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XIV

BABILONIA
Y EL ANTICRISTO
Llegamos ahora a la parte de nuestro tema en que el
pueblo del Señor está en mayor necesidad de instrucción:
es el punto en que tienen menos luz entre la mayoría de los
temas proféticos. Y quizá no tenemos por qué sorprender­
nos de esto. El mismo nombre Babilonia significa confu­
sión. Con todo, acá y allá Dios ha levantado individuos que
han dado fiel testimonio de la enseñanza de su Palabra con
respecto al pasado y futuro de Babilonia, y a estos testigos
el escritor está muy agradecido. En vista de la ignorancia
que prevalece tenemos que avanzar con cuidado. Nos pro­
ponemos examinar cuidadosamente los principales pasajes
del Antiguo Testamento sobre este tema.

«Babilonia fue una poderosa ciudad antigua; empezó


en Sinar, en los días que siguieron al diluvio; y juega un
papel importante en la historia de Israel y de Judá; y fue
la cabeza de los reyes de la tierra en los días de Nabu-
codonosor; después de su captura por los Medos y Per­
sas cayó de su alto estado, pero durante varios siglos
hasta después de Jesucristo fiie todavía una ciudad de
cierta importancia, y la cabeza de un distrito. En el Nue­
vo Testamento es mencionada por primera vez por Pedro

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(1.a Pedro 5:13), y aquí, en el libro que nos habla de
los sucesos que ocurren en el Día del Señor, leemos
de Babilonia que de nuevo domina al mundo, y esto
en el tiempo en que los israelitas están haciéndose
prominentes en la historia de la tierra. Aquí también
Babilonia reaparecerá en su antiguo aspecto dual,
político y social, la primera ciudad de la tierra y
también como líder del culto y religión de las po­
tencias mundiales. El sitio de la antigua Babilonia
ha sido conocido en todo momento, hasta el día de
hoy; cubre una vasta extensión de terreno y hay par­
tes del mismo que son habitadas hoy, como por ejem­
plo Hillah, donde hay unas cinco o seis mil perso­
nas. Cuando el ferrocarril del valle del Éufrates, del
que tanto se habla, sea una realidad, Babilonia será
una de las más importantes estaciones de la línea»
(col. VanSomerson, La gran revelación).

Esta cita proporciona un breve y comprensible resumen


sobre el tema.
La primera mención de Babel en la Biblia ocurre en re­
lación con aquel que después del diluvio consiguió grande­
za en la tierra — grandeza aparte de Dios. Nimrod, fue el
nieto de Cam, que provocó la maldición de su padre, Noé.
«Los hijos de Cam fueron Cus... y Cus engendró a Nimrod,
quién llegó a ser el primer poderoso de la tierra. Éste fue
vigoroso cazador delante de Dios, y el principio de su go­
bierno fue Babel, en la tierra de Sinar» (Génesis 10:7-10).
El lector tiene que regresar al capítulo previo para los co­
mentarios sobre Nimrod como tipo del Anticristo. «De
modo que el poder en la tierra y el comienzo del orden
monárquico son mencionados primero en relación con al­
guien cuya sede de poder era Babilonia y la tierra de Sinar.
Nimrod, Nabucodonosor, Anticristo, son, como hemos vis­
to, los tres grandes nombres relacionados con esta región y
con esta ciudad» (B. W. Newton: Babilonia: Su restauración
y destrucción final, 1859.
La primera mención de algo en la Escritura siempre re­
quiere la más particular atención, puesto que la ocurrencia
inicial de un término o expresión en la Palabra de Dios, de
modo invariable define su significado y predice su signifi­

