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LITERATURA DEL SIGLO XXI

utiliza como instrumento la palabra. por extensión, se refiere también al conjunto de producciones literarias de una nación, de una
época o de un género y al conjunto de obras que versan sobre un arte o una ciencia. es estudiada por la teoría literaria. roberto
bolaño es el último gran escritor. su obra póstuma "2666" dice ser la culminación de su estilo literario que se mezcla con la crónica.
no obstante, existen muchos otros escritores que merecen una mención por su aporte a las letras chilenas. podemos citar las
novelas de roberto ampuero, que en su mayoría son de tipo policial, con el detective cubano cayetano brulé como protagonista.
otro novelista muy cotizado es jorge marchant lazcano, que hace una feliz combinación de lo histórico con lo costumbrista. para el
que quiera conocer un poco más sobre el norte dechile y la vida de los mineros, la solución está en leer a hernán rivera letelier. este
autor no solamente es un gran conocedor de aquel entorno, sino que sabe retratarlo con suma nitidez, en una prosa que entretiene
e ilustra. marcela serrano es la creadora de una literatura de sesgo más bien feminista, con algunos tintes policiales, como en
"nuestra señora de la soledad". en poesía destacan juan cameron y juan antonio huesbe, ambos poseedores de una lírica muy
potente y con un cierto dejo de protesta. Literatura características: • se define por su literalidad • ciberliteratura • marco histórico •
clases • novelas Principales representantes:

Del siglo XXI:

-Dan Brown -J.K. Rowling -Paulo Coelho -Laura Esquivel -Gabriel Garcia Marquez

La literatura llega al siglo XXI marcada por el “boom” de la literatura latinoamericana, ocurrida por los años sesenta. Se denomina
boom a la aparición de un sinnúmero de obras de gran calidad, fenómeno que hizo que se descubriera a los escritores de esta parte
del mundo y se valorara sus creaciones. Esta literatura del boom destacaba por su preocupación por la estructura narrativa, y estaba
impregnada, básicamente, por los acontecimientos de las dos Guerras mundiales, por la guerra civil española, por el auge del
comunismo, por el triunfo de la revolución cubana. Y por la experiencia de dictaduras sangrientas que pasaron estos países. Esta
literatura incluía reflexiones sociológicas, filosóficas y literarias. Estos nuevos escritores, postmodernos, relegan la fantasía a un
segundo plano con el fin de dar vida a nuevos realismos o alegorías. Se sienten cómodos describiendo situaciones cotidianas, y
reescribiendo temas ya tratados. Permanecen escépticos y contrarios al maniqueísmo ideológico, por eso, revisan continuamente la
historia oficial y desmitifican los mitos. Por esta razón la literatura del siglo XXI trajo para los españoles una gran adaptación a la
tecnología, ya que los novelistas incorporaron a su escritura procedimientos narrativos derivados del cine; los poetas
experimentaron con la tipografía de la máquina de escribir; hoy, gracias a internet y las facilidades tecnológicas del ordenador, ha
aparecido el blog como un nuevo género literario; una nueva generación de autores lo utiliza como parte fundamental de su
proyecto narrativo, a la vez que busca incorporar en su escritura procedimientos aprendidos en la diaria convivencia con los medios
y las tecnologías emergentes. En lo que ha trascurrido del siglo XXI en España la literatura ha tomado la tendencia frente al texto y la
"tensión estilística" lo que se busca ahora es la comunicación más cercana posible.

Tratar de ser escritor en el siglo XXI es un reto al que sólo los verdaderos locos y amantes de la literatura llegan a arriesgarse. No es
extraño que, en consecuencia, los textos que se descubren como originales en este siglo sean obras extrañas, llenas de recovecos,
de ensoñaciones, de paranoia, incluso. El escritor de esta década angustiosa para laliteratura

La literatura llega al siglo XXI marcada por el “boom” de la literatura latinoamericana, ocurrida por los años sesenta. Se denomina
boom a la aparición de un sinnúmero de obras de gran calidad, fenómeno que hizo que se descubriera a los escritores de esta parte
del mundo y se valorara sus creaciones. Esta literatura del boom destacaba por su preocupación por la estructura narrativa, y estaba
impregnada, básicamente, por los acontecimientos de las dos Guerras mundiales, por la guerra civil española, por el auge del
comunismo, por el triunfo de la revolución cubana. Y por la experiencia de dictaduras sangrientas que pasaron estos países. Esta
literatura incluía reflexiones sociológicas, filosóficas y literarias.

