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UTA RANKE-HEINEMANN

Iglesia c a t ó l i c a y sexualidad

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Eunucos por el reino de los cielos
Eunucos por el reino de los cielos
La Iglesia católica y la sexualidad

Uta Ranke-Heinemann

E D I T O R I A L T R O T T A
COLECCIÓN ESTRUCTURAS Y PROCESOS
A mi esposo
Serie R e l i g i ó n

Título original: Eunuchen für das Himmelreich


Katholische Kirche und Sexualitat

Traducción d e : Víctor Abelardo Martínez de tapera

© Hoffmann und C a m p e Verlag, Hamburg, 1988

© Editorial Trotta, S.A., 1994


Altamirano, 3 4 - 2 8 0 0 8 M a d r i d
Teléfono: 5 4 9 14 43
Fax: 5 4 9 l ó 15

© Víctor Abelardo Martínez de t a p e r a , para la traducción, 1994

Diseño
Joaquín G a l l e g o

ISBN: 84-87Ó99-86-3
Depósito t e g a l : V A - 1 9 / 9 4

Impresión
Simancas Ediciones, S.A.
Pol. ¡nd. San Cristóbal
C / Estaño, parcela 152
4 7 0 1 2 Valladolid
INTRODUCCIÓN

JESÚS, EL DEL TRIBUNAL

En la audiencia del 14 de julio de 1981, el tribunal de la ciudad de


Hamburgo, sección 144, condenó a Henning V., redactor jefe de una re-
vista satírica, a pagar una multa pecuniaria correspondiente a cuarenta
días de cárcel, a razón de 80 marcos al día, por ofensa a las convicciones
religiosas y ultraje a las instituciones de la Iglesia. El tribunal razonaba
así su sentencia: «La fe cristiana, que es fe en la persona de Jesucristo, lo
cual constituye, a su vez, el contenido esencial del credo de la Iglesia cris-
tiana, confiesa que Dios se ha manifestado en la humanidad de la per-
sona de Jesucristo. Afirma también que Jesucristo es el redentor y que su
vida es inmune a todo pecado y placer». A pesar de las imprecisiones teo-
lógicas y gramaticales del enunciado de dicha sentencia, el tribunal de-
cidió «en nombre del pueblo» que Jesús era un redentor completamente
ajeno al placer.
Probablemente la intención del tribunal no iba tan lejos como sus pa-
labras. «Inmune a todo pecado»... ¡pase! Pero «a todo placer»... eso no
es posible. Eso equivaldría a mutilar la persona de Jesucristo y con tal
afirmación el mismo tribunal podría herir los sentimientos religiosos. La
sentencia niega a Jesucristo toda disposición para el placer, pero está pen-
sando e intencionando un placer muy concreto, no ciertamente esa frui-
ción espiritual, llamada también alegría, sino el gozar del cuerpo y de los
sentidos. Pero aun si nos situamos en este ámbito hay que distinguir di-
versos grados que van desde el placer de escuchar música hasta el de
comer y beber (sus enemigos le tacharon de «comilón» y «bebedor», Mt
11,19; Le 7,34) y terminar en el más bajo de todos, el del sexo. Eviden-
temente el tribunal estaba pensando en el peor de todos, en la satisfac-
ción sexual. Desde este momento quedaba establecido, por vía judicial,
que Jesucristo eso no lo había conocido nunca. Además, el tribunal es-
tablece una relación tan estrecha entre el goce sexual y el concepto de
«pecado», que también jurídicamente se impone esta evidencia: el placer

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sexual no es bueno. Todo parece indicar, pues, que las autoridades jurí- dogmática, sostiene igualmente que la enseñanza de Siricio vierte «la doc-
dicas están de acuerdo con la antigua doctrina católica según la cual no trina unánime de la Iglesia» (Katholische Dogmatik, vol. 5: Mariologie,
hay placer sexual sin pecado. Sin duda, esta visión tan negativa del placer 1955, p. 109).
sexual lleva consigo una aversión generalizada al placer. Y ésta es la ima- La aversión de Jesús al placer tuvo también sus consecuencias en la
gen que los teólogos celibatarios nos han transmitido de Jesús, la imagen imagen que los teólogos se formaron del resto de las mujeres. Si excep-
de un redentor carente de apetito sexual y enemigo del placer. tuamos aquellas que dedican su vida a la búsqueda de la propia santifi-
Este enconamiento y hostilidad hacia el placer tuvo sus consecuen- cación a través de la virtud de la virginidad, a las demás hay que colo-
cias. Después de todo, a nuestro acusado en cuestión se le arregló el asun- carlas en un plano de inferioridad porque no sirven más que para traer
to con el pago de una multa por valor de cuarenta veces 80 marcos. Pero hijos al mundo. Ahora bien, la procreación es impensable sin el acto se-
otras muchas personas han sufrido, en el decurso de la historia, conse- xual, es decir, procrear es impensable «sin quedar manchadas por el
cuencias mucho más graves que soportaban durante toda la vida o que semen del varón». Desde esta perspectiva, el rechazo de Jesús al placer
les acarreaban la muerte. El artículo 133 del Ordenamiento jurídico tuvo igualmente su influencia nefasta en el matrimonio cristiano, incul-
penal del emperador Carlos V, que data de 1532, castiga con la pena de cándole desconectar, en lo posible, el placer y amenazándole, no pocas
muerte a quienes hagan uso de medios anticonceptivos. Su utilización sig- veces, con los castigos del infierno si no se atenía a ello.
nifica búsqueda de placer, lo cual está condenado por la Iglesia. Pero, in- Este rechazo de Jesús tuvo además repercusiones sobre la vida misma
cluso en nuestro siglo XX, concretamente bajo el régimen nazi, esa pia- de los sacerdotes, que debería estar siempre por encima de las bajezas
dosa hostilidad hacia el placer tuvo una influencia decisiva sobre el morales propias de la vida de los hombres. Una actitud negativa hacia el
destino de muchas vidas humanas, por ejemplo, cuando se quería saber matrimonio condujo, con todo rigor lógico, a una forma de vida célibe
cómo tratar a las personas afectadas de enfermedades hereditarias y para los sacerdotes. Puestas así las cosas, no debe extrañar que el papa
cómo, «en nombre de una legítima defensa, mantener a estos parásitos Siricio, el gran mariólogo que juzgó con desprecio el matrimonio, luchara
alejados de la sociedad» (cardenal Faulhaber). En conversación mante- en primera línea contra el matrimonio de los sacerdotes. Contribuyó de
nida' con Hitler, el cardenal Faulhaber se opuso al proyecto de esterili- manera decisiva al proceso del desarrollo del celibato cuando, en una
zación que el Führer había preparado para estos parásitos. La razón carta dirigida al obispo español Himerio de Tarragona (385), calificó de
fue siempre la misma, ese temor ancestral al placer, cuyo origen se pre- «crimen» el hecho de que el sacerdote, una vez ordenado como tal,
tende hacer remontar a Jesucristo. El cardenal abogaba por la solución de mantuviera relaciones sexuales con su esposa. Para definir este caso,
internarlos en campos, entiéndase de concentración. Volveremos sobre además de la palabra latina crimen, emplea también la expresión obscoe-
ello. na cupiditas, «concupiscencia obscena». (Cuando comienza a propa-
De momento, nos vamos al principio, al Jesús sin placer. La aversión garse la idea del celibato, la mayor parte de los sacerdotes estaban casa-
de Jesús al placer tuvo repercusiones, antes que nada, en la vida marital dos; sólo a partir del año 1139 los sacerdotes ya no pudieron casarse,
de su madre: Jesús, ya desde antes de nacer, impone determinadas con- pues el celibato se impuso como obligatorio).
diciones a María para que pueda llegar a ser su madre. Según la ense- Otro escrito de este neurótico sexual del año 390 ataca a Joviniano,
ñanza de la Iglesia, si María, por ejemplo, hubiera deseado tener más quien sostenía la opinión según la cual la vida matrimonial tenía el
hijos, entonces Jesús no habría tenido deseo alguno de aventurarse en la mismo valor que la vida célibe. Joviniano desarrolló, hacia el año 388,
empresa de la redención, no se habría hecho hombre, o, tal vez, no hu- ideas muy próximas a las de Lutero en torno al matrimonio y al estado
biera tenido reparo alguno en buscarse otra madre. Esto lo afirmaba ya de virginidad. Se dirigió a Roma bajo el pontificado de Siricio y conven-
en el siglo IV el papa Siricio cuando decía que «Jesús no habría escogido ció a muchas vírgenes «consagradas a Dios» y a muchos hombres que vi-
nacer de una virgen si hubiera juzgado que ésta había de ser tan incon- vían ascéticamente para que se casasen. Les hacía la siguiente pregunta:
tinente que con semen de varón había de manchar el seno donde se «¿Sois vosotros mejores que Sara, Susana, Ana o el gran número de
formó el cuerpo del Señor, aquel seno, palacio del Rey eterno. Porque el mujeres y varones santos de los que nos habla la Biblia?». Y por lo que
que esto afirma, no otra cosa afirma que la perfidia judaica de los que hace a la virgen María, afirmaba que pudo María concebir a Jesús en la
dicen que no pudo nacer de una virgen» (carta al obispo Anisio del año virginidad pero no engendrarlo en la virginidad porque el proceso del na-
392). De aquí se sigue evidentemente que tener hijos es una acción im- cimiento, el parto como hecho biológico y físico, puso fin a la virginidad
perfecta, una falta de continencia, una caída en el placer. Y la concep- física de María. De esta manera, impugnaba la doctrina de la «virginidad
ción, a no ser la que proceda del Espíritu Santo, es mancha e impureza. de María en el parto», es decir, rechazaba la idea de que el himen de
No estamos aquí ante la opinión personal de un solo papa. El teólogo ca- María hubiera quedado intacto durante la expulsión del niño. Digamos
tólico Michael Schmaus, especialista y autoridad reconocida en teología de paso que incluso estas evidencias biológicas ofendían entonces, como

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por lo demás también hoy, los oídos piadosos. Algunos laicos impor-
tantes y que llevaban una vida ascética se dirigieron al papa Siricio pi-
diendo la condena del hereje. Como consecuencia de esto, el papa con-
denó a Joviniano y a ocho de sus seguidores (391).
Tenemos, pues, en Siricio muchos de los rasgos característicos del ca- Capítulo 1
tolicismo: hostilidad hacia el placer, que condujo a la desconfianza hacia
el matrimonio; hostilidad hacia el matrimonio, que condujo al celibato y, LAS RAICES NO CRISTIANAS DEL PESIMISMO CRISTIANO
consecuentemente, a la doctrina de la concepción virginal de Jesús y a la EN MATERIA SEXUAL
afirmación de la perpetua virginidad biológica de María. El papa Siricio
ha dejado solamente siete cartas que ponen de manifiesto casi prevalen-
temente su pesimismo en materia sexual. Esta hostilidad sin sentido
hacia el matrimonio y el cuerpo, tal como la testimonia el papa Siricio y
otros muchos, ha tenido una tal influencia en la Iglesia católica que se
presenta como la culminación y suma de la doctrina cristiana hasta el
punto de encontrar eco en el veredicto de un tribunal alemán.
Siricio es una de las muchas piedras miliares, que se encuentran en el
camino de una larga historia, que ha transformado el cristianismo tal
como era al principio o como debería haber sido —es decir, como el
lugar privilegiado de la experiencia personal del amor de Dios que se No es acertado pensar que el cristianismo haya infundido a la cultura pa-
ofrece a todos, en cuyo interior todo lo que concierne a lo corporal en- gana, partidaria de las alegrías del placer y de la sensualidad, la virtud del
cuentra su lugar natural querido por Dios— en el imperio de una casta dominio de sí mismo y el espíritu de la ascesis. La hostilidad hacia el pla-
de célibes que domina con su autoridad sobre una masa considerada cer, la desconfianza hacia la sensualidad y el pesimismo sexual es más
como menor de edad y en su mayor parte casada. Con ello se ha desfi- bien una herencia recibida de la Antigüedad y que el cristianismo ha con-
gurado la obra de aquel de quien los cristianos reciben su nombre. Ante tribuido en buena medida a conservar hasta nuestros días. No son los
un tal Señor de la Iglesia, que es incapaz de expresar la cercanía y la mi- cristianos quienes enseñan a los disolutos e inmorales paganos la virtud
sericordia de Dios hacia los hombres porque se ha hecho de él un Cristo de la continencia y la condena del placer, sino que son los mismos pa-
asexuado y hostil al placer, un vigilante del dormitorio y un inspector de ganos quienes se ven en la necesidad de reconocer que los cristianos
relaciones maritales, ante este Jesús el hombre no se siente amado por son ya casi como ellos mismos. Galeno (siglo n d.C), un pagano griego y
Dios, sino que se considera como un ser impuro digno de ser condenado. médico del emperador Marco Aurelio, encuentra digno de encomio el
hecho de que los cristianos, que carecen propiamente de una auténtica fi-
losofía, consigan practicar durante toda la vida virtudes que, como la
continencia sexual, tienen para él un alto valor. Así, escribe: «La mayor
parte de la gente está incapacitada para seguir un razonamiento cohe-
rente; necesita imágenes o comparaciones de las cuales extrae una apli-
cación útil, como nosotros hoy vemos personas, llamadas cristianas,
que extraen su fe de parábolas y milagros, y, sin embargo, se comportan
a veces exactamente como aquellos que viven siguiendo una filosofía. El
desprecio a la muerte y sus consecuencias nos son manifiestas todos los
días, como igualmente se puede constatar su abstinencia sexual. Pues
entre ellos existen no solamente varones, sino también mujeres que du-
rante toda su vida se abstienen de las relaciones sexuales. También se en-
cuentran entre ellos personas que en su disciplina y autodominio en lo re-
ferente a la comida y bebida, así como en lo que concierne a la aspiración
y búsqueda de la justicia, han alcanzado una perfección tan alta como a
la que llegaron los filósofos más genuinos» (Richard Walzer, Galen on
Jews and Cbristians, Londres, 1949, pp. 19 s.).

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El pesimismo sexual de la Antigüedad no deriva, como posterior- dad sexual que se da en los dos primeros siglos del cristianismo recibe su
mente el pesimismo sexual del cristianismo, de la maldición y castigo que impulso del estoicismo, la corriente filosófica más grande que domina
acompañan a un pecado, sino que dimana de consideraciones eminente- aproximadamente desde el año 300 a.C. hasta el 250 d.C. Todavía en
mente de orden médico. Se cuenta, por ejemplo, que Pitágoras (siglo VI nuestros días la palabra estoico alude a imperturbabilidad, a ausencia de
a.C.) aconsejaba mantener las relaciones sexuales en invierno, en modo pasiones. Mientras los filósofos griegos concedían, en general, al placer
alguno en verano, con moderación en primavera y otoño; de todos una importancia considerable dentro del ideal de la vida humana, los es-
modos, en cualquier estación del año que se practique siempre sería no- toicos, en concreto —sobre todo en los dos primeros siglos de la era cris-
civo para la salud. Y cuando se le preguntaba cuál sería el momento más tiana—, abandonaron esta concepción. Rechazaron la tendencia al pla-
propicio para el amor, respondía: «Cuando uno quiere perder fuerza» cer. Esta aversión a la satisfacción tuvo una consecuencia positiva: la
(Diógenes Laercio, Las vidas de los filósofos, VIII). Por lo demás, las re- actividad sexual quedó enmarcada dentro del espacio interno del matri-
laciones sexuales no perjudican a las mujeres, ya que ellas no son como monio. Pero dada la desconfianza que rodea el deseo de placer y la sa-
los varones, que pierden energía con la pérdida del semen. El acto sexual tisfacción carnal, se pone en cuestión el estado matrimonial y se exalta la
se concibe como peligroso, como difícil de controlar, como perjudicial vida célibe. El matrimonio se presenta como una concesión a quienes no
para la salud y extenuador. Así pensaban Jenofonte, Platón, Aristóteles y pueden contenerse, como una transigencia con el placer de la carne en
el médico Hipócrates (siglo iv a.C). Platón (f 348-47 a.C.) dice en Las favor de aquellos que no pueden prescindir de la satisfacción de los sen-
leyes, a propósito del campeón olímpico Ico de Tarento, que éste era am- tidos. La sobrevaloración rigurosa del celibato y de la abstinencia frente
bicioso y «poseía en su alma la técnica y la fuerza de la sobriedad». Tan al matrimonio se da ya en la corriente estoica y alcanza su culmen en el
pronto como se entregaba al entrenamiento, «no tocaba ni a una mujer ideal cristiano de la virginidad. La actitud desconfiada que la Estoa
ni a un joven». Hipócrates nos habla del trágico destino de un joven que adopta en relación al placer conduce, por una parte, a reconocer la su-
murió afectado de locura después de sufrir durante veinticuatro días perioridad del matrimonio sobre las modalidades varias de las relaciones
una enfermedad que comenzó manifestándose como un simple dolor de sexuales; y, por otra parte, a subestimarlo cuando se le compara con ese
estómago. El se había dado previamente y de una manera excesiva al pla- género de vida que renuncia completamente a la satisfacción corporal y
cer sexual {Epidemias 111,18). Hipócrates piensa que el hombre comuni- a cualquier pasión.
ca al cuerpo el máximo de energía cuando retiene el semen, pues una ex- El estoico Séneca, llamado en el año 50 d.C. para encargarse de la
cesiva pérdida del mismo conduce a la tabes dorsal y a la muerte. La educación de Nerón, que a la sazón tenía once años, y a quien en el año
actividad sexual conlleva un peligroso derroche de energía. También 65 el mismo emperador obligó a suicidarse debido a su presunta impli-
Sorano de Efeso (siglo n d.C), médico del emperador Adriano, conside- cación en una conspiración, dice en un escrito sobre el matrimonio: «El
ra la continencia duradera como un factor de buena salud y, según él, amor por la mujer de otro es vergonzoso, pero también es vergonzoso
sólo la procreación justifica la actividad sexual. Describe las consecuen- amar sin medida la propia mujer. El sabio deja que sea la razón y no la
cias nocivas de todo exceso cometido al margen de la procreación. pasión la que guíe el amor a la propia esposa. Él resiste al asalto de las
Michel Foucault (f 1984), en su obra Historia de la sexualidad, pasiones y no se deja arrastrar incontroladamente al acto conyugal.
analiza estos pensadores de la Antigüedad. A su parecer, la valoración es- Nada hay más degenerado que amar la propia esposa como si fuera
timativa de la actividad sexual ha evolucionado hacia una negatividad una mujer adúltera. Todos los varones que afirman unirse a una mujer
creciente a lo largo de los dos primeros siglos del cristianismo. Los mé- para tener hijos por amor al estado o al género humano deberían, al
dicos recomiendan la abstinencia y aconsejan la virginidad en lugar de menos, tomar ejemplo de los animales y no destruir la descendencia
buscar la satisfacción. Los filósofos de la escuela estoica condenan cual- cuando el vientre de sus mujeres se redondea. Deberían comportarse
quier relación fuera del matrimonio y exigen fidelidad conyugal entre los con sus mujeres como maridos y no como amantes». Este pasaje agradó
esposos. El amor entre mancebos pierde valor. Durante los dos primeros tanto a Jerónimo, padre de la Iglesia hostil al placer, que lo citó en la
siglos del cristianismo se asiste a un reforzamiento del vínculo conyugal. obra que escribió contra Joviniano, simpatizante del hedonismo {Contra
Las relaciones sexuales quedan autorizadas sólo dentro de la vida ma- Joviniano 1,49). Juan Pablo II habla también del adulterio con la propia
trimonial. Sexualidad y matrimonio llegan a ser uno y lo mismo. El es- mujer. «No hacer nada por placer» es el principio básico de Séneca
critor griego Plutarco (f 120 d.C), uno de los autores más importantes y {Cartas 88,29). Musonio, su contemporáneo más joven, que enseñó en
más leídos de la literatura universal, tiene palabras de alabanza para Roma la filosofía estoica a numerosos romanos de la nobleza, declaraba
Lelio porque en su larga vida tuvo relaciones sólo con una mujer, la pri- inmoral la actividad sexual que no estuviera destinada a la procreación.
mera y la única con la que se casó {Vidas paralelas, Catón el Joven 7). Según él, solamente las relaciones íntimas habidas en el matrimonio y
Esta estimación de severidad creciente y esta limitación de la activi- orientadas hacia la procreación se ajustan al recto orden. El varón que

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solamente piensa en el placer es despreciable, incluso, aunque lo busque simultáneamente. La victoria se da una vez y es total». Esto nos quiere
dentro del espacio del matrimonio. Los estoicos del siglo i son, pues, los decir que la moral es fundamental y esencialmente moral sexual. Montar
padres de la encíclica de la pildora publicada en el siglo xx. Musonio re- la guardia sobre este punto es montar la guardia sobre la totalidad.
chaza expresamente la contracepción. Partiendo de este principio, se El ideal de la virginidad no es un ideal exclusivamente cristiano.
pronuncia igualmente contra la homosexualidad. El acto sexual sólo Apolonio de Tiana (siglo i d.C), de quien se dice que realizó milagros,
tiene sentido si es un acto procreador. hizo voto de castidad —según refiere su biógrafo Filóstrato— y se man-
Además de considerar el matrimonio vinculado con la procreación, tuvo fiel a él durante toda su vida. Plinio el Viejo, estudioso de la natu-
los estoicos lo concebían también como ayuda mutua y recíproca entre raleza y que murió en la erupción del Vesubio en el año 79 d.C, alaba y
los esposos (Musonio, Reliquiae XIII). Mientras Aristóteles afirmaba presenta como modelo el elefante porque se aparea solamente cada dos
que no conocía un vínculo más estrecho que el que une los padres a los años (Historia natural 8,5). Plinio no hace más que reflejar el ideal do-
hijos, Musonio sostenía que el amor entre los esposos era el vínculo minante de la época. Al casto elefante de Plinio le esperaba un buen fu-
más fuerte de todas las formas posibles de amor (Reliquiae XIV). A di- turo y una larga carrera en el recinto de la teología y de la literatura edi-
ferencia de Aristóteles, que acentúa la subordinación de la mujer en re- ficante cristianas. Le encontramos en Ricardo de San Víctor (f 1173), en
lación con el varón y afirma que la mujer es inferior al varón en virtud, Alano de Lille (f 1202), en una Summa anónima del siglo xm (Codex la-
Musonio reconoce igual virtud en ambos sexos. Defiende también la tinus monacensis 22233) y en las obras de Guillermo de Peraldo (f antes
igualdad de derechos entre el varón y la mujer y, por tanto, el derecho del 1270). Le menciona también el obispo de Ginebra san Francisco de
que la mujer tiene a la cultura —idea ésta que ha encontrado muy poca Sales (t 1622) en su obra Pbilotea, que data del 1609 y que contiene con-
audiencia en el seno de la jerarquía católica, que ve a la mujer destinada sejos espirituales. El elefante siempre se ha presentado como modelo a los
a los niños, a la casa y a la cocina—. También el cristianismo habla del esposos.
matrimonio como una tarea de «ayuda mutua». Pero en la vida real es San Francisco de Sales escribe: «Es un animal tosco y, sin embargo,
sólo la mujer la que es considerada como ayuda del varón: Eva fue crea- es el más digno de los que viven sobre la tierra y el más sensato... No
da para ayudar a Adán y no a la inversa. La subordinación de la mujer cambia nunca de hembra, ama tiernamente la que ha elegido y se aparea
aparece así con toda claridad desde el momento de la creación. Y desde con ella una vez cada tres años, durante el espacio de cinco días única-
santo Tomás de Aquino, Aristóteles fue elevado a la categoría de casi- mente y ocultándose de tal modo que no se le ve mientras transcurre ese
padre de la Iglesia en las cuestiones que se refieren a la mujer. Ahora tiempo. Al sexto día se deja ver y se dirige inmediatamente al río en el
bien, que el concepto de «ayuda mutua» entre los esposos venga inter- que lava todo su cuerpo y no se reincorpora a la manada sin haberse pu-
pretado en el sentido de igualdad de derechos como hace Musonio o que rificado antes. ¿No es éste un comportamiento bueno y justo?» (3,39).
se entienda como una subordinación de la mujer al hombre, según apa- Muy en consonancia con la exaltación cristiana de la abstinencia sexual,
rece entre los cristianos, lo que resulta es que tanto los estoicos como los san Francisco de Sales añadió un año más de continencia al casto elefante
cristianos muestran una cierta tendencia a descorporeizar el matrimonio, de Plinio. De hecho, Plinio dice textualmente: «Por pudor se acoplan los
toda vez que lo separan del campo de lo sexual al reducir éste exclusi- elefantes en lo oculto... Lo hacen solamente cada dos años y, por lo
vamente a la finalidad del placer o de la procreación. El acto conyugal que se dice, no más de cinco días. El sexto día se bañan en el río y sólo
queda delimitado y ceñido al ámbito del placer carnal sin posibilidad de después de lavarse vuelven a la manada. No conocen el adulterio» (His-
integrarlo en otra categoría, pues pesa sobre él la desconfianza que ace- toria natural 8,5).
cha toda tendencia a la satisfacción de los sentidos. La concepción de que Encontramos de nuevo el elefante en las Historias de Anna Kathari-
el acto conyugal deba ser un acto procreador y que, si no es así, hay que na Emmerick sobre la vida de Jesús, recogidas por Clemens von Brenta-
verlo desde la categoría negativa de placer y, en modo alguno, desde la no, libro muy vendido en las librerías católicas y leído con gusto por cier-
categoría del amor, ha marcado honda y duraderamente al cristianismo. tas personas pías. El animal aparece aquí, incluso, integrado en la
Encontramos en Séneca un pensamiento que más tarde tendría la fu- enseñanza de Jesucristo y surge en numerosos lugares de las visiones. To-
nesta consecuencia de contribuir a reducir la moral cristiana al ámbito de mamos un ejemplo: «Jesús habló también de la gran corrupción de la
la moral sexual. Séneca escribe a su madre Helvia: «Si caes en la cuenta procreación que se da entre los hombres y que es un deber abstenerse
de que el placer sexual no ha sido otorgado al hombre para su placer, después de la concepción; como prueba de la honda bajeza en la que se
sino para hacer subsistir la propia especie, todos los demás deseos ar- encuentran los hombres en este campo respecto de los animales más
dientes resbalarán sobre ti sin tocarte siempre y cuando la voluptuosidad nobles, adujo la castidad y la abstinencia del elefante» (dictado el
no te haya dado alcance con su hálito envenenado. La razón no sola- 5.11.1820). La joven pareja de las bodas de Cana quedó profundamen-
mente aplasta cada uno de los vicios por separado, sino todos los vicios te impresionada con ello. «Al final del banquete el esposo se acercó a

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Jesús a solas, habló con él muy humildemente y le explicó cómo sentía teria y el espíritu. Antes de que entrara en escena la gnosis no se conocía
que en él habían muerto todos los deseos carnales y que viviría gustoso el endemoniamiento del cuerpo y de la materia. Esta cosmovisión nega-
en la abstinencia con su esposa si ella se lo permitía. También la esposa tiva se abrió paso con tanta fuerza que consiguió influir en la vida de la
se acercó a Jesús a solas y le dijo lo mismo. Jesús llamó a los dos juntos y Antigüedad hasta modificar sus sentimientos. La investigación sobre el
les habló del matrimonio y de la pureza que es grata a Dios» (dictado el movimiento de la gnosis ha dado al traste con la imagen serena de la An-
2 de enero de 1822). A propósito de esta religiosa visionaria y estigma- tigüedad difundida por el clasicismo alemán. El neoplatonismo (tan im-
tizada, que falleció en 1824, el periódico católico Offertenzeitung escri- portante para comprender a Agustín), que se desarrolló en la primera
bía en septiembre de 1978: «No se puede encontrar un ejemplo de mitad del siglo III d.C. y que marcó con su filosofía el fin del pensamien-
mayor contraste y que más se oponga a la búsqueda de placeres de to antiguo, acusó la influencia de la gnosis tanto en su comprensión de la
nuestros contemporáneos incapaces de rezar, que el amor, el sufrimiento vida como en su actitud ante ella. Plotino (f 270), alma del neoplato-
y la expiación de esta seguidora de Cristo, que vive por completo en nismo, escribió, ciertamente, una obra contra los gnósticos, pero él
Dios». El Offertenzeitung expresa el deseo de una «pronta beatifica- mismo quedó presa del pesimismo gnóstico y de su desprecio por el
ción de esta gran sierva de Dios». mundo. Su biógrafo Porfirio (f hacia el 305) dice de él que «parecía que
se avergonzaba de tener un cuerpo» (Vida de Plotino 1). El neoplatonis-
La valoración negativa del placer sexual que se impone en la Estoa, y mo exigía de sus seguidores una vida de continencia y ascesis. Al neo-
que caracteriza los dos primeros siglos del cristianismo, cobró un nuevo platonismo le pasó algo similar a lo que le ocurrió al catolicismo: quedó
impulso con la irrupción del pesimismo que, venido de Oriente, tal vez de contagiado por el desprecio gnóstico hacia el cuerpo a pesar de combatir
Persia, penetró en Occidente poco antes del inicio de la era cristiana, re- la gnosis desde el principio.
presentando para el cristianismo una peligrosa competencia. Este movi- Especialmente el judaismo era ajeno a la ascesis hasta que irrumpe la
miento, que se llamó a sí mismo «gnosis» (conocimiento), pensaba haber gnosis. Esta irrupción gnóstica puede verse, por ejemplo, en la secta de
descubierto la carencia de valor de todo ser y su maldad; predicaba la Qumrán. Para los judíos el mundo y la materia no son malos. La supe-
abstención del matrimonio, de la carne y del vino. Ya en el Nuevo Tes- ración del mundo por el desprecio y la negación de la vida no es para los
tamento se toma postura contra la «gnosis» y su desprecio por la vida. judíos una actitud religiosa. Por eso, la fe inquebrantable del judaismo en
La primera carta a Timoteo concluye con este consejo: «Querido Timo- un Dios único, bueno y creador de todas las cosas suavizó el influjo que
teo... apártate de las charlatanerías irreverentes y de las objeciones de la la negación del mundo y el pesimismo gnóstico ejerció sobre la secta de
así llamada gnosis». Para los gnósticos el cuerpo es «un cadáver dotado Qumrán. En el judaismo del Antiguo Testamento no se encuentra el
de sentidos, la tumba que uno lleva consigo a todas partes». El mundo pesimismo sexual. Sin embargo, muchos católicos quieren verlo ya an-
no tiene su origen en un Dios bueno, sino que es obra de demonios. So- clado en el Antiguo Testamento, en concreto en el libro de Tobías, que
lamente el alma del hombre, es decir, su sí mismo auténtico, su yo, data del 200 a.C. aproximadamente. Fue san Jerónimo (f 419/420),
viene como una chispa de luz de otro lugar, de un mundo de luz. Fuerzas padre de la Iglesia, quien proporcionó esta fundamentación bíblica a la
demoníacas se apoderaron de ella y la condenaron a vivir exiliada en este ascesis sexual. En la traducción que hizo de la Biblia al latín (Vulgata) y
mundo de tinieblas. De este modo, el alma del hombre se encuentra en que la Iglesia católica consideró hasta nuestros días como versión au-
una tierra extraña, en un entorno hostil, encadenada en la cárcel oscura téntica, alteró el texto en función de su ideal de la virginidad. El diccio-
del cuerpo. Fascinada y seducida por los ruidos y alegrías del mundo, nario católico Wetzer/Welte (1899) dice que Tobías escapó a la muerte
corre el peligro de no poder encontrar el camino que conduce al Dios de en su noche de bodas «gracias a la castidad de los nuevos esposos». Sara,
la luz, en el cual tuvo su origen. Los demonios, pues, intentan ensorde- su esposa, que había tenido siete maridos, contempló cómo todos ellos
cerla porque, sin esa chispa de luz, el mundo, que ellos han creado, murieron en sus respectivas noches de bodas. Por ello, también estaba ya
vuelve al caos y a las tinieblas. preparada la t u m b a para Tobías. Pero sobrevivió. Mientras en el texto
La gnosis representa la protesta apasionada contra la concepción original se dice q u e durmieron juntos, Jerónimo hace esperar a Tobías
de la existencia como buena. Está cautiva de un profundo pesimismo que tres noches (conocidas más tarde como «noches de Tobías») antes de
contrasta con el amor a la vida, característica dtlos últimos tiempos de unirse a Sara. Y cuando después de tres noches pasadas en oración se
la Antigüedad. Es cierto que en los griegos se da,de forma generalizada, acerca a Sara, o r a con las palabras de Jerónimo, no con las del judaismo,
una actitud negativa desvalorizadora de la materia —Platón habla del cuando dice: «Y ahora, Señor, tú sabes que yo no tomo a esta mi her-
cuerpo como sepulcro del alma (Gorgias 493a)—,sin embargo el cosmos mana como mujer con deseo impuro, sino por amor a la descendencia»
(término que remite a belleza y orden, véase «cosmética») era concebido (Tob 8,9). A esta adulterada oración de Tobías recurren, incluso hoy,
como una estructura unitaria de abajo a arriba,sin fisuras entre la ma- todos los teólogos serios para avalar la procreación como finalidad esen-

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cial del matrimonio. El monje Jerónimo omite pura y llanamente la de- judío Flavio Josefo (f hacia el año 100 d.C): los esenios «judíos de na-
claración auténtica de Tobías, tomada del Génesis 2,18, donde se dice: cimiento... huyen de las alegrías de la vida como si de un mal se tratara y
«No es bueno que el hombre esté solo». Y la omite para no dejar nin- abrazan la continencia como una virtud. Enjuician desfavorablemente el
guna sombra de duda en torno a la finalidad exclusivamente procreado- matrimonio, pero acogen a los hijos de otros mientras están en la edad de
ra del matrimonio. En las recientes traducciones de la Biblia hechas por poder formarse. Se protegen contra la inconstancia de las mujeres y
católicos, se eliminan los añadidos y se recuperan las omisiones hechas están convencidos de que ninguna de ellas se mantiene fiel al marido... Ni
por Jerónimo. Están ya, sin duda, muy lejanos aquellos tiempos en los gritos ni ruidos rompen la paz sagrada del edificio... A las gentes de fuera
que el obispo de Amiens y el párroco de Abbeville cobraban una tasa a el silencio de allí dentro se les presentaba como un pavoroso misterio.
los jóvenes esposos que no deseaban atenerse a las tres noches de Tobías, Este silencio es resultado de una austeridad constante, del ejercicio de
sino que querían unirse maritalmente ya desde la primera noche. Voltaire comer y beber sólo lo estrictamente necesario... Están fuertemente con-
(t 1778) llega, incluso, a establecer una relación entre la tasa exigida por vencidos de que el cuerpo es perecedero y que la materia no dura, pero
el obispo de Amiens y el así llamado ius primae noctis, el derecho que las almas son inmortales para siempre jamás... Piensan también que las
tenía el señor de pasar con la esposa del siervo la primera noche de almas están hechas de éter sutilísimo... Si se vieran libres de las cadenas
bodas. Hay, efectivamente, una relación entre la abstinencia que el de la carne se sentirían como liberadas de una larga prisión y ascende-
nuevo esposo acata por amor a Dios, como es el caso de Tobías (según rían hacia lo alto con beatífica alegría... Pero existe también otro grupo
sale de la pluma de Jerónimo), y la continencia que el joven esposo de esenios... que piensan que quien no se casa abandona una tarea esen-
lleva a cabo en atención a la prerrogativa del señor, de acuerdo con el ius cial a la vida, la procreación de los hijos. Les mueve a ello la idea de que
primae noctis y, finalmente, la tasa pecuniaria del obispo para dispensar si todos hicieran lo mismo, la humanidad se acabaría. Así que ponen a
del derecho del señor. El pensamiento es el mismo en todos los casos: el prueba durante tres años a sus futuras esposas y cuando ellas... han de-
derecho a la primera noche de bodas pertenece al señor supremo y, por mostrado su fecundidad, entonces se da por concluido el matrimonio.
ello, también a Dios, que es el señor Dios. Por lo demás, para los pro- Durante la gestación no mantienen relaciones sexuales, con lo cual tes-
testantes, el libro de Tobías, con o sin las noches de Tobías, no pertene- timonian que no se han casado por el placer, sino para engendrar hijos»
ce al Antiguo Testamento, sino a los llamados escritos apócrifos (escritos {La guerra judía 11,8,2-13).
no canónicos). Mientras la secta de Qumrán toma, bajo la influencia gnóstica, una
Después de los hallazgos de los manuscritos de Qumrán en el mar actitud negativa hacia el matrimonio, abandonando con ello la inspira-
Muerto, descubiertos en 1947, podemos formarnos una imagen más ción judía, encontramos en Filón de Alejandría, filósofo significativo de
exacta de esta secta del desierto que vivió en tiempos de Jesucristo y a la filosofía judaico-griega y contemporáneo de Jesucristo, una síntesis de
cuyos seguidores se conoció desde antiguo con el nombre de esenios. La las culturas judía y griega. A comienzos de nuestra era cristiana, este
influencia de la gnosis en esta secta por lo que se refiere a la ascesis se- judío culto intentó echar un puente de unión entre el judaismo y el hele-
xual —extraña, como hemos dicho, al judaismo— es evidente. La co- nismo, entre la fe hebraica y la filosofía griega; Profundamente impreg-
munidad no estaba constituida únicamente por monjes, a ella pertene- nado de filosofía griega, emprende la tarea de acercar la Biblia judía (el
cían también personas casadas. Sin embargo, el gran cementerio que se Antiguo Testamento) a todos aquellos contemporáneos suyos que no son
encuentra al este de Qumrán muestra que los monjes eran los miembros judíos. Y esta mezcolanza judaico-griega (prevalentemente estoica) suena
de pleno derecho y los que marcaban las pautas. El orden en el que se como si Filón fuera ya el primer padre de la Iglesia cristiana, al menos en
disponen las tumbas habla de la superioridad de los no casados y de la lo que se refiere a su concepción del matrimonio. Se mantiene, no obs-
inferioridad de las mujeres y niños. Todo el emplazamiento fue destruido tante, judío, toda vez que no asume el ideal de la virginidad, que estaba
por los romanos en el año 68 d.C. tomando cuerpo en los primeros tiempos del cristianismo.
El pensamiento judío en torno a una creación buena proveniente de A juicio de Filón, el egipcio José dice a la mujer de Putifar que le ten-
un Dios bueno se vio fuertemente comprometida bajo el poder de la in- taba para que se acostara con ella: «Nosotros, descendientes de los he-
fluencia gnóstica. Para Qumrán el mundo no es más que tinieblas bajo el breos, tenemos costumbres y leyes peculiares. Llegamos limpios al ma-
dominio de Satán. Un modo similar de expresarse lo encontramos en el trimonio para desposar jóvenes vírgenes y nos proponemos no el placer,
evangelio de Juan, lo que prueba la influencia significativa de la gnosis en sino la procreación de hijos legítimos» {En torno a José 9,43). En las
el Nuevo Testamento, a pesar de la polémica llevada por éste contra ella. aclaraciones que hace de la ley mosaica sobre el adulterio, Filón habla de
No obstante esa influencia gnóstica, ni el Nuevo Testamento ni la secta «los hombres lujuriosos, que en su frenética pasión mantienen relaciones
judía de Qumrán abandonaron la idea judía de un Dios único y bueno. extremadamente libidinales, no con mujeres extrañas, sino con sus pro-
A propósito de los esenios (secta de Qumrán) dice el historiador pias mujeres» {Sobre leyes individuales 3,2,9). Filón mantiene que sólo la

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procreación de los hijos, y no el placer sexual, legitima la relación sexual.
Filón alaba la poligamia de Abrahán porque esa situación del patriarca
no obedecía —siempre según Filón— a una pasión de placer, sino a la
voluntad de ver aumentada la descendencia. Filón va, incluso, más allá
que los griegos y judíos, que le precedieron en la estimación valorativa de Capítulo 2
la procreación de los hijos como sentido y finalidad esencial del matri-
monio. Para él, si un hombre se casa con una mujer, cuya esterilidad le EL ANTIGUO TABÚ DE LA SANGRE FEMENINA
consta por el matrimonio anterior de ella, entonces «está labrando una Y SUS REPERCUSIONES EN EL CRISTIANISMO
tierra pobre y pedregosa», actúa sólo por el placer de los sentidos y eso es
condenable. Si, por el contrario, la esterilidad de la mujer se descubre una
vez casados, será perdonable el hecho de que el hombre no repudie a su
esposa. Las últimas resonancias de esta concepción del matrimonio en
cuanto comunidad que tiene como finalidad esencial la procreación se su-
primieron en el derecho canónico sólo en 1977: para que el matrimonio
sea válido ya no es necesario, desde entonces, que el varón sea capaz de
procrear, basta que sea capaz de realizar el acto sexual.
Filón condena enérgicamente la contracepción: «Quien en el acopla-
miento intenciona al mismo tiempo la destrucción del semen, es induda-
blemente enemigo de la naturaleza» (Sobre leyes individuales 3,36). Un tabú característico de la antigüedad y que asumió el cristianismo se
Condena también a los homosexuales, ya que sus actos son por natura- refiere a las relaciones sexuales con la mujer durante el período mens-
leza estériles: «Como un labrador malo, el homosexual deja la tierra fér- trual. Filón sostiene la idea, como por lo demás también el médico So-
til en baldío y se fatiga día y noche con una tierra de la que no se puede rano de Éfeso (siglo II d.C), de que durante la menstruación es imposible
esperar fruto alguno». Filón, quien en muchos temas pensaba como un la concepción. Y puesto que es imposible la concepción, prohibe toda re-
griego, en su condena de la homosexualidad es, de pies a cabeza, judío: lación íntima con la mujer mientras le dura la regla. De hecho, la sangre
«Contra estos hombres hay que proceder sin piedad, ya que las leyes dis- fresca menstrual humedece el útero y «la humedad no solamente debili-
ponen matarlos sin miramientos, no dejarles con vida ni un solo día y ni ta la fuerza vital del semen, sino que la destruye completamente» (Sobre
una sola hora, pues el hombre afeminado falsea el sello de la naturaleza, leyes individuales 3,6,32). Con ello, Filón avala una de las prohibiciones
se deshonra a sí mismo, a la familia, al país y a todo el género humano... del Antiguo Testamento. El Levítico 20,18 dice: «Dijo el Señor a Moisés:
Busca el placer contra la naturaleza, contribuye a la desertización y des- el que se acueste con mujer durante el tiempo de las reglas, ambos serán
poblamiento de las ciudades, ya que tira su semen» (Sobre leyes indivi- exterminados de entre su pueblo». En el Antiguo Testamento no se en-
duales 3,37-42). cuentra fundamento alguno que dé razón de esta terrible condena. En Le-
vítico 15,19 ss. se nos dice que, de acuerdo con la prescripción de Dios,
una mujer en menstruación es impura durante siete días. Y que, durante
el período del flujo, todo lo que ella toque se vuelve impuro. Y quien la
toque o toque algo que ella ha tocado o toque algo tocado por quien ella
ha tocado, se hace impuro. Los judíos y los paganos de la antigüedad es-
taban convencidos de que la sangre de la menstruación tenía un efecto
letal. Para Filón el efecto venenoso del flujo daña el semen hasta el
punto de impedir la concepción. El romano Plinio (f 79 d.C), cultivador
de la ciencia de la naturaleza, prohibe las relaciones con la mujer que
tiene la regla porque los niños concebidos en tal momento son niños en-
fermos, tienen la sangre infectada o nacen muertos (Historia natural
7,15,87).
Hacia el año 200, los padres de la Iglesia Clemente de Alejandría y
Orígenes y, hacia el año 400, Jerónimo, afirmaban que estos niños eran
subnormales. Jerónimo dice: «Cuando un hombre tiene relaciones se-
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xuales con una mujer en este tiempo, los niños nacen leprosos o hidro- niños tuviera como causa el menstruo. El cardenal Cayetano (siglo XVI),
céfalos, y la sangre corrompida actúa para que los cuerpos apestados por adversario de Lutero, ve ya solamente «pecado leve» en la relación
su impureza lleguen a ser demasiado grandes o demasiado pequeños» menstrual (Summula peccatorum, 1526, artículo Matrimonium). Tomás
(Comentario a Ezequiel 18,6). Sánchez (f 1610), teólogo moralista, que gozó de gran autoridad en su
«Quien tiene relaciones con la propia mujer en este tiempo», advier- tiempo y en los siglos sucesivos en las cuestiones matrimoniales, dice que
te el obispo Cesáreo de Arles (f 542), «los niños nacerán leprosos o epi- muchos teólogos no contemplan ya como pecado las relaciones durante
lépticos o poseídos por el demonio» (Peter Browe, Beitrage zur Sexual- la menstruación, aunque la mayoría continúa viéndolo como pecado ve-
ethik des Mittelalters, 1932, p. 48). Y san Isidoro de Sevilla (t 636), en nial, alegando la razón de que en ello hay algo «indecoroso» y testimo-
su obra enciclopédica Etimologías, que a lo largo de siglos tuvo una gran nia una falta de dominio de sí. El mismo Tomás Sánchez comparte
difusión, sostiene acerca de la sangre menstrual: «Una vez tocada, los fru- esta última opinión, que considera dicha relación como falta leve. No
tos no germinan, las flores se marchitan, las plantas se mueren... el hierro está de acuerdo en que la malformación de los hijos tenga tal causa,
se oxida, el bronce se pone negro, los perros que la beben cogen la pues, salvo excepciones rarísimas, no se puede demostrar. Además, sos-
rabia» (Browe, p. 2). Lo mismo que Filón, piensa que el daño que causa tiene que hay circunstancias en las que dicha relación carece de conno-
en el semen es tan grande que imposibilita la concepción en el tiempo de tación moral, siempre y cuando exista una causa que lo justifique, por
reglas. Según el abad Regino de Prüm (f 915), en el Eifel, y Burchardo de ejemplo, para superar una gran tentación carnal o para resolver un
Worms (f 1025), los sacerdotes deberían preguntar, en la confesión, a conflicto conyugal (El sacramento sagrado del matrimonio, lib. 9, disp.
sus penitentes sobre las relaciones maritales durante la menstruación. 21, n. 7).
Los grandes teólogos del siglo xm, como Alberto Magno, Tomás de Algunos teólogos jansenistas (vuelta al rigorismo agustiniano del
Aquino y Duns Scoto, condenan la relación durante el menstruo como siglo xvn) lo veían de otra manera. Así, el belga Laurentius Neesen
pecado mortal en atención a las consecuencias desastrosas que padece- (f 1679) considera que es pecado grave para el cónyuge que lo solicita
rían los hijos. Bertoldo de Ratisbona (f 1272), el predicador más célebre (Heinrich Klomps, Ehemoral und Jansenismus, Í964, p. 190). Sin em-
del -siglo xm, afirmaba con toda claridad ante sus oyentes: «Los hijos bargo, la mayor parte de los jansenistas hablan de falta leve. San Al-
concebidos en ese tiempo no te darán ninguna alegría porque o estarán fonso María de Ligorio (f 1787), el teólogo moralista más relevante del
poseídos por el demonio o serán leprosos o epilépticos o jorobados o cie- siglo XVIII y que marcó la pauta a los moralistas del siglo xix y princi-
gos o contrahechos o mudos o idiotas o tendrán una cabeza deforme pios del xx, secunda la opinión de Tomás Sánchez. De este modo, hasta
como un mazo... y si se diera que habéis estado ausentes durante cuatro principios de nuestro siglo la relación con la mujer en plena menstrua-
semanas, incluso, si habéis estado lejos de vuestras mujeres durante dos ción se definía como pecado venial por lo que tiene de «indecoroso» y
años, debéis guardaros muy bien de desearlas... Sed personas honestas y falta de autodominio (Dominikus Lindner, Der Usus matrimonii, 1929,
ved que hasta un maloliente judío pone todo el empeño en evitar ese p. 218).
tiempo» (F. Góbel, Die Missionspredigten des Franziskaners Bertbold Por lo que atañe a comulgar en la celebración eucarística, la Iglesia
von Regensburg, 1857, p. 354). de Occidente, aunque más aún la Iglesia oriental, desaprobó que la
Bertoldo de Ratisbona mencionaba a los judíos («malolientes judíos» mujer menstruante se acercara a recibir la comunión. El patriarca Dio-
era el calificativo que les daba el antisemitismo cristiano) porque el nisio de Alejandría (f 264/265), discípulo del padre de la Iglesia Oríge-
hecho de que en la Edad Media fueran pocos los judíos afectados de nes, preguntado sobre la posibilidad de permitirlo, respondió que tal pre-
lepra se explicaba por la observancia rigurosa de la abstinencia en el pe- gunta estaba de más, «pues a las mujeres creyentes y piadosas no les
ríodo menstrual, pues así lo tenían preceptuado. Por el contrario, para pasa por la mente la idea de tocar la mesa sagrada o el cuerpo y la san-
Bertoldo, el fenómeno de que la lepra y otras enfermedades de larga du- gre del Señor» (Ep. can. 2, PG 10, 1281 A). El nuncio apostólico, car-
ración estuvieran difundidas entre los campesinos tenía su razón de ser en denal Humbert, quien en 1054 consumó el gran cisma entre la Iglesia de
la unión con sus esposas en dichos días (Browe, p. 4). Juan de Hus, Oriente y Occidente, echó en cara a la Iglesia griega esta costumbre
condenado a la hoguera en 1415 por el concilio de Constanza —pero no marginadora de la mujer. El célebre canonista de la Iglesia oriental,
por esta causa, pues en este asunto estaban todos más o menos de acuer- Teodoro de Balsamen (t después del 1195), patriarca de Antioquía,
do con él—, piensa que los niños jorobados, bizcos, tuertos, epilépticos, defendió tal costumbre. También lo hizo el patriarca copto de Alejandría
cojos o poseídos por el demonio son la consecuencia de las relaciones con Cirilo III (f 1243). Los maronitas mantuvieron esta práctica hasta 1596
la mujer menstruante (Browe, p. 5). (cf. Browe, pp. 9 s.).
Lentamente, a lo largo de los siglos y como resultado de los avances En Occidente la actitud fue más moderada. El papa Gregorio Magno
de la medicina, se abandonó la idea de que la malformación de los (f 604) no prohibió a la menstruante entrar en la iglesia o recibir la co-

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munión, pero alabó a las que no lo hicieran. Él retenía que la menstrua- cristiana de la mujer. No es, pues, de extrañar que a las puérperas que
ción es la consecuencia de una falta. Dice así: «No se debe prohibir a la morían sin haberse reconciliado con la Iglesia se les negase frecuente-
mujer entrar en la iglesia. Ni se la debe prohibir acercarse a la sagrada mente la sepultura en el cementerio cristiano. Varios sínodos, como el de
comunión en el tiempo de la regla. Pero hay que alabar a la mujer que, Rouen de 1074 y el de Colonia de 1279, se opusieron a tal costumbre y
movida por un gran respeto, no lo hace. El menstruo en sí mismo no es abogaron por un enterramiento igual para todos los cristianos (Browe, p.
una falta, es un proceso completamente natural. Pero si la naturaleza está 20). Lutero, en un escrito que dirigió en 1530 al parlamento de Augs-
tan desajustada que parece estar manchada sin que para ello haya me- burgo a través del príncipe-elector Juan de Sajonia, refiere que en la
diado voluntad alguna humana, ese desarreglo testimonia un pecado» iglesia papista «a las mujeres que mueren de parto también se las entierra
(Respuesta al obispo inglés Agustín, respuesta décima). con una ceremonia especial». El féretro no se colocaba, como en los
Esta vacilación llevó a una legislación contradictoria en la Iglesia de demás casos, en el centro de la iglesia, sino a la puerta (Briefwechsel 7,
Occidente: a veces a la mujer menstruante se la prohibía recibir la co- Calw/Stuttgart, 1897, p. 258). En la diócesis de Gante, siguiendo la
munión y a veces se la autorizaba. Así, tenemos que el canónigo de normativa de la conferencia del decanato de 1632, se enterraba en se-
Praga, Matías de Janow (f 1394), se encara contra los sacerdotes que no creto a las puérperas que morían sin haber recibido la mencionada ben-
permiten comulgar a las mujeres que están con el período. Y piensa que dición (Browe, p. 21).
los sacerdotes no deben preguntar por estas cosas en la confesión «por- Si estas mujeres han tenido que luchar mucho tiempo para conseguir
que no es necesario, ni útil ni decente» (Browe, p. 14). Pero en Dek- el derecho de ser enterradas normalmente, mucho más tiempo aún han
kenpfronn, un pueblo de la Selva Negra, todavía en el año 1684 las necesitado para que se las permitiera entrar en la iglesia sin el rito de la
mujeres con la regla quedaban a la puerta de la iglesia «y no entraban re- purificación. El día 13 de enero de 1200, el papa Inocencio III puso en
almente al interior, y se las hacía pasar vergüenza». Esta información se entredicho a Francia porque su rey vivía en matrimonio inválido con su
puede leer en el libro de registro de la iglesia (véase Browe, p. 14). amante Inés de Merán. La interdicción determinaba que todas las iglesias
La menstruación se presenta como un impedimento fatal para que la de Francia permanecieran cerradas y que se las abriese únicamente para
mujer pueda acceder al ministerio eclesiástico. Teodoro de Balsamón, el bautizar a los niños. El papa prohibió «severamente» que las puérperas
célebre canonista de la Iglesia ortodoxa ya mencionado, escribía en el entrasen en la iglesia para purificarse, y dado que no estaban purificadas
siglo xil: «En otros tiempos, las leyes de la Iglesia autorizaban la orde- no podían participar en el bautismo de sus propios hijos. Sólo cuando se
nación (consagración) de las diaconisas. Estas mujeres tenían acceso al levantó el entredicho, los sacerdotes las autorizaron a entrar. El entredi-
altar. Pero reparando en su impureza mensual, se las excluyó del culto y cho se mantuvo más de un año, hasta que el rey francés se apartó de su
de su ministerio en el santo altar. En la honorable Iglesia de Constanti- amante Inés de Merán. Esta determinación entrañaba una contradic-
nopla todavía se nombran diaconisas, pero ya no tienen acceso al altar» ción, pues precisamente el mismo papa Inocencio III había respondido
(Responsa ad interrogationes Mará [Interr. 35]; cf. Ida Raming, Der negativamente, en el año 1198, al arzobispo de Armagh, quien le había
Ausschluss der Frau vom priesterlichen Amt, 1973, p. 39). preguntado si las leyes mosaicas relativas a las puérperas eran todavía vá-
Pero más nefasta que la sangre de la menstruación era aún la sangre lidas en la Iglesia. Su respuesta fue: No, «pero si las mujeres desean, mo-
de la puérpera, la sangre de la mujer recién parida, que llevó a una vidas por un sentimiento de respeto, permanecer alejadas por algún
prohibición de las relaciones sexuales en el puerperio similar a su con- tiempo de la iglesia, pienso que no debemos censurárselo» (Ep. 1,63;
dena en el menstruo. Las puérperas pusieron en no pocos aprietos a la véase Browe, p. 26). Esta postura del papa nos está diciendo que cuando
Iglesia cristiana, enemiga de la sexualidad, por ejemplo, cuando se tra- se trata de discriminar a la mujer lo más útil es adoptar respuestas sibi-
taba de darlas sepultura, pues al parto, a diferencia de la menstruación, linas: sí, pero no. No, pero sí.
no se le puede separar del placer carnal, imprescindible para que se dé la La costumbre de la purificación de la mujer que da a luz se ha man-
concepción. El placer, según Agustín, tiene casi siempre —para muchos tenido casi hasta nuestros días. El diccionario católico Wetzer/Welte
de sus seguidores, siempre— una connotación pecaminosa. El sínodo de (1886) describe de este modo el rito de la purificación: «Igual que los ca-
Tréveris del año 1227 (c. 8) habla de la necesidad que la puérpera tiene tecúmenos (los aspirantes al bautismo) y penitentes, la puérpera, al co-
de una «nueva reconciliación con la Iglesia». Sólo después de tal re- mienzo, debe estar, de pie o de rodillas, fuera de la puerta de la iglesia y
conciliación podrá entrar en la iglesia. En esta «bendición» de la puér- solamente cuando ha sido solemnemente purificada por la aspersión del
pera, como hoy se dice, se dan cita sentimientos varios, en ella están pre- agua bendita y por la oración del sacerdote, éste la introduce en la iglesia,
sentes las leyes judías de la purificación (María pudo entrar de nuevo en de la misma manera que hoy se hace con los catecúmenos antes de recibir
el templo sólo transcurridos los cuarenta días y una vez hecha la ofrenda el bautismo y como en otros tiempos acontecía con los penitentes públi-
de la purificación), la condena cristiana del placer sexual y la difamación cos el día de jueves santo» (Wetzer/Welte I, p. 1711). Esta bendición se

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mantuvo rígidamente hasta la década de los años 60 de nuestro siglo. En
1987 me decía una mujer en una carta: «Recuerdo que mi madre sintió
una honda vergüenza. En 1960 nació mi hermana, la más joven. A mi
madre no se la permitió asistir al bautizo porque ella aún no estaba
"bendecida". En otra ocasión posterior y, por la tarde, se coló de incóg- Capítulo 3
nito en la iglesia. El párroco la bendijo y sólo desde entonces pudo par-
ticipar en la eucaristía». EL NUEVO TESTAMENTO Y SUS ERRÓNEAS
INTERPRETACIONES:
LA CONCEPCIÓN VIRGINAL, EL CELIBATO
Y EL NUEVO MATRIMONIO DE LOS DIVORCIADOS

En el desarrollo de la moral sexual cristiana jugaron un papel muy sig-


nificativo el judaismo y la gnosis: el judaismo, que como factor determi-
nante tenemos el ejemplo en Filón de Alejandría, contemporáneo de los
primeros cristianos y a quien ya nos hemos referido; y la gnosis, en
cuanto portadora del ideal del celibato y defensora de la superioridad de
éste sobre el matrimonio. Ciertamente ios cristianos salieron al paso del
avance impetuoso del pesimismo inherente a la gnosis, tanto es así que
durante los primeros siglos del cristianismo los gnósticos fueron los ver-
daderos enemigos de los cristianos. Sin embargo, de ellos mismos asu-
mieron la exaltación de la virginidad y del celibato, concebidos como
modos de estar más próximos a Dios. La idealización de estos estados de
vida consiguió también colorear, si bien muy suavemente, el Nuevo Tes-
tamento.
Así, tenemos que en el Apocalipsis de san Juan se habla de los
144.000 que cantan un cántico nuevo ante el trono: «Éstos son los que
no se han manchado con mujeres, pues son vírgenes. Éstos son los que si-
guen al Cordero donde quiera que vaya. Éstos son los redimidos de
entre los hombres como primicias para Dios y para el Cordero». Por aquí
se puede apreciar que la gnosis se ha impuesto, en el Nuevo Testamento,
sobre la herencia judía del Antiguo Testamento. El Antiguo Testamen-
to no emplea este modo de hablar. De hecho, la continuación del texto
del Apocalipsis cita el Antiguo Testamento (Is 53,9): «En su boca no se
encontró mentira: son irreprochables» (Ap 14,4 s.). Así, pues, en este
texto citado, e l Antiguo Testamento no habla de «vírgenes».
Pero fuera de este texto, el Nuevo Testamento rechaza la aversión
gnóstica al matrimonio y a la sexualidad. Nos pone sobre aviso contra

28 29
«los embaucadores que prohiben casarse» (1 Tim 4,3). Esta misma frase En Isaías 7,14 podemos leer: «He aquí que una doncella (alma) está
la empleó Lutero en 1520, en su escrito dirigido contra el papado y que encinta y va a dar a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel». El
lleva por título A la nobleza cristiana de la nación alemana. Dice así: hecho de que en el evangelio de Mateo (1,23) nos encontremos con la pa-
«Ahí está, pues, la cátedra de Roma que, inspirada por su propio sacri- labra «virgen» tiene su razón explicativa en la traducción griega de la Bi-
legio, ha llegado a prohibir el matrimonio a los sacerdotes. Esta es una blia, hecha en el siglo m a.C, y conocida como la Biblia de los Setenta.
orden que ha recibido del diablo, como muy bien lo dice san Pablo en la En esta Biblia se vierte la palabra alma por parthenos (virgen). El térmi-
primera carta a Timoteo (4,3): "Vendrán maestros que traerán las doc- no alma puede significar virgen, pero no necesariamente, de la misma
trinas del diablo y prohibirán casarse". En esta realidad hay que ver el manera que una doncella puede ser virgen, pero no necesariamente.
origen de muchas situaciones lamentables y la razón por la que la Iglesia Pero, incluso, en el supuesto de que Isaías hablara de una doncella virgen,
griega se separó de la Iglesia romana. Yo aconsejo que a cada uno se le no significa que estuviera aludiendo a la concepción virginal.
dé libertad para poder esposarse, si ése es su deseo». En otro escrito del En el supuesto de que Isaías dé a la palabra alma el significado de vir-
mismo año 1520, y que tiene como título La cautividad babilónica de la gen, de este pasaje solamente se puede deducir que la madre del futuro
Iglesia, dice: «Yo sé que Pablo dio esta orden: "un obispo debe ser hom- niño era virgen antes de concebirlo en su seno, antes de la concepción del
bre de una sola mujer". Si éste es el mandato de Pablo, dejemos de lado hijo. Lo que no se deduce de este texto es que la misma concepción o
todas esas normas malditas de los hombres que se han introducido sola- procreación haya acontecido de una manera sobrenatural y, consecuen-
padamente en la Iglesia y que sólo han servido para aumentar el peligro, temente, su virginidad haya quedado intacta. Pero ya se trate de una don-
el pecado y la malicia. ¿Por qué se me ha de quitar la libertad en nombre cella o de una virgen, a la que Isaías hace alusión cuando habla con el rey
de una extraña superstición y en nombre de la ignorancia?». Y final- Acaz en Jerusalén durante la guerra del 734 a.C. entre sirios y efraimitas,
mente, en Los artículos de Schmalkalda de 1537, dice: «No han tenido lo que sí es cierto es que cuando da al rey la «señal» de una doncella que
ninguna razón, ni les asiste ningún derecho para prohibir el matrimonio, está encinta está hablando de un acontecimiento próximo y no de un
ni para agobiar el divino estado del sacerdocio con la exigencia de una acontecimiento que tendría lugar 700 años después. De hecho, Isaías di-
castidad permanente. Han actuado como anticristos, tiranos y canallas ce del niño Emmanuel: «Cuajada y miel comerá hasta que sepa rehusar
malvados. Han acarreado con ello toda clase de pecados espantosos, ho- lo malo y elegir lo bueno. Porque antes de que sepa el niño rehusar lo
rribles e innumerables contra la castidad, pecados en los que aún hoy día malo y elegir lo bueno, será abandonado el territorio cuyos dos reyes te
se encuentran inmersos. De la misma manera que a nadie, ni a ellos ni a dan miedo» (7,15 s.). A lo largo de los años 733 y 732 los asirios con-
nosotros, le ha sido otorgado el poder de cambiar al hombre en mujer o quistaron los dos reinos, el de Damasco y el del norte de Israel. Con ello,
a la mujer en hombre, así tampoco ellos han recibido el poder de separar se había alejado el peligro de los dos reyes que amenazaba al rey Acaz. Y
estas criaturas de Dios o de prohibirlas vivir juntas en matrimonio y con el niño Emmanuel nacido de la doncella era, en realidad, pequeño, inca-
honradez. Por ello, no queremos dar nuestra aprobación a su enojoso ce- paz de juzgar y se alimentaba, como había dicho el profeta, de cuajada
libato, ni tolerarlo, sino que queremos que el matrimonio sea voluntario, y miel.
tal como Dios lo dispuso e instituyó. Y no queremos impedir la obra de De todo esto se deduce que el Antiguo Testamento no habla de la
Dios, pues san Pablo dice, en la primera carta a Timoteo 4, que hacer lo concepción virginal de María. Tampoco se encuentra esta idea en el es-
contrario es doctrina del diablo». critor neotestamentario más antiguo, a saber, Pablo. El evangelio de
Marcos, que es el evangelio más antiguo, no sabe, igualmente, nada de
El Nuevo Testamento no presenta la concepción virginal como una este asunto. En el evangelio d e Juan (1,45 y 6,42) expresamente se des-
realidad que se oponga hostilmente a la sexualidad y al matrimonio, pero cribe a Jesús como el hijo d e José, y en Juan 1,45 esta descripción se
con el transcurso del tiempo se ha prestado a interpretaciones equivoca- hace, además, con referencia a l Antiguo Testamento: «Felipe (uno de los
das. El Antiguo Testamento no ha profetizado nunca una concepción que doce apóstoles) se encuentra conNatanael y le dice: Ése del que escribió
fuera virginal desde el punto de vista biológico y el Nuevo Testamento Moisés en la ley, y también los profetas, lo hemos encontrado: Jesús el
no ha declarado histórico un acontecimiento tal. En el Nuevo Testa- hijo de José, el de Nazaret». El relato de la concepción virginal de María
mento, Mateo (cap. 1) y Lucas (cap. 1), cuando recurren a la concepción se encuentra solamente en Mateo y Lucas. Pero, incluso en estos dos
virginal lo hacen, más bien, como quien recurre a una imagen, similar a evangelios, la idea de la concepción virginal aparece en sus estratos más
las demás imágenes que usa el Nuevo Testamento. Tampoco el profeta recientes y no en los más antiguos. E l árbol genealógico de Jesús, que nos
Isaías, que vivió en el siglo VIII antes de Jesucristo, habló nunca de la con- presentan Mateo (cap. 1) y Lucas (cap. 3), se redactó en una época en la
cepción virginal. La supuesta profecía, que vaticinaría a través del profeta cual se consideraba como evidente que José era el padre de Jesús. El
Isaías una concepción virginal, no corresponde al texto hebreo original. árbol genealógico lo que quiete e s demostrar que Jesús desciende de

30 31
David a través de José. Para ello, se da como presupuesto requerido (13,55). El hecho de que el Nuevo Testamento, hasta, incluso, el mismo
que José es el padre de Jesús. Incluso María describe, con toda naturali- Mateo (cap. 13), mencione los hermanos y las hermanas de Jesús, deno-
dad, a José como padre de Jesús (Le 2,48). ta que la imagen de la concepción virginal no entrañaba sentido alguno
Sólo en los estratos más recientes de estos dos evangelios encontra- de aversión a la sexualidad, como posteriormente se fue cargando de pe-
mos la idea de la concepción virginal como una imagen a la que se recu- simismo sexual en el proceso de transformación de la imagen en realidad
rre para expresar simbólicamente la iniciativa peculiar que Dios mismo fáctica.
asume en la historia de la salvación. El Nuevo Testamento, pues, no atri- A partir del siglo II, en época postneotestamentaria, los hermanos y
buye a la idea de la concepción virginal el valor de un relato histórico y, las hermanas de Jesús pasan primero a ser hermanastros y hermanastras
por tanto, no la interpreta literalmente. La considera simplemente como de Jesús, provenientes de un primer matrimonio de José y del cual quedó
similar a la imagen a la que recurre el Antiguo Testamento para describir viudo (? roto evangelio de Santiago 9, hacia el 150 d.C.). Finalmente,
la creación de Adán a partir de un trozo de barro de la tierra. Ambas hacia el año 400, Jerónimo transforma los hermanastros y hermanastras
imágenes, dotadas de una gran fuerza expresiva, sirven para hacer com- en primos y primas de Jesús, y califica de «fantasía impía y apócrifa»
prender nítidamente que la creación del primer hombre y la creación del creer que José hubiera tenido hijos de un matrimonio precedente: la vir-
«segundo hombre», como Pablo llama a Jesús (1 Cor 15), son obra de ginidad de María conlleva, según Jerónimo, la virginidad de José (Ad
Dios. La metáfora de la concepción virginal tiene su origen en el mundo Matth. 12). De este modo, María era virgen antes del nacimiento de Jesús
antiguo, que recurría a la partenogénesis para expresar, con lenguaje sim- y después del nacimiento de Jesús. Pero también la última ventana desde
bólico, la descendencia divina de personajes con cualidades egregias. El donde sería posible vulnerar la virginidad de María, como es el estado en
origen divino daba razón de las cualidades extraordinarias, fuera de lo el que quedó el himen en el momento del nacimiento de Jesús, se cerró en
ordinario, que ornaban dichas personas. Así, por ejemplo, según Sueto- el siglo II. En el Protoevangelio de Santiago (19 s.), una partera explica
nio, Augusto era considerado como hijo del dios Apolo. Y Alejandro, que el himen de María quedó intacto en el nacimiento de Jesús. La ima-
según cuenta Plutarco, fue concebido por un relámpago. Más tarde —y gen neotestamentaria de la concepción virginal ha adquirido autonomía
también hoy día—, los cristianos se reservaron el privilegio de interpretar propia a través de una secuencia que concluye en la castidad personal de
literalmente tales imágenes y entenderlas en su sentido biológico, no María y en su integridad biológica.
ciertamente cuando se referían a los dioses paganos, sino cuando con Recordemos, pues, brevemente: el profeta Isaías, en el siglo VIH a.C.
ellas se referían al propio Dios cristiano. Es cierto que en la Antigüedad habla de una doncella que quedará encinta. De aquí, el Nuevo Testa-
también algunos paganos admitían como realidad factual esas imágenes mento saca la imagen de una concepción virginal, entendida como ex-
míticas magnificadoras, pero no las personas cultas e ilustradas. Las presión simbólica de una participación peculiar de Dios en toda la vida
cosas en el pasado debieron ser, más o menos, como en cierta ocasión las de Jesús, en lo que él es y en lo que le acontece. Y de esta imagen, los si-
describe Plutarco: «Vivía en el Ponto una mujer que afirmaba haber glos siguientes han tejido una historia detallada sobre la virginidad per-
quedado embarazada por Apolo, cosa que naturalmente muchos po- petua de María, que termina siendo virgen antes del parto, en el parto y
nían en duda, pero otros muchos lo creían» (Vidas paralelas, Lisandro después del parto de Jesús. Esta imagen de la concepción virginal trajo
26). también consigo —y aquí se encuentra la consecuencia más grave deri-
David Friedrich Strauss, uno de los teólogos protestantes más pres- vada de ese proceso de transformación, en virtud del cual una imagen,
tigiosos del siglo XK, muestra cómo una antigua imagen va pasando pro- que simboliza la intervención <k Dios, pasa a expresar la castidad bio-
gresivamente por un proceso de historización hasta convertirse en una lógica de María— la idea de u n Dios pensado a la manera de un ser mas-
historia real concreta de castidad, que tuvo también sus secuencias. Así, culino, pues su acción sobre María es casi de naturaleza viril. El célebre
por ejemplo, en su Vida de Jesús, que data del 1835, trae a colación el teólogo católico de teología dogmática Michael Schmaus habla tam-
caso de Espeusipo, hijo de Potona, hermana de Platón, quien recuerda bién de este tenor: «Lo que e n otros casos aporta la acción masculina,
una leyenda muy difundida en Atenas, según la cual su tío Platón era hijo fue realizado en María por la omnipotencia de Dios» (Mariologie, 1955,
del dios Apolo: hasta el día del nacimiento de Platón, su padre Aristón se p. 107).
abstuvo de toda relación sexual con su esposa Perictiona (Diógenes
Laercio 3,1,2). Strauss piensa que, de esta misma manera, el relato de la El hecho de que pasajes d e l Nuevo Testamento, que originariamente
concepción virginal de Jesús habla sólo de la virginidad de María antes no eran hostiles al cuerpo ni a la sexualidad, se hayan malinterpretado
del nacimiento de Jesús: «José no la conoció hasta que ella dio a luz un cada vez más como tales, no s e confirma únicamente con la imagen de la
hijo, y le puso por nombre Jesús» (Mt 1,25). Platón tuvo hermanos y concepción virginal. Este proceso d e transformación hacia una signifi-
hermanas. Jesús también, como nos lo hacen saber Marcos (6,3) y Mateo cación pesimista de la sexual ídad p u e d e observase con toda claridad en

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otro pasaje, que hasta nuestros días se presenta como la columna sobre la de los que no entienden la palabra de Jesús. Ellos piensan que es mejor
que se asienta el celibato y que se interpreta como la palabra de Jesús vivir con una mujer sin un vínculo de unión estable e indisoluble, si un
sobre el tema. Juan Pablo II, en su escrito A todos los sacerdotes de la vínculo matrimonial sólido significa lo que dice Jesús, es decir, prohibido
Iglesia, dado a conocer el día de jueves santo del 1979, hace referencia a tener otras mujeres. Cuando Jesús les responde: «Quien pueda entender,
un «celibato por el reino de los cielos» y del cual Jesús habría dicho: «El que entienda», no está incorporando las reflexiones de los discípulos al
que pueda entender, que entienda» (Mt 19). Jesús no habla aquí en propio evangelio, por la sencilla razón de que son objeciones propias de
modo alguno del celibato, pero el pasaje ha sido adaptado y aplicado al machos, son objeciones machistas. Produce un sentimiento de lamentable
celibato. Es el texto favorito de todos los defensores del estado célibe sa- tristeza constatar que toda la mística del celibato remite a este modo de
cerdotal hasta Juan Pablo II. pensar de los discípulos. Jesús se queda con su evangelio. Mantiene lo
Basta, por tanto, atender al tema por el que le preguntan a Jesús para que él ha dicho y rechaza la protesta de tendencias polígamas de sus dis-
saber a qué se refiere su respuesta. A Jesús no le preguntaron por el celi- cípulos, con las cuales no se avienen sus exigencias.
bato; por eso no dice nada de él. Los fariseos le preguntaron por el Lo que desconcierta a los discípulos y les resulta a todas luces difícil
asunto del divorcio y la doctrina que propone Jesucristo era inaudita de comprender no es la doctrina de Jesucristo sobre la virginidad y el ce-
para su tiempo, cuando un marido podía divorciarse de su mujer por un libato, del cual no hace mención alguna, sino la doctrina de Jesús sobre el
motivo tan insignificante como la comida que se le hubiera quemado matrimonio y el divorcio. Y esta enseñanza era realmente nueva para sus
(esto lo sostiene Rabbi Hillel, que en esta materia era menos riguroso que oyentes. De hecho, ellos apelan a Moisés, que les había permitido dar el
Rabbi Shammai). Jesús dice: «El que se divorcia de su mujer y se casa acta de divorcio cuando se repudia a la mujer. Pero a esta apelación Jesús
con otra es un adúltero». También los discípulos protestaron contra responde: «Por la dureza de vuestro corazón, por eso os permitió Moisés
esta nueva doctrina. Y Jesús responde: «No todos comprenden esta pa- repudiar a vuestras mujeres, pero al principio no era así». Jesucristo se re-
labra». Y prosigue: Existe una autocastración por amor al reino de los monta al principio donde rige lo genuinamente primigenio. Él trae a la
cielos. Evidentemente, esta frase hay que entenderla en un sentido meta- memoria la historia de la creación: «No habéis leído... por eso dejará el
fórico. Pero dado que esta frase forma un todo, a través de la conjunción hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y los dos se harán
«pues» que sirve de enlace gramatical, con la cuestión previamente plan- un solo cuerpo... Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre».
teada sobre el divorcio, lo que en realidad está afirmando es que hay que Este «llegar a ser un solo cuerpo» es para Jesús llegar a ser una unidad
renunciar libremente a las segundas nupcias, que no dejan de ser más que total, irrevocable, que va más allá de cualquier vínculo temporal. Sobre la
un adulterio. La palabra «célibe» o «no apto para el matrimonio» son hondura de esta unidad se funda la indisolubilidad del matrimonio. Más
versiones tan inexactas como frecuentes del término griego eunochoi, en tarde, Tomás de Aquino (t 1274) fundamentará la indisolubilidad del
español «eunucos». Hay que reconocer que esa palabra pronunciada matrimonio en el cuidado de los hijos, cuya educación la mujer sola no es
sobre los eunucos por el reino de los cielos, o sobre la autocastración psí- capaz de llevar. En Jesús no se encuentra ni una sola palabra referente a
quica como solución al adulterio y al segundo matrimonio, fue una pa- este modo de justificar la indisolubilidad. Jesús no habla de llegar a ser
labra que dejó desconcertados a muchos de sus oyentes, además de los uno con miras sólo a la procreación. Su nueva doctrina, que no es más
discípulos. Y de esa palabra Jesús dice: «El que pueda entender, que en- que la antigua verdad del origen, es la unión indisoluble de los esposos en
tienda». Pero ya estemos en el lado de los que la entienden o en el lado el matrimonio.
de los que no la entienden, en modo alguno se refiere al celibato o a la Esta enseñanza, que Jesús hace remontar más allá de Moisés, al ori-
inaptitud para el matrimonio, sino a la renuncia al adulterio y, por con- gen mismo del hombre, sonaba a monstruosidad en los oídos de cuantos
siguiente, no tiene nada que ver, en absoluto, con el celibato obligatorio. le escuchaban. La alternativa a la concepción de Rabbi Hillel sobre el
Hay que darse cuenta, además, que de interpretarse el pasaje como tema q u e nos ocupa era la de Rabbi Shammai, quien, aunque reclamaba
dicen, todo el tema del celibato se fundamentaría, y tal es hoy práctica- razones más graves para conseguir el divorcio, sin embargo nunca cues-
mente el caso, sobre una dificultad absurda que vieron los discípulos. Las tionó la posibilidad del divorcio. La palabra de Jesús desbarató el con-
consideraciones que se hacían los discípulos les llevaban a concluir que, cepto q u e los discípulos tenían del matrimonio. En el decálogo figura este
en tales condiciones, era mejor no casarse porque con ello se pierde la mandamiento: «No cometerás adulterio». Los judíos interpretaban este
propia libertad sexual y la posibilidad de desembarazarse de nuevo de la mandato o prohibición de diferente manera, según que el sujeto en cues-
propia mujer. tión fuera un varón o una mujer. Cuando se trata del varón, únicamente
Jesucristo, por tanto, rechaza el adulterio y el divorcio. Y los discí- la relación sexual con la mujer de otro es adulterio. En cambio, en el caso
pulos le replican y objetan que para eso es mejor quedarse célibes (toda de la mujer cualquier relación sexual fuera del matrimonio es adulterio.
vez que uno no puede divorciarse). Éstos son los que pertenecen al grupo El varón sólo puede romper el matrimonio de otro. El propio, sólo su

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mujer puede romperlo. Para el varón, adulterio es sólo irrupción en el simpatía amigable por el matrimonio y por la mujer, es decir, el amor al
ajeno. Para la mujer lo es cualquier huida del propio. Esta diferencia hombre en general, aquí la regla es la hostilidad hacia el matrimonio y
tiene su razón: la mujer no es valorada como pareja, sino como posesión muy frecuentemente la indigencia de humanidad, esa indigencia que ya
del varón. La mujer, por el adulterio, disminuye la propiedad del marido. no sostiene el principio por amor al hombre, sino que sacrifica al hombre
El varón, por el contrario, con el adulterio disminuye la propiedad de al principio.
otro varón. El adulterio es una variante del delito contra la propiedad. Las llamadas «reservas» o excepciones de Mateo (5,32 y 19,9) ma-
Por eso, para el varón, la relación sexual con una mujer no casada no nifiestan que ya en la época de la elaboración del Nuevo Testamento
constituye adulterio. La novedad de la doctrina de Jesús, que habla de había excepciones a la prohibición que afectaba al nuevo matrimonio de
«llegar a ser un cuerpo» como unidad indivisible de los dos, acaba con los divorciados. El espíritu del texto más amplio (Mt 19) acentúa la in-
esa idea del adulterio que sólo privilegia a los varones. También queda disolubilidad del matrimonio, pero resaltó también que no todos en-
abolida la poligamia, que los judíos consideraban hasta entonces como tienden eso. Ya desde el principio se introdujeron en la praxis excepcio-
permitida por Dios. Si un varón casado deseaba una mujer no casada, nes a la norma, relativas precisamente al adulterio y la fornicación. Y así
podía tomarla como esposa, además de la que ya tenía por el matrimonio se introdujo en el texto una cláusula excepcional que precisa la argu-
precedente. A excepción de la secta de Qumrán, los judíos contemporá- mentación de Jesús. La Iglesia evangélica y la Iglesia ortodoxa —sepa-
neos de Jesucristo aprobaban la poligamia. Esto significa que el varón no rada ésta de la Iglesia católico-romana desde el 1054— traducen la cláu-
puede romper nunca su propio matrimonio. La mujer pertenece al ma- sula correctamente entendiéndola como una suavización de la severidad
rido, pero el marido no pertenece a la mujer. La interpretación que y rigor de la doctrina de Jesucristo, quien, como principio general afirma
Jesús hace del relato de la creación destruye todo lo que la visión pa- que el divorcio y el matrimonio de divorciados no responden al deseo
triarcal del matrimonio había elaborado. No debe, pues, extrañarnos que más íntimo de Dios. Por ello, protestantes y ortodoxos traducen: «ex-
los discípulos piensen que, si las cosas están así, lo mejor es no casarse. cepto en caso de adulterio». La Iglesia católica, por el contrario, traduce:
Un matrimonio así no responde a la idea que ellos tienen. «ni siquiera en el caso de adulterio», con lo cual se salta la praxis de
Un texto paralelo a éste puede encontrarse en el Sermón de la mon- la Iglesia primitiva, que había considerado necesaria ese atenuante. La
taña (Mt 5,27 ss.), en el cual Jesús, como todo el mundo sabe, aborda Iglesia ortodoxa y la Iglesia protestante autorizan, pues, el matrimonio de
también otros temas. Ahora bien, dado el interés, siempre creciente, que divorciados, mientras que la Iglesia católico-romana lo rechaza enérgi-
la Iglesia católica ha mostrado por las transgresiones de normas de camente.
orden sexual, si se las compara con otras faltas que se cometen en otros Pero tampoco en la Iglesia católico-romana se dio siempre ese rigor
ámbitos, se reservó un trato especial a los divorciados y a los que habían que hoy domina en ella. El sínodo español de Elvira, celebrado al inicio
celebrado otro matrimonio, un trato que no dispensó a los provocadores del siglo iv, y el de Arles, del 314, tratan de manera distinta a los varones
de las guerras. A los ojos de la Iglesia, los pecados más grandes de la hu- que a las mujeres: la mujer divorciada que se casa de nuevo queda exco-
manidad continúan siendo los pecados de la alcoba y no, por ejemplo, mulgada para toda su vida. Si el caso se refiere al varón no se le exco-
los cometidos en el campo de batalla. El Sermón de la montaña, la utopía mulga, simplemente se le aconseja no casarse de nuevo y, en la Iglesia, se
más sublime del cristianismo, se la ha dividido en dos partes. En su ma- le permite acercarse a la comunión. Entre los padres de la Iglesia, Oríge-
yoría, se la considera como inalcanzable e inaplicable en toda su pureza. nes (f 253-254), Epifanio (f 403) y Basilio (t 379) se pronuncian a
Sin embargo, y ésta es la segunda parte en la que se divide, la Iglesia ca- favor de hacer alguna excepción a la hora de aplicar la norma. Epifanio
tólica ha puesto de bulto el nuevo matrimonio de los separados, ro- y Basilio autorizan únicamente al varón, en determinadas circunstancias,
deándolo de una condenación del todo especial, a pesar de que Jesucris- a casarse después del divorcio. También Agustín (f 430) favorece al
to dijo, incluso en dos ocasiones y precisamente sobre este tema, que no varón más que a la mujer cuando escribe: «Quien repudia a su mujer,
todos pueden entender. Ciertamente sería un fracaso para la convivencia sorprendida en adulterio, y se casa con otra, no hay que equipararlo con
humana si desapareciera el ideal y la posibilidad de una solidaridad ra- aquellos que repudian a sus mujeres por otra razón distinta del adulterio
dical, es decir, si hubiera que negar la idea de la indisolubilidad del ma- y se casan de nuevo. En las sagradas Escrituras no está para nada claro
trimonio. Pero pensar que el fracaso humano en este ámbito es más (obscurum est) si hay que considerar también como adúltero al hombre
grave que el fracaso del hombre en los demás campos es consecuencia del que, repudiada con toda legitimidad la mujer que le ha sido infiel, se casa
pesimismo que tiene la Iglesia en lo que concierne a lo sexual. Es total- de nuevo. Yo, por mi parte, pienso que, en este caso, comete una falta ve-
mente injusto que el rigorismo celibatario apele a las palabras de Jesús nial» (De fide et operibus 19,35). Teodoro, arzobispo de Canterbury
cuando trata de definirse en torno al divorcio y al nuevo matrimonio de (f 690), los sínodos francos de Verberie, en 756, y de Compiégne, del
los divorciados. Mientras en Jesús el principio por el que se regía era la 757, la colección de derecho canónico de Burchardo de Worms (f 1025)

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contienen una reglamentación de las dispensas matrimoniales para los di- cómo, a través de las versiones e interpretaciones del Nuevo Testamento,
vorciados. Gregorio VII (t 1085), el papa de la reforma de la Iglesia, las esposas de los apóstoles se transforman, con el correr de los siglos, en
quien reforzó el celibato y luchó contra los clérigos casados, combatió una especie de gobernantas o asistentas de la casa. Y es que cada vez se
igualmente —y siempre por razones hostiles a la sexualidad— el nuevo ponía mayor empeño en presentar a los apóstoles como célibes vírgenes,
matrimonio de los divorciados. Pero, incluso después de la reforma gre- hasta que, finalmente, el día de jueves santo de 1979, el papa les eleva a
goriana, muchos teólogos admitieron derogaciones de la ley de la indi- la categoría de predicadores y maestros del celibato obligatorio.
solubilidad, por ejemplo, el cardenal Cayetano (t 1534), adversario de La doctrina del celibato obligatorio de los sacerdotes no es doctrina
Lutero, el mismo Lutero y también Erasmo de Rotterdam (t 1536). El apostólica. Más bien es todo lo contrario. Es doctrina apostólica el de-
concilio de Trento, en 1563, declaró, por vez primera y con toda nitidez, recho que tienen al matrimonio todos los que desempeñan un cargo
prohibido el matrimonio de los divorciados, sean cuales fueren las razo- eclesiástico. Pablo, en la primera carta a los Corintios (9,5), dice clara-
nes presentadas. mente que todos los apóstoles, incluso Pedro, a quien se le considera el
El rigor severo de la primera redacción del canon 7 quedó ligera- primer papa, estaban casados y que llevaban a sus mujeres en sus viajes
mente limado tras los ruegos de la potencia colonial veneciana. Los ve- misioneros. Y declara que también él tiene igualmente este derecho. La
necianos temían tener dificultades con los subditos griego-ortodoxos de cuestión del matrimonio de los sacerdotes contribuyó de modo sustancial
las islas del Mediterráneo oriental, Creta, Chipre y Corfú. Redactaron un a la separación de la Iglesia oriental (1054), dentro de la cual los obispos,
escrito que presentaron a la consideración del concilio. En él decían: «Es ciertamente, no se casan, pero sí los que son simplemente sacerdotes.
de todos conocido que los griegos han conservado la costumbre de re- Contribuyó también, más tarde, a la separación de la Iglesia protestante
pudiar a la mujer infiel y contraer un nuevo matrimonio con otra. En (siglo XVI), cuyos sacerdotes y obispos contraen matrimonio. Vale, pues,
esto siguen, como ellos dicen, la costumbre antiquísima de sus padres. la pena considerar más detenidamente el texto de la primera carta a los
Nunca fueron condenados por ningún concilio, a pesar de que la Iglesia Corintios 9,5, cuya errónea versión ha sido la causa de que los aspirantes
católico-romana conocía muy bien sus costumbres». La primera formu- al sacerdocio de la Iglesia católica no hayan tenido conocimiento de su
lación del concilio de Trento sonaba de este modo: «Si alguno afirma que derecho a casarse, contenido en las cartas apostólicas. A este desconoci-
puede casarse de nuevo en caso de adulterio, sea persona anatematiza- miento ha contribuido también, sobre todo, el escaso conocimiento que
da». Tras la intervención veneciana, la redacción final del canon 7 dice: poseen del griego. El texto afirma que los apóstoles tienen el derecho a
«Si alguno dice que la Iglesia se engaña cuando enseña que uno no tiene llevar consigo a sus esposas en sus viajes de evangelización. Pedro y los
el derecho a casarse de nuevo, sea persona anatematizada». En atención demás apóstoles también lo hicieron así. Literalmente: «¿Acaso no tene-
a la Iglesia griega, el papa Pío XI se expresa de manera análoga en su en- mos el derecho a llevar en los viajes una hermana (se refiere a una mujer
cíclica Casti connubü (1930). Esto nos está diciendo que la praxis griega Cristina) como mujer (es decir, esposa)... como los demás apóstoles, in-
del nuevo casamiento no está condenada, sino que está condenado aquel cluyendo a Pedro?». Del derecho del apóstol a llevar una hermana como
que dice que la Iglesia católica está en el error. Los papas dan más im- esposa se pasa lentamente al derecho a llevar una mujer como hermana
portancia a su infalibilidad que a la severidad de la doctrina que afecta a colaboradora o ayudante. Con ello, primero, se comienza ya por no
los que vuelven a casarse. traducir «mujer-esposa», sino sólo «mujer». Y, en segundo lugar, a par-
Jesucristo no se expresó nunca sobre el tema del celibato. Al contra- tir del 1592, la expresión una «hermana como mujer» se transforma en
rio, denunció y corrigió, para espanto de sus discípulos, las tendencias de una «mujer como hermana», con lo cual desaparece todo vestigio de la
una sociedad polígama que subestimaba a la mujer y propuso el ideal de esposa. Primero, Jerónimo (J 419-20), padre de la versión latina de la Bi-
la unidad y de llegar a un ser solo en el matrimonio. Pero los teólogos ce- blia llamada Vulgata, y excelente filólogo, traduce en el año 383 con el
libatarios que llegaron después alteraron su enseñanza, interpretándola término correcto de uxor (inequívocamente: esposa). Pero a partir del
como una llamada al celibato, y transformando el discurso de Jesús 385 prefiere la palabra mulier, que puede significar tanto la esposa
sobre la importancia de llegar a ser «un solo cuerpo» en un discurso de como cualquier mujer. Y traduce: «Los apóstoles tenían derecho a que
alabanza a los celibatarios como eunucos por el reino de los cielos. les acompañara una hermana como mujer (mulier)». Es decir, en el en-
Hay otro texto en el Nuevo Testamento que también fue interpreta- tretiempo Jerónimo había llegado a convencerse de que se trataba de una
do erróneamente desde el miedo a lo sexual. Juan Pablo II considera, mujer colaboradora y no de una esposa. Este cambio repentino de mente
equivocadamente, que el celibato obligatorio en la Iglesia católica no es se operó a consecuencia de la carta ya mencionada que el papa Siricio es-
solamente una recomendación de Jesús, sino también «doctrina apostó- cribió, en el año 385, al obispo de Tarragona, y en la cual sostenía que
lica» (A todos los sacerdotes de la Iglesia, 1979, c. 8). En realidad, los sacerdotes que, una vez ordenados, mantenían relaciones maritales
todos los apóstoles estaban casados. Es interesante seguir de cerca y ver con sus esposas y tenían hijos incurrían en «lujuria», más aún, en un

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«crimen». En segundo lugar, y ya claramente desde el año 1592, el texto hacerle pasar por célibe durante toda su vida. Pero inútilmente. Pablo era
de 1 Cor 9,5, que se pronuncia contra el celibato obligatorio, se ve defi- fariseo (Fil 3,5), y lo afirma con orgullo porque entonces la palabra
nitivamente despojado de su sentido debido a la inversión de las pala- «fariseo » no era todavía sinónimo de autosuficiente e hipócrita, como
bras. Los apóstoles tienen ahora sólo el derecho a que les acompañe «una posteriormente, cuando la autosuficiencia y la hipocresía antisemítica de
mujer (mulier) como hermana» (es decir, como hermana sirviente). Nos los cristianos alteraron su significado. Según el teólogo protestante Joa-
estamos refiriendo a la edición oficial de la Biblia en versión latina, la chim Jeremías, Pablo, antes de su conversión, era un ordenado fariseo
«Vulgata Clementina», de uso generalizado en la Iglesia católica. De culto, es decir, un hombre de mediana edad y, por tanto, estaba casado,
hecho, en el año 1592, en contra del texto original griego, en contra del ya que los judíos, en tiempos de Jesús, contraían matrimonio general-
orden secuencial correcto de las palabras que se encuentra en Jerónimo mente entre los dieciocho y veinte años. Hay que tener en cuenta para
(hermana como mujer), en contra de los veintiocho manuscritos de la afirmar esto que la actitud de los doctores de la ley respecto del matri-
Vulgata, en los cuales se encuentra igualmente el orden correcto de las monio y el celibato no ofrecía dudas: para el hombre casarse es un deber
palabras, y basándose únicamente en dos manuscritos de la Vulgata con indeclinable. A este propósito viene bien recordar las palabras de Rabbi
escaso valor, en los cuales se falsea el texto original griego invirtiendo el Eliezer (hacia el 90 d.C): «Quien no se preocupa con la procreación
orden de las palabras (mujer como hermana), el pasaje de 1 Cor 9,5, que es como quien deja que se derrame la sangre» (Jebhamoth 63 b; Strack-
habla del derecho que tienen los apóstoles a que les acompañen sus es- Bil-lerbeck II, p. 373). Jeremías sostiene la opinión de que Pablo había
posas, se tergiversa completamente y se vuelve inofensivo (para toda quedado ya viudo cuando redactó la primera carta a los Corintios
esta cuestión puede verse Heinz-Jürgen Vogels, Pflichtzolibat, 1978). (Zeitschrift für die ntl. Wissenschaft 28 [1929], 321-323).
Se encuentran también otros textos que prueban que el celibato obli- Hay todavía otro pasaje del Nuevo Testamento que fue errónea-
gatorio no es doctrina apostólica. En la primera carta a Timoteo (3,2) y mente interpretado como una recomendación del celibato. Algunos cris-
en la carta a Tito (1,6), se dice que el obispo sea «hombre de una sola tianos, influenciados por el desprecio que los gnósticos tenían hacia el
mujer». Con ello se quiere indicar que no debe ser un divorciado que se cuerpo, preguntaron a Pablo si no sería, tal vez, bueno para el hombre
haya vuelto a casar, según la doctrina de Jesús relativa al adulterio y a la abstenerse de tocar a una mujer (1 Cor 7,1). La mayor parte de los in-
poligamia. Pero los defensores del celibato no tienen muy en cuenta térpretes celibatarios —felizmente la reciente versión de la Biblia católico-
estos pasajes, como tampoco aprecian gran cosa a la suegra de Pedro protestante evita este error— han visto en este texto la respuesta de
(Me 1,30). Pablo, cuando en realidad él no hace más que repetir la pregunta que le
Pablo habla ciertamente de la disposición mayor, no dividida, de han hecho. El error gnóstico se transforma, de este modo, en el apoyo
los no casados para el Señor (1 Cor 7). Pero sobre esta afirmación no se apostólico del celibato y del ideal de la virginidad. El Nuevo Testamento,
puede fundamentar la obligación del celibato, porque Pablo menciona en contra de su sentido verdadero, ha quedado en poder del creciente pe-
expresamente en la misma carta (1 Cor 9,5) el derecho que le asiste, simismo sexual.
como a todos los demás apóstoles, a llevar su mujer en los viajes de evan- Pablo sale al paso de la cuestión propuesta por los corintios. La tesis
gelización. Nos estamos refiriendo al pasaje que, debido a la inversión de de éstos, inspirada por la gnosis, afirma: es bueno para el hombre abs-
las palabras «mujer» y «hermana», se ha vuelto inofensivo. Aunque su- tenerse de tocar a una mujer. A esta concepción, Pablo contrapone su vi-
cesor de un apóstol casado, resulta inimaginable pensar que el papa ac- sión del matrimonio. Él mantiene que cada hombre tenga su mujer, y
tual pudiera hablar de su derecho a tener una esposa y a llevarla consigo cada mujer su marido. Subraya, igualmente, que entre los esposos no es
en sus viajes apostólicos. Esto indica que el papa, sucesor célibe del ca- el caso de obedecer a aquel que empuja hacia la continencia, entendida
sado Pedro, está muy lejos de Pedro y de Pablo. Estaría, sin embargo, gnósticamente, sino que, por el contrario, cada uno tiene el deber de se-
muy en línea con el Nuevo Testamento si él, como lo hizo Pablo (1 Cor cundar el deseo de unión sexual que tenga el otro. No toma, pues, par-
9,5), reivindicase ese derecho que es el suyo. El padre de la Iglesia Cle- tido en favor de quien proponga la abstinencia conyugal. Subraya ex-
mente de Alejandría escribe hacia el año 200: «Pablo no muestra reparo presamente: No os neguéis el uno al otro sino de mutuo acuerdo, por
alguno en dirigirse a su esposa en una de las cartas (Flp 4,3), y a la que cierto tiempo, para daros a la oración. Y luego continúa: «Luego, vol-
no llevaba consigo únicamente para no verse impedido en el ejercicio de ved a estar juntos, para que Satanás no os tiente por vuestra inconti-
su ministerio. De aquí que diga en otra carta: "Acaso no tenemos la li- nencia».
bertad de llevar con nosotros una hermana como esposa, como los otros Viene a continuación el versículo 6, que Agustín interpretó errónea-
apóstoles?"» (Stromaia 3,53). Es interesante constatar que todavía hacia mente y sobre el cual elaboró la funesta teoría de la exculpación de las re-
el año 200 se sabía que Pablo estaba casado, pero a medida que progre- laciones sexuales habidas en el matrimonio. Para Agustín, la relación se-
sivamente iba tomando fuerza la idealización de la virginidad, se intentó xual está cargada de culpa y necesita de una razón que la exculpe cuando

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se realiza. Esa razón la encuentra en la procreación. El versículo 6 dice: respuesta que les da Jesús: «no todos entienden este lenguaje» (respuesta
«Lo que os digo es una concesión (queda a vuestra libre elección), no un que se refiere a su doctrina sobre el matrimonio, no a la objeción de los
mandato». ¿A qué se refiere Pablo con «lo que os digo»? Puede referirse discípulos), a diferencia, pues, de todos ellos, Pablo confiesa que no
a «no os neguéis el uno al otro si no es para daros a la oración». Puede tiene conocimiento de ninguna palabra de Jesús que se pronuncie sobre el
referirse también a «luego, volved a estar juntos». De hecho, ambas fra- tema del celibato. Entretanto, la fantasía de los celibatarios ha conse-
ses se encuentran en el versículo 5 precedente. ¿Concede Pablo a los guido llenar vacíos tan decisivos del mensaje de Jesús.
corintios la relación sexual (Agustín traduce «perdona») o les concede el No obstante, hay elementos que nos hacen pensar que Pablo, a dife-
derecho de abstenerse de la relación sexual para darse a la oración? Tal rencia de Jesús, no estaba completamente libre de las tendencias gnósti-
vez esta última suposición sea la acertada. Pablo deja libres a los corin- cas. De hecho, Pablo confiesa que Jesús no se pronunció sobre el celiba-
tios, no les obliga a abstenerse de la relación marital para dedicarse a la to, pero que él va a darnos su opinión. Y nos da ideas de este tenor:
oración. Pero poniéndonos en el primer caso, admitiendo que se refiera al «¿No estás unido a una mujer? No la busques» (1 Cor 7,27). Tal vez de-
deber conyugal, es decir, al «volved a estar juntos», Pablo quiere decir trás de esta idea está la espera intensa de la vuelta inminente de Jesús y
solamente que este encuentro entre los esposos no hay que considerarlo del fin del mundo. Él mismo dice: «Pienso que es cosa buena, a causa de
como una obligación, sino como un derecho. La elección se la deja a la necesidad que se viene encima» (7,26). Desde esta perspectiva, la
ellos. En cualquier caso, el pasaje en su conjunto hay que verlo desde el frase de Pablo: «¿No estás unido a una mujer? No la busques», no hay
versículo 2, en el cual se da el principio rector: «Para evitar la impureza, que interpretarla de modo diverso a como se hace con otras en las que
tenga cada hombre su mujer, y cada mujer su marido». Y también el ver- Pablo habla desde la espera inminente. Por ejemplo: «Que permanezca
sículo 5: «No os neguéis el uno al otro». cada cual tal como le halló la llamada de Dios. ¿Eras esclavo cuando
En cualquier caso, el espíritu de toda la exposición no está a favor de fuiste llamado? No te preocupes. Y aunque puedas hacerte libre, apro-
las tendencias gnósticas que prescriben la abstinencia. Pablo se preocupa vecha más bien tu condición de esclavo» (7,20 s.). Si no perdemos de
más bien de orientar a aquellas personas que, llevadas de una falsa pie- vista esa espera intensa del retorno inminente de Jesús —Pablo estaba
dad, niegan a su pareja la relación marital. Como razón a favor del ma- convencido de que sucedería en vida suya (1 Tes 4,17)— no se le puede
trimonio y de la relación sexual dentro de él, Pablo recuerda el peligro de considerar un defensor del celibato, como tampoco se puede ver en él un
la fornicación. Ciertamente esto suena a muy poco delicado, ya que el defensor de la esclavitud.
matrimonio se presenta únicamente como remedio contra las pasiones se- El tercer texto del Nuevo Testamento que se ocupa expresamente del
xuales y contra la tentación del demonio (v. 5), pero la verdad es que, tema del matrimonio (además de Mt 19 y 1 Cor 7) se encuentra en la
aunque sólo sea desde este punto de vista, la relación sexual viene acon- carta a los Efesios (5,22 ss.). Se discute si fue Pablo quien la escribió. De
sejada en el matrimonio. Todo esto hoy puede parecemos muy pobre y todos modos, sorprende que, mientras en 1 Cor 7 no aparece la palabra
sin concesiones al romanticismo, pero si lo comparamos con sus inter- «amor» referida al matrimonio, en la carta a los Efesios se dice con pa-
locutores gnósticos, que llegaban a preguntar si no sería bueno para el labras llenas de calor: «Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo
hombre abstenerse de tocar a la mujer, la respuesta de Pablo, que es clara amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella... Así, deben amar los
e inequívoca, se carga de razón. Sorprende, sin embargo, que en ningún maridos a sus mujeres como a sus propios cuerpos. El que ama su mujer
momento se apele a la procreación, en la cual Agustín vio la mejor ex- se ama a sí mismo.... Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y
cusa para perdonar la relación sexual dentro del matrimonio. Pero esto se unirá a su mujer, y los dos se harán una sola carne. Gran misterio es
mismo pone de manifiesto que el pensamiento de Pablo está en contra- éste...».
dicción con la doctrina de la Iglesia, vigente hasta nuestros días, que hace Es digno de notarse que en ninguno de los tres textos del Nuevo Tes-
de la procreación el fin principal del acto conyugal. tamento que conciernen al matrimonio se hace referencia a la procrea-
El texto con el cual Pablo, en el capítulo séptimo de la primera carta ción, punto éste que irá adquiriendo cada vez más importancia y que
a los Corintios, habla de la mayor disponibilidad del célibe para dedi- concluirá por suplantar, en la moral católica de la sexualidad, todos
carse al Señor, pues su corazón no está dividido entre Dios y la esposa, los demás fines y motivaciones de la relación marital. Esto no quiere
comienza con estas palabras: «Acerca de la virginidad no tengo precepto decir que Jesús (Mt 19), Pablo (1 Cor 7) y la carta a los Efesios quieran
del Señor. Doy, no obstante, un consejo...». A diferencia de casi todos los excluir la procreación, pero sí demuestra que es posible hablar con sen-
teólogos católicos, incluido Juan Pablo II, que descubren la llamada es- tido pleno del matrimonio sin tener que hablar rápidamente de los hijos.
telar al celibato y a la vida monástica en la dificultad que presentan los La investigación científica del Nuevo Testamento concede una gran
discípulos al discurso de Jesús sobre el divorcio (Mt 19): «si tal es la con- importancia a la secta judía de Qumrán, influenciada por la gnosis, por-
dición del hombre respecto de su mujer, no trae cuenta casarse», y en la que Jesús, Juan Bautista y los apóstoles vivieron durante años, por así

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decir, a su lado. El lugar donde Juan Bautista bautizaba, próximo a la trimonio, falta al mandamiento de la multiplicación de los hombres y hay
desembocadura del Jordán en el mar Muerto, distaba de quince a veinte que considerarle como un asesino que contribuye a disminuir el número
kilómetros del establecimiento de esta secta. Jesús no era un asceta, sin de los seres creados a imagen de Dios".
embargo algunos elementos hacen pensar que Juan Bautista acusó la »Entre los centenares de nombres de maestros, que conocemos hoy,
influencia de Qumrán y «tal vez fue miembro de ella algún tiempo» de la época talmúdica, solamente uno, Ben-Asaj (siglo n d.C), no estaba
(Religión in Geschichte und Gegenwart, vol. 5, 1961, p. 751). La dife- casado. Según una interpretación, incluso este solterón estuvo por muy
rencia entre ellos llamó ya la atención a sus contemporáneos. Jesús dice: breve tiempo casado con la hija del maestro Rabbi Akiba, pero más
«Vino Juan, que ni comía ni bebía, y dicen: Demonio tiene. Vino el hijo tarde prefirió vivir solo para entregarse exclusivamente al estudio de la
del hombre, que come y bebe, y dicen: Ahí tenéis un comilón y un bo- Tora. Ello le valió las duras críticas de los colegas: "Algunos predican
rracho, amigo de publícanos y pecadores» (Mt 11,18 s.). Dado que bien y obran bien. Otros obran bien y no predican bien. Tú, en cambio,
Jesús no siguió la ascética de la secta de Qumrán, tampoco encontramos predicas bien y te comportas mal". Ben-Asaj les contestó: "¿Qué puedo
en él, a pesar de la cercanía espacial de la secta, ninguna tendencia a exal- hacer? Mi alma pertenece a la Tora. El mundo puede conservarse por
tar la virginidad como medio para acercarse a Dios. Jesús se mantiene en otros" (b Jabmuth 63 b). El predicar bien y el obrar mal de Ben-Asaj
la tradición del Antiguo Testamento, que desconoce tal actitud mental. consistía en que él enseñaba todos los mandamientos pero no observaba
Jesús intenta llevar de nuevo el judaismo a su origen: a la idea de la uno fundamental, el que prescribía: "Sed fecundos y multiplicaos"...
creación de un varón y de una mujer, que llegan a ser una sola carne y un »A este contexto es preciso hacer referencia cuando se contempla la
mismo cuerpo y, por tanto, inseparables. vida de Jesús... Si Jesús hubiera despreciado el matrimonio, sus enemigos
El tema de la relación de Jesús con la tradición del Antiguo Testa- los fariseos se lo hubieran echado en cara y sus discípulos le hubieran
mento y del judaismo es importante, y ha vuelto a surgir recientemente a preguntado por este pecado de omisión... No debe extrañarnos que
propósito de la opinión defendida por Ben-Chorin, especialista judío en sobre este punto (que Jesús estuvo casado) no conozcamos nada, pues
religión, quien sostiene que Jesús estuvo casado. Es muy probable que la tampoco oímos nada de lo que el joven aprendió, ni sobre su formación
corriente ascético-gnóstica, presente casi desde el principio en el cristia- profesional ni de su trabajo en el oficio aprendido. Lo único que sabemos
nismo, haya alterado no solamente la doctrina de Jesús, según la inter- es que volvió a Nazaret para llevar la vida completamente normal de
pretación que de ella hicieran sus discípulos a la hora de predicarla, cualquier judío. Esta falta de información es de suyo normal, pues tam-
sino que también ha modificado la imagen misma de la persona de poco sabemos nada de las mujeres de los futuros discípulos ni conocemos
Jesús, hasta el punto de que hoy un Jesús célibe nos parece cosa tan evi- nada, salvo raras excepciones, de las esposas de los maestros de la ley en
dente que se cae de su propio peso, y, sin embargo, en el Nuevo Testa- la época de Jesús. En las narraciones posteriores se mencionan única-
mento no hay ni la mínima insinuación a este respecto. Ben-Chorin in- mente las mujeres que intervienen a lo largo de la actividad pública de
tenta demostrar una posible alteración de la imagen de Jesús. Para ello, Jesús» (Schalom Ben-Chorin, Mutter Mirjam, 1982, p. 92 ss.).
presenta «una cadena de pruebas indirectas», que apuntan a un Jesús que A favor de la tesis de Ben-Chorin contribuye también esta conside-
estuvo casado: «Cuando Lucas (2,51 s.) hace reparar que el niño Jesús ración: si Pablo dice que no conoce ninguna palabra de Jesús relativa al
estaba sometido a sus padres, eso significa manifiestamente que se insertó celibato, y que sobre el tema él no hace más que dar una opinión perso-
en el ritmo de vida que llevaba toda la gente y que dio los pasos sucesivos nal (1 Cor 7,25), esto apenas se puede armonizar con un Jesús célibe. Si
de la vida general de todos... La etapa siguiente de la vida era de capital Pablo, incluso aunque no dispusiera de palabra alguna de Jesús, hubiera
importancia: a los dieciocho años el joven se encontraba bajo el palio tenido delante de sus ojos el ejemplo de la vivencia del celibato en Jesús,
nupcial (La-Chupa). Si, como se nos cuenta expresamente, Jesús deja de difícilmente se hubiera contentado con decir que, por cuanto él conoce,
lado todas sus particularidades personales hasta su entrada en la vida pú- Jesús no pronunció una palabra al respecto. Es muy poco probable que
blica, y se sometió a la voluntad de sus padres, es muy probable que éstos no se hubiera referido a la mejor palabra de Jesús sobre el tema: el
le hubieran buscado una esposa adecuada, y que él, como cualquier ejemplo vivo e insólito del mismo Jesús.
joven, sobre todo como cualquier joven que se entrega a la consideración
de la Tora (la Ley de Moisés), se hubiera casado. El Talmud dice: "Al
joven de veinte años que vive sin mujer, le visitan pensamientos pecami-
nosos (b Kidduschin 29 b), pues el hombre está constantemente en poder
del instinto, del cual sólo el matrimonio puede liberarlo" (b Jabmuth 63
a). En una tosephta (comentario) a Jabmuth 88 pueden leerse las pala-
bras penetrantes del Rabbi Eleasar Ben-Asarja: "Quien rechaza el ma-

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Capítulo 4

LOS PADRES DE LA IGLESIA HASTA SAN AGUSTÍN

Si bien Jesús no fue un asceta ni se deshizo en alabanzas de la virginidad,


sin embargo este ideal se difundió en el cristianismo. El obispo Ignacio de
Antioquía, quien hacia el año 110 d.C. fue arrojado a las fieras salvajes
en Roma —los romanos tenían el privilegio de transportar a Roma a los
condenados a muerte de las provincias para animar los juegos del circo—,
escribió mientras era deportado a Roma siete cartas, que son considera-
das testimonios importantes para conocer los tiempos que siguen inme-
diatamente al Nuevo Testamento. En una carta que dirige a Policarpo,
obispo de Esmirna, menciona a personas que «viven en castidad para
honrar la carne de nuestro Señor». Pero él no alaba a estas personas, sino
que más bien las pone sobre aviso contra el peligro de «autoexaltación»
y prosigue: «Si se autoalaba, está perdido, y si se cree más que el obispo,
está condenado». Evidentemente aparece aquí la alta estima de los que
practicaban la virginidad, al menos ante sus propios ojos, y que causó
problemas a los obispos, que entonces todavía estaban casados.
Justino, el mártir, escribe hacia el año 150 d.C.: «Nosotros desde el
principio o abrazamos el matrimonio con la única finalidad de tener hijos
o, renunciando al estado matrimonial, permanecemos perfectamente
castos» (Apologías 1,9). Después de este pasaje, Justino narra inmedia-
tamente, y lleno de admiración, el caso de un joven cristiano que solicitó
a la autoridad romana permiso para castrarse. Ya el emperador Domi-
ciano (f 96) había dictado penas contra la castración. Y el emperador
Adriano (t 138) amplió esta prohibición también a quienes se sometían
voluntariamente a la operación. Con esta actitud, el emperador se oponía
a las tendencias rigoristas, y prevalentemente gnósticas, contrarias al
matrimonio y a la sexualidad, \driano sancionó con la pena de muerte al
médico y al castrado que no disponían de la autorización oficial para la
operación. Justino escribe: «Para persuadiros de que el desenfreno in-
contenido no es unelemento oculto de nuestra religión, narro el caso que

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sigue: En cierta ocasión, uno de los nuestros solicitó de Félix, prefecto de rechazan la resurrección de los cuerpos. Estos gnósticos se consideraban
Alejandría, autorización escrita en la que facultara a su médico a ampu- a sí mismos como cristianos y se clasificaban a sí mismos, en relación con
tarle los testículos, pues los médicos del lugar se negaban a tal interven- los simples creyentes, como cristianos de grado superior. La Iglesia, por
ción si no disponían del permiso de la autoridad civil competente. Y su parte, les consideraba herejes. Pero las fronteras estaban desdibujadas,
dado que Félix no lo autorizó en modo alguno, el joven permaneció cé- pues mientras Justino, padre de la Iglesia y mártir, aprecia el matrimonio,
libe y quedó contento al compartir su estado con otros que habían hecho ciertamente sólo por la procreación, su discípulo Taciano se desliza pro-
lo mismo» (Apologías 1,29). El joven del que habla Justino quiso, con su fundamente en el campo gnóstico, se pone a la cabeza de los «castos» y
castración, dar testimonio de la altura moral y del alto grado de ascesis declara que el matrimonio es «fornicación» (Clemente de Alejandría,
inherente al cristianismo, y salir, de este modo, al paso de quienes re- Stromata 111,12,89). Muchos cristianos, sobre todo los de Roma y Ale-
prochaban al cristianismo la inferioridad de su moral. El hecho de que jandría, sentían gran simpatía por el gnosticismo y estaban dispuestos a
Justino recuerde el ejemplo de este joven en sus Apologías (o escritos en entregarse a él.
defensa del cristianismo), en las cuales se esfuerza en presentar a los A la lucha contra la gnosis dedicó una gran parte de su vida Cle-
cristianos, que entonces eran una minoría difamada, como hombres po- mente de Alejandría, «el más erudito de los padres de la Iglesia», como
líticamente fiables y de una gran talla moral, pone de relieve que la vir- más tarde le llamó Jerónimo. Hacia el año 200, Alejandría era el centro
ginidad y el celibato impactaban a sus contemporáneos. Justino quería de erudición tanto de los cristianos como de los gnósticos. Clemente
recomendar el cristianismo a través de este joven que deseaba hacerse eu- ataca a los secuaces del gnóstico Basílides, que desde el año 120 al 140
nuco. No quería provocar movimientos desaprobatorios de cabeza, sino aproximadamente enseñó en Alejandría. Según Clemente, la tergiversa-
el asentimiento. ción que se hace, hasta hoy día, de las palabras de Jesús en el evangelio
Los cristianos no se consideraban todavía como los guías de un de Mateo (19) para avalar la soltería, es decir, el celibato —Mateo 19, el
mundo avocado a las tinieblas si prescinde de ellos, ni como los llamados pasaje de los eunucos, es el lugar preferido de Juan Pablo II en su lucha
a enseñar la decencia a paganos y ateos. Al contrario, los cristianos —ta- por mantener la obligación del celibato—, tiene su origen en la interpre-
chados ellos mismos de «ateos»— quieren mostrar que están a la altura tación errónea que de este texto hicieron los heresiarcas, es decir, los
de los ideales paganos. Justino quiere hacer propaganda del cristianismo. gnósticos. Clemente escribe: «Los discípulos de Basílides sostienen que el
Las ideas que entonces dominaban las mentes de las gentes eran, por una Señor, a la pregunta que le hicieron los apóstoles sobre si no sería mejor
parte, la concepción estoica de los siglos i y n d.C, según la cual la fina- no casarse, responde: "No todos entienden esta palabra"(...), lo cual
lidad del matrimonio es exclusivamente la procreación; y, por otra, la ellos interpretan más o menos así: "Aquellos que se han inhabilitado a sí
doctrina gnóstica que, cargada de pesimismo y hostilidad hacia el cuerpo, mismos para el matrimonio, han tomado esta decisión a causa de las con-
proponía el ideal de la virginidad. La magnificación de la virginidad no es secuencias que se derivan del matrimonio, por miedo a las dificultades
una novedad del cristianismo, ni dimana de la enseñanza de Jesús. Lo que surgen en la consecución de las cosas que son necesarias para la
que ha hecho el cristianismo es, más bien, adaptarse al entorno mental de vida"» (Stromata 111,1,1). Un poco más adelante Clemente da la inter-
aquella época y arrastrar el ideal de la virginidad hasta el siglo xx —no pretación verdadera. Ya va siendo hora de que, después de 1.800 años de
se ven perspectivas de un fin próximo—, presentándolo como el sello del error, el papa y todos los defensores del celibato se avengan a enterrar el
cristianismo auténtico y original, cuando casi todos los demás, incluidos pasaje favorito con el que defienden el celibato y la virginidad, y le re-
muchos de las propias filas, por ejemplo los protestantes, han abando- conozcan en lo que es: una interpretación falsa y errónea que los gnósti-
nado esta vieja antigualla pagana. cos hicieron de la palabra d e Jesús. El celibato descansa sobre un mal
Ciertamente en la época postapostólica se asiste a una acérrima entendido. Clemente dice acertadamente que el texto de Mateo 19 se re-
lucha de siglos entre la Iglesia y los gnósticos, pero se produce, simultá- fiere al tema del divorcio: «Por lo que hace a la expresión de Jesús "no
neamente, un intercambio recíproco de influencias. El joven de Alejan- todos entienden esta palabra".,., ellos (los seguidores de Basílides) olvi-
dría, con su voluntad de castración, y la aprobación que hace Justino de dan que a la respuesta (de Jesús) sobre el libelo de repudio algunos co-
tal actitud espiritual, muestran hasta qué punto el desprecio gnóstico por mentaron: "Si tal es la condición del hombre respecto de su mujer, no
el cuerpo había invadido ya el cristianismo. A su vez, numerosos gnósti- trae cuenta casarse", a lo cual el Señor respondió: "No todos entienden
cos habían incorporado a su sistema a Jesús, que veían en él a un liber- esta palabra (sobreel divorcio), sino aquellos a quienes se les ha conce-
tador de la materia, ya que él, revestido de un cuerpo sólo aparente, no dido". Los que plantearon la pregunta querían saber exactamente si
real (la corporeidad es mala porque es materia), enseña al alma humana Jesús autorizaba matrimoniar de nuevo otra mujer, toda vez que la pri-
cómo huir de la cárcel del cuerpo y, con ello, del mundo material para mera había sido condenada Í repudiada por fornicación» (Stromata
poder llegar, después de la muerte, al reino de la luz pura. Los gnósticos 111,50,1-3).

