado con posterioridad; de lo que hay que
salvar, lógicamente, la representación legal que encuentre su ratio en la norma
jurídica que la impone” (VALPUESTA FERNÁNDEZ, Mario Rosario, Derecho,
obligaciones y contratos, 3“ ed., Tirant lo Blanch, Valencia, 1998, p. 431).
EFECTOS DE LAS OBLIGACIONES 165

universales, a no ser que las obligaciones que de él nacen sean


inherentes a la persona, o que la transmisión sea incompatible con
la naturaleza de la obligación, o esté prohibida por una cláusula del
contrato o la ley”.
Es más, a tenor del art. 2277 CCC: “Apertura de la sucesión.
La muerte real o presunta de una persona causa la apertura de su
sucesión y la transmisión de su herencia a las personas llamadas a
sucederle por el testamento o por la ley. Si el testamento dispone sólo
parcialmente de los bienes, el resto de la herencia se defiere por la ley.
”La herencia comprende todos los derechos y obligaciones del
causante que no se extinguen por su fallecimiento”.
Esta norma se complementa con otras, como el art. 2280 CCC:
“Situación de los herederos. Desde la muerte del causante, los herederos
tienen todos los derechos y acciones de aquél de manera indivisa, con
excepción de los que no son transmisibles por sucesión, y continúan en
la posesión de lo que el causante era poseedor.
”Si están instituidos bajo condición suspensiva, están en esa
situación a partir del cumplimiento de la condición, sin perjuicio de las
medidas conservatorias que corresponden.
”En principio, responden por las deudas del causante con los bienes
que reciben, o con su valor en caso de haber sido enajenados”.
Existen derechos y obligaciones que mueren con el causante,
que no se transmiten ni siquiera a los sucesores universales. Son los
llamados derechos y obligaciones inherentes a la persona (como los
emergentes, por ejemplo, de la patria potestad, del matrimonio, etc.).
El resto de las obligaciones y derechos se transmiten a los
sucesores universales.
Respecto de los sucesores singulares, la regla general es que los
efectos de las obligaciones no alcanzan a éstos. Son sucesores
singulares aquellos que han recibido no una herencia, sino una cosa
determinada, como el comprador de un bien, por ejemplo. En efecto,
si Pedro ha comprado un inmueble a Juan, es evidente que las
deudas quirografarias que Juan tenga no pueden afectar a Pedro.
En las obligaciones propter rem, en cambio, no hay terceros,
porque si bien se trata de sucesores singulares, el comprador sucede
al anterior propietario en el dominio de la cosa y con la compra, lo
desee o no, asume dichas obligaciones que se trasmiten con ella.
Quien compra un inmueble debe hacerse cargo de tales obligaciones
(arts. 2048 y 2049 CCC).
1.2. Efectos con relación a terceros
1.2.1. Principio general
Las obligaciones son, en principio, invocables por -y oponi- bles
a- aquellos que han participado en su génesis, como las partes
166 MARCELO LÓPEZ MESA

contratantes en los contratos, el declarante en la declaración


unilateral de voluntad, etc.
Son partes u otorgantes del contrato los que intervienen en su
celebración por sí o a través de un representante. Las partes son
titulares de los intereses reglados en el contrato; ellas adquieren los
derechos y contraen las obligaciones establecidas en la contratación.
Su representante actúa por cuenta, en representación y en nombre
de las partes; consecuencia, no adquiere derechos ni contrae
obligaciones derivadas del contrato.
Los efectos del contrato celebrado por medio de un representante
se producen en la esfera jurídica del representado; de ello deriva que
la parte en el contrato es el representado, no el representante.
Los terceros son, en principio, extraños a la obligación. Son
meros espectadores del vinculo que se ha formado entre el acreedor
y el deudor, y no pueden ser alcanzados por sus consecuencias.
El principio general de que los contratos no pueden perjudicar a
terceros, no pueden oponerse a ellos, ni invocarse por ellos (salvo
algunas excepciones).
Pueden señalarse como excepciones al principio la subrogación,
la cesión de derechos y la estipulación a favor de terceros. Pero, en
verdad, no son excepciones: el subrogante, el cesionario y el
beneficiario dejan de ser terceros para incorporarse a la obligación y
constituirse en partes o beneficiarios de ella 7.

1.2.2. El principio de relatividad en la jurisprudencia


1. El principio de relatividad del contrato, a) El principio de
relatividad es uno de los tres pilares del régimen contractual; ellos
son: i) la libertad contractual; ii) la fuerza obligatoria de los
contratos, y iii) su efecto relativo, conforme al cual los alcances de lo
pactado están restringidos únicamente a las personas que lo han
celebrado8.
b) Que, eventualmente, los contratos puedan producir efectos so-
bre otras personas que los firmantes de ellos constituye una excep-
ción al régimen o principio general, la que no puede generalizarse 9.

7 Véase, a mayor abundamiento, el interesante trabajo de Jean-Sébastien


Borghetti, titulado “Incumplimiento y responsabilidad frente a terceros en el
Derecho francés. ¿Cómo salir del punto muerto?”, en lus et i'cnlns, n" 72, pp. 44
y ss.
8 C. Apels. Trelew, Sala A, 8/7/09, “Pacheco c/Lungo”, AP Online, voto Dr.

Ferrari.
9 C. Apels. Trelew, Sala A, 13/10/11, “Martín c/Municipalidad de Trelew y

otro”, (expte n° 568 - año 2010), en La Ley Online, voto Dr. López Mesa.
EFECTOS DE LAS OBLIGACIONES 167

c) Para que la obligación contraída por el enajenante pase al


adquirente es menester una “necesaria conexidad entre la cosa
transmitida y el contrato”, hipótesis que se presenta en las de-
nominadas “obligaciones ambulatorias”10.
2. Efectos de los contratos, a) Esta norma significa que los con-
tratos producen efectos entre sus partes, o sea, entre quienes
contrataron; mas no constituyen institutos que puedan ser em-
pleados promiscuamente por sujetos distintos de los contratantes
-ni tampoco empleados contra sujetos distintos de los contratantes-,
Frente a las partes del contrato, los terceros pueden invocar
contratos que no concertaron, excepcionalmente, si de éstos
surgiera algún beneficio para tales terceros. Es claro que esos
terceros no pueden ir más allá de tal invocación del beneficio, pues
les está vedado introducirse en los vínculos mismos. En los
contratos bilaterales o conmutativos, la vigencia del principio de su
eficacia relativa a sus partes es más fuerte aún; no está prevista
legalmente una suerte de “trilateralidad” de los contratos11.
b) Cuando alguna doctrina afirma que los efectos indirectos de
los contratos afectan a todos los terceros, esa afirmación sólo puede
significar que nadie, ningún tercero, puede desconocer la
celebración de ese contrato; pero que no se pueda desconocer la
celebración del contrato no quiere decir que el contenido normativo
de ese acuerdo particular y concreto sea oponible erga omnes a todos
los terceros12.
c) Como las promesas gratuitas post mortem prestan una in-
negable utilidad en el tráfico, no cabe cercenar el marco de la
autonomía privada de los agentes mientras que no se siga un fraude
a la ley, una transgresión a la regla moral, etc.13.

10 CNCiv. y Corrí. Fed., Sala Ia, 2/4/98, “YPF S.A.”, AP Online.


uCNCom., Sala D, 9/4/97, “La Construcción S.A.”, AP online.
12 C. Fed. Tucumán, 11/3/03, “Coronel”, AP Online 35000094.
13 CNCiv., Sala D, 27/10/97, LL, 1998-B-763.
168 MARCELO LÓPEZ MESA

3. Contratos en perjuicio de terceros, a) Para que exista contrato


en perjuicio de terceros es necesario que se pueda establecer una
dependencia o nexo causal entre el contrato y la consecuencia
dañosa sufrida por el tercero14.
b) El contrato en perjuicio de terceros, mediante la violación del
pacto de exclusividad, se configura cuando ambas partes se ponen
de acuerdo en celebrar un negocio para ocasionar un daño a un
tercero, pero no cuando ese daño ha sido buscado por sólo una de
las partes y resulta desconocido para la otra, caso en el cual el
tercero dispone de una acción únicamente contra el culpable15.
c) Las modificaciones introducidas por el transportista marítimo
en el contrato pactado originalmente no pueden perjudicar al
cargador ni al consignatario que no fueron parte en tales con-
venciones ni dieron su consentimiento a los cambios -conforme al
art. 1195 CC-, por lo que sólo rigen las relaciones entre los distintos
transportistas16.
d) La circunstancia de que el vendedor por mandato haya
pactado en el contrato de compraventa que quedaba facultado para
iniciar las acciones judiciales que fueran menester a fin de obtener el
pago del saldo de precio estipulado no tiene eficacia alguna para
otorgarle legitimación para accionar contra el comprador, en tanto el
mandato no puede verse modificado por lo que pacte el mandatario
con el tercero, pues ello conllevaría un perjuicio para el mandante 17.
e) Es factible que un sujeto de derecho controvierta el efecto a su
propio respecto del acto de otro sujeto, porque es regla que "los
contratos no pueden perjudicar a terceros” 18.
f) La acción pauliana, la de simulación y la de colación, entre
otras, son medios que el derecho provee para que los terceros
afectados puedan defenderse de los efectos negativos de los con-
tratos en los que no han sido partes. Si le bastara al tercero con
remitirse a la norma general que limita el efecto de los contratos a
sus firmantes (art. 1195 CC) los juicios por fraude o simulación
serían innecesarios, es decir, los terceros no pueden desco-

14 CNCiv. y Com. Fed., Sala Ia, 13/6/96, DJ, 1997-2-363, voto Dr. Pérez
Delgado.
15 CNCiv. y Com. Fed., Sala Ia, 13/6/96, LL, 1997-B-67.

16 CNCiv. y Com. Fed., Sala 2a, 10/8/00, LL, 2001-B-650.


17 C. Civ. y Com. Santa Fe, Sala Ia, 20/4/98, LLLitoral 1999-735.
18 CNCom., Sala D, 7/9/82, LL, 1983-C-12.
EFECTOS DE LAS OBLIGACIONES 169

nocer los efectos de los contratos y sólo pueden oponerse a ellos con
los medios que la ley prevé19.

1.3. Efectos con respecto a los terceros


Los efectos de las obligaciones no alcanzan a los terceros, a mérito del
principio establecido por los arts. 1195 y 1199 del CC.
Respecto de los terceros, las convenciones entre partes cons-
tituyen un convenio que les es inoponible (res ínter alios acta). La
excepción está dada por el art. 1027 CCC, que prevé la figura
conocida como estipulación en favor de tercero.
Esta norma recepta un instituto sui generis que se denomina
“estipulación a favor de tercero”. En virtud de ella, un tercero, ajeno al
vínculo obligacional, en caso de ser beneficiario, se incorpora a la
obligación ya nacida. Allí, los efectos sí lo alcanzan.
La institución de la estipulación a favor de tercero es una figura más
mentada que conocida debidamente en el derecho argentino.
Se trata de un instituto extraño, sui generis, que es bilateral en su
conformación, pero triangular en sus efectos y consecuencias; ha
sido definido por Josserand como “una trinidad necesaria”20.
Esta relación triangular, este trípode desvencijado o de patas
desparejas, que es la estipulación en favor de tercero, constituye una
ligazón jurídica que une a un estipulante, un promitente y uno o más
beneficiarios en una relación obligacional compleja.
A su respecto, bien se ha dicho que “la figura de la estipulación a
favor de tercero es bilateral en su formación y triangular en sus
efectos, ‘une opération a trois’ -al decir de De Page-, ‘una trinidad
necesaria’, según expresivas palabras de Josserand. Con ello se hace
referencia a la relación trilateral formada entre el estipulante, el
promitente y el beneficiario que, en definitiva, no ha de significar otra
cosa que un cambio de riquezas o valores por persona interpuesta” 21.
El negocio jurídico celebrado en favor de un tercero corporiza una
relación de provisión, tendiente a pautar futuras ventajas, beneficios
o prestaciones en favor del beneficiario. Esta relación no es
autosuficiente contractualmente, sino que puede concep-

19 C. Civ. y Com. Morón, Sala Ia, 30/6/06, Juba sum. B2300807.


20 JOSSERAND, L.- BRUN, A., Derecho civil, trad. castellana de Santiago
Cunchillos y Manterola, Buenos Aires, 1950, t. II, vol. 1°, p. 200, n” 276.
21 RKZZONICO, Juan Carlos, “Perfil estructural de la estipulación a favor de
tercero'’, LL, 1979-D-882.
EF'ECTOS DE LAS OBLIGACIONES 170

tualizarse como un engranaje de un mecanismo contractual más


complejo.
Así, el vínculo entre el estipulante y el promitente es el contrato
marco en que se inserta la mentada estipulación, que funge de
relación extendida o ampliada y que se establece para ligar o vincular
al obligado o promitente con el tercero beneficiario.
La estipulación en favor de tercero reúne, en una misma relación
obligacional, dos tramos distintos del nexo: la relación pro-
mitente-estipulante (de índole jurídica) y la relación estipulante-
beneficiario (normalmente de índole jurídica, aunque también puede
ser afectiva, sentimental, fraternal, filial, etc.).
Pero contrariamente a lo que pueda pensarse, esta estipulación
no es una relación obligacional disociada, sino que en ella prima la
unidad como idea general, al punto de que el tercero beneficiario
dispone de acción directa contra el promitente para hacer valer sus
derechos.
Atinadamente, se ha precisado: “Naturalmente, por su idio-
sincrasia, no puede la relación básica, por sí misma, bastar al fin
perseguido. El acto jurídico que se desenvuelve allí es sólo el
antecedente del objetivo total, cual es el beneficio del tercero. En
efecto, técnicamente, el acto jurídico a favor de tercero, en cuanto se
desarrolla como relación de provisión, no es autosufi- ciente:
contractualmente se perfila como un mecanismo jurídico que
funciona en el interior del contrato para dividir sus efectos. Existe un
antecedente primario o normal del sistema, cual es el vínculo entre el
estipulante y promitente -ambos son partes en la trabazón
fundamental-. A ello se debe agregar una segunda relación que une al
obligado con el tercero: es la consecuencia natural de la estipulación.
A su vez, dicho tercero, si bien desde cierta perspectiva aparece
alejado del estipulante, de manera alguna queda apartado de éste y
continúa ligado a él y al promitente por la propia virtualidad de la
figura de tipo triangular, situación que perdurará en el
desenvolvimiento del mecanismo hasta agotar sus efectos”23.
Y se ha añadido a ello que “sucede que, aun cuando hay vínculos
distintos, la operación no debe escindirse y la aislación en tramos
separados, si bien está plenamente justificada para su mejor estudio,
choca con la esencia y finalidad del instituto. 22 23
Todo lo contrario: la unidad debe primar como idea general, ad-
virtiéndose que si bien el tercero posee acción directa contra el

22 RK/.ZONH-O, Juan Carlos, “Perfil estructural de la estipulación a favor

de lercero”, p. 882.
EFECTOS DE LAS OBLIGACIONES 171

promitente, ello es porque previamente hubo un vínculo entre dicho


promitente y el estipulante y lo allí concertado repercutirá en esa
relación directa”24.
Un ejemplo de esta estipulación es la que celebran el tomador de
una cobertura de salud con la obra social, siendo terceros los
familiares del mismo amparados por esa cobertura, tales como hijos y
esposa o concubina.

1.3.1. La estipulación en favor de tercero en la jurisprudencia


Sobre este tema cabe tener en cuenta los siguientes criterios
judiciales, edificados en torno al viejo art. 504 del CC, pero que
todavía pueden aplicarse, a tenor de los nuevos arts. 1027 y 1028
CCC.
1. Tercero: situación, a) El “tercero” del art. 504 CC es el acreedor
de la obligación; lo particular del caso es que ese tercero lo es en
cuanto al contrato que ha originado la obligación, pero no lo es con
respecto a la obligación en sí misma, y su situación de acreedor es
idéntica a la de cualquier otro, en cuanto a los medios de los que
dispone para compeler al deudor al cumplimiento de la obligación25.
Cuando la estipulación ha sido un modo de pago al tercero
(beneficiario de ella), éste conservará contra el estipulante las
acciones emergentes de la relación obligatoria que hace exigible ese
pago26.
b) Si las partes que actúan en el contrato establecen una es-
tipulación a favor de un tercero, éste tiene derecho, bajo ciertas
condiciones, de exigir el cumplimiento de lo así estipulado 27.
c) Cuando en un contrato la estipulación a favor de tercero ha
sido un modo de pago a éste (beneficiario de ella), el tercero
conservará contra el estipulante las acciones emergentes de la
relación obligatoria que hace exigible ese pago28.
2. Situación de los estipulantes, a) Los estipulantes se hallan
legitimados para reclamar del promitente la indemnización de

24 REZZÓNICO, Juan Carlos, “Perfil estructural de la estipulación a favor de


tercero”, p. 882.
25 C. Civ. y Com. San Isidro, Sala Ia, 20/4/93, JA, 1994-11-257.
26 CNCiv., Sala A, 24/10/84, LL, 1985-C-381.
27 CNCom., Sala D, 4/8/04, JA, 2004-IV-369.
28 CNCiv., Sala A, 24/10/84, JA, 1985-IV-347.
172 MARCELO LÓPEZ MESA

los daños directos que experimentaron, derivados del incumpli-


miento del contrato29.
b) En el contrato a favor de tercero, para el promitente, el con-
trato no tiene carácter de liberalidad puesto que la prestación es,
para él, cumplimiento30.
c) Cuando existe una entidad “estipulante” (hospital, clínica,
sanatorio, obra social, incluso un médico jefe de equipo o cualquier
otra persona física o jurídica) que sea la contratante del médico
actuante, “promitente”, la figura jurídica de la estipulación a favor
de un tercero “beneficiario” (art. 504 CC) es la que perfila la relación
generada entre las diversas partes intervinientes 31.
3. Obligaciones con incidencia sobre terceros, a) Las convencio-
nes destinadas a producir efectos sobre personas que no son las que
intervienen en el acto pueden presentar diversas variantes, entre
muchos, el contrato de prestación a cargo de un tercero; los
contratos que inciden en la situación de los terceros; el contrato en
favor de otro, pero no en el propio nombre del estipulante, sino en
nombre del tercero; el contrato en que el estipulante actúa en
nombre propio y en interés del tercero, pero sin hacerle adquirir un
derecho propio y autónomo32. En los contratos a favor de terceros,
una de las partes, llamada estipulante, conviene, en su propio
nombre, que la contraparte, el promitente, quede obligada hacia un
tercero, adquiriendo éste el correlativo derecho de exigir la
prestación. En los contratos a nombre de otra persona sin que ésta
haya otorgado mandato, ni la representación provenga directamente
de la ley: en este caso, se ingresa en el terreno de la representación.
Contrato a cargo de tercero es aquel en que una de las partes
promete el hecho de un tercero y en esa promesa consiste la
obligación que asume33.
b) Los franceses hablan de faire un contrat pour le compte
d’autrui; con esta expresión amplia, quieren decir: concluir una
convención cuyos efectos, al menos algunos, están destinados a una
persona ausente en la celebración. Dentro de este género,

29 C. Civ. y Com. San Martín, Sala 2a, 18/5/00, JA, 2001-IV-617.


30 CNCiv., Sala D, 24/10/89, JA, 1990-11-647.
CNCiv. y Com. Fed., Sala 3a, 4/9/91, JA, 1992-1-55.
31

32 Sup.
Corte Just. Mendoza, Sala Ia, 28/12/01, “Osman”, AP Online n°
70008353.
33 Sup. Corte Just. Mendoza, Sala Ia, 28/12/01, “Osman”, AP Online n°