Con todo este bagaje, más la experiencia adquirida del boom, e, impregnada, además, por la nueva realidad que estaban viviendo
estos países latinoamericanos, en relación a las drogas, la mafia y el sida; la literatura hace su transición hasta nuestros días. El
nuevo siglo provocó el nacimiento de otros nuevos narradores cosmopolitas que buscaron y optaron por un discurso diferente. De
acuerdo con este cambio de paradigma, los escritores se dividen en dos grupos: los autores del post boom, que están asociados al
concepto de la post modernidad, y otro, formado por pequeñas asociaciones que se denominan así mismos: novísimos,
macondianos, petit boom, babélicos, planetarios; todos ellos se consideran producto de la globalización. Este segundo grupo fue el
que, primordialmente, ejerció presión para que el libro sea considerado dentro del mercado; para que sea convertido en producto
de consumo, sometido a las mismas leyes del mercado. Por eso, muchas de sus producciones son analizadas por el número de
vendidos, más que por su calidad literaria. Sus libros son puestos en las librerías dentro de un contexto y un andamiaje prefabricado
con el fin de atraer al mayor número de consumidores, sin importar que este hecho signifique al escritor sacrificar la complejidad
narrativa y optar por una escritura leve y fácil. Pero, en definitiva, estos dos grupos son los que han influido, en forma determinante,
en el gusto literario de los lectores de este siglo.

Como ya se indicó, por el otro lado de los que se consideran hijos de la globalización, se encuentran los escritores del post boom
vinculados al concepto de postmodernidad. Este concepto de postmodernidad alude directamente a la desconfianza y al rechazo
que provoca en estos escritores el discurso autoritario. Indica el recelo que produce el éxito, en el mercado, del pensamiento no
fundamentado en el razonamiento. Se los vincula con un compromiso de cambio de jerarquización de los conceptos cultura
“elevada” y vida cotidiana; son los defensores de los márgenes, de su valoración y preservación; para estos escritores el margen
debe ocupar un lugar preeminente en la literatura. Con ellos triunfa el concepto de hibridación y relegan a un segundo plano el tema
de la identidad; se interesan en la heterogeneidad y los fenómenos del mestizaje. Pero, al analizar objetivamente lo planteado uno
se da cuenta de que mucho fue también interés de los escritores del boom, quienes se mantuvieron atentos y dispuestos a
renovarse y a comprender las nuevas estéticas del momento. Resulta, entonces, que lo postmoderno vendría a ser una negación y al
mismo tiempo una afirmación del paradigma de los escritores modernistas. Porque si bien es cierto como principio reniegan de las
ideas implícitas existentes en esa literatura, por otro lado, muchos continúan experimentando la estructura narrativa aprendida de
sus antecesores.

Estos nuevos escritores, postmodernos, relegan la fantasía a un segundo plano con el fin de dar vida a nuevos realismos o alegorías.
Se sienten cómodos describiendo situaciones cotidianas, y reescribiendo temas ya tratados. Permanecen escépticos y contrarios al
maniqueísmo ideológico, por eso, revisan continuamente la historia oficial y desmitifican los mitos. En general, recuperan géneros
olvidados como las fábulas y bestiarios; pero, básicamente, privilegian la escritura fragmentaria, donde predominan los constantes
saltos en el tiempo; la relación entre narración y tiempo es inexistente. Apuestan por la brevedad, muchas de sus creaciones son
minificciónes. Esta forma de ficción, minificción, está siendo reconocida como una de las primeras características de la literatura del
Siglo XXI, y una de las más grandes aportaciones hechas por este grupo. Con esta técnica, desarrollan temas del ámbito privado,
referentes a la memoria, el amor, la soledad, enfermedad y la muerte. Muestran el esfuerzo que realiza el personaje-héroe en la
vida y su fracaso, usando un discurso trasgresor a través del humor y la ironía. A nivel de novela, es rica en detalles, elimina al
narrador omnisciente, mezcla perspectivas e incorpora lo poético como otra función dentro del texto; así, crea lo que se
denomina una metaficción, o sea, crea un texto sobre texto, mecanismo que impulsa al lector a la intertextualidad.

