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¿FIN DE LAS CLASES?

MATERIALES PARA UN DEBATE*

Mauro Basaure

I. Doble-dimensionalidad del concepto clases de Marx. A propósito de su carta a


Weydemeyer.

Antes de la emergencia del capitalismo industrial, el mundo europeo se organizaba


verticalmente bajo el principio de los estamentos. Con la emergencia de la economía
capitalista la desigualdad social deja de anclarse simplemente a la férrea estructura del honor
estamental de los individuos para re-anclarse cada vez más en función de la mera
diferenciación económica. Las estructuras de la naciente sociedad industrial se enfrentan a las
estructuras tradicionales de la desigualdad asociadas a características adscritas o
supuestamente naturales tales como las relacionadas con los estados feudales o con las
jerarquías definidas de acuerdo a la religión, el género y la raza. Se trata de la
desestructuración inicial de la concepción de una desigualdad perteneciente al orden natural
del mundo; desestructuración que aún hoy es tarea del pensamiento y la acción política.
Dicho enfrentamiento marcó un tiempo de profundos cambios sociales en el que las nuevas
formas de la estructura social se establecían paulatinamente de manera más definida.
Comparada con el rígido sistema de rangos y derechos que la precedía y acompañaba, la
nueva diferenciación social resultaba ser en absoluto difusa. En este marco histórico el
concepto “clase” es el elegido para dibujar los contornos de la nueva estructura social, y en
este sentido se convierte en uno de los conceptos más importantes para la comprensión de la
sociedad moderna.
Las clases son contemporáneas, en gran medida, a las libertades burguesas que declaran
formalmente la igualdad de los hombres. No es, por lo tanto, en el plano jurídico o
ideológico donde se puede encontrar la “realidad” de las clases. Las castas y los estamentos
tienen límites muy rígidos. No hay duda respecto de la pertenencia o no de un individuo a
alguna de las posiciones en estos sistemas tradicionales de estratificación. Su realidad, por
ello, es indiscutible. Nadie dudaría de la existencia de una casta o de un estamento y, por lo
demás, si así fuera, estas estructuras se encuentran reafirmadas legal o consuetudinariamente.
Pese a la afirmación de la existencia de las clases como realidad objetiva, característica del
marxismo, es evidente que la estructura de clases no tiene ninguna existencia en este sentido.
No tiene límites legales o consuetudinarios y no cuenta con una representación homogénea
por parte de todos los individuos. Esta falta de homogeneidad redunda en la posibilidad de
múltiples maneras de concebir tal estructura.
Dentro de las variadas conceptualizaciones que se intentaron para inteligir las nuevas
estructuras del naciente capitalismo, la realizada por Marx y Engels fue sin duda la más fértil
y duradera. Muchos otros autores abundaron en comentarios relacionados a dicha

* Una versión anterior de este artículo fue presentada en el documento Reflexiones para el Estudio de las Clases
Sociales del Centro de Investigaciones Sociales de la Universidad ARCIS en el año 1999. Respecto de esa versión
debo agradecer a Miguel Valderrama; respecto de la presente agradezco muy especialmente a Heike Schmieder
por haberme facilitado las Obras Completas de Marx y Engels en alemán.

1
estructuración y a las tensiones que de ella se derivan; pero, sin embargo, quienes llevan a
cabo un verdadero “diagnóstico de la época” y que, más aún, logran asentar una tradición
teórica sobre estratificación que se extiende hasta nuestros días, son solamente Karl Marx y
Friedrich Engels. «No es exagerado decir —afirma Frank Parkin— que casi todo lo que hoy
se considera teoría de las clases o de la estratificación se origina casi con exclusividad en los
escritos de Marx y Engels, Max Weber y la escuela de Mosca-Pareto»1. Efectivamente, el hito
inicial en la historia constitutiva de la problemática de las clases sociales o de la estratificación
de la sociedad se encuentra en el trabajo de Marx y Engels. Esto no quiere decir que sean
ellos quienes fundan ab initio el problema de las clases. Nada de eso pues la historia se
remonta mucho más atrás. Sin embargo, es sólo en estos autores donde se fija un significado
que resultará ser fundacional para la teoría de las clases. Ellos no las descubren, pero sí dan un
paso fundamental para el asentamiento de las clases sociales como concepto central en la
comprensión de la moderna sociedad capitalista.
Marx y Engels vinculan las clases sociales con una interpretación general del régimen
capitalista de producción. En este sentido, muy general, se habla de un gran paso en la
fijación del concepto clase. Ahora bien, la teoría contemporánea enseñará lo controversial de
la afirmación de un significado unívoco de tal concepto en Marx y Engels, pero, sin
embargo, el hecho de que a partir de estos autores la clase se vincula a las fases históricas
particulares del desarrollo de los diferentes regímenes de producción es algo que aparenta
estar fuera de toda controversia. Claramente, no son las clases simplemente entendidas como
fuerzas sociales históricas —aunque así también ellos las consideraron— lo que caracterizó el
aporte de ellos a este proceso de fijación conceptual; tampoco lo fue una mera derivación
analítico-hipotética hacia el campo sociopolítico de las diferenciaciones en el campo de la
economía, aunque este aspecto también está presente en el pensamiento de los fundadores
del Marxismo. Estos dos aspectos —el histórico y el económico estructural— de las clases
sociales estaban presentes desde antes en el marco de significación del concepto de clases.
No son, por tanto, en estricto sentido, aportes de Marx y Engels y por ello ellos son más
reorientadores del significado que fundadores de él. Esto queda muy claramente expresado
en palabras del propio Marx. En una carta a su amigo J. Weydemeyer —«muerto demasiado
tempranamente» y quien le conminó a escribir semanalmente sobre El Dieciocho Brumario de
Louis Napoleón— Marx escribe: «...En lo que a mi concierne, no me corresponde el mérito de
haber descubierto ni la existencia de las clases en la sociedad moderna, ni tampoco la lucha
entre ellas. Mucho antes que yo, los historiadores burgueses habían descrito el desarrollo
histórico de esta lucha de clases y los economistas burgueses la anatomía económica de estas.
Lo que hice de nuevo fue 1. demostrar que la existencia de las clases está entrelazada
únicamente a determinadas fases históricas del desarrollo de la producción; 2. que la lucha de clases
conduce necesariamente a la dictadura del proletariado; 3. que esta dictadura por sí misma
constituye sólo un paso transicional hacia la supresión de todas las clases y hacia una sociedad sin
clases»2.
En éste, así como en muchos otros temas, Marx y Engels son deudores del
pensamiento burgués. Su aporte, como él propio Marx señala, no se encuentra ni en las
1 Parkin, F. “Estratificación social”, en: Bottomore, T. y R. Nisbet (comp.), Historia del análisis sociológico,
Amorrortu, Buenos Aires, 1988, p. 681.
2 Marx, K. “Marx an Joseph Weydemeyer. In New York. Londres 5. März 1852”, en: MEW, Bd. 28, Dietz