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Clemente defiende aquí el texto de la palabra de Jesús contra la es así desde los orígenes, pero no desde el origen, es decir, desde Jesús o
apropiación que de ella hacen los gnósticos hostiles al matrimonio, y Pablo. La hostilidad al placer es una herencia procedente, a la par, de la
quienquiera que lea este pasaje sin prejuicios tendrá que reconocer que gnosis y del estoicismo y que ya con Clemente se sobreañade al alegre
habla del divorcio, y no del celibato o de la virginidad. Contra los gnós- mensaje cristiano, presentando el placer como algo que mancha. Llega un
ticos, pues, Clemente presenta el matrimonio como un bien y como algo momento en el que Clemente habla del «dedo» de los estoicos, que más
querido por Dios. Pero, por otra parte, al hacer suyo el ideal estoico de la tarde, y por mediación de Agustín, alcanzaría mayor importancia. «Pues
imperturbabilidad y apropiarse la idea, igualmente estoica, según la cual si la razón, de la que hablan los estoicos, no permite al sabio mover el
la finalidad primaria del matrimonio es la procreación, Clemente se ha dedo por placer siquiera una vez, ¿con cuánto mayor motivo los que as-
convertido en el precursor de la encíclica papal de la pildora. Esta in- piran a la sabiduría no habrán de afirmar la necesidad de dominar el
fluencia fue tal que le llevó a interpretar falsamente, en un sentido estoi- miembro reproductor?» (Pedagogo 11,10,90,1).
co, a Pablo (1 Cor 7), el cual no hace referencia alguna a la procreación, Clemente de Alejandría interpreta correctamente la palabra de Jesús
sino que únicamente habla de la fornicación. Ésta es la lectura que hace (Mt 19) relativa a la castración por el reino de los cielos —aducida hoy
Clemente: «No os neguéis el uno al otro, dice el Apóstol, sino de mutuo día para poner principio y fin en el debate sobre el celibato—, es decir,
acuerdo y por cierto tiempo. Con las palabras "no os neguéis el uno al no la interpreta como palabra referida al celibato y a la soltería. Su
otro" Pablo se refiere al deber que los esposos tienen de procrear, lo cual falsa interpretación la atribuye Clemente a los gnósticos. Sin embargo,
ya lo había dicho anteriormente con toda claridad: "Que el marido dé a Orígenes (f 253), sucesor suyo en la escuela catequética de Alejandría y
su mujer lo que debe y la mujer dé igual modo a su marido"» (Stroma- el teólogo más importante de la Iglesia griega, la malentiende en un
ta 111,107,5). Es verdad que Clemente alude igualmente a que Pablo doble sentido: no solamente descubre en ella una intimación al celibato,
(1 Cor 7,2) entiende el matrimonio como satisfacción del impulso se- sino también una invitación a la castración en sentido literal. Cuando
xual, pero este aspecto no tiene para él importancia en el matrimonio Orígenes tenía aproximadamente dieciocho años se castró a sí mismo lle-
(Stromata 111,15). vado por su deseo de alcanzar la perfección cristiana. Apela, en su caso,
Clemente hace uso de una imagen, muy socorrida por los estoicos y a otros cristianos que hicieron lo mismo antes que él (Comentario a
que está tomada de la vida del campo: «No está, pues, bien cuando Mateo 15,3). Más tarde cayó en la cuenta de su error al interpretar lite-
uno se hace esclavo de los placeres del amor y busca ávidamente satisfa- ralmente el texto de la autocastración, pero continuó reconociendo la su-
cer sus deseos. Y está menos bien aún cuando uno se abandona insensa- perioridad del celibato ante Dios.
tamente a las pasiones y concibe pretensiones que le convierten en un ser Orígenes era considerado como el teólogo más importante de su
impuro. Lo mismo que el campesino, los esposos sólo pueden esparcir su tiempo. En su tarea como intelectual tuvo la suerte de contar con Am-
semilla cuando ha llegado el tiempo de la siembra» (Pedagogo II, brosio, su discípulo más pudiente y convertido por él de la gnosis al cris-
10,102,1). Aflora también aquí la idea del adulterio con la propia mujer, tianismo, y que como gesto de agradecimiento puso a disposición de su
idea que pertenece al repertorio emblemático de los rigoristas, que viene maestro siete estenógrafos, siete copistas y una serie de mujeres calígra-
desde el judío Filón, influenciado por la moral estoica y coetáneo de Je- fas. Orígenes fue, a lo largo de toda su vida, un asceta riguroso, que no
sucristo, y llega hasta el papa actual. Leemos en Clemente: «Comete comió carne, ni bebió vino, ni tocó una mujer. Fue también el teólogo
adulterio con la propia esposa quien, en el matrimonio, se comporta con más controvertido de la antigüedad cristiana y, aunque difícil de clasifi-
ella como si se tratase de una prostituta» (Pedagogo 11,10,99,3). Si- car, es el padre de la Iglesia más importante de la época anterior a Agus-
guiendo la línea de su ideal estoico de aversión al placer, Clemente re- tín. Tres siglos después de su muerte, la Iglesia le condenó (553) por sus
chaza como disonante con el ideal cristiano la relación sexual con la es- doctrinas erróneas, por ejemplo su concepción del alma humana, y, sin
posa embarazada (Pedagogo 11,92,2) o entre los esposos que ya son embargo, ejerció una gran influencia en teólogos notables tanto de
viejos (Pedagogo 11,95,3). Oriente como de Occidente.
La fe judeo-cristiana en un Dios único y bueno, creador también del
El día 16 de septiembre de 1968, el cardenal Frings reunió en Colo- cuerpo y de la materia, del matrimonio y de la procreación, aparece en
nia a todos los decanos y profesores de estudios superiores de su diócesis Orígenes mezclada con el rechazo gnóstico hacia el cuerpo. Él defiende
e instó, evocando, entre otros, a Clemente de Alejandría, que aceptaran que el cuerpo y la materia proceden del Dios único y bueno (y no de un
cordialmente la encíclica de la pildora. Hizo observar que Clemente re- creador malo del mundo como defendía la gnosis auténtica aún n o in-
chazó, incluso, la relación marital entre los esposos ancianos, lo cual fluenciada por el cristianismo), pero el cuerpo, según él, no es el primer
pone de manifiesto, dijo el cardenal, que la Iglesia, ya desde los orígenes, pensamiento del buen Dios, es más bien un castigo, «un encadenamien-
ha sostenido y abogado por la encíclica de la pildora. Ciertamente, esto to», «una cárcel» que nos ha sobrevenido como consecuencia de una

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caída previa en el pecado del alma pura. La Iglesia condenó estas ideas de dice en primer lugar; luego sigue la afirmación: «macho y hembra los
Orígenes. creó» (Gn 1,27). Esto nos está diciendo, a juicio de Gregorio, que la di-
Otras ideas suyas influyeron en la teología del matrimonio, por ferenciación sexual, es decir, el ser varón o ser mujer es un añadido
ejemplo ésta: Orígenes sale al paso de quienes se aprestan a condenar rá- posterior que se hace sobre la esencia auténtica del hombre. Sólo en la
pidamente a las hijas de Lot, que, careciendo de marido, aseguraron naturaleza humana radica la imagen de Dios, no en la diferenciación se-
una descendencia a través de la unión con su padre. Este incesto, co- xual. Es una adición que sobreviene posteriormente a una imagen ya
menta él, es más casto que la castidad de muchos. Las esposas deben exa- completa, es un componente animal, que originariamente estaba pensa-
minar sus conciencias y ver si se entregan a sus maridos realmente por la do sólo para los animales (De hom. op. 16 ss., 22).
sola preocupación de tener hijos y si, una vez embarazadas, se alejan de También Agustín y los teólogos medievales vieron posteriormente la
ellos como hicieron las hijas de Lot. Algunas mujeres están sedientas de imagen de Dios en el hombre allí «donde la diferenciación sexual no exis-
placer y son peores que los animales, porque éstos después de la fecun- te» (ubi sexus nullus est). La naturaleza insobornable del ser del hombre
dación no quieren saber nada de la relación sexual. Según la recomen- es asexuada (Agustín, De Trin. XII,VII, 12). Estos teólogos celibatarios se
dación de la palabra del apóstol, también las obras del matrimonio hay preguntan por qué inmediatamente después de la frase: «Dios creó al ser
que realizarlas para gloria de Dios. Y esto se da solamente cuando se pre- humano a imagen suya», está esta otra: «Macho y hembra los creó»,
tende la procreación (In gen. hom. 5, n. 4). Que sea mejor tener hijos con pues, a juicio de ellos, esta segunda no guarda ninguna relación de de-
el propio padre antes que impedir su concepción con el propio marido pendencia con la primera. Evidentemente, no llegaron a comprender
fue una pauta que prosperó largamente desde los tiempos de Agustín. que la sexualidad, en su sentido pleno, es la dimensión del ser humano
contemplado como ser único, total, personal y espiritual, y por tanto es
Orígenes influyó en Gregorio Niseno (f 395), hermano menor de Ba- algo más que la sexualidad considerada como posibilidad puramente bio-
silio el Grande (nombre familiar a los turistas de hoy por las numerosas lógica de la reproducción. La sexualidad no es una propiedad distintiva
catedrales dedicadas a él). Gregorio no comparte la idea, que, por lo meramente regional o funcional, sino que es una especificidad originaria
demás, estaría en contradicción con el Antiguo Testamento, de que las del ser del hombre y que, por tanto, acompaña al hombre desde su origen
almas, antes de comenzar a animar el cuerpo, hubieran caído en pecado. primero, desde el cual el hombre es a la vez espiritual y corporal. Se trata,
Sin embargo, está presente en él el rechazo gnóstico hacia el cuerpo que pues, de una característica que impregna, de modo peculiar, todas las di-
se encuentra en Orígenes. Gregorio —que era obispo y estaba casado— mensiones delimitadas del ser humano y que, a su vez, está determinada
estaba preocupado por una cuestión que más tarde preocuparía a Agus- por éstas. La sexualidad no es algo que el ser humano también tiene entre
tín y a Tomás, las dos grandes columnas de la moral sexual católica, a otras muchas cosas, sino un modo de ser fundamental, en el cual él es en
saber: «¿Adán y Eva tuvieron en el paraíso relaciones sexuales?». (Para lo su totalidad. Por eso, sin ella, todas las demás acciones y relaciones de la
que sigue véase la obra fundamental de Michael Müller, Die Lehre des vida no pueden ser pensadas ni realizadas realmente. Esta característica
hl. Augstinus von der Paradiesesehe und ihre Auswirkung in der Sexual- de la sexualidad, que desborda la dimensión puramente regional, difi-
ethik des 12. und 13. Jahrbunderts bis Thomas von Aquin, 1954.) A esta culta la descripción definitoria de la masculinidad o feminidad de la per-
pregunta Gregorio responde negativamente. La vida antes del primer pe- sona humana. La diferenciación habría que hacerla toda vez nuevamen-
cado era más bien semejante a la de los ángeles. De no haber cometido el te en relación con cada una de las dimensiones del ser del hombre.
pecado, Adán y Eva se hubieran multiplicado a la manera de los ángeles. Cuando este carácter omnipresente de la sexualidad no se tiene en cuen-
Los ángeles se multiplican sin necesidad de matrimoniar y sin que medie ta, y se quiere, no obstante, establecer la diferenciación, se correría siem-
la relación sexual. No podemos imaginar cómo pueda ser esto, «pero se pre el riesgo de confundir la esencia de la sexualidad con la distribución
da» (De hom. op. 17). Dios había previsto, sin embargo, la caída en el de los papeles en la sociedad, con la imagen habitual de los sexos histó-
pecado, sabía que el hombre abdicaría de su posición de igualdad con los ricamente condicionados, con la capacidad de procrear o con la absolu-
ángeles y buscaría asociarse con los seres más inferiores. Por esta razón, tización de un sexo, a partir del cual se define unilateralmente al otro.
cuando Dios crea al hombre le dota de la sexualidad del animal, es A pesar de su aversión hacia la sexualidad y corporeidad, Gregorio,
decir, de la estructura procreadora propia del animal «que no se adecúa gracias a la herencia judía del cristianismo, no se hundió enteramente en
a nuestro elevado origen». Gregorio apoya en el relato de la creación esta la gnosis ni cayó en la hostilidad total hacia el cuerpo. De hecho, sostie-
decisión bifronte de Dios en el momento de la creación del hombre, ne que la sexualidad es buena porque ha sido creada por Dios, aunque su
quien, siendo originariamente como el ángel, fue creado con la sexuali- creación obedezca a la previsión de un futuro pecado. Los órganos se-
dad animal, en previsión del pecado que habría de cometer. El texto al xuales son valiosos porque con ellos el hombre (por la procreación)
que alude es éste: «Creó, pues, Dios al ser humano a imagen suya», lucha contra la muerte (Oratio catechetica magna 28). Sin embargo,

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continúa Gregorio, en el paraíso no se hizo notar el atributo animal del El pecado acabó con el idilio paradisíaco de la virginidad de Adán y
hombre, es decir, su ser varón y mujer, su sexualidad. Mientras él estaba Eva. «Al mismo tiempo que la felicidad, los primeros padres perdieron
desnudo, «desnudo de envolturas perecederas, contemplaba el rostro también la ornamentación de la virginidad... Después de haberse despo-
de Dios y, ajeno al placer de los sentidos de la vista o del gusto, gozaba jado de esta regia vestimenta y perdido el adorno celeste, recibieron, en
únicamente del Señor, y la mujer que le había sido dada como ayuda le su lugar, la destrucción de la muerte, la maldición, el sufrimiento, la vida
animaba a ello» (De virg. 12). asediada por la fatiga, y, en la misma serie, llega el matrimonio, ese
Sólo después del pecado original, aclara Gregorio, comienza la forma vestido de muerte y de esclavos» (De virg. 14; In gen. hom. 18,1). El ma-
de vida actual, se manifiesta la condición animal del hombre y el hombre trimonio es, por tanto, el resultado de la desobediencia, de la maldición
se reproduce a la manera como lo hacen los animales. Y con la repro- y de la muerte. Virginidad e inmortalidad, matrimonio y muerte van de
ducción animal surgen también las pasiones animales en el hombre. El la mano (De virg. 14; In gen. hom. 18,4).
hombre fue creado, al inicio, a semejanza de Dios, es decir, sin pasiones. Lo mismo que Gregorio, Crisóstomo sostiene también que en el pa-
Las pasiones no pertenecen originariamente a la naturaleza del hombre, raíso se daba otro modo de reproducirse distinto del sexual, pero no sabe
pertenecen constitutivamente al mundo animal. No de su naturaleza cómo podría darse la reproducción asexual: «¿Qué matrimonio, pues, ha
divina, sino de su constitutivo animal el hombre saca simultáneamente la procreado a Adán, qué dolores de parto a Eva? Muchas miríadas de án-
procreación animal y las pasiones que la acompañan: el furor mantiene geles rinden homenaje a Dios y ninguno de ellos surge a través de la pro-
vivos a los animales carnívoros, el miedo a los débiles y la necesidad del creación, del nacimiento, del dolor y de la concepción». Dios podía
placer sexual garantiza la supervivencia de las especies (Ibid. 18). Si el igualmente multiplicar los hombres sin necesidad de recurrir al matri-
hombre hubiera permanecido fiel completamente a la imagen de Dios, monio. «No sabría decir si de la misma manera que Adán y Eva o de
estaría libre de las emociones pasionales y se habría entregado, siguien- otro modo» (De virg. 14ss.,17). El mandato de Dios: «Sed fecundos y
do en todo momento el dictamen de la razón, a aquello por lo que li- multiplicaos», que Dios pronunció en el paraíso (Gn 1,28), inmediata-
bremente hubiere optado (Ibid. 12). «Nosotros dirigimos con nostalgia mente después de crear al varón y a la mujer, Crisóstomo lo sitúa des-
la mirada hacia el tiempo de la plenitud, en el cual la vida humana se pués de la expulsión del paraíso. Dice textualmente: «Sed fecundos y
verá nuevamente liberada y reconducida al feliz estado original» (De multiplicaos, dijo el divino médico, cuando la naturaleza comenzó a
hom. op. 22). La resurrección será el «retorno» a la primera forma de bramar y no podían dominar el ímpetu de las pasiones ni refugiarse en
vida, similar a la angélica, la «restauración» de la antigua condición. otro puerto en esta tormenta» (De virg. 17 y 19).
Pues Cristo dice: en la resurrección ni se casarán ni serán casados (De Llama la atención que Crisóstomo, incluso contra el texto del Anti-
hom. op. 17). guo Testamento, se aferra a la idea de la virginidad perpetua de Adán y
Eva en el paraíso. Crisóstomo también superpone la desvalorización
Juan Crisóstomo (t 407), el predicador más grande de la Iglesia gnóstica del matrimonio y la magnificación de la virginidad a la Biblia
oriental (por esta razón se le conoció, ya desde el siglo vil con el nombre judía, al Antiguo Testamento, a pesar del esfuerzo, tan característico en
de Crisóstomo: boca de oro), está mucho más orientado hacia la Biblia, él, de retornar a la fuente bíblica. En relación con la virginidad, el ma-
si bien en muchos puntos comparte las ideas de Gregorio concernientes a trimonio no es más que «un vestido de niño», que los adultos, que kan
la oposición al cuerpo y a la sexualidad; por ejemplo, afirma también que alcanzado la edad de Cristo, se quitan para ponerse el vestido espléndido
Adán y Eva no tuvieron relaciones sexuales en el paraíso. «En armonía de la virginidad (De virg. 16).
con la voluntad de Dios los hombres vivían en el paraíso como ángeles y Por lo que hace a la finalidad del matrimonio, Crisóstomo se ciñe al
no ardían en pasión alguna... No tenían ningún deseo de unión marital, texto paulino más estrechamente que los demás padres de la Iglesia.
ni había concepción ni dolor, ni nacimiento ni forma alguna de deterio- Piensa que el matrimonio fue instituido también «para la procreación de
ro». Vivían una virginidad limpia «como en el cielo y eran felices en su los hijos», pero más bien para apagar el fuego de la naturaleza. El
unión con Dios». Dios creó a Eva como ayuda para Adán, dotándola de mismo Pablo lo atestigua: por razón de la incontinencia tiene cada cual
la misma naturaleza, de razón y de lenguaje y capaz de «ofrecerle mucho su esposa, afirma él, no para procrear hijos. Y manda a los esposos en-
consuelo» (In gen. hom. 15,3,4). Agustín, convencido en gran medida de tregarse mutuamente no para ser padres de muchos hijos, sino p a r a que
la inferioridad de la mujer, mantendrá, por el contrario, que para el no les tiente Satanás. Dado que ahora la tierra está poblada de hombres,
varón, como solaz en la soledad, es preferible el varón a la mujer. Sin em- «queda solamente una finalidad: evitar el desenfreno y la concupiscen-
bargo, Crisóstomo experimentó en su soledad el consuelo de una mujer. cia» (De virg. 17 y 19). «Únicamente por esta razón hay que t o m a r e s -
Desde el exilio escribió diecisiete cartas a su más fiel discípula, la viuda posa, para huir de los pecados, para evitar toda impudicia» (Qudes
Olimpia de Constantinopla. ducendae sint uxores 5; también Hom. in illud: propter fornicationes [1

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Cor 7,3]). Para él, el matrimonio es una concesión a la debilidad del por lo demás, igual para todos, desde el momento en el que la castidad
hombre. virginal, aparentemente estimada por los paganos, se ve, en la realidad,
Crisóstomo no comparte la opinión de Agustín ni la de la tradición maltratada, aunque cuente con la protección de la religión, es perseguida
que éste encabeza, y que más tarde defenderá la procreación como única por los salvajes y desconocida por todos los demás» (De virginibus
finalidad legítima del matrimonio. Ciertamente su terminología —similar 1,3 ss.). Ambrosio exigía a los sacerdotes que no tuvieran más relaciones
a la de Pablo en la primera carta a los Corintios (7)— no es suficiente- sexuales con sus esposas (De officiis 1,50,248). En diversos escritos exal-
mente personal; sin embargo sí afirma, como Pablo, que el matrimonio ta la virginidad, sobre todo el estado de las vírgenes consagradas a Dios,
ha sido instituido en función del interés de los esposos y no ha de ser que en aquel tiempo —al menos en Occidente— no vivían en conventos,
considerado como un medio para la procreación. No se encuentra en él sino que formaban un estado peculiar en la comunidad. Estas vírgenes
la prohibición de las relaciones sexuales con la mujer que está encinta o deberían llevar, en el seno de la propia familia, una vida retirada, entre-
en la menopausia. El conocimiento que Crisóstomo tiene de las Escritu- gada a la oración, al ayuno y a la santificación.
ras le impidió privilegiar en el matrimonio la procreación de los hijos, Ambrosio contribuyó de manera importante a la condena que sufrió
cosa que hasta el año 1983 recoge el derecho canónico de la Iglesia ca- Joviniano, acusado de sostener que la virginidad no era más grata a
tólica: «El fin primario del matrimonio es la procreación de los hijos» Dios que el matrimonio y de dudar de la virginidad de María en el
(así en el CIC en vigor desde 1917 a 1983). Crisóstomo, a diferencia de alumbramiento de Jesús. El papa Siricio, después de haber excomulgado
cualquier otro padre de la Iglesia anterior a él, considera el matrimonio a Joviniano y sus ocho discípulos en Roma, notificó a Ambrosio la deci-
más bien, según la formulación que se le dio más tarde, como remedium sión que había tomado. Ambrosio, gran enemigo de Joviniano, convocó
concupiscentiae, como remedio contra los deseos sexuales, y a esta razón en Milán un sínodo y excomulgó, a su vez, a Joviniano y sus secuaces. El
le da la prioridad sobre la procreación. No obstante, en los grandes pa- emperador Teodosio, amigo de Ambrosio, mandó flagelar a Joviniano
dres de la Iglesia como Ambrosio, Jerónimo y Agustín, contemporáneos con látigos confeccionados con plomo y le confinó en exilio a la isla de
suyos, se encuentra primando la idea estoica de la prole como fin pri- Boa. La única noticia que tenemos de la muerte de Joviniano se remonta
mario y únicamente legítimo del matrimonio. Si Crisóstomo condena con al año 406 y proviene de Jerónimo: él no exhaló su alma, sino que «la
energía, incongruentemente con su visión del fin del matrimonio, la con- eructó entre carne de faisán y de cerdo» (Contra Vigilantio 1).
tracepción, como veremos después, ello obedece a la herencia estoica, a la Para Ambrosio el matrimonio no es como un pecado del que haya
que tampoco él consiguió sustraerse, como tampoco consiguió despren- que huir, sino un peso del que hay que liberarse en lo posible (Sobre las
derse del ideal del celibato proclamado por los gnósticos. Al final de su viudas 13,81). Ambrosio remite a la primera carta a los Corintios para
sermón sobre la carta a los Efesios 5,22-23, en la cual encuentra bellas recordar el carácter de remedio inherente al matrimonio: «Cuando el
palabras en torno al amor conyugal, dice: «Quien se esposa de esta ma- apóstol dice que es mejor casarse que quemarse, evidentemente está re-
nera y con tales intenciones, no está muy por debajo de los monjes y de comendando el matrimonio como un remedio (remedium) para que
las vírgenes». Pero, con todo, estará algo por debajo. Sobre este punto, todos aquellos que de otra manera estarían en peligro permanezcan al
no ha dudado ningún padre de la Iglesia nunca, como, por lo demás, amparo» (Sobre las viudas 2,12). Pero para Ambrosio el fin primario del
tampoco lo duda hoy la jerarquía eclesiástica. matrimonio es la procreación. Por ello, condena con todo rigor la rela-
ción marital con la mujer encinta. Recurre para ilustrarlo al ejemplo de
En opinión de Ambrosio, obispo de Milán (f 397), la virginidad los animales, como ya anteriormente lo habían hecho los estoicos: «Los
voluntaria es una virtud que entró en el mundo con el cristianismo. Hoy mismos animales, a través del lenguaje mudo de su comportamiento, nos
apenas podemos imaginar la importancia que el ideal de la virginidad al- dan a entender que a ellos les anima el impulso a conservar la especie y
canzó en los siglos IV y V y qué profundamente impregnó el pensamiento no el placer de la reunión sexual. Pues tan pronto como observan que su
y la fantasía religiosa. La virginidad es la virtud cristiana, sin más. Para seno está fecundado no se entregan más a la relación sexual y al ardor
Ambrosio es la auténtica novedad del cristianismo. A ella se refieren, dice del amante, sino que toman sobre sí los cuidados característicos de los
él, las profecías del Antiguo Testamento: «Esta virtud es, en realidad, una padres. Los hombres, por el contrario, no tienen ninguna consideración
virtud de nuestra propiedad exclusiva. Falta a los paganos y no la prac- ni del niño en el seno de la madre ni de Dios. Al primero lo manchan y al
tican los pueblos que viven todavía en estado salvaje. En ninguna parte segundo lo enojan. Domina tu deseo y contempla las manos de tu crea-
existen seres vivientes en los cuales se encuentre. Todos, ciertamente, res- dor que plasma un ser humano en el seno de la madre. Él está trabajan-
piramos el mismo aire, compartimos todos las mismas condiciones de un do en su obra, ¿y quieres tú profanar con tu concupiscencia el santuario
cuerpo terreno, no nos diferenciamos de los demás en el nacimiento, y, silencioso del seno maternal? Toma en consideración el ejemplo de los
sin embargo, nosotros nos escapamos a las miserias de una naturaleza, animales o teme a Dios» (Comentario al evangelio de Lucas 1,44). Igual-

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mente prohibe las relaciones sexuales entre los esposos de edad avanza- insistentemente —toda vez que teólogos con nombre tienen hoy la osadía
da: «Cada cosa tiene su tiempo... Por eso, también al matrimonio se le de afirmar falsamente lo contrario—: el antisemitismo viene, en la Eu-
han fijado tiempos precisos, entre los cuales figura también el tiempo de ropa cristiana, de la cúpula, no de la base, ni del pueblo, ni del pueblo
la procreación de los hijos. Mientras dura la plenitud de la fuerza co- bajo. Procede de arriba, de la teología, de las concepciones teológicas del
rrespondiente a la edad, mientras existe la esperanza de tener descen- mundo y de la historia. Es arriba donde se ha creado el cliché y la imagen
dencia..., se puede secundar el deseo de la relación sexual. Pero a los es- del judío, con la que luego actuó tan terriblemente la base» (Fr. Heer, op.
posos ancianos es la edad misma la que pone la frontera a la acción cit., p. 80).
sexual y la sospecha, sin duda fundada, de incontinencia les guarda de Ningún padre de la Iglesia ha escrito tan hirientemente sobre el ma-
tales relaciones. Incluso, los esposos jóvenes presentan, las más de las trimonio ni despreciado más la sexualidad que Jerónimo (f 420). Y,
veces, el deseo de tener hijos y piensan, de este modo, poder legitimar el sin embargo, ningún padre de la Iglesia fue tan querido por las mujeres,
fuego de su juventud. Una acción que la juventud misma encuentra tan- ni vivió tan unido a ellas (incluso espacialmente), ni amó a las mujeres,
tos reparos en manifestar, ¡qué vergonzosa no debería ser para la gente con amor desexualizado, tanto como él. Llega a Roma en el 382, con
anciana! Todavía más: incluso jóvenes esposos, que llevados por el treinta y cinco años aproximadamente, y se convierte en consejero espi-
temor a Dios silencian con abnegación su corazón, renuncian frecuente- ritual y centro de un círculo ascético de ricas damas de la aristocracia ro-
mente, tan pronto han concebido un hijo, a aquellas acciones de la ju- mana. A ese mundo romano de damas en torno a Jerónimo pertenecía
ventud» (Comentario al evangelio de Lucas 1,43). Paula, mujer de alta alcurnia romana, de unos treinta años y viuda con
cinco hijos. La hija de Paula, la inteligente Eustaquia, aprendió con Je-
La teología ha pasado a ser, cada vez con más decisión, la teología rónimo griego y hebreo para poder estudiar la Biblia, y bajo su dirección
hecha por varones solteros para varones solteros, y al pecado se le con- llegó a ser la primera mujer de la nobleza romana que vivió como virgen
sidera también cada vez más dentro del ámbito de la sexualidad. El cris- consagrada a Dios. En el año 384 muere, a la edad de veinte años, Blae-
tianismo, con su neurosis sexual siempre creciente, con su afán de trans- silla, otra hija de Paula. Se acusó a Jerónimo de haberla empujado a de-
formar los laicos en monjes, se ha alejado incesantemente del origen jarse morir de hambre con sus exhortaciones al ayuno. En Roma, con
judío del Antiguo Testamento y del judaismo en general. El cristianismo ocasión del funeral de Blaesilla, se manifestó una gran oposición contra
virginal condenó al carnal judaismo: los ocho sermones que, en el año el «abominable pueblo de monjes» (Ep. 39,6). En el año 386 se trasladó
387, pronunció en Antioquía Crisóstomo contra los judíos constituyen con sus amigas espirituales a Belén, donde él —de familia acomoda-
una calumnia única. El judío es «carnal», «lujurioso», «maldito». «Aquí da— y, sobre todo Paula, gracias a su gran fortuna, financiaron un
se encuentra el arsenal de todas las armas reunidas hasta hoy contra los complejo monástico con numerosos albergues para los peregrinos y una
judíos» (Fr. Heer, Gottes erste Liebe. Die Juden im Spannungsfeld der escuela. Paula dirigió el monasterio femenino; cercano a él estaba el
Geschichte, 1981, p. 67). Cuando en el año 388, los cristianos, instigados monasterio de los varones, que dirigía Jerónimo. La muerte de Paula,
por su obispo, incendiaron la sinagoga en Kallinikon del Eufrates y el acaecida en el año 404, afectó tan hondamente a Jerónimo que durante
emperador Teodosio la mandó reconstruir nuevamente haciendo que el mucho tiempo no pudo hacer nada. Y sobrevivió muy poco tiempo a la
obispo corriera con los gastos, Ambrosio protestó: «Declaro que he sido muerte de su «hija» Eustaquia, fallecida en el 419. Sus últimas cartas nos
yo quien ha incendiado la sinagoga, sí, he sido yo quien ha dado la traen el dolor sentido por la pérdida de esta mujer.
orden de incendiarla con el fin de que no exista ningún lugar más en el Durante su estancia en Roma tuvo Jerónimo una discusión con un
que Cristo sea negado... ¿Qué cuenta más, el concepto de orden o el in- laico llamado Helvidio, quien, fundándose en el Nuevo Testamento (Me
terés de la religión?» (Ep. 40,11). Comoquiera que el emperador daba 6; Mt 13), hablaba de los hermanos y hermanas de Jesús. En el año 383
largas, Ambrosio interrumpió la celebración de la eucaristía y, dirigién- Jerónimo elaboró un escrito que llevaba el siguiente título: «Contra Hel-
dose a él delante de la comunidad reunida, dijo que no continuaría la vidio, sobre la virginidad perpetua de María». Las razones y considera-
misa mientras Teodosio no retirase la orden. De este modo, Ambrosio ciones exegéticas que Jerónimo esgrime contra Helvidio son sustancial-
consigue finalmente la impunidad absoluta para los cristianos incendia- mente las mismas que las que la Iglesia católica presenta en nuestros días.
rios de la sinagoga. Ambrosio entró en la historia de la Iglesia, de esta De este modo, bien se puede decir que Jerónimo impregnó sustantiva-
suerte, como el auténtico cristiano que hizo frente con firmeza al mismo mente con su doctrina propia la manera de entender la virginidad de
emperador. María hasta el presente. Según él, en María se encuentra el fundamento
Es un error pensar que el antisemitismo proceda de la base; viene de de la virginidad para ambos sexos y se manifiesta claramente en ella la
arriba, por ejemplo, de Ambrosio, obispo de Milán, importante padre de superioridad moral de la virginidad. En realidad, las cosas fueron de otra
la Iglesia. «También en este caso nosotros debemos sostener esta verdad manera: se glorificó la virginidad no en razón de la virginidad perenne de

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María, sino que, dado que en el entorno se magnificaba tanto la virgini- El único bien que Jerónimo descubre en el matrimonio, y que se lo
dad, se hizo de María una virgen perpetua. cuenta en una carta a Eustaquia, es el de «producir vírgenes; yo recojo la
En conexión con la discusión de la época en torno a María, hay rosa de entre las espinas, de la tierra el oro, de la concha la perla» (Ep.
que mencionar también a Bonoso, obispo de Sárdica y adepto a Helvidio. 22,20). Según esto, para él «en el matrimonio está permitida la procrea-
Bonoso, siguiendo a su maestro, sostenía que María, después del naci- ción, pero los sentimientos de placer sensual que se experimentan en los
miento de Jesús, llevó una vida matrimonial normal con José y tuvo abrazos con las prostitutas son condenables con la esposa» (Comentario
otros hijos. Por lo tanto, también el obispo Bonoso rechazó la doctrina a Eph. 111,5,25). Jerónimo resalta que, iniciada la concepción, los esposos
de la virginidad de María después del nacimiento de Jesús. La idea de que deben dedicarse a la oración y no a la intimidad de los cuerpos. Lo que
María llevara una vida matrimonial normal era entonces, como lo sigue en el mundo animal está prescrito por la misma ley natural, a saber, que
siendo hoy ante los ojos de la mayor parte de los celibatarios, algo in- los animales no se aparean después de la concepción, los hombres lo
moral y, por tanto, intolerable. Por ello, el papa Siricio excomulgó al deben decidir libremente, y así obtendrán, a través de su abstinencia, el
obispo Bonoso. premio celestial (Comentario a Eph. 111,5,25).
En el año 393, Jerónimo escribió en Belén dos obras contra el hereje Jerónimo ofrece un consuelo a las esposas: «No niego que entre las
Joviniano, quien ponía en duda la integridad de María en el parto y afir- esposas se encuentran mujeres santas, pero lo son sólo si han dejado de
maba que ante Dios la virginidad no es superior al matrimonio. En di- ser esposas, si ellas, incluso en la situación de apremio que comporta el
chas obras Jerónimo denigró de tal suerte el matrimonio que el yerno de matrimonio, imitan la castidad de las vírgenes» (Contra Helvidio 21).
Paula, el senador Pamaquio, intentó retirar de la circulación los ejem- Blaesilla, enviudada a los siete meses de matrimonio, respondió a este
plares ya aparecidos. Jerónimo toma, por ejemplo, la frase: «Bien le ideal de virginidad y bajo la dirección de Jerónimo se consagró comple-
está al varón abstenerse de mujer» (1 Cor 7,1) y la considera como la tamente a Dios, es decir, al celibato. En una carta de consolación que es-
opinión de Pablo y no, como sería lo correcto, como una reiteración de cribió a Paula un mes después de la muerte de Blaesilla, Jerónimo resal-
la misma pregunta que le presentaron los corintios, y escribe: «Bien le ta laudatoriamente que «la pérdida de su virginidad le causó mayor
está, al varón abstenerse de mujer. Por tanto, debe ser cosa mala tocar dolor que la muerte de su marido» (Ep. 39,1).
una mujer. Si, pues, todavía se muestra condescendencia con la actividad
matrimonial es por razón de evitar un mal peor. ¿Pero qué valor se
puede conceder a un bien que solamente se permite para evitar lo peor?»
(Contra Joviniano 1,7). En esta polémica contra el hereje Joviniano,
que había osado colocar al mismo nivel el matrimonio y la virginidad, Je-
rónimo cita una frase de un tal Sixto (que piensa se trata del papa mártir
Sixto II, f 258) y que originariamente procedía de una colección pagana.
Esta frase de Sixto, que en la Edad Media se atribuyó al mismo Je-
rónimo, habría de convertirse en uno de los estandartes y en una de las
directrices de toda la tradición católica enemiga del placer, incluido el
mismo Juan Pablo II. La frase de Sixto, y cuyo sentido Jerónimo afinó
aún más, reza desde entonces: «Quien ama demasiado apasionadamente
(ardentior. con ardor) a su mujer es un adúltero». Para avalar la idea Je-
rónimo cita un pasaje del estoico Séneca, que nosotros hemos mencio-
nado ya a propósito de las fuentes no cristianas de la actitud hostil
hacia la sexualidad (Contra Joviniano 1,49) y que la Edad Media tam-
bién atribuyó a Jerónimo. Tomás de Aquino juntamente con Agustín, la
otra columna de la moral sexual católica, repite el pensamiento: El ma-
trimonio fue instituido para la procreación de los hijos; por ello, quien
ama demasiado apasionadamente a su mujer va contra el bien del ma-
trimonio y puede ser considerado como adúltero (S.Th. II/II q. 54 a. 8).
Juan Pablo II, en la audiencia que tuvo el 8 de octubre de 1980, reem-
prende la idea de adulterio con la propia mujer y la refuerza (Der Spiegel,
n.°47, 1980, p. 9).

60 61
Capítulo 5

LA PLANIFICACIÓN DE LA FAMILIA EN LA ANTIGÜEDAD:


INFANTICIDIO, ABORTO, CONTRACEPCION

El tema de la contracepción jugó, especialmente a partir de Agustín, un


papel importante, y vigente hasta nuestros días, en la reglamentación que
los celibatarios, hostiles al placer, han elaborado para regular las rela-
ciones matrimoniales. Comoquiera que sobre esta cuestión la doctrina
cristiana se estructuró a partir de la planificación familiar ya existente y
ajena al cristianismo, parece oportuno dar una vista panorámica de la
praxis de la Antigüedad en esta materia. Los métodos seguidos eran: 1)
infanticidio, 2) aborto, 3) contracepción (puede consultarse la obra de
John T. Noonan, Empfangnisverhütung, 1969).
Sólo a partir del año 374, y a instancias del cristianismo, el infanticidio
fue contemplado por la ley como asesinato. Según Séneca (t 65), por
ejemplo, esta práctica era habitual en Roma, y él mismo consideraba
también razonable ahogar a los recién nacidos que eran enclenques o
presentaban malformaciones (De ira 1,15). Suetonio (nacido hacia el 70
d.C, desconocida la fecha de su muerte) menciona que el abandono de los
recién nacidos quedaba a la voluntad de los padres (Caius Caligula 5). Plu-
tarco (f hacia el 120 d.C), gran historiador griego, refiere en su biografía
de Licurgo (vivió entre los siglos xi y vm a.C), fundador de la Constitu-
ción de Esparta, que los recién nacidos eran examinados por los ancianos
de la comunidad y desde la cumbre del monte Taigeto despeñaban a los
niños enfermizos o malformados con el fin de que no resultaran ser una
carga para el Estado. Cuenta, además, que las madres bañaban los recién
nacidos no en agua, sino en vino, convencidas de que los bebés enfermos o
epilépticos no resistían la prueba y morían (Vidas paralelas, Licurgo 16).
Sobre el tema que nos ocupa es especialmente sugerente un pasaje de
Tácito (t 120 d.C), el adversario de los judíos más significativo de la An-
tigüedad pagana. Su polémica contra los judíos contiene lo más mordaz
que él haya escrito. En la larga lista de reproches que hace a los judíos,
«esa raza abominada de los dioses», les recrimina el no eliminar a sus re-

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cien nacidos que exceden en número, como tienen costumbre de hacer en los judíos, eso mismo lo alaba en los germanos: «Limitar el número de
otras gentes, en su opinión, sensatas. Este pasaje denota la naturalidad niños o matar al segundogénito se considera pecado y la buena costum-
con la que, en tiempos de Tácito, se mataba, sin sentimiento alguno de bre es entre ellos más eficaz que las buenas leyes en otro lugar» (Germa-
culpabilidad, a los bebés no deseados o tarados. Y señala también que los nia, cap. 19). Tácito ve en los judíos un pueblo que ama la guerra porque
judíos llamaban la atención (desagradablemente, en opinión de Tácito) cree en la resurrección de sus hombres caídos en combate o ajusticiados,
porque no seguían esta costumbre. Dice textualmente Tácito: «Para y, al mismo tiempo, defiende la protección de los recién nacidos.
estar seguro de su pueblo para siempre, Moisés les dio un orden nuevo, En una entrevista que el diario alemán Frankfurter Allgemeine hizo,
opuesto al seguido por los demás pueblos del resto del mundo. Lo que en el año 1984, al sacerdote católico y polaco Henryk Jankowski, con-
para nosotros es sagrado, para ellos carece de valor, y, al contrario, fesor de Lech Walesa y a quien acompañaba siempre en sus encuentros
ellos permiten lo que para nosotros es impuro... Ofrecen en holocausto el con el papa, se le preguntó qué cualidades estimaba él más en un hom-
buey, que los egipcios veneran con el nombre de Apis, pero prohiben bre. La respuesta fue: virilidad y coraje. A la pregunta: ¿qué cualidades
comer carne de cerdo en recuerdo de la desgracia que les sobrevino en estima usted más en una mujer?, la respuesta fue: devoción religiosa y
otro tiempo y que fue causada por la sarna, una enfermedad propia de disposición para tener hijos. Coraje viril —y esto significa principal-
este animal». Tácito alude aquí a una supuesta enfermedad de la piel que, mente valor bélico— y tener muchos hijos es el antiguo ideal judío, de-
según el sacerdote egipcio Manethon (siglo III a.C), obligó a los egipcios nunciado por Tácito, y presentado ahora con ropaje cristiano. Por muy
a expulsarles del país, interpretación ésta que los egipcios presentan estremecedora que parezca la posición de Tácito, que consideraba la
como propaganda contra la versión de los judíos, que hablan de su libe- eliminación de los niños recién nacidos y no deseados como algo que va
ración de la esclavitud egipcia, gracias a la intervención de su Dios. de suyo, y por muy agradecidos que debamos estar al judaismo y al
Prosigue Tácito: «Y dado que se mantienen obstinadamente unidos cristianismo, que cambiaron la conciencia moral a este respecto, es digno
entre sí y se ayudan voluntariamente entre ellos, y odian a muerte todo lo de toda consideración este hecho que llamó poderosamente la atención
que no son ellos..., este pueblo, aunque posea un instinto sexual sin me- de Tácito: que los judíos no tenían nada que decir contra los muertos en
dida, se mantiene alejado de toda relación sexual con mujeres extranjeras, la guerra, pero sí decían algo contra los que limitaban el número de hijos.
mientras que entre ellos nada está prohibido. (Obsérvese que Tácito re- Los obispos cristianos de hoy en día, comprometidos, por una parte, con-
procha a los judíos sus excesos sexuales, lo mismo que más tarde lo tra la pildora y el aborto, y empeñados, por otra, a favor de las armas,
harán los padres de la Iglesia al presentar su ideal de virginidad contra los afanados en la defensa de la vida aún no nacida más que en la protección
judíos carnales, es decir, contra los judíos que rechazaban el celibato. Los de la vida ya existente, apenas asombran ya, después de 2.000 años de
cristianos tomaron el ideal de la virginidad de los mismos paganos de los cristianismo, por su esquizofrenia. Posiblemente, el pagano Tácito juz-
dos primeros siglos de nuestra era, no del judaismo.) Han introducido la garía digno de considerar en los cristianos de hoy lo que en otro tiempo
circuncisión como señal de identificación. Sus prosélitos (los conversos al le irritó en el judaismo: la incoherencia.
judaismo) hacen lo mismo y lo primero que aprenden es a despreciar a Los judíos, pues, se preocuparon, antes que los cristianos, de la vida de
los dioses, a renunciar a su patria y a no tener en cuenta a los padres, a los recién nacidos y se revolvieron igualmente contra el aborto. El judío
los niños, a los hermanos y hermanas. Sin embargo, ponen cuidado en Filón de Alejandría, un contemporáneo de Jesús (f aproximadamente
multiplicar el número de sus descendientes, pues juzgan pecado matar a 45/50 d.C), que en estas cosas habla como un padre de la Iglesia, corre-
los recién nacidos. Consideran inmortales las almas de los que sucum- laciona expresamente el aborto y el infanticidio, y escribe textualmente,
bieron en el campo de batalla o perecen ejecutados. Aquí está la razón de después de haberse despachado contra el aborto: «Con esta prohibición se
su afán de procrear y su desprecio a la muerte... Los egipcios adoran in- condena igualmente otra grave acción, el abandono de los niños, un cri-
numerables animales e imágenes fabricadas. Los judíos piensan en un ser men que está al día entre otros numerosos pueblos debido a su innata hos-
divino único, pero se lo representan sólo en su espíritu. Por eso, no so- tilidad contra el ser humano» (Sobre leyes individuales 3,20,110). Filón la-
portan ninguna imagen de la divinidad en sus ciudades y menos aún en menta que la práctica del infanticidio esté tan difundida. Existen padres,
sus templos. Tampoco conceden este homenaje a sus reyes ni hacen tales nos dice, que estrangulan a sus bebés, o que cuelgan de ellos pesos y les
honores a los emperadores... El rey Antíoco (siglo n a.C.) intentó libe- dejan ahogarse en el agua, o que les abandonan en lugares desiertos para
rarles de sus locuras religiosas e introducir en ellos el estilo griego de la ser presa de animales salvajes o de aves de rapiña. Estos padres incurren en
vida, pero la guerra contra los partos impidió llevar a cabo una trans- el delito de crimen. Su acción criminal es fruto de su deseo de placer, «pues
formación saludable en ese pueblo repugnante». Tácito define a los ju- son lascivos si se unen a sus esposas no para procrear hijos y perpetuar la
díos como «un pueblo dado a la superstición y enemigo de la religión» humanidad, sino para satisfacer, como verracos y machos cabríos, su pla-
(Historias V,3-13). Además, lo que Tácito encuentra digno de desprecio cer libidinal con el acto sexual» (Ibid. 3,20,113).

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Llama la atención que el judío Filón dirija a los infanticidas paganos que toman medicinas para abortar» y que «prohiben abandonar los
el mismo reproche de voluptuosos que el pagano Tácito hacía, a la in- niños porque ello equivale a asesinarles» (35). Tertuliano, padre de la
versa, a los judíos, que, sin embargo, protegían a los niños («entre ellos Iglesia, escribe en el año 198 que es práctica habitual entre los paganos
todo está permitido», «su pasión sexual no conoce medida»). La reduc- matar a los recién nacidos «bien ahogándoles, o exponiéndoles al frío, o
ción de la moral a moral eminentemente sexual fue una concepción es- al hambre, o a los perros... Nosotros, en cambio, a quienes se nos ha
toica y gnóstica que se difundió, en la misma medida, entre los paganos, prohibido el asesinato de una vez por todas, tampoco debemos destruir el
judíos y cristianos de los dos primeros siglos de cristianismo. Entre los feto en el seno de la madre... No hay diferencia alguna entre matar una
cristianos esta idea se ha conservado hasta nuestros días y actúa como vida ya nacida o una vida que va a nacer» {Apología 9,7 ss.). A finales
parámetro privilegiado para descalificar a los que tienen otras creencias. del siglo II Minucio Félix, abogado romano y cristiano, se dirige en este
La unanimidad del romano Tácito y del judío Filón en acusar de volup- tenor a los paganos: «Os veo abandonar los hijos recién nacidos a mer-
tuosos a sus enemigos respectivos (los romanos a los judíos, y al revés), ced de las fieras salvajes o de las aves, y a veces quitarles la vida estran-
ya sean los que matan a sus bebés o los que no lo hacen, tiene su expli- gulándoles cruelmente. Algunas mujeres destruyen en su propio cuerpo
cación en el hecho de que en estos dos primeros siglos, y como resultado con medicinas el germen de una vida futura y cometen infanticidio antes
de que la aversión hacia el cuerpo es un valor aceptado por todos, si bien de dar a luz» (Octavius 30,2). También Ambrosio (f 397) habla de ase-
defendido desde sistemas filosóficos diversos, se inicia un modo de pen- sinato en ambos casos: «Los pobres abandonan sus hijos, los ricos matan
sar que establece dos castas: por una parte, están los que superan la el fruto de su propio cuerpo en su seno a fin de que sus riquezas no ven-
«concupiscencia», entre los cuales se cuentan a sí mismos Tácito como gan repartidas entre muchos herederos, y con bebidas emparentadas
Filón, y, por otra, figuran los que se entregan a ella y continúan teniendo con el veneno letal destruyen los propios hijos en el seno materno. Y se
hijos, que luego dejarán vivir o no. Ni Tácito ni Filón ni los judíos ni los aniquila la vida antes de ser transmitida» (Hexaemeron 5,18,58).
paganos pasaron de su desprecio por los voluptuosos a la ascesis total El 16 de enero del 318, el emperador Constantino prohibió a los pa-
practicada por los reverendos celibatarios y partidarios de la soltería. dres, bajo delito de crimen, matar a los hijos adultos como hasta enton-
Está inferencia, la de considerar como pertenecientes a una casta inferior ces les estaba permitido en virtud de la patria potestad. Pero habría que
a las personas casadas y las que tienen hijos, ya que pensaban que su es- esperar hasta el 7 de febrero del 374, cuando el cristianismo llevaba ya
tado las hacía ser más pecadoras, y la de contemplar, consecuentemente, medio siglo como religión reconocida y privilegiada por el Estado, para
la soltería y la virginidad como un estado superior y más santo, esta ten- que la eliminación de un recién nacido fuera contemplada por la ley
dencia, pues, de los celibatarios a rebajar de categoría a los casados se como asesinato.
convirtió en monopolio de los cristianos.
El cristianismo primitivo toma del judaismo la prohibición del infan- Al principio de la era cristiana, a pesar de la defensa que desde siem-
ticidio y el rechazo del abandono de los niños. Por lo que hace al abando- pre hicieron los cristianos del recién nacido y de su lucha contra el abor-
no de los niños, el mártir cristiano Justino (f hacia el 165) escribe: «No- to, ningún cambio se había operado, sin embargo, en las leyes del Estado
sotros hemos aprendido que abandonar los niños recién nacidos es una relativas al aborto (que, como veremos, tenían por objeto no el derecho
mala acción porque hemos visto que casi todos, no solamente las niñas, del feto, sino la protección del derecho del esposo y la vida de la madre).
sino también los niños, se ven arrastrados a la prostitución» {Apologías La ley Cornelia, que Sila promulgó en el año 81 a.C. contra la adquisición
1,27). Evidentemente, muchos de los niños abandonados fueron recogidos. y distribución de pociones venenosas, afectaba tanto a las bebidas que te-
«Además, es de temer que pueda morir el niño abandonado que no es re- nían la finalidad de favorecer la virilidad y la fecundidad, como a las con-
cogido, con lo cual nosotros mismos nos convertimos en asesinos» (Ibid. traceptivas y abortivas. De acuerdo con esta ley, si un hombre o una
29). Lactancio, el padre de la Iglesia que en el año 317 fue llamado por el mujer moría después de habérsele administrado estas bebidas, el culpable
emperador Constantino para ser preceptor de sus hijos, escribe en su incurría en pena de muerte. Esta ley, pues, protegía a los adultos, no al
obra Instituciones divinas (304-313) a propósito de los paganos: «Es- feto. Y la ley sobre el aborto que emanaron los emperadores Septimio Se-
trangulan a sus propios hijos y, si son piadosos, les abandonan» (5,19,15). vero (f 211) y Caracalla (f 217) condenaba al exilio a la mujer que abor-
Frecuentemente, el infanticidio y el aborto son considerados unita- taba «porque es deshonroso que una mujer prive a su marido de los hijos
riamente y colocados en el mismo nivel. La carta de Bernabé, escrita en la sin recibir castigo alguno». En este caso la ley protege los intereses del
primera mitad del siglo II, dice: «No debes matar el feto con el aborto ni marido. No se castigaba, en cambio, a la mujer soltera que abortaba.
el recién nacido» (19,5). El filósofo cristiano Atenágoras, en la Apología Tampoco aquí la ley atendía a la protección del feto en cuanto tal.
en favor de los cristianos que en el año 177 dirigió al emperador Marco Paulatinamente se fue imponiendo la protección del feto, gracias a las
Aurelio, refiere que los cristianos consideran como «asesinas las mujeres duras críticas que los cristianos hicieron contra el aborto. Para darnos

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una idea de lo habitual que era la práctica abortiva en el Imperio roma- La tercera receta es una mezcla preparada con ojimiel, semillas de ma-
no, baste recordar el testimonio, por ejemplo, de Séneca (f 65), quien tronal y pastinaca. Sorano recomienda prudencia en su empleo, «ya que
alaba a su madre porque, a diferencia de tantas otras mujeres, «no des- estas medicinas no solamente impiden la concepción, sino que destruyen
truyó la esperanza del hijo concebida en su seno» (Ad Helviam 16,1). también lo ya concebido». Si bien estos medios podían provocar el abor-
Los cristianos, que asumieron la tradición del judaismo, rechazaron to, se utilizaban principalmente para impedir la concepción. Advierte So-
enérgicamente y desde un principio el aborto. La Didacbé, llamada tam- rano que el uso de estos preparados puede causar grandes dolores de ca-
bién «Doctrina de los doce apóstoles» y que data de la primera mitad del beza, trastornos digestivos y vómitos {Ginecología 1,19,60-63).
siglo n, habla de «esos asesinos de niños que marchan por el camino de la El segundo método utilizado en la Antigüedad consistía en impedir
muerte y matan la imagen de Dios en el seno materno» (5,2). El sínodo que el esperma alcanzara el útero. Pensaba Aristóteles que se podía difi-
español de Elvira, celebrado a principios del siglo IV, condenó el aborto cultar la concepción consiguiendo que el cuello del útero estuviera res-
con la pena de excomunión hasta la muerte. En el año 314, el sínodo de baladizo, «por ello, algunas personas untan el cuello del útero con acei-
Ancyra dictó penas eclesiásticas de diez años para las mujeres que se en- te de cedro, pomada de Saturno o pomada de incienso y aceite de oliva»
tregan a la prostitución y luego destruyen el fruto de sus relaciones. Las (Zoología 7,3,583a). Sorano recomienda una mezcla de aceite viejo de
decisiones de este sínodo fueron evocadas frecuentemente en las conclu- oliva, miel, jugo de balsamea o de cedria, que se introduce en el útero.
siones de ulteriores concilios de Oriente y Occidente. Las Constituciones Según él, es también eficaz colocar en el útero lana suave o lana empa-
apostólicas, una compilación que viene del siglo iv, condena la destruc- pada de vino en el cual previamente se ha disuelto corteza de pino y ta-
ción del feto que ya ha tomado forma (7,3,2). Los cánones de san Basilio nino de zumaque (Ginecología 1,19,61 ss.).
(t 379), que sirvieron de orientación a toda la legislación oriental, con- Un tercer método anticonceptivo consistía en el uso de una pomada
denaron, sin hacer excepción alguna, a todas las mujeres que practicaban con la que se untaba el miembro viril. Con ello, se pretendía matar el es-
el aborto independientemente del estado de evolución en el que se en- perma o cerrar el útero, a la manera como actúa el pesario, en el mo-
contrara el feto. La pena jara ellas era la misma que estableció el conci- mento de penetrar en la vagina. Plinio recomienda goma de cedro (His-
lio de Ancyra: diez años de penitencia eclesiástica. toria natural 24,11,18).
Además de estos métodos se podían aprovechar los períodos estériles
Los documentos más antiguos que tenemos relativos a las prácticas de la mujer. La escuela de Hipócrates del siglo v a.C. había llegado a la
anticonceptivas provienen de Egipto. Se trata de papiros que datan del conclusión de que la mujer, inmediatamente después de la menstruación,
1900 al 1100 a.C. Contienen recetas para elaborar tapones vaginales, entraba en un período de fertilidad (Las enfermedades de la mujer 1,38).
que impregnados bien coa goma de acacia y miel y excrementos de co- La misma opinión la compartía Sorano. Dice expresamente: «El útero, en
codrilo, tienen la misión de bloquear el esperma o destruirlo. El saber f el cual se ha acumulado durante la menstruación mucha sangre, puede li-
greco-romano en este asunto va unido principalmente a tres obras: 1) la berarse de ella con facilidad, pero no está en condiciones de recibir el
Zoología de Aristóteles jf 322 a.C), 2) la Historia natural de Plinio semen y retenerlo». Piensa también que algunas mujeres pueden concebir
(f 79), que es la mejor y más completa enciclopedia de la Antigüedad, y durante la menstruación, sin embargo, «consideraciones de carácter
3) la Ginecología del médico Sorano de Éfeso, que ejerció en Roma en científico nos llevan a concluir» que los tiempos de la menstruación no
tiempos de los emperadores Adriano y Trajano (inicio del siglo n). Esta son los más apropiados para la concepción. Tampoco el tiempo previo a
Ginecología es la fuente principal de la ciencia contraceptiva en el Im- la menstruación es el más apropiado, porque el útero en esos días asume
perio romano y que se difundió por la Europa medieval a través de los otras sustancias y, por ello, se indispone para recibir el semen. Para So-
rano el mejor tiempo para la concepción es el que sigue inmediatamente
árabes. a la menstruación (Ginecología 1,10,36).
Como métodos anticonceptivos, estos autores mencionan en primer
Un tema muy socorrido en la Antigüedad era el que versaba sobre la
lugar las pociones. Plinio nos transmite una sola receta: una poción de
euteknia, es decir, cómo conseguir una descendencia bella y sana. En
ruda, empleada también como anticonceptivo, cocida con aceite de rosas
la euteknia un elemento importante es, en primer lugar, la edad de los
y áloe (Historia natura¡20,5í,l42-143). Sorano trata de las bebidas
padres. Para Platón la edad ideal en el varón se sitúa entre los treinta y
contraceptivas en el apartado que lleva el título «¿Se pueden usar medios
los treinta y cinco años, mientras que la edad propicia de la mujer va de
abortivos y anticonceptiras, y cómo?». Menciona tres pociones que im-
los dieciséis a los veinte años. Aristóteles, por su parte, aconseja «matri-
piden la concepción: unamezcla de jugo de apopónaco, semillas de ruda
moniar las chicas a los dieciocho años, y los varones a los treinta y siete
y jigo cirenaico envuebo con cera y servido con vino. También una
o un poco antes». Jenofonte elogia la legislación de Licurgo (autor de la
mezcla d e semillas de alelí amarillo, mirto, mirra y pimienta blanca,
Constitución espartana) y las medidas adoptadas para que los padres, go-
todo ello diluido en vino Debe tomarse durante tres días consecutivos.
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zando de buena salud, tuvieran una descendencia sana. Las chicas que Las pociones contraceptivas, dado que tenían también efectos abor-
deseaban llegar a ser madres tenían que abstenerse de beber vino, a no tivos, causaron muchos problemas a la medicina antigua. Sorano, el
ser mezclado con agua. Deberían también practicar el deporte: Licurgo autor más importante en este campo, escribe que él se encontraba con
organizó «competiciones de carrera y pruebas de fuerza entre las mujeres esta dificultad cada vez que aconsejaba una poción. Como quiera que es-
iguales a las establecidas para los varones». Para asegurar esta descen- taba fuertemente influenciado por la Estoa, sus criterios relativos a la au-
dencia bella y sana el mejor momento, según la opinión de Sorano, es el torización del aborto son rigurosos: lo permitía solamente en el caso de
inmediatamente posterior a la menstruación. Y, por el contrario, la peor que el parto representase un peligro para la madre. Prefería la contra-
descendencia es la que sobreviene a una relación habida inmediatamen- cepción al aborto (Ginecología 1,19,60).
te antes de la menstruación. Lo mismo que el estómago cuando está Sorano gozaba también de una gran estima en la época cristiana del
lleno su tendencia es a vomitar para liberarse del alimento, al útero le su- Imperio romano. Tertuliano, padre de la Iglesia, utiliza una de sus obras.
cede igual cuando está lleno de sangre. Sin embargo, después de la mens- El mismo Agustín, gran enemigo de la contracepción, le califica de «muy
truación el útero vuelve a tener apetito. Esto se manifiesta en la tendencia noble autor médico» (Contra Julianum 5,14,51). Y el alto dignatario
peculiar que las mujeres sienten a tener relaciones en ese tiempo. Es in- Aecio, médico cristiano de la corte del emperador y legislador Justiniano
teresante observar, de pasada, cómo, en función del conocimiento cien- (siglo Vi), que también era cristiano, enumera y recomienda los medios
tífico sobre el momento de más alta fertilidad, se convence a las mujeres, contraceptivos señalados por Sorano. Este dato revela que los cristianos
o se convencen a sí mismas, del momento máximo de su libido. Cuando de los primeros siglos eran más libres, en el tema de la contracepción, que
el cardenal Frings reunió en Colonia, el día 16 de septiembre de 1968, a los católicos de hoy. El médico Aecio, que estaba casado, enjuiciaba
los decanos y profesores de la enseñanza superior de la diócesis para pre- menos rigurosamente la contracepción de lo que lo hicieron los célibes
sentarles de manera más apetitosa la encíclica Humanae vitae (la encí- padres de la Iglesia, por ejemplo, Crisóstomo y Jerónimo.
clica de la pildora), uno de los argumentos que utilizó para demostrar Crisóstomo habla de los esposos que no desean tener hijos y que, por
que el acto marital es, por naturaleza y antes de nada, un acto de pro- ello, «matan los recién nacidos» o «impiden el inicio de la vida» (Hom.
creación se fundamentaba en esto: durante el tiempo de fecundidad la li- 28 sobre Mt 5). No es fácil saber si con la expresión «impiden el inicio
bido de la mujer alcanza su punto máximo. La opinión del cardenal de la vida» se está refiriendo a la contracepción o al aborto. Pero hay
coincide en esto con la de Sorano de Éfeso. Como quiera que, en el en- otro pasaje en el que sí habla claramente de la contracepción. Lo hace
tretanto, la ciencia tiene un conocimiento de las fases de la fecundidad de cuando se dirige a los maridos cristianos «que desdeñan a sus esposas y
la mujer que difiere del propuesto por Sorano, habrá que pensar que buscan prostitutas». A ellos les hace esta reflexión: «¿Por qué esparces tu
también se ha desplazado el momento de máxima libido femenina fijado semilla allí donde el campo tiende a destruir el fruto, donde se hace uso
por la naturaleza. Parece, pues, evidente que la libido de la mujer varía de todos los medios para impedir la gestación, donde el asesinato se
con los cambios del conocimiento científico. Cuando se llega a tales ex- comete antes del nacimiento? Tú haces que la prostituta, sin dejar de ser
tremos, hay que pensar que eso de las fechas de libido máxima en la prostituta, se convierta, además, en asesina... En esta actitud hay, en
mujer es un invento de los moralistas y que son las mismas mujeres las realidad, algo que es más grave todavía que el asesinato y que yo no sé
que, de suyo, potencian el deseo en ese preciso momento en el que la fe- que nombre darle, pues estas mujeres no matan lo que ya ha tomado
cundidad lo aconseja o lo prohibe, caso de que la mujer no desee des- forma, sino que impiden que pueda adquirir forma. ¿Desprecias el don
cendencia: también la inhibición puede enardecer el deseo. de Dios y te enfrentas a sus leyes? ¿Quieres hacer de la antesala del na-
Digamos, para terminar, que la Antigüedad tuvo también conoci- cimiento la antesala de la matanza? La mujer, creada para propagar la
miento de los amuletos. Sorano los rechaza con total animadversión vida, se convierte, a través de ti, en instrumento de homicidio. Pues,
(Ginecología 1,19,63), pero su opinión no pudo combatir la confianza, para poder ser utilizada siempre y siempre deseada por sus amantes, para
ampliamente difundida, que las gentes tenían puesta en los amuletos. Pli- poder sacarles más dinero, se ve a sí misma dispuesta a tal matanza y,
nio aconseja a las mujeres «en cuyo derredor pululan los lujos y que, por con ello, prepara tu propia perdición. De hecho, aunque la perdición
esta razón, su fecundidad necesita verse frenada», que lkven un amuleto surja de ella, eres tú quien tiene la culpa. Además, de ahí viene la idola-
fabricado con una determinada especie de araña y fijadeen un trozo de tría. Muchas de esas mujeres, para aparecer más bellas, usan encanta-
cuero de ciervo. La mujer se lo ha de colgar al cuello altes de la salida mientos, brebajes, filtros amorosos, pociones venenosas y otras innume-
del sol (Historia natural 29,27,85). rables cosas. A pesar de tal infamia, del asesinato y la brujería, este
asunto a muchos hombres les parece inofensivo, incluso, a muchos hom-
En los tratados científicos de los autores griegos y romanos no se
bres que tienen esposas. Y de estas últimas surge toda una fuente de
menciona el coitus interruptus, bien porque era algo evidente o porque se
males, pues entonces se preparan venenos no para el seno de la prosti-
aconsejaban medios que prevalentemente debería emplear la mujer.

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tuta, sino para la esposa ofendida... Guerra sin término, luchas sin pausa
y discordia están a la orden del día» (Homilía 24 sobre la carta a los Ro-
manos). En esta descripción bélica, Crisóstomo, llevado de su retórica, se
desorbita cuando califica la contracepción de «asesinato, peor que un
asesinato», pues ningún pensador griego o romano ha equiparado el Capítulo 6
semen con el mismo hombre.
En el mundo antiguo prevaleció más bien la visión de Aristóteles, SAN AGUSTÍN
según la cual el feto masculino recibía el alma cuarenta días después de la
concepción, mientras que el feto femenino se veía animado sólo después
de noventa días. Anteriormente el feto tenía un alma vegetativa y, poste-
riormente, un alma animal (Zoología 7,3,583b). Esta diferencia temporal
en la formación del alma, según se trate del varón o de la mujer, no es una
cuestión meramente cuantitativa de tiempo, sino también una diferencia
cualitativa del ser del varón, pues en esta diferencia se está expresando
que el alma pertenece más al varón que a la mujer. El alma, es decir, el ser
específicamente humano, es algo masculino antes que femenino.
El Antiguo Testamento descansa sobre la idea similar de la inferiori-
dad de la mujer. Según el Levítico (12,1-5), la mujer permanece impura Agustín (f 430), el más grande padre de la Iglesia, fue quien consiguió
durante cuarenta días después del nacimiento de un niño, y ochenta si ha fundir en una unidad sistemática el cristianismo con la repulsa al placer
dado a luz una niña. María, después del nacimiento de Jesús, permaneció y a la sexualidad. Su influencia en la doctrina moral sexual del cristia-
impura durante cuarenta días (Le 2,22). Si hubiera tenido una hija, hu- nismo está fuera de toda duda y fue decisiva para que Pablo VI (1968) y
biera permanecido impura durante ochenta días. Los noventa días, que Juan Pablo II (1981) condenaran la pildora. Para hablar de la aversión a
según Aristóteles preceden a la formación del alma en la mujer, y los la sexualidad hay, pues, que hablar de Agustín. Él es el pensador que, en
ochenta días de impureza del Antiguo Testamento se funden en la tradi- el ámbito de la teología, ha señalado el camino no solamente a los siglos,
ción cristiana, al fijar al feto femenino ochenta días antes de poder reci- sino a los milenios que le siguieron. La historia de la ética cristiana de la
bir el alma. sexualidad se verá plasmada por él. Las concepciones de Agustín influ-
Dentro de esta concepción del alma que se une al feto tardíamente, yeron decididamente en los grandes teólogos de la Edad Media como,
no cabe hablar de «asesinato» ni en el caso de la contracepción, ni tam- por ejemplo, Tomás de Aquino (J 1274), y en la corriente jansenista, ese
poco en el caso del aborto prematuro. Agustín, remitiéndose a la biología movimiento renovador de una austera pruderie que se extendió en Fran-
aristotélica, sostiene que el alma no puede vivir en un cuerpo que aún no cia por los siglos XVII y xvui. La autoridad de Agustín en el campo de la
está formado, de manera que en este caso no es posible hablar de asesi- moral sexual fue tan dominadora que es preciso exponer detalladamen-
nato (Locutiones de Éxodo 21,80). Jerónimo, en una carta a Algasia, te su pensamiento. Como sucede a muchos neuróticos, escinde el amor de
dice casi lo mismo: «El semen va tomando forma poco a poco en el útero la sexualidad. «El funesto proceso de desexualización del amor en Occi-
materno y su destrucción no puede considerarse como asesinato hasta dente, en Europa, está llevado adelante de manera decisiva por Agustín»,
que cada uno de los elementos adquiera su forma exterior y sus miem- escribe el historiador vienes Friedrich Heer (Gottes erste Liebe, pp. 69
bros» (Ep. 121,4). Sin embargo, Jerónimo cae en la inconsecuencia y y 71).
exageración de hablar de asesinato cuando se refiere a la contracep- Agustín, el gran forjador de \i cosmovisión que contempla unitaria-
ción. Así, en una carta a Eustaquia da la alarma cuando habla de algunas mente Dios, el mundo y el hombre, vigente todavía en el cristianismo ac-
vírgenes consagradas a Dios: «Algunas toman pociones para hacerse tual, fue quien añadió un nuevo elemento a la repulsa de la sexualidad,
estériles y cometen un homicidio antes de la concepción misma de un ser que, por lo demás, llenaba ya los escritos de los padres de la Iglesia an-
humano. Otras, cuando se percatan de las consecuencias de un paso teriores y próximos a él: el miedo a la sexualidad, un miedo, a la vez,
mal dado, intentan, a través de brebajes envenenados, provocar el abor- personal y teológico. Agustín vincula estrechamente y desde una pers-
to, con lo cual ellas mismas son, frecuentemente, sus propias víctimas y pectiva teológica la transmisión ¿el pecado original, que desempeña un
se dirigen al infierno como asesinas en un triple sentido: como suicidas, papel tan importante en su doctrina sobre la redención, y el placer que
como adúlteras frente a su esposo celeste Cristo y como asesinas del hijo acompaña al acto sexual. Pecado original significa para él muerte eterna,
al que no permitieron nacer» (Ep. 22,13). condenación para todos aquellos que no son redimidos, por la gracia de

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Dios, de la massa dannata, de la masa de los condenados, a la cual per- modo y manera en la que el pecado original se transmite a los niños, es
tenecen todos los hombres por el mero hecho de nacer. Pero, según decir, a todos los hombres. Agustín constata que cuando los primeros
Agustín, no todos los hombres, en absoluto, son redimidos, no lo son, hombres desobedecieron a Dios y comieron del fruto prohibido, «se
por ejemplo, los niños que mueren sin haber recibido el bautismo. avergonzaron de sí y cubrieron sus partes sexuales con hojas de higuera».
Agustín insiste de tal manera en la condenación de los niños no bau- Y concluye: «he ahí de dónde» (ecce unde). El piensa que lo que trataban
tizados que su adversario, el obispo Julián de Eclano y partidario de la de ocultar era el lugar por donde entró el primer pecado (Serm. 151,8).
doctrina pelagiana, le atacó con acritud: «Tú, Agustín, estás muy lejos de Según Agustín, ha sido la relación sexual o, más exactamente, el placer
cualquier sentimiento religioso, lejos del pensar civilizado y lejos, inclu- inherente a la relación sexual el que transmite el pecado original y con-
so, de la sana razón si piensas que tu Dios es capaz de cometer crímenes tinúa transmitiéndolo de generación en generación. «Cristo fue concebi-
contra la justicia que ni siquiera los bárbaros podrían imaginarse». Y ca- do y engendrado sin placer carnal alguno y, por ello, permanece libre de
lifica al Dios de Agustín de «perseguidor de recién nacidos, que arroja a toda mancha procedente del pecado original» (Enchir. 13,41).
diminutos lactantes al fuego eterno» (Agustín, Opus imperfectum contra Hoy día, que vivimos en una época dominada por el pánico de que-
julianum 1,48). dar afectados de muerte por el sida, propagado por el contacto sexual,
Agustín, en uno de sus sermones, cuenta a la comunidad creyente la podemos imaginar muy bien lo que pudo significar la conciencia de
siguiente historia: Un niño muere cuando aún frecuentaba la catequesis contaminar al niño con el pecado original a través del placer inherente al
bautismal, siendo, pues, un catecúmeno que se preparaba para recibir el acto sexual. Esta vinculación entre pecado original y placer sexual se
bautismo. Su madre, temerosa de su condenación eterna, llevó el cadáver abandonó definitivamente sólo en el pasado siglo. Por ello, la definición
del niño y lo colocó sobre la tumba de san Esteban. El niño resucitó para dogmática de la «inmaculada concepción de María» sólo podía tener
poder ser bautizado y murió de nuevo, con la seguridad ya de haber evi- lugar en el 1854. El hombre moderno conoce, sobre todo, este dogma
tado la «segunda muerte», es decir, el infierno {Serm. 323 y 324). porque generalmente lo confunde con la concepción virginal. Muchos
El ilustre profesor de teología de París Juan Beleth (t hacia el 1165) creen que el dogma de la inmaculada concepción se refiere a ese mo-
prohibió que se llevaran a la iglesia para celebrar los funerales a las mento en el que María concibió a Jesús por obra del Espíritu Santo,
mujeres fallecidas durante el embarazo, porque el niño que llevaban en el cuando, en realidad, se refiere al instante en el que María fue concebida
seno aún no estaba bautizado. Más aún, antes de enterrar su cuerpo en la en el seno de su propia madre sin pecado original. Mientras se mantenga
tierra santa del cementerio había que extraer al niño del cuerpo de su con Agustín la transmisión del pecado original a través del acto sexual,
madre y enterrarle fuera del campo santo. Por suerte, esta piadosa cos- no se puede hablar de una concepción de María libre del pecado original.
tumbre no era usual por doquier. Las leyes eclesiásticas de Noruega, por Para Agustín, solamente Jesús estaba libre del pecado original porque él
ejemplo, prohibieron realizar tales prácticas sobre el cadáver de la mujer vino al mundo sin mediar acto sexual alguno. Y al revés: para que Jesús
encinta fallecida (Browe, Sexualetkik, p. 23). Pero precisamente esta pudiera estar libre de pecado original, debería nacer, según la dialéctica
prohibición manifiesta la difusión que tuvo esa horrenda consecuencia del pensamiento agustiniano, de una virgen.
derivada de la doctrina agustiniana sobre el pecado original. Bernardo de Claraval, apasionado devoto de María, se opuso deci-
Pelagio y Julián de Eclano entraron en la historia de la Iglesia como didamente, en el año 1140, a la organización de una fiesta en Lyon
grandes herejes. Agustín, sin embargo, a pesar de su inhumana doctrina para venerar la inmaculada concepción de María. Afirmar que María ha-
en este punto, ha continuado siendo hasta nuestros días una poderosa bría sido preservada del pecado original significaría que María no habría
fuerza espiritual, si bien en la actualidad, poco a poco y en contra de su nacido de una unión sexual normal; significaría que también para María
doctrina, se comienza a admitir en el cielo a los niños no bautizados. No habría que admitir una concepción virginal.
hace tanto que Karl Rahaer preguntaba: «¿Era falso todo lo q u e Pelagio Agustín, el padre de un milenio y medio de miedo a lo sexual y cuya
y Julián de Eclano objetaban a un Agustín que aparentemente triunfaba aversión a lo sexual continúa ejerciendo su influjo incesante, supo dra-
sobre ellos en todos los campos, o, por el contrario, no se h a n ido car- matizar tan exasperadamente el miedo al placer sexual, y unir de tal ma-
gando de razón en muchos aspectos, en una lenta evolución que llega nera el placer y la condenación, que cuando se pretende pensar como él,
hasta nuestros días?» {Iheologie der Gegenwart, 1977, 2, p . 76). uno se siente atrapado entre pesadillas. Gravó el matrimonio con una tal
Aparte de la catástrefe que representa la errónea y supersticiosa teo- hipoteca moral que no es extraño que el hombre, sobrecargado anor-
ría de la condenación dílos niños no bautizados y que la Iglesia asumió malmente, haya reaccionado enérgicamente contra toda la moral cris-
oficialmente hasta hace poco tiempo, y que, en gran parte, continúa tiana de la sexualidad.
aún defendiendo, hay otra doctrina del mismo Agustín q u e ha tenido La conversión de Agustín en el año 387 fue una desgracia para los es-
igualmente consecuencias desastrosas. Se trata de la doctrina relativa al posos, por muy importante que haya sido para la teología. Se preparó

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para esta conversión despidiendo, cuando Agustín cuenta veintinueve vivía (no se puede decir que Agustín no podía casarse «por razones jurí-
años, a la mujer con la que había vivido desde los dieciséis o, tal vez, die- dicas», como algunos teólogos han pretendido hacer creer para justificar
cisiete, y de la cual tuvo un hijo a los diecisiete años, a quien puso el sig- el comportamiento del padre de la Iglesia), sino, sobre todo, con el dato
nificativo nombre de Adeodato (dado por Dios). Retuvo consigo al hijo, de que él, durante sus relaciones con esta mujer, pertenecía a la secta
que entonces tenía doce años. A esta mujer («a quien me llevó mi in- gnóstica de los maniqueos, muy difundida en los medios cultivados,
contenible pasión, pero la única, sin embargo, a quien amé»), Agustín no pero prohibida por el Estado romano, ya que propugnaba el boicot a los
la menciona nunca por su nombre, ni siquiera cuando habla de ella en las nacimientos. Fundado por el persa Manes (nacido en el 216), el mani-
Confesiones. Cuando Agustín la abandona, ella le jura eterna fidelidad. queísmo es, después del cristianismo y antes del islam, la última gran re-
Su relación con ella la califica de «unión quebradiza de amor impuro, de ligión aparecida en Oriente. Manes se calificaba a sí mismo como el
donde nacen hijos no deseados, si bien después nos sentimos llevados a Espíritu Santo anunciado por Jesucristo. Predicaba que la tierra era «el
amarles» {Confesiones IV,2). reino de las tinieblas infinitas» creado por el demonio y que la procrea-
La observación minuciosa practicada para evitar la concepción y la ción es obra del demonio porque el hombre es una partícula de luz que se
gran atención que prestaba a los días infecundos de su compañera, si encuentra prisionera en un cuerpo engendrado por demonios. Los ma-
bien un error de cálculo le trajo como regalo a Adeodato, se transfor- niqueos rechazaban el Antiguo Testamento, como lo hicieron antes que
maron, después de su conversión, en una lucha fanática contra cualquier él y después que él los gnósticos rigurosos, ya que pone en relación a un
contracepción. Si se cuidaba tanto de evitar los riesgos de un embarazo, Dios bueno con la creación del mundo, siendo así que el mundo y la ma-
ello obedecía, en parte, a que no quería desposar a la mujer con la que teria proceden de demonios perversos. Exigían los maniqueos a sus «ele-
convivía porque no era la adecuada a su rango. Sobre todo su madre, gidos», a sus miembros más perfectos, una vida de ascesis total. Pero so-
Mónica, la muy santa, hacía sus intrigas contra la unión y se las arregló lamente algunos estaban en condiciones de hacerlo. La mayor parte de
para enviar a África a la amiga de su hijo. Mónica preparaba para Agus- sus adeptos pertenecían, como Agustín, a una clase inferior, al grupo de
tín el matrimonio con una mujer de rango social más apropiado para él. los simples «oyentes», es decir, al grupo integrado por miembros que es-
Dado que la rica novia que Mónica había elegido no estaba aún en taban casados o que, como Agustín, vivían con su amante, pero que
edad de casarse y que Agustín debería esperar hasta entonces un par de estaban obligados a impedir el «encarcelamiento» del hombre espiri-
años, Agustín se agenció otra amante. «Cuando ésta —que en cierta tual, es decir, a no procrear. Después de su conversión, Agustín pasa de
medida era como un impedimento para mi matrimonio— fue arrancada la defensa del placer y del rechazo de la procreación, características de su
de mi lado, esta con la cual compartí el lecho, mi corazón, precisamente etapa maniquea, a la defensa de la procreación y al rechazo del placer: el
porque estaba colgado de ella, estaba hondamente herido y echaba san- maniqueo se ha hecho cristiano. En cierto sentido, pasó, de golpe, de ma-
gre. Ella volvió a África y te hizo, Señor, la promesa de no conocer otro niqueo de segunda clase a maniqueo de categoría superior: pues en la
varón. El hijo que tuve con ella se quedó conmigo. Pero yo, miserable, fui magnificación que se hace del celibato, tomando como punto de refe-
incapaz de imitar a esta mujer. Dado que solamente después de pasados rencia los simples creyentes casados (con procreación para los cristianos,
dos años podría recibir a la que había pedido, yo, nada amante del ma- con contracepción para los maniqueos), cristianos y maniqueos están de
trimonio, sino esclavo del placer, no quise saber nada de este plazo. Por acuerdo. Si el maniqueísmo tuvo en tiempos de Agustín una difusión tan
esta razón me agencié otra... Pero la herida que se había hecho por la se- amplia, se debió, sin duda, a que proponía el mismo ideal de virginidad
paración de la primera, no se curaba, sino que tras un ardor y dolor que el cristianismo, Muchos, incluso, consideraban el maniqueísmo co-
agudo comenzaba a pudrirse. Pero cuanto menos dolía, menos esperan- mo una forma d e cristianismo más elevado.
za había» (Confesiones VT,15,25). Agustín se ocupa de la filosofía neoplatónica, en especial de Plotino,
Después de la conversión, la mala conciencia que experimentó al cuando vive u n a época d e insatisfacción con su segunda amante. La
reconocer su propia infidelidad hacia la mujer amada que abandonó se huida gnóstica del mundo y la conciencia del valor nulo de todo se en-
transformó en un desprecio siempre creciente hacia el amor sexual. N o cuentran en Plotino en conexión con el conocimiento de un Dios verda-
era él tan culpable, por muy culpable que también él se sintiera, sino el dero y bueno. R l nal no se concibe, como sucede en la gnosis genuina y
deseo malo del acto sexual. El pesimismo de Agustín en el ámbito de la en el maniqueísmo, a partir de un principio autónomo malo, sino como
moral sexual es una represión continuada de su mala conciencia, y su distanciamiento de un principio verdadero y bueno. La tendencia neo-
fobia hacia las mujeres es el encuentro permanente con la causa res- platónica de Agustín a desprenderse de toda afección mundana y a pres-
ponsable de su fracaso personal. cindir del a m o r a cualquier cosí terrena y la atención que presta a un
El rechazo que Agustín siente a tener hijos no guarda solamente re- Dios único verdadero reciben su orientación definitiva hacia un cristia-
lación con el hecho de que él no quería casarse con la mujer con la que nismo que huye del m u n d o gracias a una visita fortuita. Un día le va a

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ver Ponticiano, un amigo suyo de África, quien le habla del primer cual Agustín, después de su conversión, descargó toda su cólera es el
monje, el egipcio Antonio (hacia el 300), cuyo estilo de vida, dado a co- único método que hoy goza de las bendiciones de la Iglesia. El sínodo de
nocer por la biografía que de él escribió el padre de la Iglesia Atanasio Roma de 1980, que rechazó enérgicamente cualquier forma de contra-
(t 373), se difundía cada vez más por Occidente y contaba con numero- cepción, autorizó únicamente este método. La prensa se hizo eco de
sos seguidores. Agustín quedó hondamente impresionado. Y cuan- ello. Los telediarios de entonces y el programa televisivo «Temas del día»
do marchó Ponticiano, le dice a su amigo Alipio: «¿Has oído? Gente in- presentaban un matrimonio católico (especie Knaus-Ogino-mucosidad
culta se levanta y arrebata el cielo para sí, y nosotros, con nuestro saber, cervical-esposos modelo), por el cual el papa Juan Pablo II se había de-
nos movemos, sin entrañas, en la carne y en la sangre» (Confesiones jado aconsejar personalmente. No tenemos nada que decir aquí contra
VIII,8,19). Sigue luego la célebre escena del jardín, en Milán, en el año este método, solamente recordar que Agustín, a diferencia del papa, no
386, con la conversión inmediata de Agustín al cristianismo. Esta con- habría considerado a esos esposos como modelo de pareja, sino que les
versión hay que inscribirla en el proceso de acallar la voz de su infideli- habría denunciado como «pareja adúltera y prostituida». De hecho
dad colocándose a favor de una entrega a la ascesis o, más exactamente, Agustín se dirige a los maniqueos en estos términos: «¿No nos habíais
desvalorizando el matrimonio cuando a éste se le compara con el celi- advertido anteriormente observar, en lo posible, los días que siguen a la
bato. purificación mensual, ya que es de esperar que entonces la mujer quede
En el jardín Agustín escucha la voz de un niño que canta: «Toma y fecundada, y abstenernos, en ese tiempo, de la relación marital con el fin
lee». Él toma la Biblia, que está abierta en el jardín, y lee: «Como en de evitar que un alma quede encarcelada en la carne? De todo esto se de-
pleno día, procedamos con decoro: nada de comilonas y borracheras; duce que estáis convencidos de que el matrimonio no tiene como finali-
nada de lujurias y desenfrenos; nada de rivalidades y envidias. Revestios dad procrear hijos, sino satisfacer la concupiscencia» (La moral de los
más bien del Señor Jesucristo y no os preocupéis de la carne para satis- maniqueos 18,65).
facer sus concupiscencias» (Rom 13,13 s., versión según la Biblia de Je- La medicina del tiempo de Agustín estaba convencida de que la fase
rusalén). La descripción del enemigo es clara: la lujuria, el placer malo, la de mayor fecundidad de la mujer es la que sigue inmediatamente a la
pasión sexual, el ardor de la carne. Agustín comenta textualmente: «De- menstruación; por eso, Agustín, de acuerdo con la moral maniquea,
saparecieron todas las oscuridades que acompañaban mis dudas... Tú me prestaba especial atención a esos días fecundos. En otro lugar se expresa
convertiste a ti de tal modo que ya no codiciaba esposa alguna ni nin- de manera todavía más clara. Dice así: «Lo que más aborrecéis en el ma-
guna de esas otras cosas en las que la esperanza del mundo pone su aten- trimonio es tener hijos y con esto lo que conseguís es que vuestros adep-
ción» (Confesiones VIII, 12,30). tos "oyentes" sean adúlteros con sus propias esposas, ya que están aten-
La conversión de Agustín al cristianismo, ese giro suyo que va de la tos a que sus mujeres no conciban cuando tienen relaciones maritales con
aprobación del placer a su condena, cristalizó en la clasificación de la ellas... No quieren tener hijos, cuando únicamente en vistas a ellos se ha
mujer como artículo de placer y en el desconocimiento de su cualidad de instituido el matrimonio. ¿Por qué no prohibís el matrimonio... dado que
compañera de la vida. Y esta perspectiva, desde la que se margina a la elimináis de él lo que verdaderamente le constituye? Si se descartan los
mujer, la mantienen todavía hoy los celibatarios. El sábado santo del año hijos, los esposos no son más que vergonzosos amantes, las esposas son
387, Agustín, juntamente con su hijo Adeodato, reciben el bautismo de prostitutas, los lechos conyugales son burdeles y los suegros son los
manos de Ambrosio, predicador entusiasta del celibato y por quien chulos» (Contra Fausto 15,7).
Agustín sentía gran veneración. Tres años más tarde, y a la edad de die- El papa Juan Pablo II, en la audiencia general que tuvo en Roma el
ciocho años, muere Adeodato, ese hijo arrancado del lado de la madre, a día 8 de octubre de 1980, habló del adulterio que se perpetra en el ám-
quien Agustín amaba mucho y que, según expresión suya, «había en- bito conyugal con la propia mujer, y lo hizo en la misma línea del agus-
gendrado en el pecado» (Confesiones IX,é,14). tinismo, tomismo, jeronimismo, estoicismo, filonismo, es decir, y en
Casi en todos los manuales católicos se puede leer que Agustín de- breve: desde la perspectiva de la hostilidad hacia el placer. Pero el papa
fendió, como creyente cristiano, «la santidad del matrimonio» frente a la no condenó, como hizo Agustín en s u tiempo, a aquellas personas que
concepción de los maniqueos. Pues bien, esta afirmación hay que corre- utilizan el método de los días infecundos de la mujer, sino sólo a aquellas
girla diciendo: lo que defendió contra los maniqueos fue simplemente la que hacen uso de los así llamados métodos «no naturales». Al método
procreación. Ningún padre de la Iglesia ha entendido nunca qué sea el que se basa en los ciclos de la mujer el papa lo define como «natural».
matrimonio, y Agustín, menos que nadie. Agustín no lo entendió cuando Sobre este punto, el papa no puede apoyarse en Agustín, puesto que
era maniqueo y vivía con su amiga, y menos aún cuando, una vez con- Agustín se sublevó expresamente c o n t r a ese método que él mismo había
vertido, se hizo monje y le eligieron obispo. utilizado cuidadosamente. Si Agustín le definió como el «método de los
El método anticonceptivo utilizado por los maniqueos y contra el chulos», el papa, en su instrucción Familiaris consortio, no solamente no

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le pone en la lista de los «contraceptivos», sino que, además de distin- particularmente contra el método permitido hoy por el papa, porque era
guirle de todos los otros métodos inmorales, hace alabanzas de él: «La el método que utilizaron sus adversarios, los maniqueos, y el que él
opción por los ritmos naturales conlleva la aceptación de los tiempos de mismo había empleado con anterioridad. Pero hay también un pasaje en
la persona, de la mujer, y, con ello, la aceptación del diálogo, del respe- el que Agustín se refiere a los métodos llamados artificiales. Dice así el
to m u t u o , de las responsabilidad recíproca». Eso significa: «vivir el texto: «A veces (aliquando) esta crueldad lujuriosa o esta concupiscencia
amor personal en su exigencia de fidelidad». cruel va tan lejos que les lleva a conseguir venenos que producen la es-
Sólo cuando se refiere a los demás métodos contraceptivos, el papa se terilidad (sterilitatis venena)... lo cual hace que la mujer sea la prostituta
encuentra de nuevo con Agustín y habla de «falsificación de la verdad in- de su marido y que el marido sea un adúltero con la propia mujer»
terior del amor conyugal» porque en tales métodos «los planes de Dios (Matrimonio y concupiscencia 1,15,17). Ese término de aliquando, que
quedan a merced de la arbitrariedad y manipulan y empobrecen la se- emplea Agustín, habría de desempeñar todavía un papel importante en la
xualidad humana». Juan Pablo II, en su Familiaris consortio, inculca a lucha de la Iglesia contra la contracepción. A él recurre y le cita, por
los teólogos «elaborar y profundizar la diferencia antropológica y, a la ejemplo, en la basílica de San Pedro, y durante el concilio Vaticano en el
vez, m o r a l existente entre los métodos anticonceptivos y el recurso a los año 1962, el arzobispo de Palermo, cardenal Ernesto Ruffini, para con-
períodos de la mujer». Ante este cometido que el papa les reclama, los te- denar la pildora.
ólogos tienen que sentirse como abrumados con algo que supera sus Otro texto aún de Agustín contra la contracepción debería desem-
propias fuerzas. El papa tendrá que encontrar por sí mismo la diferencia. peñar una función no menos funesta. Se trata del siguiente: «No está per-
Recordemos aquí las palabras de Franz Bóckle, el moralista católico mitido y es vergonzoso mantener relaciones con la propia mujer y luego
más conocido en Alemania: «No hay que maravillarse si los atormenta- intentar impedir que vengan los hijos. Esto lo hizo Onán, el hijo de
dos directores de almas y los agobiados laicos no consiguen comprender Judá, y, por ello, Dios le mató» (De adulterinis coniugiis 2,12). Este
la diferencia metafísica entre los métodos "naturales" y los "antinatura- acontecimiento de la muerte de Onán después de un coitus interruptus
les"». Mientras para Agustín la contracepción es siempre contra-cepción, que desagradó a Dios ha contribuido, no poco, a neurotizar a muchos es-
el p a p a , en la Familiaris consortio de 1981, pide a los teólogos que des- posos a quienes constantemente se les ha recordado este pasaje del An-
c u b r a n diferencias donde no existen; al menos, no existen desde un tiguo Testamento. En nuestro tiempo lo ha hecho, sobre todo, Pío XI,
punto de vista teológico; todo lo más, pueden darse desde una perspec- quien en 1930 escribe: «No hay, por tanto, que sobrecogerse si la sa-
tiva médica. Se puede, sin duda, celebrar que, en el entretanto, la Iglesia grada Escritura atestigua que la majestad divina persigue este acto re-
haya autorizado la opción del cálculo de los tiempos agenésicos —en esto probable con el más alto odio y lo ha castigado, incluso, con la muerte.
la Iglesia oriental se ha quedado clavada en Agustín y no ha evoluciona- Es también san Agustín quien nos alerta sobre ello cuando dice: "No está
do c o m o la Iglesia occidental, aunque esta evolución haya sido tan mí- permitido y es inmoral la relación marital, incluso, con la misma esposa
n i m a — , pero el verdadero paso hacia adelante, con respecto a Agustín, s¡ se impide el surgimiento de una nueva vida. Eso lo hizo Onán, el hijo
no consiste en que el papa escoja y bendiga, recurriendo a sutilezas, un de Judá, y, por eso, Dios le mató"» (Casti connubü 1930). El papa, sa-
método, sino en el hecho de que, finalmente, esta cuestión la confía al jui- cando del tesoro de su propia invención que Dios persigue «con el más
cio de los interesados. alto odio» a las personas que practican la contracepción, lo que hace es
Sin embargo, a este método, tan alabado en 1981, el papa le ha resaltar aún más una historia que de suyo ya es chocante. El papa pasa
hecho girar un poco. El día 6 de septiembre de 1984, también duranu por alto, a sabiendas, que el caso de Onán del Antiguo Testamento no
una d e las audiencias generales de la semana, en el discurso octavo di i iene nada que ver con un delito contra la relación marital, sino con la
una serie de doce discursos pronunciados sobre el control de natalidad, transgresión del derecho de la sucesión hereditaria. Onán, cuya muerte se
Juan Pablo II alertó a los fieles del «abuso» del método aprobado por l.i ha utilizado para justificar muchos fines, se presenta aquí como quien
Iglesia relativo al control de los nacimientos. Y este abuso tiene luga i quiere «evitar la carga pero gozar, sin embargo, del placer». En la encí-
c u a n d o los esposos, por «motivos desleales», reducen el número de hijo-, clica Casti connubü, la primera encíclica anticontraceptiva de nuestro
«por debajo del baremo que para las familias es moralmente justo». II siglo, a Onán se le da la función de intimidar a los esposos.
papa n o debería inmiscuirse en la cuestión de los métodos, ni hablar del ¿Quién era realmente Onán, ese personaje que, infundadamente, dio
tope moralmente justo ni sospechar que sean desleales las razones de lo. el nombre al onanismo?; porque Onán no practicó la masturbación,
esposos. sino el coitus interruptus, y esto lo hizo movido por consideraciones ju-
P a r a Agustín, pues, la contracepción no distingue, como pretende el rídicas relativas a la sucesión. Cuando un hombre moría sin dejar suce-
jefe d e la Iglesia católica, una parte prohibida y otra parte no prohibid.! sión, el pariente varón más próximo a él, normalmente un hermano, con-
sino q u e estaba totalmente prohibida. Agustín, por lo demás, se sublevo traía la obligación de dar hijos a la viuda en nombre del difunto,

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procurándole, de este modo, un heredero para su nombre, su descen- derrotado por Agustín, célibe, y con él quedaron vencidos todos los ca-
dencia y sus bienes. La historia de Onán se cuenta en el capítulo 38 de sados.
Génesis: «Dios hizo morir al primer hijo de Judá. Entonces Judá dijo a Como los demás padres de la Iglesia antes que él y próximos a él,
Onán: "Cásate con la mujer de tu hermano y cumple como cuñado con Agustín se pregunta si Adán y Eva tuvieron relaciones sexuales en el pa-
ella, procurando descendencia a tu hermano". Onán sabía que aquella raíso. En el año 389 escribe textualmente: «Con toda legitimidad se
descendencia no sería suya, y así, si bien tuvo relaciones con su cuñada, plantea la pregunta de cómo habría que imaginarse la unión entre el
derramaba a tierra, evitando dar descendencia a su hermano. Pareció mal varón y la mujer antes del pecado y si aquella bendición: "sed fecundos y
a Yahvé lo que hacía y le hizo morir también a él» (versión según la Bi- multiplicaos y llenad la tierra", habría que entenderla carnal o espiri-
blia de Jerusalén). Si Agustín utiliza este texto como un aviso, ello obe- tualmente. Podemos entenderla también espiritualmente y admitir que so-
dece a su campaña contra la contracepción. Otros teólogos fueron más lamente d espués del pecado original se convirtió en fecundidad carnal»
precavidos. Ni Jerónimo ni Tomás de Aquino echaron mano de este (De Gen. contra Manicbaeos 1,19,30). Agustín puede también imaginarse
texto para avalar la prohibición de la contracepción. cómo podría ser esta fecundidad entendida en sentido espiritual: «¿Para
Mientras los maniqueos, que querían impedir la procreación para qué cosa la mujer puede ser una ayuda para el varón? Para que él haga
que ninguna chispa de luz quedara exiliada en la demoníaca materia, per- surgir, de una unión espiritual, frutos espirituales, es decir, obras buenas
mitían a sus adeptos, los de segunda categoría, los así llamados «oyen- que alaban a Dios» (Ibid. 11,11,15). Y concluye: en el paraíso había
tes», casarse con la condición de evitar la prole, Agustín, en cambio, una entre el varón y la mujer una unión sin relaciones sexuales (Ibid. 1,19).
vez convertido, ve en los hijos el único sentido y la única finalidad del Pero, después, Agustín vacila. En el año 401 piensa que hay tres
matrimonio, y el placer le ve como un mal. Los maniqueos toleraban el posibilidades. Se puede entender la bendición divina: «Sed fecundos y
placer y rechazaban la procreación. El Agustín convertido toleraba el pla- multiplicaos» en un sentido «místico y figurado». Se puede también
cer sólo en razón de la procreación. «Estoy convencido de que nada pensar que Adán y Eva «podrían haber tenido hijos sin relación sexual,
saca con más facilidad al espíritu de un hombre de la altura que los ha- de cualquier otra manera, mediante un don del creador todo poderoso,
lagos femeninos y aquellos contactos de los cuerpos, sin los cuales un ma- quien también pudo crearlos a ellos sin necesidad de unos padres». Y, fi-
rido no puede poseer a su esposa» (Soliloquios 1,10). Agustín, como los nalmente, piensa Agustín que Adán y Eva podrían haber tenido los hijos
estoicos, no encuentra otra justificación al acto matrimonial que la pro- a través de una relación sexual. Pero en esta obra Agustín no quiere di-
creación. rimir tan difícil cuestión (De bono con. 2).
El bien de la procreación y la maldad del placer son las dos premisas En la obra De Genesi ad litteram, iniciada poco después en el mismo
de donde Agustín saca las pautas severas que él exige a los esposos. Y año 4 0 1 , pero que se prolonga hasta el 415, reemprende nuevamente la
como la segunda premisa es falsa, las consecuencias para los afectados idea de que, en el paraíso, los hijos podían tenerse sin acto sexual previo.
son desastrosas. Agustín tenía razón en su lucha contra los maniqueos, Tal vez podrían haber sido procreados a través de un amor espiritual
pero se equivocaba igual en su lucha contra el obispo pelagiano Julián de puro, «no corrompido por la concupiscencia» (3,21). Pero a lo largo de
Eclano. Los pelagianos tenían una actitud positiva frente al placer. Con- la obra opta por la multiplicación de la especie, en el paraíso, a través de
sideraban el placer como natural, nunca como pecaminoso, lo miraban la procreación sexual. Llega a esta conclusión gracias a la infravaloración
como un bien especial del matrimonio. Para Agustín este modo de ver las que hace de la mujer. Ciertamente, Agustín corrige el error de Gregorio
cosas convertía a los pelagianos en adversarios suyos en lo tocante a la Niseno y de Crisóstomo, según los cuales en el paraíso no tuvo lugar re-
doctrina del pecado original. lación sexual alguna, pero lo hace con un nuevo error, con un absurdo
Julián de Eclano, hijo de un obispo católico, oriundo de la aristo- que reduce a la mujer a nulidad pura. El texto, que más tarde citará
cracia de Apulia, era un sacerdote católico casado y bien formado, es Tomás de Aquino con agrado, dice así: «No veo para qué ayuda del
decir, había aprendido griego. Su esposa Titia era hija del obispo ca- varón fue creada la mujer si descartamos la razón de la gestación de los
tólico Emilio de Benevento. Julián fue elegido, en el año 416, obispo de hijos. N o comprendo por qué, a pesar de todo, se excluye esta finalidad.
Eclano por el papa Inocencio I, y excomulgado y depuesto de su sede Si la mujer no fue entregada al varón para ayudarle en la gestación de los
episcopal por el papa Zósimo en el año 418, a raíz de la controversia pe- hijos, ¿para qué, entonces? ¿acaso para trabajar juntos la tierra? Si para
lagiana, la más grande batalla que libró Agustín. Para Julián de Eclano esto el varón tuviera necesidad de una ayuda, entonces la ayuda de un
Agustín fue siempre «el Africano». Tras una vida inquieta y errante, varón sería mejor para el varón. Lo mismo hay que decir del consuelo en
murió en Sicilia después del año 450. Su última actividad fue la de pre- la soledad. Es más agradable para la vida y para la conversación cuando
ceptor en una familia pekgiana. Algunos amigos escribieron sobre su son d o s varones los que viven juntos que cuando es un varón y una
tumba: «Aquí yace Julián, obispo católico». Julián de Eclano, casado, fue mujer los que viven uno al lado del otro» (De Gen. ad litt. 9,5-9). Según

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Agustín, en el paraíso se dio la relación sexual porque, en el ámbito de ción, que habrían entrado en acción cuando y durante el tiempo necesa-
las cosas espirituales, la mujer no podía servir de ayuda al varón y, sin rio, por intervención de la voluntad y no por la excitación del placer»
embargo, el relato bíblico de la creación, relato pergeñado por varones, (Ibid. 14,24). «Sin la atracción seductora del placer, el esposo habría po-
dice que la mujer fue creada para ayuda del varón. dido derramar en el seno de la esposa con plena quietud de espíritu y de
Esta constatación tan desconcertante para las mujeres, pues única- cuerpo» (Ibid. 14,26).
mente sirven para la procreación —para todo lo demás que tenga que ver Piensa Agustín que el placer sexual, cuando alcanza su punto más
con el espíritu y la inteligencia ellas no están cualificadas—, la formula- alto, no solamente se sustrae al control de la voluntad, sino que hace
rá más tarde, como veremos, Tomás de Aquino (t 1274). El remite a también «que el pensamiento disminuya casi toda su capacidad de pe-
Agustín cuando dice que la mujer es solamente una ayuda para la pro- netración y circunspección. ¿Pero qué amigo de la sabiduría y de las ale-
creación (adiutorium generationis) y útil para las cosas de la casa, pero grías santas, que viva en el estado matrimonial... no desearía más bien, si
que carece de importancia para la vida del espíritu del varón. Agustín es estuviera en su poder, engendrar los hijos sin tal placer, de tal manera
el inventor genial de lo que los alemanes, para referirse al cometido y va- que también en esta acción de la procreación de la prole los órganos crea-
loración de la mujer, llaman las tres «K»: Kinder (niño), Küche (cocina) dos para ello estuvieran al servicio del espíritu como lo están los demás
y Kirche (iglesia). Esta manera de ver a la mujer llega hasta nuestros días. miembros en sus cometidos respectivos, es decir, no impulsados por la
La reducción de la mujer a los niños y a los pucheros es la primera re- pasión de placer, sino por la insinuación de la voluntad?» (Ibid. 14,16).
flexión teológica que ha elaborado la jerarquía eclesiástica sobre la Agustín dedica un capítulo entero de La ciudad de Dios (14,24)
mujer. para demostrar la abstrusa idea de que el hombre del paraíso terrenal, es
En su obra La ciudad de Dios, escrita entre el 413 y 426, aclara decir, el hombre ideal, controlaba perfectamente los órganos sexuales con
Agustín: «La conformación diversa de los cuerpos muestra claramente su voluntad. Dice literalmente: «Hay personas que pueden mover las ore-
que el varón y la mujer fueron creados así con el fin de que, mediante la jas ya sea una a una o las dos a la vez. Y otras que, si quieren, pueden
procreación de la prole, crecieran, se multiplicaran y llenaran la tierra, y conseguir que baje por la frente toda la piel de la cabeza hasta donde
no tendría sentido alguno oponerse a esta interpretación literal [del "sed comienza el límite del cabello y luego subirla, y todo sin mover la cabeza.
fecundos y multiplicaos"]» (14,22). Agustín califica ahora de absurda su Existen también otras que, de un montón de cosas diversas que se han
posición anterior y se vuelve atrás expresamente en sus Retractationes, en tragado, pueden sacar, como quien saca de un monedero, la que deseen
las cuales, iniciadas tres años antes de su muerte, comenzó a corregir sus haciendo una simple presión sobre el diafragma... Así, pues, si, incluso en
errores. nuestros días, el cuerpo de ciertos hombres, metido ya en esta vida do-
La procreación, mediada por la relación sexual, existió, pues, en el lorosa y tornadiza, obedece, de manera tan admirable y desacostumbra-
paraíso. Con ello, rechazaba definitivamente la idea maniquea de que la da para la naturaleza, en muchos movimientos y situaciones, ¿por qué no
procreación tiene un origen diabólico. Pero, ¿qué pasaba con el placer?, hemos de creer que, antes del pecado de desobediencia y del castigo de la
¿se daba también el placer en el paraíso? La respuesta del Agustín anti- perversión, los miembros de los hombres podían estar a disposición de la
pelagiano es: no. Antes del pecado original, la relación sexual se ejercía voluntad del hombre para engendrar los hijos sin placer sexual alguno?...
sin experimentar la excitación sexual propia del placer, que hoy, después Como consecuencia de la desobediencia a Dios, el hombre perdió la ca-
del pecado original, acompaña toda unión sexual. En el paraíso, la vo- pacidad de obedecerse a sí mismo».
luntad dominaba los órganos sexuales como vemos hoy que domina el ¿De dónde procede esta situación especial, debido a la cual los órga-
movimiento de los brazos y las piernas. «¿Por qué no hemos de creer que nos sexuales «no se mueven por la voluntad», sino por la «excitación del
los hombres, antes del pecado, podían dominar sus miembros genitales placer»? Agustín responde: «En la transgresión, la desobediencia viene
como los otros miembros?» (De Gen. ad litt. 9,10,18). «¿O es que po- castigada con la desobediencia» (La ciudad de Dios 14,15). El cuerpo
demos, sin duda, mover a voluntad las manos y los pies para ejecutar las niega la obediencia al espíritu para que el hombre se haga consciente de
acciones propias de dichos miembros, y esto sin resistencia y con facili- su desobediencia a Dios (Ibid. 14,24). El castigo del pecado original
dad como nos consta por la experiencia..., y que, por el contrario, hemos afectó, en primer término, a la sexualidad (Ibid. 14,20). Que el pecado se
de negar que los órganos sexuales, que prestan al hombre precisamente manifieste primordialmente en este ámbito es la opinión dominante
tan buen servicio como los demás órganos, hubieran obedecido la insi- hasta hoy entre los celibatarios y hunde sus raíces en las fantasías agus-
nuación de la voluntad con miras a la acción de la procreación si el tinianas de la aversión al placer.
placer no hubiera aparecido como castigo por el pecado de desobedien- La observación que hace Agustín sobre la habilidad de algunas per-
cia?» (La ciudad de Dios 14,23). «El varón habría, pues, engendrado la sonas para mover las orejas y en la cual vio la prueba de que la procrea-
prole, la mujer la habría recibido con los órganos propios de la procrea- ción se efectuaba originariamente sin placer, iba a estar llena de conse-

