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BERRINCHES

La etapa de las rabietas en la infancia es una fase normal en el desarrollo del niño, además de
necesaria –aunque sea incómoda y difícil para los padres– para que los niños puedan aprender a
tolerar la frustración, y a expresar y canalizar sus emociones negativas (ambas son buenas
habilidades emocionales). Un aprendizaje vital para vivir en una sociedad en la que tendrán que
lidiar con normas, límites y renuncias, pues cuando sean adolescentes o adultos verán que no
siempre las cosas serán como ellos deseen. Como padres nos gustaría que estuvieran preparados
para afrontarlos y gestionarlos de la mejor manera, ofreciéndoles felicidad.

La etapa de las rabietas le permiten al niño ir practicando para ganar en tolerancia ante sus
propias frustraciones, desilusiones, reveses, pérdidas, errores, equivocaciones, etc. Por lo tanto,
son oportunidades que tenemos los padres para enseñarles habilidades emocionales que les
ayudarán a ser adolescentes y adultos con madurez interna.

¿Qué es una rabieta?

La rabieta es una explosión emocional, que sirve como canal para expresar emociones
negativas de rabia o enfado. Esta puede darse porque el niño no ha conseguido lo que deseaba,
como por ejemplo: quedarse jugando en el parque y no irse a casa

ponerse esa chaqueta y no la que le dice mamá, comerse una chocolatina y no el bocata, ir en brazos
y no caminar, etc. También puede ser porque algo no le ha salido como él quería. Por ejemplo, una
torre de construcciones que se cae, el castillo de arena que no ha quedado bien, el dibujo que no ha
resultado como él quería, su coche de carreras que se acaba de romper, un puzle que no sabe cómo
hacerlo y además no se deja guiar por mamá, querer comer o tal vez escribir solito y enfadarse
porque no le sale bien, etc.

Tanto estas situaciones como otras ponen al niño pequeño en contacto con emociones negativas y
de forma intensa –pues toda emoción en la infancia se vive de forma intensa–, que además todavía
no sabe regular. Por eso se da la rabieta, porque expresa con todo el cuerpo su enfado ante el
disgusto que siente, sin saber todavía cómo tolerar esa frustración.

Las rabietas infantiles son una parte normal del desarrollo y no se tienen que considerar algo
negativo. Según sea el temperamento del niño o la niña, la rabieta se darán de forma regular,
frecuente e intensa, o en pocas ocasiones.

¿Por qué surge?

A partir de los 18 meses y, sobre todo, de los 2 años en adelante, el niño ha ganado ciertas
habilidades y madurez que le hacen ser más independiente: sabe caminar por sí solito, incluso
correr, subir y bajarse de muchos lugares, sabe expresarse con palabras o pequeñas frases, etc. Esta
reciente autonomía le da un cierto poder que quiere empezar a practicar. Ya no depende tanto del
adulto como en la etapa anterior de bebé en la que ni siquiera podía comer por él mismo o trasladar
sus juguetes. Ahora sabe expresar lo que quiere –o lo que no quiere– con gestos y palabras (aunque
sea de forma rudimentaria) e incluso desplazarse por donde él quiere.
Así que ahora el pequeño de 18 meses o de 2 años y medio empieza a expresar sus deseos y espera
obtener una respuesta inmediata y positiva por parte de sus padres o del adulto que esté a su cargo
a sus voluntades. Cuando no es así, el niño siente una intensa frustración que por la inmadurez
propia de la edad no sabe aún gestionar.

Es propio de la infancia que el niño quiera que se satisfagan siempre sus deseos, y además, sin
espera, de forma rápida e inmediata (sobre todo antes de los 3 años). Puede ser motivo de rabieta
que le digas a tu niño: “sí, ahora te acompaño a tirarte por el tobogán”, pero que se enfade por
esperar solo unos segundos. De nuevo, le vence la rabia porque su deseo no es cumplido de forma
inmediata.

Otro motivo de rabieta puede ser que el niño no tenga cubierta alguna necesidad. El hambre, el
cansancio, el aburrimiento, el sueño, el sentirse solo o no atendido suelen desencadenar rabietas
porque el niño siente una emoción desagradable y negativa y no sabe cómo gestionarla
adecuadamente (ni sabrá, de momento, por la inmadurez de su edad).

¿Cuándo surge?

Las rabietas generalmente comienzan alrededor de la edad de 12 a 18 meses, empeoran entre


los 2 y 3 años, luego disminuyen hacia los 4 años, y ya casi no se vuelven a presentar.