Verlag, Berlin, 1970, pp. 507-8. (Esta y todas las notas siguientes son hechas a partir de una traducción libre
directamente del original)

2
clases entendidas desde la perspectiva de la historia de la lucha de clases ni tampoco como
categorías derivadas de una anatomía económica de la sociedad. El punto central es que estas
clases ya descubiertas se explican a partir del desarrollo de los distintos regímenes de
producción y no tanto, aunque también, en un trabajo histórico referido a la lucha de clases o
en una anatomía clasificatoria a partir de la estructura económica de la sociedad. En el
estudio de los diferentes regímenes de producción, Marx y Engels encuentran el suelo patrio
y la dinámica de esas clases descubiertas con anterioridad. Este centro gravitacional es
evidente en su producción teórica y debe ser considerado como tal cuando se quiera exponer
su concepto de clases.
En el estudio del régimen capitalista de producción, Marx y Engels relevarán la
centralidad del conflicto estructural entre capital y trabajo. La diferencia entre estos términos
está dada por la propiedad de los medios de producción en el caso del capital y la no
propiedad de ellos en el caso del trabajo. Este conflicto, central y característico de la sociedad
capitalista, es encarnado, según estos autores, por capitalistas y obreros, respectivamente.
Dicho fenómeno dependerá de la dinámica del régimen de producción histórico y, en este
sentido, no tiene una existencia independiente. No hay posibilidad, desde el punto de vista de
Marx y Engels, de una teoría de las clases que sea ajena a una teoría del capitalismo. Este
hecho se traduce concretamente, por ejemplo, en que el problema para Marx no está en una
descripción empírica de la situación de las clases de la Inglaterra que investiga; lo que le
preocupa más bien es una representación, a nivel de los sujetos sociales, de los principales
intereses en conflicto en el régimen de producción capitalista. En la medida que más se
establezca este régimen, más se establecerán también las clases que le son propias. Se trata,
por ello, de un proceso de establecimiento del régimen capitalista de producción y de los
fenómenos que le acompañan. El descubrimiento de la ley económica que preside la sociedad
moderna, fin último de El Capital3, le permite a Marx concebir dicho proceso de establecimiento. En
concreto, le permite identificar a las clases sociales en su realidad concreta y al mismo
tiempo, de acuerdo a este proceso, proyectarlas en su desarrollo futuro. En consecuencia, la
relación que se establece entre fenómeno y concepto deja de ser puramente contextual —
referida a lo históricamente dado— para incorporar, en su estructura lógica, una dimensión
proyectiva. Esta dimensión es posible sólo en la medida en que exista esta ley de desarrollo
(das ökonomische Bewegungsgesetz der modernen Gesellschaft) que permita delinear el futuro de la
sociedad. El concepto, en este caso, no es un mero reflejo de la realidad de contexto, sino
que, mediado por una intelección de la sociedad a partir de la ley de su desarrollo, posee al
mismo tiempo una referencia proyectiva. Ambos aspectos, debe decirse, constituyen
indisolublemente el concepto de clase de Marx y Engels. En su capítulo inconcluso del tomo
III de El Capital Marx señala: «En Inglaterra es donde, indiscutiblemente, en su estructura
económica la sociedad moderna se encuentra más amplia y clásicamente desarrollada. Sin
embargo, ni aquí se destaca de forma pura esta estructura de clases. Clases medias y en
transición encubren también aquí por todas partes las definiciones de los límites. Esto es, no
obstante, indiferente para nuestro análisis, pues ya se ha visto que es tendencia constante y
ley de desarrollo del modo de producción capitalista... el convertir el trabajo en trabajo

3 Marx dice respecto de su obra máxima «...la finalidad última de esta obra es descubrir (enthüllen) la ley
económica que rige el movimiento de la sociedad moderna», Marx, K. Das Kapital, I, MEW, Bd. 23, Dietz
Verlag, Berlin, 1962, p. 15.

3
asalariado y los medios de producción en capital»4. Por lo mismo, será tendencia constante la
constitución de una sociedad con dos clases antagónicas, una que encarna al trabajo —la
proletaria— y otra que encarna al capital —la capitalista.
Se trata de un modelo de aproximación. En el horizonte una situación final caracterizada
por el biclasismo, en la sociedad realmente existente una mezcla entre la realidad ya perfilada
hacia ese horizonte y la que aún está desdibujada respecto de él. Se trata, por lo tanto, de una
realidad parcial pero que contiene en su interior el escenario futuro. Éste está presente, pero
al mismo tiempo ausente de la realidad concreta. A través de su investigación intentan ver
esta ausencia presente en la naciente sociedad industrial. En Engels esto puede verse con
claridad, por ejemplo, en su distinción entre el reino de la necesidad y el reino de la libertad. Este
último representa aquella situación donde los hombres construyen su historia como fiel
reflejo de sus intenciones, es decir, sin tropezar con efectos no intencionales de la acción. ¡No sólo
con los no deseados, sino que tampoco con los deseables o simplemente neutros! Mientras
así no sea, mientras la historia no sea el fiel reflejo de la razón instrumental, se viviría en la
prehistoria de la humanidad. Esta figura de un reino de la libertad es una medida ideal puesta en
el futuro por alcanzar que permite evaluar la irracionalidad del presente. La Dialéctica aquí hace
un diagnóstico crítico de la sociedad como barbarie, pero eso no quita que siga siendo
optimista, pues la teología de la historia aquí incorporada contiene ya el germen de su
superación positiva. En este diagnóstico la historia humana del presente dista bastante de este
principio o medida de lo propiamente humano; es decir, aquello que son, como dice Marx,
«... las más dignas y adecuadas condiciones de su naturaleza humana»5. Respecto de la
relación entre esta medida ideal y la historia humana real —entre reino de la libertad y reino de la
necesidad—, Engels dice: «Apliquemos esta medida a la historia humana, inclusive a los
pueblos más desarrollados del presente, así encontramos que aún en ellos existe una colosal
desproporción entre los objetivos previstos y los resultados alcanzados, que predominan los
efectos imprevistos y que las fuerzas incontroladas son mucho más poderosas que las puestas
en movimiento de acuerdo a un plan»6. Engels construye una medida de perfección y la
aplica a la vida social concreta. A partir de esa medida ideal evalúa la realidad como una
desviación respecto aquélla. Es, por supuesto, parecido, pero al mismo tiempo muy distinto
al modelo metodológico propuesto por Max Weber. En éste la construcción de dichas
idealidades tiene un sentido proyectivo, pero no en relación a una dialéctica de la historia
sino de mera medición y, en este sentido, para él, es «...una utopía que despierta al trabajo
historiográfico la tarea de descubrir, en cada caso singular, cuan cerca o lejos está la realidad
respecto de estas imágenes ideales...»7.
Para Marx y Engels, en cambio, estas imágenes ideales no tratan de una cuestión
puramente metodológica, sino de una realidad que desde las condiciones del reino de la
necesidad avanza efectivamente hacia el reino de la libertad. Aparece, sobre todo en Engels, una
teología de la historia, en la que radica el optimismo moderno de estos autores. Detrás de
este modelo de aproximación está evidentemente Hegel: «No es difícil ver... —dice el filósofo
alemán— que nuestro tiempo es un tiempo de natividad y de transición hacia un nuevo
periodo. El espíritu ha roto con el ser y la representación del mundo hasta aquí transcurrido,
4 Marx, K. Das Kapital, III, MEW Bd. 25, Dietz Verlag, Berlin, 1972, p. 892.
5 Marx, K. (1972), p. 828.
6 Engels, F. »Dialektik der Natur«, MEW, Bd. 20, Dietz Verlag, Berlin, 1971, p. 323.
7 Weber, M. »Die “Objektivität” sozialwissenschaftlicher und Sozialpolitischer Erkenntnis«, Gesammelte Aufsätze

