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DE LOS SUCESORES O ASIGNATARIOS

fondo el incapaz es el llamado por el difunto para ser su herede-ro,


cuando la sucesión es testamentaria, o por la ley cuando es legítima.
Su posición ante la justicia y la equidad es más fuerte que la del
simple heredero aparente” (Sanhueza Cruz, Alberto, De la
Prescripción del Derecho de Herencia, Nº 83, pág. 116, Memoria de
Prueba, Concepción, 1944).

Sección II
DE LA INDIGNIDAD PARA SUCEDER

Párrafo I
CONCEPTO Y CARACTERÍSTICAS

250. Concepto. El Código no ha definido lo que es la indignidad


para suceder, pero no hace falta una definición para compren-der el
concepto de ella. Se puede afirmar, en general, que es una anomalía
de la vocación sucesoria fundada en el demérito del sucesor, sea por
haber faltado a los deberes que tenía con el causante y durante la
vida de éste; sea por faltar a los deberes que el respeto a la memoria
del de cujus le imponía.

250.1. Indignidad e incapacidad. No hay que confundir


incapacidad con indignidad para suceder. Aquélla no supone la
vocación suce-soria; pero la última sí, aunque más tarde pueda ser
ineficaz. Esto conviene expresarlo, porque hay legislaciones que las
equiparan. Así, el art. 756 del Código Civil de España dice: “Son
incapaces de suceder por causa de indignidad…”. “Son incapaces de
suceder como indignos…”, manda el art. 3291 del Código Civil de
Argen-tina; el art. 810 del Código Civil de Venezuela dice lo mismo.
El incapaz, como se ha dicho, no tiene vocación sucesoria y, si
es absoluta, para ninguna sucesión. La indignidad, además de que no
impide la vocación sucesoria, sólo produce efectos respecto de
determinada sucesión. La exclusión de una sucesión no alcanza a
otra (ver Nos 271 y 272).
250.2. Doctrina. Escribe Roca Sastre, en relación al Código Civil
de España, que “la indignidad sucesoria no puede equipararse con la
incapacidad de suceder propiamente dicha o en sentido estricto, por
más que hay que reconocer que entre ambas existe un marcado

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nexo, por tender las dos a impedir que el heredero haga suya la
herencia. Pero entre la incapacidad y la indignidad sucesorias se da
una acusada diferenciación: la incapacidad (aparte de los dos casos
que prevé el art. 745, que lo son de inexistencia de persona) origina
la nulidad de la disposición testamentaria ordenada a favor del
incapaz, cuya nulidad opera ipso jure (cf. arts. 752 a 755), por lo que
el incapaz que llega a poseer la herencia sólo puede adquirir los
bienes de ella con el auxilio de la usucapión, como cualquier otro
poseedor, ya que carece de título hereditario idóneo; en cam-bio, la
indignidad de suceder no provoca nulidad alguna de la disposición
testamentaria, ni de llamamiento intestado, sino que sólo entraña
una sanción o pena civil que, salvo remisión expresa o tácita del
causante, obstaculiza que el indigno suceda, cuyo efecto se produce
solamente officio indicis a reclamación de los interesados, de modo
que si el indigno llega a poseer la herencia lo hace con título
hereditario válido, por bien que será removible mientras no hayan
transcurrido cinco años desde dicha toma de posesión” (Derecho de
Sucesiones, por Theodor Kipp. Traducción de la octava revisión
alemana, con un estudio de comparación y adaptación a la
legislación y jurisprudencia españolas, por Ramón M a Roca Sastre,
volumen segundo, págs. 376 y 377, Barcelona, 1951).

251. Es una sanción. La exclusión del asignatario indigno es una


sanción impuesta por el Derecho Civil, sin perjuicio de que el o los
hechos que la constituyen, en ciertos casos, queden bajo el imperio
de la legislación penal, como en lo que reglamenta el art. 968 Nº 2.
La sanción tiene por fundamento ser el sucesor autor de un
hecho socialmente repudiable y que hace presumir la voluntad
del de cujus en orden a que no habría llamado a recoger una
asignación al indigno, de haber podido manifestar su voluntad al
respecto. El ser una pena privada justifica la rehabilitación del
indigno (ver Nº 276). Como es una sanción, el Tribunal Supremo de
España, en resolución de 28 de marzo de 1993, la Sala 1ª, pudo
resolver: “La indignidad para suceder ha de interpretarse restric-
tivamente y por ello no es abandono suficiente no pagar pensión a
una hija emancipada de 20 años y titular de negocio, sin que se haya
demostrado la existencia de necesidades perentorias”.
251.1. Doctrina. Planiol y Ripert sostienen sobre la indignidad:
“En tanto que la incapacidad se basa en razones generales, inde-

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pendientes de los actos del heredero, la indignidad se dicta por la ley


como penalidad, por causa de culpa (tort) grave hacia el difunto y su
memoria. No puede, por tanto, producirse sino en los herederos
capaces y en razón a motivos personales relativos a cada uno de
ellos” (ob. cit., t. 4, Nº 44, pág. 73). Es una pena civil de naturaleza
personal y de interpretación estricta, ha dicho la Corte de Casación
francesa (Civ. 1ª. 18 de diciembre de 1984, Bull. Civ. I, Nº 340).
Otro autor dice: “La indignidad es una san-ción civil que dispone la
ley y que tiene distinta función según los casos. Algunas hipótesis,
que son tal vez las más importantes y que han pasado a las
legislaciones modernas, se refieren a algu-nas ofensas hechas por el
heredero o legatario al causante, que se concretan en su muerte,
acusación contra él o intención de quitar eficacia a las disposiciones
del testamento; el fundamento de la indignidad es preciso en tales
casos: repugna a la conciencia social que el heredero recibe alguna
cosa de quien ha ofendido tan gravemente e incluso matado”
(Biondi, Biondo, ob. cit., Nº 61, pág. 160). Otro autor añade: “Por
consiguiente, no es que el in-digno no se convierta en sucesor: él no
es incapaz de suceder y hasta puede suceder; pero él no puede
continuar siendo sucesor (potest capere, nom potest retinere), si
algún interesado hace valer en juicio, frente a él, la causa de
indignidad que lo afecta (la cual, por tanto, no obra de pleno
derecho)” (Messineo, ob. cit., t. 7, Nº 175, pág. 45).

252. Principios generales. Las indignidades tienen principios o


reglas aplicables a todas, a saber: A) Ocurre lo mismo que con la
capacidad: el principio es la dignidad para suceder y la indigni-dad
la excepción. El art. 961 dice: “Será capaz y digna de suceder
toda persona a quien la ley no haya declarado incapaz”. Luego,
quien sostenga que el sucesor es indigno, corre con el peso o carga
de la prueba de los hechos que constituyen la indignidad; B) La
indignidad cabe sólo respecto de la vocación sucesoria de las
personas físicas y no de la de las personas jurídicas. Por con-
siguiente, el Fisco será siempre digno para suceder (art. 995); C) La
indignidad tiene cabida en la sucesión testada como en la
abintestato, sin perjuicio de ciertas reglas especiales en casos
particulares. Así, la prevista en el art. 971, apartado 2º, es propia de
la testamentaria; y D) La ley señala taxativamente las causas de
indignidad. Luego, deben ser interpretadas restrictivamente y no se
deben extender los textos a casos semejantes.

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252.1. Doctrina. “La indignidad puede afectar a la vocación su-


cesoria emergente de testamento como a la vocación sucesoria
emergente de la ley” …“la indignidad es una afección que sola-
mente puede recaer sobre la vocación sucesoria otorgada, exter-
namente, a personas de existencia visible; no, en principio, sobre la
vocación atribuida a personas de existencia ideal, la que no podría
ser comprometida por acto de sus administradores porque, en efecto,
si bien los delitos que éstos cometieren deberían en buena doctrina
engendrar responsabilidad civil, ello tiene que ser así en virtud de
motivos que no concurren en la situación que analizamos, situación
conexionada con un orden moral en que la persona de existencia
ideal no podría manifestarse y de ninguna manera un orden
económico que fuese necesario reintegrar” (Rébora, ob. cit., t. 1, Nº
82, págs. 148 y 149).

253. Indignidad por homicidios. De acuerdo con el art. 968, Nº 1º,


“Son indignos de suceder al difunto como herederos o legatarios: 1º.
El que ha cometido el crimen de homicidio en la persona del
difunto, o ha intervenido en este crimen por obra o consejo, o la dejó
perecer pudiendo salvarla”. Según el art. 12 del tít. 1 del Proyecto de
los años 1841-45, era una causal de incapacidad.
Trata el precepto del crimen de homicidio, sin exigir que el
sucesor haya sido condenado en el juicio penal correspondiente,
como requisito previo al juicio de indignidad (vid. Nº 265). Mas es
sólo a base de esa condena que la indignidad existe.
En efecto, no puede existir crimen como tal sin una sentencia
que así lo sancione, expedida por el juez competente. El que no haya
sido juzgado y condenado previamente no puede ser sancio-nado
como indigno para suceder al difunto. Luego, si la sentencia
condenatoria no se llega a expedir, ya sea por una causal eximen-te
de responsabilidad o por la extinción de esa responsabilidad –muerte
del heredero o legatario durante el juicio penal (art. 93 Nº 1 del
Código Penal)–, la indignidad no tendrá cabida. Pero la amnistía,
que hace desaparecer la pena y sus efectos (art. 93, Nº 2 del Código
Penal), no es bastante para borrar la indignidad. Ella no alcanza a
los efectos civiles del delito. Con mucho mayor fundamento, el
indulto no impide la indignidad (art. 93, Nº 4 del Código Penal).
Si la pena impuesta, por existir en favor del heredero o legatario
circunstancias atenuantes de responsabilidad penal, sea la prevista
para un simple delito (art. 21 del Código Penal), pensamos que

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la causal de indignidad existe, porque el art. 968, Nº 1 tiene más en


cuenta el hecho que la pena. Basta que se haya intervenido en el
hecho punible por “obra o consejo” para que la causal de indignidad
exista.
Hay también indignidad para suceder si el sucesor dejó pe-recer
al de cujus, pudiendo salvarlo del crimen de homicidio de que fue
víctima. No se trata de un delito de omisión de parte del heredero o
legatario. No se requiere de una sentencia que así lo haya
establecido, librada por el juez que ha conocido del proceso penal:
basta que en ese proceso haya antecedentes suficientes sobre esa
omisión.

253.1. Doctrina. Derecho Comparado. Jurisprudencia. Según


Fabres, “Respecto a la primera clase de indignidad, el Código no
necesitó expresar que se probase por sentencia ejecutoriada, porque
por su propia naturaleza no podía ser de otro modo: jamás se trata en
proceso civil del juzgamiento de un homicidio sino para el
resarcimiento de perjuicios; y éste después del juicio criminal” (ob.
cit., t. 2, nota 9, pág. 292). Claro Solar, por su parte, expone: “La ley
habla del crimen de homicidio y de que en este crimen el heredero o
legatario haya figurado como autor o haya interve-nido con su
palabra o consejo; de modo que es necesario que el homicidio sea
establecido en el respectivo juicio criminal y que en dicho juicio
quede comprobada la participación tomada por el heredero o
legatario. Si en el juicio criminal que el juez del crimen ha debido
seguir de oficio para establecer el hecho del delito y las personas
responsables, no fuere condenado el here-dero o legatario como
autor, cómplice o encubridor, no podría decirse que ha cometido el
crimen de homicidio de la persona de cuya sucesión se trata, ni que
haya intervenido en ese crimen por obra o consejo. Por eso, aunque
aparentemente sea respon-sable de la muerte de dicha persona, no se
dirá que ha habido crimen de homicidio, si causó la muerte en un
acceso de locura, o en legítima defensa, o por otra causa fuera
declarado exento de responsabilidad” (ob. cit., t. 13, Nº 97, pág. 88).
Mas se sostiene el parecer contrario. “Nuestro legislador sólo ha
exigido la comisión del hecho delictuoso en cualquiera de las
formas que lo establece el precepto en estudio. La ley no ha exigido
que el heredero o legatario haya sido condenado por el crimen”
(Esquivel M., Enrique, La indignidad como causa de exclusión en
las sucesiones, pág. 44, Memoria, Valparaíso, 1940).

