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El sentido de lo humano en la economía globalizada

Héver Míguez
"Cuando una de cada diez personas en el mundo sobrevive con menos de dos dólares al día, la inmensa
riqueza que acumulan tan sólo unos pocos resulta obscena. La desigualdad está sumiendo a cientos de
millones de personas en la pobreza, fracturando nuestras sociedades y debilitando la democracia" (Oxfam
International, 2017).
Estas palabras de Winnie Bayanyima, directora ejecutiva de Oxfam Internacional, llama la atención no solo
por la desigualdad extrema, sino porque pone a la democracia y sus sociedades en riesgo. Pareciera que
no se trata de que unos tengan simplemente más de dinero que otros, sino que vivir resulta inquietante:
"En todo el mundo, muchas personas están siendo dejadas de lado. Sus salarios se estancan mientras las
remuneraciones de los presidentes y altos directivos de grandes empresas se disparan; se recorta la
inversión en servicios básicos como la sanidad o la educación mientras grandes corporaciones y grandes
fortunas logran reducir al mínimo su contribución fiscal; y los Gobiernos ignoran sus voces mientras
escuchan embelesados las de las grandes empresas y las élites millonarias" (Ibíd.). Es una desigualdad que
insulta la dignidad humana, con el agravante que pone en riesgo la convivencia y por extensión a naciones
enteras.

Contenido
1. El principio de dignidad humana

2. La economía y su dinámica actual

3. La persona: sujeto de la economía

4. Sujeto y acto económico

5. Comunicación, modernidad y economía global

6. Globalización, sociedad y política en la era de la información

a. Una nueva estructura social

i. Economía informacional

ii. Economía red

iii. Economía global

b. La ética Vs. los costos de producción

Palabras clave
Dignidad humana, globalización económica, modernidad, ética

1
1. El principio de la dignidad humana

En el desafío de realizar una mirada crítica a las posibles tensiones entre las dinámicas de la economía y la
protección de la dignidad humana, es necesaria la claridad respecto de los conceptos que en tal análisis se
abordan.

Respecto de la dignidad humana debe señalarse que es un principio universal, a partir del cual se reconoce
el valor de las personas como seres racionales, con libertad y autonomía, y con características y
condiciones particulares que deben ser respetadas. La palabra dignidad proviene del latín “dignitas” que
significa “valioso, con honor”.

Acuerdos de orden internacional como la Declaración Universal de los Derechos Humanos (adoptada por
la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1948), reconocen el carácter inviolable de la dignidad y el
valor de la persona humana. Asimismo, el orden jurídico colombiano reconoce el principio de la dignidad
humana y desde la Constitución Política este se constituye en el eje para la consagración de los derechos
fundamentales. El artículo 1° de la Carta Magna de 1991 señala: “Colombia es un Estado social de derecho,
organizado en forma de República unitaria, descentralizada, con autonomía de sus entidades territoriales,
democrática, participativa y pluralista, fundada en el respeto de la dignidad humana, en el trabajo y la
solidaridad de las personas que la integran y en la prevalencia del interés general”. En el resto del
articulado la Constitución frecuenta la referencia a la dignidad de las personas, como cuando consagra que
“Toda persona tiene derecho a un trabajo en condiciones dignas y justas” (art. 25); que “La honra, la
dignidad y la intimidad de la familia son inviolables” (art. 42); que “Todos los colombianos tienen derecho
a una vivienda digna” (art. 51), o que “El Estado reconoce la igualdad y dignidad de todas las [culturas] que
conviven en el país” (art. 70).

En una de las sentencias en que la Corte Constitucional aborda el tema de la dignidad humana como centro
del análisis para sus decisiones, expresa con claridad el contenido material del principio de dignidad
humana:

