Вы находитесь на странице: 1из 4

Daniel James, Resistencia e integración. El peronismo y la clase trabajadora argentina.

Buenos Aires,
Siglo XXI, 2010 (2da edición; 1988. Primera publicación en castellano en 1990, Sudamericana).

DATOS DEL AUTOR: Nació en Londres en 1948. Estudió en las universidades de Oxford y Londres.
Actualmente es profesor de Historia Latinoamericana Bernardo Mendel en la Universidad de Indiana,
EE.UU. Otros libros: Doña María: historia de vida, memoria e identidad política (2001); director del T. 9
de NHA (2002). Ha investigado, junto con Mirta Zaida Lobato, la historia de la comunidad obrera de
Berisso.
Su padre era un obrero metalúrgico, militante comunista. En su casa se hablaba mucho de política y la
lectura era fundamental. Más allá de Marx, Lenin, su padre tenía un montón de libros sobre la historia del
movimiento obrero.
Su interés por América Latina se dio de la mano de la radicalización política de los estudiantes hacia
1968. Trabajaba como obrero de la construcción cuando se presentó a una beca para estudiar en un país de
América Latina.
(P: Volviendo a Resistencia e Integración y su relación con Thompson: está clara la influencia
thompsoniana, pero prácticamente no citás a Thompson. ¿Por qué?
R: Es que la influencia de Thompson era tan obvia... El hecho de que casi no lo cite tiene que ver con la
producción del libro. Entre que hice la investigación y publiqué el libro pasaron muchos años. Yo terminé
la tesis en el ‘78 y la defendí en el ‘79. Era una tesis escrita claramente con la influencia de Thompson.
Pero era una influencia tan obvia que decidí no explicitarla. Después vienen diez años de pensar qué
hacer con todo esto, si es que se podía pensar en hacer algo. En el medio viví dos años en Brasil. En un
momento pensé en dedicarme a la historia de Brasil y dejé de pensar en qué hacer con la tesis. Recién en
el ‘83, cuando obtengo un puesto de profesor en los Estados Unidos, me veo forzado a publicar y vuelvo a
pensar en el asunto. (…) La única forma de convertir aquello en un libro era repensarlo. En ese momento
comienzo a leer a Williams (…) me surgían nuevos intereses (…)
En relación a mis diferencias con Thompson, la cuestión no es tanto que tenga fuertes discrepancias, sino
más bien dudas. En los 80 y 90 comencé a preguntarme si el modelo de Thompson de cómo la cultura va
representando a la conciencia, a la subjetividad histórica no era un modelo un poco ingenuo.
Entrevista de Enrique Garguin, Ana Julia Ramírez
y Hernán Sorgentini para Sociohistórica nº 15-16, 2004)

Introducción
Durante los últimos 40 años el movimiento sindical peronista ha sido el principal canal institucional para
la lealtad de la clase trabajadora argentina hacia Perón como persona y hacia el peronismo como
movimiento, y su beneficiario. Los sindicatos como pilar fundamental del régimen peronista de 1946 a
1955.
La intención de este libro es trazar el desarrollo del Peronismo en los sindicatos en el período 1955- 1973.
También trata el tema más amplio de la relación entre el P y la clase trabajadora argentina y el significado
de esa relación para los trabajadores en general y los gremios en particular.
Énfasis en una comprensión de la experiencia concreta de la masa peronista. Aspecto crucial que ha sido
generalmente dejado de lado por muchos escritores.
Serie de antinomias globales que han intentado explicar el fenómeno: tradicional/moderno; elección
digitada/autonomía; falsa conciencia/conciencia de clase; resistencia/integración. Lo que no logran darnos
estas abstracciones es generalmente una noción de la experiencia histórica concreta de los trabajadores y
sus respuestas complejas, ambiguas y, a menudo, contradictorias.
Develar parte de la realidad oculta detrás de los mitos referidos a la presencia de la clase trabajadora en el
P es una de las mayores preocupaciones del libro.
Las fuentes utilizadas: 1) documentación de archivos existentes en Argentina; 2) diarios peronistas no
oficiales; 3) entrevistas, conversaciones y discusiones con participantes activos de los gremios durante
este período.