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Comentando el derogado Código Civil de Italia, Polacco de-cía:


“Hay una diferencia notable entre nuestro código y el código
francés, que dice que es indigno de suceder quien haya sido
condenado por haber muerto, etc. (art. 727); es pues necesario que
haya recaído una condena penal. Por ejemplo: un individuo mata al
padre, y muere antes de que se haya pronunciado la sentencia
condenatoria; como la acción penal se extingue con la muerte del
imputado, éste no será incapaz de suceder. Tal cosa no ocurre en
nuestro derecho, pues la causa de la indignidad puede hacerse
constar en juicio civil” (ob. cit., t. 1, págs. 66 y 67). Polacco, no
obstante estar tratando de la indignidad, emplea la frase “no será
incapaz de suceder”, lo que es una impropiedad. Como el artículo
463 del Código Civil italiano vigente manda que es indigno “quien
voluntariamente ha matado o intentado matar a la persona de cuya
sucesión se trata o al cónyuge, a un descendiente, o a un ascendiente
de dicha persona, siempre que no concurra alguna de las causas que
excluyen la punibilidad a tenor de la ley penal”, hay que concluir
que el parecer de Polacco hoy no tiene cabida, frente al Código
vigente.
En relación con Francia, Planiol y Ripert escriben: Condena por
atentado a la vida: El art. 727-1º declara indigno “al que sea conde-
nado por haber dado muerte o intentando dársela al difunto”. Se
requiere una condena definitiva: por consiguiente, si el culpable
fallece antes de haber sido condenado, o si la acción pública
prescribe, no habrá indignidad. La simple tentativa equivale al
homicidio consumado. La excusa legal atenuante y las circuns-
tancias atenuantes no impiden la indignidad, ya que no pueden
oponerse a la condena del heredero como homicida voluntario. En
cambio, el homicidio por imprudencia y los golpes y heridas de los
que resulta la muerte, sin intención de causarla, no hacen indigno al
condenado, porque excluyen la intención homicida” (ob. cit., t. 4, Nº
46, pág. 74). Hoy la regla está contenida en el art. 727 Nº 1, que
declara indigno a “Aquel que es condenado, como autor o cómplice,
a una pena correccional por haber vo-luntariamente dado o tratado
de dar muerte al difunto”.
De acuerdo con el art. 842 Nº 1 del Código Civil de Uruguay,
son “indignos y como tales no pueden adquirir por testamento: El
condenado en juicio por crimen o tentativa de homicidio contra la
persona de cuya herencia se trata, contra el cónyuge y contra los
descendientes de ella. Si alguno de los herederos forzosos incurre en
esta causa de indignidad, pierde también su legítima”.

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DE LOS SUCESORES O ASIGNATARIOS

Y en el art. 1012, lo mismo se aplica en las herencias intestadas.


Comentando el precepto, el profesor Irureta Goyena dice: “Se habla
de ‘condenado’ ”. Quiere decir que no basta la calidad de procesado;
es necesario que exista una condena de carácter penal. En mi
concepto, ese es un gran error. Y añade: “No cabe duda de que queda
excluido el homicidio culpable” (Curso de Sucesiones, v. 2º, págs.
521 y 522). El Nº 2 del art. 756 del Código Civil español dice: “Son
incapaces de suceder por causa de indignidad: El que fuese
condenado en juicio por haber atentado contra la vida del testador,
de su cónyuge, descendientes o ascendientes”. El art. 1029 Nº 1 del
Código Civil de Ecuador, literalmente tomado del de Chile, es
comentado así por un autor: “Hay que observar solamente que el
delito debe estar probado mediante sentencia pronunciada en juicio
penal, porque el juez civil no es competente para decidir sobre el
punto. Al juez civil habrá, pues, de presentarse la sentencia
ejecutoriada que demuestra que el sucesor es autor, coautor o
cómplice del delito. Si el delincuente fallece antes que se pronuncie
sentencia que declare el delito, entendemos que la causal desaparece
y que por lo tanto los herederos del presunto indigno reciben
legítima y definitivamente la herencia o legado”. (Pérez Guerrero,
Alfredo: La sucesión por causa de muerte, Nos 93 y 94, págs. 208 y
209, vol. 1, 2ª edic. Quito, 1956). En relación con la amnistía y el
indulto, Alessandri dice: “Pero la extinción de la acción penal por
alguna de las causales señaladas en el art. 93 C.P., no acarrea la de la
acción civil; ambas son independientes. La muerte o el indulto del
reo no extinguen, por tanto, esta última. Lo mismo ocurre con la
amnistía” (De la Responsabilidad Extracontractual en el Derecho
Civil chileno, Nº 427, pág. 519).
La Corte de Apelaciones de Santiago, en fallo de 26 de abril de
1938 (Rev. de Der., t. 33, sec. 2ª, pág. 49), declaró que tratándose de
las causales de indignidad, que no sea la del Nº 2 del art. 968, y las
demás que no constituyan delito, es “indudable que deben probarse
en el juicio en que se pida la declaración de indignidad”. Mas si son
constitutivas de delito, una sentencia del juez penal se requiere que
esté ejecutoriada “para que produzca efectos legales” (consid. 2º).

254. Indignidad por atentado grave contra la vida, honor o bienes


del “de cujus”. Es la segunda la contemplada en el art. 968 Nº 2º:
“El que cometió atentado grave contra la vida, el honor o los bienes
de la persona de cuya sucesión se trata, o de su cónyuge, o de

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DERECHO SUCESORIO

cualquiera de sus ascendientes o descendientes, con tal que dicho


atentado se pruebe por sentencia ejecutoriada”.
En cierta medida este numeral repite el anterior. Un atentado
grave no puede por menos que comprender el homicidio en la
persona del de cujus, tratado ya como causal de indignidad, según se
ha visto. Es que, como se expresó, la comprendida en el Nº 1º del
art. 968 era una causal de incapacidad. Ahora bien, atentado no
puede ser sino un delito, bien de homicidio, bien de lesiones graves,
aunque frustrado o en estado de tentativa. Debe ser grave y contra la
vida. Y del delito de homicidio hemos hablado como causal de
indignidad. Puede que lo sean contra el honor; que debe ser grave: el
adulterio, la calumnia, el incesto, la violación, son atentados contra
el honor. El robo, el aborto, la defraudación, son atentados graves
contra los bienes de la persona de cuya su-cesión se trata, siempre
que con ellos se produzca un trastorno económico para el causante
de la sucesión.
Da lo mismo, para los efectos de la indignidad, que esos aten-
tados los haya padecido el de cujus, su cónyuge, o alguno de sus
ascendientes o descendientes legítimos.
En la indignidad de este numeral la sentencia condenatoria,
librada por la justicia penal, es necesaria para que se dé la causal de
indignidad que tratamos. Lo dice el art. 968 Nº 2º. Los hechos que la
constituyen deben estar sancionados por la ley penal y por la civil. Si
la sentencia no existe o no se ha librado condena contra el sucesor, la
causal de indignidad no se presenta.

254.1. Doctrina. Jurisprudencia. Esquivel anota: “Es preciso, por


lo tanto, que el atentado grave contra la vida, el honor o los bienes
del difunto, o de su cónyuge, o de sus ascendientes o descendientes,
se pruebe por una sentencia ejecutoriada, único medio posible de
establecer la indignidad. La ley reduce las posibilidades de la prueba
en esta causal a una sola: la sentencia” (ob. cit., Nº 19, pág. 56). Lo
mismo sostienen Claro Solar (ob. cit., t. 13, N os 99 y 100, págs. 90 y
91) y Fabres (ob. cit., t. 2, nota 9, pág. 29).
La Corte de Apelaciones de Santiago, en sentencia de 26 de abril
de 1938 (Rev. de Der., t. 36, 2ª parte, sec. 2ª, pág. 49), fundándola,
expresó: “Que la causal de indignidad que sirve de fundamento a
este juicio, la del Nº 2 del art. 968 del Código Civil, a diferencia de
las demás causales, está condicionada por una circunstancia, la de
probarse el hecho constitutivo de la causal, esto es, el atentado grave
contra la vida, el honor o los bienes de

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DE LOS SUCESORES O ASIGNATARIOS

las personas a que el precepto se refiere con el mérito de una sen-


tencia ejecutoriada, sentencia que por ser medio de prueba en el
juicio de indignidad y el único que la ley admite, no puede ser la
misma que se pronuncie en dicho juicio” (consid. 1º); “Que, por lo
demás, la naturaleza de los hechos que constituyen la causal, señala
la necesidad de otro juicio y de otra sentencia en que ellos se
establezcan; ‘atentado’ significa ‘delito’, ‘exceso grande’, y si a esto
se agrega el calificativo de ‘grave’ que el atentado ha de tener, se
comprende que el ‘atentado grave’, que se viene consi-derando, es
un acto sancionado por el Código Penal que afecta a la vida, honor o
bienes de determinadas personas, hecho cuyo esclarecimiento y
sanción es materia de un juicio distinto del de indignidad; y no
puede argumentarse que no exige la ley sentencia ejecutoriada,
tratándose del delito de homicidio que también es motivo de
indignidad, porque se comprende que la extraordinaria gravedad de
esta causal hacía innecesaria la exigencia” (consid. 3º). Y como en el
juicio de indignidad, al que le puso término la sentencia citada, esa
sentencia condenatoria, porque no existía, no se acompañó la
demanda para que se tuviera a la heredera como indigna no
prosperó. Igual doctrina contiene el fallo de 13 de abril de 1948
(Rev. de Der., t. 45, 2ª parte, sec. 1ª, p. 503), al decir la Corte de
Casación: “Que, en consecuencia, no existiendo sentencia
ejecutoriada que prueba en este juicio el atentado grave contra el
honor del demandante, los jueces del fondo fallaron acertadamente,
al concluir que los fundamentos dados por el demandante no son
suficientes para constituir la causal del Nº 2 del art. 968 del Código
Civil” (consid. 13).

255. Indignidad por falta de socorros. Es también causal de indignidad


la que afecta al “consanguíneo dentro del sexto grado inclusive, que
en el estado de demencia o destitución de la persona de cuya
sucesión se trata, no la socorrió pudiendo” (art. 968 Nº 3).
Establecido por el artículo 992 inc. 1º que los derechos de
sucesión de los colaterales consanguíneos se extienden hasta el sexto
grado, razón ha tenido el legislador para imponerle a estos parientes
la obligación de socorro a la persona de cuya sucesión se trata,
cuando ésta se encuentra demente. Por su miseria física, el demente
requiere de protección y cuidado, aunque pudiera tener fortuna.
Algunos de los parientes a los que alude la ley están facultados para
demandar la interdicción del demente, que les permitirá lograr que
se designe un guardador que cuide de la

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DERECHO SUCESORIO

persona y bienes del interdicto (arts. 459 y 443). Si no lo hacen, son


indignos de sucederle. No creemos que la obligación de socorro y
protección sea consecuencia de la previa interdicción del demente.
Existe siempre, con o sin interdicción.
El pobre, el abandonado, necesitan de socorro. Si bien la
obligación legal de proporcionar alimentos se extiende sólo hasta los
hermanos (art. 321 Nº 8º), resulta que el deber de socorro llega más
allá de ese grado de parentesco, para los fines que se están tratando.
Para acreditar los hechos constitutivos de indignidad, en la
situación del numeral que estudiamos, no se precisa de otra sen-
tencia que la librada en el juicio mismo de indignidad. No hay en la
omisión del socorro al demente o destituido una conducta
sancionada por la ley penal.

256. Indignidad por causa de fuerza o dolo. Indigno es también “El


que por fuerza o dolo obtuvo alguna disposición testamentaria del
difunto, o le impidió testar” (art. 968-4ª).
Si existió fuerza, el acto de última voluntad resulta nulo en su
integridad (art. 1009) (vid. Nº 327). Si hay dolo, la nulidad afecta
tan sólo a la asignación fruto del engaño (vid. Nº 330). Luego,
parecería inútil la causal de indignidad, porque la nulidad del
testamento origina la aplicación de las reglas de la sucesión abin-
testato, sea en su integridad o en la disposición anulada (arts. 980 y
952). Lo mismo hay que decir frente al que impidió que hubie-ra
testamento. Mas la causal de indignidad queda justificada si,
aplicando las reglas de la sucesión intestada, el autor de la fuerza,
del dolo, o si el que le impidió testar, llegan a suceder.
El testamento a que se refiere el numeral es el último, porque
es el llamado a gobernar la sucesión del testador. Si el acto de última
voluntad, respecto del cual el asignatario ha ejercido ac-tos de
fuerza, o realizado maniobras dolosas, todo para obtener para sí
alguna disposición testamentaria, es revocado, la causal de
indignidad no existe. Su fundamento ha desaparecido. Es del caso
traer a cuento el art. 973.
A las causas de indignidad hay que añadir la del que “dolosa-
mente ha detenido u ocultado un testamento del difunto, presu-
miéndose dolo por el mero hecho de la detención u ocultación” (art.
968-5ª).
Llama la atención el precepto, porque es uno de los pocos casos
en que el legislador presume el dolo (art. 1459). La indig-

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DE LOS SUCESORES O ASIGNATARIOS

nidad se da porque el autor de la detención u ocultación preten-de


que las reglas de la sucesión intestada gobiernen la sucesión del
testador. Por lo mismo, hay que entender que el testamento
contemplado en este numeral es el último. Puede, también, el autor
de los hechos pretender que tenga eficacia un testamento anterior al
último, que por éste ha sido revocado.
Por detener el testamento, o sea, guardarlo y no publicar-lo, o
darlo a conocer a los demás oportunamente y, con mayor
fundamento, si es ocultado, se presume el dolo. Se trata de una
presunción simplemente legal (art. 47), que admite prueba en
contrario, con lo cual la causal de indignidad desaparece.
Procura el legislador, al introducir esta causal de indignidad, que
sea respetada la última voluntad del causante de la sucesión, aparte
de que con esa detención u ocultación se puede irrogar un perjuicio
a los favorecidos en el testamento, como herederos o legatarios.
Aunque el legislador no entra en explicaciones, tenemos que
entender que el testamento detenido u ocultado no puede ser otro
que el abierto, otorgado ante cinco testigos (art. 1020),o el cerrado
(art. 1023). Los testamentos privilegiados –militar (art. 1041) y
marítimo (art. 1048)– también pueden ser deteni-dos u ocultados.