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cuencias que llegarían hasta nuestros días. Algunos tratan de justificar el misma que se dio en el paraíso. Agustín, que ya admitía el placer sexual
absurdo de Agustín sobre el control del orgasmo en función del desco- en el paraíso, afirma que la relación sexual no procedía allí de la misma
nocimiento que tiene del sistema nervioso humano, queriendo hacernos manera que en la actualidad: si nos ponemos en el caso de que en el pa-
ver que es un error fisiológico el que está en la base de su argumentación. raíso no había placer, entonces en la actualidad el placer es un vicio; y si
Afirman que siendo el mismo Agustín quien cayó en la cuenta de que «el suponemos que en el paraíso había placer, éste estaba sometido a la in-
varón y la mujer estaban configurados desde el principio como dos per- sinuación de la voluntad y, por tanto, el placer en la actualidad está de-
sonas de diverso sexo, tal como hoy las podemos ver y conocer» (Ibid. generado por el pecado, pues en el paraíso el placer sexual había sido cre-
14,22), que este conocimiento le llevó a desechar la teoría de la procrea- ado de tal modo que «secundaba sólo el deseo del alma» (6,22), y no era
ción puramente espiritual; si Agustín, continúan, hubiera dispuesto de los «un placer tan grande que pudiera ahogar el pensamiento del espíritu»
conocimientos médicos actuales, no hubiera hablado del dominio de la (4,39). De todos modos, para Agustín el placer sexual, tal como hoy lo
voluntad sobre los órganos sexuales antes del pecado original. conocemos, es un «mal» (4,23), hasta el punto de poder calificarlo de
Se equivocan estos defensores de Agustín. Éste se las hubiera inge- «pecado», «porque procede del pecado y empuja al pecado» (1,71).
niado para presentar el placer sexual como un efecto que siguió al peca- Como puede verse, su fobia sexual le acompaña hasta la tumba.
do original. En él el problema no es la fisiología, sino el desprecio por el En opinión de Agustín, el placer sexual, que de suyo obnubila el es-
placer, que para cimentarlo cualquier medio le parecía bueno. El ideal es- píritu y escapa al dominio de la voluntad, degrada la procreación hu-
toico de la impasibilidad, del dominio sobre sí mismo, unido a su propio mana al nivel de la animal: «La procreación, si bien tampoco fue elimi-
horror al placer fueron las causas —y no el estado de los conocimientos nada a través del pecado, se transformó, sin embargo, en algo distinto a
médicos de la época— de la exclusión de una dimensión esencial para la como hubiera sido si no se hubiera pecado. Porque, después de que el
realización de la existencia humana. «Lejos de nosotros creer que los es- hombre pecó y renunció a su puesto de honor y se puso a la altura de los
posos, en el paraíso, a través de esta libido (placer), de la que se aver- animales, procrea también de la misma manera que los animales, só-
gonzaron y cubrieron sus miembros, habrían llevado a cabo la bendición lo que en él centellea todavía la chispa de Dios» (La ciudad de Dios
del Creador. La libido surgió sólo después del pecado, y sólo después del XXII,24,2).
pecado la naturaleza, que antes no conocía la vergüenza, experimentó la Los esposos hacen un buen uso del mal que es el placer siempre que
libido, se dio cuenta de ello y sintió vergüenza porque había perdido el en cada acto tienen como finalidad la procreación, es decir, siempre que
dominio sobre el cuerpo, el cual anteriormente obedecía en todo» (La antes y durante el acto marital deseen tener un hijo. En el año 422,
ciudad de Dios 14,21). Agustín escribe contra Julián de Eclano: «Lo que no puede realizarse sin
En el último decenio de su vida Agustín se acerca, aunque muy poco, placer, no debe, sin embargo, realizarse por placer» (5,9). Y más ade-
a la postura de los pelagianos: admite la posibilidad del placer en el pa- lante: «Si existiera otra manera de tener hijos, entonces quedaría com-
raíso, si bien perfectamente dirigido y controlado. En su escrito contra los pletamente claro que la relación sexual sería una entrega al placer y
pelagianos del año 420 (Contra duas epístolas pelagianorum), admite que sería, por ello, un mal uso del mal que es el placer». Pero dado que nin-
en el paraíso o la relación sexual carecía de placer o, por el contrario, el gún hombre puede nacer si no es por la unión de los dos sexos, los es-
placer surgía por mandato de la voluntad en aquel momento en el que la posos que tienen relaciones con la intención de procrear, hacen «buen
razón juzgaba necesaria la relación sexual para engendrar hijos. «Si os uso de ese mal» (Contra Julianum 5,46). Cualquier manipulación para
satisface admitir la última proposición como aquello que realmente se dio conseguir la procreación sería, pues, mejor que el acto sexual.
en el paraíso, si os parece bien que en aquella situación feliz los hijos hu- Louise Brown, la primera niña probeta, habría satisfecho la mitad el
bieran sido procreados a través de un tal deseo carnal (concupiscentia ideal de Agustín referente a la concepción de los hijos: la madre no
carnalis) que ni se adelantaría al imperativo de la voluntad, ni vacilaría había experimentado placer en el momento de la concepción. El único in-
en seguirlo, ni se sustraería a su dominio, entonces no hay nada que com- conveniente que existe para que el ideal se diera por entero es el semen
batir» (1,17,35). conseguido por la masturbación placentera del padre. Si el semen del
Al final de su vida admite, pues, Agustín el placer dirigido por la vo- varón se consigue por intervención quirúrgica, se ha conseguido, en-
luntad y la razón. En la última obra de su vida (Contra Julianum), obra tonces, casi la situación paradisíaca, y todas las condiciones y exigencias
no concluida (429/430), escrita, pues, muy próximo a su muerte, vuelve de Agustín se habiían visto cumplidas. Si hacemos caso omiso de la
de nuevo al problema del placer, y todo parece que para él fue éste un anestesia, no tiene tampoco lugar aquí el oscurecimiento del espíritu, que
problema hasta el final. Julián de Eclano sostiene que el deseo sexual es tanto molestaba a Agustín en el acto sexual y que, más tarde, tanto ha-
el sexto sentido del cuerpo, es una energía neutra que se puede utilizar bría de censurar Tomás de Aquino.
bien o mal y que, además, la forma actual del impulso sexual es la En la virgen María se puede ver el altísimo honor que se rendía a la
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concepción sin placer. Su imagen la elevó Agustín, desde una perspectiva crito contra Julián, dice: «El apóstol no concedería el perdón si no hu-
celibataria, al nivel entonces más novedoso y que, en gran medida, con- biera reconocido que ahí hay un pecado» (Opus imperfectum 4,29).
tinúa hoy siendo el mismo: María concibió a Jesús de manera virginal, Dado que para Agustín la relación marital con miras a la procreación
sin tener que avergonzarse del placer y, por ello, le engendró sin dolor está libre de culpa, se sigue de aquí que el perdón de la falta afecta al acto
(Enchiridion 34). Las demás mujeres, para desgracia de ellas, permanecen sexual realizado no por «el placer del hijo», sino por «el placer de pla-
bajo la maldición del pecado original: «Con dolor darás a luz los hijos» cer» (De nupt. et conc. 1,14). Evidentemente, no se debe, piensa Agustín,
(Gn3,16). abusar de la disponibilidad que el apóstol tiene para el perdón. También
Comoquiera que la concepción virginal y la fecundación artificial son en el acto conyugal puede darse el pecado mortal por el exceso en el pla-
casos poco frecuentes, y que el modo ordinario, el modo no privilegiado cer, lo que sucede cuando uno se entrega al placer «sin medida». En este
de procrear no puede excluir el placer —Agustín mismo afirma no haber caso, la falta de dominio de sí es tal que la concesión y el perdón del
encontrado ningún marido que pueda decir de sí mismo que «ha tenido apóstol no bastan para cubrirla. Uno se ha convertido ya en «adúltero»
relaciones sexuales sólo con la esperanza de tener descendencia» (De con la propia esposa (Contra Julianum 2,7,20). Este tema de considerar
bono con. 13)—, propone Agustín esta receta: en el placer hay que dis- como pecado mortal la relación marital placentera habría de fascinar y
tinguir entre «sentir» y «buscar». «Distingue bien entre estas dos cosas», preocupar hasta nuestros días a teólogos y papas, como puede verse
nos amonesta. La sensación carnal es buena, el deseo carnal es una ex- claramente por la condenación del libro de Van de Velde.
citación mala. Por ello, es buena la relación sexual que se realiza con Para Agustín, el hecho de que el acto sexual —no obstante la atrac-
recta intención (léase: el hijo); pero es pecado si los esposos se entregan al ción de su placer, que a causa del pecado original ha alcanzado un
placer (Opus imperfectum 4,29). poder inquietante sobre el hombre— sea perdonable en determinadas cir-
Con este consejo, de tinte esquizofrénico hacia el matrimonio, y que cunstancias, es decir, pueda ser pecado venial e, incluso, estar libre de
se encuentra en el escrito contra Julián, inacabado por su muerte, termi- toda culpa si se realiza en función de la procreación, obedece a lo que él
na la obra de Agustín, pero para los esposos piadosos comenzó un pro- llama «los tres bienes del matrimonio» y que más tarde (a partir de la
blema que, al no haber encontrado solución, surgiría de nuevo en cual- primera Escolástica) se les designaría como «bienes que disculpan el
quier movimiento doctrinal inspirado en Agustín, por ejemplo, en el matrimonio». Estos tres «bienes» convierten el acto conyugal en tolera-
jansenismo. Luis XIV, teniendo la edad de 48 años, se lamentaba con el ble, le justifican moralmente y compensan el mal del placer, lo equilibran,
confesor de su segunda mujer, Madame de Maintenon, que ella no ponía con tal de que el placer no sea excesivo.
entusiasmo en el acto conyugal. El confesor, monseñor Godet des Ma- Los tres bienes son: 1) el hijo, 2) la fidelidad, 3) la indisolubilidad del
táis, obispo de Chartres, hizo a la esposa la observación que sigue: «Qué matrimonio. «El bien del matrimonio es de triple índole. La fidelidad, los
gracia tan grande es hacer por pura virtud lo que tantas otras mujeres hijos y el sacramento. La fidelidad no permite que se tengan relaciones
hacen con pasión, y, por ello, sin mérito». Quien no siente nada, se sexuales fuera del matrimonio; el bien que son los hijos hace que los hijos
llena de méritos delante de Dios. sean recibidos con amor, se les alimente bien y sean educados con esme-
Agustín piensa haber encontrado en Pablo una prueba por la que es ro; el sacramento atiende a que el matrimonio no se escinda o que el re-
pecado buscar el placer en el acto matrimonial. Pablo parece encomen- pudiado no pueda matrimoniar de nuevo» (De Gen. ad litt. 9,7,12).
darse a todos los celibatarios en esta frase erróneamente atribuida a él, Por la presencia de estos tres bienes compensadores, el acto marital será,
incluso hoy día, si bien hay algunas excepciones: «Bien le está al varón según Agustín, o disculpable (es decir, completamente libre de culpa) o
abstenerse de mujer» (1 Cor 7,1). Lo que, en realidad, hace Pablo con perdonable (es decir, pecado venial). Completamente libre de culpa es so-
esta frase no es iniciar su doctrina, sino transcribir la mente de los co- lamente la relación marital realizada en vistas a la procreación. El acto
rintios antes de dar él su propia respuesta. Después prosigue: «Esto lo sexual en el matrimonio llevado por placer será perdonado por el após-
digo como concesión (= os dejo libres en esto), no como mandato» tol en atención al bien de la fidelidad. No está exento de culpa, sino que
(7,6). Agustín lo vierte así: «lo digo como perdón» (venia), y con ello se es perdonable.
está refiriendo al hecho de unirse de nuevo los esposos para el acto con- Queda aquí una cuestión abierta, pues en el acto conyugal intervie-
yugal. Agustín repite una y otra vez en sus escritos que el acto sexual de nen dos personas. Una, por ejemplo, puede intencionar el placer y la otra,
los esposos tiene el perdón del apóstol: «En la misma acción con la que el tal vez, no. También sobre este punto Agustín ha hecho su reflexión y
apóstol concede el perdón, señala claramente la falta» (De peccato ori- distinción: quien requiere del otro el acto (sin intención procreadora) co-
ginali 42). Lo mismo dice en otro texto: «Allí donde se debe conceder el mete un pecado perdonable, es decir, venial. Sin embargo, quien a ins-
perdón, no existen razones para poder negar la presencia de la falta» (De tancias del otro concede la relación y no busca placer, está disculpado.
nupt. et conc. 1,14). También en la última de todas sus obras, en el es- No necesita el perdón del apóstol. En una cierta contradicción con su

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tesis de la procreación como único fin legítimo del matrimonio, Agustín Evidentemente, con estas observaciones Agustín no pretende intro-
califica también como carente de culpa el debitum reddere (el cumpli- ducir una poligamia que él sitúa en el Antiguo Testamento. Pero bien
miento del deber conyugal requerido por el otro): «Cumplir con el pro- vale la pena constatar que para Agustín la poligamia no va contra el
pio deber conyugal no conlleva culpa alguna, pero reclamar el deber con- orden natural de la creación. Sí lo estaría, sin embargo, la poliandria, ya
yugal situándose por encima de la necesidad de la procreación, es pecado que sólo de las mujeres se dice que son las esclavas de sus maridos. Las
venial» (Serm. 51,13). Los esposos tienen el deber estricto de no negar la palabras de Agustín dicen exactamente: «Ahora bien, un esclavo no
relación a su pareja para evitar que el otro caiga en un pecado todavía tiene nunca muchos señores; un señor, empero, tiene muchos esclavos.
más grave. Agustín, pues, no niega la idea paulina del matrimonio como Así, nunca hemos podido oír que las santas mujeres sirvieran a muchos
«medio de salvación contra la concupiscencia». maridos que viven al mismo tiempo. En cambio, sí leemos que muchas
Está dentro completamente del sentir de Agustín el consejo que el mujeres santas sirvieron a un marido... Esto no va contra la esencia del
obispo de Chartres da, como confesor, a Madame de Maintenon después matrimonio» (De bono con. 17,20). Mientras en el contrato matrimo-
de haber escuchado a Luis XIV lamentarse de la falta de entusiasmo de nial civil del derecho romano de aquella época no figura cláusula alguna
su esposa en el acto conyugal: «Hay obligación de ofrecer asilo a la de- concerniente a la subordinación de la mujer al hombre (cf. Kari Elisabeth
bilidad del hombre, quien de otra manera se extraviaría». La insensibi- Borresen, Subordination et equivalence, 1968, p. 82 ss.), Agustín remite
lidad de la esposa, causada por su frigidez, le aumentaba el mérito. al contrato matrimonial de los cristianos, suscrito por el obispo y en el
Conocida la escala de valores de Agustín, resulta casi innecesario cual se subraya la subordinación de la mujer al varón (Serm. 37,6,7 y
añadir que él condena la relación con la esposa en menstruación, o en- 332,4). Agustín tenía a disposición un ejemplo patente de esposa-esclava,
cinta, o con la que está ya más allá de la menopausia: «La verdadera cas- producto de la moral cristiana: su madre, santa Mónica. Escribe así:
tidad conyugal se abstiene de las relaciones sexuales con la mujer mens- «Cuando cumplióla edad requerida para casarse, fue entregada a un
truante y con la mujer encinta, abandona, sí, todo encuentro marital hombre, a quien ella sirvió como a su señor... Soportó, asimismo, su in-
cuando ya no hay la menor perspectiva posible de concebir, como es el fidelidad matrimonial de tal manera que nunca tuvo con su marido nin-
caso de las personas ancianas» (Contra Julianum 3,21,43). gún conflicto por este motivo... Cuando muchas mujeres, que tenían
maridos menos violentos que el suyo, mostraban en sus rostros señales de
Esta manera unilateral de ver el matrimonio, la exclusión total de la haber sido golpeadas y, hablando con sus amigas, éstas culpaban a sus
dimensión personal en el acto marital, el afán de aplastar la sexualidad, maridos, Mónica no les daba la razón, Mónica veía la culpa en ellas por-
llevan a Agustín a formular estas normas: el cristiano debe tener siempre que no habían sabido callarse. Ella les recordaba entre bromas, pero en
la mirada puesta en la vida eterna, pues cuanto más ame la inmortalidad, serio, que deberían ser conscientes de que se habían convertido en escla-
con tanto mayor ardor odiará lo que es transitorio. Por ello, el esposo vas desde el momento de la lectura del contrato matrimonial. Y que si re-
cristiano abomina la unión que es mortal y se vuelve hacia «aquello cordasen su situación, no se sublevarían contra sus señores». Prosigue
que puede entrar en el reino». Con este propósito tiene que intentar él Agustín contando que el hecho de ver que Mónica no fue golpeada
formar a su esposa. «La ama porque es persona, y la odia porque es nunca por Patricio, su colérico marido (y padre de Agustín), animó a mu-
mujer» (Sobre el sermón de la montaña 1,41). chas mujeres a seguir su ejemplo. «Las mujeres que siguieron su ejemplo
Con esta magnificación extremada de la procreación como fin abso- se lo agradecieron Las que no lo siguieron, continuaron recibiendo
luto, no debe extrañar que Agustín prefiera la poligamia a la actitud de malos tratos» (Confesiones IX,9). La afirmación de que la religión cris-
aquel que ama a una única mujer por sí misma y que por sí misma la tiana significó una liberación para la mujer tiene tanta falsedad como
desea. «Yo apruebo de mejor grado usar de la fecundidad de muchas años. -
mujeres por un fin que no sea búsqueda egoísta de sí mismo, que usar de Agustín puso más empeño en acentuar la aversión al placer que en
la carne de una sola mujer por amor de la carne misma. Pues, en el pri- subrayar la procreación como fin del matrimonio. Esto se deja ver en el
mer caso, se busca una utilidad más adecuada a los tiempos del Antiguo hecho del partido que toma a favor del así llamado matrimonio de José,
Testamento, y en el segundo caso, se trata de satisfacer un placer orien- es decir, de la abstinencia completa en el matrimonio, y que habría de
tado hacia los deleites terrenos. Por esta razón, aquellos a quienes, a encontrar eco en numerosas vidas de santos a lo largo de la historia de la
causa de su incontinencia, el apóstol, en 1 Cor 7,6, les permite, al mismo Iglesia. Agustín anima con estas palabras a una mujer que vivía con su
tiempo que les perdona, la relación carnal con la mujer, se encuentran en marido en continencia total: «Por razón de absteneros, de común acuer-
una grada más baja del camino que conduce a Dios que aquellos que, a do, de la unión camal tu hombre no deja de ser tu esposo. Al contrario,
pesar de sus muchas esposas, intencionan sólo en su convivencia conyu- permaneceréis sieido esposos tanto más santos cuanto más santamente
gal la procreación de los hijos» (Sobre la doctrina cristiana III, 18,27). os atengáis juntos i la decisión tomada» (Ep. 262,4). Para Agustín la vir-
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ginidad es un valor más alto que el matrimonio, y el matrimonio sin re-
laciones sexuales es más valioso que el que las tiene. Los esposos pro-
gresan moralmente cuando de común acuerdo renuncian a las relaciones.
«Quien en nuestros días ha alcanzado un amor perfecto de Dios, tiene
sólo, sin duda, una exigencia espiritual de la prole» (De bono con. 3,3; Capítulo 7
8,9; 17,19).
Dado que el placer sexual tiene el poder de matar el espíritu, Agustín EL DESARROLLO HISTÓRICO DEL CELIBATO
recomienda la abstinencia los domingos y festivos, en el tiempo de cua-
resma, durante el catecumenado (tiempo de preparación para el bautis-
mo) y, en general, en los tiempos de oración. Él piensa que la oración
agrada a Dios más cuando es espiritual, es decir, cuando el hombre está
liberado de deseos carnales (De fide et op. 6,8). Agustín no estaba solo
cuando reclamaba estas exigencias. Su contemporáneo Jerónimo las de-
ducía de 1 Cor 7,5: «No os neguéis el uno al otro sino de mutuo acuer-
do, por cierto tiempo, para daros a la oración; luego, volved a estar jun-
tos» (versión según la Biblia de Jerusalén). En relación a esto escribe
Jerónimo: «El apóstol dice que el hombre no puede rezar mientras tiene
relaciones con su mujer. Si, pues, durante el acto marital es imposible El celibato católico tiene raíces paganas. Las prescripciones celibatarias
orar, con mayor razón será imposible hacer lo que es más, a saber, reci- de pureza hunden sus raíces en la conciencia religiosa de la edad de pie-
bir el cuerpo de Cristo... Me dirijo a la conciencia de quienes, en el dra. Surgen del pavor ante lo numinoso inaccesible o ante el miedo que
mismo día que tienen relaciones conyugales, se acercan a comulgar» inspiraran las divinidades. En el evangelio del amor de Dios esa norma-
(Ep. .48,15). También Orígenes (f 253) abunda en la misma idea: «Fri- tiva no tiene ningún sentido.
volamente entra en el santuario de la iglesia quien después de haber te- Para no mancharse con la relación sexual y poder servir, de este
nido el acto marital y con su impureza viene para recibir temerariamen- modo, de mediadores puros y santos entre los hombres y Dios o la
te el pan de la eucaristía. Él deshonra y profana lo santo» (Select. in diosa, muchos sacerdotes paganos se castraron. Ejemplos de estas cas-
Ezech. cap. 7). traciones con sentido religioso se encuentran en Babilonia, Líbano, Fe-
Así se le dio la vuelta a la indicación de Pablo. Su disposición co- nicia, Chipre, Siria, en el culto de Artemisa en Éfeso, en el culto de Osi-
mienza con la frase: «No os neguéis el uno al otro». Más adelante habla ris en Egipto, o en el culto frigio a Cibeles y Atis, que se difundió
del común acuerdo de los esposos. Con el tiempo, del «no-querer-tener- ampliamente por Oriente y Occidente (cf. Peter Browe, Zur Geschichte
relaciones» con el fin de orar, decisión tomada por ambos, se pasa len- der Entmannung, 1936, p. 13 ss.).
tamente a una prohibición severa en la que se regulan las relaciones K. Deschner, en su obra La cruz con la Iglesia. Una historia sexual
antes y después de la oración, los domingos y días festivos, el tiempo de del cristianismo (1974), describe la existencia de una creencia que se pier-
cuaresma y, a ser posible, siempre. Volveremos más adelante sobre este de en la lejanía del tiempo y según la cual la cercanía a los dioses reclama
tema central del cristianismo, el tema de lo que pasa si se quiere tener un la abstinencia sexual. Según Demóstenes (f 322 a.C), había que «guar-
hijo en domingo y de lo que el destino le depara a este hijo del domingo. dar durante unos determinados días la continencia» si se quería entrar en
el templo o tocar los objetos sagrados. Tibulo (f hacia el 17 a.C.) dice:
«Yo os mando que se mantenga lejos del altar cualquiera que en la
noche anterior haya gozado de los placeres del amor» (Eleg. 11,11).
Igualmente Plutarco (f hacia el 120 d.C.) previene entrar en el templo o
hacer ofrendas después de mantenida la relación sexual. Debe mediar, al
menos, una noche ¡' el sueño (Quaest. conv. 3,6). Una inscripción en el
templo de Pérgamc estipula un día de purificación cuando la relación se-
xual se ha tenido dentro del matrimonio, y dos si ha sido fuera de él.
La Iglesia, p o r su parte, busca con afán en la antigüedad reliquias ce-
libatarias como quien busca la antigua nobleza de los antepasados, y no
se avergüenza de interpretarlas en su propio favor. En el año 1936, es-

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cribe Pío XI sobre el celibato: «Ya los antiguos romanos reconocieron lo berán ser excluidos del estado clerical». No se trata aquí todavía del ce-
conveniente que era un tal comportamiento. Una de sus leyes que dice: libato en sentido propio, no se exige la soltería sacerdotal, ni se pretende
"A los dioses hay que acercarse castos" fue proferida por uno de sus que se renuncie a las esposas, pero esa disposición, que prohibe a los sa-
grandes oradores» (circular Das katholische Priestertum, versión ale- cerdotes mantener relaciones ulteriores con sus esposas, fue el primer
mana auténtica, 1936, p. 18). El papa, pues, no se avergüenza de citar paso dado en una larga historia de represión.
aquí a Cicerón (De legibus lib. 2, cap. 8) y presentarle como predicador Las pretensiones de Elvira no supusieron mucho para el conjunto de
del celibato. Lo hace sin caer en la cuenta de que está equiparando la pu- la Iglesia, y añadamos, de inmediato, que la Iglesia oriental no llevó a
reza, tal como la entendían los romanos, con el celibato, y, como conse- cabo, en modo alguno, la celibatización obligatoria que avanzaba —y di-
cuencia de esto, asocia matrimonio con impureza. gamos también que este desarrollo en Occidente no fue lo último que
La obligatoriedad del celibato para los sacerdotes católicos, tal como causó el cisma entre la Iglesia oriental y occidental—. Pero la cosa no
hoy se nos presenta, tiene como trasfondo la hostilidad que los teólogos quedó en un sínodo solo. Siguieron otros sínodos y padres de la Iglesia y
que marcan las pautas, y en especial los papas, muestran hacia el matri- sobre todo papas que trataron, una y otra vez, de imponer el celibato. En
monio y la sexualidad. Los inicios de esta volatilización del cuerpo que el primer concilio general de Nicea (325) todavía falló el intento de im-
hacen los celibatarios se encuentran ya en los primeros siglos, pero su es- poner a toda la Iglesia leyes contra tales matrimonios, similares a las pro-
tatuto jurídico se desarrolla posteriormente en dos fases. La primera mulgadas en el sínodo de Elvira. Se acepta que haya sido el obispo es-
tiene lugar cuando en el año 1139 el papa Inocencio II declara la orde- pañol Osio de Córdoba, que ya en Elvira intervino significativamente,
nación sacerdotal como impedimento inderogable para contraer matri- quien propuso también en Nicea prohibir a los sacerdotes las relaciones
monio. Matrimonio y sacerdocio se excluyen jurídicamente tras la con- conyugales. Según cuenta el historiador Sócrates (f hacia el 450), el
sagración sacerdotal; todo matrimonio con posterioridad a la ordenación obispo egipcio Pafnucio, célibe y de gran ascendencia, que había perdido
sacerdotal es inválido. Así, la Iglesia tenía ya en sus manos un recurso un ojo y un tendón de la rodilla durante la persecución de los cristianos
para impedir el matrimonio de los sacerdotes. Pero en el concilio triden- bajo el emperador Diocleciano, se levantó y dijo que no había que im-
tino (1545-1563), al introducirse la obligación de una fórmula para la ce- poner a los sacerdotes un yugo tan grande, pues el matrimonio era una
lebración del matrimonio, la Iglesia creó con ello un segundo elemento de cosa digna. Que bastaba que aquellos que entraban en el clero y no es-
control. Hasta aquel entonces, la celebración del matrimonio carecía de taban casados no pudieran contraer matrimonio, pero que no había que
forma, es decir, cualquiera podía contraer válidamente matrimonio en se- separar a ningún sacerdote de su mujer con la cual se había desposado
creto sin la presencia del párroco ni testigos. Al hacerse obligatoria la cuando aún era laico. Que la intervención de Pafnucio sea histórica o le-
forma, es decir, al ser necesaria la presencia del párroco competente y de gendaria, como pensaron algunos que en Occidente abogaban por el
los testigos, se conseguía que los casados secretamente no accedieran al celibato, es cosa sin importancia, pues tanto una postura como la otra
sacerdocio. Si desde 1139 era imposible a los sacerdotes casarse, desde pone de manifiesto la praxis existente en Oriente y la contestación que
Trento se impidió que los casados fueran ordenados sacerdotes. A la los contemporáneos hacían al celibato.
época del matrimonio autorizado para los sacerdotes, siguió la época del Los sínodos siguientes no mantuvieron una línea unitaria. El sínodo
matrimonio secreto (clandestino) y perseguido de los sacerdotes. Después de Granga (340/41) salió en defensa de los sacerdotes casados e hizo
de Trento quedó, como última y triste salida, el concubinato, que llegó a frente a quienes no querían participar en las misas que ellos celebraban.
darse en no pocos casos. La historia del celibato no fue una historia fácil, Los Cánones apostólicos (hacia el 380) excomulgaban a cualquier obis-
no tanto para sus iniciadores y hostigadores cuanto para las personas po o sacerdote que repudiara a su mujer apelando a la piedad religiosa.
afectadas. Muchos se vieron hundidos, sobre todo las mujeres. Sin embargo, el concilio de Cartago del año 390, por ejemplo, asume las
La idea que aspiraba a coaccionar y a «desgarrar con un eterno obligaciones que el concilio de Elvira dictó para los clérigos (can. 2) y
anatema el trato de los sacerdotes con las mujeres», como pretendía el esto mismo hace el sínodo de Cartago del 401 (can. 4). Pero también sur-
papa Gregorio VII (t 1085), principal defensor del celibato (C. J. Hefele, gieron exigencias más rigurosas. El sínodo romano del papa Inocencio I
Konziliengeschichte, 1863, vol. 5, p. 22), hacía ya mucho tiempo, antes (f 417) del año 402 dictamina: «Los obispos, sacerdotes y diáconos no
de él, que en la Iglesia tenía voz y espacio. El primer paso oficial funda- deben estar desposados» (can. 3). Sin embargo, esta prescripción no
mental se da en el canon 33 del sínodo español de Elvira, de principios tuvo consecuencias jurídicas para la Iglesia. De hecho, se continuó or-
del siglo IV. Determina que «se obligue a los obispos, sacerdotes y diá- denando sacerdotes a los casados, y otros sínodos sucesivos se limitaron
conos así como a todos los clérigos a quienes se les ha encomendado el a prescribir a sus clérigos la continencia marital, por ejemplo, el sínodo
servicio del altar, que se abstengan de las relaciones sexuales con sus es- de Arles del 443 (can. 3 s.) y el tercer sínodo de Orleans del 538 (can. 2).
posas y no tengan más hijos en adelante. Quienes no se atengan a ello de- En la realidad, la pauta era ésta: «Sacerdotes y diáconos no pueden

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tener la misma habitación y la misma cama que sus mujeres para evitar la terio: a todos los sacerdotes de la ciudad les indujo a trasladarse a ese
sospecha de la relación carnal» (IV sínodo de Orleans del año 541, can. «monasterio de clérigos» y todo el que se fuera a ordenar de sacerdote
17). El sínodo de Clermont del año 535 determina: «Quien sea ordenado debería comprometerse a vivir en ese monasterio bajo su vigilancia.
de diácono o sacerdote no debe continuar con las relaciones maritales. Él Fue decisivo que los papas asumieran este tema como algo muy im-
se convierte en un hermano de la que hasta entonces había sido su espo- portante. En primer lugar, hay que traer aquí a Siricio, a quien ya hemos
sa» (can. 12). El sínodo de Tours, celebrado en el año 567, emanó la evaluado en la introducción. En la mencionada carta que escribió al
norma por la que el obispo se debía regir en su vida matrimonial: «El obispo Himerio de Tarragona en el año 385 describe el comportamiento
obispo debe considerar a su mujer únicamente como una hermana suya. de los sacerdotes que mantienen relaciones con sus esposas como un
Donde quiera que él se encuentre, debe estar constantemente rodeado de «oprobio a la dignidad de la religión» y un «crimen». Para él, estos sa-
clérigos, y su habitación y la de su mujer deben estar separadas, de tal cerdotes son «maestros del pecado», aquellos que «se entregan a la ser-
manera que los clérigos que le sirven no tengan contacto alguno con las vidumbre del placer». FJI la carta que escribió en el año 386 a los obispos
mujeres que sirven a la esposa del obispo» (can. 12). Y todavía sigue: de África, habla de «oprobio», de «contaminación por la concupiscencia
«Comoquiera que muchísimos arciprestes de los pueblos, diáconos y de la carne», y atribuye a estos sacerdotes, a quienes hace afrenta, las pa-
subdiáconos están bajo sospecha de mantener relaciones maritales con labras de la carta de Tito: «Para los manchados e incrédulos nada hay
sus esposas, el arcipreste deberá tener consigo continuamente un clérigo puro». Por lo demás, en una carta que escribió a los obispos de la Galia,
que le acompañe a todas partes y que tenga también su cama en la o bien el papa Siricio o bien su predecesor, el papa Dámaso (f 384) (la
misma habitación». Ni un solo movimiento podía escapar a la observa- autoría no es muy segura), con el fin de inculcar a los sacerdotes la abs-
ción, pues «para ello podían turnarse siete subdiáconos, lectores o laicos» tinencia con sus esposas, les alerta que Adán, debido a la transgresión del
(can. 19). Se trataba, pues, de turnos de vigilancia que se hacía desde la precepto de la abstinencia, fue «expulsado del paraíso». El papa Dáma-
cama de control que se encontraba en la misma habitación. Únicamente so o el papa Siricio eran, evidentemente, partidarios de una concepción,
el obispo podía dormir solo, pero también estaba obligado a hacerlo poco después superada por Agustín, según la cual en el paraíso no tenían
solo» No obstante, el sínodo de Toledo, que presidió san Isidoro de Se- lugar relaciones sexuales. El papa León I, el Magno (f 461), fue el primer
villa en el año 633, declaraba: «Dado que los eclesiásticos han causado, papa que declaró la obligación de la continencia marital también para los
con su modo de vida, no poco escándalo, los obispos deben tener en su subdiáconos. En una carta, que data del año 446, y que envió al obispo
habitación testigos de su vida con el fin de hacer desaparecer en los laicos Atanasio de Tesalónica, dice: «Pues mientras que a los que están fuera
todo recelo al respecto» (can. 22). Sin embargo, por lo que hace a los del orden clerical se les concede entregarse a la comunidad matrimonial
obispos, la situación era todo un dilema, pues el sínodo de París del año y a la procreación de los hijos, no se permite, en cambio, ni siquiera a los
829 determina que «no está permitido al sacerdote denunciar los pecados subdiáconos, con el fin de representar la pureza inherente a la abstinen-
del obispo, toda vez que está subordinado a éste» (can. 20). En todo este cia total, el matrimonio carnal, de manera que quienes tienen esposa
asunto, lo único que podía proporcionar una cierta seguridad era que los deben comportarse como si no la tuvieran» (Carta 14, cap. 4). Casi en el
sacerdotes casados vivieran separados de sus respectivas esposas. Y así te- mismo sentido se dirige en una carta posterior (458 ó 459) al obispo
nemos que el sínodo de Lyon del año 583 establece: «Los clérigos casa- Rústico de Narbona, en la cual prohibe, ciertamente, abandonar a las es-
dos no deben vivir juntos con sus esposas» (can. 1). Lo mismo determina posas: «La ley de la continencia es para los servidores del altar la misma
el sínodo de Toledo del año 589 (can. 5). que para los obispos y sacerdotes. Estos, cuando eran laicos o lectores,
Fueron principalmente los padres de la Iglesia quienes se empeñaron podían lícitamente casarse y también tener hijos. Pero, una vez alcanza-
en la lucha a favor del celibato. El padre de la Iglesia Cirilo de Jerusalén dos los grados anteriormente mencionados, comienza el momento en el
(f 386) sostiene que «un buen sacerdote se abstiene de la mujer» (Catc- que lo que hasta entonces les estaba permitido, no les es permitido más.
quesis 12,25). Y Jerónimo, en su obra contra Vigilancio, critica a los Pero ello no quiere decir que haya que abandonar a las esposas para que
obispos que transigen «que las esposas de los clérigos estén en estado de de un matrimonio carnal surja un matrimonio espiritual, sino que deben
buena esperanza y que los hijos griten en los brazos de sus madres»: «A comportarse con sus esposas como si no las tuvieran, es decir, conser-
la postre, no nos distinguimos en nada de los cerdos» (cap. 2). De los sa- vando el amor matrimonial al mismo tiempo que cesa la obra marital»
cerdotes que continúan «teniendo hijos», Ambrosio afirma que «rezan (Carta 167, pregunta 3). Una orientación similar la da el papa Gregorio
por los demás con un espíritu impuro y también con un cuerpo impuro» I, el Magno (t 604), en carta dirigida al obispo León de Catania: «Quie-
(Sobre los deberes de los servidores de la Iglesia 11,249). Agustín, desde el ra vuestra fraternidad mirar con todo cuidado que los que ya han al-
norte de África, impulsó con denuedo las ideas celibatarias. En el año canzado esta sublime consagración, no se tomen la libertad de tener re-
395, nombrado obispo de Hipona, levantó inmediatamente un monas- laciones sexuales con sus esposas, quienes las tuvieren, y disponer,

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también con todo rigor, que todo sea observado como si estuviera bajo la obispo deberá atender a los cuidados de ella. Si es digna, podrá hacerse
mirada de la sede apostólica». Exigía de los sacerdotes, desde el día de su diaconisa».
ordenación, que a sus esposas «las amasen como a una hermana y hu- Se puede ver por aquí que el sentimiento de impureza que afecta al
yeran de ellas como de un enemigo» (Dial. IV,11). acto matrimonial, es decir, la profanación del sacerdote a través del ma-
Dentro de este contexto, el papa Gregorio narra el ejemplar «tránsi- trimonio, está también vivo en Bizancio, pero tuvo siempre consecuencias
to del alma de un sacerdote de Nórica». El caso se lo contó el venerable más benignas que con los papas. Y, por eso, no debe extrañar que el
abad Esteban, «quien no hace mucho tiempo murió aquí en Roma». Este papa Sergio I se negara a firmar las conclusiones que ya habían firmado
sacerdote de Nórica tenía como principio «amar a su esposa como a una el emperador y 211 patriarcas, obispos y representantes de los obispos.
hermana y huir de ella como de un enemigo», y lo llevó a cabo ejem- Dijo que era preferible morir. Se sucedieron luego numerosos enredos
plarmente durante toda su vida. Gregorio cuenta: «Por ello, este hombre hasta que el papa Juan VIII (872-882), casi dos siglos más tarde, aceptó
se negaba a que su mujer le atendiese en las cosas más necesarias, con el las resoluciones, pero empleando una fórmula elástica: acepta todos
fin de no caer en el pecado con ocasión de ella». Después de que el aquellos cánones del sínodo Trulano II que «no contradigan la fe verda-
papa apreció la santidad que este buen hombre de Nórica tenía en grado dera, las buenas costumbres y los decretos de Roma» (Hefele III, p. 316
heroico, que superaba con creces la perfección normal de los clérigos, ss.). Todo hacía pensar que, ante sus ojos, la vida marital sacerdotal se
quienes muy a gusto se dejan servir con agrado y cumplidamente por las opone a los tres puntos. La Iglesia ortodoxa fundamenta todavía hoy su
mujeres y que se niegan a servirse a sí mismos siquiera una vez, prosigue: praxis, en relación a esta cuestión, en las decisiones tomadas en el sínodo
«Este digno sacerdote, pues, que ya había hecho una larga vida, cayó en- Trulano. Los sacerdotes pueden contraer matrimonio antes de ser orde-
fermo, aquejado de una gran fiebre, a los cuarenta años de su ordenación nados y permanecer casados después de recibir el presbiterado. Sola-
sacerdotal, y se acercaba al fin. Cuando su esposa se dio cuenta de que mente para los obispos cambió algo: para evitar el alejamiento de las es-
sus miembros posaban lacios y que él yacía como si estuviera muerto, posas, solamente pueden ser consagrados obispos los que son monjes.
quiso ver si todavía había en él un aliento de vida y con este fin acercó En Occidente, por el contrario, el proceso, llevado adelante como se
ella el oído a su nariz». Sintió esto el sacerdote ejemplar y gritó: «Mujer, había configurado en el sínodo español de Elvira, tomó un curso más en-
aléjate de mí..., bienvenidos, señores míos, bienvenidos, señores míos..., durecido. En Alemania, Bonifacio (f 754), el así llamado apóstol de los
ya voy, ya voy». Con esto había entrado él en el club celestial de los se- alemanes, consideró como tarea suya principal luchar contra el clero ca-
ñores celibatarios. Gregorio termina su narración pensando que fueron sado de su tiempo. De la dureza con la que san Bonifacio persiguió su
los santos apóstoles (evidentemente, sin sus mujeres) quienes salieron al propósito dan buena cuenta los castigos que impuso a los «lujuriosos»
encuentro de este santo sacerdote de Nórica cuando murió (Dial. IV,11). sacerdotes, monjes y monjas, en el primer concilio alemán que él convo-
A consecuencia de la severidad con la que la Iglesia de Occidente tra- có en el año 742. Un sacerdote culpable debe «permanecer dos años en la
taba el celibato, la Iglesia universal comenzó a fraccionarse. La ruptura, cárcel, pero previamente debe ser públicamente golpeado y azotado,
que ya se había puesto en marcha en el concilio general de Nicea (325), después el obispo puede mandar repetir el castigo». Los monjes y las
se abrió considerablemente en el Trulano II, un sínodo del año 691/692, monjas debían, «después de recibir la tercera paliza, ir a la cárcel y allí
y cuyo nombre viene del «Trullos», la sala abovedada de reuniones del hacer penitencia durante el transcurso de un año». Igualmente, a las
palacio imperial de Bizancio. Este sínodo tiene todavía hoy una impor- monjas «se les cortaba todos los cabellos de la cabeza» (Obras completas
tancia decisiva para la Iglesia ortodoxa, hasta el punto de considerarle de san Bonifacio, 1859, vol. II, p. 7). A pesar de la actitud rigurosa
como el séptimo concilio general. El concilio lo convocó el emperador adoptada por la Iglesia, parece ser que todavía hacia el año 1000 la
Justiniano II como un sínodo del Imperio. En la cuestión del celibato, el mayor parte de los clérigos estaban casados.
sínodo se pronunció, en parte, contra el papa y abogó, en parte, por un Con el papa León IX (f 1054) comienza la reforma gregoriana, un
compromiso. El canon 13 reza: «En la Iglesia romana, los que deseen re- movimiento que toma su nombre del papa Gregorio VII (f 1085). En el
cibir el diaconado o el presbiterado deben prometer no tener en adelan- seno de la Iglesia católica, los movimientos de reforma, además de ser
te relaciones maritales con sus esposas. Pero nosotros, en atención a los una consolidación del poder papal, significan principalmente represión de
Cánones apostólicos (n. 6), les permitimos proseguir la vida matrimonial. la mujer e inculcación del celibato. El papa León IX ordenó, en un síno-
Quien rompa dicho matrimonio, debe ser depuesto, y el clérigo que do tenido en Roma, que las mujeres de los sacerdotes pasaran a servir,
abandona a su mujer apelando a la piedad religiosa, debe ser excomul- como esclavas, en el palacio del Laterano (véase Kempf, en Jedin, Hand-
gado. Si se obstina en ello, debe ser depuesto». La fórmula de compro- buch d. Kirchengeschichte, vol. III/I, 1966, p. 407 ss.). Su legado, el
miso con Roma se encuentra en el canon 48: «Si alguno es consagrado cardenal Umberto, fue quien rompió definitivamente la unidad con la
obispo, su esposa deberá ir a un monasterio un tanto alejado. Pero el Iglesia oriental, en la cual, hoy todavía, se casan los sacerdotes. No hay

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que consignar al puro azar que el gran cisma entre la Iglesia oriental y la case»). El papa quería hacerles vivir, a la fuerza, como ángeles. Y yendo
occidental se haya producido en tiempos de la reforma gregoriana, toda contra el curso habitual de la naturaleza, lo que provocaba era la forni-
vez que la cuestión relativa al matrimonio de los sacerdotes jugó un cación. De mantenerse anclado en su posición, ellos habrían renunciado
papel decisivo en dicha reforma. El cardenal Umberto, que como dele- antes al sacerdocio que al matrimonio, y entonces vería de dónde sacaba
gado papal encabezaba la delegación enviada a Bizancio y que el día 16 ángeles para servir en la Iglesia (Hefele, V, p. 23 s.). Y ahora es Sigebert
de julio de 1054 lanzó el anatema sobre la Iglesia oriental, describía la di- de Gemblours el que escribe: «Muchos han llegado a ver en la prohibi-
ferencia, por lo que hace a este punto, entre Roma y Bizancio, de esta ción que hace de asistir a la misa de los sacerdotes casados una abierta
manera: «Jóvenes esposos, exhaustos por el placer sexual, se ponen, se- contradicción con la doctrina de los padres. De aquí nació un malestar
guidamente, a servir al altar. E inmediatamente después de esto, con sus tan grande que nunca la Iglesia estuvo dividida por un cisma tan grande.
manos santificadas por el cuerpo inmaculado de Cristo, vuelven a abra- Sólo pocos guardan la continencia» (Hefele, V, p. 24).
zar a sus mujeres. Esto no es el distintivo de una fe verdadera, sino el in- El arzobispo Sigfredo de Maguncia siguió al papa, no sin haber pa-
vento de Satanás». En la Iglesia latina, dijo el cardenal, son ordenados sa- sado antes por muchas vacilaciones (Hefele, V, p. 25 s.). El animó a sus
cerdotes únicamente quienes prometen continencia (C. Will, Acta et clérigos a hacer «voluntariamente» lo que ellos debían hacer, es decir, o
scripta quae de controversüs ecclesiae graecae et latinae, 1861, p. 126). renunciar al matrimonio o abandonar el sacerdocio, y les aseguraba, a su
El patriarca Pedro de Antioquía dio una explicación irónica a la vez, que el papa le obligaba a tomar tal actitud. EJ enconamiento de los
prescripción del celibato en la Iglesia occidental. En su opinión, los lati- sacerdotes fue tan grande que unos pedían la destitución del obispo y
nos habrían podido perder, seguramente, los documentos genuinos del otros, incluso, su muerte, con el fin de intimidar a su sucesor para que se
concilio de Nicea cuando los vándalos saquearon Roma. También él se cuidara de dirigir semejantes atentados contra su matrimonio. El arzo-
puso de parte del clero desposado de su patriarcado (Georg Denzler, Das bispo envió mensajeros a Roma para rogar al papa que fuera menos se-
Papsttum und der Amtszólibat, vol. I, 1973, p. 54). vero. Pero su petición no se vio cumplida. En el sínodo de Maguncia del
Otro paladín de la reforma gregoriana es Pedro Damiano (f 1072), año 1075 se presentó el arzobispo Heinrich de Chur en calidad de dele-
predicador cuaresmal y adversario de las mujeres. Si Cristo ha nacido de gado plenipotenciario del papa y ordenó al arzobispo que obligara a sus
una virgen, es necesario que sean también almas vírgenes las que le sirvan clérigos a renunciar al matrimonio o al sacerdocio. Una vez más la fu-
en la celebración de la eucaristía. Sólo manos vírgenes pueden tocar el riosa protesta fue tan poderosa y la situación para el arzobispo tan pre-
cuerpo del Señor (De dignitate sacerdotii). Como no le entrara en la ca- caria, que no se atrevió a emprender nada en esta ocasión. Protestas pa-
beza el hecho de que Pedro, el primer papa, estuviera casado, este hom- recidas surgieron en Passau contra el obispo Altmann, quien calificaba el
bre, píamente celoso del celibato, pensó: «Pedro lavó en la sangre de su matrimonio de los sacerdotes de «vicio» sobre el cual caería el castigo
martirio la mancha del matrimonio» (De perfectione monachorum). eterno (Hefele, V, p. 27). Se llegaron a dar, incluso, agresiones físicas
El defensor más insobornable del celibato fue Gregorio VII (1073- contra el obispo.
1085). De acuerdo con las leyes eclesiásticas de la época, el sacerdote, in- Quien llegó a hacer exactamente todo lo contrario de lo que orde-
cluso después de su ordenación, podía contraer matrimonio válido, si naba el papa fue el obispo Otto de Constanza: no solamente permitió a
bien, desde ese momento, no podía ejercer el ministerio sacerdotal. Cier- los sacerdotes casados permanecer en su vida matrimonial, sino que au-
tamente, esta disposición se quedó en pura teoría, pues muchos sacer- torizó también a casarse a los sacerdotes que no lo estaban. El papa es-
dotes tenían esposa y tenían también el ejercicio del ministerio. Ésta era cribió una encíclica en la cual invitaba a todos los sacerdotes y laicos de
la práctica habitual en muchos lugares. En carta dirigida a Bernoldo, Alemania a no obedecer a los obispos que estaban contra el celibato. En
obispo de Constanza, le deja muy claro qué sea para él el matrimonio del el año 1078 el papa puso en entredicho una carta de san Ulrico de
sacerdote: para él es crimen fornicationis, el crimen de la fornicación. Y Augsburgo en la que éste se manifestaba a favor del matrimonio de los
se dirigió al pueblo para que les boicoteara, y prohibió a los laicos, con la sacerdotes (Hefele, V, p. 121).
amenaza de la excomunión, participar en la misa o en las funciones reli-
giosas que celebraran los sacerdotes casados. Para él, matrimonio de También en otros países hubo protestas. Ahí está, por ejemplo, el sí-
los sacerdotes y concubinato era uno y lo mismo. nodo de París del año 1074. Casi todos los obispos, abades y el resto del
La única cosecha que Gregorio sacaba de los sacerdotes afectados no clero estaban convencidos de que el papa obraba injustamente, y cuando
era más que una oposición sin ambages. Nos cuenta Lamberto de Hers- el abad Galterio de San Martín, en Pontoise, declaró que el rebaño debía
feld que muchos, por esta razón, consideraban que el papa era un hereje obediencia al pastor, se levantó un tumulto. Los sacerdotes le escupieron,
porque había olvidado la palabra de Cristo («no todos lo entienden») y le pegaron y le arrojaron fuera (Hefele, V, p. 28). Lo mismo le sucedió al
la palabra del apóstol («quien no pueda contenerse, lo mejor es que se arzobispo Juan de Rouen cuando en el sínodo del año 1074 amenazó con

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excomulgar a los sacerdotes casados. Le echaron a pedradas de la iglesia. antes de su ordenación sacerdotal. Sin embargo, a partir del año 1139, y
Y su sucesor, Goisfred de Rouen, también por la cuestión del celibato, a despecho del derecho eclesiástico vigente, los términos que emplea la
tuvo que contemplar una pelea que se armó en la Iglesia durante el sí- Iglesia para referirse a las esposas de los sacerdotes no son otros que los
de «concubinas» o «prostitutas», como las llama el papa Alejandro III
nodo del año 1119.
(t 1181), o «adúlteras», como las califica el papa Inocencio III (f 1216).
Estos hechos que siguen muestran hasta qué punto tuvieron que sufrir Y ahí está el sínodo provincial de Rouen, que en el año 1231 determinó
las mujeres que estaban por medio: el papa Urbano II, sucesor del papa que a las concubinas de los sacerdotes se las rapara la cabeza delante de
Gregorio VII, había decretado ya en el año 1089, en el sínodo de Melfi, la comunidad cristiana durante los oficios divinos y se las castigara de-
que si un diácono no se separaba de su mujer «el príncipe podía tomarla bidamente.
como esclava» (Decretum Gratiani, pars II, dist. XXXII, c. 10; Hefele, V,
p. 175). En el año 1099 el arzobispo Manasse II de Reims dio autoriza- En Alemania, en el año 1227, el papa Gregorio IX encomendó al te-
ción al conde de Flandes para que metiera en la cárcel a las mujeres de los mible Conrado de Marburgo que tomara medidas eficaces encaminadas
clérigos (Hefele, V, p. 231). El sínodo celebrado en Londres (1108), y que a que los sacerdotes alemanes abandonaran a sus concubinas. Este Con-
había organizado el famoso Anselmo de Canterbury con el propósito de rado de Marburgo, confesor de santa Isabel de Turingia, «inquisidor
implantar con todo ahínco el celibato, establecía que las mujeres de los papal para toda Alemania» desde 1227, instrumento al servicio del cen-
sacerdotes pasaban a ser propiedad del obispo (can. 10). tralismo papal, visitador (controlador) del clero, recaudador de fondos
con destino a la cruzada y cerebro de la cruzada de 1227, murió asesi-
Por este tiempo, ya rondaba por la cabeza de las autoridades ecle-
nado en 1233 a consecuencia de la gran persecución de herejes que él de-
siásticas la convicción de que el matrimonio de los sacerdotes fuera in-
sencadenó en Alemania.
válido, pero esto iba frontalmente en contra de la legislación vigente en-
tonces en la Iglesia. El papa Inocencio II (f 1143) se expresaba como Siglos estuvo protestando el clero danés contra la obligación del celi-
sigue en el sínodo de Clermont, de 1130: «Toda vez que los sacerdotes bato. En Suecia comenzó a introducirse en el siglo XIII. En Italia, el síno-
deben ser templo de Dios, recipientes del Señor y santuario del Espíritu do general de Melfi reaccionó, en 1284, contra los «minoristas (clérigos
Santo..., va contra toda su dignidad yacer en el lecho matrimonial y con órdenes menores), que habiéndose desposado teniendo sólo órdenes
vivir en la impuridad» (Mansi, Sacr. conc. collectio 21,438). Angulando menores, luego, al recibir las órdenes mayores, continuaban viviendo
las cosas de esta manera, las esposas no pasaban de ser meras «concubi- con sus mujeres como era costumbre entre los griegos». En España, en el
nas», a las que no asistía derecho alguno. año 1335, el sínodo de Salamanca determinó potenciar la prohibición del
Fue el papa Inocencio II quien, en el segundo concilio Lateranense del matrimonio entre los clérigos mayores. La elevada abundancia de pres-
año 1139, dio el paso definitivo en la nueva legislación. En él se declaró cripciones sinodales en la Edad Media contra el matrimonio de los sa-
oficialmente que el matrimonio de los sacerdotes no solamente estaba cerdotes denota la extensa difusión de éste. Contra el «concubinato» de
prohibido, sino que los matrimonios contraídos después de la ordenación los sacerdotes se alzaron, por ejemplo, el sínodo de Saumur en 1253, el
sacerdotal eran inválidos, es decir, desde ahora en adelante la Iglesia no de Albi en 1254, el de Colonia en 1260, el de Viena en 1267, el de Ofen
los contempla como matrimonios. Ante los ojos de la Iglesia el sacerdo- en 1279, el de Bourges en 1280, el de St. Polten en 1284, el de Würzburg
te está incapacitado para contraer matrimonio. Con esto, los sacerdotes en 1287, el de Grado en 1296, el de Rouen en 1299, el de Peñafiel (Es-
que se había desposado después de su ordenación deberían separarse. Y paña) en 1302, el de Colonia en 1310, el de Bérgamo en 1311, el de
se argumentaba así: «Para que con ello la pureza, tan grata a Dios, se ex- Notre-Dame-du-Pré, cerca de Rouen, en 1313, el de Bolonia en 1317, el
tienda a todas las personas de la Iglesia y a los grados diversos de con- de Valladolid en 1322, el de Praga en 1349, 1365 y 1381, el de Padua en
sagración». Dicho claramente, los matrimonios en la Iglesia católica son 1350, el de Benevento en 1378, el de Palencia en 1388, etc. La lista no se
indisolubles, pero en atención al interés de la «pureza» de los sacerdotes, acaba aquí, aún se puede completar y alargar.
los matrimonios contraídos válidamente se declaraban nulos y los espo- El sínodo de Münster del año 1280 prohibe a los sacerdotes asistir a
sos tenían que separarse. la boda de sus hijos o a sus funerales (can. 2). Esta medida pone de ma-
A partir del año 1139 prevaleció la norma de no ordenar sacerdotes nifiesto hasta qué punto la Iglesia carecía de entrañas cuando se proponía
a aquellos de quienes la Iglesia tenía conocimiento de su matrimonio. Y imponer el celibato obligatorio. De la misma falta de sensibilidad la
este conocimiento a la Iglesia no le era posible tenerlo siempre hasta que acusan disposiciones dadas a conocer en diversos lugares y que prohi-
llegó la fecha de 1563 (se introduce la obligación de la forma para con- bían enterrar por la Iglesia a las mujeres de los sacerdotes. Vale como
traer matrimonio). De modo que, contemplado desde un punto de vista ejemplo el sínodo de Valladolid del 1322 (can. 7). El sínodo de St. Polten,
del derecho eclesiástico, hasta 1563 existían todavía sacerdotes válida- de 1284, ordenaba que los sacerdotes se delatasen mutuamente.
mente matrimoniados, siempre y cuando se hubieran casado en secreto En Alemania, por esta época y a este respecto, continuaban existien-

102 10.3
do dificultades generalizadas. De esto da buena cuenta el sínodo de Bre- nio se apoderó del clero e hizo presa también entre los monjes y religio-
men de 1266, en el que participó el delegado del papa (Clemente IV), el sas. Los primeros reformadores fueron todos sacerdotes, a excepción de
cardenal Guido: «Los subdiáconos y los clérigos mayores que hayan to- Melanchthon. Erasmo de Rotterdam (f 1536), el célebre humanista, el
mado para cohabitar con ellos una mujer bajo el nombre de esposa y con segundo hijo nacido de un sacerdote y de la hija de un médico, fue tam-
la que, de hecho, mantienen relaciones maritales, serán despojados para bién sacerdote y se unió igualmente a la lucha para que «las concubinas
siempre de todos los ministerios eclesiásticos. Los hijos nacidos de tales se convirtieran en esposas» (De conscribendis episcopis 47).
uniones prohibidas no tienen derecho alguno a los muebles de sus padres, Cuando el nuncio apostólico Morone amonestó, en el año 1542, al
y cuanto dejaren a su muerte se repartirá entre el obispo y el pueblo. Los arzobispo Albrecht de Brandenburgo sobre la urgencia del celibato, res-
hijos de tales eclesiásticos serán infames de por vida. Y dado que algunos pondió el arzobispo: «Yo sé que todos mis sacerdotes tienen concubinas.
prelados permiten esta impureza a cambio de dinero, nosotros, por eso, ¿Pero qué puedo hacer yo? Si les prohibo las concubinas, entonces o las
excomulgamos y anatematizamos a todos aquellos, eclesiásticos y laicos, convierten en esposas o se hacen luteranos» (cf. Das Schreiben Morones
prelados y subordinados, que protegen públicamente o en secreto a tales an Kardinal Farnese, Monumenta Vaticana, ed. H. Laemmer, 1861, p.
clérigos concubinos, e igualmente a aquellos que cooperan para que no se 412). No ayudó nada a resolver el asunto el gesto que tuvo el papa
cumpla este estatuto, que debe ser leído en todos los sínodos diocesanos Pablo IV (f 1559) al encargar al artista Daniele da Volterra que vistiera
y provinciales. Y les queda prohibida la entrada en la iglesia a aquellos las figuras desnudas del «Juicio final», el gigantesco fresco que Miguel
clérigos y laicos que en adelante confíen a sus hijas o hermanas a clérigos Ángel pintara en la Capilla Sixtina. Cuando el nuncio apostólico Com-
con órdenes mayores, ya sea con el fin de un presunto matrimonio o de mendone informa a Roma, en el año 1561, sobre la corte del duque de
concubinato» (Hefele, VI, p. 84). Kleve, refiere que fue el mismo duque quien le comunicó que en sus tie-
Las oposiciones al celibato continuaron. Y lentamente los aconteci- rras «no había ni cinco sacerdotes que no vivieran en público concubi-
mientos iban empujando las cosas hacia otro tipo de reforma distinta de nato» (A. Franzen, Zólibat und Priesterehe, 1969, p. 82). El delegado del
la gregoriana: la Reforma. Así, en el concilio de Basilea del año 1435 se duque Albrecht de Baviera, Augustin Baumgartner, informa en el conci-
presentó un documento de reforma que llevaba el aval de la firma del lio de Trento de 1562 que en su reciente visita a Baviera «no encontró,
emperador Segismundo (Refortnatio Sigismundi) y en el que se pedía entre cien sacerdotes, más que tres o cuatro que no vivieran en público
la eliminación del celibato: los sacerdotes deberían vivir como en Orien- concubinato o que no hubieran contraído matrimonio oculta o abierta-
te o en España, «donde los sacerdotes tienen esposas». Además, no exis- mente». Baumgartner puso de relieve en su impresionante discurso diri-
te ninguna palabra en la que Jesucristo prohiba casarse a los sacerdotes y gido al concilio que la mayoría de las provincias protestantes de Alema-
nia hubieran permanecido fieles a Roma si en ese punto secundario,
la prohibición ha traído ya más frutos malos que buenos (Denzler, I,
como es el matrimonio de los sacerdotes, se hubiera mostrado más com-
p. 177 s.). El escrito no salió adelante.
placiente (Concilium Tridentinum, ed. Górresgesellschaft, 1901 ss., VII,
Por otra parte, muchos sacerdotes tampoco se atuvieron después al
p. 620 ss.).
celibato. España no tenía leyes eclesiásticas distintas a las de otros países
de Occidente y, sin embargo, parece ser que allí el matrimonio de los sa- Pero el concilio de Trento, que aún continúa siendo hoy el funda-
cerdotes era la práctica habitual. Francisco de Borja (1510-1572), el mento esencial de la doctrina católica, no solamente no manifestó con-
tercer padre general de la orden de los jesuítas y bisnieto del papa Ale- descendencia hacia el matrimonio de los sacerdotes, sino que declaró ta-
jandro VI, pasó su infancia en el palacio episcopal de Zaragoza, en el jantemente: «Si alguno dice que no es mejor y más santo permanecer en
cual sus abuelos, el arzobispo don Alonso de Aragón y la dama noble la virginidad y en el celibato que casarse, sea excomulgado». De las tres
Ana Urrea, vivían juntos de manera oficial y completamente a las claras. posibles medidas que ante el problema podía haber tomado el concilio
Y Pedro López, párroco vasco y hermano de Ignacio de Loyola, funda- —y ¿quién puede hablar de tomar medidas, a secas, sin incurrir en te-
dor de la orden de los jesuítas, dejó a su muerte, en el año 1529, cuatro meridad?—, a saber, que el matrimonio tiene más valor ante Dios que el
hijos. Y él no fue un caso de excepción. celibato, o que el matrimonio y el celibato comparten el mismo valor, o
Y por lo que hace a los sacerdotes de Alemania, cantan por sí solas que, finalmente, el celibato está ante Dios por encima del matrimonio, de
las palabras del canónigo de Maguncia, Karl de Bodmann, quien en ellas, los celibatarios padres conciliares optaron por la tercera. Ello se
1525 constata «un aumento increíble de la indisciplina entre el clero ale- comprende, pues pensaban en la superior estimación de su propia valía y
mán desde el momento en el que se hizo la proclamación del así deno- esto había que dejarlo estipulado en un artículo de fe. Así que ninguna
minado nuevo evangelio» (el de Lutero). Lutero, un monje agustino, persona casada, desde ahora, podrá osar decir que el matrimonio tiene
hizo suyo el tema. El éxito de sus ataques al celibato y a los votos de los ante Dios el mismo valor que el celibato, porque queda excomulgada. La
religiosos fue tan enorme que todo un movimiento a favor del matrimo- arrogancia de los celibatarios es insoportable.

104 105
Concluido el concilio de Trento, el emperador Fernando se dirigió brück en 1624-25 arrojó el dato de que la mayor parte del clero vivía en
con un escrito del 1564 a muchos cardenales y resaltó que de haberse concubinato. Una vez más se hizo frente a la situación con toda brutali-
ofrecido a los sacerdotes la posibilidad de casarse, de los que se pasaron dad. El sínodo de Osnabrück hizo saber en 1651: «Visitaremos... de
a los «sectarios» (luteranos) casi todos hubieran permanecido en la Igle- día y de noche las casas de las que tenemos sospechas y mandaremos que
sia católica (Denzler, II, p. 225). Pero todo continuó igual. En la diócesis el verdugo marque a fuego públicamente a las personas vergonzantes, y
de Constanza, por ejemplo, prevalecieron situaciones que resultaban las autoridades que muestran pasividad o descuido recibirán nuestro
muy tristes a la vista de los celibatarios. El nuncio Bartolomé de Portia castigo» (Decr. 26; cf. Deschner, Das Kreuz mit der Kircbe, p. 162). Asi-
escribe, en 1576, al obispo auxiliar de Constanza que el concubinato de mismo, en el siglo XVII, el arzobispo Fernando de Baviera ordenó meter
los sacerdotes no es estimado ni como vergüenza ni como vicio. Los sa- en la cárcel a las esposas de los sacerdotes o expulsarlas de su territorio
cerdotes, dice, no sentían recelo alguno en subir al altar con impuros co- (Franzen, Zólibat und Priesterehe, p. 97). El obispo de Bamberg, Gott-
razones y manos manchadas en el cubil más vergonzoso, para tocar el fried de Aschhausen, recurrió al poder civil «para que entrara en las casas
santo cuerpo de Cristo en presencia de los ángeles. Él no podía estar pen- parroquiales, sacara de ellas a las concubinas, las azotara públicamente y
sando mucho tiempo en este sacrilegio sin romper en lágrimas (Denzler, las pusiera en prisión» (Deschner, p. 164).
II, p. 242). El grado de desorientación que trajo consigo la visión que Lutero
Las transgresiones del celibato fueron frecuentemente castigadas con tenía sobre el matrimonio de los sacerdotes y de las personas que perte-
multas. Según los cálculos de sus adversarios protestantes, el obispo de necían a órdenes religiosas se puede apreciar con el caso de las religiosas
Constanza, Hugo de Landenberg, recaudó para su diócesis en el año agustinas del convento de Lacock, en Inglaterra, la cual, a consecuencia
1521 cerca de 6.000 florines en pago de las multas impuestas por los del asunto concerniente al divorcio de Enrique VIII, se había separado de
1.500 hijos de curas que anualmente venían al mundo (Flugschriften Roma. El monasterio se fundó en el siglo XIII y fue uno de los últimos
aus den ersten Jabren der Reformation IV,7, ed. Schottenloher, 1911, monasterios que Enrique VIII disolvió en el año 1539. El monasterio se le
p. 305 s.). De esta manera, la cuestión del matrimonio de los sacerdotes vendió a William Sherrington, gentilhombre de la corte de Enrique VIII y
desempeñó un papel nada despreciable en la difusión de la reforma de hoy día continúa en propiedad de esta familia. Al principio, Enrique
Lutero: muchos se hicieron protestantes por una razón de ahorro como, mandó a las religiosas a sus casas, pero, afectado aún por la tradición ca-
por ejemplo, el párroco católico Samuel Frick de Maienfeld, quien de tólica, determinó que ninguna religiosa inglesa podía casarse. El no
1515 a 1521 pagó puntualmente al obispo sus impuestos por sus siete quiso saber nada de las nuevas ideas luteranas de Alemania que estaban
hijos, hasta que se hizo protestante (O. Vasella, Reform und Reformation de moda. Bajo su hijo Eduardo VI, Inglaterra pasó a ser protestante de
in der Schweiz, 1958, p. 51). Este cambio supuso para él, como para manera más decisiva. Las religiosas pudieron entonces casarse y mu-
otros muchos, ventajas económicas. Los visitadores eclesiásticos (ins- chas lo hicieron. Poco tiempo después subió al trono María, la hija que
pectores de la Iglesia) podían apreciar si estaban en presencia de un Enrique tuvo de su primer matrimonio con Catalina de Aragón, y María
protestante o de un católico, según que el párroco se dirigiera al ser fe- era católica. Así que las religiosas en cuestión, que en el entretanto se ha-
menino que se encontraba en la casa con el término de uxor (esposa) o el bían desposado, tuvieron que oír que vivían en pecado mortal. Se las or-
de fámula (sirvienta). Uxor o fámula, esposa o fregona, llegaron a ser pa- denó volver a sus hábitos lo antes posible. Pero esto era también todo lo
labras claves para la diferenciación confesional. Y en este proceso de con- que podían hacer, pues ni siquiera la reina María consiguió desalojar a
figuración de la confesión y búsqueda de funciones, toda la diferencia, al William Sherrington de su bello palacio, por el que había pagado mucho
principio, radicaba en esto, en que uno, a la que era su esposa, la pre- dinero. Después subió, finalmente, al trono Isabel, quien declaró que las
sentaba como sirvienta (párroco católico), y el otro declaraba su sirvien- religiosas estaban legalmente casadas. Tenemos noticia de sólo una reli-
ta como esposa (párroco protestante). Pero el vicepárroco católico de giosa que consiguió encontrar de nuevo a su marido y reemprender la
Heerdt encontró una fórmula ecuménica y en 1569 dijo a los visitadores vida matrimonial que la Contrarreforma había interrumpido (Bamber
a la cara que él sin su asistenta {fámula) y sus cuatro hijos no podía sacar Gascoigne, Die Christen, 1981, VII,14).
adelante su pobre hacienda (A. Franzen, Visitationsprotokolle, 1960, La Ilustración y la Revolución francesa no miraban con buenos ojos
p. 109 s.). el celibato. En el año 1791 la Revolución francesa hacía público que a
Pero, incluso después de la Reforma, hubo muchos sacerdotes cató- nadie se le podía impedir casarse. Miles de sacerdotes, entre ellos el
licos que se consideraban desposados. El obispo Philipp de Worms es- obispo Talleyrand, contrajeron matrimonio. El concordato que Napo-
cribe en una carta del año 1598 al decano de Wimpfen: excepción hecha león firmó con Pío VII en el año 1801 significó la revitalización del celi-
del decano, «todos las personas eclesiásticas tienen el vicio vergonzoso y bato. El siglo XIX, con sus dogmas de la inmaculada concepción en 1 854
enojoso del concubinato». Una visita de supervisión hecha en Osna- y el de la infalibilidad del papa en 1870, además de ser un siglo papista y

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mariológico, es también el siglo del celibato. Ya en el siglo XX, los fas- (Cbristenrechte in der Kirche, 13.a circular, 1987, p. 61), en Italia se
cistas, en Italia, con los acuerdos del Laterano y el concordato que el go- habla de 8.000, en Francia, también de 8.000, y en Estados Unidos de
bierno italiano firmó con el Vaticano, cooperaron a que prevalecieran las 17.000. No se incluyen en esta estadística los hombres y mujeres que per-
ideas eclesiásticas sobre el celibato. El concordato del 1929 establecía que tenecen a órdenes religiosas (Úrsula Goldmann-Posch, Unheilige Ehen.
los sacerdotes no podían desempeñar cargos estatales o públicos ni per- Gesprache mit Priesterfrauen, 1985, p. 12). La «Asociación de sacerdo-
manecer en ellos sin el permiso del obispo competente. Con esto se tes católicos y sus esposas», que se funde) en Bad Nauheim en 1984, da la
había programado ya la miseria de los sacerdotes casados. cifra de 80.000 en todo el mundo. Eso supone el 20% de la totalidad del
Tiene todavía hoy una importancia decisiva para los celibatarios la clero existente en el mundo entero. «Pablo VI, durante su pontificado
idea de que el cuerpo es algo negativo del cual tiene que liberarse quien (1963-1978), redujo al estado laical a 32.000 sacerdotes, es decir, que-
quiera estar en la cercanía de Dios. En la encíclica El sacerdocio católico daron dispensados de sus ministerios sacerdotales y, con ello, también de
que publicó Pío XI en el año 1936 se resalta: «Puesto que Dios es espí- la obligación del celibato. Desde Juan Pablo II, el Vaticano no concede,
ritu, parece conveniente que quien se dedique y consagre a su servicio, se prácticamente, ninguna reducción al estado laical. En Roma se habla de
libere también, en cierto modo, de su cuerpo» (versión alemana auténti- "retenciones"... Las cifras no oficiales hablan de más de 10.000 solici-
ca, 1936, p. 18). Y con bello y humilde recato prosigue: «Si uno tiene tudes congeladas» (Goldmann-Posch, p. 13). Ciertamente, el número
una misión, que en cierto sentido supera la de los más puros espíritus que de los que desean abandonar el celibato y casarse se incrementaría si los
están delante del Señor, ¿no es lo más cabal que deba vivir, en lo más po- afectados, tras abandonar su ministerio, no tuvieran que encontrarse
sible, como un espíritu puro?» (Ibid. p. 20). En el afán de vivir como con su nada profesional, pues no tienen derecho ni al dinero del paro ni
puros espíritus, los celibatarios se han desembarazado de su tarea pri- a una ayuda para el trabajo ni para formarse en una nueva profesión. El
mera y más importante, la de vivir como hombres en medio de los hom- problema en muchos casos adquiere dimensiones ya tan graves que una
bres. comisión del Parlamento alemán ha presentado al gobierno de la nación
un informe sobre el tema.
Pablo VI, el día 25 de octubre de 1969 y en la basílica Santa Maria
Maggiore, dirigía a la virgen María esta oración: «Enséñanos lo que Hoy por hoy cabe pensar que el número de sacerdotes que no están
nosotros humildemente ya conocemos y confesamos con fe: ser puros casados, pero que mantienen relaciones sexuales con una mujer, supera
como tú lo eres; ser castos, es decir, mantenernos fieles a este grandioso con mucho el número de los sacerdotes casados. Consta, además, que la
y sublime deber que es nuestro santo celibato; hoy, toda vez que tantos estimación que los sacerdotes hacen entre ellos sobre el tema no difiere en
discuten el celibato y que algunos ya no lo entienden más». Sin duda, se absoluto. «Una investigación realizada no hace mucho por un grupo
trata aquí exclusivamente de una invocación a María, la de la Iglesia ro- que trabajaba el tema del celibato y que encuesto a 1.500 sacerdotes del
mana de Occidente, la que se pone de parte de los celibatarios puros y arzobispado de Colonia concluye que el 76% de los interrogados piensan
castos y que combate el matrimonio impuro e incasto de los sacerdotes. que son muchos los eclesiásticos que viven, sin más, con una mujer» (U.
Pero algunos grados más de longitud hacia el Este, María carece del Goldmann-Posch, p. 15).
ámbito adecuado donde poder ejercer su doctrina y su acción, porque allí El celibato ha llegado a ser una ficción, y la respiración artificial
desde hace mucho tiempo existen curas casados. papal tampoco va a conseguir salvar al paciente. Las razones dadas por
el papa para justificar el celibato son cuestionables. Uno de los argu-
La encuesta que se hizo en el año 1974 entre los aspirantes al sacer- mentos más flojos lo proporciona Juan Pablo II en un escrito del año
docio revela que también hoy el celibato es rechazado por los interesados 1979 dirigido a todos los sacerdotes de la Iglesia en el día de jueves
y que, por tanto, es vivido más o menos de mala gana o soportado: «El santo: «Aquellos que piden una "laicización" de la vida sacerdotal y que
52% piensa que es necesario que en el futuro la obligación del celibato dan por bienvenidas las distintas formas en las que se expresa, nos deja-
sea suprimida y dejada a la decisión libre de cada cual; el 27% conside- rían, sin duda, en la estacada en el momento en el que sucumbiéramos a
ra que esta propuesta vale la pena pensarla; un 1 1 % dice que no es ne- la tentación. Entonces dejaríamos de ser interesantes y populares» (ver-
cesario considerar la propuesta, y un 9% dice que la propuesta es im- sión del secretariado de la Conferencia episcopal alemana). Si el sentido
pensable» (Geist una Leben,49, 1976, 1, p. 65). Los mismos resultados del modo de vida del celibatario consiste en «ser interesantes y popula-
arroja la encuesta hecha entre los sacerdotes, sobre todo entre los jóve- res», con otras palabras, en hacerse los interesantes, ha llegado entonces
nes: «En el tema del celibato, los aspirantes al sacerdocio tienen la el momento de declarar en bancarrota este sistema.
misma opinión que los sacerdotes jóvenes» (Ibid.).
Así se explica que muchos sacerdotes vuelvan la espalda al celiba-
to. Se estima que en la Alemania Occidental la cifra alcance unos 6.000

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Capítulo 8

EL MIEDO DE LOS CELIBATARIOS


A LAS MUJERES

Jesús era amigo de mujeres, el primero y, casi al mismo tiempo, también


el último amigo de las mujeres en la Iglesia. Llamaba la atención porque
tenía trato con las mujeres y en su derredor había «muchas mujeres» (Le
8,3), lo cual, para un maestro judío, un rabino, era absolutamente ina-
decuado y sin precedentes en la historia. No solamente tuvo doce discí-
pulos, tuvo también muchas discípulas, entre ellas, incluso, damas de la
sociedad, como Juana, la esposa de un alto oficial de Herodes. A estas
mujeres hoy se las llamaría «emancipadas», porque no aceptaban el
papel tradicional de la mujer, sino que, por el contrario, ellas mismas fi-
nanciaban el grupo de Jesús «con sus propiedades» (Le 8,3).
En la época de Jesús las cosas, en general, estaban así: si una mujer
hablaba en la calle con un hombre, el marido, sólo por esto, podía re-
pudiarla sin darle el pago previsto por contrato matrimonial, equivalen-
te un tanto a nuestra ayuda por manutención y cuidado. Y, al revés, era
una deshonra para el alumno de un maestro, y con mayor motivo para
un rabí, hablar con las mujeres en la calle. Estas mujeres en torno a Jesús,
sus discípulas, no eran oyentes pasivas. Las mujeres fueron las primeras
en anunciar la resurrección de Jesús. En Lucas (24,9) se dice: «Ellas, las
mujeres, anunciaron esto a los once y a todos los demás». Esto no es una
información meramente privada: la palabra griega empleada (apaggellein,
anunciar) tiene un carácter oficial. L a naturalidad de Jesús con las mu-
jeres chocaba a sus propios discípulos. A la samaritana del pozo le pidió
agua para beber y conversó con ella, a pesar de que los judíos vivían ene-
mistados con los samaritanos. «Y entonces llegaron sus discípulos y se
extrañaron de que estuviera hablando con una mujer. Pero ninguno de
ellos dijo: ¿qué quieres? o: ¿qué hablas con ella?» (Jn 4,27).
En todo esto sus discípulos no le siguieron. El trato natural de Jesús
con las mujeres, el respeto que les manifestó, los varones con cargos ofi-

11 1
ciales en la Iglesia lo hicieron evolucionar, después de su muerte, en narse un antagonismo mayor que el que encontramos entre el compor-
una mezcla especial de miedo paralizante, desconfianza y arrogancia a la tamiento de Jesús y el de este gran santo. Posidio, su gran amigo, que
hora de relacionarse con la mujer. Un testimonio poético de la actitud convivió con él largos años, refiere: «Nunca una mujer puso el pie en su
piadosa de distancia hacia las mujeres lo encontramos en la segunda casa, nunca habló con una mujer sin la presencia de una tercera persona
carta pseudoclementina A las vírgenes, escrita posiblemente en el siglo ni, ni fuera del locutorio. No hizo excepción ni siquiera con su hermana
pero atribuida, hasta tiempos muy recientes, al papa Clemente I (91-100) mayor ni con las sobrinas, religiosas las tres» (Vita 26). Esta actitud per-
y, por ello, tuvo mucha importancia en la formación clerical de los va- mite pensar que estaba psicológicamente perturbado.
rones: «Con la ayuda de Dios hacemos esto: no vivimos con vírgenes ni Las mujeres eran un peligro moral que crecía tanto más cuanto las
tenemos con ellas nada en común. No comemos ni bebemos con vírge- autoridades de la Iglesia constreñían más a los sacerdotes a vivir célibes.
nes, y donde duerme una virgen nosotros no dormirnos. Tampoco lavan La fobia hacia las mujeres, tal como la encontramos en Agustín, se la po-
las mujeres nuestros pies ni los ungen. No dormimos, en modo alguno, dría contemplar como una situación privada ridicula, siempre y cuando
donde hay una virgen consagrada a Dios, ni siquiera permanecemos allí tal modo de comportamiento patológico no tuviere consecuencias legales
una noche» (cap. 1). Y donde el Pseudo-Clemente pernocta, «allí tam- en la Iglesia. Pero tuvo consecuencias legales, que para muchas mujeres
poco puede haber mujer alguna, ni joven ni casada, ni vieja ni consa- significaron un perjuicio inmenso. El sínodo de Elvira prohibió a los clé-
grada a Dios, ni criada cristiana ni pagana, sino solamente varones pue- rigos albergar en la casa a sus propias hijas, a no ser que se tratara de vír-
den estar con varones» (cap. 2). Estas palabras del pseudo-papa resultan genes que hubieran hecho voto de castidad. Numerosos sínodos prohiben
sobremanera curiosas porque su autor, evidentemente, pretende ir en la a las mujeres vivir en la casa de los clérigos si no son familiares de ellos:
castidad más allá de Jesús. Hay una alusión muy clara a la escena de la por ejemplo, el sínodo de Orleans del año 549 (ninguna mujer extraña en
mujer pecadora, que con sus lágrimas lavó los pies a Jesús y los ungió y casa «e incluso las mujeres que son familiares no deben estar en la casa a
los besó. El autor, desde su pureza celibataria, no hubiera tolerado horas inconvenientes» [Hefele, III, p. 3J); el de Tours del 567 (el clérigo
nunca que a él le hicieran algo semejante, y con su propio modelo y me- puede tener en casa «solamente a la madre, a la hermana, a la hija», «a
dida de castidad hacía una afrenta a Jesús, que comió y bebió con muje- ninguna religiosa, a ninguna viuda, a ninguna sirvienta»); el de Macón
res, habló con ellas y no consideró un escándalo dormir en una casa del año 581 («sólo la abuela, la madre, la hermana o la sobrina pueden
donde también duermen mujeres. vivir con él si es necesario»); el de Toledo en el 633 («en casa del clérigo
Los celibatarios no han conseguido nunca tratar con normalidad a no puede vivir ninguna mujer a excepción de la madre, hermana, hija,
las mujeres. Su estado y modo de vida se asienta en una tan marcada di- tía»); el de Roma del 743 («ninguna mujer a excepción de la propia
ferenciación y oposición respecto del matrimonio y la feminidad, que ven madre o familiares próximos»). El tercer sínodo de Toledo determina que
siempre a la mujer como negación y amenaza a la existencia del celibato. todos los clérigos que tienen en sus casas personas extrañas que despier-
A veces, a ellos las mujeres les parecen también la personificación de las tan sospechas, deben ser castigados, y las mujeres vendidas por el obispo
trampas del diablo. Es por su lado por donde acecha a esta tierra el más como esclavas. De manera similar, un sínodo provincial de Sevilla (hacia
grande de los peligros. Crisóstomo lo dejó claro en su escrito Sobre el sa- el 590) encargó a jueces de la sociedad vender las mujeres que se encon-
cerdocio: «Hay en este mundo muchas ocasiones que debilitan la con- traran en las casas de los clérigos. El cuarto sínodo de Toledo (633) re-
ciencia del alma. De todas ellas, el primer lugar lo ocupa el trato con la pite la orden dada en el tercero: Si los clérigos tienen trato con mujeres
mujer. En su preocupación por el sexo masculino, el superior no puede extrañas, éstas serán vendidas y a ellos se les impondrá penitencia. El sí-
olvidar el sexo femenino, ya que precisamente su fácil inclinación al pe- nodo de Augsburgo del 952 determinó que las mujeres «sospechosas»
cado necesita de un cuidado mayor. En tal circunstancia el enemigo fueran expulsadas de las casas de los clérigos con el látigo. Los sínodos
malo puede encontrar muchos caminos para infiltrarse secretamente. de Sens en 1269, Borges en 1286 y el concilio nacional alemán de Würz-
Porque el ojo de la mujer llega a nuestra alma y la inquieta, y no sólo burg de 1287 prohibieron a los clérigos tener cocineras.
ciertamente el ojo de la mujer desordenada, sino también el ojo de la Pero no solamente las mujeres extrañas, es decir, las que no eran fa-
mujer casta» (Sobre el sacerdocio VI, cap. 8). Tampoco el celibato con- miliares, eran únicas sospechosas en las casas de los clérigos, sino que lo
sigue, evidentemente, transformar a los varones en seres sin sexo, y, por eran, incluso, las familiares más próximas: el papa Gregorio I (+ 604)
ello, «el ojo de la mujer» continúa siendo un peligro permanente. aconseja en una carta (carta 60) a los obispos no vivir siquiera en com-
Agustín desempeñó un papel decisivo en el comportamiento de los pañía de la madre o de la hermana. El sínodo de Nantes (658) informa
celibatarios con las mujeres. Este santo ha impregnado el ideal de la sobre relaciones desviadas de los sacerdotes con sus madres y otras mu-
piedad cristiana como nadie antes de él ni después. Por esta razón, su ac- jeres cuando dice: «Los clérigos no deben tener en casa ni siquiera la
titud negativa hacia las mujeres es especialmente fatal. Es difícil imagi- madre, la hermana o la tía, puesto que ya se han dado incestos horri-

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bles». Que ni siquiera la madre y la hermana deben vivir en casa de los tor Leo Waltermann, Klerus zwischen Wissensckaft und Seelsorge, 1966).
clérigos lo establece también el sínodo de la reforma de Metz en el 888, Numerosas voces de sacerdotes y estudiantes de teología se expresan en
y en el mismo año el sínodo de Maguncia dice en el artículo 10: «Los clé- él, aunque lamentablemente de forma anónima. Pero la Iglesia católica
rigos no deben, en absoluto, tener mujer alguna en casa, ya que algunos no es una Iglesia que cultive la palabra abierta y libre. La educación de
hasta con sus propias hermanas han faltado». Todas estas disposiciones clérigos sin personalidad en una obediencia llena de miedos hacia sus se-
permiten imaginar cuánta desgracia ha sobrevenido a tantos seres hu- ñores sería otro capítulo de la formación clerical. Aunque anónimamen-
manos a través de la infeliz obligación del celibato. te, algunos han tenido la valentía de expresarse y decir, por ejemplo, que
Las disposiciones que siguen encajan con la función de tentadora que a los seminaristas se les advierte «no hablar con las religiosas o con las
la mujer tiene a los ojos de la Iglesia: donde se alberga un sacerdote no chicas del servicio de la casa» (p. 83). Un capellán habla de la «prohibi-
puede entrar ninguna mujer, así se dice en el sínodo de París del 846. El ción de saludar a las chicas que limpian los pasillos» (p. 146). Un pá-
abad Regino de Prüm, en el Eifel, en su disposición dada en el año 906 rroco escribe: «En lo concerniente al problema del celibato, práctica-
para el control de los sacerdotes especifica —a instancias del obispo mente se nos ha dejado solos y, en general, se nos decía que el mejor
Rabot de Tréveris— que se observe «si el sacerdote tiene una pequeña modo de comportarnos con las mujeres era la huida» (p. 158). Y un
habitación al lado de la iglesia» o «una pequeña puerta sospechosa en párroco cuenta: «Vida sacerdotal: el tema "celibato" era tabú. Cuando
las inmediaciones» (cf. Deschner, p. 160). El sínodo de Coyaca en 1050, decíamos al director si no quería emplear, al menos una vez, el tiempo
convocado por el rey Fernando I, declaró que ninguna mujer podía vivir reglamentado para hablarnos de ello, en lugar de tratar los temas habi-
en las proximidades de la iglesia. El mismo sínodo exigió que las mujeres tuales (rúbricas, orden de la casa, normas de educación, traducción de los
en las casas de los clérigos vistieran de negro. himnos latinos del breviario), recibíamos por toda respuesta: "¿Qué
más hay que decir de ello? No podéis casaros, y con esto está todo
La ejemplaridad santa de Agustín ha encontrado santos imitadores dicho". Después, en realidad, añadía algo más: Con las mujeres hay
también en nuestros tiempos. De don Bosco, muerto en 1888 y canoni- que ser prudentes... Y: También con las velas bendecidas uno se puede
zado, en 1934, cuenta su biógrafo La Varende en 1951: «Don Bosco era quemar los dedos» (p. 167).
tan casto que solamente permitió que le sirviera su madre». En este ser- Para mantener la distancia adecuada con las mujeres los celibatarios
vicio de la madre, algunos hijos han encontrado una disposición para la cuentan con la ayuda que les viene de la conciencia de su propia supe-
santidad. Y en 1895, el papa Juan XXIII, cuando tenía catorce años, es- rioridad espiritual. Si alguna vez se dignan hacer, inesperadamente,
cribe en su diario espiritual y dentro del mismo espíritu de Agustín: «En algún cumplido a las mujeres, sus ridiculas expresiones pueden dejarle a
todo momento... evitar la relación con las mujeres, jugar o bromear con uno más consternado que su desprecio habitual y cotidiano. De modo
ellas, cualquiera que sea su estado, edad o grado de parentesco». En que la arrogancia de los clérigos manifestada en expresiones de aprecio
1897 escribe: «Mi encuentro con las mujeres, cualquiera que sea su es- supera a la manifestada en sus expresiones de desprecio. Y aquí va un
tado, incluso si son parientes mías o santas, será con respetuoso recato, y cumplido que en cierta ocasión me hizo por escrito (11 de mayo de
evitaré toda familiaridad, toda compañía y diálogo con ellas, sobre todo 1964) un obispo de Essen: «Me alegro de que usted como mujer y como
si son jóvenes. No fijaré tampoco mi mirada en su rostro, recordando lo madre pueda todavía tener tanta actividad intelectual».
que el Espíritu Santo dice: "No mires con detención a una virgen para
que por ella no incurras en castigo"» (edición alemana de Diario espiri-
tual, 1969, pp. 26 y 36. La traducción no es correcta. En el original ita-
liano no se encuentra la palabra «evitar», sino la expresión «huir como
del demonio». Una observación parecida hostil a las mujeres, del año
1947, cincuenta años, pues, más tarde, siendo nuncio en París, la versión
alemana sencillamente la elimina). Ciertamente, el papa ha malinter-
pretado, por completo, el pasaje del Eclesiástico 9,5. El texto dice que el
hombre no debe seducir a ninguna doncella para no tener que pagar al
padre una multa y casarse con ella.
Todavía hoy el peligro para los celibatarios es del género femenino y
la formación clerical da buena cuenta de ello. En qué medida sea esto
cierto, se puede deducir por un programa emitido por la emisora alema-
na WDR en 1966 y por el libro publicado luego con el mismo título (edi-

114 115
Capítulo 9

LA OPRESIÓN CELIBATARIA SOBRE LAS MUJERES

La frase de la Biblia más mimada por los celibatarios es la de 1 Cor


14,34: que las mujeres callen en la iglesia. La Biblia es la palabra de Dios,
pero a veces se mete la palabra de los hombres por entre ella. Y éste es
evidentemente el caso aquí. No es preciso gastar esfuerzos para suavizar
su sentido. Basta simplemente hacer una contrapregunta: ¿cómo explican
los que inculcan el silencio de manera absoluta el hecho de que en la
misma carta (cap. 11,5) Pablo hable de las mujeres que predican públi-
camente en la iglesia y que lo mencione como algo evidente de suyo que
no necesita explicación alguna ulterior? Cómo haya, pues, que entender
siempre el mandato sobre el silencio —los intentos para explicarlo son in-
terminables (puede tratarse de una interpolación posterior que no pro-
cede de Pablo, o referirse a las preguntas que «interrumpen», es decir,
que causan desorden, pues un silencio igual se exige algunos versículos
antes [28 y 30] a los hombres)—, en cualquiera de los casos, el texto no
hay que simplificarlo y verlo dirigido absolutamente contra las mujeres
como a algunos hombres de la Iglesia les agrada hacer.
Esto no significa negar, empero, que en Pablo y en otros pasajes del
Nuevo Testamento no se encuentren —en contraste con Jesús, el amigo
de las mujeres— textos que adscriben un lugar subordinado a la mujer.
En la primera carta a Timoteo (2,12) se dice con toda claridad: «No per-
mito que la mujer enseñe». Por si no bastare la primera carta a los Co-
rintios (14,34), se echa, pues, mano de las cartas a Timoteo sin atenerse
a que Pablo las haya escrito o no. La palabra de la Biblia es palabra de la
Biblia. ¿O no lo es siempre tanto? Pues, en relación precisamente con este
texto de Timoteo, se lee que las mujeres no se deben adornar «con tren-
zas en sus cabellos, oro o perlas» (v. 9). Hoy esto no se sigue tan estric-
tamente. Al menos no se tiene noticia de que las mujeres tengan que en-
tregar a la entrada de la iglesia y ponerlos a salvo en la sacristía los
pendientes y broches y que deban someter a control sus trenzas (si es que

I 17
hay alguien que aún hoy las lleva). Para mucha gente la Biblia es una es- sobre las mujeres, este nombre de mujer quedó incorporado en la lista de
pecie de tienda de autoservicio donde cada cual coge lo que él precisa- los hombres. La historia del cristianismo es también un proceso continuo
mente necesita. Por ejemplo, cuando se recurre al texto, también muy de reducir las mujeres al silencio y de ponerlas bajo tutela como a los me-
apreciado, que dice: «Las mujeres deben estar sometidas a sus mari- nores de edad. Y si en el Occidente cristiano se ha detenido hoy este pro-
dos» (Ef 5,22), se omite ordinariamente la frase principal en la que se ceso, no ha sido gracias a la Iglesia, sino a pesar de la Iglesia y nunca to-
dice que los maridos deben estar sometidos igualmente a sus mujeres davía dentro de la Iglesia.
(«Someteos mutuamente el uno al otro», Ef 5,21). El varón y la mujer La difamación de las mujeres en la Iglesia tiene como fundamento la
deberían estar, pues, en la misma relación de igualdad. Sin embargo, una idea de que las mujeres son algo impuro en relación a lo sagrado. Según la
vez más, no lo están del todo. Unos versículos más adelante se dice que estimación clerical, las mujeres son personas de segunda clase. Clemente
las mujeres deben estar sometidas a sus maridos en «todo» (v. 24). No se de Alejandría (t antes del 215) escribe: «|en la mujer| la conciencia de su
está, pues, muy lejos de la verdad si se afirma que en el Nuevo Testa- propia naturaleza tiene ya que provocar en ella sentimiento de vergüenza»
mento se acentúa más la subordinación de la mujer al varón que la de (El pedagogo II, 33,2). Clemente no explica a las mujeres la razón de la
éste a la mujer. Esta desigualdad es lamentable y no puede justificarse si- vergüenza de su ser, pero sí les explica cómo deben ir vestidas: «La mujer
quiera apelando a la situación de la mujer en la época de Jesús, toda vez debe ir completamente cubierta con un velo, a no ser que se encuentre en
que la situación de la mujer no cristiana en muchos aspectos era mejor casa. Con la cara cubierta no inducirá a nadie hacia el pecado. Pues ésta
que la de ésta. Con el avance del proceso de cristianización las mujeres es la voluntad del Logos, que es conveniente que ella esté cubierta con un
perdieron los ministerios que desempeñaban de acuerdo con las cartas de velo durante la oración» (El pedagogo III, 79,4). El mandato de que las
san Pablo. mujeres deben cubrirse con un velo vale, sobre todo, en el ámbito de lo
Al principio las mujeres intervinieron activamente en la expansión de sagrado. Las Constituciones apostólicas (redactadas hacia el 380) orde-
la joven Iglesia. Cuenta Pablo (1 Cor 11,5) que las mujeres predicaban en naban que las mujeres podían acercarse a recibir la comunión sólo si lle-
las funciones religiosas lo mismo que lo hacían los varones. Pablo habla vaban puesto el velo (11,57). El papa Nicolás I en su famosa carta de res-
aquí de.l «profetizar» de las mujeres en las funciones religiosas. Con la puesta a los búlgaros (hacia el 866) exigía también que las mujeres
palabra «profetizar» entiende él el acto de anunciar oficialmente, tradu- llevaran velo en la iglesia. En el siglo VI se exigía también que las mujeres
cido mejor por «predicar». Había mujeres que eran diaconisas, como es llevaran cubiertas las manos: «Una mujer no puede acercarse a la euca-
el caso de Febe (Rom 16,1 s.). Pablo dice de sí mismo que es diácono de ristía con las manos desnudas» (Mansi 9,915). El mandato de velarse que
una comunidad (Col 1,25). Una de las funciones asignadas al diácono es en aquel entonces los eclesiásticos imponían con frecuencia a las mujeres
enseñar (Col 1,28). En la carta a los Romanos (16,3) Prisca es recordada pertenece a las medidas de represión de la Iglesia contra las mujeres.
como «colaboradora en Cristo». Esta calificación en Pablo tiene siempre Esta exigencia del velo no concierne solamente al espacio sacral.
la calidad de un autoridad ministerial peculiar. El servicio ministerial en Crisóstomo, apelando a una supuesta disposición del apóstol Pablo,
la comunidad viene caracterizado en la primera carta a los Corintios con quien, en realidad, no habla de ello en absoluto, exige que la mujer
«trabajar duramente». En Romanos 16,12 se mencionan tres mujeres: «vaya cubierta con el velo no solamente durante el tiempo de la oración,
Trifena, Trifosa y Pérside, «que trabajan duramente en el Señor». Y en la sino permanentemente» (Homilía 26 sobre 1 Cor 11,5). «Pablo no dice
primera carta a los Tesalonicenses (5,12), a los que trabajan duramente que debe estar cubierta, sino que debe estar velada, es decir, muy cuida-
se les equipara con los prepósitos. dosamente tapada» (Ibid. 11,6). Aquí Crisóstomo se equivoca y exagera.
Pablo caracteriza a una mujer, a Junia, como «sobresaliente entre los Pablo no habla de velarse, tampoco habla de cubrirse, sino de un tipo
apóstoles» (Rom 16,7). En el entretanto, la mujer Junia, a través de concreto de peinado de la mujer establecido en círculos piadosos judíos,
una manipulación transexual, pasó a ser un hombre llamado Junias. especialmente entre los fariseos. En Pablo, «con la cabeza descubierta»
Pero la antigua Iglesia conocía mejor el caso: para Jerónimo y Crisósto- significa lo mismo que «con los cabellos sueltos», signo de una conduc-
mo, por ejemplo, era completamente evidente que Junia era una mujer. ta suelta. «Con la cabeza cubierta» significa lo mismo que «con un pei-
Escribe Crisóstomo: «Qué brillante debió de ser la actividad de esta nado adecuado». Pero no solamente Crisóstomo malentendió en esto a
mujer, puesto que se la consideró digna del título de apóstol, más aún, Pablo; en determinados países puede ocurrir todavía hoy a las mujeres
sobresaliente entre los apóstoles» (In epist. ad Romanos homilía 31,12). que tengan que pedir prestado un sombrero o un velo para poder entrar
Hasta la alta Edad Media ni un solo comentador vio en Romanos 16,7 el en la iglesia.
nombre de un hombre (cf. B. Brooten, en Frauenbefreiung. Biblische También el título (añadido) «Del velo de las mujeres» que en muchas
und theologiscbe Argumente, editado por E. Moltmann-Wendel, 1978, traducciones de la Biblia encabeza 1 Cor 11 es falso. Se trata del peinado.
pp. 148-151). Pero en el proceso continuado de represión de la Iglesia En tiempo de Jesús, los cabellos de una mujer judía decente quedaban

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primeramente recogidos en trenzas, luego colocaba sobre la cabeza un Hay todavía otras disposiciones y normas de la Iglesia que rebajan el
paño de lana que llegaba hasta los ojos. Las trenzas quedaban ordenadas estado de la mujer. El sínodo del Elvira, de comienzos del siglo IV, de-
sobre este paño; después una cinta rodeaba la frente y todavía una pe- termina en el canon 81 que las mujeres no pueden escribir cartas con su
queña cubierta sobre las trenzas las mantenía juntas; finalmente, por en- propio nombre ni recibirlas. No pueden cortarse el cabello (sínodo de
cima de todo ello, una red de cabellos daba consistencia a todo el pei- Gangra, siglo iv). Esta disposición se dirige contra las mujeres seguidoras
nado. Se dice que la mujer del célebre Rabbi Akiba (f 135 d.C.) vendió de un tal Eustathios de Sebaste (t después del 377), fundador de una
sus trenzas para pagar los estudios a su marido. Esto quiere decir que al- secta de rigor ascético. A este propósito dice Hefeie: «El apóstol Pablo
gunas mujeres gastaban dinero para conseguir un peinado de acuerdo a considera en 1 Cor (11,10) que la melena larga de las mujeres, que las ha
lo establecido cuando por naturaleza no tenían suficientes cabellos pro- sido dada como un velo natural, es signo de su subordinación al varón.
pios (cf. Strack/Billerbeck III, 427 ss.). La gran pecadora secó los pies de Comoquiera que algunas mujeres seguidoras de Eustathios, según infor-
Jesús con sus cabellos sueltos. Se trataba de una mujer sin peinado de- ma el sínodo de Gangra, rechazan esta subordinación y abandonan a sus
cente y con la conducta correspondiente. En contraposición a esto, refiere maridos, rechazan también el signo de esta subordinación, los cabellos
el Talmud que una mujer, cuyos siete hijos fueron sumos sacerdotes, ni largos» (1, p. 760).
siquiera por casa andaba con los cabellos sueltos (Strack/Billerbeck III, Las normas celibatarias sobre las mujeres llegan hasta su vida pri-
p. 430). Pablo argumentaba que si una mujer no se peina decentemente, vada. Las Constituciones apostólicas les advierten que no deben lavarse
entonces que se corte el pelo al rape (1 Cor 11,6). Eso sería una ver- frecuentemente: «Además ella fia mujer] no debe lavarse muy frecuen-
güenza total. De todos modos, Pablo habla de los cabellos, no de velo o temente, tampoco a medio día, no todos los días. Como hora más con-
sombrero. Pablo confunde ya cuestiones de moda con cuestiones de de- veniente para que se bañe se determina que son las diez» (1,9). Clemente
cencia y moralidad. de Alejandría se preocupó del deporte de la mujer. Mientras reclama
Aunque Pablo no hable aquí ni de velo ni de sombrero, hay que ad- campos de deportes para los jóvenes («Los muchachos deben participar
mitir igualmente que él exige de la mujer un peinado decente para per- desnudos en combates o jugar a la pelota», El pedagogo III, 50,1), dice
petuaran su vida un orden patriarcal. Sin embargo, no va tan lejos en su de las mujeres jóvenes: «Pero tampoco se debe excluir a las mujeres de la
interpretación como lo han hecho los celibatarios represores de la mujer. formación física. No se las puede pedir que luchen o que corran, sino que
De hecho, es digno de observar que Pablo habla de cubrirse (en el senti- deben ejercitarse en hilar, en tejer y ayudar a cocer el pan si es necesario.
do de peinado adecuado) cuando la mujer reza y cuando predica en pú- Además, las mujeres deben ir a la despensa a coger las cosas que nosotros
blico. Crisóstomo omite sintomáticamente la función de predicar. El necesitamos» (Ibid. 49,2).
proceso histórico con el cual la Iglesia reduce las mujeres al silencio, las Crisóstomo (t 407) lanza un piadoso suspiro acongojado sobre las
cubre lo más posible y las aparta de la mirada pública estaba en plena mujeres en su totalidad: «El sexo femenino todo entero es débil y ligero»
marcha. La mujer predicadora desaparece del escenario eclesiástico. La (Homilía 9 sobre 1 Tim 2,15). Pero él sabe que hay una posibilidad de
mejor mujer a los ojos de la Iglesia es aquella de la que menos se habla, a salvación para ellas: «¿Cómo, pues? ¿No hay para ellas salvación alguna?
la que menos se ve y la que por sí misma se calla. La disposición paulina ¡Sí! ¿Cuál? La salvación a través de los hijos» (Ibid.). Ambrosio (t 397),
concerniente al peinado se convierte en una capa celibataria mágica de- por el contrario, ve en los hijos y en los disgustos que dan los hijos, y en
bajo de la cual se puede hacer desaparecer completamente a la mujer. De el placer carnal de la madre que ellos ponen de manifiesto, una razón de-
todas las disposiciones del Nuevo Testamento que penden del momento cisiva para rechazar la maternidad y aconsejar, en su lugar, la virginidad:
histórico, la Iglesia católica ha mantenido y potenciado con más cuidado «Una noble mujer puede gloriarse siempre de sus numerosos hijos: cuan-
las que infravaloran a la mujer. En cuanto a otras disposiciones sujetas do aumentan los hijos aumenta también su fatiga. Puede contar las sa-
también al momento histórico, por ejemplo, la prohibición de cobrar in- tisfacciones que la dan sus hijos: pero también puede contar los disgustos.
tereses, hace ya mucho tiempo que las cajas de crédito episcopales y los Se convierte en madre, pero los dolores no se dejan esperar: antes de
bancos papales se han acostumbrado a los intereses. poder estrechar a su hijo contra su corazón, gime de dolor...; las hijas de
Lo mismo que para Crisóstomo, también para Ambrosio las mujeres este mundo se casan y son desposadas, sin embargo, las hijas del reino de
deben ir por la calle cubiertas con un velo: «Cubra la mujer la cabeza con los cielos se abstienen de todo placer carnal» (Sobre las vírgenes I, cap. 6).
un velo para asegurar también por la calle su virtud y su pudor. No debe En una teología como ésta se encuentra ya desde pronto la exclusión
ofrecer fácilmente su rostro a los ojos de un joven; por ello, debe cubrirse de la mujer del ámbito eclesiástico y sacral. Uno no se extraña de que las
con el velo nupcial» (Sobre la penitencia I, cap. 16). También las llama- mujeres no puedan ejercer función alguna en la Iglesia. Así dicen las
das Constituciones apostólicas (escritas hacia el 380) establecían que Constituciones apostólicas (la colección más amplia del siglo IV, de con-
las mujeres fueran cubiertas por la calle. tenido de derecho eclesiástico y de liturgia, llamadas apostólicas porque

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se presumía que tenían a los apóstoles como autores; debido a esto, tu- que se ha confiado exclusivamente al servicio de los varones, lo ejerce un
vieron una gran influencia; hacia el 1140 se incorporaron en gran parte sexo para el que no es competente». El sínodo de Nantes (658) hace una
en el Decreto de Graciano —del cual se hablará más adelante— y, por lamentación parecida. También en Oriente, en el sínodo persa de Nisibis
ello, conservan su importancia en nuestros días): «No permitimos que las en el 485, el metropolitano Barsumas y sus obispos prohibieron a las mu-
mujeres ejerzan en la Iglesia el oficio de enseñar, sino que ellas deben jeres entrar en el baptisterio y mirar en los bautizos porque de ello han
rezar y escuchar al maestro. Pues nuestro maestro y el mismo señor resultado faltas de lascivia y matrimonios ilícitos. El sínodo de Aquisgrán
Jesús nos ha enviado solamente a nosotros doce a enseñar al pueblo y a del 789 dice que las mujeres no pueden pisar los espacios del altar. Y los
los paganos; nunca, en cambio, envió a mujeres, aunque no faltaron en estatutos sinodales de san Bonifacio (f 754) especifican que las mujeres
torno a él. Estaban con nosotros la madre del Señor y su hermana y tam- no pueden cantar en la iglesia. El sínodo de la reforma de París del 829
bién María Magdalena, María la de Santiago y Marta y María, las her- lamenta los siguientes abusos: «En algunas provincias acontece que las
manas de Lázaro, Salomé y algunas otras. De haber sido algo apropiado mujeres se agolpan en torno al altar, tocan los sagrados vasos, entregan
para las mujeres, él mismo las hubiera llamado. Pero si el varón es la ca- a los sacerdotes las vestimentas sacerdotales y hasta distribuyen el cuer-
beza de la mujer, no es decoroso que el resto del cuerpo domine la ca- po y la sangre del Señor al pueblo. Esto es vergonzoso y no debe suce-
beza» (111,6). Según la voluntad de sus pastores espirituales, las mujeres der... Sin duda, todo esto se debe al descuido y negligencia de algunos
deben guardar silencio en la iglesia, estar tan silenciosas que muevan los obispos».
labios sin hacer ruido: «Las vírgenes deben rezar en silencio los salmos o La así llamada «Segunda carta pseudo-isidoriana», un escrito atri-
leer en silencio; sólo pueden hablar con sus labios de tal modo que nada buido al papa Sotero (168-177), es, de suyo, una falsificación (presumi-
pueda oírse; "pues no permito que la mujer hable en la iglesia". Las mu- blemente hecha hacia el 850), pero que, en relación al papel de la mujer,
jeres deben hacer exactamente lo mismo. Cuando rezan, pueden mover descansa enteramente sobre la base de la represión enseñada por los
los labios, pero nadie debe percibir su voz», escribe Cirilo de Jerusalén guías eclesiásticos; en ella se dice: «Ha llegado a la Santa Sede la noticia
(f 386; Catequesis introductoria, cap. 14). de que entre vosotros mujeres consagradas a Dios o religiosas tocan los
Afirman las Constituciones apostólicas que como la madre de Jesús vasos santos y los sagrados linos. Cualquiera que conozca lo que es
no bautizó a su hijo, las mujeres tampoco deben bautizar o ejercer otras recto no duda que todo esto merece total desaprobación y censura. Por
funciones sacerdotales: «Pero si nosotros no hemos permitido preceden- ello, declaramos, fundados en la autoridad de la Santa Sede, que acabéis
temente predicar a las mujeres, ¿cómo puede alguno, yendo contra la na- con todo ello lo antes posible e impidáis que esa peste se extienda a todas
turaleza, autorizarles la función sacerdotal? Pues elegir sacerdotisas de las provincias». Este escrito falsificado fue citado por Graciano hacia el
entre las mujeres es un error de la irreligiosidad pagana, pero no una dis- 1140 como autoridad papal, lo cual le dio una gran importancia que ha
posición de Cristo (los sacerdotes paganos eran evidentemente menos mantenido hasta nuestros días (cf. Raming, Der Ausschluss der Frau
hostiles hacia la mujer que los sacerdotes cristianos). Si se hubiera auto- vom priesterlichen Amt, p. 9). Ha contribuido, por su parte, a combatir
rizado a las mujeres a bautizar, el Señor hubiera sido bautizado por su no solamente la «peste» de las religiosas, sino la «peste» de todas las mu-
madre y no por Juan» (111,9). También Tertuliano (t después del 220) jeres en torno al altar a lo largo de todos los siglos hasta nuestros días.
proclama que las mujeres no pueden enseñar ni bautizar. Él acentúa También en nuestro siglo xx se prohibe a las mujeres servir al altar.
ciertamente, por una parte, que «todos» pueden bautizar, pero, por otra La prohibición quedó fijada en 1917 en el código de Derecho canónico
parte, prohibe enérgicamente a las mujeres hacerlo: «Es de esperar que la (CIC). «No puede servir al altar una mujer. Se autoriza la excepción
loca arrogancia de la mujer, que se ha atrevido a desear enseñar, no se cuando no hay ningún varón y existe un motivo justificado. Pero la
arrogue también el derecho de bautizar» (Sobre el bautismo, cap. 17). mujer no debe en caso alguno acercarse al altar y debe contestar desde
Las mujeres no pueden tampoco ejercer ningún servicio en el altar. El lejos» (can. 813 § 2). En una capilla de religiosas se permite que una de
sínodo de Laodicea (siglo iv) declara (can. 44) «que las mujeres no ellas sirva al altar (en la celebración de la misa): «Pero si se puede fácil-
deben acercarse al altar». El sínodo de Nimes (394) prohibe «el servicio mente conseguir un monaguillo, se comete pecado venial. Pero está
sacerdotal» de las mujeres, con lo cual se pronunciaba contra los prisci- prohibido bajo pecado mortal que la mujer que sirve se acerque al altar»
lianos (una secta cristiana), entre los cuales cabían las mujeres sacerdo- (H. Jone, Katholische Moraltheologie, 1930, p. 444). En el nuevo Dere-
tisas. Igualmente el papa Gelasio, en una carta dirigida en el 494 a los cho canónico (CIC), en vigor desde el 1983, sólo aparentemente se ha
obispos de Lucania, considera el servicio de las mujeres en el altar como dado un paso adelante (can. 906) cuando se pide «la participación de un
irrespetuoso: «Como hemos sabido para disgusto nuestro, se ha perpe- creyente» en la celebración de la misa, dando casi a entender con ello que
trado tal desprecio de las verdades divinas con el hecho de que las mis- no se habla expresamente de la prohibición del servicio de las mujeres en
mas mujeres, como se cuenta, han servido en los santos altares. Y todo lo el altar. Sin embargo, en el canon 230 §1 se dice claramente que sola-

