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-'7EO No.
-.-.'e rsidad
Frattcisco Peítarnrbia (*) uiero exponer unas reflexiones sobre
supcrvisión, sin referirme aquí ni
1a
' :l). Edit. al proceso, ni al paciente ni a otros
aspectos de los que he escriro err
otros artíclllos para centrarme en algunas cor-rsideraciones sobre el terapeuta
sr.rpervisado (Peñarrubia, 1994).
Ser terapeuta es tan dilícil y arriesgado como ser persona. No lo concibo por
tanto ¡ri como un rol ni como ur-ra profesión, sino a lo máximo como un oficio
\'-ientos. (entendiendo que nos referirnos a una vocación); un oficio artístico que echa raíces
en el interior, que se alimenta de inseguridad y qr-re crece apelando a todos los
. Perfiles
recufsos creativos de que somos caPaces.
La supenisión del terapeuta actualiza esta práctica tradicior-ral de los gremios
artesanales donde el aprendiz da sus primeros pasos ante ia mirada más experta
del maestro. Esto no quiere decir que la supervisión só1o le sina al aprendiz. Lo
-::OS. que pasa es que el terapeuta principiante tiene algo entrañable: el estado de gracia
del neófito.
Desafortunadamente, este estado de gracia inicial luego se va perdiendo:
Cuanto más sabe uno, más cuenta se da de lo mucho que no sabe, además de
percler ia frescura original los benditos riesgos de la uinconscienciar, que acaban
haciéndonos más expertos y serios y paralelarnente más couservaclores.
,T PARA A1 terapeuta novato se le cliagr-rostican actitudes mesiánicas y entusiastas,
irnpaciericia por curar ai otro, narcisismo omnipotente y coses parecidas con las
a realidad
que estov de acuerdo pero llo censuro.
Instiruto Yo creo que sin narcismo (si es que esto puede concebirse) nadie se metería
¡lll
en este oficio tan cornplicado y comprometido. Así, conclu),amos que dicho
t . Herder. narcisismo es, primeramente, inevitable; en segundo lugar, útil como tnotor
prolbsional y por írltimo tema fundan'rental de trabajo interior, pues antes o despr,rés
. ERAPIA
uno acaba descalabránc-lose y de eso se suele aprencler mucho.
Veamos los temas de sr-rpervisión que con más frecuencia se refieren al
: ERAPII|
tcfapeu ta:
l. La relación
Es el ámbito fundamental de la terapia, donde confluyen terapeuta, paciente'
y proceso. La terapia así entendida no puede impartirla ni un libro ni un ordenador
bien programado, sino que es el resultado del encuentro humano.
Pero la relación es algo más que el encuentro fJsico: su potencia transformadora
y curativa depende de la actitud del terapeuta, y no olvidemos la primacía de Ia
actitud (en palabras de Claudio Naranjo) sobre los recursos técnicos. Supervisar la
calidad de la relación terapéutica nos lleva a reflexionar sobre la presencia y el
contacto del terapeuta.
2. La presencia
Si el terapeuta «no está» (o está sólo físicamente), la relación se desposee de
todo contenido humano real. A eso se refería Fritz al decir que el gestaltista
combina frustración y simpatía mientras que el terapeuta apático (el que no está)
de poco sirve.
Esta es Ia forma más burda de ausencia (desinterés, estar en otra cosa...)
pero hay formas más sutiles de falta de presencia. La que he observado más a
menudo en supervisión es cuando el terapeuta se desconecta de sí como persona y
se queda en el rol.
Entonces actúa como se supone que debe ser el terapeuta ideal: maduro,
neutro, respetuoso, sabelotodo... enmascarándose en este modelo y desapareciendo
tras de é1. Otras veces el terapeuta se ausenta en sus diálogos int€rnos teórico-
técnicos; desaparece como interlocutor y se dedica la sesión a sí mismo, o mejor
dicho, a su intelecto, a 5u umaquinita de hacer terapiar: diagnosticando
mentalmente, interpretando, sopesando qué intervención sería más eftcaz... incluso
pone en práctica esa intervención brillante o ese ejercicio estupendo, y cuando el
paciente lo juega tampoco lo escucha porque está imaginando qué dirían otros
colegas si le vieran este bien hacer, o cómo admiraría su maestro semejante
creatividad...
Digamos en resumen que el terapeuta no está con su paciente, y suelo ser
bastante confrontativo cuando percibo en la supervisión esta falta de presencia
real de estar entero y comprometido, tanto si se trata de una práctica in situ (con
preguntas del tipo:
¿Para quién estás trabajando?) Como en la supervisió¡r de casos, donde tengo
bastante buen olfuto para saber si el caso me lo está uenseñando, a mí y a los
compañeros de supervisión pero no compartiéndolo desde dentro. Aunque suene
a generalización, tengo constatado que la misma actitud que aparece en la
supervisión corresponde a la que el terapeuta tiene con su cliente, así es que me fío
mucho de lo que observo en el presente de la supervisión para denunciar la falsedad
de la pseudopresencia en la terapia.
__
3. E/ contacto
rrta) paciente
Seguimos hablando de lo misrr-ro, )¡a que si el terapelLta no esrá, rampoco
-i ordenador
pr-rede contactar coll el otro. La contrapartida del rerapeuta que se pone técnico y
profesional es que, con quien conractr. es con un caso, no con una persona, y la
-.-itbrmadora relación se convierte en un .juego de fantasmas.
: ::.racía de la
Si el terapeuta considera ese ((caso» grave, suele asustarse y el miedo va a
: -rpervisar la
restarle mucha de su potencia y de sus recursos terapéuticos. Es frecuenre en
-..sencia y el
supervisión, cuando indago qué temores tier-re el rerapeura hacia su cliente, por
qué no está siendo claro y asertivo con él etc., que aparezcan respuesras del tipo:
uSi le digo eso, se desmoronar, usi le frustro, remo que se suicider, uno puedo
tesposee tratarle de otra manera porque está muy cleprimidor... Incluso si están percibiendo
,. de
bien la patología del paciente, suele haber un plus de fantasía (de zona ir.rte¡media
:. qesralrista
o maya, que diría Perls) que desvirrúa el contacto porque sólo deja ver la enfermedad.
tj3 no esrá) Támbién podemos entenderlo como proyecciones del terapeuta (su propio miedo
a ia locura o a la muerte), pero la proyección no es sino otra forma de romper el
:- :Ia COSa...)
contacto allténtico.
,-' ¿do más a
Otras veces el ucaso, se considera fácil y el terapeuta hace todo el despliegue
-: Persona y técr.rico adecuado para que se cure rápidamente. Este es otro tema frecuente en
supervisión: la impacier-rcia del terapeuta que no le deja ver al otro como la persona
BIBLIOGRAFA