El referente concreto de la dignidad humana está vinculado con tres ámbitos exclusivos de la persona
natural: la autonomía individual (materializada en la posibilidad de elegir un proyecto de vida y de
determinarse según esa elección), unas condiciones de vida cualificadas (referidas a las circunstancias
materiales necesarias para desarrollar el proyecto de vida) y la intangibilidad del cuerpo y del espíritu
(entendida como integridad física y espiritual, presupuesto para la realización del proyecto de vida). Estos
tres ámbitos de protección integran, entendidos en su conjunto, el objeto protegido por las normas
constitucionales desarrolladas a partir de los enunciados normativos sobre “dignidad”. Considera la Corte
que ampliar el contenido de la dignidad humana, con tal de pasar de una concepción naturalista o
esencialista de la misma en el sentido de estar referida a ciertas condiciones intrínsecas del ser humano,
a una concepción normativista o funcionalista en el sentido de completar los contenidos de aquella, con
los propios de la dimensión social de la persona humana, resulta de especial importancia, al menos por
tres razones: primero, porque permite racionalizar el manejo normativo de la dignidad humana, segundo,
porque lo presenta más armónico con el contenido axiológico de la Constitución de 1991, y tercero, porque
abre la posibilidad de concretar con mayor claridad los mandatos de la Constitución. Los ámbitos de
protección de la dignidad humana, deberán apreciarse no como contenidos abstractos de un referente

2
natural, sino como contenidos concretos, en relación con las circunstancias en las cuales el ser humano se
desarrolla ordinariamente (Corte Constitucional, 2002)1.

La última frase del texto citado evidencia la relevancia de darle, a través de las leyes y la jurisprudencia,
fuerza material a un intangible de tan alto valor como el principio de la dignidad humana. Esta breve
referencia a su apropiación en el ordenamiento jurídico colombiano, nos ayuda a i) comprender el alcance
que debe dársele al principio de la dignidad humana como base de las acciones sociales y ii) afianzar los
elementos para construir un juicio crítico frente a las dinámicas que puedan amenazar su carácter de
inviolable.

2. La economía y su dinámica actual

La más elemental definición de “economía”, que se puede consultar en el Diccionario de la Real Academia
Española, se refiere a la “Administración eficaz y razonable de los bienes”, al “Conjunto de bienes y
actividades que integran la riqueza de una colectividad o un individuo” y a la “Ciencia que estudia los
métodos más eficaces para satisfacer las necesidades humanas materiales, mediante el empleo de bienes
escasos”, entre otros aspectos.

La basta literatura que desde hace siglos se ha consignado sobre la economía, sus pilares, los factores que
la afectan, la diversidad de modelos y los efectos de sus variaciones, seguramente ofrece contenidos de
gran profundidad sobre esta ciencia, pero para el propósito de este documento es pertinente enfocarse
en su dinámica actual.

Entre los centenares de autores económicos contemporáneos se encuentra el catedrático español de


Economía Política Francisco Cabrillo, quien en el 2009 publicó el artículo “La economía del desarrollo en el
siglo XXI”2 en el que se refirió a su carácter global por la mayor libertad para el movimiento del capital a
través de las fronteras, y donde lo que sucede en un país suele tener influencia en el resto del mundo.
Afirma, sin embargo, que esta globalización no supone un cambio sustancial en relación con el pasado,
sino es más bien la aceleración de un proceso ante la muy significativa reducción de los costos de
transacción en el comercio y las finanzas internacionales.

Crítico de las políticas proteccionistas, Cabrillo señala que son los países más ricos del mundo los que han
creado mayores obstáculos a la liberalización real del comercio, y se refiere puntualmente a los productos
agrícolas: “Si esta actitud no puede defenderse desde el punto de vista económico, es inaceptable también
desde el punto de vista político, ya que pone de manifiesto la incoherencia de unos Estados que
recomiendan la apertura de fronteras como una estrategia necesaria para el desarrollo, mientras ponen
todo tipo de dificultades cuando se trata de recibir importaciones de productos que afectan a un sector
de sus economías que consideran especialmente sensible, aunque reamente sea muy poco importante en
términos de su aportación al PIB” (Cabrillo, 2009).