zur Wissenschaftslehre, J. C. B. Mohr (Paul Siebeck), Tübingen, 1985, S. 191.

4
y en el hundimiento del pasado está el concepto y el trabajo de su transformación... [sin
embargo] Este mundo nuevo no tiene una realidad perfecta tanto como no la tiene el niño
recién nacido y es esencial no dejar a un lado esto. La primera aparición es su inmediatez o su
concepto. Así como no está listo un edificio cuando se establecen sus cimientos, tampoco el
concepto del todo que se alcanza es el todo mismo... La verdad es el todo. Pero el todo es
solo la esencia que se completa a través de su desarrollo. Se debe decir de lo absoluto que es
esencialmente resultado, que solo al final es lo que en verdad es»8.
En su contexto, Marx y Engels ven que la realidad aún no ha llegado a su realidad perfecta.
Que lo haga significa alcanzar el “completo” desarrollo de la estructura económica capitalista,
desarrollo que ellos han podido prever según los resultados de su investigación. Toda
situación previa es impura, de transición, pero al mismo tiempo una fase de la aproximación
a la identificación con el todo mismo, con la verdad que dicha realidad es.
A partir de esta constatación es posible afirmar, más claramente, que el concepto de
clase en Marx y Engels tiene, por decirlo de algún modo, dos niveles de referencia: el nivel del
contexto, y el nivel de lo proyectado en el futuro. El primero —contextual o empírico— le
es a Marx relativamente indiferente, en tanto posee una ley general que permite trascenderlo y
proyectarlo hacia una situación futura donde la realidad empírica de las clases coincide cada
vez más con una situación pura y alcanza el segundo nivel de referencia o de la proyección
futura. El desplazamiento de un nivel a otro es un proceso guiado por la Ley de desarrollo,
mediante la cual se hace cada vez más y más nítida la realidad empírica en relación a los
conceptos que la leen. La nitidez es aquí la desaparición progresiva de las clases intermedias
en transición. Esto es una consecuencia de la aproximación de la empírea al concepto; el
síntoma que denota el desplazamiento de la realidad hacia el lugar de su máxima intelección;
la coincidencia entre el aspecto contextual de la referencia y el aspecto proyectivo de ésta.

II. Clases como fenómeno y como esencia.

Teniendo en mente lo planteado es interesante revisar la ya tradicional controversia


respecto de la univocidad del concepto de clase de nuestros autores. Dicha controversia
tendría una justificación en la propia obra de Marx y Engels donde —según una breve
sistematización— lo que hallamos, por un lado, son referencias a ellas en cuanto derivaciones
analíticas de la estructura económica de la sociedad y, por otro muy distinto, referencias a las
clases en cuanto fuerzas socio históricas en lucha. En palabras de Erik Olin Wright, lo que
encontramos, por un lado, «... es un conjunto abstracto polarizado de los “huecos”
generados por las relaciones de clase», y, por otro, «... un mapa descriptivamente abigarrado de
agentes concretos en las luchas de clase»9.
Es paradójico que, dado un estudio de los textos de Marx y Engels acerca de las clases,
básicamente se encuentren maneras de referirse a ellas que el propio Marx —según la citada
carta a Weydemeyer— no concebía como su propio aporte a la temática. Abundarían textos
donde ellos se refieren a la “anatomía económica de las clases” —como era en los
economistas burgueses. Abundarían también los textos que describen el marco histórico
concreto de la lucha de clases —como lo hicieran, por su parte, los historiadores burgueses.
Lo que sería menos abundante precisamente son textos aclaratorios en los que el acento se

8 Hegel, G.W.F. Phänomenologie des Geistes, Reclam, Stuttgart, 1999, pp. 16, 22.
9 Wright, E. O. Clases, Siglo XXI, Madrid, 1994, p. 3.