70008353.
173 MARCELO LOPEZ MESA

distinguen muchas especies, entre las que ubican, además de las


mencionadas, la gestión de negocios, la comisión, la interposición
de personas, etc. Dentro de este género, concretamente, tratan de
distinguir la estipulación por otro, regido por las normas de la
representación (mandato con representación y otras figuras
semejantes) y la estipulación para o en favor de otro. La principal
diferencia es que mientras la representación hace que los efectos de
un contrato se produzcan directamente y en su integridad con
relación al representado, sin distinguir entre derechos y
obligaciones, la estipulación en favor de otro, en cambio, sólo hace
nacer derechos en cabeza del beneficiario; o sea, provoca una
disociación del conjunto de derechos y obligaciones nacidos del
contrato, pues el conjunto de las obligaciones quedan a cargo del
estipulante. Normalmente, la representación supone relaciones
internas entre representante y representado; en cambio, en la
estipulación a favor de tercero estipulante y tercero beneficiario son
absolutamente independientes. Esto hace que el representado, por
ser el dueño del negocio, puede dar instrucciones a quien lo está
representando; el tercero beneficiario, en cambio, nada puede
ordenar al estipulante34.
4. Estipulación en favor de tercero: esencia, a) La estipulación a
favor de un tercero es un procedimiento técnico que permite a dos
personas que celebran un contrato entre ellas hacer nacer un
derecho en beneficio de un tercero; dicha estipulación no es una
operación que se baste a si misma, es un mecanismo que funciona
en el interior de un contrato para dividir sus efectos ya que crea un
beneficio a favor de un tercero: la primera relación une al
estipulante con el promitente y la segunda, a éste con el tercero,
cuyo derecho se justifica por la idea de la representación y se
establece, en la figura clásica, con su asentimiento35.
b) En el contrato a favor de tercero no existe representación, sino
que es una convención por la cual una persona, llamada estipulante
acuerda con otra, llamada promitente, que ésta ejecutará una
prestación de beneficio de un tercero a quien se denomina
beneficiario36. El contrato a favor de terceros no es un contrato en
nombre del tercero, porque el estipulante no con-

34 Sup. Corte Just. Mendoza, Sala Ia, 28/12/01, “Osman”, AP Online n°

70008353.
35 CNCiv., Sala G, 7/4/83, ED, 104-282 (fallo ln Inst.).
36 CNCom., Sala A, 24/12/81, ED, 98-448.
174 MARCELO LÓPEZ MESA

trata en calidad de gestor del tercero ni en nombre de éste. La


personalidad del estipulante es mucho más destacada que la del
gestor; mientras éste es sólo un intermediario, un representante, el
estipulante obra en su propio nombre, estipula por sí mismo. El
estipulante sigue siendo el dueño de la operación hasta tanto no
sobrevenga la declaración del tercero, pues puede arrepentirse; más
aún, después de la aceptación puede seguir cumpliendo un papel en
el contrato (por ejemplo, en el seguro de vida a favor de un tercero
puede seguir pagando las cuotas)37.
5. Estipulación a favor de tercero, a) La estipulación a favor de
tercero es una convención por la cual un estipulante acuerda con un
promitente que éste efectuará una prestación en beneficio de un
tercero a quien se denomina beneficiario38.
b) La operación jurídica denominada “contrato a favor de ter-
cero” (estipulación a favor de tercero, o contrato para tercero) da
lugar a relaciones triangulares, donde aparecen como protagonistas
el estipulante (promisorio o aceptante), el promitente (u obligado) y
el tercero (o beneficiario). Dos son sus características principales: en
primer lugar, es un contrato celebrado entre estipulante y
promitente; y en segundo lugar, como consecuencia del contrato, el
promitente asume una obligación, para cuyo incumplimiento están
previstas acciones tanto a favor del estipulante como del tercero39.
c) En sentido estricto, en la estipulación a favor de tercero,
ningún vínculo existe entre el estipulante y el tercero, por cuanto no
existen acciones entre ellos o efectos directos, aunque sí
consecuencias, pudiéndose agregar que el estipulante no actúa en
representación del tercero ya que lo hace en nombre propio 40. Si las
partes que actúan en el contrato establecen una estipulación a favor
de un tercero, éste tiene derecho, bajo ciertas condiciones, a exigir el
cumplimiento de lo así estipulado41.
d) En la estipulación a favor de terceros hay un acto directo,
autónomo respecto del tercero, que no cuadra en los que contempla
el art. 1021 CC; aparece, en realidad, como aspecto

37 Sup. Corte Just. Mendoza, Sala Ia, 28/12/01, “Osman”, AP Online n“

70008353.
38 CNCom., Sala A, 24/12/81, ED, 98-448.

39 CNCiv., Sala D, 24/10/89, JA, 1990-11-647.


40 C. Ia Civ. y Com. La Plata, Sala 2a, 5/12/96, Juba sum. B151917.
41 CNCom., Sala D, 4/8/04, JA, 2004-IV-369.
EFECTOS DE LAS OBLIGACIONES 175

sustancial, la aceptación que es unilateral. Por otra parte, el tercero


no es necesario que se individualice con toda precisión, bastando
que surja del contrato42.
e) Aun cuando ciertamente poseen los padres la representación
legal de sus hijos (art. 274 CC), no se puede perder de vista que
cuando contratan los servicios de atención médica para aquéllos, lo
hacen en su propio nombre, configurándose, en tal caso, un
supuesto de estipulación en favor de un tercero (art. 504 CC)43.
6. Estipulación en favor de tercero: beneficiarios, a) El bene-
ficiario de una estipulación o contrato a favor de tercero puede ser
tanto una persona física como jurídica44.
b) En los casos en que se configura una estipulación a favor de
terceros, el derecho del beneficiario es autónomo, directo, ya que no
deriva del patrimonio del estipulante y, por ello, tiene acción directa
para reclamar la obligación que se ha constituido en su beneficio
una vez que lo ha aceptado45.
c) El beneficiario en la estipulación a favor de tercero está
legitimado para demandar al obligado el resarcimiento de los daños
y perjuicios derivados del mal cumplimiento del contrato; pero si el
accionante niega el vínculo contractual y reclama indemnización por
el daño producido por impericia y negligencia, es procedente la
excepción de falta de legitimación pasiva46.
d) La cláusula que habilita al usuario adicional de una tarjeta de
crédito, como estipulación a favor de tercero, lo habilita para exigir
el cumplimiento de la obligación y, demostrando el incumplimiento,
puede ejercitar la acción resarcitoria dentro del plazo de tres años
regulado por el art. 50 la ley 24.240, de aplicación al caso según lo
dispuesto por el art. 3 de la ley 25.065 47.
e) La escrituración del contrato de renta vitalicia a favor del
cónyuge del constituyente resulta exigible por éste, no sólo en su
calidad de heredero de aquél, sino también por derecho propio como
beneficiario de dicha estipulación, toda vez que la regla

4¿CNCiv., Sala C, 1/9/87, “Santino c/Silos Madariaga S.A’, JA, 1988-11,


síntesis.
43 CNCiv. y Com. Fed., Sala 3a, 8/7/88, JA, 1989-111-58.
44 CNCom., Sala A, 24/12/81, ED, 98-448.
45 CNCiv., Sala C, 1/9/87, ED, 127-358.
46 CNCiv., Sala G, 3/8/81, ED, 95-420.
47 CNCom., Sala C, 1/5/12, “Duronto, Guillermo Vicente c/Visa Argentina
S.A. y otro s/ordinario”, RCyS 2012-XI, 113.
176 MARCELO LÓPEZ MESA

que prohíbe las donaciones entre esposos, establecida por el art.


1807, inc. Io, del CC, no se aplica al haberse pactado que la li-
beralidad recién operaría una vez fallecido su cónyuge, lo que
implica la disolución de la sociedad conyugal a causa de ello 42.
7. Adquisición de inmueble para otro, a) La operatoria por la cual
en la escritura se inserta que el adquirente compró el inmueble para
y con dinero de otra persona, la cual debía oportunamente aceptar la
compra, es susceptible de ser encuadrada en la figura jurídica de la
estipulación en favor de terceros43.
b) La estipulación a favor de terceros se traduce en el dominio del
bien con modalidades especiales, asimilables a las que componen el
dominio fiduciario, por cuanto la adquisición se realiza con miras a
transmitir la propiedad a un tercero 44.
c) En la adquisición de un inmueble a favor de un tercero, la
aceptación del beneficiario es un acto unilateral que surte efectos
desde su declaración, sin necesidad del consentimiento del com-
prador. Producida ella, el beneficio se torna irrevocable 45 46. Hasta el
momento en que el tercero beneficiario acepte la compra de un
inmueble a su favor, éste sólo tiene un derecho a adquirir el dominio,
mas no el dominio mismo, que permanece en manos del comprador,
y, en esa situación, los acreedores del beneficiario no se hallan
habilitados para agredir el bien, que no es aún propiedad del deudor,
y sólo podrán ejercer la acción subrogatoria que les competa para
obtener la aceptación de la compraventa32.
d) La falta de aceptación del beneficio estipulado, en los términos
del art. 504 del CC, en un contrato de compraventa en condominio
no puede suplirse por el hecho de que los compradores hubieran
reconocido al beneficiario el carácter de condomino en una carta
documento, pues se trata de un derecho real cuyo modo de
constitución no queda librado a la voluntad de las partes, sino a lo
que específicamente establece la ley atento a la entidad y las
características del derecho en cuestión 47.

42 Cám. Ia Civ. Com. Bahía Blanca, Sala I, 30/6/11, “Delorme, Celia Benigna

E. c/Galmarini, Eduardo Mariano s/escrituración”, LLBA, 2011 (agosto), 768.


43 CNCom., Sala E, 15/4/88, JA, 1988-IV-724; 31/12/87, LL, 1988-C-475.
44 CNCom., Sala B, 30/10/97, ED, 180-511, diet, fiscal de Cámara.
45 CNCom., Sala E, 31/12/87, LL, 1988-C-475; Sala B, 30/10/97, ED,
180-511, diet, fiscal de Cámara.
46 CNCom., Sala E, 31/12/87, LL, 1988-C-475.
47 Cám. 6a Civ. Com. Córdoba, 19/11/08, LLC 2010 (agosto), 747.
177 MARCELO LÓPEZ MESA r
1

8. Relaciones entre médico, clínica y paciente, a) La obra social


pactó con el prestador médico una estipulación a favor de tercero
-su afiliado- (arg. art. 504 CC), que hizo nacer para ella una
obligación tácita de seguridad por la eficacia del servicio de salud
contratado, obligación que la constriñe a responder por la conducta
culposa de los profesionales involucrados en la atención de los
beneficiarios48. La entidad prestadora de los servicios de salud a la
que se encuentra asociado el actor se encuentra obligada por la
acción u omisión de los ejecutores materiales de la prestación,
como obligación tácita de seguridad que funciona como carácter
accesorio de la obligación principal que es la prestación del servicio
de salud, garantizando que se lleve a cabo sin peligro para la
integridad del paciente49.
b) La figura de la estipulación a favor de un tercero (art. 504 CC)
perfila la relación generada entre una clínica y una obra social o
mutual o una empresa de medicina prepaga; entre esos entes se
establece una relación de cobertura en beneficio del paciente,
afiliado a éstas, quien se transforma “contractualmente”, por la
virtualidad jurídica del nexo, en acreedor de la clínica por la debida
atención médica 50 . El acuerdo entre la clínica de prestación de
servicios de salud y el médico a favor del enfermo configura un
contrato a favor de terceros 51 ; de ello deriva que las
responsabilidades civiles del médico y del establecimiento de salud
son contractuales y directas52.
c) La letra del art. 504 CC que determina la estipulación a favor
de tercero parece adecuarse al tríptico clínica médico paciente en
una interacción que permita la determinación de la culpa por la
conjugación de las normas establecidas en los arts.

48 CNCiv. y Com. Fed., Sala 2a, 3/9/98, “Arrióla c/Unión Tranviarios

Automotor”, AP online.
49 CNCiv., Sala A, 11/4/13, “Petrillo, José Luis c/Repetto, Oscar Osvaldo y

otro”, RCyS 2013-1X, 130.


50 CNCom., Sala A, 21/3/91, JA, 1991-11-472; CNCiv., Sala D, 16/3/92,

JA, 1993-III-137.
51 C. Civ. y Com. Córdoba, n. 7, 26/5/99, LLC, 1999-1164; CNCiv., Sala J,

11/6/92, LL, 1994-A-270; Sala A, 14/2/89, “Pérez de Beneitez”, AP Online; C.


Civ. y Com. San Isidro, Sala Ia, 2/9/97, LLBA, 1998-793; CNCiv. y Com. Fed.,
Sala 3a, 21/10/04, “Viñas de Ortiz”, AP Online n° 1/1004816.
52 CNCiv., Sala J, 11/6/92, LL, 1994-A-270; Sala H, 21/6/95, LL, 1997-

E-1007 (39.771-S); C. Civ. y Com. San Isidro, Sala 1°, 2/9/97, LLBA,
1998-793.
178 MARCELO LÓPEZ MESA

512 y 902 CC, sin descuidar “la condición especial de los agentes”
marcada por el art. 909 del mismo cuerpo legal 53.
d) En tal situación, el paciente receptor del beneficio tendrá dos
acciones “contractuales” y “directas”: una contra la persona
jurídica y otra contra el médico 54. La responsabilidad indirecta que
pesa sobre los establecimientos médicos por el hecho de sus
auxiliares debe encuadrarse jurídicamente en el marco de la
estipulación a favor de tercero, en consideración a la autonomía
científica que poseen los profesionales médicos con relación a las
autoridades de tales establecimientos 55.
e) Allende la autonomía científica de los médicos respecto de las
autoridades del establecimiento, existe una responsabilidad
contractual directa de la clínica, nacida de la estipulación a favor de
terceros. Es que cuando esa codemandada -estipulante- pactó la
prestación de servicios en su establecimiento con los médicos
-promitentes-, celebraron todos ellos contratos a favor de los
enfermos -beneficiarios-, quienes de resultas de haber prestado su
adhesión a la eficacia de las estipulaciones concertadas en su
beneficio pueden hacer valer la responsabilidad contractual directa
de la institución asistencial (art. 504 CC, y su doct.)56.
f) La responsabilidad de la clínica se origina en la existencia de
una obligación tácita de seguridad, accesoria de la obligación
principal de prestar asistencia médica por intermedio de los fa-
cultativos de su cuerpo de personal, y que encuentra razón de ser
en el principio de la buena fe consagrado en el art. 1198, 1er párr.,
cód. cit., en la coloratura de interés general que tiñe todo lo que
haga a la salud de la población. Dicha responsabilidad no está
referida al propio actuar del sujeto -el ente a través de sus órganos-,
sino al actuar culposo ajeno, sea el de dependientes o el de los
ejecutores materiales de las prestaciones no dependientes (los
médicos promitentes). El deber del ente asistencial es inexcusable e
irrefragable una vez revelada la culpa de los médicos, porque ella
sola y por sí misma evidencia el incumplimiento de la obligación
tácita de seguridad57.

53 CNCiv., Sala K, 30/11/92, JA, 1993-IV-410.


54 CNCiv., Sala D, 28/10/82, JA, 983-11-677.
55CNCiv., Sala J, 29/9/94, LL, 1995-D-550.
56C. Apels. Trelew, Sala B, 21/3/03, “P., P. c/S. T.”, sist. Eureka, voto del
Dr. Velázquez.
57 C. Apels. Trelew, Sala B, 21/3/03, “P., P. c/S. T.”, sist. Eureka, voto del

Dr. Velázquez.
EFECTOS DE LAS OBLIGACIONES 179

1.4. Clasificación de los efectos entre las partes


Los efectos de las obligaciones entre el acreedor y el deudor
pueden ser clasificados conforme se refieran al cumplimiento de la
prestación, o a la falta de cumplimiento y sus consecuencias, y a
las medidas o acciones que se confieran al acreedor para la tutela
del crédito. El primer tema será analizado aquí; el restante, al
abordar el análisis del Capítulo V de esta obra.
1) Efectos normales o cumplimiento directo de la prestación. El
efecto esencial de las obligaciones es el deber de cumplir la
prestación prometida en la forma, lugar y tiempo estipulados o que
la ley prescribe. A este efecto se lo denomina cumplimiento directo
y específico de la prestación.
2) En la hipótesis de que el deudor no cumpla voluntariamente
con la prestación, el derecho prevé medios para compelerlo al
cumplimiento forzado58; si ello no es posible, ni tampoco el hacerla
ejecutar por terceros, el acreedor tiene el derecho de “obtener las
indemnizaciones correspondientes” del deudor, lo que se conoce
como ejecución indirecta de la obligación y se analizará en el
Capítulo VI.
El acreedor de una obligación insatisfecha puede reclamar su
ejecución forzada, y en el supuesto de que la prestación específica
sea imposible, puede obtener un equivalente en dinero, para lo
cual le basta con acreditar la existencia del contrato sin tener que
acreditar que de no recibirlo le seguirán daños. Puede reclamar
además la reparación de los daños derivados del incumplimiento,
pero en este caso debe probar debidamente el menoscabo
patrimonial y, además, que tal menoscabo resulta una
consecuencia del obrar antijurídico que se le atribuye a un sujeto
-sea a título de dolo, culpa u otro factor atributivo de res-
ponsabilidad- mediando entre este acto y el daño una relación de
causalidad adecuada59.

2. EL CUMPLIMIENTO DE LA OBLIGACIÓN

“De la constitución de la obligación deriva, como efecto inmediato, el


deber de prestación, o sea, de cumplimiento exacto, al

58 A mayor abundamiento, VIDAL OLIVARES, Alvaro, “El incumplimiento y los

remedios del acreedor en la Propuesta de modernización del derecho de las


obligaciones y contratos español”, en Revista Chilena de Derecho Privado, n°
16, pp. 243-302 [julio 2011].
59 C. Fed. Resistencia, 23/8/84, JA, 1985-1V-165.
180 MARCELO LÓPEZ MESA

que corresponde... simétricamente el derecho del acreedor a la


prestación”06.
Acertadamente, se ha expuesto que “entre los caracteres de las
obligaciones se destaca su vocación por la extinción, o sea, que
están llamadas a extinguirse. Mientras los derechos reales tienden
a constituir situaciones de permanencia -salvo excepciones, como
la garantía, precisamente por su carácter de accesorios a derechos
crediticios-, las obligaciones ‘nacen para morir’, es decir, para ser
cumplidas, y es en la muerte en donde el acreedor encuentra
generalmente la satisfacción de su interés”60 61.
También se ha dicho que “la existencia de la obligación llama a
su realización en tanto está vuelta hacia su fin (pago), hacia el
cumplimiento, que es su muerte. La obligación es un ser para la
muerte y se extingue, pues, de un modo natural cuando se la paga
espontáneamente; se cierra, de tal modo, su ciclo natural, vital.
Esta elemental descripción pone de relieve el modo normal,
propio-auténtico, de ser-obligación. En tales circunstancias, la
obligación cierra su ciclo existencial con la esperada y previsible
muerte (pago). La obligación se extingue, pues, en el primer tramo
(región) de su existir, esto es: en el estado, situación, de deuda. La
otra región, la anormal, artificial, patológica (que está en potencia;
en un estado de posibilidad; como uno de sus posibles), se
desvanece en la radical imposibilidad de existir (actualizarse) frente
al pago de la obligación”62.
Contrariamente a lo que pueda pensarse, la vida de la obligación
es -en muchas ocasiones- un proceso ciertamente dilatado; no un
instante sino un período, que va desde su gestación hasta su
consumación.
Las obligaciones instantáneas, si bien son muy numerosas, no
son las obligaciones cualitativamente más importantes.
Las obligaciones fluyentes tienen una perdurabilidad en el
tiempo y su cumplimiento no se produce por un acto único, sino
por una sumatoria de cumplimientos o pagos cada cierto tiempo.
En estas obligaciones se evidencia, con mucha mayor clari-

60 MESSINEO, Francesco, Manual de Derecho Civil y Comercial, t. IV, p. 203, §


112.
61 PARELLADA, Carlos, nota al art. 724, en Bueres-Highton, Código Civil y

normas complementarias..., cit. t. 2-B, p. 1.