A pesar de las contradicciones que advierte respecto del actual modelo económico, el autor defiende la
globalización y la economía de mercado, y afirma que el desafío en materia económica consiste en

1
Corte Constitucional, Sala Séptima de Revisión. Sentencia T-881 de 2002. Recuperado de
http://www.corteconstitucional.gov.co/relatoria/2002/t-881-02.htm
2
Consultado en http://www.nuevarevista.net/articulos/la-economia-del-desarrollo-en-el-siglo-xxi

3
extender el progreso a los países y las personas que viven en condiciones lamentables, asegurando que
esto no se logra con programas dirigidos a frenar el crecimiento: “Lo que los indios, los chinos o los
africanos quieren no es precisamente que el desarrollo se detenga, sino que se acelere. Y esto, como
muestra la experiencia de las últimas décadas, sólo se consigue con más globalización y más economía de
mercado”. (Cabrillo, 2009)

Desde otra perspectiva, el sociólogo y científico social histórico Immanuel Wallerstein, nacido en Estados
Unidos en 1930, ha formulado una línea teórica crítica del capitalismo global en su obra “El moderno
sistema-mundo” (The modern world-system).

Wallerstein enfrentó tesis clásicas de la historia económica soportadas en estudios sobre fenómenos
socioeconómicos de sociedades nacionales, cubriendo en pocos casos áreas continentales. Su análisis es
global, como sistema mundial, al comprender los fenómenos socioeconómicos a partir de los orígenes del
capitalismo, por lo que revisa la historia encontrando incidencias no vistas ni reconocidas por otros
autores3. Explica que las hegemonías económicas marcadas por centros de poder se mueven de lugar
geográfico de manera cíclica, expandiéndose y contrayéndose. Así mismo, el movimiento se acompaña de
transformaciones sociales, tecnológicas, industriales y proletarias, motivando resistencias y tensiones
políticas al sistema económico y político que lo determina.

Para el autor, el siglo XVII es ante todo un ejemplo del modelo cíclico de expansión y contracción, no
obstante, no presentar variación alguna en los límites entre los reinos de la época, ni de movimientos
seculares. Sin embargo, después de 1750 se da un segundo ciclo de expansión capitalista gracias a un
periodo de distintas revoluciones: la industrial inglesa, de la independencia norteamericana, la francesa y
la independencia de los países bajo la hegemonía española, permitiendo la prosperidad de una economía
burguesa4. La "economía-mundo" se extendió hacia los diferentes continentes y hoy alcanza todo el globo
terrestre. Es un nuevo sistema de apropiación y explotación del trabajo y los recursos, que autores como
Aníbal Quijano denomina capitalismo colonial global.

Con la globalización, el capitalismo ha llegado a uno de sus capítulos de mayor integración mundial
mediante la internacionalización del capital financiero. Lejos de considerarlo como la solución a
situaciones de pobreza e indignidad humana, se considera que ha profundizado la brecha entre ricos y
pobres con deterioro ambiental progresivo. De hecho, Wallerstein señala: “Mi propia lectura de los
pasados 500 años me lleva a dudar que nuestro propio sistema mundo moderno sea una instancia de
progreso moral sustancial, y a creer que es más probablemente una instancia de regresión moral”.
(Wallerstein, 2001)

3
En las obras de Wallerstein se amplía la explicación de sus tesis, entre otras, ‘El moderno sistema mundial I. La agricultura
capitalista y los orígenes de la economía- mundo europea en el siglo XVI'; 'El moderno sistema mundial II'. El mercantilismo y la
consolidación de la economía-mundo europea, 1600-1750' y 'El moderno sistema mundial III. La segunda era de gran expansión
de la economía-mundo capitalista, 1730- 1850'.
4
Wallerstein llama a este ciclo "segunda era de la gran expansión de la economía-mundo capitalista", de 1730 a 1850,
caracterizada por grandes revoluciones como se menciona en el texto.

4
En el enfoque de la teoría del sistema mundo capitalista se distingue la existencia de un centro, una
periferia y una semiperiferia. Para Wallerstein, las relaciones económicas del centro con los países
semiperiféricos y periféricos dependen de tres factores estratégicos:

 El grado en que sus industrias sean importantes o fundamentales para el funcionamiento de las
cadenas de mercancías clave.

 El grado en que los países sean importantes o esenciales para sostener un nivel de demanda
efectiva para los sectores de producción más rentables.

 El grado en que los países sean importantes en decisiones estratégicas (localización, poderío
militar, materias primas, etc.).