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encuentre en el modo específico en que las clases se constituyen en relación a las fases
particulares históricas del desarrollo de la producción, como el mismo Marx pensaba que era su
aporte a esta temática. La carta de Marx a Weydemeyer pone los términos en que se juega
gran parte de la discusión clásica y moderna en torno al concepto de clase de Marx y Engels.
Por un lado, una concepción analítica de las clases derivada de las relaciones de propiedad en
el régimen de producción y, por otro, una concepción histórico-concreta de la lucha de
clases. La economía y la historiografía burguesa. Ambas concepciones han corrido por rieles
distintos hasta nuestros días. Efectivamente, hoy por hoy es muy fuerte la corriente de la
teoría de las clases que, sobre todo en la tradición inglesa, escudriña en la historia el fenómeno
de la formación y la acción de las clases. Por su parte, la perspectiva analítica que deriva
clases de la estructura económica de la sociedad ha tenido y sigue teniendo muy destacados
representantes10. Existe un hiato entre una concepción y otra. Ambas, como bien dice Olin
Wright, encuentran asentamiento en textos de Marx y Engels. Y, por ello, ambas dan pie a
interpretaciones distintas del problema de las clases en estos autores. Se trata, podemos
decirlo así, de la ancestral disputa entre enfoques estructuralistas y enfoques historicistas de
las clases sociales al interior del marxismo. Pero si se continúa con los términos de la carta de
Marx a Weydemeyer, es obvio que falta el enfoque que se vincule específicamente con lo que
Marx señalaba era su propio aporte al desarrollo teórico respecto de las clases sociales. La
tesis aquí es que tal enfoque cumple una función de bisagra pues precisamente viene a cerrar
las distancias entre las dimensiones histórica y analítico estructural de las clases. El aporte de
Marx, une y sintetiza lo que habría sido desarrollado con anterioridad como enfoques
irreconciliables por la economía y la historiografía burguesa. Efectivamente, el concepto de
clase de Marx y Engels —con su referencia de doble temporalidad (contextual y
proyectiva)— une estos dos planos. El primero, referido a la realidad histórica de las clases,
se correspondería con el aspecto contextual de la referencia del concepto de clase de Marx y el
segundo, analítico estructural, con el aspecto contextual cuando se lo considera como análisis
del presente, pero también proyectivo cuando se pone en juego la mencionada ley de desarrollo
de la sociedad moderna. Cabe recalcar aquí que la relación entre ambos planos —contextual
y proyectivo— es de una creciente cercanía en la medida que se va cumpliendo la ley de
desarrollo del régimen capitalista de producción y que sin esta función de bisagra del
concepto de clases en Marx y Engels, historia y marco analítico pierden su conexión.
Erik Olin Wright se dio perfectamente cuenta de ello: «Desde luego, Marx pensaba que
la tendencia histórica del capitalismo apuntaba hacia una creciente polarización en lo
concreto... Aunque existen unos pocos pasajes en los que reconoce el crecimiento de ciertos
“estratos intermedios” vagamente definidos, el espíritu dominante en su obra es el de resaltar
el carácter crecientemente polarizado de las relaciones de clase concretas propias de las
sociedades capitalistas. Sobre este supuesto, el hiato conceptual entre las categorías abstractas
y polarizadas que Marx usa para analizar las estructuras de clases y las categorías descriptivas
concretas que aplica al análisis de los agentes sociales en coyunturas históricas específicas,
tendería entonces a cerrarse con el tiempo. De esta manera, el movimiento real del desarrollo
capitalista produciría la correspondencia efectiva entre las categorías abstractas y concretas
del análisis de clase»11. El tercer término de la carta a Weydemeyer —el aportado por Marx—
viene a cerrar distancias en las tradicionales perspectivas respecto de las clases. Esto vale

10 Crompton, R. Clase y Estratificación. Una Introducción a los Debates Actuales, Tecnos, Madrid, 1994, p. 230.
11 Wright, E. O. (1994), pp. 3-4.

6
tanto para la época de Marx y Engels como para una interpretación contemporánea de la
moderna teoría e investigación sobre las clases sociales. Se trata de la radical importancia de
una teoría del capitalismo —una teoría de la historia, dicho más genéricamente—, sin la cual
no se produce la síntesis entre abstracción teórica y categorías descriptivas concretas que se
le adjudica al concepto bitemporal de clases en Marx y Engels. Este concepto de clases no
puede ser aislado de la “teoría del capitalismo”, pues al no mediar la ley que preside el
desarrollo de la sociedad capitalista, no es posible realizar el aspecto proyectivo de dicho
concepto. Esta mediación introduce una estructura temporal sin la cual toda vinculación
directa entre el plano histórico y el analítico proyectivo resulta ser teóricamente incorrecta y,
como ha demostrado la historia política, una interpretación peligrosa de la realidad.
Por otro lado, al considerar lo dicho más arriba, es posible mirar con ojos más críticos
la abundantísima literatura que ve “pura incoherencia” en el concepto de clase de Marx y
Engels cuando, en un lugar, hablan de dos, en otro, de tres y, en otro, de diez clases. Este
tipo de interpretación siendo, tal vez, correcta desde una consideración literal de los textos,
confundiría, según lo dicho, el aspecto contextual y el aspecto proyectivo de la referencia del
concepto de clase de nuestro autor. Si se solapa el horizonte con la realidad concreta,
efectivamente resulta una pura confusión. Con esto no se quiere señalar que Marx y Engels
fueran sistemáticos en su uso del concepto clase; por todos es conocido lo poco explícito
que resulta tal concepto al interior de su producción. La discusión y confusión posterior al
interior del marxismo, y también fuera de él, tiene justificación en este hecho, pero al mismo
tiempo y, como en todo lugar, no es posible justificar aquellas lecturas que simplemente
despachan la teoría mostrando cómo en dos textos distintos, muchas veces correspondientes
a diferentes épocas del autor, éste es contradictorio.
Es un lugar común impugnar la teoría de clases en Marx arguyendo una supuesta falta
de rigurosidad conceptual cuando éste se refiere, en su estudio histórico del golpe de Estado
bonapartista en Francia El dieciocho Brumario de Luis Bonaparte, a un total de diez agentes de los
conflictos sociales de la época: burguesía, proletariado, grandes terratenientes, aristocracia,
financiera, campesinos, pequeña burguesía, clase media, lumpen-proletariado, burguesía
industrial, altos dignatarios12 y, por otro lado, en su capítulo “Las clases” del libro III de El
Capital sólo identifica a terratenientes, capitalistas y los obreros asalariados, mientras que en
el libro II, es enfático en señalar que «..aquí sólo existen dos clases: la clase trabajadora, que
sólo dispone de su fuerza de trabajo, y la clase capitalista, que es la monopolizadora tanto de
los medios sociales de producción como del dinero»13.
El biclasismo se corresponde con el aspecto proyectivo de la referencia del concepto de
clase en Marx y Engels. El aspecto contextual podría identificar múltiples clases sociales y así
efectivamente lo hace. Esta manera de abordar el problema de las clases es coherente con su
metodología general, la que, por cierto, trasciende el tema de las clases en particular.
Pensando en el aspecto contextual y proyectivo del concepto de Marx, hace mucho sentido
constatar que para Marx «... en la realidad no ocurre nunca más que la mera aproximación;
pero esta aproximación es cada vez mayor mientras más se desarrolla el modo de producción
capitalista y cuanto más se han eliminado las impurezas y el revoltijo con restos de estadios
económicos anteriores»14. Esta concepción que es la que hace primar en la citada apreciación

12 Wright, E.O. (1994), p. 2.


13 Marx, K. »Das Kapital, II«, MEW Bd. 24, Dietz Verlag, Berlin, 1963, p. 419.
14 Marx, K. (1972), p. 184.

7
de la situación de las clases en Inglaterra, supone una distinción fundamental entre el
fenómeno —lo fáctico, lo empírico— y la ley —la abstracción de construir el concepto
analítico que lo aprehende y lo hace inteligible15. Es claro que en nuestros autores lo existente
en el sentido positivista del término no completa la realidad. Ellos elaboran categorías
analíticas que representan una abstracción de la realidad, pero que se elaboran a partir de
ella16. Una vez constituidas estas categorías, permiten concebirla como una realidad en proceso.
La ley en este sentido, tal como lo hemos visto respecto de las clases, permite proyectar el
plano fenoménico hacia una situación donde la realidad es aproximativamente coincidente con
su esencia. La realidad concreta queda puesta más allá de sí misma, en una dimensión
temporal que la trasciende. Y esto porque para Marx «... toda ciencia sería superflua si la
forma fenoménica y la esencia de las cosas coincidieran de modo inmediato»17. En este
sentido, como la coincidencia se concibe temporalmente mediata, a Marx le resulta
relativamente indiferente el hecho de que en su propio contexto la realidad de las clases aún
contuviera impurezas. La estructura biclasista no describe a ninguna sociedad en el sentido
fenoménico y sería, por lo tanto, un error intentar leer la realidad concreta de una sociedad
simple y solamente a partir de esa estructura.