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mente se puede confiar a los varones la función de «acólitos» —a quienes corta del varón sobre la mujer. Y esta dominación arbitraria continúa to-
compete también la función de ayudar a misa—. Y ya antes, en 1980, el davía hoy sin interrupción. La subordinación de la mujer al varón es un
papa Juan Pablo II, en una instrucción que lleva el bello título de El don postulado de los teólogos que se ha mantenido a lo largo de toda la his-
inestimable, había ordenado: «Las mujeres no pueden desempeñar las toria de la Iglesia y que la Iglesia machista de hoy todavía lo dogmatiza
funciones del acólito». Y la cosa ha quedado ahí, en este reparto romano como la voluntad de Dios. La Iglesia machista no ha entendido nunca
de regalos. que la realidad de la Iglesia se fundamenta conjuntamente sobre la cali-
A las mujeres se las ha prohibido, desde la antigüedad hasta nuestros dad humana y solidaridad entre el varón y la mujer. El apartheid que los
días, participar en el canto de los coros de la iglesia. También en nuestro varones que tienen el poder en la Iglesia han practicado contra las mu-
siglo el papa Pío X lo prohibió con energía, porque las mujeres no pue- jeres agrede la justicia lo mismo que el apartheid político. Que la Iglesia
den desempeñar ninguna función litúrgica (Motu proprio de música recurra en esto a Dios y a Cristo no pone las cosas mejor, ya que con ello
sacra, 1903). En el Repertorium Rituum de Ph. Hartmann, del año lo que hace es añadir todavía tonos blasfemos a un modo injusto de com-
1912, se dice: «Solamente pueden ser miembros del coro de la iglesia va- portarse. Pero sobre todo: una Iglesia meramente masculina ha dejado de
rones de conocida piedad y honradez, aquellos que muestran ser dignos ser hace tiempo, a pesar del nombre «Iglesia» que se adjudica, una Igle-
del santo servicio. Dado que los cantores desempeñan una función litúr- sia en sentido pleno porque, llevada por la arrogancia machista, ha re-
gica, no se permite emplear voces femeninas en el canto de la iglesia. Si se nunciado a un aspecto decisivo de la catolicidad que ella debe expresar
desea emplear voces de soprano alto y contralto se debe, entonces, recu- en su vida. Hace tiempo que ha cambiado su catolicidad por un arro-
rrir a los niños» (p. 360). Un cambio se ha operado por primera vez en gante sexismo.
los tiempos más recientes. En la reelaboración del Repertorium Rituum Esta Iglesia de varones ha degenerado en un cristianismo atrofiado.
que en 1940 hizo Johannes Kley se dice: «Solamente pueden ser miem- La fe cristiana ha quedado congelada en el credo del celibato. Debido a
bros del coro de la iglesia varones de conocida piedad y honradez, aque- esto, a los varones eclesiásticos se les ha extraviado la mirada y ya no ven
llos que muestran ser dignos del santo servicio. Si se desea emplear voces qué sea auténticamente la fe cristiana. Son reveladoras las manifestacio-
de soprano alto y contralto, debe recurrirse, en lo posible, a los niños; sin nes que hizo el cardenal Hengsbach de Essen con ocasión de una orde-
embargo en la actualidad se admiten también mujeres en la mayor parte nación sacerdotal. Según el Westdeutsche Allgemeine Zeitung del 24 de
de los casos» (p. 403). Pío XII permitió con prudencia el canto de las mu- mayo de 1988, el cardenal calificó «la espectacular demanda actual que
jeres, si bien solamente «fuera del presbiterio o de los límites del altar» pide suprimir la unión del celibato con el sacerdocio» de «crisis de fe».
(Instructio de música sacra, AAS 48 [1958] 658). Pero no es imposible Peor aún, declara que esta crisis es «la auténtica calamidad religiosa en la
que reformadores como el papa actual limpien también los coros de las actualidad». Según esto, crisis de fe es esencialmente dudar de la obliga-
iglesias de las infiltraciones femeninas. toriedad del celibato. Fe es adhesión a esta obligación. Estas afirmaciones
En el pasado, para evitar a las mujeres, estaban a disposición los de los pastores supremos manifiestan la ceguera que tienen para la ne-
coros de los castrados. En el Lexikon für Tbeologie und Kirche leemos a cesidad real de la actualidad. Las mujeres podrían ayudar a ensanchar el
este respecto: «Italia, principalmente desde el siglo XVI hasta el xvm, horizonte de la mirada de los pastores para ver dónde está la verdadera
practicó la castración de los niños para mantener las voces de soprano y necesidad humana y la crisis real de fe. Sólo hace falta que los señores se
contralto. A diferencia de Alemania y Francia, en Italia los primeros lo permitan.
castrados encontraron rápida acogida en los coros de las iglesias. Bajo el
pontificado de Clemente VIH (1592-1602) entraron a formar parte de la
Capilla Sixtina en sustitución de los que cantaban de falsete la voz de so-
prano, aunque no pudieron imponerse en el tono contralto. A comienzos
del siglo XIX desaparecieron de la música profana, pero en la Capilla Six-
tina continuaron cantando los castrados hasta principios del siglo XX»
(VI, 1961, p. 16). Si las cosas se desarrollan de acuerdo con la mente de
los papas y con lo que los papas entienden bajo el concepto de santidad
del servicio divino, tal vez al final de este siglo vuelvan a cantar de
nuevo.
Si se consideran conjuntamente las represiones contra la mujer, su re-
chazo, difamación, demonización, entonces toda la historia de la Iglesia
aparece como una larga y única cadena de dominación arbitraria y ali-

124 125
Capítulo 10

LA CONVERSIÓN DE LOS LAICOS EN MONJES

Hemos hablado de la conversión de los sacerdotes en monjes que en Oc-


cidente se llevó a cabo en las leyes, pero que en la práctica no tuvo
siempre éxito. Pasemos ahora a considerar ese trabajo laborioso y nunca
concluido que es la transformación de los laicos en monjes a través de la
«teología de los solteros» (Friedrich Heer).
Al final de su vida Agustín había concedido a los pelagianos la exis-
tencia en el paraíso de un placer controlado, casi un placer sin placer,
pero en los tiempos que siguieron se secundó la opinión que Agustín sos-
tuvo al principio: en el paraíso no tuvo lugar el placer. El placer que
acompaña el acto sexual es sencillamente un mal. En este sentido se
ponía el acento en el versículo del salmo (50,7): «Mirad, he sido conce-
bido en la injusticia y en el pecado me ha engendrado mi madre». Se que-
ría ver en este salmo lo que Agustín había enseñado, a saber, que el pla-
cer actual inherente al acto procreador es el vehículo de transmisión del
pecado original. Después de Agustín muchos teólogos proscribieron el
placer con más fuerza que él. Agustín consideraba libre de culpa el acto
marital realizado con intención de procrear y como respuesta al deber
conyugal. Pero encontramos que el papa León Magno (f 461), en su ho-
milía de navidad, afirma por vez primera que todo acto marital es peca-
do. El papa alaba —es navidad— la excepción de María, que concibió
sin pecado, «mientras que en todas las demás madres de esta tierra la
concepción no es sin pecado» {Serm. 22,3). Fulgencio de Ruspe (f 553),
el teólogo más importante de su tiempo, no va tan lejos como este fa-
moso papa. Se atiene más estrechamente a Agustín y a sus dos excepcio-
nes relativas al acto sexual, de suyo, empecatado. Convertido al mona-
cato con la lectura de Agustín y elegido después obispo, compartió
completamente el pensamiento de Agustín. También, por ejemplo, com-
partió la opinión de que a través del placer, presente en todo acto con-
yugal, el niño queda manchado y se le transmite el pecado original, por

127
cuya razón el niño no bautizado no puede alcanzar la felicidad eterna. Y de la menstruante y de la puérpera puede hacer comprensible, en cierto
mientras asume así a Agustín sin cambiarle, mejora al apóstol Pablo. Ful- modo, la prohibición). Se trata ahora de la prohibición de las relaciones
gencio dice: «Es un gran bien no tocar a la mujer» (1 Cor 7,1). Con esto, en los llamados tiempos sagrados: en todos los domingos, en todos los
aparte de que él, como desgraciadamente hacen casi todos los teólogos días festivos (y había muchos), en los cuarenta días de ayuno previos a la
hasta nuestros días, pone en boca de Pablo una frase que expresa la opi- pascua, veinte días, al menos, antes de navidad, frecuentemente también
nión de los que le preguntan, Fulgencio eleva el «es un bien» a «es un veinte o más antes de pentecostés, tres o más días antes de recibir la co-
gran bien» (magnum bonum est) (Ep. 1,6-9,20.22; De verit. praedest. munión. Por esta razón se comulgaba en general sólo en las grandes so-
1,10). La ausencia de placer se convierte en el bien más grande de un cris- lemnidades —navidad, pascua y pentecostés—, pues en estos días había
tianismo extraviado. Fulgencio anima a los creyentes a aspirar a esta que ayunar y abstenerse sin más de las relaciones. Según las regiones va-
forma de vida más alta. riaba la extensión de la exigencia de la abstinencia. En conjunto se lle-
Con el papa Gregorio Magno (f 604) concluye la época de los «pa- gaba a un mínimo de cinco meses de abstinencia. A ello había que añadir
dres de la Iglesia», que tuvieron una influencia especial en la teología. el tiempo de la menstruación, del puérpero y, como veremos, de la lac-
También Gregorio sigue estrechamente a Agustín y su ideal del matri- tancia. Muchos fieles se quejaban de que el tiempo que les quedaba no
monio en el paraíso: Dios creó al principio al hombre de tal manera que era mucho.
los hijos eran engendrados «sin el pecado del placer de la carne» y na- Pero los teólogos sabían con qué métodos se imponían tales exigen-
cían sin pecado, a la manera como la tierra produce sus frutos sin placer cias. El papa Gregorio Magno cuenta, por ejemplo, en sus muchas his-
(In VII psalm. poenit. sobre el salmo 5 |101], n. 26). Ahora el acto torias de milagros, el siguiente ejemplo estremecedor del castigo divino:
conyugal está libre de falta sólo cuando se realiza con la intención de una mujer joven casada y con clase fue invitada por su suegra a partici-
procrear. Si, por el contrario, los esposos buscan el placer, entonces par en la fiesta de la consagración de la iglesia de San Sebastián. «En la
«manchan la bella imagen de la unión marital al mezclarla con el pla- noche anterior se dejó dominar por el placer de la carne y no pudo evitar
cer». Como Agustín, Gregorio apela a Pablo y dice que tales esposos que- la relación con su marido. Como ella temía más la vergüenza de los
dan perdonados porque se mantienen dentro del marco del matrimonio. hombres que el juicio de Dios, entró en la iglesia a pesar de sus remor-
Así, pues, la satisfacción del impulso sexual es pecado también en el ma- dimientos de conciencia. En el momento en el que se introdujeron las re-
trimonio, aunque este pecado, de acuerdo con 1 Cor 7,6, venga perdo- liquias del santo mártir, un espíritu malo se apoderó de ella y a pesar de
nado (Moral 32,29; Reg. past. 3,27). los muchos intentos no se consiquió expulsarle durante mucho tiem-
Todas estas especulaciones de los teólogos monjes sobre lo que tiene po». Solamente lo consigió el santo obispo Fortunato de Todi (Dial. I,
(o no tiene) de pecado el acto marital no preocuparían a los esposos si di- cap. 10). Muchos predicadores y escritores piadosos volvieron a contar,
chas teorizaciones no tuvieran consecuencias muy concretas para ellos. a lo largo de siglos, esa historia de la suegra narrada por el papa Gre-
Tres pasajes del Antiguo Testamento influyeron en la normatividad de la gorio.
abstinencia. Como preparación para la manifestación de Dios en el El obispo Cesáreo de Arles ( | 542) supo contar al pueblo en sus ho-
Sinaí, Moisés exigía a los israelitas que se abstuvieran de sus mujeres dos milías ejemplos aún peores. Decía a los fieles: «Quien no se abstenga de
días (Ex 19,14 s.). El sacerdote Abimelech entregó los panes consagrados la relación sexual antes del domingo o de cualquier otro día festivo, en-
al hambriento David sólo cuando supo que David no había tenido rela- gendrará hijos leprosos o epilépticos o poseídos por el demonio. Todos
ciones con mujeres desde hacía algunos días (1 Sam 21,1-6). Finalmente, los leprosos no proceden de hombres razonables que en los días festivos
según Levítico 15,18, los esposos permanecían impuros hasta la tarde guardaron castidad, sino que en gran parte proceden de los campesinos
después de la unión conyugal. En el Antiguo Testamento estos tres lu- que no pudieron dominarse. Si los animales, que carecen de razón, se
gares hay que buscarlos realmente con lupa, pues el judaismo está lejos unen solamente en determinados tiempos convenientes, con cuánta más
de desexualizar a los esposos. Sin embargo, a partir del siglo IV el cris- razón deberían hacerlo los hombres, que han sido creados a imagen de
tianismo vio, siempre cada vez más, en esta desexualización su tarea más Dios» (Browe, Sexualethik des Mittelalters, p. 48). Por lo demás, es la
importante. misma homilía en la que profetiza tamañas malformaciones en los niños
Durante toda la Edad Media tuvo una enorme importancia la pre- concebidos durante el menstruo, y que ya hemos visto en el capítulo se-
gunta de cuándo se permitían las relaciones y cuándo no, qué penitencia gundo. «Toda vez que queráis entrar en la iglesia en día festivo, prosigue
a pan y agua y durante cuánto tiempo tenía uno que hacer si las relacio- Cesáreo de Arles adoctrinando a los fieles, y recibir los sacramentos, de-
nes no se habían tenido en los tiempos adecuados (y se pasa por alto la béis observar previamente durante varios días la castidad para poder
prohibición de las relaciones en el tiempo de la menstruación y del acercaros con la conciencia tranquila al altar. Esto mismo debéis obser-
parto, pues en estos casos el error médico sobre la toxicidad de la sangre varlo con fidelidad durante todo el tiempo de ayuno y hasta el domingo

128 129
después de pascua con el fin de que la santa solemnidad os encuentre cas- en su visita reglamentaria, debía preguntar a los sacerdotes «si enseñaban
tos y limpios. Quien se precia de ser un buen cristiano no solamente a sus fieles qué días los maridos debían abstenerse de sus mujeres». En su
guarda la castidad varios días antes de la comunión, sino que se relacio- libro penitenciario, Regino de Prüm (en el Eifel) formulaba las preguntas
na con su mujer sólo por el deseo de tener lujos» (Browe, p. 51). de la forma siguiente: «¿Has tenido relaciones maritales en domingo? En-
Una mujer mostró a san Gregorio de Tours (t 594) su hijo ciego y tonces tienes que hacer tres días de penitencia... ¿Te has manchado con
encanijado «y confesó entre lágrimas haberlo concebido en domingo... tu mujer en tiempo de ayuno? Entonces debes hacer un año de penitencia
Yo le dije que eso había sucedido por haber transgredido la noche del do- o dar 26 soldi a los pobres. Si lo has hecho en estado de embriaguez, en-
mingo. Sed precavidos, vosotros los hombres, es suficiente si satisfacéis tonces debes hacer solamente cuarenta días de penitencia». El sacerdote
vuestro placer los otros días, mantened este día limpio para alabar a tenía también que atender a que el hombre se mantuviera apartado de su
Dios, de lo contrario», aclara san Gregorio de Tours a los casados, mujer los veinte días previos a la navidad y pentecostés y todos los do-
«vuestros hijos nacerán contrahechos o epilépticos o con lepra» (Browe, mingos y cuando constaba que la mujer estaba ya embarazada (Browe,
p. 48). En una célebre carta del año 866 el papa Nicolás I no dejó esca- p. 47). Todavía en el siglo XII esta dura obligación estaba en vigor casi en
par la ocasión de inculcar al príncipe búlgaro Bogoris, recientemente con- todas partes. Graciano, el padre del derecho canónico, la incorporó en el
vertido, la buena noticia del mensaje cristiano sobre la observancia de la año 1140 a su colección de leyes, lo cual prolongó su vigencia. Santa Isa-
abstinencia todos los domingos, etc.: «Si el domingo hay que abstenerse bel de Schónau (f 1165) advertía a los esposos que observaran la conti-
de todo trabajo mundano con cuánta más razón no habrá que abstener- nencia si no querían atraer sobre sí y sobre sus hijos la ira de Dios
se del placer carnal y de toda mancha corporal» (n. 63). En la carta a los (Líber viarum Dei, c. 13).
búlgaros se habla también, naturalmente, de la abstinencia en el tiempo
La célebre respuesta del papa Gregorio I (Responsum Gregorii) al
de ayuno, etc., etc. (n. 99).
obispo Agustín de Inglaterra, y que desde el siglo vm se ha citado innu-
Las penas que los sacerdotes imponían a los transgresores variaban, merables veces, no contribuyó a dulcificar la rigurosa reglamentación de
en general, entre los veinte y los cuarenta días de ayuno riguroso a pan y los tiempos respecto de la relación marital, sino que, más bien, potenció
agua. Quien piense que la prohibición de las relaciones en los días festi- la idea de que toda relación marital es pecado. «¿Puede el esposo después
vos y de ayuno y antes de la comunión era solamente un consejo dado a de la relación marital entrar en la iglesia o, incluso, comulgar?». Tal era
los esposos y que no se trataba de un pecado mortal con penas graves la pregunta (la décima) de Inglaterra a la que responde ese célebre escri-
para los transgresores, borra mil años de tiranía sobre los matrimonios y to. Recientemente (tal vez sin razón) se ha considerado la respuesta
pone en su lugar tiempos posteriores que fueron más benignos. Predica- como una falsificación posterior (no anterior al año 731). Pero no por
dores y escritores de la época merovingia y carolingia, obispos galicanos ello su influencia fue menor, pues hasta nuestro siglo se cita constante-
y concilios, libros penitenciales (catálogos de los pecados con las penas mente como original del gran papa Gregorio I. En esta respuesta se de-
correspondientes), sínodos y confesores coincidían todos en que los es- clara: «El placer sexual no se da nunca sin pecado. El salmista no nació
posos debían abstenerse; las diferencias versaban sencillamente sobre la del adulterio o de la fornicación, sino de un matrimonio legítimo, y, sin
limitación de los tiempos y la cuantía de las penas. Por ejemplo, las dis- embargo, dice de sí: "en pecado fui concebido, en pecado me engendró
posiciones sinodales del obispo Rather de Verona, en el año 966, impu- mi madre"» (Salm 50,7). La distinción complicada, esquizofrénica, que
sieron exigencias extremas: a los tiempos ya habituales (todos los do- hace Agustín entre sentir y soportar (carente de pecado), por una parte,
mingos, etc.) añadió también todos los viernes. Una colección irlandesa y buscar y gozar el placer (pecado), por otra, se pasa por alto en perjui-
de cánones habla, además, de los miércoles y de tres periodos de ayuno al cio de los esposos, si es que después de Agustín aún es posible un per-
año, de cuarenta días cada uno (Browe, p. 42). juicio mayor para ellos. Perfecto es solamente el hombre «que consige
Evidentemente, durante el tiempo de la abstinencia no se podía uno pasar a través del fuego sin quemarse», enseña la respuesta de Gregorio.
casar, «porque en este tiempo los esposados no debían tener relación al- Y por esta causa, Gregorio (o su falsificador) aconseja al hombre de In-
guna sexual entre ellos», aclaraba el abad burgundo Enrique de Vienne a glaterra no entrar en la iglesia.
finales del siglo xiv (Browe, p. 46). Muchas disposiciones episcopales El germano Alberto Magno (f 1280) piensa que el mandato de la res-
apremiaban a los sacerdotes a que instruyeran al pueblo sobre las prohi- puesta de Gregorio prohibiendo entrar en la iglesia, se fundamenta de
biciones y que lo hicieran tema de predicación, principalmente en la esta manera: en el coito el espíritu queda ahogado por la carne (In IV
cuaresma. De muchos libros penitenciales, por ejemplo del decreto de sent. d. 31 a. 28 solí.). El mismo Alberto Magno se pregunta con esta
Burchardo de Worms (f 1025; XIX, cap. 5), se sigue que los confesores ocasión por qué pecados puramente espirituales, que son más graves, no
debían preguntar a los casados sobre el tiempo de la abstinencia. Según llevan consigo la prohibición de entrar en la iglesia. Y se responde a sí
se lee en el libro penitencial del abad Regino de Prüm (f 915), el obispo, mismo: porque estos pecados (los espirituales graves) no destruyen el es-
130 1.31
píritu bajo el poder del placer en tan alta medida y no despiertan senti- cada acto sexual. De esta manera la teología se creó un nuevo campo rico
mientos de vergüenza. La relación sexual, por el contrario, enerva (ener- en actividad. Muchos de estos teólogos, dado que en su mente estaban en
vat) el espíritu y, por esta razón, el hombre debe retraerse de mirar las primer lugar los motivos, consideraron la mera transgresión de los tiem-
cosas sagradas (Ibid. ad 5). pos como pecado sólo venial.
Volvamos a la respuesta de Gregorio, que Alberto Magno condujo a Pero las disposiciones episcopales, los predicadores y los confesores
las profundidades mencionadas. ¿Qué pasa si el marido ha llevado la re- mantuvieron viva aún mucho tiempo la creencia de que era condenable el
lación marital sólo para engendrar? Respuesta: «Cuando el esposo in- acto marital en determinados tiempos. En el siglo xm cinco mujeres de
tenciona sólo la procreación, puede entrar en la iglesia». Es decir, se Lausanna habían tenido relaciones con sus esposos antes de la fiesta
puede procrear los sábados y los domingos. Esto presenta sólo una difi- patronal. Al entrar en la catedral las sobrevino una especie de ataque epi-
cultad: se presupone que el hombre tiene constantemente en la cabeza la léptico del que se vieron libres sólo cuando confesaron y prometieron no
procreación y que «pasa a través del fuego sin quemarse». Gregorio hacerlo en lo sucesivo antes de las grandes fiestas (Cartulaire de N.D. de
piensa que el hombre de Inglaterra tiene que decir por sí mismo si ése es Lausanne; Mémoires et documents publ. par la Soc. d'bist. de la Suisse
su caso. Pero los teólogos celibatarios le han quitado esta decisión. Ellos Romandel,6 [18511 576).
han decidido que él, lo mismo que los otros maridos, no están agraciados En el gran predicador popular Bertoldo de Ratisbona (f 1272) se
con la frigidez gregoriana y, por eso, prohiben a los esposos, sin posibi- abre paso —al menos se insinúa ya— la valoración teológica del acto
lidad de excepción, acercarse a comulgar depués del acto marital. conyugal según los motivos sobre el esquema rígido de los tiempos. En
En la respuesta a Inglaterra se aborda la cuestión de cuándo el mari- una homilía suya sobre el matrimonio dice: «Hay que mantenerse castos
do, después del nacimiento de un niño, puede tener relaciones con su es- en la noche previa a las fiestas de precepto. Igualmente, durante todo el
posa. Ya hemos visto que en el puerperio rige la misma norma que en la día de fiesta hasta la noche. Sé muy bien que vosotras, mujeres, me seguís
menstruación (Gregorio dice que «la ley de Dios castiga con la pena de mejor que los hombres. Con frecuencia vemos que las mujeres son más
muerte al hombre que mantiene relaciones con la esposa menstruan- castas que los hombres, que quieren ser libres en todo y hacer su volun-
te»).Pero los teólogos cristianos, lo mismo que Gregorio, van más allá: tad en la comida y bebida y, a consecuencia de ello, libres de tal manera
«El hombre debe abstenerse de la relación conyugal hasta el destete del que tampoco quieren prestar atención a ningún tiempo. Mujer, debes di-
niño». Gregorio critica el empleo de nodrizas: «Pero ha llegado a ser ha- suadirle de ello en la mejor forma posible. Pero si él se pone como un
bitual entre los casados que las mujeres ya no amamanten a sus hijos, diablo y te insulta y quiere dejarte e ir con otra y lo dice seriamente y tú
sino que se los confían a otras mujeres para este fin. La única razón de no consigues impedírselo, entonces, mujer, antes de dejarle ir con otra
esta costumbre habitual parece ser la incontinencia. Dado que no quieren cede con triste corazón aunque sea la noche santa de la navidad o la
guardar continencia, no quieren que los hijos tomen la leche de la noche del viernes santo. Pues no eres culpable si no pones tu voluntad.
madre». La idea de que la relación sexual estropea la leche de la madre es Pero el día del juicio final clamarán contra vosotros todos los santos
un error médico que tuvo gran influjo en la promoción de las nodrizas cuyos días no habéis observado» (Franz Pfeíffer, Berthold von Regens-
hasta los tiempos más recientes (cf. el interesante libro de Elisabeth Ba- burg, vol. I, 1862, 324).
dinter, Histoire de l'amour maternelle, París, 1980). Berthold de Regensburg en sus sermones hacía ya una cierta dife-
Los teólogos de la Escolástica, que va del siglo XI al XIII, abandonaron renciación según los motivos para estimar las relaciones; sin embargo, el
el esquema rígido de los tiempos respecto de los domingos, festivos y pe- obispo Guillermo Durando de Mende (f 1296), en las orientaciones
riodos de ayuno. El acento se trasvasó de la reglamentación de los tiem- pastorales que dio a su clero prohibe, sin excepción alguna, la relación en
pos a la especificación de los motivos en relación con cada acto marital. los tiempos santos. La misma normativa se encuentra en un decreto del
Distinguen estos teólogos —con Agustín de nuevo a la cabeza— entre el sínodo diocesano de Nimes del año 1284 y en un directorio castellano
esposo que pide el acto marital y el que lo secunda, y, por ello, qué mo- para la confesión del siglo XIII (Browe, pp. 76 s.). También san Bernar-
tivos han llevado a cada cual al acto. El mejor motivo es la procreación, dino de Siena predicaba en 1443, en Padua, que es una «puerca indigni-
que no equivale, sin embargo, a la alegría de tener un hijo o un heredero, dad» y un pecado mortal si los esposos no se abstienen algunos días
sino a la alegría de tener un nuevo servidor de Dios. Depende, además, antes de comulgar (Browe, pp. 77 s.). Cita como aval a Graciano. Por
de qué papel desempeña el placer en el acto, si es soportado de mala tanto, Bernardino, en oposición a la casi totalidad de los teólogos, sos-
gana, a disgusto, con repulsa, o buscado, buscado exclusivamente, des- tiene que los cánones de Graciano son rigurosamente vinculantes. Tam-
mesuradamente buscado o buscado de una manera contranatural; más bién el manual para el clero de la diócesis de Salisbury, en el año 1506,
aún, cómo estimar «los movimientos primeros de todos» hacia el acto se- preceptuaba con severidad la abstinencia antes de comulgar e igualmen-
xual, qué pensamientos tuvo cada cual al principio, en medio y al fin de te en los días de fiesta y ayuno. Hay que decir que esto era ya en aquel

132 133
tiempo excepcional. Ciertamente, el catecismo de Trento del año 1566,
ateniéndose a la práctica del pasado, establecía la abstinencia en deter-
minados tiempos, pero ya no se consideraba como una obligación sino
solamente como una «directriz», pues los sínodos posteriores (Besangon,
1571, Bourges, 1584 y Würzburg, 1584) «exhortaban» a la abstinencia Capítulo 11
pero ya no la imponían como obligación.
Tomás Sánchez (f 1610) da una visión general de las opiniones de los LIBROS PENITENCIALES Y TABLAS DE PENITENCIAS
teólogos: algunos consideran pecado venial solicitar la relación la noche
anterior a la comunión y otros, si bien pocos, no consideran pecado
comulgar después de tenida la relación. El mismo Sánchez estima como
lo más conveniente no comulgar después del acto marital, a no ser que se
haya tenido sólo por la finalidad de la procreación. En tal caso, el ensu-
ciamiento corporal y el placer del acto quedarían compensados con el
bien de la prole. Lo mismo vale cuando se trata de cumplir con el deber
marital o de salir al paso de la propia incontinencia. Pero quien tiene el
acto conyugal por placer, sin excluir evidentemente la procreación, peca
vcnialmente si comulga al día siguiente. La relajación del espíritu causa-
da por el acto no es la preparación apropiada para recibir la comunión. La lucha contra la contracepción adquirió, después de Agustín, un em-
De todos modos, la comunión podría carecer de connotación pecaminosa puje mayor. Cesáreo (f 542), obispo de Arles (la Roma gálica) y monje
si el no recibirla pudiera ser motivo de ser mal vistos por los demás en otro tiempo, recibió del papa Símaco (t 514) la tarea de cuidar «el
(Lindner, Der Usus matrimonii, p. 222). asunto de la religión en la Galia y España». Cesáreo puso en marcha
El juicio de los jansenistas, de los que todavía hablaremos, es consi- trece sínodos en el siglo Vt. Su influjo alcanzó a los episcopados ostro-
godos y francos.
derablemente más rígido. Alfonso de Ligorio (t 1787), menos riguroso
que los jansenistas en el tema, comparte la opinión de Tomás Sánchez. En una carta dirigida a todos los obispos y sacerdotes de su ámbito
En la medida en la que, como veremos, a lo largo del siglo xix la relación de influencia sobre problemas morales candentes, exhorta a sus herma-
«por placer sexual» (en el supuesto, naturalmente, de que no se evite la nos en el sacerdocio a enseñar al pueblo las costumbres cristianas. Des-
procreación) no se considera ya pecaminosa, recibir la comunión después pués de haber hablado del aborto como asesinato, aborda el tema de la
de ella está también libre de pecado. Pero todavía en el año 1923 se en- contracepción: «No se puede dejar de advertir que la mujer no debe
cuentra, en la vigésima edición del Tratado sobre el sexto mandamiento tomar poción alguna que incapacite la concepción o perjudique la vita-
y el uso del matrimonio escrito por el importante teólogo-moralista H. lidad de la naturaleza, que, por la voluntad de Dios, debe ser fértil. Ha de
Noldin (t 1922), la exhortación a los esposos a que no comulguen des- ser considerada culpable de tantos asesinatos cuantas veces impida la
pués de haber tenido una relación venialmente pecaminosa (la cual es, de concepción o el nacimiento. Y si no se sometiera a la penitencia corres-
suyo, una cuestión de dosificación del placer y de los motivos de los es- pondiente, será condenada a la muerte eterna en el infierno. Si una
posos), a no ser que exista una razón importante para recibirla. En la vi- mujer no desea tener hijos, tiene que apalabrarlo piadosa y consciente-
gesimaprimera edición de la obra de Noldin/Schmitt del año 1926, de- mente con su marido, pues una mujer cristiana es infecunda sólo por la
saparece esta exhortación. Sin embargo, Dominikus Lindner escribe castidad» (Carta, entre los Sermones 1,12). La ágil formulación «Tantas
todavía en el año 1929 en su obra Der Usus matrimonii: «También hoy contracepciones, tantos asesinatos» agradó tanto a Cesáreo que la repi-
prevalece la opinión de que es muy recomendable abstenerse de la rela- te en otros dos sermones ulteriores (Serm. 44,2 y 51,4).
ción conyugal para acercarse a recibir la comunión» (p. 224). Y todavía Cesáreo, pues, deja a las mujeres elegir entre el infierno después de la
hoy viven muchas esposas que en otro tiempo se confesaron de haber te- muerte o la penitencia en esta vida, o, como determinó el sínodo de
nido la relación conyugal el día antes de ir a comulgar. Agde en el año 506 (can. 37) dirigido por Cesáreo, entre la excomunión
o la penitencia. La penitencia que imponía la Iglesia entonces era distin-
ta a la actual. Los «penitentes» de la Iglesia estaban obligados, como los
monjes, a una vida de renuncia completa al mundo. Eso significaba,
pues, años de abstinencia conyugal. Por esta razón, el sínodo de Agde
aconsejaba que no se impusiera tal penitencia con demasiada facilidad a

134 135
la gente joven. Y el mismo Cesáreo de Arles afirma en sus sermones que Se estiman actos contraceptivos no solamente las bebidas, sino tam-
los jóvenes esposos que asumen la penitencia, no están obligados, en ge- bién otros modos diversos de evitar la procreación: coitus interruptus, re-
neral, a renunciar a la relación conyugal, a no ser que hubieren incurrido lación anal u oral. Las penitencias que la Iglesia imponía en estos tres
en un crimen muy grave que tuviera que ser expiado en ese modo. Tam- casos eran enormes. El rigor de la penitencia varía de un penitencial a
bién el papa León I, en una carta del 458 escrita al obispo de Narbona, otro, pero llama la atención que la relación anal y oral (el coitus inter-
dice que hay que tolerar que los jóvenes «penitentes» puedan contraer ruptus se menciona poco) se castigaba frecuentemente con más severidad
matrimonio y hacer su uso (Ep. ad Rusticum 13). Y después del concilio que el aborto, más, incluso, que un asesinato premeditado. Los autores
de Arles del 443 y de Orleans en el 538, los casados podían asumir la pe- de los libros penitenciales consideraban, evidentemente, que ciertas prác-
nitencia eclesiástica sólo con el asentimiento de su pareja (Browe, Se- ticas sexuales eran más condenables que el asesinato de un hombre. No
xualethik des Mittelalters, p. 44). Dada su severidad, la penitencia de la es un azar que la Iglesia católica haya puesto, hasta hoy, mayor empeño
Iglesia la elegían, en general, las personas ancianas y las moribundas. en la lucha contra los pecados del ámbito sexual, a veces solamente pe-
Martín (t 580), arzobispo de Braga, monje igualmente antes de ser cados supuestos, que contra los crímenes que se cometen contra la vida
obispo, fijó la penitencia en diez años por la contracepción. La contra- humana en la guerra, en los genocidios y en la pena de muerte. Ernst
cepción se equipara al infanticidio: «Si una mujer fornica y mata al niño Bloch escribió en 1968 estas amargas palabras denunciando la perversión
nacido de este acto o ha tenido el deseo de abortar y matar lo que ha de la moral del Occidente cristiano a través de tales valores falsos: «Las
concebido o ha tomado medidas para no concebir, independientemente mujeres no pueden entrar en la iglesia con los brazos desnudos, pero ju-
de que lo haya hecho en adulterio o dentro del legítimo matrimonio, tales díos desnudos pueden cavar su propia fosa».
mujeres, así se establece en los cánones antiguos, pueden recibir la co- El libro penitencial anglosajón, compuesto entre los años 690-710
munión sólo en caso de muerte. Nosotros, sin embargo, llevados de la por Teodoro, monje griego procedente de la misma ciudad de Pablo,
misericordia, hemos decidido que dichas mujeres, y las personas impli- Tarso, que llegó a ser arzobispo de Canterbury y al que se considera
cadas en su delito, deben hacer diez años de penitencia» (Capitula Mar- como el verdadero organizador de la Iglesia inglesa, establece, por la re-
tini 77). lación oral, una penitencia de siete o quince años o de toda una vida de
La reglamentación de la vida sexual de los laicos hecha por monjes- duración; por el aborto, una penitencia de tres veces cuarenta días, y por
obispos (Cesáreo, Martín) o papas como Gregorio encuentra su expre- el asesinato premeditado, siete años. El penitencial del Pseudo-Egbert
sión en un género literario muy peculiar: los libros penitenciales. Con- (hacia el 800) determina una penitencia durante siete años o toda la
tienen el catálogo de los pecados y las penitencias correspondientes a vida por la relación oral; diez años por la anal; por el aborto, siete o diez
cada pecado. En ellos aparece que la contracepción está catalogada años, y por el asesinato premeditado, siete años. Los Cañones Gregorii
como especialmente grave y como pecado mortal sin excepción. Los pe- (compuestos entre 690-710 y considerados igualmente del arzobispo
nitenciales más antiguos proceden de conventos irlandeses y los escri- Teodoro) fijan, por la relación anal, quince años de penitencia, y por ase-
bieron sus abades. (Los monjes irlandeses tuvieron un papel destacado en sinato premeditado, siete años. Y el penitencial anglosajón de Egbert, ar-
la evangelización de Europa.) Alcanzaron también una gran difusión el zobispo de York (f 766), penaliza la relación anal con siete años y el ase-
libro penitencial de Regino de Prüm en el Eifel (f 915) y el del obispo sinato con cuatro y hasta cinco años. El penitencial franco Hubertense
Burchardo de Worms, del año 1010. Worms era entonces un importan- (680-780), que recibe el nombre del lugar donde se encontró, Saint-Hu-
te centro eclesiástico. Del 764 al 1122 se celebraron allí diecisiete sínodos bert, un monasterio en las Ardenas, exige diez años de penitencia por el
del Imperio. coitus interruptus; diez años también por bebidas contraceptivas y diez
Un texto del libro penitencial de Regino de Prüm, y que reproduce años por asesinato premeditado. Aunque con penitencias considerable-
también el de Burchard de Worms, ha tenido una influencia enorme en la mente más suaves, de días o semanas, se penalizaba también el acto
doctrina eclesiástica sobre la contracepción, pues en el siglo xm se in- marital que no se realizaba conforme a lo prescrito por los monjes, es
corporó al derecho eclesiástico. Regino lo pone entre las preguntas que decir, cuando la mujer se colocaba sobre el hombre. Esta posición se con-
ha de hacer el obispo en su visita: «Si alguien {si aliquis), por satisfacer su sideraba como una forma especial de buscar placer y de dificultar la con-
placer o por odio consciente, hace algo a un hombre o a una mujer de cepción. Pero las penas eran más duras si los esposos se desviaban habi-
manera que ni de él o de ella puede nacer un hijo, o les da de beber de tualmente de la posición prescrita con intención contraceptiva. El libro
modo que ni él puede procrear ni ella concebir, debe ser tenido por ase- penitencial de Egbert preveía para estos casos tres años de penitencia, y el
sino». Este texto, que hasta el 1917 formaba parte del derecho canónico Pseudo-Teodoro (siglo IX), de uno a tres años (cf. Noonan, p. 183 ss.).
de la Iglesia católica y que caracteriza la contracepción como asesinato, A partir del siglo VIII se ordena a los confesores que pregunten ex-
ha tenido una gran influencia en la dramatización de la contracepción. presamente por la contracepción. El decreto del ya mencionado Bur-

136 1.37
chardo de Worms nos ofrece el modelo más detallado de las preguntas Mientras los irlandeses no penalizaban la relación con la esposa ges-
que hacía el confesor. El decreto tuvo gran difusión. Burchard advierte al tante, el libro penitencial franco del Pseudo-Teodoro (siglo ix) prevé
confesor que ha de preguntar «con suavidad y con bondad». Contiene una penitencia de cuarenta días por relacionarse con su esposa durante
muchas preguntas que «conciernen principalmente a las mujeres». Los los tres últimos meses del embarazo. El penitencial Ecclesiarum Germa-
puntos principales eran aborto y contracepción. En las preguntas que se niae del siglo xi prescribe diez días a agua y pan por la relación después
hacía a los esposos, se pedía: «¿Te has acoplado con tu mujer o con otras de conocida la concepción, y veinte días si es después de los primeros
por atrás como los perros? Si lo has hecho, entonces diez días de peni- movimientos del niño en el seno. Algunos penitenciales limitan la prohi-
tencia a agua y pan. Si te has unido a tu mujer durante la menstruación, bición a los tres últimos meses de la gestación. Todas estas prescripciones
entonces diez días de penitencia a agua y pan. Si tu mujer ha entrado en apuntaban a proteger el embrión. Ya el médico Sorano de Éfeso (siglo II
la iglesia después de dar a luz sin haberse purificado, entonces deberá d.C.) pensaba: Debe evitarse completamente la relación en el primer pe-
hacer una penitencia tan larga como el tiempo que tenía que haber esta- ríodo de la gestación, pues como el estómago arroja el alimento cuando
do alejada de la iglesia. Y si durante este tiempo te has unido a tu mari- se le revuelve, así el útero materno actúa con el embrión. El médico Ga-
do, entonces harás veinte días de penitencia a agua y pan. Si te has leno (siglo II d.C), por el contrario, pensaban que, haciéndolo con me-
unido a tu esposa después de que el niño ha comenzado a moverse en su sura, se podía tener relaciones durante el primer período de gestación.
seno o durante los cuarenta días previos al parto, harás entonces veinte Mientras los padres de la Iglesia prohibían la relación con la esposa
días de penitencia a agua y pan. Si te has unido a la mujer sabiendo que encinta, principalmente porque consideraban imposible la procreación y,
la concepción era segura, harás diez días de penitencia a agua y pan. Si te por ello, injustificada la relación, con el paso del tiempo la protección del
has unido a la esposa en el día del Señor, entonces tienes que hacer cua- embrión fue ganando terreno para legitimar la prohibición. A partir del
tro días de penitencia a agua y pan. ¿Te has ensuciado con tu mujer en siglo XIII esta razón fue la única que se alegaba. Alberto Magno
el tiempo de ayuno? Entonces harás cuarenta días de penitencia a agua (t 1280) escribe que existe el peligro de que con el placer el útero se abra
y pan. Si sucedió estando borracho, veinte días de penitencia a agua y y se desprenda el embrión. Este peligro se agudiza especialmente en los
pan.-Debes guardar la castidad veinte días antes de la navidad, todos los cuatro primeros meses de la gestación (Comentario a las Sentencias
domingos, los tiempos de ayuno determinados por la ley, en todas las 4,31,22). Tomás de Aquino (f 1274) sostiene que la relación con la es-
fiestas de los apóstoles y en todas las grandes solemnidades. Si no ob- posa gestante es pecado mortal solamente cuando constituye un peligro
servas esto, harás cuarenta días de penitencia a agua y pan». de un nacimiento defectuoso (Comentario a las Sentencias 4,31,2,3).
Los libros penitenciales prohibían la relación con la esposa encinta y Ésta continuó siendo la doctrina de la Iglesia.
entre los estériles, por ejemplo, entre los esposos ancianos. De todos Los libros penitenciales prohiben también la relación con la mens-
modos, la relación con la esposa encinta frecuentemente no se penaliza, truante. El penitencial anglosajón de Beda (t 735) y los Cañones Gregorii
y entre los esposos estériles, nunca. Esto sorprende, pues Agustín luchó establecen una penitencia de cuarenta días. El Pseudo-Teodoro determi-
con ahínco por la relación conyugal con la intención exclusiva de la na una penitencia de treinta días; y el Penitencial Antiguo Irlandés (hacia
procreación. Por ejemplo, el más antiguo libro penitencial irlandés, el de el 780) habla solamente de veinte días. Lo que ya no consta por estos li-
Finnian (siglo Vi), condena la relación con la esposa durante la gestación bros es si se pensaba que durante la menstruación la concepción no era
y entre los esposos estériles, pero no prevé castigo alguno para los trans- posible, como opinaba Isidoro de Sevilla (t 636), o si, como pensaba Je-
gresores. El segundo libro penitencial irlandés, el Columbano (finales rónimo, se concebirían hijos tarados. Lo que ningún libro penitencial des-
del vi), no menciona ni una vez el tema (cf. Noonan, p. 197). cuida, como ya se dijo en el capítulo anterior, es inculcar el deber de la
Tal vez esta actitud de los libros penitenciales, demasiado blanda a continencia en los tiempos de oración, penitencia y fiestas religiosas.
los ojos papales, fue la causa por la cual el papa Juan IV escribió, en el
año 640, a los obispos irlandeses para flagelar «el veneno de la herejía
pelagiana que comienza a revivir entre vosotros». Remite al salmo 50,7:
«Yo he nacido en culpa, en pecado me ha concebido mi madre» (Carta
en Beda, Historia eccl. 2,19). A los ojos del papa, evidentemente, los
obispos irlandeses no habían instruido suficientemente a los creyentes
sobre el peligro que representa el placer en la relación marital, pues
llama la atención realmente que ningún libro penitencial —los irlandeses
no eran los únicos— prevé un castigo para el ansia de placer en la rela-
ción, con lo cual seguían a Pelagio más que a Agustín.

138 139
Capítulo 12

ESCOLÁSTICA PRIMITIVA (1):


MATRIMONIO DE LOS FORNICARIOS
Y MATRIMONIO DE MARÍA

El pesimismo sexual de Agustín, acrecentado aún ampliamente por el es-


crito de respuesta del papa Gregorio Magno (f 604) («El placer sexual
no se da nunca sin pecado»), domina también los siglos xi, xn y xm, la
época de la Escolástica, «la edad de oro de la teología», como se la
llama. Por cénit de la Escolástica se tiene a Tomás de Aquino (f 1274),
que es hasta nuestros días, con Agustín, la segunda autoridad en cues-
tiones sexuales, aunque la teología cristiana del matrimonio alcanzó
con él el punto más bajo y se abrió paso la satanización del matrimonio.
Claro que no se puede cargar en la cuenta de Tomás de Aquino la Bula
sobre brujas (1484) dictada por el papa Inocencio VIII 200 años después
de la muerte de aquél, pero habría sido impensable sin la superstición de
Tomás en el comercio carnal con el demonio y sin su demanda de ani-
quilación de los herejes.
Los teólogos de la Escolástica primitiva (siglos XI y XII) distinguen con
Agustín dos fines del matrimonio: a) la procreación en consonancia con
la palabra veterotestamentaria de la creación: «Creced, multiplicaos...»,
y b) evitar la fornicación (según 1 Cor 7). Los escolásticos primitivos, si-
guiendo también aquí a san Agustín, piensan que la humanidad ya se ha
multiplicado suficientemente en los tiempos precristianos y que el pro-
grama querido por Dios para el tiempo posterior al Nuevo Testamento es
la soltería, la virginidad.
Mientras que Agustín acentuaba el primer fin del matrimonio, la
procreación, y el llamado carácter medicinal pasaba a un segundo tér-
mino, los escolásticos primitivos subrayan precisamente este segundo
objetivo del matrimonio. Para ellos, la finalidad predominante del ma-
trimonio es, de ahora en adelante, la de evitar la fornicación. Pero fieles
al sentido de Agustín, mantienen la preeminencia moral de la finalidad de

141
la procreación. Esto significa que el carácter medicinal tiene su límite allí sexual. Su eslogan para los casados dice: «Hay que huir de todo placer
donde se toca la procreación o se la impide mediante la contracepción. A corporal», pues el placer impide el desarrollo espiritual del hombre. En
los ojos de estos teólogos, el matrimonio es el sanatorio para aquellos conversaciones con casados extrae el gozoso mensaje de que «a veces es-
que, a causa de su debilidad, no consiguen vivir la virginidad, que es el posos jóvenes permanecen fríos ante sus esposas incluso si son bellas, y
auténtico objetivo propuesto. Pues, como había mostrado ya Agustín, el casi gélidos frente a otras mujeres, aunque éstas sean hermosas» {De sa-
castigo por el pecado original afectó al hombre «no en los ojos o en cual- cramento matrimonii, caps. 8 y 9). Otro teólogo anónimo que vivió por
quier otro miembro, sino tan sólo en los órganos sexuales que deben ser- el año 1200 hace el mismo gozoso descubrimiento. Escribe que de la efi-
vir a la procreación» (Guillermo de Champeaux [f 1121], Sent., q. 26). cacia real de la medicina da testimonio la aseveración de jóvenes esposos
Los escolásticos primitivos ven en todos los casados a fornicarios po- de que ellos «están prácticamente fríos con sus bellas esposas y casi
tenciales cuya enfermedad —«la enfermedad consiste en que uno no fríos frente a otras» (Müller, p. 203). Si los libros penitenciales trataban
puede abstenerse de mantener relaciones sexuales» (Pedro Lombardo, IV de domeñar el apetito sexual humano mediante la limitación temporal,
Sent. 26,2)— es en último término el placer sexual, que no existió en el en la época de la Escolástica primitiva se aboga más por los medios ho-
paraíso, como había demostrado Agustín. La enfermedad que padecen meopáticos: la relación conyugal es medicina contra la relación conyugal.
los casados encuentra su medicina y disculpa dentro del matrimonio. Alberto Magno (t 1280) menciona más tarde la objeción de algunos
También esto había sido expresado claramente por Agustín en sus razo- teólogos: una debilidad no se cura mediante lo que ella codicia, sino sólo
nes para disculpar las relaciones maritales. La medicina es la relación con el remedio contrapuesto, es decir, continencia perfecta y severa dis-
conyugal, la cópula. Por consiguiente, ella debe estar siempre a disposi- ciplina corporal. Alberto responde a esto que el apetito sexual está de-
ción del enfermo. El arzobispo Langton de Canterbury (f 1228) llega a masiado enraizado en el hombre dañado por el pecado original y que es
decir que se debe prestar la cópula matrimonial incluso bajo peligro de carácter crónico, de forma que una ascesis radical sería nociva para la
para la vida: «La esposa debe preferir incluso que la maten con tal de que naturaleza (In IV sent. d. 26 a. 8). Por suerte, los monjes prescindieron
no peque su marido». Por eso debe prestar el débito conyugal hasta en el de la monaquización total de los casados y se contentaron con una re-
puerperio si considera como «muy» probable la incontinencia de su ma- ducción del placer sexual conyugal.
rido (Müller, Die Lehre des hl. Augustinus..., p. 173). En tal caso, la es- Cuando, en el siglo XII, cristalizó en los teólogos el septenato de los
posa está obligada a prestar el débito conyugal incluso durante la cua- sacramentos, sin duda que también el matrimonio se encontraba entre
resma y los restantes tiempos de continencia. éstos, pero se le asignó a una categoría aparte. A causa de su cometido
La esposa como enfermera quiebra los barrotes del tiempo que los te- medicinal, el matrimonio tiene para los escolásticos primitivos una im-
ólogos habían fijado para las relaciones matrimoniales. El error que portancia menor dentro de los sacramentos. Pedro Lombardo (t 1164)
los teólogos celibatarios cometieron al delimitar de forma dictatorial escribe en sus Sentencias, que fueron el principal libro de texto y manual
los tiempos en que los esposos podían hacer uso de sus derechos fue su- en las clases de teología hasta el siglo XVI: hay tres clases de sacramentos:
perado lentamente por el nuevo error de que los esposos (los teólogos va- 1) aquellos que comunican la gracia, como la eucaristía y la ordenación
rones suelen pensar casi siempre sólo en el varón), de que el marido es un sacerdotal; 2) los que son medicina contra el pecado y comunican la gra-
enfermo grave al que le aguarda la condenación eterna si la esposa en- cia, como el bautismo; 3) y último, el matrimonio, que es una medicina
fermera no se sacrifica por él, si no se juega hasta la vida por él en el contra el pecado y no confiere gracia alguna (IV, 2, 1). El dominico es-
cumplimiento del débito conyugal, en la administración de la medicina pañol Raimundo de Peñafort (f 1275) opina que los cinco primeros sa-
contra la incontinencia; y esto, en todo instante. En la praxis, esto signi- cramentos son para todos; que el sexto, la ordenación sacerdotal, es
fica la esclavización sexual de la esposa. para los perfectos, y el séptimo, el matrimonio, está destinado a los im-
La idea —predominante en la mente de los varones, aunque no de- perfectos (Raymundiana 3,24,2).
clarada expresamente— de la esposa como enfermera del marido, pero Sin duda que en la alta Escolástica (siglo xm) muchos teólogos hablan
no a la inversa, produce una normativa que expone Odón, el canciller de de la gracia también en relación con el sacramento del matrimonio,
la universidad de París (f hacia el 1165). Opina éste que si es la esposa la pero esto suena luego, por ejemplo-en Tomás de Aquino, de la siguiente
que pide el débito conyugal en tiempos sagrados, el marido no debe sa- manera: «Siempre que Dios da algún poder da también la ayuda para su
tisfacer el deseo de ella, sino «reprimir con ayuno y azotes el descaro de uso recto. Puesto que en el matrimonio se da al varón el poder de usar de
ella» (In IV Sent. 32,3). Pero Odón no habla de la correspondiente pali- su esposa para la procreación, también se le confiere aquella gracia sin la
za de la mujer al marido. que él no podría hacer esto de forma correcta (convenienter)» (S. Th.,
Guillermo de Auvernia (f 1249), obispo de París, encontró la prueba Suppl. q. 42 a. 3). Qué es lo «correcto» en relación con la relación con-
de que la medicina del acto conyugal es eficaz contra la concupiscencia yugal será determinado por los celibatarios enemigos del placer, uno de

142 \4^
los cuales fue Tomás de Aquino, por más que se quiera negar esto en —ésta es la quintaesencia moral—, tanto mayor será el número de hijos
nuestros días. De ahí que también Tomás de Aquino llegara a escribir y tanto mejor la suerte de ellos.
que mediante esta gracia se «sofoca la concupiscencia en su raíz» (In IV El fraile franciscano Odón Rigaldo (f 1275) tiene un modelo útil
sent. 26 q. 1 a. 4). O, como dijo su maestro Alberto Magno, el efecto de para hacer comprender a los esposos cómo deben acabar con el placer
la «gracia medicinal» del matrimonio es la disminución de la concupis- que, no obstante la represión celibataria, quiere hacerse presente en
cencia (In IVsent. 26 a. 8). todo acto de procreación. Piensa Odón que un sentimiento más fuerte
puede reprimir el placer pecaminoso. Un caballero puede conseguir con
El progreso tan grande que, según algunos teólogos actuales, se ha- la espuela que un caballo herido en una pata galope sin cojear. Del
bría dado desde la Escolástica primitiva —el matrimonio no procura gra- mismo modo, un varón perfecto podría anticiparse mediante la intención
cia alguna, sino que es sólo una medicina que reprime la concupiscen- recta (es decir, orientada a la procreación) a la excitación sexual y orde-
cia— hasta la alta Escolástica —el matrimonio sí confiere gracia, que narla de tal forma, mediante la orden de la razón, a su fin que la unión
consiste en que se reprime la concupiscencia— se ha producido exclusi- sexual quede libre de pecado (In II sent. d. 20 q. 6). Naturalmente, no
vamente en los ojos de estos teólogos halagadores. Ellos quieren descu- sólo en el acto sexual; sino también antes de él hay que cuidar de que no
brir a toda costa en Tomás de Aquino, figura determinante hasta hoy, un vengan primero excitaciones sexuales, que para Odón y para otros mu-
progreso a pesar de que, en realidad, acrecentó mediante los errores chos son pecaminosas, sino que, por el contrario, el proceso debería
biológicos y patriarcales de Aristóteles la animosidad de Agustín hacia el atenerse a la siguiente secuencia: los esposos tienen primero la intención
placer. Ningún escolástico primitivo se expresó de modo más insultante de procrear; a continuación, este pensamiento pone en marcha la primera
respecto de la sacramentalidad del matrimonio que el excelso escolástico excitación sexual; luego, mediante la intención buena que preside el
Tomás, que escribe: «Contra el placer sexual fue necesario emplear de proceso, todos los actos posteriores quedan ordenados de antemano al
modo especial una medicina mediante un sacramento. Primero, porque a fin recto. Por eso, tampoco habría pecado alguno en la antesala del acto
través del placer sexual se corrompe no sólo la persona, sino también la sexual, mientras que, de lo contrario, las primeras excitaciones sexuales
naturaleza; segundo, porque el placer sexual, en su inestabilidad, parali- son pecaminosas; concretamente, cuando ellas aparecen primero y sólo
za la razón» (S. Th. III q. 65 a. 1 ad 5). Al conocedor de la mentalidad de después son ordenadas por la razón a la procreación o a la prestación del
Tomás no le sorprende que el sacramento del matrimonio ocupe, según débito conyugal (In IV sent. d. 31).
él, el último lugar entre los siete sacramentos, «porque tiene un mínimo El desmenuzamiento del acto conyugal, que es uno, en muchos actos
de espiritualidad» (Ibid., a. 2 ad 1). individuales a fin de filtrar correctamente lo que hay de pecaminoso se
El programa eclesiástico de gracia o frigidez para los casados —pa- pone de moda entre los teólogos. Simón de Tournai (f 1201) opina que
ra cuya consecución se termina por recurrir a las relaciones maritales el acto conyugal puede comenzar sin pecado (es decir, libre de placer),
mismas como medio— produce, pues, como ya oímos, unos primeros pero no puede ser consumado sin pecado (Disp. 25, q. 1). Debe él esta
frutos; la monaquización de los seglares hace progresos: los esposos idea a su maestro, el abad Odón de Ourskamp (f después de 1171). Por
cristianos son ya frígidos respecto de sus propias esposas bellas; sólo res- el contrario, el cardenal Roberto Courson, que falleció a las afueras de
pecto de las bellas mujeres ajenas no se ha conseguido aún del todo la fri- Damietta en 1219 cuando predicaba la cruzada, encuentra el pecado del
gidez. Pero la indiferencia respecto de sus propias esposas es lo más im- acto conyugal más bien en la parte central: «Si alguien conoce a su es-
portante, pues ya se sabe que el adulterio está prohibido al esposo posa con la intención de procrear o de prestar el débito, entonces son me-
cristiano. La inapetencia de éste tiene que demostrarse en el matrimonio, ritorias las partes primeras y últimas de la prestación del débito, en las
que es la verdadera piedra de toque del cristiano. Al fin y al cabo, en el que él obra según la voluntad de Dios; en cambio, las partes centrales, en
matrimonio se trata siempre de los hijos. También por el bien de los hijos las que el hombre entero es dominado por la carne y se hace completa-
es útil y necesaria la continencia. Guillermo de Auvernia (f 1249) sos- mente carne, son pecado venial» (Summa theologiae moralis c. 128). A
tiene que una continencia lo más dilatada posible trae consigo un mayor decir verdad, hay algunos esposos que también saben sanar moralmente
número de hijos y una mayor calidad de la prole, pues, en su opinión, el el centro crítico o la crítica conclusión. Guillermo de Auxerre (f 1231)
«ardor» del acto sexual no sólo atenta contra el elevado bien de la con- opina: «Si un esposo santo... tiene relaciones con su esposa y el consi-
tinencia, sino que tiene además el inconveniente de que «los de concu- guiente placer que se produce en ellas no sólo no le causa agrado, sino
piscencia más ardiente tienen pocos hijos o ninguno» (De sacramento que es objeto de aborrecimiento... entonces esa relación carnal está libre
matrimonii c. 8). En la moderación de los padres, los hijos se hacen de pecado. Pero esto sucede rara vez» (Müller, p. 185). El dominico
«más altos, más robustos y más honorables en todos los aspectos» (Ibid., Rolando de Cremona (f 1259) considera tan buena esta idea teológica
c. 9). Cuanto menos placer reine en el acto sexual dentro del matrimonio que vuelve a repetirla (Müller, p. 194).

144 14.5
Anselmo de Laon (f 1117), al que se dio el título honorífico de para el grado de pecaminosidad de la polución nocturna. Determinante
«Padre de la Escolástica», sostuvo la tesis de que la cantidad del placer es sólo el grado de la sensación de placer. Quien percibe el placer, peca
determina la magnitud del pecado (Müller, p. 114). venialmente; el que se entrega con complacencia al placer, comete un pe-
Con ello surgió entre los teólogos la discusión sobre si el pecado es cado mortal (Müller, p. 112).
mayor con una esposa bella o con una fea. Pedro Cantor (f 1197) opinó Porque toda sensación de placer carnal es pecado, dirá Huguccio,
que el comercio sexual con una mujer bella es un pecado mayor que la como ya había manifestado Agustín, por eso no quiso Jesús ser procrea-
relación carnal con una mujer fea, porque deleita más, pues la cuantía del do mediante el coito marital. Pues según Sal 50,7 («Pecador me concibió
placer determina la magnitud del pecado. En línea con esto, Pedro Can- mi madre»), repetido constantemente desde Agustín y desde su cons-
tor trata de desacreditar a las mujeres hermosas. Habla de ellas en unos trucción del pecado original, el pecado en el acto carnal de los padres es
términos que llegarán a ser frecuentes más tarde en la literatura ascética la razón del pecado original del hijo. También Huguccio subraya esto
española del siglo XVI: «Considera que la mujer más bella ha nacido de (Müller, p. 110 s.). Con su consecuente condena del placer, él entra in-
una maloliente gota de semen; considera luego su momento central, cluso en colisión conceptual con el autor teológico del ensuciamiento del
cómo ella es un recipiente de porquería; considera después su final, placer, con Agustín mismo; concretamente, con la opinión de éste, com-
cuando ella sea pasto de los gusanos» (Müller, p. 151). partida por todos los teólogos, de que están libres de pecado, primero, el
Alano de Lille (f 1202) resolvió el punto en litigio siguiendo una coito matrimonial con miras a la procreación y, segundo, la prestación
pauta distinta a la de Pedro Cantor. A la pregunta de quién peca más, si del débito conyugal. Dice Huguccio que tal comercio sexual para la
el que tiene relaciones sexuales con una mujer bella o con una fea, res- procreación y para prestar el débito conyugal está libre de pecado, pero
ponde que peca menos el que yace con una fémina bella «porque es do- no lo está el placer experimentado necesariamente en tal relación sexual.
minado en mayor grado por la visión de su hermosura» y «donde hay Sobre el «¡Creced y multiplicaos!» estipulado por el Creador escribe
mayor coacción, menor es el pecado». Idéntico punto de vista sostuvo el Huguccio: «Cabe afirmar que Dios ordena y hace mucho que ni es ni
jurista Baziano en Bolonia (f 1197) (Müller, p. 138). puede ser sin pecado». Así ordena también, por ejemplo, velar por la es-
Decidido partidario de que, por el contrario, es mayor el pecado con posa y los hijos, pero difícilmente consigue que no haya pecado. La
la mujer hermosa fue el camaldulense Huguccio (f 1210), famoso jurista, obligación de los esposos a prestarse el uno al otro el débito no es obli-
cardenal de Ferrara y maestro del papa Inocencio III. Con estos dos per- gación a pecar, sino a una acción que no se puede cumplir sin pecado,
sonajes alcanzó su punto culminante la concepción agustiniano- sigue diciendo (Müller, p. 113). No resulta tan fácil poner en aprietos a
gregoriana de que todo placer sexual es malo. Huguccio repite incesante- un teólogo. Huguccio confiesa cierta dificultad, pero ella le sirve de aci-
mente la frase del Escrito de respuesta del papa Gregorio (f 604): «El cate y lo convierte en proclamador de una nueva clase de relación con-
placer sexual no se da nunca sin pecado». De ahí que él sustente una opi- yugal, sin pecado y en consonancia con sus severos principios: lo que más
nión distinta también en relación con el esposo santo que odia el placer en tarde recibirá el nombre de amplexus reservatus («abrazo reservado») o
la relación conyugal con su esposa y que, por consiguiente, debe estar libre coitus reservatus (no se confunda con el coitus interruptus), que ocupa
de pecado. También este esposo piadoso peca, porque a la eyaculación del hasta hoy a los moralistas y del que hablaremos en el capítulo 14.
esperma siempre acompaña el placer. El único que «no peca es el que no El cardenal Huguccio pone orden en los motivos para la relación
siente nada» (Müller, p. 111). Toda sensación de placer sexual es pecado, conyugal. Los cuatro clásicos motivos principales para la relación en los
independientemente de los motivos y de la circunstancia en que el placer que los teólogos convienen lentamente son: 1) coito para procrear, 2)
haga acto de presencia. Es secundario que una virgen lo experimente en la coito para prestar el débito conyugal (ambos y sólo estos dos están
violación, un esposo en el acto de procreación o un varón en la polución exentos de pecado según Agustín), 3) coito por incontinencia (entre
nocturna. El placer sexual no se da nunca sin pecado. Huguccio lleva con tanto también considerado por algunos como libre de pecado, pero ca-
método a su término esta abstrusa idea agustino-gregoriana. talogado por la mayoría —también por Huguccio— como pecado ve-
Notemos de paso que el auténtico problema celibatario de si la po- nial), 4) coito para satisfacer el placer (considerado por la mayoría,
lución (= ensuciamiento) nocturna de los monjes y sacerdotes es pecado también por Huguccio, como pecado mortal). No resultaba clara para
y de qué grado ocupó en gran medida a los moralistas. Sus lucubraciones muchos la diferencia entre los motivos 3 y 4, entre el comercio sexual por
y exposiciones al respecto llenan bibliotecas enteras. ¿Reside la culpa en incontinencia y el tendente a la búsqueda de placer. Huguccio aporta cla-
la comida y bebida inmoderadas? ¿En las fantasías eróticas tenidas du- ridad. Dice que en la relación conyugal motivada por la incontinencia
rante el día? Huguccio desestimó todas las soluciones que se habían aparece primero la excitación sexual y luego el varón se decide a tener re-
dado hasta entonces a esta cuestión. Para él, ni el comer inmoderado ni laciones con su esposa. Esta relación es para él levemente pecaminosa.
las fantasías —a los que considera pecado en sí mismos— son la medida Está libre de pecado (desde Agustín) sólo para el cónyuge que presta el

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débito tras haberle sido exigido. En la relación sexual para satisfacer el «¿Quién no sabría que el coyacer marital jamás tiene lugar sin el rescol-
placer, el varón mismo es el que —según Huguccio— provoca la excita- do de la fornicación, sin la suciedad del placer, por los que se mancha y
ción sexual mediante pensamientos, tocamientos o medios provocativos corrompe el semen recibido?». Como todos los enemigos del placer, él
que pretenden hacer posible un comercio carnal más frecuente. Tal rela- cita el salmo 50,7: «Los padres cometen un pecado actual... el hijo con-
ción sexual es pecado mortal. Digamos que los siglos siguientes estuvie- trae el pecado original. Por eso dice el salmista: "Mira, fui concebido en
ron muy ocupados con la descripción precisa de esta relación sexual la injusticia que mis padres cometieron en la concepción"». Respecto de
por afán de placer, con la cuestión de si es siempre pecado mortal o no lo los bienes que, según Agustín, disculpan el matrimonio, opina Inocencio
es. Además, estuvieron también ocupados con la cuestión de si la relación que ellos disculpan al matrimonio sólo de pecado grave, pero no de
sexual n.° 3 (por incontinencia) tal vez está libre de pecado. falta leve (Comentario a los Salmos penitenciales, 4).
También Huguccio, como muchos escolásticos primitivos, es presa de Señalemos de paso que una serie de teólogos de la Escolástica primi-
la mentalidad de la época, que ve en el esposo (los teólogos-varones pien- tiva condenó severamente la degustación de alimentos afrodisíacos y,
san preferentemente en él, en el esposo) a un enfermo que corre constan- sobre todo, también calificó como pecado mortal toda desviación de la
temente el peligro de sucumbir a la fornicación grave si la esposa-enfer- postura normal (en la cópula) en la medida en que aquélla sea fruto del
mera no le procura la medicina de la relación conyugal en todo instante afán de placer. La Summa anónima del siglo xm (Codex Latinus Mona-
del día y de la noche. La prohibición de copular en los tiempos sagrados, censis 22233) —ya nos la encontramos como una de las voces de la Es-
ampliada durante siglos por los libros penitenciales de forma tan rigurosa colástica que proponía al casto elefante de Plinio como modelo de con-
que quedaba poquísimo tiempo para mantener relaciones sexuales, no es tinencia— afirma que el consentimiento de la esposa en la desviación de
considerada ya por Huguccio como una obligación estricta, sino tan sólo la postura normal es un pecado tan grave como el homicidio. De igual
como un consejo. Así, él rechaza, por ejemplo, la afirmación de que toda manera piensan el dominico Rolando de Cremona (f 1259), profesor en
relación sexual en pascua, por los motivos que fueren, es pecado mortal. París, y su sucesor, el dominico Hugo de Saint-Cher (t 1263), así como el
Falta grave es para él el comercio carnal por placer, por libido; también la dominico Guillermo de Rennes (vivió hacia el año 1250). La Summa
cópula «contraria a la naturaleza», y esto en todo tiempo. Ya veremos anónima, Rolando de Cremona y Guillermo de Rennes permiten al
luego lo que los teólogos entienden concretamente por «contraria a la na- menos en algunos casos una desviación de la postura normal; concreta-
turaleza». En consideración al gran peligro de incontinencia, de fornica- mente cuando por razones médicas —por ejemplo, por obesidad— la có-
ción y de adulterio, Huguccio permite también la relación sexual con la pula conyugal no es posible de otra manera y han fracasado todas las
embarazada, relación que muchos libros penitenciales habían prohibido. curas de adelgazamiento. Rolando de Cremona recomienda encareci-
En el contexto de la provisión permanente de la medicina de la rela- damente a los obesos que «copulen siempre con dolor espiritual» en
ción conyugal, Huguccio imaginó el siguiente caso extremo. Supongamos sus relaciones matrimoniales «al modo de los animales». Como dieta
que un esposo llega a papa contra la voluntad de su esposa. Incluso en- para los de peso excesivo recomienda trabajar, sudar, dormir poco,
tonces, ese esposo sigue obligado a prestar el débito conyugal a su espo- comer poca carne, pan de mijo y beber vinagre (Summa de matrimonio
sa. En el caso de que su esposo no logre convencerla para que guarde solutio). Tal desviación de la postura normal es considerada como «con-
continencia, la esposa puede exigir al concilio y a los cardenales que le traria a la naturaleza»; por eso cae de suyo entre los pecados más graves.
devuelvan a su esposo. Y se habría esfumado la carrera pontificia del es- El autor de la mencionada Summa anónima da como razón de la grave
poso. También en este caso extremo prevalece sobre todas las conside- pecaminosidad también ésta: que de ese modo difícilmente es posible una
raciones restantes el peligro de fornicación; las relaciones conyugales concepción. Respecto del último punto se tiene un mejor conocimiento
deben estar garantizadas. Por lo demás, es éste uno de los pocos casos en en nuestros días. De ahí que resulte tanto más grotesco que todavía en
que los teólogos hablan de los derechos de la esposa. Pero este favoritis- nuestro siglo vaya a parar al índice de libros prohibidos la obra de Van
mo se desprendía exclusivamente de su situación desventajosa en la Igle- de Velde El matrimonio perfecto (1926), un libro en el que, como único
sia, de que, según el derecho canónico, una mujer no puede ser papisa. distanciamiento de la doctrina habitual, se admite el desviarse de la pos-
De lo contrario, Huguccio habría hablado del esposo que puede exigir al tura normal (en la cópula).
concilio y a los cardenales la devolución de la esposa. La dramatización —tan característica de la Escolástica primitiva
Discípulo de Huguccio fue Inocencio III (t 1216), el papa más im- (siglo XI hasta comienzos del siglo xm)— de la pecaminosidad del placer
portante de la Edad Media. La difamación del placer y la acentuación de y del poder del instinto sexual, la consiguiente visión del matrimonio pre-
la pecaminosidad de toda relación marital, como Huguccio las había re- ferentemente como medicina contra la peligrosidad del placer sexual, esa
cibido de Gregorio Magno («El placer sexual no se da nunca sin peca- insana fijación de los celibatarios en el acto marital considerándolo a la
do»), alcanzan su punto culminante en Inocencio III. Éste escribe: vez como pecado y como medicina contra el pecado, ese aborrecimiento

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y la simultánea y constante recomendación encarecida del acto carnal (in- a la unión conyugal, «disculpa» ese mal mediante sus bienes, pero «no
cluso en peligro de muerte para la esposa) llevaron ya en el siglo XII a una consigue que eso deje de ser un mal, sino sólo que no sea condenable».
dura reacción del alemán Hugo de San Víctor (f 1141, ex-conde de En lugar de rehabilitar lo corporal y el placer y de barrer de una vez
Blankenburg). Él encarece fervientemente el matrimonio puro, espiri- el sistema de disculpa del matrimonio puesto en marcha por Agustín,
tualizado de María; el llegar a ser uno espiritualmente sin ser una misma Hugo prefiere distanciarse del matrimonio consumado a través de la
carne. El matrimonio verdadero, auténtico, perfecto se realiza en el es- relación carnal y apuesta por un matrimonio puramente espiritual, con lo
píritu y sólo en el espíritu. Hugo está fascinado por el matrimonio de que difama aún más el amor corporal. Esta mayor difamación se mani-
María y José, la pareja célibe que es todo un sueño para los difamadores fiesta, por ejemplo, en que Hugo —en contraposición con muchos esco-
del placer. Él quiere que el matrimonio de María llegue a ser el modelo lásticos primitivos— prohibe de forma tajante la relaciones conyugales en
para todos los casados. los tiempos sacros y las equipara a la «cópula contraria a la naturaleza»
Hugo conviene con Agustín en que existió un matrimonio verdadero (De sacramentis 2,11,7.9.10).
entre María y José; y concluye de ahí lo que Agustín había subrayado El motivo principal por el que Dios instituyó el matrimonio no es,
constantemente (cf. los pasajes en Müller, p. 32): que el acto carnal no según Hugo, la procreación ni la sanación de la fornicación. Son, más
forma parte de la esencia ideal del matrimonio. Según Anselmo de Laon bien, las palabras que Adán pronunció cuando Dios le presentó a Eva las
(t 1117), algo mayor que Hugo, María, al contraer matrimonio, consin- que revelan la razón principal por la que Dios instituyó el matrimonio.
tió en prestar el débito conyugal, pero estaba convencida de que José Adán señala en primer término el apego espiritual del uno al otro, pues
jamás exigiría de ella la prestación de esa obligación. Hugo rechaza aira- dice: «Por eso dejará el hombre padre y madre y se unirá a su mujer»
do tal visión del matrimonio de María porque —en su opinión— se (Gn 2). Sólo las palabras siguientes de Adán nombran la «tarea» del ma-
asienta sobre un concepto equivocado de matrimonio. Él argumenta que trimonio, que consiste en hacerse una sola carne. Pero lo primordial es el
la relación sexual no es de la esencia del matrimonio, pues, de lo contra- amor espiritual. El matrimonio se fundamenta no mediante la unidad en
rio, María tendría que haber consentido en la cópula marital, pero eso es la carne, sino mediante la unidad de los corazones (Müller, p. 81 ss.). Y
una inculpación criminal de la santísima Virgen (De b. Mariae virginitate). si faltara lo primero, es decir, esta «alianza de amor», el matrimonio
Las dificultades que los celibatarios se crearon con su construcción de sería «inválido» incluso si se diera la unión según la carne (Müller,
un matrimonio de María o de José sin relaciones maritales son percepti- p. 83). Por el contrario, argumenta Hugo, se realizaría de forma más per-
bles incluso en nuestros días cuando, en el pío lenguaje eclesial, no es que fecta el ideal del matrimonio si no siguiera relación carnal alguna a la ce-
se niegue el matrimonio de María, pero sí se habla de José presentándolo lebración del matrimonio. Con ello se daría la santidad del amor y no
preferentemente como su «prometido», con lo que, en la práctica, se di- acaecería nada «de lo que la castidad tuviera que sonrojarse» (Müller,
fumina su matrimonio. Hugo, por el contrario, vio en José al marido p. 79). Las relaciones sexuales necesarias para la procreación y para la
ideal, y en el matrimonio de José el matrimonio auténtico. Pero, para el prestación del débito conyugal no pertenecen a la esencia del matrimo-
pensamiento pío de nuestros días, el concepto «matrimonio» parece estar nio, sino únicamente a la tarea del matrimonio, subordinada a la esencia
tan corrompido por los esposos normales que se prefiere no utilizarlo ya de éste. Hugo declara que un matrimonio no consumado de forma carnal
al referirse a la imagen del matrimonio ideal. De ahí que se prefiera de- es «más perfecto y santo» que el consumado. Por consiguiente, según él,
signar a José como el prometido de María. Suena más limpio. Tras sacar para contraer válidamente el matrimonio es necesaria la voluntad de
así al matrimonio verdadero del «mal» de la excitación sexual, Hugo en- los cónyuges para entrar en una comunidad de vida y amor espirituales,
cuentra palabras sublimes y bellas sobre el amor conyugal, del que resul- pero no es precisa la voluntad de entrar en una comunidad sexual
taba difícil hablar a los otros teólogos —o ni se les ocurría— porque pen- (cf. Müller, p. 78). «Creo, más bien, que el matrimonio se da aún más, es
saban siempre también en las relaciones conyugales ensuciadas por el aún más verdadero y más santo, allí donde se contrae la alianza sólo con
placer. Sólo con esta separación entre espíritu y cuerpo consiguió Hugo el vínculo del amor y no en la concupiscencia de la carne y del placer...
—como también Agustín tan pronto como pone entre paréntesis el ele- ¿Acaso no es más cuando dos se hacen uno en el espíritu que cuando se
mento corporal— hablar del amor conyugal, así como complementar y hacen uno en la carne?» (cf. Müller, p. 81).
superar la tosca visión del matrimonio, al que considera ante todo como
Las muy sensibles palabras de Hugo sobre el matrimonio, el amor y
instituto para la procreación o medicina contra la incontinencia y la for-
la preeminencia del corazón revisten un sonido agradable e insólito en
nicación. Sobre la visión que contempla el matrimonio preferentemente
unos tiempos en los que los teólogos estaban fijados exclusivamente, y de
como una medicina contra la incontinencia sentencia Hugo que la sensa-
forma insultante para todos los casados, en la sensualidad de éstos, a la
ción del placer sexual es para él un malum, un mal, algo malo; dicho con
que, a su vez, veían preferentemente como peligro de fornicación y de
crudeza: el matrimonio «circunscribe la calentura del placer inmoderado»
adulterio. Pero Hugo no consigue involucrar la unión carnal en su visión
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espiritualizada del matrimonio. Hugo se convierte, más bien, en el re-
presentante más extremado de la llamada teoría del consenso y en el ad-
versario más tajante de la teoría de la cópula.
Una secular discusión canónica en torno a estas dos teorías giraba
sobre la siguiente cuestión: ¿se produce el matrimonio mediante la cópu- Capítulo 13
la, mediante el consentimiento o mediante ambos? Ya el derecho romano
sostenía el principio de que el matrimonio se basa en el consentimiento de ESCOLÁSTICA PRIMITIVA (2):
ambos cónyuges y no en la cópula (consensus facit matrimonium et non LA OPOSICIÓN DE ABELARDO,
concubitus). Este principio del derecho romano siguió también el derecho UNA HISTORIA DE SUFRIMIENTO
matrimonial católico; así, por ejemplo, el papa Nicolás en su carta del
866 a los búlgaros recién convertidos. Pero en la cuestión de la conse-
cuencia y de la acentuación jurídicas se desarrollaron dos corrientes: la te-
oría del consenso matrimonial y la teoría de la copulación.
En concreto, esta cuestión adquirió importancia por primera vez en
un caso que levantó una gran polvareda en su tiempo, cuando el noble
aquitano Esteban casó con la hija del conde Regimundo y tras la cele-
bración de la boda la devolvió inmediatamente a su padre, sin haber con-
sumado el matrimonio. El conde Regimundo interpuso una querella en el
sínodo de Touzy del año 860, al que asistían todos los obispos francos.
Éstos encargaron la investigación de la cuestión al teólogo más impor- Como ya hemos visto, a finales del siglo xn y principios del siglo xm casi
tante de aquel tiempo, a Hincmaro de Reims (f 882). En el escrito que todos los teólogos consideraban pecado la relación conyugal. Esta visión
éste redactó después de haber estudiado el asunto, y al que tituló El ma- alcanzó su cénit con Huguccio. La oposición hizo acto de presencia a tra-
trimonio de Esteban y de la bija del conde Regimundo, sostuvo la teoría vés del único teólogo casado, Abelardo (1079-1142), famoso por su
de la copulación. Dijo que la consumación sexual es tan esencial para el desdichada relación amorosa con Eloísa (1101-1164) y por el gran éxito
matrimonio que, sin ella, no se puede hablar en modo alguno de matri- que alcanzó como profesor en París. Él fue el único pensador indepen-
monio. Y cita un supuesto pasaje de Agustín: «Una boda en modo algu- diente en la masa de teólogos enemigos del placer sexual que se limitaban
no se asemeja a la boda de Cristo y de la Iglesia si los partícipes no se sir- a mascullar siempre lo mismo. Él fue también uno de los pocos que, por
ven de sus derechos maritales», es decir, si no se da la copulación. ejemplo, levantaron su voz contra los numerosos asesinatos de judíos en
las cruzadas del siglo xn. Durante toda su vida fue tachado de hereje por
En el siglo XII, ambas corrientes —la teoría de la cópula y la del con- san Bernardo de Claraval. Éste consiguió finalmente que el papa Ino-
sentimiento— vivieron una oposición radical. La teoría del consenso cencio II impusiera el silencio perenne a Abelardo, que falleció poco
estuvo apadrinada preferentemente por la universidad de París; la teoría después.
de la cópula, por la universidad de Bolonia. El monje Graciano, impor-
tante canonista de Bolonia, entendía que la cópula es lo constitutivo Abelardo gozaba ya de fama internacional cuando todavía enseñaba
del matrimonio. Por el contrario, Hugo —a causa de las consecuencias en París. En 1118 quedó interrumpida su carrera académica a causa de
para el matrimonio de María, ya que si la cópula fuera lo constitutivo del su relación amorosa con Eloísa. Abelardo vivía entonces en casa del ca-
matrimonio María no habría estado casada— vio el momento constitu- nónigo Fulberto, cuya bella e inteligente sobrina de dieciséis años podía
yente sólo en el consentimiento matrimonial, del que él —en interés del conversar en latín con igual perfección que en francés, y estudiaba in-
matrimonio de María— orilla toda referencia al momento sexual. cluso hebreo. Abelardo, que todavía no era sacerdote, daba clases parti-
culares a Eloísa. Sobre ellas escribirá él más tarde en su Historia calami-
Se resolvió la disputa mediante un compromiso válido hasta nuestros
tatum mearum, la historia de sus desdichas: «Así convine con Fulberto
días. El papa Alejandro III (f 1181) se adhirió básicamente a la teoría del
que él me recibiera en su casa y fijara el precio a su albedrío... De ese
consenso. El matrimonio es, pues, válido ya antes de su consumación,
modo, Fulberto alcanzó la meta de sus deseos: mi dinero para él y el
pero es indisoluble sólo después de su consumación. Esto significa que se
saber para su sobrina... Durante las clases teníamos todo el tiempo del
puede disolver un matrimonio no consumado, pero no el consumado. In-
mundo para nuestro amor... y los besos eran más numerosos que las pa-
cluso según el actual derecho canónico, alguien que no haya consumado
labras. Con frecuencia, mis manos estaban más ocupadas en sus senos
el matrimonio después de la boda puede solicitar su disolución y contn.er
que en el libro, y, en lugar de leer textos científicos, leíamos en nuestros
nuevas nupcias.

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ojos mirándonos apasionadamente el uno al otro» (Historia calamitatum castigo del pecado original. La silencia por completo. Echa en cara a sus
mearum, p. 17 ss.). Eloísa quedó en estado. Abelardo la secuestró y la contemporáneos la incongruencia de que permitan las relaciones conyu-
llevó a Bretaña, a casa de su hermana. Al irritado tío prometió casarse gales con miras a la procreación o a la prestación del débito, pero que no
con Eloísa a condición de que él mantuviera en secreto la noticia del ma- admitan el placer, que va ligado indisolublemente a ellas. Abelardo con-
trimonio. Por la reforma gregoriana, todos los casados quedaban ex- tradice también la habitual interpretación que se hace de la primera
cluidos del sacerdocio a no ser que la esposa ingresara en un convento. carta a los Corintios (7,6), según la cual Pablo «perdona» las relaciones
Pero Eloísa no quería hacerse monja. Por otro lado, tampoco deseaba ser conyugales, es decir, las considera pecado. Insiste Abelardo en que Pablo
un obstáculo para la carrera académica de Abelardo, posible entonces deja al libre albedrío de los cónyuges el mantener o no relaciones sexua-
sólo para los sacerdotes. Así, pues, decidió seguir siendo su amante. les. Y añade que el constantemente repetido versículo 7 del salmo 50
Pero él la convenció para que se casara con él, cosa que sólo deberían lle- («Mira que en culpa yo nací, pecador me concibió mi madre») en modo
gar a saber unos pocos allegados. Dejaron a su hijo Astrolabio con la alguno indica que el placer que experimentan los esposos en el acto de la
hermana de Abelardo y se casaron en presencia de Fulberto. Eloísa volvió procreación mancille al hijo, sino que habla únicamente del pecado ori-
a vivir en casa de su tío. Abelardo retornó a su apartamento de soltero; ginal que tiene todo hombre.
tan sólo se veían esporádicamente. Fulberto consideró que aquella se- Como consecuencia de su intento de rehabilitar el placer sexual,
cretez era nociva para la buena fama y divulgó la noticia del casamiento. Abelardo afirma la concepción inmaculada de María, es decir, la doctri-
Acto seguido, Abelardo raptó de nuevo a Eloísa y la llevó a un monas- na de que María fue concebida sin pecado original, mientras que su ad-
terio situado en las proximidades de Argenteuil, donde él le ordenó que versario Bernardo de Claraval (t 1153) —presa del pesimismo agusti-
vistiera el hábito de monja, pero que no hiciera los votos. Cuando Ful- niano respecto del placer sexual— la combatió con vehemencia y por eso
berto y los suyos se enteraron de esto, vieron en ello «un engaño insul- etiquetó de hereje a Abelardo. Puesto que se suponía que María había
tante y el intento de deshacerse así de Eloísa. La irritación de esta gente sido concebida mediante una relación sexual normal —la leyenda lla-
alcanzó tal grado que decidieron mi perdición. Mi fámulo se dejó co- maba a sus padres Joaquín y Ana—, ni Agustín ni la tradición que le si-
rromper y los introdujo en mi habitación una noche, cuando yo dormía guió pudieron declarar libre del pecado original a María. Bernardo, por
plácidamente. Entonces se vengaron de mí; de una manera tan cruel, tan ejemplo, subrayaba que en la relación marital hay placer (libido), que el
vergonzante, que el mundo quedó perplejo. Amputaron de mi cuerpo los placer es pecado, y que allí donde reina el pecado no está presente el Es-
órganos con los que yo les había ofendido. En la huida se pilló a dos de píritu Santo. Por tanto, es imposible que el alma de María recibiera la
los camaradas, les dejaron ciegos y, además, los castraron» (Historia ca- gracia santificante en el momento de la concepción (Ep. 174,1.5.6.7.9) Se
lamitatum mearum, 28). entendió como binomio inseparable el placer sexual y el pecado, el placer
Todo París, la clerecía al completo, se puso del lado de Abelardo. Sus sexual y la transmisión del pecado original. Sólo el defensor del placer,
alumnos lo buscaban para consolarlo. Abelardo convenció a Eloísa para Abelardo, desligó esta equivocada concatenación.
que tomara el velo. Ella llegó más tarde a abadesa, y él se hizo monje en Si bien resultaban sensacionales tales tesis, sin embargo también
Saint-Denis. Ante la insistencia de sus alumnos y de su abad, Abelardo Abelardo fue prisionero de la tradición en muchas cosas, por ejemplo,
volvió a dar clases. La historia de Abelardo y Eloísa ha quedado para cuando afirma que el motivo ideal para la relación conyugal es la vo-
siempre como la historia de unos amantes y esposos que fueron víctimas luntad de tener un hijo, y que las santas esposas, como, por ejemplo,
de la ley del celibato. Ana, tal vez habrían renunciado por completo a las relaciones conyuga-
Abelardo reprocha a sus contemporáneos que sólo permitan practicar les si hubiera existido otra posibilidad de tener un hijo (Eth. 3). Porque
la relación conyugal de una manera en la que jamás puede llevarse a también Abelardo considera que el camino del celibato, de la continencia,
cabo. Y añade que no debe ser la tradición, sino la razón, la que decida es más perfecto y más meritorio ante Dios que el del matrimonio.
sobre la rectitud de una teoría. Abelardo opina: «No hay derecho a de- La teoría agustiniana de la aversión al placer sexual predominaba de
clarar pecado ningún placer natural de la carne ni se puede calificar tal manera que no sufrió menoscabo alguno mediante la actividad de
como culpa el que alguien se deleite mediante el placer cuando uno Abelardo en favor del carácter natural del placer. Más bien, ella conser-
tiene que experimentarlo necesariamente». Porque «desde el primer día vó toda su determinante influencia y alcanzó su punto culminante sólo
de nuestra creación, cuando se vivía sin pecado en el paraíso», tanto la después de Abelardo, en Huguccio, como hemos visto, y cuya anómala
relación conyugal como la degustación de manjares sabrosos estaban vin- propuesta para unas relaciones conyugales libres de pecado estudiaremos
culadas necesariamente con el placer. Dios mismo hizo que la naturaleza a continuación.
fuera así (Eth. 3). A pesar de conocerla, Abelardo no menciona ni una
sola vez la doctrina agustiniana de que el placer sexual es consecuencia y

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Capítulo 14

EL ABRAZO RESERVADO:
RECETA PARA UNAS RELACIONES CONYUGALES
EXENTAS DE PECADO

El método de relaciones matrimoniales favorecido por el cardenal Hu-


guccio (f 1210), gran canonista y maestro del aún más importante papa
Inocencio III, funciona sólo para el marido, pero no sirve para el fin de la
procreación. Por eso, como veremos, fue considerado más tarde como
una forma de anticoncepción. Hay que distinguirlo del coitus interruptus
(que es pecado mortal para Huguccio y para todos los teólogos católicos
hasta nuestros días). El problema teológico de Huguccio fue el siguiente:
¿cómo realizar la prestación del débito matrimonial, al que está obligado
el marido a petición de la esposa, de forma que resulte libre de pecado
para el varón a pesar de que, con la eyaculación, sobrevenga inevitable-
mente el placer en el hombre y con ello, según Huguccio («sólo el que no
siente nada no peca»), se dé el pecado, aunque sea leve?
Él encuentra la siguiente vía de salida: «Yo puedo cumplir el deber
respecto de la esposa y esperar en este modo, es decir, hasta que ella con-
siga el placer. En efecto, es frecuente que la mujer experimente el placer
antes que su marido y, cuando el placer de la esposa ha sido satisfecho fí-
sicamente, yo puedo —si quiero— retirarme sin satisfacer mi placer,
libre de todo pecado y sin dejar escapar el semen de la procreación»
(Summa 2,13). Esto significa que el marido tiene que concentrarse en sí
mismo y retener su semen, a diferencia de lo que ocurre en el coitus in-
terruptus, que es pecado grave. Pero merece la pena. El esposo que aspi-
ra a la santidad permanece libre de pecado en tal acto marital, pues no
llega a experimentar placer. Ha retirado su miembro de la vagina de la
mujer sin haber eyaculado y tampoco después deja que venga la eyacu-
lación. El orgasmo de la esposa que exige el débito por incontinencia es
pecado leve, pues, en la petición del coito, sólo el necesario para la pro-
creación está exento de pecado, según la opinión de Agustín. Huguccio,

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cuya aversión al placer sexual supera incluso a la de Agustín, parece que mediante ello quizás sea excitada la esposa al derrame de semen» (In
haber dado la preferencia a este su abrazo reservado frente al coito para IV sent. 31, 3, 2). Con este derramamiento de semen de la esposa se re-
la procreación y para la prestación de débito conyugal, exentos ambos de fiere él al orgasmo de ésta. Por consiguiente, si la esposa alcanza el or-
pecado, según Agustín. En opinión de Huguccio, sólo el abrazo reserva- gasmo, tal acto del abrazo reservado es pecado mortal, opina el arzo-
do está verdaderamente libre de pecado, pues sólo él sucede sin sensación bispo.
de placer. Huguccio no entra en la cuestión de hasta qué punto el hom- La expresión «semen femenino» proviene de Hipócrates (siglo IV a.C).
bre puede experimentar placer incluso sin eyaculación, con lo que fracasa El médico griego Galeno (s. n), médico personal del emperador Marco
toda la estrategia. Aurelio, dice que el semen femenino es más frío y húmedo que el mas-
Se ha preguntado cómo el monje Huguccio llegó a este método. Él culino, y considera que este semen femenino es necesario para la pro-
mismo apunta que tal método se da «con frecuencia». John T. Noonan creación, oponiéndose así a Aristóteles, para el que sólo el semen mas-
sospecha que se trata de un método anticonceptivo de los cataros difun- culino es procreador. Desde Alberto Magno y Tomás de Aquino, los
dido en la Italia septentrional (Noonan, Empfangnisverhütung, 1969, teólogos siguieron preferentemente la biología de Aristóteles. Cuando
p. 366). También se menciona este método en la literatura del amor ellos mencionaban este «semen femenino», independientemente de lo
cortesano de los trovadores. Introducido por primera vez por Huguccio que entendieran por tal, estaban convencidos firmemente de que su de-
en la teología como método para impedir el placer en las relaciones ma- rramamiento está unido con el orgasmo, como en la eyaculación mas-
trimoniales, con lo que se asume como efecto secundario la prevención culina. El cardenal Huguccio había contado con el orgasmo de la esposa.
de hijos, esta forma de realizar las relaciones matrimoniales dio mucho El coito del abrazo reservado discurría bajo el apartado de la prestación
que hablar precisamente a causa de su efecto secundario de la anticon- del débito conyugal por el esposo, pero sin el pecado de sentir placer por
cepción. parte de éste. Para el arzobispo Palude, tampoco la mujer debía tener or-
gasmo, pues la relación sexual discurre ahora bajo el apartado «Anti-
Como título de la disputa teológica, con sus dimes y diretes, que concepción».
vamos a exponer a continuación, se podría escribir: «De cómo se tirani- Una difusión aún mayor procuró al método del abrazo reservado san
za a los esposos mediante la aversión al placer sexual y la tabuización del Antonino (t 1459), dominico y arzobispo de Florencia. Él recogió al pie
semen masculino». La idea del abrazo reservado y la consiguiente dis- de la letra en su Summa (3,120) la exposición del arzobispo Palude. Y
cusión teológica multisecular son tan abstrusas que uno no sabe de qué dos manuales para confesores, también del siglo xv, se atienen literal-
asombrarse más, si de los monjes teólogos que la aconsejan o de aquellos mente a Palude: la Summa casuum conscientiae en el epígrafe Debitum
que la prohiben. Pues los que la prohiben lo hacen porque en tal praxis (débito conyugal), del franciscano Trovamala (f después del 1494), y el
se da o podría darse todavía demasiado placer; y los que la recomiendan De morali lepra del dominico alemán Nider (f 1439). Desde 1450 hasta
lo hacen para permitir el menor placer posible. La aversión al placer es 1750, los teólogos comentarán más y más el abrazo reservado como mé-
siempre el auténtico motivo, tanto al recomendar como al prohibir este todo anticonceptivo lícito.
método. Pero también se levantaron voces en contra. La primera de ellas fue la
Mientras que ni hay ni ha habido hasta la fecha teólogo católico al- del dominico Silvestro Mazzolini da Prierio (f 1523), famoso como ad-
guno que no califique de pecado grave el coitus interruptus, el juicio versario de Lutero, pues se ocupó desde 1517 en las tesis antiindulgencia
sobre el abrazo reservado fue y es, con frecuencia, positivo. La cuestión de éste para refutarlas. Entiende que la opinión de Palude es «altamente
del amplexus reservatus sigue de actualidad en nuestros días, después de irracional» (Summa summarum: De debito coniugali). Le siguen otros y
que el cardenal Suenens recomendara en 1960 ese tipo de relación sexual enfatizan que todo acto sexual que no sirva a la procreación es siempre
—como método anticonceptivo— para aquellos esposos que tienen mo- condenable. Así, por ejemplo, el inquisidor y dominico Bartolomé Fundo
tivos justificados para evitar un embarazo (A crucial problem, 1960, (t 1545) sostuvo que la utilización de este método es pecado mortal.
p. 81 s.). Igual juicio emiten el dominico italiano Ignazio Conradi (t 1606) y el je-
Primero pasaron cien años sin que se oyera nada de la propuesta de suíta español Henríquez (f 1608).
Huguccio, pero luego el arzobispo Pedro de Palude (f 1342) arremetió La opinión del arzobispo Palude que permite el abrazo reservado
contra que practicara el coitus interruptus un marido que no quería como acto anticonceptivo y lo califica de pecado mortal sólo en el caso
tener más hijos porque no podía alimentarlos. Por contra, admitía en de- de que se produzca el orgasmo de la esposa fue seguida por el cardenal
terminadas circunstancias el amplexus reservatus: «Pero si el marido se Cayetano (f 1534), que hostigó a Lutero, y el jesuíta Tomás Sánchez
retira antes de que el acto se consuma y no deja que se produzca la (t 1610). Según este último, cuando el matrimonio es pobre y cuenta con
eyaculación del semen, evidentemente no comete pecado grave, a no ser una familia numerosa a la que no puede alimentar, entonces se da un

158 159
motivo justo para permitir ese método (De sancto matrimonü Sacra- ponen de acuerdo sobre el grado de permisividad. Bernhard Háring no
mento 9, 19). quiere ni recomendar ni prohibir el abrazo reservado, la copula sicca (có-
Alfonso de Ligorio (f 1787) considera que el abrazo reservado es pe- pula seca). No quiere prohibirlo si los esposos pueden dominarse y per-
cado mortal cuando lleva al orgasmo de la esposa («derramamiento de severar «en el respeto al Creador y al otro cónyuge». «Lo positivo es ahí
semen»); en los restantes casos lo ve como pecado venial. Pecado leve lo la decidida voluntad de no malgastar el germen de una nueva vida en el
consideran también el jesuita alemán Paul Laymann (f 1635), confesor caso de que no se pretenda procrear» (Das Gesetz Cbristi, 8 1967, vol. 3,
del emperador Fernando II, en su obra clásica de teología moral, y Bi- p. 373)*. Naturalmente, prohibe de forma terminante el coitus inter-
lluart (f 1757). El moralista Diana (f 1663), al que Pascal atacó por su ruptus. El jesuita Josef Fuchs sigue al jesuita Franz Hürth en la valora-
«laxismo», afirma que ese método se usa «con frecuencia». ción positiva del abrazo reservado. Gran partidario del método es el ya
La insensata discusión de los teólogos sobre el abrazo reservado mencionado Suenens, cardenal belga. Lo aconsejó como solución en los
prosigue en los siglos XIX y XX. Lehmkuhl (t 1918) sostiene que el mé- casos en que, por buenas razones, no deba darse un embarazo (para el
todo es lícito, pero «muy poco pertinente» porque, más que apaciguar la conjunto de la controversia, cf. J. T. Noonan, Empfángnisverhütung,
apetencia sexual, la excita. Otros prohiben el método, pues suponen 1969, pp. 364 ss., 373, 415 ss., 555 ss.).
que la mayoría de los esposos practican en realidad el coitus interruptus. La totalidad del debate pone de manifiesto el desastre de la moral se-
En nuestro siglo, el obispo de Smet, de Brujas, recomienda el método xual católica, cuya directriz suprema es la de no derramar el semen
como «mal menor» para los esposos que, de lo contrario, utilizan méto- masculino y la de meter a la fuerza a los cónyuges en un desmontaje de la
dos anticonceptivos. Arthur Vermeersch (f 1936) opina que ese método sensación de placer sexual inventado por los teólogos celibatarios, pero
es pecado para la mayoría de los hombres porque no escapan al peligro orlado como «respeto al Creador».
del coitus interruptus. Está dispuesto a perdonar a los esposos sólo eya- Parece que, entre tanto, algunos han abandonado el hábito de poner
culaciones esporádicas, en el caso de que éstas no sean intencionadas. en guardia frente al orgasmo femenino, a pesar de que éste fue el punto
Dos libros del seglar católico Paul Chanson, publicados en 1948 con el decisivo para muchos teólogos durante siglos. En opinión de esos teólo-
«imprimatur» de la archidiócesis de París, fueron retirados del mercado gos, el orgasmo femenino comportaba el flujo de un «semen femenino».
en 1950 por orden del Santo Oficio. Chanson había recomendado el El moralista Heribert Jone habla todavía en 1930 —en su teología moral
abrazo reservado como un acto de autodominio, «de humanización de la católica— de la expulsión de semen de la mujer (p. 615); y el dominico
carne». Afirmaba que el acto dura de diez a treinta minutos y que es apto Hering lo menciona aún en 1951 (De amplexu reservato, en Angeli-
para fomentar el amor conyugal. cum, 1951, p. 323). Puesto que, entre tanto, los conocimientos biológicos
En 1951 se produjo el ataque más demoledor que este método haya de los teólogos se han aproximado algo más a la biología real (en 1827
sufrido jamás, a cargo del dominico H. M. Hering. Llamó «inmoral» a se descubrió el óvulo femenino), algunos teólogos han abandonado la
este método, ya que, a diferencia, por ejemplo, de los besos, implica idea del semen femenino, al tiempo que barrían de en medio el orgasmo
aquellas partes sexuales que, según el canon 1081 § 2 del derecho canó- de la mujer, como si hubieran corrido sobre él un tupido velo de olvido
nico, están puestas para la procreación de la prole, por lo que todo ello es teológico. Pero, con ello, todo el asunto del «abrazo reservado» se con-
«un pecado gravísimo que pertenece propiamente a los vicios contra la centra ahora tanto más en el marido y en su semen.
naturaleza». Sigue diciendo Hering que Chanson había olvidado el pri- Ahora todo se centra en que el marido no practique el coitus inter-
mer fin del matrimonio (la procreación de los hijos), así como que en ruptus. Mediante la caída en desuso del semen femenino y del orgasmo,
muchos esposos todo desemboca prácticamente en el coitus interruptus al que se creía unido con aquél, la pastoral se especializa ahora en él: en
porque no saben dominarse; y que Chanson no había tenido en cuenta el semen masculino. Éste es tabú, no se puede sustraerlo indebidamente
una serie de verdades de fe, como, por ejemplo, «la doctrina del pecado a su fin, no está permitido derramarlo. De él depende la salvación eterna;
original y sus consecuencias, especialmente el placer carnal» (De ample- de él, que no debe salir a la luz; cuyo único lugar debe ser la vagina, que,
xu reservato, 1951). a su vez, no siempre puede serlo, pues, en determinadas circunstancias,
A su vez, Franz Hürth, destacado moralista jesuita, arremetió en lo desaconsejan motivos rectos. Pero si no se vierte en ese su lugar pro-
1952 contra el dominico Hering y defendió que el abrazo reservado no pio, tampoco puede ser vertido en ninguna otra parte. Y si no es querido
iba contra la naturaleza. Se llegó a un compromiso el 30 de junio de allí, entonces está prohibido en todas partes; y todo ello bajo la tensión
1952 cuando el Santo Oficio publicó un monitum diciendo que los sa-
cerdotes no debían expresarse acerca del abrazo reservado como si nada * Trad. española: La ley de Cristo, Barcelona, 5 1968: tanto en este caso como en citas sucesivas, las
se pudiera objetar contra él. referencias se traducen directamente del original, sin que coincidan necesariamente con la versión es-
Los moralistas más recientes permiten el abrazo reservado, pero no se pañola {N. del £.).

160 161
y la prestación de un gran autodominio por respeto al Creador de todo
ello.
Tales absurdos son la consecuencia de una aberrante moral sexual
que no está dispuesta a abdicar de la abusiva dictadura que ha ejercido
desde hace casi 2.000 años sobre el dormitorio matrimonial. Causa es- Capítulo 15
tupor la cantidad de hombres que, en el curso de la historia, se han re-
producido espiritualmente en una dinastía de incompetentes que, sin EL SIGLO XIII:
embargo, se las han dado constantemente de especialistas de altísimo EDAD DE ORO DE LA TEOLOGÍA
rango y, adornándose con el nimbo divino, han pasado una considerable Y CIMA DE LA DIFAMACIÓN DE LA MUJER
parte de su vida dedicados a verdaderas estupideces. Este museo de
pseudoteólogos ofrecería toda clase de motivos para la carcajada si no
supiéramos que los señores de ese museo de cera tienen sobre sus con-
ciencias numerosas tragedias matrimoniales.

En nuestros días hay numerosos intentos de ver a los grandes teólogos de


la alta Escolástica —sobre todo a Alberto Magno y a su discípulo Tomás
de Aquino— como puntos de inflexión de la animosidad de Agustín
contra el placer sexual. Se dice que ese cambio se habría llevado a cabo al
recibir Alberto la biología de Aristóteles en el sistema doctrinal de la Igle-
sia. Se añade que, al calificar Aristóteles como bueno y natural el placer
derivado de una acción buena, se produjo una distensión de la animosi-
dad contra el placer sexual. Nada de esto es exacto.
De Aristóteles sólo se aprovecharon Adán y Eva en cuanto que Al-
berto y Tomás opinan que el placer sexual fue mayor en el paraíso que
en nuestros días, aunque, por otro lado, también fue menor que hoy, ya
que en aquellos días felices el placer estuvo regulado completamente
por la razón. Algo parecido había admitido ya Agustín al final de sus
días en la polémica con el pelagiano Julián, sólo que eso pasó a un se-
gundo plano durante los albores de la Edad Media y en la Escolástica
primitiva. Por lo demás, la recepción de Aristóteles en la teología no
causó sino desdicha. Señalemos, primero, que incrementó aún más el des-
precio de la mujer como consecuencia de una abstrusa biología aristoté-
lica; y que, en segundo lugar, generó aún más aversión al sexo debido a
que Alberto y, sobre todo, Tomás se las arreglaron para añadir al pesi-
mismo sexual de Agustín, como elementos negativos complementarios,
ciertas expresiones de Aristóteles sobre el éxtasis y embotamiento del es-
píritu en el orgasmo. En tercer y último lugar, también la calificación
aristotélica del acto sexual como «acto natural» que el hombre compar-
te con los animales —lo que podría haber llevado propiamente a un
aminoramiento de las sospechas contra el placer— contribuyó sólo a
meter violentamente toda la esfera sexual en lo animal o, dicho más

162 163
claramente, en lo bestial. «En el acto sexual, el hombre se hace igual a la París en el 1242 (la carga de 240 carros). Alberto corroboró con su
bestia (bestialis efficitur)», opina Tomás (S. Tb. I q. 98 a. 2). En esta ads- firma aquella errada y funesta sentencia. La consecuencia fueron nuevas
cripción del ámbito sexual conyugal a lo bestial, Tomás fue más lejos que quemas del Talmud, la prohibición y consiguiente declive del estudio
su maestro Alberto. Por otro lado, se encuentran en Alberto una serie de judío del Talmud, así como la extinción de importantes centros de la ac-
monstruosidades sobre las mujeres que Tomás no incluye en su árida sis- tividad académica judía.
tematización. En la carta que escribió el 9 de mayo de 1244 a Luis IX de Francia
Alberto Magno despreciaba profundamente a la mujer. Llegó a afir- (el Santo), el papa Inocencio IV, que creó la Comisión Alberto en 1247 a
mar que «la mujer es menos apta para la moralidad (que el varón) por- causa de las quejas de los judíos, señala como uno de los motivos para la
que ella contiene más líquido que el varón y propiedad del líquido es la quema de ejemplares del Talmud realizada en 1242 las «fábulas sobre la
de recibir con facilidad y retener mal. El líquido es un elemento fácil- Santísima Virgen». Se refiere a la negación judía de la concepción virgi-
mente mudable. Por eso, las mujeres son volubles y curiosas. Cuando la nal. De san Luis IX de Francia, en cuyo reinado se produjeron las que-
mujer hace el acto sexual con un varón, desearía yacer en ese mismo ins- mas del Talmud en 1242, estamos bien informados. Sir Jean de Joinville,
tante bajo otro varón, si ello fuera posible. La mujer no tiene ni idea de su amigo y acompañante en la cruzada (no le apeteció participar en la se-
lo que es la fidelidad. ¡Créeme! Si depositas tu fe en ella, te sentirás de- gunda de Luis y se quedó en su castillo), es considerado como cronista
fraudado. ¡Cree a un maestro experimentado! Por eso los maridos inte- fiable y biógrafo objetivo del rey. Según él, Luis IX determinó que ningún
ligentes comparten lo menos posible con sus mujeres sus propios planes seglar discutiera con judíos sobre la concepción virginal, sino que, si
y acciones. La mujer es un varón fallido y tiene —en comparación con el algún judío calumniaba la fe cristiana, debía clavarle la espada «lo más
varón— una naturaleza defectuosa y averiada. Por eso, carece de segu- profundamente posible». Joinville informa en este contexto sobre la
ridad en sí misma. Por eso, trata de conseguir con falsedad y engaños de- suerte de un judío que fue machacado a golpes en el monasterio de
moníacos aquello que no puede obtener por sí misma. En consecuencia, Cluny porque no podía creer en la concepción virginal.
para decirlo de forma breve, el varón deberá guardarse de toda mujer También para Alberto, contemporáneo de Luis, María es la mujer a
como de una serpiente venenosa y del cornudo demonio. Si yo pudiera la que glorifica a costa de las restantes mujeres. Eva, por el contrario, ha
decir cuanto sé de las mujeres, el mundo entero se asombraría... En rea- dejado en herencia a las mujeres —según Alberto— una doble y triple
lidad, la mujer no es más inteligente, sino más astuta (taimada) que el «dolencia»: además de las molestias del embarazo y del parto, les ha
varón. La inteligencia tiende a lo bueno; la astucia es proclive a lo malo. transmitido, primero, la dolencia de la tentación a la concupiscencia; en
De ahí que también en las acciones malas y perversas sea más hábil, es segundo lugar, la de la corrupción en el acto sexual, y, tercero, la del des-
decir, más astuta, la mujer que el varón. Sus sentimientos empujan a la medido placer en la concepción (In Le 1,28).
mujer a todo lo malo, como la inteligencia mueve al hombre hacia todo Se dice que la doctrina de Alberto Magno adopta una actitud más li-
lo bueno» (Quaestiones super de animalibus XV, q. 11). beral respecto del placer sexual, pero tal afirmación no casa con la rea-
En tales citas se ve hasta qué grado de deformación humana co- lidad, porque Alberto (y Tomás) permanecen completamente anclados en
rrompió el celibato incluso a sus representantes más significados. Cual- la línea de Agustín, y sólo introducen en su sistema agustino el recono-
quier difamación de las mujeres les parecía correcta a fin de llevar ade- cimiento aristotélico del placer en la medida en que éste no suaviza la
lante la monaquización de la sociedad. Alberto nos revela aún en mayor aversión agustiniana al placer. Eso significa que Alberto y Tomás acen-
medida los conocimientos que adquirió en el confesionario: «Como es- túan que el placer es bueno en la medida en que es un medio para el fin
cuché en confesiones en Colonia, pretendientes de tacto sutil tientan a las de la conservación de la especie. En línea con Aristóteles, Alberto sostiene
mujeres con tocamientos cautos. Cuanto más parecen éstas rechazarlos, que la naturaleza ha puesto placer en el coito a fin de que se ansie la có-
tanto más los desean en realidad y se proponen consentir. Pero, para si- pula para la conservación de la especie (In IV sent. 26,2 y 31, 21 n. 3). El
mular castidad, hacen como si lo desaprobaran» (Quaestiones super de placer sexual es, pues, bueno sólo como medio para el fin. Por consi-
animalibus XIII, q. 18). San Alberto santificó una vieja teoría de los guiente, la búsqueda del placer por el placer sigue siendo pecado.
varones: cuanto más se defiende una mujer, tanto más lo ansia. Habría Ningún miembro de la edad de oro de la Escolástica hizo la menor
que reconocer a Alberto Magno el título de «Patrono de los violadores». concesión en este punto. Al contrario. Incluso la diminuta apertura aris-
Señalemos de pasada que Alberto representó también un papel nada totélica en relación con el placer sexual fue aprovechada por los teólogos
desdeñable en la historia del antisemitismo cristiano. Alberto fue un de la época de esplendor de la Escolástica para acentuar aún con mayor
despiadado represor y destructor del saber judío. Se significó como una vigor la finalidad de la procreación como el fin específico y natural del
de las cabezas determinantes de la comisión investigadora que dio por matrimonio: el placer es sólo el medio para una ejecución segura de la
buena en 1248 la quema de ejemplares del Talmud llevada a cabo en procreación. Pero el que actúa por el placer, convierte el medio en fin, y

164 165
subraya la diferencia cuando dice que quien presta el débito no aprueba,
eso va contra el orden querido por Dios, y es pecado. El copular «ex- sino que lamenta, el ansia sexual del otro cónyuge; y no tiene la intención
clusivamente por el placer» es pecado mortal, es decir, acarrea la con- de promover el placer de éste, sino curar la enfermedad del cónyuge.
denación eterna. Cierto que actúan ambos conjuntamente, pero la actitud moral de los es-
En todo esto no hay, pues, nada nuevo respecto a la Escolástica pri- posos es completamente distinta. «El cónyuge que exige actúa por afán
mitiva. Alberto y Tomás se limitan simplemente a evitar la manera de ex- de placer; en cambio, el que presta el débito, lo hace guiado por la virtud
presarse utilizada por el escrito de respuesta del papa Gregorio (f 604): de la fidelidad conyugal. Por consiguiente, aunque la exigencia del débi-
«El placer sexual no se da nunca sin pecado», razón por la que —desde to es pecado, su prestación es, en cambio, meritoria» (In IV sent. 32, 9;
el siglo vi hasta el siglo xil— se consideró al menos como pecado venial cf. pasajes en Müller, Die Lebre des hl. Augustinus..., p. 254).
todo placer sexual en las relaciones matrimoniales. Por el contrario, Naturalmente, no todos los pecados son iguales. Alberto cita un pa-
ambos proceres se atienen más estrechamente a Agustín, que calificaba saje clásico de los adversarios del placer, pasaje que, como vimos, entró
como exenta de pecado la copulación para la procreación o para prestar a través de Jerónimo en el repertorio celibatario: comete pecado mortal el
el débito a petición de la otra parte. Para Alberto (y Tomás), el placer no «amante demasiado apasionado (ardiente) de su esposa». Pecado ve-
es pecado en esos dos casos. Sin embargo, a los ojos de Alberto (como de nial comete «el no demasiado apasionado (ardiente) amante de su espo-
Agustín) es un «mal», «castigo», «sucio», «contaminante», «feo», «ver- sa». Éste cuenta con el «perdón» apostólico que Alberto, siguiendo a
gonzante», «morboso», «degradación del espíritu», «humillación de la Agustín, cree poder leer en la primera carta a los Corintios (7,6) (In IV
razón mediante la carne», «rastrero», «deshonroso», «degradante», sent. 31, 5).
«compartido con las bestias», «brutal», «corrupto», «viciado», «infecto»
Para dirigir y reglamentar las relaciones conyugales, Alberto no sólo
e «infectante» (con el pecado original) (cf. Leopold Brandl, Die Sexual-
aduce argumentos teológicos, sino que acude también, y sobre todo, a la
ethik des hl. Albertos Magnus, 1954, pp. 45, 61, 73, 79, 80, 82, 83, 95,
ciencia natural: relaciones conyugales demasiado frecuentes llevan al
96,216).
envejecimiento precoz y a la muerte (De animalibus 1. 9 tr. 1,2 y 1. 15
Sintoniza con tal cascada de improperios contra el placer sexual el tr. 2,6). Mediante la copulación excesiva termina por volatilizarse el ce-
que Alberto —siguiendo a Graciano, el padre del derecho canónico— rebro y los ojos se hunden y debilitan, opina Alberto. Incluso aporta un
exigiera de los recién casados treinta noches de castidad después de con- testimonio al respecto: «Un tal magister Clemente de Bohemia me contó
traer matrimonio, argumentando que primero debía quedar aún abierta que cierto monje ya entrecano había acudido a una bella dama como un
la posibilidad de entrar en el convento (In IV sent. d. 27 a. 8). Ni en la hambriento. Hasta el toque de maitines la poseyó 66 veces, pero a la ma-
noche de bodas, ni siquiera en la luna de miel pierden toda esperanza los ñana yacía enfermo en la cama y falleció ya en ese mismo día. Como era
monjes. Se puede incluso —aunque es ya demasiado tarde para el estado de noble estirpe, se le practicó la autopsia, y se vio que su cerebro se
monástico— tender a la perfección también en el matrimonio. Concre- había reducido hasta el tamaño de una granada, y los ojos estaban igual-
tamente, es más perfecto el cónyuge que presta «a regañadientes» el dé- mente aniquilados» (Quaestiones super de animalibus XV q. 14). La co-
bito conyugal (In IV sent. d. 32 a. 3), aunque tampoco él es del todo per- pulación frecuente también acelera la calvicie, pues mediante las rela-
fecto, porque eso lo es sólo el célibe, como Alberto. Según éste, es ciones sexuales uno se seca y enfría (Ibid., XIX q. 7-9). Alberto observó
también indecoroso mantener relaciones conyugales en los días de fiesta, que los perros van tras los que mantienen muchas relaciones sexuales. Y
de ayuno y de procesión (In IV sent. d. 32 a. 10). Según él, los esposos aduce una explicación: «los perros aman los olores fuertes y van tras los
pueden recibir la comunión sólo si las relaciones conyugales precedentes cadáveres; y el cuerpo de un hombre que copula mucho se aproxima al
tuvieron lugar por razones libres de toda objeción moral, es decir, con estado del cadáver a causa del mucho semen descompuesto» (Ibid., V
miras a la procreación o para prestar el débito conyugal, en lo que se q. 11-14).
debe observar que generalmente sólo copula de modo irreprochable el
que presta el débito. Si, por ejemplo, el motivo para la cópula en aquel Por lo que atañe al semen, también Alberto opina que la mujer lo ex-
que exige la relación sexual no ha sido la procreación, sino un cierto afán pulsa en la relación sexual. Al semen femenino llegó él a dedicarse con
de placer, entonces el confesor debe aconsejar a éste que se abstenga de gran detalle. Dice que la expulsión del semen de la mujer va unida casi
recibir la comunión, opina Alberto (In IV sent. d. 32 a. 13 ad q. 1). Ya se siempre con el orgasmo, aunque este último también depende a veces de
ve cuan importante es la confesión para que el confesor se entere de tales un «espíritu vital que cosquillea» (De animal. XV, 2, 11). Añade que el
sutilísimas diferencias morales en la motivación de los esposos. semen femenino es blancuzco; que las mujeres negras tienen más semen
porque son más apasionadas, pero que las que más semen tienen son las
Que existe una gran diferencia entre exigir el débito conyugal y pres- mujeres de cabello oscuro; que las mujeres delgadas tienen más semen
tarlo es uno de los pilares de la moral matrimonial agustiniana que ha lle- que las gordas. Alberto sigue la biología de Aristóteles cuando arremete
gado a entrar, incluso, en los manuales de moral más recientes. Alberto
167
166
contra los que atribuyen fuerza procreadora al semen femenino. Sostiene
que el semen de la mujer es acuoso, poco consistente y «no apto para la
procreación» (Quaestiones super de animalibus XV q. 19). Por eso,
según Alberto, propiamente no es correcta la denominación «semen de la
mujer, que se remonta al médico Galeno (siglo n)» (De animal. IX, 2, 3). Capítulo 16
El semen del varón es como el artista, como el maestro que da la forma;
el semen femenino es el que recibe la forma (De animal. III, 2, 8). Esta TOMAS DE AQUINO, LUZ DE LA IGLESIA
conformación mediante el semen masculino, que pretende lograr siempre
la forma perfecta del hombre, puede fracasar debido a circunstancias des-
favorables. Entonces nace una mujer. Con ello estamos en la difamación
aristotélica de la mujer, que, a través de Alberto, se convirtió en parte
constitutiva de la teología celibataria. Michael Müller escribe: «Tras la
amenaza a través del dualismo gnóstico en la Antigüedad, el mayor
daño a la mujer se produjo en el siglo XIH mediante la recepción ilimita-
da de la biología aristotélica» (Grundlagen der katholiscben Sexualethik,
1968, p. 62).