Así, esta teoría señala que los procesos de globalización establecen formas de apropiación desigual de la
riqueza y, por tanto, interacciones económico-sociales diferenciadas que generan relaciones de
subordinación entre los Estados nacionales, donde los más avanzados se apropian de los excedentes de
los menos avanzados, considerados como los periféricos y semiperiféricos.

La teoría de sistema mundo permite observar globalmente los fenómenos de orden socioeconómico y
valorar la incidencia del capitalismo en el “bienestar” de los pueblos; además cuestiona la idea del
desarrollo, por lo que se asume como una puesta en escena apropiada, que incluye las dinámicas y
procesos (particularmente para nuestros intereses de estudio) de América Latina y demás regiones
continentales al borde del pensamiento centroeuropeo.

3. La persona: sujeto de la economía

Centrarse en la persona significa reconocer las dimensiones que le son propias a cada quien con el
potencial de crecimiento y expresividad. Son importantes la historia, contexto, y toda la subjetividad
propia del ser, asumiendo al sujeto por las capacidades que podrá desarrollar para hacer futuros posibles
para sí y para su ámbito social. Es considerar al otro desde su particular proceso de autoconstrucción y de
descubrimiento de su papel en la cooperación que requiere la edificación del drama social e histórico,
como sujeto biológicosensitivo, ludicoestético, intelectual-cognoscente, deliberador-dramático. En suma,
es valorar la subjetividad en todas sus dimensiones y particularidades.

Retomando lo expuesto en páginas anteriores sobre el principio de la dignidad humana, sobre economía
y con los elementos de la noción de persona que acaban de señalarse, es importante reflexionar sobre dos
aspectos:

1. Las dinámicas económicas afectan, en últimas, a seres humanos que individualmente enfrentan ya sea
los beneficios por pertenecer a sociedades desarrolladas con sólidos esquemas de protección de los
derechos de sus ciudadanos, o los impactos de la limitada capacidad de acceso a los bienes y servicios
que requieren para vivir dignamente.

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2. La libertad que (al menos en teoría) se reconoce universalmente a las personas para tomar sus propias
decisiones y desarrollarse integralmente, se puede ver seriamente limitada si se pertenece a
sociedades subdesarrolladas o en vías de desarrollo (en palabras de Wallerstein, de países periféricos
o semiperiféricos).

Esto evidencia el alto grado de responsabilidad no solo de quienes adoptan decisiones respecto de los
modelos económicos, sino de todos los sujetos (individuales y colectivos) que actúan de manera
consciente en las dinámicas económicas y se relacionan entre sí: empresarios, trabajadores, proveedores,
consumidores, etc. Sus decisiones y prácticas impactan en determinada medida el curso mismo de la
economía, sea en el ámbito local, nacional o global.

4. Sujeto y acto económico

Enrique Dussel nos proporciona claves de la relación sujeto y economía. El filósofo argentino incluye la
pertinencia del acto económico como “una constitución compleja, ya que incluye la interrelación humana
práctica (de productor y agentes del intercambio) y la relación productiva con la naturaleza” (Dussel,
2001).

El acto económico en su forma original es un acto vital tanto para los individuos como para la
comunidad, pues allí se complementan necesidades y satisfacciones mediante el acto del
consumo para la reproducción de la vida de los sujetos, donde la naturaleza es proveedora y los
sujetos solo consumidores. Es decir que, en su forma original, el consumo es solamente para vivir
y no pasa por procesos de producción. Es en la escasez donde aparece la producción como
racionalidad instrumental para subsanarla con uso de tecnologías, desarrollo de saberes
especializados, materialización del trabajo con la aparición de un productor o trabajador, y el
consumo que pasa de ser una relación vital a una relación cultural, donde podemos interpretar
que el trabajo es tanto reproductor de vida como medio para vivir.
La acción económica como relación práctica (praxis) es un momento intersubjetivo entre
diversos sujetos productores que se pueden recíprocamente regalar sus productos,
intercambiarlos, venderlos o comprarlos. La relación de intercambio y distribución son prácticas
sociales mediadas por la lengua e instituciones sociales. Para los clásicos el "saber" práctico de
dichas relaciones lo llamaban "fronesis": la recta racionalización del operar.
La integración del productivo (poiesis) y lo práctico (paraxis) era regido en la ética clásica por la
dykaiosyne, es decir, la justicia en un sentido material.
Por ello, la "acción económica" es más compleja que las acciones comunicativas, políticas o
tecnológicas, ya que la primera y segunda son solo prácticas, la tercera es solo productiva,
mientras la acción económica contiene las tres: tiene aspectos materiales, formales
intersubjetivos, y de factibilidad productiva.