III. Desbaratamiento de la Situación Originaria. La ruptura del concepto de clases.

La relativa indiferencia de Marx respecto de la situación histórico-concreta de las clases


está dada por la performatividad de los rendimientos de su investigación científica. A partir
de la legalidad descubierta, Marx cuenta con una confianza incuestionable en la existencia y
relevancia histórica de las clases sociales. Esa confianza, es cierto, es producto de la fortaleza
de su investigación. Sin embargo, por otro lado, no hay que olvidar que esa investigación
tiene un suelo nutricio en la existencia flagrante y pujante que en su contexto tenían los
procesos sociales que él relacionaba con las clases. En otros términos, dicha confianza no
sólo tiene raíz en una abstracción teórica, sino que adquiere fuerzas a partir del propio
contexto de Marx. La previsión de Marx se juega tanto en un plano ontológico como
epistemológico o, dicho más exactamente, en la relación directa y solidaria entre ambos
planos.
En el Prólogo de 1867 al Libro I de El Capital, el autor dice: «En Inglaterra el proceso
revolucionario se puede tocar con las manos. A partir de un cierto punto deberá repercutir
sobre el continente»18. Si consideramos que, desde su perspectiva, los procesos
revolucionarios coinciden con la madurez de las clases sociales, se hace evidente la impresión
que tiene Marx respecto de la proximidad entre el concepto de éstas y su realidad empírica. La
realidad a la que se refiere el aspecto contextual de su concepto de clase aparentemente era
muy próxima a la realidad a que hace referencia su aspecto proyectivo. La realidad es
palpable pues está muy cerca del nivel del concepto. Este era el contexto en el que
entusiastamente Marx realizó su investigación. A esta situación de proximidad la llamaremos
originaria. Ella se refiere, por cierto, a la relación entre el concepto y la realidad empírica en
una sociedad concreta: Inglaterra. Para Marx Inglaterra era el hogar clásico del régimen capitalista
15 Hinkelammert, F. Las armas ideológicas de la muerte, DEI, San José-Costa Rica, 1981, pp. 70 y ss.
16 Marx, K. "Einleitung [zur Kritik der politischen Ökonomie]", MEW Bd. 13, Dietz Verlag, Berlin, 1961, pp.
621 y ss.
17 Marx, K. (1972), p. 825.
18 Marx, K. (1962), p. 15.

8
de producción y por ello tomó a este país como principal ejemplo de sus investigaciones teóricas. En ella
encontraba manifestaciones concretas y evidentes de un proceso que se perfilaba según la
línea de sus anticipaciones teóricas.
Para Marx el orden capitalista es una fase históricamente transitoria del desarrollo de la
producción social. De acuerdo a esto, descubrir la ley que preside el movimiento de la sociedad
moderna le permite identificar las tendencias constantes que están en la base de la ruptura con
ese orden. La situación originaria es simplemente un contexto que, siendo parcial respecto de
las proyecciones realizadas por Marx, es percibido en lo fundamental como muy próximo al
contexto futuro que estas proyecciones describen. En la situación originaria se desarrollaría
abierta e indeclinablemente el proceso hacia el biclasismo. Por un lado, se constituye un
grupo integrado por unos “cuantos usurpadores” capitalistas y, por otro, se constituye la
“masa del pueblo” que es también el proletariado. «Las demás clases se degradan y extinguen
con la gran industria»19.
Revisemos rápidamente las proyecciones de Marx respecto de las clases y la sociedad
capitalista: a medida que el régimen capitalista se desarrolla se va simplificando la estructura
de clases. El biclasismo, como hemos visto, se encuentra en el horizonte de tal desarrollo.
Las clases intermedias por su parte agonizan y perecen en el mismo proceso. La
«...expropiación se efectúa a través del juego de las propias leyes inmanentes de la producción
capitalista. Cada capitalista asesina a otros muchos. Paralelamente a esta centralización o
expropiación de muchos capitalistas por unos pocos se desarrolla en una escala cada vez
mayor la forma cooperativa del proceso de trabajo... Con la permanente disminución del
número de magnates capitalistas, que usurpan y monopolizan las ventajas de este proceso de
transformación, crece la masa de la miseria, de la opresión, del esclavizamiento, de la
degeneración, de la explotación, pero también la indignación de la clase trabajadora, que a su
vez está cada vez más entrenada, unida y organizada, como producto de los propios
mecanismos del proceso capitalista de producción.... La centralización de los medios de
producción y la socialización del trabajo alcanzan un punto en que se hacen incompatibles
con su envoltura capitalista. Esta salta hecha añicos. Suena la hora final de la propiedad
privada capitalista. Los expropiadores son expropiados»20. La ley de desarrollo de la sociedad
moderna acarrearía este proceso indeclinablemente, y la situación originaria confirmaba este
proceso.
Sin embargo, las proyecciones realizadas por Marx no ocurrieron. Las clases no
siguieron el camino trazado a partir de la ley de desarrollo del régimen capitalista de producción.
En otros aspectos se puede reconocer el mundo contemporáneo a partir del descrito por
Marx y Engels en 1848. Ciertos pasajes del Manifiesto Comunista, 150 años más tarde nos
impresionan como exactas anticipaciones a nuestro mundo. En el ámbito de las clases, sin
embargo, las predicciones marxianas no han corrido la misma suerte. Más allá de lo acertado
que podamos considerar ciertas previsiones de Marx respecto de la concentración de capital
en una economía globalizada y de grandes transnacionales como es la nuestra, lo cierto es
que respecto de las clases no es muy alentador el panorama. En este sentido existe un claro
consenso. La crítica se ha desarrollado tanto al interior del marxismo como en las tradiciones
que lo fustigan.