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cado y alcance subsiguiente. El pasaje arriba citado del
Génesis 10 está enlazado de modo inseparable con lo que
hallamos en Génesis 11, y es su clave. Allí vemos que la tie­
rra de Sinar es mencionada como el lugar en que los hom­
bres se unieron en confederada acción contra Dios primera
vez. Dios les había mandado que se esparcieran (Géne­
sis 9:1). Pero ellos, en desafío, prefirieron centralizarse. De­
cidieron hacerse para ellos un nombre diciendo: «Vamos,
edifiquémonos una ciudad y una torre, cuya cúspide llegue
al cielo; y hagámonos un nombre, por si fuésemos esparci­
dos sobre la faz de la tierra» (Génesis 11:4). Y eso, se nos
dice, fue «en la tierra de Sinar» (11:2). «Pero el Señor in­
tervino, descendió y confundió su lengua, y los esparció, y
dejaron de edificar la ciudad. Por esto fue llamado el nom­
bre de ella Babel, porque allí confundió Jehová el lenguaje
de toda la tierra, etc.» (Génesis 11:8, 9). Así pues, vemos
que al principio, la tierra de Sinar y la ciudad de Babilonia
fiieron la escena de un pacto malvado, y del juicio de la
mano de Dios.
Sinar, pues, era la tierra alrededor de Babel. Ahora
bien, aunque la edificación de la ciudad de Babilonia fue
detenida durante los días de Nimrod, con todo su reino no
fue destruido. En Génesis 14:1 leemos de Amrafel rey de
Sinar. Parece, por varios pasajes, que «la tierra de Caldea»
— cuya capital fue la ciudad de Babilonia— no es sino otro
nombre para la «tierra de Sinar». En Daniel 5:30 Belsasar
es llamado «el rey de los caldeos», mientras que en 7:1 se
le llama «el rey de Babilonia» — véase Isaías 48:1; Jere­
mías 50:8; 51:54; Ezequiel 12:13. Además de estos pasajes,
Daniel 1:2, 3 parece establecer positivamente esta conclu­
sión, porque allí se nos dice de modo expreso que la Babi­
lonia de los días de Nabucodonosor estaba situada en «la
tierra Sinar». Esto sirve para confirmar el hecho que Cal- -
dea o Babilonia era el más antiguo de los primeros impe­
rios. Fue de «U r» de los Caldeos (Génesis 11:28) que Abram
fue llamado y fueron los «caldeos» que saquearon a Job
(Job 1:17); y en Josué 7:21 leemos de un «manto babiló­
nico muy bueno» que tentó a Acán, entre los despojos de
Jericó. En contraste con esto tenemos la afirmación en Je­
remías 5:15, en que el Espíritu Santo llama a los Babilo­
nios una nación «antigua» así como «poderosa». Después

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de los dias de Josué, Babilonia no es mencionada de nuevo
hasta los días de Esar-hadon (ver 2.a Reyes 17:24 y Es-
dras 4:2). En estrecha relación con la tierra de Sinar se
halla Asiría. Durante un tiempo la supremacía alternó en­
tre Asiría y Babilonia, hasta que en los dias de Nabopola-
sar el padre de Nabucodonosor, Nínive fue conquistada y
Asiría quedó sometida a Babilonia.
Pero aunque Sinar y su capital son mencionadas en Gé­
nesis 10 y 11, y aunque hay alusiones ocasionales a ellas,
en los siglos siguientes, no fite hasta que la apostasía de Is­
rael quedó bien manifiesta que hallamos a Babilonia ocu­
pando su lugar de prominencia y dominio. «Hasta que Je-
rusalén hubo sido probada suficientemente, para ver si se
mostraba digna de ser la ciudad de Dios, Babilonia fue
mantenida en suspenso. El fundador de la grandeza de Ba­
bilonia fue aquel gran rey que fue levantado como azote de
Jerusalén y que comenzó los "tiempos de los gentiles" al re­
cibir de Dios el poder que fue quitado de Israel, y perma­
nece en los gentiles, hasta que Jerusalén sea perdonada y
cese de ser hollada. Fue Nabucodonosor el que mientras se
paseaba por el palacio real de Babilonia “se puso a hablar
y dijo: ¿No es ésta la gran Babilonia, que yo edifiqué con
la fuerza de mi poder, para residencia real y para gloría de
mi majestad?" (Daniel 4:30). La grandeza de Babilonia vie­
ne sólo de Nabucodonosor» (BWN).
El quinto capítulo de Daniel nos cuenta que Belsasar, el
sucesor de Nabucodonosor, fue muerto por Darío, el cual
se apoderó del reino. N i la ciudad ni el reino fue entonces
destruido, de modo que, en vez de quedar desolada y sin
habitantes permaneció durante muchos siglos como una
ciudad de nota. Doscientos años después de su captura por
Darío, Alejandro el Grande, después de conquistar el Impe­
rio Persa, seleccionó Babilonia como capital intencional de
sus vastos dominios, y en realidad, murió allí. En el primer
siglo de la era cristiana Babilonia todavía existía, pues Pa­
blo se refiere a la iglesia allí (1.a Pedro 5:13). Varios de los
padres de la iglesia se refieren a Babilonia, y a principios
del VI sexto d. de J. el famoso Talmud Babilónico fue pu­
blicado por las Academias de Babilonia. Mr. Newton nos
dice que «Ibn Hankel en el año 917 habla de Babilonia
como un pueblo pequeño. Se menciona pues en el siglo x,