6
5. Comunicación, modernidad y economía global

La comunicación se coloca como eje central de la vida social y está asociada directamente a la modernidad,
entendida ésta como el proceso de articulación expansiva del dominio cultural, político y económico de
Europa hacia los demás continentes, iniciado en el siglo XVI. Con esta expansión, surgieron entre otros los
conceptos de individuo, democracia y economía de mercado, donde la comunicación, según Wolton,
cumplió una labor artesanal, promoviendo una apertura al otro, aportando herramientas simbólicas,
culturales y técnicas.

La gran ruptura a partir del siglo XVI es la apertura hacia el otro, que encuentra en los modelos intelectual
y cultural de la comunicación el instrumento teórico para pensarla. El correo, las editoriales y luego la
imprenta, y simultáneamente el comercio terrestre y marítimo, fueron los instrumentos de esa apertura,
acentuada evidentemente por el ferrocarril, el teléfono y todas las técnicas del siglo XX (Wolton, 2007).

Los acelerados cambios en los modelos sociales y económicos que se experimentan desde los albores del
siglo XX hasta hoy, han estado mediados sin duda por las dinámicas de la comunicación, que también se
han transformado de manera vertiginosa, a la par con los avances tecnológicos.

Y es que el desarrollo tecnológico de las comunicaciones facilitó la creación y posicionamiento de los


medios masivos como fuente de información y entretenimiento para millones de personas alrededor del
mundo, entrando al juego económico global como una industria más. Sectores con poder político y
económico lograron por décadas el monopolio en el manejo de los medios y por supuesto de los mensajes
que desde allí se enviaron a las audiencias. La transmisión social de conocimientos, creencias y tradiciones,
que antes eran labor casi exclusiva de la familia y la escuela, fue asumida paulatinamente por los medios
de comunicación, lo que impactó el mercado, las relaciones sociales y la cultura, entre otros aspectos.

La masificación de los medios facilitó, además, nuevas formas de orientar las preferencias de consumo, y
abrió espacios inéditos para el desarrollo de la publicidad cuyo papel, más allá de la promoción de bienes
y servicios, es crear en la mente del consumidor la necesidad de obtenerlos. Así, medios masivos y
publicidad se constituyeron en instrumento económico de dominación cultural, con la divulgación de
mensajes y producción de información que se regía (o se rige) más por el afán de los rendimientos
financieros que por el propósito de cualificar el criterio de los individuos que conforman las audiencias.

Con la masificación del acceso a la Internet y el desarrollo sorprendente de plataformas para establecer
contactos inmediatos y a bajo costo con interlocutores que pueden estar ubicados al otro extremo del
planeta, se dio un salto hacia la “democratización” del acceso a nuevos medios, al tiempo que se consolidó
la tendencia global de la economía. Hoy es posible conectarse fácilmente con otras culturas, crear
comunidades virtuales alrededor de temas de interés común, intercambiar conocimientos y experiencias
en diversas áreas con personas de cualquier parte del mundo, y conocer con el máximo detalle bienes y
servicios que se producen a decenas de fronteras nacionales, y obtenerlos realizando transacciones de
pago electrónicas sin más mediador que la plataforma web. Todo esto supone también profundos
desafíos, pues las posibilidades casi infinitas que facilita la Internet para el acceso a información y el
contacto con otros, representan también altos riesgos no sólo de desinformación, sino de graves
afectaciones a la dignidad de las personas.