62 MARTÍNEZ, Jorge P., “El concepto normativo de la obligación”, La Ley

13/1/15, p. 1.
181 MARCELO LOPEZ MESA

dad o crudeza que en las instantáneas, el deber de cooperación de


los sujetos obligacionales en pro del cumplimiento. La dilación de
los efectos obligaciones durante largos períodos provoca
normalmente la operatividad de modificaciones macroeconómi- cas
sobrevenidas, que hace que las partes deban limar pequeñas
diferencias para asegurar el cumplimiento continuado y la
perdurabilidad de la obligación.
Bien se ha dicho que “la relación obligatoria es un instrumento
de cooperación social que se endereza a conseguir el intercambio
de bienes y servicios de una persona en favor de otras. Por ello, en
toda obligación se encuentran programados o previstos idealmente
unos comportamientos, que tienen por finalidad determinar la
satisfacción y el logro de determinados intereses del acreedor y que
al mismo tiempo constituyen un compromiso o deuda para quienes
los asume. Las relaciones obligatorias son vínculos dinámicos, o si
se prefiere diacrónicos, a través de los cuales los comportamientos
programados o proyectados han de ser adecuadamente convertidos
en realidad. Toda relación obligatoria no es, en el fondo, otra cosa
que un vehículo jurídico para la conversión en realidad del
primitivo proyecto de comportamiento establecido en el acto de
constitución de la relación. En su dinámica, la relación obligatoria
puede desembocar en unos hechos reales, que coincidan con el
primitivo programa o que se desvíen de él” 69.
De tal modo, tanto el cumplimiento como el incumplimiento son
alternativas que presenta la vida de la obligación como posibles:
son las dos grandes estaciones del “tren de la obligación”, pudiendo
el vínculo obligacional finalizar en cualquiera de ellas y no siendo
del todo previsible, al momento de su constitución, a cuál de estos
destinos arribará.
La obligación tiene un programa de prestación, que marca su
vida normal y desemboca en el cumplimiento. El incumplimiento
vendría a ser un desvío de su trayectoria natural.
Normalmente, cuando se nombra la palabra “cumplimiento” se
piensa instintivamente en un instante de cumplimiento, en un acto
único, en un acto dotado de poderes mágicos o de significación casi
mística. Pero ello sólo ocurre en algunas obligaciones y no en
todas, por lo que se trata de una asociación de ideas que debiera ir
relativizándose.
Dos juristas brasileños han escrito: “Con mucha frecuencia se
utiliza la expresión pago para significar el desempeño volun-

09 DÍKZ-PICAZO, Luis, Fundamentos del derecho civil patrimonial, pp. 469-470.


182 MARCELO LÓPEZ MESA

tario de la prestación debida. Por eso el término pago, a diferencia


de lo que el lenguaje común nos sugiere, no significa apenas la
entrega de una suma en dinero, sino que ella podrá también
traducir, en sentido más amplio, el cumplimiento voluntario de
cualquier especie de obligación”63.
El cumplimiento de la obligación consiste, en principio, en la
ejecución exacta de la prestación comprometida en el acto cons-
titutivo del vínculo.
El nuevo Código Civil y Comercial, siguiendo la senda del Código
de Vélez (art. 725, Ia parte), define al pago como el cumplimiento de
la prestación que constituye el objeto de la obligación (art. 865
CCC).
La acreditación del pago o cumplimiento de la obligación se en-
cuentra a cargo del deudor que lo invoca, pues las reglas generales
del onus probandi colocan en cabeza de quien pretende beneficiarse
con lo previsto por una disposición legal probar la situación de
hecho contemplada en la norma cuya aplicación pretende 64 65.
En certeros conceptos Pizarro y Vallespinos han enseñado que
“pagar es plasmar mediante hechos de uno u otro signo el plan
prestacional exacto e íntegro que fue contemplado al tiempo de
generarse la obligación... El cumplimiento permite el desarrollo
natural de la obligación, conforme a su destino: consume el vínculo
jurídico, satisface el interés del acreedor y libera al deudor, quien
pone fin por esa vía al estado de sujeción patrimonial al que se
encontraba temporariamente afectado. El pago es, de tal modo, una
conducta dirigida a obtener en plenitud la satisfacción del interés
del acreedor... Un interés que... puede presentar distinta entidad,
según la obligación sea de medios o de resultado. En las primeras
asume menor intensidad que en las últimas, en las que aparece
ligado de manera indisoluble a la concreción de un fin o resultado.
Cuando el deudor cumple el programa prestacional y satisface de
tal modo el interés del acreedor, opera la extinción como
consecuencia lógica de dicha actividad solutoria”11.
Por ende -y como establece el art. 865 CCC- el cumplimiento
exacto de la obligación le confiere al deudor el derecho de ob-

63 STOLZE GAGI.IANO-PAMPLONA FILHO, NOVO Curso de Direito Civil. Obri-


gagóes, vol. II, p. 145.
64 CNCiv., Sala H, 9/4/12, “Steimel, Reinaldo c/Banco Santander Río s/

daños y perjuicios”, ED, 16/8/12, p. 6.


65 PIZAKRO-VALLESPINOS, Instituciones de derecho privado. Obligaciones, vol.

2, p. 73, § 310.
EFECTOS DE LAS OBLIGACIONES 183

tener la liberación correspondiente, o el derecho de repeler las


acciones del acreedor, si la obligación se hallase extinguida o
modificada por una causa legal. Ese es el principio general.
El problema es que así interpretada la norma, aisladamente y en
términos literales (contrariando los principios de una correcta
hermenéutica), puede arrojar impresiones erróneas.
Por ello, debe compatibilizarse el art. 865 CC con otras normas
del nuevo ordenamiento, como los arts. 9, 10 in fine, 729, 961, 991,
1061, que receptan el principio general de la buena fe y vedan el
abuso del derecho.
De otro modo, debiera pensarse que sólo el cumplimiento exacto
de la obligación libera al deudor, lo que no es cierto, incluso a tenor
de reiterados fallos de la Corte Suprema, donde apelara al esfuerzo
compartido y donde liberase a deudores con deudas pesificadas, lo
que lejos estaba de configurar el cumplimiento “exacto” de la
prestación.
Por otra parte, bien puede ocurrir que el acreedor se empeñe
caprichosamente en obtener el cumplimiento exacto de la pres-
tación, cuando a él una pequeña diferencia no le trae perjuicio
alguno, pudiendo ello terminar configurando un abuso del de-
recho, lo que debe evitar la magistratura.
Y como no siempre se da esa exactitud, ni ella es exigible
siempre, debe analizarse si ha existido una pequeña desviación en
la ejecución de la prestación y si, aun con ese déficit modesto,
puede juzgarse que la prestación cumplida debiera satisfacer
objetivamente el interés del acreedor, como quedó plasmado en el
acto constitutivo de la obligación. Si así fuere, el rechazo que éste
intentara de la prestación, pretextando una diferencia nimia en su
ejecución, configuraría un abuso, que no podría convalidarse.
Como pauta general, el derecho sólo protege intereses serios,
razonables, sustentables y no cobija nimiedades, caprichos o
tonterías.
Ahora bien, el cumplimiento exacto no siempre se alcanza; es
más, el derecho no siempre puede ni debe exigir la exactitud,
porque ésta, muchas veces, excede la posibilidad de cumplimiento
de muchos deudores. Y es un criterio judicial firme a esta altura, y
una derivación del principio de la buena fe, que el acreedor debe
colaborar con el deudor, para ayudarlo al cumplimiento de la
obligación.
Por ende, la exactitud del cumplimiento a que alude el art. 865
CCC -y su fuente, art. 725, primera parte, CC- no constituye una
circunstancia enteramente objetiva, habida cuenta
184 MARCELO LÓPEZ MESA

de que la falta de correspondencia entre lo debido y lo pagado no


obsta necesariamente a la exoneración del deudor, como ha
resuelto atinadamente alguna jurisprudencia73.
De tal modo, puede existir un cumplimiento razonablemente
proporcionado de la obligación; y él, de comprobarse, seria también
liberatorio. Basta con analizar las decisiones judiciales posteriores
al año 2002, que resolvieron las secuelas o coletazos de la
pesificación, para advertir la certeza de lo que decimos. Es que el
acreedor debe considerar satisfecho su interés con que el deudor
cumpla su obligación en forma razonablemente proporcionada a la
conducta que marcaba el plan prestacional.
El acreedor no tiene el derecho a exigir la exactitud del cum-
plimiento, salvo que tal exactitud integrara el plan prestacional, por
ejemplo, al expresarse en el acto constitutivo de la obligación que
determinados déficits se considerarían incumplimiento liso y llano
de la obligación. Por ejemplo, un contrato para la provisión de
ciertos materiales, con especificaciones de calidad, medidas y
detalles muy claros, que si no se cumplen cabalmente no presentan
utilidad para el acreedor.
Es decir que, para liberar al deudor, su conducta prestacional
debe superar un test o nivel de exigencia, que no puede ser
-normalmente- extremo, pero tampoco tan lábil que cualquier
entrega deba considerarse cumplimiento cabal.
Si le es recibida la prestación, la liberación del deudor consti-
tuye un derecho suyo de grada constitucional.
Los pagos recibidos sin disconformidad y sin vicio de la voluntad
que los invalide, por tener consecuencias desvinculantes para el
deudor establecidas en el último párrafo del art. 505 CC -lo propio
en el nuevo art. 865-, configuran un derecho adquirido de
naturaleza patrimonial que goza del amparo que la Constitución
nacional brinda en su art. 17 al derecho de propiedad 74.
De tal modo, obviamente, el cumplimiento exacto de la pres-
tación que hace al objeto de la obligación libera al deudor; pero, en
ocasiones y según las circunstancias del caso, puede liberarlo
también una prestación que implique la satisfacción sustancial del
interés del acreedor, aunque a la par no significara el cumplimiento
exacto de la obligación, a mérito de los principios de buena fe y de
veda del abuso del derecho (arts. 9, 10 y cc. CCC).

'3C. Civ. Com. Lab. y Paz de Curuzú-Cuatiá, 7/8/98, LL Litoral, 1999-698.


74 CNCiv., Sala A, 4/5/95, LL, 1996-A-38.
EFECTOS DE LAS OBLIGACIONES 185

Y aunque el deudor incurra en mora en el cumplimiento de su


obligación, efectivizada la entrega del bien objeto del contrato,
queda extinguida con ese pago la relación principal y también la
accesoria tendiente a enjugar el daño moratorio 70.
La exigencia de cumplimiento del acreedor al deudor, tanto
como la oferta de cumplimiento de éste, debe ser proporcionada y
razonable o, en fórmula sincrética, razonablemente proporcionada
a las conductas marcadas como satisfactorias en el acto
constitutivo de la obligación o, en su defecto, según los usos y
costumbres del lugar de cumplimiento de la obligación.
Obviamente que el ofrecimiento de pago que puede traer como
consecuencia la constitución en mora del acreedor y la conse-
cuente detención del curso de los intereses, no está constituido
sólo por una expresión de voluntad, sino que la misma debe llevar
consigo la traducción práctica de aquélla, es decir que debe ser real
y efectiva, y, en principio, tal condición la tiene cuando el deudor
se constituye en el lugar de pago con el objeto de la deuda y
pretende que la misma le sea debidamente recibida por su
acreedor66 67.
El ofrecimiento de cumplimiento u oferta de pago no es una
manifestación de intenciones o una exteriorización de una inasible
“voluntad de pagar”, sino que debe ser real, efectivo, incondi-
cionado e ir acompañado de los elementos que tornen realizable el
pago, de contar con la colaboración necesaria del acreedor.
La razonabilidad y la proporción deben caracterizar tanto a la
oferta de cumplimiento como a su rechazo, no pudiendo basarse
ninguna de ellas en meros caprichos, en pretensiones in-
defendibles o en verdaderas quimeras.
Ello, pues siendo la razonabilidad y la proporción verdaderos
paradigmas que los padres de nuestra Constitución -Juan Bau-
tista Alberti y José Benjamín Gorostiaga- exigieron en ella para
toda restricción de derechos, la irrazonabilidad o la desproporción
deben verse como un atentado a la Constitución nacional y a su
augusta majestad, en este caso en lo que al derecho privado toca.
Y si bien es cierto que la construcción del principio cons-
titucional de razonabilidad fue gradual y trabajosa y muestra
puntos de apoyo claramente asentados en bases jurispruden-

CNCom., Sala A, 23/12/98, LL, 1999-D-580.


66

CNEsp. Civ. y Com., Sala Ia, 8/4/88, “Zonas S.A.C.I.F.I.A. c/Claria


67

Eduardo s/sumar¡o”, AP Online.


186 MARCELO LÓPEZ MESA

cíales inconmovibles como los conocidos leading cases “Plaza de


Toros” (13 de abril de 1870, Fallos, 7:152), “Podestà y otros
c/Provincia de Buenos Aires” (Saladeristas de Barracas) (14 de
mayo de 1887, Fallos, 31:274), “Ercolano c/Lanteri” (28 de abril de
1922, Fallos, 136:170), “Horta c/Harguindeguy” (21 de agosto de
1922, Fallos, 137:47), “Avico, Oscar Agustín c/De la Pesa, Saúl G.”
(1934, Fallos, 172:21) “Pedro Inchauspe Hermanos c/ Junta
Nacional de Carnes” (1944, Fallos, 199:483) y “Cine Callao” (1960,
Fallos, 247:121), no lo es menos que de una lectura atenta e
inteligente del texto constitucional original del art. 28 CN surgía
desde un comienzo ese principio como el quicio por el que debían
evolucionar las restricciones a los derechos que la Constitución
reconocía expresamente y aquellos que se hallaban implícitos en
ella, sin poder salirse de él.
Este rosario de fallos es todavía al presente un atalaya de
análisis de la relación existente entre los derechos reconocidos y la
pretensión de exigir su cumplimiento.
Y argumentando en el ámbito del derecho de obligaciones, pero
sobre la base de la doctrina constitucional de la razonabilidad, es
dable afirmar sin ambages que la vida de la obligación necesita de
la razonabilidad y de la proporción como el cuerpo humano
necesita el agua, sin la cual la vida desaparece, quedando el yermo
territorio sumido en la más absoluta sequedad68.
Un paso más allá, sin razonabilidad y sin proporción en la oferta
del cumplimiento del deudor o en el rechazo de tal oferta por su
contraparte, la conducta que carezca de estos atributos califica la
actuación de quien así obra como culpable del incumplimiento,
debiendo cargar con la responsabilidad que ello trae aparejado.
Así, toda pretensión irrazonable o desproporcionada de un
acreedor de obtener una satisfacción desmesurada de sus derechos
lleva en sí misma el germen de su propia fulminación por la tacha
de arbitrariedad 69 . Ergo, cumplimiento es razonabilidad y
proporción.

68 Sobre la doctrina constitucional de la razonabilidad, nuestro voto en

sentencia de la Cám. Apels. Trelew, Sala A, 18/4/13, “Navarro, Jorge Rubén


c/Barrancas Blancas S.R.L. y/o quien resulte propietario, armador, locatario
y/o responsable del Buque Pesquero San Ignacio s/cobro de haberes e
indemnización de ley” (expte. 451 - año 2012 CAT), en La Ley online.
69 En esta línea se ha decidido que resultaba abusiva la pretensión del

acreedor de intereses que duplicarían el capital primitivo, fundado en que el


depósito efectuado por el deudor no tendría carácter cancelatorio
187 MARCELO LOPEZ MESA

En palabras llanas: desproporción o irrazonabilidad equivalen a


inatendibilidad, sencillamente, porque toda pretensión irrazonable
o desproporcionada de cumplimiento es judicialmente inatendible.
Un acreedor no puede exigir imposibles al deudor, ni exigir
exactitudes o calidades superlativas por las que no ha pagado. El
acreedor tiene que actuar responsable y razonablemente en la vida
de la obligación, prestando la colaboración necesaria para que la
prestación se cumpla y el deudor se libere.
En caso contrario, la negativa del acreedor a prestar la co-
operación necesaria por su parte para la extinción del vínculo, lo
coloca en una situación de incumplimiento, que se convertirá en
mora si, además, el deudor le formula ofertas reales de cum-
plimiento. Ello significa que la sola negativa a recibir la prestación
no basta para la configuración en mora; esta conducta del acreedor
constituye su elemento objetivo o, material, el que debe integrarse
con el elemento formal constituido por el ofrecimiento real de
pago79.
Resulta de interés remarcar que la razonabilidad de que veni-
mos hablando no radica en un valor o sentido común individual o
en la predilección o mera opinión de un grupo de individuos, sino
que esa razonabilidad es objetiva, verificable, social, y está
marcada por los usos y costumbres, por lo que es considerado
razonable y proporcionado en los usos y costumbres del lugar de
cumplimiento de la obligación.
Esa razonabilidad obligacional debe estar presente al ofrecer
cumplir o al aceptar o rechazar la oferta de cumplimiento,
debiendo encarnar estas manifestaciones un notorio sentido co-
mún, que se traduce en la regla de la exigencia de razonable
proporcionalidad entre lo acordado y lo ofrecido o exigido, ya que
esta exigencia implícitamente impregna a la obligación y las metas
finales de los sujetos obligacionales, que son el cumplimiento de la
prestación acordada, pero sin poner en crisis o vulnerar otros
derechos fundamentales, como la dignidad del hombre, el orden
público, la libertad, etc.

al no haberse incluido intereses por seis días y honorarios que aún no se


habían regulado (CNCom., Sala D, 24/3/83, “Bonanno, Alfredo C. c/Sul- man,
Lázaro”, JA, 1984-11, síntesis).
79 C. Fed. Córdoba, Sala Civ. y Com., 18/10/82, “Guinsburg, León c/

Banco Hipotecario Nacional”, JA, 1983-III-549.