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como existente». Su caída fue lenta, casi imperceptible. In­
cluso en el día de hoy existe todavía como una pequeña
ciudad, Hillah, que se halla en el sitio de la original Babi­
lonia. ¿Cuál será, pues, su futuro?
El que escribe cree firmemente que habrá una nueva
Babilonia, una Babilonia que eclipsará en poder y gloria la
del día de Nabucodonosor, Y no soy sólo en esta convic­
ción. Hay una larga lista de nombre que pueden darse de
personas que han llegado a la misma convicción indepen­
dientemente, como conclusión de lo que las Escrituras en­
señan claramente sobre el hecho que Babilonia va a ser re­
construida. Pero no hay necesidad de fortificar nuestra
convicción con una apelación a la autoridad humana. Es
mejor que la fe del lector descanse en la Palabra de Dios
que en la sabiduría de los mejores de los hombres.Antes de
presentar algunas de las muchas pruebas escritúrales en
que reposa nuestra convicción, preguntemos: ¿No sería ex­
traño en extremo si Babilonia no tuviera un papel a repre­
sentar al fin de los tiempos? La Escritura nos dice que Je-
rusalén, que había sido hollada por los gentiles había de
ser restaurada por las manos humanas, y el templo recons­
truido (Mateo 24:15). Egipto y Asiria van a tener un futuro
delante, como se ve por Isaías 19:23, 24. Moab, Edom y
Seir, han de figurar en el día futuro, cómo se intima por
Números 24:17, 18. Grecia espera su juicio final por parte
de Dios (Zacarías 9:13). Y así podríamos continuar. ¿Por
qué, pues, Babilonia, tendría que verse excluida de la reno­
vación general del Oriente Medio?
Pero no estamos abandonados a las deducciones lógi­
cas; la palabra de Dios afirma de modo expreso que Babi­
lonia va a jugar un papel prominente en los Tiempos del
Fin. El imperio sobre el cual va a reinar el Anticristo está
descrito en símbolos idénticos a los que se aplican a los
cuatro reinos mundiales de Daniel 7. En Daniel 7:3 Daniel
contempla «cuatro grandes bestias» que suben del mar, y
en Daniel 7:17 se nos dice que «estas grandes bestias, que
eran cuatro, son cuatro reyes [o reinos] que se levantarán
de la tierra». Estos cuatro reinos con los de Babilonia, Me-
dopersia, Grecia y Roma. Daniel 7:4 dice: «L a primera era
como un león.» 7:5 dice: «La segunda era como un oso.»
7:6 dice: «L a tercera era como un leopardo.» 7:7 dice que

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la cuarta era «espantosa y terrible». Ahora bien, en Apoca­
lipsis 13:1, 2, donde tenemos una descripción simbólica del
imperio del cual va a ser cabeza el Anticristo, se nos dice
que Juan «vio subir una Bestia del m ar» y que «era como
Un leopardo, que sus pies eran los pies de un oso, y su boca
era la boca de un león». De la cuarta bestia dice Daniel 7
que «tenía diez cuernos» (7:7); y lo mismo en Apocalip­
sis 13:1 se nos dice que la bestia tenía «diez cuernos».
¿Quién pues, puede dudar que Apocalipsis 13:1, 3 se nos da
con el propósito explícito de enseñamos que los cuatro
grandes imperios mundiales del pasado —no meramente el
cuarto, sino todos ellos— van a ser restaurados en los
Tiempos del Fin? Pero como este punto es disputado por
algunos, vamos a detenemos para dar más pruebas.
Hay que notar que la Bestia (reino) de Apocalipsis 13:1,
se dice que tiene «seis cabezas». Esto ha dejado perplejos
a muchos comentaristas, pero una vez se ve que la Bestia
de Apocalipsis 13:1, 2 es una descripción simbólica, prime­
ro de un reino compuesto, hecho de todas las característi­
cas de los cuatro imperios antiguos, y perpetuándolas; y
segundo, una descripción simbólica del que va a regirlos,
toda dificultad desaparece. Es evidente que tenemos aquí,
en Apocalipsis 13:1, 2 un reino compuesto con «siete cabe­
zas». Ahora bien, notemos que en Daniel 7, los reinos pri-'
mero, segundo y cuarto, no se nos dice que tienen más de
una cabeza, pero que el tercero tiene «cuatro cabezas» (Da­
niel 7:6). De modo que las bestias de Daniel 7, tienen, tres
de ellas una cabeza, y la tercera, siete cabezas en total; lo
cual concuerda perfectamente con Apocalipsis 13:1. Pero
incluso esto no agota las pruebas de que los cuatro reinos
de Daniel 7 han de ser restaurados, y jugar sus papeles fi­
nales antes del Milenio.
Si el lector quiere volver a Daniel 2, que es paralelo a
Daniel 7 —la «im agen» en sus cuatro partes (la cabeza, el
pecho y los brazos, el vientre y los muslos, las piernas y los
pies), que corresponden a las cuatro bestias— se hallará
que cuando llegamos al versículo 45, en que se habla de
Cristo (bajo la figura de la «Piedra cortada sin intervención
de manos humanas») volviendo a la tierra para destruir las
fuerzas del mal, y luego establecer su reino, descubrimos
que la Piedra hace pedazos al hierro (Roma), al bronce

