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MARTIN RI\AS
Texto de Alberto Blest Gana

i Ilustraciones de Mario Igor


Resumen de Alberto Ruiz Aliaga.

—Tenga usted la bondad de leer


A principios del mes de julio de según la significativa expresión
1850 atravesaba la puerta de palle francesa, entre dos edades, es de esta carta.
Ah, es usted Martín —
exclamó
de una hermosa casa de Santiago la vejez sin

cir, que rayaba en

un joven de veintidós a veintitrés haber entrado aún en ella. el señor Encina, al leerla firma—.Y

años. —¿El señor don Dámaso Encina? su padre de usted, ¿cómo está?
Su traje y sus maneras estaban —

Yo, señor, un servidor de usted —Ha muerto, contestó Martín,

muy distantes de asemejarse a las


contestó el preguntado. con tristeza.


Martín sacó del bolsillo de la le —¡Muerto! —repitió, con asom
maneras y al traje de nuestros ele
gantes de la capital. Todo en vita carta que puso en manos
una bro, el caballero. Luego principió
aquel joven revelaba al provin de don Dámaso con estas pala la lectura de la carta, que decía lo
ciano que viene por primera vez a bras: siguiente:
Santiago. El modo como aquel
joven se acercó aun criado mani
festaba también la timidez del que Martín sacó, del bolsillo de la lei/ita una carta
penetra en un lugar desconocido que puso én manos de don Dáfiaso.
y recela de la acogida que lo es

pera.

¿Será ésta la casa del señor


don Dámaso Encina? —preguntó
éste.
—Aquí es contestó el criado.

—¿Podría usted decirle que un


caballero desea hdblar con él?
A la
palabra caballero, el
criado pareció rechazar una son
risa burlona que se dibujaba en
sus labios.
—¿Y cómo se llama usted?
—preguntó con voz seca.

Martín Rivas —
contestó el pro
vinciano, tratando de dominar su

impaciencia. Daban en ese ins-


tqnte las doce del día. El criado
entró con paso lento a las habita
ciones del interior.
Mbrtín se había quedado en el
mismo lugaren que se detuvo para
hablar con el criado y dejó pasar
dos minutos sin moverse. Mas
luego pareció impacientarse con
la tardanza del que esperaba. Por
fin se abrió una puerta y apareció
el mismo criado con quien Martín
acababa de hablar.
—Que pase para adentro —dijo
al joven. Martín siguió al criado
hasta una puerta, en la que éste se

detuvo. El joven pasó el umbral y se


encontró con un hombre que, por
su aspecto, parecía hallarse,
Mi estimado y respetado señor: habitada por una familia com hasta entonces cuál de los dos se
Me siento gravemente enfermo y puesta de don Dámaso Encina, su hubiera conquistado la preferen
deseo, antes que Dios me llame a mujer, una hija de diecinueve cia de Leonor.
su divino tribunal, recomendarle a Clemente Valencia
años, un hijo de veintitrés y tres era un joven
mi hijo, que en breve será el único hijos menores. de veintiocho años, de figura ordi
apoyo de mi desgraciada familia. Don Dámaso se había casado a naria, a pesar del lujo que osten
Tengo muy cortos recursos y he los veinticuatro años con doña En taba en su traje gracias a los tres
hecho mis últimas disposiciones gracia Núñez. Doña Engracia, en cientos mil pesos que tanto reco

para que después de mi muerte ese tiempo, carecía de belleza, mendaba Agustín a su hermana,
puedan mi mujer y mis hijos apro pero poseía una herencia de "Nadie es feo con
capital, herma-
vecharlas lo mejor posible. Con los treinta mil pesos, que inflamó la nita". El segundo galán, Emilio
intereses de mi pequeño caudal pasión del joven Encina hasta el Mendoza, brillaba por la belleza
tendrá mi familia que subsistir po punto de hacerle solicitarsu mano. que faltaba a Clemente y carecía
bremente para poder dar a Martín Gracias a su riqueza, la familia de de lo que a éste servía de pasa
lo necesario hasta que concluya don Dámaso era considerada porte en los más aristocráticos sa
en Santiago sus estudios de abo como una de las más aristocráti lones de lacapital. Era buen mozo
gado. Según mis cálculos, sólo cas de Santiago. Don Dámaso En y pot>re. Empero esta pobreza no
podrá recibir veinte pesos al mes, cina debía su fortuna a una mina le impedía presentarse con ele
y como le sería imposible con tan que compró poco a poco a don gancia.
módica suma satisfacer sus estric José Rivas. Ambos, además de su amor por
tas necesidades, me he acordado La familia de don Dámaso era la hija de don Dámaso, eran impul
de usted y atrevido a pedirle el noble Santiago por derecho
en sados por la misma ambición.
servicio de que lo hospede en su pecuniario. Se distinguía por el Clemente Valencia quena aumen
casa hasta que pueda por sí solo gusto hacia el lujo y aumentaba su tarsu caudal con la herencia pro