188 MARCELO LÓPEZ MESA

Sobre tal base cabe calificar como irrazonables y, por ende, como
inatendibles a todas aquellas exigencias, encarnadas en actos de
alguno de los sujetos obligacionales, que sean incompatibles con lo
que la buena fe, la moral y las buenas costumbres o los usos y
costumbres del tráfico entiendan como admisible, o que impliquen
un apartamiento, más o menos evidente, del plan prestacional
plasmado en el acto constitutivo de la obligación.
El incumplimiento de la obligación, para ser jurídicamente
relevante, debe ser una desviación importante en el plan pres-
tacional, una divergencia significativa y determinante entre lo
comprometido y lo entregado.
En esta línea, se ha decidido que cabe morigerar el rigor del
principio de integridad del pago cuando la parte faltante para
completar la prestación total de capital e intereses puede ser
calificada de insignificante en comparación con el total de la
obligación70.
El incumplimiento obligacional lleva en sí una carga de sig-
nificación emotiva. Cuando en él se piensa, instantáneamente, se
trae a la mente un acto deliberado, de valoración negativa: un acto
que es el reflejo de la decisión voluntaria de no cumplir lo pactado,
lo comprometido. El incumplimiento tiene una carga de reproche y
hasta de pecado. Pero no siempre se incumple porque no se quiere
cumplir; a veces, el deudor no cumple porque no puede hacerlo,
porque no está en condiciones de cumplir.
El caso es que tanto el cumplimiento como el incumplimiento
conllevan o encarnan una carga axiológica, un juicio de valor que
afecta, principalmente, los actos del deudor, aunque también
puede alcanzar la conducta del acreedor, si se necesitara su
colaboración para el cumplimiento, como ocurre en ciertas
ocasiones, en que no se puede cumplir sin la colaboración de éste,
dada la naturaleza de la obligación o la índole de la cosa a
entregarle o el servicio a prestarle.
Por ende, para distinguir entre el cumplimiento y el incumpli-
miento, debe hacerse una comparación entre lo comprometido y lo
entregado, entre la voluntad común de los sujetos y las obli-
gaciones, como quedara plasmado en el plan de prestación, para
valorarse luego la forma en que se han comportado deudor y
acreedor, para establecer si la prestación comprometida ha sido
cumplida o no; y, en este caso, determinar si no lo ha sido por

70 Sup. Corte Just. Mendoza, Sala Ia, 30/3/90, “Muñoz de Garro, Mirta y

otros c/Comellas, Fernando”, JA, 1990-111-361.


EFECTOS DE LAS OBLIGACIONES 189

responsabilidad de cuál de los dos sujetos obligacionales o por


hechos externos sobrevinientes al nacimiento de la obligación, que
han impedido su cumplimiento o lo han tornado gravoso.
Además, no debe perderse de vista que, normalmente, junto al
deber primario de prestación, la satisfacción de la obligación exige
una serie de deberes accesorios, que también deben cumplirse.
El caso es que el cumplimiento de la obligación involucra la
determinación de si la prestación cumplida o entregada por el
deudor lleva aparejada la satisfacción del interés del acreedor que
estaba in obligatione, es decir, que integraba el plan presta- cional
de la obligación; si esto es asi, ello satisface otro interés, el que
tiene el deudor de liberarse del yugo obligacional que pesaba sobre
él y que el cumplimiento desata.
Pero también pueden darse sucesos extraños en la vida de la
obligación: sujetos obligacionales que aparecen de la nada y
cumplen la obligación de otro (pago por tercero), o terceros que
impiden el cumplimiento de la obligación, o hechos macroeco-
nómicos que imposibilitan el cumplimiento o lo tornan gravoso
para una de las partes (hiperinflaciones, prohibiciones de entregar
cierta moneda en que estaba pactado el cumplimiento, catástrofes
naturales, hechos de guerra, etc.).
De tal modo que no siempre es suficiente apreciar la conducta
de deudor y acreedor para evaluar si ha existido un cumplimiento,
con su correlativa satisfacción de diversos intereses, pues muchas
veces no confluyen en un mismo sitio la ejecución exacta de la
prestación, la satisfacción del acreedor y la liberación del deudor,
pudiendo no concurrir una de estas variables.
Ello puede ocurrir, por caso, con una satisfacción del interés del
acreedor que no lleve aparejada la ejecución de la prestación por el
deudor, sino por un tercero ajeno a la vida de la obligación
-supuesto de pago por tercero, por ejemplo-; o cuando se produce
la liberación del deudor, pero sin que el acreedor quede satisfecho,
lo que ocurre cuando el juez declara procedente una consignación
judicial de la cosa debida, ante la reticencia del acreedor a
recibirla, pretextando que ello no configura el cumplimiento
esperado.

3. LA EXTINCIÓN DE LA OBLIGACIÓN
A diferencia del Código de Vélez, que tenía una norma (el art.
724 CC) que disponía que las obligaciones se extinguen por el pago,
la novación, la compensación, la transacción, la confusión, la
renuncia de los derechos del acreedor, la remisión de la deuda y la
imposibilidad del pago, estableciendo un catálogo no
El''Kt'TOS l)K I-AS OMUGACIONKS 190

taxativo, el nuevo ordenamiento sancionado por ley 26.994 no


contiene una norma tal, sino que a partir del art. 865 y hasta el 920
se ocupa del pago, y desde el art. 921 en adelante (las diversas
normas del Capítulo 5 “Otros modos de extinción”) va desgranando
diversos medios de extinción obligacional.
Así, la compensación (arts. 921 a 930 CCC), la confusión (arts.
931 y 932 CCC), la novación (arts. 933 a 941 CCC), la dación en
pago (arts. 942 y 943 CCC), la renuncia y remisión (arts. 944 a 954
CCC) y la imposibilidad de cumplimiento (arts. 955 y 956 CCC) son
los medios extintivos que se ubican en ese segmento del nuevo
Código.
Pese a su ubicación en dicho capítulo, claramente se trata de un
listado no taxativo de medios de extinción obligacional. Que este
elenco de medios de extinción no es taxativo surge claramente de
considerar que en otros segmentos del nuevo ordenamiento se
ubican otros medios extintivos ni siquiera mencionados aquí, lo
que constituye otra muestra acabada de asis- tematicidad y técnica
legislativa fallida del nuevo Código, pese a las manifestaciones de
sus autores.
Así, encontramos, en otras partes del nuevo Código, otros
medios de extinción de las obligaciones, que han sido regulados
aparte y, tal vez, sin siquiera advertir que debieron haber sido -al
menos- mencionados en el Capítulo 5, si no regulados siste-
máticamente en él.
Tales otros medios de extinción de las obligaciones son:
a) el cumplimiento de la condición resolutoria (cfr. art. 348 CCC);
b) el vencimiento del plazo resolutorio (art. 350 CCC);
c) la declaración de nulidad de los actos de creación de la
obligación (arts. 390 a 392 CCC);
d) la prescripción liberatoria (arts. 2554 y ss. CCC).
e) la caducidad de la obligación (art. 2566 CCC).

3.1. El cumplimiento de las obligaciones


El nuevo Código Civil y Comercial, contrariando el principio
plasmado por Vélez en la nota al art. 495 (no juzga conveniente
insertar definiciones en su Código, pues ello es impropio de un
cuerpo legal), está plagado de definiciones. Esta manía defini- toria
llega al extremo de que muchas figuras jurídicas están definidas
pero no reguladas en cuanto a sus requisitos y efectos en el nuevo
ordenamiento civil y comercial.
Si se analiza el capítulo del pago y, sobre todo, lo referido a la
extinción de las obligaciones, se encuentra una multitud de de-
EFECTOS DE LAS OBLIGACIONES 191

finiciones; ello no es bueno, en principio, porque genera inconve-


nientes sistemáticos que terminan con preguntas innecesarias o
redundantes, y a veces en erróneas interpretaciones normativas.
En nuestro país, los términos pago y cumplimiento son em-
pleados como sinónimos, lo cual incluso hace el art. 865 CCC:
“Pago es el cumplimiento de la prestación que constituye el objeto
de la obligación”.
Ello no es del todo exacto, pues uno es la especie (el pago) y el
otro es el género (cumplimiento); y todo pago involucra un cum-
plimiento, pero no todo cumplimiento involucra un pago.
Es más, el pago es una especie de cumplimiento, cuyo concepto
debería utilizarse o reservarse para la satisfacción de deudas
pecuniarias o dinerarias.
Sin embargo, al ser tan extendida la sinonimia en nuestro país y
ser ella incluso legal en el Código de Vélez, acríticamente, el nuevo
ordenamiento ha reproducido los yerros velezanos, aunque
muchas veces no ha reiterado sus aciertos, lo que constituye una
paradoja difícil de explicar racionalmente.
Pese a esa imperfección de la nomenclatura utilizada legal-
mente, nosotros no introduciremos confusión al trazar distinciones
que normalmente carecen de extensas consecuencias prácticas,
con lo que en cuanto aquí toca mantendremos la sinonimia entre
pago y cumplimiento.

4. EL PAGO COMO MEDIO DE EXTINCIÓN OBLIGACIONAL

El pago es uno de los medios de extinción de las obligaciones


que contempla el art. 865 CCC.
El pago disuelve la relación contractual que existe entre las
partes, realiza la obligación y, al realizarla, la liquida; con el pago,
por tanto, el vínculo alcanza su plenitud y, a partir de entonces,
deja de surtir efectos, salvo la subsistencia de la responsabilidad
por evicción y vicios ocultos, o la posibilidad de la ulterior
invalidación del pago que hace renacer la obligación 71.
“El pago es la extinción de la obligación a consecuencia de su
ejecución voluntaria por el deudor”72.

71 Cfr. Cám. Apels. Trelew, Sala A, 11/3/13, “López, Miguel Esteban c/

Iturralde, Juan Ignacio y/o q’rte. titular de Avícola Granja Sur s/dif. de hab. e
indem. de ley” (expte. 10 - año 2013 CAT), en La Ley online, voto Dr. López
Mesa; CNCiv., Sala I, 7/5/96, LL, 1997-D-450.
72 PORCHY-SIMON, Stéphanie, Droit civil. Les obligations, Dalloz, 5a ed., Paris,

2008, p. 488, n° 1048.


192 MARCELO LÓPEZ MESA

En palabras de Pizarro y Vallespinos, “el cumplimiento importa


la realización del deber jurídico que pesa sobre el deudor, la
satisfacción del interés del acreedor y la consiguiente liberación del
obligado. O, lo que es lo mismo, una plena y total actuación de la
relación obligatoria. Poco importa a tal fin la naturaleza de la
prestación que se paga. Sea ella de dar, hacer o de no hacer, el acto
que trasunta realización del plan o proyecto de conducta
comprometida es el pago. Éste es el criterio que indudablemente
consagra nuestro Código Civil... (art. 725)” 73.
La prestación cumplida, para configurar un cumplimiento o
pago válido y liberatorio, debe amoldarse al plan prestacional;
sabido es que la prestación se inserta en un programa o proyecto de
la conducta futura del deudor, al establecer ese plan de prestación
el interés del acreedor y el objeto esperado por éste de la obligación.
Los medios legales en cuya virtud se extinguen las obligaciones
han sido clasificados por los autores de diferentes maneras, pero
hay dos que se destacan de las restantes y diferencian a los medios
de extinción de acuerdo con los siguientes parámetros:
A) Según si producen o no el cumplimiento de la obligación. En
estos casos, la extinción de la obligación se produce mediante su
cumplimiento (directo o indirecto), en el caso del pago, de la dación
en pago, de la compensación, de la confusión de la novación, de la
transacción.
La extinción de la obligación se produce sin cumplimiento de
ella, en los casos de la remisión de la deuda, de la imposibilidad de
pago, de la renuncia de los derechos del acreedor, de la
prescripción, de la nulidad (Buffelan Lanore - Larribau Terneyre,
por ejemplo)74.
Ha podido verse que hay medios extintivos obligacionales sa-
tisfactivos y no satisfactivos del acreedor; esto es, que todo medio
extintivo produce la extinción de la obligación, pero algunos dejan
insatisfecho al acreedor, por ejemplo, la prescripción de la acción,
la imposibilidad de pago, etc.
En el marco de esta clasificación, el pago no es un medio extintivo
más sino que es el medio “natural” de extinción de las obligaciones.
Es un medio satisfactorio de extinción obligacional. Es más,

73 PIZAKBO-VAU-ESPINOS, Instituciones de derecho privado. Obligaciones, vol.


2, p. 72, § 308.
74 BUKFEI-AN LANORE, Yvaine - LARRIBAU TERNEYRE, Virginie, Droit civil. Les
obligations, 12u ed., Sirey, Paris, 2010, pp. 167 y ss., nq 472 y ss.
EFECTOS DE LAS OBLIGACIONES 193

en la elaboración de alguna autora francesa, el pago es “la extin-


ción de la obligación por satisfacción completa del acreedor” 75.
B) Según si actúan o no de pleno derecho. Medios extintivos que
actúan de pleno derecho o ipso iure, son el pago o la novación, por
ejemplo.
En cambio, otros funcionan por vía de excepción, como la
prescripción, por ejemplo, que requiere su invocación por el deudor
interesado en producir su efecto extintivo. En dicho encuadre, el
pago es un medio extintivo que actúa de pleno derecho.
Agudamente ha expuesto el maestro Castán Tobeñas que “la
teoría de la extinción tiene gran relieve dentro del Derecho de las
Obligaciones, por razón de que, a diferencia de los derechos reales,
que tienen, por regla general, una duración ilimitada..., los de
crédito, son de naturaleza transitoria, ya que sólo persiguen
satisfacer el interés del acreedor mediante la prestación del deudor
o su equivalente económico. Llamamos medios o causas de
extinción de la obligación los distintos hechos o negocios en virtud
de los cuales la obligación deja de existir. En este sentido general
son, pues, causas de extinción todas aquellas que ponen fin a la
relación obligatoria ya constituida (a diferencia de las causas de
nulidad, que operan sobre una relación originariamente
ineficaz)...”76.
Al igual que el nacimiento, la extinción de las obligaciones
constituye una etapa necesaria en la vida de éstas, las que por así
decirlo nacen para extinguirse.
Con estilo, ha escrito Giorgi: “Nacimiento, vida, muerte, son los
tres fenómenos con que todo ser se manifiesta y realiza su carrera
en este mundo sublunar. El ente abstracto tanto como el físico, el
derecho tanto como la persona o la cosa, la obligación tanto como
el derecho patrimonial”77.
De Ruggiero ha enseñado que “el derecho de crédito es por su
naturaleza una relación perecedera, no vive perpetuamente, su fin
es proporcionar al acreedor una ventaja patrimonial y cuando
realiza ese fin, cuando satisface el interés del acreedor, el vínculo
carece de razón de ser, de objeto”78.

75PORCHY-SIMON, Stéphanie, Droit civil. Les obligations, p. 488, n° 1047.


76CASTÁN TOBEÑAS, José, Derecho civil español común y foral, 16a ed., Reus,
Madrid, 1992, t. III, pp. 400-405.
77 GIORGI, Jorge, Teoría de las Obligaciones en el derecho moderno, Reus,

Madrid, 1930, t. 7, p. 11.


78 DK RUOGIKRO, Instituciones de Derecho Civil, t. 2, vol. 1, parág. 80, p. 214.
194 MARCELO LÓPEZ MESA

Así, los medios de extinción de las obligaciones son los hechos o


negocios en virtud de los cuales la obligación deja de existir: con la
extinción de la obligación se producen dos efectos importantísimos:
el deudor recupera su libertad jurídica y el acreedor pierde un
derecho patrimonial. Con la extinción de la obligación, el deudor
deja de estar sometido al derecho del acreedor y recupera su plena
libertad.
De tal modo, el pago es una forma de cumplimiento de la
prestación. Pero es bastante más que eso.
Agudamente ha dicho el maestro Álvarez Caperochipi que “el
pago se define habitualmente como el cumplimiento voluntario de
la prestación por el deudor o por un tercero. Sin embargo, esta
definición es más una descripción del devenir ordinario del curso de
las obligaciones, que una efectiva definición jurídica del pago. La
identidad del pago no se puede enfocar sólo desde la óptica
subjetiva del acreedor o deudor, ni tampoco desde la realidad del
vinculo, sino que es una causa extintiva de la obligación por su
cumplimiento en la que el orden jurídico valora la utilidad misma de
la prestación y los intereses en juego” 79.
Claro que no cabe identificar conceptualmente pago con
cumplimiento, porque excepcionalmente puede haber pago sin
cumplimiento: es el caso del llamado pago de lo indebido 80.
En el pago de lo indebido (arts. 1796-1799 CCC) hay pago pero
no hay cumplimiento, ya que se está satisfaciendo una obligación
inexistente o sin causa, según el caso, lo que hace que este acto no
tenga los efectos del pago, no siendo irrepetible, ni significando
reconocimiento de obligación alguna.
Pero, aclarado ello, cuando se principia el abordaje de este tema
tan importante se presentan sin demora interrogantes tales como:
¿es propiamente el pago un medio de extinción de las obligaciones?,
¿es un medio más?, ¿es la misma la situación del acreedor en el pago
que en los demás medios extintivos?
La respuesta a tales preguntas es un tajante no; ello, porque a
través del pago el acreedor obtiene la satisfacción de su derecho. En
cambio, en los otros medios (renuncia, remisión, imposibilidad de
pago) no sucede lo mismo.

ÁLVAREZ CAPEROCHIPI, Curso de Derecho de Obligaciones, vol. I, p. 89.


79

ÁLVAREZ CAPEROCHIPI, Curso de Derecho de Obligaciones, vol. I, p. 91;


80

LÓPEZ MESA, Marcelo, “El llamado ‘pago de lo indebido’ (Su régimen en el Código
de Vélez, en la jurisprudencia y en el nuevo Código Civil y Comercial)”, en
elDial.com, registro DC1E36.
EFECTOS DE LAS OBLIGACIONES 195

El pago implica la extinción por satisfacción; otros medios, la


extinción por imposibilidad, en cualquier caso, por frustración del
interés del acreedor. Para decirlo en palabras llanas: el pago
implica el éxito del acreedor, los restantes medios, en mayor o
menor medida, un fracaso.
El cumplimiento es la forma de extinción típica, perfecta o más
idónea de extinción de las obligaciones, siendo el que satisface
plenamente el interés del acreedor. Por esto el más fundamental de
sus efectos consiste en la extinción de la obligación. Como las
mariposas en verano, la obligación nace para morir al cabo de una
existencia fugaz y azarosa.
En los otros casos estaríamos en presencia de medios de
extinción de las obligaciones que desdoblarían en dos fases el
sinalagma (bilateralidad) de la obligación. Se trata de medios de
extinción de las obligaciones que provocan la liberación del deudor,
pero no la correlativa satisfacción del acreedor. Normalmente, la
obligación nace para su cumplimiento. El pago es el medio de
cumplimiento de la obligación por antonomasia. En el pago están
reunidas las dos fases de la obligación: por un lado, el acreedor
obtiene la satisfacción de su derecho, recibiendo el cumplimiento
de la prestación a la que se obligó el deudor; y por el otro, el deudor
queda liberado.
En los demás medios (en algunos en mayor medida que en
otros), el deudor se libera, pero el acreedor no queda satisfecho
totalmente en su derecho. En muchos casos porque la propia ley
establece el efecto de la liberación del deudor, aun a costa de la
insatisfacción del acreedor. El caso típico es la imposibilidad del
pago.
Existe un supuesto en el cual el derecho sostiene que si hay una
imposibilidad objetiva de cumplimiento de la prestación, el deudor
queda liberado, porque el derecho no puede exigir imposibles, con
lo cual el deudor queda liberado, a costa de los derechos del
acreedor. El pago no pareciera ser un medio de extinción de las
obligaciones equiparable a éstos. Y no lo es, si bien el art. 724 CC
consigna el pago entre los supuestos de extinción de las
obligaciones, el pago es mucho más que eso.
El Dr. Luis María Boffi Boggero decía acerca de la función
esencial del pago que, viendo la mecánica del tráfico jurídico con
un criterio normal, diríamos que las obligaciones se contraen para
cumplirlas, es decir, para pagarlas; desde este punto de vista, el
pago es la perfecta consumación del ciclo obligacio- nal en la vida
jurídica de las obligaciones. A diferencia de los derechos reales, las
obligaciones no son permanentes, tienden a realizarse y
196 MARCELO LÓPEZ MESA

desaparecer.
EFECTOS DE LAS OBLIGACIONES 197

Radbruch enseñaba que la obligación lleva en sí el germen de su


propia muerte; ésta desaparece en el momento en que alcanza el
cumplimiento de lo debido.
Debe acotarse, desde otro ángulo, que es precisamente su
desaparición normal mediante el pago lo que mejor permite perfilar
la personalidad del deudor facilitándole la contracción de nuevas
obligaciones que le son de utilidad. En este párrafo, Boffi Boggero
da justo en el blanco acerca de la esencia del pago, el pago es el
cumplimiento por excelencia de la obligación. Las obligaciones
nacen para ser cumplidas, nadie contrae obligaciones en abstracto.
El derecho no puede pensar en la patología, el derecho debe
tutelar la normalidad. Por eso, cuando se produce una gran cala-
midad, una guerra o un hecho de tan grave magnitud, el derecho
muestra su impotencia ante la realidad, porque éste no puede re-
conducir la anormalidad mayoritaria al sistema legislativo. Vale
recordar una señera frase que el General Bartolomé Mitre pro-
nunció en 1901 ante una consulta del Presidente Roca: “Cuando la
mayoría del pueblo se equivoca, la mayoría del pueblo tiene razón”.
Así como no se puede ir contra la opinión de la mayoría, tampoco se
puede ir contra el incumplimiento de la mayoría.
Cuando el incumplimiento de las obligaciones es mayorita- rio,
es tiempo de adoptar soluciones metajurídicas. Después de la
Primera Guerra Mundial hubo un descalabro económico en
Europa, porque cuando se produce una gran anormalidad, ésta
pasa a ser la regla y el derecho se queda sin soluciones.
Los problemas políticos nunca tienen buenas soluciones ju-
rídicas, éstos tienen soluciones políticas (por ejemplo, cuando el
incumplimiento deja de ser del 1% y pasa a ser del 90%, el derecho
se ve desbordado, impotente para cambiar la realidad. Los
tribunales no pueden obligar coactivamente a cumplir sus
obligaciones al 90% de la población).
Un porcentaje de ejecución coactiva elevado supera a todo
sistema judicial, que se muestra no idóneo o ineficiente para
canalizar semejante nivel de incumplimiento obligacional.