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(Grecia) al barro cocido (el apóstata Israel) la plata (Medo-
persia) y el oro (Babilonia). Lo que deseamos de un modo
especial que note el lector es que la Piedra no sólo golpea
el hierro, sino también el bronce, el barro cocido, la plata
y el oro; de hecho, el versículo 35 nos dice expresamente
que «fueron desmenuzados también». Si son destruidos
juntamente, tienen que estar en escena en el momento del
retomo de Cristo a la tierra para inaugurar su reino mile-
nial, y si es así, cada uno de ellos tiene que ser renovado y
restaurado. Como nuestra investigación presente no se re­
fiere a la renovación de Persia, Grecia y Roma, sino sólo a
la de Babilonia, vamos a limitamos a los pasajes que ha­
blan de esta última.

1. En Isaías 13 y 14 hay una profecía notable que está


relacionada directamente con el tema que tenemos delan­
te. Se la llama en su primer versículo: «E l oráculo de Ba­
bilonia.» Nos describe el terrible juicio que Dios va a en­
viar a esta ciudad. Habla de su destrucción total y final.
Declara que «Babilonia, la joya de los reinos, prez y orgu­
llo de los caldeos, será como cuando destruyó Dios a Sodo­
ma y Gomorra. Nunca más será habitada ni se morará en
ella de generación en generación» (vv. 19, 20). Ahora bien,
el punto pertinente a nuestra investigación presente es sa­
ber si Isaías 13 describe la mina que cae sobre Babilonia
en los días de Belsasar, o el juicio que cae sobre Babilonia
en el futuro. Sobre este punto, para los que desean some­
terse a la Palabra de Dios, no queda lugar para la incerti­
dumbre. El versículo 6 expresamente declara que esta
«carga u oráculo de Babilonia» ha de recibir su cumpli­
miento en «el Día del Señor». Esto, apenas tenemos que
añadir, es el nombre del Día que sigue al presente Día de
Salvación (2.a Corintios 6:2). Si el lector quiere consultar
una concordancia va a hallar que el «D ía del Señor» nunca
se refiere a un período ahora pasado, sino siempre a refe­
rencias a un día futuro. Si queda alguna duda sobre si
Isaías 13 está hablando de un día futuro, el contenido del
versículo 10 debería eliminarla totalmente. Allí se nos dice
que «las estrellas de los cielos y sus constelaciones no da­
rán luz, el sol se oscurecerá al nacer, y la luna no dará su
resplandor». Todos los estudiosos de la profecía verán al

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instante que estos fenómenos cósmicos son los que se pre­
senciarán durante el período de la Tribulación —véase Ma­
teo 24:29. No hay ninguna indicación en ninguna otra par­
te de la Escritura (por lo menos que yo sepa) o en la his­
toria secular de que estos disturbios entre los cuerpos ce­
lestes hayan tenido lugar cuando Babilonia fue tomada por
Darío. Y es en el tiempo del «D ía del Señor», cuando el sol
se oscurezca y la luna no brille más, que Babilonia será
destruida (v. 19). Basta con este pasaje de la Escritura para
establecer de modo suficiente que habrá un futuro para
Babilonia y que será entonces que será destruida. Y no
puede haber dudas sobre el significado de esta Babilonia,
porque el versículo 19 dice claramente: «el orgullo de los
caldeos».

2. El capítulo 14 de Isaías sigue del 13, completando


el «oráculo de Babilonia» que se empezó allí. Proporciona
más pruebas de que habrá otra Babilonia. El capítulo em­
pieza en una declaración de la restauración futura de Is­
rael: «Jehová tendrá compasión de Jacob, y todavía esco­
gerá a Israel y le hará establecerse en su tierra» (v. 1). Si­
gue diciendo: «En el día en que Jehová te dé reposo de tus
trabajos de tu desazón, y de la dura servidumbre en que te
hicieron servir, pronunciarás esta sátira contra el rey de
Babilonia, y dirás: ¡Cómo terminó el opresor! ¡Cómo acabó
la ciudad insolente!» (vv. 3, 4). Si hubiera dudas sobre si
estos versículos están hablando de la restauración de Israel
a Palestina después del tiempo de la cautividad de Babilo­
nia, es fácil disiparlas. Los versículos que siguen dejan cla­
ro de modo indiscutible que la profecía todavía aguarda su
cumplimiento. Así leemos en los versículos 7, 8: «Toda la
tierra está en reposo y en paz, prorrumpe en aclamaciones.
Aun los cipreses se regocijaron, a causa de ti, y los cedros
del Líbano, diciendo: Desde que tú pereciste, no ha subido
cortador contra nosotros.» No puede decirse que «toda la
tierra» haya estado en «reposo» desde los días de Caín (ex­
cepto en el breve período en que el Verbo habitó entre los
hombres). Pero lo estará durante el Milenio. Notemos, tam­
bién, que a continuación de la destrucción de la «ciudad de
oro», Israel exclama: «Desde que tú pereciste no ha subido
cortador contra nosotros.» Esto establece de modo unívoco