Primera parte: los antecedentes


1. El peronismo y la clase trabajadora, 1943-55

1
EL TRABAJO ORGANIZADO Y EL ESTADO PERONISTA
Entre 1930-35 y 1945-49 la producción industrial creció hasta más que duplicarse. En la estructura social
se operaron cambios que reflejaban esa evolución económica: aumentó el Nº de establecimientos
industriales, de trabajadores en el sector y su composición, ligada a los migrantes internos y ya no a los
inmigrantes extranjeros.
Si bien la economía industrial se expandido rápidamente, la clase trabajadora no fue beneficiada por este
proceso. El movimiento laboral estaba dividido y era débil: Federación Obrera Regional Argentina
(FORA), anarquista; Unión sindical Argentina (USA), sindicalista; y Confederación General del Trabajo
(CGT) Nº 1 y Nº 2. La gran mayoría del proletariado industrial estaba al margen de toda organización
sindical efectiva. En 1943 los trabajadores textiles y metalúrgicos no se habían incorporado a la
organización sindical.
Perón, primero como secretario de Trabajo, y después como vicepresidente, buscó atender algunas de las
preocupaciones de la emergente fuerza laboral industrial a la vez que se dedicó a socavar la influencia de
las fuerzas de la izquierda.
El creciente apoyo obrero a Perón, provocado por estas circunstancias cristalizó el 17 de octubre de 1945.
Aunque en el período 1943- 46 hubo muchas mejoras específicas de las condiciones laborales y la
legislación social, la década de gobierno peronista tuvo un efecto mucho más profundo sobre la posición
de la clase trabajadora en la sociedad argentina: aumento de su capacidad de organización y su peso
social.
El Nº de afiliados pasó de 520 mil a 2 millones 334 mil entre 1946 y 1951. La sindicalización debía
basarse en la unidad de actividad económica antes que en el oficio o la empresa particular. Sólo se otorgó
a un sindicato el reconocimiento oficial que lo facultaba para negociar con los empleadores de esa
actividad.
Se creó una estructura sindical centralizada que abarcaba las ramas locales y ascendía, por medio de las
federaciones nacionales, hasta una única central, la CGT. El Ministerio de Trabajo era la autoridad estatal
que otorgaba a un sindicato el reconocimiento que lo facultaba para negociar con los empleadores. El
decreto 23.852 de octubre de 1945, conocido como Ley de Asociaciones Profesionales, que estableció ese
sistema, estipulaba también el derecho del Estado a supervisar vastas áreas de la actividad sindical.
Durante el período peronista también se asistió a la integración de esa fuerza social a una coalición
política emergente, supervisada por el Estado.
En la segunda presidencia se perfiló más claramente el Estado justicialista con sus pretensiones
corporativistas, Se tornó más evidente el papel oficialmente asignado al movimiento sindical: incorporar a
la clase trabajadora a ese Estado. Se creó una vasta red de bienestar social, operada desde el Ministerio de
Trabajo y Previsión, la fundación Eva Perón y los propios sindicatos.
Entre 1946- 49 los salarios reales de los trabajadores industriales aumentaron un 53 %.
Un legado crucial que los sindicalistas recibieron de la era peronista consistió en la integración de la
clase trabajadora a una comunidad política nacional y un correspondiente reconocimiento de status
cívico y político dentro de esa comunidad. Además, la experiencia de esa década legó a la presencia de
la clase trabajadora dentro de la comunidad un notable grado de cohesión política. La era peronista
borró en gran medida las anteriores lealtades políticas.
Para los radicales y socialistas, el P había de seguir siendo un ultraje moral y cívico.
El PC intentó asumir una posición más flexible. Poco después de la victoria electoral P, dejó de
caracterizar el P como una forma de fascismo, disolvió su aparato sindical y ordenó a sus militantes
incorporarse a la CGT y sus sindicatos a fin de trabajar con las masas P y conquistarlas.