19 Ibid., p. 791.
20 Ibid., pp. 790-791

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Schumpeter y Galbraith dicen que el concepto de clase de Marx sirvió para el siglo
XIX, pero ya no en nuestro siglo. Se argumenta —ratificando lo que aquí hemos llamado
situación originaria— que cuando Marx escribió, los obreros no eran una cosa ambigua en
términos de su realidad como sector de la sociedad: el 90% de los asalariados eran obreros.
Hoy los asalariados son una capa mucho más amplia de la población y por otra parte la
nueva fábrica de la robótica y la informática, eliminan la imagen del obrero de planta del siglo
XIX y gran parte del siglo XX. Las clases existieron entre 1750 y 1950 en el mundo
occidental, dice Daniel Bell21. Marx confirma lo dicho respecto de su contexto alegando lo
cuantitativamente irrelevante de un tipo de trabajo complejo (skilled labour) que pudiera
diferenciarse del característico trabajo corriente o trabajo simple que le era propio a la
mayoría asalariada: «... no debe creerse que el llamado skilled labour ocupa una proporción
cuantitativamente significativa en el trabajo nacional»22. Para, luego de analizar algunas
estadísticas de Inglaterra, decir taxativamente junto con James Mill: «La gran clase que no
puede dar a cambio de alimento más que un trabajo corriente es la gran masa del pueblo»23.
Por su parte Adam Przeworski señala que: «A mediados del siglo XIX, las
connotaciones teóricas de la idea de proletariado, definida sobre la base de la separación de
los medios de producción, correspondía muy aproximadamente a la idea intuitiva del
proletariado como obreros manuales principalmente industriales. Todavía no ha surgido
ninguna ambigüedad porque las condiciones materiales se correspondían muy de cerca con la
descripción teórica». Sin embargo —agrega— «en 1958 esta definición incluía a secretarias y
ejecutivos, enfermeras y colectivos de abogados, profesores y policías, operadores de
ordenadores y directores ejecutivos. Todos son proletarios, todos están separados de los
medios de producción y obligados a vender su capacidad de trabajo a cambio de un salario...
Por las razones que sea, algunos proletarios ni actúan como proletarios ni piensan como
proletarios»24. Qué rol juega un concepto tal, cabe preguntarse, en un marco de
heterogeneización creciente en el plano ocupacional, desindustrialización, gran crecimiento
del sector servicios, reforzamiento del papel del mercado y del capital respecto del estatal,
cambios en la propiedad en el sentido de que el terreno de creación de riqueza y de poder se
manifiesta grandemente en el flujo de comercio, en los derechos de propiedad de las
corporaciones y de los bienes raíces; por último, otro elemento a destacar es la importancia
crucial de la cualificación en el trabajo. Factor, este último, que contemporáneamente es
reconocido de forma inapelable como constitutivo de las diferenciaciones de clase, pero que
en su tiempo —bajo los nombres de trabajo complejo (skilled labour) y trabajo simple
(unskilled labour)— Marx tendía a subsumir bajo el gran criterio de la propiedad como medio
de la explotación. Como sea, es claro que posteriormente la diferencia de cualificación en el
trabajo significó la desfundamentación de la sentencia que asociaba deterministamente el
trabajo asalariado al pauperismo.
El biclasismo como proceso en desarrollo ha sido absolutamente refutado por la
historia. Las clases intermedias más que agonizar y perecer se muestran como una gruesa
realidad. No es posible asociar deterministamente pauperización a proletariado, etc. La
21 Bell, D. The Winding Passage: Essays and Sociological Journeys 1960-80, Cambridge, Mass, ABT Books, 1980, p.
xviii. Para una análisis de la destrucción disolución de la cultura de la clase, ver: Bell, D. Die kulturellen
Widersprüche des Kapitalismus, Campus Verlag, Frankfurt am Main, 1991, pp. 53 y ss.
22 Marx, K. (1962), p. 212.
23 Ibid., p. 212.
24 Przeworski, A. Capitalismo y socialdemocracia, Alianza, México, 1990.

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realidad del capitalismo contemporáneo ha desbaratado la proyección realizada por Marx
durante el siglo XIX. La realidad, en lugar de mostrarse en situación de aparente proximidad
con el concepto denotaría hoy más bien una clara distancia. En una palabra: se habría
subvertido la situación originaria. Ella existió y dio pie a las proyecciones de Marx. Ahora
muchas de esas proyecciones se han mostrado erradas, el contexto de Marx no se desarrolló
como él había previsto. Ese contexto queda en el pasado como la situación originaria del
marxismo. Esto trae consigo la destrucción de la ley de desarrollo del capitalismo, y con ello
la separación de las dimensiones contextuales y proyectivas del concepto de clase.
Efectivamente, al ser refutada la ley de desarrollo de la sociedad capitalista, ella deja de
cumplir su función bisagra entre el aspecto contextual y proyectivo del concepto de clases.
Junto con dicha ley, la relación entre estos elementos salta hecha añicos. Ellos se divorcian.

IV. Consecuencias conceptuales de la ruptura.

Los cambios al nivel de la realidad tienen profundas consecuencias al nivel teórico e


investigativo. Existe una suerte de consenso en señalar que esta reconfiguración del concepto
clase se juega en la relación que hay entre el desarrollo de la teoría de las clases, por un lado,
y el reconocimiento de las transformaciones sustantivas en el carácter del capitalismo del
siglo XX, por otro. Dicho en palabras de Cromptom: dos factores enturbian las aguas de la
teoría de clases «...en primer lugar, los debates en el terreno de la teoría... y, en segundo, la
rapidez de los cambios sociales y económicos que esas teorías intentan explicar»25. En lo que
sigue nos dedicaremos a analizar algunas consecuencias al nivel conceptual de las
transformaciones sociales y económicas arriba enunciadas.
La desestructuración del concepto de clases en Marx, tal y como lo hemos aquí
entendido, tiene al menos dos consecuencias fundamentales: por un lado, la separación de las
estrategias histórico-prácticas de las analítico estructurales y, por otro, dada la imposibilidad
de trascender lo dado a través de una ley de desarrollo de la sociedad, la vuelta a un crudo
empirismo de la teoría de las clases. Ambas consecuencias tienen origen en la
desestructuración de la situación originaria.

a) Clase en el sentido político y sociológico moderno, emergió como un concepto en y para


las sociedades del capitalismo industrial decimonónico. Las clases que Marx proyecta tienen
un papel protagónico en sus proyecciones revolucionarias respecto de la sociedad capitalista.
Toda esta concepción, sin embargo, como hemos visto, contrasta con gran parte del
desarrollo posterior de la teoría marxista de las clases. Se han desunido las estrategias clásicas
del estudio de las clases que Marx identificara, en su carta a Weydemeyer, con la
historiografía y la economía burguesa, respectivamente. El hilo de unión —el instrumento de
cierre del hiato entre lo concreto y lo abstracto, por decirlo así— era el enfoque de Marx que
ya hemos revisado. Esta separación es, en realidad, un síntoma claro de la destrucción del
momento comprehensivo: el enfoque propiamente marxista del estudio de las clases.