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el tiempo en que esta profecía se cumple. Mucho después
de los días de Belsasar, los romanos se dirigieron hacia Is­
rael y la «cortaron». Pero nadie va a hacerlo otra vez cuan­
do el último rey de Babilonia sea destruido.
Antes hemos citado hasta el fin del versículo 8 de
Isaías 14. En el versículo 9 el profeta de repente se vuelve
desde Babilonia a su último rey. Los versículo 9 al 20 con­
tienen un sorprendente relato de la arrogancia y terrible fi­
nal del Hombre de Pecado. Luego, en el versículo 21, el
«oráculo» vuelve otra vez al tema del Anticristo: «Prepa­
rad para sus hijos el matadero, por la maldad de sus pa­
dres; que no se levanten, ni posean la tierra, ni llenen de
ciudades la faz del mundo. Yo me levantaré contra ellos,
dice Jehová de los ejércitos, y raeré de Babilonia el nom­
bre y el remanente, hijos y nietos, dice Jehová. Y la con­
vertiré en patrimonio de erizos, y en pantanos; y la barreré
con la escoba de destrucción, dice Jehová de los ejércitos»
(vv. 21-23). Finalmente el profeta concluye con una palabrá
final respecto al Anticristo: «Jehová de los ejércitos juró di­
ciendo: Ciertamente se hará de la manera que he pensado,
y será confirmado como lo he determinado; que quebran­
taré al asirio en mi tierra, y en mis montes lo hollaré; y su
yugo será apartado de ellos, y su carga será quitada de sus
hombros. Éste es el designio que está acordado sobre toda
la tierra, y ésta es la mano extendida sobre todas las nacio­
nes. Porque Jehová de los ejércitos lo ha determinado, y
¿quién lo impedirá? Y su mano extendida, ¿quién la hará
retroceder?» (w . 24-27). Bueno se ha dicho: «Estas son pa­
labras notables y significativas, y ciertamente no podemos
decir que hayan sido cumplidas. Podrá afirmar alguien que
el propósito de Dios que Él ha planeado sobre la tierra fue
realizado cuando Babilonia fue derrocada por los Medas y
Persas? ¿Cumplió entonces la mano que fue extendida so­
bre todas las naciones, entonces, sus últimos designios?
¿Fueron los asirios entonces pisoteados bajo pie en LA TIE­
RRA Y EN LAS MONTAÑAS DE ISRAEL, y esto es un mo­
mento en que el yugo de Esclavitud fue finalmente quitado
del cuello de Israel? Si esto fuera así no veríamos hollada
a Jerusalén ahora. “Los tiempos de los gentiles” habrían
terminado. Israel habría sido recogido, y Jerusalén sería
“el orgullo de las naciones” . Las palabras finales de esta

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profecía, por tanto, deberían convencemos, por ellas solas,
de que todavía no ha sido cumplida» (B.W.N.).

3. Apelamos luego al capítulo 50 de Jeremías. Los pri­


meros versículos contienen una profecía que ciertamente
no ha recibido su cumplimiento total en el pasado. Decla­
ra: «L a palabra que habló Jehová contra Babilonia, contra
la tierra de los caldeos, por medio del profeta Jeremías.
Anunciadlo en las naciones, y hacedlo saber; levantad tam­
bién bandera, publicadlo, y no encubráis; decid: Tomada
es Babilonia, Bel es avergonzado, desmayó Merodac, con­
fusas están sus esculturas, desmayaron sus ídolos. Porque
subió contra ella una nación del norte, la cual pondrá sü
tierra en asolamiento, y no habrá quien en ella more; hu­
yeron, y se fueron, tanto las personas como las bestias. En
aquellos días y en aquel tiempo, dice Jehová, vendrán los
hijos de Israel, ellos y los hijos de Judá juntamente; e irán
ándando y llorando, y buscarán a Jehová su Dios. Pregun­
tarán acerca de Sión, vueltos sus rostros hacia acá, dicien­
do: Venid y juntémonos a Jehová con pacto eterno que ja ­
más se ponga en olvido.» Nótense bien tres cosas en estos
versículos. Primero se anuncia que la tierra de Babilonia
quedará desolada y que nunca ni hombre ni bestia volverá
a morar en ella. Segundo, el tiempo en que esto ocurrirá se
define como cuando Israel y Judá, juntos (y desde los días
de Roboam han estado separados, nunca unidos) buscarán
al Señor. Tercero, es cuando Israel y Judá estén juntos que
se unirán al Señor en un «pacto perpetuo». Todavía es más
explícita la marca del tiempo en el versículo 20: «En aque­
llos días, y en aquel tiempo, dice Jehová, la maldad de Is­
rael será buscada, y no aparecerá; y los pecados de Judá,
y no se hallarán.»

