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Sin embargo, y como lo cometa Richardson (1997, p. 103), tal vez en lo único que
están de acuerdo todos los psicólogos evolutivos es que su disciplina trata del cambio,
y aún así algunos parecen ambivalentes sobre esta cuestión. Es decir, una vez que 1
salimos de esta generalidad de “cambio” hacia definiciones y planteamientos más
concretos, aparecen las controversias, quizá porque estas concreciones implican,
inevitablemente, posiciones y compromisos teóricos también concretos. Sin embargo,
es necesario arriesgarnos a ir más allá de esa idea de cambio para intentar aclarar
qué tipos de cambio interesan a la Psicología Evolutiva.
Por otra parte, si estamos cambios, Overton (1998; p 111) propone la existencia de
dos tipos fundamentales de cambio potencial interés para la Psicología Evolutiva:
En cualquier caso, e intentando concretar más los atributos con los que contarían
estos cambios que interesan a la Psicología Evolutiva, psicólogos evolutivos de muy
diferentes perspectivas podrían llegar al acuerdo de al menos tres de estas
características (Lerner, 2002; p. 16):
Son cambios que se dan en o con un orden, es decir que forman parte de
cierta secuencia (más o menos compartida interindividual o interculturalmente).
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Es decir, el cambio evolutivo tiene una naturaleza más bien ordenada y
sistemática.
Son cambios que presentan una cierta estabilidad, en el sentido de que sus
efectos no desaparecen en breve tiempo.
Son cambios de naturaleza sucesiva, es decir, que muestren algún tipo de
acumulación u organización temporal de sus componentes que tienen en
cuenta cambios anteriores, de manera que los cambios o estados en un
determinado momento están influidos, al menos en parte, por los cambios o
estados que se mostraban con anterioridad.
1. En primer lugar, porque si hablamos por una parte del desarrollo como mejora
y de que el objeto de estudio de la Psicología Evolutiva es el cambio (el
desarrollo) a lo largo de toda la vida, ¿qué sucede con los cambios que no
implican mejora? ¿Son evolutivos estos cambios? El problema es
especialmente palpable si contemplamos las últimas décadas de la vida, donde
las pérdidas parecen ser especialmente numerosas.
2. En segundo lugar, en parte debido a ciertas corrientes filosóficas críticas
(vinculadas a ese movimiento que se ha dado en llamar “posmoderno”) que
han tenido su incidencia también en las ciencias sociales y del
comportamiento, se empieza a perder la fe en el avance y a la mejora como
norma general del desarrollo, señalando como en ocasiones esta visión puede
encubrir no sólo ciertas opciones epistemológicas (la epistemología de la
verdad, de lo objetivo), sino también políticas (por ejemplo, el dominio de
ciertos grupos sociales y culturales, que se autodesignan como “más
desarrollados” sobre otros).
3. Por último, interpretar el desarrollo como cambio a mejor, hace que
interpretemos las formas inmaduras o tempranas de las estructuras y procesos
psicológicos como meramente versiones menos efectivas o incompletas del
modelo adulto, y esto, depende de la perspectiva desde la que contemplemos,
puede no ser así. En cierto sentido, las formas inmaduras o incompletas tienen
también una función en sí mismas, son adaptativas para el individuo en el
ambiente particular en el que vive. Por ejemplo:
En la misma línea, autores como Bruner (1972) o Tomasello (1999; p. 12) hablan
del relativamente largo período de inmadurez que caracteriza al ser humano es una
estrategia arriesgada, ya que los individuos en temprana edad, son totalmente
dependientes de sus progenitores (no pueden conseguir ni alimento ni protección sin
contar con ellos) durante mucho tiempo. Sin embargo, este riesgo se ve compensado
por el hecho de que lo inmaduro durante tanto tiempo implica una trayectoria evolutiva,
de manera que la adaptación del comportamiento al entorno concreto en el que se
vive, es mucho más flexible. Se consigue una sintonización más precisa con las
existencias vitales concretas que la persona experimenta, lo que es muy útil en
especies que, como los humanos, viven en nichos ambientales muy diferentes entre
sí, y, a veces, en nichos muy cambiantes.