256.1. Doctrina. Según el art. 3296 del Código Civil argentino es


incapaz de suceder el que estorbó, por fuerza o por fraude, que el
difunto hiciera testamento, o revocara el ya hecho, o que sus-trajo
éste, o que forzó al difunto a que testara. Un comentarista explica así
el precepto: “Para que esta infracción tenga lugar, sería menester que
el testamento fuese ológrafo o cerrado, únicos cuya desaparición o
destrucción puede frustrar las últimas voluntades del difunto, si éste
falleciere sin advertirlo y sin otorgar otro que lo substituya, porque
si fuese otorgado por acto público, de nada le valdría al que se
propusiese tal delito substraer una copia de él, sin destruir al mismo
tiempo el protocolo del escribano o del oficial público que lo
autorizó. Ocioso es decir que para incriminar al autor del hecho sería
menester que el testamento substraído fuese el último, porque sólo
éste puede regir la sucesión del testador, tal como lo dispone el
nuevo Código Civil italiano” (De Gásperi, ob. cit., t. 1, Nº 36, pág.
216). Efectivamente, el art. 463 Nº 5 del Código italiano de 1942, a
la letra, dice: “Casos de indignidad. Se excluye de la sucesión como
indigno: 5) quien ha suprimido,

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DERECHO SUCESORIO

ocultado o alterado el testamento por el cual estaría reglada la


sucesión”. El derogado, en el art. 725 Nº 4, disponía: “Quien hubiese
impedido a la persona de cuya herencia se trata hacer testamento o
revocar el ya hecho, o hubiese suprimido, ocultado o alterado el
testamento posterior”. Y Polacco comenta el precepto así: “Con esto
se entiende que constituye indignidad para heredar la supresión o la
alteración del último testamento, de aquel que estaba destinado a
representar la última voluntad del causante. Si el sucesor hubiese
cometido una de estas acciones con un tes-tamento que él creía la
última voluntad del causante, pero que no lo era, porque había sido
revocada sin que él lo supiera por un testamento posterior, existía la
intención malévola (elemento subjetivo), pero no el elemento
objetivo, el daño y, por lo tanto, no se incurriría en indignidad” (ob.
cit., t. 1, pág. 70).

257. Indignidad por omitir acusación de homicidio. Es también


“indig-no de suceder el que siendo mayor de edad, no hubiere
acusado a la justicia el homicidio cometido en la persona del
difunto, tan presto como le hubiera sido posible” (art. 969, inc. 1º).
Se debe, por tanto, denunciar sin tardanza a la justicia el crimen
de homicidio cometido en la persona del de cujus, para que se
imponga la correspondiente sanción a los que resulten culpables del
delito. No hacerlo revela un gran desafecto hacia la persona de cuya
sucesión se trata; además, puede comportar una complicidad o
encubrimiento.
Esta obligación pesa sobre el mayor de edad. Quedan excep-
tuados los menores de edad. Entre éstos debe enrolarse a los que no
tienen libre discernimiento. Pensamos que el asignatario menor está
relevado mientras sea tal. Llegado a la mayoría de
edad, debe denunciar. El Código habla de “acusación”, es decir,
poner en conocimiento de la justicia el hecho punible, ya sea por
denuncia o por querella. En todo caso, esta acusación debe serlo
“tan pronto como le hubiere sido posible”. No señala la ley plazo
para cumplir con la obligación impuesta, como sucede en otras
legislaciones. Mas desaparece y con ella la indignidad “si la justicia
hubiere empezado a proceder sobre el caso, de acuerdo al apartado
2º del sobredicho art. 969. Esto es, antes de iniciarse el juicio de
indignidad.
Pero esta causa de indignidad no podrá alegarse sino cuando
constare que el heredero o legatario no es cónyuge de la persona por
cuya obra o consejo se ejecutó el homicidio, ni es del número

292
DE LOS SUCESORES O ASIGNATARIOS

de sus ascendientes y descendientes, ni hay entre ellos deudo de


consanguinidad o afinidad hasta el tercer grado inclusive” (art. 969,
inc. 3º). Consagra el Código el derecho al silencio. El heredero o
legatario queda relevado de la obligación y, por tanto, desaparece la
indignidad si el homicidio cometido en la persona del difunto lo fue
por obra o consejo de alguna de las personas ligadas al asignatario
por matrimonio o por vínculo de consanguinidad o afinidad que el
precepto señala.

257.1. Doctrina. Derecho Comparado. Decía Ballesteros en nota al


art. 33 del Proyecto de Código de Procedimiento Penal a pro-pósito
del art. 17 del derogado Código de Procedimiento Penal: “Esta
disposición está basada en la necesidad de no relajar los vínculos
naturales que unen a los próximos parientes, y de evitar las
disensiones de familia que de ordinario toman un carácter de
odiosidad e intransigencia que no son comunes en las otras”.
Esquivel dice: “El inciso tercero de este artículo excluye de la
obligación de efectuar la denuncia al heredero o legatario que es
marido de la persona por cuya obra o consejo se ejecutó el
homicidio, ni es del número de sus ascendientes o descendientes ni
hay entre ellos deudo de consanguinidad o afinidad hasta el tercero
grado inclusive. El legislador tuvo que hacer esta excep-ción para no
obligar al heredero o legatario a ser el delator de sus parientes
próximos, ya que repugna a la razón que se pueda denunciar a
alguien con quien se está tan estrechamente vincu-lado y cuya
difamación acarrea la de toda la familia” (ob. cit., Nº 44, págs. 75 y
76).
El art. 756, Nº 4, del Código Civil español impone al heredero
mayor de edad hacer la denuncia “dentro de un mes cuando ésta no
hubiere procedido ya de oficio”. “Cesará esta prohibición”, se
añade, “en los casos en que, según la ley, no haya obligación de
acusar”. El Tribunal Supremo de España, en sentencia de 11 de
febrero de 1946, resolvió que el cómputo del plazo de un mes se
inicia desde que es conocido por el heredero el hecho delictivo, y las
circunstancias de fuerza mayor justifican la demora e inte-rrumpen
el plazo.
Según el fallo, los hechos fueron los siguientes: asesinado por
los republicanos en un fuerte el 4 de septiembre de 1936, ente-
rándose de este suceso el día 1º de octubre siguiente su mujer y, en
tal concepto heredera, no denunció el hecho a la justicia durante
todo ese mes de octubre, ni después, como tampoco lo

293
DERECHO SUCESORIO

denunciaron los parientes. Demandada la viuda por dos hermanas


del difunto, para que se tuviera por indigna, el juzgado dio lugar a la
demanda. Mas la audiencia, revocando el fallo, absolvió a la
demandada, fundándose en que la viuda tuvo conocimiento de la
muerte de su marido el 1º de octubre de 1936, encontrándose en
Francia: y que no se pudo precisar la fecha en que las autori-dades
nacionales empezaron a conocer del asesinato, aunque sí lo fue poco
después del 13 de septiembre de 1936 y antes del 1º de octubre
siguiente. El recurso de casación fue desechado (datos tomados de la
Revista de Derecho Privado, 1946, págs. 375 y 376).

258. Indignidad del que no pide nombramiento de guardador.


Según el art. 970, Nº 7º, “Es indigno de suceder al impúber, demente
o sordo o sordomudo que no pueda darse a entender claramente, el
ascendiente o descendiente, que siendo llamado a sucederle
abintestato, no pidió que se le nombrara un tutor o curador, y per-
maneció en esta omisión un año entero: a menos que aparezca
haberle sido imposible hacerlo por sí o por procurador.
Si fueren muchos los llamados a la sucesión, la diligencia de uno
de ellos aprovechará a los demás.
Transcurrido el año, recaerá la obligación antedicha en los
llamados en segundo grado a la sucesión intestada.
La obligación no se extiende a los menores, ni en general a los
que viven bajo tutela o curaduría.
Esta causa de indignidad desaparece desde que el impúber llega
a la pubertad, o el demente o sordomudo toman la admi-nistración
de sus bienes”.
El precepto requiere pocas explicaciones. En todo caso, la
obligación que impone el artículo mira al resguardo de los bienes
de la persona de cuya sucesión se trata. Cuando la persona misma es
el centro de la ley, es otra la causal de indignidad, tal cual se ha visto
(art. 968, Nº 3). Igualmente, tratándose del impúber no parece justo
que se traigan a colación sus descendientes. Cuando habla el
precepto del sordo o sordomudo que no pueda darse a entender
claramente, se refiere por tanto a la incapacidad que afecta a esas
personas (art. 1447, inc. 1) y que por ello precisa de un curador (art.
47). Por eso cesa la causa de indignidad cuando el demente o el
sordo o sordomudo “toman la administración de sus bienes” (art.
970, inciso final). Lo mismo cuando el impúber llega a la pubertad,
dado que entonces puede él solicitar la de-signación de su curador
(art. 437).

294
DE LOS SUCESORES O ASIGNATARIOS

La ley comprende sólo a los descendientes y ascendientes y no a


otros llamados a la sucesión intestada o legítima, como los
hermanos o el cónyuge, no obstante que éstos pueden solicitar la
designación de un curador para el demente o sordo o sor-domudo
que no puede darse a entender claramente (arts. 443, 459 y 470).
¿Por qué el precepto trata sólo de la sucesión in-testada? ¿No ha
podido el de cujus haber otorgado testamento y llamar a sucederle a
descendientes o ascendientes y luego caer en la demencia? ¿No
habría sido justo, al menos en esta situación, establecer para la
sucesión testamentaria la causal de indignidad?
La indignidad afecta a los ascendientes cuando al tiempo de la
incapacidad de la persona de cuya sucesión se trata no hay des-
cendientes. Si los hay, los ascendientes no tienen la obligación a que
se refiere el precepto, a menos de incapacidad de aquéllos. Lo
mismo, si los descendientes dejan pasar el año a que hace referencia
el art. 970, inciso 3º. En ambas situaciones, los ascen-dientes deben
tomar el lugar de los descendientes, so pena de ser indignos de
suceder.
Es justo que el precepto no imponga la obligación a los in-
capaces y en relación a la persona de cuya sucesión se trata. Por
esto, es posible que la obligación recaiga directamente en los
ascendientes, como lo hemos previsto.

258.1. Jurisprudencia. El fallo de 30 de septiembre de 1961 (Rev.


de Der., t. 58, sec. 2ª, pág. 116) se refiere a esta causal de indignidad
en los siguientes términos: “Que, desde luego, puede afirmarse, al
tenor de lo dispuesto en los arts. 443 y 459 del Código Civil, que las
personas que en las referidas disposiciones legales se contem-plan,
no tienen el derecho ni la obligación de provocar el juicio de
interdicción de la persona del pariente que se encuentra en estado de
demencia, sino una simple facultad, o sea, la potencia o virtud para
así hacerlo, facultad que, sin embargo, es una obli-gación para los
ascendientes o descendientes o para los llamados en segundo grado
a la sucesión intestada del demente, so pena de ser declarados
indignos de suceder al difunto…” (consid. 3º): “Que, por otra parte,
aun cuando se estimare que los referidos señores XX tenían el
derecho o la obligación de provocar la in-terdicción de su tía NN,
ese derecho u obligación cesó desde el momento mismo en que fue
provocada por otro de los llamados a su sucesión, ya que de acuerdo
con lo dispuesto en el inciso 2º del

295
DERECHO SUCESORIO

art. 970 ya mencionado, ‘la diligencia de uno de ellos aprovechará a


los demás’ ” (consid. 4º) (Corte de Apelaciones, Santiago).

259. Indignidad del que se excusa de la guarda sin motivo. Según


el art. 971, “Son indignos de suceder el tutor o curador que nom-
brados por el testador se excusaren sin causa legítima.
“El albacea que nombrado por el testador se excusare sin probar
inconveniente grave, se hace igualmente indigno de sucederle.
“No se extenderá esta causa de indignidad a los asignatarios
forzosos en la cuantía que lo son, ni a los que, desechada por el juez
la excusa, entren a servir el cargo”.
Iniciemos el análisis por el inciso final. La indignidad, por tanto,
no alcanza a privar al indigno de la asignación forzosa, si el
nombrado es un asignatario forzoso. El art. 1167 enumera esas
asignaciones. Los preceptos que siguen, la cuantía de cada una de
ellas. Aunque el tutor, el curador, el albacea designados por el
testador no acepten el cargo, no por ello quedan privados, como
indignos, de la respectiva asignación forzosa. Es que, de no ser así,
se violaría el art. 1192: “La legítima rigorosa no es susceptible de
condición, plazo, modo o gravamen alguno”. Es en lo restante de la
asignación de lo que se priva al indigno.
Comprende el Código a los guardadores testamentarios, ya que
es bien sabido que los tutores y curadores pueden arrancar su
designación de otras fuentes (art. 353). Mas el albacea debe su
designación sólo al testador (art. 1270). Luego, la frase “nom-brado
por el testador” que emplea el apartado 2º del art. 971, ha sido
“hablar para no decir nada”.
Si el tutor o curador tiene causa legal de excusa, no es indigno.
El artículo 514 enumera quiénes pueden excusarse de ejercer
la guarda, con las aclaraciones de los artículos siguientes. La in-
dignidad del albacea es reiterada en el art. 1277. Pero hay más:
removido el albacea por dolo, en el ejercicio del cargo, también se
hace indigno de suceder (art. 1300).
El fundamento de la regla legal debe encontrarse, sin duda, en
que el legislador mira con desagrado que la muestra de confianza
que ha depositado el testador en su heredero o legatario no sea
debidamente apreciada por ellos, al rechazar el cargo que les ha
encomendado ejercer.
Todo cuanto se lleva dicho se aplica al partidor designado por el
testador. El art. 1324 permite al causante designar al partidor ya sea
en testamento o por instrumento público. Pues bien, según

296
DE LOS SUCESORES O ASIGNATARIOS

el art. 1327 el “partidor no es obligado a aceptar este encargo contra


su voluntad; pero si nombrado en testamento no acepta el encargo,
se observará lo prevenido respecto del albacea en igual caso”. Esto
es, se da en el partidor una causal de indignidad para suceder al
testador. Lo mismo se da si es removido del cargo por prevaricación
(art. 1329).
Habrá que admitir que el partidor designado en testamento y a su
vez coasignatario no podrá en el hecho desempeñar el cargo, sin que
por ello sea indigno de suceder al causante. Lo mismo sucederá con
el albacea coasignatario. Desde luego, el partidor tiene la
implicancia del art. 195, Nº 1, del Código Orgánico de Tribunales. Y
como lo establece el art. 1324, los demás interesados podrán pedir la
inhabilidad del partidor y del albacea, según el caso. Y si así sucede,
no ejercerá el cargo, aunque no sea indigno de suceder.
De acuerdo con lo dispuesto en el art. 1300, el albacea será
removido del cargo por “culpa grave o dolo, a petición de los
herederos o del curador de la herencia yacente, y en caso de dolo se
hará indigno de tener en la sucesión parte alguna, y además de
indemnizar de cualquier perjuicio a los interesados, restituirá todo lo
que haya recibido a título de retribución”. De esta remoción se
tratará más adelante.