ganar su subsistencia. Este mu prestigio con la solidez del crédito bable de Leonor, y Emilio Mendoza
chacho es mi única esperanza, y si de don Dámaso. Magnífico cua sabía que casándose con ella,
usted le hace la
gracia que para dro formaba aquel lujo a la be además de la herencia que ven
él humildemente solicito, tendrá lleza de Leonor, la hija predilecta dría más tarde, la protección de
usted las bendiciones de su santa de don Dámaso y de doña Engra
madre en la Tierra y las mías en el cia. Ella, mimada desde temprano,
cielo, si Dios me concede su eterna se había acostumbrado a mirarsus
gloria después de mi muerte. perfecciones como un arma de
JOSÉ RIVAS absoluto dominio entre los que la
Don Dámaso se quitó los anteo rodeaban.
jos. —¿Usted sabe lo que su padre En la época en que principia
me pide en esta carta? esta historia, la familia Encina
—Sí, señor —
contestó Martín. acababa de celebrar con un

—¿Y cómo se ha venido usted de magnífico baile la llegada de Eu

Copiapó? ropa del joven Agustín, que había


Sobre la cubierta del vapor traído del Viejo Mundo gran aco
—contestó el joven, como con or pio de ropas y alhajas, en cambio
gullo. de ios conocimientos que no se

—Amigo —dijo el señor Encina—, había cuidado de adquirir en su


su padre era un buen hombre y le viaje. Su pelo rizado, la gracia de
debo algunos servicios que me su persona y su perfecta elegan

alegraré de pagarle en su hijo. cia hacían olvidar lo vacío de su

Tengo en los altos dos piezas de cabeza.

socupadas y están a la disposi Clemente Valencia y Emilio


ción de usted. Traiga usted su Mendoza se distinguían entre los

equipaje y arréglese allá arriba. más asiduos pretendientes de la

Yo como a las cinco: véngase un hija de don Dámaso Encina. La


social designaba
poquito antes para presentarlo a chismografía no

la señora.
Martín dijo algunas palabras de
Don Dámaso se quitó los anteojos.
agradecimiento y se retiró.
¿Ud.sabe lo que su padre me pide
en esta carta? /~*%
LA CASA DE LOS ENCINA

La casa en donde hemos visto

presentarse a Martín Rivas estaba


Don Dámaso le presentó a su mujer y a Leonor, que le hiciera
un ligero saludo.