La teoría marxista de las clases continúa su desarrollo por medio de la historiografía


marxista y también por medio de un intento por adecuarse empíricamente mediante, por un
lado, la defensa de su criterio identitario —la propiedad de los medios de producción— pero

25 Cromptom, R. (1994), pp. 29 y 229.

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al mismo tiempo mediante la búsqueda de criterios complementarios. Efectivamente, este
proceso de reestructuración conceptual ha girado o en torno a la historiografía o al
establecimiento de marcos criteriológicos que buscan una “clasificación correcta”. Con ello,
las alternativas que se presentan son la tendencia: o a prescindir de la solidez histórico
contextual del concepto o, por el contrario, a prescindir de la dimensión teórico-abstracta de
él.
La perspectiva histórica se ha desarrollado desde abajo dando contenido concreto al
concepto de clase a partir de la categoría de “experiencia” o explicando históricamente la
formación de clases26. Por otra parte, la perspectiva analítico estructural se desarrolla desde
arriba muchas veces como una mera clasificación de individuos de acuerdo a ciertos marcos
de clasificación, los que pueden estar o no asociados a sectores efectivamente constituidos en
la realidad. Esta separación hace estragos en la clásica investigación de las clases sociales.
Stavenhagen decía, hace ya tres décadas, que «mientras que en la sociología clásica del siglo
XIX el concepto “clase” se refería no solamente a grupos sociales identificables sino sobre
todo a fuerzas sociales que actuaban en el escenario de la historia, en la literatura sociográfica
actual el concepto de clase parece haber perdido sus aspectos dinámicos y se emplea
sencillamente para señalar la existencia de ciertos agrupamientos —supuestos o reales— que
integran una jerarquía social».27 Autores como Gurvitch y Dahrendorf hicieron ver que con
esto se dificulta la investigación sociológica producto de la confusión entre la clasificación de
individuos en una escala social, por un lado, y el análisis socio-histórico, por el otro28.
Por su parte, las investigaciones centradas en el plano historiográfico han sido
criticadas por su distanciamiento de la perspectiva teórico-epistemológica del marxismo.
Según esta crítica, sería difícil hablar de una investigación histórica marxista cuando el papel
del criterio de propiedad de los medios de producción —núcleo conceptual e identitario de la
teoría marxista de las clases— tiene en dichas investigaciones tan poca relevancia. Las
estrategias analítico-estructurales, por su parte, en busca de una “clasificación correcta”, se
han alejado, unas veces más otras veces menos, del criterio de la propiedad. Muchas páginas
se han escrito a propósito de la defensa de este criterio y muchas también en la identificación
de otros que lo acompañen. Se trata, por lo demás, de una extensa y muy válida producción
intelectual. Este criterio es, después de la expulsión de la situación originaria de la teoría, lo que
queda en pie y, por ello, es una fuente de identidad teórica que ancla a la teoría marxista a sus
castigadas raíces.
Una vez expulsada de su situación originaria, la teoría marxista de las clases, en su
desarrollo, ha intentado readecuarse al nuevo contexto. Se encontró forzada —producto de
su inadecuación— a buscar nuevos desarrollos conceptuales que le permitieran reconocer el
escenario que había refutado las predicciones de su padre fundador. Todos los que venden
su fuerza de trabajo, por no poseer más que eso, satisfacen el criterio marxiano de la no
propiedad de los medios de producción. Los incluidos, como se dijo, trascienden por mucho
a la clase obrera entendida clásicamente. Ello, junto a otros fenómenos, trastorna a la teoría
clásica. Por su lado, gran parte de la teoría contemporánea, a raíz de esto, se debate en torno
26 Meiksins, E. “El concepto de clase en E. P. Thompson”, Cuadernos Políticos, N° 36, México, 1983. Cromptom,
R. (1994), pp. 14-15.
27 Stavenhagen, R. “Las relaciones entre la estratificación social y la dinámica de clases”, en: Leeds, A. (ed.)

Social Structure, Stratification, and Mobility, PanAmerican Union, Washington, D.C., 1967.
28 Gurvitch, G. El Concepto de Clases Sociales desde Marx a Nuestros Días, Nueva Visión, B. Aires, 1973;

Dahrendorf, R. Las Clases Sociales y su conflicto en la Sociedad Industrial, Rialp, Madrid, 1962.

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al intento de volver a fijar el concepto de clase a partir de una nueva línea divisoria correcta.
Para ello, requiere de la inclusión de otros criterios y, por ello, de nuevos marcos
clasificatorios. El dilema es el siguiente: se pretende conservar el esquema general de Marx
pero al mismo tiempo incluir nuevos criterios para trazar una línea demarcatoria. Se
mantiene la dimensión del conflicto, pero se la pretende fundar más allá del mero criterio de
la propiedad de los medios de producción y, derivado de esto, reconocer una estructura de
clases más compleja que la que supone el mero conflicto central entre capitalistas y obreros.
La elección de los criterios que permitan esto genera una disputa teórica que desperdiga a la
teoría marxista de las clases. Ejecución o no de funciones globales del capital, clases políticas
y masas, trabajo manual y no manual, dominación como requisito de la explotación; han sido
algunos de los criterios en disputa29.
Al tender a desligarse de una dependencia absoluta del criterio tradicional de la
propiedad, los criterios “más finos” tienen que investigar al interior de la división del trabajo.
Dentro de este nuevo plano objetivo los criterios se centran en dirimir entre uno u otro tipo
de empleo. Es, como dice Parkin, «...dentro de la división del trabajo, antes que en las
relaciones de propiedad, donde se encontrarían las divisiones de clase pertinentes para la
conducta»30. Habiendo privilegiado, para los ejercicios clasificatorios, el plano de la división
del trabajo, el análisis de clases tiende a vincular a éstas con agregados ocupacionales. El
esfuerzo consiste, dice Rosmary Cromptom, en «construir un esquema de clase teórico
universalmente válido basado en la estructura del empleo»31. Se trata de un «cambio radical
en el marco de referencia teórico —señala Frank Parkin—: de uno organizado en torno a las
ideas centrales de mutuo antagonismo e incompatibilidad de intereses se pasó a otro
organizado en torno a los datos empíricos de la mera diferenciación social»32. La
problemática por estudiar deja más bien a un lado la dimensión del conflicto basado en la
propiedad de los medios de producción para dirigirse fundamentalmente a las diferentes
categorías ocupacionales, distinguidas según su capacidad de otorgar determinadas cantidades
y formas de poder económico y social a quienes bajo ellas son agrupados. La problemática
pasa a ser la desigualdad social y sus causas, cuestión que sólo indirectamente puede asociarse
al concepto marxista clásico de clases.