4. Todo el capítulo 51 de Jeremías debería ser estudia­


do cuidadosamente en relación a esto. Reservamos gran
parte del mismo para la consideración de los dos capítulos
que siguen a éste. Aquí simplemente llamamos la atención
a los versículos 47-49: «Por tanto, he aquí viene días en que
yo castigaré a los ídolos de Babilonia, y toda su tierra será
avergonzada, y todos sus muertos caerán en medio de ella.
Los cielos y la tierra y todo lo que hay en ellos cantarán de

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gozo sobre Babilonia; porque del norte vendrán contra ella
saqueadores, dice Jehová. Como Babilonia ha hecho caer a
los muertos de Israel, así caerán los muertos de toda la tie­
rra.» No se necesita mucho comentario aquí. ¿Cuándo ca­
yeron «en Babilonia todos los muertos de toda la tierra? ¿Y
cuándo se gozaron cuando cantaron de gozo los cielos y la
tierra porque había sido derribada?». «Cuando Babilonia
pasó a manos de los Medas no hubo mucha ocasión para
este gozo. No hubo mucha diferencia para la tierra entre el
reinado de Babilonia cuando estaba en manos de los cal­
deos, o cuando eran los persas, los griegos o los romanos;
no hubo mucha oportunidad para acciones de gracias con
la transferencia de autoridad de unas manos orgullosas a
otras que no lo eran menos. Pero si ha de haber una caída
de Babilonia que tenga lugar en el tiemmpo que preceda
de modo inmediato al reinado de Aquel de quien se dice:
"Todas las naciones le llamarán Bienaventurado"... enton­
ces sí que habrá razones suficientes para que los cielos y la
tierra canten de gozo.» (B.W.N.)
«Duélete y gime, hija de Sión, como mujer que está de
parto; porque ahora saldrás de la ciudad y morarás en el
campo, y llegarás hasta Babilonia y allí serás librada,
allí te redimirá Jehová de la mano de tus enemigos» (Mi-
queas 4:10). A la luz de pasajes como Miqueas 5:3, Ma
teo 24:8, etc. (se trata de «dolores de parto»), no puede ca­
ber la menor duda del tiempo al cual se refiere esta profe­
cía. Es al término de la Gran Tribulación. Y en aquel mo­
mento un remanente de Israel se hallará en Babilonia y
será librado por el Señor.

6. Pero las profecías de Isaías y Jeremías, así como las


del Apocalipsis hablan de la inmediatez del golpe que va a
destruir Babilonia. «Desciende y siéntate en el polvo, vir­
gen hija de Babilonia. Siéntate en la tierra, sin trono, hija
de los caldeos; porque nunca más te llamarán tierna y de­
licada. Dijiste: Para siempre seré señora; y no has pensado
en esto, si te acordaste de tus postrimerías. Oye, pues, aho­
ra esto, mujer voluptuosa, tú que estás sentada confiada­
mente, tú que dices en tu corazón: Yo soy, y fuera de mí no
hay más; no quedaré viuda, ni sabré lo que es perder hijos»
(Isaías 47:1, 8, 9). «En un momento cayó Babilonia, y se

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despedazo; lamentaos por ella» (Jeremías 51:8). «¡Ay, ay de
la gran ciudad de Babilonia, la ciudad fuerte, porque en
una hora vino tu juicio!» (Apocalipsis 18:10). No ha habido
una cosa semejante en el pasado de la historia de Babilo­
nia que corresponda en modo alguno a estas profecías.