LOS TRABAJADORES Y LA ATRACCIÓN POLÍTICA DEL PERONISMO


¿Cómo interpretar la base de la relación sindicatos - P y el significado de la experiencia P para los
trabajadores P?
Germani: obreros “disponibles” para ser utilizados por sectores disidentes de la élite.
Revisionistas (No los nombra, pero estimo se refiere a Murmis y Portntiero): adhesión política reductible
a un racionalismo social y económico básico.
Sin embargo, era también algo más: un movimiento representativo de un cambio decisivo en las lealtades
políticas de la clase trabajadora, que adquirió una visión política de la realidad diferente. Si bien el P

2
representó una solución concreta de necesidades materiales experimentadas, todavía falta comprender por
qué la solución adoptó la forma específica de P y no una diferente.
Lo que necesitamos entender es el éxito del P, sus cualidades distintivas, la razón por la cual su
llamamiento político inspiró más confianza a los trabajadores; qué facetas toco que otros no tocaron.

Los trabajadores como ciudadanos en la retórica política peronista


Su atractivo político fundamental reside en su capacidad para redefinir la noción de ciudadanía dentro de
un contexto más amplio, esencialmente social.
La crisis de legitimidad en los ’30 se extendió mucho más allá de la elite conservadora misma y fue un
tema constantemente reiterado por la propaganda peronista de 1945 y 1946. Sin embargo, la atracción
ejercida por el P sobre los trabajadores no puede explicarse simplemente en función de su capacidad para
articular exigencias de participación política y pleno reconocimiento de los derechos de la ciudadanía. El
éxito de Perón con los trabajadores se explicó, más bien, por su capacidad para refundir el problema total
de la ciudadanía en un molde nuevo, de carácter social.
En los términos de su retórica, luchar por los derechos en el orden de la política implicaba
inevitablemente cambio social. Perón desafiaba la validez de un concepto de democracia que la limitaba
al goce de derechos políticos formales.
En la campaña electoral de 1946, Perón recordaba constantemente a su público que una verdadera
democracia sólo podría ser construida si se enfrentaba con justicia esa cuestión social.
El P fundaba su llamamiento político a los trabajadores en un reconocimiento de la clase trabajadora
como fuerza social propiamente dicha, que solicitaba reconocimiento y representación como tal en la vida
política de la nación.
La retórica peronista contenía fuertes elementos de caudillismo personalista asociados a las figuras de
Perón y Eva.
La retórica P era lo bastante abierta como para absorber las fibras del pensamiento nacionalista existentes.
Otros elementos fueron tomados de los grupos de intelectuales nacionalistas que afloraron en la década de
1930-40 (FORJA: Escalabrini Ortiz, Jauretche).
Para principios del ’40 la cuestión no era industrialización vs desarrollo agrario, sino intervención vs.
laissez-faire.
En la retórica P, la justicia social y la soberanía nacional eran temas verosímilmente interrelacionados
antes que consignas meramente enunciadas.

Una visión digna de crédito: carácter concreto y creíble del discurso político de Perón
La cuestión de la credibilidad es decisiva para comprender tanto la exitosa identificación, efectuada por
Perón, de sí mismo con ciertos símbolos importantes, por ej la industrialización, como, más en general, el
impacto político de su discurso sobre los trabajadores. El vocabulario del P era a la vez visionario y
creíble. Si bien se hablaba de una comunidad indivisible –simbolizada por “el pueblo” y “la nación”- la
clase trabajadora recibía un papel implícitamente superior en esa totalidad y con frecuencia se la erigía en
depositaria de los valores nacionales
También la inmediatez. La doctrina P glorificaba lo cotidiano y lo común como base suficiente para la
rápida consecución de una sociedad justa. La glorificación de estilos de vida y hábitos populares
involucró un estilo y un idioma políticos bien a tono con las sensibilidades populares: referencia a letras
de tango, citas del Martín Fierro.
En 1945 circulaba una consigna que ejemplifica esa credibilidad: ¡Perón cumple!

EL HERÉTICO IMPACTO SOCIAL DEL PERONISMO


El P significó una presencia social y política mucho mayor de la clase trabajadora en la sociedad
argentina. Impacto que se puede medir en términos institucionales (relación entre el sindicalismo y
Estado; ampliación del gremialismo; Nº de parlamentarios de extracción gremial), pero que se ve en otros
factores de difícil medición: el orgullo, el respeto propio y la dignidad.

