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¿Qué es la Argumentación?

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Convencer a otro es un gran desafío. Quien lo intente debe utilizar argumentos
adecuados para demostrar que tiene razón.
Prendemos la radio. Un locutor sostiene que el jabón “Burbujas” es el mejor limpiador
del mercado y explica con detalle las conveniencias del producto. Mientras tanto, en la
pantalla de la televisión un grupo de mujeres debate acerca de la educación de los
adolescentes. Presionamos el botón del control remoto. En otro canal, un político nos mira a
los ojos mientras nos asegura que la plataforma de su partido es el plan de gobierno que el
país necesita. Miramos el diario y encontramos el relato detallado de los alegatos con los que
un abogado defiende al acusado de una estafa. Suena el teléfono: un amigo nos quiere
convencer para que vayamos al gimnasio o a bailar.
¿Qué tienen en común todas estas situaciones comunicativas? Se trata de un conjunto
de situaciones de argumentación. En cada caso, el emisor busca persuadir, convencer al
destinatario mediante el uso del lenguaje. En los ejemplos anteriores, el mensaje
publicitario intenta persuadir a los oyentes para que compren un producto; las mujeres que
debaten procuran demostrar la validez de sus opiniones, el político quiere convencer a sus
votantes, el abogado procura inclinar a los jueces para que den una sentencia favorable,
nuestro amigo desea convencernos para que realicemos una actividad física o para que
vayamos a divertirnos.
Todo argumentador plantea una opinión o tesis y presenta razones o argumentos para
que el destinatario adhiera a esa tesis. Para convencer el destinatario de la argumentación, el
emisor organiza cuidadosamente su discurso. Pone en juego una serie de estrategias
tendientes a influir sobre su auditorio o sus lectores con el objetivo de modificar su manera
de pensar acerca de un asunto opinable.
La organización de las ideas, la selección del léxico y el empleo de conectores son
algunas de las tareas involucradas en la actividad de argumentar. En la argumentación oral
también adquiere relevancia el valor persuasivo de los gestos, las actitudes y las expresiones
del orador.
Además, quien argumenta tiene en cuenta las características (psicológicas, sociales,
culturales, etc.) de su destinatario y ese conocimiento le permitirá emplear en forma más
eficaz las estrategias de persuasión. El discurso argumentativo se dirige siempre a un
destinatario al que se considera capaz de reflexionar, de pensar y de evaluar. A veces el
éxito de una conducta argumentativa se mide en la respuesta del destinatario. Tal es el caso
de la argumentación empleada con fines publicitarios o de propaganda: el receptor
persuadido puede responder con la compra de un producto o con un voto a favor del candidato
político.
Finalmente, la argumentación no es un género por ello difícilmente lo encontraremos
en “estado puro”. Es posible reconocer este tipo de superestructura en géneros discursivos
muy diferentes en lo formal (verbal, visual, sonoros, audiovisuales) y en su intencionalidad

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Extracto de material de estudio elaborado para el 4to. año de la Escuela Superior de Comercio Manuel
Belgrano (UNC), elaborado por la prof. Lic. Cecilia Dell´Aringa
(proselitista, publicitario, estético), por ello encontramos la superestructura argumentativa no
sólo en publicidades y propagandas sino también en otros géneros como los periodísticos
(editorial, columna de opinión, carta de lectores, etc.), literarios (cuentos, poesías, ensayo),
canciones, películas, etc.

En síntesis,
PRODUCCIÓN DE TEXTOS ARGUMENTATIVOS
Para elaborar un texto argumentativo es fundamental no confundir la tesis con el
tema. Por ejemplo: la violencia en la sociedad  TEMA; “La violencia es una conducta
aprendida y nuestra cultura es una eficiente maestra”  TESIS.
Dentro del discurso argumentativo, la TESIS es una idea polémica que hay que
defender mediante argumentos, de este modo la mera expresión de acuerdo o desacuerdo con
un tema o posición, no representa ninguna idea polémica y, por lo tanto no tenemos ninguna
tesis. Por ejemplo, si tuviéramos que argumentar sobre la violencia en nuestra sociedad
(tema), enunciar “Si (o no) estoy de acuerdo con….”, “No comparto las conductas violentas”,
etc., no constituyen ninguna idea polémica sino la manifestación de un acuerdo o desacuerdo
con determinado tema o idea. Por el contrario el enunciado “La violencia es una conducta
aprendida y nuestra cultura es una eficiente maestra” sí constituye una tesis porque de ella
no sólo se desprende una valoración sobre el tema (en este caso negativa), sino también
expresa un punto de visto polémico: por un lado que la violencia es aprendida (por oposición
a otras posturas que podrían considerar la violencia como algo natural o instintivo) y, por
otro, que la cultura es su transmisora (aquí completa la idea señalando al responsable).
Los argumentos son las respuestas al por qué opino eso sobre la violencia. Para que
estos tengan mayor fuerza persuasiva, utilizaremos una serie de recursos lingüísticos o
paralingüísticos para alcanzar nuestro objetivo (persuadir al destinatario). Dichos recursos
son estrategias argumentativas. No debemos confundir argumentos con estrategias: los
argumentos son las razones que esgrimimos para apoyar la tesis, mientras que las estrategias
se relacionan con la forma de expresar dicho argumento (como una analogía, una falacia,
etc.).
Las estrategias argumentativas mas frecuentes son:

 Analogía  Enumeración
 Apelación a la emotividad  Falacia (*)
ESTRATEGIAS  Apelación al receptor  Generalización
LINGÜÍSTICAS  Causa-consecuencia  Ironía
 Cita de autoridad  Nosotros inclusivo
 Concesión  Paradoja
 Ejemplificación  Pregunta retórica

 Diagramación
ESTRATEGIAS  Imágenes
PARALINGÜÍSTICAS  Color  Tamaño
 Tipografía  Cursiva
 Negrita
 Uso de comillas

(*) Las falacias son razonamientos incorrectos pero que aparentan ser correctos, por
eso son engañosos o erróneos ya que el hilo del razonamiento vulnera alguna regla lógica.
Su fundamento es la pretensión de ser convincentes o persuasivos. A menudo somos falaces
cuando por ejemplo, estamos en contra de una posición defendida por alguna persona y en
vez de rebatir o atacar los argumentos de esta, atacamos o desacreditamos a la persona. Por
ejemplo: “la presidenta no puede controlar la economía porque es mujer”. El poder para
controlar (o no) la economía depende de variables que nada tienen que ver con su condición
de mujer.
También incurrimos en este tipo de razonamiento cuando relacionamos la verdad o
falsedad de una premisa con la cantidad de personas que adhieren o no a ella, es el caso de
“… porque la mayoría lo cree/hace/dice…”: “La película Gravity es excelente porque batió
todos los récords de taquilla.”

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