259.1. Jurisprudencia. En sentencia de 12 de noviembre de 1932


(Rev. de Der., t. 32, sec. 1ª, pág. 275), la Corte de Valparaíso, con-
firmando el fallo de primera instancia, sostuvo que “los arts. 971,
inc. 2º, y 1277, inc. 2º, del Código Civil, se refieren al rechazo del
albaceazgo sin probarse inconveniente grave para aceptarlo y no a la
simple no aceptación de él, o más bien dicho, mora en la aceptación,
lo que es una cosa diversa”.

260. Indignidad del que promete hacer pasar los bienes a un


incapaz. “Finalmente, es indigno de suceder el que, a sabiendas de
la incapacidad, haya prometido al difunto hacer pasar sus bienes o
parte de ellos, bajo cualquier forma, a una persona incapaz.
Esta causa de indignidad no podrá alegarse contra ninguna
persona de las que por temor reverencial hubieren podido ser
inducidos a hacer la promesa al difunto; a menos que hayan
procedido a la ejecución de la promesa” (art. 972).
Es una causal de indignidad con un fundamento muy diverso del
de las otras. El asignatario indigno, el que ha prometido al

297
DERECHO SUCESORIO

difunto hacer pasar sus bienes o parte de ellos, bajo cualquier forma,
a un incapaz, no atenta contra el de cujus o su memoria. No realiza
acto alguno ofensivo contra la persona de cuya suce-sión se trata. Al
contrario, se somete a lo que el testador quiere. Lo que sucede es
que sin la indignidad la ley resultaría violada. Así, un ente sin
personalidad jurídica podría recibir bienes de un testador; y lo
mismo el eclesiástico, en las condiciones que señala el art. 965,
precepto que resultaría infringido.
Para que la causal de indignidad tenga lugar es forzoso que el
indigno haya procedido a sabiendas, esto es, conociendo la
existencia de la incapacidad. Si no sabía, por ejemplo, que el ecle-
siástico al que debe pasar parte de los bienes del testador había
confesado a éste y en las circunstancias que el art. 965 señala, la
causal no se daría. Pero si lo hace afirmando que conocía esas
circunstancias, aunque añada que el precepto indicado le era
desconocido, nos parece que la indignidad se presenta.
El artículo 972 tendrá aplicación “bajo cualquier forma” que el
instituido haya prometido al difunto hacer pasar los bienes de éste a
un incapaz: un legado, por ejemplo. Éste es nulo (art. 966) y el
asignatario que hizo la promesa es indigno (art. 972).
En todo caso, la indignidad no podrá alegarse contra el asigna-
tario que por puro temor reverencial le hubiera hecho la promesa al
difunto. El padre moribundo pide a un hijo suyo hacer pasar parte de
sus bienes a su confesor, que lo fue en las circunstancias que indica
el artículo 965. El hijo se lo promete. No es indigno de suceder al
padre, a menos que haya procedido al cumplimiento de la promesa.

261. Indignidad del viudo o divorciado o anulado que culpablemente


deja de confeccionar inventario. Según el artículo 127, “el viudo o
divorciado o quien hubiere anulado su matrimonio por cuya
negligencia hubiere dejado de hacerse en tiempo oportuno el
inventario prevenido en el artículo 124 perderá el derecho de
suceder como legitimario o heredero abintestato al hijo cuyos bienes
ha administrado”.
Los términos de la ley son precisos. Por tanto, el matrimonio
anterior ha debido disolverse por la muerte ya sea del marido o de la
mujer; y que sea por muerte real o presunta. No por otra causal (art.
42, Nos 1 y 2 de la Ley Nº 19.947 sobre Matrimonio Civil).
La viuda o el viudo debe tener hijos bajo su patria potestad, o
bajo su tutela o curaduría: hijos nacidos del matrimonio con

298
DE LOS SUCESORES O ASIGNATARIOS

el padre o la madre de esos hijos, que ha fallecido. Que los hijos se


encuentren bajo la patria potestad de la viuda o del viudo es normal
(art. 244). Bajo su tutela es casi imposible. Primero, por-que la
tutela se ha previsto para el impúber (art. 341). Segundo, el hijo
debe estar emancipado (art. 269).
Si la emancipación es judicial, ni el padre ni la madre pueden ser
tutor del hijo (art. 497, Nº 11). Si es legal, no cabe la hipó-tesis de
tutoría del padre o madre. En cuanto a la curatela del hijo
emancipado, es posible que la tenga el padre o la madre, en su caso,
si ha sido voluntaria (arts. 264, 265, 366 y 367). No si ha sido
judicial (art. 497, Nº 11). Si la emancipación ha sido legal, podrían
serlo en el caso del Nº 3 del art. 270, siempre que el hijo sea menor
de edad, o que el padre o la madre muerto presuntivamente
reaparezca, después de haberse concedido la posesión provisoria de
sus bienes, habiendo el hijo obtenido la emancipación legal.
Pide la ley, además, que el padre o la madre viudos estén
administrando bienes del dominio del hijo fallecido, cualquiera que
sea el título con que esos bienes ingresaron al patrimonio del hijo
difunto (art. 124). Y quiere la ley que esos bienes sean inventariados
en forma solemne, dándole a los hijos un curador especial que lo
represente en esa confección (art. 345). El cura-dor debe ser
nombrado aunque el hijo no tenga bienes propios de ninguna clase
en poder de padre o madre viudos. Cuando así fuere, deberá el
curador testificarlo (art. 125). Y el inventario solemne es el que debe
sujetarse a las reglas del Título VII, del Libro IV, del Código de
Procedimiento Civil.
La exigencia que se está viendo sirve para evitar que los bienes
de los incapaces que la madre o el padre administra y seguirá
administrando durante el nuevo matrimonio se confundan con los de
la nueva sociedad conyugal que podrá tener lugar con el nuevo
matrimonio del padre o de la madre (art. 135).
Aunque pareciera natural y obvio que el inventario solemne
fuera confeccionado antes del matrimonio del viudo o viuda, la
verdad es que le basta al legislador con que sea en tiempo oportuno
(art. 127). Y ese tiempo puede serlo celebrado ya el matrimonio, del
padre o de la madre viudos, mientras no se haya producido la
confusión que la ley quiere evitar. Esto queda mayormente de
manifiesto si se recuerda que el oficial del Registro Civil que debe
autorizar el matrimonio del viudo o viuda sólo debe exigir “cer-
tificado del nombramiento de curador”, para que represente al

299
DERECHO SUCESORIO

hijo o a los hijos en la confección del inventario (art. 126). El juez


será, en definitiva, el que decidirá si el padre o la madre legítimos
viudos cumplieron con las exigencias y en tiempo oportuno en caso
de contienda.

262. Indignidad del que contrae matrimonio sin el consentimiento


de quienes deben darlo. Otra causal de indignidad es la contemplada
en el art. 114. Según este precepto, “el que no habiendo cum-plido
18 años se casare sin el consentimiento de un ascendiente, estando
obligado a obtenerlo, podrá ser desheredado, no sólo por aquel o
aquellos cuyo consentimiento le fue necesario, sino por todos los
otros ascendientes. Si alguno de estos muriere sin hacer testamento,
no tendrá el descendiente más que la mitad de la porción de bienes
que le hubiera correspondido en la su-cesión del difunto”.
Es una causal de indignidad la prevista en la parte final del
precepto, que tiene cabida sólo en la sucesión abintestato del as-
cendiente que debió dar el consentimiento para el matrimonio del
menor de edad o de cualquier otro ascendiente. El sucesor queda
privado del 50% de lo que sin la causal le habría corres-pondido en
la sucesión del difunto.
La causal alcanza al menor de edad.
Aunque algunos doctrinadores sostienen que la sanción del art.
114 no es una causal de indignidad, sino que de deshereda-miento
parcial establecido por la ley, pensamos, con el Proyecto de los años
1841-1845, que es una causal de indignidad. Decía el art. 16 Nº 3 de
ese Proyecto: “Son indignos de suceder al di-funto como herederos
o legatarios: el descendiente que se casó sin su consentimiento o sin
el de la justicia en subsidio, estando
obligado a obtenerlo”.
En todo caso, será una causal de indignidad muy difícil que se
dé en los hechos. El artículo 39 de la Ley Nº 4.808, de 10 de febrero
de 1930, señala lo que debe constar en la inscripción de un
matrimonio. Entre otras exigencias: el nombre y apellido de la
persona cuyo consentimiento fuere necesario (Nº 8), habiendo
previamente constatado el lugar y fecha de nacimiento de los
contrayentes (Nº 2).

263. Indignidad del que ha lugar a la separación judicial por su culpa y


la del padre o madre contra quien se determinó la paternidad o maternidad
judicialmente. Esta indignidad está contemplada en el art. 994 en

300
DE LOS SUCESORES O ASIGNATARIOS

el texto que fijó la Ley Nº 19.947 para el inc. 1º y la Ley Nº 19.585


para el inciso segundo.
En el primer caso se trata de una sanción en contra del cónyuge
que, por su culpa, dio lugar a la separación judicial. El art. 26 de la
Ley Nº 19.947 sobre Matrimonio Civil permite que el cónyuge
inocente demande al otro la separación judicial por haber mediado
falta imputable al demandado y que constituye un deber grave de los
deberes y obligaciones que impone el matrimonio o de los deberes y
obligaciones para con los hijos y siempre que haga intolerable la
vida en común. Si la sentencia acoge la demanda y decreta la
separación, el demandado queda además afecto a la indignidad
referida. Además, el art. 1182 le priva de la calidad de legitimario.
Otro tanto acontece para el padre o madre que, demandado por el
hijo, es reconocido judicialmente como tal, contra su voluntad, es
decir, si la filiación ha sido establecida mediante el ejercicio de una
acción deducida por el hijo porque el padre o madre se ha negado a
reconocerle. También por ella se priva de la calidad de legitimario al
padre o madre condenados (art. 1182).

Párrafo II
DE LOS EFECTOS DE LA INDIGNIDAD

264. Ideas previas. Consideraremos los efectos de la indignidad


desde un doble aspecto, a saber: cómo se producen y cuáles son sus
alcances. Y al tratar de esta última cuestión, los veremos en lo
referente al indigno mismo; en relación a los descendientes
del indigno; en relación a los demás interesados en la sucesión; y, en
fin, en relación a los extraños a la sucesión.

265. Cómo se producen los efectos. En el sistema de nuestro


Código los efectos de la indignidad no se producen de pleno
derecho, según la fórmula tradicionalmente consagrada para estos
fines. En esto se diferencia de la incapacidad. Contra éste el
heredero intentará derechamente la acción de petición de herencia o
la reivindicatoria, según procediere. Contra el indigno es previo que
se declare la indignidad para que, con su mérito, el insti-tuido quede
fuera de la sucesión. Como lo sanciona el art. 974, apartado 1º: “La
indignidad no produce efecto alguno, si no es

301
DERECHO SUCESORIO

declarada en juicio, a instancia de cualquiera de los interesados en la


exclusión del heredero o legatario indigno”.
Mientras no se intente una acción favorable a la exclusión del
indigno y no sea acogida por el tribunal competente, el su-cesor
entrará en la posesión de la respectiva asignación. Si no es declarada
en una sentencia judicial, no surte efecto alguno, como si no
existiera. Con todo, en los dos casos previstos en el art. 994 basta
con que exista sentencia ejecutoriada que declare la separación
judicial por culpa del demandado o que reconoz-ca la calidad de hijo
respecto del padre o madre demandados, para que la indignidad se
produzca sin otra declaración. Aquí la indignidad es un efecto sea de
la separación judicial, sea del reconocimiento judicial.