Con este impulso, este nuevo siglo ha logrado incorporar al campo literario a la cultura de masas; de esa manera ahora se cuenta y
se da importancia a subgéneros narrativos considerados tradicionalmente menores, como: la ciencia ficción, la novela rosa y la
policial. En estas narraciones se nota el despliegue de un lenguaje periodístico, y uno de sus recursos es la oralidad. Muchas obras
están enfocadas en los mitos creados por los medios de comunicación, tales como los personajes del celuloide, o villanos de
telenovelas. Otros, se valen de argumentos de la música popular, como los boleros, para desarrollar una historia; lo mismo hacen
con el cine y el cómic.

La migración masiva, ocurrida este siglo, dio origen al surgimiento de nuevos personajes quienes no tienen una identidad definida, o
un territorio propio, quienes inspiran historias con un magnetismo capaz de unir a los lectores del mundo sin fronteras. Y gracias a
que se alejaron los límites de la literatura y que se volvieron porosos, ha permitido la entrada de muchas otras voces que
surgen justamente producto de la migración, y de la interrelación entre personas de diferentes comunidades con culturas
disímiles. Obras como Big Banana del hondureño Roberto Quesada (2000) y Una tarde con campanas (2004) del venezolano Juan
Carlos Méndez Guédez, sirven de ejemplo. También hay voces de escritores de este siglo que se dejan oír a través de los Blog de las
redes, que el avance de los medios de comunicación ha puesto a su alcance. A través de los blog se dan a conocer a un público más
amplio, y presentan trabajos que no pasan por las editoriales.

Algunos de los escritores postmodernos conscientes de no poder abarcarlo todo se animaron a desarrollar lo que tenían más
cercano, conocían, y sabían hacer mejor, que son las crónicas y las narraciones de tipo autobiográfico. Contribuyó a esto el que las
crónicas hayan logrado reconocimiento académico como del público. Ayudó también el hecho de que muchos de los escritores se
dedicaran al periodismo. Además, el carácter fragmentario de la crónica responde al estilo de la literatura actual. Su visión sesgada
de la realidad, su interés por la cultura popular y su cercanía a un público lleno de individuos marginales, con miles de deseos,
necesidades y viviendo en soledad, les ayuda a presentar una realidad en la que se erigen como los conocedores; pero, al mismo
tiempo, esperan, de alguna manera, la reacción de sus lectores.
En lo que respecta a las escritoras, se las ve implicadas en cada una de las tendencias literarias recientes. Están presentes en la
nueva novela histórica, en la de la memoria, autobiografía, del texto de frontera, el neopolicial, de la ciencia ficción, y la narrativa
del bolero. Hay un hecho que no se puede dejar de mencionar y es que en el siglo pasado, por los años ochenta, las escritoras fueron
testigos del éxito internacional de la chilena Isabel Allende con su novela La casa de los espíritus. Este hecho es muy significante
porque marcó el fin del monopolio editorial, y de ventas, masculino.

Con ese precedente de éxito de ventas de Allende, algunas narradoras escribieron obras con fórmulas infalibles para triunfar en el
mercado. Con ellas se iniciaba una nueva etapa literaria que cautivó a una gran masa de público. Pusieron a disposición una serie de
ingredientes ya probados como: realismo mágico, melodrama, erotismo, visión femenina, cultura de masas y cierto rasgo de
compromiso. Muchas siguieron esta tendencia conocedoras del poder que tienen los medios de comunicación. Algunas de estas
novelas fueron llevadas al cine, y se han convertido en grandes éxitos de ventas. Son textos sencillos y amenos, ingredientes
suficientes y necesarios para triunfar en la librería; pero, también, son repetitivos, se aferran y dependen de reglas pre establecidas.
Destacan por su levedad, pero, sus autoras se muestran reacias a experimentar cambios que las puedan alejar de su público.

