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August 2, 2017

Alberto Baraya
Alberto Baraya es artista plástico egresado de la facultad de
artes de la Universidad Nacional de Colombia y con estudios en
las Universidades Autónoma (Master en Estética y Teoría del
Arte) y Complutense de Madrid (especialista Multimedia).

Futuro viaje al Cotopaxi


Agosto 3, 2017
Para continuar el diálogo entre artistas contemporáneos y clásicos iniciado en la
exposición Overlook: Teresita Fernández Confronts Frederic Church at Olana (exhibida
en Olana State Historic Site en Hudson, NY, del 14 de mayo al 5 de noviembre de 2017),
invitamos al artista Alberto Baraya a elegir una obra en la exposición como vehículo para la
reflexión personal sobre el tema del paisaje. La serie "Herbario de plantas artificiales" de
Baraya hace eco de las expediciones botánicas de los artistas viajeros europeos del siglo
XIX.​

Frederic Edwin Church, Cotopaxi (1853). Óleo sobre tela. 24.8 x 36.8 cm

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El año pasado estuve de peregrinación. Salí de la ciudad al atardecer, por la carretera
secundaria que corre paralela al río, entre luces, carteles de hoteles, semáforos cada vez
más distanciados y el perfil de pequeños edificios y bodegas a la sombra de árboles bajos
oscureciendo el camino. En casa a un cielo así lo llaman el “sol de los venados” , con nubes
de color del fuego por la luz que las toca rasante. Hacia el cenit es azul claro, jalado por el
horizonte, cada vez más pesado. Montones de nubes forman dulces de algodón. En el
agua, una manada de hipopótamos se prepara para la llegada de la noche. Solo el sonido
estelar de las ranas deja al descubierto el frío imposible de la laguna.

El día anterior había estado en la sala de paisajistas norteamericanos del Museo


Metropolitano de Nueva York. Un solitario barco atravesando frías aguas en Alaska al
atardecer. Grandes veleros en el horizonte llegando al puerto y trayendo en sus bodegas
productos y noticias europeas. Montañas sobre un lago, cultivos a la vera de un río,
escenas pastoriles con ganados a la sombra plácida de los robles, ordenadas pacas de
heno que, como personajes centrales de una obra de teatro, recitan su obediencia al
esforzado granjero. El encuentro de dos ciudadanos que escapan unos días a un claro del
profundo bosque. Vistas de esa otra montaña lejana al oriente, que los ciudadanos
contemplan por su sorprendente belleza natural. Ahí están entonces esas imágenes
pictóricas para verse así mismos en el esplendor de la naturaleza, en la extensión de los
territorios. Allí también están, entre otras pinturas, las recreaciones de los episodios
históricos de los héroes de la independencia, y las de los héroes exploradores de
territorios en el “far west”. Hay señales que hablan no solamente de una admiración
calvinista por la naturaleza como obra del creador, y de la extrañeza del urbanita ante la
virginidad de la misma o la conmovedora sencillez de la vida de campo, sino que estos
paisajes constituyen también evidentes muestras que, ya desde entonces, anuncian la
potencial transformación/destrucción de la naturaleza por la acción del hombre.

En sus escritos y descripciones del mundo que ha recorrido, Alexander von Humboldt
comprueba la inseparable interrelación de los territorios, los océanos, los cuerpos de agua,
los animales, los hombres y el clima en el planeta. Es él quien también advierte a sus
contemporáneos sobre las peligrosas transformaciones que ejerce la acción del hombre
sobre los componentes de la Naturaleza.[1] En la introducción a su libro Cosmos, ensayo
para la descripción física del mundo, Humboldt dedica sendas páginas a señalar a las artes
como las responsables de su afición científica exploradora, e invita a el viaje como forma
de conocimiento fundamental. ¿Qué mejor aliciente para un pintor? Por entonces, el
conocimiento artístico y el científico convivían cómodamente en aulas y laboratorios de
experimentación en las Academias de Artes y Ciencias, y toda expedición científica
contaba con la presencia cuestionadora del artista visual. La invitación de Humboldt es
secundada por cientos de artistas, quienes no pueden sino terminar siendo “pintores
viajeros”.[2]