b) Como ya hemos dicho, contemporáneamente, las clases entendidas como entidades


protagonistas de la dinámica histórica —el estudio histórico de la lucha de clases— y la clase
en cuanto concepto derivado de alguna anatomía económica de la sociedad, caminan por
sendas distintas. Dicho en palabras de un texto muy reciente: existe probada evidencia de que
se ha desarrollado un abismo cada vez mayor entre, por un lado, los análisis realizados desde
esquemas teóricos cada vez más formalizados y, por otro, los análisis históricos y
contextuales de la formación y la acción de clase.33 Se trata de un concepto simplemente
empírico que puede manifestarse, siguiendo al Marx que escribe a Weydemeyer, mediante un
estudio histórico —el de la historiografía burguesa— o mediante un estudio de la anatomía
económica de la sociedad —el de los economistas burgueses. Ambos desarrollos existen
contemporáneamente en el marxismo. Lo que aparentemente falta es la intermediación entre
29 Parkin, F. (1988), p. 687.
30 Ibid., pp. 688 y 690.
31 Cromptom, R. (1994), p. 237.
32 Parkin, F., (1988), p. 701.
33 Cromptom, R. (1994), p. 230.

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una y otra estrategia. Se trata, como ya es sabido, nada más y nada menos que de la “teoría
del capitalismo” que permita proyectar un desplazamiento desde el plano histórico concreto
al plano analítico conceptual proyectado.

Efectivamente, la refutación de las proyecciones de Marx es, en realidad, la refutación


de la ley de desarrollo del régimen capitalista en que tales proyecciones se sustentaban. El
marxismo contemporáneo adolecería, en el sentido aquí expuesto, de una teoría del
capitalismo. Esta simple constatación subvierte la temporalidad mediata del concepto de
clase en Marx. La ley de desarrollo del capitalismo permitía, recordémoslo, proyectar más allá
de lo empírico a las clases sociales. Se desarrollaba, a partir de esta ley, un aspecto contextual
y otro proyectivo del concepto. Dicho en otros términos: bajo el concepto de Marx, lo
fenoménico no coincidía inmediatamente con la esencia. En la medida que esto permitía
concebir la realidad de las clases como un proceso de constitución, era posible hablar de una
temporalidad mediata en la que el concepto se realizaba. Con la refutación histórica de las
proyecciones, se pierde la posibilidad de esta temporalidad mediata del concepto puesto que se
hace imposible realizar el aspecto proyectivo de éste. La teoría de clases debe reducirse a una
consideración puramente empírica. Hablar aquí de un aspecto contextual es incorrecto pues
éste suponía su contraparte proyectiva. La estructura del concepto, como es evidente, se
simplifica pues, frente a la ausencia de una teoría del capitalismo, sólo puede buscar
establecer una relación inmediata con la realidad. En una palabra: el concepto de clase queda
reducido a un concepto empírico de las clases sociales. Así lo demuestra tanto la perspectiva
histórica como la analítico-estructural, en las que se desenvuelve la teoría de clases
actualmente.
Este desarrollo contemporáneo de la teoría de las clases carga con su expulsión de la
situación originaria. Esta carga consiste en la imposibilidad de despegarse de la manifestación
concreta de las clases y proyectarlas en coherencia con una visión del desarrollo del régimen
de producción capitalista. Se trata de una especie de condena empiricista pues los daños que
infringe la refutación radical por parte del desarrollo del capitalismo a la estructura del
concepto de clase en Marx consisten fundamentalmente en desbaratar su temporalidad mediata
y, por tanto, su propio enfoque metodológico. El reemplazo es por una relación realidad
concepto de temporalidad inmediata. Bajo esta relación se pretende una coincidencia inmediata
entre el plano fenoménico y la esencia.
Marx pierde el lugar en que se ubicaba —entre la historiografía y la economía
burguesa— en su carta a Weydemeyer y la teoría de las clases se debate entre las dificultades
y estrategias de reposicionamiento después de ser expulsada de la situación originaria.
El desafío como siempre no sólo radica en el plano de la praxis sino también en el
teórico y metodológico. El esfuerzo más importante del siglo XX en este sentido fue el
trabajo de Georg Lukács Historia y Conciencia de Clase. Para él la diferencia entre los métodos
históricos de la burguesía y los del materialismo histórico radicaba precisamente en que este
último nos permite al mismo tiempo ver el presente desde el punto de vista histórico, es
decir, descubriendo en él no sólo los fenómenos de la superficie, sino también las fuerzas
históricas motoras más profundas que motivan los acontecimientos en la realidad34. Lo que
hemos dicho sobre el concepto de clases en Marx puede extenderse sin mayores dificultades
a Historia y Conciencia de Clase: el pensamiento de Lukács habita aún en la Situación Originaria, y

34 Lukács, G. Geschichte und Klassenbewußtsein. Studien über marxistische Dialektik, Luchterland, Berlin, 1968, p. 357.

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deberá sufrir mas tarde los embates epistemológicos de la ruptura de esa situación. Siendo
así, no es difícil ver que el desbaratamiento del concepto de clases de Marx representa un
triunfo del método burgués. Frente a este punto cero de la crítica tradicional, la declaración
postmoderna del desaparecimiento de la sociedad misma parece tan precaria como el uso
ingenuo de las categorías tradicionales de clase. Hoy habitamos un mundo con una
conciencia supra-desarrollada para las diferencias. Ellas, sin embargo, no eran menos reales
cuando el concepto de clases gozaba de vigencia; eran distintas, pero no menos reales y,
sobre todo, se dejaban subsumir como realidades relativamente accesorias frente a la
centralidad de una categoría como la de las clases sociales. Ellas eran vistas como nacida del y
enfrentadas directamente al capitalismo. El capitalismo es otro, pero permanece; las
diferencias son otras, pero permanecen; la producción de grupos asociados a la dinámica del
capitalismo no se deja inscribir bajo el concepto de clases de Marx, pero la larga y conflictiva
producción de categorías sociales con individuos conscientes de la equivalencia de
situaciones biográficas, asociadas a una representación del moderno sistema capitalista como
determinante de esas biografías, es una cuestión abierta. Una representación teórica y crítica
del capitalismo es, por ello, fundamental. En el concepto de clases de Marx esto es central y
así permanece. Tanto como la crítica de los movimientos sociales al capitalismo no está y ni
ha estado a salvo de los cambios de este sistema; él no está a salvo de la crítica de los
movimientos históricos.

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