Aunque Tomás de Aquino (f 1274) se limita en el fondo a sistematizar lo


que fue la opinión general en la edad de oro de la Escolástica, y a pesar
de que —en lo que atañe a la recepción de la biología de Aristóteles— no
dice sino lo que su maestro Alberto Magno expuso con mayor detalle,
pero con menos orden, sin embargo tenemos que adentrarnos más en la
ética sexual de Tomás porque sus explicaciones han sido determinantes
hasta nuestros días. En la moral sexual, Tomás ha sido hasta hoy, junto
con Agustín, la autoridad. En su obra clásica católica Die Lehre des bl.
Augustinus von der Paradiesesehe und ihrc Auswirkung in der Sexual-
ethik des 12. und 13. Jahrhunderts bis Thomas von Aquin (1954) Mi-
chael Müller dice de la doctrina de Tomás que «sorprendentemente, en el
material de las cuestiones concretas, es en la mayoría de los casos casi
sólo una reproducción de las habituales opiniones de la corriente más ri-
gorista dentro de la escuela, apuntaladas con enseñanzas aristotélicas» (p.
255), Fuera de que en esto no hay nada «sorprendente», es atinada esta
caracterización de la obra del teólogo católico más grande. Sólo quien
crea que en la Iglesia católica cambió algo esencial respecto de la difa-
mación y menosprecio de las mujeres desde Agustín en los siglos IV y V
hasta Tomás en el siglo xm, o que, a la vista de la influencia descollan-
te ejercida por Tomás, algo habría cambiado desde el siglo xm hasta el
siglo XX, tiene que comprobar «con sorpresa» que, en lo esencial, todo
sigue como estaba. Tomás escribe: «La continencia permanente es nece-
saria para la religiosidad perfecta... Por eso fue condenado Joviniano, que
situaba el matrimonio en el mismo plano que la virginidad» (S. Tb. II-II
q. 186 a. 4). Y Tomás repite en numerosas ocasiones lo que Jerónimo ya
había calculado en el final del siglo rv y principios del siglo V: que los vír-
genes obtienen el ciento por ciento del salario celestial; los viudos, el se-
senta por ciento, y los casados, el treinta por ciento (S. Th. II-II q. 152 a.
5 ad 2). Quien intente hoy elevar el matrimonio al mismo rango de la vir-

168 169
mente con una explicación convincente de la subordinación de la mujer
ginidad será considerado, igual que antaño, como alguien que rebaja la al varón. Los patriarcas de la teología católica aceptan gustosos que el
virginidad hasta el bajo escalón del matrimonio y que difama a la virgen patriarca de los filósofos paganos les adoctrine en este punto concreto.
por antonomasia, a María. Tampoco en la posición de la mujer frente a Después de que los hombres (paganos y cristianos) hubieron recluido a la
la Iglesia machista se ha producido ni el cambio más insignificante. mujer con los hijos en la cocina y se hubieran arrogado para sí todas las
Que todas las desgracias de la humanidad comenzaron en cierta me- restantes actividades en la medida en que parecían interesantes, cayeron
dida con la mujer, concretamente con Eva, que a través de ella se llevó en la cuenta (tanto los hombres cristianos como los paganos) de que el
a cabo la expulsión del paraíso —recordemos que hasta finales del si- varón es «activo» y la mujer «pasiva». Y, según Alberto Magno, este
glo XIX la jerarquía de la Iglesia católica concibió el relato del Génesis hecho de la actividad masculina confiere al varón una mayor dignidad.
sobre la creación y el pecado original más o menos en el sentido de un in- No duda en afirmar que la frase de Agustín de que «lo activo es más va-
forme documental que debía ser tomado al pie de la letra—, eso ya lo lioso que lo pasivo» es absolutamente «acertada» (Summa theol. ps. II tr.
había escrito Agustín. ¿Por qué el diablo no se dirigió a Adán, sino a 13 q. 82 m 2 obj. 1; cf. Michael Müller, Grundlagen der katbolischen Se-
Eva?, pregunta él. Y el mismo Agustín responde diciendo que el demonio xualetbik, 1968, p. 62).
interpeló primero a «la parte inferior de la primera pareja humana»
porque creyó que «el varón no sería tan crédulo y que se le podía enga- Esta actividad masculina y la pasividad femenina se refieren según
ñar más fácilmente mediante la condescendencia frente al error ajeno (el Aristóteles también al acto de la procreación: el varón «procrea», la
error de Eva) que mediante su propio yerro». Agustín reconoce a Adán mujer «concibe» el hijo. Hasta nuestros días, los usos lingüísticos no han
circunstancias atenuantes. «El hombre condescendió ante su mujer... tomado en cuenta que K. E. von Baer descubrió ya en 1827 el óvulo fe-
coaccionado por la estrecha vinculación, sin tomar por verdaderas sus menino, con lo que quedó demostrada la participación paritaria de la
palabras... Mientras que ella aceptó como verdad las palabras de la ser- mujer en la procreación. La idea de que el semen masculino es el único
piente, él quiso permanecer unido con su única compañera, incluso en la principio activo de la procreación se afirmó de tal modo gracias a Tomás
comunidad del pecado» (De civitate Dei 14, 11). El amor a la mujer de Aquino que la jerarquía eclesiástica ignora todavía hoy el descubri-
arrastra al marido a la ruina. miento del óvulo femenino, ante las consecuencias que se desprenderían
de ese hecho, por ejemplo, para la concepción de Jesús. Si hasta el año
La monja Hildegarda de Bingen (f 1179) toma la explicación de 1827, hasta el descubrimiento del óvulo femenino, se pudo decir que
Agustín y la clarifica aún más: «El diablo... vio que Adán sentía un María había concebido a Jesús por obra del Espíritu Santo, ya no es po-
amor tan ardiente por Eva que haría cuanto ella le dijera» (Savias I, visio sible mantener tal afirmación sin negar el óvulo femenino. Pero si se
2). Todo esto no es más que la vieja y machacona condena de la mujer, acepta tal hallazgo, se negaría la actividad exclusiva de Dios, y la con-
pues ésta es el enemigo por antonomasia de toda teología celibataria, e cepción por obra del Espíritu Santo sería entonces una concepción sólo al
incluso las mujeres han aceptado con excesiva frecuencia su propio sexo cincuenta por ciento (cf. Uta Ranke-Heinemann, Widerworte, Gold-
como una especie de lepra querida por Dios. mannTB, 2 1989,p. 287 ss.).
Los teólogos del siglo XIII —sobre todo Alberto y Tomás— utilizaron
La idea de la exclusiva actividad masculina en la procreación no
a Aristóteles para reforzar el viejo desprecio agustiniano hacia la mujer.
fue inventada por Aristóteles. Ella se corresponde con la imagen que el
Aristóteles abrió los ojos de los monjes para que captaran el motivo
varón tenía de sí con anterioridad. Ya Esquilo (f 525 a.C.), el padre de la
más profundo de la inferioridad de la mujer: ésta debe su existencia a un
tragedia occidental, ve al varón como progenitor exclusivo. Por eso, el
error de conducción y a un descarrilamiento en su proceso de formación;
hecho de que Orestes matara a su madre Clitemnestra no es tan grave
en efecto, ella es «un varón fallido», «un varón defectuoso». A pesar de
como si hubiera asesinado a su padre. «La madre no es fuente de la vida
que esta idea de Aristóteles encajaba en la machista Iglesia agustiniana
para el hijo que la llama madre, sino que cría el joven germen; el padre
tan extraordinariamente bien como la ausente tapadera en la olla, sin em-
procrea, ella conserva el retoño», opina Apolo. Éste se refiere luego a
bargo la recepción de este descubrimiento biológico de Aristóteles no se
Palas Atenea, que nació de la cabeza de su padre Zeus. «También sin
vio libre de reticencias e impugnaciones. Guillermo de Auvernia (t 1249),
madre se puede ser padre: lo atestigua la hija de Zeus, el Altísimo, la cual
magister regens de la universidad de París y obispo de esta misma ciudad
no creció en el sombrío seno materno». Atenea, la hija de padre, dice a
desde 1228, opinó que si cabe concebir a la mujer como un varón de-
continuación: «Porque no hubo una madre que me pariera. Vivo exclu-
fectuoso, entonces también es posible calificar al varón como mujer per-
sivamente en el padre, por eso considero menos punible el asesinato de la
fecta, lo que tiene un preocupante sabor a «herejía sodomita» (= homo-
mujer» (Esquilo, Orestíada, 3.a parte, 627 ss.).
sexualidad) (De sacramento matrimonii 3). Pero el temor de los hombres
de Iglesia a tomar de Aristóteles el alto aprecio en que los misóginos grie- Las concepciones menospreciativas que ven a la mujer como una
gos tenían a la homosexualidad fue más débil que el deseo de dar final- especie de florero para el semen masculino recibieron de Aristóteles la

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forma de una teoría que sobrevivirá durante milenios. Aristóteles, Al- 20,1 e In IV sent. 26,6). Los teólogos varones habían interiorizado a
berto y Tomás ven esto de la siguiente manera: según el axioma de que Agustín. Para la vida espiritual del varón, la mujer no tiene importancia
«todo principio activo produce algo semejante a él», en realidad siempre alguna. Al contrario. Opina Tomás que el alma del varón cae de su ele-
deberían nacer varones. Sin embargo, mediante circunstancias desfavo- vada altura mediante el contacto de la mujer, como enseñaba Agustín, y
rables, nacen mujeres, que son varones fallidos. Aristóteles llama a la su cuerpo queda bajo el dominio de la mujer, es decir, en «una esclavitud
mujer arren peperomenon («varón mutilado») (De animalium genera- más amarga que cualquier otra» (In 1 Cor 7,1). Tomás cita a Agustín:
tione 2, 3). Alberto y Tomás traducen esa expresión con mas occasiona- «Nada arrastra hacia abajo tanto al espíritu del varón como las caricias
tus. Alberto Magno escribe que «occasio significa un defecto que no se de la mujer y los contactos corporales, sin los que un varón no puede po-
corresponde con la intención de la naturaleza» (De animal. 1, 250). seer a su esposa» (S. Th. II-II q. 151 a. 3 ad 2).
Esto significa para Tomás «algo que no ha sido querido en sí, sino que La mujer posee menor fuerza física y también una menor fuerza es-
dimana de un defecto» (In II sent. 20, 2, 1, 1; De verit. 5, 9 ad 9). piritual. El varón tiene «una razón más perfecta» y una «virtud (virtus)
Por consiguiente, toda mujer lleva a cuestas, desde su nacimiento, un más robusta» que la mujer (Summa contra gent. III, 123). A causa de su
fracaso: la mujer es un fracaso. Las circunstancias adversas que hacen «mente defectuosa», que, además de en las mujeres, «es patente también
que el varón no procree algo tan perfecto como él mismo son, por ejem- en los niños y en los enfermos mentales», la mujer tampoco es admitida
plo, el húmedo viento del sur con abundantes precipitaciones, mediante como testigo en asuntos testamentarios, opina Tomás (S. Th. II-II q. 70
lo que nacen personas con un mayor contenido de agua, escribe Tomás a. 3). (El derecho canónico prohibía a la mujer hacer de testigo en asun-
(S. Th. I q. 92 a. 1). El conoce también qué consecuencias tiene esta cir- tos testamentarios y en procesos criminales; en los restantes casos se les
cunstancia adversa: «Porque en las mujeres hay más cantidad de agua, admitía como testigos). También los hijos deben respetar la superior
por eso pueden ser seducidas más fácilmente por el placer sexual» (S. Th. calidad de su padre: «Hay que amar más al padre que a la madre, porque
III q. 42 a. 4 ad 5). Resistir al placer sexual les resulta más difícil por el él es el principio activo de la procreación, mientras que la madre es el pa-
hecho de que ellas poseen «menos fuerza de espíritu» que los varones (II- sivo» (S. Th. II-II q. 26 a. 10).
II q. 49 a. 4). También Alberto responsabiliza parcialmente al viento en Incluso en el acto conyugal existen diferencias: «El marido tiene la
el nacimiento de varones y mujeres: «El viento del norte incrementa el parte más noble en el acto marital, y por eso es natural que él tenga que
vigor, y el viento del sur lo debilita... El viento del norte contribuye a la sonrojarse menos que su esposa cuando exige el débito conyugal» (S. Th.
procreación de lo masculino; el viento del sur, a la procreación de lo fe- Suppl. q. 64 a. 5 ad 2). Porque el acto marital «posee siempre algo ver-
menino, porque el viento del norte es puro, purifica y depura las evapo- gonzante y causa sonrojo» (S. Th. Suppl. q. 49 a. 4 ad 4). Las mujeres
raciones y estimula el vigor natural. Pero el viento del sur es húmedo y son también más proclives a la incontinencia que los hombres, opina
portador de lluvias» (Quaestiones super de animalibus XVIII q. 1). Tomás remitiendo a Aristóteles (S. Th. II-II q. 56 a. 1). El Martillo de
Tomás tiene la misma opinión al respecto (S. Tb. I q. 99 a. 2 ad 2). Brujas ve más tarde (1487) en este estado de cosas la razón por la que se
La mujer es, pues, un producto de la polución ambiental, un engen- dan más brujas que brujos (I q. 6).
dro monstruoso. Ella no responde —opina Tomás en su lenguaje más fi- Como ser deficiente y anclado en cierta manera aún en el estado del
losófico y abstracto que ecológico y plástico— «a la primera intención de niño, la esposa está capacitada para parir, pero no para educar a los
la naturaleza», que apunta a la perfección (al varón), sino «a la intención hijos. La educación espiritual de los hijos sólo puede ser llevada a cabo
secundaria de la naturaleza, como putrefacción, malformación y debili- por el padre, pues él es el guía espiritual. Tomás razona en buena medi-
dad de la edad» (S. Th. Suppl. q. 52 a. 1 ad 2). La mujer es, pues, un da la indisolubilidad del matrimonio diciendo que «en modo alguno
producto secundario de la naturaleza, que se da cuando fracasa la pri- basta la mujer» para la educación de la prole, sino que el padre es más
mera intención de la naturaleza, que apunta a los varones. Ella es un importante que la madre para la educación. Por su «inteligencia más per-
varón frenado en su desarrollo, pero Dios cuenta de alguna manera con fecta», él puede «adoctrinar» mejor la inteligencia del niño; y, como con-
ese fallo que es la mujer. A decir verdad, no lo ha programado Dios de secuencia de su «virtus más robusta» —virtus significa tanto «fuerza»
forma primera, sino secundaria o como fuere, pues «la mujer está desti- como «virtud»—, está él en mejores condiciones para «mantenerlos a
nada a la procreación» (S. Th. I q. 92 a. 1). Pero ahí se agota la utilidad raya» (Summa contra gent. III, 122).
de la mujer para los machistas y monacales ojos de Tomás. Según Tomás, también existe otra razón que apuntala la indisolubi-
Tomás cita a Agustín sin nombrarlo; dice que la ayuda para la que lidad del matrimonio: «En efecto, la mujer necesita al marido no sólo
Dios creó la mujer para Adán se refiere exclusivamente a una ayuda en la para la procreación y educación de los hijos, sino también como su pro-
procreación, pues, para las restantes actividades, un varón sería mejor pio amo y señor», pues el varón es, como repite Tomás, de «inteligencia
ayuda para el varón. También Alberto había dicho eso mismo (In II sent. más perfecta» y de «fuerza más robusta», es decir, más «virtuosa». Se

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creen muchos varones que, por tener más fuerza física {virtus), también J.id, se suscitó por la valoración más alta que los hombres se habían atri-
poseen más virtud (virtus). Por eso cabe la posibilidad de verter el tér- buido: homo significa tanto hombre (ser humano) como varón. Todavía
mino latino virtus (de vir = varón) con los vocablos virtud, fuerza o, sen- hoy es idéntico en todas las lenguas románicas y también en el inglés el
cillamente, virilidad, pues ya en tiempo de los romanos la virtud tenía su termino para hombre y varón. Si los varones acaparan para sí el término
origen conceptual en la fortaleza viril. Existen buenas razones para pen- hombre, ¿qué queda para la mujer? ¿Es también ella un hombre-varón,
sar que la primera nobleza que emergió entre los hombres, que reservó un varón-hombre? Es claro que no se puede designarla como varón. In-
un privilegio a unos sobre otros, a los varones sobre las mujeres, y a los Inrma Gregorio de Tours que los restantes obispos remitieron al inter-
varones de Iglesia sobre las mujeres de Iglesia, fue aquella con la que los |trlantc al relato de la creación, según el cual Dios creó al ser humano
más fuertes se asentaron como señores de los más débiles, granjeándose {horno) como varón y mujer, así como también a la denominación de
así gloria y honor. De ese modo, la fuerza y la valentía (virtus) masculi- |estis como Hijo del Hombre (filius hominis), a pesar de que él es, sin
nas en la guerra se convirtieron en sinónimo de «virtud». duda, «Hijo de la Virgen», es decir, hijo de una mujer. Mediante estas
Sea como fuere, opina Tomás que la mujer «está sometida al marido i lariricaciones se dilucidó la pregunta: el término homo debe aplicarse
como su amo y señor» (gubernator), pues el varón tiene una «inteligen- también a las mujeres. Significa, junto al concepto de varón, también el
cia más perfecta» y una «virtud más robusta». ¿A qué se refiere en rea- tlt* ser humano (Gregorio de Tours, Historia Francorum 8,20).
lidad? ¿A «fuerza» para mantener a su mujer a raya o a «virtud» para No sólo en la denigración de la mujer, sino también en la animosidad
adoctrinarla? Sin duda, Tomás se refiere a ambas cosas. En cualquier iontra lo sexual y contra el placer se siente respaldado Tomás por Aris-
caso, la esposa obtiene de su más inteligente, virtuoso y robusto marido lnleles. La observación de Aristóteles de que el placer sexual obstaculiza la
idénticas ventajas que sus hijos, a los que el padre «adoctrina y mantiene rti tivulad mental (Etica a Nicómaco 7, 12) es como agua para su molino,
a raya» (Summa contra gent. III, 123; 122). Que, por el contrario, el ma- le corrobora en su pesimismo sexual de cuño agustiniano. T o m a una
rido sólo necesita a la esposa para la procreación y que en todo lo demás i Un ile Aristóteles sacada de Homero, según la cual Afrodita «trastorna
estaría mejor servido con un segundo varón es algo que ya sabemos. loo sentidos hasta de los más inteligentes», y subraya que «el placer sexual
«Porque las mujeres están en estado de subordinación», tampoco upriine por completo el pensamiento» (S. Th. II-II q. 55 a. 8 ad 1). Tomás
pueden recibir el sacramento del orden, opina Tomás (S. Th. Suppl. q. 39 repite incesantemente que «el placer sexual inhibe por completo el uso de
a. 1). Este hecho de la subordinación a los varones es para Tomás el ver- di mente», que «oprime la inteligencia» y que «absorbe el espíritu».
dadero motivo de que se niegue el ministerio eclesiástico a la mujer. I loy nos resulta ya difícil captar en toda su magnitud con q u é re-
Pero Tomás se contradice a sí mismo cuando habla en otros lugares de • i/n lunático contempla Tomás (principalmente él, pero, con él, toda la
mujeres que existen en estado de no subordinación a los varones: «Al ilogia basada en Agustín) el acto sexual, razonando que éste «oscure-
hacer el voto de castidad o el de viudedad y desposar así a Cristo, son l.i mente e incluso la «elimina». Tomás afirma que las relaciones se-
elevadas a la dignidad del varón (promoventur in dignitatem virilem), lles í recuentes llevan a la «debilidad de la mente» (mentem enervat; In
con lo que quedan libres de la subordinación al varón y están unidas de M'III. d. ?>?> q. 3 a. 3 ex.). Sus motivos no son, pues, en primer lugar de
forma inmediata a Cristo» (In 1 Cor, cap. 11, lectio 2). Pero Tomás no un ale/a teológica, y sólo puede comprender sus angustias primitivo-
llega a responder por qué tampoco esas mujeres tienen derecho a ser sa >lilaicas quien opine todavía hoy que el coito frecuente atonta y pro-
cerdotisas. Quizás la causa radique más en los varones que en las mujo i a In destrucción de las células cerebrales. Algo de esto parece querer
res. Además, Jerónimo ya había expresado la abstrusa idea de que «un.i lu ar Tomás con el verbo latino enervare. Por eso, en la descripción de
mujer deja de ser mujer» y puede ser llamada «varón» «si ella quiere ser v ii^midad, «la virtud más hermosa» (S. Th. II-II q. 52 a. 5), añade, de
vir más a Cristo que al mundo» (Comm. ad Ephesios, lib. III, cap. V). inopia cosecha, un elemento: la libertad frente al «deterioro de la
Permítasenos hacer aquí una observación de pasada: aun recono ule- (corrHptio rationis), causado por la vida sexual (In IVsent. d. 33
ciendo lo nefasta que es esta denigración de la mujer por la Iglesia, hav i, I sol. y ad 4). Al parecer, los celibatarios no sólo tienen la preten-
que decir con toda claridad que no es cierto que la Iglesia haya llegado iii de poseer más gracia ante Dios mediante su tipo de vida (el ciento
incluso a dudar en algún momento de que las mujeres tengan alma o di- i i ii-iiio trente al treinta por ciento de los casados), sino también la de
que sean seres humanos. Se escucha y se lee con frecuencia que en un .poner ile más inteligencia, pues ésta no sufre deterioro en ellos, pero,
concilio, concretamente en el segundo sínodo de Macón (585), se llegó i neul.ibleinente, no señalan junto a su cociente de santidad también su
discutir si la mujer tiene alma. Eso no es exacto. No se habló en el con . irme intelectual, aunque es seguro que éste también suscitaría el in-
cilio sobre el alma. Gregorio de Tours, que asistió a ese sínodo, relal.i •i N general.
que un obispo planteó la pregunta de «si la mujer puede ser designad.i I a relación entre sexualidad y pecado original, así como la degrada-
como homo». Se trata, pues, de una cuestión filológica que, a decir ver iii del espíritu mediante el placer sexual, sirvieron de principios fun-
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damentales a Agustín para desarrollar su doctrina de los bienes com- «contaminación» (pollutio) del seno materno, no tuvo lugar en María
pensatorios que hacen disculpable el matrimonio. Tomás recogió esa —«por el motivo de la pureza y de la no contaminación»— copulación
doctrina. Cierto que (como Agustín) califica el placer del acto sexual no alguna en la concepción de Jesús (In Math. 1 [19: 247]). Según Tomás,
como absolutamente pecaminoso, pero sí como consecuencia penal del sólo Jesús fue concebido de forma pura, sin infección sexual, sin sufrir el
pecado original. Por eso son necesarios los bienes que disculpan el ma- contagio del pecado original en el acto conyugal de la procreación. El je-
trimonio, de los que el principal es la prole. En línea con Agustín, Tomás suíta Josef Fuchs, experto en santo Tomás, opina al respecto: «No es po-
afirma: «Ninguna persona razonable puede aceptar una pérdida personal sible esbozar con precisión qué entiende Tomás por esta "impureza" de
si ésta no es compensada por otro bien igual o mayor». Mas el matri- lo sexual» (/. c, p. 52). Sobre todo cuando se trata del príncipe de los te-
monio es una condición en la que se experimentan pérdidas: el placer en- ólogos, de Tomás de Aquino, los teólogos tienden a interpretarlo todo en
gulle la mente, como dice Aristóteles, y vienen las «tribulaciones de la el mejor sentido. Y cuando eso no es posible, optan por decir que no en-
carne», como enseña Pablo. Por eso, la decisión de contraer matrimonio tienden a Tomás, en vez de reconocer con claridad que Tomás dice in-
debe ser tenida como conforme a orden sólo cuando, frente a este daño, sensateces y que fue víctima de la sinrazón del otro gran teólogo, de
«se da una compensación adecuada que haga honorable el matrimo- Agustín.
nio: eso es lo que hacen los bienes que disculpan el matrimonio y lo con- He aquí un breve elenco de términos infaustos de santo Tomás para
vierten en honroso». Tomás lo compara con la bebida y la comida: referirse a la relación sexual de los cónyuges y que, según Josef Fuchs,
dado que éstas no absorben la inteligencia, tampoco necesitan el co- «pueden sorprender» (/. c.,p. 50), pero que sólo pueden causar sorpresa
rrespondiente contrapeso. Pero, a diferencia de lo que ocurre con la co- a aquel que no quiera ver que toda la moral sexual católica ha seguido
mida y la bebida, «la fuerza sexual —mediante la que se transmite el pe- desde un principio un camino equivocado: «suciedad» (immunditia),
cado original— está infectada y corrompida» (S. Th. Suppl. q. 49 a. 1 ad «mancha» (macula), «repugnancia» (foeditas), «depravación» (turpitu-
1). Para Tomás, «la oposición de la carne al espíritu, que se hace per- do), «deshonra» (ignominia). Según Tomás, los clérigos conservan la
ceptible sobre todo en los órganos responsables de la procreación, es un «pureza corporal» mediante su celibato (citas en Fuchs, p. 50 s.). Añade
castigo mayor que el hambre y la sed, pues éstos son de orden exclusi- este autor a modo de disculpa: «Tomás estaba en la cadena de una larga
vamente físico, mientras que aquélla es también espiritual» (De malo 15, tradición... De ahí que no pudiera resultarle fácil sostener una doctrina
2 ad 8). Hasta el jesuíta Fuchs considera que esta visión de Tomás es más libre» (Ibid., p. 51). Sin embargo, nadie está obligado a repetir es-
«algo unilateral» (Die Sexualethik des hl. Thomas von Aquin, 1949, p. tupideces; además, Tomás contribuyó al reforzamiento y prolongación de
40). esa tradición; todavía se siguen repitiendo las insensateces, y la doctrina
Lo de que el placer sexual transmite el pecado original no significa más libre resulta cada vez más difícil a causa del creciente peso de la tra-
que quien no siente nada no transmite nada. De lo contrario, los hijos de dición.
los frígidos estarían libres de pecado original. Pero los teólogos también
pensaron en esto. Tomás expone: «Si por la virtud de Dios se concediera Recogemos aquí también algunas paráfrasis que santo Tomás, el
a alguien la gracia de no sentir placer desordenado en el acto de la pro- doctor angelicus, maestro angelical, utiliza para calificar el acto conyugal:
creación, incluso en este caso ese tal transmitiría el pecado original al «deformación» (deformitas), «enfermedad» (morbus), «corrupción de la
hijo», ya que en el placer sexual que es el transmisor del pecado original integridad» (corruptio integritatis) (S. Th. 1 q. 98 a. 2), motivo de «re-
no se trata del placer sexual actual (sentido en el instante de la procrea- pugnancia» (repugnantia). Tal repugnancia frente al matrimonio «a
ción), sino del placer sexual habitual (basado en la condición humana), y causa del acto conyugal» experimentan, según Tomás, los ordenados de
ésta es igual en todas las personas (S. Th. I-II q. 82 a. 4 ad 3). Por con- sacerdotes, pues el acto marital «impide los actos espirituales» y consti-
siguiente, tampoco los frígidos tienen escapatoria alguna, albergan una tuye un obstáculo para una «mayor honestidad» (S. Th. Suppl. q. 53 a. 3
voluptuosidad latente, tienden al placer que engulle al espíritu, y eso es adl).
suficiente. Ni siquiera el don de Dios que les ahorra en el acto de la pro- Tomás hace gala de una concreción mayor que los restantes teólogos
creación el placer concreto que obnubila el espíritu puede obrar ahí medievales a la hora de exponer y comentar la doctrina del papa Gre-
cambio alguno. Ni una pareja de casados escapa de la malla tejida por gorio I sobre las «ocho hijas de la lujuria». Una de las malas consecuen-
los teólogos. Que solamente los padres de María son una excepción de la cias de la lujuria es la «feminización del corazón humano» (S. Th. II-II
regla es algo que quedó fijado sólo en el año 1854, en el dogma de la q. 83 a. 5 ad 2). Los varones paganos elevaron la virtus (= fuerza viril) a
concepción inmaculada de María. Según Tomás de Aquino, la ausencia sinónimo de «virtud». Los celibatarios cristianos —al menos Tomás—
de pecado original era prerrogativa exclusiva de Jesús, no de María. han degradado la feminidad hasta convertirla en sinónimo de vergüenza.
Opina: puesto que todo acto conyugal significa una «corrupción» y una La animosidad de los celibatarios contra lo sexual es aversión a la mujer.

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Fuchs afirma: «Tomás gusta repetir lo que dice Pablo en 1 Cor 7,1: "Es a mediados del siglo xin y cuya autoría se atribuyó al cardenal Hugo de
bueno para el hombre no tener contacto con mujer alguna"» (Fuchs, Saint-Cher (f 1263). Esa obra prescribe que el confesor pregunte al pe-
p. 261). nitente: «¿Has conocido a tu mujer sólo por placer? Porque tú debías co-
El hecho de que se haya presentado hasta hoy como frase propia de nocerla sólo para procrear, para evitar la fornicación propia o para
Pablo la que él toma del gnosticismo para refutarla ha causado grandes prestar el débito» (Noonan, p. 335). Sin embargo, Tomás se atiene es-
desdichas desde hace 2.000 años. La supuesta frase de Pablo se convirtió trictamente a Agustín y rechaza tal laxismo. Escribe: «Si alguien tiene la
en el apoyo principal del celibato. Y Tomás repite la tarifa fijada ya va- intención de evitar la fornicación en sí mismo mediante la cópula con-
rios siglos antes, según la cual el salario celestial para los vírgenes es del yugal... entonces se trata de pecado leve, pues el matrimonio no fue ins-
ciento por ciento; para los viudos, del sesenta por ciento; y para los ca- tituido para eso». Sin duda, está permitido copular —en tal caso, sin pe-
sados, sólo del treinta por ciento; por supuesto, los celibatarios se inclu- cado— para impedir la fornicación en el otro cónyuge, pues se trata
yen entre los vírgenes (S. Th. II-II q. 152 a. 5 ad 2; I-II q. 70 a. 3 ad 2; entonces de una forma de prestar el débito (S. Th. Suppl. q. 49 a. 5 ad 2).
Suppl. q. 96 a. 4). Si se leen las seculares lucubraciones teológicas sobre el peligro de
También para Tomás —como para Agustín y para toda la tradi- fornicación, propia y del otro cónyuge (que se debe evitar mediante la có-
ción—, «un matrimonio sin relaciones carnales es más santo» {In IV pula), o sólo de la fornicación del otro y no de la propia (según Tomás y
sent. d. 26, 2,4). El hecho de que no sólo Tomás, sino la generalidad de otros, la mejor manera de hacer frente al peligro de fornicación propia
los teólogos, se ocupe detalladamente del voto de continencia de los son el ayuno y la oración), entonces sólo es posible contemplar esta vi-
cónyuges pone de manifiesto que los cónyuges similares a monjes no eran sión del acto conyugal como ofensiva para los casados. Si se ha conse-
algo infrecuente. Tanto Graciano como Pedro Lombardo tratan en sus guido el máximo de hijos, entonces sólo queda una posibilidad para
obras clásicas tales matrimonios y las cuestiones sobre qué tienen, pueden copular sin pecado, y es la de que un cónyuge corra el peligro de caer en
o ya no pueden hacer los esposos, etc. En esa temática, el modelo es la fornicación y que el otro tenga que prestarle el débito conyugal. El
siempre el matrimonio de María y José. continuo peligro de fornicación y de adulterio que los celibatarios sos-
pechan en los casados y que admiten como motivo para tener relaciones
.Que las esposas, aunque ya participan con sus esposos de la tarifa
matrimoniales es una insensatez intolerable.
más baja del salario celestial (el treinta por ciento), constituían además
otro grupo de participación aún más baja en el salario celestial es algo También el concilio Vaticano II, calificado de forma injusta como un
que se desprende de una observación del jesuíta Peter Browe, conocedor progreso en la moral sexual, habla de que «puede no raras veces correr
del medioevo cristiano, que escribió en su libro Die haufige Kommunion riesgos la fidelidad... cuando el número de hijos, al menos por cierto
im Mittelalter, 1938: «Las mujeres casadas jamás fueron admitidas a la tiempo, no puede aumentarse» y no se deben utilizar «soluciones inmo-
comunión frecuente; no se las consideraba suficientemente limpias y dig- rales» (se piensa en la anticoncepción). El peligro de la infidelidad es lo
nas. Sólo una vez fallecido su marido o cuando ambos esposos habían primero que se le ocurre al concilio sobre la prevención. El otro peligro
hecho voto de continencia podía comenzar el auténtico esfuerzo para al- que ve el concilio es el de que «quede comprometido el bien de la prole,
canzar la perfección y, en su caso, la comunión más frecuente» (p. 120). porque entonces la educación de los hijos y la fortaleza necesaria para
aceptar los que vengan quedan en peligro» (Gaudium et spes, Constitu-
Pero no todos los casados alcanzan esa meta monacal de la viudedad
ción pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual, n. 51).
o de la continencia total. El objetivo para los que no entran en ese grupo
es el de —al menos— no caer en pecado, dado que no pueden llegar a ser Comencemos por lo segundo: el segundo peligro que ve la Iglesia
perfectos. Para eso, Agustín y Tomás ponen a disposición de ellos dos cuando no se pueden tener más hijos es el de que no se desee tener más
maneras de relación sexual: 1) la cópula con la voluntad de procrear, y 2) hijos. El primer peligro es el de que los esposos cometan adulterio. La
la cópula como prestación del débito conyugal al consorte que la exige. teología celibataria con su presunto peligro de adulterio no se percata de
Según Tomás, esta última manera «está destinada a eliminar el peligro» cuál es el peligro verdadero, el de que los casados den lentamente la es-
(S. Th. Suppl. q. 64 a. 2 ad 1; ad 4), es decir, a «impedir la fornicación» palda a esta Iglesia de monjes celibatarios porque terminen cansándose
(del otro) (Suppl. q. 48 a. 2). Todos los motivos restantes, por buenos y de estas presiones absurdas e incompetentes y quieran mantener relacio-
nobles que sean (por ejemplo, amor, que no se menciona ni una vez), lle- nes sexuales no para prevenir todo tipo de peligros posibles, sino por mo-
van sólo a una cópula pecaminosa; al menos, a un pecado leve (S. Th. tivos que superan evidentemente la fantasía de los celibatarios. Cuando el
Suppl. q. 49 a. 5). concilio Vaticano II recomienda «el ejercicio de la virtud de la castidad
conyugal» en lugar de «ir por caminos de la regulación de la natalidad
Algunos teólogos de la Escolástica primitiva habían pensado que
que el Magisterio... reprueba» no hace sino inmiscuirse en asuntos pro-
también la relación sexual para evitar la fornicación propia estaba exen-
pios de los cónyuges, cosa que éstos no están ya dispuestos a aceptar.
ta de pecado, como se ve todavía en una obra para confesores aparecida

178 179
Volvamos a Tomás de Aquino. Desviarse de la posición normal (al Para Tomás, la copulación conyugal es una eyaculación del semen
realizar la cópula) es para él uno de la serie de vicios contra la naturale- tendente a una finalidad muy concreta: la procreación de la prole. Ésta es
za que fueron clasificados —en un sistema que se remonta a Agustín— la única finalidad del acto sexual (Summa contra gent. 3, 122). La fina-
como peores que mantener relaciones con la propia madre, como vere- lidad del uso de los órganos sexuales es la procreación de hijos (De
mos en el capítulo siguiente. Que Tomás incluya la relación conyugal con malo 15, 1 c). Esta finalista eyección del semen prescrita por Tomás está
desviación de la posición normal entre los pecados contra la naturaleza es ligada a una forma determinada. Por consiguiente, el acto sexual sólo es
algo que no cuadra con su sistema, pues todos los restantes vicios contra moral si casa con el orden recto. Las expresiones «manera conveniente»
la naturaleza que Tomás enumera coinciden en que excluyen la pro- (S. Tb. II-II q. 153 a. 2) y «orden» (II-II q. 125 a. 2) afloran constante-
creación, lo que no se puede decir del desviarse de la posición normal. Él mente. Ése es el modo que mejor cuadra con la finalidad de la procrea-
permite desviarse de la posición normal en casos excepcionales, como ción, es decir, una determinada forma de la que no hay que desviarse.
cuando los esposos, por razones médicas, por ejemplo, por lo abultado Obviar esta forma, es decir, desviarse de la manera de expulsar el semen
de sus cuerpos, no pueden mantener de otro modo relaciones sexuales (In prescrita por la Iglesia es contra naturam, contraria a la naturaleza.
IV sent. 31 exp. Text.). Otras acciones gravemente pecaminosas por ser Tomás escribe: «La manera de copular está prescrita por la naturaleza»
vicios contra la naturaleza peores que el incesto, la violación y el adul- (In IV Sent 31, exp. Text.). El acto tiene que ser practicado como es de-
terio son, según Tomás, la autosatisfacción (llamada onanismo o mas- bido, incluso cuando intervenga una mujer estéril y, por consiguiente, no
turbación), el copular con animales, la homosexualidad, la cópula anal u sea posible la procreación. Apartarse de esta manera consentánea con la
oral y el coitus interruptus (S. Tb. II-II q. 154 a. 11). Parece que Tomás naturaleza es siempre pecado grave, siempre es antinatural.
incluyó entre los pecados gravísimos las posiciones divergentes de la Esta finalista y adecuada emisión del semen prescrita por Tomás
normal porque son actos que impiden la procreación, pues él opinaba amparándose en Dios y en la naturaleza sigue teniendo hoy una reper-
que, con esas posturas, al menos se dificulta la procreación. Alberto, el cusión en la llamada inseminación homologa. Ésta fue prohibida en
maestro de Tomás, había enseñado que el semen no penetra fácilmente 1987 por la vaticana Congregación para la Doctrina de la Fe: «No se
en la matriz de una mujer que se ponga de costado; y que la «matriz está puede permitir la inseminación artificial homologa dentro del matrimo-
boca abajo» si la mujer yace sobre el marido, y que se derrama el conte- nio». Existe, sin embargo, una excepción: en la recogida del semen mas-
nido (De animalibus 10,2). Independientemente de la respuesta que se dé culino mediante el acto conyugal por medio del condón. Éste tiene que
a la cuestión teológica de por qué Tomás incluyó la desviación de pos- estar agujereado a fin de que se mantenga la forma de un acto de pro-
tura entre los actos contra la naturaleza, es decir, impedientes de la pro- creación natural, evitando así la práctica de un prohibido método anti-
creación, es, al menos, claro que tanto él como todos los teólogos que le conceptivo. La cópula conyugal debe, pues, discurrir como si ella con-
siguieron encasillaron la desviación de la postura normal —si se debe al dujera a la procreación. El condón debe estar agujereado como si de esa
afán de placer— entre los «pecados más graves de la impureza». Y eso manera fuera posible la procreación (cf. Publik-Forum, 29.5.1987, p. 8).
sucede aún en nuestro siglo, a pesar de que —entre tanto— se ha llegado Y sólo mediante ese rodeo a través de un acto conyugal estéril que dis-
a saber que es errónea la opinión biológica sobre una obstaculización de curre como un acto fértil cabe prestar después una ayuda a la fertilidad.
la procreación. El afán de placer sigue siendo condenable a los ojos de los La forma supuestamente natural del acto conyugal se ha convertido en el
teólogos. En este contexto, hay que hacer una referencia al libro de Van precepto primero, y sigue siéndolo incluso cuando no se puede conseguir
de Velde, El matrimonio perfecto, cuyo pecado condenable consistió en su finalidad original prescrita por la Iglesia, es decir, la procreación, y
que quiso introducir en 1926 variedad en el monocorde modelo de la cuando la obtención del semen mediante la masturbación sería igual de
Iglesia para los casados a la hora de mantener relaciones conyugales. buena y menos complicada. Pero la masturbación sigue estando incluida,
Los libros penitenciales de la primera Edad Media y la teología me- también en este caso, entre los pecados graves contra la naturaleza, es
dieval tratan con detalle las «posturas innaturales» en el acto sexual. Al- decir, contra la procreación, siendo así que de lo que trata de hacer po-
berto Magno pretende mostrar con argumentos fisiológico-anatómicos sible la procreación. El decurso normado ha pasado a ser más importante
cuál es la única postura natural: «Si el varón debe yacer debajo o encima, que la finalidad, es decir, la procreación. Partiendo de viejas tradiciones
si debe estar en pie, tumbado o sentado, si la copulación debe tener se determina en la teología moral qué es «natural»; y añosos varones ale-
lugar por detrás o por delante... en realidad, nunca deberían tratarse jados del matrimonio custodian cuidadosamente esa tradición.
cuestiones vergonzantes de ese tipo si no fuera por las cosas extrañas que Que la cópula procreadora según la manera prescrita por la Iglesia
se escuchan hoy en día en el confesionario» (In IV sent. 31). (Si los celi- no puede tener lugar fuera del matrimonio es algo que, según Tomás,
batarios, con la ayuda de su confesionario, no se metieran en cosas que también ha sido determinado por la naturaleza. Tomás (con Aristóteles
no les atañen...). como precursor de Konrad Lorenz) descubrió en algunas especies ani-

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males —por ejemplo, en algunas aves— que machos y hembras perma-
necen juntos para criar en común a la prole, «pues la hembra sola no
sería suficiente para la crianza». La indisolubilidad del matrimonio está,
pues, prefigurada en la naturaleza, ya que, como en el caso de las aves
(según Tomás la cosa varía en los perros), tampoco la hembra humana
Capítulo 17
está en grado de poder criar sola a los hijos, dado que, además, esta edu-
cación dura «largo tiempo» (Swnma contra gent. III, 122). De ahí deriva
también el que la Iglesia católica no pueda ni siquiera plantearse la po- SE AGRAVA LA LUCHA CONTRA LA ANTICONCEPCION.
sibilidad de una inseminación heteróloga, es decir, extramatrimonial, y SUS CONSECUENCIAS CANONICO-MORALES HASTA HOY
que la rechace en redondo. Tal inseminación no concuerda con la manera
reglamentaria de practicar la cópula para la procreación.
Tomás opina: «Naturalmente, vuelven a encontrarse en el hombre
—y de manera más perfecta— los hábitos honestos de los animales» (S.
Th. Suppl. q. 54 a. 3 ad 3). Por consiguiente, sólo son de esperar nuevos
métodos en la procreación una vez que sean detectados primero en el
reino animal. Josef Fuchs dice sobre Tomás de Aquino que éste «busca
constantemente el camino que conduce al reino animal» (p. 115). «La
comparación de la vida sexual humana con la animal es un método que
él practicó en mucho mayor medida que los restantes teólogos» (Fuchs,
p. 277). Vinculante es, según Tomás, lo que la naturaleza enseña a todos Los conocimientos que la Europa medieval tenía sobre la contracepción
los seres vivientes, y donde mejor se pueden leer tales enseñanzas es en la provenían de los árabes. Las dos primeras escuelas de medicina se fun-
conducta de los animales. El principal mensaje proveniente del reino daron en Salerno (siglo XI) y en Montpellier (siglo XII). En estos centros se
animal sigue siendo vinculante para la Iglesia incluso en nuestros días: los dieron a conocer a la Europa medieval —a través de manuales árabes—
animales copulan sólo para procrear (al menos, en opinión de los teólo- los conocimientos sobre anticoncepción provenientes del mundo greco-
gos). Ahí se puede captar el sentido del acto sexual. Los animales no uti- romano y nuevas ideas árabes. El libro de texto más importante fue
lizan métodos anticonceptivos. Eso quiere decir que la contracepción va Cánones de la ciencia médica, de Ibn-Sina, escrito en el siglo XI en Da-
contra la naturaleza. De ese modo, un estudio pseudoteológico de la masco y traducido al latín en el siglo xn en Toledo bajo el nombre de
conducta puede conducir a verdades eclesiales permanentes. Avicena. Hasta mediados del siglo XVII, ésta siguió siendo la obra médi-
ca más importante de los médicos europeos. Avicena consigna en su
farmacopea las propiedades anticonceptivas de diversas plantas. «El
aceite de cedro destruye el semen y si se unge con ese aceite el pene
antes de mantener relaciones sexuales se impide el embarazo» (2,2,163).
A esta propiedad del aceite de cedro había aludido ya Aristóteles en su
Zoología (Historia animalium). Avicena recoge también las antiguas re-
cetas de Hipócrates, de Sorano de Éfeso y de Plinio; y añade otras nue-
vas. Avicena, siguiendo a Sorano, recomienda los anticonceptivos sobre
todo en los casos en que el embarazo puede poner en peligro la vida de la
madre.
Alberto Magno extrae de Avicena la mayor parte de sus conoci-
mientos médicos; por ejemplo, el de que si la mujer yace encima durante
la copulación, su matriz se pone boca abajo, «de manera que se derrama
de nuevo lo que hay en ella». Alberto describe de modo especial los
motivos de esterilidad en su obra Sobre los seres vivientes, bajo el epí-
grafe: «De cómo la medicina puede tratar la esterilidad». Bajo este as-
pecto de todo lo que hay que evitar para no ser estéril, él recoge luego,
detalladamente, el saber árabe-antiguo sobre cómo hay que hacer para
ser estéril. Además, cuando Alberto Magno no expone como naturalista
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a Avicena, sino que escribe como teólogo, utiliza —como todos los teó- maban una unidad entre sí y si, por ejemplo, los trovadores —en su
logos escritores de la Escolástica (siglos xi-xm), en conexión con el texto canto al amor y al placer sexual sin procreación— son una reacción al
Aliquando de Agustín— la expresión «venenos de la esterilidad» para re- empobrecimiento de la doctrina sexual cristiana (aludiendo a la finalidad
ferirse a los anticonceptivos artificiales. de la procreación, urgida unilateralmente por los teólogos, declararon
No todos los teólogos escritores tratan con la misma amplitud que muchos Minnesánger que no había amor entre los casados). En cualquier
Alberto los medios medicinales para la anticoncepción y el aborto. El caso, es indudable que la lucha agustiniana contra la anticoncepción
obispo dominico Vicente de Beauvais (f hacia 1264) informa en su en- maniquea se repitió o incrementó durante la Edad Media en la lucha con-
ciclopedia, la primera importante de la Edad Media, sobre plantas; por tra la anticoncepción, especialmente en los cataros.
ejemplo, la ruda: «Ella inhibe y reprime los malos placeres, reduce y seca Tres fueron los textos que jugaron un papel determinante en la lucha
por completo el semen» (Speculum naturale 10,138). Otro tanto afirma contra la anticoncepción. Se trata de dos textos de Agustín y del texto Si
de la lechuga. Sólo en uno de estos medios que amortiguan la voluptuo- aliquis. Ivo de Chartres fue el primero que contribuyó a que los dos tex-
sidad menciona que sea también anticonceptivo. Santa Hildegarda de tos de Agustín —a los que se cita por Aliquando y Adulterii malum— ad-
Bingen (f 1179), abadesa de Ruppertsberg, escribió una obra sobre me- quirieran importancia. Este Ivo, obispo de Chartres (f 1116) —al que
dicina natural en la que no hace referencia alguna a la anticoncepción ni Noonan califica de «hito en el camino hacia una toma de postura canó-
al aborto, pero —en plena sintonía con el ideal de espiritualidad católi- nica sobre la anticoncepción» (p. 209)— fue partidario de la ya mencio-
co— sí recomienda medios «para ahogar en hombres y mujeres el placer nada reforma gregoriana. Ivo no estaba satisfecho con el Decretum de
sensual, como, por ejemplo, la lechuga silvestre» (Subtilitatum I, 92). Burchardo de Worms, sino que recoge en su colección legal {Decretum
Según el punto de vista católico prevalente hasta nuestros días, la con- 10, 55), como el más importante, un texto ya olvidado en el que Agustín
tracepción tiene que darse —preferentemente— a la manera de las mon- habla sobre los «venenos de la esterilidad» y califica de «prostituta de su
jas, es decir, combatiendo el propio placer sexual. marido» a la esposa que los utiliza. Ese texto agustiniano, al que ya hi-
cimos referencia en el capítulo sobre Agustín, será citado desde Ivo con
Vistos desde nuestros actuales conocimientos científicos, casi todos
Aliquando (= a veces), su palabra inicial. Además, Ivo recoge en su co-
los medios eran ineficaces. Por eso, los que los tomaban no habrían
lección legal tres textos de Agustín sobre «copulación contraria a la na-
caído en la cuenta de que el médico Magnino de Milán, discípulo de la
turaleza en el matrimonio» de los que se desprende, por ejemplo, que el
escuela de Salerno, dirigiéndose a los hombres «que quieren contenerse»,
coitus interruptus es un pecado más grave que la prostitución y el adul-
y a los que él considera «dignos de veneración», les recomendara en su
terio (Decretum 9,110.128); peor incluso que una relación sexual con la
libro Vida sana (hacia 1300) —para «amortiguar el apetito sexual»—
propia madre, pues la copulación con ésta es considerada como «natu-
muchas plantas que Avicena consideraba afrodisíacas. Otro de los con-
ral», ya que está abierta a la procreación. Estos tres textos de Agustín
sejos de Magnino es el siguiente: comer una abeja «hace estéril a una
quedarán compendiados después bajo el epígrafe Adulterii malum. Con
mujer, pero facilita el parto» (Vida sana 2,7). Magnino dedicó su obra al
su antología agustiniana, Ivo pretende documentar una condena severa
obispo de Arezzo. Medicina y teología exigían entonces un similar grado
de toda contracepción.
de fe a la gente.
La lucha de la Iglesia católica contra la contracepción entra en una Los textos Aliquando y Adulterii malum alcanzaron relevancia se-
nueva fase desde el siglo XI. Ante todo, la confrontación con la secta de cular mediante dos obras clásicas aún más importantes que la de Ivo.
los cataros (= los puros), que rechazaban de plano toda procreación, in- Hacia el 1140 nació la primera, considerada hasta 1917 (introducción
centivó el compromiso de la Iglesia contra las prácticas anticonceptivas. del Código de Derecho Canónico) como la parte más importante del de-
Por otra parte, la teología llegó a ser en la Escolástica objeto más fuerte recho fundamental de la Iglesia occidental. Se trata de una compilación
del quehacer científico, lo que llevó a la revitalización de la teología de de textos legales —extraoficial, pero reconocida por todos— llevada a
Agustín. Los adversarios de éste en el siglo IV fueron los maniqueos cabo por el monje Graciano en Bolonia y titulada Concordantia discor-
gnósticos, que rechazaban la procreación como demoníaca. Agustín dantium canonum (Concordancia de las leyes disconformes), a la que se
mismo había pertenecido a esa secta antes de hacerse cristiano, y luego conoce también por el título más breve de Decreto de Graciano. Esta
pasó a ser su adversario más importante. Desde comienzos del siglo xi se obra fue durante siglos el pan cotidiano de los canonistas de la Iglesia.
propaga en la Europa occidental una nueva ola de aversión a la pro- Todo estudiante de derecho canónico llegó a conocer el texto Aliquando
creación. Amplificadores de tal corriente fueron muchos grupos pequeños bajo el epígrafe «Los que se procuran venenos para la esterilidad son lu-
e ideologías cuyo único punto de coincidencia era el rechazo de toda pro- juriosos, no esposos» (Decretum 2,32,2,7).
creación: bogomilos, trovadores, cataros, albigenses. No podemos abor- Empalmando con las citas agustinianas de Ivo, Graciano confecciona
dar aquí la difícil cuestión de si —y en qué medida— estos grupos for- una Escala de la lujuria. Esto suena así: «El mal del adulterio (adulterii

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malum) es mayor que el de la prostitución, pero aún mayor es el del in-
Las repercusiones prácticas de la severa prohibición de la contracep-
cesto, pues es peor dormir con la propia madre que con la mujer de otro.
ción se hacen patentes, por ejemplo, en el siguiente caso: una mujer
Pero lo peor de todo es aquello que acaece contra la naturaleza, como,
había padecido una hernia umbilical a causa de un parto, y los médicos
por ejemplo, cuando un varón quiere utilizar una parte corporal de su
insistían en que ella no sobreviviría a otro parto. Algunas gentes opinan
mujer que no está permitida para eso». Bajo esta «copulación contra la
que esa mujer debe procurarse veneno esterilizante, de forma que pueda
naturaleza» caen también el coito interrumpido y todo tipo de contra-
seguir cumpliendo su obligación matrimonial si está segura de que no va
cepción. Sí, incluso esta cima de lo antinatural se incrementa en un
a quedar embarazada. A esta opinión se opuso el teólogo Pedro Cantor
punto: «Es más vergonzante si una esposa deja que eso suceda en ella
(f 1197) y decidió —según el severo texto anticonceptivo Aliquando—
antes que en otra mujer» (Decretum 2,32,7,11). A decir verdad, Agustín
que «en ningún caso está permitido a la mujer procurarse venenos este-
habla en el contexto inmediato más del coito anal-oral, pero sus palabras
rilizantes» (Summa de sacramentis 350; quaestiones et miscellanea).
adquieren en la Concordiantia discordantium canonum de Graciano
una rigorización que se torna en inaudita criminalización legal de la co- Como, evidentemente, la confianza en las pociones contraceptivas no
pulación contraceptiva en el matrimonio: es la cima absoluta. Ni las re- estaba muy difundida —sólo la pildora que los moralistas llaman hoy
laciones sexuales con la propia madre ni la copulación anticonceptiva «droga de la esterilidad» conseguiría cambiar ese panorama—, jugó un
con una prostituta revisten tal gravedad. papel mayor en la praxis pastoral de la Iglesia no el texto Aliquando,
sino el segundo texto agustiniano clásico en el tema de la contracepción,
También a mediados del siglo xn sale a la luz —como obra del obis- el llamado La escala de la lujuria. Se trata de las maneras de contracep-
po de París y apreciadísimo profesor de teología Pedro Lombardo ción que el moralista alemán Bernhard Háring, cuyos escritos sobre
(f 1164)— una segunda compilación teológica, llamada Las sentencias
moral han tenido las mayores tiradas de nuestro tiempo, califica como
de Pedro Lombardo, que fueron para los estudiantes de teología, hasta el
«deformación de la cópula matrimonial» (Das Gesetz Christi, 1967, p.
siglo XVI, el texto clásico más importante en las clases de teología; por
ejemplo, también para Lutero. Lo que Graciano, el «padre de la ciencia 355). Se piensa ante todo en el coitus interruptus. Como vimos, éste es
canónica», fue para el derecho canónico, eso fue Pedro Lombardo para peor que la relación sexual con la propia madre. El lenguaje de los teó-
la ciencia teológica; hasta que, en el siglo xvi, fue suplantado por la logos de entonces solía definir el coito interrumpido como verter el
Summa de Tomás de Aquino (f 1274), determinante hasta hoy. semen «fuera del recipiente debido». Tomás prefiere el término «órgano»
(instrumentum). En los siglos xill, XIV y XV, los teólogos prestarán mayor
Pedro Lombardo sigue con frecuencia a Graciano. También él trae atención a los «pecados contra la naturaleza» que a los «venenos de la
contra la anticoncepción el Aliquando agustiniano. Bajo el epígrafe esterilidad». Los sermones matrimoniales eran prédicas sobre los «peca-
«Los que se procuran venenos para la esterilidad no son esposos, sino dos contra la naturaleza». Se indicaba a los confesores que preguntaran
lujuriosos», dice: «Ella es la prostituta de su marido; él, un adúltero con por éstos en el confesionario.
su propia esposa» (Libri IV Sent. 4,31,4). También toma la Escala de la
lujuria de Graciano {Libri IV Sent. 4,38,4), en la que la copulación Santa Catalina de Siena (t 1380), vigesimoquinto hijo de sus padres,
contraceptiva, sobre todo con la propia esposa, constituye la cima o el pone de manifiesto hasta qué punto se inculcaba la condena de las prác-
abismo. ticas anticonceptivas en el matrimonio. En sus visiones, detecta en el in-
fierno un grupo, el de «los que pecaron en el estado matrimonial». Rai-
Ambos, Graciano y Pedro Lombardo, se basan en Agustín. Pedro mundo de Capua, confesor, biógrafo de la santa y futuro general de los
Lombardo propone de nuevo la conexión agustiniana entre pecado ori- dominicos, preguntó.a ésta, tras su visión, «por qué se castiga de forma
ginal y relaciones conyugales: «La causa del pecado original es una man- tan severa aquel pecado que no es más grave que otros». Ella responde:
cha que el hijo engendrado contrae debido al ardor de los padres y a la «Porque los casados no son tan conscientes de ese pecado y, en conse-
concupiscencia libidinosa». A su vez, la transmisión del pecado original cuencia, se arrepienten menos que de los restantes pecados. Además,
obra en los «miembros la ley de la concupiscencia mortal, sin la que no cometen este pecado con mayor regularidad y frecuencia que otros pe-
puede tener lugar una relación sexual». Por eso, las «relaciones sexuales» cados» (Noonan, p. 278). Evidentemente, tampoco entonces llegaban los
son «rechazables y malas en la medida en que no están disculpadas me- esposos a descubrir los pecados allí donde los teólogos y sus secuaces más
diante los bienes del matrimonio» (Libri IV Sent. 2,31,6; 4,26,2). Tanto fieles querían verlos. Santa Catalina, situada por completo en la línea de
Graciano como Pedro Lombardo se asientan, pues, en Agustín; pero Graciano, de Pedro Lombardo y de Tomás de Aquino, encasilla la con-
van más lejos que él en cuanto que —primero— recogen en sus compi- tracepción en los «pecados contra la naturaleza», calificándola así como
laciones el escrito de respuesta del papa Gregorio Magno con la funesta la peor especie de la lujuria.
frase «El placer sexual no se da nunca sin pecado» y —segundo— con-
fieren un acento especial a la contracepción. También el famoso predicador Bernardino de Siena (t 1444), cuyo
ideal consistía en promover con sus sermones la veneración de la Madre
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de Dios y de san José, parecía tener la impresión de que la primera que muchos experimentaban excitaciones indeseadas mediante el inte-
tarea consistía en abrir los ojos a los casados para sus pecados, que rrogatorio en el confesionario. De ahí que en el libro penitencial de Bar-
ellos no veían, pero que no quedaban ocultos para el clero célibe: «Los tolomé de Exeter (f 1184) se dijera que los confesores no debían designar
casados han caído en una reprobable ignorancia como los cerdos en su con precisión los pecados contra la naturaleza cometidos por los casados,
establo lleno de basura» (De christiana religione 17, ante 1). «Veréis que «pues hemos oído que varones y mujeres —mediante la mención deta-
tenéis en este estado del matrimonio muchos pecados que jamás habéis llada de crímenes que les eran desconocidos hasta entonces— han caído
confesado y de los que ni siquiera tenéis conciencia de que eran peca- en pecados que ellos no habían conocido» (Libro penitencial, cap. 38).
dos... Es una depravación que un varón tenga relaciones carnales con su Evidentemente, el interrogatorio en la confesión cumplía ocasionalmen-
propia madre, pero peor es que copule contra la naturaleza con su es- te una función como la que hoy está reservada a la literatura pornográ-
posa» (Prediche serafiche 19,1). «Preferible es que una mujer copule de fica. En efecto, los seglares eran de ordinario diletantes en los detalles se-
modo natural con su padre a que lo haga de manera contraria a la na- xuales; y los confesores, los expertos. Todavía hoy cabe asombrarse
turaleza con su esposo» (De christiana religione 17,1,1). Además, Ber- sobre la proveniencia de ese conocimiento detallado que supera con
nardino tiene números exactos: «En mi opinión, de mil matrimonios, no- mucho los conocimientos de todo ciudadano normal.
vecientos noventa y nueve son del diablo»; a causa de los «pecados Recato recomienda también Alanus ab Insulis (f 1202) en su libro
contra la naturaleza». Pecado contra la naturaleza es, según Bernardino, penitencial. Escribe: si el penitente ha confesado una relación ilícita, el sa-
todo acto de eyaculación de semen «en el que —sea cual fuere el lugar y cerdote debe preguntar si se ha tratado de prostitución, adulterio, inces-
el modo— no se puede procrear» (Prediche serafiche 19,1). «Cada vez to o de un pecado contra la naturaleza. Y apostilla que esta pregunta es
que habéis copulado de forma que no podíais concebir ni procrear hijos importante porque el pecado contra la naturaleza es el más grave de
cometíais pecado» (Prediche serafiche, Milán-Roma, 1936, p. 433). todos estos pecados. Pero el sacerdote «no debía entrar demasiado en de-
Juan Gerson (f 1429), en sus sermones contra la lujuria predicados talles». De lo contrario, quizás podía dar oportunidad de pecar al peni-
ante la corte francesa, llega a referirse incluso a un decreto del emperador tente (Liber penitentialis PL 210, 286 ss.). Algo parecido escribió el inglés
cristiano Valentiniano —del 390— que castiga la homosexualidad con la Roberto de Flamesbury, confesor de los estudiantes en la abadía de San
muerte por el fuego (Codex Tbeodosianus 9,7,6), y equipara con la ho- Víctor de París, que escribió su libro penitencial poco después del 1208.
mosexualidad toda acción que obstaculice la fecundación en las relacio- En 1215, el concilio Lateranense IV impuso a todos los cristianos la
nes matrimoniales. Arremete contra las «ingeniosas indecencias de los pe- obligación de confesar y comulgar al menos una vez al año. Esto hizo que
cadores» en el matrimonio: esos comportamientos «merecen a veces el vieran la luz en el siglo XIII muchos escritos que daban a los confesores
castigo del fuego y son peores que si ellos copularan con mujeres que no orientaciones para el interrogatorio en el confesionario. El cardenal Hos-
son las suyas. ¿Acaso puede mantener relaciones sexuales un hombre y tiensis prescribió con toda claridad en el siglo XIII cómo había que hacer-
tomar medidas preventivas contra el fruto del matrimonio? Yo os digo lo: «¿Qué preguntas puede o debería formular el confesor?». En las pre-
que tal cosa es a menudo un pecado que merece el fuego... Todo com- guntas acerca de la lujuria, el confesor debe clarificar los pecados contra la
portamiento imaginable que evite la prole en la unión de marido y mujer naturaleza con las siguientes palabras: «Has pecado contra la naturaleza
debe ser condenado» (Sermón contra la lujuria, domingo segundo de ad- si has conocido a tu mujer de forma distinta a como lo exige la naturale-
viento, Obras III, p. 916). za». Pero el confesor no debe entrar en las diversas maneras en que un
El dominico Savonarola (1452-1498) —que expulsó a los Medici de acto puede ir contra la naturaleza. Tal vez podría preguntar «cuidadosa-
Florencia, proclamó a Cristo rey de la ciudad, hizo quemar todas las «va- mente» al penitente: «Tú sabes perfectamente qué camino es natural.
nidades» terrenas y terminó también él en la hoguera— prescribió a los ¿Has eyaculado el semen de otra manera alguna vez? Si él responde ne-
confesores: «Debéis preguntar por este pecado... si eso acaeció en el gativamente, no le formules más preguntas. En caso de respuesta afirma-
vaso, en un vaso inconveniente o fuera del vaso» (Manuale per la confe- tiva, puedes seguir preguntando: ¿durante el sueño o en estado de vigilia?
sione, pecado contra el sexto mandamiento). Aludía con ello: 1) al pe- Si él responde que despierto, entonces puedes preguntarle: ¿con una
sario; 2) a la cópula anal u oral; 3) al coitus interruptus. mujer? Si él dice: con una mujer, entonces podrías preguntar: ¿fuera del
Era sobre todo el sacramento de la penitencia el que ofrecía la posi- recipiente o dentro y cómo?» (Summa 5, Penitencia y perdón 49). Y en
bilidad de llamar la atención de la gente sobre sus pecados matrimonia- una obra que se suele atribuir al cardenal Hugo de Saint-Cher (t 1263),
les; particularmente, en el confesionario mediante preguntas específi- una obra del siglo xm para confesores, la orientación que se da a los con-
cas. Los libros penitenciales de la primitiva Edad Media y el Decretum de fesores bajo la rúbrica «Adulterio» suena de la manera siguiente: Ellos
Burchardo (f 1025), que gozó de reconocimiento general hasta el siglo deben preguntar: «¿O has pecado contra la naturaleza con tu propia
XII, formulaban las preguntas con toda claridad. Pero el problema fue mujer? Si el penitente pregunta: ¿qué es eso de contra la naturaleza?, el sa-

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cerdote podría decir: el Señor ha permitido un solo camino al que todos —como el Decreto de Graciano— prepararon el código eclesiástico, el
los hombres deben atenerse. Si tú has obrado desviándote de este único CIC del año 1917, o constituyen su contenido. En esta colección de de-
modo, has cometido un pecado mortal» (cf. Noonan, p. 334 s.). cretales pontificias fue recogido el texto mencionado ya en los libros pe-
nitenciales: «Quien (Si aliquis) practica la magia o suministra venenos es-
De una observación de Bernardino de Siena se desprende que, sobre
terilizantes es un asesino». Con la calificación de la contracepción como
todo, mujeres ingenuas podían tornarse a veces perspicaces o irritadas en
asesinato en un código de validez universal nacido por encargo del papa,
el confesionario, a pesar del recato recomendado a los confesores. Dice
se alcanza el cénit absoluto de la condena de la contracepción.
Bernardino: «No es infrecuente que algunas mujeres insensatas se dirijan
a sus maridos y digan, para dárselas de honestas: "El sacerdote me ha Este canon Si aliquis respondía sin duda a la retórica de los dos ro-
preguntado sobre ese sucio asunto, y ha querido saber lo que hago con- tundos padres de la Iglesia de los siglos IV y V, Jerónimo y Crisóstomo, e
tigo"; y el marido ingenuo suele reaccionar irritándose contra el sacer- hizo su importante aportación a la proscripción de la contracepción
dote». Bernardino opina que, por ese motivo, los sacerdotes tienen dentro de la Iglesia católica, pero, por otro lado, fue desde el principio un
miedo a preguntar, pero que él, Bernardino, no quiere ser un «perro cuerpo extraño en el derecho eclesiástico, ya que éste partía de la sucesiva
mudo», sino vigilante. Por eso exige que los confesores se expresen con animación del feto y preveía una pena por asesinato sólo para el aborto
claridad en sus preguntas (Prediche serafiche 19,1). Al parecer, esa cla- de un feto animado. Que, en sentido estricto, la contracepción no es aún
ridad de san Bernardino hizo que muchas mujeres dejaran de asistir a sus considerada como asesinato y que sólo el aborto a partir de un mo-
sermones. De ahí que Bernardino reprochara a los maridos que dejaran mento más tardío (después de unos ochenta días) es tenido por homicidio
en casa a sus mujeres cuando él predicaba, a fin de que ellas «no se en- se desprende, por ejemplo, también de una carta del papa Inocencio III
teraran de estas verdades necesarias» (De christiana religione 17, ante 1). (f 1216). Se trataba de un cartujo que había empujado a su amante a
Esto permite concluir que algunos casados consideraban como antina- abortar. El papa decidió que el monje no era culpable de asesinato s i el
tural no tanto su relación conyugal, sino que tenían por antinaturales y embrión no estaba «animado» aún. El término «animado» se entiende en
desvergonzadas las preguntas de Bernardino en el confesionario y los ser- el sentido de la biología aristotélica. Como Inocencio lo ven Agustín e in-
mones de éste. cluso Jerónimo, aunque éste se expresó no en términos retóricos, si no ju-
rídicos.
Estaban previstas penitencias severas para la contracepción y para el
coitus interruptus. Un castigo importante era la negativa de la relación Tomás, el maestro de las distinciones precisas, escribe en alusión al
conyugal. El cónyuge inocente (casi siempre la mujer) era el responsable canon Si aliquis que el uso de los venenos de la esterilidad es pecado
de ejecutar el castigo contra el cónyuge pecador. Entonces, la negativa a grave «y contra la naturaleza, ya que ni los animales impiden el devenir
copular era considerada como condición moral para no compartir la de sus crías, pero no tan grave como el asesinato, pues la concepción
culpa con su marido. La Summa de Alejandro de Halles, del siglo XIII, también podría no haberse llevado a cabo por otras razones». Añade que
prescribe: «La esposa no puede ceder jamás ante el marido en el pecado de asesinato se puede hablar sólo en el aborto de un embrión formado
contra la naturaleza; y si ella consiente, comete pecado mortal» {Summa (In IV sent. 31, 2 exp. Text.). Así, pues, sin tener en consideración las
theologica 2/2,3,5,1,3). Juan Gerson (f 1429) exige en los sermones contradicciones, las decretales pontificias califican de asesinato la con-
contra la lujuria que predicó ante la corte: si un cónyuge desea algo tracepción, desplazándola con ello a la cima de todos los pecados. p Q r lo
«inaudito» en la relación conyugal, el otro deberá resistirse «hasta la demás, cuando Tomás —en su crítica a Si aliquis— califica como «pe-
muerte» (Obras, Amberes, 1706, vol. 3, p. 916). Y Bernardino de Siena cado contra la naturaleza» la ingestión de venenos esterilizantes s e aleja
se lo dice claramente a la gente en sus sermones: si se trata del pecado del lenguaje habitual. En general, se calificaba de «pecado contra la na-
contra la naturaleza, «vuestra esposa debe morir antes que consentir» turaleza» sólo una copulación que no vertiera el semen en el «recipiente»
(Prediche serafiche 19,1; de igual manera en Le prediche volgari, Milán, correcto, en la vagina; y se hablaba de asesinato en la ingestión de vene-
1936, p. 435). Tanto Alejandro como Gerson y Bernardino incluyen nos esterilizantes.
expresamente el coitus interruptus en su definición de los pecados contra El derecho eclesiástico distingue todavía hoy entre ambos grupos: por
la naturaleza (cf. Noonan, p. 321 s.). un lado el uso de la pildora; por el otro, el coitus interruptus y l a utili-
zación del condón. El nuevo derecho canónico, vigente desde 1983 ? dice
Una condena insuperable de la contracepción —suponiendo que to-
en el canon 1061: «El matrimonio válido entre bautizados se llanca sólo
davía era posible una gradación— se encuentra finalmente en un tercer
"contraído" (ratum) si no ha sido consumado; "contraído y consumado"
texto clásico contrario a esa práctica. Está en una tercera e importante re-
(ratum et consummatum) si los cónyuges han realizado de modo huma-
copilación de textos de la Escolástica que llevó a cabo el dominico Rai-
no el acto conyugal apto de por sí para engendrar la prole, al que e l ma-
mundo de Peñafort por encargo del papa Gregorio IX ( | 1241), del que
trimonio se ordena por su misma naturaleza y mediante el cual 1<^S cón-
era capellán; una colección de decretales pontificias (escritos papales) que
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yuges se hacen una sola carne». Como ya hemos visto, esto significa abrazo reservado es un asunto absolutamente claro y sencillo para los te-
según el compromiso entre la teoría del consenso y la de la cópula: un ólogos, pues el semen no se vierte ni en la vagina ni dentro de ella. Pero,
matrimonio sólo rato («contraído») puede ser disuelto; ambos implicados por desgracia, en la teología católica no todo se puede resolver de forma
pueden contraer nuevas nupcias. Distinta es la situación cuando se trata tan sencilla como con un abrazo reservado.
del matrimonio «contraído y consumado»: éste es indisoluble. Ninguna En cambio, la copulación con el diafragma vaginal, instrumento que
de las dos partes puede contraer nuevas nupcias mientras viva el otro introducido en la vagina pretende bloquear la entrada del esperma a la
cónyuge. El derecho canónico distingue en concreto lo siguiente: un matriz, es considerada como consumación del matrimonio. Tal plantea-
acto conyugal después de tomar la pildora es considerado como consu- miento se debe, entre otras cosas, a que la opinión aristotélica de que el
mación del matrimonio; el matrimonio de la pildora es indisoluble. El hombre es el verdadero procreador tiene su repercusión en la legislación
coitus interruptus, por el contrario, no es considerado como consuma- católica sobre el matrimonio. La eyaculación del semen masculino di-
ción del matrimonio; ese matrimonio es soluble porque, según el derecho rectamente en la vagina es lo decisivo; la disposición de la mujer tiene
eclesiástico, no ha sido consumado. menor importancia. Este tratamiento desigual del varón y de la mujer
El acto conyugal con preservativo presenta dificultades al derecho ca- volverá a hacérsenos presente en la cuestión de la impotencia.
nónico. La discusión entre los juristas gira hoy sobre la siguiente cues-
tión: ¿Qué es lo decisivo: que la eyaculación vierta el semen directa- Volvamos a la posición de Tomás respecto del canon Si aliquis.
mente en la vagina, o es suficiente que la eyaculación se produzca dentro Aunque, como hemos visto, Tomás rechaza el término «asesinato» para
de la vagina? A decir verdad, para los afectados, la discusión de los lu- la contracepción y quiere que tal denominación valga sólo para el abor-
cubradores célibes carece más bien de importancia, pues aun en el caso to de un feto animado, sin embargo fue precisamente él quien favoreció
de que los juristas llegaran a la conclusión de que debería darse una eya- y consolidó la concepción canónica oficial de la contracepción como
culación que vierta el semen directamente en la vagina para que el ma- semiasesinato. La criminalización de la contracepción sostenida por los
trimonio sea considerado como consumado y, por consiguiente, indi- pontífices de nuestro siglo se remonta en buena medida a las teorías de
soluble, nadie podría, sin embargo, conseguir la disolución de su Tomás de Aquino.
matrimonio consumado con condón, pues hasta ahora Roma ha recha- Para Tomás, todo acto sexual tiene que ser un acto conyugal; y todo
zado todas las peticiones de disolución de tales matrimonios argumen- acto conyugal debe ser un acto procreador. Una transgresión contra los
tando que no está garantizado que tal vez no «haya penetrado una goti- mandamientos sexuales es para él una vulneración de un bien vital, pues
ta en la vagina»; que el condón no ofrece la seguridad absoluta de que el en el semen masculino se contiene ya la posibilidad de la persona huma-
semen no haya entrado en la vagina. La cuestión de la indisolubilidad del na entera (más concretamente: del varón completo, pues nacen mujeres
matrimonio es a veces una pregunta que va dirigida a la industria del sólo cuando algo falla en el proceso; De malo 15 a. 2). La eyaculación
plástico. desordenada del semen se opone al bien de la naturaleza, que consiste en
La importancia del semen masculino es llevada aquí hasta el extremo la conservación de la especie. «De ahí que después del pecado de homi-
y, como veremos enseguida, Tomás de Aquino tuvo en esto una partici- cidio con el que se destruye la naturaleza humana ya existente, ocupe el
pación determinante. Hemos visto ya, en el caso de la inseminación ho- segundo lugar el pecado por el que se impide la procreación de la natu-
mologa, que los agujeros en el condón, por otra parte, pueden traer raleza humana» (Summa contra gent. III, 122). Por consiguiente, la con-
ventajas para otros cónyuges, pues tal inseminación sería prohibida por tracepción no es igual que el homicidio, pero se encuentra al lado.
la Iglesia si el condón utilizado para ese menester no tuviera agujeros. El Tomás, con Aristóteles, dice que el semen masculino es «algo divino»
problema canónico de la posible no impermeabilidad completa tiene (De malo 15,2). «En una sola copulación se puede procrear una persona
como consecuencia también para los usuarios de condón afectados si no humana; de ahí que sea pecado mortal el desorden de la copulación
necesariamente un matrimonio soluble, sí, al menos, un problema inso- que obstaculice el bien de la prole que hay que procrear» (S. Th. II-II
luble: permeable o impermeable, he ahí la cuestión. q. 154 a. 2 ad 6).
Tampoco vale como consumación del matrimonio el amplexus re- Mientras que Tomás rechaza el canon Si aliquis, otros van incluso
servatus, el abrazo reservado, en el que se saca el pene de la vagina y se más allá de este canon y no se limitan a calificar como homicidio —como
impide incluso después la eyaculación. También aquí vuelve a ponerse de lo hace el Si aliquis— la contracepción con la ayuda de venenos medici-
relieve la importancia del semen masculino: tal copulación a la que, nales, sino que califican de asesinato también, por ejemplo, el coitus in-
como hemos dicho, muchos teólogos consideran todavía hoy como mé- terruptus. Partidario de calificar como «homicidio» la contracepción, con
todo anticonceptivo lícito, no es tenida por consumación del matrimonio. la que él se refiere de manera especial al coitus interruptus, al veterotes-
A diferencia de lo que sucede en la copulación con condón, el caso del tamentario pecado de Onán, «que derramó su semen sobre el suelo», es

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Pedro Cantor (t 1197; Verbum abreviatum 138, «el vicio sodomita»),
pero, sobre todo, el franciscano Bernardino de Siena (t 1444), el predi-
cador más famoso de su tiempo. En el sermón decimoquinto de su ciclo
de sermones sobre «el evangelio eterno», que él dedica «al horrible pe-
cado contra la naturaleza», cita una frase que atribuye erróneamente a Capítulo 18
Agustín: «Quienes son víctimas de este vicio son asesinos de hombres; no
con la espada, pero sí con la acción». Bernardino llega a añadir que «ésos EL INCESTO
no son sólo asesinos de hombres, sino que deben ser calificados en ver-
dad como asesinos de sus propios hijos». Cometen este pecado hombres
y mujeres «y los que más aquellos que se encuentran en el sagrado esta-
do del matrimonio» (15,2,1) (cf. Noonan, p. 289 s.).
El increíble e insensato meteorismo de la contracepción hasta llegar a
convertirse en homicidio mediante el canon Si aliquis fue pensado, de
suyo, sólo para la valoración en el ámbito de la confesión y de la peni-
tencia, pero no dejó de tener repercusión también en la legislación penal
civil. De ahí que las consecuencias fueran terribles para muchas personas.
Tanto en el Derecho Penal de Bamberg (1507) como en el Ordena-
miento jurídico penal de Carlos V (1532) encontró su plasmación jurí- Si bien es mala una copulación contraria a la naturaleza (por ejemplo,
dico-penal el Si aliquis: el artículo 133 del Ordenamiento jurídico penal utilizando métodos anticonceptivos), sin embargo, vista desde la pers-
castiga con la pena de muerte la contracepción y el aborto del feto ani- pectiva del derecho eclesiástico, podría tener sus ventajas; concretamen-
mado. Incluso señala la forma de ejecutar el castigo: decapitación para el te, en la complicada materia de los impedimentos matrimoniales. La re-
marido y ahogamiento para la mujer. En el aborto de un «niño que to- lación no es clara a primera vista, pero se hace evidente enseguida. Un
davía no era viviente» (es decir, antes de la animación), las penas eran hombre, por ejemplo, no sólo no podía casarse con su cuñada, sino
más ligeras. tampoco con parientes mucho más lejanos por afinidad. Incluso si, por
Fueron aún más las víctimas de la locura eclesial. El papa Inocencio ejemplo, un hombre había mantenido antes de su matrimonio relaciones
III, tío del papa Gregorio IX, responsable del Si aliquis, había convocado con cualquier otra mujer, eso significaba para los hermanos de éste que
en 1215, en el concilio Lateranense IV, a la lucha contra los cataros, y existía para ellos, en relación con esa mujer, el impedimento matrimonial
prometió a cuantos católicos participaran en una cruzada para eliminar dirimente de afinidad resultante de una relación ilícita. Y aquí entra en
la herejía idénticos privilegios que a los cruzados que iban a Tierra juego la cuestión de si alguien había practicado copulación anticoncep-
Santa. Comenzó entonces una espeluznante persecución de los cataros tiva o no. El papa Urbano II (f 1099) debió dar respuesta a la siguiente
que duraría siglos. En su lucha en favor de una vida ficticia, los impug- pregunta: Supongamos que uno de dos o más hermanos ha tenido rela-
nadores de la contracepción se convirtieron en asesinos que no conocían ciones antinaturales con una mujer. ¿Ha nacido con ello el impedimento
la compasión con los vivientes. La muerte por el fuego era el castigo para de afinidad para los hermanos, de forma que ninguno de ellos pueda con-
los herejes que se oponían a la fe verdadera. traer matrimonio con esa mujer? Respuesta del papa: No. Razona el ve-
Pero las hogueras que comenzaron a arder entonces fueron sólo el co- redicto diciendo que la eyaculación fuera del orden establecido no es el
mienzo. El papa Juan XXII equiparó en 1326 a las brujas con los herejes, tipo de copulación que conduce al impedimento matrimonial de afinidad
después de que los teólogos, en su satanización sexual, hubieran provo- producido por relación ilícita. Un hermano podría, pues, casar con esa
cado la locura colectiva con la idea de la fornicación con el demonio. Y mujer.
los autores del Martillo de brujas abogaron en 1487 para que el canon Si Pero esta ventaja era —vista de otro modo— una desventaja, pues el
aliquis se aplicara a las «comadronas brujas» y se castigara a éstas con la hermano ya no podía separarse de su mujer alegando el impedimento
muerte. Así, a la quema de herejes se sumó la quema de brujas, que —en matrimonial de afinidad por relación ilícita, mientras que, frecuente-
Alemania— «incineraría» a una parte no exigua de las mujeres y a una mente, la investigación diligente sobre los antecedentes personales se
parte mayor de las comadronas. veía recompensada con la ulterior declaración de nulidad del matrimonio
contraído ya que el matrimonio efectuado a pesar del impedimento de
afinidad era considerado como incesto. En la Edad Media, quien quería
separarse, recurría ante todo al método más sencillo: hurgar en esta en-

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marañada ramificación del incesto. Eso es lo que hizo el más famoso pe- cf. G. H. Joyce, Die christliche Ehe, 1934, pp. 447 ss.: Los grados de pa-
ticionario del divorcio de la historia de la Iglesia, Enrique VIII. rentesco y de afinidad prohibidos).
Ideado por los celibatarios hasta unos límites realmente grotescos (en El concilio de Neocesarea establece en el 314 que si una mujer se casa
la consanguinidad, por ejemplo, hasta el séptimo grado; desde el papa sucesivamente con dos hermanos debe ser excomulgada por cinco años.
Inocencio III [t 1216] se mantuvo todavía hasta el cuarto grado) con la El sínodo español de Elvira, celebrado a principios del siglo IV, prescribe
intención de dificultar el matrimonio y promover la monaquizacíón de lo siguiente: Si un hombre casa con la hermana de su difunta esposa, su
los seglares, todo este edificio de los impedimentos matrimoniales de: 1) nueva mujer debe ser excomulgada por cinco años. Sólo puede ser ad-
consanguinidad, 2) afinidad, 3) afinidad por relación ilícita, 4) pública mitida a penitencia si padece una enfermedad que pone en peligro su
honestidad (resultante de una petición de mano), 5) parentesco espiritual vida; pero antes debe prometer que abandonará la relación. En el Anti-
(con el padrino del bautismo y de confirmación, y con su familia) se de- guo Testamento no hay nada de esto. El Antiguo Testamento no prohibía
mostró como una posibilidad para liberarse del cónyuge. el matrimonio con la hermana de la esposa difunta, sino el casamiento
En el Antiguo Testamento se prohiben algunos, relativamente pocos, con la mujer del hermano aún vivo. También se equivocó san Ambrosio
matrimonios entre consanguíneos y afines en el Levítico y en el Deute- en el 397 al prohibir a un hombre el matrimonio con su sobrina, argu-
ronomio. Un varón no puede casar con su madre, hermana, nieta, tía, mentando que en el libro del Levítico se prohibía incluso el matrimonio
madrastra, suegra, nuera, hijastra, nietastra, hija de la madrastra de un entre hijos de hermanos, con lo que quedaban incluidos también los
marido anterior, esposa del hermano paterno, esposa del hermano. En matrimonios entre tío y sobrina (Épistula ad Paternum). Ambas cosas
cambio, estaba incluso obligado a casarse con la viuda de su hermano si son inexactas. En efecto, Agustín confiesa que el Antiguo Testamento ve
ésta había enviudado sin haber tenido descendencia, para dársela (el esto de otra manera. Opina que, en tiempos del Antiguo Testamento, es-
llamado matrimonio levirático). En los restantes casos, el matrimonio taban permitidos los matrimonios entre hijos de hermanos, pero que
entre parientes no sólo no estuvo ni está prohibido entre los judíos, sino ahora eso está prohibido por impropio, porque «uno no se acerca a
que es recomendado: «Que el varón no tome esposa hasta que la hija de una persona a la que se debe un respeto deferente a causa del parentesco
su hermana haya crecido; sólo si ésta no le agrada se buscará él otra» para buscar en ella un placer impuro, aunque sirva a la procreación» (La
(Strack/Billerbeck, II, p. 380). Eran frecuentes los matrimonios entre ciudad de Dios 15,16).
hijos de hermanos, es decir, entre primos y primas: Isaac casó con Re- En el siglo vi, la prohibición del matrimonio a causa del incesto
beca; Jacob se desposó con Lía y Raquel. llega ya hasta los primos en tercer grado. (Dejamos de lado las diver-
Juan el Bautista fue decapitado por reprochar a Herodes Antipas: gencias entre el cómputo a la manera germánica o a la romana, porque
«No te está permitido tener a la mujer de tu hermano» (Me 6,18). He- esa cuestión constituye toda una ciencia por sí misma; diríamos que fue
rodías había abandonado a su marido, al «Herodes sin tierra». Juan el jeroglífico de los maestros de derecho canónico durante milenio y
mantiene la ley judía veterotestamentaria tal como está en el Levítico medio.) El papa Gregorio Magno, en su escrito de Respuesta, hace pe-
(18,16 y 20,21). Juan prohibe el casamiento con la mujer del hermano queñas concesiones en los grados de parentesco más lejano a los ingleses
aún uivo, pero no porque él defienda la indisolubilidad del matrimonio o recién convertidos. Sin embargo, prohibe severamente el matrimonio
se oponga a unas nuevas nupcias. Estas concepciones comenzaron a de- entre hijos de hermanos. Pontifica diciendo: «La experiencia nos ha en-
sarrollarse en el cristianismo. Juan el Bautista se limitaba a repetir la ley señado que tales matrimonios son estériles».
veterotestamentaria, que permitía la separación, incluso la poligamia, Justificar la prohibición del incesto aludiendo al peligro de taras he-
pero prohibía casarse con la esposa del hermano todavía vivo. Juan el reditarias para la prole es algo que se ha puesto de moda entre los teó-
Bautista no habla aquí de la viuda del hermano difunto, con la que el cu- logos sólo en tiempos bien recientes; por ejemplo, en Fritz Tillmann en su
ñado estaba incluso obligado a casarse (para procurarle descendencia) si Manual de moral católica, que se publicó durante la época del nacional-
ella no había tenido hijos. El papa Gregorio Magno (t 604) se apoya socialismo, y en Bernhard Háring, el moralista más conocido de Alema-
equivocadamente en Juan el Bautista y, en su escrito de respuesta a los in- nia, en su obra titulada La ley de Cristo. Pero la salud de los hijos no de-
gleses (Responsum Gregorii), lo convierte en mártir de la prohibición pende del grado de parentesco de los padres, sino del material hereditario
cristiana de matrimonio entre cuñados, como veremos. de éstos. Gregorio Magno prohibe a los ingleses el matrimonio con la
En contraposición con la relativa moderación de los judíos, los cris- viuda del hermano: «Por eso fue decapitado san Juan el Bautista». A la
tianos desarrollaron toda una jungla de sutilezas legales en materia de pregunta de si aquellos que vivían en tales matrimonios ya antes de que
prohibición de matrimonio, desmesura que ninguna otra religión ha llegaran los misioneros cristianos tenían que separarse, responde el papa
sido capaz de idear hasta el presente, y que se explica sólo por la aver- con el siguiente alegre mensaje: «Puesto que, como se dice, hay entre el
sión católica al placer y a lo sexual (para lo que viene a continuación, pueblo inglés muchos que cuando eran todavía paganos vivían en tales

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matrimonios reprobables, es preciso exhortarles a la continencia cuando dad— no impugnara ante el tribunal eclesiástico el matrimonio tachán-
abrazan la fe. Ellos deben temer el espantoso juicio de Dios, a fin de no dolo de incestuoso porque él había llegado a descubrir algún parentesco
hacerse acreedores a los sufrimientos y penas eternas que derivan del pla- lejano. El hecho de que, de pronto, los hijos se convirtieran en ilegítimos
cer de la carne». Con todo, no estaban obligados a despedir a las esposas tenía consecuencias en el derecho civil y en el patrimonial. Debido a la
con las que se habían casado en su época de paganos. Peor suerte co- comprensible intranquilidad que se producía en los casados, el papa
rrieron en el siglo XIII los letones recién convertidos. Pero de esto se ha- Alejandro III (f 1181) declaró que si un matrimonio en cuarto grado
blará más tarde. había superado una convivencia de dieciocho a veinte años no debía ser
En los siglos VIII y IX se exigió que casados que hubieran contraído impugnado ya. Y el papa Lucio III (f 1185) permitió que el arzobispo de
matrimonio dentro del sexto grado (de parentesco) se separaran y to- Spoleto respetara un matrimonio en quinto grado de parentesco.
maran otro cónyuge. Así, por ejemplo, los sínodos de Verberie en el En 1215, el papa Inocencio III redujo del séptimo al cuarto los grados
756 y de Compiégne en el 757. El papa León III urgió en el año 800 a los de consanguinidad y de afinidad prohibidos. Que, a los ojos del papa,
obispos bávaros para que no permitieran matrimonio alguno hasta el tampoco con esto se había puesto punto final a la posibilidad de regula-
séptimo grado, porque el Señor descansó de todas sus obras en el séptimo ciones especiales, sino que quedaba aún espacio para decisiones pontifi-
día (Wetzer/Welte XII, p. 847). En la práctica, era imposible probar cias extraordinarias, lo demuestra el siguiente caso: una mujer que pidió
que los casados no tenían entre sí parentesco en séptimo grado, y cuando la anulación de su matrimonio por estar emparentada en cuarto grado
se descubría ulteriormente tal parentesco, se declaraba nulo el matrimo- —prohibido— con su marido dio pie para que Inocencio III comunicara
nio. Un concilio de Colonia va en el año 922 sólo hasta el quinto grado. que la prohibición del cuarto grado no deriva de una ley divina, sino hu-
En lo tocante a afinidad causada por una relación ilícita, determina mana, y que, por consiguiente, es posible con dispensa papal tolerar tal
por primera vez el sínodo de Compiégne en el 757: Si una mujer casa con matrimonio. Esa mujer no consiguió, pues, verse libre de su marido.
el hermano de un hombre con el que ella había mantenido con anterio- Además, el obispo de Riga preguntó a Inocencio III cómo tenía que tra-
ridad relaciones inmorales, el matrimonio es nulo. También el ya men- tar a los letones recién bautizados, en los que reinaba la costumbre de
cionado conde Esteban, en el siglo vm, que devolvió a su joven esposa casar con la viuda de su hermano. Y hacía saber al papa que si no se per-
después de la boda, pero antes de la noche de bodas, a su padre, el mitía a la gente, como cristiana, conservar sus esposas, muchos se nega-
conde Regimundo, y que dio pie al famoso informe de Hincmaro de rían a recibir el bautismo. Entonces el papa, teniendo en cuenta la ley ve-
Reims, se escudó en que él, antes de su boda, había mantenido relaciones térotestamentaria de la afinidad, decidió que si la viuda tenía hijos del
con una dama de la parentela de su esposa, contrayendo así el impedi- primer matrimonio había que disolver el segundo matrimonio si es que
mento de afinidad proveniente de relación ilícita. Pero él no quiso dar el ella o su marido querían ser bautizados; pero que si no tenía hijos del pri-
nombre de la dama. Y, con la ayuda de Hincmaro, consiguió que los mer matrimonio, el segundo matrimonio podía persistir a título de ex-
obispos francos admitieran que tal afinidad causada por relación ilícita cepción. Pero dejó bien claro que, en adelante, ningún bautizado tenía
constituye un impedimento matrimonial dirimente. derecho a contraer matrimonio con su cuñada después de haber sido
bautizado. En la práctica, la respuesta del papa venía a decir que la
El emperador Enrique III (f 1056) atentó contra la ley eclesiástica
viuda con hijos del primer marido debía perder a su actual esposo porque
porque casó con Inés, la hija de Guillermo de Aquitania, pues Inés y él
éste había sido su cuñado; de lo contrario, ella no podía hacerse cristia-
eran biznietos de dos hermanastras, Albreda y Matilde, por lo que ellos
na. Su marido, si quería ser cristiano, estaba obligado, a causa de su con-
eran parientes en cuarto grado. Sólo la reforma gregoriana del siglo xi
versión, a despedir a su esposa-cuñada, ya fuera ésta joven y con hijos pe-
(denominada así en consideración al papa Gregorio VII [t 1085]) lo-
queños o de más edad y con hijos adultos. Pero Inocencio III no dijo ni
gró una represión sistemática de los matrimonios incestuosos, lo que
una palabra sobre qué ocurría con los hijos tenidos en común. Es posible
—junto con la eliminación de los matrimonios de los sacerdotes— cons-
que a más de uno le resultara cómodo deshacerse de su esposa con mo-
tituyó un punto capital de esta reforma. San Pedro Damiano (f 1072)
tivo de su propia conversión. Por lo que se ve, más de uno se hizo cris-
proclamaba con celo que los sagrados cánones prohibían todo matri-
tiano empujado por el disenso conyugal; al menos en Letonia.
monio entre parientes mientras perdurara todavía algún recuerdo del pa-
rentesco. El papa Alejandro II prohibió en 1066-67 el ya decidido ma- Se concedió ocasionalmente dispensa. Alguien que quería realmente
trimonio de un hombre con una muchacha, y esgrimió el incesto, pues la no la dispensa, sino la anulación de su matrimonio —como la esposa que
chica estaba emparentada en cuarto grado con una persona con la que el se dirigió a Inocencio III— la consiguió; algún otro que quiso obtener la
hombre había copulado una vez en tiempos pasados. dispensa no la obtuvo. El cardenal Torquemada (f 1468), famoso cano-
Había llegado a ser difícil encontrar un partner para casarse. Ningún nista, informó al papa Eugenio IV de que no entraba en los poderes pon-
matrimonio estaba a salvo de que alguien —por envidia o por mal- tificios el de dar una dispensa al delfín de Francia, al futuro Luis XI, para

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que éste se casara con la hermana de su difunta esposa. Señalemos de pa- tenía derecho alguno al trono; hasta que los tiempos cambiaron de
sada que este impedimento desapareció sólo en 1983, después de que nuevo e Isabel subió al trono.
—durante siglos y en contra del veredicto del cardenal— persistiera la A pesar de que muchos deseaban una reducción respecto a los grados
costumbre de ser dispensado de ese impedimento. de parentesco y de afinidad prohibidos, el concilio de Trento (1545-
La primera dispensa para poder casar con la hermana de la difunta 1563) se mantuvo firme en el cuarto grado. Sólo en 1917 se introdujo
esposa se produjo en el año 1500. El papa Alejandro VI se la otorgó al una reducción: a partir de esa fecha, se prohibía no ya hasta el cuarto
rey Manuel de Portugal para que contrajera matrimonio con María de grado, sino hasta el tercer grado de consanguinidad. Por consiguiente, a
Aragón, hermana de su difunta esposa Isabel. En 1503 se concedió la dis- partir de 1917, uno podía casar con el hijo del primo segundo. Ésa era
pensa que permitía a Catalina de Aragón, hermana de María e Isabel, aproximadamente la situación en el siglo V. En 1983 se produjo una
casar con Enrique VIII de Inglaterra, hermano de su marido difunto. Esta nueva reducción. Por ejemplo, antes de 1983 una chica podía desposar al
dispensa daría pie más tarde a que Inglaterra se separara de Roma. primo de su padre sólo con dispensa; desde 1983 ha desaparecido este
Dicho sea de paso, el concilio de Trento dispuso que la dispensa en se- impedimento.
gundo grado debería concederse sólo a personalidades principescas, por Al fin, en 1983 desapareció por completo el impedimento de paren-
motivos del bien público (Sess. 24, cap. 5 De reform. matr.). tesco espiritual. El emperador Justiniano prohibió en el 530 el matrimo-
Los esfuerzos de Enrique VIII para conseguir la anulación de su ma- nio del bautizando con el padrino. En el concilio Trullano II, celebrado
trimonio con Catalina de Aragón fracasaron. Dado que el papa Julio II le en el 692 (can. 53) y en el sínodo romano del año 721 se prohibió el ma-
había concedido dispensa para desposar a la viuda de su hermano Artu- trimonio del padrino con los padres del bautizando. El papa Nicolás I
ro, Enrique difícilmente podía esperar del papa Clemente VII la anula- (t 867) prohibió el matrimonio entre los hijos de los padrinos y el bau-
ción de aquella dispensa. De ahí que él terminara por ocuparse perso- tizando. El sínodo franco de Verberie del 756 exigía la separación de los
nalmente del asunto. Informes periciales de sus expertos en derecho cónyuges si el marido había contraído parentesco espiritual con su mujer
eclesiástico le confirmaron en lo que él intentaba hacer valer: que el al haber sido padrino en la confirmación del hijo de su esposa nacido de
papa Julio II no tenía autoridad para otorgar una dispensa en tal caso, un matrimonio anterior. Por eso, las mujeres que querían separarse de su
que el papa había vulnerado entonces una prohibición divina. Enrique marido recurrían a la argucia de la confirmación mediante la que incu-
había llegado a experimentar casi la demostración en su propio cuerpo: rrían en una relación incestuosa con su marido. De ahí que el sínodo de
una serie de abortos y, finalmente, el solo nacimiento de una hija, la fu- Chalons del 813 dispusiera que, en este caso, no debía tener lugar ya se-
tura María la Sanguinaria, eran consecuencia —en opinión del rey— de paración alguna; que, por el contrario, la parte culpable debía ser con-
la amenaza (Lev 20,21): «Si uno toma por esposa a la mujer de su her- denada de por vida a la penitencia eclesial.
mano, es cosa impura, pues descubre la desnudez de su hermano; que- A continuación, algunas frases del Léxico de la Iglesia de Wet-
darán sin hijos». La asamblea eclesial de Canterbury, con 244 votos a zer/Welte (1901) sobre «parentesco espiritual» que muestran hasta qué
favor y 19 en contra, y la de York, con 49 frente a 2, decidieron en el punto habían pensado y reglamentado todo los jerarcas de la Iglesia.
sentido querido por el rey. Enrique también recibió aprobación de los También —y precisamente— Tomás se ocupó tan detalladamente del pa-
protestantes: los grados prohibidos del Levítico son tan vinculantes rentesco espiritual que uno no puede menos de asombrarse al contemplar
como los Diez Mandamientos, por lo que no está en la mano del papa con qué precisión estructura él tal insensatez para pasar luego a funda-
dispensar de ellos, dijeron éstos. mentarla de forma pormenorizada (S. Tb. Suppl. q. 56 a. 4 y 5). He aquí
Con su segunda esposa, Ana Bolena, el rey —que se había convertido la panorámica histórica de Weltzer/Welte sobre esa total insensatez:
entre tanto en la cabeza suprema de la Iglesia inglesa y ya no premunió «Luego (a partir del siglo IX), el impedimento vivió la más amplia ex-
más a Roma— consiguió —con la ayuda del impedimento de alinuLul pansión. A causa de la paternitas spiritualis, estaba prohibido, sobre
causado por relación ilícita— declarar bastarda a Isabel, la hija qiu todo, el matrimonio entre el bautizado y el bautizante y luego entre el
había tenido del matrimonio con Ana Bolena. El rey mandó lue^o ilci.i bautizando o confirmando y sus padrinos, pero también entre el cónyu-
pitar a ésta, librándose así de ella. Antes de casar con Ana Moleña, Luí i &C del bautizante o del padrino y el bautizando o confirmando, en el caso
que había tenido relaciones con Mary, hermana mayor de Ana (copula de que el bautizante o el padrino estuvieran casados y su matrimonio hu-
ción según el modo natural, por lo que no desaparecía el inipeiliinrní' < biera sido consumado {paternitas indirecta)... Debido a la compaternitas
matrimonial como en el controvertido caso de los hermanos al que Iitil»• < o commaternitas spiritualis, estaba prohibido el matrimonio del bauti-
de dar respuesta Urbano II). Por consiguiente, según los inlomu's «I* zante o del padrino con los padres físicos del niño. El impedimento
sus expertos en derecho eclesiástico, él nunca había estado castillo vtili existía también entre el cónyuge del bautizante o del padrino (si el ma-
damente con Ana Bolena. Isabel era hija ilegítima y, por couMKiiirutr, im trimonio estaba consumado) y los padres del ahijado (compaternitas

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indirecta)... Por último, estaba prohibido por fraternitas spiritualis el ma- famoso experto en derecho eclesiástico y patriarca de Antioquía, que la
trimonio entre el bautizando o confirmando y los hijos del padrino o del comunidad cristiana de Alejandría se había reducido de tal manera que
bautizante» (XII, p. 851). era difícil evitar tales matrimonios, el de Antioquía respondió diciendo
En Alfonso de Ligorio (t 1787) hay páginas y más páginas sobre que eso no justificaba la comisión de pecados.
cómo y cuándo el padrino de bautismo debe tocar al bautizando a fin de Josef Fuchs, especialista en Tomás de Aquino, alaba a éste, entre
que haya luego un impedimento para el matrimonio, y entre quién surge otras cosas, por haber ofrecido un razonamiento profundo de la prohi-
este impedimento, y qué cónyuge no podrá en el futuro reclamar la re- bición del incesto. Fuchs escribe: «Así, algunas doctrinas tradicionales,
lación conyugal o si sólo podrá prestarla a petición del otro cónyuge, que los otros teólogos se limitan a repetir, se mantienen en Tomás, pero
porque él, al tocar en el bautizo al hijo común o no común, se convirtió éste las profundiza de un modo completamente novedoso y autónomo.
de repente en pariente espiritual de su cónyuge, con lo que vive en ade- Compárese a modo de ejemplo la profunda fundamentación que Tomás
lante en incesto porque lo hizo o no lo hizo —sacar de pila al niño— por da de la prohibición del incesto con la repetición maquinal de la tradición
inadvertencia o por voluntad aviesa (Theologia moralis 6, n. 148 ss.). Sin en los restantes teólogos. Por ejemplo, ni siquiera Guillermo de Auxerre,
embargo, el asunto está ya muy simplificado en Alfonso, pues en el con- absolutamente autónomo en lo demás, conoce una demostración por ra-
cilio de Trento había tenido lugar una notable reducción de los impedi- zones internas» (Fuchs, p. 277 s.). Allí donde toda fundamentación ra-
mentos matrimoniales por parentesco espiritual. cional es absurda, la ausencia de una argumentación es en cualquier
Señalemos a modo de paréntesis que Lutero había barrido de un caso más sensata que su presencia. La loa que recibe Tomás es idéntica al
plumazo, ya en el 1520, el impedimento matrimonial de parentesco es- reproche que debemos hacerle: el de que fundamenta allí donde no hay
piritual, con las palabras siguientes: «También hay que eliminar por nada que fundamentar; que asume de forma ácrítica un sinsentido y
completo esas mentiras de las paternidades, maternidades, fraternidades, que, además, se lanza inmediatamente a la tarea de apoyarlo con argu-
hermandades, ahijamientos... He ahí cómo la libertad cristiana es repri- mentos.
mida por la ceguera humana» {Cautividad babilónica de la Iglesia). Razonar la exagerada prohibición del incesto es algo que resulta es-
Pero será 500 años después del nacimiento de Lutero, en el 1983, cuan- pecialmente sencillo a Tomás, pues diríamos que sintoniza con su divisa
do este impedimento matrimonial de parentesco espiritual quede abolido de la represión del matrimonio. Una razón que toma de Agustín es «el
por completo del derecho canónico. aumento de la amistad» (se refiere a la amistad que nace a través del pa-
En 1522, en su homilía sobre la vida conyugal, Lutero censuró a la rentesco y de la afinidad). Según Tomás, los lazos amistosos de paren-
Iglesia católica por su abuso: No hay derecho a expandir la norma con- tesco entre los hombres se multiplican delimitando el matrimonio a las
tenida en el Antiguo Testamento, dijo; que se refiere, añadió, a personas personas no emparentadas. Otra razón que él cree encontrar en Aristó-
denominadas con toda precisión, no a grados de parentesco. Calvino im- teles —aunque éste se asombraría al contemplar que él suministró la
pugnó esta opinión. Sostuvo, por el contrario, que se debía completar de razón para una tan enmarañada prohibición de matrimonio— es ésta: si
forma análoga las leyes veterotestamentarias. Si, por ejemplo, no está el amor a los parientes se suma aún al amor sexual, existe el peligro de
permitido a una mujer casar sucesivamente con dos hermanos, entonces una pasión amorosa desmesurada, «pues dado que, por ley natural, el
tampoco un varón puede contraer matrimonio con la hermana de su hombre ama a sus consanguíneos, si se sumara el amor proveniente de
mujer. Y apostilló que todo lo demás que vaya más allá de tal paralelis- la unión sexual se produciría una excesiva pasión del amor y una des-
mo es engaño satánico del papa. El concilio de Trento arremetió contra mesura de placer sexual, y eso contradice a la castidad» (S. Tb. II-II
la opinión de ambos reformadores y excomulgó a cuantos dijeren que q. 154 a. 9).
«sólo los grados de consanguinidad y de afinidad indicados en el Levíti- El hecho de que según la ley veterotestamentaria de Moisés sean
co pueden impedir contraer matrimonio o, si ya ha sido contraído, anu- muy pocos los grados de parentesco ligados con la prohibición de ma-
lar el contrato; y que la Iglesia no está capacitada para dispensar algunos trimonio y de que, en cambio, sean muchos en el cristianismo, es expli-
de estos grados de impedimento o para disponer que otros grados ade- cado por Tomás de la siguiente manera: mediante «la nueva ley del es-
más de éstos puedan impedir e invalidar el matrimonio». píritu y del amor» están prohibidos más grados de parentesco y es
La Iglesia oriental se ahorró bastantes complicaciones al no recono- necesario que «los seres humanos se mantengan más alejados aún de las
cer jamás el impedimento matrimonial de la afinidad por relación ilícita, realidades carnales y se dediquen a las realidades espirituales». Ése es,
impedimento que emergió en Occidente en el siglo VIII. Por lo demás, las pues, el objetivo de la monaquización de los seglares. Por eso, Tomás
disposiciones sobre la consanguinidad y la afinidad no divergían esen- considera «racional» que se amplíe hasta el séptimo grado de consan-
cialmente de las establecidas en Occidente. Cuando el patriarca Marcos guinidad y de afinidad la prohibición de matrimonio; racional porque,
de Alejandría hizo notar a Teodoro de Balsamón (f después del 1195), más allá de ese grado, no es fácil que la gente recuerde el origen común y,

202 203
también, «porque eso se corresponde con la gracia septenaria del Espíritu
Santo». Recientemente —opina Tomás— se ha efectuado una reduc-
ción al cuarto grado (es una referencia a la reducción impuesta por Ino-
cencio III en el concilio Lateranense IV de 1215). Considera Tomás que
los cuatro grados son «adecuados», pues, mediante el dominio de la Capítulo 19
concupiscencia y de la negligencia, la inobservancia de muchos grados de
parentesco prohibidos se convertiría en una «trampa de perdición para IMPOTENCIA POR ENCANTAMIENTO,
muchos». Tanto da siete grados como cuatro. Tomás tiene argumentos COPULACIÓN CON EL DEMONIO,
para todo. Incluso habría encontrado razones divinas y argumentos ra- BRUJAS Y SUPLANTACIÓN DE NIÑOS
cionales para el grado decimocuarto. Inspirado siempre por el eslogan
monacal: más amistad y menos pasión.