Hay varias preguntas que quiero plantear con el proyecto de los Estudios Comparados de
paisaje. Desde hace muchos años he venido realizando bocetos al óleo en pequeño
formato, desplazándome por diferentes puntos de la geografía regional y por los lugares
donde estuve realizando las “expediciones” del Herbario de plantas artificiales[3] cuando
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recogía taxones y especímenes de flora artificial para mi colección, usando la pintura “a
plein aire” como método de obtención de datos sobre una determinada realidad. Una
considerable ventaja de esta técnica es el hecho de que es un lenguaje muy conocido y
“hablado” amplia y popularmente, con lo cual evita ser excluyente. Dicha práctica supone el
recorrido físico de los paisajes y la utilización de una técnica/tecnología tradicional de
representación que, inevitablemente, se puede equiparar hoy con la más inmediata de la
fotografía. Estos ejercicios son realizados por la figura del viajero romántico como
personaje alusivo a las condiciones históricas del descubrimiento, la conquista y la
colonización de “nuevos” territorios. Parafraseando al escritor inglés Thomas de Quincey,[4]
he denominado este método de trabajo en el desplazamiento como el “De la expedición
como una de las bellas artes”, una suerte de título que agrupa las ideas de la práctica
artística bajo condiciones de viaje.

Durante los recorridos y expediciones del proyecto del Herbario de plantas artificiales,
aproveché las lecciones de la metodología científica como estrategia para legitimar una
actividad artística. Retomando las invitaciones humboldtianas para obtener y producir
conocimiento en el desarrollo de la práctica artística, me dediqué a la extracción de datos
de la realidad, de los espacios sociales, geográficos y políticos, con el pretexto del estudio
de una botánica artificial, recolección de datos en forma de “taxones artificiales” –la
mayoría de ellos “made in China”–de fechas y lugares de recolección. De forma continua
me dedique también a la obtención de imágenes documentales sobre los diferentes usos
de las plantas plásticas en la vida cotidiana de la sociedad. La colección de dichos usos
está recopilada en el formato de archivo fotográfico (Archivo InSitu del “Herbario de plantas
artificiales”) bajo categorías de clasificación personal, atendiendo a las diferencias y
coincidencias encontradas en un detallado estudio de las imágenes. La hipótesis para toda
este conjunto de Expediciones supone la obtención de un otro conocimiento bajo la
práctica artística, definitivamente diferente a aquel obtenido por la ciencia.

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Alberto Baraya, Cymbidium V—Herbario de plantas artificiales (2009). Objeto encontrado y
dibujo sobre cartón. 115 x 81 cm

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Alberto Baraya, Archivo "InSitu" (2000–2017) del Herbario de plantas artificiales. 2,300
fotografías en color en archivador metálico. 51 x 45 x 18 cm; cada foto 10 x 15 cm

En el 2011 propuse los primeros Estudios comparados modernistas, un proyecto en el que


se sugería una cruda comparación de plantas artificiales con el ensayo urbano de Brasilia y
el arquitecto Oscar Niemeyer. Remanentes de esta peregrinación quedaban consignados
en el formato documental de la fotografía blanco y negro con recorridos puntuales de
flores plásticas “made in China” en los escenarios urbanos. Aquí, la táctica de la
comparación me bastaba para tomar como laboratorio de experimentación y de
observación de plantas a la arquitectura y los escenarios urbanos de una utopía
modernista.

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Alberto Baraya, Estudios comparados modernistas—Tres poderes (2011). Fotografía b/n. 28
x 20 cm