7. Isaías, Jeremías y el Apocalipsis, cada uno declara


que Babilonia será quemada con fuego. « Y Babilonia, la
joya de los reinos, prez y orgullo de los caldeos, será como
cuando destruyó Dios a Sodoma y Gomorra» (Isaías 13:19).
«Los valientes de Babilonia dejaron de pelear, se encerra­
ron en sus fortalezas, les faltaron las fuerzas, se volvieron
como mujeres; incendiadas están sus casas, rotos sus cerro­
jos... Así dice Jehová de los ejércitos: El muro ancho de Ba­
bilonia será derribado enteramente, y sus altas puertas se­
rán quemadas a fuego» (Jeremías 51:30, 58). « Y viendo el
humo de su incendio, gritaron, diciendo: ¿Qué ciudad era
semejante a esta ciudad?» (Apocalipsis 18:18). No sabemos
que haya referencia, sea en la Escritura o en la historia se­
cular, que muestre que Babilonia fuera «incendidada» en
el pasado.
«Pero se dirá, quizá: ¿Cómo es posible esto? ¿No ha
sido derribada Babilonia ya? ¿No ha sido herida por la
destrucción? Nuestra respuesta es: No ocurrió esto en el
pasado y en las circunstancias especificadas en los pasajes
citados. Es verdad que los países del Éufrates han sido he­
ridos, gravemente heridos por la mano de Dios. Dios en su
bondad da avisos y advertencias previas en forma de gol­
pes serios. Él acostumbra a advertir antes de destruir final­
mente. Egipto, Jerusalén, y muchos otros lugares, todos
ellos han experimentado desolaciones de advertencia, y lo
mismo Babilonia. Su ruina presente (que tuvo lugar lenta­
mente, suavemente por así decirlo) sirve para recordar lo
que la mano reivindicadora de la justicia de Dios puede
hacer, y es un aviso de lo que va a hacer, si el orgullo hu­
mano, en desprecio a sus admoniciones, intenta nuevamen­
te alzarse en altivos palacios allí donde Él ha decretado de­
solación. Pero si la costumbre de Dios ha sido de advertir
por su gracia, la costumbre del hombre ha sido «los ladri­
llos cayeron, pero ahora construiremos de piedra; los sicó­
moros fueron talados, pero ahora plantaremos cedros». Sin

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que haya recibido órdenes de hacerlo, la mano de Dios ha
restaurado lo que Dios había derribado (esto es lo que ha
sucedido con ciudades como Chicago y San Francisco). Sin
menospreciar la lección.dada por las visitaciones de los
juicios de Dios en el pasado, sin esconder, y mejor aún,
procurando proclamar la realidad y la extensión de la rui­
na que su santa mano ha efectuado, con todo, tenemos que
testificar que la mano del hombre, sin haber recibido ins­
trucciones para ello desde arriba, más tarde o más tempra­
no, va a reconstruir la fábrica de su grandeza, su última
malvada grandeza, en las mismas llanuras que ahora
abundan con los recuerdos de una ruina causada por trans­
gresiones previas y para los cuales no ha habido contri­
ción. Egipto, Damasco, Palestina, y hasta cierto punto, Je-
rusalén, ya están siendo reconstruidos. Y si estos países ve­
cinos que han sido visitados por aflicciones semejantes a la
que cayeron sobre Babilonia, han de ser restauradas y flo­
recer, con una prosperidad pecaminosa, ¿por qué Babilo­
nia ha de ser una excepción?» (B.W.N.)
Que el Anticristo estará intimamente relacionado con la
tierra de Caldea queda claro en varios pasajes, especial­
mente, los que hablan de él como «el Asirio» y el «rey de
Babilonia». Pero como esto es un punto en disputa tene­
mos que detenemos para dar prueba de ello. Vayamos, pri­
mero a Isaías 10 y 11, que forman un todo de profecía con­
tinua. No podemos dar ni tan sólo un bosquejo de esta in­
teresante predicción, sino meramente destacar un par de
afirmaciones que dan luz sobre el punto que tenemos.
En el versículo 5 de Isaías 10, el Señor se dirige al An­
ticristo como sigue: «Oh, asirio, báculo de mi furor, en
cuya mano he puesto la vara de mi ira.» Esto intima, como
se ha indicado en un capítulo previo, que el Hijo de Perdi­
ción no es sino una herramienta en manos del Todopode­
roso, su instrumento para trillar a Israel. Su consumado
egotismo y su arrogancia se ven claramente en los versícu­
los que siguen (7-11). Pero cuando Dios ha realizado su
propósito por medio de él, Él «va a castigar el fruto de la
soberbia del corazón del rey de Asiría, y la altivez de sus
ojos» (v. 12). Esto nos sirve muy bien para identificarle con
el «pequeño cuerno» de Daniel 7:20, el Hombre de Pecado
de 2.a Tesalonicenses 2:4. En el versículo 23 hay otra afir-