Significado de la década infame: respuestas de la clase obrera

3
La década infame fue experimentada por muchos trabajadores como un tiempo de frustración y
humillación profundas, sentidas colectiva e individualmente: el universo social pintado en los tangos de la
década 1930-40 era universalmente sombrío

Experiencia privada y discurso público


El más profundo impacto social del P debe ser considerado a la luz de esa experiencia de la clase
trabajadora en el período anterior a 1943. En la crisis del orden tradicional inaugurada por el golpe del ’43
fue puesto en cuestión mucho más que la autoridad política e institucional de la elite conservadora. El
poder del P radicó en su capacidad para dar expresión pública a lo que hasta entonces sólo había sido
internalizado, vivido como experiencia privada.
El poder social herético que el P expresaba se reflejó en su empleo del lenguaje. Términos que antes
simbolizaban la humillación de la clase obrera y su explícita falta de status en una sociedad
profundamente conciente del status adquirieron ahora connotaciones y valores diametralmente opuestos:
“Descamisados”, “Cabecitas negras”. En el primer caso el P adoptó el término e invirtió su significado
simbólico, transformándolo en afirmación del valor de la clase trabajadora.
Algo de ese significado social herético se tornó patente en la vasta movilización de la clase trabajadora
que se extendió desde el 17 de octubre de 1945 hasta el triunfo electoral P de febrero de 1946. Esa
movilización demostró la capacidad de los trabajadores para actuar en defensa de lo que consideraban sus
intereses. El hecho de que la movilización culminara en la Plaza de Mayo fue por si solo significativo:
hasta entonces esa plaza había sido reservada a la “gente decente”.

Los límites de la herejía: ambivalencia del legado social peronista


Una vez en el poder, el P no contempló la ebullición y la espontaneidad mostrada entre octubre de 1945 y
febrero de 1946 con mirada tan favorable como la que tuvo en este lapso de lucha.
Muchos de los esfuerzos del Estado P entre 1946-55 pueden ser vistos como un intento de
institucionalizar y controlar el desafío herético que había desencadenado en el período incivil y por
absorber esa actitud desafiante en el seno de una ortodoxia patrocinada por el Estado. Puso cada vez más
de relieve la movilización controlada y limitada de los trabajadores bajo la tutela del Estado.
El Estado P tuvo sin duda éxito en el control de la clase trabajadora tanto social como políticamente y las
relaciones entre capital y trabajo mejoraron. Razones: la capacidad de la clase trabajadora para satisfacer
sus aspiraciones materiales dentro de los parámetros establecidos por el Estado; el prestigio personal de
Perón.
La eficacia de la ideología oficial dependió en forma decisiva de su capacidad para asociarse con las
percepciones y la experiencia de la clase trabajadora.
El P marcó una coyuntura decisiva en la aparición y formación de la moderna clase trabajadora argentina.
Su existencia y su sentido de identidad como fuerza nacional coherente, tanto en lo social como en lo
político, se remonta a la era de Perón. El legado que dejó ese período no podía ser fácilmente dejado de
lado una vez derrocado Perón.
- el apoyo que los trabajadores dieron a Perón no se fundió exclusivamente en su experiencia de
clase en las fábricas. Fue tmb una adhesión de índole política generada por una forma particular de
movilización y discurso políticos. (Según lo han afirmado Sigal y Torre, en América Latina ha
sido con frecuencia la plaza pública, antes que la fábrica, el principal punto de constitución de la
clase trabajadora como fuerza política).
- La clase trabajadora no llegó al peronismo ya plenamente formada y se limitó a adoptar esa causa
y su retórica, la clase trabajadora misma fue constituida por Perón. Esta construcción no implicó
necesariamente la manipulación y la masividad asociadas a la poderosa imagen de “masas
disponibles”. El desarrollo de un movimiento sindical centralizado y masivo confirmó la
existencia de los trabajadores como fuerza social dentro del capitalismo.
El P aspiraba a lograr una alternativa hegemónica viable para el capitalismo argentino, quería promover
un desarrollo económico basado en la integración social y política de la clase trabajadora.

Вам также может понравиться