A sólo tres años del nacimiento del pintor Frederic Edwin Church, el presidente
norteamericano James Monroe, citando al presidente John Quincy Adams, repitio en su
alocución al congreso (1823) la frase paradigmática “América para los americanos”.[5] A
sus 26 años, aceptando el reto humboldtiano y esta otra “invitación” de la doctrina Monroe,
Church decidió entonces tomar su América tropical. Durante su viaje a Colombia y
Ecuador, fue atesorando valles y ríos, lagunas, volcanes y montañas, palmas y humedales
que son dibujados y acumulados en pedazos de papel, bocetos al óleo y acuarela.
Enumerados podrían parecer un listado de conquistas: Vista del río Magdalena, El
Chimborazo, dibujo de El Cotopaxi,[6] boceto de la palma de tamacá (o corozo), cruz en un
paisaje agreste, vista del valle de Pándi, paso del Quindío, Puente sobre el río Combeima en
Ibagué, boceto de Champán. De forma similar, la colección de pinturas del Museo
Metropolitano, bajo el avisado ojo de un administrador de capitales, también conformaría
un extenso listado de territorios contemplados, conquistados y ahora poseídos para el
enaltecimiento de la gran Nación.

En el capítulo más reciente del proyecto de Estudios comparados de paisaje (2016-17) ,


quiero contrastar el valle del río Magdalena (Colombia) con el del río Hudson (Nueva York),
e ir retomando las lecciones técnicas y políticas de la llamada “Escuela del río Hudson ”.
Junto a esta escuela, también he querido seguir los ejemplos del grupo de “pintores de la
sabana” que a comienzos del siglo XX se desplazaban por la región de Bogotá, realizando
pinturas de paisajes bucólicos y pintorescos. ¿América para los americanos? Por qué no.
Más allá de los detalles históricos, el espíritu de esta frase parece haber sido retomada ya
hace bastantes años, consciente o inconscientemente, por la mente de quienes viajan
hacia Estados Unidos en los actuales flujos migratorios: ¡esa y toda América, para todos
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los americanos!

La tarea es extensa y requiere largo aliento, sobre todo teniendo en cuenta las diferentes
circunstancias tanto históricas como políticas que constituyen estas extensas y complejas
áreas geográficas. De momento, y a modo de enunciados a vuelo de pájaro, se han podido
comprobar ciertas similitudes compartidas.

1. En primera instancia, en lo que a la idea de paisaje se refiere, el concepto de la


contemplación ha sido, es y seguirá siendo aplicable a estas dos áreas geográficas.
Desde la posición del visitante ocasional urbanita que se desplaza por ambos valles,
el paisaje se constituye en una suerte de espacio ideal que goza aun de cierta
virginidad primitiva, donde habita la “belleza”.
2. Tanto en uno como en otro lugar, el intento por alcanzar la representación de un
atardecer sublime pasa inevitablemente por las categorías del “kitch” o la “lobería”.
3. La ejecución de pinturas de paisajes quiere conformar una suerte de datación y/o
registro documental, que en manos del viajero toman la forma de crónica visual.
4. Todas las pinturas ejecutadas en uno u otro lugar tienen el potencial literario de ser
“escenarios” en los cuales pueden plantearse diversas narraciones
5. Tanto en uno como en otro lugar geográfico, se dan ejemplos de simbolización del
poder a través del uso de animales encerrados (zoológicos público o privados).
6. En ambas regiones se comparte el espíritu del “exotismo” de la mentalidad
occidental, y se halla reflejado en el deseo/posesión de animales africanos.

El viaje de peregrinación continúa. La siguiente estación es Ambalema y Gramalote,


bajando por la carretera a Cambao y retomando de nuevo hacia el sur. Desde allí, en una
mañana despejada, bocetos de las vistas del nevado del Ruíz y el nevado del Tolima, como
las del volcán ecuatoriano del Cotopaxi. (Si alcanzamos, ¡lleguemos hasta allá!) Regreso
irremediable hacia el norte, siguiendo hacia Honda, y cruzando el río a la altura de Puerto
Triunfo para desviarse del valle en dirección a la ciudad de Medellín y pernoctar en las
inmediaciones del zoológico y parque temático de la Hacienda Nápoles[7] Registro
documental de los hipopótamos.