265.1. Jurisprudencia. Doctrina. Derecho Comparado. Se ha


resuelto que como la indignidad debe ser declarada y no produce sus
efectos de pleno derecho, mientras esa declaración no exista, el
sucesor a quien llegue a afectar entra en posesión de la asig-nación
como si no estuviere afecto a indignidad alguna (Corte Concepción,
1 de septiembre de 1993, LexisNexis Nº 22091). El Código Civil
uruguayo dice que: “La incapacidad produce su efecto de pleno
derecho” (art. 849); y que: “La indignidad no produce efecto alguno
si no es declarada en juicio, a instancia de cualquiera de los
interesados en la exclusión del heredero o legatario indigno” (art.
850). Este precepto es como el nuestro. Y comentándolo Irureta
Goyena (hijo) sostiene: “En doctrina se discute si la indignidad
produce sus efectos de pleno derecho; sobre todo se ha planteado
mucho este problema en el derecho francés, donde no existe un
texto como el nuestro. Y se ha dis-cutido porque se traen
antecedentes del antiguo derecho, que complican el problema
actual… Pero todo este problema no tiene razón de ser en nuestro
derecho: se necesita la realización del juicio” (ob. cit., t. 2, págs. 528
y 529). El Código de Francia, en el art. 727, enumera las causales de
indignidad; y en el artículo 729 dice: “El heredero excluido de la
sucesión por indignidad debe devolver todos los frutos y aumentos
de los cuales ha tenido el goce a partir de la apertura de la sucesión”.
No decía cómo se producían los efectos de la indignidad. Planiol y
Ripert, sobre el punto, expresan: “Hasta hace muy poco tiempo se
admitía casi unánimemente en la doctrina que la indignidad tenía
que ser declarada por sentencia. Según esa opinión, la decisión
judicial

302
DE LOS SUCESORES O ASIGNATARIOS

contra el indigno es la que determina la pérdida de derechos


hereditarios y la ley solamente enuncia el principio. Para sostener tal
solución se fundan, a la vez, en la tradición (nuestros antiguos
autores, Lebrun y Pothier, convenían en que era necesaria la
sentencia) y en la interpretación legal, armónica o sistemática,
puesto que el tercer caso de indignidad requiere una apreciación que
no puede confiarse sino a la justicia, dado que se trata de decidir si
el heredero es, efectivamente, culpable por no haber denunciado el
homicidio de su pariente. Y si la intervención del juez se estima, en
este caso, como indispensable, es racional hacerla extensiva a todos
aquellos casos en que la exclusión del indigno entre en juego (nota:
art. 727. Son indignos de suceder, y, como tales, excluidos de las
sucesiones: 3º. El heredero mayor de edad que conociendo el
homicidio del difunto, no lo hubiera denunciado a la justicia).
Ninguno de esos argumentos nos parece decisivo. El que se dice que
resulta de la tradición debe desesti-marse: en nuestro antiguo
derecho, por ser indeterminadas las causas de indignidad, era
necesaria la sentencia. No acontece lo propio hoy, en que esas
causas se hallan fijadas precisamente por la ley”… “La
jurisprudencia ha decidido siempre que la indignidad resulta de la
propia ley, sin necesidad de intervención judicial, inclinándose en el
mismo sentido la doctrina contemporánea (ob. cit., t. 4, Nº 49, pág.
76). Bonnecase decía: “La indignidad se produce de pleno derecho,
sin juicio en el sentido de que no requiere ser decretada
judicialmente, para que produzca todas sus consecuencias” (ob. cit.,
t. III, Nº 583, pág. 451). Lo mismo señalaba Josserand (ob. cit., t. 3,
vol. 2, Nº 732, pág. 22). La ley 2001-1135 de 3 de diciembre de
2001 puso término a la cuestión, porque el art. 727-1 ordena que la
indignidad debe ser pronun-ciada después de la apertura de la
sucesión por el tribunal de gran instancia por demanda de otro
heredero.
Rébora, para el derecho argentino, dice: “Una conclusión pue-de
ser extraída de lo que queda dicho: la de que la indignidad no
produce sus efectos de pleno derecho aun cuando está virtualmente
contenida en los hechos que la engendran. Verdad es que el tribu-nal
llamado a juzgarla no la crea; pero también es verdad que sin la
condigna declaración adversa, la vocación sucesora se comporta
como si no estuviese afectada por anomalía alguna, como también
es verdad que, según veremos más adelante, puede consolidarse. Por
otra parte, existen causas de indignidad que corresponden a ciertas
acciones y a ciertas omisiones que solamente podrían pro-

303
DERECHO SUCESORIO

ducirse después de ocurrida la muerte del causante, y respecto de las


cuales, por consiguiente, la idea de que esas causas operaran de
pleno derecho sería difícil de sustentar” (ob. cit., t. 1, Nº 81, pág.
145). En ese derecho la indignidad debe ser decretada por sentencia
judicial y no opera de oficio, desde que es una sanción y entonces
requiere de demanda del legitimado para impetrarla, de acuerdo con
el art. 3304 (así, Jorge O. Azpiri, ob. cit., pág. 146). El Código de
Alemania Federal, en los arts. 2339, 2340, 2343, 2344 y 2345, trata
de la indignidad. Y Binder, a su respecto, dice: “…y que la
indignidad en ningún caso deba tenerse en cuenta de oficio. Antes
bien, debe hacerse valer siempre por determinados partíci-pes de la
herencia, contra los herederos, legitimarios y legatarios indignos”
(ob. cit., Nº 39, pág. 345).
El art. 668 del Código peruano requiere declaración por sen-
tencia en juicio promovido contra el indigno por los llamados a
suceder a falta o en concurrencia con él. El art. 1815 del Código de
Brasil también exige que la exclusión se declare por sentencia.

266. Cómo se obtiene la exclusión del indigno. La sentencia que


excluye al indigno puede ser el producto de una demanda diri-gida a
tal fin, pretendiendo el actor que se destruya la delación de la
herencia o el legado y con efecto retroactivo, para que la asignación
sea recogida por el que habría sido llamado como si el indigno no
hubiera existido a la apertura de la sucesión. Mas puede ser el
resultado de una excepción opuesta al indig-no, cuando éste acciona
contra el que entró en posesión de los bienes de la sucesión.
No hay que olvidar que no es de la competencia del partidor de
la herencia decidir si un asignatario es o no indigno. El art. 1330
dice: “Antes de proceder a la partición, se decidirán por la justicia
ordinaria las controversias sobre derechos a la sucesión por testa-
mento o abintestato, desheredamiento, incapacidad o indignidad de
los asignatarios”. Y el art. 65 del Código de Procedimiento Civil,
confirmando al Código Civil en este punto, expresa: “Entenderá el
partidor en todas las cuestiones relativas a la formación e im-
pugnación de inventarios y tasaciones… o que, debiendo servir de
base para la repartición, no someta la ley de un modo expreso al
conocimiento de la justicia ordinaria”. Decidir, pues, sobre la
indignidad de alguno de los interesados en el juicio particional sirve
de base para la repartición; pero la ley somete el punto al
conocimiento de la justicia ordinaria.

304
DE LOS SUCESORES O ASIGNATARIOS

266.1. Doctrina. Jurisprudencia. Dice Binder, en relación al


Código Civil alemán: “Ciertamente la indignidad se hace valer
respecto del heredero por medio de una acción de impugnación: la
sentencia que se da a consecuencia de ella es una sentencia de
caracteri-zación o configuración jurídica, que destruye la delación de
la herencia en el indigno con efecto retroactivo. A consecuencia de
ello recae la herencia en aquel que hubiera sido llamado si el indigno
no hubiera vivido al tiempo de la apertura de la suce-sión, y la
delación vale como si hubiera tenido lugar al tiempo de la apertura
de la sucesión” (ob. cit., Nº 39, pág. 345). Claro Solar, entre
nosotros, señala que “Ordinariamente el juicio de indignidad se
sigue contra la persona que ha incurrido en ella; y la indignidad
puede oponerse por vía de excepción si el indigno no ha entrado en
posesión de los bienes a que su asignación se refiere, o por vía de
acción, si ha tomado posesión de los bienes, para que se le declare
excluido de la sucesión” (ob. cit., t. 13, Nº 129, pág. 115).
En sentencia de 19 de junio de 1936 (Rev. de Der., t. 38, 2ª parte,
pág. 12), la Corte de Temuco expresó: “Que, conforme a lo pre-
ceptuado en el art. 1330 del Código Civil, antes de procederse a la
partición, se decidirán por la justicia ordinaria las controversias
sobre derechos a la sucesión por testamento o abintestato, deshe-
redamiento, incapacidad o indignidad de los asignatarios; y ello se
explica perfectamente por cuanto, de la validez o nulidad de un
testamento o de una cláusula testamentaria, del grado de parentesco
que ligue a una persona con el causante, de la pri-vación de un
legitimario del todo o parte de su legítima, y de la incapacidad o
indignidad de los asignatarios, puede derivarse un aumento o
disminución del número de comuneros o de sus cuotas hereditarias,
según lo que resuelvan los tribunales con relación a las materias
anotadas” (consid. 1º). El mismo fallo sostiene que el juicio
particional, ya iniciado, se suspende; mas ello es de la competencia
del partidor.

267. De los interesados en la exclusión del indigno. El Código no


ha enumerado o particularizado las personas a quienes se autoriza
para la exclusión del indigno. Sin embargo, como es principio que
sin interés no hay acción, se estima que está facultado quien obtenga
con la exclusión del indigno una inmediata utilidad o llamamiento.
Así, si de la exclusión del indigno se trata, han de aplicarse las
reglas de la sucesión intestada, pues el ascendiente

305
DERECHO SUCESORIO

en el grado más próximo estará facultado (el padre) y no otros


ascendientes más remotos (abuelos), de acuerdo a lo que dispone el
artículo 989, inciso final.
Por consiguiente, los coherederos del indigno están facul-tados,
si entre ellos hay derecho de acrecer; los que, eliminado el indigno,
deban recoger de inmediato la asignación, entre los que puede estar
el Fisco; los legatarios si el indigno, en su calidad de legitimario,
hace valer el derecho para que sea reducido el legado (art. 1362),
etc.
¿Qué decir de los cesionarios de alguno de los herederos? Nos
parece que podrán accionar para excluir al indigno. Si en el artículo
1910 el cesionario goza del derecho de acrecer que tenía su cedente,
pues si éste, como se ha visto, puede pedir que se excluya al indigno
para aprovechar el derecho de acrecer (art. 1147), la misma facultad
pasa al cesionario.
¿Pueden los acreedores, mediante la acción subrogatoria, poner
en movimiento la acción que tiene el deudor para excluir al indigno
y aumentar, así, la cuantía de la asignación del deudor, o que éste sea
el sucesor en lugar del indigno, con las ventajas para los acreedores?
En Francia, cuyo artículo 1166 establece que “los acreedores pueden
ejercitar todos los derechos y acciones co-rrespondientes a su
deudor, con excepción de los exclusivamente personales”, el punto
es discutible. Entre nosotros se sostiene la afirmativa, aunque nos
parece que no permitiéndose la acción subrogatoria sino en los casos
señalados por la ley, los acreedo-res no pueden, en lugar de su
deudor, instar para la exclusión del indigno y aumentar, de esta
manera, el derecho de prenda general que tienen los acreedores
sobre los bienes del o de los deudores.

267.1. Doctrina, Jurisprudencia. “…todo interesado podrá bene-


ficiarse de la indignidad del llamado a suceder: los herederos de
grado posterior al suyo, los coherederos, los donatarios o legatarios
si han recibido una liberalidad que exceda de la parte alícuota
disponible y si el indigno es heredero a reserva; final-mente, los
acreedores de todos los interesados que procedan en razón del
interés pecuniario que tienen en la aplicación de esta sanción (art.
1166). En vano se ha pretendido que el derecho de beneficiarse de la
indignidad es un derecho estrictamente unido a la persona, que
desde entonces queda fuera del dominio de la acción pública. Lejos
de que la moral y el orden público se

306
DE LOS SUCESORES O ASIGNATARIOS

opongan a que simples acreedores pongan en juego la sanción de


indignidad, están, por el contrario, interesados en que esta sanción
pueda provocarse por el mayor número posible de per-sonas” (Colin
y Capitant, ob. cit., t. VII, pág. 125). Otro autor francés afirma:
“Quién puede prevalerse de la indignidad ajena. Se admite que esta
facultad está abierta a todo interesado: heredero, coheredero,
donatario o legatario, aun a título particular; se llega hasta permitir a
los acreedores de esas personas que reclaman oblicuamente la
indemnización, en virtud del artículo 1166; pero esta última solución
está lejos de ser segura y se puede muy bien considerar que el
derecho de reclamar la exclusión del indigno entra en la categoría de
los derechos estrictamente unidos a la persona, pues su realización
implica el examen de un caso de conciencia muy delicado”
(Josserand, ob. cit., t. 3, vol. 2, Nº 732, págs. 22 y 23).
En cuanto a nuestros autores, se afirma que: “Creemos que los
acreedores de un coheredero, de un substituto o de un here-dero de
grado inferior, o los acreedores de un legatario podrían provocar la
declaración de indignidad para obtener el aumento de la porción
hereditaria de su deudor o la no reducción de su asignación. Por
consiguiente, si el heredero o legatario renun-ciara a la acción de
indignidad, los acreedores después de haber obtenido la anulación
de la renuncia hecha en fraude de sus derechos por medio de la
acción Pauliana, podrían reclamar la declaración de indignidad”
(Claro Solar, ob. cit., t. 13, Nº 128, págs. 114 y 115). Del mismo
parecer son, entre nosotros, Soma-rriva (ob. cit., Nº 126,) y Esquivel
(ob. cit., Nº 84).
El artículo 3304 del Código Civil argentino, a diferencia del
nuestro y otros, dice: “Las exclusiones por causa de incapacidad o
indignidad, no pueden ser demandadas sino por los parientes a
quienes corresponda suceder a falta del excluido de la herencia o en
concurrencia con él”. La acción se confiere pues a aquel que
ocupará el lugar del excluido en la gerencia, sea porque tomará su
porción por acrecimiento o porque tiene el grado correspondiente.
Así no tienen la acción ni los legatarios, ni los acreedores
hereditarios, ni los deudores hereditarios, ni otros posibles herederos
de grado más remoto que no podrían invo-car un mero interés moral
(así, De Gásperi, ob. cit., t. 1, Nº 40, págs. 225 y 226; J. O. Azpiri,
ob. cit., pág. 157). En cuanto al Fisco, hay opiniones encontradas (le
niega la acción J.O. Azpiri porque el Fisco no recoge la herencia
sino por su dominio eminente y