Frente a las que siguieron esta ruta del éxito asegurado se erige otro grupo amplio de escritoras exigentes con su oficio que han
obtenido un reconocimiento merecido y premios como son Elena Poniatowska, Claribel Alegría o Rosario Ferré. Y junto a ellas hay
otras con menos atención de las editoriales, pero totalmente reconocidas por los lectores y sus colegas como figuras
preponderantes en la literatura. Estas son Luisa Valenzuela, Alicia Partnoy, Cristina Siscar, entre otras. Son narradoras que
permanecen al día con las últimas teorías literarias. Se interesan por los problemas del mundo, de su género, por el feminismo, el
psicoanálisis, la filosofía, etc. Son miradas como trasgresoras por sus posturas e interés en temas sexuales y políticos. Conservan el
espíritu rebelde que las ha llevado a realizar lecturas reivindicativas del papel de la mujer en los cuentos de hadas, hecho que se
remonta a Rosario Ferré, en Arroz con leche (1977). Y continúa con Luisa Valenzuela y Ana María Shua en sus respectivos libros de
cuentos: Simetrías y Casa de geishas. La narrativa femenina de los últimos años se ha atrevido asimismo con temas considerados
hasta hace poco tabúes, como son las relaciones lésbicas. Como ejemplo se puede nombrar Las dos caras del deseo de la peruana
Carmen Ollé. O, incursionar en temas sobre la locura como en Nadie me verá llorar, de la mexicana Cristina Rivera Garza. En
resumen, esta es la tendencia de la literatura hispanoamericana en nuestro siglo.

Latinoamericana

Hasta la primera mitad del Siglo XX la literatura latinoamericana era poco conocida y apreciada en el mundo entero. Más bien se
le consideraba como un fenómeno cultural menor, folclórico y regionalista. Los grandes centros de cultura estaban en Europa,
especialmente en París. Este prejuicio también alcanzó en su momento a los literatos norteamericanos, tanto así que escritores tan
emblemáticos como Ernest Hemingway y Henry Miller, vivieron y dedicaron parte de su obra a la Ciudad Luz.
Pero este prejuicio tenía que ver poco con la realidad. De hecho, ya a finales del siglo XIX un poeta centroamericano, nacido en
un pequeño pueblo de Nicaragua, revolucionó las letras no solo de América Latina sino también de buena parte de Europa,
convirtiéndose en uno de los pilares del Modernismo.
En las primeras décadas del Siglo XX la literatura en América Latina contó con autores notables, por ejemplo en el Costumbrismo
nombres como Rómulo Gallegos y Ciro Alegría marcaron un pauta. Pero también debemos mencionar a autores como Lezama Lima,
Alejo Carpentier, Vasconcelos, César Vallejo, Jorge Luis Borges, entre otros, que fueron el cimiento del prestigio de la literatura
latinoamericana.
Pero fue recién a finales de los años 50 que la literatura latinoamericana alcanza su mayoría de edad. Los culpables, los escritores
del Boom de literatura latinoamericana que conformaron Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes, Juan Rulfo y
Julio Cortazar.
Sin duda, autores notables cuyas obras alcanzaron difusión mundial con justa razón, pero no fue más grande que autores que
aparecieron años antes y que he mencionado, por ejemplo Borges y Octavio Paz. ¿Por qué entonces ocurrió en los 50 y 60 y no
antes? Mucho tuvo que ver sin duda el espíritu de los años 60, abierto y liberador que invadió todo occidente. La revolución cubaba,
sin duda, también jugó un rol muy importante, ya que puso en el centro de la atención a Latinoamérica, y no solo por las
características políticas de su revolución, sino sobretodo por el carisma de Fidel Castro y el Che Guevara.
Los escritores del Boom estuvieron más cerca de la política que cualquier otra generación de escritores latinoamericanos. Sus
maestros fueron diversos y universales, sobretodo William Faukner, James Joyce y Jean Paul Sartre. Y se leyeron entre ellos y
vivieron casi todos en París. El auge de la literatura latinoamericana también coincidió con la aparición de audaces editoriales que
apostaron por jóvenes creadores, entre todos ellos sin duda Carlos Barral fue el más sobresaliente.
En la actualidad, nuestra literatura goza de una gran vitalidad, del Boom quedan en actividad Carlos Fuentes, Gabriel García
Márquez y Mario Vargas Llosa. Y han aparecido nuevas generaciones de escritores que han enriquecido aun más las letras
hispánicas.
¿Qué podemos esperar en el futuro? En principio, que este extraordinario trío de escritores sigan produciendo obras notables
como hasta ahora. Ernesto Sábato, con sus 90 años, es un escritor que seguramente nos sorprenderá por unos años más. Las
editoriales, asimismo, se han fortalecido y han creado uno de los mercados de lectores más vitales del mundo. Además, en las
universidades americanas y europeas, cada vez son más los departamentos de lengua española en las que se estudia las obras de
José María Arguedas y Jorge Luis Borges.
Pero lo más importante de todo es que el fenómeno de la inmigración masivo de latinoamericanos a Estados Unidos ha
producido uno de los encuentros culturales más provechosos de la historia de la humanidad, en todos los campos, aunque es en la
música en donde este fenómeno ha sido más notorio (Ricky Martin, Cristina Aguilera, etc). Pero también en la literatura están
apareciendo nuevos escritores, como los del crack en México, Paz Soldán, Fuguet, etc.
Latinoamérica es un espacio cultural multiétnico, multicultural y con numerosos problemas económicos y políticos, pero que
comparten una lengua 400 millones de personas. Es decir, al menos en literatura podemos esperar que sigan aumentando los
lectores, y no solo en nuestra lengua, y que sigan apareciendo obras notables, de viejos y nuevos escritores.