La importancia de Tomás de Aquino para la ética sexual no radica en


que él introdujera un cambio en este terreno, sino, por el contrario, en
que él fue el gran adaptado que fijó por escrito la doctrina de su tiempo
—sobre todo, la de orientación conservadora— y la defendió contra
todo intento de liberalización. Su error más grave, que, dada su autori-
dad, terminaría por tener consecuencias funestas, fue el de arremeter con-
tra los que dudaban —tales dubitativos razonables existieron, pues,
también en el siglo XIII, tan entregado a la creencia en los demonios—
que los diablos desplegaran una actividad especial en el terreno de lo se-
xual, que obraran, por ejemplo, la impotencia mediante encantamiento.
Tal duda contradice —según Tomás de Aquino— la fe católica. «La fe
católica nos enseña», dice él, «que los demonios tienen importancia,
dañan al hombre y pueden poner obstáculos a la relación sexual». Con
esto, Tomás va contra «algunos que han dicho que no existe tal embru-
jamiento y que éste no es sino un producto de la incredulidad. Según la
opinión de esta gente, los demonios son sólo una fantasía de los hom-
bres; es decir, los demonios son fruto de la imaginación humana, y el ho-
rror de esa imaginación les reporta daños» (Quaestiones quodlibetales X
q. 9 a. 10).
Tomás tampoco inventa en este campo. Por el contrario, fue el más
influyente conservador de la superstición. La idea de la impotencia pro-
ducida mediante el encantamiento se encuentra ya en el año 860 en una
carta del arzobispo Hincmaro de Reims. Según Burchardo de Worms
(f 1025), el confesor debía preguntar así en la confesión: «¿Has hecho lo
que suelen hacer algunas mujeres lascivas? Cuando ellas observan que su
amante quiere contraer un matrimonio válido, ahogan la concupiscencia
de él mediante artes mágicas, a fin de que no pueda mantener relaciones

204 205
sexuales con su esposa. En el caso de que tú hayas practicado esas artes, en el temor del Señor, más por amor a la prole que por placer». Después
debes hacer penitencia durante cuarenta días a pan y agua». Luego, re- de tres días y noches, dice Tobías: «Ahora, ¡oh Señor!, sabes que tomo a
cogieron esta superstición Ivo de Chartres (siglo xi) y Graciano (siglo xn) mi hermana como esposa no por lascivia, sino sólo por amor a la des-
en sus respectivas compilaciones legales, así como Pedro Lombardo cendencia» (Tob 6,14-22; 8,9). Según el texto original del libro de Tobías
(siglo xn) en su manual. (siglo II a.C), Tobías tuvo relaciones conyugales ya en la primera noche;
Pero sólo en el siglo de Tomás de Aquino, «Edad de Oro de la teo- es decir, que el sermón conyugal del arcángel y las palabras de Tobías
logía», en el siglo xm, alcanzó una fuerza inimaginable esta creencia. Sin son del asceta Jerónimo.
embargo, también se levantaron otras voces en ese siglo. El jesuíta Peter Innumerables son los sínodos que, desde principios del siglo xm,
Browe, conocedor del medievo eclesial, escribe: «Parece, sin embargo, arremeten contra las hechiceras «que encantan a los cónyuges para que
que este poder del diablo sobre el instinto procreador masculino fue no puedan llevar a cabo la relación conyugal». Así, el sínodo de Salisbury
negado por unos pocos teólogos y seglares; al menos, se repite en mu- celebrado en el año 1217; el de Rouen, hacia el 1235; el de Fritzlar, en
chísimos manuales la objeción de que la creencia en el poder del diablo 1243; el de Valencia, en 1255; el de Clermont, en 1268; el de Grado,
era un intento de explicar efectos cuyas causas se desconocían y que, en en 1296; el de Bayeux, en 1300; el de Luca, en 1308; el de Maguncia, en
consecuencia, se atribuían a los demonios y a sus instrumentos; pero tal 1310; el de Utrecht, en 1310; el de Würzburg, en 1329; el de Ferrara,
objeción fue refutada, por ejemplo, por Tomás de Aquino y rechazada en 1332; el de Basilea, en 1434 (cf. Browe, p. 127).
como incrédula y acatólica» (Beitráge zur Sexualethik des Mittelalters, El papa Inocencio VIII, en su tristemente célebre Bula sobre brujas,
p. 124). Ya Alberto Magno, el maestro de Tomás, espetó a los acatólicos nombró inquisidores en 1484 a los dominicos alemanes Jakob Sprenger
incrédulos respecto a la impotencia causada por encantamiento: «Nadie (profesor de teología en Colonia) y a Heinrich Institoris —futuros auto-
tiene derecho a dudar de que hay muchos (!) que han sido embrujados res del Martillo de brujas— porque había oído que en los obispados de
mediante el poder de los demonios» (Super IV Sent. d. 34 a. 8). Maguncia, Colonia, Tréveris y Salzburgo muchas personas de ambos
Sobre la pregunta de por qué el diablo obstaculiza a los hombres, es- sexos practicaban la magia, con lo que «impedían a los varones pro-
pecialmente, en la relación conyugal, pero no en la comida y bebida, san crear, y a las mujeres concebir, y hacían imposible el acto conyugal». En
Buenaventura (f 1274), el gran teólogo de los franciscanos, opina: «Por- virtud del ya muchas veces mencionado canon Si aliquis, que calificaba
que el acto sexual se ha corrompido (mediante el pecado original) y es mal de asesinato la contracepción, Institoris y Sprenger exigieron en su Mar-
oliente en cierta medida, y porque los hombres son casi siempre demasia- tillo de brujas (I, q. 8) del 1487 la pena de muerte para los que causan
do lascivos en él, por eso el demonio tiene tanto poder y permiso sobre él. mediante la brujería el tipo de esterilidad e impotencia mencionado en la
Se puede demostrar esto con un ejemplo y con la autoridad de la Escritu- Bula sobre brujas del papa. Digamos a modo de inciso que, según ellos,
ra, pues se dice que un demonio llamado Asmoneo mató a siete maridos Dios mismo procura directamente la pena de muerte por otro tipo de
en la cama, pero no mientras comían» (In IV Sent. d. 34 a. 2 q. 2). contracepción y lleva a cabo un proceso sumarísimo: «Ningún otro pe-
Buenaventura alude aquí al veterotestamentario libro de Tobías, cado ha vengado Dios en tantos tan frecuentemente, mediante la muerte
que, mediante inclusiones y supresiones de texto practicadas por su tra- súbita» como los vicios que van «contra la naturaleza de la procreación»,
ductor, san Jerónimo, fue falseado y convertido en una obra hostil al pla- por ejemplo, el «coito fuera del recipiente mandado» (I, q. 4). Para los
cer, y que es considerada hasta la hoy en la teología católica como la autores del Martillo de brujas, la contracepción es merecedora de la
prueba bíblica en favor de que la finalidad exclusiva fijada por Dios al muerte incluso cuando no interviene la brujería.
acto conyugal es la procreación (por ejemplo, también para Bernhard La creencia en la impotencia causada por encantamiento, la creencia
Háring, Das Gesetz Christi III, p. 371 s.) y que, hasta el siglo xvm, se uti- en las brujas como obcecación colectiva, fue dirigida con eficacia desde
lizó además como demostración de que el demonio, aunque no puede arriba. Como Tomás de Aquino había arremetido contra los incrédulos
causar la muerte en el lecho matrimonial, al menos es capaz de provocar y les había declarado carentes de la fe católica si negaban la impotencia
la impotencia. En el libro de Tobías se habla de la boda del joven To- como resultado de encantamiento y el papel básico del demonio en el
bías con su pariente Sara, que había sido confiada ya a siete esposos, a acto sexual, así también la pontificia Bula sobre brujas va ante todo con-
los que el diablo Asmodeo había asesinado en la noche de la boda. El ar- tra los muchos que —«independientemente de las dignidades, cargos, ho-
cángel Rafael dio al joven Tobías el consejo (de Jerónimo): «El demonio nores, preeminencias, títulos de nobleza, fueros o privilegios que pudie-
tiene poder sobre aquellos esposos que excluyen a Dios y se entregan a su ren poseer», los cuales, «clérigos o seglares, pretenden saber más de lo
lascivia como los caballos o los mulos, que carecen de razón. Pero tú que les corresponde»— «obstaculizan» los procesos contra brujas incoa-
contente durante tres días de ella y ora durante ese tiempo juntamente dos por los inquisidores comisionados por el papa (a los que éste llama
con ella... Cuando la tercera noche haya quedado atrás, toma a la virgen, «mis queridos hijos»), «les ofrecen resistencia o se rebelan contra ellos».

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Debía «agravarse» el castigo contra estos sabihondos, de los que, al pa- que el hombre se ha hecho esclavo del demonio, por ese motivo Dios ha
recer, había aún muchos en Alemania por aquellas fechas. dado al diablo más poder hechicero en ese acto que en todos los demás»
También el Martillo de brujas se dirige en primer lugar contra los es- (I, q. 6). De hecho, está justificada la referencia de los autores del Mar-
cépticos. Comienza preguntando «si la afirmación de que hay brujas es tillo de brujas a Tomás. El jesuíta Josef Fuchs escribió en 1949: «Te-
tan perfectamente católica como para que la obstinada defensa de lo con- niendo en cuenta el servicio del impulso sexual en la transmisión del pe-
trario deba ser tenida por absolutamente herética». Naturalmente, la res- cado original, Tomás declara también el ámbito de lo sexual como un
puesta es: Sí. Principal garante de tal doctrina católica es Tomás de campo especial del diablo» (Fuchs, p. 60). Por su parte, Tomás se basa en
Aquino. «Aunque este error (el de afirmar que no hay brujas que "pue- el papa Gregorio I (De malo 15, 2 o. 6) para pensar que el diablo tienta
den obstaculizar la fuerza procreadora o el disfrute del placer") sea re- más al hombre en el ámbito de lo sexual que en otros campos. Esta
chazado por todos los demás eruditos dada su evidente falsedad, sin constante pregunta de «por qué se ha consentido al diablo ejercer la
embargo ha sido combatido de forma aún más aguerrida por santo magia precisamente en el acto sexual y no en otras actividades del hom-
Tomás, dado que él lo condena al mismo tiempo como una herejía al bre» y la respuesta: «por la monstruosidad del acto procreador y porque
decir que este error brota de las raíces de la incredulidad, y puesto que la el pecado original se transmite a través de él a todos los hombres»
carencia de fe en un cristiano se llama herejía, por eso hay motivo para (I, q. 3; q. 10) constituyen el hilo conductor del Martillo de brujas.
considerar a esos sospechosos de herejía» (I, q. 8). Otra pregunta que preocupa de modo especial a ambos autores es la
Alemania se convirtió en el país con el mayor número de procesos de por qué —entre las mujeres— «las comadronas brujas superan en in-
contra brujas. La resistencia de Alemania contra los procesos de brujas se famias a todas las brujas restantes» (III, q. 34). Ambos informan sobre su
quebró mediante la Bula sobre brujas de Inocencio VIII (1484) y el experiencia como inquisidores: «Como brujas arrepentidas han confe-
Martillo de brujas (1487) de los dominicos alemanes Institoris y Spren- sado con frecuencia a nosotros y a otros cuando decían: nadie hace más
ger. Antes de la Bula sobre brujas hubo sólo procesos esporádicos en Ale- daño a la fe católica que las comadronas» (I, q. 11). Entre 1627 y 1630
mania. En cambio, el número de procesos de brujas tuvo un crecimiento fueron eliminadas casi por completo las comadronas de Colonia. De
tan espectacular después de la publicación de la bula, que el jesuíta Frie- cada tres mujeres ejecutadas, una era comadrona. Bajo la impresión de
drich von Spee, a pesar del peligro de ser quemado, arremete contra estos procesos de Colonia escribió algunos capítulos de su Cautio crimi-
esos procesos y dice en su Cautio criminális («Advertencia contra los pro- nális Spee, que acompañó a muchas brujas a la hoguera.
cesos»), 150 años más tarde, en el 1630, «que, sobre todo en Alemania, Señalemos de paso que resulta incomprensible que Heinsohn y Stei-
humean hogueras por doquier» (q. 2). Para Friedrich von Spee, la causa ger hayan podido afirmar en su libro Die Vernichtung der Weisen frauen
de que los procesos de brujas fueran mucho más frecuentes y numerosos (1985, p. 131) que Spee «vio verdaderas brujas... que actuaban en gran
en Alemania que en los restantes países del mundo fueron «Jakob Spren- número». La frase de Spee a la que ellos aluden es una pregunta retórica:
ger y Heinrich Institoris, a los que la Sede Apostólica envió como inqui- «¿Qué podría parecer hoy más insensato que creer que el número de las
sidores a Alemania» (con la ayuda de la Bula sobre brujas). Spee prosi- verdaderas brujas es escaso y tiende a desaparecer? Sin embargo..., el ene-
gue: «Comienzo a temer o, por mejor decir, desde antiguo me viene migo mayor de la verdad es el prejuicio» (q. 9). Es insensato presentar
con frecuencia a la mente la inquietante idea de que aquellos inquisidores como opinión de Spee lo que él señala como prejuicio. Spee prosigue en
introdujeron en.Alemania aquel número incalculable de brujas mediante páginas posteriores: «Debo confesar que he acompañado a la muerte, en
las torturas periódicas que ellos idearon con sutileza y repartieron con as- diversos lugares, a bastantes brujas de cuya inocencia dudo aún tan
tucia» (q. 23). Spee alude aquí a la espantosa disposición del Martillo de poco como de que no me he ahorrado fatiga ni diligencia grandísima
brujas, a la introducción de las torturas periódicas, es decir, repetidas sin para descubrir la verdad..., pero no he podido hallar otra cosa que ino-
fin, con cuya ayuda se estaba en condiciones de chantajear todas las con- cencia por doquier» (q. 11).
fesiones y denuncias. El reproche principal de Institoris y Sprenger a las «comadronas he-
chiceras» es el de que ellas matan a los niños no bautizados (II, q. 1,
El Martillo de brujas trata profundamente la cuestión de «por qué c. 2). «Pues el diablo sabe que tales niños están excluidos de entrar en el
Dios ha dado al demonio mayor poder embrujador sobre la cópula que reino de los cielos por el castigo de la condena o del pecado original» (II,
sobre otras actividades humanas». Los dos criminales y psicópatas se- q. 1, c. 13). La idea de que existe una relación entre los recién nacidos
xuales responden a esta pregunta, a la que vuelven constantemente en su muertos y el diablo es consecuencia de la insensata enseñanza de Agustín,
Martillo de brujas (I, q. 3,6,8,9,10; II, q. 1; q. 1, c. 6), haciendo una re- padre de la Iglesia, según la cual Dios condena al infierno a los niños no
ferencia a Tomás de Aquino: «Pues él dice que, al haber entrado en no- bautizados. Nada justifica que el Martillo de brujas impute a las coma-
sotros por el acto de procreación la primera perdición del pecado por el dronas la culpa de la muerte de recién nacidos. El segundo reproche es el

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de que las comadronas hechiceras «impiden de diversas maneras la con- trimonios mediante el embrujamiento» (Browe, p. 128 s.). También el sí-
cepción en el útero materno» (II, q. 1, c. 5). Era natural que las coma- nodo celebrado en 1662 en Colonia se ocupó de la impotencia por en-
dronas suministraran nociones de contracepción o de lo que se tenía por cantamiento. El jesuita bávaro Kaspar Schott (f 1667), que fue durante
tal. Pero es igualmente evidente que no se les podía responsabilizar de largo tiempo profesor de física en Palermo, declaraba: «Ninguna otra
toda esterilidad. La insensata afirmación teológica tradicional de que magia está más difundida hoy ni es más temida; en algunos lugares, los
contracepción es sinónimo de asesinato, afirmación que también Insti- novios ya no se atreven a presentarse públicamente en la iglesia para con-
toris y Sprenger hicieron suya amparándose en el canon Si aliquis, es la traer matrimonio ante el párroco y los testigos, sino que lo hacen el día
segunda razón decisiva para «incinerar» a las comadronas, como dice el anterior en su casa y luego van al día siguiente a la iglesia» (Browe,
término espantoso que ellos utilizan constantemente en su campaña p. 129). Muchos se casaban a puerta cerrada o durante la noche y con-
para exterminar a comadronas y mujeres. sumaban el matrimonio antes de que despuntara el día, a fin de no ser
La alta Edad Media conoce de cincuenta a sesenta maneras en que vistos por los magos y las brujas (Browe, p. 129). Algunos sínodos pro-
los demonios obstaculizan el acto conyugal. El Martillo de brujas enu- vinciales franceses e italianos, como los de Ñapóles (1576), de Reims
mera toda una serie de esas maneras, por ejemplo, «una momentánea re- (1583) y de Bourges (1584) prohiben tales casamientos supersticiosos. El
lajación de la fuerza del miembro que sirve para la fecundación» (I, q. 8). sínodo de Reims aconseja a los recién casados como antídoto lo que el
Para demostrar que la castidad entendida en el sentido de frigidez protege libro de Tobías, alias Jerónimo, aconsejaba como ayuda frente a los de-
de que los diablos «embrujen a uno los miembros masculinos» (II, q. 1, monios: «consumar el matrimonio no por placer, sino por amor a la des-
c. 7), ambos autores citan con diligencia el libro bíblico de Tobías ma- cendencia». La creencia en la impotencia por encantamiento estaba viva
nipulado por Jerónimo: «El diablo ha adquirido poder sobre aquellos aún en el siglo xvm —todavía Alfonso de Ligorio (t 1787) se ocupó de-
que están entregados al placer» (I, q. 8; q. 9; q. 15; II, q. 1, c. 7; q. 1, c. 11; tenidamente de ella y estaba firmemente convencido de ella—, lo que era
q. 2, c. 2; q. 2, c. 5). causa de una psicosis angustiosa para innumerables casados.
Particularmente temida era la llamada «ligadura», lo que los france- La impotencia sexual ocasionada por el diablo mediante encanta-
ses llamaban nouer l'aiguillette. Consiste en que el brujo o la bruja miento, creída por los teólogos y defendida contra los escépticos, tenía
hacen un nudo durante la ceremonia de la boda o realizar que se cierre consecuencias legales. Ya Hincmaro de Reims dice que, en el caso de que
de golpe una cerraja. Según la clase de fórmula recitada al realizar esa ac- —por causa de encantamiento— no se haya consumado el matrimonio ni
ción, dura más o menos tiempo el efecto. Para que la relación conyugal se pueda consumar, los esposos deben separarse y pueden contraer nue-
sea posible, antes hay que romper el embrujo. Francisco Bacon de Veru- vas nupcias. En un principio, Roma no reconoció tales separaciones,
lam (f 1626), lord guardián del gran sello y canciller inglés, dijo que la li- sino que mandaba que los esposos siguieran conviviendo, pero como her-
gadura era un fenómeno muy difundido en Saintes y en la Gascuña mano y hermana. Sin embargo, desde que la opinión de Hincmaro entró
(Silva sylvarum seu historia naturalis, n.° 888). en la colección legal de Graciano y en el manual de Pedro Lombardo en
Pero también hubo voces razonables. Montaigne (t 1592) trata con el siglo XII, casi todos los teólogos decidieron que la impotencia por en-
detalle el fenómeno de la ligadura (le nouement d'aiguillette) en el capí- cantamiento era un impedimento matrimonial. El papa Inocencio III
tulo «El poder de la imaginación» de sus Ensayos, «pues no se habla de decidió en 1207 que el matrimonio de Eelipe II Augusto de Francia con
otra cosa». Y cuenta cómo ayudó a su amigo, el duque de Gurson —con Ingeborg debía ser disuelto por este motivo si fracasaba un nuevo inten-
motivo de la boda de éste— a superar el temor a la impotencia por en- to que el rey debía emprender empleando medidas concomitantes como
cantamiento. La receta perspicaz que Montaigne recomendó a los recién la limosna, la oración y la misa. También por razón de encantamiento
casados para superar la fijación en la impotencia consiste en la indul- fue disuelto en 1349 el matrimonio de Juan de Tirol con Margarita de
gencia y en la paciencia con la fuerza de la propia imaginación. Él con- Carintia. Aún hoy sigue siendo impedimento matrimonial dirimente la
sideraba esto más eficaz que la obstinación de los que se obsesionan con llamada impotencia relativa (sólo frente al cónyuge) si ella es duradera e
la idea de vencerse a sí mismos. incurable. El matrimonio puede ser declarado nulo (canon 1084/CIC
Siguiendo un procedimiento diverso al de este escéptico humanista, la 1983), y ambos pueden volver a casarse. Hoy no se relacionan ya con el
Iglesia, supersticiosa, condenó a hechiceros y brujas. Un sínodo provin- diablo ni con el embrujamiento los temas de impotencia, sino que se les
cial convocado por san Carlos Borromeo en 1579 para Lombardía blan- considera como algo que cae dentro de la medicina o de la psicología.
de amenazas de castigo contra la magia que impide el acto conyugal;
igualmente los sínodos de Ermland de 1610 y de Lieja en 1618; y el sí- Al comienzo de la Bula sobre brujas afirma el papa que los brujos de
nodo de Namur actualiza en 1639 una vieja disposición contra el em- ambos sexos practican, junto a la impotencia por encantamiento, otra
brujamiento «porque sabemos que diariamente se trae a mal andar a ma- monstruosidad, concretamente la fornicación con el diablo: «No sin

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gran preocupación ha llegado recientemente a nuestros oídos que en al- subyacentes con figura de mujer) que las mujeres con los incubi (diablos
gunas partes de la Alemania septentrional, así como en provincias, ciu- suprayacentes con figura de varón) (II, q. 2, c. 1), por qué, pues, hay más
dades, comarcas, localidades y diócesis de Maguncia, Colonia, Tréveris y brujas que brujos. Esta cuestión ofrece a ambos la oportunidad para de-
Salzburgo un gran número de personas de ambos sexos, descuidando su sarrollar con todo lujo de detalles su visión de la mujer, uniéndose así al
propia salvación y alejándose de la fe católica, tienen relaciones carnales coro teológico eclesial de los difamadores de la mujer, abundantísimos en
con el diablo en figura de varón (incubus) o de mujer (succubus)...». Sub- la tradición católica. No falta aquí el aristotélico mayor contenido de agua
yace en esta afirmación la concepción teológica de la posición estándar de las mujeres, que —según Alberto y Tomás— las hace inconstantes y
en el acto sexual, a la que también los diablos parecen atenerse: los dia- nada fiables, una opinión que había llegado a afianzarse de tal modo en la
blos-varón yacen encima; los diablos-mujer, debajo. De ahí que también tradición teológica sobre las mujeres que los autores del Martillo de bru-
el papa dé una denominación distinta a los demonios con los que prac- jas consideran superflua una cita concreta al respecto (I, q. 6). Citan a Cri-
tican la fornicación los brujos o brujas y los llame «Suprayacentes» y sóstomo (f 407) sobre Mateo 19: «No tiene cuenta casarse. ¿Qué otra
«Subyacentes». Fuente principal para la Bula sobre brujas y para el cosa es la fémina sino la enemiga de la amistad, un castigo inevitable, un
Martillo de brujas, que quiso ser un comentario de la Bula sobre brujas, mal necesario, una tentación natural, una desdicha deseable, un peligro
es la idea que tiene Tomás de Aquino acerca de la copulación satánica doméstico, un daño que divierte, un defecto de la naturaleza pintado
con los diablos «suprayacentes» y «subyacentes». El desdichado Martillo con bellos colores?» (I, q. 6). Los autores del Martillo de brujas recurren
de brujas (1487) en nadie se apoya tan abundantemente como en Tomás a «la experiencia» para afirmar que se da «mayor perversidad entre las
de Aquino, pues éste dice lisa y llanamente cómo funcionan la relación mujeres que en los varones». En cualquier caso, las mujeres son «defec-
sexual con el diablo y la procreación de hijos del demonio, habiendo lle- tuosas en todas las fuerzas, del alma y del cuerpo..., pues, en lo tocante a
gado a desarrollar toda una teoría sobre la transmisión del semen: un la razón o a la captación de lo espiritual, ellas parecen ser de otra especie
único y mismo demonio puede procurarse semen masculino copulando que los varones, a lo que aluden autoridades, un motivo y diversos ejem-
en forma de mujer (como succubus, es decir, subyacente) con un varón, plos en la Escritura».
y luego, a continuación, en figura de hombre (como incubus, es decir, su- Se encuentran autoridades para todo. Los autores del Martillo de
prayacente) trasladar a la mujer ese semen en el acto sexual. Los hijos del brujas encontraron a Terencio y Lactancio con sus proverbios antifemi-
diabio procreados de esa manera —éstos se caracterizan frecuentemente nistas. También en la Biblia encontraron materiales abundantes; sobre
por una talla especial— son, en realidad, hijos de hombre, pues se trata todo en los Proverbios de Salomón: «Una mujer bella e indisciplinada es
de semen humano (S. Th. I, q. 51 a. 3 ad 6). Tomás no llega a tratar de- como un anillo de oro en la nariz de un cerdo». Permanece el «motivo»:
talladamente cómo este semen que el diablo se ha procurado de un «El motivo es uno sacado de la naturaleza: porque ella (la mujer) es más
varón mantiene su frescura y actividad procreadora hasta que tiene sensual que el hombre, como se desprende de las muchas obscenidades
lugar la copulación con la bruja. El Martillo de brujas llenará esa laguna: carnales».
para la transferencia del semen, los demonios disponen de un termo es- Estos dos autores citan también dichos infames sobre las lágrimas
pecial que mantiene activo y fresco el semen (I, q. 3). de la mujer: «Dice Catón: "Si llora una mujer, es que está tramando al-
También Sigmund von Riezler —que ha investigado la Historia de los guna perfidia". Se dice también: "Si una mujer llora, es que piensa en-
procesos de brujas en Baviera— escribe que Tomás de Aquino, el mayor gañar al marido"» (I, q. 6). Por otra parte, la ausencia de llanto es señal
teólogo católico, fue el sistematizador de la copulación con el diablo: «En de culpa y de brujería. El hecho fisiológico de que un ser humano some-
su (de Tomás) autoridad se basan los sucesores; siempre que uno exa- tido a torturas sea incapaz de derramar una lágrima fue interpretado por
mina los pasajes probatorios citados en favor de esta opinión, constata ambos inquisidores en contra de las brujas y procuró a las mujeres tor-
que sólo lo de Tomás tiene el carácter de una tesis concluyente. Por turas añadidas: «La experiencia ha demostrado», escriben ellos, «que
eso, hay que decir que el "Doctor Angélico", el celebrado santo y sabio cuanto más brujas eran, menos podían llorar...; es posible que, más
de la orden dominicana, fue el que más contribuyó a consolidar este des- tarde, en ausencia del juez y fuera del lugar y del tiempo de la tortura,
varío. Por eso, como cuentan los autores del Martillo de brujas, su cole- fueran capaces de llorar delante de los guardianes. Si uno pregunta por
ga, el inquisidor de Como, en el condado de Bormio o en Wormserbad, qué no pueden llorar las brujas, cabe decir: porque la gracia de las lágri-
hizo quemar 41 mujeres en un solo año (1485), mientras que otras mu- mas en los arrepentidos es uno de los dones más sobresalientes». Pero
chas escaparon a igual destino refugiándose en el Tirol tras haber fran- estos dos sádicos saben también qué pensar si una bruja llora. «¿Pero qué
queado la frontera» (1896, p. 42 s.). pensar si —mediante la astucia del diablo y con el permiso de Dios— su-
A ambos autores del Martillo de brujas preocupa la cuestión de por cede que también una bruja llora, pues, al fin y al cabo, el llorar y el en-
qué los hombres tienen menos relaciones sexuales con los suecubi (diablos gañar debe formar parte de la peculiaridad de las féminas? Se puede res-

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ponder que los designios de Dios están ocultos..., etc., etc.» (III, q. 15). tal desgracia: porque en él quiso él nacer y sufrir por nosotros, por eso lo
La inferioridad de la mujer (femina, en latín) se pone de manifiesto ya prefirió también de ese modo» (I, q. 6).
en ese término latino. «En efecto, el nombre femina proviene de fides (fe) Después de esta presentación detallada de la naturaleza de la mujer,
y minus (menos), luego femina significa: la que tiene menos fe; puesto se entiende que ambos autores tuvieran una sintonía conceptual tan es-
que ella tiene y conserva siempre una fe menor por su natural constitu- pecial con Tomás de Aquino, del que ellos cuentan lo siguiente: «Tam-
ción proclive a la credulidad, también fue posible, como consecuencia de bién leemos que le fue concedida tal gracia a santo Tomás, el Doctor de
la gracia y de la naturaleza, que la fe nunca se tambaleara en la santísima nuestra orden, el cual, encarcelado por sus parientes a causa de su in-
Virgen, mientras que sí vaciló en todos los varones durante la pasión de greso en la mencionada orden, fue tentado carnalmente, instigado por
Cristo» (I, q. 6). Como casi todos los grandes difamadores de la mujer una prostituta vestida con suma elegancia y con joyas enviada por sus
que se han dado en el cristianismo, también los autores del Martillo de parientes. En cuanto la vio el Doctor, corrió al fuego de verdad, cogió un
brujas —sobre todo Sprenger, que había contraído méritos especiales en leño en llamas y echó fuera de la cárcel a la que quería despertar en él el
la difusión del rezo del rosario— fueron grandes devotos de María. fuego del placer. Inmediatamente después, cayó de rodillas para pedir el
Los autores del Martillo de brujas tienen otras muchas cosas en con- don de la castidad y se quedó dormido. Entonces se le aparecieron dos
tra de las mujeres: «Si proseguimos nuestras investigaciones, comproba- ángeles que le dijeron: "Mira, por voluntad de Dios te ceñiremos con el
remos que casi todos los imperios de la tierra fueron destruidos por medio cinturón de la castidad, que no podrá ser desatado por ninguna tentación
de las mujeres. En efecto, el primer reino dichoso fue el de Troya...». posterior; y lo que no ha sido conseguido por la virtud humana, por el
Opinan ellos que «si no existieran las maldades de las féminas, por no mérito, es dado por Dios como don". El sintió, pues, el cinturón, es decir,
hablar de las brujas, el mundo permanecería libre aún de innumerables el tacto mediante el cinturón, y despertó dando un grito. Entonces se sin-
peligros». También se les ocurre lo siguiente a propósito de las mujeres: tió dotado con el don de tal castidad, de modo que, a partir de ese
«Mencionemos aún otra propiedad, la voz. Como la mujer es mentirosa mismo instante, retrocedió espantado ante toda lozanía, hasta el punto
por naturaleza, también lo es al hablar, pues ella pincha y deleita a la vez. de que ni una sola vez pudo hablar con las mujeres sin tener que hacerse
De ahí que se compare su voz con el canto de las sirenas, que atraen con violencia, pues poseyó la castidad perfecta». En opinión de los autores
su dulce melodía a los transeúntes y luego los matan. Las mujeres matan del Martillo de brujas, de ese modo consiguió Tomás la dicha de perte-
porque vacían la bolsa del dinero, roban las fuerzas y obligan a despre- necer a las «tres clases de hombres» fuera de los cuales nadie «está a
ciar a Dios... Proverbios 5: "Su paladar (su forma de hablar) es más salvo de las brujas, de no ser embrujado según las dieciocho maneras des-
suave que el aceite; pero al fin es amargo como el ajenjo"» (I, q. 6). critas abajo o tentado a la brujería o descarriado, acerca de lo cual hay
Pero no sólo la voz de la mujer, también su cabello la predestina a que tratar siguiendo un orden» (II, q. 1).
copular con el diablo: «También Guillermo observa que los incubi (de- Todavía Alfonso de Ligorio (f 1787) se ocupa detenidamente de la
monios en figura de varón) parecen intranquilizar más a tales mujeres y copulación demoníaca en el capítulo «De cómo el confesor tiene que tra-
chicas que tienen bonito cabello... porque ellas tienen el deseo o la cos- tar a los molestados por el diablo». Apoyándose en Tomás, Alfonso es-
tumbre de excitar a los hombres mediante el cabello. O porque presumen boza cómo nacen los hijos del diablo: de la copulación del demonio
vanidosamente de él; o porque la bondad celestial lo permite para que las con una mujer; y dice que tal niño no es propiamente un hijo del diablo,
féminas escarmienten y dejen de excitar a los hombres con aquello con lo sino de aquel varón del que el demonio se había procurado previamente
que también los demonios quieren que los hombres se exciten» (II, q. 2, el semen.
c. 1). En cualquier caso, un fastuoso cabello femenino tiene algo que ver
Alfonso se dirige a los confesores: «Si, pues, viene alguien que ha sido
con la proximidad del diablo.
atacado por el enemigo malo, el confesor deberá sentir profunda preo-
La respuesta a la pregunta de por qué hay más brujas que brujos cul- cupación y pertrechar al penitente con armas en su terrible lucha... Ex-
mina, finalmente, en la siguiente constatación de ambos autores: «Con- hórtele encarecidamente a que se distancie lo más posible del placer
cluimos: todo sucede por concupiscencia carnal, que es insaciable en sensual... Además, pregunte al penitente si no ha invocado jamás al ene-
ellas. Proverbios en el penúltimo capítulo: "Hay tres cosas insaciables, y migo malo y si jamás ha hecho un pacto con él... Pregúntele bajo qué fi-
lo cuarto, que nunca dice: ya es suficiente, concretamente, la apertura del gura se le presenta el diablo, si en la masculina, en la femenina o en la de
útero materno". Por eso tienen que ver ellas también con los demonios un animal, porque entonces, si tuvo lugar la copulación con el diablo,
para saciar su propia concupiscencia. Podrían traerse aquí más citas, pero además del pecado contra la castidad y contra la religión se dio también
queda suficientemente claro para los inteligentes... Por eso, es también ló- el pecado de la lujuria o de la sodomía (= homosexualidad) o del incesto
gico llamar herejía no la de los brujos, sino la de las brujas...; loado sea el o de adulterio o de sacrilegio... Pregunte también en qué sitio y en qué
Altísimo que tan bien ha protegido hasta hoy el sexo masculino frente a tiempo tuvo lugar esa relación sexual... Trate de mover al confesando a
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una confesión completa, pues tales hombres perdidos omiten fácilmente de pretender hacer hablar a los sordomudos» (Georgens y Deinhardt en
en la confesión algunos pecados» {Praxis confesarii VII, 110-113). In- su primer volumen de la Heilpádagogik mit besonderer Berücksichtigung
cluso en el año 1906, el moralista Gópfert imparte a los confesores in- der Idiotie und der ¡diotenanstalten, Leipzig, 1861, cf. Bachmann,
dicaciones sobre cómo deben proceder con los penitentes que confiesan p. 230 s.). Dietfried Gewalt, protestante hamburgués dedicado a la pas-
copulación con el diablo (cf. «Teología moral del siglo xx», en este toral de los sordos, indica que no fue el párroco Goeze, sino el párroco
libro, pp. 297-311). Granau de Eppendorf, en la periferia de Hamburgo, el que emitió un ve-
redicto tan negativo sobre los sordomudos (Samuel Heinicke y Johann
La idea de la copulación con el diablo tuvo terribles consecuencias no Melchior Goeze, en Hórgescbadigtenpádagogik, 1989, cuaderno 1, p. 48
sólo para las brujas, sino también para muchos niños (hijos del diablo). ss.). Pero es innegable que los sordomudos tuvieron que padecer una con-
Walter Bachmann pinta en su libro Das unselige Erbe des Christen- secuencia sombría y extremada de la teología agustiniana. «Así se dice
tums: Die Wechselbalge - Zur Geschichte der Heilpádagogik (1985) las todavía en el Brockhaus (edición jubilar de 1903, vol. 15, p. 635): "Tam-
consecuencias que —hasta el siglo XIX— derivaron de la teoría de la co- poco la Iglesia se ocupó de ellos (de los sordomudos), puesto que san
pulación con el diablo para muchos niños minusválidos. El Martillo de Agustín había acuñado la frase: Los sordomudos de nacimiento jamás
brujas informa en 1487 sobre estos niños «suplantados»: «Existe aún pueden recibir la fe, pues ésta viene de la predicación, de lo que uno
otra terrible permisión de Dios respecto de los nombres, pues a veces se oye"» (Bachmann, p. 291 ss.).
quitan a las mujeres sus propios hijos y los demonios los sustituyen con Por «Salvador de los sordomudos» es tenido el sacerdote francés de
otros. Y esos niños suelen ser llamados generalmente "campsores", es l'Epée (f 1789), sobre el que escriben Georgens y Deinhardt: «El abate,
decir, niños suplantados... Algunos son siempre magros y berrean» (II, un hombre piadoso, compasivo, de espíritu independiente —indepen-
q. 2, c. 8). Lutero recomendó ahogar a estos niños cambiados, pues, en dencia de la que había dado sobradas pruebas— conoció a dos hermanas
su opinión, «tales niños suplantados no son más que un pedazo de sordomudas de buenas costumbres y de esmerada formación, en las que
carne, pues no hay alma dentro» (Bachmann, pp. 183, 191, 195). un eclesiástico había puesto en práctica el método de impartirles cono-
El primer alemán que arremetió contra la obsesión por las brujas y cimientos a través de imágenes, pero el intento no se repitió en otros sor-
contra el trato inhumano dado a los enfermos mentales y a los minus- domudos. Pues bien, el conocimiento de aquellos dos seres impactó de tal
válidos fue el médico calvinista Johann Weyer (t 1588). Su libro Sobre forma al abate l'Epée, que éste tomó la decisión de ayudar a esa clase de
las tantaciones del demonio, encantamiento y brujería, publicado en desdichados. En los primeros tiempos de su entrega a ese tipo de perso-
1563, fue incluido inmediatamente por la Iglesia en el índice de libros nas tuvo que luchar contra las resistencias más violentas, contra mofas y
prohibidos. Weyer fue médico personal del duque Juan Guillermo de Jü- persecuciones, pero, siguiendo imperturbable su camino, supo en el atar-
lich y Cleve. Terminó por ser inculpado de haber provocado la psicopa- decer de su vida que contaba con un reconocimiento y veneración gene-
tía del duque mediante hechicería, y tuvo que huir de Dusseldorf. Su voz rales, y, lo que era para él mucho más valioso que la fama, vio que
no fue atendida. había asegurado la suerte de sus hijos, de los sordomudos de su instituto»
En la obra Investigación científica sobre los niños suplantados, de M. (Bachmann, p. 233).
G. Voigt (Wittenberg, 1667), se dice, por ejemplo, que «la finalidad de Bachmann hace el siguiente resumen amargo: «Sin duda, en ningún
estos niños es la gloria del diablo», que los «niños suplantados carecen de otro círculo cultural de la historia de la humanidad podría jamás haber
alma racional», que los «niños suplantados no son seres humanos» tocado en suerte a los disminuidos un daño mayor, un desprecio, intole-
(Bachmann, pp. 38, 45). rancia y una falta de humanidad tan grandes como en el cristianismo»
Un capítulo triste es el que se refiere a los sordomudos, aunque no se (p. 442).
les computó entre los suplantados. Para afirmar que éstos estaban ex-
cluidos de la fe y que incluso iban al infierno, toda una serie de teólogos
se amparó en Agustín, que había dicho: «Este defecto (la condición de
sordomudo) impide (impedit) también la fe misma, como atestigua el
Apóstol con las palabras: la fe viene de lo escuchado (Romanos 10,
17)» (Contra julianum 3,4). Por consiguiente, el destino de los sordo-
mudos era malo, «pues su curación y educación no sólo era tenida por
imposible, sino incluso por una intromisión indebida en la providencia
divina, como el famoso pastor Goeze de Hamburgo, inmortalizado por
Lessing, que pronunció atronadores sermones contra la irreligiosa osadía

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Capítulo 20

EL CONCILIO DE TRENTO
Y LAS GRAVES DECISIONES DEL PAPA SIXTO V

En los siete siglos posteriores a Tomás de Aquino (t 1274) —punto


culminante de la teología católica— los teólogos, con sus disputas en pro
y en contra, sólo han llegado a resolver dos problemas ante los que una
persona casada no puede menos de sacudir su cabeza, presa de asombro.
Agustín había decidido que la cópula matrimonial está libre de pecado
sólo cuando se realiza 1) para procrear o 2) para prestar el débito con-
yugal a petición del otro consorte. Sotenida ocasionalmente, pero nega-
da de nuevo por Tomás, que seguía a Agustín, la ausencia de pecado en
la cópula 3) para evitar la propia incontinencia pareció abrirse paso
hacia el 1300. Tomás (con Agustín) encasilla ese acto entre los pecados
veniales. El cuarto motivo, la cópula conyugal por afán del placer sexual,
era considerada generalmente —hacia el 1300— al menos como venial;
en determinadas circunstancias, como pecado mortal. Escuchemos de
nuevo todo esto en palabras de Heinrich Klomps, moralista de Colonia:
«El fruto teológico-moral de estas consideraciones subjetivamente exis-
tenciales son la teoría de la disculpa y la teoría de la indulgencia. La pri-
mera dice: están disculpados plenamente los esposos cristianos si su
afán ético se orienta a la procreación... o a la prestación del debito con-
yugal; el bien de la prole y el bien de la fidelidad contrapesan entonces
los efectos negativos de la concupiscencia y del placer sexual. Por su
parte, la teoría de la indulgencia hace que los bienes del matrimonio in-
tervengan en favor de una mengua de la culpa si la relación conyugal está
motivada por el deseo de evitar la incontinencia en la propia persona o
por la voluntad de satifacer el deseo sexual» (Klomps, Ehemoral und
Jansenismus, 1964, p. 209).
Ya la estupidez de pretender encorsetar el amor conyugal e incluso de
clasificarlo según una escala de valores insostenible que va de la pro-

219
creación hasta el placer, pasando por la prevención de la incontinencia esto— al peligro del pecado mortal a cada uno que ansia el débito con-
del cónyuge y de la propia, es extraña a la vida, desconcertante e incluso yugal en el caso de que no esté seguro de que hace esto sólo para evitar la
ridicula. En los siete siglos posteriores a Tomás de Aquino se consiguió incontinencia». Le Maistre contrapone a ésta su propia opinión, no es-
que también la cópula carnal por los motivos números 3 y 4 llegara a ser cuchada hasta entonces: «Yo digo que alguien puede tener el deseo de
considerada como libre de pecado. A decir verdad, en cuanto a la cópu- disfrutar del placer, primero por puro gozo de ese placer; segundo, para
la por el motivo n.° 4 —discutida durante muchos siglos— hay que ob- escapar al tedio de la vida y de la pena de la melancolía que nacen de la
servar que «la copulación sólo por placer» no puede ser considerada libre carencia de alegría sensual. La cópula conyugal que quiere iluminar el os-
de pecado, según la decisión tomada por el papa Inocencio XI en 1679. curecimiento que se produce cuando falta el placer sexual no es pecado».
Anticipando el resultado de la reflexión multisecular sobre este tema, di- Sobre las dos autoridades —Agustín y Aristóteles— con las que solían
remos que —según el estado actual de los estudios morales— la cópula pretender rebatirle opinaba él que Agustín se refiere sólo a la cópula «de-
matrimonial «por placer» está libre de pecado; no así la que tiene lugar senfrenada» y «contra la naturaleza». Trata de quitar fuerza a la cons-
«sólo por placer».
tante referencia de Tomás de Aquino a Aristóteles cuando el Aquinate
Dionisio de Roermond (f 1471), cartujo holandés, escribió en latín, dice que la relación conyugal provoca una pérdida de la razón y que, por
para sus «queridísimos» amigos casados y cultos, un libro sobre La loa- consiguiente, debe ser compensada por los «bienes que disculpan el ma-
ble vida de los esposos en el que él se plantea, entre otras, la cuestión de trimonio». Dice Le Maistre que incluso si eso fuera así, cosa que él no ve
si los esposos tienen permiso para amarse también con «placer sensual». nada clara, tal pérdida de la razón se compensaría inmediatamente con
Y responde afirmativamente a la cuestión. Sin embargo, por precau- los buenos efectos de la cópula conyugal. Además, añade él, Aristóteles
ción, advierte al respecto que santa Brígida de Suecia (f 1373) se refiere permite el uso del placer cuando éste sirve a la «salud y al bienestar del
en sus visiones a un varón que había sido condenado por haber amado cuerpo y del alma».
demasiado sensualmente a su esposa. Los maridos con bellas esposas y Este pensador crítico se pregunta incluso cómo el coitus interruptus
las mujeres con maridos atractivos deberían, pues, ser prudentes, opina puede ser propiamente antinatural «si la cosa no es antinatural, el órga-
Dionisio (Noonan, p. 375).
no es el indicado por la naturaleza y la copulación tampoco es antinatu-
En los siglos XV y XVI nos encontramos con tres teólogos que, al pa- ral». Sin embargo, con su respuesta conduce de inmediato, otra vez, a la
recer, nada impresionados por la visión horripilante de santa Brígida, al- órbita prescrita por la Iglesia. Opina que no se vierte el semen «dentro
canzaron ya en su tiempo el estadio del siglo xx, pero no lo superaron, del órgano que la naturaleza había determinado para su recepción» y que
pues la contracepción mediante el coitus interruptus o con medicamentos «eso es un pecado muy grave contra la naturaleza». Aduce como auto-
es pecado mortal también para ellos, si bien disculpaban la relación ridad la historia veterotestamentaria de Onán. Más aún, en su opinión, el
conyugal para evitar la propia incontinencia (n? 3) y la cópula por placer coitus interruptus y el uso de medicamentos anticonceptivos caen inclu-
(n° 4). so bajo la categoría de «asesinato».
El primero de los tres es Martin Le Maistre (f 1481), que fue nom- Por consiguiente, tampoco Le Maistre trató de que los interrogantes
brado rector magnifico de la universidad de París en 1464 y celebrado en de su mente se impusieran a las erróneas respuestas tradicionales. Le
su tiempo como profesor. Contradice la opinión teológica reinante según Maistre pone de manifiesto el dilema ante el que siguen encontrándose
la cual la cópula para evitar la propia incontinencia (n° 3) era pecado los papas y teólogos católicos de nuestros días, quinientos años después
leve y el coito por placer (n? 4) podía ser incluso pecado mortal. Le de él, en cuanto que siguen sosteniendo el carácter antinatural de la
Maistre se distancia del modelo estándar de origen agustiniano, dividido contracepción. Argumentan diciendo que siempre se ha sostenido eso y
en cuatro estadios que van del programa-ahorro al programa-plenitud del que la continuidad garantiza —a sus ojos— la verdad. Pero un error no
placer. Trata de eliminar las distinciones agustinianas de la motivación se convierte en verdad ni siquiera en el transcurso de tantos siglos.
del acto conyugal y de legitimar de forma ilimitada la relación matrimo- También el motivo que Le Maistre sospecha en casados que quieren
nial. Opinar —dice— que la cópula conyugal por placer puede ser peca- evitar tener hijos se encuentra tal cual —y es mencionado en primer
do mortal «es mucho más peligroso para la moral cristiana» que su término— en la encíclica Casti connubii del papa Pío XI, de 1930. Le
propia concepción. Para ésta se atiene él a su propia razón: «La inteli- Maistre conoce sólo un motivo para la contracepción. La practican en el
gencia clara me dice que está permitido buscar la unión conyugal por matrimonio «aquellos que llevan una vida disoluta, a fin de experimen-
placer». Se dirige a sus adversarios teólogos: «Me pregunto a cuántos pe- tar un mayor disfrute en el acto sexual». En la Casti connubii se dice:
ligros llevan ellos a las conciencias de los esposos escrupulosos, pues exis- «Algunos se toman esta libertad criminal porque, por repugnancia a la
te alguno cuya mujer queda en estado inmediatamente después de la bendición de los hijos, evitan la carga, pero, sin embargo, quieren dis-
unión sexual, y entonces ellos exponen —después de haber ocurrido frutar del placer».

220 221
La encíclica menciona después una segunda categoría de practicantes a la temprana edad de 35 años, sostuvo ideas similares a las de Le Mais-
de la contracepción, esposos criminales y libertinos —¡vaya progreso que tre y Mayor: «Parece demasiado duro decir que peca todo el que desea la
ha realizado la reflexión teológica en los cinco siglos posteriores a Le cópula conyugal para tener una experiencia placentera con su esposa»
Maistre!—: «Otros porque supuestamente no pueden observar conti- (Noonan, p. 384). «Desear no tener pasión alguna sería sinónimo de em-
nencia alguna». Así, además de los que buscan el placer, están ahora los botamiento» (Klomps, p. 57).
otros que no quieren renunciar a él. Antes de hablar, como Le Maistre,
de la desdichada y aterradora muerte de Onán, al que Dios asesinó, Tras la desaparición de estos tres teólogos, la voz de la razón enmu-
la Casti connubii aclara: «Pero no existe motivo alguno, por grave que dece durante siglos en la teología moral oficial. Y cuando eso no sucede,
sea, capaz de convertir algo intrínsecamente contrario a la naturaleza se la sofoca de inmediato. Ni en los reformadores del siglo xvi, menos
en cosa acorde con ésta y moralmente buena. Ahora bien, puesto que el aún en los jansenistas del siglo XVII, tampoco en Tomás Sánchez
acto conyugal está destinado por su misma naturaleza a despertar nueva (f 1610), uno de los «jesuítas laxos» combatidos por los jansenistas, ni
vida...», etc., etc. Sin duda, los celibatarios y los monjes admiten —de en Alfonso de Ligorio (t 1787), que dominó los siglos XVIII y XIX, pode-
una vez por todas— el acto conyugal sólo para la procreación. De ahí mos escuchar algo similar.
que no se pueda excluir la procreción en circunstancia alguna (para Le En efecto, después del concilio de Trento (1545-1563) no fue ya
Maistre, cf. Noonan, pp. 376 ss., 441 ss., 454). posible en una universidad católica una apertura como la exhibida por
Le Maistre se adelantó a su tiempo. Su visión liberal pervivirá en la los tres teólogos mencionados: Le Maistre, Mayor y Almain. El Catecis-
universidad de París a través del escocés John Mayor (f 1550). Éste fue mo romano, publicado en el año 1566 por encargo del concilio de Tren-
tenido por el teólogo más erudito de su tiempo. Su discípulo, el futuro re- to, para uso de los párrocos —publicación que gozó y sigue gozando de
formador escocés John Knox, escribe sobre él y dice que se le tuvo «por gran prestigio—, contiene una sola instrucción respecto al acto conyugal
oráculo en las cuestiones de la religión». Mayor considera libre de peca- —nótese bien eso del acto conyugal, pues, sobre el matrimonio en su
do tanto la cópula para evitar la propia incontinencia (n°. 3) como el conjunto, el Catecismo romano también dice otras cosas, por ejemplo, la
acto, conyugal por placer (n°. 4). Y censura a Huguccio (f 1210), carde- frase sacada de la carta a los Efesios: «Vosotros, maridos, amad a vues-
nal y jurista de la Escolástica primitiva, que aceptó la famosa frase del es- tras esposas» [Catecismo 2, 8, 16)—, digo que contiene una sola orden
crito de respuesta del papa Gregorio Magno (f 604): «El placer sexual de ejecución, que es la siguiente: «Se debe adoctrinar a los fieles princi-
no se da nunca sin pecado», y por eso considera pecaminosa toda rela- palmente sobre dos cosas: 1.°) No deben tener relaciones sexuales por el
ción conyugal: «Mirad, este hombre —por lo demás tan razonable— está placer o por la concupiscencia sexual, sino en los límites fijados por el
dispuesto, a causa de estas palabras, a poner una soga al cuello de toda la Señor, pues conviene tener presente la exhortación del Apóstol "Los
gente. En lugar de eso, yo preferiría —si no se me ocurre una respuesta— que tienen mujer, vivan como si no la tuvieran", y el dicho de san Jeró-
no tomar en consideración diez autoridades del rango de Gregorio antes nimo: "El hombre sabio debe amar a su esposa con la razón, no con la
que hacer tales afirmaciones. Yo diría: Cierto, él afirma esto, pero no lo pasión; domine los impulsos de la lascivia y no se deje arrastrar impe-
prueba. Y cuando algo contradice a la probabilidad, es preciso un exa- tuosamente al coito. Nada es más vergonzoso que amar a su mujer
men valiente. Dígase lo que se diga, es verdaderamente difícil demostrar como a una adúltera"; y 2.°): contenerse de vez en cuando de la cópula y
que el marido peca cuando accede a su esposa por placer» (In IV sent. hacer oración».
d. 31 q. un. concl. 7). Con otras palabras, aquel a quien molesta el punto 1.°, lo de que no
Tampoco el ya mencionado elefante casto que algunos teólogos debe copular por placer, ése puede atenerse al punto 2.°, a lo de que
ponen como ejemplo para los casados ejerce impresión alguna en Mayor: también puede guardar continencia «sobre todo, al menos tres días antes
«Cuando se indica que, por ejemplo, el elefante evita a la hembra pre- de recibir la sagrada comunión, pero con mayor frecuencia durante el sa-
ñada o que otros animales no se aparean más después de la fecundación, grado tiempo del ayuno cuaresmal, como nuestros Padres prescribieron
y se concluye de ahí que tampoco a la esposa se debería exigir la cópula con justeza y santidad». Una vez aclarados estos dos puntos —no se
durante el embarazo o en la esterilidad de la vejez, entonces hay que res- mencionan otros bajo el título «Lo que se debe enseñar sobre las obli-
ponder que la conclusión no es válida, pues los diversos seres vivos tienen gaciones conyugales»—, se promete el aumento de la gracia divina a los
también facultades e inclinaciones diversas. El que una sensación de que se atienen a este programa de dos puntos; de ellos se dice, finalmen-
placer sea intensa o débil no significa absolutamente nada» (In IV sent. te, «que alcanzan la vida eterna por la bondad de Dios» (2,8,33). La vi-
d. 31 un. fol. 204). sión en la que santa Brígida contempló al marido que amó con excesiva
Jacques Almain (t 1515), discípulo de Mayor, llamado el «Pensador sensualidad a su esposa y fue condenado por ello adquiere unos perfiles
sutilísimo» (disputator acutissimus) de la universidad de París y fallecido amenazantes a través del Catecismo romano, dado que éste no evita la

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mención del horror de las noches de bodas, es decir, del Tobías vetero- de brujas (1487) exigieron en virtud del Si aliquis la pena de muerte para
testamentario con las nuevas sentencias de san Jerónimo según las cuales la prevención del embarazo, concretamente para el embrujamiento con
los siete predecesores de Tobías en el lecho nupcial de Sara no sobrevi- resultado de impotencia y esterilidad y para el suministro de bebidas an-
vieron porque «fueron esclavos del placer» (2,8,13). ticonceptivas. Sixto V amenazó, pues, con la excomunión y con la pena
A decir verdad, hay que señalar que falta en el Catecismo romano la de muerte a aquellos que suministraban medios contraceptivos («medi-
acentuación agustiniana de la finalidad de la procreación en los motivos cinas malditas») o las tomaban a sabiendas, así como también a los que
para el acto conyugal. Durante la cópula, más importante que pensar de practicaban el aborto, pero éste a partir del instante mismo de la con-
continuo en el hijo es no pensar constantemente en el placer, con lo cepción. La bula Effraenatam fue derogada inmediatamente, después de
que, en realidad, se mantiene el verdadero programa de Agustín, pues la muerte de Sixto V, por su segundo sucesor, el papa Gregorio XIV
éste no fue amigo de hijos, sino enemigo del placer. Su adversario Julián (1591); se vuelve a decir que se castigará con la excomunión sólo el
de Eclano le califica de «perseguidor de los recién nacidos» por su con- aborto practicado a partir del octogésimo día después de la concepción.
dena de los niños no bautizados. Más importante que el nacimiento de Sixto V se había fijado el objetivo de reformar la Iglesia y, sobre
niños es para Agustín que los hombres lleven una vida virginal. También todo, el de eliminar los pecados sexuales. Amenazó con la horca a los
el Catecismo romano comienza su apartado 8.°, dedicado al «Sacra- adúlteros y mandó ejecutar a una mujer que había prostituido a su hija.
mento del matrimonio», diciendo que, en realidad, sería deseable que Ludwig Pastor señala en su Historia de los papas: «Es innegable que
todos los cristianos permanecieran solteros, «que todos optaran por al- Sixto V fue demasiado lejos». Pero eso no empaña su juicio positivo
canzar la virtud de la continencia, pues nada más dichoso puede acaecer sobre este papa: «Historiadores de las más diversas orientaciones coin-
en esta vida a los creyentes que el que su espíritu, no distraído por preo- ciden en que Sixto V es uno de los más destacados entre los muchos
cupación humana alguna y tras haber acallado todo placer de la carne, papas importantes que suscitó la época de la Reforma y Restauración ca-
descanse sólo en el celo de la bienaventuranza divina y en la contempla- tólicas ... La posteridad negó injustamente a este papa el sobrenombre de
ción de las cosas celestiales». Magno» (X, p. 6 s.).
No obstante esta sintonía con Agustín, el Catecismo romano lleva a Pastor refiere el caso de la alcahueta ahorcada: «General desaproba-
cabo, a su manera, la superación que hubiera debido producirse mucho ción mereció también la ejecución de una romana, llevada a cabo a pri-
antes, de los cuatro motivos agustinianos para la relación conyugal y meros de junio de 1586, por haber vendido la honra de su hija. La eje-
apunta en dirección al siglo XX: la procreación no tiene por qué ser cución de la sentencia adquirió en este caso mayor truculencia, ya que la
siempre el motivo de toda cópula conyugal, aunque jamás se la puede ex- hija, engalanada con las joyas de su amante, tuvo que asistir a la ejecu-
cluir. Digamos de paso que el Catecismo romano equipara la contra- ción y permanecer durante una hora bajo el madero del que pendía el ca-
cepción al homicidio: «Comete un crimen de la peor especie el que en la dáver de su madre. La alcahuetería —se dice como descargo en un in-
vida conyugal o impide mediante medicamentos {medicamento) la con- forme contemporáneo sobre este incidente— estaba tan extendida en
cepción o aborta el fruto, pues tal cosa es una conjura impía que se Roma que las muchachas se hallaban menos protegidas con sus madres
debe equiparar con el homicidio» (2,8,13). que con personas ajenas a la familia» (Ibid., p. 70). «En ese mismo mes,
Que una reglamentación severa se propaga después del concilio de Sixto V mandó quemar por sodomía (= homosexualidad) a un sacerdote
Trento lo pone de manifiesto un segundo decreto romano, más estricto y a un muchacho, a pesar de que ambos habían confesado voluntaria-
aún que el Catecismo romano, aunque su validez fue de corta duración. mente su culpa» {Ibid., p. 71). «Se impuso la pena de muerte no sólo por
Ese decreto interrumpió la regla válida hasta entonces y, de nuevo, pos- incesto y crimen contra la vida germinal, sino también por difundir ca-
teriormente hasta el siglo xix según la cual el aborto de un feto masculi- lumnias escritas u orales» {Ibid., p. 69). Ya vimos en el capítulo sobre el
no antes del día cuadragésimo después de la concepción o de un feto fe- incesto (p. 195 ss.) lo que la Iglesia entendía por tal.
menino dentro de los ochenta días posteriores a la concepción estaba «En agosto de 1586, la ejecución de una noble romana con dos
libre de castigo. Puesto que no se tenía posibilidad alguna de determinar cómplices suscitó pesar en amplios ambientes, pero Sixto V se dejó im-
el sexo del feto, esa regla significaba en la práctica una solución de plazos presionar tan poco por ello que, a principios de octubre, mandó al car-
de ochenta días. Pero interrumpió esa regla el fanático papa Sixto V, que, denal Santori elaborar una bula que amenazara con la pena de muerte a
en 1588, en la bula Effraenatam, trató de traducir a la praxis del derecho los que cometieran adulterio. En vano se intentó hacer cambiar de pare-
penal el mencionadísimo canon Si aliquis, responsable también de que el cer al papa diciéndole que los reformadores religiosos se servirían para
Catecismo romano equiparara la contracepción al homicidio. El canon SÍ sus fines de tal documento presentándolo como prueba de la corrupción
aliquis se había circunscrito hasta entonces, preferentemente, al ámbito de moral de la curia. El 3 de noviembre se publicó la bula en la que se or-
la confesión y de la penitencia. Bien es cierto que los autores del Martillo denaba que los adúlteros y adúlteras, así como los padres que prostitu-

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yeran a sus hijas, fueran castigados con la muerte, y que los casados que clarado nulo por impotencia el matrimonio de una mujer porque no
se separaran de forma arbitraria también debían ser castigados de modo existía la unión de la vagina con los órganos posvaginales de ella (Lü-
adecuado según el criterio del juez... Debido a la gran cantidad de acu- dicke, p. 83). Al parecer, se consideró que la esterilidad era aquí patente
sados no se pudo llevar a cabo en toda su rigidez la ordenanza» (Ibid., y estaba fuera de duda. Pero en general, tratándose de la mujer, la juris-
p. 71 s.). prudencia tendía a exigirles de hecho sólo la capacidad de copular, la po-
Este papa terrible dictó en 1587 una disposición que significó una tentia coeundi, siguiendo una pauta distinta que en el caso de los varo-
tragedia para muchos de los afectados, la de que el varón debía disponer nes. Ante la evidencia de que la jurisprudencia de la Iglesia formuló
de verdadero semen, es decir, procedente de los testículos, y que, de lo hasta 1977 mayores exigencias al varón para considerarlo apto para el
contrario, no podía casarse. Esta disposición no fue abolida hasta el matrimonio que a la mujer, surge la pregunta de si no perduraba aquí la
año 1977. El 28 de junio de 1587, Sixto V escribió al nuncio apostólico biología aristotélica, según la cual el varón es el único procreador, con-
en España y obispo de Navarra sobre la capacidad para el matrimonio de cepción que sufrió una fuerte sacudida en 1827 al descubrirse el óvulo fe-
aquellos que carecen de ambos testículos, pero poseen la capacidad para menino, pero que no parece superada aún en las mentes conservadoras.
copular y están en grado de eyacular un líquido parecido al semen, pero Así, pues, respecto del hombre predominaba en la jurisprudencia la
que «en modo alguno sirve para la procreación y para el matrimonio». idea de que la capacidad para copular no era suficiente, sino que debía
Ellos no pueden emitir semen verdadero (yerum semen). Sin embargo, darse la capacidad de producir «semen verdadero». Bien es cierto que el
estos varones, a los que se llama eunucos y espadones, se han mezclado Santo Oficio, respondiendo a una pregunta procedente de Aquisgrán
—según Sixto V— con mujeres «con lujuria inmunda» y «con abrazos sobre si se debe permitir contraer matrimonio a un varón al que se ha es-
deshonestos», e incluso pretenden contraer matrimonio; sí, luchan «te- terilizado contra su voluntad mediante la vasectomía total y no subsa-
nazmente» por ese derecho. El que las mujeres conozcan el «defecto» de nable, decidió el 16 de febrero de 1935 que no se debe impedir a ese
esos hombres hace que la contravención adquiera aún mayor gravedad a hombre contraer matrimonio porque se trata de una medida coactiva im-
los ojos del papa. puesta injustamente por el Estado. Pero la Rota romana se distanció ex-
Sixto ordena al nuncio que tome medidas para que tales casados se presamente de esa sentencia el 22 de enero de 1944 amparándose en una
separen y para que sus matrimonios sean declarados nulos. Sixto consi- alocución pronunciada por Pío XII el 3 de octubre de 1941. Porque el
dera insoportable que esa gente comparta la cama con mujeres y que, en varón de Aquisgrán esterilizado contra su voluntad por orden de Hitler
lugar de convivir castamente, se entregue a «actos libidinosos y carnales». no cumplía los requisitos exigidos por Sixto V en 1587. Ése tal no estaba
Con ello, Sixto prohibió el matrimonio a varones a los que falta la ca- en mejores condiciones que los libidinosos eunucos y espadones a la
pacidad de procrear (potentia generandi) y los declaró inhábiles para el hora de aportar «semen verdadero».
matrimonio. De ese modo, Sixto V extrae las consecuencias del hecho de Desde 1977 ya no necesita aportar eso el hombre de Aquisgrán. El
que, según Agustín y Tomás de Aquino, la procreación es el primero y decreto sobre impotencia emanado de la romana Congregación para la
auténtico fin del matrimonio. Sixto V siguió tolerando la esterilidad Fe, que pretende poner punto final a la larga discusión, comienza con las
cuyas causas no se conocían, pero declara como impotencia incapacita- siguientes palabras: «La sagrada Congregación para la Fe ha sostenido
dora para el matrimonio la esterilidad cuyo motivo era conocido (ca- siempre la opinión de que no se debe impedir el matrimonio a aquellos
rencia de testículos). Resultaba sencillo comprobar la carencia de éstos. que han sufrido una vasectomía o se encuentran en circunstancias simi-
Más difícil era verificar las causas de la esterilidad en la mujer. Al- lares». Afirmar que eso siempre fue así es una eminente peculiaridad de
gunas figuras femeninas bíblicas habían llegado incluso a tener un hijo en la Iglesia católica, practicada incluso aunque con ello se ponga boca
su senectud. De cualquier forma, debido a esa inseguridad, se desarrolló abajo la verdad histórica, pues es absolutamente claro que no siempre fue
una peculiar y caótica jurisprudencia eclesiástica que presentaba el si- así. Para ver que la jurisprudencia no fue siempre así basta echar un vis-
guiente cuadro: en varias decisiones romanas (del 3.2.1887, 3.7.1890, tazo al nuevo derecho canónico. El nuevo Código de Derecho Canónico
31.7.1895, 2.4.1909, 12.10.1916) se estableció que no hay que prohibir (CIC) de 1983 ya no habla —como el CIC de 1917— de que la impo-
el matrimonio a las mujeres aunque les falten por completo los órganos tencia invalida el matrimonio, sino que traza una limitación introdu-
internos de procreación, extirpados, por ejemplo, mediante una opera- ciendo el término coeundi; es decir, que ya sólo invalida el matrimonio la
ción. El hecho de que se tomara tal decisión respecto de la mujer que ha incapacidad para mantener la relación sexual, la impotentia coeundi. El
sufrido una operación total (mulier excisa) se debió a que quedaba la canon 1068 del CIC de 1917 decía: «La impotencia antecedente y per-
duda «de si la operación practicada excluía de hecho toda posibilidad de petua, tanto si es impotente el varón como si lo es la mujer..., dirime el
concebir» (cf. Klaus Lüdicke, Familienplanung und Ehewille, 1983, matrimonio por derecho natural». El canon 1084 del CIC de 1983 afir-
p. 175). En cambio, según una sentencia del 3 de febrero de 1916, fue de- ma: «La impotencia antecedente y perpetua para realizar el acto conyu-

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gal, tanto por parte del hombre como de la mujer..., hace nulo el matri- arzobispal, la Joven Unión calificaba este "test del pene" como corona-
monio por su misma naturaleza». ción de una "irrealista y reaccionaria" actitud de la Iglesia católica en el
Que algo ha cambiado en este punto se desprende también de la tema de la sexualidad».
consternación del reconocido canonista italiano Pió Fedele, que, en Supongamos que no erraba el ordinariado de Munich, sino la joven
1976, poco antes de que apareciera el decreto sobre la impotencia pareja, al indicar la incapacidad para procrear como razón para la ne-
(1977), a la vista de que en adelante ya no se debía exigir al varón un gativa del párroco a casarlos, pues el ordinariado debía saber que, a par-
«semen verdadero», escribió: «No merecía, pues, la pena fatigar así el es- tir de 1977, no era ya impedimento matrimonial la incapacidad para pro-
píritu, hacer ayunos y vigilias, si el eterno y proceloso viaje por mar entre crear sino únicamente la incapacidad para realizar el acto conyugal.
tantos escollos debía finalizar con los resultados a los que —de forma Con todo, el derecho matrimonial católico sigue siendo insoportable
inesperada, aunque mayoritaria— ha llegado la mencionada Congrega- para algunos parapléjicos, como también para la pareja en cuestión. El
ción». Fedele lamenta luego que, con tal decisión, se abandone el conci- argumento de que en tiempos pasados se llegó a exigir incluso la capa-
lio Vaticano II y la encíclica Humánete vitae, y prosigue: «¿Dónde está cidad de procrear, pero que ahora, desde 1977, sólo la capacidad de co-
realmente en estos resultados... el eco del concepto de que el matrimo- pular, difícilmente puede servir de ayuda a quien, debido a la falta de
nio y el amor conyugal están orientados a la procreación de la prole?» erección, carece precisamente de la capacidad de copular, aunque, en de-
(cit. en Lüdicke, p. 247 ss.). terminadas circunstancias, dispone de capacidad de procrear. La Iglesia
Quien se distancia tanto de la realidad de la sexualidad humana prescribe a todos la forma concreta de realizar el acto conyugal y, de ese
como las altas jerarquías celibatarias de la Iglesia católica, quien insiste modo, trata de reconducir a un estadio de infantilidad a un parapléjico y
de tal manera en la finalidad procreadora del matrimonio sólo porque a su pareja porque, según la moral sexual católica, las intimidades sólo se
desconfía del placer, ese tal se crea en su mesa de trabajo sus pseudo- permiten en el matrimonio y aquí sólo en conexión con el acto estándar
problemas que luego se le escapan inevitablemente de las manos. Aunque concedido por la Iglesia. Tal intromisión en el derecho de cada persona al
la mayoría de los señores de Roma se tranquilizan diciendo que todo se matrimonio es insoportable y pone de manifiesto una vez más que la ce-
decidió siempre como en 1977, sin embargo hay algunos que —ante un libataria jerarquía de la Iglesia demostraría mayor sensatez si no se in-
levísimo avance hacia la razón— parecen de pronto no entender ya el miscuyera en tales cuestiones.
mundo. La decisión canónica tomada por Sixto V en 1587, y corregida sólo
Cuan lejos de la realidad de los afectados concretos se halla el decreto en 1977, por la que aquel papa prohibió el matrimonio a los castrados
sobre impotencia del 1977 —que abolía por fin, después de casi cuatro- acarreó durante siglos muchas tragedias personales a los afectados.
cientos años, una infausta decisión del papa Sixto V contra los eunucos, Desde el siglo xo, los castrados habían tenido gran difusión en la Iglesia
a pesar de los lamentos de Pió Fedele— se puso de manifiesto el viernes 3 griega como cantores de iglesia. En la Iglesia occidental, los cantores cas-
de diciembre de 1982 en casi todos los periódicos alemanes. El West- trados aparecieron por primera vez, probablemente, en el siglo xvi, en
deutsche Allgemeine Zeitung describía el caso en los siguientes términos: España. Ellos dieron pie a que Sixto V publicara el funesto decreto de
«Dos jóvenes minusválidos no han podido casarse en una Iglesia católi- 1587. Otros países imitaron a España. El eunuco español Francisco
ca de Munich. Según la versión de la pareja —él, un joven de veinticinco Soto fue admitido en el coro de la Capilla Sixtina en 1562. El primer cas-
años con atrofia muscular, y ella, casi ciega—, el párroco no quiso ca- trado italiano que cantó en el coro de la Capilla Sixtina desde 1579 fue
sarlos sin tener previamente la prueba de que eran capaces de procrear. Girolamo Rossini (f 1644). Está atestiguado que hubo ya en 1563 cas-
Ambos —la novia, de su misma edad, es protestante— contrajeron ma- trados en la capilla de la corte de los Gonzaga en Mantua. Sixto V fa-
trimonio en una Iglesia evangélica. Según el derecho matrimonial católi- voreció el incremento de la castración —que incapacitaba a sus ojos
co, la incapacidad sexual está considerada como impedimento de derecho para el matrimonio— al ser el primero que prohibió en 1588 a las mu-
natural para contraer matrimonio, impedimento del que la Iglesia no jeres, que tenían prohibido ya desde el siglo IV cantar en la iglesia, actuar
puede dispensar, declaró el ordinariado arzobispal de Munich el jueves». ahora también fuera de la iglesia, en los escenarios de los teatros y óperas
El 9 de diciembre de 1982, el Westdeutsche Allgemeine Zeitung, bajo el de Roma y de los Estados pontificios. La pontificia expulsión de cantoras
título «La Joven Unión de Munich contra el "test del pene"», decía lo si- y actrices fue imitada pronto con otros Estados italianos y de fuera de la
guiente: «La Joven Unión de Munich considera como un... "atentado península transalpina. El papa Inocencio XI (f 1689) repitió la prohibi-
contra el precepto de humanidad y contra la dignidad humana" la ne- ción pontificia de mujeres, prohibición que estuvo en vigor durante los si-
gativa de un sacerdote católico a casar por la Iglesia a una pareja de mi- glos xvu y xvin. Todavía Goethe pudo escuchar en Roma el canto de cas-
nusválidos. Como se dijo, el eclesiástico esgrimió como motivo "la in- trados, y consideró buena esta costumbre. La Revolución francesa
capacidad procreadora" del varón. En una carta abierta al ordinariado terminó con esta prohibición sixtina impuesta a las mujeres. En 1798 vol-

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vieron a actuar por primera vez figuras femeninas en los escenarios de convirtiéndolo en cierto modo en una especie de administrador del sa-
Roma. cramento. Quien no estaba en condiciones o en situación de dar pruebas
El jesuíta Peter Browe lanza en 1936 una acusación contra los papas: del semen regulado por el papa, se veía excluido del matrimonio. A
«Los papas fueron, en efecto, los primeros que introdujeron o toleraron decir verdad, desde 1977 sólo se prohibe el matrimonio —independien-
en sus capillas, a finales del siglo XVI, la presencia de castrados cuando temente de qué semen se trate, si del auténtico o sólo del húmedo— a
éstos eran desconocidos aún en los teatros y en otras iglesias italianas». aquel que no puede tomar el camino regular decretado por la Iglesia.
Tras haber prohibido a las cantantes y a otras actrices pisar los escena- El escandaloso Breve de Sixto V —vigente hasta 1977— sobre la
rios de los Estados pontificios, «los papas debieron de haber perdido por «lascivia» (tentigo) de los eunucos, que se daban con mayor «frecuencia»
completo el sentido de la realidad para no darse cuenta de que los cas- en las regiones de España y que debían ser separados de sus esposas a
trados ocuparían los roles de ellas. Por consiguiente, es imposible defen- causa de sus «deshonestos abrazos», puesto que se trata de un «escán-
der a los papas» (Zur Gescbichte der Entmannung, 1936, p. 102). dalo» que conduce a la «condenación de las almas», pone de manifiesto
En 1748, el papa Benedicto XIV respondió con una negativa rotunda que los tonos menos adversos al placer aunque no amistosos que se pu-
a la pregunta de si los obispos debían dictar en sus sínodos un decreto dieron escuchar hacia el año 1500 en la universidad de París debieron
contra los coros de castrados. El papa subrayó que, de lo contrario, ceder su puesto a otra tonalidad después del concilio de Trento.
existía el peligro de que quedaran vacías las iglesias en las que no hubiera El Santo Oficio determinó en Roma el 4 de febrero de 1611 que en
castrados. «Naturalmente, esta opinión del papa... dominada por el cosas sexuales no hay «parvedad de materia». Claudio Acquaviva, ge-
temor a las iglesias vacías, fomentó el canto de eunucos y retrasó su re- neral de los jesuítas, instruyó a todos los miembros de su orden para que
presión, y contribuyó a que en ningún sínodo provincial y diocesano de no enseñaran ni aconsejaran que, en los pecados de castidad, puede tra-
los siglos XVIII y Xix se dictara una disposición contra la actuación de tarse de pequeneces. Eso significa que todo placer sexual querido direc-
cantores castrados. Esa opinión llegó incluso a fomentar la castración y tamente fuera del matrimonio es siempre pecado grave. Acquaviva ame-
paralizó su abolición» (Browe, p. 115 ss.). nazó con la excomunión y con la privación de toda actividad docente a
El jesuíta siciliano Tamburini (t 1675) fue partidario acérrimo de los quien actuara en contra de su mandato. A diferencia de lo que sucede en
castrados, porque así «se puede oír con mayor dulzura la alabanza de los casos de hurto, donde los céntimos casi no tienen importancia, el pla-
Dios en las iglesias». En efecto, Alfonso de Ligorio (f 1787) escribe que cer sexual sentido por una pareja de no casados cuando se cogen de la
la opinión de que tal mutilación para conservar la voz está prohibida es mano es ya un pecado mortal en la medida en que es buscado, el placer
«más probable» que la contrapuesta opinión de Tamburini y de otros —se entiende—, no el infierno. Y así es hasta hoy.
muchos teólogos que él enumera. Pero indica después que los teólogos
pueden invocar la tolerancia de la Iglesia repecto de esta costumbre
(Theologia moralis IV n. 374). En 1924 falleció el último castrado de la
Basílica de San Pedro.
Estos castrados llevaban con frecuencia una celebrada vida de estre-
llas y de ídolos, y estaban muy bien pagados. Las mujeres los adoraban.
La Iglesia les prohibía el matrimonio. Bartolomeo de Sorlisi, que se
había casado en secreto con Dorotea Lichtwer, luchó durante toda su
vida para poder permanecer junto a ella, y murió con el corazón destro-
zado al no conseguirlo. El castrado Finazzi tuvo más suerte. Se enamoró
de una protestante de Hamburgo, Gertrude Steinmetz, que fue para él
una buena esposa al no sentirse atada por las leyes de la Iglesia católica
sobre el matrimonio.
Sixto V, al que la historia, según Pastor, privó injustamente del títu-
lo de «Magno», tuvo en vilo hasta 1977 a muchos hombres al disponer
que el semen de ellos debía ser «verdadero semen» y no, por ejemplo, un
«líquido parecido al semen». Él había prohibido que contrajeran matri-
monio los que emitían ese líquido, pero no verdadero semen; y exigió que
si los tales estaban casados debían ser separados de sus mujeres. Sixto V
elevó el semen masculino a la categoría de alfa y omega del matrimonio,

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CAPITULO 21

LUTERO Y SU REPERCUSIÓN
EN LA MORAL SEXUAL CATÓLICA

Como ya vimos, después del concilio de Trento se llegaron a escuchar


tonos más bruscos. Sin embargo, debido a la confrontación con Lutero,
se llega, sobre todo entre los jesuítas, a un cierto antiagustinismo y,
como consecuencia, a una levísima liberalización de la moral sexual.
Estas dos orientaciones, que se forman en la segunda mitad del siglo XVI,
terminarían por conducir a una despiadada confrontación entre el jan-
senismo, de marcado talante agustiniano, y lo que éste llamó la «laxa
moral de los jesuítas». Logró un cierto equilibrio Alfonso de Ligorio
(t 1787), cuya teología moral ha conservado su validez hasta nuestros
días: ésta es más severa que la de los «laxos jesuítas» de los siglos XVI y
xvii, pero menos estricta que la de los ñoños jansenistas.
En lo que respecta a Lutero, los teólogos católicos suelen señalar con
fruición que él, ex-monje agustino, en modo alguno dejó atrás la moral
sexual agustiniana, sino que, por el contrario, acentuó sobremanera el
quebranto hereditario del hombre, incluido el apetito sexual, y dicen que,
en este sentido, Lutero no sólo no significó avance alguno, sino más
bien un retroceso en este campo. Así, por ejemplo, escribió en 1911 el je-
suíta Grisar en su obra clásica sobre Lutero: «Es bastante trágico que
fuera precisamente Lutero... el que... en su supuestamente tan elevada
concepción de la relación conyugal... sin embargo calificara como peca-
do grave el coito marital a causa de la concupiscencia. En su escrito de
Wartburg De votis nionasticis declara: "Según Sal 50,7, el acto conyugal
es un pecado que en nada se diferencia del adulterio y de la prostitución
en la medida en que se tiene en cuenta la pasión sensual y el repugnante
placer. Pero Dios no la carga en el debe de los esposos, guiado exclusi-
vamente por su compasión, pues es imposible para nosotros evitarla a
pesar de que estamos obligados a prescindir de ella"» (II, p. 499).
Es correcto: Lutero repitió todas las estupideces hostiles al placer se-

233
xual utilizando casi siempre incluso los enunciados de la Escolástica opina que la concepción agustiniana de que el pecado original se trans-
primitiva, particularmente adversa al placer, pero, sin embargo, logró mite a través del placer sexual no puede ser tomada al pie de la letra;
tirar por la borda todas esas insensateces. Grisar llega incluso a apuntarlo añade que Agustín nunca llegó a estar cierto de cómo se transmite con-
cuando prosigue un tanto enojado: «Se conoce ya su extraña e intrínse- cretamente el pecado original. Tampoco Bellarmino da solución alguna al
camente imposible teoría de la imputación, según la cual Dios es capaz problema y se limita a exonerar el placer sexual [Controversia sobre la
de no ver un pecado que, sin embargo, existe realmente». A pesar de su pérdida de la gracia 4, 12). La controversia con Lutero provocó en Be-
procedencia agustiniana y de su acentuación del pecado original, Lutero llarmino y, sobre todo, en muchos jesuítas del siglo XVII influidos por
introdujo un avance considerable en la moral sexual. Su doctrina de la éste, un prudente optimismo en la visión de la naturaleza humana y, con-
justificación «sólo por la fe» causó en la moral sexual una nivelación de siguientemente, de las inclinaciones sexuales del hombre. Se apoyaron en
la clasificación —trabajosamente elaborada por los teólogos católicos— Tomás de Aquino (t 1274), que, siguiendo a Aristóteles, había conside-
en pecados mortales y veniales y provocó con ello una liberalización. La rado el placer como algo natural. Su Summa Tbeologiae se convierte a
distinción entre pecado grave y leve desaparece del lenguaje protestante, partir del siglo XVI en el libro de texto predominante y ha mantenido tal
el concepto del individuo que peca gravemente se desvanece y ocupa su condición hasta nuestros días. De ese modo, Tomás suplantó a las Sen-
lugar el de pecador general que somos todos nosotros como pecadores y tencias de Pedro Lombardo (t 1164) en el quehacer teológico.
justos a la vez. Uno de los jesuítas moderadamente progresistas que avanzó algo
Sea cual fuere la opinión que nos merezca la doctrina protestante de más que Agustín fue el español Tomás Sánchez, de Córdoba (t 1610),
la justificación, ella fue una bendición para la moral sexual, pues allí que se convirtió en la autoridad descollante en cuestiones matrimoniales.
donde —del lado católico— se produce conciencia de pecado sin que los Tomás Sánchez va un paso más lejos que Agustín cuando, por ejemplo,
pecados hayan llegado a cometerse es absolutamente oportuna la no considera exenta de pecado la cópula matrimonial n.° 3 (para evitar la
imputación protestante. Desaparece la maraña de motivos, de valores propia incontinencia), aunque eso sólo cuando todos los restantes medios
compensadores y de bienes disculpantes que hacen que el placer de la legítimos, tales como el ayuno, la vigilia, las obras de piedad, no pro-
carne sea ora aceptable, ora tolerable, admisible, excusable, perdonable, meten ayuda alguna (De sancto matrimonii sacramento, lib. 9, dist. 9).
permitido, imperdonable. El castillo de puras lucubraciones mentales Antes que él, habían dado ese paso de avance sobre Agustín y Tomás de
sobre el placer sexual que va supuestamente contra la dignidad del hom- Aquino tres dominicos: el cardenal Cayetano (t 1534), Silvestro Prierias
bre se derrumbó gracias al «sólo por la fe» de Lutero; al menos en un (t 1523) —conocidos ambos como adversarios de Lutero— y Domingo
primer momento. La mojigatería del puritanismo es más un producto es- de Soto (f 1560), teólogo de la corte del emperador Carlos V.
purio del protestantismo reformado. Suena a razonable y moderna, por ejemplo, la opinión de Tomás Sán-
La aportación revolucionaria de Lutero en este campo fue el hecho chez de que, en realidad, no existe razón alguna para encasillar la moti-
—ejemplificado de forma plástica en su abandono de la condición de vación de los esposos para el acto conyugal en una de las categorías de
monje para casarse con una monja— de abolir la antinatural preemi- los fines. Dice que no hay pecado «cuando los esposos quieren realizar la
nencia del estado célibe frente al de casado. En su sermón Sobre la valo- unión carnal por la simple razón de que son esposos» (lib. 9, dist. 8).
ración agradecida del estado matrimonial, dice él en 1531: «Bajo el pa- Que tales verdades simples resultan agradables lo pone de manifiesto el
pado, se ha tenido poca estima del matrimonio y se han acumulado nivel de involución alcanzado por celibatarios con la cuádruple retícula
todas las loas sobre el estado célibe, al que se ha obligado casi a todos». que aplicaron al acto conyugal. Pero Tomás Sánchez delimita inmedia-
El agustinismo de Lutero, es decir, su acentuación de la caída en el tamente después esta evidencia progresista. Considera que la cópula
pecado original y de la necesidad de redención del hombre —contrape- conyugal n.° 4 ( por placer) no está exenta de pecado, y se distancia de
sada inmediatamente en Lutero mediante una acentuación aún mayor del Mayor y de Almain, fuera de los cuales él no cita casi a ningún otro en
perdón y de la gracia— provocó, como reacción, en la parte católica un favor de tal opinión extrema. Por consiguiente, él se une al coro ma-
cierto antiagustinismo que generó algunos matices esclarecedores en la yoritario de los que consideran que la cópula por placer es pecado leve
moral sexual católica. El retroceso que el pesimismo agustiniano experi- (lib. 9, dist. 11, n. 2).
mentó en la parte católica a finales del siglo xvi estuvo en relación con Escuchemos otro de sus enunciados progresistas: él formula la pre-
las controversias con los reformadores sobre el pecado original. La gran gunta de si los esposos «pueden abrazarse, besarse y entregarse a otros
importancia de Agustín para el protestantismo no llegó a convertir en tocamientos, como los habituales entre cónyuges, para demostrarse el
sospechoso para los católicos a ese padre del pesimismo sexual, pero sí amor recíproco» incluso en el caso de que se prevea ahí el peligro de eya-
provocó una cierta crítica de sus ideas. El cardenal romano Bellarmino culación. Y escribe: «¡En cuántos maestros he leído la afirmación de que
(t 1621), el teólogo más influyente de la orden jesuíta de su tiempo, eso es pecado mortal para aquellos para los que existe el peligro de la po-

234 235
lución (ensuciamiento)!». Los cita por orden y trata de refutarlos. En sea, que en ese lapso de tiempo se convierte al semen del violador en una
efecto, piensa él que practicar una acción que puede llevar a una eyacu- especie de persona; ya no se puede hacer nada contra él. Goza de la pro-
lación de semen no intencionada no siempre es mala, y que un «motivo tección debida a un ciudadano pacífico.
urgente» puede justificar el riesgo. Para un cónyuge es un «motivo ur- Una serie de teólogos del siglo XVII posteriores a Tomás Sánchez
gente» el anhelo de «demostrar y corroborar el amor recíproco... Sería aceptan que también la cópula n°. 4 (por placer) está exenta de pecado.
muy duro y el amor conyugal podría resentirse fuertemente si los esposos Entre esos teólogos se encuentran el agustino español Ponce de León
se abstuvieran de tales tocamientos». Él defiende, pues, los tocamientos (f 1629), los jesuítas hispanos Gaspar Hurtado (f 1647) y Martín
sexuales de esposos fuera de la conexión con la cópula conyugal aunque Pérez (t 1660), así como el sacerdote secular español Juan Sánchez
«existe el peligro» de malgastar el semen y de que no se emplee para lo (t 1624), sutil y conocido como «laxista», que cita páginas de Mayor y
que, según la moral católica, es su única finalidad: el acto conyugal nor- Almain en su obra sobre los sacramentos, y observa entusiamado: «Éstas
mado que no pone obstáculo alguno a la procreación (lib. 9, 45, 33-37) son palabras bellas, éstas son palabras de oro» (Klomps, Ehemoral und
(cf. Noonan, p. 400 ss.). Jansenismus, p. 71). Según él, los cuatro motivos para copular que los ce-
El progreso del jesuita Sánchez se hace patente en la involución de libatarios pretenden asignar a los casados estarían exentos de pecado.
nuestro siglo. Así, por ejemplo, escribe Bernhard Háring en 1967 que si Con ello se llega más o menos al estadio en que nos encontramos hoy: en
no debe darse una fecundación porque pondría en peligro la vida de la el acto matrimonial ya no hay que tener en cuenta tanto los motivos,
madre, entonces «las manifestaciones de amor deben circunscribirse, en sobre todo el de la procreación; lo realmente importante es no emprender
mi opinión, al marco de la simple ternura que se puede demostrar de nada en contra del curso fijado por la naturaleza para el acto conyugal.
suyo sin peligro de la complacencia. No se debe perseguir de forma ac- En palabras claras: no se debe practicar la contracepción. Por consi-
tiva... lo que va más allá» (Das Gesetz Christi III, p. 357). Háring sigue guiente, no es preciso pensar constantemente en el hijo; basta con no ex-
en este punto a Alfonso de Ligorio, fundador de su orden. Desde Alfon- cluirlo.
so de Ligorio hasta nuestros días se ha permitido a los solteros, novios y Heinrich Klomps escribe que con esto «una argumentación comple-
casados —por el «peligro de la complacencia», es decir, de la eyaculación tamente nueva comienza en la historia de la moral matrimonial. En
del semen, es decir, del placer— menos aún de lo poquísimo que les per- lugar de la moral de la intención, se impone la moral del acto, el con-
mitía Sánchez en el siglo xvi. La opinión de san Alfonso, válida hasta hoy cepto de natura actus (naturaleza del acto conyugal) adquiere una im-
y sostenida por Háring, se encuentra, por ejemplo, en su Tbeologia mo- portancia central» (p. 72 s.). Con ello, como Klomps dice, «el tira y aflo-
ralis III, n. 416; VI, n. 854; VI, n. 934. También Tomás Sánchez se ja de la viscosa discusión sobre la doctrina de la motivación se sitúa sobre
apresura a decir que, naturalmente, los esposos no deben pretender en una base completamente nueva» (p. 72). Por consiguiente, no es necesa-
sus tocamientos, etc., la eyaculación del semen, pero en Alfonso/Háring rio que los esposos recuerden antes de cada acto que, según Agustín, sólo
(desde el siglo xvm hasta el siglo xx) les está prohibido ya todo sólo con pueden copular por los motivos 1 ó 2 porque el pecado comienza a
que exista el peligro de la complacencia. partir del motivo n°. 3, sino que actúan correctamente si no practican la
También Tomás Sánchez considera que el coitus interruptus es un pe- contracepción, si no tocan la estructura estándar del acto conyugal su-
cado mortal que va contra la naturaleza (9, 20, 1). Por el contrario, se puestamente definida como intangible por la naturaleza, pero en realidad
muestra más abierto en la cuestión de si una mujer violada puede elimi- afirmada como tal por los celibatarios, si no hacen «nada contra la na-
nar el semen. Tomás Sánchez responde afirmativamente a la pregunta y turaleza», como los papas de nuestro siglo no se cansan de repetir ma-
opina que eso es un acto de defensa frente a un agresor injusto (2, 22, chaconamente a los casados. Sin embargo, si observamos atentamente ve-
17). El requisito es que no se haya producido aún la fecundación. Unos remos que la situación de los casados no ha experimentado un cambio
150 años más tarde, Alfonso de Ligorio, papa de la moral incluso en decisivo. Bien es cierto que han quedado libres del viejo programa agus-
nuestro siglo, se opone a la opinión de Tomás Sánchez. Alfonso procla- tiniano de cuatro puntos, pero, como contrapartida, han sido metidos a
ma que jamás se puede eliminar el semen sin «causar daño a la natura- la fuerza en un nuevo programa compuesto por un solo punto; han sido
leza o a la humanidad», cuya procreación (nótese que estamos hablando deportados de una norma a otra. En un sistema tan abstruso como el de
de un caso de violación) quedaría dañada. Además, el semen se encon- la moral sexual agustiniana, todo avance es un nuevo callejón sin salida.
traría ahora en posesión «pacífica», es decir, que se comporta de modo Aquí, lo único que puede ayudar a los casados es el distanciarse de la dic-
pacífico. Alfonso opina que la mujer violada puede defenderse contra el tadura de los monjes y de los célibes; sólo pueden servirles de ayuda su
violador en el estadio de la violación, aunque en esa defensa el semen se propia razón y su propia conciencia.
derrame fuera del «recipiente» determinado para él, pero después de la El magisterio supremo de la Iglesia intervino el 2 de marzo de 1679
violación ya no debe intentar nada contra el semen (Ibid., VI, n. 954). O en la disputa sobre el placer sexual en el acto conyugal. El papa Inocen-

236 237
ció XI condenó la aseveración de Juan Sánchez (y de otros) de que un
acto conyugal sólo por placer está completamente libre de culpa. Con
ello, la del papa se convierte sólo en una de toda una serie de voces de
protesta, no en la más decisiva. Mucho más contundente fue la protesta
que el jansenismo protagonizó contra toda la corriente de los jesuítas Capítulo 22
laxos, incluido Tomás Sánchez. Los jansenistas querían reponer sobre el
pedestal a Agustín en toda su integridad. Les molestaba la partícula LOS JANSENISTAS
«sólo» de la condena pontificia. Les resultaba desagradable el placer, Y LA LAXA MORAL DE LOS JESUÍTAS
tanto solo como acompañado. Preveían que los jesuítas se las arreglarían
para desvirtuar por completo la prohibición pontificia manipulando el
adverbio «sólo»; intuían que los de Ignacio de Loyola dirían más o
menos lo siguiente: la prohibición pontificia no afecta a la cópula por
placer; únicamente a la cópula sólo por placer, tal como, en efecto, el je-
suíta español Hurtado de la Fuente (f 1686) dijo enseguida.
Casi nadie se sintió satisfecho con esta condena. A los severos ad-
versarios del placer en cuanto tal molestaba el adverbio «sólo», y a las
diversas gamas de laxos irritaba el hecho de que hubiera tenido lugar
una condena respecto de la cópula conyugal por placer. En cualquier
caso, el término «sólo» ofrecía a los celibatarios un nuevo tema teoló- El jansenismo deriva su nombre del obispo belga Jansenio (f 1638; para
gico para una apasionante discusión que durará unos doscientos años. lo que sigue, cf. Heinrich Klomps, Ehemoral undjansenismus, p. 97 ss.).
¿Qué diferencia existe entre la cópula «por placer» y la cópula «sólo por En su obra Augustinus, Jansenio quiso hacer valer de nuevo la severa
placer»? Porque el papa únicamente había criticado la cópula «sólo moral matrimonial agustiniana frente a todas las modernas tendencias la-
por placer». xistas y arremetió contra «los más eximios abogados del placer». Janse-
nio achacaba el bajo nivel moral de su tiempo, al que calificó de saecu-
lum corruptissimum (época corruptísima), a la teología moderna, que se
había apartado de Agustín y de los padres de la Iglesia. A Tomás de
Aquino le sitúa entre los teólogos absolutamente fieles a Agustín. El
motivo para el acto conyugal tiene que concentrarse por completo en la
procreación y en modo alguno puede apuntar al placer. «Animal (bes-
tialis) es la unión carnal si es buscada no con miras al hijo, sino bajo la
presión del apetito sensual». Por eso hay que rechazar todo acto conyu-
gal con la esposa embarazada, estéril o que ha sobrepasado ya el clima-
terio. Copular para evitar la propia incontinencia y, más aún, por placer
es «pelagiano» para Jansenio, es laxismo. Como sucede en Agustín, se
admite, junto a la cópula para procrear, sólo el coito como prestación del
débito. El ideal es la cópula exenta de placer. Incluso la ofuscación de la
voluntad de procrear causada por la espectativa de placer es culpable.
Cuenta Jansenio que se ocupó durante toda su vida en Agustín; que
leyó algunas obras de éste veinte veces, otras hasta treinta, confiesa
estar horrorizado al ver que la doctrina de Agustín, para cuya com-
prensión él no ahorró fatigas, es desfigurada por modernos maestros.
Éste es el resultado de sus esfuerzos: «Verdaderamente, esto es el
ideal del comportamiento matrimonial cristiano que se opone al deseo se-
xual de copular con la esposa menstruante, embarazada, totalmente es-
téril o incapaz de concebir por culpa de la edad. Y prosigo: No está per-
mitido hacer ni lo más mínimo en beneficio del placer carnal. En efecto,

238 239
si la prole, por cuya causa copulan los esposos, pudiera obtenerse de otra de la comunión. Motivo de este libro fue la disputa entre la marquesa de
manera sin la vivencia del placer, entonces los esposos estarían obligados Sable y la princesa de Guéméné sobre si los casados debían comulgar con
a abstenerse de la unión conyugal». Se considera que la cópula durante el frecuencia o en contadas ocasiones. Efecto de este libro fue que se co-
embarazo es inmoral y no libre de pecado no por un posible daño al feto mulgara poquísimo hasta que Pío X publicó en 1905 el decreto sobre la
(lo que ciertamente se convierte en circunstancia agravante), sino porque comunión.
es imposible la procreación. Todos los jansenistas concuerdan en este Una influencia aún mayor en la difusión del jansenismo ejercieron las
punto, e invocan a Agustín, Ambrosio, Jerónimo, Clemente de Alejan- Cartas a un amigo de provincias, las famosas Lettres provinciales de Blai-
dría, etc. (Klomps, pp. 184, 186 ss.). se Pascal (f 1662). El jansenismo es un entramado complejo, pero todos
Jansenio recurre constantemente a la primera carta de Pablo a los sus partidarios comparten la aversión a los jesuitas. Pascal ha sido el que
Corintios (7,6), donde el Apóstol (según la errónea interpretación agus- más duramente ha fustigado a los jesuitas, haciendo que aparecieran
tiniana) dice que el acto conyugal que no sirve a la procreación está ne- hasta hoy con unos perfiles un tanto ambiguos. Con su libro Augustinus,
cesitado del perdón y, por tanto, es pecaminoso. Según Jansenio, el Jansenio no sólo había conseguido revitalizar la moral matrimonial
placer sexual nos ha sido impuesto como castigo mediante el pecado de agustiniana, sino sobre todo la doctrina agustiniana de la gracia. Las
Adán y Eva. Es posible superarlo moralmente sólo aceptándolo como Cartas a un amigo de provincias, de Pascal, versan en torno a esta doc-
castigo. «La delectatio carnalis (el placer carnal) debe aparecer así como trina agustiniano-jansenista de la gracia y acusan a los jesuitas de tener
menoscabo para la dignidad del hombre. Si hubiera existido en tiempos una concepción falsa de la gracia y de la moral. Pascal apenas llega a ha-
de los jansenistas la posibilidad de la fecundación artificial, nuestros au- blar de la moral sexual y matrimonial. Informa a su ficticio amigo de
tores, para ser consecuentes con sus planteamientos, deberían haberla provincias sobre una conversación con un padre jesuíta que le expone,
establecido como norma», escribe Klomps sobre los teólogos jansenistas entre otras cosas, la opinión de los teólogos jesuitas sobre cuestiones re-
(p. 203). lacionadas con los casados y los novios. Pascal escribe: «El me comunicó
En un tiempo en que otros teólogos trataban de huir de la imperiosa luego las cosas más extrañas que uno pueda imaginar. Yo podría llenar
necesidad de motivar cada uno de los actos conyugales, los jansenistas re- varias cartas con esa exposición, pero no quiero ni reproducir las citas
tornan a la más estricta obligación de motivar cada acto. Ningún mora- porque usted muestra mis cartas a todo el mundo; no deseo que las lea
lista podía discutir que la interpretación que Jansenio hacía de la moral alguien que sólo busca en ellas su propia diversión» (Carta 9). Tomás
matrimonial agustiniana se ajustaba por completo a la verdadera doc- Sánchez, el especialista de los jesuitas en cuestiones de moral sexual y
trina de Agustín. Sin duda que cinco enunciados extraídos del libro Au- conyugal, al que Pascal cita por su nombre en sus Cartas 5, 7, 8 y 9 en
gustinus de Jansenio fueron condenados como heréticos por el papa relación con otras cuestiones morales, habría sido uno de aquellos a los
Inocencio X en el año 1653, pero ellos se referían a cuestiones dogmáti- que Pascal se niega a citar. La desviación de Tomás Sánchez respecto de
cas sobre la gracia y la predestinación, no a la moral matrimonial. La la severa moral sexual agustiniana es mínima, pero excesiva para Pascal.
moral matrimonial del libro Augustinus de Jansenio concuerda tan ple- Pascal escribió estas cartas para acudir en ayuda de su amigo Antoi-
namente con la de Agustín que no fue condenada por la Iglesia ni en- ne Arnauld, que iba a ser separado de la Sorbona. Pascal alaba en las
tonces ni en tiempos posteriores. La Iglesia católica no ha caído en la Cartas 15 y 16 el libro del gran Arnauld sobre la comunión frecuente con
cuenta —y, menos aún, confesado— que su más eximio maestro la llevó las severas exigencias para recibir la comunión. Pascal opina que los je-
a un carril equivocado, en una cuestión que afecta de modo concreto y suitas, por el contrario, «profanaban el sacramento» (Carta 16) con sus
cotidiano a la mayoría de las personas, con lo que innumerables con- laxas exigencias.
ciencias fueron importunadas injustamente y lo son todavía. No fue, Cuando Pascal murió a la edad de treinta y nueve años, se encontró
pues, condenada la moral matrimonial jansenista. Al contrario, y por ins- en su cuerpo una camisa áspera con pequeños garfios de hierro con los
tigación de los jansenistas, el papa Inocencio XI condenó en 1679 la afir- que se solía restregar por las faltas más insignificantes. La genialidad y el
mación de que la cópula conyugal sólo por placer no es pecado. Se humor de las cartas de Pascal, con las que consiguió ridiculizar a sus ad-
llamó al orden no a los excesivamente rígidos, sino a los que eran de- versarios, los jesuitas, no dejan ver que, en cuestiones de moral matri-
masiado «laxos» a los ojos de estos rígidos. monial, los «laxos jesuitas» tenían más razón que él. Por otra parte, Pas-
Ha ejercido gran influencia hasta nuestro siglo el libro Sobre la co- cal tuvo razón en arremeter contra la línea que la teología moral católica
munión frecuente, del famoso jansenista Antoine Arnauld (llamado «Le había seguido desde el siglo XVI y en vapulear sin contemplaciones las in-
grand Arnauld», el gran Arnauld), publicado en el año 1643 y que for- terminables disecciones y casuísticas insensatas que superan con mucho
mulaba exigencias severas para recibir la comunión. Se adoctrinaba a los a Agustín y a Tomás de Aquino y llevan con frecuencia a absurdos ridí-
casados diciéndoles que debían abstenerse del acto sexual antes y después culos. Pascal las desmontó punto por punto en sus Lettres provinciales,

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con un gran alarde de inteligencia, pero prefirió guardar un aristocrático tal como las sacó, por ejemplo, el belga Guillermo Estius (f 1613), titu-
silencio acerca de la moral sexual. Pascal tuvo, sin duda, el olfato nece- lar de una cátedra en Douai, uno de los pioneros del jansenismo: a
sario para comprender que resultaba inoportuna en este terreno toda ob- causa de la «suciedad» del apetito carnal, Jesús quiso nacer de una virgen
sesión de los teólogos por el detalle, independientemente de que uno con- y no del acto conyugal (Klomps, p. 78). Y Sylvius (f 1649), su sucesor en
siderara demasiado laxos a esos teólogos (como sucedía a Pascal mismo) la cátedra de Douai, muestra cómo los esposos normales pueden imitar la
o excesivamente rígidos (desde nuestra perspectiva actual). La ulterior pureza mariana. Sylvius opina que los esposos deberían eliminar toda
historia de la teología moral católica de los siglos XVIII y XIX, así como la aprobación interior de la excitación proveniente del acto procreador, al
de nuestro siglo, con su diligente atención, sobre todo, a las cuestiones se- igual que el cojo quiere caminar hacia adelante, pero no por ello acepta
xuales, se encargaría de darle la razón hasta la saciedad. el hecho de cojear (Klomps, p. 80). Aunque gracias, no en último térmi-
Pascal consiguió que muchos dejaran de prestar credibilidad a los je- no, a la «moral laxa de los jesuítas» no se usa ya hoy el término «sucie-
suítas en cuestiones de teología moral. Logró con ello, aunque él había dad» en relación con el acto conyugal, sin embargo sigue siendo la su-
orillado discretamente ese tema, que otros jansenistas, con sus rigurosas ciedad aquello de lo que, todavía hoy, los principales celibatarios quieren
exigencias a los casados, impresionaran más a muchos creyentes que preservar a María cuando se resisten a situarla en la proximidad de los
los jesuítas con sus «laxos» requisitos. El jansenismo tuvo tan gran in- matrimonios y esposas normales en lo tocante a la concepción y al
fluencia gracias, en buena medida, a Pascal, y resultó determinante, parto.
sobre todo, en Francia, Bélgica y en el mundo católico de lengua inglesa
hasta bien entrado el siglo xix.
Laurentius Neesen (f 1679), rector jansenista del seminario belga de
Malinas, llega incluso a hacer la siguiente comparación: como el Estado
no aprueba en realidad los burdeles, sino que los tolera a regañadientes
para evitar un mal mayor, así tampoco los casados deberían consentir in-
teriormente al placer sexual, sino simplemente tolerar que acaezca por un
motivo recto, que se encuentra en la procreación de la prole y en la
prestación del débito, pues de ningún otro modo se puede conseguir
con esta naturaleza corrupta el fin bueno de la procreación de la prole
(Klomps, p. 182 ss.).
El jansenista Ludwig Habert (f 1718), que fue uno de los teólogos
franceses más influyentes del siglo XVII y asesor de varios obispos fran-
ceses, opina que la humanidad había sido aniquilada ya una vez me-
diante el diluvio a causa de los pecados cometidos en el matrimonio.
Aquel diluvio vino a causa «de la contaminación, emporcamiento y pro-
fanación del lecho conyugal» (no podía ser de otra manera). Añade el
mencionado autor que, mediante la gracia del sacramento del matrimo-
nio, se imparte a los casados la actitud de Tobías («copular sólo por
amor a la prole, no por placer») y que esa postura es de vital importan-
cia para la humanidad en cuanto que «preserva a la humanidad de un
nuevo diluvio» (Klomps, p. 160) y capacita a los esposos para amarse no
«en la enfermedad de la concupiscencia», como los paganos, sino para
usar rectamente «el mal del placer sexual» (Ibid., p. 158). Los jansenistas
aluden constantemente al Tobías veterotestamentario que, según la tra-
ducción de Jerónimo, es, desde hace mil quinientos años, una especie de
Drácula del lecho conyugal con su escolta de demonios que exterminaron
a los siete maridos de Sara por haberse dejado llevar del placer en la
noche de bodas.
Naturalmente, de la aversión jansenista al placer emanaron conse-
cuencias en el sentido agustiniano también para la doctrina sobre María,

242 243
Capítulo 23

LA PREVENCIÓN DEL EMBARAZO


DESDE 1500 HASTA 1750

Mientras que en la Antigüedad y en la Edad Media se ocupaban cientí-


ficamente de la prevención del embarazo y de los períodos de esterilidad
de la mujer, la creencia en los demonios y la persecución de las brujas lle-
varon a considerar este campo como propiedad del diablo. El tema de la
contracepción se tornó en sospechoso y peligroso sobre todo desde la
Bula sobre brujas (1484), el Martillo de brujas (1487) y la consiguiente
intensificación de la quema sobre todo de las llamadas «comadronas bru-
jas». La superchería azuzada por los teólogos y papas cerró el camino al
progreso de la ciencia en este campo. La Bula sobre brujas, con su furi-
bunda arremetida contra las artes brujas, que «impedían a los hombres
procrear y a las mujeres concebir», así como los siglos siguientes en los
que se practicó la «incineración» de brujas —sobre todo en Alemania—
no ofrecieron el terreno propicio para que una ciencia libre de trabas pu-
diera desarrollarse en ese campo.
Así, los esposos cristianos sólo disponían de dos métodos de contra-
cepción. El primero es el más católico: la continencia. Sirve cuando
ambos cónyuges se esfuerzan por practicarla. Tampoco el clérigo angli-
cano Jonathan Swift (f 1745) supo hacer una propuesta mejor en su Los
viajes de Gulliver, publicado en 1726: el Houyhnhnm racional y perfec-
to en el país de los caballos prudentes actúa «evitando que la superpo-
blación trastorne el país». Los miembros del estrato social superior de los
Houyhnhnm suspenden las relaciones sexuales matrimoniales tan pron-
to como tienen un hijo de cada sexo. Los Houyhnhnm de las clases so-
ciales bajas pueden engendrar tres hijos de cada sexo, a fin de que haya
suficientes criados. Noonan escribe sobre este método de la contracep-
ción en su libro Empfangnisverhütung (1969): «Ningún teólogo de re-
nombre niega que esté permitida la continencia a los que no quieren
tener una prole demasiado numerosa» (p. 414). Vistas las cosas así, al

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menos se permitía algo a los esposos, y es de suponer que los teólogos tuación de gran pobreza) no se aviene a mantener relaciones sexuales. En
menos importantes tampoco prohibieron jamás tal huevo de Colón a los cambio, negar la relación sexual por una razón de mucha menor grave-
esposos. dad a un marido benévolo, fiel y enamorado no sería pecado —según Al-
La frase de Noonan es sintomática de la situación en que se encuen- fonso— en el caso de que el marido no insista (Theologia moralis VI, n°.
tran los esposos en cuanto a la tutela absoluta ejercida por los clerócra- 940 y 941). Es decir, que la esposa que —sabiendo que su marido no
tas: todo su hacer u omitir —en la medida en que no está prohibido— puede alimentar a más hijos— no se une a su marido adúltero, peca gra-
necesita la autorización de los teólogos morales. Ciertamente, la conti- vemente. En cambio, la esposa que, sin una razón especial, no se une a su
nencia por acuerdo mutuo era un ideal matrimonial cristiano que, por esposo fiel, peca a lo sumo venialmente. El derecho de los lujuriosos en
otra parte, había sido recomendado desde tiempos antiguos. No es de ex- materia de relaciones conyugales es un aspecto fundamental de la moral
trañar, pues, que ya en la Edad Media se dispusiera en los monasterios de matrimonial eclesiástica hasta el concilio Vaticano II incluido. A la có-
toda una serie de hierbas para lograr la continencia, por ejemplo, la pula matrimonial para evitar la fornicación y el adulterio se presta la
«hierba del cordero casto», que ya Plinio (f 79) menciona en su Historia mayor atención, y se le da la preferencia ante un eventual daño grave de
natural y de la que Francisco de Sales (t 1622) escribe en su leidísima In- la madre. La moral matrimonial católica sigue siendo una moral ma-
troducción a la vida devota (Pbilotea): «Quien se apoya en la hierba chista y una inmisericorde explotación sexual de la mujer.
agnus castus (cordero casto), se hace casto y pudoroso» (3, 13). A la cópula por amor (ni siquiera existe entre los cuatro motivos
La cosa se complicaba si los cónyuges no estaban de acuerdo respecto teológicos clásicos) y, por consiguiente, a la eventual evitación respon-
a la continencia. En un primer momento no se dio respuesta afirmativa a sable de hijos no se ha dedicado hasta el presente ni una sola idea posi-
la pregunta de si una esposa —en situación de pobreza agobiante— tiva. A los ojos de los celibatarios, la cópula conyugal es sólo para evitar
puede negar a su esposo el débito conyugal. Le Maistre (f 1481) opinó la lujuria y para procrear hijos o para evitar la lujuria corriendo el riesgo
que una esposa que niegue la relación sexual «puede ser obligada judi- de procrear hijos. De ahí que —a pesar de las esporádicas bellas pala-
cialmente a prestarla» (Quaestiones morales II, fol. 49 r). Sólo a partir bras— no se haya producido el menor cambio hasta nuestros días. Si los
del siglo XVI decidieron de otro modo algunos teólogos, como, por ejem- teólogos, comenzando por Agustín, hubieran pensado tanto en el amor
plo, el dominico Soto (f 1560). «Especialmente si padecen gran pobreza de los esposos como en el peligro de la lujuria y de la infidelidad princi-
y, por consiguiente, no pueden alimentar a tantos hijos», al menos en ese palmente del esposo, entonces habrían estructurado un sistema moral
caso no es pecado mortal negar el débito conyugal (cf. Noonan, p. 408). mucho más humano que ese sistema brutal que nos legaron. Por consi-
Eso fue toda una innovación, una gran concesión hecha por Soto, teólo- guiente, podemos resumir afirmando que el asunto de los esposos cris-
go de la corte de Carlos V. tianos —administrado exclusivamente por solteros— ha sufrido grave
Tomás Sánchez ( | 1610) decidió igual que Soto. Y el jesuíta alemán daño.
Paul Laymann (f 1635), cuya obra de teología moral fue el manual clá- Fuera de la continencia en caso de consenso mutuo, los esposos cris-
sico durante ciento cincuenta años en las cátedras de teología, ocupadas tianos disponían —como segundo medio en casos graves— del «abrazo
en su inmensa mayoría por jesuitas, decidió que «en pobreza extrema» reservado», del que ya hemos hablado. Los restantes tipos de contra-
debe permitirse la negativa de la relación sexual conyugal (5, 10, 31, 16). cepción eran considerados como pecado mortal. Se trata sobre todo de
Pero todos estos generosos defensores de que la esposa puede negar- dos: el coitus interruptus y las llamadas pócimas (medicamentos). El
se a mantener relaciones sexuales conyugales en caso de gran pobreza coitus interruptus es considerado pecado grave, por ejemplo, por el car-
concuerdan en que tal negativa es pecado mortal si, por ella, el marido denal Cayetano (t 1534). Francisco de Sales (t 1622) dice: «La acción de
cae en la lujuria; si, por ejemplo, comete adulterio. Difícilmente se puede Onán fue detestable a los ojos de Dios». Este autor critica a «algunos he-
expresar con mayor claridad que la relación sexual conyugal nada tiene rejes modernos que piensan que molestó a Dios no la acción, sino sólo la
que ver con el amor, ya que la amenaza de adulterio por parte del mari- mala intención de Onán (3, 39)». (Recordemos que Onán no estaba in-
do no parece precisamente lo más adecuado para promover la buena dis- teresado en la contracepción en cuanto tal, sino en no dar descendencia
posición de la esposa a la relación conyugal. a su hermano difunto.) Al referirse a los modernos innovadores que,
Alfonso de Ligorio (f 1787), autoridad suprema en materia de teo- según él, eran partidarios del coitus interruptus, Francisco de Sales no
logía moral durante los siglos XIX y XX, se inclina a pensar —en contra- pensaba en los reformadores protestantes, los cuales no hicieron progreso
posición a muchos de sus predecesores— que no está permitido negarse alguno en este punto, sino que se atuvieron a la doctrina agustiniana
a prestar el débito conyugal en situación de gran pobreza, precisamente sobre el matrimonio.
por el peligro de la lujuria. Eso significa que la latente infidelidad del ma- En cuanto al coitus interruptus, los teólogos se han interesado siem-
rido debe ser apuntada en el debe de su abrumada esposa si ella (en si- pre, de manera especial, por una cuestión, la del comportamiento de la

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esposa. Si ella sabe que su esposo quiere practicar el coitus interruptus, zador del coitus interruptus que su correligionario Háring quiere pre-
¿debe resistirse hasta la muerte, como opina san Bernardino (f 1444)? sentarnos con trazos de prudencia, al menos hasta que el magisterio
Alfonso de Ligorio lo ve —como sus predecesores Le Maistre y Tomás eclesiástico intervenga, sin embargo se debe observar que Alfonso no
Sánchez— de ¡a siguiente manera: la esposa puede e incluso debe practi- exige de la esposa —como Bernardino de Siena (f 1444)— preferir antes
car la cópula conyugal aun sabiendo la perversa intención de su esposo si la muerte que realizar la cópula matrimonial si ella tiene por probable el
de su negativa se deriva un mal. En tales circunstancias, ella no coopera coitus interruptus de su esposo. Como tendremos oportunidad de ver, en
formalmente en el pecado prestando el débito conyugal. Es más, ella tiene los siglos xix y xx se llegaría a juzgar con mayor dureza que Alfonso en
derecho incluso a pedir el débito si, de lo contrario, caería en la inconti- esta cuestión de la contracepción; por ejemplo, en las respuestas emana-
nencia (VI, n.° 947). Vemos aquí de nuevo la preocupación de la Iglesia das de Roma en los años 1822, 1823 y 1916.
por la potencial adúltera y su total olvido de aquellos que no consideran El otro método de contracepción —los medicamentos (pócimas)—
la relación conyugal como sustitutivo del adulterio. También el vocero de llegó a ser equiparado por el Catecismo romano de Trento con el homi-
Alfonso en nuestro siglo, Bernhard Háring, alemán, teólogo moral y re- cidio, sintonizando así con el ya mencionado viejo canon Si aliquis, y
dentorista, permite que la esposa coopere en el coitus interruptus para Sixto V amenazó en 1588 con la pena de muerte a quien lo practicara. El
«evitar el adulterio», pero él no dice nada sobre si ella puede exigir jesuíta Laymann (f 1635) llama a este tipo de contracepción «cuasi-ho-
también tal cópula {Das Gesetz Christi, III, p. 357). micidio» y lo considera pecado mortal (3, 3, 3, 2). Pregunta él: «¿Puede
Bernhard Háring se equivoca cuando sostiene en 1982, en honor de una mujer tomar un medicamento para evitar concebir cuando ella sabe
Alfonso de Ligorio, fundador de su orden, lo siguiente: «A quienes tienen por boca del médico o por su propia experiencia anterior que el parto de
a Alfonso por un archiconservador les sorprenderá sobre todo que él un hijo le traerá la muerte?». La respuesta es: No. Ese autor justifica su
aplicara este principio en un terreno que es hoy acalorado objeto de aserto diciendo que la contracepción contradice al fin principal del ma-
discusión, en la cópula interrumpida: "Se puede interrumpir la cópula trimonio. He aquí su fundamentación: «Si en algunos casos se permitie-
conyugal si es que existe un motivo proporcionado" (Theologia moralis, ra a las mujeres ese medio de evitar el embarazo, con ello se abusaría de
lib.VI, n°. 947). Los rigoristas consideraron que esto es siempre pecado» modo sorprendente y se ocasionaría una gran pérdida a la procreación
(B. Háring, Moral für die Erlósten, en Theologie der Gegenwart, 1982, humana». Y trae a colación inmediatamente el otro tipo de contra-
l,p.2). cepción, el coitus interruptus: «Por una razón similar dicen los doctores
Nada semejante a esto hay en el mencionado pasaje de Alfonso. En —sintonizando plenamente con las enseñanzas divinas— que no está
él se trata únicamente de si la esposa inocente comete pecado grave si permitido en caso alguno provocar la eyaculación del semen» (5, 10,
copula con su esposo que peca gravemente. Tampoco en otro pasaje de 3, 1) (cf. Noonan, P . 457).
Alfonso, en el que parece pensar Háring y al que llegó a citar en 1986 La idea de equiparar la contracepción con el homicidio —idea no
{Theologie der Gegenwart, 1986, 4, p. 214), concretamente Theologia compartida, sin embargo, por todos los teólogos— se vio reforzada en
moralis, lib. VI, n.° 954, se permite en modo alguno el coitus interruptus 1677 por el descubrimiento de los espermatozoides móviles en el eyacu-
como medio anticonceptivo. Más bien, dice expresamente que «ni la lado masculino (pero sin que se tuviera conocimiento del óvulo femenino,
amenaza de pobreza ni el peligro en el parto disculpan», sino que se trata descubierto en 1827 por K. E. von Baer). Con este descubrimiento se
de una «transgresión contra el primer fin del matrimonio». Comenta úni- había hecho evidente en el semen masculino, por así decirlo, «el potencial
camente la pregunta de si uno está obligado a continuar la cópula si en ser humano» del que hablaba Tomás de Aquino. En los siglos XVII y
esa continuación de la relación sexual amenaza el peligro de una enfer- xvill, muchos compararon al varón con un sembrador que esparce su se-
medad o de ser asesinado por un enemigo o alguien se interpone. Claro milla en el surco del campo de labranza y le concibieron como a uno que
que ni un solo teólogo católico del conservadurismo más extremo ha lle- deposita un hombre diminuto en la esposa. Con ello, la contracepción se
gado hasta el mostruoso punto de afirmar que uno está obligado a de- aproximó al homicidio aún más de lo que había pensado el canon Si ali-
jarse matar por el enemigo, a aceptar el infarto, a tolerar una interposi- quis. Pero se empezó a cambiar de idea desde mediados del siglo XVIII y
ción, la presencia, el trastorno, el impedimento, la interrupción o la se dejó de considerar la contracepción como sinónimo de asesinato.
intervención de una tercera persona y continuar el coito a pesar de ello; Aquí fue determinante Alfonso de Ligorio. Noonan señala: «Con san Al-
coito que en modo alguno está permitido interrumpir como contracep- fonso termina su vida teológica la idea del homicidio. Se había abando-
ción, cosa que, más bien, es y sigue siendo pecado mortal para Alfonso. nado una tradición que se remontaba a Regino de Prüm y a Burchardo;
Todavía no ha sido engendrado el teólogo romano que descriminalice incluso a san Jerónimo» (p. 450).
con la aprobación de Roma el coitus interruptus. A mediados del siglo xvn se inventó el condón, pero era demasiado
Por consiguiente, aunque Alfonso no es el progresista descriminali- caro e inseguro como para adquirir gran importancia. Por lo general, fue

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utilizado sólo en relaciones extramatrimoniales. Es probable que la mar- rrogue con la mayor delicadeza posible a la esposa si ha cumplido con
quesa de Sévigné pensara en el inseguro condón cuando, en una carta que esta obligación, preguntando, por ejemplo, si ha obedecido en todo a su
escribió en 1671 a su hija, la condesa de Grignan, habla de que los con- marido. Debe callar sobre las otras cuestiones si no le preguntan» (Praxis
dones son «un bastión contra el placer sexual y una tela de araña contra confessoris II, 41).
el peligro». En cualquier caso, aquel condón del siglo xvn no alcanzó un No duró mucho este prudente silencio de los confesores respecto de
éxito clamoroso. la contracepción en el matrimonio. La cuestión de la prevención de los
A la hora de dar a conocer al rebaño la prohibición de la contracep- nacimientos estaba destinada a convertirse durante los siglos XIX y XX en
ción, los pastores disponían, sobre todo, de dos posibilidades: la predi- el tema capital de la confesión de los casados. El hecho de que Alfonso
cación y el confesionario. En los sermones sobre la contracepción se hable aquí de la obediencia total de la esposa a su propio marido está en
era más cauteloso que san Bernardino (f 1444). Parece que sólo algunos la línea de la ininterrumpida devaluación de la mujer en la Iglesia católica
sacerdotes próximos al jansenismo no practicaron en este punto la eximia hasta nuestros días.
circunspección de Pascal; así, por ejemplo, Felipe Boucher, que predicó a Si bien Alfonso da a los confesores el sabio consejo de no hacer pre-
pricipios del siglo XVIII en París contra «el abominable crimen de Onán» guntas a los casados respecto a la contracepción, toda la serie de pre-
(coitus interruptus), contra la sodomía (copulación anal) y contra el uso guntas que recomienda hacer en el confesionario a los niños y a los jó-
de hierbas anticonceptivas; e insistió en que la pobreza no es razón al- venes son bastante más descaradas e importunas. La sugerencia del
guna para que la esposa abrumada niegue a su marido el débito conyugal concilio de Trento de hablar «con términos velados» sobre estas cues-
(Noonan, p. 461). En general, los predicadores se atuvieron a las indi- tiones lleva en Alfonso a un encubrimiento ambiguo que no hace sino
caciones del Catecismo romano elaborado por el concilio Tridentino. En empeorar la cosa. Su indicación de que el confesor interrogue a los niños
la sección titulada «¿Qué hay que enseñar sobre las obligaciones conyu- está formulada con las siguientes palabras: «Hay que tratar a los niños
gales» se dice: «Aquí, los pastores deben expresarse de modo que su boca con sumo amor y dulzura. Déjeles que manifiesten todos los pecados que
no propale palabra alguna que pueda parecer indigna a los oídos de los recuerdan. A continuación se les pueden formular las siguientes pregun-
fieles, herir a las almas devotas o provocar a la risa» (2, 8, 33). A la pre- tas: ... Si han cometido un pecado feo. Sin embargo, en esta materia, el
gunta de cómo deben tratar los párrocos el sexto mandamiento (No co- confesor debe preguntar con mucha prudencia. Empezará desde lejos con
meterás adulterio) sigue la indicación: «Pero sea el párroco prudente y preguntas genéricas; primero, si han dicho palabras feas, si han bromea-
cauteloso en el tratamiento de esta cuestión; y mencione el asunto con do con otros chicos o chicas y si han hecho estas bromas a escondidas. A
palabras veladas»(3, 7, 1). «En esta materia pueden quedar sin ser men- continuación, pregúnteles si han cometido acciones deshonestas. Con fre-
cionadas otras muchas formas diversas de incontinencia y lujuria sobre cuencia, incluso si los niños responden con una negación, es útil formu-
las que el párroco tiene que exhortar en secreto a cada uno según lo re- larles preguntas sugerentes, por ejemplo: "Ahora puedes decirme cuántas
quieran las circunstancias de tiempo y de la persona» (3, 7, 5). Con pa- veces lo has hecho. ¿Cinco veces? ¿Diez?". Luego hay que preguntarles
labras claras se menciona sólo la contracepción mediante medicamen- con quién duermen y si han jugado con los dedos en la cama» (Praxis
tos, «pues tal cosa debe ser rechazada como un plan impío de asesinos» confessoris VII, 90).
(2,8,13).^
También en el interrogatorio que se hacía en el confesionario en lo
tocante a la contracepción reinó una mayor explicitez antes del concilio
de Trento. Después del concilio de Trento, el Rituale romano, el libro
vinculante sobre la administración de los sacramentos, daba a los con-
fesores una sola indicación sobre las preguntas en el terreno sexual. Les
exhortaba a omitir «preguntas imprudentes a los jóvenes de ambos
sexos o a otros sobre cosas que ellos no conocían, a fin de que no se es-
candalizaran y aprendieran así a pecar». Carlos Borromeo (f 1584)
aconsejaba a los confesores que hicieran gala de una «circunscepción ex-
traordinaria» en los pecados de lujuria (Avvertimenti per la retta ammi-
nistrazione del sacramento della penitenza, 12). Alfonso de Ligorio daba
a los confesores la siguiente advertencia: «En general, el confesor no está
obligado —ni tampoco es conveniente para él— preguntar sobre pecados
de los cónyuges en relación con el débito conyugal, a no ser que él inte-

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Capítulo 24

JUAN PABLO II
Y LA COPULA POR PLACER

Inocencio XI, al declarar en 1679 que la «cópula conyugal sólo por


placer» no está libre de pecado, hizo que la ciencia teológica se mantu-
viera en marcha durante los siglos siguientes en el tema de la moral se-
xual. Mientras que los jansenistas rechazaban para el acto conyugal
toda motivación basada en el placer sexual y coincidían así plenamente
con Agustín y con el Catecismo romano (1566), los teólogos moderados
trataron de permitir una pizca de placer sexual y se preguntaban dónde
está la diferencia entre la cópula matrimonial por placer y la cópula
matrimonial sólo por placer, puesto que únicamente este último se ve
afectado por el decreto pontificio.
Determinante para el siglo xix y, en buena medida, también para el
siglo xx, es Alfonso de Ligorio (t 1787). Fue canonizado en 1839 y de-
clarado doctor de la Iglesia en 1871. Alfonso soluciona el problema de un
modo bastante prolijo. Opina que, según la opinión general, la cópula
sólo por placer no está exenta de pecado, sino que es pecado venial —pe-
cado mortal es tan sólo en determinadas circunstancias— porque el pla-
cer sexual, previsto por la naturaleza como medio para la procreación, es
convertido en el objetivo del acto conyugal. Por el contrario, no hay pe-
cado cuando el consorte quiere preferentemente la procreación y utiliza el
placer sexual —al buscarlo con moderación— para excitarse de ese modo
a la realización del acto conyugal (VI, n.° 912). Por consiguiente, es lícito
buscar el placer sexual, pero no lo es el convertirlo en el objetivo princi-
pal o único. El siglo XIX terminará por compendiar el problema en una
fórmula breve: la cópula sólo por placer es el coito que excluye otros fines
morales del matrimonio. Así, por ejemplo, el jesuita Ballerini (t 1881). Se
piensa en la exclusión a la hora del por qué y para qué de la relación con-
yugal, no, por ejemplo, en la exclusión de la prole mediante el uso de mé-
todos anticonceptivos, pues eso no sería pecado venial, sino mortal.