4.1. Concepto
En sentido estricto, pago es el cumplimiento de la prestación
debida, ya se trate de una obligación de dar, de hacer o no hacer.
En el art. 725 el Código de Vélez define el pago como “el cum-
plimiento de la prestación que hace el objeto de la obligación, ya se
trate de una obligación de hacer, ya de una obligación de dar”.
198 MARCELO LÓPEZ MESA

La forma de cumplimiento por antonomasia de una obligación


es el pago, que no necesariamente consiste en la entrega de una
suma dineraria. Así, por ejemplo, podrían ser formas de pago tanto
la entrega de una suma de dinero como el otorgamiento de una
escritura traslativa de dominio, la edificación de una casa, la
realización de un cuadro, tratándose de una obligación de hacer,
etc.
El pago constituye el momento culminante de la obligación. En
un voto de nuestra autoría, hemos dejado sentado que el pago es
uno de los medios de extinción de las obligaciones que contempla el
art. 724 CC, que contiene una enumeración claramente no
taxativa. El pago disuelve la relación contractual que existe entre
las partes, realiza la obligación y, al realizarla, la liquida; con el
pago, por tanto, el vínculo alcanza su plenitud, y a partir de en-
tonces deja de surtir efectos, salvo la subsistencia de la responsa-
bilidad por eviccíón y vicios ocultos, o la posibilidad de la ulterior
invalidación del pago que hace renacer la obligación 81.
La principal forma de cumplimiento de la obligación se verifica
por el pago de la misma. Es éste un medio calificado de extinción de
las obligaciones. Según el profesor Rodolfo De Ruggiero, “el derecho
de crédito es por su naturaleza una relación perecedera. No vive
perpetuamente y su fin es proporcionar al acreedor una ventaja
patrimonial. Cuando realiza este fin, satisface el interés del
acreedor y el vínculo carece de razón de ser, es decir, de objeto”.
Los créditos no nacen para su mera contemplación sino que lo
hacen para ejecutarse; la obligación tiene una vida corta, de-
terminada en el tiempo, que afecta el patrimonio del deudor.
La palabra “pago” se emplea, sin embargo, en un sentido más
restringido, ya sea:
1) para designar el cumplimiento de una obligación de dar
cantidades de cosas, o
2) en el lenguaje vulgar, para significar la entrega de sumas de
dinero. Este último es el pago por antonomasia.

4.2. Distintas acepciones del término pago


1) En sentido amplio: es un medio más de extinción de las
obligaciones.

81 Cám. Apels. Trelew, Sala A, 11/3/13, “López, Miguel Esteban c/Itu-

rralde, Juan Ignacio y/o q’rte. titular de Avícola Granja Sur s/dif. de hab. e
indem. de ley” (expte. 10 - año 2013 CAT), voto Dr. López Mesa, en sist. Eureka;
en igual sentido, CNCiv., Sala 1, 7/5/96, LL, 1997-D-450.
EFECTOS DE LAS OBLIGACIONES 199

2) En sentido estricto: es el cumplimiento mismo de la prestación


a que se está obligado, cualquiera fuere la naturaleza de la
obligación (dar, hacer o no hacer).
Efectos de la extinción para el deudor. El pago libera al deudor
del vínculo obligacional con el acreedor y recupera su libertad
jurídica, que estaba limitada por la eventualidad de una futura
ejecución del acreedor.
Efectos de la extinción para el acreedor. El acreedor ve satisfecho
su crédito pero, a la par, pierde su garantía sobre el patrimonio del
deudor.
Cabe aclarar que en la definición del art. 725 CC también está
contenida, junto a las otras dos obligaciones que allí enumera -dar
y hacer-, la obligación de no hacer.

4.3. Naturaleza jurídica del pago


La naturaleza jurídica es la esencia misma de una figura o
instituto jurídico. Acerca de la naturaleza jurídica del pago existen
diversas teorías; las principales son las siguientes:
1. Teoría del acto jurídico. Ésta es la opinión mayoritaria de la
doctrina nacional y extranjera, y es la que seguimos nosotros. El
pago es un acto jurídico, humano, voluntario y lícito, que tiene el
fin de aniquilar derechos y extinguir obligaciones. Algunos autores
dicen que el pago es un acto jurídico unilateral porque emana de
una de las partes y no necesita la voluntad del acreedor
(Alterini-Ameal-López Cabana). Otros afirman que es un acto
jurídico bilateral porque emana de la voluntad del deudor y se
requiere la recepción del acreedor. Esta posición es muy seguida en
la Argentina, tanto en doctrina como en jurisprudencia.
El pago encuadra perfectamente dentro de los términos del art.
866 del nuevo CCC, que dispone: “Reglas aplicables. Las reglas de
los actos jurídicos se aplican al pago, con sujeción a las
disposiciones de este Capítulo” (art. 866 CCC).
En el momento en que el legislador de la ley 26.994, en el art.
866 CCC, establece una remisión de la figura del pago a las reglas
de los actos jurídicos, para los supuestos no específicamente
previstos, surge claro que tal legislador ha adherido a esta
concepción, creyendo que el pago adscribe o pertenece a la esencia
del acto jurídico. De otro modo se estaría asimilando a dos figuras
disímiles, como si fueran iguales, lo que implicaría una falacia o
una manipulación, pero no parece ser el caso.
200 MARCELO LOPEZ MESA

Esta teoría sobre la esencia del pago, como acto jurídico, reúne
todas las notas del pago válido: en el deudor hay intención de pagar
(animus solvendi), discernimiento (capacidad de pagar, no padece
ningún vicio de la voluntad, ni incapacidad transitoria, no está
cometiendo fraude a los acreedores) y libertad (paga
voluntariamente).
En un voto de nuestra autoría, hemos dicho que el pago es un
acto jurídico; no es un hecho jurídico, pues si se lo considerara de
tal modo, no tendrían cabida los vicios de error, dolo y violencia
que afectan a los actos voluntarios y no a los hechos jurídicos, y
quedaría abolida por falta de aplicación toda la teoría del pago por
error y del pago obtenido por maniobras dolosas, fuerza o
intimidación82.
Agregamos que descartada la teoría del pago como hecho ju-
rídico en las obligaciones de dar, no queda sino calificarlo de acto
jurídico, sea este unilateral o bilateral, o aun un acto jurídico que
participa de naturaleza convencional83.
En esta línea se dijo también que el pago no es un contrato, sino
un acto jurídico extintivo, que no está en el origen, sino en la
finalización de la obligación, por lo que no se justifica la restricción
probatoria del art. 1193 CC84.
Tratándose de un acto jurídico, el pago requiere de voluntad,
por lo que no es irrelevante sino, por el contrario, necesario que
quien deposite una suma en el expediente manifieste su intención
cancelatoria (animus solvendi)85.
Los corolarios de esta primera afirmación son varios:
1) Siendo el pago un acto jurídico, el mismo puede ser acredi-
tado mediante cualquier medio probatorio, inclusive por testigos y
presunciones86.

82 Cám. Apels. Trelew, Sala A, 11/3/13, “López, Miguel Esteban c/Itu-

rralde, Juan Ignacio y/o q’rte. titular de Avícola Granja Sur s/dif. de hab. e
indem. de ley”, en La Ley Online, voto Dr. López Mesa; en igual sentido, Sup.
Corte Just. Mendoza, Sala Ia, 4/7/84, ED, 110-520 y JA, 1985-111- 296,
disidencia Dra. Kemelmajer de Carlucci.
83 Sup. Corte Just. Mendoza, Sala Ia, 4/7/84, ED, 110-520 y JA, 1985-

III-296, disidencia de la Dra. Kemelmajer de Carlucci.


84 CNCom., Sala A, 20/5/87, “Llauró Hnos.”, JA, 1987-IV-Síntesis.
9o SCBA, 19/9/07, “Andrade, Jorge Máximo s/incidente de ejecución de

honorarios en autos Echevarría Escudero, F. J. c/Transbur S.R.L. s/cobro de


pesos”, Juba sum. B29212.
86 C. Civ. y Com. San Isidro. Sala Ia, 2/9/94, “Salariato c/Menacho”, JA,
EFECTOS DE LAS OBLIGACIONES 201

2) En materia de pago se impone el principio de la amplitud de


la prueba97. El pago puede ser demostrado por cualquiera de los
medios admisibles legalmente, sin sujeción a limitaciones, salvo
cuando se trata de probar la excepción de pago en el juicio
ejecutivo98.
3) Si bien la prueba por excelencia del pago es el recibo ema-
nado del acreedor, como el pago es un acto jurídico y como tal un
hecho, puede probarse por todos los medios ordinarios, inclusive
por testigos y presunciones, aunque no hubiere principio de prueba
por escrito, no siendo aplicables las restricciones del art. 1193 CC,
pero en tal caso la prueba del pago debe apreciarse con criterio
riguroso, y en cuanto a las presunciones deben ser graves, precisas
y concordantes99.
El problema radica en qué clase de acto jurídico es, pues en ese
punto no están todos los autores de acuerdo. ¿Es un acto jurídico
unilateral o es un acto jurídico bilateral?
Sostiene alguna parte de la doctrina -Llambías, Alterini y Borda,
entre otros- que es un acto jurídico unilateral, porque no requiere la
voluntad del acreedor, pues si el acreedor se negara, se puede
consignar judicialmente el pago, con lo que desaparece cualquier
posible bilateralidad.
En esta línea, alguna jurisprudencia ha sostenido que si bien el
pago es un acto jurídico, se trata de un acto jurídico unilateral,
porque sólo emana de la voluntad del solvens, siendo irrelevante
para perfeccionarlo la voluntad puramente pasiva del acreedor 10°.
Para otros autores, el pago es un acto jurídico bilateral porque
requiere de la aceptación por el acreedor o por quien lo supla (por
ejemplo, el juez). Dice esta tesitura que el pago se perfecciona con la
aceptación; consecuentemente, no podría ser solamente unilateral.
Esta teoría la sostienen Colin y Capitant en Francia y Busso,
Kemelmajer de Carlucci y nosotros en la Argentina.
Es que no nos parece que puede ser unilateral un acto que
realiza uno, pero que debe aceptar otro -sea el accipiens o el juez, en
su reemplazo-.

1997-IV-síntesis; CNCiv. y Com. Fed., Sala 2a, 21/3/02, “La República Com-
partía de Seguros Generales S.A. c/United Airlines y otro”, JA, 2003-1-459.
97 CNCiv. y Com. Fed., Sala 2a, 22/4/94, DJ, 1995-1-103.
98 CNCiv., Sala F, 15/8/96, LL, 1997-B-490.
99 C. Civ. y Com. Rosario, Sala 2a, 4/3/93, “Corvalán c/Ferrer”, JA,

1995-1, síntesis.
1,10 Sup. Corte Just. Mendoza, Sala Ia, 4/7/84, JA, 1985-111-296.
202 MARCELO LÓPEZ MESA

El argumento sobre la consignación en caso de negativa del


deudor nos parece débil, porque el juez suple al deudor y es quien,
en definitiva, determina si la negativa de éste ha sido valedera o no.
Con ello, nos parece que la bilateralidad está claramente presente
en el acto jurídico que es el pago: el deudor recién se libera con la
aceptación del deudor o con la del juez, con lo que su voluntad
unilateral resulta insuficiente para liberarlo: la bilateralidad es
clara, según pensamos.
2. Teoría del negocio jurídico. Variante de la anterior, aunque
también con puntos de contacto con la teoría del acto debido, esta
elaboración parte de la idea del carácter negocial del pago,
conforme a la cual el pago configura un negocio jurídico, ya que
presupone necesariamente el encuentro de dos voluntades y de dos
declaraciones de voluntad. Por una parte, la voluntad declarada
por el deudor de tener la intención de cumplir la prestación
comprometida como acto de ejecución de la obligación (animus
solvendi), lo que lleva aparejada la intención implícita o explícita de
verse liberado del yugo obligacional, a través de una oferta de
cumplimiento u ofrecimiento de pago. Por la otra, debe concurrir
con ella y encontrarse la voluntad del acreedor de admitir la
entrega de la prestación, lo que lleva aparejada una manifestación
de aceptación y una imputación del acto del deudor o cum-
plimiento de la obligación: esto se conoce como aceptación del
pago. Sobre estos parámetros, algunos autores consideran que el
cumplimiento es siempre un negocio jurídico bilateral; ello, pues
para que él exista se requiere la cooperación del acreedor, que se
traduce en un acuerdo con el deudor para que la realización de la
prestación desempeñe la función de cumplimiento.
3. Teoría del acto debido. Carnelutti dividió al género “acto
jurídico” en tres especies:
a) Negocio jurídico: es todo aquello que permite la ley.
b) Acto Ilícito: es todo aquello que la ley prohíbe pero hace surgir
una obligación (por ejemplo, choque de automóviles).
c) Acto debido: según esta postura, el pago es un acto debido
por el que el deudor tiene un deber de pagar. Esta obligación del
deudor no significa interpretar el pago de estas tres maneras, sólo
la última.
Es ésta la posición que sigue en la Argentina Compagnucci de
Caso y en España Don José Beltrán de Heredia y Castaño. Esta
postura dice que el pago es un acto debido: el deudor no es
jurídicamente libre para pagar o no, porque no tiene el derecho de
pagar, sino que tiene el deber de formalizar el pago. Tiene
EFECTOS DE LAS OBLIGACIONES 203

una libertad psicológica pero no tiene una libertad jurídica. Porque


si no paga, puede ser forzado a pagar, puede ser sujeto a los medios
coactivos de ejecución forzada.
4. Teoría del contrato. Según esta posición, el pago sería asi-
milable a un contrato; esta teoría es generalmente rechazada,
porque carece de bases sólidas (Lessona).
El contrato es, como principio, un acuerdo de voluntades
creador de obligaciones; sólo por excepción el contrato extingue
obligaciones. Por otra parte, los contratos extintivos son la ex-
cepción y no la regla. Por lo tanto, no puede sostenerse que el pago
normal, el pago puro y simple, sea un contrato. Esta teoría es
seguida por el profesor Etkin y no nos parece aceptable, porque sus
bases no son sólidas y tiene severas consecuencias en cuanto a la
prueba del pago.
Descartando esta teoría, la jurisprudencia ha dicho que, tra-
tándose del pago, en general se admite amplitud probatoria, porque
es un acto jurídico al que no le resulta aplicable la limitación del
art. 1193 del CC87.
5. Teoría del hecho jurídico. Sostiene que el pago es un hecho
jurídico, porque para crear efectos no se requiere que la actividad
del deudor sea voluntaria. Ella se puede dividir en dos: voluntad
interna (animus prestandi) y animus solvendi, esta última es ca-
lificada por el destino que le da el deudor al pago. Lo esencial del
pago es la conducta del deudor adecuada a lo debido y su ade-
cuación al objeto mismo de la obligación (por ejemplo, obligación de
no hacer; el deudor se puede liberar con su conducta negativa aun
sin saber de la existencia de la obligación). En las obligaciones de
hacer, por ejemplo, una señora que trabaja por horas puede no
saber que con su actividad extingue la obligación, pero
adecuándola al objeto, su conducta implica un pago. El deudor
realiza el hecho material que extingue la obligación.
Es ésta la posición que ha tenido más fuerza a nivel interna-
cional, por lo menos antiguamente, y en la Argentina ha contado
con un par de importantes adherentes, como los maestros Trigo
Represas y Salas; en el derecho internacional, Enneccerus, Leh-
mann y Barassi, para quienes el pago es un hecho jurídico.
Sostienen que el pago no es un acto jurídico, sencillamente,
porque dicen que el pago puede ser inconsciente. El pago no re-
quiere la actividad voluntaria de parte del que paga, no requiere

87 CNCom., Sala E, 14/7/04, “Karschenboim c/Tarino S.A.I.C.”, AP On-


line; CNCiv., Sala M, 4/4/90, “Ratinof c/Hurovitch”, JA, 1993-1, síntesis.
204 MARCELO LÓPEZ MESA

actividad voluntaria del deudor, ni siquiera requiere intención de


pagar, lo que algunos llaman animus solvendi. Sólo requiere, dice
Trigo Represas, “que la conducta del deudor guarde estricta
correspondencia con la prestación a que se comprometió”.
Dice Trigo Represas que no hace falta tener discernimiento al
momento de pagar ni hace falta darse cuenta de lo que se está
haciendo, y brinda un ejemplo: en el caso de las obligaciones de
hacer, la gente simple las cumple sin tener conciencia de que las
está cumpliendo; la mucama no se da cuenta de que está cum-
pliendo la obligación a la que se comprometió.
No nos parece que sea así, porque si yo le pago el sueldo a una
mucama, va a saber muy bien que lo que está haciendo es
devengando su salario y que, si no va a trabajar a mi casa, no lo
cobra. Entonces ¿hasta dónde no sabe que está obligada y que está
cumpliendo la obligación? Por ello, respetuosamente, no
participamos, de esta opinión.
6. El pago como ejecución real de la prestación. Karl Larenz
decía: “El cumplimiento siempre exige que se obtenga el resultado
de la prestación mediante la conducta debida”. El cumplimiento,
entonces, es una parte de la actividad a la que el deudor está
obligado, siempre exige que se obtenga el resultado de la prestación
mediante la conducta debida. Siendo entonces el cumplimiento
una parte de la actividad a la que el deudor está obligado, el pago es
la ejecución real de la prestación.
7. Hay teorías mixtas que sostienen que si bien es cierto que el
pago es un hecho jurídico, también es un contrato. Esta postura
podría denominarse ecléctica y se basa en las elaboraciones
anteriores.