307
DERECHO SUCESORIO

no como heredero, ob. cit., pág. 157; pero la acepta Pérez La-sala,
en Código Civil y normas complementarias. Análisis doctrinal y
jurisprudencial, bajo la dirección de A. J. Bueres, t. 6ª, pág. 83). El
art. 668 del Código del Perú tiene una solución semejante a la del
Código argentino.
En sentencia de 26 de abril de 1938 (Rev. de Der., t. 36, 2ª par-te,
pág. 49), la Corte de Apelaciones de Santiago declaró que la acción
para excluir al indigno “pueden ejercerla sin limitación los
interesados en la exclusión del heredero o legatario indigno”
(consid. 11). Es la misma doctrina del fallo de 14 de octubre de 1915
(Gaceta, 1916, t. 11, Nº 366, pág. 1194), en que registró la siguiente
doctrina: “No puede un Banco, por falta de interés, discutirle a un
heredero, que ha obtenido la posesión efectiva de la herencia de un
depositante de dicho Banco, su calidad de tal heredero, cuando lo
demanda para el pago de la cantidad de-positada por aquél”, ante la
petición del Banco para que el actor fuera declarado indigno de
suceder al depositante por haberle impedido testar.

268. No los deudores hereditarios y testamentarios. No se


encuentran entre los interesados en la exclusión del indigno los
deudores hereditarios y los testamentarios. Al contrario, “no podrán
opo-ner al demandante la excepción de incapacidad o indignidad”
(art. 978).
Hemos hablado ya del concepto de deudores hereditarios y
testamentarios al tratar del artículo que comentamos y en relación
con la incapacidad del instituido (ver Nº 248). Esos problemas
pueden ser trasladados a la indignidad, sin merma alguna. Luego, si
estos deudores no están entre los interesados en la exclusión
del indigno y, por tanto, no pueden ser titulares de la acción que
confiere el artículo 974, no podrán oponer al demandante la
excepción de indignidad.

269. ¿En contra de quién se intentará la acción? Veamos ahora el


sujeto pasivo de la acción. Deberá ser emplazado el indigno. Si
fallece durante el juicio, seguirá el proceso contra sus herederos,
como sucede en todo litigio. Si fallece el indigno sin haberse
propuesto el litigio, se intentará contra sus herederos. “A los
herederos se transmite la herencia o legado de que su autor se hizo
indigno, pero con el mismo vicio de indignidad de su autor, por todo
el tiempo que falta para completar los cinco años” (art. 977).

308
DE LOS SUCESORES O ASIGNATARIOS

El precepto requiere de ciertas explicaciones para su ade-cuado


entendimiento. Primero, se aplica sólo a los herederos y no al
legatario. Se explica: es el heredero el que representa al indigno y no
el legatario (art. 1097). Segundo, el precepto hace excepción al
artículo 717. La posesión que tenía el indigno pasa a sus herederos,
con el mismo vicio de indignidad, con la misma mala fe del
instituido por el de cujus. El artículo 3300 del Código Civil
argentino, literalmente como el 977 (salvo la frase “de su autor”), no
merece dudas a sus comentaristas en cuanto a que la posesión del
indigno pasa a los herederos, si bien en esa codificación la posesión
se transmite (art. 2475 del C. Civil argentino). Tercero, lo que se
puede ejercer contra los herederos del indigno es la acción de
indignidad y no la acción referida a establecer la causa de la
indignidad, si ésta requiere de un juicio separado. Esta acción sólo
se puede seguir contra el indigno, si la causa es de índole penal
como en los casos del artículo 968, N os 1º y 2º (vid. Nos 253 y 254).
Luego, si la sentencia que piden esos numerales no se llegó a
pronunciar en vida del indigno, no hay posibilidad de un juicio de
indignidad (vid. Nos 253 y 254). El artículo 977 no tiene aplicación
en esos casos. Pero si la causa de la indignidad del instituido no
precisa de una sentencia penal, entonces se discutirá con los
herederos de aquél si, por ejemplo, se encontró o no, en su día y en
su hora, en la situación del ar-tículo 968, Nº 3. Cuarto, que ciertos
herederos del indigno no estén sujetos a lo que dispone el artículo
977; son los que, llegado el caso, representan al indigno (art. 984)
(vid. Nº 272). Quinto, el plazo de cinco años se aplica en este caso
(art. 975). Luego, si el indigno había poseído la herencia o legado
por algunos años y fallece, contra sus herederos habrá que poner en
movimiento la acción antes del vencimiento de los cinco años (vid.
Nº 280). Sexto, dio solución el legislador patrio, con el artículo 977,
a tantas cuestiones suscitadas en su tiempo en Francia acerca de si la
indignidad termina o no con el instituido.

269.1. Derecho Comparado. Doctrina. Como lo hemos dicho,


según el artículo 3300 del Código de Argentina, “A los herederos se
trans-mite la herencia o legado de que su autor se hizo indigno, pero
con el mismo vicio de indignidad por todo el tiempo que falte para
completar los tres años”. De Gásperi le dedica el siguien-te
comentario: “Trátase así de la posesión del heredero que, sin
embargo de haber incurrido en una causa de indignidad, no ha

309
DERECHO SUCESORIO

sido declarado por tal, ni excluido de la sucesión, y que por haber


muerto antes de los tres años fijados por el artículo 3298 (corres-
ponde a nuestro art. 975), la transmite él a su vez a sus herederos.
Sabiendo o debiendo saber el indigno que la ley le excluye de la
herencia, y que, por consiguiente, jamás ha sido heredero, debe
saber también que su posesión es desde un principio injusta, o sea,
de mala fe… Durante este tiempo, tanto el indigno cuanto esos
herederos están expuestos a la acción de exclusión conferida a los
parientes a quienes correspondería suceder a falta del excluido o en
concurrencia con él” (ob. cit., t. 1, Nº 44, pág. 237).

270. Efectos del fallo en relación con el indigno. La sentencia


dictada contra el indigno, o contra sus herederos, es simplemente
decla-rativa, como son la mayoría de las resoluciones judiciales.
Al indigno se le considerará excluido de la sucesión a partir de la
delación de la asignación. En otros términos: opera retro-
activamente. Al demandado se le mira como si no hubiera tenido
parte alguna en la sucesión. Los efectos de la aceptación quedan
borrados, sin eficacia. Los que reemplazan al indigno, en la suce-
sión del de cujus, serán los herederos de éste, o sus legatarios.
Por aplicación de este principio, la confusión de patrimonios que
había tenido lugar entre el que dejó el de cujus y el del heredero
indigno desaparecerá: el efecto que los arts. 1259 y 1669 atribuyen
al que acepta una herencia sin beneficio de inventario, desaparece.
Los créditos del indigno contra la sucesión y los créditos de éste
contra aquél, reviven. En suma, el indigno es considerado como si
nunca hubiere sido heredero y por ello es que puede exigir de los
herederos el pago de los créditos que pudiere tener contra el de
cujus y deberá ser reembolsado de los dineros que hubiera
entregado para pagar deudas hereditarias.
Como una consecuencia de lo expuesto, el art. 974 impone al
indigno excluido la obligación de restituir “la herencia o legado con
sus accesiones y frutos”. Y lo mismo habrá que decir respecto de los
herederos del indigno, declarada que sea la indignidad que pesaba
sobre su causante.

270.1. Derecho Comparado. Doctrina. Los efectos de la indignidad


de que se ha tratado están expresamente dispuestos en el Cód. Civil
argentino. Según el art. 3308: “Los créditos que tenía con-tra la
herencia o de los que era deudor el heredero excluido por causa de
indignidad, como también sus derechos contra la

310
DE LOS SUCESORES O ASIGNATARIOS

sucesión por gastos necesarios o útiles, renacen con las garantías


que los aseguraban como si no hubieran sido extinguidos por
confusión”. Vélez Sarsfield, en nota a esa disposición, recuerda que
el principio del Derecho Romano era distinto: Confusas actio-nes
restitui non oportet. Los créditos que tenía el excluido contra la
sucesión no renacían, porque la herencia del indigno pasaba al
Estado y se quería favorecer a éste. Por su parte, el art. 3307 del
mismo Código contiene regla semejante a la de nuestro art. 977 en
cuanto a que la acción reivindicatoria para recuperar los bienes de la
sucesión puede ejercerse contra los herederos del indigno. El
codificador argentino advierte que la doctrina de los juristas de la
Exégesis era diversa, aunque la jurisprudencia francesa tenía
opinión contraria. La regla resulta fundada no en el carác-ter de
sanción que tiene la indignidad, caso en el cual no sería justo que
ella alcanzase a los herederos del indigno, sino en el efecto propio
de la indignidad: excluir al heredero como si no lo hubiese sido
jamás. De este modo, desaparece el título que tuvo sobre los bienes
de la herencia y, por lo mismo, desaparece también el derecho a
suceder en ellos que tuvieron los sucesores del heredero indigno. La
doctrina francesa no sigue el criterio de los comentaristas del
Código Napoleón y mantiene los efectos que se han señalado más
arriba (así, Josserand, ob. cit., t. 3, vol. 2, Nº 733, pág. 24).
El Código uruguayo (art. 847) repite casi a la letra el art. 974 de
su modelo chileno.
En el Derecho alemán se recogen los mismos principios (art.
2344, inc. 1º) y lo reafirma su doctrina (así, Kipp, ob. cit., t. 5, vol.
11, pág. 375).

271. La indignidad y las asignaciones forzosas. En principio, el


indigno pierde la asignación forzosa que le pudiera corresponder.
“Si un legitimario no lleva el todo o parte de su legítima por
incapaci-dad, indignidad o exheredación, o porque la ha repudiado,
y no tiene descendencia con derecho de representarle, dicho todo o
parte se agregará a la mitad legitimaria, y contribuirá a formar las
legítimas rigorosas de los otros” (art. 1190). Es privado, pues, de la
legítima, bien la rigorosa (art. 1184), bien la efectiva (art. 1191).
Pero en ciertos casos no alcanza al total de la legítima: el 50% en el
caso de la indignidad prevista en el art. 114 (vid. Nº 262). Todo lo
anterior, siempre que no tenga lugar el derecho de re-presentación
(vid. Nº 272).

311
DERECHO SUCESORIO

En las situaciones previstas por los artículos 971, 1277 y 1327,


la indignidad no afecta a la legítima, porque éstas “no admiten carga
ni gravamen de ninguna clase”, como lo decía una nota al Proyecto
de 1841-45, que es lo mismo, fundamentalmente, lo que dice el
artículo 1192.
Por lo que hace a la asignación forzosa de los alimentos le-gales
(art. 1167, Nº 1º), según el artículo 979: “La incapacidad o
indignidad no priva al heredero o legatario excluido, de los
alimentos que la ley le señale; pero en los casos del artículo 968 no
tendrán ningún derecho a alimentos”. Y como el artículo 324,
apartado final, dispone que: “En el caso de injuria atroz cesará
enteramente la obligación de prestar alimentos”, la jurisprudencia ha
resuelto que en los casos de indignidad tratados por el artículo 968,
el sucesor indigno ha cometido injuria atroz, en relación a la persona
de cuya sucesión se trata. Y, a la inversa, cada vez que se pretende,
en un juicio sobre alimentos, traer a colación el ar-tículo 324, inciso
final, los tribunales comparan la conducta del que demanda
alimentos con alguno de los casos que enumera el artículo 968, para
deducir si concurre o no injuria atroz de parte del alimentario y en
relación al demandado. Es claro que no son los únicos casos de
injuria atroz.

271.1. Doctrina. Jurisprudencia. “El legislador no se ha detenido a


definir en qué consiste la injuria atroz y la grave. Pero hay algunos
puntos de referencia. Por de pronto, las causales de indignidad
contenidas en el artículo 968 son constitutivas de injuria atroz, ya
que, según el artículo 979, el heredero o legatario indigno no tiene
derecho a ningún alimento” (Somarriva, Derecho de Familia, Nº
658, pág. 527, Santiago, Chile, 1946). Otro doctrinador dice: “Por
eso el artículo 324 declaró que en el caso de injuria atroz cesará
enteramente la obligación de prestar alimentos; el art. 1120 dispuso
que los efectos del desheredamiento, que por regla gene-ral se
extienden a todas las asignaciones por causa de muerte y a todas las
donaciones hechas por el desheredador al desheredado, ‘no se
extienden a los alimentos necesarios, excepto en los casos de injuria
atroz’, y el art. 979, que exceptúa de las privaciones producidas por
incapacidad y la indignidad, los alimentos que la ley señale al
heredero o legatario excluido, expresa que ‘en los casos del art. 968
no tendrá ningún derecho a alimentos’. Luego, los casos reunidos en
el art. 968 son casos de injuria atroz” (Claro Solar, ob. cit., t. 13, Nº
142, pág. 126).