EL BOOM Y EL POST BOOM

Teniendo en cuenta las características de la narrativa hispanoamericana de los años sesenta y setenta, señala las diferencias
entre “boom” y “post-boom”.
La explosión de talento narrativo que ocurrió en Latinoamérica en la década de los sesenta es conocida con el onomatopéyico título
de “el boom”, acuñado por el crítico uruguayo Emir Rodríguez Monegal (Fox;218). Algunos críticos insisten en discernir entre “el
boom” – como un fenómeno meramente comercial en el mercado librero mundial – y “la nueva narrativa hispanoamericana”
(Garganigo;512). Sin embargo, no importa cómo se llame, el resultado principal de esta renovación literaria fue la presencia de
nuevas fórmulas para reflejar la realidad del continente americano (Cabrales;194).

Las más importantes novedades técnicas de la época fueron la literatura fantástica, el realismo mágico, la tradición realista
renovadora y la antinovela. La literatura fantástica es una mezcla de acontecimientos insólitos, sueños o universos imaginarios que
ponen de manifiesto aspectos ocultos de la existencia, a través de una peripecia narrativa que no se aleja de la realidad. El autor se
vale a menudo de la literatura como un juego para hacer hincapié en el absurdo de la existencia. Su manifestación egregia se
encuentra en los cuentos de Cortázar (Cabrales;194). El realismo mágico consiste en dotar de dimensiones maravillosas, irreales y
exageradas la realidad cotidiana, de manera que los personajes y el lector pasan de lo real a lo mágico sin apenas darse cuenta. El
autor más destacado en esta técnica es G.G. Márquez. La tradición realista renovadora incluye a quienes cuentan historias de la vida
corriente, a las que aplican una amplia serie de modernas técnicas como monólogos interiores, relatos fragmentados, múltiples y
cambiantes puntos de vista, diálogos entrecruzados, perspectivismo, yuxtaposiciones espacio-temporales, parodias, etc, como lo
hace Vargas Llosa. A la categoría de la antinovela pertenecen obras que investigan sobre los mecanismos de la propia creación
narrativa, prescinden de la trama convencional, de la intriga, de las descripciones e incluso de la psicología de los personajes, para
obligar a que la imaginación del lector participe en la composición del relato. Entran aquí títulos como Rayuela, Cien años
de soledad, La casa verde, La muerte de Artemio Cruz (Cabrales;194).
En cuanto a la lengua literaria cabe destacar dos grandes líneas: por un lado los escritores usan un lenguaje denso, ajustado, con
imágenes y comparaciones de un realismo muy preciso para describir situaciones fantásticas, irreales o absurdas. Por otro lado, se
valen de la exuberancia verbal, apta para descripciones donde predomina el elemento sensorial: amplios períodos sintácticos,
riqueza léxica, sintagmas no progresivos y otros rasgos por los que este estilo se ha llamado neobarroco (Cabrales;194).