4.4. Análisis de las diversas posiciones


Siempre hemos pensado que en los supuestos normales o co-
rrientes, el pago configura un acto jurídico. Más aún lo pensamos
ahora, a tenor del art. 866 CCC.
Habrá casos especiales en los que el pago no llegue a los
estándares jurídicos, y en ese caso será un hecho, pero el pago
normalmente es un acto jurídico, porque se hace con discerni-
miento, intención y libertad.
Boffi Boggero afirmaba -con razón- que decir que el pago es un
hecho jurídico es correcto, pero esto es una obviedad, porque el
hecho jurídico es el género y el acto jurídico la especie.
En la actualidad, la cuestión de la esencia del pago se ha vuelto
más sencilla de resolver, ante el texto expreso del art. 866 CCC,
E K KCTOS l)K LAS OBLIGACIONES 205

que adopta la teoría del acto jurídico como esencia del pago, al re-
mitir del último al primero para reglar los tópicos no previstos.
El problema está en que la toma de posición sobre la esencia
Jurídica del pago no constituye en absoluto un tema abstracto,
porque la posición que se asuma afecta la prueba del pago y el
régimen de nulidades. Según sea el encasillamiento conceptual que
demos al pago en uno u otro supuesto, va a depender el tratamiento
jurídico a aplicársele.
Por ejemplo, si se tratara de un contrato, podría haber res-
tricciones importantes en cuanto a la prueba, aunque la inflación
se ha encargado de dejar atrás a las magnitudes numéricas
previstas por el Codificador como línea bisectriz entre los contratos
que pueden ser probados por testigos y los que no, pues la moneda
prevista para trazar tal distinción hace más de medio siglo que no
existe.
Más graves aún son las consecuencias de considerar al pago un
acto o un hecho jurídico.
Decir que el pago es un hecho quiere decir que si una persona lo
realiza porque la apuntaron con una pistola en la cabeza
(intimidación), ese pago sería válido igual, pues si consideramos
que el pago es un hecho, no se requeriría de voluntad libre. Ello es
inaceptable.
Vemos entonces que las opiniones dejan de ser abstractas para
pasar a tener importantes consecuencias, las que hay que apreciar
con mucho cuidado antes de verter una opinión.
Felizmente, el nuevo Código Civil y Comercial ha adoptado en
este punto el criterio correcto en su art. 866, remitiendo al régimen
de los actos jurídicos para aplicar al pago cuando no exista en el
Capítulo específico que lo rige una determinada norma que
resuelva el punto discutido. Ello soluciona multitud de cuestiones
de manera definitiva.

5. PAGO Y LEGITIMACIÓN: LEGITIMADOS PARA EL PAGO

Para que el pago se verifique se requiere la presencia de dos


personas:
206 MARCELO LÓPEZ MESA

5.1. Solvens
Dos normas del nuevo Código Civil y Comercial establecen
quiénes se hallan legitimados para realizar un pago:
Art. 879: “Legitimación activa. El deudor tiene el derecho de pagar. Si
hay varios deudores, el derecho de pagar de cada uno de ellos se rige por
las disposiciones correspondientes a la categoría de su obligación”.
Art. 881: “Ejecución de la prestación por un tercero. La prestación
también puede ser ejecutada por un tercero, excepto que se hayan
tenido en cuenta las condiciones especiales del deudor, o hubiere
oposición conjunta del acreedor y del deudor.
’’Tercero interesado es la persona a quien el incumplimiento del
deudor puede causar un menoscabo patrimonial, y puede pagar contra
la oposición individual o conjunta del acreedor y del deudor”.
Como puede advertirse de la interpretación armonizada de
dichas normas, el nuevo Código instaura una legitimación activa
amplia con relación al acto jurídico pago. Esta amplitud es
coherente con el sistema y filosofía no sólo del Código de Vélez, sino
con los códigos de su época.
Los legisladores decimonónicos cambiaron el eje histórico en
que se movía el acto jurídico “pago”, por consideraciones de de-
fensa del crédito y de protección de la seguridad dinámica, aun
cuando no se tenía por entonces demasiada idea de lo que con-
ceptualmente significaba ello.
Los legisladores que hicieron los mejores Códigos Civiles del
siglo XIX, además de juristas eran políticos. Andrés Bello, Dal-
macio Vélez Sarsfield, Portalis eran antes que todo hombres que
comprendían el funcionamiento económico, político y jurídico de
sus países. Los códigos que ellos alumbraron asfaltaron el camino
de sus países al progreso, al haber podido identificar por dónde
marcharían sus sociedades.
Quien no tiene ese tipo de formación y habilidades no puede
hacer un código viable, de aplicación sustentable a la realidad en el
tiempo. Puede hacer sí un catálogo de definiciones legales, una
colección de ocurrencias y predilecciones propias, contradictorias
entre sí, y puede, incluso, llamarlo a ese amasijo de dudoso acierto
“Código”.
Pero que eso sea un código en sentido propio, y que se pueda
aplicar a una sociedad determinada, sin crear marasmos o ca-
taclismos, es algo que sólo el tiempo puede decir.
EFECTOS DE LAS OBLIGACIONES 207

Los codificadores decimonónicos cambiaron el eje en materia de


pago, del formalismo del pago al favorecimiento de éste, en
protección del acreedor.
En palabras del maestro Álvarez Caperochipi, los legisladores
decimonónicos realizaron una “revolución” en el régimen del pago.
La codificación liberal sentó como principio general la validez del
pago, incluso de lo indebido, pues el acreedor puede retener lo dado
con error si tiene justa causa; el ritualismo histórico del pago quedó
sustituido en esta elaboración decimonónica por consideraciones
realistas de eficacia y simplicidad102.
Esta “revolución” liberal receptada en los códigos decimonónicos
estableció una legitimación amplia para hacer el pago y -también,
incluso, aunque menos amplia- para recibirlo.
En cuanto a la legitimación activa, la “revolución” de los códigos
decimonónicos consiste en que prácticamente cualquiera y todos
pueden pagar.
El sistema consiste en que, en primer término, el pago puede y
debe efectuarlo el deudor, quien tiene el derecho y el deber de
liberarse del yugo obligacional, extinguiendo o consumando la
obligación, a través del pago.
En segundo lugar, como un efecto propio de la obligación, es
normal y lógico que puede pagarse por medio de un representante o
apoderado (para ello se requiere poder especial) y, en caso de falleci-
miento, el jus solvendi corresponde a los herederos del deudor.
El nuevo Código Civil y Comercial se mantiene en la línea del
Código de Vélez en esta materia, al establecer una legitimación
activa amplia para el pago, pero el nuevo ordenamiento simplifica el
régimen de Vélez, que era un poco laberíntico.
De la conjugación de los arts. 879 y 881 CCC surgen las si-
guientes premisas sobre la legitimación para efectuar pagos:
1) El primer legitimado para pagar es el deudor, quien tiene el
derecho de pagar.
2) Si hay varios deudores, el derecho de pagar de cada uno de
ellos se rige por las disposiciones correspondientes a la categoría de
su obligación.
3) Los otros legitimados para pagar son los terceros, quienes
pueden pagar en la mayoría de las obligaciones, siendo la excepción
a la regla que no puedan pagar, por tratarse de una obligación de
cumplimiento obligatorio por cierta y determinada persona.

102 ÁLVARF.Z CAPEROCHIPI, Curso de Derecho de Obligaciones, vol. I, p. 91.


208 MARCELO LÓPEZ MESA

4) La prestación no podrá ser ejecutada por un tercero sola-


mente en dos casos: a) si se han tenido en cuenta las condiciones
especiales del deudor al contraería; y b) si hubiere oposición
conjunta del acreedor y del deudor y el tercero que manifestare
querer pagar no fuera un tercero interesado.
5) En cambio, el tercero interesado -que es la persona a quien el
incumplimiento del deudor puede causar un menoscabo pa-
trimonial-, y puede pagar incluso contra la oposición individual o
conjunta del acreedor y del deudor (art. 881 in fine CCC).
6) Tercero que tenga interés en el cumplimiento de la misma
sería, entre otros casos, el fiador del deudor (contra quien tendría
que dirigir su acción el acreedor, si el deudor no cumple), el
adquirente de un inmueble hipotecado, etc.
7) De todo ello surge que la regla es que la legitimación para
pagar es amplia, aunque algo menos que en el Código de Vélez, ya
que el tercero no interesado no puede pagar contra la oposición
conjunta del acreedor y del deudor, lo que está bien, ya que esta
disposición puede evitar maniobras extrañas, como el
entremetimiento en relaciones obligacionales ajenas con afanes
extorsivos posteriores.
La legitimación activa del solvens está tratada en los arts. 879 y
881 CCC de manera bastante más prolija de lo que lo estaba en el
Código de Vélez, al recortar algo la amplísima legitimación que éste
acordaba para el pago.
Es dable recordar que algunos ordenamientos del mundo siguen
el principio general del Código francés, tomado de la doctrina
clásica francesa de que “no cualquiera puede pagar”. No se trata de
un criterio antojadizo: habilitar a cualquiera a pagar genera
desorden y litigiosidad, pues quien paga sin tener interés en
hacerlo puede buscar inmiscuirse en una relación jurídica ajena,
inclusive para causar un grave daño al deudor o extorsionarlo
luego.
No siempre da lo mismo que sea acreedor una persona que otra.
Si bien, como principio, las obligaciones son impersonales y los
sujetos no importan tanto como el contenido, no siempre es lo
mismo que el acreedor sea Juan o Pedro, porque hay situaciones
que pueden no ser neutras o indiferentes: a lo mejor una de las
personas tiene un lazo de parentesco secundario con la otra, que lo
llevaría a no ejecutarla, y quien compra la deuda no tiene ese lazo y
directamente ejecuta.
Pongamos un ejemplo todavía más claro. Supongamos que un
juez civil de una localidad mediana de la Argentina debe cien mil
pesos a un comerciante, habiendo firmado un pagaré
EFECTOS DE LAS OBLACIONES 209

en garantía de pago. Supongamos también que ese comerciante,


para hacerse de dinero anticipadamente, cobra la deuda a otra
persona, con el lógico descuento. Sigamos la hipótesis y pensemos
que esa persona que pagó en lugar del deudor pretende perjudicar
al juez, porque tiene muchos pleitos a resolución en su juzgado y
quiere recusarlo. Como acreedor que es, puede hacerlo. O
pensemos que no tiene pleitos pero que el que pagó la deuda del
juez es un periodista y quiere publicar en el diario la noticia de la
deuda del magistrado. Toma fotos del pagaré, da la información con
lujo de detalles y le genera un jury de enjuiciamiento al deudor.
Supongamos un caso peor: un alto funcionario fiscal, por
ejemplo, el fiscal o procurador general de un Tribunal Superior de
Justicia de una provincia, dado a la bebida y jugador compulsivo,
debe hasta la camisa, habiendo firmado pagarés y compromisos de
pago por grandes sumas, que no puede pagar. El dinero para
levantar los pagarés lo obtiene este fiscal del banco oficial, pro-
cediendo prontamente a pagar sus deudas de juego. El problema
vuelve a tornarse acuciante cuando el fiscal debe dictaminar en
asuntos de trascendencia social y política, en donde recibe “su-
gerencias” de cómo debe dictaminar, bajo la amenaza velada de que
se le iniciará la ejecución de la acrecida deuda de capital e intereses
que adeuda, en caso de no atenderlas.
De estos ejemplos se aprecia que no da lo mismo que el acreedor
sea uno u otro.
El principio del derecho clásico -que hubiera debido receptarse-
debiera ser que no cualquiera puede pagar una obligación.
Pero contrariando ese principio, que algunos autores franceses
ponen como paradigma, el Código de Vélez hizo todo lo contrario en
esta materia y el principio que él receptó es que cualquiera puede
pagar y cancelar una obligación, propia o ajena.
El nuevo ordenamiento sigue en la línea amplia de legitimación
para el pago, pero al menos la acota un tanto, previendo que la
oposición conjunta de acreedor y deudor impida el pago por un
tercero no interesado. Algo es algo.
El tema será ampliado al tratar el pago por tercero.

5.2. Requisitos de un pago válido


a) Capacidad para el pago. “Validez. El pago debe ser realizado
por persona con capacidad para disponer” (art. 875 CCC).
Esta regla debe coordinarse con el art. 23 CCC (“Capacidad de
ejercicio. Toda persona humana puede ejercer por sí misma sus de-
210 MARCELO LÓPEZ MESA

rechos, excepto las limitaciones expresamente previstas en este


Código y en una sentencia judicial”) y con los arts. 24, 26 y 31
CCC.
Es decir que puede disponer de sus bienes toda persona mayor
de edad, no inhabilitada ni con capacidad restringida, que no
afecte ilegítimamente con ello derechos legítimos de terceros.
b) Crédito expedito (art. 877 CCC). Para que el pago sea válido
también es necesario que el crédito que se quiere cancelar esté
disponible para el acreedor, que no sea condicionado, gravado o
prendado. Cuando un deudor realiza un pago debe poder disponer
libremente de la cosa con la cual lo realiza, como lo establece el art.
877 CCC: “Pago de créditos embargados o prendados. El crédito
debe encontrarse expedito. El pago de un crédito embargado o
prendado es inoponible al acreedor prendario o embargante”.
A su vez, también debe tenerse en cuenta lo dispuesto por el art.
876 CCC: “Pago en fraude a los acreedores. El pago debe hacerse
sin fraude a los acreedores. En este supuesto, se aplica la normati-
va de la acción revocatoria y, en su caso, la de la ley concursar.
Son éstas derivaciones naturales del principio general del de-
recho, que sienta que nadie puede transmitir a otro un derecho
mejor ni más extenso que el que tiene (nemoplus iuris), contenido
en el art. 399 CCC: “Regla general. Nadie puede transmitir a otro
un derecho mejor o más extenso que el que tiene...”, que ha reco-
gido la regla que estableciera el art. 3270 del Código de Vélez, por lo
que la importante doctrina judicial edificada en torno a éste sigue
siendo aplicable con la sanción del nuevo ordenamiento.
Como dijéramos en un voto nuestro, la regla del nemo plus iuris
es una regla sabia que se aplica a todos los contratos en que se
transmiten derechos y entre ellos, naturalmente, la cesión de
derechos88.
El principio nemo plus iuris no es sólo un formidable basamento
jurídico en que se aposenta una de las bases inconmovibles de la
seguridad jurídica, sino que a la par es un principio lógico de
primera magnitud: nadie puede disponer válidamente de lo que no
es suyo o no acredita como tal89.

88 C. Apels. Trelew, Sala A, 31/3/14, “Malatesta, Jorge Atilio c/Athenea

S.A. s/daños y perjuicios” (expte. 612 - año 2013 CAT), en elDial, com, voto Dr.
López Mesa; ídem 25/7/00, caso “Bergara”, AP Online, voto Dr. Ferrari; en
igual sentido, CNCiv. y Com. Fed., Sala Ia, 6/5/99, DJ, 2000-2-559.
89 Sobre el particular, las agudas reflexiones de la primera parte del

estudio de LAJE, Eduardo J., “El derecho aparente y los actos del poseedor de
herencia”, en Revista de Derecho y Ciencias Sociales, Buenos Aires, enero-abril
EFECTOS DE LAS OBLIGACIONES 211

de 1949, pp. 173-204.


212 MARCELO LÓPEZ MESA

El principio nemo plus iuris es uno de los dos principios


generales de que están imbuidos los ordenamientos jurídicos de
tradición romanista, como el Código de Vélez, que no son otros que
el dogma de la voluntad y el nemo potest plus iuris en alium
transferre90.
Este principio constituye un principio general de nuestro
ordenamiento, que debe conciliarse en ocasiones con algunas
excepciones suyas -como la doctrina de la apariencia-; como regla,
nadie puede transmitir un derecho mejor ni más extenso que el que
tiene91.
Bien ha dicho el querido amigo e insigne jurista José W. Tobías
que “la extensión y categoricidad de la regla del art. 3270 y sus
múltiples aplicaciones (arts. 599, 787, 1487, 3277, 3955, etc., CC)
son indicativos, a nuestro juicio, de la presencia de un principio
general, según el cual cada persona es soberana en la esfera de sus
derechos subjetivos y, por consiguiente, que ningún tercero puede
disponer eficazmente de esos derechos; por otra parte, nadie puede
quedar vinculado sino en virtud de un acto emanado de su
voluntad. De ese modo, no puede dudarse -a nuestro juicio- de que
las reglas nemo potest plus iuris... y la que establece que la voluntad
es elemento esencial del acto jurídico (dogma de la voluntad)
constituyen principios generales del derecho positivo argentino.
Hay pues siempre un principio, y frente a él, numerosas
excepciones, pero no dos reglas igualmente generales y que se
anulan entre sí ¡y por fortuna!, pues de no ser así el intérprete
vacilaría entre ambas, como en la fábula famosa, presa de la mayor
desorientación, sin saber a cuál de ellas inclinarse. En nombre de la
certidumbre de las relaciones jurídicas se instalarían la inseguridad
y el caos”92.
La del nuevo art. 399 CCC es una de las vigas maestras del
ordenamiento jurídico argentino, por lo que las excepciones a esa
regla deben juzgarse con criterio estricto.
c) Pago con cosa de propiedad del solvens. A su vez, el soluens
debe cancelar la obligación con una cosa que sea de su propiedad,
como establece en calidad de principio el art. 878 CCC: “Propiedad
de la cosa. El cumplimiento de una obligación de dar cosas ciertas
para constituir derechos reales requiere que

90 TOBÍAS, José W., “Apariencia jurídica”, LL, 1994-D-316.


91 C. Apels. Trelew, Sala A, 31/3/14, “Malatesta, Jorge Atilio c/Athenea
S.A. s/daños y perjuicios” elDial, com, voto Dr. López Mesa.
92 TOBÍAS, José W., “Apariencia jurídica”, LL, 1994-D-316.
EFECTOS DE LAS OBLIGACIONES 213

el deudor sea propietario de la cosa. El pago mediante una cosa


que no pertenece al deudor se rige por las normas relativas a la
compraventa de cosa ajena”.
Si el solvens pagara con una cosa ajena, se sobreentiende que
está asumiendo la obligación, bien de obtener la conformidad del
dueño de la cosa, bien de adquirirla con posterioridad, de modo de
evitar cualquier cuestionamiento al accipiens sobre la propiedad de
la cosa recibida en pago.