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El profesor de sociología Zygmunt Bauman, señala al respecto: “Globalización significa que todos
dependemos unos de otros. Las distancias importan poco ahora. Lo que suceda en un lugar puede tener
consecuencias mundiales. Gracias a los recursos, instrumentos técnicos y conocimientos que hemos
adquirido, nuestras acciones abarcan enormes distancias en el espacio y en el tiempo. Por muy limitadas
localmente que sean nuestras intenciones, erraríamos si no tuviéramos en cuenta los factores globales,
pues pueden decidir el éxito o el fracaso de nuestras acciones. Lo que hacemos (o nos abstenemos de
hacer) puede influir en las condiciones de vida (o de muerte) de gente que vive en lugares que nunca
visitaremos y de generaciones que no conoceremos jamás. (…) Una vez derribados la mayoría de los límites
que antes confinaban nuestra potencial acción a un territorio que podíamos inspeccionar, supervisar y
controlar, hemos dejado de poder protegernos, tanto a nosotros como a los que sufren las consecuencias
de nuestras acciones, de esta red mundial de interdependencias”. (Bauman, 2001)

6. Globalización, sociedad y política en la era de la Información

Retomamos el título de esta publicación del profesor Manuel Castell, quien ante el nacimiento del nuevo
milenio avizoró la reconfiguración de la sociedad a partir de los cambios en el desarrollo de la economía
expansiva. La globalización cobija la ciencia y la tecnología de más alto nivel, respaldadas por las empresas
multinacionales preocupadas por la innovación y la punta de los mercados; uno de ellos es el de la
información.

Aunque Castell ampara la comunicación como información, es preciso que los comunicadores
diferenciemos estos campos. Resumiremos aquí que la información se convierte en un producto de
diferente nivel de complejidad según el acumulado de datos que se tenga. De hecho, el primer eslabón
en una cadena informativa son los datos; sin embargo, estos no son información aún, sino cuando logran
articularse con sentido práctico, es decir, que se conviertan en producto (dentro del contexto que estamos
hablando) como las noticias. La comunicación, por su parte, reconocida como campo disciplinar, debe
contraer transformaciones de sentido para el cambio.

En palabras de Castell, la comunicación está globalizada a través de lo que otros autores denominan la
economía de la comunicación, referenciando los conglomerados dedicados al manejo de informaciones y
espectáculos expuestos a través de los medios masivos; no obstante esta globalización tiene sus matices:
“no todo el mundo ve las mismas películas norteamericanas, como sucedía anteriormente; la tendencia
ahora es la concentración en siete grandes grupos multimedia controladores de más o menos el 75% de la
producción mediática internacionalmente comercializada. No obstante, no producen el mismo programa
para todas las culturas sino que, por el contrario, el mercado está segmentado: hacen programas para
jóvenes, para mujeres, deportivos, musicales, es decir programas para culturas concretas (…) En ese
sentido no estamos en la aldea global de MacLuhan sino en la producción global de chalecitos individuales”
(Castell, 2000).

a. Una nueva estructura social

Para Castell, los cambios tecnológicos de la información y comunicación supera la revolución industrial del
siglo XVIII por su nivel de afectación a la condición humana: “Todo lo que hacemos, la organización social

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y personal, es información y comunicación. Esta enorme transformación modifica absolutamente todo lo
que hacemos, desde las maneras como producimos hasta los modos como consumimos, vivimos, morimos
y hacemos el amor” (Castell, 2000). Es una transformación constante que en poco tiempo supera las
innovaciones precedentes y que permite flujos continuos y rápidos de información, incidiendo en todas
las áreas sociales.

Considera Castell que la revolución tecnológica, si bien no determina los cambios históricos
contemporáneos, sí incide en procesos sociales, económicos, culturales y políticos, hoy día imposibles sin
dicha tecnología, como el desarrollo alcanzado por los mercados financieros. ¿Incidirá a nivel comunitario
esta revolución tecnológica? Para el sociólogo español, esta revolución amplía y ahonda los efectos de las
prácticas sociales, precisando que “si las sociedades asumen la tecnología informática con el cuidado
necesario, su presencia puede redundar en una revolución liberadora; si lo hacen descuidadamente puede
degenerar en una revolución extraordinaria destructiva” (ibíd.).