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La discusión teológico-moral que venía desde el siglo xvn y que se ges, cuya total administración y planificación habían considerado como
preguntaba si el disfrute de algo de placer sexual es un motivo moral- tarea esencial de la Iglesia los vigilantes celibatarios.
mente permitido para la relación carnal entre cónyuges se decidió así en No ya tan enemigo del placer sexual como Agustín, pero sólo apa-
sentido afirmativo a pesar de que Agustín y el Catecismo romano (no es rentemente favorable al placer se había expresado en 1911 el más im-
lícito consumar el matrimonio por el afán de placer sexual) estaban en portante moralista de su tiempo, el jesuíta Hieronymus Noldin (f 1922):
contra. «El Creador puso en la naturaleza el placer sexual y el ansia de él para
Cuál es la suerte que corre un autor que se declara partidario de que atraer al hombre a un asunto que es sucio en sí y gravoso en sus conse-
se llegue a experimentar mayor placer mediante la variación de la postura cuencias» (De sexto praecepto et de usu matrimonii, p. 9).
amatoria estándar en el acto conyugal debería quedar inequívocamente Para tal teología, Van de Velde era algo así como un puñetazo en un
claro también en nuestro siglo. En efecto, cuando los obispos alemanes, ojo. Él toleraba el sucio asunto no sólo con miras a los gravosos hijos,
casi sin excepción, vieron en Hitler «el bastión contra el bolchevismo y sino que veía un sentido y finalidad en la suciedad misma. No es de ex-
contra la peste de la literatura sucia» pensaban no en último término en trañar que toda la virulencia del magisterio eclesiástico tratara de ani-
un libro concretísimo, que había alcanzado en 1930 la edición 51, al que quilarlo. En la encíclica Casti connubii, escrita en 1930 y dirigida prin-
la Iglesia había incluido en el índice de libros prohibidos, el régimen nazi cipalmente contra los esposos que, «por repugnancia a la bendición de
lo había requisado, y del que se ocupó Pío XI (que firmó el concordato los hijos, evitan la carga, pero, sin embargo, quieren disfrutar del placer
con Hitler) en su encíclica Casti connubii, en la que al mencionado libro sexual», también se golpeó a Van de Velde, en quien no se cumple el an-
—titulado El matrimonio perfecto— rebautizó con el título de El puterío terior veredicto, pues opina, en línea con el viejo estilo, que la maternidad
perfecto (según la traducción oficial de los obispos alemanes). De ese significa «para la esposa de mente sana la cima de los deseos» (p. 222).
modo, el papa creó un nuevo estado perfecto y contribuyó a una mayor Le golpeó de forma aniquiladora porque él concentra la mirada en el pla-
difusión del libro. Estamos refiriéndonos al libro que el ginecólogo ho- cer sexual en cuanto tal, y no lo deja en su existencia sombría de medio
landés y ex-director de una clínica femenina de Haarlem, Theodor van de para la procreación, único aspecto en el que se concentra la moral ma-
Velde, publicó en 1926 con el título de El matrimonio perfecto, abre- trimonial cristiana. Con esta «idolatría de la carne», con esta «bochor-
viación del farragoso título El matrimonio llevado a una mayor perfec- nosa esclavitud de la concupiscencia», con estas «ideas impías» contri-
ción desde el punto de vista técnico-fisiológico (Prefacio del autor). buye él al «vituperio de la dignidad humana» (Casti connubii).
Este libro sufrió un segundo gran golpe treinta años después de la Van de Velde hace del armario de los venenos de los confesores una
muerte de su autor, en 1967, con ampliaciones que incrementaron la farmacia para los esposos. Lo que durante milenios podía acarrear la
confusión, después de que ya antes hubiera sido abreviado y hubiera que- muerte eterna aun tomado en pequeñas dosis es concentrado ahora por
dado empobrecida la sustancia de su contenido. este autor en su receta, convencido de que lo perverso no reside en la po-
Para muchos cónyuges o para el puterío conyugal, especialmente en sición de los cuerpos, sino en la actitud del espíritu. Hoy se han aman-
el Occidente cristiano, en el que el placer sexual resulta sospechoso y por sado las olas en torno a Van de Velde. Desde la aparición del libro de
lo que la cultura del acto sexual está subdesarrollada, Van de Velde se este autor, la Iglesia se concentra con redoblado ímpetu en prohibir la
convirtió en una especie de Galileo del lecho conyugal. Destabuizó las re- contracepción, prohibición en la que —con su inamovible e incorregible
laciones corporales hablando sobre ellas, si bien prefirió las expresiones aversión al placer sexual— ignora obstinadamente las verdaderas cues-
latinas «porque son las más habituales en el lenguaje médico y las que tiones y sufrimientos de la humanidad.
mejor respetan el sentimiento en la discusión de algunas cosas» (p. 46). Bernhard Háring expresa su condena personal de Van de Velde en su
De ese modo, Van de Velde elevó estas relaciones conyugales desde el teología moral Das Gesetz Cbristi (1967). Rechaza el libro porque «des-
mutismo típico de los animales al ámbito personal. ciende de forma repugnante a particularidades». En vez de entrar en de-
Van de Velde quería introducir variedad en la habitación conyugal, talles, él tiene una receta universal. En el capítulo titulado «Técnica del
una variedad que —hasta ese instante— al varón le parecía «posible amor» recomienda «la amorosa escucha conjunta de la voluntad de
sólo en el objeto». Lo que interesa en último término a este autor es la fi- Dios» y «la oración común» (III, p. 363).
delidad y el amor de los esposos. De ahí que, compartiendo las concep- Háring informa sobre cuánto placer sexual es lícito. Escribe sobre la
ciones de la moral católica en lo tocante al divorcio, a la contracepción y «cópula por el afán exclusivo de placer sensual»: «Pero si el acto con-
al coitus interruptus, opinara: «Mis ideas no se contradicen con la moral serva su forma natural de servicio a la vida (es decir, si no se recurre a la
católica» (p. 269). En eso, se equivocaba profundamente. El pesimismo contracepción), entonces la culpa está sólo en la carencia de la motiva-
sexual y la animosidad de la moral sexual católica contra el placer sexual ción total y, por consiguiente, podría ser "sólo" levemente pecaminoso
prohiben una obra así sobre el espacio de libertad íntimo de los cónyu- en lo que atañe al acto concreto» (III, p. 371). El entrecomillado que Há-

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ring da al adverbio «sólo» pretende indicar, sin duda, que no se debe conyugal tengan lugar según el recto orden especialmente en lo tocante a
tomar a la ligera el asunto. De hecho, continúa: «Pero si esto no es el jui- la observancia de la continencia periódica». Menos mal que no hay que
cio de un acto concreto como tal, sino una actitud general respecto a las temer que la ciencia consiga tan pronto predecir en qué día o en qué
relaciones conyugales que sólo ve el placer y tiene a éste como su único horas es fértil la mujer. De lo contrario, ¿qué sería del recto orden para la
objetivo, entonces en este caer del verdadero amor y del respetuoso ser- manifestación del amor conyugal y para la ascesis? Sin duda que también
vicio a la vida al puro instinto vemos una de las más peligrosas raíces de otras muchas cosas se perderían por el camino. El papa sigue citando la
la impureza, una actitud absolutamente contraria a la castidad». Háring «Encíclica de la pildora» de su precedesor: «Pero esta disciplina, propia
pretende ser aún más claro: «La actitud de Tobías debe inspirar toda la de la castidad de los esposos, lejos de dañar al amor conyugal le confie-
conducta conyugal, aunque no es preciso que motive cada acto concreto: re un valor humano más elevado. Sin duda, exige un esfuerzo conti-
"Tú sabes, ¡oh Señor!, que no me mueve la lujuria a tomar a esta her- nuo, pero —gracias a su influjo benéfico— los esposos desarrollan de
mana mía por esposa, sino el amor a la descendencia" (Tob 8, 9)». Por forma integral su personalidad, enriqueciéndose con valores espirituales.
consiguiente, nunca hay que perder de vista al hijo en la cópula, y es lí- Ella aporta a la vida familiar frutos de serenidad y de paz, y facilita la so-
cito intentar algo de placer sexual, que, según Háring, debe «dar pie para lución de otros problemas, favorece la atención al otro cónyuge, ayuda a
la actuación que está en el recto orden de los motivos». «Entonces... no los esposos a quitarse de encima el egoísmo, enemigo del verdadero
hay pecado» (Háring, III, p. 371 s.). amor, y profundiza su sentido de responsabilidad en el cumplimiento de
También Juan Pablo II aceptó en los esposos un cierto afán de placer sus deberes. Los progenitores adquieren con esa disciplina la capacidad
sexual al permitir en la Familiaris consortio (1981) la continencia perió- para ejercer una influencia más profunda y eficaz en la educación de los
dica como método de control de la natalidad. Con ello se abandona la hijos» (n°. 33). En una palabra: la continencia es un premio gordo espi-
agustiniana motivación de la procreación como la razón más importan- ritual. Ella logra para el padre, madre, hijos, e indirectamente también
te de cada acto conyugal, y —con esta concesión de placer sexual— el para el abuelo y la abuela, todo cuanto se puede desear. Ella es el medio
papa entra en contradicción flagrante con la condena que hizo Agustín que soluciona todos los problemas conyugales, de la educación y de la
del método de la elección de los tiempos calificándolo de «método de ru- vida.
fianes». A pesar de todo, Juan Pablo II sigue dentro de la más pura A la vista de tales efectos maravillos de la continencia periódica,
línea agustiniana. Cierto es que el motivo de la procreación como nece- Juan Pablo II ha encomendado a los teólogos del futuro la respuesta a
sario para cada acto conyugal ha sido abandonado, pero no la aversión una pregunta. Hace un «llamamiento urgente a los teólogos para que
al placer sexual. Puesto que en Agustín era mayor el aborrecimiento del unan sus fuerzas en la colaboración con el magisterio eclesiástico». Los
placer sexual que la voluntad de procrear, la tradición católica se con- teólogos deben «elaborar y profundizar la diferencia antropológica y
serva. Es lícito evitar de manera exenta de placer la procreación: me- moral que existe entre la contracepción y el recurso a la eleción de los
diante la continencia. Uno no puede quitarse de encima la impresión de tiempos» (n°. 32). Puesto que Agustín negó que existiera una diferencia
que la constante insistencia en el hijo como primer fin del matrimonio no teológico-moral, se trata de una ardua tarea. En realidad, se trata de una
tiene al hijo como punto principal de mira, sino que más bien pretende tarea imposible de resolver, pues donde no existe diferencia moral algu-
cultivar el hijo predilecto de los celibatarios, el objetivo de que los casa- na, no es posible encontrar una. De hecho, existe una diferencia, pero no
dos se abstengan de realizar la cópula conyugal. es teológica, sino pontificia: en el método de la elección de los tiempos el
Por consiguiente, Juan Pablo II —no obstante la contradicción de su papa consigue someter durante varios días a los esposos al yugo pontifi-
método con el planteamiento de Agustín— ha puesto realmente a punto cio de la continencia; en otros métodos fracasa.
el auténtico y subyacente dinamismo de la moral sexual agustiniana, es Los teólogos moralistas no harán huelga, sino que darán con una di-
decir, la aversión al placer sexual. Los hijos tampoco son la preocupación ferencia. Al fin de cuentas, el mismo Juan Pablo II apunta ya la solución
primera del papa polaco. Llegado el caso, ellos serán evitados de una del enigma. Sigue diciendo: «Se trata de una diferencia mayor y más pro-
forma u otra, según parámetros católicos o no católicos. También a él le funda de lo que se opina generalmente y que está ligada en último tér-
interesa por encima de todo el recorte del placer sexual. En este punto, la mino a dos concepciones irreconciliables de persona y de sexualidad
Iglesia trata de salvar lo salvable. Menos mal que el método de la elec- humana». Cierto que no habría sido posible dar con ello solos, pero
ción de los tiempos sigue siendo bastante complicado y que el período de ahora se sabe al menos en qué dirección hay que buscar. El papa Juan
la continencia es todavía bastante amplio. Juan Pablo II cita con gran Pablo II prosigue: «La opción por los ritmos naturales contiene una
fruición la «Encíclica de la pildora» (1968) de Pablo VI: «El dominio del aceptación de los tiempos de la persona, de la esposa, y con ello también
instinto mediante la razón y la libre voluntad impone indudablemente una aceptación del diálogo, del respecto mutuo, de la responsabilidad
una cierta ascesis a fin de que las manifestaciones afectivas de la vida conjunta, del autodominio». Si no hubiera aquí autodominio —preocu-

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pación única y exclusiva del papa—, entonces uno podría admitir que el te, el cardenal da ya una pista sobre cómo se puede avanzar más en estas
papa se preocupa incluso de la persona, de la mujer. Finalmente, ¿quién difíciles ideas: «Con la pildora se priva a la mujer de su propio ritmo
podría desaprobar el diálogo con la esposa y la estima de ésta si no es- temporal y, consiguientemente, de su manera de ser; y, como la quiere el
tuviera ahí la férula pontificia según la cual hay que postular precisa- mundo de la técnica, se hace "utilizable" en todo momento. Lo ha su-
mente los períodos fecundos de la mujer y, consiguientemente, la conti- brayado recientemente y con eficacia Christa Meves, que alude en este
nencia periódica como posibilidad de un período más elevado en la vida contexto al sentido y belleza de la continencia, de la que nuestra sociedad
conyugal y como una ocasión para todo aquello que es bueno y bello? enferma ni se atreve a hablar. Como se sabe, todo esto y algunas cosas
Este himno pontificio a la continencia conyugal lleva por título «El más han conducido entre tanto a un cansancio respecto de la pildora,
servicio a la vida» en el escrito apostólico Familiaris consortio de 1981. hecho que debemos contemplar como una oportunidad para nuevas re-
El título «Servicio a la vida» parece contradictorio en el contexto sobre la flexiones».
contracepción, pero el papa piensa aquí en otro, más elevado, servicio a Si la pildora significa a los ojos del cardenal Ratzinger un gravamen
la vida; más o menos quiere decir: practicando la continencia, los esposos para la mujer, citaremos aquí —a modo de compensación— una carga
se aproximan, al menos durante algunos días, al estado virginal y se cua- para el varón. En el artículo «¿Tiene aún un futuro el matrimonio cris-
lifican, aunque sólo sea de forma periódica, para una existencia más ele- tiano (católico)?», publicado en 1976 en la Hoja Pastoral para las Dió-
vada. El servicio que los esposos prestan ahí a la vida no consiste ya en cesis de Aquisgrán, Berlín, Essen, Colonia, Osnabrück, Christa Meves
engendrar hijos, sino en contenerse. El papa ha modificado y recalificado observa: «Al aumentar la expectativa de vida de la mujer, que en el
en esta ocasión la idea de la evitación de los hijos. Considera la conti- siglo pasado eran de una media de 33 años, pues entonces moría ella de-
nencia periódica como una especie de ejercicios matrimoniales. El papa bilitada por numerosos partos o en el parto mismo, ha crecido también
pasa por alto, lisa y llanamente, en su capítulo «El servicio a la vida» el el número de personas que conviven durante treinta, cincuenta e incluso
hecho de que, con la continencia periódica, los esposos quieren obviar las sesenta años. Esta mayor duración de la relación significa, especialmen-
fechas favorables para concebir, es decir, evitar el hijo. De ahí que el te para el varón, una ulterior prueba, pues, en tiempos pasados, él, tras la
papa tampoco llame «contracepción» a la continencia periódica —el muerte de la esposa, frecuentemente joven, podía contraer nuevas nup-
término no aparece ni una sola vez en ese contexto—, sino «regulación cias con una mujer que era con frecuencia aún más joven. Por eso, es pre-
de la natalidad», con lo que todo está en orden para él. Se trata justa- ciso que él se adapte hoy a una esposa que envejece a veces más de
mente de natalidad, aunque sólo de alguna manera. prisa que él». Se ve así que cada uno tiene una carga que llevar: la
De seguro que los teólogos, a los que no es fácil poner en dificultades, mujer, a causa de la pildora, se ha convertido en «utilizable», y el varón
serán útiles en la búsqueda de la gran diferencia entre contracepción y re- ya no es libre, a causa de la creciente longevidad de su esposa. Además,
gulación de la natalidad. El cardenal Ratzinger ya ha echado una mano la pildora puede haber contribuido a empeorar la situación de los mari-
al papa. En conexión con el sínodo de obispos celebrado en Roma en dos. La pildora ha hecho que hoy no sean tantas las mujeres debilitadas
1980, escribió una carta de 27 páginas a los sacerdotes, diáconos y a por partos numerosos o que mueran en el parto dejando libre el lecho
cuantos participaban en la pastoral en la archidiócesis de Munich-Frei- nupcial para otra esposa más joven. Sin embargo, y afortunadamente,
sing. Esa carta es un canto de alabanza a los resultados del sínodo en la existe una ayuda para este empeoramiento: la continencia de los esposos
cuestión «Matrimonio y familia». En esa carta escribe sobre la encíclica recomendada por los papas. Christa Meves prosigue: «¿Acaso las direc-
Humanae vitae (encíclica de la pildora): «Precisamente en este punto de trices pontificias no tienen quizás también una justificación práctica
partida (de la experiencia femenina), desde la pura experiencia, resulta para las mujeres? ¿No les protegen frente a la amenaza de convertirse en
convincentemente visible lo que la argumentación teológica no ha podi- una nueva presa de la sexualidad masculina? ¿No dan al hombre, con el
do hacer comprensible: que en la alternativa entre métodos naturales y mandamiento de la castidad y de la consideración a la mujer, mayores
contracepción no se trata de una cuestión moralmente irrelevante sobre oportunidades para una necesaria compensación espiritual de sus ins-
medios distintos para el mismo fin, sino que en medio hay un abismo an- tintos?».
tropológico que, justamente por eso, es también un abismo moral, Pero Sólo el papa con su evangelio de la contienencia protege a las esposas
¿cómo aludir a ello en poquísimas líneas cuando la conciencia general de la mentalidad depredadora de sus instintivos maridos. La ingestión de
nos cierra de plano el acceso a ello?». De hecho, no se puede socorrer la pildora por la esposa desataría de tal modo los instintos del marido
con un par de líneas a la ignorancia de los casados. Los teólogos tendrán que la esposa estaría entregada a él sin la menor protección. Ella sólo en-
que trabajar durante generaciones para iluminar la ciega conciencia ge- cuentra protección en el papa, que le prohibe la pildora por su bien, para
neral que no puede o no quiere ver diferencia alguna y para convertirse evitar que se convierta en libre objeto de caza. Los instintivos esposos jus-
en luz para los esposos, que tantean en la más opaca oscuridad. Por suer- tifican que el papa dé este paso para frenar esos instintos. El papa no

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hace otra cosa que actuar como defensor de la mujer y ayudarla a re-
chazar la pildora, pues con ésta ella estaría perdida, a merced de su ins-
tintivo marido. El papa es el bastión inexpugnable de las mujeres, y el
Vaticano aparece como una especie de refugio para las mujeres maltra-
tadas. Además, con el sacro lugar empalma casi de forma espontánea una Capítulo 25
piadosa maravilla. Mientras que si la mujer toma la pildora el esposo se
transforma en un libertino, la no ingestión de la pildora por la mujer LOS SIGLOS XIX Y XX -
hace que el esposo se comporte de manera casta y honesta. Tal como lo ÉPOCA DE LA REGULACIÓN DE LA NATALIDAD
ve Christa Meves, el papa, respecto de la pildora, tiene una idea que re-
cuerda al Dr. Jekyll y a Mr. Hyde. Según que su esposa tome la pildora o
no, el marido es una bestia o un ángel.
Al margen de tales transformaciones milagrosas, hay un punto que
merece una reflexión. Todos los panegiristas de la continencia conyugal
—desde Juan Pablo II hasta Christa Meves— no quieren ver que no
sólo el sensual desenfrenado degrada al otro a la condición de objeto del
propio instinto, sino que puede darse otra especie más sublime de de-
gradación: la de convertir a otro en objeto de la continencia del instinto.
Con esto no queremos decir nada a favor de la pildora (Christa Meves:
«Se da un nuevo tipo de tumor de la hipófisis que golpea sólo a las mu- La Ilustración y la Revolución francesa no se habían declarado aún par-
jeres que toman la pildora durante mucho tiempo») ni en contra de la tidarias de la contracepción. Cuando el joven clérigo anglicano Malthus
elección de tiempos, nada a favor del condón o en contra del coitus in- expuso en 1798 sus ideas sobre la superpoblación e indicó que la pobla-
terruptus o viceversa, sino que nos limitamos a afirmar lo siguiente: ción tenía tendencia a crecer más rápidamente que la producción de ali-
todos estos temas no son cuestiones que competan a los teólogos y mentos advirtió contra la «profanación del lecho conyugal» y contra las
papas, sino a la medicina y a los esposos mismos, a la responsabilidad de «sucias artes tendentes a ocultar las consecuencias de una unión ilícita,
éstos y a la consideración con su pareja. En su Fatniliaris consortio, el artes que deben ser calificadas claramente como vicios». Exhorta, más
papa Juan Pablo II se rebela contra la «grave afrenta a la dignidad hu- bien, a la «continencia moral». A pesar de todo, fue su obra la que dio el
mana» que se produce cuando los gobiernos «tratan de limitar la libertad pistoletazo de salida para que la idea del control de la natalidad entrara
de los esposos para decidir sobre la prole». Pero olvida decir que muchos en la conciencia de los siglos xix y xx.
esposos católicos ven en este modo pontificio de limitar la libertad de los En Europa, el coitus interruptus se convirtió en el método más ex-
esposos en este tema una no menos «grave afrenta a la dignidiad huma- tendido, y siguió siéndolo con posterioridad, cuando la vulcanización del
na». Además, consideran como una hipocresía que la Iglesia insista ma- caucho (1843) favoreció una difusión más amplia del condón. Gury
chaconamente en la libertad de los esposos frente a la contracepción al (f 1866), jesuíta, y el moralista más leído del siglo xix, escribió en 1850:
tiempo que maltrata la libertad de los esposos para optar por la contra- «En nuestros días se ha propagado por doquier la repugnante plaga del
cepción, porque la Iglesia, en el fondo, no defiende la libertad de ningu- onanismo (coitus interruptus)» (Compendium tbeologiae moralis II,
na pareja de casados, sino que pretende tan sólo imponer su dictado p. 705). Gury opina: «Una esposa peca gravemente si induce, incluso in-
moral sin tener en cuenta para nada el bien de los casados; un dictado directamente o con el silencio, a su marido al abuso matrimonial (copu-
que se orienta por la aversión al placer sexual, por el desprecio de los cé- lación contraceptiva) al quejarse del número de hijos, de las fatigas del
libes al matrimonio y por la manía de la virginidad. parto o de la crianza, así como al declarar que morirá si tiene que dar a
luz de nuevo» (Ibid., p. 824).
Así, pues, la mujer no tiene derecho a inducir a su marido al coito in-
terrumpido transmitiéndole sus temores a la muerte, pero ¿tiene ella
que resistirse cuando él practica el coitus interruptus por su propia vo-
luntad? El 15 de noviembre de 1816, Roma respondió a una consulta al
respecto formulada por el vicario de Chambéry, y dijo que una mujer
tiene derecho a correalizar el acto conyugal cuando de su negativa cabe
esperar un perjuicio grave. Más aún: es lícito que la esposa misma pida la

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cópula cuando —de lo contrario— ella caería en la incontinencia. (Ob- nar de niños las cunas. Por eso tienes déficit de soldados» (Noonan,
sérvese de nuevo aquí la obsesión de la Iglesia sólo por los potenciales p. 512). En 1886, Roma transmitió por primera vez la instrucción de que
adúlteros y cómo pasa por alto a los que realizan la unión conyugal no es obligación de los confesores —en caso de «sospecha fundada»— pre-
como sustitutivo del adulterio.) Esta decisión romana repetía práctica- guntar a los penitentes sobre su praxis de la contracepción.
mente lo que había dicho Alfonso de Ligorio (t 1787). Ya en nuestro siglo cayó también la última traba a la implantación de
El 23 de abril de 1822 Roma respondía a otra consulta diciendo que la obligación de preguntar que incumbe al confesor. Esa traba era la exi-
la esposa puede «entregarse de forma pasiva» si teme golpes, la muerte u gencia de que existiera una «sospecha fundada». Un innominado párro-
otras graves crueldades. En el mismo sentido se expresan una respuesta co francés consultó a Roma en 1901. Él había preguntado en la confe-
del 1 de febrero de 1823 y otra del 3 de abril de 1916. Por consiguiente, sión por la contracepción a Ticio (seudónimo), al que tenía por «rico,
el tono se ha agudizado: ni Alfonso ni la respuesta al coadjutor de honorable e ilustrado» y también por «buen cristiano». Al ser pregun-
Chambéry (1816) hablaba aún de peligro de muerte, y de que incluso la tado por esto, Ticio respondió que él practicaba el coitus interruptus para
mujer tiene derecho a pedir la cópula en determinadas circunstancias, ya no rebajar el grado de bienestar de su familia —tiene un chico y una
ni se ha vuelto a hablar. chica— con un excesivo número de hijos y para no agotar a su esposa
Roma impartió en 1853, por primera vez, una respuesta sobre la co- con repetidas preñeces. El párroco desaprobó esta conducta y le negó la
pulación con condón. La pregunta decía: «¿Puede una mujer entregarse absolución, pero Ticio le replicó que otro confesor, profesor de teología
de forma pasiva a una tal cópula?» Respuesta: No. O sea, que es lícito moral en un seminario, había dado por bueno su modo de proceder en
que ella se preste de forma pasiva a la cópula con el coitus interruptus cuanto que él pretendía sólo satisfacer la concupiscencia y no buscaba in-
cuando está amenazada de muerte, mientras que no lo es el que ella se tencionadamente la eyaculación. Ticio se marchó entonces del confe-
preste a una cópula con condón. La respuesta adquirió al fin tonos más sionario y difundió el rumor de que el párroco era un ignorante y un or-
claros y rotundos en nuestro siglo XX, el siglo de las encíclicas sobre la gulloso. La respuesta emanada de Roma el 13 de noviembre de 1901
contracepción y la pildora. La respuesta dada por Roma el 3 de junio de aprobaba el comportamiento del párroco. Decía que es imposible dar la
1916 sobre la copulación con condón decía que la mujer debe prestar re- absolución a un penitente que no está dispuesto a desistir de su evidente
sistencia «como frente a un violador». onanismo (coitus interruptus).
Que la lucha de la Iglesia católica contra la contracepción no se Contra la «mudez tolerante» de los confesores arremetieron, sobre
había movilizado aún por completo a mediados del siglo xix lo pone de todo, los teólogos belgas a finales del siglo pasado. Sostenían que se
manifiesto la siguiente respuesta dada por Roma. En 1842, el obispo debía preguntar incluso a las madres de las recién casadas sobre si ellas
francés Bouvier había consultado a Roma sobre cómo se debía tratar en habían aconsejado a sus hijas «tener cuidado». Sobre todo el moralista
el confesionario a aquellos («casi todos los matrimonios jóvenes de la más famoso de su tiempo, el belga Arthur Vermeersch, llamó a la lucha.
diócesis») que practicaban el coitus interruptus porque no querían una Sostuvo que, en la cópula con condón, la esposa está obligada a ofrecer
prole demasiado numerosa. Roma respondió diciendo que el confesor resistencia hasta la violación física o hasta el sacrificio de un bien «tan
debía guardar silencio sobre estas cosas a no ser que se le preguntara ex- valioso como la vida»; que la mujer está obligada a defenderse de su ma-
presamente, según el consejo de san Alfonso de Ligorio, «un hombre rido como de un violador; y que hay que estar dispuesto a aceptar las
muy instruido y sumamente experto en esta cuestión» (Noonan, p. 494 consecuencias: la «infelicidad y desdicha en la familia, el desmorona-
miento del matrimonio, el abandono malévolo, la separación». Ver-
s.). También el jesuita Gury era partidario —apoyándose en Alfonso—
meersch opinaba: «¿Por qué había de parecer espantoso que la castidad
de no formular en el confesionario pregunta alguna sobre el coitus inte-
conyugal exija sus mártires, como todas las virtudes cristianas?» (Noo-
rruptus.
nan, p. 534 s.). Esta instrucción de Vermeersch a la esposa respecto de la
La encarnizada batalla que la Iglesia católica ha librado en el confe-
cópula con condón entró durante la Primera Guerra Mundial en la men-
sionario contra la anticoncepción comenzó en el último cuarto del siglo
cionada decisión de Roma del 3 de junio de 1916.
pasado. Dieron pie a esta escalada el creciente interés mundial por el con-
trol de la natalidad, la difusión masiva de los medios anticonceptivos y la Por instigación de Vermeersch, el primado de Bélgica, cardenal Mer-
guerra franco-alemana; todo ello contemplado a la luz del neotomismo cier, publicó en 1909 una carta pastoral sobre «las obligaciones de la
que surgía en la Iglesia católica y que aceptaba el acto sexual sólo como vida conyugal». Después, el 2 de junio de 1909, los obispos belgas pu-
acto conyugal de procreación. El cardenal suizo Kaspar Mermillod se di- blicaron una «Instrucción contra el onanismo» dirigida a los sacerdotes
rigió al pueblo francés, en Beauvais, en la fiesta nacional francesa de y confesores. Afirmaban que «el gravísimo pecado de Onán es practica-
1872, con las siguientes palabras: «Tú te has apartado de Dios y Dios te do en Bélgica por pobres y ricos, en el campo y en la ciudad». Añadían
ha castigado. En un cálculo espantoso, has cavado tumbas en vez de lle- que, «en ese peligro público», descuidarían ellos, los obispos, su obliga-

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ción si no levantaran su voz ante este vicio contra la naturaleza, ante este milar virulencia, enmarcada siempre en ese mismo espíritu nacional y mi-
pecado que clama al cielo. Recomendaban exhortar a la gente a confiar litarista. Los obispos franceses declararon en 1919: «Es un pecado grave
más en la providencia divina, que se cuidaría de que nadie pase hambre. contra la naturaleza y contra la voluntad de Dios privar de su finalidad
Insistían en que se utilizara gran dureza en el confesionario para luchar última al matrimonio mediante un cálculo hedonista y egoísta. Las teo-
contra ese mal. Observaban que el silencio del confesor podría ser con- rías y prácticas que enseñan y promueven la limitación de los nacimien-
siderado como aprobación (Noonan, p. 518 ss.). tos son tan nefastas como criminales. La guerra ha impreso profunda-
La conferencia episcopal celebrada por los obispos alemanes en mente en nuestras almas el peligro que ellas suponen para nuestra patria.
Fulda en 1913 siguió el ejemplo de la jerarquía belga. Declaró que la ¡Ojalá que esa lección no caiga en saco roto! Hay que rellenar de nuevo
contracepción es una «consecuencia del bienestar..., pero que es pecado los huecos provocados por la muerte si se está interesado en que Francia
grave pretender evitar el aumento del número de hijos abusando del pertenezca a los franceses y sea lo suficientemente fuerte como para de-
matrimonio al convertirlo en puro placer sexual y pervirtiendo a ciencia fenderse por sí misma y para regocijarse por su propio éxito» (Noonan,
y conciencia su finalidad principal. Eso es pecado grave, gravísimo, in- p. 521 s.).
dependientemente de los medios y de la manera como se haga». Recor- El final de la Primera Guerra Mundial ofreció también a los obispos
daron que es obligación de los casados «asegurar la continuidad de la austríacos la ocasión para una carta pastoral. Dijeron en ella que la
Iglesia y del Estado» (Noonan, p. 520 s.). profanación del matrimonio es «el más grave azote moral de nuestro
Huelga decir que la batalla a la contracepción no se interrumpió ni si- tiempo». En términos similares se expresaron los obispos norteamerica-
quiera durante la Primera Guerra Mundial. En 1915, A. J. Rosenberg, nos (Noonan, p. 522).
profesor de la facultad teológico-filosófica de Paderborn, escribió en la La obsesiva insistencia en la prohibición de la contracepción siguió
revista Theologie und Glaube: «Pero las guerras modernas son guerras en creciendo en paralelismo con las guerras del 1870-71 y del 1914-18.
las que las masas adquieren una importancia mucho mayor. La inten- Hasta nuestros días se ha puesto mayor empeño en proteger a los posi-
cionada limitación del número de hijos (en Francia) significó, pues, la re- bles hijos frente a la contracepción que en preservar del horror del
nuncia a disponer de la misma fuerza nacional que Alemania... Miles de campo de batalla y de la muerte a los adolescentes de carne y hueso,
padres lamentan la pérdida del hijo único... Tiene que haber castigo... La según aquella insoportable superchería católica de que las auténticas
guerra ha situado en una nueva luz el problema de la intencionada evi- impiedades de la humanidad se llevan a cabo en los dormitorios conyu-
tación de los hijos». La macabra idea de amenazar a los padres con la gales y no en los escenarios de la guerra y en las fosas comunes. En la
temprana muerte de sus hijos como castigo por la contracepción había teología moral católica se ha hablado mucho de guerras justas, pero
sido bendecida ya por los obispos belgas en la instrucción que dirigieron jamás se ha dicho una palabra sobre una contracepción justa. Y es lógi-
en 1909 a los confesores. Durante la Segunda Guerra Mundial fue repe- co y consecuente ese silencio en cuanto que, sobre todo con vistas a la
tida esa misma idea en las Quaestiones de castitate et luxuria (Brujas, guerra, se debe garantizar la concepción. La contracepción es injusta,
1944) de Merkelbach (f 1942), dominico y moralista belga. entre otros motivos, porque dificulta las guerras justas, porque los pe-
Con una severidad menor pero bastante acerada se expresó el padre ríodos de escasa tasa de natalidad constituyen un hándicap militar. Tam-
'H. A. Krose en 1915 en la prestigiosa revista jesuítica Stimmen der Zeit: bién se puede decir: la lucha a la contracepción y el rearme están
«En el acalorado comentario literario provocado por el amenazante re- relacionados: los niños eran necesarios para hacer la guerra. La guerra es
troceso de las cifras de nacimientos alemanes se ha aludido reiterada- incompatible con la contracepción como la contracepción es incompati-
mente a la puesta en peligro del Reicb como potencia mundial... Los gra- ble con la guerra. Si no hay nacimientos, se carece del arma «hombre».
ves momentos que estamos viviendo se han encargado de mostrar con Por consiguiente, el equipamiento para la guerra comienza ya en el dor-
espantosa claridad cuan justificada era esa referencia. ¿Cómo podría el mitorio conyugal. Impedir la concepción equivale a un desarme unilate-
Reicb plantar cara al embate de poderosos enemigos que le acosan por ral. No es, pues, casual que el rechazo de la contracepción haya alcan-
todas partes si la elevada cifra de nacimientos de las primeras décadas zado su culmen clamoroso en el siglo del rearme y de las guerras
que siguieron a la creación del Reicb no hubiera hecho tan fuertes pre- mundiales.
cisamente a aquellos grupos de población que se encuentran ahora en Sin duda, la prohibición de la contracepción tiene una vieja tradición
edad militar? Los adversarios no salen de su sorpresa al comprobar la de aversión al placer sexual, pero existe una diferencia entre que uno
inagotable reserva de hombres que permite al Reicb alemán... no sólo lle- —según el consejo de Alfonso de Ligorio, repetido por Roma al obispo
nar lagunas abiertas por la guerra, sino incrementar constantemente el francés Bouvier todavía en 1842— guarde silencio y se limite a responder
número de soldados». preguntas expresas formuladas por los esposos, y que uno, como Juan
Después de la guerra, la lucha a la contracepción prosiguió con si- Pablo II, convulsione al mundo entero con pronunciamientos, a tiempo y
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a destiempo. Aun admitiendo que el papa no tenga conciencia de hasta «justa» mientras que la prevención del embarazo jamás tiene un trata-
qué punto el acento que él impone sobre la moral cristiana está en co- miento similar? ¿No da la impresión de que el cristianismo ha sufrido
nexión con una política de la fuerza y de superioridad bélica, esta dife- algún deslumbramiento en su evaluación de los valores? Desde luego que
rencia existe. tal desliz es innegable por lo que respecta a la valoración de la guerra.
En el momento culminante del debate mundial sobre este tema, des- Quien opta por los niños, también debe optar contra la guerra. De lo
pués de que incluso la Iglesia anglicana hubiera abandonado en la con- contrario, se opta a favor de los niños para la guerra. Y quien lleva su
ferencia de Lambeth, el 15 de agosto de 1930, la condena que había preocupación por niños imaginarios hasta el punto de no admitir la
hecho hasta entonces de la contracepción, fue publicada (31 de diciembre contracepción en ninguna circunstancia ni por motivo alguno «por grave
de 1930) la encíclica Casti connubii de Pío XI, la precursora de la encí- que sea», ese tal debería tener una preocupación aún mayor por los
clica Humanae vitae (encíclica sobre la pildora) y del Escrito apostólico hombres reales, y declararse en contra de toda guerra. Sólo entonces el
Familiaris consortio (1981) de Juan Pablo II. Arthur Vermeersch fue eslogan de aquellos cardenales y obispos que decía: «Porque hay guerra
uno de los corredactores del texto de la encíclica Casti connubii. Desde la debe haber niños» se convertirá definitivamente en lema verdaderamen-
publicación de esta encíclica, los papas han considerado como una de sus te cristiano: «Porque hay niños, no debe haber guerra jamás».
obligaciones principales la de hablar constantemente contra la prevención La encíclica se refirió sólo de pasada al método de la continencia pe-
del embarazo. Casti connubii repite las palabras que los militantes obis- riódica. Dice que tal cópula está permitida «a condición de que la es-
pos franceses pronunciaron después de la Primera Guerra Mundial sobre tructura interna del acto y, consiguientemente, su subordinación al fin
la «libertad criminal» de quienes practican la contracepción y luego primero del matrimonio (los hijos) permanezcan intactas». En 1930, el
enumera los motivos que mueven a éstos: «Porque ellos, llevados por su método de la continencia periódica no recibió —ni mucho menos— la
antipatía a la bendición de los hijos, evitan la carga, pero, sin embargo, atención pontificia que le otorgaría Juan Pablo II en su Familiaris con-
quieren disfrutar del placer sexual». La encíclica declara: «Pero no exis- sortio (1981), himno al método de continencia periódica enunciado por
te razón alguna, por grave que sea», que pueda justificar la contracep- Ogino y por Knaus. El japonés Ogino y el austríaco Knaus habían hecho
ción. A modo de intimidación, se remite a Onán, que habría hecho eso y, su descubrimiento, respectivamente, en 1924 y 1929, pero estos hallazgos
en castigo, Dios lo habría hecho morir. Luego, el papa se dirige («en vir- no fueron conocidos a escala mundial hasta principios de los años trein-
tud de nuestra autoridad suprema») a los confesores para que no dejen a ta. La observación pontificia se refería más bien al método Pouchet,
los fieles en el error sobre «esta ley divina que obliga gravemente» o les que recibe su nombre del francés Félix Archimédes Pouchet. Según ese
confirmen en su error mediante un «malintencionado silencio». método, la concepción tiene lugar sólo durante la menstruación y dentro
de un lapso de tiempo que va de uno a doce días después de la mens-
Con la encíclica quedaban definitivamente atrás los días tranquilos de
truación. Todavía en 1920 se creía que la mujer era infecunda en la
1842, cuando sólo respondía quien era preguntado. El silencio prudente
tercera semana después de la menstruación. Dominikus Lindner llegó in-
recomendado por Alfonso de Ligorio a los confesores se había converti-
cluso a escribir en su libro Der Usus matrimonii (El uso del matrimonio)
do en «silencio malintencionado». La respuesta del papa, no pedida, es
(1929) lo siguiente: «En este período (menstruación), un embarazo es
clara desde ahora para todo el mundo: en ningún caso es lícito prevenir
más posible que en ningún otro momento» (p. 219). En términos simi-
la procreación de hombres. También es claro que en determinadas cir-
lares se expresó el moralista Heribert Jone en 1930 (Katboliscbe Mo-
cunstancias -^concretamente, en la guerra— es lícito matar hombres. Si
raltheologie, p. 617). Con la ayuda de este método, que valió a Pouchet
alguien no tiene claro a quién debe afectar esa occisión, que escuche la
en 1845 el premio de fisiología experimental de la Academia Francesa de
palabra que los obispos de la India dirigieron solemnemente al pueblo en
las Ciencias, tenían hijos los que no los deseaban; en cambio, no logra-
Bangalore (1957) poniéndole en guardia contra tres cosas: el comunismo,
ban tenerlos quienes ansiaban conseguirlos con el cálculo de Pouchet. Por
las películas inmorales y la prevención de los embarazos.
consiguiente, Pío XI no tenía motivo alguno para negar «el derecho» de
Por supuesto que en la encíclica Casti connubii ni se expone ni se in- los esposos a utilizar este método de prevención de embarazos, del que la
tenta la conexión entre prevención de los embarazos y obstaculización Nouvelle Revue Théologique había escrito ya en 1900: «¿Quién no ha
del rearme para la guerra. Un papa no puede argumentar en términos na- conocido en el confesionario a penitentes que han observado con regu-
cionalistas. El pesimismo sexual le es suficiente. Por ello, sin embargo, se laridad esos tiempos y que, sin embargo, no han podido impedir la fe-
hace tanto más urgente la pregunta de por qué la Iglesia católica no exige cundación?».
que se otorgue a los hombres vivos la misma protección que ella requie-
re para los hombres potenciales e imaginarios. ¿Por qué no prohibe la Cuando, a principios de los años treinta, el método Knaus-Ogino fue
guerra con el mismo énfasis que la contracepción? ¿Por qué la guerra en conocido y los esposos se acogieron a la aprobación pontificia del mé-
determinadas circunstancias recibe en la moral católica el calificativo de todo de la elección de tiempos, algunos teólogos objetaron que el papa

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había aprobado un método inseguro, no un método seguro. Arthur Ver- XII condenara la pildora. Porque su predecesor Pío XI había condenado
meersch fue el primero en lamentarse de «la herejía de la cuna vacía», y en la Casti connubii (1930) toda esterilización con fines de prevención
el jesuíta belga Ignatius Salsmans afirmó que el papa —al aprobar el uso del embarazo, también había que condenar la pildora. Es claro que no
de tiempos infecundos— se había referido exclusivamente al uso del cabe esperar otra cosa de los papas. No cabe albergar la esperanza de
matrimonio después del climaterio cuando aprobó el uso de tiempos que un papa diverja de la opinión de un predecesor suyo. La infalibilidad
infecundos, y que el método de Ogino no es mucho mejor que el ona- de los papas precedentes frena la reflexión autónoma de los papas suce-
nismo (coitus interruptus). Naturalmente, él tiene razón en esto y habla sores, pero dado que la pildora no existía en tiempo de los antecesores de
como Agustín, pero luego saca consecuencias equivocadas de este estado Pío XII, difícilmente podían legarle éstos una motivación especial para el
de cosas, prohibiendo a los cónyuges tanto lo uno como lo otro. Tam- rechazo de la pildora. En este punto, Pío XII se vio obligado a ser crea-
bién los obispos advirtieron contra el método de los ritmos; por ejemplo, tivo. Pero su fundamentación significa un ataque frontal a la lógica,
el Consejo Provincial de Malinas presidido por el cardenal Van Roey. pues el papa afirma aquí una intención de la naturaleza contraria a la po-
Declararon en 1937 que el uso de los tiempos infecundos suscitaba peli- sibilidad de la naturaleza, con lo que exige en nombre de la naturaleza
gros tales como, por ejemplo, el triunfo del egoísmo y el enfriamiento del algo así como una violación de una naturaleza desvalida, lo que lleva en
amor conyugal (Noonan, p. 550 s.). este caso a una violación de la esposa. El papa quiere, pues, decir: en nin-
Frente a todas estas aseveraciones, Juan Pablo II se expresa de modo gún caso es lícito desbaratar la intención de la naturaleza, la procreación;
completamente distinto. Escribe en la Familiaris consortio (1981) que «la ni siquiera cuando la naturaleza en modo alguno puede soportar esa pro-
opción por los ritmos naturales» significa «vivir el amor personal en su creación y la esposa fallece mediante el embarazo. Con ello, el papa de-
exigencia de fidelidad» y que, «en ese contexto, los esposos experimentan fiende una moral que pasa por encima de los cadáveres. Incluso cuando
que la unión conyugal se enriquece con aquellos valores de la ternura y se hace de las leyes biológicas de la naturaleza y no del respeto recíproco
de la afectividad que constituyen el alma de la sexualidad humana». de los esposos la norma y directriz moral suprema, al menos no habría
A la vista de tales aseveraciones contradictorias sobre el mismo mé- que argumentar diciendo que la naturaleza quiere algo incluso si no
todo, que parece tener como consecuencia en 1937 el enfriamiento del puede hacerlo, y que se debe respetar la voluntad de la naturaleza sacri-
amor conyugal y en 1981 el incremento de ese amor, es obligado cons- ficando la vida humana. Por el contrario, en tal exigencia biológica,
tatar que obispos y papas se han demostrado recíprocamente su incom- que excede a las fuerzas de la naturaleza, habría que considerar que la
petencia y que la ignoracia de ambas partes —documentada de forma contracepción es acorde con la naturaleza. En realidad, detrás de la di-
mutua— debería llevar a todos ellos a callar de una vez si es que estiman rectriz pontificia basada en una naturaleza supuestamente querida por
en algo su credibilidad ante los casados. Dios, aunque destruida físicamente, es decir, en una naturaleza innatural,
Otros frutos de la cortedad intelectual de los teólogos son, por ejem- no hay otra cosa que la viejísima aversión al placer sexual.
plo, éstos: los hijos únicos de padres que practican la contracepción son Que tampoco en Roma se escucha sólo e incondicionalmente a tal
egoístas y debiluchos; en cambio, los hijos únicos de los esposos que «naturaleza» se pone de manifiesto en que tampoco los príncipes de la
observan la continencia no, como dijo el obispo Rosset ya en el 1895 Iglesia van por la calle tal como Dios los creó, y su vestimenta es aún más
(Noonan, p. 647). O éste: el coitus interruptus provoca en la esposa innatural que la del resto de la población. Probablemente concuerda
trastornos nerviosos y molestias del bajo vientre (cit. en Noonan, p. con la naturaleza entendida rectamente el que la razón busque ayuda en
648). Bernhard Háring habla de «efectos funestos... en los nervios y en la el vestido cuando el organismo no puede soportar el frío y también el que
salud psíquica de los cónyuges, especialmente de la esposa» (Das Gesetz ella impida el embarazo «cuando el organismo no puede soportar las
Christi, III, p. 357). Por fortuna, allí donde hay carencia de argumentos consecuencias». En otro terreno, donde la aversión de la Iglesia al placer
teológicos, echan una mano los errores médicos. sexual no se ve afectado de forma tan directa, la Iglesia ha dado entre
A mediados de nuestro siglo, cuando los eclesiásticos estaban en- tanto muestras de sabiduría. En 1853, los teólogos ingleses protestaron
frascadísimos aún en clasificar, etiquetar, difamar y también tolerar el contra el médico personal de la reina Victoria. Le acusaban de haber
coitus interruptus, la copulación con condón y el matrimonio al calen- anestesiado con cloformo a la reina en un parto. Veían en ello una vul-
dario, un nuevo infortunio se abatió sobre la jerarquía de la Iglesia: la pil- neración de Gn 3,16: «Parirás con dolor a tus hijos».
dora. Para Pío XII, esto fue una pildora amarga. Declaró el 12 de sep- Además de basarse en la inviolabilidad de las leyes de la naturaleza,
tiembre de 1958: «Se lleva a cabo una esterilización directa e ilícita que prohiben la pildora, Pablo VI recurre en su encíclica sobre la pildo-
cuando se elimina la ovulación con la intención de proteger al organismo ra (1968) a otro argumento contra esta forma de prevención de emba-
de las consecuencias de un embarazo que él no puede soportar». razos. Escribe: «Las personas rectas pueden convencerse aún mejor de la
Esta frase es toda una joya de acrobacia mental. No tanto porque Pío verdad de la doctrina católica si dirigen su mirada a las consecuencias del

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método de la regulación artificial de la natalidad. Se debería reflexionar tung für die katholische Geistlicbkeit Deutschlands escribió en octubre de
ante todo en qué camino tan ancho y fácil hacia la infidelidad conyugal 1977: «De hecho, es seguro que la "pildora" interrumpirá en los diez a
podría abrirse con tal manera de actuar» (n°. 17). El adulterio es algo así veinte años próximos el crecimiento de la Iglesia con todas sus conse-
como una idea predilecta de papas y moralistas, y se le pone en juego fre- cuencias para las nuevas levas de sacerdotes y religiosos así como para las
cuentemente como argumento a favor de esto o de aquello o de ambas arcas del impuesto eclesiástico. No será necesario construir más edificios
cosas. Pero se tiene la impresión de que la permanente alusión al adulte- eclesiales... Sucederá precisamente aquello por lo que se había advertido
rio deriva más del afán de control y de amenaza de los teólogos que de contra la propagación de la pildora, a saber: una peligrosa disminución
los datos reales de la vida conyugal. de nacimientos, la corrupción de la sociedad, la sensualización de la
Un tercer argumento en contra de la prevención del embarazo es pa- vida pública, la propaganda libre de la pornografía y del nudismo..., la
ra Pablo VI el siguiente: «Los maridos que se han habituado al uso de mofa pública de la castidad con la consecuencia de una caída del presti-
las prácticas anticonceptivas podrían perder el respeto a su esposa» gio social del estado sacerdotal y del religioso..., en conjunto, una polu-
(n°. 17). Una Iglesia que por derechos humanos entiende preferente- ción ambiental de proporciones desconocidas hasta hoy».
mente derechos de los varones y por dignidad humana la dignidad de los Por consiguiente, los católicos están obligados a no tomar la pildora
varones, especialmente la de los «eclesiásticos» célibes, debería callar no sólo para frenar la pornografía y la cultura nudista, sino sobre todo
cuando se habla de la dignidad de las mujeres y no atribuir sin motivo a para que no decaiga el prestigio social de los clérigos; también para que
los esposos su propia falta de respeto a las mujeres. En cualquier caso, los no sufra merma el impuesto eclesiástico y para que se sigan construyen-
hombres de Iglesia no necesitan esperar a la pildora para respetar a la do edificios eclesiásticos.
mujer menos que a sí mismos. En esta acción pontificia en favor del res- El cañonazo más potente que Pablo VI dispara en su encíclica sobre
peto a la mujer, la pildora no es más que una excusa para ascetizar y eu- la pildora contra la prevención de embarazos es la afirmación de que la
nuquizar la totalidad del matrimonio, para monaquizarlo y celibatarlo. contracepción es «tan condenable» (pariter damnandum est) como el
Para un célibe es del todo inimaginable por qué un esposo no ama sólo aborto (n°. 14). Esto supone una ingente dramatización de la contracep-
físicamente a su esposa, sino que también la estima espiritualmente. Por ción. Más de una mujer concluirá de ahí que es preferible encontrarse
suerte, el amor y veneración conyugales no tienen nada que ver con que rara vez en el camino de la condenación a causa del aborto que caminar
la contracepción se practique al modo aprobado por el papa o según el constantemente en él mediante la contracepción. Con ello, un cierto nú-
modo «artificial». mero de abortos debe ser cargado en la cuenta de los papas, dado que
Que toda la salvación, tanto la salvación eterna del alma como tam- éstos, al equiparar contracepción y aborto, dan pie, además, a la baga-
bién la felicidad conyugal en la tierra, se basa esencialmente en la mane- telización del aborto. Si, según Pablo VI, la contracepción tiene un peso
ra recta de evitar los hijos, tal como afirma sobre todo Juan Pablo II en tan grave como el aborto, entonces cabe concluir que el aborto tiene tan
su Familiaris consortio (1981), sucesora de la encíclica sobre la pildora, poco peso como la contracepción.
sonaría a herejía inaudita en los oídos de Agustín. Los casados de nues- Desde el Congreso internacional de moralistas celebrado en Roma en
tro tiempo se limitan a encogerse de hombros. Los celibatarios han per- noviembre de 1988, la campaña pontificia en contra de la prevención de
dido toda credibilidad ante los casados. En contra de lo que la Iglesia los embarazos ha alcanzado un punto de dramatismo mayor. Si no se tra-
afirma, no es el prestigio de la esposa lo que está en juego a través de la tara del papa, su posición podría haberle creado problemas con las leyes
pildora, sino que es su propio prestigio el que está en trance de perderse penales. Según Juan Pablo II y su portavoz Cario Caffarra, director del
si ella no deja de seguir arrogándose abusivamente la administración mo- Instituto Pontificio para Cuestiones de Matrimonio y Familia, por ejem-
nopolística del espacio íntimo de libertad de los esposos. Ya es hora de plo, un hemofílico con sida no puede copular con su esposa en toda su
que la Iglesia deje de usurpar el acto conyugal como una especie de acto vida, ni siquiera después del climaterio de ella, porque el condón es una
célibe. Es hora ya de que los esposos reclamen la exclusividad sobre el forma de contracepción prohibida por Dios. Y si el hemofílico con sida
acto conyugal, de que recuperen el amor conyugal arrancándolo de la es- no es capaz de guardar continencia perpetua, es mejor que infecte a su es-
fera mirona de una policía clerical del lecho conyugal y de que no con- posa en lugar de recurrir al condón.
sientan por más tiempo tener que dar cuentas a superiores incompetentes
en asuntos que no son de su incumbencia.
En realidad, la Iglesia no teme una pérdida del prestigio de la mujer,
como pretende hacer creer en la lucha contra la pildora. Lo único que
ella teme es perder su propio prestigio y su propio poder, lo que aca-
rrearía una pérdida de dinero. El periódico conservador Offertenzei-

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Capítulo 26

ABORTO

Un capítulo macabro es el que se refiere al enorme peligro de muerte


—a causa de la negativa de ayuda en determinadas circunstancias— en el
que hasta hace poco se encontraban las mujeres que daban a luz en
hospitales católicos y en el que siguen encontrándose todavía hoy allí
donde se observa la doctrina católica oficial. En efecto, según esta doc-
trina, es más importante bautizar al niño antes de su muerte inminente
que permitir que la madre siga viviendo tras el fallecimiento de su hijo no
bautizado. Añadamos que este capítulo dista mucho de estar concluido.
Es cierto que en Alemania se ha suavizado algo desde el 7 de mayo de
1976 el peligro para la madre, en cuanto que los obispos alemanes «res-
petan la decisión en conciencia de los médicos» (lo que no significa que la
acepten); concretamente, «en situaciones conflictivas desesperadas en
las que hay que decidir entre la pérdida de la vida tanto de la madre
como del hijo no nacido y la pérdida de una sola vida». O sea, que en
caso de peligro de muerte de ambos (madre e hijo), se respeta que el mé-
dico opte por salvar la vida de la madre sacrificando la del hijo. Pero ob-
sérvese bien. Se respeta tal decisión no cuando tienen que morir la madre
o el hijo, sino cuando están en peligro inminente de perder la vida la
madre y el hijo. Sólo en este último supuesto puede el médico salvar la
vida de la madre mediante el aborto. Pero esto es tan sólo una concesión
para que el médico se desvíe de la doctrina auténticamente católica.
La revista jesuítica Orientierung escribe al respecto el 31 de mayo de
1978: «No es lo mismo respetar que aprobar, y, basándose en esta grave
aseveración que incluye el respeto a la personal decisión en conciencia en
una desesperada situación de conflicto, nadie debería menospreciar el co-
raje, el espíritu de sacrificio, el heroísmo de aquellas mujeres que prefie-
ren morir antes que traicionar su conciencia». Dicho en otros términos,
en tales casos sólo una madre muerta es una madre verdaderamente
buena, pues la única que «no traiciona su conciencia» es aquella madre

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que está dispuesta a sucumbir con el feto. El moralista católico Bernhard países ni siquiera han llegado aún a encontrar ni un solo vericueto para
Háring escribió en 1985: «No quiero tratar aquí con más detalle la in- sortear de algún modo las decisiones de Roma. Por lo demás, hay que se-
terrupción del embarazo que tiene como único objetivo y como única in- ñalar que esa declaración de los obispos alemanes no es tan favorable a
tención la salvación de la vida de la madre cuando no existe ya posibili- la madre como se interpreta. En efecto, la declaración puede ser aplicada
dad alguna de salvar la vida del feto. Debemos cuidarnos muy mucho de igual de bien en contra de las madres. Los obispos dejan completamente
crear en tales casos (extraordinariamente raros) complejos de culpabili- abierta la cuestión de cuál de ambas vidas insalvables puede salvar el mé-
dad que, como se sabe, conducen con frecuencia a trastornadísimas re- dico. Según la declaración de los obispos, éste puede estar seguro del
laciones interhumanas y a una imagen desfigurada de Dios» (Tbeologie mismo respeto episcopal si en la descrita situación de conflicto sin salida
der Gegenwart, 1985, 4, p. 219). Por consiguiente, las mujeres pueden, opta por la vida del hijo y mata a la madre. Menos mal que, entre tanto,
pues, seguir viviendo sin complejo de culpa y sin trastornadas relaciones las madres han ganado en seguridad frente a las consecuencias de tal
interhumanas si, para salvar la vida de ellas, se provocó el aborto del feto moral de horror de los obispos gracias al progreso de la medicina y a la
que en modo alguno era ya salvable. conciencia de los médicos. Para ser completos, debemos añadir que los
Pero la madre no tiene que decidir aquí absolutamente nada. Los obispos alemanes no toleran ni la indicación ética, ni la social ni ninguna
obispos alemanes no le piden a ella su opinión. El escrito episcopal se di- otra. Lo dijeron con toda claridad en 1976.
rige a los médicos y respeta la decisión que éstos tomen en conciencia. En lo que sigue no entraremos en la visión médica; más bien, nos li-
Las madres no hacen sino pasar de una decisión ajena a otra de igual mitaremos exclusivamente a lo que los teólogos han decidido oficial-
signo. La decisión sobre su vida o su muerte pasa del ámbito de los mente respecto de las mujeres. El hecho de que muchos teólogos señalen
dioses de negro al de los dioses de blanco. que tales casos extremos, como los que fueron decididos por Roma, no
En la actualidad, mucha gente opina que la Iglesia permite el aborto podrían darse ya hoy gracias al avance de la medicina no quiere decir
en casos de peligro de muerte para la madre, pero tal opinión es errónea. que la ciencia teológica también haya avanzado. Simplemente, el avan-
Más bien, la Iglesia ha acordado, tan sólo, respetar las decisiones médi- ce de la medicina ha hecho que la teología resulte menos peligrosa para
cas cuando —de otro modo— mueren tanto la madre como el hijo. El la vida de las mujeres, aunque, por desgracia, esto no puede devolver la
cardenal Hóffner, de Colonia, me lo confirmó en una carta que me es- vida a tantas mujeres que han sido víctimas de los teólogos durante mu-
cribió el 5 de agosto de 1986: «Respondiendo a su pregunta, confirmo chos siglos. «La más profunda voluntad del Señor santísimo» (Jesús),
que la aseveración citada y extraída por usted de las "Recomendaciones según el decreto emanado de Roma el 1 de agosto de 1886, ve las cosas
para médicos y sanitarios en hospitales tras el cambio del parágrafo de distinta manera que la decisión en conciencia de los médicos que
218 de la Constitución", del 7 de mayo de 1976, mantiene toda su vali- salva la vida. Con las mencionadas palabras, Roma corrobora la deci-
dez y yo lo mantendré. Si en el mencionado programa televisivo, en el sión romana del 28 de mayo de 1884. Entonces, el cardenal Caverot de
marco de una entrevista, se creó otra impresión distinta, lo lamento Lyon había sometido a la consideración de Roma una consulta respecto
profundamente». (Se hace referencia a una emisión televisiva del 29 de de la intervención quirúrgica conocida por el nombre de craneotomía,
junio de 1986 en el Segundo Canal de la televisión pública alemana en la cuando sin esa intervención mueren tanto la madre como el hijo, pero
que se dio la impresión de que la Iglesia aprueba la indicación médica en con ella se salva la vida de la madre. Roma respondió desaprobando tal
peligro de muerte de la madre.) El cardenal repite a continuación las fra- intervención. Esa respuesta dada por Roma en 1884 fue extendida el 14
ses decisivas del escrito de los obispos alemanes: que se trata de una al- de agosto de 1889 «a toda intervención quirúrgica que mate directa-
ternativa «entre la pérdida de ambas vidas si se deja que el proceso siga mente al feto o a la mujer embarazada». El 24 de julio de 1895, un mé-
su curso natural o la pérdida de una sola vida». Al final de la carta, el dico preguntó a Roma si él, según las decisiones que acabamos de re-
cardenal enfatiza: «A decir verdad, desearía subrayar que la aseveración cordar, estaba justificado —«a fin de salvar a la madre de una muerte
citada por usted en el párrafo correspondiente habla de "respeto a la de- segura e inmediata»— para provocar el aborto de un feto todavía no
cisión en conciencia del médico"; por consiguiente, se abstiene de emitir viable, en cuyo caso él se serviría de medios y operaciones que no lle-
un juicio moral en esa situación fronteriza». Dicho en otros términos: los vaban a la occisión del feto, sino que tenían por finalidad sacarlo vivo a
obispos alemanes no aprobaron en 1976, sino que se limitaron a respe- la luz, aunque después el feto moriría por prematuro. La respuesta fue
tar, la decisión de los médicos: es preferible un muerto que dos. negativa. Esa decisión se repitió en 1898. La encíclica Casti connubii
Gracias a los obispos alemanes, en Alemania se ha llegado nada (1930) escribe en relación con el rechazo de la indicación médica:
menos que a respetar que, en vez de dos, muera sólo uno si el médico lo «¿Qué podría ser un motivo suficiente para justificar el asesinato directo
decide así en su conciencia. La doctrina oficial de la Iglesia, que mantie- de un inocente?... Por contra, se haría indigno del noble nombre y de la
ne hoy toda su inamovible validez, ve esto de otra manera. Otros muchos loa de un médico quien, so capa de aplicar medidas sanantes o por

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una compasión mal entendida, buscara la muerte del uno o de la otra». de profesión, se había negado a practicar la craneotomía a un niño que
Lo mismo enfatiza Pío XII en la alocución que dirigió a las coma- iba a nacer «con una cabeza demasiado grande». Era demasiado tarde
dronas el 29 de octubre de 1951 (AAS 43, 1951, pp. 784-794). Nótese para una cesárea y la madre murió luego en el parto. Evidentemente,
que no se trata de la alternativa madre o hijo, sino tan sólo de la alter- también el niño murió. El médico se encuentra en dificultades porque el
nativa: muerte de ambos o supervivencia de la madre mediante el aborto viudo pone una denuncia contra él, pero el cardenal corrobora a su cu-
del feto. El principio «No matarás», correcto de suyo, pero al que la Igle- ñado en la observancia de la fe católica. El médico —un verdadero már-
sia agobia con distinciones, matices y excepciones en lo tocante a las gue- tir— pierde su puesto en el hospital, pues, desde el funesto caso letal, el
rras y a la pena de muerte, es llevado aquí ad absurdum con la muerte de hospital exige que todos los médicos firmen su disposición a observar la
la madre y del hijo. Es el caso clásico de observar al pie de la letra un indicación médica y él se niega a firmar. Naturalmente, los hospitales ca-
precepto, no según el espíritu. Hasta la segunda mitad de nuestro siglo, tólicos coinciden en esto con el cardenal.
los teólogos no se cansan de aplaudir esta sentencia de muerte decretada Otro pasaje de la obra narra que una madre llegó a perder su propia
por Roma para muchas mujeres. Citemos al respecto, por ejemplo, la vida en la alternativa entre madre o hijo. Al saber el cardenal la decisión
Katholische Moraltheologie de Mausbach/Tischleder (1938): «El argu- de su cuñado en contra de la craneotomía, había orado así: «¡Dios mío!
mento de que al respetar al hijo van a pique casi siempre dos vidas Si la prueba se abate sobre mí, concédeme que no murmure contra la
mientras que sacrificando al hijo sólo se pierde una causa gran impre- gran severidad de tu amor». Su petición se verá cumplida más tarde. El
sión... Pero jamás es lícito quitar violentamente la vida a un inocente, y médico Dr. Parks pregunta al cardenal con motivo del parto de Mona, la
no se puede permitir eso sin inducir a los hombres a ulteriores pasos fu- hermana predilecta de éste: «Si usted no me da permiso para matar el
nestos y deletéreos» (III, p. 125). embrión, nada salvará a su hermana». En este diálogo entre varones
El moralista Bernhard Háring —en su teología moral Das Gesetz sobre la vida y sobre la muerte de una mujer, el cardenal «se aferró a la
Christi (81967)— remite a las decisiones pontificias tomadas entre los silla y oró: Jesús, María y José, ¡ayudadme!», y —con la ayuda de Jesús,
años 1884 y 1951 y opina al respecto «que los médicos reprochan a María y José— se decidió por la muerte de su hermana. A ella ni siquie-
veces a la Iglesia que rechaze también la indicación vital (a la que él de- ra se le pregunta. En ese caso se salva al niño. Si hoy volviera a darse ese
fine de la siguiente manera: "Si de otro modo la vida de la madre estaría mismo caso, el cardenal tendría que volver a decidir en contra de su her-
en gran peligro inmediato)". En realidad, esto era una advertencia salu- mana.
dable a los médicos para que desarrollaran mejor su praxis médica, de
forma que hoy, también en los casos más difíciles, se puede atender casi La prohibición católica del aborto ha alcanzado su culmen absoluto
siempre tanto a la vida de la madre como a la del hijo» (III, p. 221). A las desde 1884, y, a decir verdad, los obispos alemanes vuelven a distan-
saludables declaraciones pontificias emanadas desde 1884 hasta la alo- ciarse algo de ella en su declaración del 7 de mayo de 1976. Pero no nos
cución de Pío XII en 1951 deben su muerte muchas madres, y los médi- apresuremos demasiado a felicitarnos por tanta condescendencia, pues el
cos sus avances en medicina, pues ellos no los habrían buscado con debate sobre el aborto se produce no rara vez siguiendo un método sin-
tanto ahínco si no hubiera existido la exhortación pontificia que no re- gular: un paso hacia adelante, dos pasos hacia atrás. Sólo los avances
trocedió ni ante los cadáveres. Sin la inflexibilidad pontificia es posible médicos pueden arrancar definitivamente a las mujeres de la moral del
que la medicina se encontrara aún en el estadio de la Edad Media. Pero cadáver de la madre. Antes de las ya citadas duras decisiones eclesiásticas
ahora se ha llegado —gracias a los papas— «casi» al punto en que los de 1884, 1886, 1889, 1895, 1898, 1930, 1951, que oficialmente están vi-
médicos apenas necesitan ya mujeres muertas como acicate para evolu- gentes hasta hoy, hubo también en esta cuestión un avance eclesiástico
cionar en su praxis. Sin embargo, tanto si los médicos saben o no hacer que derivó luego en un retroceso reformista. Así, por ejemplo, en 1872,
honor a las exhortaciones de los papas, Háring resume con claridad a la pregunta sobre la permisividad de la craneotomía en el caso de que
todo, a modo de conclusión: «Sea cual fuere el juicio de la ciencia médi- de lo contrario murieran madre e hijo, Roma respondió aún con cierta
ca, la Iglesia se atiene de forma invariable al principio de que bajo nin- vaguedad, diciendo que convenía examinar esta cuestión en autores an-
guna circunstancia puede estar permitido atacar directamente en el seno tiguos y recientes {Acta Sanctae Sedis, 7, 1872, p. 516 ss.).
materno la vida de una criatura inocente. Cf. la Alocución de Pío XII del LJno de tales «autores recientes» era entonces, por ejemplo, Magnus
29 de octubre de 1951» (III, p. 221). Jocham, moralista de Freising, que escribió en 1854: «De ordinario, la
En 1951, año de la mencionada alocución de Pío XII a las comadro- salvación de la madre mediante la muerte del hijo es probable, mientras
nas, se publicó El cardenal, novela best-seller de Henry Morton Robin- que la salvación del niño mediante la muerte de la madre es dudosa. En
son, nacido en 1898 en Nueva York. Narra el ascenso de un eclesiástico ese caso habría que aconsejar a la madre que salve su propia vida entre-
de ascendencia irlandesa al cardenalato. El cuñado del cardenal, médico gando la de su hijo. Pero cuando para ambas partes existe la misma es-

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peranza y el mismo peligro, entonces tiene que decidir la madre. Los con-
berto Magno (siglo Xlll) fue contrario a la animación sucesiva, mientras
sejeros tienen que declararse a favor de salvar la vida de la madre siempre
que su discípulo Tomás la sostuvo. A partir del siglo XVII se produjo otra
que esto sea posible» (Moraltheologie, vol. III, 1854, p. 478). Todavía en
fuerte propensión a la animación simultánea, después de que el médico
1878 declaraba Linsenmann, moralista de Tubinga: «En los casos de los
de Lovaina Thomas Fienus afirmara en 1620 que el alma humana no es
que se trata o en los que puede existir una duda, es decir, allí donde sin
concedida en el día cuadragésimo, sino al tercer día. En 1658, el fran-
una intervención quirúrgica del técnico no puede tener éxito el naci-
ciscano Hieronymus Florentinius exigió que todo embrión —por breve
miento de un niño vivo, dos vidas humanas están condenadas por la na-
que fuera el tiempo transcurrido desde su concepción— debía ser bauti-
turaleza misma a una muerte inevitable si no es posible una intervención
zado en peligro de muerte, pues tiene un alma. El médico personal del
médica. Ahora bien, cuando el médico salva mediante su pericia la vida
papa Inocencio X, Paolo Zacchias, sostenía en 1661 que el alma es in-
de uno de ambos sacrificando la otra, no cabe culparle de la muerte de
fundida en el instante mismo de la concepción. (Su argumento capital: de
esta última. Hay que pensar, más bien, que la no utilización de su ope-
lo contrario, en la fiesta de la Inmaculada Concepción de María [8 de di-
ración técnica habría tenido como consecuencia también la muerte de la
ciembre] se veneraría una célula sin alma). Esto pasó a ser luego, a co-
otra vida» (Lebrbucb der Moraltheologie, 1878, p. 492). A partir de
mienzos del siglo XVIII, la opinión predominante en los médicos. El teó-
1884 se puso fin a esta concepción diciendo que ni siquiera la muerte de
logo Roncaglia se pronunció en 1736 a favor de la animación simultánea.
ambos puede justificar el aborto para salvar la vida de la madre.
Alfonso de Ligorio (f 1787) volvió a sostener, por el contrario, la opi-
Este endurecimiento de la normativa sobre el aborto se llevó a cabo nión de Tomás de Aquino sobre la animación del feto masculino en el día
en conexión con un cambio de la opinión sobre el instante preciso en que cuadragésimo y del feto femenino en el octogésimo, pero observa que
un embrión comienza a tener alma. Desde finales del siglo Xix se impuso esto es «muy inseguro» (Theologia moralis III, n. 394).
la idea de la animación del embrión en el instante mismo de su concep-
Después de que se impusiera a finales del siglo pasado la opinión de la
ción (la llamada «animación simultánea»). Consiguientemente, esa visión
animación simultánea y de que eso llevara a un cambio en el derecho ecle-
reforzó el rechazo del aborto en el estadio más temprano; y mucho más
siástico, Karl Rahner, el teólogo católico más importante de nuestro
aún en un estadio posterior. Hasta finales del siglo XIX había predomi-
siglo, se inclinó de nuevo hacia la animación sucesiva, pero sin decantar-
nado en la teología la doctrina de la llamada animación sucesiva. Según
se por un instante preciso de la animación: «Tampoco de las definiciones
esa doctrina, el embrión masculino recibe el alma hacia el día cuadragé-
dogmáticas de la Iglesia se desprende que vaya contra la fe suponer que el
simo de su concepción; el embrión femenino, hacia el día octogésimo. De
salto a la persona-espíritu se produce sólo en el curso del desarrollo del
ahí que el derecho canónico distinguiera hasta finales del siglo XIX entre
embrión. Ningún teólogo afirmará que puede aportar la prueba de que la
el fetus animatus y el fetus inanimatus, entre el feto con alma y el feto sin
interrupción del embarazo es un homicidio en todos los casos» (Doku-
alma. Sólo el aborto de un feto con alma era castigado con la pena de la
mente der Paulusgesellscbaft, vol. 2, 1962, p. 391 s.). En su artículo
excomunión. Dado que no se estaba en condiciones de poder determinar
«Zum Problem der genetischen Manipulation» (en Schriften zur Theolo-
el sexo del feto, la pena de excomunión por practicar un aborto recaía
gie, vol. 8, 1967, p. 286 ss.), Rahner apunta consecuencias a favor de ex-
sólo en el aborto de un feto de ochenta días. Sólo el fanático papa Sixto
perimentar con material embriónico humano: «De suyo cabe pensar que,
V había amenazado en su bula Effraenatam (1588) con la excomunión e
presuponiendo una seria duda positiva sobre si el material experimental es
incluso con la pena de muerte el aborto desde el instante mismo de la
realmente una persona, haya razones a favor de un experimento, razones
concepción e incluso la prevención del embarazo. Pero Gregorio XIV
que, en una ponderación equilibrada, son más fuertes que el inseguro de-
abolió esta decisión en 1591, un año después de fallecer Sixto V.
recho de una persona cuya existencia está sujeta a la duda» (p. 301).
Desde finales del siglo xix, el derecho eclesiástico se aproxima de
La cuestión de la animación simultánea o sucesiva, la cuestión de
nuevo a la idea de Sixto V: la excomunión se aplica ahora ya al aborto
cuándo el hombre es hombre, ha tenido consecuencias para enjuiciar el
en el estadio más temprano. La distinción entre fetus animatus y fetus
aborto. Tomás Sánchez (f 1610), autoridad máxima en cuestiones ma-
inanimatus es suprimida en 1869 (Bula Apostolicae Sedis) por Pío IX, y
trimoniales durante siglos, sostiene que, en peligro de muerte de la
el CIC de 1917, así como el de 1983, hablan sólo de feto.
madre, es lícito practicar el aborto de un feto no animado, es decir,
hasta cerca de ochenta días después de la concepción {De sancto matri-
La cuestión sobre cuándo un feto recibe el alma ha sido siempre ob- monii sacramento, 9, 20, 9). En contra de lo que se ha afirmado, no es
jeto de debate. Los padres de la Iglesia Basilio el Grande y Gregorio de cierto que Tomás Sánchez admitiera una indicación ética o social. A la
Nisa declararon en el siglo IV, en conexión con el estoicismo, que la muchacha violada que, al descubrirse su embarazo, debe temer por su
animación del germen humano tiene lugar en el instante mismo de la con- vida, tan sólo le permite buscarse rápidamente un marido. Puesto que ella
cepción porque el alma entra en el útero junto con el semen. También Al- no está absolutamente segura de haber concebido, puede —según Sán-
278 279
En este contexto de la preeminencia del bautizo del niño sobre la vida
chez— silenciar ese incidente a su marido, de forma que éste suponga
de la madre desarrollará detalladamente Alfonso la cuestión de «si la
erróneamente que es suyo el hijo que pudo haber sido engendrado en la
madre está obligada a tolerar una incisión en su cuerpo a fin de que el
violación. El daño para el marido que tiene por suyo al niño debe ser
hijo pueda ser bautizado». Afortunadamente, declara en primer lugar
considerado como menor que el peligro de muerte de la muchacha, dice
—citando a Tomás de Aquino— que no es lícito matar a la madre para
Tomás Sánchez (9, 20, 11).
poder bautizar al hijo. Sí, Alfonso condesciende con las mujeres hasta el
Pero si la madre corre peligro de muerte después del día octogésimo, punto de opinar que a una mujer que está a punto de morir no se le de-
por ejemplo, en el parto, nunca es lícito recurrir al homicidio directo del bería hacer aún una cesárea para extraer al hijo a fin de bautizarlo.
feto para salvar la vida de la madre, ni siquiera cuando eso fuera la Sostiene que la madre tampoco está obligada a colaborar con una apro-
única posibilidad para que ella siga viviendo (1. c , n. 7). Sin duda, en pe- bación positiva de la incisión si su muerte a causa de dicha incisión es
ligro de muerte está permitido a la madre tomar medicinas y remedios probable. Dice que esa madre sólo está obligada a soportar que el ciru-
cuyo objetivo directo es la curación y sólo como efecto secundario, in- jano le practique una incisión sin su consentimiento cuando existe una es-
directamente, conducen al aborto del feto animado (1. c , n. 14). Pero a peranza probable de que el niño pueda ser bautizado aún y cuando no es
continuación viene en Sánchez una disposición letal para muchas madres seguro que la incisión acarree la muerte a ella, pues en el caso de que sea
y que casi dos siglos más tarde sería empeorada considerablemente por igual la probabilidad en ambos, ella tiene que anteponer la vida espiritual
Alfonso de Ligorio (f 1787), conservando todavía hoy sus terribles re- de su hijo a su propia vida temporal. Eso significa que la madre debe so-
percusiones. Dice Sánchez: Hay un caso en el que la madre peca grave- portar su posible muerte por la incisión cuando con ello se da para el hijo
mente si —encontrándose en peligro de muerte— toma una medicina que la posibilidad probable del bautismo y, consiguientemente, de la vida
es su única salvación, cuyo efecto secundario es el aborto del feto. Se da eterna. Mas cuando es seguro que la incisión causará la muerte a la
ese caso de pecado grave cuando es seguro o muy probable que el hijo madre, pero no es segura la posibilidad del bautizo del hijo, entonces ella
hubiera vivido todavía después de la muerte de su madre y hubiera po- no está obligada a aceptar la muerte segura (III, n. 194).
dido ser bautizado aún. En ese caso, ella está obligada a anteponer la
vida espiritual de su hijo a su propia vida física. Sánchez recuerda que Después de haber expuesto tal «teología de Jack el Destripador»
tampoco un clérigo que está a punto de administrar el bautismo a un sobre la cesárea, Alfonso se centra en otra cuestión cristiana, la de si a
niño moribundo puede dejar que éste muera sin bautismo para ponerse él una mujer embarazada que ha sido condenada a muerte y cuya ejecución
a salvo de un enemigo. Así como el clérigo está obligado a sacrificar su se ha retrasado —por consideración al hijo— hasta que dé a luz se le
vida en el bautismo de un niño moribundo, así también la madre está puede practicar una incisión y adelantar con ello la ejecución si existe el
obligada en determinadas circunstancias a dar su vida en favor del bau- peligro de que el hijo muera en el seno materno antes del nacimiento. Al-
tismo del hijo (1. c , n. 17). fonso responde afirmativamente a esa cuestión y menciona a una serie de
teólogos que son de su misma opinión. Su argumento es que un aplaza-
Subyace en esta concepción la idea agustiniana de la condenación miento que fue decidido para provecho del hijo se convertiría de lo con-
eterna de los niños no bautizados, y Alfonso —autoridad suprema en el trario en perjuicio para él. Puesto que se habría practicado una incisión
siglo xix y en buena parte el siglo xx— llevará esa idea a su cénit. Al- en la madre, después de su ejecución, para salvar al hijo, también es lícito
fonso contradice a Sánchez y afirma que tampoco en el caso de que practicarla antes de la ejecución, adelantando así ésta en el tiempo, ya
exista sólo una remota posibilidad de que el hijo pueda sobrevivir a la que había sido aplazada sólo a causa del hijo (VI, n. 106).
madre tanto como para poder ser bautizado estaría permitido a la madre
—aunque eso significara su salvación— ingerir un medicamento, pues, de El Dios cruel de Agustín, el perseguidor y condenador de los recién
lo contrario, el hijo estaría «en peligro de muerte eterna». Por consi- nacidos, de aquellos que no consiguen ser bautizados antes de su muerte,
guiente, la madre sólo tiene derecho a tomar una medicina necesaria para es también un perseguidor y atormentador de las madres. Y siguió sién-
su supervivencia cuando, incluso si ella no la tomara, el no nacido mo- dolo en nuestro mismo siglo, aunque, con el descubrimiento de la anes-
riría antes de poder ser bautizado. Así, pues, ella puede tomar la medi- tesia, se ha conseguido menguar en algo su crueldad. El teólogo moral
cina sólo si, de lo contrario, mueren ambos, madre e hijo (III, n. 394). En Gópfert escribe en su Moraltheologie (vol. 2, 1906) sobre la cesárea, que
1938 sentenciaba el autorizado manual de teología moral de Mausbach/ ciertamente ya no es tan peligrosa como en tiempos de Alfonso de Ligo-
Tischleder: «Por el contrario, está permitido... utilizar medicamentos y rio: «Por eso, la esperanza de poder bautizar de forma absolutamente vá-
operaciones que no van dirigidas contra el embarazo, sino contra la si- lida al hijo disculpa el peligro que la operación comporta siempre para la
multánea enfermedad mortal de la madre, pero que provocan per acci- madre. En determinadas circunstancias se podría afirmar —en conside-
dens también el aborto; está permitido a condición de que con ello no ración a la salvación eterna del hijo— una obligación en la madre»
empeore la posibilidad del bautizo del niño» (II, p. 123) (p.217).