6. PAGO POR TERCERO

En principio, el derecho y el deber de pagar corresponde al


deudor, que es el primer legitimado activo para realizar ese acto
(art. 879 CCC); no obstante, también puede pagar un tercero (art.
881 CCC).
El pago por tercero implica diversos extremos de hecho que no
pueden soslayarse:
a) Una persona de modo voluntario paga una deuda ajena.
b) El tercero es ajeno al nacimiento de la obligación pero puede
pagar siempre que su conducta se adecúe al objeto de la obli-
gación; el acreedor en ese caso debe recibir el pago.
c) Como regla, son irrelevantes para el derecho los motivos que
impulsan al tercero a asumir una obligación ajena; ello, salvo el
caso de inmoralidad manifiesta o evidente.
d) La legitimación del tercero para pagar, como regla, es inde-
pendiente de la voluntad del deudor y del acreedor y sólo excep-
cionalmente la voluntad de éstos en conjunto podría oponerse al
pago.
e) Puede pagar un tercero interesado o no interesado: la di-
ferencia estriba en que las facultades del tercero interesado son
más amplias que las del no interesado (conf. Art. 881 CCC).
f) En principio, como regla, la obligación puede ser cumplida
por tercero no interesado, salvo que el acreedor tenga interés en
que la prestación sea cumplida personalmente por el deudor (como
en las obligaciones intuitu personae, en las cuales la persona del
deudor es insustituible) o que deudor y acreedor en conjunto se
nieguen a aceptarle el pago.
Ahora bien, ¿cuál es el fundamento para que el legislador
autorice a un tercero -incluso no interesado- a extinguir una
obligación ajena?
En palabras de Arnau Moya: “El fundamento de que sea válido
el pago por una persona que sea totalmente ajena a la relación
jurídica, tenga o no interés en su cumplimento, se encuen-
214 MARCELO LÓPEZ MESA

tra en que, al tener por finalidad la prestación la satisfacción de un


interés del acreedor, a éste no debe importarle, en principio, quién la
realice, con tal de que aquél quede satisfecho”'08.
En la jurisprudencia nacional se ha decidido sobre el pago por
tercero que el acreedor siempre está habilitado para recibir el pago
de su crédito de manos de un tercero y hasta está obligado a recibir
tal pago, si el tercero que quiere pagarle tiene algún interés en el
cumplimiento de la obligación93 94.
Y se ha preciado que constituye una gestión de negocio el pago
hecho por un tercero sin conocimiento del deudor y da derecho al
reembolso de todos los gastos ocasionados por la gestión95.

6.1. Requisitos
Para que el pago por tercero sea válido, éste debe consistir en la
prestación debida y adecuada a las distintas condiciones de tiempo,
modo y lugar; el tercero debe ser capaz, ya que de otro modo se
expondría el accipiens a la acción de repetición. Para garantizar al
tercero, se debe dejar constancia en el recibo que él es ajeno a la
relación y que paga voluntariamente esa obligación que no le
corresponde, resguardándose su acción de repetición.

6.1.1. Diferentes clases de tercero


Tercero interesado. El nuevo Código Civil y Comercial, a dife-
rencia del Código de Vélez, define qué es tercero interesado, lo cual
está muy bien en este caso. El art. 881 CCC in fine define como
tercero interesado a la persona a quien el incumplimiento del deudor
puede causarle un menoscabo patrimonial.
La jurisprudencia nacional, en algunos fallos, había decidido que
tercero interesado es el que no siendo deudor puede sufrir un
menoscabo en un derecho propio, si no se paga la deuda 96.
Para ponerlo en palabras llanas, tercero interesado es el que
paga la obligación, porque de no hacerlo -si esa obligación no se
pagara- correría el riesgo de que se pierda o perjudique un derecho
suyo.

93 ARNAU MOYA, Lecciones de Derecho Civil H. Obligaciones y contratos, p. 45.


94 C. Civ. y Com. San Francisco, 29/3/85, JA, 1985-111-386.
CNCiv., Sala A, 10/10/99, JA, 2000-11-136.
95

96 Cám. CC Paraná, Sala I, 11/9/80, Zeus 981-22-71; CNCiv., Sala C,

10/4/80, LL, 1980-C-167.


215 MARCELO LOPEZ MESA

Sobre el particular se ha decidido que tercero interesado es


quien no siendo deudor puede sufrir un menoscabo de un derecho
propio si no se paga la deuda, y entre los distintos supuestos se ha
considerado como tal al cónyuge del deudor 1,2.
Cuando alguien pretende pagar como tercero no interesado
deudas de otro, debe cerciorarse previamente de la existencia de
aquéllas, muniéndose de la prueba necesaria y cierta. Tal pre-
caución tiende a evitar colusiones entre presuntos acreedores y
presuntos deudores. Pero también el recaudo probatorio tiende a
impedir colusiones entre esos presuntos acreedores y los terceros,
máxime en los supuestos de subrogación legal 97 98.
Dentro de la definición de tercero interesado que hace el art. 881
in fine CCC caben con comodidad diversos supuestos:
a) El de quien siendo acreedor paga a otro acreedor que le es
preferente, porque con ese proceder mejora la posibilidad de cobro
de su acreencia.
En eso, matiz más o menos, consiste pagarle a un acreedor
preferente. Supongamos que alguien tiene constituido un derecho
real de hipoteca de primer grado sobre un inmueble del cual alguien
tiene una garantía real en segundo término; quien es acreedor
hipotecario del inmueble en segundo término, al pagar la deuda y
desinteresar a quien tiene una hipoteca de primer grado, mejora la
situación de su deuda.
Supongamos que la deuda garantizada con hipoteca en primer
grado es, por ejemplo, de $ 10.000, y la de nuestro tercero
interesado es de $ 100.000, pagando un diez por ciento del valor de
su acreencia mejora sustancialmente la garantía de su deuda y
facilita enormemente su cobro, al no tener que esperar el resultado
de la ejecución del hipotecante de primer grado.
¿Por qué? Porque dejando ejecutar al acreedor preferente se
corre el riesgo de que se haga el remate, que se presente algún
picaro o, directamente, la llamada “Liga de compradores” en la
subasta, que se haga algún arreglo de trastienda -de los que la-
mentablemente se ven en muchos foros con cierta frecuencia- y que
alguien compre un inmueble de valor por la base de diez mil pesos o
incluso menos. Si eso ocurre (y a veces pasa), se termina perdiendo
una propiedad valiosa por monedas.

97 CNCiv., Sala C, 10/4/80, LL, 1980-C-167.


98 C. Civ. y Com. Trenque Lauquen, 17/2/87, Juba sum. B2201829.
216 MARCELO LÓPEZ MESA

El pago del tercero de nuestro ejemplo se denomina, técni-


camente, “pago en interés del crédito”. El beneficio de hacer ese pago
en un caso como el que planteamos es tangible: el tercero interesado
acaba como acreedor hipotecario en primer término por una suma
mucho menor a la de su acreencia. Libera el inmueble de una
garantía preferente y queda como acreedor hipotecario en primer
lugar.
b) El que paga una deuda al que estaba obligado con otros o por
otros.
Puede ocurrir que tres socios asuman una deuda en conjunto. Si
dos de ellos no pagan su parte, un tercero podría tener que afrontar
el total, debido a circunstancias personales (por ejemplo, si esta
persona fuera un comerciante y el no pago pudiera afectarlo
seriamente, por ser inhibido por el BCRA).
c) Quien adquirió un inmueble, y paga al acreedor que tuviese
hipoteca sobre el mismo inmueble.
Este tipo de negocios era muy frecuente en épocas de altísima
inflación, porque gracias a una interpretación bastante rebuscada
-pero técnicamente correcta-, edificada sobre el principio de
especialidad de la hipoteca, era un gran negocio comprar una
propiedad hipotecada y liberarla pagando el valor nominal por el que
estaba inscripta registralmente la hipoteca.
En épocas de gran inflación, el monto inscripto en el Registro
como deuda se desactualizaba rápidamente y los acreedores no
siempre eran diligentes en actualizarlo. Aprovechando esa
circunstancia, hubo una serie de operaciones de compra de
importantes propiedades -a veces incluso en negocios simulados-
para inmediatamente luego consignar judicialmente el monto exacto
de la deuda, garantizada con hipoteca, inscripto en el Registro. Se
lograban ganancias enormes. Piénsese que sólo en 1989 hubo una
inflación de alrededor del 5000% anual. Una suma que hubiera sido
anotada en el Registro de la Propiedad Inmueble, el año anterior, al
cabo de doce meses sería una suma irrisoria, pudiendo liberarse el
inmueble pagando esa suma, porque existieron fallos judiciales que
convalidaron esta interpretación y liberaron los inmuebles por el
monto inscripto registralmente como deuda.
d) Del heredero que admitió la herencia con beneficio de in-
ventario y paga con sus propios fondos la deuda de la misma.
Nuevamente, supongamos que un heredero recibe valiosas
propiedades de un tío, pero por falta de pago de impuestos están por
ir a remate. El heredero paga de su bolsillo y libera las
EFECTOS DE LAS OBLIGACIONES 217

propiedades. No es técnicamente parte sino tercero, porque al


admitir la herencia con beneficio de inventario, su interés radica en
que podría perder los bienes heredados.

6.1.2. Diferencia entre las facultades del tercero interesado y las


del no interesado
Una lectura desatenta del nuevo Código Civil y Comercial podría
hacer pensar a alguno que la situación de los terceros sol- vens es la
misma, sean o no interesados.
Es que existe cierta falta de coordinación entre los dos párrafos
del art. 881 CCC. Mientras el primer párrafo edicta que “la
prestación también puede ser ejecutada por un tercero, excepto que
se hayan tenido en cuenta las condiciones especiales del deudor, o
hubiere oposición conjunta del acreedor y del deudor”, el segundo
indica lo siguiente: “Tercero interesado es la persona a quien el
incumplimiento del deudor puede causar un menoscabo
patrimonial, y puede pagar contra la oposición individual o conjunta
del acreedor y del deudor”.
Si uno leyera aisladamente el primer párrafo, podría llegar a la
fácil conclusión de que siempre que se opongan al pago con-
juntamente acreedor y deudor, el tercero no estaría legitimado para
pagar.
Como toda interpretación fragmentaria, propia de ignorantes del
derecho, esta conclusión sería errónea. Es que, coordinando ambos
párrafos de la norma, surge clara la diferencia de trato que ella
asigna al tercero interesado de quien no lo es.
El primer párrafo del art. 881 CCC regla la situación de todos los
terceros pagadores o solvens, mientras que su segundo párrafo
establece una regla especial, acotada a los terceros interesados.
Analizando debidamente el art. 881 CCC, se extraen como
conclusiones regulares:
a) Que como regla, todo tercero tiene el derecho de pagar una
obligación ajena.
b) Que la principal excepción a esta regla la constituyen aquellas
obligaciones en que se hayan tenido en cuenta al constituirlas las
condiciones especiales del deudor. Normalmente, se tratará de
obligaciones personales de hacer, de naturaleza intui- tu personae.
c) Que en las obligaciones de hacer intuitu personae el acreedor
no podrá ser compelido a recibir la prestación que atañe al objeto de
la obligación de un tercero, cuando la calidad y
218 MARCELO LÓPEZ MESA

circunstancias de la persona del deudor se hubiesen tenido en


cuenta al establecer la obligación 99. Y esta regla no se ve afectada
por la calidad del tercero, es decir, sea éste interesado o no, el
acreedor no puede ser obligado a recibir la prestación de un sujeto
distinto del deudor, cuando se trate de obligaciones en que se hayan
tenido en cuenta las condiciones especiales del deudor al
constituirlas.
d) Que el tercero interesado puede siempre pagar, aun en contra
de la voluntad de acreedor y deudor, exteriorizada en una oposición
individual o conjunta del acreedor y del deudor (art. 881 in fíne
CCC).
e) Que, en cambio, el tercero no interesado no está legitimado
para pagar en contra de la voluntad conjunta de acreedor y deudor
(art. 881, Ia parte, CCC).

6.2. Efectos del pago por tercero


Los efectos que produce la ejecución de la prestación por un
tercero están ahora contemplados por el art. 882 CCC: “La ejecución
de la prestación por un tercero no extingue el crédito. El tercero
tiene acción contra el deudor con los mismos alcances que:
”a) el mandatario que ejecuta la prestación con asentimiento del
deudor;
”b) el gestor de negocios que obra con ignorancia de éste;
”c) quien interpone la acción de enriquecimiento sin causa, si
actúa contraía voluntad del deudor.
’’Puede también ejercitar la acción que nace de la subrogación
por ejecución de la prestación por un tercero”.
El efecto principal del pago por tercero consiste en desinteresar
al acreedor de la vida posterior de la obligación. La obligación se
extingue en lo que al acreedor concierne, pero ella subsiste en las
relaciones entre el tercero solvens y el deudor.
La norma está mal redactada, porque coloca al revés las op-
ciones que enlista. La primera opción que tiene el tercero solvens
frente al deudor consiste en subrogarse en el derecho del acreedor
original, al que pagara la obligación, quedando autorizado para
ejecutar la prestación, al haber quedado colocado en el lugar del
acreedor desinteresado.

99 Ésta es la regla del art. 1161 del Código Civil español, aplicable ahora a

nuestro ordenamiento.
219 MARCELO LÓPEZ MESA

Si ése no fuera el caso, le quedan al tercero solvens las demás


opciones, pero normalmente se subrogará en los derechos del
acreedor desinteresado, ya que ello evitará que le sean impuestas
defensas como la de la utilidad de la gestión o de la falta de
correlación entre enriquecimiento y empobrecimiento, etc., lo que
podría dar lugar a largas determinaciones y probanzas o a enojosas
cuestiones. Lo más sencillo y rápido para el tercero solvens será
ocupar el lugar del acreedor desinteresado, en virtud del principio
de subrogación en el pago, establecido por el art. 914 CCC: “Pago
por subrogación. El pago por subrogación transmite al tercero que
paga todos los derechos y acciones del acreedor. La subrogación
puede ser legal o convencional”.
En un voto de nuestra autoría, aclaramos que el pago siempre
tiene efectos principales pero no siempre posee efectos secundarios
U5; pues para que el pago implique un reconocimiento o tenga efecto

de tal, quien paga debe pagar una obligación suya y no una ajena;
por ende, en el pago por tercero, este efecto accesorio del pago no se
da116.
Es que nadie puede pagar por otro, generando obligaciones para
ese otro, un tercero suyo. Puede comprometer el solvens al pagar a
un representado suyo, si es mandatario, pero en tal caso no habría
“pago por tercero” sino simple pago en representación que es algo
muy distinto.
Quien paga por encargo de otro, actuando como mandatario, no
está pagando por otro, sino pagando una deuda de otro, por
mandato de éste y como tal actúa no como solvens verdadero, sino
como solvens en representación de otro. En tal caso, sí puede el
pago tener efectos de reconocimiento y otros efectos indirectos, que
alcancen al mandante.
Pero cuando se paga por otro, propiamente hablando, es decir,
cuando se paga una deuda ajena sin mandato ni instrucción del
deudor, no se puede comprometer a éste con ese acto, el que para él
es cosa pasada entre terceros -res ínter alios acta- por más que
puede luego serle opuesto en cuanto cesión de deuda, si ha sido
hecha en los términos previstos por el Código.

UoC. Apels. Trelew, Sala A, 29/7/11, “Calvo c/Arjona”, en elDial y Eureka,

voto Dr. López Mesa.


116 C. Apels. Trelew, Sala A, 29/7/11, “Calvo c/Arjona”, en elDial y Eureka,

voto Dr. López Mesa.


220 MARCELO LOPEZ MESA

7. LEGITIMACIÓN PASIVA PARA EL PAGO

7.1. Accipiens
El sujeto pasivo del pago es, por regla, el accipiens.
Éste, como principio general, debe aceptar el pago de quien se lo
realice, sea el deudor, un representante de éste, un tercero
interesado o aun un tercero en contra de la voluntad del deudor; ello,
salvo que se dé alguna de las dos situaciones de excepción que
contempla el art. 881 in medio CCC.
El art. 883 CCC establece:
“Legitimación para recibir pagos. Tiene efecto extintivo del crédito el
pago hecho:
”a) al acreedor, o a su cesionario o subrogante; si hay varios
acreedores, el derecho al cobro de cada uno de ellos se rige por las
disposiciones correspondientes a la categoría de su obligación;
”b) a la orden del juez que dispuso el embargo del crédito;
”c) al tercero indicado para recibir el pago, en todo o en parte;
”d) a quien posee el título de crédito extendido al portador, o
endosado en blanco, excepto sospecha fundada de no pertene- cerle el
documento, o de no estar autorizado para el cobro;
”e) al acreedor aparente, si quien realiza el pago actúa de buena fe y
de las circunstancias resulta verosímil el derecho invocado; el pago es
válido, aunque después sea vencido enjuicio sobre el derecho que
invoca”.
Puede verse que la norma consagra una legitimación descen-
dente: el primer legitimado, sin duda, es el acreedor, su cesionario o
subrogante, lo que es lógico, dado que el acreedor es el primer
legitimado para recibir pagos, siendo un pago hecho a éste, en
condiciones normales, inatacable, extintivo y de efectos definitivos e
incuestionables. Lo demás ya son situaciones de excepción, que
deberán analizarse en cada caso puntual.
Si el acreedor ha cedido el crédito o los derechos sobre la cosa, ha
dejado de estar legitimado para recibir válidamente el pago, por lo
que el pago deberá hacerse al cesionario en ese caso, conforme los
arts. 1614 a 1631 CCC.
Lo propio, si el acreedor ha recibido el pago de un tercero, el
único pago válido será el que se haga al subrogante y ya no al
acreedor, que ha quedado desinteresado.
Si hay varios acreedores, el derecho al cobro de cada uno de ellos
se rige por las disposiciones correspondientes a la categoría de su
obligación, debiendo abonarse la parte viril a cada acreedor en las
obligaciones mancomunadas divisibles o pudiendo
EFECTOS DE LAS OBLIGACIONES 221

pagarse el total a uno de los coacreedores -el que previno- en las


obligaciones solidarias (art. 845 CCC), en las concurrentes (arts.
845 y 862 CCC), o en las indivisibles (art. 817 CCC).
En caso de estar dispuesto el embargo del crédito, el único pago
válido es el que se haga depositando los fondos a la orden del juez
que dispuso la medida cautelar.
En caso de existir un tercero designado para recibir el pago en el
instrumento constitutivo de la obligación o en un acto posterior, de
consuno entre acreedor y deudor, el pago válido es el que se realiza
al tercero designado, conocido jurídicamente como adjectus
solutionis causa.
El adjectus no es un mandatario, es un tercero que las partes
nombran conjuntamente, al momento de nacer la obligación, para
facilitar el pago entre ellas. Otro supuesto que puede presentarse es
que el adjectus sea un acreedor del acreedor.
El adjectus es un tercero designado contractualmente para ser el
recipiendario del cumplimiento de la prestación. La determinación
de un adjectus puede o no configurar una estipulación en favor de
tercero, porque pertenece a las relaciones entre el acreedor y el
adjectus si la recepción por él del pago satisface o no un derecho
propio suyo o éste es un mero representante del acreedor.
Desde los tiempos de Roma, el adiectus solutionis causa o
adjectus solutionis causae era un sujeto, diverso del acreedor,
legitimado a recibir válidamente el pago por cuenta del acreedor; de
tal modo, la recepción del pago por el adjectus liberaba al deudor y
extinguía la obligación.
Si el adjectus es nombrado por ambas partes, no puede de-
safectarlo una sola de las partes. El deudor tiene la obligación de
pagarle al adjectus y éste el derecho a cobrar. El problema es si el
adjectus tiene derecho a exigir el pago del deudor o no. En Roma, los
adjectus no tenían derecho a ejecutar al deudor para forzar el pago.
Es nuestra opinión, al igual que la de Boffi Boggero y Llam- bías,
que en nuestro derecho el adjectus sí tendría derecho a ejecutar al
deudor incumplidor para forzar el cumplimiento.
En la jurisprudencia nacional se ha dicho respecto del adjectus
que, mientras el tercero indicado para recibir el pago no haya
aceptado su designación como tal y notificado su aceptación al
deudor, puede revocarse su designación, supuesto en el cual el
adjectus de nada podrá agraviarse. En cambio, notificada su
aceptación, se incorpora a la relación jurídica y torna irrevocable,
222 MARCELO LOPEZ MESA

a su respecto, el nombramiento, el cual no podrá ser dejado sin


efecto por la sola voluntad común de acreedor y deudor 117.
También que, en verdad, el adjectus tiene un “título abstracto”
para cobrar, aunque esto no lo convierte en acreedor, es sólo el
titular del beneficio de pago, sin facultades de disposición del crédito
que -salvo la de cobrar el objeto debido- siguen perteneciendo al
acreedor118. En otros términos, su derecho se circunscribe a esa
ventaja que el pago significa, quedándole al acreedor las demás
prerrogativas propias de su condición de tal, quien, por lo tanto,
puede hacer novación, transigir, remitir la deuda, etc., todo lo cual
se refleja desvaneciendo o cercenando el derecho del adjectus. En
suma, el adjectus es titular de un derecho propio, abstracto -cuya
verdadera naturaleza estará dada por la índole de las relaciones que
paralelamente mantenga él con las partes de la obligación-, que no
es dable confundir con la condición de mandatario del acreedor, ya
que no hay mandato en interés exclusivo del mandatario (art. 1892
CC). Por ende, es quien cobra para sí la prestación debida, ya que al
recibir el pago actúa por su cuenta y no por cuenta del acreedor,
pues lo que recibe ingresa en su patrimonio. Por tales razones no
hay mandato119.
También se ha dicho que la figura del autorizado es la de un
mero nuncio a quien el comitente le ha encomendado la realización
del acto de recibir el pago o, incluso, como el adjectus solutionis
causa contemplado en el inc. 7 del art. 731 CC; ello es así, pues,
independientemente de la relación entre los acreedores y el autori-
zado, la obligación del soluens ha quedado extinguida, puesto que
efectuó el pago a quien se hallaba habilitado para recibirlo 12°.
La entrega de los importes de los sueldos al representante
convencional de los acreedores, legitimado pasivamente para recibir
el pago, tiene efectos cancelatorios de la obligación y liberó a la
demandada121.
El tercero poseedor de un cheque tiene derecho a percibir su
importe del banco por ser un adjectus solutionis causae (indica-

CNCom., Sala A, 23/3/95, ED, 166-303.