312
DE LOS SUCESORES O ASIGNATARIOS

En sentencia de 13 de abril de 1948 (Rev. de Der., t. 45, sec. 1ª,


pág. 503), la Corte Suprema, fundando el fallo que desestimó el
recurso de casación en el fondo, dijo: “…cabe decir que nuestro
Código Civil no ha dado una definición ni describe siquiera lo que
debe entenderse por injuria grave o atroz, que permita determinar
cuáles son los elementos que autoricen para calificar de ‘grave’ o
‘atroz’ a la ofensa o injuria hecha al alimentante en el caso del
artículo 324 citado” (consid. 5º); “Que a falta de definición que
precise el significado de la frase ‘injuria atroz’, empleada en el
artículo precitado, pueden servir para determinar el verdadero
sentido o alcance de dicha expresión, otras disposiciones del propio
Código Civil que legislan sobre casos muy similares. Es digno de
destacarse al respecto lo que prescribe el artículo 968, en relación
muy íntima con la situación legal que contempla el artículo 979;
según lo estatuido en este último precepto, la inca-pacidad o
indignidad para suceder al difunto no priva al heredero o legatario
excluido de la sucesión de los alimentos que la ley le señala,
añadiendo en seguida el mismo artículo: ‘Pero en los casos del
artículo 968 no tendrán ningún derecho a alimentos’. O sea, el
mencionado artículo 979, al prescribir lo que acaba de decirse,
dispone lo mismo que el inciso 3º, del artículo 324; en uno y otro
caso cesa la obligación de suministrar alimentos. El artículo 324 se
refiere a alimentos concedidos intervivos y el artículo 979 dice
relación con las pensiones que el difunto ha debido por ley a ciertas
personas y, por consiguiente, mortis causa” (consid. 6º). Y hay otras
similares, como la de 22 de junio de 1937 (Rev. de Der., t. 34, sec.
1ª, pág. 325).
De acuerdo con lo que describe Kipp, en el Derecho alemán:
“También el legitimario puede ser indigno de suceder, o sea, in-
digno de ser legitimario, por las mismas causas en que se funda la
indignidad del heredero. El legitimario está, por tanto, expuesto, por
una parte, a que el causante le prive de la legítima y, por otra, a la
impugnación de la pretensión de legítima por causa de in-dignidad,
después de la muerte del causante” (ob. cit., pág. 381). En el derecho
español, es doctrina de los autores (así, J. Vallet de Goytisolo, Las
legítimas, t. 1, pág. 84, Madrid, 1977; Lacruz, ob. cit. parte general;
Nº 220, Francisco Jordano Fraga, “Algunos aspectos del régimen de
la indignidad sucesoria en relación a la legítima dentro del Código
Civil”, en Libro de Homenaje al profesor Manuel Albaladejo
García, t. 1, págs. 2553 y ss., Murcia, 2004), que el indigno queda
privado de su legítima.-

313
DERECHO SUCESORIO

272. Efectos respecto de los descendientes del indigno. Ciertos


herederos del indigno no están sujetos a lo que dispone el artículo
977, como se había insinuado (vid. Nº 271). Son los que, llegado el
caso de la exclusión del indigno, le representan (art. 984). Por
ejemplo, el causante Francisco, muerto por su hijo Diego, el hijo de
éste, Augusto, recibirá la asignación dejada por el abuelo, aunque el
hijo del de cujus es indigno. Todo en base a lo que disponen los
artículos 984 y 986, y siempre que Diego haya sido sancionado
penalmente, como lo quiere el artículo 968, Nº 2º. Luego, cuando no
hay derecho de representación y por aplicación del artículo 977, los
herederos del indigno pierden la asignación dejada a éste.
Por consiguiente, si el excluido por indignidad era hijo del de
cujus; o su hermano, la asignación que la ley reservaba al indigno
pasa a los descendientes de éste (art. 988), sin que pueda recibir
aplicación el artículo 977. Esto porque, como decía Bello, “Sería
duro que la incapacidad, indignidad, desheredación o repudiación
del padre perjudicase a sus hijos. Los descendientes del difunto
tienen derecho a sucederle en sus bienes desde el momento que deja
de haber una persona intermedia entre el difunto y ellos: el derecho
de representación no hace más que determinar las porciones
hereditarias de los representantes” (nota al artículo 9, t. 11, Proyecto
1841-1845).
Aplicación práctica de lo que se trata es la de los artículos 1183 y
1190. La asignación de la legítima pasa a los descendientes del
indigno; pero sin el vicio de indignidad a que alude el artículo
977. Todo lo anterior si la sucesión es intestada. Es en ella que tiene
cabida la representación (art. 984). En esta sucesión la in-capacidad,
la indignidad, la desheredación y la repudiación del llamado por la
ley o instituido por el causante, o al que éste ha
dejado fuera del fenómeno sucesorio, no afecta al representante (art.
987, inc. 2º). Téngase bien presente que el representante saca sus
derechos recta vía del de cujus y no a través del representado. Lo
decía Bello: “No suceden como herederos del padre indigno, sino
del abuelo. No se hallan, por consiguiente, en el caso del ar-tículo 22
(actual 957)”. Es la nota que ilustra el artículo 23 del tít. 1º, del
Proyecto 1841-1845. Quiere decirnos el codificador, desde el umbral
mismo, que no debe ser confundida la representación con el derecho
de transmisión, tratado en el artículo 957.
Si el hijo al que pasa la asignación se encuentra bajo la patria
potestad del padre indigno, el artículo 250, Nº 3º, dispone: “La
patria potestad confiere el derecho legal de goce sobre todos los

314
DE LOS SUCESORES O ASIGNATARIOS

bienes del hijo, exceptuados los siguientes: 3º. Las herencias o


legados que hayan pasado al hijo por incapacidad, indignidad o
desheredamiento del padre o madre que tiene la patria po-testad”.
Aquí, el derecho de goce, como se denomina ahora al antiguo
usufructo legal, pasa al hijo o al otro padre, de acuerdo a los arts.
251 y 253.

272.1. Derecho Comparado. Doctrina. Jurisprudencia. En cuanto a


lo que se acaba de señalar, el art. 846 del Código Civil de Uruguay
dispone que: “La indignidad o incapacidad relativas a una per-sona
o cosa, no se extienden a otra cosa o personas”. Principio semejante
recoge el art. 3303 del Código argentino: “El que ha sido declarado
indigno de suceder no es excluido sino de la herencia de la persona
hacia la cual se ha hecho culpable de la falta por la que se ha
pronunciado su indignidad”. Ilustrando el precepto, Vélez Sársfield
agregaba que “Así el indigno de heredar a Pedro no lo es de heredar
al heredero de Pedro. Así también, si Juan por causa de indignidad
ha sido excluido de la sucesión de Antonio, y esta sucesión por
cualquier causa pasa a Pablo, Juan podrá, en calidad de heredero de
éste, recoger los bienes que originariamente hacían parte de la
herencia de que había sido excluido”.
La representación del indigno no ha sido siempre admitida. El
propio Bello, en nota al art. 9, tít. II, del Proyecto de 1841-45, a que
se ha hecho referencia antes, terminaba afirmando que “Sin embargo
no debemos disimular que la opinión contraria tiene poderosos
valedores. Véase Merlin, Repertoire V ‘Représentation (Droit de)’,
sec. IV, 2; Chabot, Commentaire sur la Loi des Successio-ns, art.
744; y los autores citados por Castillo, Quotid, lib. 3, cap. 19, Nº
50”. Esa era también la tesis de Laurent, para quien no se concebía
que un hijo del indigno pudiere ejercer en su lugar un derecho del
que el indigno está excluido (Principes de Droit Civil Français, t.
IX, pág. 84, 4ª edic., París, 1877), la que por lo demás venía ya
desde Pothier (Successions, cap. 1, sec. 2ª, párrafo 2), y es recogida
en cierto modo por el art. 729-1 del Código Napoleón; pero que no
está de acuerdo con los principios de la representa-ción (así, Colin y
Capitant, ob. cit., t. 7, pág. 128, en referencia al antiguo art. 730).
Se ha sostenido, por el contrario, en favor de la representación
del indigno, que los hijos de éste no deben ser castigados por la
culpa de su progenitor y que excluirlos de la herencia equi-

315
DERECHO SUCESORIO

valdría a imponerles también a ellos un castigo (así, Manresa y


Navarro, Comentarios al Código Civil español, t. 7, pág. 79, 5ª
edic., Madrid, 1924). Cabría agregar, como se ha dicho, que la tesis
de la exclusión no tiene en cuenta que el representante no deriva su
derecho del representado, sino que la idea de representación es
usada únicamente para indicar que el llamado por representación
ocupa el mismo grado de parentesco respecto del causante que el
representado, y sus mismos derechos; pero éstos los tiene recta vía;
de este modo no hay razón alguna para extender al repre-sentante la
indignidad de su progenitor.
En sentencia de 27 de agosto de 1971 (en Rev. de Der., t. 68, sec.
2ª, pág. 52), la Corte de Concepción, distinguiendo entre la
representación y el derecho de transmisión, dijo: “Que el derecho de
representación se da cuando, a la delación de la herencia, el
representado falta, porque repudia, o porque es indigno, o porque fue
desheredado, o, en fin, porque ha premuerto al causante, tal cual lo
señala el artículo 987 del Código Civil. En otros términos, porque el
representado no quiere o no puede suceder” (consid. 9º); “Que la
verdadera situación jurídica que se dio al fallecer don XX, sin
aceptar o repudiar la herencia a la cual lo llamó el difunto ZZ, fue la
que gobierna el artículo 957 del Código Civil, esto es, que el
primero trasmitió a sus herederos –los demandan-tes– el derecho de
opción que tenía, bien para aceptar, bien para repudiar la herencia
dejada por don ZZ” (consid. 11).

273. Efectos respecto de los demás interesados en la sucesión. El


que ingresa en reemplazo del indigno –el verdadero sucesor– saca
sus derechos directamente del de cujus. El excluido es obligado a la
restitución de la herencia o legado con sus accesiones y frutos
(art. 974, inc. 2º). Luego, el indigno nada puede retener, sea de los
bienes mismos que recibió, bien de los frutos de esos bienes; frutos
naturales o civiles, como rentas de arrendamiento, intereses, etc.
(art. 647). No sólo los frutos naturales y civiles percibidos, sino los
que el verdadero sucesor hubiera podido percibir con mediana
inteligencia y actividad, teniendo los bienes compren-didos en la
asignación en su poder (art. 907, inc. 1º). El alcance que damos a la
obligación que al indigno le impone el artículo 974, apartado 2º, se
encuentra conforme a los precedentes del Derecho Romano y a los
de la legislación española, porque debe estimarse al excluido como
poseedor de mala fe. Luego, las reglas contenidas en el título XII,
del libro II, párrafo 4º, aplicables al

316
DE LOS SUCESORES O ASIGNATARIOS

poseedor vencido en la demanda reivindicatoria, que estuvo de mala


fe, tienen aplicación; y tanto para las prestaciones a que puede ser
obligado por el verdadero sucesor, cuanto a los dere-chos que
puedan corresponderle.

274. Efectos respecto de terceros. Dispone el art. 976 que “La


acción de indignidad no pasa contra terceros de buena fe”. Se
reglamentan en él los efectos de la indignidad, una vez reconocida
por sen-tencia ejecutoriada. Se ha visto que respecto del indigno
tiene efectos retroactivos (vid. Nº 270). Mas en cuanto a los terceros
de buena fe no los tiene. A éstos no les alcanza la declaración de
indignidad. Siguió Bello, en esta parte, a Delvincourt, si se tiene en
cuenta la nota que aparece en el art. 1137 a) del Proyecto Inédito,
que corresponde al actual 976.
El indigno ha podido enajenar bienes de los comprendidos en la
asignación. El tercero que los adquirió no tenía obliga-ción de
averiguar si el enajenante había caído en alguna causal de
indignidad que, con el tiempo, pudiera ser alegada y con el efecto de
excluirlo de la sucesión. Por lo demás, la indignidad es una sanción
que no puede, por lo mismo, alcanzar a terceros de buena fe, aunque
hay quienes piensan que el enajenante era, en ese momento, un
heredero aparente. Y esto basta para negar la acción contra terceros.