280 281
También Bernhard Háring escribe en su teología moral Das Gesetz
1884 hasta hoy, algo mitigada en 1976 por los obispos alemanes, pero
Christi (1967) que la madre tiene que aceptar algunos sacrificios en
no por Roma. Téngase en cuenta, además, que la suavización introduci-
favor del bautismo de su hijo: «Cuando no existe esperanza alguna de
asegurar de otro modo la vida al hijo y, sobre todo, el bautismo, la da por los obispos alemanes se matiza en forma de «respeto de la deci-
madre está obligada a someterse a tales operaciones». De estas «tales sión médica». Siempre se toman decisiones sobre las mujeres, no con ellas
operaciones» que Háring enumera (cesárea, separación completa de los y jamás por ellas. Además, la concesión hecha a los médicos vale sólo
huesos innominados, de la sínfisis) escribe él que «tienen como objetivo para el caso en que —de lo contrario— mueran ambos, tanto la madre
primero la salvación del hijo, si bien comportan ciertos peligros para la como el hijo.
madre». Ahora bien, según él esa salvación del hijo consiste sobre todo Las graves consecuencias que derivaban para las madres de la prefe-
en el bautismo. No se excluye, pues, que el niño pueda morir después del rencia —exigida por Sánchez y radicalizada por Alfonso— del bautismo
bautismo. Resulta reconfortante que Háring haga saber a la madre que del hijo sobre la vida física de la madre retroceden en Alemania durante
«la cesárea puede practicarse en la misma madre, sin peligro, hasta dos y el último cuarto de siglo, con lo que el peligro principal que puede pro-
tres veces». Eso significa que, en determinadas circunstancias, la madre venir de la Iglesia para la madre ha quedado amordazado provisional-
pagará con su propia vida sólo el cuarto bautizo. Piensa Háring «que la mente en Alemania. Sólo la ignoracia sobre lo que la Iglesia católica ha
salud espiritual de la madre y sus pensamientos y sentimientos verdade- decidido y no ha revocado aún a escala mundial en el tema del bautismo
ramente maternales» no deberían ser estimados menos «que la sola sal- y de las madres impidió e impide que muchas mujeres embarazadas fue-
vación de la vida corporal de la madre» (Ibid., p. 222). Esto significa que ran o sean aún hoy presas del pánico. Los moralistas han discutido
una madre físicamente muerta, pero con sanas ideas maternales, vale al constantemente el tema de hasta dónde el confesor debe informar a la
menos tanto como una que vive, pero que carece de la salud espiritual. madre sobre su obligación de tener que sacrificar su vida física por la
vida eterna de su hijo, de si se le debe ilustrar sobre su obligación de per-
La muerte de la madre puede ser el precio necesario por el bautismo mitir una incisión a fin de bautizar al hijo moribundo. En la mayoría de
del hijo. Sin el bautismo, el hijo estaría perdido en cuanto a su salvación los casos se decidió la discusión en el sentido de que —puesto que ella se
eterna, pues, mientras los católicos no pueden atacar a «ningún niño ino- encuentra en peligro de muerte— no se le debe hacer tomar conciencia de
cente en el seno materno» ni siquiera al precio de la propia vida, para el tal obligación, para que, en el caso de que ella no asuma su obligación,
Padre celestial tal niño no es tan inocente como, se piensa. El mismo lo ha no muera en pecado mortal. Rasgo humano de una moral inhumana que
declarado culpable, evidentemente a causa de una transgresión tan mala exige sacrificios humanos es el de silenciar compasiva y ocasionalmente
que él —como castigo— no quiere tener comunión alguna con ese niño sus inmisericordes principios.
en toda la eternidad, lo que significa la muerte eterna para el niño. Para
Pero no siempre son silenciados de forma tan benefactora esos prin-
arrancar al niño de las manos del Dios verdugo y depositarlo en las
cipios. Georges Simenon, el gran autor belga de novelas policíacas, cuen-
manos del Dios bondadoso hay que bautizar al niño. Pero algunas veces
ta en sus Memorias íntimas (París, 1981) que, ante la inminencia del na-
Dios, para salvar al niño de la muerte eterna, exige la muerte física de la
cimiento de su hijo Jean, acudió con su esposa Denise, en avanzado
madre.
estado de gestación, a una clínica ginecológica de Arizona (USA) que les
San Alfonso de Ligorio, fundador de la orden religiosa de Bernhard habían recomendado como la mejor; y que la abandonaron inmediata-
Háring, padre de la teología moral del siglo XIX y, en buena medida, tam- mente porque en la entrada colgaba el «texto enmarcado en negro» de
bién de la de nuestro siglo, nombrado doctor de la Iglesia en 1871 y ele- un comunicado. Podía leerse en él que «por decisión del médico jefe y de
vado a patrono de todos los confesores en 1950, es la autoridad norma- la enfermera jefa, en litigio grave, la suerte del hijo tiene preferencia
tiva constantemente citada, y ha hecho de padrino en muchos bautizos de sobre la de la madre». Simenon escribe: «Un escalofrío nos recorrió la es-
hijos de madres muertas. Alfonso fue también el que —oponiéndose a palda y buscamos de puntillas la puerta de salida a la calle». Su hijo Jean
Tomás Sánchez (f 1610)— se declaró contrario a que, en peligro de nació luego en un hospital que no era tan buen católico.
muerte para la madre, sea lícito abortar un feto inanimado, es decir,
hasta los ochenta días. Exigió que, por el contrario, debía penalizarse el
aborto desde el instante mismo de la concepción. Frente a este plantea-
miento, Sánchez opinaba que el feto es hasta el día octogésimo «parte de
las entrañas» de la madre. A decir verdad, Alfonso considera que este
plazo de ochenta días de Sánchez es una opinión «posible», pero se
niega a hacerla suya (Theologia moralis III n. 394). Alfonso es el inspi-
rador de la ideología del sacrificio de la madre, predominante desde

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283
Capítulo 27

ONANISMO

Cada época tiene sus propias manías. En el período de la Ilustración es-


talló la manía del onanismo. Onán, el hombre del que habla el capítulo
38 del Génesis, que cayó muerto por haber desagradado a Dios, ha
prestado su nombre tanto al coitus interruptus como —equivocadamen-
te, desde 1710— a la masturbación. La moral sexual cristiana declaró
fuera de la ley el onanismo y lo encasilló entre los pecados contra la na-
turaleza, es decir, los pecados más graves en el ámbito sexual. Se consi-
dera contraria a la naturaleza toda eyaculación del semen que no esté en
función de la procreación. Por eso la masturbación es, según Tomás de
Aquino, un vicio más grave que tener relaciones sexuales con la propia
madre (II/II q. 154 a. 11 y 12).
La historia de la manía de la masturbación en el campo médico fue
un auténtico golpe de fortuna para la teología moral católica. Efectiva-
mente, en muchos hombres causa mayor impacto que el temor a las
penas del infierno la eventualidad de contraer una enfermedad larga en la
tierra. Esto pone en manos de los teólogos, como voceros de la voluntad
de Dios, pruebas y legitimación. De ahí que la Iglesia católica haya sa-
cado partido de los errores médicos para dirigirse con muchos panfletos,
trataditos y tratados a la juventud amenazada; y quien extraiga su teo-
logía de los moralistas católicos estará convencido todavía hoy de que el
onanismo consume la médula, debilita o deseca el cerebro y, en cualquier
caso, hace enfermar.
Bernhard Háring escribió en 1967, en la octava edición alemana de
su teología moral Das Gesetz Cbristi, que la autosatisfacción «tiene
también consecuencias nocivas para la salud». A decir verdad, puntuali-
za que tales daños para la salud «pueden no producirse en una práctica
no desmesurada». Últimamente ha brillado, pues, un rayo de esperanza
para los masturbadores intimidados (III, p. 308).
Ya en la Antigüedad se consideró que el onamismo era dañino para

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la salud (cf. para lo que sigue A. y W. Leibbrand, Formen des Eros. Kul- mitos, náuseas, debilitamiento de los órganos respiratorios, tos, ron-
tur- und Geistesgeschicbte der Liebe, 1972). El gran progenitor de la an- quera, paralizaciones, debilitamiento de los órganos procreadores, pu-
siedad de la masturbación, especialmente del temor a la tuberculosis diendo llegar hasta la impotencia, falta de libido, eyaculaciones diurnas
dorsal (enfermedad sifilítica del sistema nervioso), fue el médico griego o nocturnas, sensaciones dolorosas en la espalda, trastornos visuales y
Hipócrates (f 375 a.C). La preocupación que le guió no era la de des- auditivos, mengua total de las fuerzas físicas, palidez, delgadez, pústulas
calificar de manera especial el onanismo, sino que le preocupaba, más en el rostro, mengua de las fuerzas psíquicas, de la memoria, ataques de
bien, el debilitamiento físico que el onanismo comparte con la copulación rabia, locura, idiotez, epilepsia, rigidez, fiebre y, finalmente, suicidio». El
sexual. El griego Galeno (t 199 d.C), médico personal del emperador libro de Bekkers provocó un cataclismo. Recibió ingentes cantidades de
Marco Aurelio, sostuvo la opinión contraria, la de que la copulación se- cartas de jóvenes que le pedían consejo. El libro con las sugerencias
xual y el onanismo contribuyen a conservar la salud y a proteger de los para la salud alcanzó el doble de volumen y fue traducido a casi todas las
venenos de la descomposición del cuerpo. Señalaba que consecuencia de lenguas. En Inglaterra llegó a su edición 19.a en 1759.
la abstinencia pueden ser los temblores, las convulsiones y la locura. Ba- Agravar el temor al onanismo hasta convertirlo en locura colectiva
sándose en Galeno, el filósofo musulmán Avicena (f 1037) hablará más fue el logro del libro Onanismo (1758), de Simón-André Tissot, médico
tarde de métodos médicos y aconseja la masturbación cuando la relación reformado de Lausana. Tissot escribió que —en el caso de uno que prac-
sexual no es posible. Estaba reservado al cristianismo desplazar el ona- tica el onanismo— el cerebro se seca de tal manera que pueden escucharse
nismo desde el ámbito de la discusión médica de los motivos a favor y en ruidos en el cráneo. «Mediante ese escrito, el tema alcanzó una difusión
contra a una esfera de condena moral, enriqueciendo complementaria- sensacional que le permitió sobrevivir durante siglos» (V. E. Pilgrim,
mente esta condena —desde el siglo xvn— con las peores prognosis hi- Der selbstbefriedigte Mensch, 1975, p. 43). La última edición salió al
pocráticas, de forma que se consideraron como consecuencia del ona- mercado en 1905. El libro de Tissot dio a conocer esta enfermedad a
nismo la larga enfermedad en este mundo y, sobre todo, las penas del todos los europeos. En el prólogo, Tissot se declara contrario a atender
infierno. las preguntas y deseos de tratamiento, puesto que prefería dedicar su
Cuando, en 1479, Johann von Wesel, párroco de la catedral de Ma- tiempo a aquellos que habían enfermado por motivos «honorables».
guncia, fue acusado de herejía ante la Inquisición, al tribunal sólo le in- Edward Shorter dice en su libro The Birth of the Modern Family
teresó la moral. Los argumentos médicos en contra no revestían impor- (1977): «En realidad, la masturbación diezmó incluso a lo más florido de
tancia alguna para el tribunal. El párroco se había familiarizado con las la nación (Francia): los cadetes de la Academia Militar. El Dr. Guillaume
teorías de Galeno y las había hecho suyas. El trataba en sus escritos la Daignan contaba en 1786 la siguiente historia sobre un hombre joven en
cuestión de si los monjes podían enfermar a causa de la continencia. Pre- su camino a la ruina (Tableau des varietés de la vie humaine, París,
guntaba si está permitido sacar fuera, pero sin placer, de alguna manera 1786): "Una vez que él consiguió llegar a su tío, capitán en un regimiento
artificial, un semen que está corrompido y envenena al cuerpo humano; de cuatro batallones, se esperaba de él que aceptara el primer puesto
también inquiría si no es posible incluso que la sensación de placer sexual libre. Sus numerosos camaradas lo acogieron muy bien, y él imitó ense-
se dé sin pecado cuando la limpieza es llevada a cabo exclusivamente en guida todas las locuras que no siempre demuestran prudencia e inteli-
aras de la salud. Johann von Wesel tuvo que retractarse de sus escritos y gencia en esta profesión. Él había recibido una educación esmerada, era
fue condenado el arresto conventual. cortés y amable. Estas buenas cualidades, que podrían haberle facilitado
Que la automancillación (autopolución) es el mayor pecado contra la en gran medida las conquistas femeninas, sólo le sirvieron para des-
naturaleza y que acarrea la debilidad del cuerpo, la incapacidad para el orientarle más y más a causa de su intimidad con sus camaradas. El arre-
matrimonio, el acortamiento de la vida mediante suicidio es algo que pentimiento no se hizo esperar. Primero tenía crisis violentas cuando se
afirmó en 1640 en Londres el predicador del Magdalen College Richard excitaba con estas acciones... que, en realidad, debería haber detestado si
Capel, en su obra Tentaciones: su naturaleza, su peligro, su curación. El se hubiera dejado llevar del sano juicio y no del ejemplo de la mayoría...
Magdalen College era un bastión de la doctrina puritana protestante. Yo le aconsejé encarecidamente que rompiera por completo con esa
Dio el nombre de onanismo a esta enfermedad de la autopolución el costumbre abominable. Él me aseguraba que lo haría muy gustoso; tanto
médico puritano reformado Bekkers, de Londres, con su libro Onanismo más cuanto que no se sentía tentado a ello, pero no sabía cómo evitar las
o el espantoso pecado de la autopolución (1710). Bekkers tenía infor- ocasiones que le llevaban a esa situación. Puesto que hasta entonces no
mación de que este vicio estaba muy extendido en su tiempo en ambos tenía ninguna función especial que cumplir, casi no podía separarse de
sexos. Por eso, se sintió obligado como médico a llamar la atención sus camaradas sin dar que sospechar. Cuando me enteré de que ese tipo
sobre las consecuencias. Estas son —según Bekkers— «trastornos esto- de orgías tenían lugar sólo al atardecer, le aconsejé que se mantuviera
macales, digestivos, inapetencia o hambre canina, apetito anormal, vó- alejado pretextando jaquecas. Esta disculpa funcionó durante algún

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tiempo, pero el daño estaba hecho ya. Las crisis se repetían con fre- claración de aquel testigo, ella repuso que no sabía de qué hablaba el tes-
cuencia creciente... Se puso de manifiesto que la salud del joven estaba tigo, y que la naturaleza prohibe a una madre entrar en tal tipo de in-
arruinada para siempre; él se había convertido en un 'degenerado ner-
vioso', privado de la dulzura de la vida y de la fascinación de la sociabi- culpaciones. Muchos de los presentes le dieron la razón.
lidad"» (p. 122 s.). Los conocimientos médicos servían de apoyo a los teológicos. El co-
nocido moralista J. C. Debreyne, trapense y médico, describe, en un fa-
Que en la época de la Ilustración no fue compartida por todos los moso artículo que publicó en 1842, las consecuencias del onanismo:
contemporáneos la manía médica de la masturbación que se propagaba «Palpitaciones, debilitamiento de la potencia visual, dolores de cabeza,
sin cesar lo demuestra un protagonista de la Revolución francesa, el movimientos epilépticos convulsivos, frecuentemente epilepsia auténtica,
conde Mirabeau (f 1791). Este, en vez de subirse al carro de la propa- dolores generales en las articulaciones y en la región occipital, en la co-
ganda aterrorizante contra la masturbación, prefirió creer en las tesis de lumna vertebral, en el pecho, en el estómago, gran debilidad de los ri-
Galeno sobre el efecto tóxico de la acumulación de esperma y declaró ra- ñones, síntomas de paralización general» (Essai sur la théologie morale
zonable la masturbación. Por otro lado, tocó a la reina María Antonieta considerée dans ses rapports avec la pbysiologie et la medicine). El monje
padecer las consecuencias desagradables de esta manía colectiva. Antes daba los siguientes consejos a los adictos al onanismo: dormir siempre de
de llevarla a la guillotina, se trató de encontrar razones que justificaran costado, nunca de espaldas, comidas y bebidas frías, chupar cubitos de
su ejecución. Las actas del proceso (cf. André Castelot, Marie Antoinet- hielo, lavarse con fría agua de nieve que debe estar sazonada con sal de
te, París, 1962, p. 499 ss.) informan sobre una maniobra infame. En la cocina. En cuanto a las muchachas, el padre Debreyne es partidario de
acusación pública —azuzada por Robespierre— se alegó contra la reina que se sometan a la extirpación del clítoris, puesto que éste no es nece-
no sólo el delito de alta traición, sino también lo siguiente: «La viuda de sario para la procreación y sirve sólo para el placer sexual.
Capeto (María Antonieta), inmoral desde todo punto de vista, es tan per-
En el capítulo «El siglo xix golpea a los niños», de su libro Der
versa y está de tal modo enfangada en todo vicio, que ha perdido sus ca-
selbstbefriedigte Mensch (1975), Pilgrim escribió: «Los médicos del siglo
racterísticas de madre y, olvidando los límites puestos por la naturaleza,
xix están de acuerdo con su predecesor Tissot sobre los detalles del caso
no tiene el menor reparo —según las afirmaciones de Luis Carlos Cape-
referido por él de un onanista cuyo cerebro "se había secado de tal
to; su hijo— en realizar con éste obscenidades cuya sola idea y nombre
modo que se podían escuchar ruidos en el cráneo". Que la masturbación
hacen temblar de espanto». La acusación hace que se presente a declarar
reseca el cerebro hasta el punto de producirse ruidos en la cabeza del
su hijo de ocho años, Luis Carlos Capeto (= Luis XVII, 1785-1795). El
onanista es algo que se relata con frecuencia en el siglo xix. Deslandes
niño, encomendado a un tal Antoine Simón, zapatero, para que lo «edu-
menciona el caso de un muchacho de ocho años cuya parte posterior del
cara» (se presume que esa «educación» fue la causa de su muerte pre-
cráneo había sufrido cambios extraordinariamente infrecuentes. El chico
matura), declaró haber sido sorprendido en el lecho, varias veces, por
se masturbaba desde hacía varios años y tenía erecciones casi continuas.
Simón y la esposa de éste mientras practicaba «obscenidades nocivas
"Esta costumbre dilató el diámetro de su cabeza hasta el punto de que su
para la salud» que le había inculcado su madre.
madre tenía verdaderas dificultades para encontrar un sombrero que
El testigo Jacques-René Hébert, periodista, declaró en el juicio lo si- valiera al chico"». Pilgrim refiere a continuación los métodos que se
guiente: «El joven Capeto, cuyo estado de salud empeoraba de día en día, empleaban para dominar el onanismo. «Tratándose de muchachos, se les
fue sorprendido por Simón mientras se masturbaba de manera indecen- insertaba alambres o varillas de meta! a través del prepucio para evitar el
te y dañosa para su salud. Cuando Simón le preguntó quién le había en- retroceso del glande (la llamada infibulación). Por la noche, se ponían al-
señado esa conducta criminal, él respondió que su madre y su tía. Añadió rededor del pene aros de metal con púas...».
que estas dos mujeres le hacían dormir con frecuencia entre ellas, en el La mejor receta del siglo XIX para las chicas se llamaba eliminación
mismo lecho, como se desprende también de la declaración que el joven del clítoris (clitoridectomía). El médico vienes Gustav Braun la reco-
Capeto prestó ante el alcalde de París y la fiscalía de la comuna. Es de su- mendó en su Compendio de las enfermedades de la mujer (Viena, 1863).
poner que este deleite criminal no se le enseñó al niño para que gozara Isaac Baker-Brown, eminente cirujano londinense que se convertiría más
del placer sexual, sino más bien con la esperanza política de debilitarlo fí- tarde en loado presidente de la Medical Society de Londres, introdujo esa
sicamente, puesto que en ese tiempo se suponía aún que él llegaría a subir práctica en Inglaterra en 1858. Consideró que la operación era indicada
al trono un día y que así se conseguiría tener influencia sobre él. El porque —en su opinión— la masturbación lleva a la histeria, a la epi-
niño se había provocado con estos esfuerzos y agotamientos una hernia, lepsia y a las varices. Trató de curar la masturbación eliminando el ór-
de forma que hubo de aplicársele un vendaje; y desde que el niño no está gano en el que se realiza. Practicó esta operación en muchos niños y
con su madre se ha recuperado». Hasta aquí el testigo Hébert. adultos y creó un hogar especial para mujeres, el "London Surgical
Al preguntársele a María Antonieta qué tenía que alegar contra la de- Home". En 1866 publicó 48 de estas operaciones» (Pilgrim, p. 47 ss.).
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El médico Dr. Demeaux dirigió en 1849 una petición urgente al mi- A partir de 1905 cesaron estas operaciones gracias al Dr. Freud,
nisterio de cultura francés. Exigía, entre otras cosas, que los dormitorios que tomó postura contra esta mutilación de las niñas en sus Tres ensayos
de los institutos, colegios y escuelas se montaran de modo que las camas sobre una teoría sexual. Pero con ello se estaba aún muy lejos de haber
estuvieran divididas en la parte de los pies —dos tercios de la cama— y la hecho desaparecer el habitual descrédito del onanismo. El Dr. E. Sterian
parte de la cabeza, el tercio restante. Ambas partes debían estar separa- escribió en tono de advertencia en 1910 que era capaz de reconocer
das entre sí por una pared especial. De ese modo se podía vigilar duran- «por el penetrante olor del esperma a los desgraciados que se mastur-
te la noche la parte de los pies de más de cien camas para detectar posi- ban» (L'éducation sexuelle). Ingmar Bergman, director de cine sueco
bles movimientos sospechosos, mientras que la parte de la cabeza que nació en Uppsala en 1918 y tuvo por padre a un pastor protestante,
quedaba a oscuras. También pidió que los pantalones no llevaran bolsi- escribe en Mi vida (1987) que, de muchacho y siguiendo una indicación
llos. Por último, exigió que se hicieran durante el año varias revisiones de su hermano mayor, buscó el término «masturbación» en una enci-
corporales de los jóvenes sin previo aviso, pues los que tienen la cos- clopedia. «Allí se decía claramente que la masturbación también recibe el
tumbre de masturbarse se delatarían ante el médico por el desarrollo de nombre de autopolución, que es un vicio juvenil al que hay que comba-
su miembro, por el temor a mostrarse desnudos y, sobre todo, por su de- tir con todos los medios, que causa palidez, sofocos, temblores, ojeras, di-
bilitado estado de salud; de forma que luego pudieran ser observados de ficultades para concentrarse y trastornos del equilibrio; y que, en casos
manera especial. Se rechazaron dos propuestas: la de la pared sobre las graves, la enfermedad lleva al ablandamiento cerebral. Ataca la médula.
camas —alegando que la inmovilidad podría dañar a los niños— y la re- Puede provocar también ataques epilépticos, pérdida de la consciencia y
visión médica en cueros. Se apuntó que ésta destrozaba el pudor, que es una muerte prematura. Sin perder de vista tales perspectivas de futuro,
precisamente la ayuda principal contra la masturbación. En cuanto a la proseguí mis manipulaciones, con espanto y deleite. No tenía a nadie con
supresión de los bolsillos, ésa habría estado en uso por doquier (27 de fe- quien poder hablar. No podía preguntar a nadie, tuve que estar siempre
brero de 1 849, Le conseil de l'université de France, cf. Jean-Paul en guardia, defender constantemente mi terrible secreto... En la noche
Aron/Roger Kempf, Le penis et la démoralisation de l'Occident, París, que precedió a mi primera comunión intenté combatir con todas mis
1978, pp. 205 ss. y 239). fuerzas al demonio. Me batí con él hasta la mañana, pero salí derrotado.
La enfermedad del onanismo era conocida también en Rusia. El mé- Jesús me castigó con un enorme forúnculo infectado en el centro de mi
dico ruteno H. Kaan escribió una Psychopatbia sexualis que fue publi- pálida frente».
cada en Leipzig en 1834 en versión alemana. La obra estaba dedicada al En 1956 se publicó en Zurich el libro In All Candor, del pastor
médico personal del zar. El onanismo, la gran enfermedad sexual, es des- protestante Leslie D. Weatherhead. El libro cuenta que el onanismo es
crito por Kaan al estilo de Tissot, con toda su plétora de enfermedades fí- para miles de hombres y mujeres ingleses el mayor problema de su vida,
sicas y mentales. El final es el suicidio. Máximo Gorki describe hacia el y cómo llega a producirles «neurosis». Weatherhead advierte contra la
1925 en su novela La vida de Klim Samguin, cuyo nacimiento fecha tentación de aprobar el onanismo, pues es pecado. El abate francés M.
aproximadamente en 1880: «Klim pensaba en el espantoso libro del Petitmangin opina en 1967 que es preciso combatir con todos los medios
profesor Tarnowski sobre el nefasto influjo del onanismo, un libro que su el onanismo, pues es un vicio comparable al de la prevención del emba-
precavida madre había hecho llegar hasta él unos años antes». razo en los casados. Pablo VI clama en 1975, en una Declaración sobre
En 1882 se publicó en la revista médica francesa especializada en en- algunas cuestiones de ética sexual, contra el grave pecado del onanismo.
fermedades nerviosas y mentales L'Encéphale un artículo detallado del Nos encontramos, pues, con que el onanismo —olvidado hace ya bas-
médico de Estambul Dr. Demetrius Zambaco sobre Onanismo y tras- tante tiempo por médicos y pedagogos— sigue estando en manos de
tornos psíquicos de dos jovencitas. La mayor de ellas se masturbaba los teólogos. El que se masturba «es privado del amor de Dios», escribe
continuamente y hubo que extirparle el clítoris. Dice el Dr. Zambaco: el papa, y añade que la masturbación es una culpa grave, «aunque no se
«Es razonable admitir que la cauterización con un hierro incandescente puede documentar con certeza que la Sagrada Escritura repruebe este pe-
elimina la sensibilidad del clítoris y, con quemaduras repetidas, se está en cado como tal». En caso de duda, más importante que la Sagrada Escri-
condiciones incluso de eliminarlo por completo... Se comprende fácil- tura es la palabra de los papas, por lo que no debe preocupar el silencio
mente que las niñas, tras haber perdido la sensibilidad mediante la que- de la Sagrada Escritura sobre el onanismo.
madura, son menos excitables y menos propensas a tocarse». Zambaco Además de todo esto, la Iglesia recibe ahora, inesperadamente, la
cuenta haberse encontrado con una serie de colegas de renombre inter- ayuda del Este, precisamente del país que, en lugar de respetar la prohi-
nacional que habían conseguido grandes resultados terapéuticos con la bición de la Iglesia sobre la contracepción, la practica por disposición del
cauterización del clítoris. Entre ellos, menciona al Dr. Jules Guerin, de Estado. Me refiero a China. Hubert Dobiosch informa del viaje de estu-
Londres. dios que realizó en 1985. Ese viaje se debió a una invitación dirigida a la

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cátedra de teología moral de Augsburgo, con la aprobación de la Con-
ferencia Episcopal Alemana, a fin de «tender un puente con la aislada
Iglesia de China». Dobiosch escribe: «A fin de llevar a cabo el programa
de planificación familiar, se organizan campañas masivas de información.
Se recomienda encarecidamente la continencia sexual a los jóvenes. A Capítulo 28
ellos van dirigidas las siguientes advertencias: 1) El matrimonio precoz es
nocivo, lleva a una sexualidad exacerbada. 2) Una vida sexual intensa HOMOSEXUALIDAD
conduce a la impotencia. 3) La autosatisfacción tiene como consecuencias
la impotencia, daños cerebrales y miopía. 4) Son recomendables las si-
guientes medidas en contra: a) Leer y estudiar las obras de Marx, Lenin
y Mao, b) hacer gimnasia, c) madrugar, etc., d) evitar dormir boca
abajo, e) no utilizar colcha caliente, f) no usar ropa interior estrecha, g)
se recomienda y practica por doquier el tai chi chuan» (Theologie der
Gegentvart, 1986, 2, p. 106 s.).
La China de parejas con un solo hijo abre a la Iglesia católica un am-
plio campo de misión en favor de su evangelio de la continencia. El
hecho de que los chinos estén volviéndose miopes a causa del onanismo
—como se llega a decir— es un dato favorable y promete una nueva Los mitos griegos y judeo-cristianos están de acuerdo en que cada per-
clientela a la buena nueva cristiana. Que la previsión de la Conferencia sona humana es incompleta en una mitad, pero discrepan sobre si, por
Episcopal Alemana para encontrar en China un terreno fecundo para el ejemplo, la otra mitad que completa de mejor forma al varón es otro
futuro está justificada se desprende también de un artículo de Der Spie- varón o una mujer. En el relato bíblico de la creación se expresa el ha-
gel sobre la educación en China (n.° 13, 1986, p. 189): «La autosatis- cerse una carne —un varón con una mujer— diciendo que la hembra fue
facción», advierte, por ejemplo, el fascículo Allgemeinwissen zur Hygie- hecha del costado del varón. Es obvio que no se debe entender ese relato
ne und Biologie der Jugendlicben «es dañosa para la salud»... Hay que como una explicación científica. El relato de la creación no está reñido
evitar los «pantalones muy ceñidos» y los «edredones pesados». con la doctrina de la evolución. Tanto Eva como Adán evolucionaron
partiendo de un cuerpo animal. El relato según el cual Eva tiene su origen
en Adán es, más bien, una expresión metafórica de la interconexión in-
superablemente profunda que existe entre el varón y la mujer. Cuando
Dios le presenta a Eva, Adán dice: «¡Esta sí que es hueso de mis huesos y
carne de mi carne!». El relato concluye con la siguiente reflexión: «Por
eso (precisamente porque la mujer procede inmediatamente del varón) un
varón abandona padre y madre, se junta a su mujer y se hacen una sola
carne» (Gn 2,23 s.). Por consiguiente, en cierta medida volverán a la más
estrecha comunidad corporal en la que se encontraban siendo uno cuan-
do la mujer era aún parte integrante del varón. Porque la mujer formaba
originariamente una unidad física con el varón por eso volverá a ser una
sola cosa con él según el cuerpo; y eso sucederá concretamente en el ma-
trimonio. Ambos volverán a ser una carne. Partiendo de esta visión de la
unidad original de varón y mujer, unidad que se vive de nuevo en el ma-
trimonio, la concepción judía, la cristiana y la árabe consideran la ho-
mosexualidad como antinatural. Según estas concepciones, para realizar
de nuevo la unidad original, el varón trata de unirse otra vez —según la
naturaleza— sólo con la mujer; y ésta, sólo con el varón.
El mito griego, tal como Platón (f 348/347 a.C.) lo expone en El
banquete, ve esto de otra manera: nuestro antiguo estado natural no era
el mismo que ahora. Originariamente existieron tres tipos de hombres

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completos, criaturas esféricas: los que constaban de varón y varón; los pío, también de las palabras de Séneca (padre del famoso Séneca que se
que se componían de mujer y mujer; finalmente, las criaturas esféricas he- vio obligado a suicidarse en el año 65 d.C. durante el reinado de Nerón).
terosexuales, formadas por varón y mujer. Como castigo de los dioses, Él pinta la decadencia de esa gente: «Una insana pasión por el canto y
las esferas fueron seccionadas por la mitad (el lenguaje coloquial español por la danza llena el alma de esos afeminados. Ondulan sus cabellos, ati-
habla de la «media naranja»). Ahora, cada uno busca su otra mitad. El plan su voz para emular la delicadeza de la voz femenina. Rivalizan
mito griego habla con menosprecio sobre la esfera heterosexual: «Así, con las mujeres en la voluptuosidad de los movimientos y se entregan a
muchos de los varones son ahora un trozo seccionado de aquella especie obscenas exploraciones corporales. Éste es el ideal de nuestra juventud.
mixta que se llamó entonces andrógino. Éstos son grandes amantes de Afeminados y frágiles desde su nacimiento, permanecen conscientemen-
mujeres y entre ellos se encuentran la mayoría de los adúlteros». Tras te en tal estado, siempre propensos a ofender el pudor de los otros y a
mencionar brevemente a las lesbianas, el mito describe «a los varones que no cuidar del propio» (Controversiae I, Prefacio 8). El estoico Epicteto
son un pedazo de un hombre, que van tras lo masculino; éstos son pre- (t hacia 135 d.C.) describe a los oradores perfumados y de cabello on-
cisamente los mejores de los niños y de los adolescentes porque ellos son dulado de los que la gente se pregunta si son mujeres o varones (Diser-
lo más masculino de la naturaleza... Prueba principal de esto es que tationes III, 1). De forma parecida se había mofado ya el ateniense Aris-
sólo tales —una vez adultos— llegan a ser varones que se dedican a los tófanes, el comediógrafo, en el siglo IV a.C: «Colorido pálido, mejillas
asuntos del Estado... mientras que su sentido no es dirigido por la natu- rasuradas, voz femenina, vestimenta azafranada, redecilla... de forma que
raleza hacia el matrimonio ni hacia la procreación; se casan y tienen hijos uno no sabe si está delante de un varón o de una mujer» (Tesmoforias V,
sólo porque se lo ordena la ley». 130 ss.). Por consiguiente, nunca fue unánime en la Antigüedad griega la
valoración positiva de la homosexualidad.
En el mito griego se califica de «natural» lo que el cristianismo —que
envió a la hoguera a lo largo de su historia a muchos homosexuales El cristianismo heredó del judaismo el desprecio por la homosexua-
como castigo por su vicio— considera «antinatural». Los celibatarios, lidad, y —tan pronto como llegó al poder— trató de eliminar la homo-
cuyo sentido tampoco es dirigido «ni hacia el matrimonio ni hacia la pro- sexualidad mediante una ley (año 390) que amenazaba a los homose-
creación», habrían sido vistos en aquella época como representantes xuales con la muerte mediante la quema. El Ordenamiento jurídico
clásicos de la especie de hombre homosexual. En cualquier caso, es evi- penal decretado por Carlos V en 1532 dispone en su artículo 116: «Si-
dente que no siempre ni en todas partes coinciden las opiniones de las guiendo la costumbre común, hay que hacerlos pasar de la vida a la
gentes sobre lo que es «natural» y «antinatural». muerte mediante el fuego».
En la carta a los Romanos, el judío Pablo habla con repugnancia de El catolicismo concuerda con la homosexualidad sólo en el menos-
la homosexualidad y del lesbianismo y los enumera entre los vicios típi- precio de la mujer, ligado en la Antigüedad, en una guerrera sociedad
cos de los griegos. Que también entre los griegos era discutida la homo- machista, con los homosexuales. Sobre todo, hizo suya la idea de que las
sexualidad es algo que pone de manifiesto la siguiente escena: el histo- mujeres están incapacitadas para la amistad, que la amistad, es decir, el
riador griego Plutarco (f hacia 120 d.C.) habla de un «batallón de estado supremo de las relaciones entre adultos, sólo es posible entre va-
amantes», de Tebas, una especie de batallón de élite formado por ho- rones. Así había opinado ya Aristóteles.
mosexuales. Funcionaba éste según el principio de que es bueno «colocar Como hemos tenido oportunidad de comprobar, las dos grandes
al amante al lado del amado», pues en los peligros es cuando uno se pre- columnas del catolicismo —Agustín y Tomás de Aquino— dejaron muy
ocupa más por el amado. Además, se suele desear brillar a los ojos del claro que la mujer fue dada al varón sólo como ayuda para la procrea-
amado sobre todo por la valentía. Este cuerpo tebano, conocido también ción, pero que como consuelo en la soledad «el varón es una ayuda
como «batallón sacro», permaneció invicto hasta la batalla de Queronea. mejor para el varón». El catolicismo, impulsado por su pesimismo se-
Allí fue derrotado por Filipo II, padre de Alejandro Magno, en el año xual, desexualizó dentro de sus propias filas la homosexualidad y luego
338 a.C. «Se cuenta que cuando Filipo —finalizada la batalla— inspec- siguió cultivándola como sociedad machista que desprecia a las mujeres.
cionó a los caídos, llegó al sitio en el que yacían los trescientos y pudo En el caso de los hombres de Iglesia más simpáticos, es más atinado
observar cómo habían avanzado contra las picas enemigas y caído jun- hablar de ignorancia de la mujer que de desprecio hacia ésta. Así, Juan
tos, se admiró sobremanera; y se dice que, al enterarse de que se trataba XXIII escribía en su diario espiritual en 1948: «Después de más de cua-
del batallón de los amantes y amados, lloró y exclamó: "Que perezcan renta años, son todavía absolutamente familiares las conversaciones edi-
los que propalan que esta gente ha hecho algo deshonroso"» (Vidas pa- ficantes que mantuve en el palacio episcopal de Bérgamo con mi vene-
ralelas, de Plutarco, Pelopida 18). El hecho de que Filipo arremetiera rado monseñor Radini Tedeschi. Sobre las personas del Vaticano, del
contra los difamadores de los homosexuales indica que éstos existían. Santo Padre para abajo, ni una expresión que fuera menos reverente, des-
agradable o irrespetuosa; de las mujeres, de su figura o de lo tocante a
Tal desprecio respecto de los homosexuales se desprende, por ejem-

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ellas, jamás se pronunció una palabra. Como si no hubiera mujeres en el
mundo. Este silencio absoluto, esa ausencia de toda familiaridad respec-
to del otro sexo fue una de las lecciones más fuertes y profundas de mi
juventud sacerdotal, y todavía hoy conservo agradecido el excelente y be-
néfico recuerdo de quien me educó en esta disciplina».
Para este exclusivo mundo de varones, para este territorio sin muje- Capítulo 29
res en el que se mueven papas y educadores de papas que —en una so-
ciedad completamente aislada— debe protegerlos de lo que ellos con- LA TEOLOGÍA MORAL
siderarían como el comienzo de su resbalón más grave (la toma de EN EL SIGLO XX
conciencia de la otra mitad de la humanidad), para este gueto de la
Iglesia de los varones las mujeres son tan sólo objeto de ignorancia en el
cuadro de medidas tendentes a proteger a los célibes para que mantengan
su castidad célibe y su mundo particular. Ellos se esfuerzan en actuar
«como si no hubiera mujeres en el mundo» y —en tal esfuerzo surrea-
lista— zambullirse de nuevo en aquella época del paraíso en la que Dios
no había creado aún a Eva. En su huida infantil a una especie de útero
masculino carente de mujeres, ellos están incapacitados por completo
para contemplar un mundo lleno de varones y de mujeres, un mundo de
seres humanos.
La sexualidad es un ámbito de la vida humana que se ha convertido de
manera especial en víctima de una rama especialísima de la ciencia teo-
lógica; de lo que podríamos llamar excrecencia singular de la teología, es
decir, la teología moral. Los fundamentos bíblicos de ésta son realmente
exiguos en el sentido de que no existe nada similar en el Nuevo Testa-
mento. Esa pretendida teología ha tenido que producir por sí misma
aquello que pretende ser, entre otras cosas: «Servicio de instrucción cris-
tiana para todas las situaciones previsibles de la vida» (Lexikon für
Tbeologie und Kircbe, vol. 7, 1962, p. 613). Tal esfuerzo tuvo que sen-
tirse más o menos abandonado por el propio Cristo ya que la predicación
de Jesús «no poseía el carácter de una exposición ni completa ni siste-
mática de la ética de la espera del reino de Dios» (1. c , p. 618).
La Iglesia ha tratado de subsanar la carencia de la predicación de
Jesús completando, sistematizando y concretando mediante la teología
moral el mensaje de Jesús, originando así las características esenciales de
la teología moral: la sistematización y su casuística datallada. Con el paso
del tiempo, la casuística se convirtió en su característica más llamativa.
Lo que había sido un cristianismo claro como la luz del día se convirtió
en sombrío musitar de confesionario que se concretaba y obsesionaba
con indiscreción creciente en los llamados pecados de la carne porque se
creía que en dicha materia no había nada carente de importancia, según
la decisión romana del 4 de febrero de 1611. Replicando a la propuesta
luterana de no prestar atención a la diferencia precisa entre pecado y pe-
cado, el concilio de Trento (1545-1563) exigió que se confesaran los pe-
cados indicando su especie, número y circunstancias. Con ello se incre-
mentó el interés de la teología moral por normas y reglas morales
detalladísimas, al tiempo que se activaba la inquisición en el confesio-
nario para averiguar los detalles de los pecados. A partir del siglo xvi,
296 297
Como ya vimos, Alfonso manda a los confesores que interrogen
casi todas las órdenes religiosas editaron colecciones casuísticas, y las lu- acerca de transgresiones sexuales también a los niños, que, naturalmen-
cubraciones que segregó entonces un batallón de casuistas han estado vi- te, entienden todo de forma equivocada. Los niños representan un pro-
gentes, en su mayor parte, hasta nuestros días. blema especial. Gópfert escribió: «En cuanto a los niños, es innegable que
Hay que destacar aquí de manera especial un gran nombre en el éstos consideran muchas cosas como un juego o como un acto de mala
campo de la teología moral, el del ya muchas veces citado Alfonso de Li- educación, sin ver en ello un pecado grave; por ejemplo, cuando se
gorio (1696-1787). Fue el fundador de la orden de los redentoristas, tocan entre ellos, cuando miran a otro —o hacen que les miren a ellos—
actuó durante treinta años como misionero y predicador penitencial por de forma impura» (II, p. 346).
pueblos y ciudades, luego fue obispo y, finalmente, se retiró de nuevo al
Alfonso fue también el que llevó adelante el proceso de satanización
convento. Su amplísima obra Theologia moralis fue determinante para el
de la sexualidad. Gracias a Alfonso, el incubus y el succubus, el demonio-
ulterior desarrollo de la teología moral católica. Alfonso de Lígorio fue
varón que yace encima y el demonio-hembra que yace debajo, entra
condecorado con todos los honores que la Iglesia podía concederle: bea-
también en el confesionario del siglo XX. Sigue habiendo personas que se
tificado en 1816, canonizado en 1839, fue declarado en 1871 doctor de la
acusan de haber mantenido relaciones sexuales con el diablo. Cierto
Iglesia por Pío IX, quien llegó a decir que en la obra de Alfonso no hay ab-
que Gópfert pone en guardia a los confesores para que no «crean fácil-
solutamente nada que no concuerde con la verdad enseñada por la Iglesia.
mente» (Moraltheologie II, p. 365) tales confesiones, y habla en este
Pío XII lo nombró en 1950 patrono de todos los confesores y moralistas.
contexto de «locuras o fantasías de personas histéricas», pero es un
De Alfonso, cuyo «sentido de la realidad» no cesa de subrayar en
procedimiento demasiado fácil el de difamar a las víctimas de una teo-
nuestro siglo el moralista Háring, miembro de la misma orden religiosa,
logía abstrusa en lugar de buscar primero la locura o la histeria en los au-
dice la biografía oficial de la orden: «Siendo obispo, sólo concedía au-
tores de una concepción de esas características. Tampoco el teólogo
diencia a mujeres en presencia de un sirviente; en cierta ocasión recibió a
Gópfert considera como «fácilmente creíble» la copulación con el diablo,
una mujer anciana de la siguiente manera: ambos sentados en los extre-
pero deja entrever que es creíble. Sólo ahora, a finales de nuestro siglo,
mos de un largo banco, él de espaldas a ella. Al administrar el sacra-
desaparece el esfuerzo teológico acerca de tal espectro y, consiguiente-
mento de la confirmación, sustituía la preceptiva palmadita en la mejilla
mente, la creencia en él. Bajo la presión de una época más ilustrada, la
por un toque de la prenda que cubría la cabeza del confirmando» (cit. en
teología ha perdido una materia y un campo del saber que fue amplio en
Deschner, Das Kreuz mit der Kirche, p. 325 s.).
otro tiempo.
Su obra ha tenido más de setenta ediciones. Cientos de moralistas le
Sobre la base de la casuística sexual desarrollada por Alfonso se ha
han copiado, y todos ellos, conjuntamente, han consolidado la miseria de
abierto para los pesimistas sexuales, también en el siglo XX, un amplio
una teología moral que no sólo presupone la minoría de edad de la per-
campo de actividad especialmente en el ámbito extramatrimonial (res-
sona, sino que practica de modo sistemático la educación que la genera.
pecto del matrimonio los moralistas se concentraban en el «abuso del
Esa teología no ha producido el despliegue y profundización, sino los es-
matrimonio» = contracepción). Los moralistas que miraban con malos
crúpulos de conciencia. La moral sexual se ha convertido en una ciencia
ojos el placer sexual encontraron aquí alguna que otra piedra que po-
especial para los celibatarios. El moralista Gópfert escribió en 1906 que
dían remover y bajo la cual eran capaces de encontrar gusanos de impu-
las «gentes corrientes y carentes de formación son incapaces de distin-
reza y de impudicia, pues «se entiende por impudicia todo tipo de satis-
guir entre impureza, sensualidad y deshonestidad» (Moraltheologie II,
facción del placer sexual que es contraria a los fines del apetito sexual
p. 346). Tal distinción es ya sólo posible para los célibes jueces del con-
queridos por Dios. Ella busca sólo el placer sexual fuera de la obligación
fesionario. La conciencia normal del individuo, tanto la del formado
que, sin embargo, está ligado según la voluntad de Dios a la práctica de
como la del rudo, se ve desbordada. El mismo incomprensible galima-
la relación carnal en el matrimonio» (Fritz Tillmann, Die katholische
tías de los moralistas encontramos también en Háring: «El placer sexual
Sittenlebre, IV, 2, 2 1940, p. 117). El placer sexual era una especie de me-
causado de forma culpable con actos impúdicos, pero no consentido
canismo que excitaba su propio placer hostil al placer sexual. Cuando se
directamente, es pecado gravemente pecaminoso según su especie» (Das
habla aquí de «placer sexual» no se debe pensar inmediatamente en lo
Gesetz Christi, 1967, III, p. 301). Los confesores ven con claridad que se
peor. «En el camino que conduce a la acción externa consumada hay mi-
exige en exceso al penitente: «El confesor no debe exigir en este terreno
radas, tocamientos, abrazos y besos poblados por la fuerte inclinación de
la integridad material de la confesión, de acuerdo con las distinciones
avanzar hasta el final» (Ibid., p. 122).
científicas» (Ibid., p. 317). Si el confesor se empeñara en exigir una
cientificidad material y completa o lo que él considera como tal, tendría Para este amplio campo que se da entre miradas y besos y que se
que almacenar en el confesionario provisiones alimentarias para largo suele denominar con el término de «impudicia» se había formado ya en
tiempo, pues no podría volver pronto a casa. el siglo XVI un método practicable para una cualificación teológico-

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moral. Así como se clasifica la carne de los animales en carne de primera transparente muy sutil, pues esto excita el placer sexual en vez de apa-
y en carne de otras categorías inferiores, también se desmenuzó a la garlo» (Gópfert, vol. 2, 1906, p. 376).
persona humana en partes del cuerpo nobles, de bajo valor o reproba- Idéntica mentalidad moralista se encuentra en Háring, 1967. Él sub-
bles. La relación del hombre con Dios o viceversa se hizo corresponder divide los «pecados de impudicia» según a) miradas, b) tocamientos
con la relación o el comportamiento que el hombre mantenía con las par- («Cantidad de peligros del flirteo anónimo ofrecen en la actualidad los
tes de su propio cuerpo o con las de otra persona. «Debido a su diverso medios de transporte, superabarrotados con frecuencia»), c) charlas, d)
influjo en la excitación del placer sexual, se dividen las partes del cuerpo lecturas («La preocupación maternal de la Iglesia muestra en la prohibi-
en decentes (cara, manos, pies), menos decentes (pecho, espalda, brazos, ción de libros malos cuan seria debe ser la vigilancia en este terreno»,
muslos) e indecentes (partes sexuales y sus vecinas)» (H. Jone, Katholi- 1. c , p. 315). La frase introductoria dice: «Cuanto de impúdico se hace
scbe Moraltheologie, 1930, p. 189). Siguiendo la tradición anterior a él, con la manifiesta intención de provocar la lujuria se convierte precisa-
el moralista Gópfert califica de «vergonzantes» y «obscenas» a las partes mente por esa intención en impuro y es pecado grave» (Ibid., p. 312). En
del cuerpo «indecentes» (Gópfert, Moraltheologie II, p. 366). cuanto a b) (tocamientos), Háring encuentra, sin embargo, palabras
A veces, las consecuencias de una inmoralidad definida por la Iglesia tranquilizadoras para los normales entre los cristianos: «Pero donde re-
pueden ser malas: «Así, el tocamiento leve de la mano de una mujer almente el amor y la servicialidad cristianos (cuidado de enfermos, etc.)
puede ser pecado mortal cuando es fruto de una intención impura». exige y da pie a los tocamientos, la experiencia enseña que no es de
Eso «puede ser pecado mortal», pero los besos en el brazo son «gene- temer peligro alguno en personas normales».
ralmente pecado mortal, pues no es concebible una causa justa para ha- En cuanto a tocamientos, besos y abrazos, no se permite a los novios
cerlo; y cuando no existen causas justas, tales besos son producto del pla- más que a quienes no lo son; es decir, que no se les permite nada de eso
cer sexual o, al menos, excitan con mucha fuerza». Por cierto que «ya que, por el noviazgo, los novios no adquieren derecho alguno al
tampoco se debería tomar a la ligera lo del tocamiento de la mano, pues cuerpo de su pareja», escribe Gópfert (II, p. 372). Las amistades entre chi-
siempre es pecado venial: «Tocamientos de las partes decentes... cuando cos y chicas sólo tienen razón de ser con miras «a un fin bueno; es decir,
tienen lugar de forma pasajera por ligereza, por broma o curiosidad, son a contraer pronto matrimonio». «Las relaciones (no se refiere evidente-
pecado venial. Por consiguiente, es pecado leve tocar ligera y fugazmen- mente a las relaciones sexuales, sino a las visitas) deben tener lugar en
te los dedos, manos o rostro de una persona del otro sexo sin intención forma acompasada, es decir, no deben ser demasiado frecuentes ni de-
torcida, sin concupiscencia sexual y sin peligro de consentimiento en el masiado prolongadas. Cabe permitir una mayor frecuentación cuando se
placer sensual, a condición de que, si surge el placer sexual, se le rechace va a contraer matrimonio dentro de poco tiempo, al cabo de uno o de dos
y se abstenga uno posteriormente de tales actos» (Ibid., p. 368). Y remite meses, pero la frecuencia de las visitas deberá ser menor cuanto más le-
a una serie de moralistas que enseñaron esto mismo; por ejemplo, al jana esté la fecha de la boda. Es lícito permitir una mayor frecuencia de
mismo Alfonso de Ligorio. Por otro lado, Gópfert afirmaba en una edi- visitas cuando la chica no está sola, sino bajo una supervisión vigilante.
ción anterior: «En el baile, coger levemente la mano de una mujer o no es En cambio, la frecuencia será menor si los novios están siempre solos»
pecado o es sólo pecado leve» (Moraltheologie, vol. 2, 1900, p. 336). Él (p. 373 s.). Háring opinaba en 1967: «Aunque en la actual sociedad
mismo no parecía saber esto con toda exactitud. De ahí que, por seguri- abierta y dinámica no es posible que los padres ejerzan una vigilancia
dad, omitiera esta frase en 1906. como cuando la sociedad era cerrada, con todo es indispensable que se es-
Junto a los tocamientos pecaminosos están las miradas obscenas. tablezcan también hoy reglas de trato que respondan a aquel sentido
Se distingue ahí entre las deshonestas y las muy deshonestas. No debe- profundo. A ese respecto, los cristianos deben tener muy claro que las ha-
mos abordar con detalle aquí las miradas deshonestas, que pueden ser de bituales formas de comportamiento de la sociedad actual han emanado de
tal catadura incluso si el objeto que se mira es decente. En todo caso ha- ideologías que son incompatibles con el cristianismo» (Ibid., p. 377 s.).
bría que sostener —para dar un ejemplo de la sistematización moralis- Los moralistas no constataron tal incompatibilidad bajo el nacio-
ta— que se debe enjuiciar el peligro de tales miradas teniendo en cuenta: nalsocialismo. Al contrario. El nacionalsocialismo parecía prestar ayuda
1.°) el objeto; 2o) la intención del que mira; 3o) la disposición del que en algunos puntos importantes a la teología moral católica, y la Iglesia
mira; 4o) el modo de mirar. Según la opinión mayoritaria de los mora- se apresuró a no desaprovechar tal oportunidad. El primer encuentro
listas, la disposición de la persona mirada no fundamenta diferencia es- personal de Hitler con un obispo católico —Berning, de Osnabrück— y
pecífica alguna. Hay que distinguir las miradas deshonestas de las muy con Steinmann, vicario general de Berlín, que representaba al enfermo
deshonestas. Ya podemos figurarnos de qué se trata: de la contemplación Schreiber, obispo de Berlín, tuvo lugar el 26 de abril de 1933. En el pro-
de las partes «indecentes» del cuerpo, pero no sólo desnudas: «Igual- tocolo de Berning se dice: «El cambio de impresiones (que duró hora y
mente, es un pecado grave ver tales cosas a través de un red o de un velo media) fue cordial y positivo. Los obispos reconocieron con gozo que se

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apoya al cristianismo en el nuevo Estado, que se mejora la moralidad y xionar sobre cómo se puede impedir el nacimiento de nuevas generacio-
que se lucha con energía y éxito contra el bolchevismo y el ateísmo» nes afectadas por enfermedades hereditarias. Que la instrucción y la
(Hans Müller, Katholische Kircbe und Nationalsozialismus, Dokumente prohibición del matrimonio son insuficientes es algo que se desprende
1930-1935, 1963, p. 117). El 30 de mayo/1 de junio de 1933 se publicó claramente de la inferioridad espiritual y de la insensibilidad, así como
la larga carta pastoral de la Conferencia episcopal de Fulda (Alemania) del desenfreno de la vida instintiva de la mayor parte de los tarados. Sin
con el «agradecimiento a Hitler» porque de ahora en adelante «la in- embargo, podría conseguirse el objetivo mediante el internamiento en
moralidad» no debe ya «amenazar ni destruir el alma del pueblo ger- una institución, en la que deberían permanecer mientras dure su capaci-
mano». Luchar contra la inmoralidad significa para los obispos alemanes dad procreadora» (Tillmann IV, 2, p. 415). Con ello, el autor se vuelve
combatir «por la educación casta de la juventud» y contra «los excesos contra la esterilización, pero las razones que da ponen los pelos de
en la vida bañista» (Müller, pp. 146 y 156). Cuando monseñor Stein- punta: «En realidad, el escrúpulo moral respecto de la esterilización está
mann saludó con un «fíe/7 Hitleri» con motivo de la exposición de la Tú- en la separación entre la satisfacción del placer sexual y la responsabili-
nica Sagrada de Cristo en Tréveris en agosto de 1933 y fue criticado por dad, cosa que en los deficientes —en los que se hace patente con fre-
esto posteriormente en Nueva York, explicó que los obispos germanos cuencia un instinto sexual desenfrenado— puede producir efectos de-
veían en Hitler un baluarte contra «la peste de la literatura inmoral» sastrosos» (p. 419).
(Heer, Gottes erste Liebe, p. 409). La aversión de los célibes al placer sexual prefiere el campo de con-
En tiempos del nacionalsocialismo, la devoción mariana, el ideal ca- centración a la esterilización. El cardenal Faulhaber informa de una
tólico de la castidad y el celibato estuvieron teñidos de marrón (color de conversación mantenida con Hitler en 1936 en la que éste se habría
la camisa de los hitlerianos). En un libro publicado en 1936 en Kevelaer mostrado partidario de esterilizar a los llamados enfermos hereditarios
y titulado Jungfrau sein (Ser virgen) (con el Imprimatur del obispado de para evitar la descendencia enferma. Hitler habría declarado: «La ope-
Münster regido por el obispo von Galen), el párroco E. Breit se sirve de ración es realmente sencilla y no incapacita para la vida profesional ni
María para apoyar el concepto nacionalsocialista de raza: «Así floreció para la matrimonial, y la Iglesia se echa ahora en nuestros brazos».
en torno a la imagen de María una feminidad sana, pura, buena, alta- Faulhaber habría respondido a Hitler: «¡Señor Canciller del Reicbl En el
mente estimada y valorada. No es necesario insistir más en la gran re- marco de la ley moral, la Iglesia no impide que el Estado aleje a estos pa-
percusión que esto tuvo también para los fines de la sanidad de la raza y rásitos para defender de forma legítima a la comunidad nacional, pero en
para su purificación» (p. 34 s.). Lo que María «quiere cuidar, proteger lugar de la mutilación física se debe intentar otro medio de defensa, y tal
y llevar a su perfección» es «el tipo de mujer específicamente alemana» medio existe: el internamiento de las personas afectadas de enfermedades
(p. 35). Sobre la castidad o la contravención de ésta se decía enton- hereditarias» (Nacblass Faulhaber, n.° 8203).
ces: «Desde el punto de vista del vínculo del individuo con su pueblo y Campos de internamiento significaba campos de concentración, y evi-
con la humanidad en general, toda falta contra la castidad significa des- dentemente tales existían «en el marco de la ley moral», pero la esterili-
pilfarrar la sagrada fuente de la vida. Por eso es un crimen contra la co- zación —ni la querida ni la no querida— jamás encontró espacio ahí,
munidad nacional» (Tillmann IV/2, p. 119 s.). pues esterilización significa capacidad para disfrutar del placer sexual sin
La fobia católica al despilfarro del sagrado semen y la obsesión na- capacidad para procrear. Sólo en 1977 se concedió a los «voluptuosos
cionalsocialista por la pureza étnica se dieron la mano. El obispo de eunucos» del papa Sixto V de 1587 el derecho a contraer matrimonio.
Osnabrück Wilhelm Berning —que propagó en un artículo titulado «Re- El punto de vista genético y la aversión de la Iglesia al placer sexual
torno a los vínculos de la sangre, es decir, a la conexión biológica here- se unen de forma espeluznante en el capítulo de Háring titulado «Elec-
ditaria» (Das Neue Reich, n.° 7, 1934, p. 9)— entendió que las fantasías ción responsable del cónyuge». Háring escribió en 1967: «Una verdade-
nacionalistas sobre la sangre eran el mejor terreno también para el celi- ra postura de servicio frente al Creador y Redentor hará buscar un cón-
bato eclesial: «Gracias a la acción conjunta de un buen patrimonio ge- yuge del que sea lícito esperar —dentro de las condiciones dadas— la
nético y de un ambiente propicio, que engloba también lo sobrenatural, mejor descendencia y la mejor garantía de educación de la prole como
estas familias siguen suministrando hijos al sacerdocio y a las órdenes re- hijos de Dios. La eugenética se convierte más y más en una ciencia im-
ligiosas. Ellas constituyen el luminoso polo opuesto de aquellas familias portante que pretende informar sobre qué elección de pareja puede servir
criminales cuyos vastagos llenan los manicomios y las cárceles» (p. 14 s.). de la mejor manera al bien del matrimonio, a la prole. La responsabili-
Así, se estuvo de acuerdo con los nacionalsocialistas en que el Estado dad respecto del matrimonio, respecto al servicio a la vida, prohibe ro-
debía tomar alguna medida contra el peligro genético. El moralista Till- tundamente elegir a un cónyuge del que —según todos los indicios— sólo
mann escribió en 1940: «Los resultados de la investigación genética cabe esperar hijos tarados... Una cierta tara hereditaria que permita al-
sobre el aumento notable de las taras hereditarias han llevado a refle- bergar temores sobre una prole enferma o defectuosa, pero psíquica-

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mente normal (por ejemplo, hemofilia, miopía, tal vez incluso ciegos y práctica—- con malos argumentos máximas desde unas preconvicciones
sordos), no excluye por principio del matrimonio, aunque cabe des- problemáticas, condicionadas por la historia; desde "prejuicios"... Esta
aconsejarlo encarecidamente en casos graves. Un experimentado euge- oscura tragedia de la mentalidad histórica de la Iglesia es tan oprimente
netista católico considera como absoluta irresponsabilidad moral el ma- porque ahí se trata siempre, o casi siempre, de cuestiones que inciden
trimonio de personas afectadas de graves taras hereditarias... Es deseable profundamente en la vida concreta de las personas, porque tales máxi-
que los novios, antes de contraer matrimonio, intercambien un certifi- mas falsas que jamás fueron objetivamente válidas... imponían a los
cado de idoneidad eugenética para el matrimonio expedido por un mé- hombres una carga que en modo alguno era legítima desde la libertad del
dico especialista en psicología y en genética. La prohibición de matri- evangelio» (Schriften zur Theologie, vol. 13, 1978, p. 99 s.).
monio entre consanguíneos (según el derecho canónico vigente sólo El mejor consejo posible para la teología moral sería el de que guar-
incluye hasta el tercer grado en línea colateral) cumple una benéfica de silencio, pero, en cambio, nos encontramos, por ejemplo, con que el
función eugenética» (Das Gesetz Christi, III, p. 342 s.). moralista H. J. Müller dice lo siguiente en un artículo titulado Matri-
Nadie tiene nada en contra de la prole sana; todo el mundo la ansia. monio sin certificado: «Hubo tiempos en los que —de una forma incon-
Incluso en la Antigüedad fue considerada la euteknia (= descendencia cebible hoy para nosotros— se transgredieron normas objetivas sin que
hermosa y sana) como un tema importante, pero difícilmente puede ser las personas tuvieran conciencia de culpa al infringirlas. Piénsese en los
calificada de humana la actitud que propende a impedir el matrimonio a procesos de brujas... Algo parecido cabe decir hoy sobre la actitud de
ciegos, sordos y hemofílicos o a «desaconsejarles encarecidamente» con- muchos jóvenes respecto del comportamiento sexual. Incluso algunos de
traerlo en lugar de dejarles que ellos decidan libremente si quieren tener estos que se sienten comprometidos con la Iglesia afirman no entender
hijos a pesar de todo o sobre cómo evitarlos si no consideran conveniente por qué ha de ser pecado su decisión —tomada por motivos serios— de
engendrarlos. La idea de seleccionar a los seres humanos con certificados convivir durante algún tiempo sin contraer matrimonio». Opina Müller
sanitarios y genéticos al estilo de lo propuesto por Háring sitúa a la que se debe «hacer todo lo posible» para «iluminar» el eclipse de valores
Iglesia al lado de los sistemas totalitarios. Por cierto, el que —según de esas personas (Theologie der Gegenwart, 4, 1983, p. 259). Lo que los
Háring— la prohibición de contraer matrimonio entre consanguíneos procesos de brujas fueron para los siglos pasados, eso son para los teó-
fuera establecida por la Iglesia con vistas a una «beneficiosa función ge- logos moralistas los matrimonios sin certificado en el siglo actual. Sin em-
nética» fue algo que se les ocurrió a los teólogos sólo a partir del siglo bargo, equiparar los matrimonios sin certificado a los procesos de brujas
xix. Ya vimos en el capítulo sobre el incesto que, en realidad, no se tra- sería sin duda un eclipse de valores mayor que todo cuanto serían capa-
taba sino de una variante del eterno motivo clerical de aversión al ma- ces de hacer en la oscuridad todas las parejas sin ningún certificado.
trimonio y al placer sexual. Hoy se sienten casadas muchas personas a las que otros (Iglesia o Es-
En el pasado reciente, la teología moral católica ha perdido mucho tado, por ejemplo) deniegan la condición de tales. A su vez, otros no
prestigio. Con su intrincadísima lucubración sexual, se encuentra hoy, quieren contraer matrimonio porque para ellos la convivencia de un
prácticamente, ante un montón de escombros. Es una estupidez que, hombre y de una mujer es algo que pertenece a la esfera privada de la
dándoselas de religiosa y apoyándose en Dios, ha deformado muchas persona y no debe estar sometido a formalidades de orden eclesial o es-
conciencias cristianas. Ha trastornado a los hombres con insensateces su- tatal. Ellos rechazan los certificados. Sin duda, asistimos hoy a un vuelco
tiles y ha tratado de adiestrarlos para las acrobacias morales en lugar de de las formas y normas de contraer matrimonio que han estado vigentes
hacerlos más humanos y más solidarios. En nombre de una sobrenatu- en tiempos anteriores. A pesar de todo, no son justificadas las lamenta-
raleza extraña y enemiga del hombre, ha oprimido demasiado la natu- ciones de quienes afirman que el matrimonio está en peligro. En peligro
raleza y la naturalidad del hombre, hasta que el arco tensado por ella no están, a lo sumo, los certificados de matrimonio, que comenzaron a ex-
resistió por más tiempo. Su teología no es tal, ni su moral es una verda- pedirse en fechas bastante recientes.
dera moral. Ha naufragado por su loca arrogancia. Ella creyó poder qui- ¿Cómo se contraía matrimonio antaño entre nosotros? Cierto que
tar al hombre su experiencia personal de la voluntad de Dios y sustituir muchos se casaban en la iglesia con la bendición del sacerdote, con flores
el hallazgo de esa voluntad mediante un prolijo sistema casuista. Fraca- y pompa, pero también se daba el caso de los que salían a dar un paseo y
só en su propia inmisericordia al tratar de someter al hombre a sus pro- él decía a ella: Te quiero, tú eres mi esposa; y ella respondía: Sí. Con ello
pias leyes encadenantes en lugar de permitirle ser obediente a los man- —según el derecho romano, que subyacía también en el derecho ecle-
damientos de Dios que llaman a la libertad. siástico («la voluntad de matrimonio hace el matrimonio»)— se con-
Tiene razón Karl Rahner cuando, refiriéndose a la teología moral, traía matrimonio. La luna era el único testigo, o quizás ni siquiera eso. A
dice: «Sin duda, forma parte de la trágica e inexplicable condición his- tales matrimonios se les calificaba de clandestinos (= secretos), pero no se
tórica de la Iglesia el hecho de haber defendido —en la teoría y en la negaba que se tratara de verdaderos matrimonios. Cierto es que la Iglesia

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exigió desde el año 1215 las amonestaciones públicas, pero muchos no se El papa Pablo VI se lamentaba en 1975: «Entre tanto se ha acrecen-
atenían a tal exigencia. tado la corrupción de las costumbres, uno de cuyos indicios más graves
Los matrimonios secretos ocasionaban inseguridad jurídica. Alguna es la desorbitada exaltación del sexo». Lo sexual siempre es lo más
mujer juró que el prometido de otra que tenía la intención de casarse por grave para los celibatarios. El papa prosigue: «Algunos exigen hoy el de-
la Iglesia era en realidad su propio marido. Más de un marido casado recho a mantener relaciones prematrimoniales, al menos en los casos en
por la Iglesia afirmó —al resultarle molesto el vínculo— haberse casado que existe una intención seria de matrimonio y cuando un afecto casi
con anterioridad en secreto y que, por consiguiente, el actual matrimonio conyugal en la psicología de los novios requiere este complemento que
era inválido. Así, por ejemplo, en el año 1349 se presentaron en Augs- ellos consideran como natural. Sobre todo, cuando las circunstancias ex-
burgo 111 demandas para que el cónyuge que se había marchado fuera ternas impiden la celebración del matrimonio». El papa califica de «for-
reconocido al cónyuge abandonado. En 101 casos, la demanda provenía nicación» esa conducta. Opina que tales relaciones «en modo alguno ga-
de la esposa abandonada. Sin embargo, 80 demandas debieron ser re- rantizan la sinceridad y fidelidad que debe acompañar a la relación
chazadas porque no se pudo demostrar el matrimonio. interpersonal de un hombre y de una mujer» (Dichiarazione su alcune
Se intentó de continuo encontrar una solución a esta inseguridad ju- questioni di etica sessuale, 1975, en Enchiridion Vaticanum, vol. V,
rídica. Lutero, por ejemplo, opinó que cuando se ha celebrado un matri- n. 1717 y 1726). Esta declaración vaticana es extremadamente dura, in-
monio sin la aprobación de los padres (concretamente, del padre), éste justa y toda una chapuza teológica. No se hace diferenciación alguna
tiene poder para declararlo nulo incluso si se han tenido ya hijos en ese entre las relaciones prematrimoniales de católicos y de no católicos, y se
matrimonio (Epipbaniaspredigt, WA, vol. 10,1, 1; cf. Joyce, p. 114 s.). Su califica a todas ellas de «fornicación». En lo tocante a las parejas no ca-
amigo y correformador Melanchthon opinó, por el contrario, que el tólicas, el papa contradice con su sentencia a su propio derecho canóni-
padre ya no puede declarar nulo el matrimonio secreto consumado (Joyce, co, según el cual estas últimas no están obligadas en modo alguno a ob-
p. 115). Los protestantes reformados defendieron a rajatabla el derecho servar la forma al contraer matrimonio. En términos claros, esas parejas
de los padres. El obispo anglicano Thomas Barlow (t 1691) dijo: «Indu- no están obligadas —según el derecho de la Iglesia católica— a pasar por
dablemente, un padre tiene por derecho divino y natural el poder justo... la iglesia ni por el juzgado civil; para estar casados de forma válida es su-
dé utilizar castigos y azotes para inculcar a su hijo el deber de obedecer a ficiente la voluntad de ambos de querer permanecer juntos por siempre
sus órdenes justas (en lo tocante al matrimonio)» (Joyce, p. 86). como marido y mujer. Basta, pues, la voluntad del matrimonio, que el
La Iglesia católica del siglo XVI trató de resolver el problema de los papa reconoce presente en estas parejas que no tienen el certificado ma-
matrimonios secretos por derroteros distintos a los de los protestantes. trimonial.
En 1563 introduce mediante el decreto Tametsi («Aunque») lo que se co- Pero el papa debería evitar el término «fornicación» también al re-
noce como obligación de la forma: aunque no cabe dudar de la validez ferirse a las parejas católicas. Bien es cierto que éstas están obligadas
de los matrimonios secretos, sin embargo, de ahora en adelante, se habrá desde 1563 a observar una determinada forma, pero en el derecho ecle-
que observar una determinada forma en la celebración del matrimonio; siástico existe también una forma extraordinaria (= manifestación de la
se deberá contraer el matrimonio ante el párroco propio, en presencia de, voluntad de matrimonio ante dos testigos), el llamado matrimonio de ne-
al menos, dos testigos; de lo contrario, el matrimonio será nulo. cesidad (canon 1116 del Código de Derecho Canónico vigente desde
Esta solución que impone la presencia del sacerdote no fue compar- 1983), precisamente cuando a la forma normal de la celebración del
tida por los protestantes. Ellos abogaban por la voluntad de los padres: matrimonio prescrita para los católicos van ligados «inconvenientes gra-
«Según la costumbre pontificia, muchos hijos contraen matrimnio a es- ves». Sin duda, estos inconvenientes pueden ser de tipo material. Por con-
paldas de sus padres», escribe ya en 1526 el Ordenamiento eclesiástico de siguiente, el canon 1116 podría aplicarse también, por ejemplo, a las pa-
Reutlingen, inspirado por Lutero. Se dice ahí que un matrimonio por la rejas de estudiantes universitarios, de pensionistas, etc., que no se casan
Iglesia celebrado a espaldas del padre es inválido, «pues el mandamiento según la forma habitual debido a circunstancias externas.
de Dios de obedecer al padre y a la madre anula tal promesa de matri- Pero incluso si desde una perspectiva católica no se puede llegar a re-
monio». conocer las parejas católicas como «matrimonios en caso de necesidad»
Por su parte, la Iglesia católica dejó muy claro en el curso de los si- en el sentido del canon 1116, debería ser posible mostrar un respeto
glos siguientes (por ejemplo, en 1741, en la Declaratio Benedictina) que hacia ellas en lugar de tratarlas como fornicarias y de discriminarlas. Es
ella no exige la forma católica de celebración del matrimonio para pare- ajeno a la realidad creer que un matrimonio contraído según la forma
jas no católicas, por ejemplo, protestantes. Sostiene que los matrimonios prescrita «garantiza sinceridad y fidelidad». Calificar de fornicación
de los protestantes son válidos sin la observancia de una forma, como tales uniones, a las que el mismo Vaticano reconoce «intención seria de
antes de 1563. matrimonio», es toda una subjetividad emocional que no está dispuesta

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a tener en cuenta que el matrimonio se basa en la voluntad de casarse de obtener la anulación de su matrimonio con Alfonso de Borbón, duque de
dos personas y que todas las formas externas son hijas de la historia y tie- Cádiz, con el que tuvo dos hijos, está casada válidamente por la Iglesia
nen una importancia secundaria. con Jean-Marie Rossi? La prensa del corazón se refiere también de forma
Hace bastante tiempo que el Estado comenzó a inmiscuirse en este casi constante a la tonadillera Isabel Pantoja, que casó con el fallecido to-
asunto. En 1580 se contrajo el primer matrimonio civil en los Países rero «Paquirri» después de que fuera declarado nulo el anterior matri-
Bajos, desde 1875 el matrimonio civil incluso precede al eclesiástico en monio de éste.
Alemania. Tratándose de una pareja católica, el certificado de matrimo- La expresión «nulidad del matrimonio», que ocupa con frecuencia
nio civil no tiene valor alguno a los ojos de la Iglesia católica, y vicever- llamativos titulares en las revistas del corazón españolas, es familiar en
sa: lo que la Iglesia considera como matrimonio (por ejemplo, según el Alemania no a los habituales lectores de la prensa amarilla, sino tan sólo
canon 1116) no es matrimonio para el Estado. Mediante el recíproco no a un reducido grupo de peritos en derecho eclesiástico, y se procura
reconocimiento de la boda civil y eclesiástica, el Estado y la Iglesia rela- ocultarla lo más posible a los afectados.
tivizan conjuntamente el valor de un certificado. Para iluminar a los divorciados que han contraído nuevas nupcias,
La forma de contraer matrimonio ha cambiado, pues, constante- presentamos a continuación una especie de ráfaga sobre el derecho ma-
mente a lo largo de los tiempos. Puesto que muchos rechazan hoy las for- trimonial católico. Digamos de entrada que existe toda una serie de mo-
mas antiguas, se deberían buscar nuevas formas y normas que hagan más tivos para la nulidad del matrimonio. La razón principal por la que un
justicia a la voluntad de la pareja. matrimonio no llega a tener lugar es la falta de voluntad de contraer ma-
A consecuencia del desprecio de la Iglesia a su propio derecho ecle- trimonio. Acaece esto cuando, por ejemplo, se contrae el matrimonio con
siástico, no sólo tienen que sufrir las parejas sin certificado cuando el la reserva declarada o tácita que afecta a la indisolubilidad. Si uno pone
papa Pablo VI las califica indistintamente de fornicarias, sino también la siguiente condición: «Si fracasa el matrimonio, me separo», es decir,
bastantes divorciados que han contraído segundas nupcias. Ya vimos en cuando contrae una especie de matrimonio a prueba, entonces ese indi-
el capítulo 3 que la Iglesia católica no puede ampararse en Jesús para jus- viduo ha excluido de su voluntad de matrimonio el punto de la indiso-
tificar el inmisericorde comportamiento que observa con los divorciados lubilidad del matrimonio. Éste es inválido. O cuando uno piensa: «Quie-
que han contraído nuevas nupcias. En muchos casos, ni siquiera puede ro casarme contigo, pero sólo a condición de poder seguir teniendo
basarse en su propio derecho canónico. Según cálculos de canonistas ca- relaciones íntimas con otra u otras mujeres». En esta eventualidad, se ex-
tólicos, aproximadamente el 30% de los divorciados no habían estado cluye de la voluntad de matrimonio el punto de la unidad. El matrimonio
casados de forma válida según el derecho de la Iglesia. Por consiguiente, es inválido. O cuando uno dice: «Quiero casarme contigo, pero sólo si
la Iglesia podía anular su matrimonio, es decir, declararlo nulo. Entonces, nos ponemos de acuerdo en no tener hijos, en hacer uso del matrimonio
después de su separación, no se casarían de nuevo, sino por primera vez. sólo con la pildora, con preservativo o con el método Ogino-Knaus».
Bien es cierto que el episcopado católico alemán no hace gran cosa para También entonces es inválido el matrimonio. En todos estos casos se
ayudar en su derecho a ese 30% de divorciados. Prefieren dejar en el puede declarar nulo el matrimonio.
error a los afectados: el que está divorciado es que también estuvo casa- La Iglesia católica, especialmente interesada bajo el actual papa en
do válidamente según el derecho eclesiástico. Y castiga incluso allí donde evitar que la gente tome conciencia de la ley eclesiástica sobre el matri-
no hay nada que castigar. En estos últimos años se ha podido leer repe- monio, lleva a cabo su propósito haciendo fracasar las declaraciones de
tidas veces sobre casos de empleadas en colegios de la Iglesia que per- nulidad. Para ello aduce la falta de pruebas de vicio en el consentimien-
dieron su puesto de trabajo al ser despedidas por haber contraído ma- to matrimonial. Sin embargo, cabe afirmar que —con pruebas o sin
trimonio con un divorciado. Y los tribunales civiles dieron la razón a la ellas— no se da el matrimonio cuando no existe la voluntad de contraer-
Iglesia en tales casos. Sin embargo, esto no tiene nada de legítimo en sí, lo, pues consensus facit matrimonium (el consentimiento hace el matri-
sino que es ilegítimo; al menos hasta que no se haya indagado si se da en monio). Sin duda que tener razón y que ésta sea reconocida son dos cosas
realidad el hecho castigado de forma tan dura. bien distintas.
La situación es algo distinta en España. Todos los lectores de la
prensa del corazón conocen a Isabel Preysler, que, después de obtener la
anulación de su matrimonio por la Iglesia con el cantante Julio Iglesias
(con el que ha tenido tres hijos), se casó por la Iglesia (1980) con el mar-
qués de Griñón, del que también se separó para contraer nuevo matri-
monio (1988) —esta vez sólo por lo civil— con Miguel Boyer. ¿Quién no
conoce el caso de Carmen, la nieta mayor del general Franco, que, tras

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Capítulo 30

CONSIDERACIONES SOBRE LA MARIOLOGIA

María, la madre de Jesús, siempre ha jugado un papel especial, sobresa-


liente, en la historia de la teología y de la espiritualidad cristianas. Y se
comprende. Pues como madre de aquel al que los cristianos confiesan
como su Redentor, ella fascinó desde un principio a los creyentes. Tam-
bién era bueno que una mujer jugara un papel tan destacado en el
mundo conceptual eclesial, y que impidiera que la Iglesia se convirtiera
en una Iglesia copada de forma aún más absoluta por los varones. Han
sido sobre todo las mujeres las que han visto en María un lugar de refu-
gio, una mujer a la que ellas podían acudir como a su madre y hermana;
a veces, se acogían a ella incluso como escapando de un Dios que tenía
para ellas un rostro demasiado parecido al de un irritado dios-varón.
Pero la mariología, es decir, la doctrina de la Iglesia sobre María, no
fue elaborada por mujeres, sino por varones que —para colmo— no es-
taban casados; por individuos que no tenían relación alguna con el ma-
trimonio. Incluso ellos llegaron a afirmar que su propio estado célibe
—al que denominaban y llaman el estado de virginidad— es de mayor
valor que el matrimonio, al que consideran de escasa valía en compara-
ción con el estado de virginidad. El matrimonio y su consiguiente se-
xualidad nunca han tenido un lobby en la Iglesia, siempre fueron consi-
derados como algo equívoco desde el punto de vista moral.
Sin embargo, María fue una mujer casada y parió un hijo. Si leemos
sin prejuicios el Nuevo Testamento, nos encontraremos incluso con que
ella tuvo varios hijos e hijas. Pero aceptar sencillamente eso tal como se
dice en la Escritura significaría que María llevó una vida ajena al celiba-
to, incluso contraria a él. De ahí que fuera preciso reformar la imagen de
María que presenta el Nuevo Testamento, precisamente como madre con
hijos.
Así, se le negaron los hijos, salvo uno: Jesús. Se le quitaron a ella y se
les declaró inicialmente hijos tenidos por José en un supuesto matrimonio

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anterior. Luego, sin embargo, se purificó su entorno de cuanto oliera a «Después del pecado original, Eva experimentó la dolorosa maldición de
matrimonio: también su marido debió ser soltero, también él debía ser su maternidad» (Müller, 1. c , p. 463); y desde entonces, están malditas
virgen. En consecuencia, los hijos e hijas de María tampoco podían seguir todas las madres menos una. Son malditas en sus dolores. En una misma
siendo hijos de José, pues eso podría haber salpicado negativamente el página (464), Müller repite siete veces el término «maldición» relacio-
status virginal de María. De ahí que se terminara por convertir a los her- nándolo con la maternidad. Pero cuanto más se empeñan algunos ma-
manos y hermanas de Jesús en sus primos y primas. riólogos en presentar como malditas a las madres, tanto más fuerte se
También quitaron a María el parto del único hijo que le dejaron. En hace la sospecha de que no se trata de una maldición de Dios, sino de
modo alguno podía ella dar a luz como las mujeres traen sus hijos al una maldición a los ojos de los teólogos celibatarios.
mundo, pues ello habría dañado su «virginidad en el parto» y, consi- Por cierto que el parto de María estuvo exento de dolor también por
guientemente, su «virginidad perpetua». Todavía hoy insiste el papa en otra razón que Agustín (f 430), el padre de nuestra moral sexual ene-
que María permaneció «intacta». Esto significa para los celibatarios miga del placer sexual, puso en circulación: ella concibió sin experi-
que el himen de María no se rompió durante el parto. De lo contrario, mentar el placer de la carne y por eso parió sin dolor (Enchiridion 34; cf.
ella estaría tan dañada y mutilada como las demás mujeres quedan da- Tomás de Aquino, S. Tb. III, q. 35 a. 6). Los teólogos no se cansarán de
ñadas y mutiladas por el parto de un hijo, y dejan de tener valor como de repetir eso, incluso en nuestro siglo. En comparación de María, pues,
nuevas. Mas para no quedar «mutilada», ella no podía dar a luz a su hijo todas las restantes madres están dañadas, son castigadas con dolores,
como lo hacen habitualmente las mujeres. maldecidas y, finalmente, ensuciadas. Sólo se puede decir de María:
Esta doctrina de la «virginidad en el parto», a la que no se puede re- «Ella parió a un hijo y sin embargo siguió siendo doncella pura», como
nunciar sin que todo el edificio artificial de la «virginidad perenne» se de- se repite todas las Navidades en la canción alemana: Es ist ein Ros'
rrumbe, es un ejemplo particularmente significativo de las fantasías a las entsprungen («Ha brotado una rosa»).
que se acude para poder reconvertir a María en una virgen. La doctrina La idea de la integridad física de María en el parto deriva esencial-
tradicional de la virgnidad en el parto afirma: 1) que el himen de María mente de un relato del llamado protoevangelio de Santiago, escrito apó-
permaneció intacto; 2) que el parto fue sin dolor; 3) que no hubo pla- crifo cuyo nacimiento suele fecharse en la segunda mitad del siglo II y
centa (en latín: sordes - porquería). María habría parido a Jesús como un cuyo autor se presenta como Santiago, el hermano del Señor. Esa falsifi-
rayo de luz, transfigurado ya por los méritos de su resurrección, o como cación ejerció un influjo considerable —cabría decir: poderoso— en todo
la zarza ardiente que no consume, o «como los espíritus atraviesan sin el ulterior desarrollo de la mariología. Cierto es que en Occidente (no así
oposición los cuerpos» (M. J. Scheeben, Handbuch der katb. Dogmatik, en Oriente) se rechazó por principio este protoevangelio porque en él apa-
II, 1875, p. 939). Dejando a un lado el problema de si Cristo, habiendo recen aún los hermanos de Jesús como hijos tenidos por José en un ma-
sido parido como una especie de rayo de luz o «como los espíritus», sin trimonio anterior y la teología, sobre todo Jerónimo, estaba empeñada en
embargo llegó a ser hombre, no es posible manifestar la dignidad de una convertir a los hermanos de Jesús en primos y primas. Sin embargo, a
mujer convirtiéndola en una especie de madre de un rayo de luz. Aislan- pesar del rechazo de principio, se asumieron contenidos del protoevan-
do así a María de las restantes mujeres que han tenido hijos, se la ha en- gelio: por ejemplo, los nombres legendarios de los padres de María, Joa-
salzado a los ojos de los mariólogos, pero se le ha privado de algo deci- quín y Ana. También el himen intacto comienza desde el protoevangelio
sivo como mujer y, consiguientemente, como ser humano. Quien afirma la andadura a través de la mariología ulterior. El relato sobre el examen
una virginidad biológica en el parto, como si se tratara de un parto del del himen de María no se distingue precisamente por la discreción. Más
pensamiento o del espíritu, debe saber que priva precisamente de su bien cabría calificarlo como retazo de una pornografía teológica en la que
maternidad a la madre de la que habla. —so capa de piedad— se manifiestan fantasías sexuales.
Con la doctrina del nacimiento virginal se ha despojado de su ma- El correspondiente texto dice así: «La comadrona salió de la gruta, se
ternidad a una madre. Con ello se le ha querido excluir de la maldición encontró con Salomé y dijo a ésta: "¡Salomé, Salomé! Tengo que hablarte
que, según los celibatarios, pesa sobre la maternidad normal de las mu- de un espectáculo que jamás había tenido lugar con anterioridad. Una
jeres normales. Pero esa maldición es sólo un engendro de la fantasía virgen ha dado a luz, cosa que la naturaleza no permite". Salomé replicó:
neurótico-sexual. Según el mariólogo Alois Müller, esa mutilación de las "¡Vive el Señor, mi Dios, que si no meto mi dedo y examino el estado de
madres en el parto es un especial «signo de la maldición del pecado ori- ella no creeré que una virgen ha parido". Salomé entró e... introdujo un
ginal» (Mysterium salutis, III, 2, 1969, p. 464 s.), que —para los marió- dedo para explorar a María. Emitió un grito de dolor y exclamó: "¡He
logos— pesa sobre las madres y la maternidad. Sólo el parto de María es- tentado al Dios vivo y mi mano cae destruida por el fuego!". Oró al
tuvo exento de dolor, mientras que todas las demás mujeres tienen que Señor, y he aquí que un ángel del Señor se presentó delante de Salomé y
experimentar la maldición de Dios (Gn 3): «Parirás hijos con dolor». le dijo: "El Señor Dios ha escuchado tu súplica. Acércate, toca al niño y

312 313
se producirá la curación". Salomé lo hizo así, quedó curada como había
pedido, y salió de la cueva». ese modo, las deformaciones masculinas del mundo y de sus valores
Ya se ve con qué trazos tan toscos se esbozó la imagen de una mujer, ocuparon en la mariología un espacio determinante. La mariología tra-
hasta el punto de no dudar incluso en deshonrar a una persona me- dicional no merecía el nombre de tal. Se convirtió en una especie de an-
diante tal inspección cárnica a fin de crear la figura teológica de una vir- timariología, pues aunque se proponía exaltar la grandeza y dignidad de
gen que respondiera al ideal celíbatario. Con todo, el Kircbenlexikon de una mujer y pintarla con trazos de ciencia teológica sobre un fondo do-
Wetzer/Welte dice que el protoevangelio de Santiago «pretende glorificar rado, en realidad se ha desfigurado con dedos toscos lo específico de la
a la madre del Señor» (1, 1071), y destaca en el mismo pasaje la «digni- dignidad femenina, tanto en María como en todas las mujeres.
dad» de la representación. Funesto destino para una mujer es tener que llevar una vida de mujer
Una vez que se obligó a María a someterse a esa inspección corporal, dogmatizada y encorsetada por varones. María ha tenido que sufrir de
resultaba demostrable lo que los teólogos varones esperaban y exigían de forma sin igual tal suerte. Se le negó compartir todo lo relacionado con la
ella: su virginidad perenne. Una, madre intacta; las otras, violadas; la sexualidad femenina, todo lo que significa la forma natural de tener
única madre pura; las otras, impuras. Los teólogos descargaron su insen- hijos y de criarlos. Ella no debía tener a su hijo mediante la cooperación
satez teológica sobre las madres, creyendo con celo devoto que así podían de un varón. Debía intervenir el Espíritu Santo y no existir ni asomo de
ofrecer una pintura tanto más inmaculada de la madre de Jesús. Pero, al placer carnal. No estaba bien que tuviera a su hijo al modo natural, pues
maldecir de forma permanente a todas las demás en contraposición a la debía permanecer intacta incluso en el parto. Tampoco convenía que tu-
Virgen perenne, se les redujo la mirada para contemplar a la mujer en ge- viera otros hijos después, ya que ello significaría violación y deshonra. En
neral; desapareció por completo de ellos el concepto de la condición de consecuencia, se la convirtió en una especie de ser carente de sexualidad,
mujer en general, si es que llegaron a tenerlo en algún momento. en sombra de mujer y de madre reducida a su función histórico-salvífica.
Los amos de la creación le concedieron vida real sólo en la medida en
Los celibatarios quisieron pintar una imagen de María que no tuvie-
que ésta era necesaria para cumplir la función que le asignaban, pero le
ra nada en común con el retrato de otras mujeres. Y ciertamente que lo
denegaron la restante. Sobre la sabiduría de la Virgen, por ejemplo, dice
consiguieron, pero con ello desfiguraron un rostro humano hasta hacer-
Tomás de Aquino: «Es indudable que la Virgen bienaventurada recibió
lo irreconocible. Es posible que la veneración de una sola mujer pura
de forma sobresaliente el don de la sabiduría» (S. Tb. III, q. 27 a. 5 ad 3).
—frente a todas las otras impuras y en contraste con ellas— pueda servir
Sin embargo, bien mirado, ese don se convierte en algo limitadísimo,
de ayuda en una existencia celibataria desierta de mujeres, para la que
pues «ella poseyó el uso de la sabiduría en la contemplación, pero no el
esa ausencia significa con frecuencia una parte de la soledad humana,
uso de la sabiduría respecto de la enseñanza» (Ibid.). Los señores quieren
pero es absolutamente indudable que los celibatarios han causado daños
enseñar acerca de María; los señores no desean ser adoctrinados por ella.
a otras muchas personas con esa pintura.
Sin duda, no es necesario discurrir mucho para caer en la cuenta de por
Tal vez haya personas con nostalgia de la imagen de una Reina del qué santo Tomás de Aquino concede a la madre de Jesús sólo una sabi-
cielo, pero es inmensamente mayor el número de las que ansian una duría tan raquítica que la incapacita para actuar como maestra: la ense-
persona con formato humano. A cuantos habrían podido encontrar en ñanza «no compete al sexo femenino» {Ibid.). La arrogancia celibataria
una representación de María menos milagrosa, pero más verídica, la no se detiene ni ante María.
imagen de una persona verdadera se les privó de la posibilidad de tal en-
cuentro al ofrecerles la doctrina de un portento natural incomprensible y, En el fondo, los varones celibatarios —a pesar de toda la elaboración
por tanto, carente de significado para la vida real. A causa de ese déficit dogmática o quizás debido precisamente a ella— jamás han tenido en
en la mariología, se imposibilita al cristiano vivir la fe en la medida en cuenta a María como persona y como mujer real. Han visto con ojos ce-
que María tiene que ser para él un modelo concreto para su fe. ¿Cómo libatarios la función de ella en la historia de la salvación y la han consi-
podrá reconocerse en María una mujer si se canta a María en la Letanía derado desde tal perspectiva, atribuyéndole características milagrosas y
lauretana como la mater inviolata} Según el diccionario latino, todas abstrusas. Han colgado esta imagen, tan ajena a la humanidad, de los
las madres restantes, como matres violatae, son lo que el término violatae muros de su estéril mundo conceptual masculino. El obispo Hermann
significa. Se convierte a todas ellas en mujeres que han padecido violencia, Volk ha anotado este mísero pensamiento masculino: «María no ha
que son maltratadas, contaminadas, ofendidas, deshonradas, profanadas. sido honrada y nombrada en el evangelio por sí misma, sino por su
función y por el papel que desempeña en el plan salvífico de Dios» (Ge-
En la teología católica, la mariología ha estado patas arriba durante
sammelte Scbriften, 1966, vol. 2, p. 78). Sin duda, sería un pecado con-
demasiado tiempo. Ya es hora de que vuelva a encontrar su postura
tra el celibato honrar a una mujer por sí misma. María es importante y
natural, a asentarse sobre sus pies. Perdió su postura normal porque se
digna de veneración sólo en su condición de pieza dentro de un plan. Los
convirtió muy pronto en una teología de varones, incluso celibataria. De
teólogos le han concedido el título de madre de Dios y, con esto, han
314
315
otorgado la máxima honra dogmática de que eran capaces, pero no han favor"». Pesch declara que esto es una afirmación «que formulé de ma-
caído en la cuenta de que una mujer es algo más que parturienta según nera similar en el excurso "Sobre la cuestión de los hermanos y hermanas
un determinado plan. Esto vale para María y para todas las demás mu- de Jesús"» (Ibid., p. 25).
jeres con ella, pero los celibatarios no han llegado a comprender esto ni Retengamos, pues, que Schnackenburg y Pesch tienden a admitir
en ella ni en las restantes mujeres. que Jesús tuvo hermanos y hermanas. Y Lehmann, entre tanto presiden-
te de la Conferencia Episcopal Alemana, alaba a Pesch por tener una po-
Queda por añadir que, entre tanto, la doctrina tradicional de la vir- sición mucho más progresista que algunos otros católicos.
ginidad perpetua de María, es decir, la afirmación de una virginidad bio- Pesch va incluso más lejos en el libro de Lehmann. Cita, en sentido
lógica antes del parto, en el parto y después del parto, ha entrado en cri- aprobativo, al teólogo católico Gerhard Lohfink: «El Nuevo Testamen-
sis en muchos católicos. Sobre todo en la ciencia teológica gana más y to confiesa y proclama que Jesús es el Hijo de Dios, pero no que Jesús
más terreno la idea de que la «virginidad» se trata de un modelo con- fuera concebido sin padre terrenal» (p. 26). Eso significa, pues, que la
ceptual de aquellos tiempos para dar a entender que la historia reco- concepción virginal biológica no es afirmada como verdad de fe bíblica.
mienza con Cristo. Por consiguiente, se oscurece el auténtico sentido Por un lado, el presidente de la Conferencia Episcopal Alemana, el
histórico-salvífico del evangelio y se le desfigura convirtiéndolo en mila- obispo Karl Lehmann, coincidió en 1984 con Pesch, Schnackenburg y
gro increíble y poco serio si se entienden en sentido literal las corres- Lohfink al entender la concepción virginal de María no en sentido bio-
pondientes presentaciones del Nuevo Testamento. lógico, alabó y agradeció a los teólogos un tanto progresistas. Por otro
Frente a la comprensión de la calidad puramente teológica de las na- lado, sin embargo, concuerda con Juan Pablo II al entender la concepción
rraciones neotestamentarias sobre la concepción virginal —que se abren virginal en sentido ilimitadamente biológico, y retira en 1987 la venia do-
paso lentamente en la teología moderna—, el papa, al subrayar el mila- cente a una teóloga —la autora del presente libro— que entiende la
gro biológico de María, se mueve en un campo de ruinas creciente, en el concepción virginal no en sentido biológico, sino teológico (como él lo
terreno de concepciones superadas. Claro que no es nuevo que un papa defendía en 1984).
siga aferrado a tesis antiguas, pues lo que menos se espera es que un papa El trabajo de Pesch recogido en el libro de Lehmann lleva este signifi-
sea motor de progreso en el campo teológico. Sorprende que le hayan cativo título: «Contra una doble verdad». Sin embargo, a pesar de esta ad-
apoyado recientemente también aquellos obispos que, como hombres de vertencia, el obispo Lehmann entiende de dos maneras distintas la con-
ciencia, contribuyeron a los descubrimientos no aceptados por el papa. cepción virginal: de una manera en 1984 cuando edita una miscelánea de
He aquí un ejemplo: mientras que Juan Pablo II acentúa en la Re- científicos alemanes como homenaje a Karl Rahner en su octogésimo
demptoris Mater, encíclica que dedicó a la Virgen en 1987, que María cumpleaños, y de otra distinta en 1987, el año de su elección como pre-
«conservó intacta su virginidad», y lo entiende en sentido biológico, sidente de la Conferencia Episcopal Alemana, cuando se siente obligado a
como integridad del himen, el actual presidente de la Conferencia Epis- estar al lado del papa. De ese modo, escuchamos de él dos verdades dis-
copal Alemana, el obispo Karl Lehmann, no lo entendía en un sentido tintas sobre la virginidad de María: una para los profesores de teología;
tan biológico en el libro que publicó en 1984, Vor dem Geheimnis Got- otra para el papa. Esta última es pensada también para el pueblo fiel.
tes den Menschen verstehen. Karl Rahner zum 80. Geburtstag. Concre-
tamente, alaba en la introducción de su libro al profesor de teología Durante el proceso contra Galileo, el cardenal Bellarmino (figura
Rudolf Pesch porque éste, «en diálogo con Karl Rahner, intentó llevar a clave en el proceso) escribió el 12 de abril de 1615 al carmelita Paolo An-
posiciones más progresistas la investigación sobre la difícil cuestión de la tonio Foscarini: Afirmar que la tierra da vueltas alrededor del sol «es tan
"concepción virginal"» (p. 8). Al final de su libro, el obispo Lehmann ex- erróneo como decir que Jesús no nació de una virgen». Este equilibrio
presa de nuevo su agradecimiento a Pesch: «Deseo subrayar de nuevo mi eclesial de dos afirmaciones: 1) que la tierra es el centro inmóvil del
agradecimiento a todos los partícipes a los que me he referido ya en la in- mundo, 2) que María dio a luz siendo virgen, significa que también es
troducción» (p. 138). posible dar la vuelta a la aseveración de Bellarmino y decir que tan in-
Enmarcadas así por la alabanza y el agradecimiento de Lehmann, cierto es que María dio a luz siendo virgen como que el sol da vueltas al-
convertido entre tanto en presidente de la Conferencia Episcopal Ale- rededor de la tierra. Mientras que hoy resulta ya insostenible el error res-
mana, aparecen frases del teólogo Pesch como ésta: «Rudolf Schnac- pecto del sol y la tierra ya es un planeta del sistema solar, queda por
kenburg afirmó, por ejemplo: "Si se ponderan los argumentos a favor y corregir aún el error sobre la Virgen María. Durante demasiado tiempo
en contra de hermanos carnales (nacidos después) de Jesús, hay que ad- fueron violentadas la razón humana y la fe cristiana por la falsa doctrina
mitir que la hipótesis de los hermanos y hermanas carnales tiene mucho de que el sol gira alrededor de la tierra. La falsa doctrina de una con-
peso... El sentido claro del testimonio más antiguo —Me 6,3— habla a cepción virginal continúa haciéndoles violencia hasta hoy.

316 317
BIBLIOGRAFÍA *

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Wetzer/Welte, Kirchenlexikon, 2. a ed., 1886 hasta 1903.

* Bibliografía secundaria mencionada varias veces en el texto.

319
ÍNDICE ANALÍTICO

Aborto: 63ss., 135, 137s., 184, 191, 193, Castrados (v. Eunucos)
224s., 271, 273-285 Cataros: 184, 194
Acólitos: 123s. Catecismo romano: 134, 223, 249s., 254
Adulterio: 17, 34ss., 144, 148, 151, 178s., Cautio criminalis: 208
185s., 189s., 215, 225, 246, 248, 262, Celibato: l i s . , 29ss., 33ss., 38ss., 56, 93-
270, 294 110, l l l s s . , 117ss., 296
Adulterio con la propia esposa: 60, 79, 81, Cibeles, culto de: 93
89,186,223 Coitus interruptus: 77, 81, 137, 147, 157s.,
Agustinas, monjas: 107 160s., 180, 185s., 187s., 190s., 193,
Albigenses: 184 207, 220s., 236, 247ss., 254, 261ss.,
Amplexus reservatus (abrazo reservado): 268,285
147, 157-163, 192s., 247 Comadronas: 33, 194, 209s., 245, 276
Animación simultánea: 278ss. Concepción virginal (de Jesús): 10ss., 29-
Animación sucesiva: 72, 192, 278ss. 34, 57, 59s., 75, 88, 127, 147, 165, 171,
Anticoncepción (v. Contracepción) 175s., 243, 311-319
Antisemitismo: 24, 41, 58ss., 63ss., 137, Condón: 181, 192, 249s., 261ss., 268, 309
153, 164s. Consenso, teoría del: 152, 192
Artemisa, culto de: 93 Contracepción: 10, 16, 22, 56, 63, 67ss.,
Atis, culto de: 93 76ss., 135ss., 157ss., 182,183-195, 224,
237, 245-253, 254ss., 261-273, 291s.,
Basilidianos: 49
299, 309
Bienes que disculpan el matrimonio: 41ss.,
— Adulterii malum: 185s.
58, 89ss., 134, 142, 149, 150s., 175s.,
— Aliquando: 81, 184ss.
186,219,221,234
— Si aliquis: 136, 185, 191, 193s., 207,
Bogomilos: 184
210, 224, 249
Brujas: 194,205-250
Corintios, primera carta a los: 39ss., 50,
— Bula sobre brujas: 141, 207s., 245
56s., 60, 88, 90, 117ss., 128, 141, 155,
— procesos de b.: 194, 205ss., 245, 305
167, 173s., 178
Campsores (niños suplantados): 205ss., Craneotomía: 275, 277
216ss.
Capilla Sixtina: 105, 124, 229 China: 291s.
Cartas provinciales: 241 s.
Casti connubii: 38, 90s., 121s., 254s., 266, Diablo, fornicación con el: 194, 205ss.
269, 275 Diafragma vaginal: 69, 188, 193

321
Educación de la juventud: 302 María: Ritmos, método de: 68ss., 76, 78ss., 256ss., Talmud, quema del: 164s.
Efesios, carta a los: 43, 118, 174, 223 — encíclica sobre M.: 316 267ss. Tobías, Libro de: 20s., 206s., 210s„ 224,
Effraenatam: 224ss., 278 — matrimonio de M.: 141ss., 150, 1 5 2 , 242,256
Elvira, sínodo de: 37, 68, 95, 99, 113, 121, 178 Segundas nupcias de divorciados: 36ss., Trento, concilio de: 38, 94, 105s., 200ss.,
197 Mariología:3í/-3/8 196, 308ss. 2J9ss., 223, 233, 249, 251, 297, 306
Esféricas, criaturas: 294 Martillo de brujas: 173, 194, 207-215, Semen femenino: 159ss., 167s. Trovadores: 158, 184
Esterilización: 10, 207, 268, 303s. 224s., 245 Sermón de la Montaña: 36
Estoicismo: 14ss., 18, 2 1 , 50, 56, 7 1 , 82, Masturbación: 81, 87, 180s., 285-293 Sinagogas, quema de: 58s.
86 Material embriónico humano: 279 Sordomudos de nacimiento: 216s. Vaticano II, concilio: 179, 228, 247
Eunucos: 34ss., 38, 47ss., 51, 93, 124, 154, Matrimonio: Súcubos: 212, 299 Vulgata: 19, 39s.
226s., 270, 303 — certificado de m.: 305ss.
Euteknia: 69, 304 — forma: 94, 102, 306
— indisolubilidad: 34ss., 102, 152, 1 9 2 ,
Familiaris consortio: 73, 80, 256, 258, 196
266ss. — m. de necesidad: 307s.
Fecundación artificial (v. Inseminación ho- — m. en el Paraíso: 52ss., 83ss., 97, 127s.,
mologa) 142, 154, 163
Fetus animatus: 72, 278ss. — m. josefino: 91s., 150, 178
— m. levirático: 81s., 196, 199, 247
Gaudium et spes: 179 Menstruación: 23-29, 69, 79, 80, 128s.,
Gnosticismo: 18ss., 28, 41ss., 4 3 , 47s., 132, 138s., 239, 267
51ss., 55, 77, 184 Mujeres:
— alma de la m.: 174s.
Hereditarias, enfermedades: 10, 302ss. — cantar en la iglesia: 123, 229ss.
— deporte: 70, 121
Hermanas y hermanos de Jesús: 33, 59,
— discípulas de Jesús: 111
311ss.
— obligación de usar velo: 119s.
Homosexualidad: 14, 16, 22, 170, 180,
188,215,225,293-297 — peinado (cabello): 99, 117ss., 214
Humanae vitae: 50, 70, 73, 228, 258, 266 — servicio en el altar: 121ss., 123

Nacionalsocialismo: 10, 197, 254, 301ss.


Impotencia: 22, 193, 205ss., 225, 227ss.,
Neoplatonismo: 18s., 77
287, 292
Nicea, concilio de: 95, 98, 100
Incesto: 52, 113s., 180, 186, 189, 195-205,
«Noches de Tobías»: 19s., 206s.
215, 225, 304
Nodrizas: 132
íncubos: 213, 299
Nouer l'aiguillette: 210
Infanticidio: 63ss.
Inmaculada Concepción: 74s., 155, 176
Onanismo (v. masturbación)
Inseminación homologa: 87, 181, 192, 240
Parentesco espiritual: 196ss.
Jansenismo: 25, 73, 88, 134, 223, 233, Parturienta: 26s., 129, 132, 138, 142
237s., 239-245 Penitenciales (v. Libros penitenciales)
Jus primae noctis: 20 Poligamia: 22, 35s., 38, 91, 196
Preservativo (v. Condón)
Laicización: 109 Priscilianismo: 122
Lateranense II, concilio: 103 Protoevangelio de Santiago: 33, 313s.
Lateranense IV, concilio: 189, 194
Libido, máxima: 70 Qumrán, secta de: 19ss., 39, 44
Libros penitenciales: 135-141, 188s.
Racial, salud: 302
Maniqueísmo: 76ss., 184 Reforma: 104s., 106, 223, 266s.

322 323
ÍNDICE DE NOMBRES

Abelardo (v. Pedro Abelardo) Ambrosio de Milán: 51, 56-58, 67, 78, 96,
Acaz: 31 120-121,240
Acquaviva, Cl.: 231 Ana: 313
Adeodato: 76, 78 Ana Bolena: 200
Adriano: 14, 47, 68 Anisio: 10
Aecio: 71 Anselmo de Canterbury: 102
Agustín de Hipona: 19, 26, 37, 40-42, 47, Anselmo de Laon: 146, 150
51-54, 56, 60, 63, 71-72, 73-92, 96-97, Antíoco: 64
112-114, 127-128, 131-132, 135, 138, Antonino de Florencia: 159
141-142, 144, 147, 149-153, 157-158, Antonio el Ermitaño: 78
165-167, 170-173, 175-180, 184-186, Apolo: 32, 171
191, 194, 197, 203, 216-217, 219, 221, Apolonio de Tiana: 17
224, 226, 233-235, 237-238, 239-242, Aristófanes: 295
247, 253-257, 268, 270, 281, 295, 313 Aristón: 32
Agustín de Inglaterra: 26, 131 Aristóteles: 14, 16, 68-69, 72, 159, 163,
Akiba, Rabbi: 45, 120 165, 167, 169-172, 175-176, 181, 183,
Alano de Lille (Alanus ab Insulis): 17, 146, 193,221,235,295
189 Arnauld, A.: 240-241
Alberto Magno: 18, 24, 106, 131-132, 139, Aron, J.-P.: 290
143-144, 159, 163-168, 169-172, 180, Astrolabio: 154
213, 278-279 Atanasio: 78
Albrecht de Baviera: 105 Atanasio de Tesalónica: 97
Albrecht de Brandeburgo: 105 Atenágoras: 66
Alejandro II: 198 Augusto: 32
Alejandro III: 152, 199 Avicena (Ibn-Sina): 183-184, 286
Alejandro VI: 104, 200
Alejandro de Hales: 190 Bachmann, W.: 216-217
Alejandro Magno: 32, 294 Bacon de Verulam, F.: 210
Alfonso de Ligorio: 24, 134, 160, 202, 211, Badinter, E.: 132
215, 223, 230, 233, 236, 246-251, 253, Baer, K. E. von: 171,249
262, 265-266, 279-283, 298-300 Baker-Brown, I.: 289
Almain, J.: 222-223, 235, 237 Ballerini, A.: 253
Alonso de Aragón: 104 Barlow, Th.: 306
Altmann de Passau, B. F.: 101 Barsumas (Bar Sauma): 123

325
Bartolomé de Exeter: 189 Capeto, L.-Ch. (v. Luis XVII) Eliezer, Rabbi: 41 Fulgencio de l(n*|ir 127-128
Bartolomé de Portia: 106 Caracalla: 67 Eloísa: 153-154 Fundo, li.: I W
Basílides: 49 Carlos V: 10, 194, 235, 246, 295 Emilio de Benevento: 82
Basilio el Grande: 37, 68, 278 Castelot, A.: 288 Emmerick, A. C : 17 Galen, Cl. vom III.'
Baumgartner, A.: 105 Catalina de Aragón: 107, 200 Enrique III: 198 Galeno: 13, I.IY, lt.8, 286,288
Baziano: 146 Catalina de Siena: 187 Enrique VIII: 107,196, 200 Galíleo: 254, 11 /
Beda el Venerable: 138-139 Catón el Joven: 14, 213 Enrique de Vienne: 130 Galterio de Sun Miiitín: 101
Bekkers: 286-287 Caverot, cardenal: 275 Epée, Ch.-M. del': 217 Gascoigne, B.: 107
Beleth, J.: 74 Cayetano de Vio, T.: 25, 38, 159, 235, 247 Epicteto: 295 Gelasio I.: 122
Bellarmino, R.: 234-235, 317 Cesáreo de Arles: 24, 129, 135-136 Epifanio: 37 Georgens: 217
Ben-Chorin, S.: 44-45 Cicerón: 94 Erasmo de Rotterdam: 38 GersonJ.: 188, | W
Benedicto XIV: 230 Cirilo III: 25 Espeusipo: 32 Gewalt, D.:217
Bergman, I.: 291 Cirilo de Jerusalén: 96, 122 Esquilo: 171 Godet des Maruk 88
Bernardino de Siena: 133, 187-188, Clemente I: 112 Esteban, abad: 98 Goethe,.|. W.: 22^
194, 248-250 Clemente IV: 104 Esteban de Aquitania: 152, 198 Goeze,.]. M.: 21ft-217
Bernardo de Claraval: 75, 153, 155 Clemente VII: 200 Estius, G.: 243 Goisfred de Knnrn: 102
Berning, W.: 301-302 Clemente VIII: 124 Eugenio, IV: 199 Goldmann-Posch, II.: 109, 319
Bernoldo de Constanza: 100 Clemente de Alejandría: 2 3 , 40, 49-51, Eustaquia: 59, 61 Gorki, M.: 290
Bertoldo de Ratisbona: 24, 133 119, 121,240 Eustathios de Sebaste: 121 Gottfried de Asclihausen: 107
Billerbeck, P.: 4 1 , 120, 196, 319 Clemente de Bohemia: 167 Góbel, F.: 24
Billuart, Ch.-R.: 160 Columbano de Luxeuil: 138 Faulhaber, M. von: 10, 303 Gópfert, F. A.: 2Id, 281, 298-301, 319
Blaesilla: 59, 61 Commendone, G.: 105 Febe: 118 Graciano: 122 123, 131, 133, 152, 166,
Bloch, E.: 137 Conradi, I.: 159 Fedele, P.: 228 178, 185-187, 191,206,211
Bodmann, K. de: 104 Conrado de Marburgo: 103 Felipe II Augusto: 211 Gregorio I Manilo: 25, 97-98, 113, 128-
Bóckle, F.: 80 Constantino el Grande: 66-67 Félix de Alejandría: 48 129, 131-132, I36, 141, 146, 148, 166,
Bo gons (Boris) de Bulgaria: 130 Fernando I de Alemania: 106 177, 186, 196-197,209,222
Bonifacio: 99, 123 Chanson, P.: 160 Fernando I de Castilla: 114 Gregorio VII: 38, 94, 99-100, 102, 198
Bonoso de Sárdica: 60 Fernando II: 160 Gregorio IX: 103, 190,194
Borbón, A. de: 309 Daignan, G.: 287 Fernando de Baviera: 107 Gregorio XIV: 225, 278
Borresen, K. E.: 91 Dámaso L: 97 Fienus, Th.: 279 Gregorio de Nisa: 52-55, 83, 278
Borromeo, C : 210, 250 David: 32, 128 Filipo II: 294 Gregorio de Tours: 130, 174-175
Bosco, J.: 114 De Smet, A.: 160 Filón de Alejandría: 2 1 , 23-24, 29, 50, 65- Griñón, marques de: 308
Boucher, Ph.: 250 Debreyne, J. C : 289 66 Gnsar, H.: 233-234
Bouvier, J.-B.: 262, 265 Deinhardt: 217 Filóstrato: 17 Guéméné, princesa de: 241
Boyer, M.: 308 Demeaux, J. B.: 290 Finazzi: 230 Guerin, J.: 290
Brandl, L.: 166, 319 Demóstenes: 93 Flavio Josefo: 21 Guido: 104
Braun, G.: 289 Denzler, G.: 100, 104, 106 Florentinius, H.: 279 Guillermo de Aquitania: 198
Breit, E.: 302 Deschner, K.: 93, 107, 114, 298, 319 Fortunato de Todi: 129 Guillermo de Auvernia: 142, 144, 170
Brentano, Cl. von: 17 Diana, A.: 160 Foscarini, P.A.: 317 Guillermo de Auxerre: 145, 203
Brígida de Suecia: 220, 223 Diocleciano: 95 Foucault, M.: 14, Guillermo de Cliampeaux: 142
Brooten, B. J.: 118 Diógenes Laercio: 14, 32 Francisco de Borja: 104 Guillermo de Peraldo: 17
Browe, P.: 24, 25-27, 74, 93, 129-131, 133, Dionisio de Alejandría: 25 Francisco de Sales: 17, 246-247 Guillermo de Retines: 149
136, 178, 206, 207, 211, 230, 319 Dionisio el Cartujo: 220 Franco, C : 308 Gurson, duque de: 210
Brown, L.: 87 Dobiosch, H.: 291-292 Franco, F.: 308 Gury, J.-P.:26l-262
Buenaventura: 206 Domiciano: 47 Franzen, A.: 105-107, 319
Burchardo de Worms: 24, 37, 130, 136- Duns Scoto, J.: 24 Freud, S.: 291 Habert, L.: 242
138, 185, 188,205,249 Durando de Mende, G.: 133 Frick, S.: 106 Háring, B.: 161, 187, 197, 206, 236, 248-
Frings,J.:50, 70 249, 255-256, 268, 274, 276, 282, 285,
Caffarra, C : 271 Eduardo VI: 107 Fuchs, J.: 161, 176-178, 182, 203, 209, 298,301,303-304,319
Calvino, J.: 202 Egbertde York: 137 319 Hartmann, Ph.: 124
Capel, R.: 286 Eleasar Ben-Asarja, Rabbi: 44-45 Fulberto: 153-154 Hébert, J.-R.: 288

326 327
Heer, Fr.: 58-59, 73, 127, 302, 319 Isabel de Schónau: 131 Klomps, H.: 25, 219, 223, 237, 239-240, 170-171, 176-178, 214, 242-243, 277,
Hefele, C. J.: 94, 99, 101-102, 113, 319 Isabel de Turingia: 103 242-243, 319 302,311-318
Heinrich de Chur: 101 Isaías: 30-31, 33 Knaus, H.: 267, 309 María Antonieta: 288
Heinsohn, G.: 209 Isidoro de Sevilla: 24, 139 Knox, J.: 222 María de Aragón: 200
Helvia: 16 Ivo de Chartres: 185,206 Krose, H. A.: 264 María Tudor: 107,200
Helvidio: 59-60 Martín de Braga: 136
Hengsbach, F.: 125 Jacob: 196 Matías de Janow: 26
Henriquez,: 159 Jankowski, H.: 65 Lactancio: 66, 213 Mausbach, J.: 276, 280, 319
Hering, H. M.: 160-161 Laemmer, H.: 105 Mayor, J.: 222-223, 235, 237
Jansenio, C : 88, 223, 233, 237-238, 239-
Herodes Antipas: 111, 196 Lamberto de Hersfeld: 100 Mazzolini da Prierio, S.: 159
241
Herodías: 196 Langton de Canterbury: 142 Melanchthon, Ph.: 105, 306
Jean de Joinville: 165
Hienicke, S.: 217 Laymann, P.: 160,246,249 Mercier, D.: 263
Jenofonte: 14, 69
Hieronimus Florentinius: 279 Le Maistre, M.: 220-223, 246, 248 Merkelbach, B.: 264
Jeremías, J.: 41
Hildegarda de Bingen: 170, 184 Jerónimo: 15, 19-20, 23, 33, 39-40, 49, 56, Lehmann, K.: 316-317 Mermillod, K.: 262
Hillel, Rabbi: 34-35 Lehmkuhl, A.: 160 Meves, Chr.: 259-260
59-61, 71-72, 82, 92, 96, 191, 206, 210-
Himerio de Tarragona: 11, 97 Leibbrand, A. y W.: 286 Miguel Ángel: 105
211,223,240,242,249
Hincmaro de Reims: 152, 198, 205, 211 León I Magno: 97, 127, 136 Minucio Félix: 67
Jesús de Nazaret: 9-12, 17-18, 20, 31-38,
Hipócrates: 14, 69, 159, 183, 286 León III: 198
41-45, 48-51, 57, 60, 65, 72, 75, 77, 88, Mirabeau, G. de Riqueti, conde de: 288
Hitler, A.: 10, 227, 254, 301-303 León IX: 99 Moisés: 23, 31, 35, 44, 64, 128, 203
111-113, 117, 119-120, 122, 147, 171,
Homero: 175 León de Catania: 97 Moltmann-Wendel, E.: 118
175-177, 243, 275, 277, 297 , 311-315,
Hostiensis (Heinrich v. Segusia): 189 Lessing, G. E.: 216 Mónica: 76, 91
317
Hóffner,J.:274 Lía: 196 Montaigne, M. de: 210
Joaquín: 313
Hugo de Landenberg: 106 Licurgo: 63, 69-70 Morone, G.: 105
Jocham, M.: 277
Hugo de Saint-Cher: 149, 179, 189 Lichtwer, D.: 230 Musonio: 15, 16
Johann von Wesel: 286
Hugo de San Víctor: 150-152 Lindner, D.: 25, 134, 267, 319 Müller, A.: 312-313
Jone, H.: 123, 161, 267, 300
Huguccio: 146-148, 155, 157-158, 222 Linsenmann, F. X.: 278 Müller, H: 302
José: 31-33, 60, 150, 178, 277, 311-314
Humberto da Silva: 25 Joviniano: 11-12, 15, 57, 60, 169 Lohfink, G.: 317 Müller, H.J.: 305
Hurtado, G.: 237 Joyce, G. H.: 197,306,319 López, P.: 104 Müller, M.: 52, 142-143, 145-147, 150-
Hurtado de la Fuente, D.: 238 Juan IV: 138 Lorenz, K.: 181
151,167-168,169, 171,319
Hus, J.: 24 Juan VIII: 99 Lucio III: 199
Hürth, F.: 160-161 Juan XXII: 194 Luis IX de Francia: 165 Napoleón I, emperador de Francia: 107
Juan XXIII: 114,295 Luis XI de Francia: 199 Neesen, L.: 25, 242
Ico de Tarento: 14 Juan Bautista: 43-44, 196-197 Luis XIV: 88, 90 Nerón: 15, 295
Iglesias, J: 308 Juan Crisóstomo: 54-56, 58, 71-72, 83, Luis XVII: 288 Nicolás I: 119,130,152,201
Ignacio de Antioquía: 47 112, 118-121, 191,213 Lutero, M.: 11, 25, 27, 30, 38, 104, 159, Nider,J.: 159
Ignacio de Loyola: 104, 238 Juan de Rouen: 101 202,216,233-238,306 Noldin, H.: 134,255
Inés de Aquitania: 198 Juan de Sajonia: 27 Lüdicke, K.: 226-228 Noonan, J. T.: 63, 137-138, 158, 161, 179,
Inés de Merano: 27 Juan de Tirol: 211 185, 187, 190, 194, 220, 222-223, 236,
Ingeborg: 211 Juan Pablo II: 15, 34, 38, 42, 49, 60, 73, Magnino de Milán: 184 245-246, 249-250, 262-265, 268, 319
Inocencio I: 82 80, 88, 109, 124, 253-260, 316-317 Maintenon, Madame de: 88, 90
Inocencio II: 102, 153 Julián de Eclano: 74, 82, 86-87, 89-90, Malthus.Th. R.:261 Odón, canciller: 142
Inocencio III: 27, 103, 146, 148, 157, 191, 163,216,224 Manasse II de Reims: 102 Odón de Ourskamp: 145
194, 196,199,211 Julio II: 200 Manes: 77 Odón Rigaldo: 145
Inocencio IV: 165 Junia (Junias): 118 Manethon: 64 Ogino, K.: 267-268, 309
Inocencio VIII: 141, 207 Justiniano II: 71, 98, 201 Manuel de Portugal: 200 Olimpia de Constantinopla: 54
Inocencio X: 279 Justino Mártir: 47-49, 66 Mansi: 102,119 Onán: 81-82, 193, 221-222, 247, 250, 263,
Inocencio XI: 220, 229, 237-238, 240, 253 Jülich Cleve, J.G.: 216 Marco Aurelio: 13, 66, 159, 286 266, 285
Institoris, H.: 207-209 Marco de Alejandría: 202 Orestes: 171
Isaac: 196 Kaan, H.: 290 Margarita de Carintia: 211 Orígenes: 23, 25, 37, 51-52, 92
Isabel I de Inglaterra: 107 Kempf, R.: 99, 290 María: 10-12, 25, 31-33, 57, 59, 72, 75, Osio de Córdoba: 95
Isabel de Aragón: 200 Kley, J.: 124 87-88, 108, 127, 150, 152, 155, 165, Otto de Constanza: 101

328 329
Pablo (Paulo) IV: 105 Pseudo-Egbert: 137 Sergio I: 99 Tischleder, P.: 276, 280, 319
Pablo VI: 73, 108-109, 256, 269-271, 291, Pseudo-Teodoro: 137, 139 Shammai, Rabbi: 34-35 Tissot, S.-A.: 287, 289-290
307-308 Sherrington, W.: 107 Tobías: 19, 20, 206-207, 210, 2 1 1 , 224,
Pablo de Tarso: 30-32, 39-43, 45, 50-51, Rabot de Tréveris: 114 Shorter, E.: 287 242,256
55-56, 60, 88, 92, 117-121, 128, 137, Radini Tedeschi: 295 Sigebert de Gemblours: 101 Tomás de Aquino: 16, 35, 52, 60, 73, 82-
155, 176, 178,240,294 Rahner, K.: 74, 279, 304, 316-317 Sigfredo de Maguncia: 101 84, 87, 139, 141, 143-144, 159, 163-
Pafnucio: 95 Raimundo de Capua: 187 Sila: 67 166, 169-183, 186-187, 191-193, 201,
Palas Atenea: 171 Raimundo de Peñafort: 143, 190 Símaco: 135 203-204, 205-209, 212-213, 215, 219-
Pamaquio: 60 Raming, I.: 26, 123 Simenon, G.: 283 221, 226, 235, 239, 241, 279, 281-285,
Pantoja, I: 309 Ranke-Heinemann, U.: 171 Simón de Tournai: 145 295,313,315
Pascal, B.: 160, 241-242, 250 Raquel: 196 Siricio: 10-12, 39, 57, 97 Torquemada, J. de: 199
Pastor, L. von: 225, 230, 319 Rather de Verona: 130 Sixto II: 60 Trajano: 68
Patricio: 91 Ratzinger, J.: 258-259 Sixto V: 219, 224-232, 249, 278, 303 Trovamala, B. (Baptista de Salís): 159
Paula: 59-61 Rebeca: 196 Sócrates, historiador: 95
Pedro: 39-40, 100 Regimundo de Aquitania: 152 Sorano de Éfeso: 14, 23, 68-71, 139, 183 Ulrico de Augsburgo: 101
Pedro Abelardo: 153-156 Regino de Prüm: 24, 114, 130-131, 136, Sorlisi, B. de: 230 Umberto: 99-100
Pedro de Antioquía: 100 249 Sotero: 123 Urbano II: 102, 195, 200
Pedro Cantor: 146, 187, 194 Ricardo de San Víctor: 17 Soto, D.: 235, 246
Pedro Damiano: 100, 198 Riezler, S. von: 212, Soto, F.: 229 Valentiniano: 188
Pedro Lombardo: 142-143, 178, 186-187, Roberto de Courson: 145 Spee, Fr. von: 208-209 Van Roey, J.-E.: 268
206,211,235 Roberto de Flamesbury: 189 Sprenger, J.: 207-209 Van de Velde, Th. PL: 89, 149, 180, 254-
Pedro de Palude: 158-159 Robespierre, M. de: 288 Steiger: 209 255
Pelagio: 74, 138 Robinson, H. M.: 276 Steinmann: 301 Vasella, O.: 106
Pérez, M.: 237 Rolando de Cremona: 145, 149 Steinmetz, G.: 230 Vermeersch, A.: 160, 263, 266, 268
Perictiona: 32 Roncaglia, T.: 279 Sterian, E.: 291 Vicente de Beauvais: 184
Pesch,R.: 316-317 Rosenberg, A. J.: 264 Strack, H. L.: 4 1 , 120, 196, 319 Victoria, reina de Inglaterra: 269
Petitmangin, M.: 291 Rosset, M.: 268 Strauss, D. Fr.: 32 Vigilancio: 96
Pfeiffer, F.: 133 Rossi, J.-N.: 309 Suenens L.-J.: 158, 161 Vogels, H.-J.: 40
Philipp de Worms: 106 Rossini, G.: 229 Suetonio: 32, 63 Voigt, M.G.:216
Pilgrim, V. E.: 287, 289 Swift, J.: 245 Volk, H.:315
Ruffini, E.: 81
Pío VII: 107 Sylvius, F.: 243 Voltaire: 20
Rústico de Narbona: 97
Pío IX: 278, 298 Volterra, D. da: 105
Pío X: 124, 241 Sable, marquesa de: 241 Taciano: 49
Pío XI: 38, 81, 94, 108, 221, 254, 266- Salsmans, L: 268 Tácito: 63-66 Walesa, L.: 65
267, 269 Sánchez, J.: 237-238 Talleyrand-Périgord, Ch.-M. de: 107 Waltermann, L.: 115
Pío XII: 124, 268-269, 276, 298 Sánchez, T.: 25, 134, 159, 235-238, 241, Tamburini, T.: 230 Walzer, R.: 13
Pitágoras: 14 246, 248, 279-280, 282-283 Teodoro de Balsamón: 25-26, 202 Weatherhead, L. D.: 291
Platón: 1 8 , 3 2 , 6 9 , 2 9 3 Santiago: 313 Teodoro de Canterbury: 37 Wetzer/Welte: 19, 27, 198, 201, 314, 319
Plinio el Viejo: 17, 23, 68, 69-70, 149, 183, Santori, cardenal: 225 Teodoro de Tarso: 137 Weyer, J.: 216
246 Sara: 19,242 Teodosio I el Grande: 57-58 Will, C : 100
Plotino: 19, 77 Savonarola, G.: 188 Terencio: 213
Plutarco: 14, 32, 63, 93, 294 Scheeben, M. J.: 312 Tertuliano: 67, 71, 122 Zacchias, P.: 279
Policarpo de Esmirna: 47 Schmaus, M.: 10,33,319 Tibulo: 93 Zambaco, D.: 290
Ponce de León: 237 Schmitt: 134 Tillmann, Fr.: 197, 299, 302-303, 319 Zósimo: 82
Porfirio: 19 Schnackenburg, R.: 316-317
Posidio: 113 Schott, K.:211
Potona: 32 Schreiber: 301
Pouchet, F. A.: 267 Segismundo: 104
Preysler, L: 308 Séneca, hijo: 15, 16, 60, 63, 68
Prierias, S.: 235 Séneca, padre: 295
Pseudo-Clemente: 112 Septimio Severo: 67

330 331
ÍNDICE GENERAL

Introducción. Jesús, el del tribunal 9

1.. Las raíces no cristianas del pesimismo cristiano en materia


sexual 13
2. El antiguo tabú de la sangre femenina y sus repercusiones
en el cristianismo 23
3. El Nuevo Testamento y sus erróneas interpretaciones: la
concepción virginal, el celibato y el nuevo matrimonio
de los divorciados 29
4. Los padres de la Iglesia hasta san Agustín 47
5. La planificación de la familia en la antigüedad: infantici-
dio, aborto, contracepción 63
6. / San Agustín 73
7. El desarrollo histórico del celibato 93
8. El miedo de los celibatarios a las mujeres 111
9. La opresión celibataria sobre las mujeres 117
10. La conversión de los laicos en monjes 127
11. Libros penitenciales y tablas de penitencias 135
12. Escolástica primitiva (1): matrimonio de los fornicarios y
matrimonio de María 141
13. Escolástica primitiva (2): la oposición de Abelardo, una
historia de sufrimiento 153
14. El abrazo reservado: receta para unas relaciones conyu-
gales exentas de pecado 157
15. El siglo xiii: edad de oro de la teología y cima de la difa-
mación de la mujer 163
16. Tomás de Aquino, luz de la Iglesia 169
17. Se agrava la lucha contra la anticoncepción. Sus conse-
cuencias canónico-morales hasta hoy 183
18. El incesto 195
19. Impotencia por encantamiento, copulación con el demo-
nio, brujas y suplantación de niños 205

333
20. El concilio de Trento y las graves decisiones del papa
Sixto V 219
21. Lutero y su repercusión en la moral sexual católica 233
22. Los jansenistas y la laxa moral de los jesuitas 239
23. La prevención del embarazo desde 1500 hasta 1750 245
24. Juan Pablo II y la cópula por placer 253
25. Los siglos XIX y XX: época de la regulación de la natalidad. 261
26. Aborto 273
27. Onanismo 285
28. Homosexualidad 293
29. La teología moral en el siglo xx 297
30. Consideraciones sobre la mariología 311

Bibliografía 319
índice analítico 321
índice de nombres 325
índice general 333

334

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