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marión que nos ayuda a fijar con certeza el periodo del
cual está hablando el profeta, y qué actores centrales tiene
en cuenta: «Pues el Señor Jehová de los ejércitos, realizará
en medio de la tierra un exterminio ya decidido.» Vemos
palabras equivalentes en Daniel 9:27: «la ruina decretada»
(el Anticristo va a hacer que se concierte un pacto hasta...
que la ruina decretada se derrame sobre el desolador). El
«R ey de Asiria» y el «Desolador» se ven pues en la misma
escena. En Isaías 10, versículos 23 y 25, leemos: «Por tanto,
el Señor, Jehová de los ejércitos, dice así: Pueblo mío, mo­
rador de Sión, no temas de Asiria, aunque con vara te he­
rirá, y contra ti alzará su palo, a la manera de Egipto; pues
de aquí a muy poco tiempo, se consumará mi furor, y mi
enojo los destruirá.» Claramente tenemos aquí un paralelo
con Daniel 11:36: « Y el rey hará lo que quiera, y se enso­
berbecerá, y se engreirá por encima de todos los dioses; y
proferirá cosas inauditas contra el Dios de los dioses, y
prosperará, hasta que sea colmada la ira; porque lo deter­
minado se cumplirá.» En el capítulo 11 de Isaías hay una
afirmación más clara todavía: «Herirá la tierra con la vara
de su boca, y con el aliento de sus labios matará al impío»
(11:4). Estas muchas palabras se aplican al Hombre de Pe­
cado en 2.a Tesalonicenses 2:8).
En Isaías 14 tenemos un pasaje que conecta muy clara­
mente al Anticristo con Babilonia. Los versículos iniciales
(que en realidad forman un paréntesis) nos hablan de la fu­
tura restauración de Israel al favor de Jehová, y luego, en
el versículo 4 hay una sátira contra el rey de Babilonia.
Esta sátira empieza así: «¡Como terminó! ¡Cómo acabó la
ciudad insolente! Quebrantó Jehová el bastón de los im­
píos, el cetro de los déspotas» (vv. 4, 5). En cuanto a quién
tiene presente al decir esto, no hay la menor duda. En los
versículos que siguen tenemos muchas marcas con las que
podemos identificarlo positivamente. En el versículo 6 este
«rey de Babilonia» se dice que «el que hería a los pueblos
con furor, con llagas permanentes». En el versículo 12 se le
llama Lucero, hijo de la mañana» un título que marca
también al Hijo de Perdición. Por más que pueda hacer al­
guna referencia a la caída retrospectiva de Satán, en este
versículo y en los que siguen, es claro que describen la
arrogancia blasfema del Anticristo. En el versículo 13 lee­

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mos: «Tú que decías en tu corazón: Subiré al cielo, por enci­
ma de las estrellas de Dios, levantaré mi trono, y en el monte
de la Reunión me sentaré en el extremo norte.» Luego en los
versículos 15 y 16 se nos dice: «Mas tú has sido derribado
hasta el Seol, a lo profundo del abismo. Se inclinan a ti los
que te ven y te contemplan, diciendo: ¿Es éste aquel varón
que hacía temblar la tierra, que sacudía los reinos?» Clara­
mente es el Hombre de pecado el que tenemos a la vista.
En Isaías 30 tenemos otra porción que enlaza al Anti­
cristo con Babilonia. Empezando en el versículo 27 leemos:
«He aquí que el nombre de Jehová viene de lejos; encendi­
do su enojo y en medio de densa humareda; sus labios
llenos de ira, y su lengua como fuego que consume. Su
aliento, cual torrente que inunda; llegará hasta el cuello,
para zarandear a las naciones con criba de destrucción; y
el freno estará en las quijadas de los pueblos, haciéndoles
fracasar. Vosotros tendréis un cántico como en la noche en
que se celebra pascua; y alegría de corazón, como el que,
al son de flauta, se llega al monte de Jehová, a la Roca de
Israel.» Claramente, esto hace referencia al mismo fin del
período de la Tribulación. La referencia es al retomo del
Señor a la tierra con todo poder y gloria, cuando va a des­
truir a aquellos que se habían congregado contra Él, y pon­
drá fin a la terrible carrera del Anticristo. Continuando ha­
llamos este pasaje en isaías 30 que cierra el pasaje: «Por­
que con la voz de Jehová será quebrantada Asiria, con una
vara la herirá. Y cada golpe de la vara justiciera que asien­
te Jehová sobre ella, será con panderos y con arpas; y
en batalla tumultuosa peleará contra ellos. Porque hace
tiempo que hay un lugar de sacrificio (Tofet) dispuesto y
preparado para el rey, profundo y ancho, cuya pira es el
fuego, y mucha leña; el soplo de Jehová, como torrente de
azufre lo enciende. Compárese este «soplo de Jehová» con
Isaías 11:4. Para hallar más referencias al Anticristo y Asi­
ría véase Isaías 7:17-20; 8:7, etc.
Los dos próximos capítulos están dedicados a la consi­
deración de Babilonia en el Nuevo Testamento, donde Apo­
calipsis 17 y 18 entrarán a discusión. Que el Señor en su
gracia nos de la sabiduría que necesitamos en gran mane­
ra, para preservar al expositor y al lector de las equivoca­
ciones.

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