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La educación, según Xavier Zubiri

JOSÉ A. MARTÍNEZ

4 DIC 1998

Hoy, 4 de diciembre, se cumplen los cien años del nacimiento de Xavier Zubiri, quien, al
poder ser considerado como un trabajador único de filosofía pura, de metafísica, es,
históricamente hablando, el primer filósofo español, el filósofo clásico de la historia del
pensamiento español. Mientras Unamuno y Ortega pueden ser calificados de
pensadores o ensayistas, Zubiri sólo puede ser tenido por filósofo que, sin
contaminación alguna ni concesión ninguna, va intentando construir una filosofía
primera que pretende seguir fielmente y analizar cumplidamente la marcha implacable
de la inteligencia humana por desentrañar y comprender la realidad. De ello tenía Zubiri
plena conciencia y su compromiso con esa profesión era total, como él mismo pusiera
de manifiesto meses antes de su fallecimiento: en la recepción del Premio Ramón y
Cajal (18-10-82) sostenía que investigar es dedicarse a la realidad verdadera y que la
filosofía investiga qué es ser real, y en la presentación de los dos últimos volúmenes de
su trilogía sobre la Inteligencia sentiente (1-2-83), afirmaba que su vida había sido una
inquisición de la realidad. De aquí que su labor pedagógica haya sido tan distinta de la
realizada por quienes, a pesar de sus diferencias tanto en la concepción cuanto en el
ejercicio de la tarea intelectual, hicieron posible la filosofía zubiriana: si Unamuno
perseguía una pedagogía de la inquietud y Ortega practicaba una pedagogía de la
seducción, Zubiri procesaba una pedagogía de la inmersión, la consistente -según
escribiera Julián Marías hacia 1946- en "sumergir al alumno, desde luego, y sin
advertencias, en el "elemento de lo filosófico". Nada que recordase las artes
tradicionales de la pedagogía: ni preparación, ni insinuaciones, ni el menor intento de
poner las cosas fáciles. El oyente se encontraba inmerso, sin previo aviso, en el
problematismo filosófico. Pero, sobre todo", concluye Marías, "Zubiri introducía, casi
violentamente, en la filosofía a los que sentían la llamada de ésta".Su preocupación y
ocupación exclusivas por y en la metafísica mantuvieron alejada la atención directa y
expresa de Zubiri de una filosofía de la educación y de una pedagogía estrictamente
entendidas, al igual que de otras filosofías segundas, que, no obstante, se han
beneficiado de su obra metafísica. Al tema pedagógico, sin embargo, dedicó Zubiri un
temprano artículo que, con el título Filosofía del ejemplo, fue publicado en 1926 en la
Revista de Pedagogía, así como ha hecho referencias indirectas cuando se ha ocupado
de otras dimensiones del animal de realidades que es el hombre, en los cursos privados
impartidos tras la renuncia presentada en 1942 a su cátedra universitaria.

Establecidos, al inicio del artículo mencionado, los ejes sobre los que ha de girar todo
proyecto educativo, "la idea del sujeto humano de la educación y la idea de aquello para
que se le va a educar", pasa Zubiri a ocuparse de la educación intelectual, de la que,
según la filosofía fenomenológica, "el ejemplo es el instrumento esencial". Al enfoque
racionalista de la educación intelectual, cuyo ideal consiste en un enseñar a pensar que
se identifica con enseñar a conocer verdades discursivamente de acuerdo con normas
lógicas, se opone Zubiri por entender que la función discursiva no puede ser lo primero,
ni en lógica ni en pedagogía, ya que todo razonamiento válido parte y se apoya en una
previa percepción de los objetos. Por eso en la educación debe enseñarse, antes que a
demostrar verdades, a mirar con los sentidos y a contemplar con la inteligencia los
objetos inmediatamente dados, para poder intuir en ellos sus propiedades sensibles e
inteligibles. "El verdadero educador de la inteligencia", sostiene Zubiri, "es el que
enseña a sus discípulos a ver el "sentido" de los hechos, la "esencia" de todo
acontecimiento. La intuición se tiene o no se tiene, no cabe refutarla ni reforzarla. En
estas condiciones la misión del maestro es colocar al discípulo en "el punto de vista"
adecuado para que "vea" el objeto". No se puede, sin graves consecuencias, confundir
intelección con conocimiento, como tampoco oponer los sentidos y la inteligencia,
puesto que los unos y la otra tienen por intuición la presencia inmediata de los objetos;
de aquí que, en palabras de Zubiri, "al dualismo clásico entre el entedimiento que juzga
y los sentidos que perciben es preciso oponer enérgicamente la unidad de ambas
funciones". Permítaseme señalar que en esta frase se halla incoativamente enunciado
lo que, más de cincuenta años después, encontrará acabada expresión en el primer
volumen de su obra sobre la intelección humana: "El sentir humano y la intelección no
son dos actos numéricamente distintos, cada uno completo en su orden, sino que
constituyen dos momentos de un solo acto de aprehensión sentiente de lo real: es la
inteligencia sentiente".

Mas dado que, según Zubiri, el ser humano, a la par que inteligencia sentiente, es
voluntad tendente y sentimiento afectante, también la educación ha de ocuparse de la
una y el otro. Así lo vio Zubiri, a la altura de 1961: en relación con el sentimiento
advertía que "el hombre actual huye de sí mismo y para lograrlo, queriéndolo o sin
quererlo, o incluso tal vez queriendo todo lo contrario, ha cultivado un régimen de
aturdimiento. El hombre de hoy necesita, entre otras cosas, la higiene de la tranquilidad.
Necesita también la higiene de la fruición. Parece que el hombre actual se halla en tal
forma disparado hacia el futuro que carece de tiempo y de holgura para saber dónde
tiene apoyados sus pies; no tiene funciones, sino perpetuos proyectos en que se devora
a sí mismo". Sobre la voluntad hacía notar que, aun cuando "la volición es la dimensión
más preciosa del hombre, puede decirse que, en el sentido de esfuerzo, es la cenicienta
del educador"; se precisan, por tanto, todos los medios, "desde el punto de vista de la
educación, para enseñar a una voluntad a esforzarse y a ser dueña de sí misma", al
tiempo que "es menester que a la voluntad se le den cauces, se le den convicciones,
con las cuales, efectivamente, la realidad tenga sentido para ella".

Sólo una educación que tenga en cuenta tanto a todo el ser humano como el propósito
íntegro de la labor pedagógica podrá conseguir -así lo sostiene Xavier Zubiri- la
promoción "de lo que "es" el hombre hacia lo que "valen" sus ocultas posibilidades".

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