don Dámaso le sería de inmensa regrinaciones al porvenir. Sabía, doña Engracia, Leonor y Agustín,
utilidad en su carrera política. por el criado, que la casa era de que se había puesto a hablarde su
las más lujosas de Santiago; que paseo a caballo.
LAS MEDITACIONES DE MARTIN en la familia había una niña y un Martín envidiaba de todo cora
joven, tipos de gracia y de ele zón aquella insípida locuacidad,
Entregado a profunda medita gancia; y pensaba que él, pobre mezcladas con palabras france
ción se hallaba Martín Rivas des provinciano, tendría que sentarse sas, dichas con ridicula afecta
pués dearreglar su reducido al lado de esas personas "acos ción. Don Dámaso, que era habla
equipaje en los altos que debía a tumbradas al refinamiento de la dor, le dirigió la palabra para in
la hospitalidad de don Dámaso. riqueza. Esta perspectiva hería el formarse de las minas de Copiapó.
Con la muerte de su padre no le nativo orgullo de su corazón. Martín vio, al contestar, dirigidos
quedaban en la Tierra más perso A las cuatro y media de la tarde hacia él los ojos de la señora y sus
nas queridas que doña Catalina un criado presentó ante Martín y
se
hijos. Esta circunstancia pareció in
Solazar, su madre, y Matilde, su le anunció que su patrón lo espe fundirle una seguridad y aplomo
única hermana. Al encontrarse en raba en la cuadra. Don Dámaso le
repentinos. Dejó de admirar las
la capital, de la que tanto había presentó mujer y
a su a Leonor, que pretensiosas maneras del ele
oído hablar en Copiapó; al verse le hiciera ligero saludo. En ese
un
gante para detener con avidez la
separado de su familia, que divi momento entró Agustín, a quien su vista sobre Leonor. La belleza de
saba en el luto y la pobreza; al padre presentó también al joven esta niña produjo en su alma una
pensaren la acaudalada familia Rivas, que recibió del elegante admiración indecible.
en cuyo seno se veía admitido tan una pequeña inclinación de ca
Un criado se presentó anun
repentinamente, disputábanse el beza. Esta fría acogida bastó para ciando que la comida estaba en
paso de las ideas en su imagina desconcertar al provinciano. La la mesa. Don Dámaso ofreció su
ción. En ese momento habían de voz de don Dámaso, que le ofrecía brazo a Leonor y volviéndose
saparecido para él hasta las espe un asiento, lo sacó de la tortura en hacia Martín: —Vamos a comer,
ranzas que acompañan a las se hallaba
que y tomó una silla amigo —le dijo, siguiendo tras su
almas jóvenes en sus continuas pe distante del grupo que formaban
esposa y su hijo.
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Terminada la comida, todos sa gunta maquinalmente y como nombre era Rafael San Luis. Era un
lieron del comedor en el orden en para combatir la angustia que joven de veintitrés a veinticuatro
que habían entrado. A las siete oprimía su pecho al considerar la años, de poética beHeza. Al salir
pudo libertarse Martín de los dis imposibilidad de llamar la aten de clase, y luego de una discusión
cursos de su huésped y retirarse ción de una criatura como Leonor. que sostuvo Martín con un compa
del salón. Pensando en ella, entrevio por pri ñero que lo trató con arrogancia,
mera vez el amor, como se divisa a Rafael le tendió la mano a Rivas
EMOCIÓN Y CANSANCIO su edad: un paraíso de felicidad con franca cordialidad.

indefinida, ardiente como la espe —Me alegraré mucho —dijo


Martín se sentó al lado de una ranza de la juventud. Martín— srusted me permite culti
mesa con el aire de un hombre var su amistad. i ■
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cansado por una larga marcha. ESTUDIOS Y AISLAMIENTO —Tendrá usted un triste amigo
Las emociones de su llegada a —replicó San Luis con una sonrisa
Santiago, de la presentación en Martín se informó de ia situación melancólica—; pero no me falta
una familia rica y la belleza sor del Instituto Nacional y de los ciertaexperiencia que acaso
prendente de Leonor, todo, pa pasos que debía dar para incor pueda aprovecharle.
sando confusamente en su espíritu, porarse a la clase de práctica fo Al día siguiente reanudaron la
las la sección universitaria. El conversación interrumpida el an
como
incoherentes visiones de rense en

un sueño, ló habían rendido de pobre y anticuado traje provin terior. Cuando Rafael San Luis supo
cansancio. ciano llamó desde el primer día la que Martín vivía en casa de don
Aquella desdeñosa hermosura, atención de sus condiscípulos, la Dámaso Encina, preguntó por Leo
mayor parte jóvenes elegantes.
nor.
que no se dignaba tomarparte en
las conversaciones de la familia, lo Martín se encontró por esta causa —Oh, está lindísima—dijo Martín
humillaba con su elegancia y su aislado de todos. con entusiasmo.
riqueza. ¿Era tan vulgar su inteli Dos meses después de su incor —¡Cuidado; respuesta re
esa

vela una admiración que puede a


gencia como la de sus padres y de poración a la clase, notó Martín la
usted serle fatal! —observó San
su hermano y ésta la causa de su presencia de un alumno, a quien
silencio? Martín se hizo esta pre todos saludaban cordialmente. Su Luis poniéndose serio.
CONTINUARA

■i-
—Oh, está Hndfsifria —
dijo Martín
con entusiasmo.

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