Estos avances tecnológicos han facilitado la expansión capitalista al punto que todos los países del mundo
están conectados a la misma economía. Cabe la pregunta por los ámbitos locales, aquellos que por razones
geográficas y de accesibilidad física se incluyen en su análisis. “El ser capitalista es importante pero no lo
único, porque de lo contrario todo se convierte sin más en lo mismo: capitalismo inglés del siglo XIX,
capitalismo japonés, capitalismo de la Asociación Democrática Escandinava, capitalismo colombiano, etc.
Es decir, una vez que tenemos los sustantivos necesitamos los adjetivos porque es ahí donde se juega lo
específico de los procesos sociales y por ende, donde se vuelve pensable el cambio social”.

Castell explicita la economía actual en tres aspectos: una economía informacional; una economía que
funciona en redes; y una economía globalizada.

i. Economía Informacional

Hace referencia a la dependencia de la productividad y la competitividad, de la capacidad de adquirir


conocimiento y de procesar información, lo cual se hace evidente en las economías más desarrolladas en
relación con sus niveles de producción. Evidentemente, los auges de capital se asocian con avances
tecnológicos y científicos y la consecuente generación de conocimientos de todo orden. “Como
consecuencia, la infraestructura tecnológica se convierte en un elemento decisivo para la capacidad de
creación de riqueza; la capacidad de procesamiento de información y de generación de conocimientos son
vitales en la capacidad competitiva de las empresas. Lo cual, en último término, quiere decir educación,
pero educación adaptada a ese nuevo tipo de producción basado en la generación de conocimiento. Las
materias primas y la producción en serie pierden cada vez más valor en relación con aquello que es
producción de información. El contenido informacional de un producto o de un proceso es infinitamente
más valioso que su soporte material…” (Ibíd.)

La economía informacional tiene para Castell “enormes consecuencias sobre las potenciales inequidades
a escala mundial en la medida en que la infraestructura tecnológica, la información y el conocimiento están
desigualmente distribuidos, y cada vez desigualmente distribuidos”.

ii. Economía Red

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Hace referencia al funcionamiento de las organizaciones distribuidas en distintos espacios geográficos o
aun en una misma ciudad, descentralizando funciones y promoviendo autonomía en puntos nodales,
automatizando procesos de negocio, intercambiando información y servicios con entidades externas a la
empresa, donde los procesos de negocio deben considerar los sistemas externos y puntos de integración
(end-points) requeridos para crear procesos de la cadena de valor que extienden los límites de una
compañía.

Castell afirma que “la famosa fábrica Ford revolucionó la producción del automóvil sacando unidades
baratas con base en la producción en serie del mismo modelo. Las economías de escala eran lo más
importante porque permitían incrementar la productividad haciendo mucho más de lo mismo abaratando
costos de producción y precios. Ahora estamos en un tipo de economía completamente distinta en donde
la productividad depende, al contrario, de la capacidad de información y de la adaptación constante al
mercado solvente, a las necesidades pero, claro, de la gente que posee dinero para satisfacer sus
necesidades. Es así una producción flexible, adaptada a lo que demanda en cada momento el mercado”
(Ibíd.)

Concluye el autor que estamos ante una economía altamente flexible ligada al funcionamiento en redes:
“el capital está centralizado pero la gestión y la ejecución es altamente descentralizada y funcionando en
red. Ello resuelve la aparente paradoja según la cual lo importante ahora son las pequeñas y medianas
empresas. Ellas son importantes porque son las que se articulan en los proyectos empresariales: pero
estamos en el proceso de concentración oligopólica más grande de la historia económica mundial,
oligopolios que invierten en empresas en red que funcionan de manera extremadamente descentralizada,
flexible y adaptada a las variaciones de la demanda mundial” (Castell, 2000).

iii. Economía Global

En esta tercera dimensión Castell define la globalización como un proceso histórico, económico, social y
cultural en marcha que forma parte íntima de nuestra sociedad, con implicación directa del capitalismo y
expansión descontrolada del mercado, donde predominan los movimientos comerciales sobre las
actividades agrícolas e industriales, y donde las empresas transnacionales y los países productores que
concentran el poder comercial imponen su hegemonía y condiciones sobre los países consumidores, lo
que marca una creciente desigualdad.

