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Los textos son sólo una parte de lo que fue. El acontecimiento toma cuerpo hasta que un hombre escribe sobre él. Como
una torre construida con pequeñas piezas de leggo así la historia se hace. Se juntan piezas de fragmentos del pasado y se
les unen para intentar interpretar el pasado, discurriendo esta interpretación en un discurso o historia. Sin embargo, a
diferencia de aquella torre de plástico que puede ser reconstruida, del pasado no tenemos todas las piezas que lo
conformaron, lo que impide su conocimiento por completo. Hay un inconveniente más, incluso aun teniendo reunidos
en su mayoría los pedazos que hay del pasado, cuando cada uno de estos fragmentos de papel que se vuelven en fuente
primaria del investigador no pueden ser comprendidos con el simple hecho de leerlos. Para poder comprenderlos se
requiere del análisis que favorezca la lectura del propio texto. La lectura del texto se vuelve en el único medio por el que
accedemos a la realidad de los autores que escribieron, creer que las palabras y su significado en el presente son los
mismos que los del pasado vendaría los ojos del investigador impidiendo que viera las muchas formas que han existido
de comprender la realidad.
Leer en este sentido, se entiende como la comprensión del contenido textual a partir de la percepción del
mundo que tiene cada lector. Los textos comunican significados que están condicionados por un contexto socio cultural.
Cuando el lector no es parte del contexto simbólico al que pertenece el texto, el contenido resultara extraño e ilegible
1
De la Torre Villar, Ernesto, Instrucciones y memorias de los virreyes novohispanos, Estudio preliminar,
México, Porrúa, 1991, Vol. 2.
para todo el que lo lea. Podemos explicar esto como un efecto de alejamiento, que se debe a que un historiador no es
participante del pasado sino sólo un espectador. Así leer un texto escrito en una época distinta a la del investigador no
significa un acto de revelación sino de análisis. El historiador lee y sabe que el pasado fueron periodos en los que las
formas de referirse al mundo eran distintas. Antes había reyes y no presidentes, y esto no significa que sólo se cambie de
una palabra a otra para referirse a una autoridad, por lo contrario, cada nombre hace mención de las delegaciones y
obligaciones que cada sociedad espera de un hombre. Como espectadores, en las instrucciones del siglo XVII
encontramos frases hechas para ser escuchadas por el Rey, a veces hay que leerlas dos veces y consultar otros
documentos y comparar lo que dice uno y otro para saber que se quería decir con aquella frase el escritor. Es aquí
cuando el efecto de alejamiento, aparece y como espectador se pueden ver aquellos fragmentos del pasado.
De las instrucciones y memorias de los virreyes novohispanos, hubo una que corresponde a la del obispo-virrey
Juan Ortega Montañés. Las instrucciones del virrey eran los documentos que se escribían precisamente, como su nombre
refiere, para hacer del conocimiento del Rey Carlos II de Habsburgo de las medidas, estrategias y demás decisiones
tomadas por él mientras se encontraba a la cabeza del reino. Al final de cada término de gobierno el virrey informaba al
Rey de la administración del reino en todas sus vertientes jurídicas, políticas, militares, económicas y religiosas. Además
del Rey, la relación de sucesos que ponía por escrito cada virrey era leído por su sucesor. La relación del obispo- virrey
Señor excelentísimo: El rey nuestro señor (que Dios guarde) por reales cédulas y las leyes recopiladas (…) de la
Recopilación de Indias y por las instrucciones que se sirve prestar a las personas que vienen a gobernar este reino, tiene
ordenado y prevenido que concluido el gobierno los señores virreyes que salen de él, noticien a los excelentísimos señores
virreyes que suceden, el ser y estado de este reino de los negocios arduos que se hubieren ofrecido y expedientes que se
hubieren dado con todo lo demás del estado de la real hacienda, lo militar y político y que de las noticias que se
comunicaren e informe que se hiciere, se envíe a su majestad una copia2.
