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entre centro y periferia, con esta última creciendo más rápido que el
centro y con fortalezas en su capacidad de generar ahorros exportables.
Este “nuevo” capitalismo, de variante neoliberal, también muestra una
alta frecuencia de crisis económicas, seguida de costosas políticas de
austeridad junto a una tendencia a la acentuación de la desigualdad de
ingresos y riquezas; en este contexto destaca el fortalecimiento de
pequeñas pero poderosas elites económicas. Estas tendencias globales
tienen implicancias geopolíticas y económicas importantes. Una de estas
es sobre el carácter de la democracia la que se ha vuelto de baja
intensidad y poco participativa dada la brecha existente entre la enorme
influencia de las elites económicas que movilizan sus amplios recursos
para influir, unilateralmente, en las decisiones políticas de las sociedades
capitalistas y el escaso poder e influencia de las clases medias y los
sectores populares y menos favorecidos de la población. Asimismo, este
capitalismo del siglo 21 ha traído consigo un déficit democrático no solo a
nivel nacional sino también a nivel global. Un ejemplo reciente de lo
anterior es que varias economías europeas se han transformado en
verdaderos “Protectorados” del FMI, Banco Central Europeo y la
Comisión Europea, la llamada Troika. En efecto, este conjunto de
instituciones dictan las políticas públicas de los países Europeos en crisis
con evidente menoscabo de su soberanía y autonomía nacional y del
derecho a decidir sus propias políticas económicas y sociales.
Por otra parte varios países junto con reducir el empleo, los salarios y las
prestaciones sociales en el sector público han acelerado las
privatizaciones de actividades como los aeropuertos, los correos, el agua
y la energía. En Grecia, la Troika exigió, en el 2013, incluso, el cierre de
la Televisión Pública, ERT[1], uno de los iconos de la democracia
griega. Además algunos países han introducidos cambios
constitucionales (caso español) para que el presupuesto fiscal tenga el
visado de organismos supra-nacionales disminuyendo aún más la falta
de soberanía nacional en las decisiones de política fiscal.
Estas medidas restrictivas han puesto una gran presión sobre el contrato
social Europeo de post-guerra basado en la seguridad económica, la
cohesión y protección social, la solidaridad y el empleo. El intento de
reemplazar este contrato social por uno neoliberal se ha hecho sin
consultas ciudadanas, aprovechando las urgencias de la crisis y el poder
de la Troika y de los acreedores financieros. Por otra parte, se observa
en Europa, a raíz de la crisis, un fortalecimiento de los partidos políticos
nacionalistas de ultra-derecha como el “Frente Nacional” en Francia, los
“Verdaderos Finlandeses” en Finlandia, la “Cruz Dorada” en Grecia y
otros que han logrado atraer electorados en base a un discurso anti-
migrantes y anti-Unión Europea en sociedades agotadas por la falta de
empleo y el estancamiento.
Kimihiro HoshinoAFP
7. Personalización
Wolfgang Grulk predijo que diversas áreas de nuestras vidas que han representado
hasta ahora unos sistemas centralizados (por ejemplo, la sanidad pública y energía)
se desintegrarán gradualmente en celdas separadas. Todavía es difícil de decir si
acertó el escritor con esta idea o no, pero el desarrollo de tecnologías de energía
—desde los coches eléctricos y paneles solares hasta pilas de combustible— indica
la posibilidad de reducir la dependencia de una persona del Estado, al menos en
esta área.
8. Siglo de la biotecnología
"El XXI será el siglo de la biología y la biotecnología". Esta predicción aún no se ha
hecho realidad. La genética todavía no se ha convertido en un sector económico
clave, y el mercado percibe con desconfianza los alimentos genéticamente
modificados.