Afirma además que los costes de producción, si bien son equiparables en cualquier parte del mundo, no
lo es el costo de la mano de obra, donde las condiciones y remuneración en los países de mayor avance
económico superan a los demás, motivando migraciones de trabajadores hacia los países productores (en
su mayoría mano de obra no calificada), sin que cuenten necesariamente con condiciones laborales dignas
y terminen más bien en situaciones de ilegalidad y vulneración de derechos.

b. La ética vs. los costos de producción

En medio de estas circunstancias, y a pesar del conocimiento sobre estos asuntos, se evidencian dos
fenómenos:

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1. Los ingresos por transferencia de remesas hacia países subdesarrollados o periféricos son
significativos, y provienen en buena parte de los trabajadores inmigrantes.

2. En varias regiones, como Centroamérica y Asia, se ha incrementado la presencia de maquilas, que son
fábricas diseñadas para obtener el mínimo costo de producción posible y cuyos trabajadores sirven en
condiciones cercanas a la esclavitud, a pesar de poner en el mercado bienes de alto valor, como
equipos electrónicos y textiles de marcas reconocidas a nivel mundial, no exactamente por sus precios
bajos.

En 2013 el mundo conoció la noticia del derrumbe de un edificio en Bangladesh que albergaba cinco
talleres de confección, donde perdieron la vida al menos 300 personas y quedaron unas 1.000 heridas. No
era la primera catástrofe de esa naturaleza y pareció ser efímera la conmoción causada por los reiterados
informes sobre las lamentables condiciones de trabajo y seguridad de los empleados de la industria textil
en esa región. En 2015 se conoció un informe de Oxfam Intermón5 que denunció la situación extrema en
la que producen ropa alrededor de 263.000 mujeres que viven explotadas en las maquilas de
Centroamérica: “Las personas que acuden a estos puestos de trabajo son en su mayoría mujeres jóvenes
de entre 18 y 35 años, con un nivel escolar bajo, madres con hijos a sus cargos que son cabezas de familias
monoparentales y proceden de zonas rurales. Se trata de un modelo de producción y organización del
trabajo que se basa en la feminización de la precariedad y la vulnerabilidad de las mujeres para crecer”
(Oxfam Intermón, 2015).

Una búsqueda rápida en Internet arroja centenares de informes, videos y documentales que denuncian
con el mayor detalle las inhumanas condiciones de los trabajadores de maquilas alrededor del mundo,
pero esto no ha logrado generar en los consumidores la decisión de “protestar” con acciones
aparentemente tan simples y de elemental sentido ético, como no adquirir los productos que allí se
elaboran.

Referencias
Bauman, Z. (2001). El desafío ético de la globalización. Revista Colombiana de Sociología, 6 (2), 95-99.

Cabrillo, F. (Abril de 2009). La economía del desarrollo en el siglo XXI. Obtenido de Nueva Revista de
Política, Cultura y Arte: http://www.nuevarevista.net/articulos/la-economia-del-desarrollo-en-
el-siglo-xxi

Castell, M. (enero-junio de 2000). Globalización, sociedad y política en la era de la información.


Recuperado el 9 de abril de 2012, de Revista BITACORA.

Corbière, E. J. (19 de febrero de 2004). Rebelión. Recuperado el 2 de abril de 2012, de La "economía-


mundo" capitalista : http://www.rebelion.org/hemeroteca/economia/040219corbiere.htm

5
Organización no gubernamental de cooperación para el desarrollo que centra sus actividades en ofrecer una
respuesta integral al reto de la pobreza y la injusticia para que todos los seres humanos puedan ejercer plenamente
sus derechos. https://www.oxfamintermon.org

11
Dussel, E. (2001). Polylog, Foro para el filosofar intercultural 3, 1-43. Obtenido de Principios éticos y
economía. Desde la perspectiva de la ética de la liberación: https://www.polylog.org/index-
es.htm

Quijano, A. (2010). Constitucionalidad, Movimientos sociales y DD.HH en América Latina. VI Encuentro


Noviembres Latinoamericanos: Historia, memoria y futuro en América Latina, 200 años después.
México: IPECAL.

Wallerstein, I. (2001). Conocer el mundo, saber el mundo: el fin de lo aprendido: una ciencia social para el
siglo XXI. México: Siglo XXI.

Wolton, D. (2007). Pensar la Comunicación. Buenos Aires: Prometeo Libros.

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