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Alberto Baraya y Jonathan Hernández, Estudios comparadaos de paisaje—Hacienda Nápoles
—Lago de Chapultepec (2008–2014). Díptico (óleo sobre panel de lienzo). 24.5 x 32 cm

Las pinturas, inicialmente documentales, han devenido en mi estudio, en escenarios para el


reinado del exotismo. Ya no distingo entre la certeza y la confusión, pero la narración de
los eventos en la realidad y la fantasía respiran el mismo aire. El elefante que lleva turistas
en su lomo recorre los mismos pasos de Thomas Cole, salvándolos de la depredación
exótica suramericana de un jaguar. Cruzando el río en la desembocadura sobre el atlántico,
unos hipopótamos se bañan indiferentes a la pujanza y la sobrevivencia, bajo el puente de
Williamsburg. Alcancé a ver, acribillado de mosquitos desde la orilla, el teatral baile de las

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chicas sobre el lomo tailandés de un elefante. Ese era el meandro del Magdalena donde
permanecían, aún sumergidos bajo sus aguas, los hierros, espejos venecianos y pianos
bostonianos del viejo vapor comercial naufragado.

Alberto Baraya, Estudios Comparados de paisaje. Instalación de “Elefante tailandes del río
Magdalena” como partitura para piano de media cola en el Espacio Odeon Bogotá, 2017

Alberto Baraya, Estudios Comparados de paisaje—New York/Honda (2016–2017). Óleo sobre


tabla. 80 x 35cm
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Ese otro tengo que pintarlo como potro de corralejas, inyectado de vida artificial. El cebrallo
de Guarinosito no deja de saltar sobre el pastizal donde se divisan otros asnos y otras
bestias copulando el trópico. Desde Chingaza se alcanza a ver el vallado que vigila una
mansión algodonera donde, de nuevo, los animales son testigos mudos, protegidos,
totalmente arropados por la admiración de los turistas visitantes. El pago que realizan para
conocerlos permite costear la alimentación y la especializada medicina que demandan.

Más al norte, tomamos la interestatal 9 en dirección Poughkeepsie; un par de kilómetros


adelante cruzamos el río a la altura Peekskill o de Beacon, donde tomaremos hacia el
occidente dirección al parque temático y Welcome Center de Legoland. Registro de los
zoológicos locales; la vista al atardecer deberá ser similar a la sugerida por Thomas Cole
en el los lagos sur y norte. Tomar notas detalladas sobre la vegetación, las costumbres de
sus gentes, el clima y demás animales. Si fuese el caso, proponer a los habitantes locales
para realizar un par de antropometrías aproximadas.[8] (Recordar llevar consigo el
instrumento medidor, para que midan al viajero).

Alberto Baraya, Antropometrías aproximadas—Expedición Machu Picchu (Cusco, Perú,


2013). Fotografía b/n. 30 x 21 cm

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Alberto Baraya, Antropometrías aproximadas—Expedición Península Ibérica (Warner Park,
Madrid, 2013). Fotografía b/n. 30 x 21 cm.

Alberto Baraya, Elefante, jaguar y turistas en Catskills (2016). Óleo sobre tela. 40 x 50 cm

[1] 11/12
[1]
Sobre Alexander von Humboldt : La invención de la Naturaleza , Andrea Wulf, Taurus,
2016.

[2] Un episodio en la vida del Pintor Viajero – Cesar Aira, (2005)

[3] “Herbario de Plantas Artificiales” Alberto Baraya, (2002 – 2017 ongoing)

[4]Thomas de Quincey, (1785-1859) “Del asesinato como una de las Bellas Artes ” Murder
Considered as One of the Fine Arts, 1827-
https://es.wikipedia.org/wiki/Thomas_de_Quincey

[5] Sobre la doctrina Monroe: https://es.wikipedia.org/wiki/Doctrina_Monroe

[6]Frederic Edwin Church, Cotopaxi (1853). Óleo sobre tela. 24.8 x 36.8 cm. (9 3/4 x 14 1/2
"). Colección Patricia Phelps de Cisneros.

[7]
Hacienda Nápoles, antiguos dominios del narcotraficante Pablo Escobar (1949- 1993),
en donde mantenía parte de sus actividades ilegales y un zoológico privado con especies
exóticas.

[8]
Las Antropometrías aproximadas (2013-16), es un proyecto fotográfico en el cual el
autor A.B. solicita su cráneo sea medido con el antropómetro, por las personas con
quienes se encuentra en sus recorridos.

Translated from the Spanish by Phillip Penix-Tadsen

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