1,7

118CNCom., Sala A, 23/3/95, “Alcalá, Jorge Alfredo c/Banco de Entre


RÍOS”, AP Online.
110 CNCom., Sala A, 23/3/95, “Alcalá, Jorge Alfredo c/Banco de Entre Ríos”,

AP Online.
120 CSJN, 20/5/92, LL, 1993-A-233, disidencia Dres. Levene (h.), Ca- vagna

Martínez y Barra.
121 CSJN, 20/5/92, LL, 1993-A-233.
223 MARCELO LÓPEZ MESA

do por el librador o los endosantes), sin que interese la relación


jurídica o causal por la que reciba ese derecho. En virtud del
carácter abstracto de los papeles de comercio carece, por lo tanto, de
acción causal contra el banco e inclusive, no tiene acción cambiaría
contra dicha entidad cuando el cheque no es pagado debida o
indebidamente100.
Otra legitimación, la última legitimación ordinaria, la asigna el
legislador a quien posee el título de crédito extendido al portador, o
endosado en blanco; ello, salvo la existencia de sospecha fundada de
no pertenecerle el documento, o de no estar autorizado para el
cobro, caso en que el deudor que pagara igualmente, estaría
pagando mal y no podría escudarse en la buena fe del pago al
acreedor aparente.
La última legitimación pasiva para el pago que concede el art.
883 CCC es una legitimación extraordinaria y colectora, al recoger
errores en el pago, efectuado en cualquiera de los supuestos
contenidos en los cuatro primeros incisos de esa norma. Es el
supuesto de pago al acreedor aparente, que analizaremos con más
detalle infra.
Sentado ello, cabe esclarecer que los diversos incisos del art. 883
CCC no resultan de cumplimiento facultativo para el deudor, sino
que esas normas que el Código Civil destina a reglar la legitimación
pasiva en el pago deben ser escrupulosamente observadas por el
solvens, so riesgo de que se considere que ha pagado mal y se le
torne aplicable la regla de que quien paga mal, paga dos veces.
Igualmente, cabe aclarar que los diversos incisos del art. 883
CCC consagran una serie de legitimaciones de diverso grado y
especie para recibir pagos.
Son legitimaciones de diverso grado, porque el orden que fija el
art. 883 CCC no es casual ni antojadizo, ni puede el deudor saltear
legitimados o modificar dicho orden, según su preferencia.
Dable es aclarar que todos los supuestos de legitimación esta-
blecidos por el art. 883 CCC establecen supuestos de pagos válidos,
mirados desde la óptica y desde la conducta del solvens y con pres-
cindencia de que el accipiens haya visto satisfecho su derecho o no.
Ahora bien, no se trata de legitimaciones que compitan entre sí o
que se hallen reconocidas de manera promiscua por el legislador,
sino que dependerá de las circunstancias del caso para

100 CNCiv., Sala C, 29/11/85, “Schneider c/Banco de la Provincia de Buenos

Aires", JA, 1986-1V-387.


224 MARCELO LOPEZ MESA

que entre en juego una u otra, siendo válido, en el supuesto de darse


tales y determinadas circunstancias, sólo el pago que se haga al
sujeto que el legislador ha designado para ese caso.
Los diversos incisos del art. 883 CCC, para juzgar la validez del
pago, anteponen la consideración de la cuestión formal de la validez
del pago y la miran desde el punto de vista del deudor.
Ello surge claro del hecho de que se han establecido cuatro
incisos (los cuatro primeros) del art. 883 CCC que regulan diferentes
situaciones objetivas de legitimación para recibir pagos, pero luego
de ellos se ha incluido una legitimación colectora, que es la del
acreedor aparente, que fuera incluida en el último inciso del art. 883
CCC.
Si el deudor que realiza el pago actúa de buena fe y de las
circunstancias resulta verosímil el derecho invocado por él, es decir,
su creencia de haberle pagado al legitimado correcto aunque no lo
fuera realmente, su pago es válido, aunque después sea vencido en
juicio sobre el derecho que invoca.
Esta legitimación “colectora” -por así llamarla- se aplica a pagos
realizados en cualquiera de los supuestos de los cuatro primeros
incisos del art. 883 CCC; es decir que el último inciso es una norma
de justificación del error excusable, invocado no simplemente como
una excusa ni anidado en la mala fe del solvens, para el caso de que
visto desde su óptima y según los elementos de juicio que éste tenía,
hubiera caído en la falsa representación, verosímil e invencible con
medios normales a su alcance, de que el que recibía el pago era el
legitimado correcto, habilitado por el ordenamiento al efecto de
recibir el pago.
Si el deudor tenía fundamentos para pagar, si ha actuado de
buena fe, si no ha actuado con culpa, en principio, su pago es válido,
por más que el acreedor no haya visto satisfecho su derecho, por
ejemplo, por una infidelidad de un representante suyo o por una
felonía de un mandatario aparente. Es éste uno de los supuestos en
que el ordenamiento argentino tutela la apariencia verosímil, por
encima de la realidad101.
En esta línea se ha pronunciado un agudo fallo capitalino, que
ha resuelto que la habilitación para recibir el pago se aprecia con
relación al deudor. Por lo tanto, éste practica un pago

101 A mayor abundamiento, L Ó P E Z MIÍSA, Marcelo, “La apariencia como

fuente de obligaciones”, LL, 2011-C-739, y “De nuevo sobre la apariencia como


fuente de obligaciones. (Con especial referencia al mandato aparente y sus
efectos)”, en elDial.com, clave DC181C.
EFECTOS DE LAS OBLIGACIONES 225

válido que es cancelatorio de su deuda cuando lo satisface a un


tercero que está legitimado para recibirlo, aunque el pago no resulte
satisfactorio para el verdadero acreedor102.
Jurisprudencialmente, se ha resuelto que constituye requisito
de validez del pago hecho al titular aparente del crédito la buena fe
del solvens, la que consiste en la persuasión o convencimiento de
que el accipiens sea acreedor verdadero103.
El pago hecho a terceros produce efectos cancelatorios en las
relaciones entre deudor y acreedor cuando concurren los recaudos
de validez consistentes en la buena fe del solvens al pagar y el error
de hecho excusable; el fundamento de la norma excepcional
contemplada en el art. 732 CC es el de proteger la buena fe del
solvens que pagó a quien creyó era acreedor por razones de orden
práctico vinculadas a la celeridad con que deben liquidarse los
créditos y a la seguridad de las relaciones jurídicas; dejando a salvo
siempre la relación que nace entre el verus crédito y el poseedor del
crédito, contra quien el primero adquiere una pretensión
accionable104.
Cabe presumir la buena fe de la demandada, al recibir los pagos
objeto de la acción de repetición, si reconocían su origen en actos
administrativos que se encontraban vigentes y que gozaban de la
presunción de legitimidad105.
La jurisprudencia se ha pronunciado en otros fallos sobre el
pago al acreedor aparente. En uno, resolvió calificar de “acreedor
aparente” a quien percibió el pago si mostró conocer la operación en
detalle, incluso, en lo tocante a la fragmentación de las entregas 106.
En otro, dijo que el art. 732 CC no hace referencia al supuesto
del poseedor del título de crédito, sino que alude, en cambio, a quien
en el momento del pago goza pública y pacíficamente de la calidad
de acreedor, sin que resulte, en definitiva, trascendente que en
realidad lo sea107.
No existe negligencia culpable en el obrar del deudor que abonó
la factura presentada contra extensión del recibo por el pretenso

102 CNCom., Sala A, 23/3/95, “Alcalá, Jorge Alfredo c/Banco de Entre Ríos”,
AP Online.
103 CNCom., Sala D, 18/3/83, LL, 1983-C-523.

104 C. Civ. y Com. Pergamino, 28/6/94, Juba sum. B2800100.


105CSJN, 19/5/99, JA, 1999-IV-657.
106 CNCom., Sala C, 22/2/05, JA, 2005-11-561.
107 CNCom., Sala D, 18/3/83, LL, 1983-C-523.
226 MARCELO LOPEZ MESA

acreedor, si su diligencia es la exigible en el ritmo de las relaciones


económicas impuesto por la extensión del tráfico comercial l3°.
Si en el mutuo hipotecario sólo se indica al deudor el domicilio
donde debía pagar, éste pudo válidamente efectuar los pagos a
quienes lo atendieran en ese lugar y le otorgaran los recibos, sin
investigar si los membretes que figuraban en los recibos, o los que
los firmaban, eran entidades o personas autorizadas para ello 108 109.
Si en la escribanía donde se instrumentó el mutuo hipotecario y
se debían efectuar los pagos operaba una compañía financiera o si
ambas compartían las oficinas, no es cuestión que deba averiguar
quien pagaba dónde se estipuló contractualmente y dónde se
recibían los pagos por cuenta del acreedor hipotecario e invocando
su expreso mandato, constituyendo esta circunstancia evidencia de
mandato tácito110.
Seguidamente, cabe destacar qué se trata de legitimaciones de
diversa especie: la mayoría de los supuestos (los cuatro primeros del
art. 883 CCC) son supuestos de legitimación directa, mientras que el
captado por el inciso e) de esa norma es un supuesto de legitimidad
aparente, por cuanto se da por válido un pago que se mira desde la
óptica del deudor, a quien se le admite incluso que le pague a quien
no estaba legitimado realmente, si la apariencia de legitimación era
verosímil.
Claro que, aun con esta licencia o ampliación de legitimación, el
pago no es un acto de decisión voluntaria, sino que el solvens debe
respetar el orden y preceptiva establecido por los incisos del art. 883
CCC.
Infringir el estatuto legal de la legitimación pasiva del pago,
establecida por dicha norma, implica pagar mal. Y es sabido que,
conforme indica el saber popular, quien paga mal, paga
dos veces111.
Si bien es cierto que cuando se realizan pagos en infracción al
requisito de capacidad de accipiens la sanción que corresponde es la
nulidad relativa, también lo es que cuando dichos pagos se
convierten en utilidad del acreedor incapaz, la nulidad ya no

108 CNCom., Sala C, 22/2/05, JA, 2005-11-561.


109 CNCiv., Sala K, 15/10/97, JA, 1999-1-479.
CNCiv., Sala K, 15/10/97, JA, 1999-1-479.
110
111Cfr. CNCiv. y Com. Fed., Sala III, “Bagur Jorge c/Estado Nacional Minis-
terio de Defensa s/cobro de sumas de dinero”, en www.diariojudicial.com.
227 MARCELO LÓPEZ MESA

tiene razón de ser porque equivale tanto como sancionar un en-


riquecimiento indebido del presunto acreedor 112.

7.2. Principio general del pago al tercero


En principio, quien paga a un tercero no autorizado no cancela
la obligación. Como regla, el deudor no se libera por pagar bajo
engaños.
En esta línea, declara el art. 885 CCC:
“Pago a persona incapaz o con capacidad restringida y a tercero no
legitimado. No es válido el pago realizado a una persona incapaz, ni con
capacidad restringida no autorizada por el juez para recibir pagos, ni a
un tercero no autorizado por el acreedor para recibirlo, excepto que
medie ratificación del acreedor.
”No obstante, el pago produce efectos en la medida en que el acreedor
se ha beneficiado”.
El pago al incapaz, en principio, no es válido por dos razones:
a) por protección al incapaz, y
b) por protección al crédito.
El pago hecho a un tercero no autorizado carece también, en
principio, de todo valor y sólo puede tener eficacia en los siguientes
casos: si éste se ha convertido en útil para el acreedor (en cuyo caso
la validez se ve limitada por la magnitud del beneficio que el
acreedor ha obtenido de ese pago); si el acreedor lo ratifica; y
finalmente, si quien recibió el pago adquiere posteriormente el
crédito113.
Por ende, la legitimación que consagra el último inciso del art.
883 CCC es excepcional 114 , por lo que debe ser interpretado
restrictivamente, ya que lo contrario implicaría liberar a cualquier
solvens negligente de los efectos de un pago inválido. Para
encuadrar en el supuesto de pago al acreedor aparente, la apa-
riencia debe ser verosímil y el error del solvens excusable.

Excepciones: El pago al tercero libera al deudor si: a) el pago se


hiciese en utilidad al acreedor, es decir, éste obtuviera un beneficio
(por ejemplo, si el acreedor era deudor del tercero);

112CSJN, 1/12/98, Fallos, 321:3305, disidencia Dres. Moliné O’Connor,

Belluscio y Vázquez.
130 C. Civ. y Com. San Martín, Sala 2a, 11/5/93, Juba sum. B2000400.
114 En igual sentido, respecto de una norma equivalente del Código de Vélez,

cfr. CNCom., Sala D, 18/3/83, LL, 1983-C-523.


228 MARCELO LOPEZ MESA

b) se paga al tercero y el acreedor ratifica el acto, haciendo propio


lo actuado por otro;
c) la situación configura un pago al acreedor aparente. El po-
seedor del crédito, poseedor de estado de acreedor, cobra como si
fuera titular del crédito (por ejemplo, heredero aparente -hermano
del causante-, que ostenta el carácter de poseedor del crédito, hasta
la aparición posterior de un hijo extramatrimonial que obtiene una
sentencia de filiación en su favor).

Requisitos para que el pago al acreedor aparente sea válido


a) De parte del acreedor:
Io) Que haya un comportamiento ostensible de esa persona como
acreedor.
2o) Que haya permanencia en el tiempo de esa situación aparente
de acreedor.
3o) Ejercicio público y pacífico del estado de acreedor.

b) De parte del deudor:


Io) Buena fe del solvens (deudor).
2o) Que esa buena fe sea producto de un error excusable, no de
una negligencia crasa. Debe darse en un escenario apto para
confundir.
El cumplimiento de estos requisitos configura un supuesto de
acreedor aparente, en el que la legalidad cede ante la seguridad del
tráfico137.

7.3. Pago al representante


El nuevo Código Civil y Comercial, en las normas que rigen la
legitimación para recibir pagos, ha omitido consignar al
representante -salvo de los incapaces, en el art. 885 CCC- como
legitimado.
Sin embargo, la situación no provoca inconvenientes, ya que se
soluciona por imperio de la aplicación de las normas generales sobre
representación (arts. 358 a 360 CCC).
Existen dos clases de representación:
a) Representación convencional (mandato). Para que un tercero
esté autorizado a recibir un pago debe tener mandato del acreedor
(arts. 358 a 360 CCC).

13' Cfr. LÓPEZ MESA, Marcelo, “De nuevo sobre la apariencia como fuente de

obligaciones. (Con especial referencia al mandato aparente y sus efectos)’’, en


eldial.com, clave DC181C.
EFECTOS DE LAS OBLIGACIONES 229

b) Representación legal. Es la que establece la ley para la pro-


tección del incapaz o del crédito (arts. 885 y 100 a 102 CCC).

7.4. Sucesores del acreedor


Tampoco el nuevo Código ha incluido entre los legitimados para
recibir pagos a los sucesores del legitimado original fallecido.
Tampoco trae ello graves problemas, porque se soluciona la
cuestión por aplicación de las normas generales en materia de
sucesión (cfr. arts. 2280 ss. y cc. CCC).
CAPÍTULO IV
OBJETO DEL PAGO. REQUISITOS

1. REQUISITOS
Los arts. 867 a 874 del nuevo CCC establecen cuatro requisitos
para un pago cancelatorio: “El objeto del pago debe reunir los
requisitos de identidad, integridad, puntualidad y localización” (art.
867 CCC).
Para gozar de efecto cancelatorio el pago debe ser exacto. Y para
ello, un pago debe cumplir cuatro requisitos: debe ser idéntico al
objeto debido; debe ser íntegro y no parcial; debe ser puntual, es
decir, respetar el tiempo acordado para efectivizarlo y debe
efectuarse en el lugar designado para efectivizarlo. Un pago que
cumpla estos cuatro requisitos tiene efectos cancela- torios
plenos115.
Hemos ya hecho en el capítulo anterior algunas aclaraciones
sobre el alcance de esta exactitud del pago y algunas cortapisas que
puede presentar, por lo que allí remitimos por razones de brevedad.
Se ha dicho que “como una concreción del verdadero cumpli-
miento de la obligación que se sintetiza como la adecuación de lo
debido con lo prestado, surgen dos requisitos sustantivos y otros dos
circunstanciales... Los requisitos sustantivos son: a) identidad, y b)
integridad; los circunstanciales: a) localización, y b)
puntualidad...1”116.

115 Cfr. Cám. Apels. Trelew, Sala A, 11/3/13, 'vLópez, Miguel Esteban c/

Iturralde, Juan Ignacio y/o q’rte. titular de Avícola Granja Sur s/dif. de hab. e
indem. de ley” (expte. 10 - año 2013 CAT), en La Ley online, voto Dr. López Mesa.
116TKIGO REPKESAS-COMPAGNUCCI DE CASO (dirs.), Código Civil Comentado.

Obligaciones, Rubinzal-Culzoni Editores. Santa Fe-Buenos Aires, t. II, p. 254.

Вам также может понравиться