274.1. Doctrina. Derecho Comparado. La doctrina recoge también


la limitación de los efectos retroactivos de la indignidad respecto de
terceros de buena fe. En Francia, donde antes de la reforma de 2006
se había discutido si la indignidad operaba de pleno de-recho o si
requería de sentencia judicial, se sostenía, cualquiera sea la tesis que
se siguiera, que los derechos reales pactados por el indigno con
terceros y respecto de los bienes de la sucesión, se extinguen junto
con la resolución del derecho hereditario del indigno; pero que debe
hacerse excepción con los derechos reales pactados con terceros de
buena fe, y ello apoyándose en la teoría del heredero aparente (así,
Maury y Vialleton, en Planiol y Ripert, ob. cit., t. 4, Nº 52, págs. 78
y 79).
El Código argentino contiene también iguales principios. El art.
3305 dispone que “El indigno que ha entrado en posesión de los
bienes está obligado a restituir a las personas a las cuales pasa la
herencia por causa de su indignidad, todos los objetos hereditarios
de que hubiere tomado posesión con los accesorios

317
DERECHO SUCESORIO

y aumentos que hayan recibido, y los productos y rentas que hu-


biere obtenido de los bienes de la herencia desde la apertura de la
sucesión”. El art. 3306 agrega que “Está obligado igualmente a
satisfacer intereses de todas las sumas de dinero que hubiere
recibido, pertenecientes a la herencia, aunque no haya percibido de
ellas interés alguno”. Por el art. 3309, “Las ventas que el ex-cluido
por indigno hubiere hecho, las hipotecas y servidumbres que hubiere
constituido en el tiempo intermedio, como también las donaciones,
son válidas y sólo hay acción contra él por los daños y perjuicios”.
Entre nosotros, Claro Solar señala que “De acuerdo con la
disposición de la ley, deben responder de todos los frutos natu-rales
y civiles de las cosas que deben restituir; y no sólo de los que hayan
efectivamente percibido desde que entraron en posesión, sino de los
que el dueño habría podido percibir, con mediana inteligencia y
actividad, teniendo la cosa en su poder” (ob. cit., t. 13, Nº 133, pág.
120).

275. De cómo termina la indignidad. Desaparece la indignidad en


dos casos: cuando es rehabilitado el indigno y cuando la acción de
los interesados caduca. De estas cuestiones tratan los arts. 973 y
975, respectivamente.

276. De la rehabilitación. Según el art. 973, “Las causas de


indigni-dad mencionadas en los artículos precedentes no podrán
alegarse contra disposiciones testamentarias posteriores a los hechos
que las producen, aun cuando se ofreciere probar que el difunto no
tuvo conocimiento de esos hechos al tiempo de testar ni después”.
Conviene tener muy presente que la rehabilitación del indig-
no no debe ser confundida con la rehabilitación de la condena penal
impuesta al sucesor, por alguna de las causas de indignidad que
constituyen un delito penal. Rehabilitado de la condena, la
indignidad se mantiene. Igualmente, si el ofendido por un delito de
acción privada perdona al autor, no por eso deja de mante-nerse la
indignidad.
Pues bien, el Código parte de la base que la indignidad es una
pena o sanción privada, de la incumbencia del causante de la
sucesión. Mas cuando se consideró la indignidad como una pena
pública, la rehabilitación del indigno no era permitida. Se pensaba
que, en esta situación, mediaba un principio de orden público que se
oponía al perdón.

318
DE LOS SUCESORES O ASIGNATARIOS

En la legislación actual se permite la rehabilitación, mediante el


perdón que hace la persona ofendida y de cuya sucesión se trata. En
cuanto a su forma, puede entre nosotros ser expreso o tácito. Pero el
artículo 973 trata sólo de la tácita. Se presenta cuando el ofendido ha
otorgado testamento con posterioridad a los hechos que constituyen
la indignidad, instituyendo al ofensor como su heredero o legatario.
Nada más pide el legislador, en este caso. No pide el artículo 973
que el difunto haya tenido conocimiento de los hechos, ora al
tiempo de testar, ora posteriormente. Al contrario, no admite esa
prueba, pues presume de derecho la rehabilitación por el acto
testamentario posterior. De esto no cabe duda, si se recuerda que el
art. 17 del tít. 1, del Proyecto de los años 1841-45, se pedía que el
acto testamentario se hubiera otorgado “libremente y con pleno
conocimiento de los hechos”, para que hubiera reha-bilitación. Lo
mismo se decía en el art. 17, tít. 1, del Proyecto de 1846. Es
evidente que no hay perdón por hechos posteriores al acto
testamentario. Los interesados, en esta situación, pueden demandar
la del indigno. No podrá éste defenderse sosteniendo que siendo el
testamento un acto esencialmente revocable (arts. 999 y 1001), si el
testador no lo revocó, aunque con posterioridad a su otorga-miento
ocurrieron hechos como para excluirlo por indignidad, es porque lo
ha perdonado.
No contempla el Código otra forma de rehabilitación. Pero se
estima que la expresa, aunque no en acto testamentario, es su-
ficiente, respecto de los hechos anteriores. Puede presentarse en otro
instrumento público, que no revista las formas testamentarias;
instrumento cuyo único contenido puede ser el perdón. No es
necesario que instituya ahí al indigno heredero o legatario suyo. Pero
esta rehabilitación puede ser de importancia si, quedando sin efecto
el testamento anterior, hubiera que aplicar las reglas de la sucesión
abintestato. En suma: las circunstancias previstas por el artículo 973
presumen jure et de jure la rehabilitación; mas no impiden la
renuncia expresa y en otro instrumento público, que no tendrá el
alcance que señala el precepto últimamente citado. Por tanto, la
tácita sólo es en la sucesión testamentaria.
Si el testamento posterior resulta ineficaz –error, intimidación u
otra causa–, la rehabilitación vendrá ineficaz. Es decir, en todos los
casos en que tenga lugar la sucesión intestada, no obstante la
existencia de un testamento (art. 980).
Pero una reconciliación privada entre el causante y el indigno no
es bastante. Una situación similar, la contenida en el artículo 1211,

319
DERECHO SUCESORIO

nos hace llegar a tal conclusión: el desheredamiento no queda


revocado tácitamente “por haber intervenido reconciliación”, dice el
precepto.

277. Casos en que no procede. Si los hechos que originan la indig-


nidad se presentan fallecido ya el testador, que es tanto como decir
después de la apertura de la sucesión (art. 955), no podrá haber
rehabilitación. Así en los casos de los artículos 968, Nº 1969; 971,
etc.

278. La rehabilitación es irrevocable. Aunque el testamento que


con-templa el artículo 973 sea revocado, la rehabilitación se
mantiene. Lo mismo si ha sido expresa.
Discuten los autores la razón por la que el perdón es irrevoca-
ble; mas la mayoría lo afirma sosteniendo que el indigno, que ha
dejado de ser tal, no puede volver a tal calidad por voluntad del
testador. En el futuro será la ley la que determine si es indigno de
suceder. Si revocando el testador el acto de última voluntad volviera
el rehabilitado a ser indigno, pues entonces sería la vo-luntad de la
persona de cuya sucesión se trata la que determinaría la indignidad
para sucederle.

279. Derecho comparado. El Código de Francia, aunque no lo decía


explícitamente, no permitía la rehabilitación. Un autor se expre-saba
así: “El droit coutumier autorizaba la rehabilitación en toda su
extensión; el Código Napoleón, desconociendo la desheredación en
homenaje al concepto de la destinación familiar del patrimonio,
mantuvo la indignidad para suceder, pero con la esencial modifica-ción
de no permitir su cesación por el perdón en cualquiera de sus
formas. La razón que animara al legislador la expone la doctrina”
(Hernández Gil, trabajo citado, pág. 294). La reforma de 2006 alteró
esa solución, puesto que el art. 728 permite que el difunto,
posteriormente a los hechos que constituyen la indignidad y en
conocimiento de ellos, precise mediante una declaración expresa de
voluntad en formas testamentarias, que entiende mantener al indigno
en sus derechos hereditarios o las liberalidades que le haya hecho.
El artículo 466 del Código de Italia, al igual que el nuestro, admite
la rehabilitación en toda su extensión: “Quien ha incurrido en la
indignidad es admitido a suceder cuando la persona de cuya
sucesión se trata lo ha habilitado expresamente por acto público o
por testamento. Sin embargo, el indigno no

320
DE LOS SUCESORES O ASIGNATARIOS

expresamente habilitado, si ha sido contemplado en el testamento


cuando el testador conocía la causa de la indignidad, es admitido a
suceder en los límites de la disposición testamentaria”. El artículo
844 del Código uruguayo es igual al nuestro 973. El artículo 3297
del de Argentina ha copiado el artículo 973. También la permite el
art. 811 del de Venezuela, en toda su extensión. En relación al
Código Civil de España, se ha escrito: “Lo verdaderamente propio y
característico de los efectos de la indignidad es la posibilidad de la
rehabilitación del indigno. Siendo la indignidad una pena civil,
fundada en el agravio hecho por el heredero al causante; se admite,
en efecto, que pueda ser aquélla remitida por el testador de una
manera tácita o expresa. Nuestro Código admite estas dos formas de
remisión, al decir que “las causas de indignidad dejan de surtir
efecto si el testador las conocía al tiempo de hacer testamento o si,
habiéndolas sabido después, las remitiere en documento público”
(art. 757). Creemos, con Sánchez Román, que la rehabilitación es
irrevocable, porque repugnaría a la moral el arrepentimiento o
revocación en el perdón de una ofensa” (Castán Tobeñas, José, ob.
cit., t. VI, vol. 2, séptima edición, pág. 49).

280. Caducidad de la acción. Además de la rehabilitación, la indig-


nidad desaparece por la caducidad de la acción que tienen los
interesados en la exclusión del indigno. De ella trata el artículo 975,
según el cual “La indignidad se purga en cinco años de po-sesión de
la herencia o legado”.
El legislador habla de “posesión de la herencia o legado”, lo que
podría hacer pensar que la indignidad queda purgada cuando se ha
ganado por la prescripción adquisitiva la herencia o el legado
deferido al indigno. Mas se trata de una caducidad de la acción de
los interesados en la exclusión del indigno; de la caducidad de esa
acción judicial que el artículo 974 confiere a los interesados para la
exclusión del heredero o legatario indigno. Luego, hay que con-cluir
que la acción acordada por el artículo 974 (vid. Nº 265) está sujeta a
la caducidad, con todas sus consecuencias: se ejerce o no se ejerce
dentro del plazo; no admite interrupción ni suspensión, como sucede
con toda caducidad; basta su ejercicio dentro de los referidos cinco
años, aunque no sea notificada, como debería serlo si fuera una
prescripción (art. 2503, Nº 1).

281. Desde cuándo se cuenta el plazo. Lo dice el artículo 975: desde


que el indigno ha tomado posesión de la herencia o legado. De

321
DERECHO SUCESORIO

acuerdo al artículo 688, en armonía con el 722, el heredero ad-


quiere la posesión legal de la asignación desde que le es deferida.
Por tanto, desde la delación de la herencia se inicia la andadura de la
caducidad prevista en el artículo 975.
Pero como en materia de legados no hay otra posesión que la
real o material –cuando se reúnen en el poseedor el cuerpo y el
ánimo–, hay que concluir que la caducidad se inicia cuando esos
elementos se han reunido en el asignatario indigno. Esto queda más
en claro si se recuerda que en el Proyecto de 1841-45 (art. 19) y en
el Proyecto de 1846 (art. 20), se hablaba de “pala-dina y tranquila”
posesión.

282. Doctrina, Jurisprudencia. Frente al artículo 3298 del Código


Civil de Argentina, literalmente igual a nuestro artículo 975, salvo
“tres” por “cinco”, un comentarista ha escrito: “Dado los términos
empleados en la redacción de este precepto, ocioso es decir que no
se trata de una prescripción adquisitiva, sino de la caducidad de la
acción, con las diferencias que hemos explica-do en otra parte. La
prescripción extingue la acción por su no ejercicio en el tiempo
fijado por la ley, cuando es liberatoria, y hace adquirir el dominio,
cuando es adquisitiva, al paso que la caducidad sólo se endereza a
preestablecer el tiempo en que un derecho puede ser últimamente
ejercido” (De Gásperi, ob. cit., t. 1, Nº 43, pág. 236).
“Si se trata de legados entendemos que no podríamos aplicar el
concepto de posesión legal, puesto que la ley aplica ese criterio
únicamente con respecto al heredero. Será menester, pues, que el
legatario llegue a poseer el legado, en la forma usual definida por la
ley, esto es, como tenencia de una cosa determinada con
ánimo de señor y dueño. No es necesario distinguir para estos
efectos, si se trata de asignaciones de especie o cuerpo cierto o de
cantidades” (Pérez Guerrero, ob. cit., pág. 242).
En sentencia de 27 de marzo de 1943 (Rev. de Der., t. 40, sec. 1ª,
pág. 498), la Corte Suprema sentó la siguiente doctrina: “La
caducidad no admite interrupción”. Y comentando el fallo, unos
autores dicen: “La doctrina del fallo se ajusta a la diferencia que
existe entre la caducidad y la prescripción extintiva, si bien ambos
institutos tienen por finalidad la extinción de derechos. Ésta pone fin
a un derecho que, por su no ejercicio, se le supone abando-nado por
el titular y siempre que el beneficiado con ella lo haga presente.
Aquélla, por no haberse ejercido el derecho en el plazo

322
DE LOS SUCESORES O ASIGNATARIOS

prefijado por el legislador o la voluntad del hombre. Cuando se trata


de la caducidad, el derecho sea puesto en movimiento o no en el
plazo prefijado, sin otra consideración. En ella no puede existir nada
que interrumpa el lapso, pues se requiere perentoriamente el
ejercicio mismo del derecho. Cuando de la caducidad se trata, basta
el ejercicio del derecho y no se precisa que la demanda sea también
notificada dentro del plazo prefijado” (Somarriva y Domínguez: Las
Obligaciones y los Contratos ante la Jurisprudencia, 2ª edición,
sent. 156, pág. 111, Santiago, 1984).

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