Entre los 2 y 3 años se suelen dar la mayoría de ellas, y, por tanto, son momentos de aprendizaje
para nuestros pequeños. Necesitan aprender a regular la intensidad de sus emociones negativas y
esto lo lograrán con entrenamiento. Por eso este periodo, aunque nos parezca largo y algo
incómodo, es necesario para que puedan aprender a tolerar sus frustraciones y a autorregularse

Cómo superar la etapa de las rabietas

La actuación recomendable antes de la rabieta es la prevención. Si reducimos los efectos que las
provocan, nos permitirá tener que lidiar con menos escenas de rabietas, pero no evitarlas del todo
(repito que tampoco es lo deseable, pues es un mecanismo sano de sacar una emoción desagradable
y aprender a autorregularse).

Después de la rabieta

Una vez pasada la explosión emocional que viene acompañada de llanto, gritos, pataletas, y una vez
que el niño se haya calmado, es el momento de utilizar las palabras, la lógica o la razón (antes no).
Ahora sí podemos hablarle de cuál era la conducta adecuada, los motivos por los que no le hemos
dejado hacer una cosa u otra, o cómo puede responder adecuadamente la próxima vez que se
enfade: “ya veo que te ha enfadado que no te dejara ir descalzo por el parque, te puedes enfadar y
llorar por ello pero no pegarme, cariño. Si pegas haces daño y eso no está bien”.
Poner palabras a sus emociones y acciones de forma sencilla, les ayuda a ir aprendiendo a
identificarlas y nombrarlas y también a expresarlas de forma correcta. Es decir, les permite a
aprender a gestionarlas.

Ofrecerles pautas claras para que se sepan qué deben hacer y que es lo que se espera de ellos;
ajustar las normas y expectativas a su edas; mantener los objetos prohibidos fuera de su vista y de
su alcance; atender sus propios limites de sueño y hambre; ofrecerles pocos "no" pero claros y
darles tiempo de calidad son aspectos que suelen reducir considerablemente la intensidad y
duración de esta etapa.

Durante la rabieta, hemos de vigilar que la expresion de enfado no se vuelva en contra del niño, es
decir, que se cumplan estas tres reglas:

1. No se hagan daño a ellos mismos: golpeándose la cabeza, tirándose fuertemente al suelo,


pellizcándose, tirándose del cabello, arañándose los brazos o la cara, etc.

2. No hagan daño a nadie: mordiendo, empujando, pegando a los demás, ya sea su amigo, su hermano,
su madre, su padre, etc.

3. No dañen nada: rompiendo objetos o golpearlos fuertemente.

Durante la rabieta hemos de protegerles para que no se hagan daño a ellos mismos, ni a nadie, ni a
nada.

Otras técnicas para manejar el enfado y las rabietas en los niños

1. Cambiar de escenario: cuando la rabieta está “en todo su esplendor”, es de lo más conveniente y efectivo
sacarlo del ambiente y llevarlo a un lugar (así sea aledaño) más abierto, con el fin de que el paseo distraiga
su atención y se concentre en otra cosa.
2. Decirles que esa no es la manera de hablar: si les decimos que, únicamente, los escucharemos cuando se
expresen en forma normal, esto es, sin gritos, llantos, ni tiradas al piso, porque no les podemos entender
lo que desean, lo más probable es que se calmen y, de paso, irán aprendiendo que los berrinches no surten
los efectos deseados.
3. Dejarlos solos para que se calmen espontáneamente: los berrinches, también, tienen su lado positivo,
en cuanto a que se desahogan, lo que es bueno, para que no guarden energía en forma de frustraciones
acumuladas.
Pero, si los dejamos solos, entenderán que su conducta no llegará “a buen puerto” y, por lo tanto, se
calmarán. Además, será un aprendizaje que surte efectos acumulativos.

4. Mantenernos firmes en la postura: de acuerdo con la posición de la mayoría de los psicólogos infantiles,
se trata de una actitud que pocas veces falla.
Ahora, de la misma manera en que suena sencillo, es difícil de aplicar esta forma de proceder. Sin
embargo, es preciso hacerlo para que el pequeño comprenda que, definitivamente, no logrará su
cometido.
Como, también, se trata de ocuparse del aspecto psicológico de los padres, es muy importante que estos
estén convencidos de que es la manera correcta de proceder para que, con el tiempo, el pequeño
comprenda que nada logrará con los berrinches.

5. La técnica de las explicaciones concisas: como están inmersos en sus propios llantos y gritos, no alcanzan
a escuchar explicaciones elaboradas. Mejor será, entonces, decirles algo así como “si no te tomas la sopa,
mañana no tendrás energías para jugar el partido”.
6. No responder al enfado con enfado: como los padres son el modelo a seguir de los niños, para manejar
en enfado y las rabietas en los niños, no es conveniente enojarnos con ellos, porque interpretarán que la
rabieta es lo correcto y lo más efectivo.
https://www.youtube.com/watch?v=6RoU70tnZXg

https://www.youtube.com/watch?v=FBROB2IMCaU

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