En la temática hay riqueza y variedad de contenidos pero los temas que se repiten con mayor asiduidad son los siguientes: la crisis
existencial del individuo, la contemplación de un mundo caótico o absurdo, la figura del dictador, la recreación de mitos
fundamentales, la misma historia de Latinoamérica pródiga en acontecimientos con posibilidades narrativas (civilizaciones
prehispánicas, conquista y colonización, guerras de independencia, tiranías y revoluciones). Y por último, la propia creación
narrativa, la metaficción, en la que el proceso de composición de la novela se convierte en ingrediente esencial del libro
(Cabrales;195-196).

La narrativa hispanoamericana más reciente, de la década de los setenta, tras haber experimentado innovaciones vertiginosas en la
década anterior ha sido designada como la narrativa del “post-boom” o la “novísima narrativa hispanoamericana”. La principal
diferencia entre las dos narrativas es que la “nueva” es interpretada como producto de la década optimista de expectativas
revolucionarias, mientras la “novísima” queda estrechamente vinculada a la época de desilusión con los proyectos de
democratización (Garganigo;638).

Es muy importante el cambio generacional que sucede durante los setenta, lo cual se hace evidente con la muerte de escritores
asociados con el boom (Neruda, Borges, Cortázar). “Novísimos” se consideran los escritores nacidos alrededor de 1940. Se puede
observar en ellos un progresivo abandono de formas estructuralmente complejas, herméticas, metaliterarias, a favor de novelas más
accesibles al lector, organizadas alrededor de una trama “legible”. Incluso escritores consagrados como Llosa, Márquez y Fuentes,
que siguen produciendo durante esta década, derivan hacia un estilo más sencillo y una organización del relato sobre un argumento
fácil de seguir. (Garganigo;638-639).

Hay novedades técnicas como la narrativa testimonial, la cual llega a convertirse en una de las formas más cultivadas y críticamente
reconocidas. El lenguaje se enriquece con los distintos registros del coloquialismo, las variantes regionales y la insistencia particular
en el habla de los que – a causa de su clase social, raza, sexo o preferencia sexual – han sido marginados o considerados
“periféricos” a la cultura dominante.

En cuanto a la temática, en contraste con la prosa del boom, la “novísima” narrativa abandona tanto los grandes metadiscursos (el
mito) como la obsesiva búsqueda de la identidad (latinoamericana o nacional). La recuperación del realismo distingue a los
“novísimos” de la promoción anterior. De acuerdo con las tendencias de la posmodernidad, en énfasis recae en la fragmentación de
la identidad. De ahí la insistencia sobre lo local, lo diferente, lo periférico. Se recrea la realidad local, sin ser reducida a la mera
variante de un regionalismo tradicional o una modalidad del realismo exótico. Se establece la presencia de la escritura femenina y el
creciente reconocimiento crítico de la misma. Temas como la ecología y el esoterismo encuentran expresión en la nueva narrativa.
También se observa una osadía en la exploración de la sexualidad. El erotismo y la sensualidad violenta carnal reemplazan los temas
amorosos. La sexualidad se vuelve tema predilecto en las búsquedas narrativas de la identidad femenina, adolescente y homosexual
(GD,165). Por último, la historia se reescribe por medio de una reflexión metahistórica, a través de novelas que incluyen la parodia y
la distorsión grotesca con el objetivo de deconstruir la historiografía oficial. Hay una enorme diversidad de formas que sirven para
abordar la experiencia de dictaduras, violencia y exilio. (Garganigo;640-641).

Dicho de otra manera, mientras la “novísima” narrativa rechaza, critica y parodia algunas premisas de la escritura precedente, al
mismo tiempo profundiza en los temas heredados y consagra los recursos formales hasta ahora marginados (Garganigo;639).

BOOM: Ernesto Sábato, Argentino: * El Túnel, 1948* Sobre Héroes y Tumbas, 1961* Abbadom, el Exterminador, 1974
Juan Carlos Onetti: *El Astillero, 1961 * Juntocadáveres, 1965 * Cuando ya no importa, 1993
Augusto Roa Bastos: * Yo, el Supremo, 1974 * El trueno entre las hojas, 1953 * Hijo de hombre, 1959
* Vigilia del Almirante, 1992
POST: Manuel Puig, El beso de la mujer araña, 1976, Reinaldo Arenas, Antes que anochezca, 1992, Mario Benedetti, Primavera con
una esquina rota, 1982, José Donoso, El jardin de al lado, 1981, Abel Posse, Daimôn, 1989

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