Podemos precisar que este tipo de documentos circulaba entre lectores doctos, gente por supuesto letrada que por un
lado se trata del mismo virrey, de su sucesor y de los consejeros del Rey. No está por demás decir que, el valor de la fuente
está vinculado a una forma particular de la experiencia novohispana, propia de un gobernante del siglo XVII. Lo que no
quiere decir que carezca de importancia, sin embargo, con ello quiero insinuar que la visión que tenemos de una
instrucción proviene de un gobernante y, es por esto, que se debe reconocer que lo contado como acontecido por un
virrey, obedece a ciertas condiciones que condicionan el, qué se debe o puede poner por escrito. Hay que tomar en cuenta
que el virrey debe mostrar su capacidad como gobernante y convencer a los consejeros de que las decisiones que ha
tomado durante su gobierno fueron las más correctas para mantener el orden en reino haciendo lo propio para
conservar vasallos contentos y por lo tanto los reinos de la Corona en buen estado. El reconocimiento del trabajo del
virrey depende de la justificación de sus acciones en su argumento expresado a partir de su escrito. Montañés le dice al
Rey que ha mantenido y ha cuidado tanto de sus tierras como de sus vasallos. Sus esclavos han sido apaciguados de
modo que se sienten contentos de servir a cambio de ser tratados como hijos. El virrey se suma a las medidas que antes
su predecesor hicieron para conservar la paz, sugerirá que un mejor trato como aquel que se ejerce sin violencia se
recompensara con esclavos felices y todo esto lo hace con el fin de evitar un daño mayor que pueda desatar la ira de la
gente negra. Los mulatos parecen menos peligros a los negros, a ellos no es necesario esconder de su vista las armas,
basta con concederles tiempo para que entreguen sus tributos, quizá cuatro o seis días, y con tan corto beneficio
agradecen y estiman a quien gobierna. Montañez prosigue relatando que sus acciones están correspondidas por los
2
Ibíd., p.562.
encargos que el propio Rey le ha dicho que se cumplan, más de una vez dirá seguir las órdenes que su majestad le ha
encargado. En el caso de los indios él comenta haber cuidado que no padezcan violencia. Incluso había una orden del
virrey Velasco hijo, para no permitir que los negros maltrataran a los indios.
El texto por sí mismo da cuenta de una parte de la realidad que se vivía en el siglo XVII. Está el problema del
desagüe y el de los presidios a los que se les invierte grandes cantidades de dinero. ¿Qué pasa con las razones que da el
virrey del porque el indio se va de los campos a pedir limosna a la ciudad? Si leemos el texto podríamos decir que así fue
y que el origen de la práctica de la limosna no se debe al hambre que padecen continuamente a lo largo del tiempo los
menos favorecidos por las instituciones que están a cargo de mantener la paz y crecimiento económico de una sociedad.
En lugar de esto, según lo indicado por el virrey explicaríamos que fue la ociosidad y la comodidad a la que
naturalmente se pensaba que estaban inclinados los indios fueron los motivos que generaron que vieran en la limosna
un medio para sobrevivir ante la sequía de los campos. Sin duda, la instrucción del virrey Montañés nos abre un camino
para acercarnos al pasado, es maravilloso en cuanto que por medio de él se puede apreciar la percepción que tenía el
virrey del mundo, de los acontecimientos que suscitaron durante su gobierno y las prevenciones que tomaba y proponía
para que no llegaran a afectar el orden del reino. De la lectura de la fuente hay más preguntas que respuestas. La lectura
de un solo texto reduce nuestro análisis y por lo tanto es muy pobre la interpretación que demos de un periodo
completo. Ciertamente, cuando buscamos comprender o al menos tener una pequeña apreciación del pasado una sola
fuente no basta para continuar nuestro trabajo como recolectores de historias. Para este trabajo hay que juntar diversos
pedazos de historias y cotejarlas con la intención de que un efecto de alejamiento sea el que nos permita mirar de lejos